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Libros, novela juvenil, escritos, Essays (high school) of Computer science

Mi primer libro subido, holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

Typology: Essays (high school)

2020/2021

Uploaded on 07/12/2021

ashley-archila
ashley-archila 🇺🇸

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Download Libros, novela juvenil, escritos and more Essays (high school) Computer science in PDF only on Docsity! Ll rue Pores Rey. a8u se) e 1/297 Viana, la tinica hija del duque de Rocagris, esta prometida al joven Robian de Castelmar desde que ambos eran nifios. Los dos se aman y se casardan en primavera. Sin embargo, durante los festejos del solsticio de invierno, un arisco montaraz advierte al rey de Nortia y sus caballeros de la amenaza de los barbaros de las estepas... y tanto Robian como el duque se ven obligados a marchar a la guerra. En tales circunstancias, una doncella como Viana no puede hacer otra cosa que esperar su regreso... y, tal vez, prestar atencién a las leyendas que se cuentan sobre el Gran Bosque... el lugar donde los d4rboles cantan. 2/297 A Rafa Beltran, con carifio y agradecimiento por introducirme en el mundo de caballerias, magia y aventuras que inspiré esta novela. Larga vida a don Belianis. 5/297 Primera parte Viana Al segundo dia atravesaron el Pafs de los Arboles Cantores. Cada uno de los arboles tenia una forma distinta, hojas distintas, distinta corteza, pero la razon de que se llamara asi esa tierra era que se podia escuchar su crecimiento como una musica suave, que sonaba de cerca y de lejos y se unja para formar un potente conjunto de belleza sin igual en toda Fantasia. Se decifa que no dejaba de ser peligroso caminar por aquella region, porque muchos se habian quedado encantados, olvidandose de todo. MICHAEL ENDE, La historia interminable 6/297 CAPITULO I “accel solsticio, ? del relato del juglar y de la adevertencia del caballero. 7/297 llamando al principe «el futuro esposo de Belicia», y Viana sospechaba que su amiga estaba de verdad enamorada de él, aun sabiendo que Beriac jamas podria corresponderla. Viana admiraba la entereza de Belicia y la forma en que fingifa que todo aquello no era mas que un juego. —jY va a participar en la justa, Viana! —siguid parloteando—. Seguro que este afio me pide una prenda. «Otorgadme vuestro favor, mi dama, y con él venceré en esta batalla» —recité, imitando la voz del principe—. «Oh, por supuesto, mi sefior, derrotad a vuestros enemigos por mi» — concluy6 con tono afectado, extendiendo ante ella un pafiuelo de encaje como si se lo ofreciera a un pretendiente invisible. Viana se echo a reir y las dos se abrazaron, emocionadas por estar juntas otra vez. Los territorios de sus respectivas familias se encontraban demasiado lejos como para que pudiesen verse a menudo, y los mensajeros no llevaban sus cartas con la celeridad que ellas habrian deseado. Y, aunque Belicia habia pasado el verano en Rocagris, a ambas les parecia que habia transcurrido mucho tiempo desde entonces. —He visto a Robian en el patio delantero —le confirm6 Belicia con una sonrisa traviesa—. Iba de camino a las caballerizas. El corazon de Viana empezé a latir como un corcel desbocado. —Anda, ve —la anim6é su amiga—. Nos encontraremos después, en el palco. Viana corrié hacia las cuadras, ante los gestos de desaprobacién de algunas viejas damas y la mirada benevolente de su padre. Se topo con Robian cuando este salfa de los establos, y se lanzé literalmente a sus brazos. El muchacho la sujet6 por la cintura y la alzé en volandas, ante las exclamaciones de sorpresa de Viana. Después la tom6 de la mano y tiré de ella hasta llevarla a un rincén mas apartado, lejos de miradas indiscretas. —jViana! —exclamé, con los ojos brillantes de alegria—. ;Cémo te he echado de menos! —Y yo a ti —susurré ella. Los dos se fundieron en un beso apasionado. A Viana no le importé que Robian oliese a sudor, a cuero y a caballo: habia cabalgado desde muy lejos para llegar hasta allt. —Es extrafio —le dijo—. Tengo la sensacién de que pasdbamos mas tiempo juntos cuando éramos nifios que ahora que estamos prometidos. 10/297 —Entonces las cosas eran mas sencillas —respondié Robian con un suspiro pesaroso—. Pero ya soy casi un caballero, y tengo responsabilidades en Castelmar. He de aprender a administrar el dominio porque, algun dia, seré mio. —De los dos —corrigié Viana, radiante de felicitad al pensar, una vez mas, en su futura vida en comtn. Robian asintié, sonriente. —Pero después de la boda... estaremos juntos para siempre —le prometié. La muchacha hundié los dedos en el cabello rizado de Robian y, sin poder resistirse a la tentacién, lo besé de nuevo. El rio, sorprendido por su audacia, pero correspondié a su beso. Y justo entonces sonaron las trompetas llamando a las justas. Robian suspir6 y se separ6 de su prometida, contrariado. —Ve —lo animé ella—. Es tu oportunidad para demostrar a todo el mundo que mereces ser armado caballero. El muchacho sonri6. Ambos sabian que tendria que hacerlo muy mal en las justas para que el rey cambiase de idea al respecto. Aquella tarde, el principe Beriac recibirfa las armas, y otros jévenes, entre los que se encontraba Robian, serian armados junto a él. Viana lo despidié con un tltimo beso y luego se reuni6é con Belicia en el palco. Alli saludé también a la duquesa de Castelmar, su futura suegra, y a Rinia, la hija de esta, de seis afios. Ambas estaban muy pendientes del torneo, en el que participarian Robian y su padre, el duque Landan. No tardé en dar comienzo la competicion. Viana até una prenda a la lanza de Robian cuando este se lo pidid, y lo vio marchar, admirando el magnifico porte que presentaba a caballo. El principe Beriac pidid el favor de la reina, para desencanto de Belicia. —Bueno, no es tan grave —le cuchicheé a Viana—. Mientras sea su madre y no una princesa cualquiera... Las dos rieron discretamente. Todos disfrutaron mucho de aquella jornada. Robian tuvo una actuacién extraordinaria, e incluso llegé a golpear al principe en el tltimo encuentro. Y, para finalizar, el mismo rey Radis se hizo armar para romper una lanza con su hijo. Fue uno de los duques del sur quien se alz6é con la victoria en el torneo, pero los jévenes lo habian hecho muy bien; el rostro de Viana resplandecia de orgullo al contemplar a Robian, y no dejaba de repetirse que era muy afortunada. 11/297 —Ah, si, ha sido una buena justa —afirm6 el duque Corven—. Pero los combates eran mucho mds emocionantes en la época del conde Urtec. —¢éQuién es el conde Urtec? —pregunté Viana con curiosidad. —Era el mejor guerrero que ha tenido nunca Nortia —respondié su padre, complacido por su interés—. Fue el maestro de armas del rey y se convirtid en su mano derecha en las guerras contra los barbaros. De eso hace ya mucho tiempo, y en aquel entonces, nuestro soberano era muy joven. Quién sabe lo que habrfa pasado si no hubiese tenido a Urtec de Monteferro a su lado para guiarlo en aquella época oscura —aniadio, bajando un poco la voz. —Ah —respondioé Viana impresionada—. ¢Y qué ha sido del conde Urtec? El duque entorné los ojos. —Murié —dijo simplemente; habia tal poso de amargura en su voz que Viana no se atrevié a preguntar mas. La celebracién continu6 en el interior del castillo. El principe Beriac y los jovenes nobles fueron armados caballeros al caer la tarde en una solemne ceremonia. Viana contemplé a Robian mientras se cefifa una espada que habia perteneciendo a su abuelo y se inclinaba ante el rey para recibir su bendicién. Aquello era un paso mds en el camino de su futura felicidad: oficialmente, Robian era ya un hombre y, como tal, podia tomar esposa. Viana sabia que no tendria oportunidad de acercarse a su prometido hasta el momento de la danza. Pero eso serfa después de la cena, en la cual las damas se sentarian en una parte de la estancia, y los caballeros, en otra. Viana tomo asiento junto a Belicia y la madre de esta. Pronto, los criados empezaron a traer platos, mientras los invitados del rey comentaban con alegria los sucesos de la jornada y el vino corria generosamente. Se sirvieron pastelillos de pifiones, crema de guisantes, perdices escabechadas, cochinillos asados, potaje, cordero a la miel... cuando sacaron el guiso de carne de buey, Viana estaba tan llena que dejé de prestar atencion a la cena para charlar con Belicia; las dos contemplaban disimuladamente a los j6venes caballeros aparentando disfrutar de la musica que amenizaba la velada. Robian y Viana intercambiaron miradas repletas de ternura, y tuvieron que soportar por ello las burlas carifiosas de sus compafieros, pero a ninguno de los dos le import6. Ambos ardian en deseos de que comenzara el baile para estar juntos otra vez. 12/297 conforman vuestro reino. Se trataba del tiltimo vastago de un clan que habia sido destruido por sus rivales. Mientras él siguiera con vida para reclamar su herencia, sus enemigos no dejarfan de buscarlo, y por esta razon se habia visto obligado a escapar a un lugar donde nadie pudiera encontrarlo, lejos de toda tierra conocida, mas alla de los limites que sefialaban los mapas. Tenfa ante si un futuro incierto, pero dejaba atrds una muerte segura, y por eso no vacilé en vadear el rio y proseguir su camino hacia el mundo frio e inhdéspito que lo aguardaba al otro lado. »Ciertamente, era un hombre intrépido, pero no un loco; por eso se detuvo al borde del Gran Bosque y contemplé con temor las altas copas de los arboles, las sombras imposibles que bailaban en la espesura, el laberinto de sinuosas sendas que se perdian en la oscuridad. No osé internarse en él, aunque sospechaba que sus enemigos jamas lo encontrarian alli. Resolvid, por el contrario, proseguir su camino hacia el norte rodeando el Gran Bosque —probablemente, fue él el primero que lo llamo de ese modo— y buscar fortuna en tierras mds septentrionales. »Acampo, pues, al borde de la espesura, decidido a no dejarse atemorizar por los extrafios sonidos que surgian de ella. Tomé una cena frugal y cur6 sus pies llagados de tanto caminar, y cuando ya se disponia a echar una cabezada antes de continuar su huida... hete aqui que se acerca una figura encorvada desde la oscuridad. Un murmullo de inquietud recorrié la sala. Oki dejé que su audiencia se hiciera preguntas sobre la identidad del misterioso visitante, pero solo durante un momento. Después prosiguid, imitando con gran acierto las voces de sus personajes: —«¢Quién va?»... «Solo una pobre anciana que se ha perdido por estos parajes, mi sefior»... «¢Y de dénde vienes, mujer?»... «Oh, no de muy lejos, sefior, no de muy lejos... Pero tengo hambre y frio. ~Me permitirias compartir vuestro fuego y vuestro pan por una noche?». El viajero dudé de las palabras de la mujer, porque sospechaba que no habia ninguna aldea cerca. Sin embargo, movido a compasién, acepté finalmente a la anciana junto al fuego y le tendid un mendrugo de pan y el poco queso que le quedaba. Después de tanto tiempo huyendo en solitario, agradecia un poco de compaiifa humana, aunque fuera la de una vieja repulsiva como aquella. »Porque, en efecto, nobles amigos, la anciana era indescriptiblemente fea —subray6 Oki ante los gestos espantados de su auditorio—. Su rostro arrugado estaba lleno de verrugas, su nariz era peluda y ganchuda y estaba tuerta de un ojo. Apenas unos cuantos cabellos grises y desgrefiados adornaban su cabeza, y su cuerpo, seco y raquitico como una pasa, se mostraba horriblemente torcido. La vieja sonrid, mostrando sus tnicos cuatro dientes, al contemplar la expresién asqueada de su benefactor. “La vida no me ha tratado bien, mi sefior”, le dijo. “Y espero no estar abusando de vuestra generosidad si os pido que me permitdis tenderme a vuestro lado esta noche...”. 15/297 —jEntonces sf era una historia de amor! —exclamé de pronto Belicia, arrancando una carcajada de la concurrencia. Pero se callé enseguida, cuando Oki la fulminé con la mirada. Habia olvidado algo muy importante acerca del gran juglar: detestaba que lo interrumpieran. —«... sios pido que me permitdis tenderme a vuestro lado esta noche — continudé Oki cuando las risas se apagaron—, porque hace mucho frio y mis pobres huesos me duelen mucho». El viajero iba a negarse, pero de nuevo se sintid conmovido. «Haz lo que quieras, mujer», dijo: se envolvié en su capa y se echo junto al fuego. Pronto sintid que la vieja se acurrucaba a su espalda; oia su dificultosa respiracion, sentia sus cabellos haciéndole cosquillas en la nuca y hasta podia oler su aliento putrefacto. Sin embargo, no dijo nada. Cerré los ojos con fuerza, se arrebujé todavia mds en su manto y traté de dormir. Le resulté dificil, porque la mujer no dejé en toda la noche de roncar, toser y lanzar ventosidades. Pero nuestro fatigado caminante no tuvo valor para echarla de su lado, pues la noche era en verdad fria. Por fin, se durmié cuando faltaban ya pocas horas para el amanecer. »Cuando se despertd, cansado y entumecido, no vio a la vieja por ningun sitio, desconcertado, recogié sus cosas y fue a asearse al arroyo. Y cual no seria su sorpresa cuando, al asomarse al agua, vio en su reflejo el rostro de una joven extraordinariamente bella que le sonreia alentadoramente. «¢Quién sois vos, hermosa doncella, y qué hacéis dentro del agua? ¢Sois acaso una vision o un delirio de mi extenuada mente?». «Soy», respondio ella, «la vieja a la que tan amablemente disteis cobijo anoche». Los comensales no pudieron reprimir exclamaciones de sorpresa. Viana, en cambio, habia anticipado aquel desenlace. Su madre le habia relatado muchos cuentos populares cuando era nifia, y en algunos de ellos los seres mdgicos se presentaban ante el héroe bajo apariencia humilde para probar la bondad de su corazon. «Ahora le ofrecerd un premio por su compasidén», se dijo. —El caminante no podia creer las palabras de aquella hermosa mujer — continué Oki—. «Pero gcémo es posible que haydis cambiado tanto de la noche a la mafiana?», le pregunto. Ella rio, como rie el arroyo cuando baja desde las altas montafias. «Porque las cosas no son nunca lo que parecen, mi buen amigo. Especialmente aquellas que surgen del corazon de este bosque. Y puesto que habéis probado ser bueno y fiel a vuestra palabra, os otorgaré un don que os ayudaré a libraros de esos enemigos que os persiguen». El viajero pens6 que, sin duda, una dama capaz de cambiar de aspecto de forma tan sorprendente debia de tener manera de saber aquello que él no le habia contado. Tal vez fuera un hada o una hechicera. Tal posibilidad lo inquieté; pero se sentfa tan cautivado por sus hermosos ojos verdes que no expres6 ningtin temor. «gCdémo podra ser eso, mi sefiora?», quiso saber. Los ojos de ella se oscurecieron un poco y su expresion se torndé grave, pues estaba a punto de desvelar uno 16/297 de los secretos mejor guardados del Gran Bosque. «Debéis ser valiente», le dijo, «y viajar al corazon de este bosque, hasta el lugar donde los arboles cantan, donde ningtin ser humano ha llegado jamas. Alli encontraréis el legendario manantial de la eterna juventud. Si bebéis de sus aguas, seréis invulnerable para siempre». El viajero se sentia maravillado, pero al mismo tiempo un tanto escéptico. «¢Cémo sé que es cierto lo que me contdéis, mi dama? Vos misma habéis afirmando que se trata de una leyenda». Pero ella solo respondio: «Tened fe, mi buen amigo, y recordad que las cosas no son siempre lo que aparentan». Y, con estas palabras, desapareci6. Oki callé de pronto. Su ptblico aguard6 un instante. Pero, como él no continuo hablando, el rey pregunto: —cY ya esta? ¢Es ese el final de la historia? —¢Qué sucedié con el viajero? —Quiso saber el principe Beriac—. ¢Encontr6 el manantial de la eterna juventud? Oki le dedicé una mueca que podria haber sido una sonrisa. —Eso lo ignoramos, alteza —respondid—, porque nadie ha seguido sus pasos desde entonces. Dice el cuento que sus enemigos no lograron darle caza jamds, pero no aclara si fue porque se habfa vuelto invulnerable o si, por el contrario, se debié a que no salié vivo del Gran Bosque. —Entonces —se atrevié a preguntar Viana con timidez—, ¢la dama lo engafid para que siguiera un camino equivocado? Los ojillos de Oki contemplaron a la muchacha con aprobaci6n. —Tal vez —admitid—, pues es bien sabido que uno no debe fiarse de los regalos envenenados de las hadas. El rey grutié algo y se removid en su asiento, incémodo. Parecia claro que el final del relato lo habia decepcionado. Sin embargo, ni siquiera él os6 cuestionar al gran Oki; cabeceé, conforme, y elogiéd su actuacién con una salva de aplausos. El resto de los comensales lo imitaron, y el juglar lo agradecié con una reverencia. —Siéntate a compartir nuestra mesa, Oki —lo invitd el rey, como hacia todos los afios. Y, también como todos los afios, Oki decliné la propuesta. —Me siento muy honrado por vuestra majestad, pero, si no es molestia, preferirfia comer con la servidumbre. El rey no se ofendid. Antes que él, su padre habia hecho el mismo ofrecimiento y recibido idéntica respuesta afio tras afio. De hecho, si 17/297 —Esta decidido, pues —declaré—. Sefiores, cuando terminen las celebraciones del solsticio, todos y cada uno de los caballeros a mi servicio regresaran a sus tierras y reclutardn a su gente, y formaremos un ejército que plantardé cara a los barbaros cuando Ilegue la primavera. Los nobles rugieron mostrando su acuerdo; Viana, sin embargo, no podia dejar de pensar en sus planes de boda, y en si se verian alterados de alguna forma. Notdé entonces la mano de Belicia sobre su brazo. —Lo siento mucho —susurr6 su amiga, y Viana comprendié que no se casaria con Robian en primavera... porque él acababa de ser armado caballero y tendria que partir a la guerra junto a su padre, como todos los nobles que habfan jurado fidelidad al rey de Nortia. —Pero... —empezo. Sin embargo, no pudo terminar la frase, porque la voz de aquel hombre al que habian llamado Lobo retumbé en la sala: —jEn primavera sera demasiado tarde! ;No hay tiempo para los preparativos, ni tampoco para las celebraciones! ;Debemos ponernos en marcha ya, y tal vez los frenemos antes de que crucen las montaiias! Algunos de los caballeros se burlaron de su pretensién. Viana miré a su padre de reojo y descubrio que él, al contrario que los demas, mostraba una expresién grave. —¢Acaso no sabes qué dia es hoy Lobo? —exclamé el padre de Robian, y varios nobles se rieron a mandibula batiente ante algo que les resultaba obvio—. Pronto caeran las primeras nieves, y es bien sabido que el invierno no es tiempo de guerra. —jPoco les importa las nieves a los barbaros, Landan de Castelmar! — replicé Lobo con un grufiido—. Viven en las tierras de los hielos perpetuos. El invierno no los detendra. —Jamas podran cruzar las Montafias Blancas en esta época del afio — concluy6 el rey Radis con rotundidad—. No seas pdjaro de mal agiiero, Lobo, y regresa a tu torreén. Sabes que no estas invitado a las celebraciones del solsticio, pero, ya que te has tomado la molestia de venir hasta aqui, quédate si quieres a cenar antes de emprender el viaje de vuelta. Verds pasar a nuestro ejército camino del norte en primavera, y entonces reconocerds que tus temores eran infundados y te arrepentirds de haber estropeado la fiesta esta noche. Lobo sacudio la cabeza. —Lo lamentards, Radis —mascull6—. Lo lamentaras. 20/297 Viana se quedé asombrada ante su insolencia. ¢Cémo osaba tutear a su soberano? El rey, sin embargo, apreté la mandibula, pero no dijo nada. El resto de los nobles contemplaron a Lobo con expresi6n sombria mientras este daba media vuelta y abandonaba la sala, rezongando entre dientes. —¢Entiendes ahora por qué vive tan lejos de la corte? —dijo Belicia cuando Lobo se hubo marchado—. Es evidente que esta loco. Viana tuvo lastima de él, y al mismo tiempo se sintié inquieta. ¢Y si tenia razon? <Y si en primavera ya era demasiado tarde para frenar a los barbaros? Traté de apartar aquellos pensamientos oscuros de su mente. Quiza los rumores de los que hablaba Lobo no fueran otra cosa que rumores, y tal vez no hiciera falta que los caballeros del rey partieran a la guerra en primavera. Y, en cualquier caso, nada aseguraba que Robian tuviera que marcharse también. Enseguida volvi6é a sonar la misica, y los sirvientes comenzaron a sacar mas platos a la mesa. Sin embargo, a la hora del baile, la muchacha vio que su prometido estaba mas serio de lo habitual. Se sentaron juntos durante uno de los descansos, y Viana le pregunt6 sobre la guerra contra los barbaros. —¢Tendrds que ir a luchar? El joven afirmé con la cabeza. —Ahora soy un caballero del rey, Viana. Le he jurado fidelidad, y mi espada debe servirle alli donde él la requiera. Viana trag6 saliva. Robian sonri6 al ver su expresién abatida. —Pero no sufras por mi —prosiguid—. Hemos derrotado a los barbaros en otras ocasiones, y lo haremos de nuevo ahora. Mira cudntos guerreros tiene Nortia, entre soldados y caballeros. Somos mejores; poseemos buenas armas y hemos sido entrenados en la lucha desde nifios. Cuando nos reunimos, formamos un ejército poderoso y bien organizado. Nada pueden hacer contra nosotros esos salvajes. Viana sonrioé también, alentada por su confianza. Robian le tendié de nuevo la mano para sacarla a bailar la siguiente pieza. Y Viana bailé y baild, olvidando los cuentos de Oki sobre el Gran Bosque y las historias de Lobo acerca de la amenaza que procedia del norte. Pero aquella noche, alojada en una habitacién del ala de invitados del castillo, sod con barbaros aullantes y viejas hechiceras. Al despertarse sintié frio, y al mirar a través de la ventana descubrié que habia nevado sobre Normont. 21/297 Vio volar un cuervo negro sobre las montatias y se estremecid, porque le parecia que se trataba de un mal presagio. 22/297 habfan invadido Nortia, si, pero, como Robian afirmaba, el ejército del rey Radis era muy superior. Robian... También él irfa a la guerra. Era joven y fuerte, y un diestro guerrero, pero carecia de experiencia. A menudo, desde la noche del solsticio, Viana habia tenido pesadillas acerca de enormes y fieros barbaros, peludos como bestias, que mataban a su padre en la batalla; otras veces, el muerto era su prometido, y en ocasiones caifan los dos. Pero ahora, a punto de despedirse del duque, todo aquello se le antojaba lejano, casi irreal, tan impalpable como la niebla que se habia alzado desde el arroyo aquella mafiana. Los hombres irfan a la guerra, lucharian y regresarian triunfantes. No podia ser de otro modo; Viana se aferraba a aquella esperanza. El duque Corven se incliné para besar la frente de su hija. —Sé fuerte, Viana —dijo—. Estoy seguro de que sabrdas cuidar bien del castillo. Si todo va bien, estaremos de vuelta antes de que llegue la primavera. —Si todo va bien... —repitid Viana con un susurro. El duque la contempl6o un instante. —Regresaremos —afirmé—. Te lo prometo. Viana sospechaba que un guerrero no debia hacer nunca tales promesas, pero no se lo dijo. Se limité a asentir sin una palabra. Cuando el duque ya echaba un pie al estribo de su caballo, Viana lo detuvo un momento: —Espera, padre. Por favor, dile a Robian... —le falldé la voz. Pero él entendio sin necesidad de mas palabras. —No te preocupes, Viana. El ya lo sabe. La joven asintié de nuevo. Por fin, el duque de Corven y sus hombres se pusieron en marcha, Viana se qued6é mirando cémo se alejaban hasta que desaparecieron por un recodo del camino, envueltos en una nube de barro y escarcha. Entonces suspir6, sacudié su cabeza y dio media vuelta para regresar al castillo. Dorea la acompatiaba. La tomé del brazo en sefial de consuelo, pero no la tranquiliz6 asegurdndole que volverian, porque sabia lo que era una guerra y, a diferencia del duque, pensaba que no tenia sentido crearle falsas esperanzas. 25/297 Tras la partida de los guerreros, Rocagris qued6é silencioso y frio. Viana se dedicé a ejercer su labor como sefiora del castillo, esperando noticias de la guerra y deseando que tanto Robian como su padre estuviesen bien. No se atrevia a conjeturar cémo debia de ser el campo de batalla, y cuando lo hacia, lo imaginaba similar a las justas, pero con algo mas de sangre; asf de ingenua era su vision del asunto. De este modo pasaban los dias, deslizdndose lenta y perezosamente, como las aguas del rio que regaba las tierras del duque Corven; hasta que por fin llegé un mensajero al castillo de Rocagris. Llevaba varios dias sin dormir, porque no pensaba detenerse hasta haber alertado del peligro en todos los rincones de Nortia. Su pobre caballo murié de agotamiento sobre el porton levadizo antes de poder alcanzar el establo. Viana atendio al recién llegado lo mejor que pudo, pero él se detuvo solo para tomar un trago de agua y una escudilla de estofado, y en el tiempo en que tardaban en ensillarle un caballo de los establos, les contd las terribles noticias. El ejército del rey habia caido. Tanto él como el principe Beriac habian muerto en la batalla. Los barbaros habian llegado hasta el corazon del reino, dejando tras de si un reguero de terror y destruccion, y habifan ocupado Normont y el castillo real. Su lider, un hombre llamado Harak, se habia proclamado nuevo rey de Nortia. Viana lo escuch6 horrorizada. —jPero no es posible! —pudo decir al fin—. ;El ejercito del rey es invencible! El visitante esboz6 una sonrisa cansada. —No, mi sefiora, ya veis que no. Huid ahora que atin podéis. Escapad de aqui antes de que sea demasiado tarde. Yo debo proseguir mi camino. —jEspera! —lo detuvo Viana—. ¢Qué hay de mi padre? ¢Y de Robian, el hijo del duque Landan de Castelmar? Pero el mensajero no supo decirle nada. Cuando abandoné el castillo, Viana se sintiéd tan débil que tuvo que apoyarse en Dorea para no caer al suelo. —No puede ser... —murmuro—. Los barbaros... —Nifia, debéis marcharos —dijo Dorea—. Haced caso del consejo que os han dado y escapad lejos de aqui, donde esos barbaros no puedan encontraros. Pero Viana trago saliva y nego con la cabeza. 26/297 —No, Dorea —dijo—. Le prometi a mi padre que cuidaria del castillo en su ausencia, y eso voy a hacer. Ademas, no sabemos si él o Robian estan vivos. He de quedarme aqui por si regresan. Dorea no dijo nada. Sin embargo, en los dias siguientes traté de convencer a Viana de que no debfa esperar al duque, él preferiria, sin duda, verla a salvo de aquellos salvajes. Pero Viana se mantuvo en su decisién; ademas, era demasiado ingenua e inocente como para sospechar que pudiesen hacerle nada malo. Oh, claro que conocia las historias de muchachas forzadas por los guerreros victoriosos que invadian un nuevo territorio, pero siempre habia creido que aquellas cosas les pasaban a las campesinas; que los barbaros la respetarian porque hasta ellos sabrian reconocer que ella, como mujer noble que era, merecia un destino mejor. Y, en cierto modo, no se equivocaba. Cinco dias después, dos hombres se presentaron ante las puertas del castillo. No eran oriundos de Nortia. Lucian largas cabelleras, eran anchos y fornidos y vestfan ropajes de cuero y bastas pieles. No parecian tan simiescos como los habia imaginado Viana en sus suefios, en realidad, presentaban un gesto serio y solemne que, de alguna manera, incluso ennoblecia un poco la rudeza de su aspecto. No bramaban enloquecidos, echando espuma por la boca, ni trataron de derribar el portén con sus hachas. Por el contrario, se detuvieron ante la muralla y uno de ellos proclamé: —jEl rey Harak saluda a la sefiora del castillo y requiere su presencia en Normont en un plazo de tres dias desde hoy! Hablaba el idioma de Nortia, aunque con un fuerte acento gutural que delataba su procedencia extranjera. Viana, que habia estado atisbando junto a la ventana, sin asomarse del todo, sintié la necesidad de responder. Salidé al balcén antes de que Dorea pudiera detenerla y observo desde alli a los barbaros con detenimiento. El portavoz lucfa un largo bigote y llevaba el pelo recogido en una trenza. El otro era un poco mas alto, y su rostro quedaba ensombrecido por una hirsuta melena y una barba que le conferfa cierto aspecto feroz. El del bigote la salud6 con un gesto que pretendia ser galante, pero que carecia de la gracia y desenvoltura que exhibia hasta el mds torpe de los caballeros de Nortia. Sin embargo, Viana aprecid el esfuerzo, sobre todo teniendo en cuenta que el segundo barbaro permanecia apartado encerrado en un silencio hosco. —¢Sois vos la hija del sefior de estas tierras 0 acaso su esposa? —quiso saber el emisario. 27/297 barbaro. Dorea ahogé un gemido de consternacién cuando Viana le pidid que la ayudara a preparar el equipaje, pero no dijo nada. —Hay algo que debo hacer antes de marcharme —recordé la muchacha. Rebuscé en el fondo de su arcén y extrajo de él un estuche forrado de terciopelo negro. —Las joyas de vuestra madre —susurr6 Dorea al reconocerlo. Viana lo abrié. En su interior habia diversas alhajas, pendientes y gargantillas que relucian bajo la luz de las velas. No eran gran cosa, comparadas con la riqueza de algunas damas de la corte, pero habian pasado de madres a hijas, de generacién en generacion, dentro de la familia de Viana, y tenfan un gran valor histérico y sentimental para ella. —No puedo dejarlas aqui —dijo Viana—, por si atacan Rocagris mientras estamos fuera. Pero tampoco las llevaré conmigo a una corte llena de barbaros. ¢Qué puedo hacer? Dorea contempld las joyas, pensativa. Después corri6é hacia la cama de Viana y la desplazé un par de pasos hacia un lado. La muchacha la observo desconcertada. —Mirad, mi sefiora —dijo entonces la buena mujer—, aqui hay una losa suelta. La vi hace tiempo mientras limpiaba. Podemos ocultar las joyas debajo. Viana se arrodillé sobre el suelo de piedra. A continuacion, ella y Dorea retiraron la losa, no sin dificultad, y descubrieron un hueco lo bastante amplio como para esconder el estuche. Cuando volvieron a colocar la piedra en su sitio, apenas sobresalfa un poco. —Aqui estara bien hasta que regresemos —dijo Viana satisfecha. Pero no habia tiempo que perder, porque en cuanto el sol empez6é a despuntar por el horizonte, los dos emisarios del nuevo rey de Nortia se plantaron otra vez ante el puente levadizo. —jSefiora del castillo! —llam6 el portavoz—. Hemos regresado para que nos hagdis saber cual es vuestra decision. Viana no se asomé al balcon esta vez. En lugar de eso, y por toda respuesta, mando bajar el porton. Las monturas ya estaban ensilladas para entonces: su palafrén blanco y dos mulas, una que cargaba con el equipaje y otra que llevarfa a Dorea sobre su lomo. Cuando el barbaro vio salir a las dos mujeres, asintid sin una palabra. Sin embargo, su hurafio compaiiero, que no habia hablado hasta entonces, despeg6 los labios para sefialar a Dorea y preguntar, con un 30/297 grunido, algo que ninguna de las dos entendid. El otro le respondi6o en el mismo idioma, una lengua brusca y aspera; ambos discutieron unos instantes hasta que el segundo hombre sacudié la cabeza y no replicd mas. El mas cortés se volvid de nuevo hacia ellas. —En marcha, pues —dijo—; si nos damos prisa, llegaremos a la ciudad mafiana al atardecer. Viana se dio cuenta entonces de que eso significaba que tendrian que hacer noche por el camino. No se habia detenido a pensar en que estarian solas, a merced de aquellos dos hombres. Titube6 un instante; pero ya era tarde para volverse atrdas, de manera que espoled a su caballo y cruz6 la puerta. Dorea la siguid. Antes de alejarse, sin embargo, Viana volvié la cabeza para mirar a los sirvientes, que se habian reunido en el patio para verlas partir. Habia dejado instrucciones para que cuidaran de la propiedad mientras ella estaba fuera, y también los guardias tenfan orden de defender Rocagris con sus propias vidas; pero todos sabian que, a menos que el duque y sus caballeros regresaran a casa, poco podrian hacer si los barbaros decidian atacarlos. Viana contempldé sus semblantes, inquietos y consternados, y les sonrié tratando de infundirles un valor que ella misma estaba lejos de sentir. —Volveré —les asegur6. Y, respirando hondo, sigui6 a sus escoltas por el camino. No sabia que tardaria mucho tiempo en poder cumplir aquella promesa. El viaje hasta Normont se les hizo interminable. Las dos estaban muy nerviosas, pese a que los dos barbaros no les dieron motivo de preocupacion. Las trataron con respeto y la mayor parte del tiempo se limitaron a ignorarlas. Llevaban un buen ritmo; no se detuvieron a descansar ni un solo momento, ni siquiera a la hora del almuerzo; los barbaros les entregaron un pedazo de carne en salazon, un mendrugo de pan y un pellejo lleno de una cerveza fuerte y turbia. Viana apenas probd nada, porque todo le producia arcadas. Uno de sus escoltas, el mas callado, le dirigié una mirada de desdén, pero el otro le dedicé una media sonrisa. —Tendréis ocasién de descansar y de tomar una cena mds abundante en el castillo de Normont, sefiora —le dijo. 31/297 Viana no respondid, aunque reprimio un suspiro de desaliento, porque no llegarfan a la ciudad hasta el dia siguiente. ¢Las obligarian a marchar también durante la noche? Se estremeci6 solo de pensarlo. Aunque quizé aquello fuera mejor que tener que pernoctar con los barbaros. Llevaban poco equipaje. ¢Habrian cargado solamente una tienda? ¢Tendrian que dormir todos juntos? ¢Y si...? Viana no se atrevia a preguntar, pero tampoco osaba seguir imaginando el resto. De pronto, al girar un recodo, uno de los barbaros se detuvo de golpe y ordendé a los demas que hicieran lo mismo. —¢Qué...? —empez6 Viana, pero el otro hombre la mandé callar con un gesto brusco. Ella obedecid, con el corazon en un pufio, mientras los barbaros escudrifiaban el bosque a su alrededor con la atencién de dos perros de presa al acecho. Entonces, stbitamente, un grito rasg6 el silencio: —jPor Rocagris! —jPor Rocagris! —corearon varias voces mas. Y de entre los arboles surgié un grupo de hombres armados que atacaron a los barbaros con fiereza y decision. Viana se asusté al principio, hasta que los reconocié: eran algunos guardias del castillo. Leales hasta el final, habifan acatado la decisién de su sefiora de acompaiiar a los invasores hasta la corte, pero después no habian soportado la idea de abandonarla en sus manos y habfan acudido al rescate. Eran al menos una docena; sin duda acabarian con sus enemigos y la llevarian de vuelta a casa. Acerco su montura a la de Dorea, temblando, y ambas se apartaron un poco de los hombres que peleaban. Pero, si Viana esperaba un rescate rapido y limpio, como los que habia leido en algunas de sus novelas predilectas, sufrié una decepcién. Porque resulté que, pese a su superioridad numérica, los nortianos estaban perdiendo. Los barbaros, implacables y feroces, habian desenfundado sus armas, y en comparacion con ellas, las de los guardias de Rocagris parecian de juguete. Sus movimientos, seguros y contundentes, cercenaban miembros y hacian brotar profusos chorros de sangre de los cuerpos contrarios. Antes de que Viana pudiese asimilar lo que estaba sucediendo, los caddveres de sus hombres yacian en el suelo, como mufiecos rotos y ensangrentados. Viana grité, horrorizada. Jamds habia presenciado una escena semejante, tan violenta y brutal. Dorea traté de sujetarla, pero ella siguid chillando, histérica, como si asi pudiese despertar de aquella 32/297 ardian en la pira de la plaza eran los de los soldados. Sin embargo, los ciudadanos se mantenian ocultos es sus viviendas, y solo algunos curiosos osaban asomar la nariz por entre las contraventanas para verlos pasar. «Los barbaros no han venido a destruirlo todo», comprendié entonces Viana. «Es cierto que ese Harak quiere convertirse en nuestro rey, y no tiene sentido arrasar la tierra que aspira a poseer». Eso renovo sus esperanzas. Quizda, después de todo, Robian y su padre atin siguieran vivos. Cuando la comitiva entr6 en el castillo, Viana recordé desalentada la alegria que habia reinado en el lugar durante su tltima visita, en las celebraciones del solsticio de invierno. Y tuvo que reconocer que ni en sus suefios mas optimistas podian imaginar que todo volviera a la normalidad. Los barbaros las ayudaron a descabalgar en el patio. Viana miré con aprension a los hombres que rondaban por alli. Incluso el muchacho que se ocupd de llevar sus monturas a los establos parectfa rudo y fiero, y eso que no debfa de superar los trece afios. Se estremeci6. Ella y Dorea caminaron muy juntas a través de los corredores del castillo, en pos de los dos barbaros que las habian guiado hasta alli. Todo estaba mas silencioso, mas vacio, pero relativamente intacto. Las sefiales de lucha que podian apreciarse aqui y alld (una cortina rasgada, una mancha de sangre en la pared, una ventana rota) desaparecerian en pocos dias si alguien se tomaba la molestia de limpiar un poco. Quedaba claro que los bdrbaros no se habian ensafiado: Harak deseaba establecerse definitivamente en el castillo de Normont. Pero ¢qué habria sido de la reina y del principe? Finalmente, y para alivio de las dos, los barbaros las dejaron en una gran sala llena de damas y doncellas. Todas ellas estaban palidas y asustadas, pero parecian encontrarse sanas y salvas. —Aguardad aqui a que os llamen —les dijo el barbaro antes de marcharse. Cerraron la puerta tras ellas, pero a Viana le intrigaba el hecho de estar atrapada con las hijas y esposas de nobles de diferente rango y condicién. Los hombres de sus familias habian acudido a la batalla junto al rey Radis. ¢Qué habria sido de todos ellos, y por qué los barbaros habfan reunido alli a sus mujeres? —jViana! ;Oh, Viana! —la llam6 entonces una voz. La muchacha se echo a llorar de alegria al ver a Belicia, que corria hacia ella desde el otro extremo del salon. Se abrazaron temblando. 35/297 —jHa sido horrible, Viana! —exclam6 Belicia, muy alterada—. ¢Quién va a ayudarnos ahora? —Pero ¢qué es lo que ha pasado aqui? Belicia suspiré y echo un vistazo critico a las dos recién llegadas. —Parecéis agotadas —dijo sobreponiéndose—. Venid, nos sentaremos alli al fondo, junto a la ventana. Hay una mesa con viandas; me imagino que tendréis hambre. Viana lo agradeciéd enormemente. Bebid casi con ansia, y solo cuando ella y Dorea hubieron comido un par de pastelillos de miel y almendras, Belicia empez6 su relato: —Ese tal Harak ha enviado a sus hombres por todos los dominios de Nortia y ha ordenado que todas las damas y doncellas de alcurnia nos presentemos ante él —dijo—. Mi madre y yo llegamos esta mafiana, y por el momento nos han tratado bien... Hemos podido dormir y descansar, y la comida es buena porque a los cocineros reales se les ha permitido continuar con su trabajo... Pero no sabemos por qué estamos aqui. Algunas de las damas temen que los barbaros quieran forzarnos a todas, y estan muy trastornadas. Mi madre se encuentra ahora junto a la marquesa Arminda, que se desmayé nada mas llegar y lleva todo el dia traspuesta... —éY qué ha sido de la reina? ¢Y el principe? —Ah... —Belicia titubed; tomé las manos de Viana y las apreté con fuerza para darle animos antes de continuar—. Verds, la guardia de la ciudad resistié a los barbaros heroicamente, y los soldados del castillo hicieron cuanto pudieron para impedirles entrar, pero fue inttil. Ese tal Harak llegé hasta el salén del trono, donde la reina se habia encerrado, y echo la puerta abajo. Dicen que ella se comporté con gran valor y dignidad y le ordené que volviese por donde habia venido. Pero Harak respondio que él era el nuevo rey de Nortia y que, por tanto, estaba alli para sentarse en el trono y reclamarla como esposa legitima. Traia la corona del rey Radis y se la puso ante ella, como si ese gesto le otorgara todo tipo de derechos —concluy6 Belicia con disgusto. —éY qué hizo la reina? —pregunt6 Viana conteniendo el aliento. —Respondi6o que, tras la muerte del rey Radis y del principe Beriac... — titubed, y un suspiro casi imperceptible estremecié su pecho al recordar al amor perdido; Viana se dio cuenta de lo mucho que le costaba hablar, por lo que esperé a que se sobrepusiera—, tras la muerte de Beriac, dijo, la corona correspondia al principe Elim por derecho de nacimiento. Parece ser que, antes de que los bdrbaros entrasen en la ciudad, la reina habia confiado al principe a un grupo de soldados leales, que debian llevarlo lejos del castillo por una salida secreta para ponerlo a salvo. De modo que ella esperaba que su hijo hubiera logrado escapar de los 36/297 barbaros. Pues bien... —Belicia tragé saliva—, Harak alzé un saco que llevaba colgado del cinto y extrajo de él... la cabeza del principe Elim — concluy6 en un susurro. Viana y Dorea lanzaron una exclamacion horrorizada. —Se la mostré a la reina —prosigui6 Belicia con los ojos anegados en lagrimas—, y le dijo que, puesto que aquella cabeza no estaba en situacién de sostener ninguna corona, él reclamaba el derecho de portarla en su lugar. Viana lloraba al imaginar la escena. Belicia se secé las lagrimas y continud: —Pero la reina... jla reina no desfallecié! Dicen que contemplo... lo que quedaba del principe Elim con semblante pdlido, pero no lloré ni se desmay6, sino que se limité a mirar a ese tal Harak con profundo desprecio. Y entonces, él insistid en que queria casarse con ella, y trajo un brujo de su tribu, o algo parecido, para que celebrase el matrimonio segtin las creencias de los barbaros. —¢yY la reina consintid? —pregunto Viana, horrorizada. —Ella no pronuncié palabra en toda la ceremonia, y nadie le preguntd su opinion al respecto. Seguin los ritos barbaros, es el hombre el que toma esposa, y la mujer no puede negarse si su padre esta de acuerdo. Pero la reina no tenfa ningtin padre que pudiera hablar por ella. » Después se retird a sus aposentos, mientras los barbaros vociferaban y se emborrachaban en el comedor para celebrar la boda de su rey... Y cuando Harak acudi6 a su alcoba para consumar el matrimonio... la encontré muerta: se habia quitado la vida con una daga. De nuevo, Dorea y Viana lanzaron una exclamacién ahogada. —jNo puede ser! —pudo decir la joven—. ¢Quieres decir que toda la familia real ha muerto? ¢Que no queda nadie que pueda disputarle el trono a Harak? Belicia neg6 con la cabeza. —El ya se ha ocupado de eliminar a todos los nobles que pudieran tener pretensiones al trono. Los que no le han jurado fidelidad y sobrevivieron a la batalla han sido ejecutados. Nuestros padres... —concluyé6, y se echo a llorar otra vez, incapaz de continuar. Viana sintid que se le contrafa el estomago. No os6 preguntar por el destino del conde Valnevado, y tampoco por el de Robian o su propio padre. Sencillamente, no estaba preparada para asumir que pudiera haberles sucedido algo tan terrible. A pesar de la espantosa escena que habia presenciado durante su viaje, habia albergado la esperanza de 37/297 Viana asintid, lo conocia de vista, aunque hasta aquel momento no habia sabido cual era su nombre ni su funcién en la corte. Y tampoco entendia por qué razon alguien como Harak podria estar interesado en sus servicios. No tardé en descubrirlo. Con voz aguda, Troylas empez6 a llamar a las damas, una a una. Los hombres de Harak empujaban a las mas reticentes, de modo que todas ellas terminaban acercandose al trono cuando eran reclamadas. Una vez alli, Troylas recitaba el nombre de la dama, su titulo, linaje y posesiones. Y, ante la mirada horrorizada de las demds, Harak la examinaba con detenimiento y la emparejaba con uno de sus hombres. Viana pronto se dio cuenta de que las mujeres eran un premio al valor y la lealtad de los guerreros. Los jefes de los clanes se llevaban a las damas de mas alta cuna. La belleza no tenfa nada que ver con su eleccion; lo que el caudillo barbaro estaba regalando eran tierras, patrimonio y un titulo nobiliario. Los sefiores de los clanes barbaros engendrarian en aquellas damas y doncellas hijos de su estirpe que heredarian los distintos dominios de Nortia. En un par de generaciones, serfan los duefios legitimos de todo el reino y nadie podria echarlos de allf nunca mas. Viana no podia hacer otra cosa que permanecer alli de pie, paralizada, como una res a punto de ser conducida al matadero. Sabia que tarde o temprano llegarfa su turno, y no se le ocurria nada que pudiera hacer para evitarlo. —jAnalisa de Belrosal! —anunci6é entonces Troylas. Una nifia de unos nueve o diez afios avanzo por la sala, temblando de puro terror. Pero, con un grito, su madre se abalanz6 tras ella y se interpuso entre Harak y la pequetia. —jPiedad, sefior! —suplic6—. Analisa no es mds que una nifia. Tomadme a mien su lugar. Un murmullo recorri6 el grupo de las damas. —La marquesa de Belrosal es hermana de la difunta reina y prima del rey Radis —murmur6 Belicia, aunque Viana ya lo sabia—. Esta doblemente emparentada con el linaje real de Nortia. Harak no dijo nada. La marquesa se quedo ante él, abrazada a Analisa, mientras Troylas recitaba la larga lista de titulos de la nifia. Finalmente, el caudillo barbaro anuncié: —Analisa de Belrosal sera nuestra nueva reina. Lo repitid en su propio idioma para que todos sus hombres lo entendieran, y ellos lo celebraron ruidosamente. La marquesa imploré a 40/297 Harak que reconsiderara su decision, pero sus argumentos se volvieron en su contra. —Vos sois ya una mujer madura, sefiora marquesa —replicé Harak con una torcida sonrisa—. Analisa es una nitia, si, pero las nifias crecen. Y tiene mucho tiempo por delante para engendrar hijos sanos y fuertes. La marquesa lanz6 un grito desesperado, pero no pudo hacer nada por evitar el destino de su hija. Se le permitid, sin embargo, quedarse en la corte para cuidar de ella como dama de companiia. Viana lo sentia mucho por la pobre Analisa; pens6 en Rinia, la hermana pequefia de Robian, y se pregunt6, con el coraz6én encogido, si la obligarfan a casarse también. Pero no la vio por ninguna parte, ni tampoco a su madre, la duquesa de Castelmar. Se pregunt6 si eso era una buena sefial. También albergé por un momento la esperanza de que, ahora que Harak ya habia encontrado a su reina, las demas mujeres pudieran volver a casa. No fue asi. Se sintid desfallecer cuando oy6 que el siguiente nombre pronunciado por Troylas era el suyo. Traté de sacar fuerzas de flaqueza. La marquesa se habia dirigido a Harak y este la habia escuchado, aunque no hubiese concedido su peticion. Tal vez ella podria razonar con él. Se deshizo suavemente de las manos de Dorea y Belicia, que intentaban retenerla a su lado, y avanzo por el salon con la vista fija en el suelo, sin atreverse a mirar al terrible barbaro. —Viana —dijo Troylas—, es la hija del duque Corven de Rocagris, que cay6o en la batalla y no tenia mds hijos, ni varones ni doncellas. Es la tinica heredera de su dominio. La muchacha apenas escuch6 cémo el archivero describia detalladamente sus titulos y propiedades. La noticia de la muerte de su padre habia cafdo como un mazazo sobre ella. Habfa sabido desde el principio que era muy poco probable que el duque hubiese sobrevivido al combate y, sin embargo, atin albergaba cierta esperanza de volverlo a ver. Cerré los ojos para retener las lagrimas y estuvo a punto de desfallecer, pero entonces la voz de Harak la devolvio a la realidad. —Bien; sera una buena esposa para Holdar. Un enorme jefe barbaro, que lucia una encrespada barba pelirroja y llevaba un hacha cruzada a la espalda, dedicé al rey un vitor entusiasmado. Un grupo de guerreros de su clan lo secundaron. Viana estaba absolutamente horrorizada. ¢La iban a casar con aquel monstruo? ¢Serian los hijos que tuviese con ese Holdar los herederos de Rocagris? jNo podia permitirlo! 41/297 —Mi sefior... —se atrevid a decir—. No puedo casarme con ese hombre. Harak la miré sorprendido y un tanto molesto. Hasta aquel momento, solo la marquesa de Belrosal se habfa atrevido a objetar sus decisiones, y era hasta cierto punto comprensible, porque estaba defendiendo a su hija y porque tenia sangre real. Los barbaros acogieron la pretensién de Viana con un coro de risotadas, pero Harak las detuvo con un gesto y se inclinéd un poco hacia delante. Sus ojos acerados contemplaron a la joven sin pestafiear, y ella se sintid de pronto tan mintscula como una mota de polvo. Algo en su interior se rebelé ante aquella circunstancia. Después de todo, por imponente que pareciera, aquel hombre no era mas que un barbaro usurpador. Se esforz6 por alzar la cabeza y sostener su mirada. Harak fruncid el cefio. —¢Coémo osas contradecir mi voluntad? —grufid. —Yo... —a Viana le temblaba la voz, pero se las arreglé para proseguir —. Os pido disculpas, sefior, pero ya estoy prometida con otra persona. Nuestros padres asi lo decidieron hace mucho tiempo —afnadio, recordando que, segtn el relato de Belicia, aquellos barbaros tenian en cuenta la opinién del padre de la doncella en los asuntos matrimoniales. Harak mir6 a Troylas, que pasaba las hojas de su libro con cierto nerviosismo. —No consta aqui, sefior —dijo el archivero finalmente. —Entonces, ¢la muchacha esta mintiendo? —Yo no dirfa tanto. Seguramente dice la verdad, pero incluso aunque tal unién contara con el beneplacito del rey, si no consta en el libro es porque todavia no se ha hecho efectiva. —Y eso quiere decir que atin no estaén casados? —Astf es, sefior. Harak volvio a centrar su atencidn en Viana. —Es muy posible que tu prometido muriera en la guerra —dijo—. ¢Eres consciente de ello, muchacha? Viana asintid, tratando de disimular el hecho de que le temblaban las piernas. —Yo tengo la esperanza de que haya sobrevivido, sefior —respondio. —éY quién es el afortunado, si puede saberse? 42/297 Pronto descubrié que aquel hombre, poseyera 0 no el poder magico que le atribuian los demas barbaros, tenia autoridad para oficiar bodas. Celebré primero la de Harak y la desdichada Analisa, que no dejaba de llorar, y después cas6 al resto de las parejas sin que ninguna de las mujeres se le permitiera objetar nada al respecto. Ahora, Harak era el rey, y él dictaba las leyes; y, segtin las costumbres de su pueblo, aquellos matrimonios eran perfectamente validos. Después, Viana tuvo que acompafiar a su nuevo esposo y no hubo tiempo para las despedidas. También a Belicia la habfan casado con uno de los jefes barbaros; Viana alcanz6 a ver cémo su amiga replicaba a su nuevo marido con insolencia y este le cruzaba la cara de un bofetén para ponerla en su lugar. Se estremecié de miedo y lanzé una tltima mirada suplicante a Robian, que hacia todo lo que podia por ignorar su presencia en la sala. «Tal vez», se dijo a sf misma, «haya trazado un plan para derrotar a Harak y por eso debe seguirle la corriente ahora. Seguro que no tardard en venir a rescatarme». Pero aquella noche, en la que ella y Dorea durmieron en un pequetio cuarto de invitados del castillo real, Robian no fue a visitarla. Su nuevo marido tampoco, afortunadamente, pero Viana no se hacia ilusiones al respecto y sabia que no tardaria en exigirle que cumpliera su deber de esposa. Cuando, al dia siguiente, Holdar lo dispuso todo para partir en direccién a una de las muchas propiedades que el rey le habia entregado, Viana mont6 sobre su palafrén, desolada, sin poder hacer otra cosa que seguirlo hacia una nueva vida que adivinaba llena de pena y miseria. Hasta el ultimo momento estuvo girando la cabeza por si vefa a Robian en alguna parte, tal vez despidiéndola desde las almenas o desde algtin ventanal del castillo, quiza oculto entre la gente que se asomaba a la plaza principal de Normont, o puede que acechando en la espesura, junto al camino, dispuesto a emboscar a la comitiva para rescatar a su doncella. Con una fe inquebrantable, Viana sofié que Robian la salvaba de mil maneras distintas. En ningin momento se atrevié a imaginar lo que sucederia si eran los bérbaros quienes vencian en la lucha, como habia ocurrido cuando los guardias de Rocagris se habian enfrentado a ellos; en su corazon todavia quedaba un resquicio para la esperanza. Pero al caer la tarde llegaron a su destino, y Robian no habfa acudido al rescate. Ni lo haria jamds, comprendié de pronto Viana. Su prometido la habia abandonado en manos de aquel barbaro. Estaba sola. Todos sus suefios se habian hecho pedazos para siempre. 45/297 ‘¢de casada y de como Ng Puede complicarse una disputa conyugal. 46/297 VIANA HABIA CREIDO que su nuevo esposo la llevaria de vuelta a casa, dado que Harak le habia entregado Rocagris y todo el antiguo dominio del duque Corven. Pero Holdar también habia recibido otras propiedades. Entre ellas se encontraba Torrespino, el castillo que escogid finalmente como residencia, que contaba con una poderosa muralla y estaba encaramado en lo alto de un risco de dificil acceso, no muy lejos de los limites del Gran Bosque. Rocagris, por otro lado, era un recinto pensado para resultar lo mds cémodo y habitable posible, dado que la familia del duque pasaba alli la mayor parte del tiempo, pero resultaba mas vulnerable ante un posible ataque. Viana comprendié enseguida que su marido valoraba mas las posibilidades defensivas de una morada que el hecho de que fuera confortable, y suspiré, pesarosa, al comprobar que compartiria su habitacién con él, una estancia amplia, pero himeda y fria, situada en lo alto del torreén erizado de espinos que daba su nombre al lugar. Holdar apenas habfa dirigido la palabra a su joven esposa, como no fuera para darle érdenes, y de todas formas tampoco podia hablar mucho con ella, porque apenas conocia unos cuantos vocablos en el idioma de Nortia. Cuando Viana le suplicé que le permitiera conservar a Dorea como sirvienta, el barbaro grufié algo y se encogié de hombros, como dando a entender que le era indiferente si la nodriza los acompafiaba o no. Durante el viaje, él y sus hombres se dedicaron a beber y a cantar a voz en grito en aquella lengua aspera que Viana no comprendfa; a juzgar por sus risotadas, sospechaba que lo que cantaban eran baladas subidas de tono, o bien cantares de gesta y batallas, o bien ambas cosas. En cualquier caso, se alegré de no poder entenderlos. Por otro lado, aquellos hombres apenas las miraban a ella y a Dorea, como si no las encontrasen atractivas, y Viana sintid renacer su esperanza. Pero esta no duré mucho; apenas habia tenido ocasién de echar un vistazo desconsolado a su nueva habitacién cuando Holdar dijo: —Tt abajo. Cenar. Viana habia visto el estado en el que se encontraban Holdar y sus guerreros, y no dudaba que la cena que planeaban seria similar a la que habia podido atisbar en el castillo del rey, después de que Harak casara a todas las damas de Nortia con sus rudos guerreros. No tenia ninguna gana de unirse a la celebracién. —No. No —repitid—. Yo... me duele la cabeza. Estoy cansada del viaje — lo repitid varias veces, gesticulando mucho, hasta que Holdar lo entendio. —Mujer débil —opin6 con un resoplido de desdén. 47/297 manera y, no contenta con ello, rasgaba la camisa de la muchacha por delante, dejando su pecho al descubierto. —¢éjPero qué haces!? —chill6 ella, tapandose lo mejor que pudo. —Calmaos, nifia, es por vuestro bien. Ayudadme a llevar a vuestro esposo a la cama. —Pero... pero... ;jmira cémo estoy! ¢Y si despierta? —No despertara hasta bien entrada la mafiana, os lo aseguro. Confiad en mi. La voz suave y sosegada de Dorea tranquilizé a Viana. Las dos mujeres cargaron como pudieron con el enorme barbaro y lo arrojaron al lecho, que crujié bajo su peso. Sin embargo, Holdar no se movid. —¢Seguro que no esta muerto? —pregunt6 Viana con aprensién. Dorea negé con la cabeza. —Estaé profundamente dormido, mi sefiora. Le he echado un bebedizo en la copa. Pero, cuando despierte, debera creer que se ha consumado el matrimonio, o volverda a intentarlo de inmediato. Viana entendidé entonces la jugada de su nodriza y la abraz6, llorando de puro alivio y agradecimiento. —jOh, Dorea...! ¢Qué harfa yo sin ti? —Atn no hemos acabado, nifia —dijo ella, apartandola con suavidad pero con firmeza. Viana vio que tenia un cuchillo de cocina en la mano y solté una exclamacion ahogada. Pero Dorea no apuiialdé al barbaro, sino que se hizo un corte en el dedo y dejé caer unas gotas de sangre sobre las sabanas. —Seré la prueba de que ya no sois doncella —le explicé gravemente. Viana contemplé la mancha roja, anonadada. —Pero todo el mundo pensara que él... —Es mejor que lo piensen, nifia, a que suceda de verdad. Viana se mostr6 de acuerdo, aunque atin se sentia conmocionada. Se empe?ié en vendar el dedo de Dorea con su propio pafiuelo. —Ya has hecho mucho por mi —murmuré—. Deberia haberme cortado yo misma y... 50/297 —No —interrumpié ella—. Holdar no es tonto, aunque lo parezca. Una herida en vuestra delicada mano llamaria mucho la atencidn. Pero no tiene nada de particular que una vieja sirvienta se corte con un cuchillo de cocina mientras trocea las verduras para el puchero. Viana la abrazé de nuevo, conmovida. —Gracias, gracias... Esto nunca lo olvidaré. Dorea sonrio. —Administraré el somnifero a vuestro marido todas las noches para asegurarnos de que no vuelve a intentarlo —dijo—, pero no tardaré en empezar a sospechar. Asi que mas vale que estéis encinta para entonces. —¢Encinta? —repitid Viana alarmada. —No de verdad, por supuesto —la tranquiliz6 Dorea—. Seréa otra de las muchas cosas que fingiremos estos dias. Pero su propdsito es engendrar un heredero en vos y, si cree que ya lo ha conseguido, quiza pierda el interés. De todas formas, le diremos que se trata de un embarazo delicado y que debéis guardar reposo. Eso deberfa mantenerlo alejado por unos meses. —cY después? Pero Dorea se encogié de hombros. —Después, mi sefiora, ya se vera. No era una soluci6n definitiva, pero ahorraria a Viana el mal trago de compartir el lecho con Holdar, aunque no del todo... —Debéis dormir a su lado, sefiora, o sospechara —le indicéd Dorea—. No os preocupéis, no despertardé en mitad de la noche, y maiiana se sentira demasiado indispuesto como para poneros la mano encima. A Viana le revolvia el est6mago la sola idea de yacer junto a aquel grandulloén que apestaba a alcohol y a sudor, pero confiaba en su nodriza y estaba dispuesta a hacer todo lo que ella le indicara. De modo que se tumbé en la cama, de espaldas a Holdar, y se acurrucé lo mas lejos de él que pudo. Dorea eché un tltimo vistazo a la habitacién para asegurarse de que todo estaba en orden, le dirigid a Viana una sonrisa alentadora y se marché, cerrando la puerta tras de si. La joven sintid un acceso de panico al verse sola con aquel hombre, pero luché por dormirse y permanecer inmovil. Y asf estuvo durante horas, sin osar mover un mtsculo, mientras Holdar dormia con un suefio tan profundo que probablemente no se habria 51/297 despertado ni aunque Viana se hubiese puesto a dar saltos sobre la cama. Era ya casi mediodia cuando el barbaro se estremecié y mascullé algo en su idioma. Tras un ultimo ronquido, se desperté con una sacudida y se volvié para mirarla con ojos legafiosos. Viana, aterrorizada, le devolvié la mirada, acurrucada en el otro extremo de la cama. Le dolia todo el cuerpo debido a la tensién a la que habia estado sometida, pero Holdar no se percatd de ello. Confuso todavia a causa del narcético administrado por Dorea, se incorporé un poco y parpadeé mientras trataba de ponerse en situacion. Parecié desconcertado al ver a Viana en su cama, probablemente porque no recordaba cémo habia llegado hasta alli. Entonces repar6 en la camisa desgarrada de la muchacha y en las sdbanas, hechas un revoltijo. La mancha de sangre, ya reseca, era claramente visible entre ellas. Una sonrisa de satisfaccién iluminé la cara de Holdar, que se puso en pie de un salto —tuvo que apoyarse en la pared porque atin se sentia algo indispuesto— y lanz6 un grito de triunfo. Viana, atin tapandose con la sdbana, lo contemplo asustada, pero él le dirigid una mirada de desdén y salié a trompicones de la habitacion, ignordndola por completo. Viana aguardo un instante; cuando parecia claro que Holdar no iba a regresar, exhal6é un profundo suspiro de alivio. Dorea tenia razon: el barbaro todavia acusaba los efectos del bebedizo, que él atribuirfa, sin duda, a la resaca que sufria tras los excesos del dia anterior. Por otro lado no parecia estar realmente interesado en ella. Solo queria una esposa con la que engendrar hijos que heredaran las tierras que Harak habia conquistado. Una vez que pensara que habia quedado encinta... tal vez la dejara en paz. Respiré lentamente, tratando de aclarar las ideas. La noche anterior, el plan de Dorea le habia parecido una locura, pero se habia dejado llevar porque estaba asustada y porque no sabia qué otra cosa hacer. Ahora, sin embargo, a la luz de la mafiana y pensdndolo detenidamente, se dijo que podria funcionar... Paso el resto del dia tratando de hacerse invisible para su marido. Encontré un refugio en las cocinas, donde habian colocado a Dorea y donde Holdar nunca entraba por considerarlo territorio de mujeres. Ademas, la mayor parte de los criados que trabajaban alli eran gente de Nortia, obligados a servir a los barbaros, y sentian gran simpatia por la nueva sefiora de la casa, cuyo destino lamentaban de corazon. Sin embargo, ni Dorea ni ella compartieron su plan con nadie. Para que saliera bien, ambas debian ser sumamente discretas y llevarlo a cabo con gran cuidado. Aquella mafiana, Holdar mostr6 la s4bana manchada a sus hombres y fanfarroned sobre algo que en realidad no podia recordar. Los barbaros 52/297 La muchacha obedeci6, pese a que era horriblemente amarga y atin estaba tan caliente que le quem6 la lengua. Después, a instancias de su nodriza, volvié a tenderse en el lecho junto a su esposo. Dorea se marché, cerrando la puerta tras de si, ya ella no le quedé mas remedio que esperar. Holdar desperté poco después. Iba desarrollando cierta tolerancia al somnifero que le administraba Dorea, de modo que cada dia se levantaba un poco mds temprano y un poco menos desorientado. —Esposa —la saludo en cuanto la vio. Viana se incorpor6 un poco, dispuesta a alejarse de él si fuera necesario, pero se le revolvié el est6émago y sintid unas horribles arcadas. Se levanté como pudo y se abalanz6 sobre el bacin que habia junto a la ventana para vomitar alli. Holdar la contemplé desconcertado. Viana se sentia tan mareada que tuvo que apoyarse en la pared para no desplomarse. Traté de decir algo, de avanzar hacia la puerta para ir a buscar a Dorea, pero no fue capaz, tras un par de pasos, todo empez6 a darle vueltas y se desmayd sin poder evitarlo. Cuando se despert6, un rato después, se encontraba en otra cama, en una habitacion diferente, un poco mas pequetia que la suya, pero soleada y bien airada. Dorea estaba a su lado. —Lo siento mucho, nifia, pero era necesario —le susurr6é mientras le secaba el sudor de la frente. —éEs... por la infusidn que me has dado? —pregunt6 ella en el mismo tono; pero Dorea le indicé silencio, y Viana se dio cuenta de que habia mas personas en la habitacidén. Una de ellas era su marido, que estaba recostado contra la pared, visiblemente incémodo. La otra era un barbaro a quien Viana conocia de vista: se trataba de uno de los pocos guerreros del castillo capaces de chapurrear un poco el idioma de Nortia. —¢La dama estd enferma? —quiso saber el intérprete—. ¢Qué le pasa? —La dama esté encintada —declaré Dorea—, ya ha empezado a sufrir los rigores de su estado. Podéis dar la enhorabuena a vuestro sefior: pronto, su esposa dard a luz a su hijo. Viana se estremecié ante la sola posibilidad de que eso pudiera ser cierto. Pero el baérbaro las miré con desconfianza. —¢Encinta? ¢Quieres decir que esta embarazada? —contemplé a Viana con disgusto y profundo desdén—. Mi esposa ha parido cinco hijos. 55/297 Nunca guard6 cama. Trabajé hasta el ultimo momento. Asif son las mujeres de nuestro pueblo —concluyé6 con desafiante ferocidad. Pero Dorea no se inmuto. —Bueno, pero su sefior no ha escogido por esposa a una mujer de su condicién —dijo—, sino a una dama noble de Nortia. Ellas son diferentes, mds finas y delicadas. Ademds, hay algo en este embarazo que no termina de gustarme. Probablemente la sefiora tendra que aguardar reposo hasta que dé a luz. —¢Guardar reposo? ¢Quieres decir que estaraé ahi tumbada todo el dia? —O perderd al bebé —asintiéd Dorea. El barbaro frunci6 el cefio e informé de las novedades a Holdar, que habia entendido solamente unas pocas palabras de aquella conversacion. El saber que iba a ser padre parecié complacerle, pero, al igual que a su compaiiero, el hecho de que su esposa fuera tan floja lo disgustaba enormemente. Sin embargo, Dorea continu6 insistiendo y, como Holdar estaba convencido de que las mujeres nortianas eran débiles por naturaleza, no le costé persuadirlo de que la vida del bebé peligraba y de que Viana debia descansar. Finalmente, Holdar se encogié de hombros y sali de la estancia, seguido del otro barbaro. No parecia que fuera a echar de menos a Viana, pero si estaba interesado en el hijo que ella podia darle, de modo que no discutié con Dorea al respecto. Para guardar las apariencias, Viana siguid en cama durante unos dias mas, y Dorea continué suministrando a Holdar su somnifero por las noches, ya que habria resultado sospechoso que se hubiese librado de un dia para otro de aquel profundo sopor que lo aquejaba en los tltimos tiempos. También Viana tomaba las infusiones de su nodriza con regularidad. Algunas de ellas le revolvian el estémago y la ayudabana fingir las nduseas y vomitos de la embarazada, pero habia una en concreto que debia beber a diario y que Dorea manejaba con gran cuidado. —Evitard que tengdis la molestias del mes —le explicé en voz baja. Viana la contempl6 con un nuevo respeto. Quiso saber por qué no le habfa facilitado antes aquella tisana en particular, pero su nodriza sacudié la cabeza y la miré con severidad. —No se debe jugar con esas cosas —la regafid—. Es un bebedizo muy potente; administrado en grandes dosis o de forma continuada durante mucho tiempo, podria hacer que perdierais para siempre la capacidad de concebir. 56/297 Viana pronto empezo a encontrarse tan mal que nadie sospeché que estuviese fingiendo. La muchacha se juré a si misma que se lo pensarfa dos veces antes de tener que sufrir otro «embarazo», ya fuera real o simulado. Los primeros dias, Holdar iba a menudo a visitar a su esposa, pero ella intufa que se debifa solamente a que temia por la vida de su heredero. Poco a poco, Dorea fue reduciendo las dosis y la joven empez6 a sentirse mejor, aunque atin estaba pdlida y marchita, y se mareaba si permanecia demasiado tiempo en pie. Al ver que el «embarazo» parecia progresar, Holdar dejé de prestar atencién a Viana y empezé a ocuparse de otros asuntos, de modo que ella pudo llevar una vida mas relajada. Daba cortos paseos por el castillo, preferentemente cuando su marido estaba fuera, y hasta salia al patio los dias de sol. También pasaba bastante tiempo en la cocina con Dorea y las demas criadas, que se desvivian por cuidarla. Se le habia permitido dormir en otra alcoba, junto a su nodriza, asi que por las noches descansaba mejor. Durante aquel tiempo tuvo por fin la oportunidad de asimilar todo lo que habia sucedido y reflexionar sobre ello. Su vida, eso estaba claro, nunca volverfa a ser igual. Su padre estaba muerto, los barbaros le habjan arrebatado su hacienda y su posicién y Robian la habia traicionado, dejd4ndola en manos de aquel bruto que apenas sabfa juntar dos palabras en el idioma de Nortia. Ya no volverfa a ser Viana de Rocagris. De hecho, probablemente ni siquiera se le permitiria adoptar el titulo de Viana de Torrespino. Estaba condenada a ser solo la esposa de Holdar... para siempre. Los primeros dias lloré6 mucho al saberse tan desgraciada, mientras se sentaba junto a la ventana a contemplar el horizonte y sofiaba que Robian acudiria a rescatarla; imaginaba que él solamente estaba fingiendo lealtad a Harak, de la misma manera que ella simulaba su embarazo ante Holdar, y que tarde o temprano encontraria la manera de llegar hasta su prometida. Pero el tiempo transcurria sin noticias de Robian. El invierno fue duro en toda Nortia, y a Viana le parecié particularmente largo y oscuro. Por las noches, en las que solo escuchaba el silbido del viento septentrional y los aullidos de los lobos, la muchacha recordaba la felicidad de tiempos pasados y se sentia victima de una pesadilla de la que no podia despertar. El dolor y la pena oprimian su alma, de la misma forma que los espinos asfixiaban el torredén donde trataba de dormir en aquellas frias noches. Por fin llegé la primavera, pero las cosas no mejoraron. Pronto paso la fecha en que, de no haber sido por la invasién barbara, Viana se habria casado con Robian. Y con ella se evaporaron sus tltimas esperanzas. Lloraba a menudo, preguntaéndose qué habria hecho ella para merecer tal destino. Recordaba todos los momentos que habian pasado juntos: sus juegos infantiles, sus suetios de futuro, sus besos a escondidas. Le 57/297 Viana hervia de ira. Nunca se habia ocupado de las condiciones de los campesinos, aunque sabia que muchos de ellos vivian en la pobreza y pasaban hambre cuando la cosecha era mala, pero su padre jamas habia abusado de ello ni sembrado el terror en las aldeas de aquella manera. Sin embargo, no se atrevié a enfrentarse a su esposo ni a hacérselo notar... hasta que se le present6é una ocasién que no fue capaz de desaprovechar. Sucedié a finales de verano, cuando apenas faltaban un par de meses para el supuesto alumbramiento del hijo de Holdar y Viana. Ella apenas salfa de su alcoba por aquellos dias. Pero esa tarde cay6 una gran tormenta, tan intensa que los hombres de Holdar no salieron del castillo. Aquella era una peculiaridad de los barbaros: no temian las inclemencias del tiempo y podian cabalgar con nieve, viento, calor extremo o un frio glacial, pero la lluvia los molestaba sobremanera. Naturalmente, no habrian dejado de pelear en una batalla solo porque los hubiese sorprendido un aguacero inoportuno, pero en aquellos dias no tenian gran cosa que hacer y hasta empezaban a aburrirse de mortificar a los campesinos. De modo que decidieron organizar un gran festin en el castillo, como los de los primeros tiempos de la conquista. Holdar exigié que, por muy avanzado que estuviese el estado de buena esperanza de su esposa, su obligacién era supervisar el banquete, de modo que Viana, con un gran suspiro, bajé a las cocinas para asegurarse de que todo marchara bien. Al principio no hubo grandes problemas. De tanto fingir que estaba fatigada por el embarazo, casi se habia acostumbrado a estar siempre sentada, por lo que se dejé caer sobre un taburete junto a la mesa, como si portara una pesada carga, y empez6 a dirigir los preparativos desde alli. Apenas unos meses antes, no habria tenido idea de cudnto tiempo debia permanecer el asado en el fuego, o de cémo de crujiente tenfa que ser el pan, o de la cantidad de hortalizas que era necesario trocear para la sopa. Pero habia pasado tantas horas en las cocinas charlando con Dorea y el resto de las sirvientas que habia terminado por desarrollar un gran interés por todo lo que alli se hacia. Aquella noche habfan preparado un cerdo asado. Lo habian cocinado relleno y con una guarnicién de manzanas que despedian un delicioso olor dulzén. Era el plato favorito de Holdar. Estaba terminando de dorarse en el horno cuando uno de los guardias entro por la puerta que daba al patio. Tras él iba una mujer harapienta rodeada de nifios. Viana contd hasta seis; el mds pequefio de ellos era un bebé de pecho. Estaban empapados y tiritaban de frio. —Han venido por las sobras —dijo el guardia con brusquedad—. Dales algo de sopa y que se vayan. 60/297 Una de las costumbres de los nobles de Nortia consistia en compartir algo de su comida con los campesinos mas pobres de su dominio. Solifa hacerse sobre todo en las grandes celebraciones porque siempre sobraba mucho para repartir, y normalmente era la dama del castillo la que se encargaba de ello. Viana lo habia hecho cuando vivia con su padre, pero Holdar no veia con buenos ojos aquella practica. No era ningun secreto que los barbaros despreciaban a los mendigos y a todo aquel que no podia ganarse el pan por si mismos. Con el tiempo, Holdar habia permitido que Viana abriese las puertas de Torrespino a los menesterosos, con la condicién de que se les diera solo alimentos bdsicos: algunos mendrugos de pan, algo de queso, quizé un plato de sopa clara. Pero nada de carne, que estaba reservada a los hombres de verdad, a los guerreros. La carne alimentaba no solo sus poderosos cuerpos, sino también su ferocidad en la batalla. No valia la pena desperdiciarla en seres débiles que no iban a luchar. Viana suspir6; ordené que se los situara cerca del fuego y se les sirviera sopa a todos. Después, se senté a la mesa con ellos, porque el aspecto desamparado de la mujer la habia conmovido profundamente. —Son todos tuyos? —le pregunt6, refiriéndose a los nifios. —No, mi sefiora, soy solo madre de cuatro de ellos. Los otros dos son mis sobrinos; perdieron a sus padres en el tltimo invierno. Viana pens6é que habia sido muy generoso por su parte acogerlos a pesar de que era evidente que apenas podia alimentar a sus propios retofios. —<No tienes marido? —quiso saber. La mujer miré a su alrededor antes de decir en voz baja: —No, mi sefiora. Murid en el ultimo asalto a la aldea. —éAsalto? ¢Quién os atacé? —pregunto Viana, aunque ya lo sospechaba. Ella se puso a temblar de miedo y no se atrevidé a contestar. La aldea mas grande del dominio se Ilamaba Campoespino y, al ser también la mas cercana al castillo de Holdar, habfa sido la mas atormentada por sus guerreros. —Fueron los hombres de mi esposo, ¢verdad? La mujer permanecio en silencio y con la cabeza baja, temerosa de que fueran a castigarla si acusaba a los huestes de Holdar. Aferré con 61/297 fuerza a su bebé y trajo hacia sf las dos cabecitas infantiles que encontr6é mas cerca, quizé temiendo que alguien fuera a hacerles dafio. No hizo falta que respondiera. Viana entendié muy bien que su marido era el responsable de la desgracia de aquella gente. Sintié que la ira estallaba en su interior y no pudo evitar comparar el asado que acababan de sacar del horno con las tristes escudillas de sopa aguada que estaba cenando aquella familia. —Alda —llamé6 a la cocinera—, corta una de las patas traseras para repartir entre nuestros invitados. —¢Nuestros invitados? —repitid ella sin comprender—. Oh —dijo finalmente al ver que su ama se referia a los mendigos—. Ah —atiadié cuando empezo a vislumbrar las consecuencias de aquella orden—. Sefiora, gestdis segura? —Hazlo —insistid Viana. Estaba tan furiosa que no le importo lo que diria Holdar al ver su cerdo mutilado. De hecho, una parte de ella deseaba fastidiarle la cena. Si Dorea hubiese estado presente, sin duda le habria sacado aquella idea de la cabeza. Pero habia ido al patio para Ilenar dos cubos de agua del pozo y no tuvo ocasidén de intervenir. Atn dudando, Alda y otra de las cocineras cortaron una de las patas traseras del cerdo y lo sirvieron a la hambrienta familia, que contempl6 el jam6on como si una de las hadas del Gran Bosque lo hubiese hecho aparecer alli por arte de magia. —Adelante —los animé Viana—. Comed. La madre dudo, intuyendo que su anfitriona se meteria en problemas por aquel gesto; pero no podia seguir ignorando el hambre de sus pequefios por mas tiempo, de modo que le dio las gracias efusivamente y empezo a repartir la carne entre los nifios. —¢éQué hacemos con el asado, sefiora? —se atrevid a preguntar Alda. —Servidlo en el salon. —¢Asi, como esta? —Asf, como esta. Las cocineras lo consultaron entre ellas en voz baja, pero fue finalmente Alda quien se armé de coraje y tom la fuente de la cena. 62/297 —Esta lloviendo a cantaros, mi sefiora. No hay ningun guardia en su puesto porque se han refugiado todos bajo el cobertizo, y ademas han dejado abierto el portén para que no se inunde el patio. Si huis ahora, no tendrdn tiempo de reaccionar. Marchaos a cualquier parte, no importa a donde. Los hombres de Holdar no tardardn en presentarse aqui y descubrirdén lo que ha pasado. Y en cuanto a mi... no os preocupéis. Encontraré la manera de reunirme con vos. —Pero... —jMarchaos! ;Escapad! —la urgid Dorea, empujandola hacia la salida. —Si, sefiora, huid ahora que podéis —la sacudié Alda—. Segitin la ley de los barbaros, el castigo para una mujer que acaba con la vida de su esposo no es otro que la muerte. Viana dio un par de pasos hacia la salida, pero antes de irse se volvid hacia la cocina una Ultima vez. Su mirada se detuvo sobre la familia cuya presencia habia desencadenado el fatal incidente. La madre habia reunido a los nifios a su alrededor; todos temblaban, asustados, salvo el mayor, un chico de unos once o doce afios, que contemplaba a Viana con franca admiracion. —Dorea, cuida de ellos —suplicé ella—. No dejes que les hagan datio, no tienen la culpa de nada. La nodriza asintio. —Y ahora marchad, nifia —insistid. Viana salié al patio. Bajo una lluvia torrencial, se deshizo de los tltimos restos del relleno, recuperando su figura original, mds dagil y ligera, y corri6é hacia las caballerizas. Temia por Dorea y los demas, pero también sabia que, si salia huyendo, lo primero que harfan los hombres de Holdar serfa ir tras ella, y eso les darfa un margen de tiempo para escapar. Una vez en los establos, no perdié tiempo en buscar su palafrén en la oscuridad. Ensillé el primer caballo que vio, un alazan de aspecto nervioso, y monto en él tan rapido como pudo. El animal estuvo a punto de tirarla al suelo; pero Viana no podifa permitir que un caballo obstinado desbaratase su huida, de forma que aferré6 bien las riendas y clav6 los talones en sus flancos, pese a que era la primera vez en su vida que montaba a horcajadas, como los hombres. Logré mantenerse sobre su lomo de puro milagro, pero no pudo evitar que se encabritara y echara a correr fuera del establo. La joven se aferré a las riendas y traté de guiarlo hacia las puertas del castillo. Ambos pasaron con rapidez ante los guardias, que, como habia dicho Dorea, habfan abandonado sus puestos para resguardarse de la 65/297 lluvia. Viana, presa de la desesperacion, aterrorizada y todavia dolorida, oyé las voces de los hombres tras ella y supo que no tardarian en salir en su persecucién. Pero no podia dominar aquel caballo, asi que se limité a tratar de mantenerse sobre él y dejarse llevar a donde la condujese. Tras una loca carrera bajo la lluvia que a Viana se le hizo eterna, el caballo se adentr6 en la espesura del bosque, pero la joven apenas fue consciente de ello, ni siquiera cuando empezé a verse azotada por ramas mojadas que arajfiaron su fina piel. Lleg6 un momento en que no pudo mas y, aprovechando que el animal habia aminorado la velocidad, se dejé resbalar de su lomo y cay6 sobre los arbustos empapados. Traté de incorporarse, pero no fue capaz. Perdié el sentido y se hundié en la oscuridad. 66/297 Ss ~ CAPITULO IV _ “%& que hizo Viana después de huir del castillo y el encuentro que tuvo en las lindes del Gran Bosque. 67/297 —Y ahora te has escapado, ¢verdad? —dio un paso hacia ella, pero Viana se puso tensa—. No temas —la tranquiliz6—; aqui estards a salvo de él. A la joven le enfurecié su tono condescendiente. —No tengo miedo de Holdar porque esta muerto —declaré6—. Yo misma lo maté. Lobo fruncid el cefio, y Viana tuvo la satisfaccién de comprobar que lo habia impresionado. El hombre sacudié la cabeza y dijo: —Todo eso me lo tienes que contar con calma y en detalle. Ven, siéntate aqui y... —No tengo intencién de sentarme en ningtin sitio con vos, caballero — replicé ella con gélido orgullo—, al menos hasta que me habléis como corresponde a mi condicion y, sobre todo, tengdis la decencia de devolverme... lo que me habéis arrebatado. Lobo se quedé perplejo un momento, probablemente preguntdndose a qué se referia Viana, hasta que cay6 en la cuenta de que su vestido seguia tendido ante la chimenea. Dejé escapar una carcajada y se lo lanz6 para que ella lo recogiera al vuelo. —Como deseéis, mi sefiora —replicd, burlén—, pero deberiais ir haciéndoos a la idea de que «vuestra condicién» ya no existe. Desapareci6, igual que la mia, el dfa en que los barbaros invadieron Nortia. Ahora, ellos son los reyes, los duques y los condes. Y nosotros solo tenemos dos posibilidades: someternos a ellos o luchar. Viana habia empezado a ponerse el vestido, roja de ira ante la actitud de Lobo, pero sus tltimas palabras le dieron que pensar. Mientras se peleaba con los cordones de la prenda, que se ataban a la espalda — normalmente era Dorea quien se encargaba de vestirla todas las mafianas—, se pregunté en qué lado queria estar. Ya habia probado la opcidn de someterse, porque era lo que se esperaba de una doncella como ella, y no le habia gustado la experiencia. No queria regresar a Torrespino y arriesgarse a que la castigaran por haber matado a Holdar. Con la muerte, como habia dicho Alda. Por otro lado, si Harak no la ejecutaba, seguramente la casaria con otro de los jefes barbaros. Y la aterrorizaba la sola idea de pasarse el resto de su vida dando a luz hijos de los invasores. No, no podia regresar. Pero tampoco podia luchar, como habia insinuado Lobo. Al fin y al cabo, ella era una mujer; no tenfa fuerza ni arrestos suficientes para plantar cara a los barbaros. Entonces recordé cémo habia desafiado a Holdar y lo habia golpeado para protegerse de su agresion. Y ahora el barbaro estaba muerto. No 70/297 estaba tan indefensa como parecia, ni él habia resultado ser tan invencible. Sacudié la cabeza, confusa. También existfa, claro, una tercera opcion: huir y ocultarse en un lugar donde los barbaros no lograran encontrarla nunca. Aquello no seria muy diferente a lo que habia hecho Robian; pero, después de todo, Viana era una doncella. No se esperaba de ella que fuera valiente. Lobo capté su turbacion y sonrio. —Creo que deberiamos hablar con calma —dijo—. Tengo mucha curiosidad por saber cémo has matado a Holdar, si es cierto que lo has hecho, y como has aparecido aqui. A Viana no le importé en esta ocasién que su salvador volviera a hablarle como a una chiquilla. Docenas de ideas daban vueltas por su mente y necesitaba ordenarlas, por lo que accedié a sentarse junto a Lobo frente a la chimenea. Mientras él encendia el fuego, colocaba sobre la lumbre un caldero Ileno de agua, desollaba y troceaba los conejos y pelaba algunas hortalizas para el guiso, Viana le relaté todas sus desventuras desde el dia en que los dos emisarios del rey Harak se presentaron ante las puertas de Rocagris. Lo hizo lentamente y con muchas pausas, pero Lobo no la interrumpio ni una sola vez. Solo fruncié el cefio cuando ella le hablé del somnifero y de su falso embarazo, y después, de nuevo, al relatarle el incidente del asado. Viana pens6 que seguramente su anfitri6n desaprobaba su conducta, pero cuando termin6 de hablar y él tomé la palabra de nuevo, no parecia enfadado, sino pensativo. —Vaya, muchacha, quién lo hubiera dicho; parece que tienes agallas. Todas las damas de alta cuna en edad de merecer han sido desposadas con guerreros barbaros; Harak las ha repartido entre los jefes de los clanes como si fueran cabezas de ganado. Sin embargo, que yo sepa, solo tt has tenido la desfachatez de resistirte al destino que habian elegido para ti. Algunos de los caballeros del rey Radis no podrian decir lo mismo. Viana no respondié enseguida. Apenas habia mencionado a Robian, porque seguia siendo un asunto demasiado doloroso para ella, pero no pudo evitar pensar en él en aquel momento. Record6 entonces que, si era cierto lo que Belicia le habia contado, Lobo habria sido también un caballero del rey. —cY vos? —le pregunt6—. ¢No luchasteis contra los barbaros? ¢Qué hacéis aqui? Lobo hizo una mueca. —Fui uno de los primeros en acudir al encuentro de los barbaros, porque mi dominio esta... estaba al pie de las Montafias Blancas. Los vi venir. Escuché sus tambores y sus gritos de guerra, y casi pude oler su apestoso aliento desde mi torre. Reuni a todos los hombres que pude y 71/297 traté de detenerlos... Pero eran muchos, y los ejércitos del rey llegaron demasiado tarde. Yo tuve la suerte de escapar con vida porque me hirieron en un costado, me cay6 el caballo encima y me dieron por muerto. Tenfan tantas ganas de obtener un premio mayor que no se molestaron en comprobar si atin respiraba. Arrasaron con todo lo que encontraron a su paso, pero apenas se detuvieron, porque los objetivos de Harak eran el corazén de Nortia, el castillo de Normont y la corona del rey Radis. »Cuando recuperé la conciencia, descubri que todos mis soldados estaban muertos y que mi casa habfa ardido hasta los cimientos. Vine a refugiarme al bosque, para lamer mis heridas como un perro viejo. Cuando estuve listo para volver a la accién, ya era demasiado tarde. O al menos, eso pensaba —afiadi6, dirigiendo a Viana una mirada de soslayo que ella no supo interpretar. —Pero es demasiado tarde —recalcé ella—. No hay nada que podamos hacer para recuperar Nortia, ¢verdad? —No habia nada que pudiéramos hacer y, sin embargo, una muchachita remilgada como tu, educada para ser la perfecta esposa de un perfecto caballero, que no ha sido adiestrada en las artes de la guerra, ha logrado derrotar al jefe de uno de los grandes clanes de las estepas. Viana enrojecid; no supo si de vergiienza o de satisfaccién. —Pero fue por casualidad —argumenté—, un accidente. No habria sido capaz de hacerlo en otras condiciones. —Aun asi, te atreviste a desafiarlo, y eso es algo digno de tenerse en cuenta. Verds, he estado pensando mucho este tiempo, rumiando sobre lo que haria si tuviese un pufiado de hombres valientes a mis érdenes, si pudiese organizar un ejército... —No entiendo lo que queréis decir. Lobo la miré pensativo. —No importa —dijo finalmente—. Quizé me estoy precipitando. Sobrevino un breve silencio; Viana aproveché para preguntar: —Pero ¢ddnde estamos? —En el Gran Bosque —respondi6 Lobo. La joven se incorpordé, sobresaltada. —No temas —aiiadié él al ver su reaccidn—. No nos encontramos en el bosque profundo, sino en sus limites, muy cerca de la civilizacion. 72/297 —¢Podria devolverme Rocagris si demuestro que soy...? No, olvidalo — concluyé6, al darse cuenta de lo absurdo de su pretensi6n. —No esperes que vaya a perdonarte —dijo él—. Considera que lo has insultado gravemente, asi que todo mundo esta buscdndote para entregarle tu cabeza en bandeja de plata. Viana se estremecioé. —Entonces he de escapar de aqui —murmur6. Lobo solté una carcajada burlona. —¢Y a donde crees qué podrias ir sin que te capturardn? —Intentarfa llegar al sur... —Aunque logrards atravesar Nortia, los reyes del sur temen el poder de Harak. Ya estan tratando de congraciarse con él porque saben que son su prdéximo objetivo. Cobardes —escupidé con desagrado. Viana se quedé de piedra. —jPero deberian reunir un ejército para pelear contra Harak, no adularlo! —exclamé. —Eso es exactamente lo que pienso yo —gruiié Lobo—. Pero también pensaba asi el rey Radis, y mira como acabé —record6, y habia cierto poso de amargura en su voz—. Los poderosos son capaces de cualquier cosa por conservar lo que tienen. Viana pens6 en Robian y se dijo asf misma, con tristeza, que Lobo tenia mucha razon. —Entonces, ¢qué puedo hacer? Quiza, si me oculto en alguna aldea y me hago pasar por campesina... Pero su anfitrién respondio con una carcajada. —No me hagas reir, Viana. Tu jamds pasarias por una campesina. Mirate: tienes la piel blanca de quien nunca ha trabajado al sol, tus manos son suaves y finas, y esta claro que no has pasado hambre — afiadié, echando una mirada burlona a la figura de la muchacha. Viana enrojecid, sintiéndose muy ofendida. Ella era una doncella muy hermosa: la piel blanca, el rostro redondo y las formas generosas eran signos de belleza y salud. Obviamente, una mujer delgada lo era porque no comia lo suficiente, de modo que no entendia las insinuaciones de Lobo. 75/297 —¢Qué hay de malo en mi? —protest6—. Incluso cuando todo el mundo sabia que estaba prometida a Robian, los caballeros j6venes me cortejaban a docenas —declaré—. Componian muchas canciones alabando mi belleza. —Y no mentfan —respondié Lobo, conciliador—. Pero tu aspecto indica el tipo de vida que has llevado: no has trabajado jams y, por tanto, serias incapaz de adaptarte en el campo. Llamarias tanto la atencién como un barbaro en un baile de la corte. De la antigua corte, quiero decir. —Entonces nunca podré salir de este bosque —murmur6 ella, sintiéndose muy desgraciada—. Y aqui me quedaré, hasta que los barbaros vengan a buscarme. Porque hoy no se atreven a traspasar sus fronteras, pero pronto alguien lo hard... y descubriré que no hay nada que temer... y avanzard un poco mas, y asi hasta que encuentre esta cabafia. Porque ellos son asi, Lobo. Nunca permiten que algo les dé miedo durante demasiado tiempo. —Por eso tenemos que prepararte —dijo él, levantdndose con decisién—. Mafiana empezara tu entrenamiento. —¢Entrenamiento? —repitié Viana, sin entender. Lobo asintid. —Hasta ahora has tenido suerte, pero me temo que a partir de ahora vas a necesitar algo mas que bebedizos y rellenos abdominales para sobrevivir en este mundo de barbaros. Asi que te voy a ensefiar a luchar. —¢A luchar? jPero soy una doncella! —se escandaliz6 Viana. —Con mayor motivo. ¢Ves esto? —sefialé su oreja mutilada—. ¢Sabes cémo la perdi? Cuando era joven tuve que escoltar a una dama hasta el castillo de su tfo. Nos atacaron unos bandidos por el camino; no eran grandes luchadores, pero pudieron herirme porque me vi obligado a defender a la dama. Ese dia aprendi algo importante: que es mas facil pelear si no tienes que cuidar de otro... y que las mujeres dan muchos problemas. —Vaya —refunfunid Viana. —También te ensefiaré a moverte por el bosque, a seguir rastros, a cazar... ¢O es que creias que podrias seguir viviendo aqui sin hacer nada? Esto no es el castillo de tu padre. Te has recuperado del todo y no vas a seguir ganduleando: ahora aprenderds a valerte por ti misma. —jPero yo soy una doncella! —insistié Viana. Lobo neg6 con la cabeza. 76/297 —No, Viana: ahora eres una proscrita. La muchacha se estremecié de horror. Los proscritos eran gente malvada: individuos malcarados que vivian como salvajes en los bosques, se comportaban como animales y olian atin peor. —Significa que estas fuera de la ley —le explicé Lobo, malinterpretando su expresion. —Ya sé lo que significa —se defendidé ella—. Y sigue siendo igual de espantoso, muchas gracias. Pero Lobo rio entre dientes. —No sise trata de la ley de Harak. Piénsalo bien. Y no dijo mas. Pero Viana, en efecto, medit6 mucho al respecto. Pens6 en todas las veces que habia deseado ser hombre para defender sus derechos. En lo mucho que habia odiado a los barbaros desde la muerte de su padre. En que habia escapado del destino que Harak habia elegido para ella y en que Lobo tenia razon: no era mds que una muchacha y, sin embargo, habfa acabado con la vida de uno de los grandes jefes barbaros. Y no habia sido la tinica en desafiar a los invasores: también Dorea habia colaborado, y mucho, en la caida de Holdar. Y también ella era mujer. A la mafiana siguiente, se levant6 muy emocionada. Apenas habia podido dormir pensando en las posibilidades que le ofrecia Lobo. cAprenderia a cazar como un montero? ¢A luchar como un guerrero? cA cabalgar a horcajadas, como lo hacifan los hombres? ¢Serfa capaz de manejar una espada? ¢De enfrentarse a los barbaros? De repente, y en muy pocos dias, sus deseos habian cambiado completamente. Ya no se imaginaba como una pobre damisela en apuros. Ya no sofiaba con una boda de cuento (de hecho, el recuerdo de Robian le causaba mas ira que dolor). Ahora se veia a sf misma como la heroina que desafiarfa a Harak y vengaria a su padre. Sin embargo, Lobo eché por tierra todas sus expectativas cuando le arrojé a la cara un monton de prendas viejas. —¢éQué es esto? —casi chilléd Viana. —Ropa de hombre —replicé él—. ¢O es que pensabas andar por el bosque con ese vestido? 77/(297 desenredarse el pelo y quitarse los rastrojos que habfan quedado enganchados en él. Cuando alz6 la mirada vio que Lobo la observaba fijamente. Y supo lo que estaba pensando. —Oh, no —protesté—. Ni hablar. El sonrié. —Me temo que si, mi estimada damisela. Al dia siguiente, Viana salid de la cabafia con paso lento, como si acudiera a su propia ejecucién. Se habia puesto su ropa de hombre sin quejarse, aunque con gran esfuerzo, porque le dolia todo el cuerpo debido a la excursion del dia anterior. Fuera la esperaba Lobo, afilando su navaja. Viana trag6 saliva. —Me encanta hacer esto antes de desayunar —comento él con fruicién. Viana suspir6 y se senté en un tocén, de espaldas a él. Sintid las manos de Lobo recogiendo su largo cabello color miel. Cerré los ojos, pero él se detuvo. —¢Estas segura? Viana abrid los ojos de nuevo. Pensé en Harak y en sus aires de superioridad. En Holdar y sus modales groseros. Y también pens6 en Robian y en cémo se habia desentendido de ella cuando mas le necesitaba. Entorné los ojos y apret6 los dientes. —Si —dijo con rotundidad—. Adelante. —Muy bien —asintid Lobo—. Ahora no te muevas. ¢Sabes cémo perdi una oreja? Fue por culpa de un barbero al que le temblaba demasiado el pulso. Ese dia aprendi dos cosas: que nunca se debe esgrimir algo afilado después de haber bebido y que uno no debe fiarse de los barberos. Viana reprimié una sonrisa, pero no respondio. En silencio, observé como los mechones de su cabello caian al suelo uno tras de otro. Cada uno de ellos se llevaba con él un retazo de su vida anterior. Una vida, asumi6o por fin, que habia dejado atrds para siempre. Cuando Lobo terminé, Viana agité la cabeza y la sintid sorprendentemente fresca y ligera. De nuevo, y al igual que cuando 80/297 habia vestido ropa de hombre por primera vez, experiment6é una desconcertante sensacion de desnudez. Se volvié hacia Lobo. —e~Cdémo estoy? —le pregunto. Su maestro pareci6 un poco confundido por la pregunta. Se rascé la cabeza un momento antes de responder: —No sé... Distinta. —Distinta —repitid Viana, casi paladeando la palabra—. Distinta — volvié a decir. Movi6 la cabeza de nuevo, sintiendo que los mechones que quedaban de su melena golpeaban su rostro, libres y salvajes. Sf, probablemente se veia distinta. Y se dio cuenta en aquel momento que también se sentia diferente. Una parte de ella se resistia a abandonar a la remilgada damisela que habia sido. Pero otra Viana, mas fuerte y valiente pugnaba por abrirse paso entre los jirones de aquel pasado que no iba a volver. La nueva Viana habia nacido y crecido a la sombra de la invasion barbara y de todo lo que habia surgido de ella. La nueva Viana, comprendié de pronto, estaba preparada para luchar. Se levanté de un salto. Reprimié una mueca de dolor y miré a Lobo con expresion resuelta. —Bien, estoy lista —anuncio—. Espero hacerlo mejor que ayer. Lobo le dedicé una media sonrisa. —No me cabe la menor duda —le aseguré. Viana también sonrio. 81/297 CAPITULO V “*Florecimiento que se ? celebré en Campoespino y de lo que acontecio cuando Viana trato de salvar el reino por su cuenta y riesgo. 82/297 impredecible, y se decfa que sucedian cosas muy extrafias. Mas alld, la gente se perdia y no regresaba jamas. En cierta ocasién, Viana habia expresado sus dudas acerca de aquellas historias. Le habia dicho a Lobo que seguramente alguien lo bastante preparado, como él, por ejemplo, podria ir y volver al corazon del Gran Bosque sin problemas. O incluso atravesarlo de parte a parte para descubrir hasta donde se extendia. Lobo se habia enfurecido tanto como la vez que ella se habia acercado al pueblo por su cuenta y riesgo. De modo que Viana no podfa regresar a la civilizacién, pero tampoco le estaba permitido ir mas alld de aquel arroyo. Su territorio, que al principio le habia parecido sobrecogedoramente grande, empezaba a quedarsele estrecho. A su llegada al bosque, cada dia habia supuesto un nuevo reto. Le habia resultado muy dificil aprender a cazar y a rastrear como Lobo queria y, por si fuera poco, habfa llegado el invierno justo cuando el entrenamiento comenzaba a dar sus frutos. Lobo y Viana habfan luchado por sobrevivir a las fuertes nevadas y a la escasez de presas. Viana habia pasado noches enteras acurrucada junto a los rescoldos de la chimenea, tiritando de frio y con los pies llenos de sabafiones por primera vez en su vida. El viento helado habia agrietado sus labios, que ya no eran suaves y carnosos como antafio. Pero habia salido adelante, y estaba muy orgullosa de ello. Mas, incluso, que de haber sido, en el pasado, una de las doncellas mas hermosas de Nortia, si habia que hacer caso a los poetas de la corte. Con la llegada de la primavera, las cosas se habifan vuelto sorprendentemente faciles. Todos los animales salfan de sus madrigueras y criaban como locos. Era tan sencillo seguirles el rastro que la caza ya no tenia tanta emocion. Viana no tardé en comprender que el invierno la habia endurecido, y se sintid todavia mas satisfecha con su evolucién y aprendizaje. Sin embargo, no podfa evitar preguntarse qué haria a continuacion. Necesitaba nuevos retos, otros horizontes para explorar. Ya conocia su territorio como la palma de su mano, cada Arbol, cada piedra, cada recodo y cada revuelta del arroyo, y sofiaba con ir un poco mas lejos. Tanto Campoespino como el corazén del Gran Bosque la atraian por igual. Cualquiera de los dos sitios habria sido un destino aceptable para ella, pero se vefa obligada a mantenerse oculta, atrapada entre ambos mundos. Pronto empez6 a sentirse de nuevo encarcelada, casi como cuando vivia con Holdar. Suspir6é y eché un vistazo a los rayos de sol que se filtraban por el tamiz de hojas. Era ya hora de volver a casa. Estaba planeando una escapada al pueblo para disfrutar de la Fiesta del Florecimiento cuando oyé un ruido que la puso en tensién. Eran pisadas humanas, no cabia duda. Y 85/297 no se trataba de Lobo: él nunca hacia el menor sonido cuando se deslizaba a través del bosque. Viana cargé con su jabalf y se oculté tras unos arbustos. Nada indicaba que habia estado alli sentada hacia apenas unos instantes. Pronto oy6é voces; hablaban en el idioma aspero y gutural de los barbaros, y Viana no pudo evitar apretar los dientes con rabia. Pero contuvo su ira y permanecié a la espera, porque se sentia intrigada. ¢Qué hacian los barbaros en el Gran Bosque? No tardé en divisarlos; eran tres, y avanzaban pesadamente a través de la espesura. Parecieron aliviados al encontrar aquel claro junto al arroyo, porque se detuvieron un momento para beber y descansar. Viana sabia que la tierra de la que procedian tenia pocos bosques, y que se componia sobre todo de extensas y heladas llanuras que se abrian entre cadenas montafiosas. En el mundo de los barbaros siempre era invierno, y hacia demasiado frio como para que pudiera formarse un bosque tan denso como aquel. No era de extrafiar, por tanto, que ahora avanzaran por la floresta con la gracia de un buey atrapado en una alfareria. Pero ¢cémo habian Ilegado hasta alli? ¢Por qué se habian tomado la molestia de penetrar en el Gran Bosque? Viana se estremecié, porque no se hallaban lejos de la cabafia en la que ella y Lobo vivian. Traté de entender su conversacion. Durante los largos meses que habia pasado como esposa de Holdar, habia aprendido su idioma lo bastante bien como para poder comprenderlos cuando hablaban, aunque habia perdido mucha prdactica. Por ello, al principio solamente pudo captar algunas palabras sueltas; pero se esforzé mucho por averiguar qué estaban diciendo exactamente, y no tard6 en descubrir, con sorpresa y algo de aprension, que hablaban de ella. —No entiendo por qué seguimos buscando a esa mujer —se quejaba uno de los barbaros—. A estas alturas ya debe de estar muerta. —Harak dice que no la dard por muerta hasta que alguien ponga su cadaver a sus pies —respondi6 otro. El primero bufé con sorna. —Todo el mundo dice que huyé en direccién a este bosque. Y nadie la ha visto salir de aqui. Es imposible que haya sobrevivido al invierno. No era mas que una damisela blanda como una flor de jardin. —Pero hay quien dice que la ha visto cerca del pueblo —hizo notar el tercer barbaro. 86/297 El corazon de Viana dejé de latir un instante. —No, no, solo dicen que han visto a alguien que se le parece. Quizé un pariente, un primo o un hermano... Lo han descubierto merodeando alguna vez los dias de mercado. Nadie sabe donde vive, y trae caza buena, piezas que solamente podria obtener aqui. —Entonces, ¢estamos buscando a ese chico 0 a la muchacha que maté a Holdar? Puede que haya sobrevivido si tenfa un hermano que cuidara de ella. —Seguro que no —insistié el primero barbaro—. Pero quiza ese joven pretenda vengarla. En cualquier caso, Harak no quiere que haya gente deambulando por el bosque. Quién sabe cudntos rebeldes se esconden entre estos arboles. Viana prest6 atencién. Habfa ofdo hablar de los «rebeldes» que supuestamente tenfan su base en el Gran Bosque, pero no los habia visto nunca, por lo que sospechaba que su existencia no era mds que un rumor... probablemente propagado por Lobo, se dijo, sonriendo para si. —Y aqui estan bien —replicé otro de los barbaros—. Este lugar me da escalofrios. ¢Te acuerdas del grupo que mand6 Harak para buscar a la chica antes de que llegara el invierno? No regresaron jamas. El primer barbaro grufié algo que Viana no fue capaz de comprender. —Vamonos —propuso el segundo—. Diremos que no hemos encontrado nada y ya esta. Ademas, si ese muchacho es un rebelde, en el pueblo nos lo diran. Pero el tercero parecioé dudar. —¢éTt crees? Se oyen cosas... Algunos admiran a esa esttipida damisela por haber matado a Holdar. Si alguien sabe algo acerca de ella, no lo revelardn con facilidad. El barbaro se encogié de hombros. —Sabemos que su vieja criada se esconde en una de las casas de Campoespino —respondié—. Ella nos lo dira. No sera dificil encontrarla durante esa fiesta de flores que estan preparando. Todos los aldeanos salen de sus agujeros en cuanto oyen un poco de musica, como chuchos hambrientos que olisquean un asado. Viana reprimié un grito. jEstaban hablando de Dorea! —Es verdad —concluyé el segundo barbaro, visiblemente aliviado—. Volvamos al castillo. 87/297 —jDe acuerdo, de acuerdo! Es decir, que deberia haber dejado que te pudrieras bajo la lluvia y que te encontraran los barbaros que vinieron a buscarte, ¢no? jEs bueno saberlo! Viana abrid la boca para replicar cuando, de pronto, asimild lo que él acababa de decir. —¢Vinieron los barbaros a buscarme? ¢Cudndo? —Un par de dias después de que te escaparas —grunié él, un poco mas calmado—. Batieron el bosque en tu busca, pero... bueno, digamos que me ocupé de ellos. Viana se imagino al punto a Lobo oculto entre la maleza, disparando flechas a los barbaros... flechas certeras y letales. Recordé lo que habfan dicho los tres hombres a los que acababa de ver junto al arroyo: que Harak habia enviado al bosque un grupo que nunca regres6. —Asi que ya ves todo lo que he hecho por ti —concluy6 él—. ¢Vas a darme un voto de confianza? Hazme caso, Viana. No vayas a la Fiesta del Florecimiento. Sera lo mejor para ti. De pronto, Lobo parecia mucho mas viejo y cansado. Volvi6 a asir el martillo, pero lo miré con aire ausente. Viana también se sentia agotada. —Deja eso por hoy —le aconsejd—. Puede que esos tres todavia anden merodeando por ahi, y estabas haciendo mucho ruido. —Tienes razon —convino Lobo—. Voy a hacer los honores al jabali. Aunque puede que el olor a cerdo asado los atraiga hasta aqui con mds rapidez que cualquier sonido. Viana dejé escapar una carcajada y lo acompaiio al interior de la cabaiia. Ese dia no discutieron mas ni volvieron a hablar del tema. Aparentemente, la muchacha habia aceptado el criterio de Lobo y estaba dispuesta a someterse a sus indicaciones. Aparentemente. Porque no pensaba perderse la Fiesta del Florecimiento por nada del mundo. Los barbaros tenian razon: todos acudian a Campoespino durante los festejos, incluso gente de otros sefiorios y hasta algin mercader de Normont. Si Dorea seguia por los alrededores, aquel seria el mejor momento para reencontrarse con ella. No podia dejar pasar aquella oportunidad. 90/297 Pero fingid que habfa abandonando la idea de regresar al pueblo para que Lobo no albergara ninguna sospecha acerca de sus verdaderas intenciones. Por eso se llevé una desagradable sorpresa el dia de la Fiesta del Florecimiento al descubrir, nada mds levantarse, que Lobo habia madrugado mas que ella y se habia marchado al bosque, dejandola encerrada en la cabafia. Viana lazé una serie de maldiciones muy impropias de una dama, la emprendié a patadas con la puerta y la zarandeé con rabia, pero esta no se abrié. Lobo no la habia encerrado nunca con anterioridad, asi que Viana comprendio que él habia adivinado sus intenciones. Pero no estaba dispuesta a dejar que él le ganase aquella mano. Examino la puerta con atencién, tratando de calmarse y de pensar con claridad. Estaba bien asegurada, de modo que no podria escapar por alli. Se dio la vuelta, buscando otra salida. Y descubri6 las ventanas. La cabatia tenfa dos; eran ventanucos muy estrechos, que solfan estar casi siempre abiertos para facilitar la ventilacién. Pero estaban demasiado altos y Viana no podia alcanzarlos. Sin embargo, ella no se rindid. Arrastré el camastro hasta la pared y se encaram6 sobre él. Sus pies se hundieron un poco en la paja, pero aun asi logr6 izarse hasta una de las ventanas. Lanz6 primero al exterior el arco, el carcaj y el morral, y luego culebreé para introducir su cuerpo a través de la estrecha abertura. Tras un breve momento de panico en el que crey6é que se habia quedado trabada, logr6 liberarse y cay6 al otro lado. Viana reprimié un gemido de dolor y se puso en pie con precaucién para asegurarse de que estaba mds o menos ilesa. Camino un par de pasos y, después de comprobar que las tinicas secuelas que guardaria de la evasion serian un par de moratones, recogié sus cosas y ech6 a correr por el bosque, sintiéndose ligera como una pluma. jHabfa burlado a Lobo! Apreciaba mucho al maduro caballero que le habia ensefiado todo cuanto sabia, pero al mismo tiempo se sentia muy satisfecha por haberlo superado en ingenio. Ademas, atin estaba molesta con él por pretender convertirse en el duetio de su destino. Tras pasar casi medio afio con él en el bosque, Viana habia aprendido lo que significaba la auténtica libertad. Podria sobrevivir por sf misma si se encontrara sola y perdida; por primera vez sentfa que no dependia de nadie mas, y no pensaba renunciar a la autonomfa que habia conquistado dejdndose mangonear por su maestro, por muy en deuda que se sintiese con él. 91/297 Cuando lleg6 al pueblo, la fiesta estaba ya casi en su apogeo. El mercado bullfa de vida y habia un buen ntimero de juglares y saltimbanquis actuando en las plazas y las esquinas. Viana se acordé de Oki. Parecfan haber pasado siglos desde que aquel hombre tan peculiar les habia contado la historia del viajero que habia acampado en las lindes del Gran Bosque. La muchacha sonri6 para sf misma. En todo aquel tiempo, nunca se habia topado con ninguna extrafia anciana que luego resultara ser una doncella de belleza ultraterrena. Nada habia visto en el bosque que le pareciera insdlito o sobrenatural, por lo que habia Ilegado a creer que todo lo que se contaba acerca de él no eran mds que cuentos para asustar a los nifios. Sacudi6 la cabeza para apartar aquellos pensamientos de su mente y se concentr6 en tratar de encontrar a Dorea entre la multitud. Por si acaso, se cal6 bien la capucha y procur6 pasar desapercibida. No tardé en dejarse arrastrar por la marea multicolor que inundaba el pueblo. La musica se elevaba hasta un cielo brillante y despejado. También habia algunos barbaros disfrutando de la fiesta. Viana tuvo que reconocer que, para ser invasores, se habfan adaptado bastante bien a las costumbres de Nortia... especialmente si esas costumbres incluian baile, bebida y mujeres. Pronto olvid6 el propésito de su excursién a Campoespino. Habia mucho que ver y en los tltimos tiempos no habia tenido ocasion de divertirse, ni cuando vivia con Holdar ni ahora que se habia convertido en una proscrita. Vago, pues, de un lado a otro, deteniéndose en todos los puestos y escuchando todas las canciones, aunque no se atrevié a participar en el baile de la plaza mayor. Alli, muchachas campesinas, con el cabello adornado con guirnaldas de flores, tentaban a los chicos del pueblo y los invitaban a unirse a una enérgica danza. Habfa, sin embargo, un buen ntimero de mozas que bailaban solas, y Viana descubrié entonces que quedaban pocos muchachos en Campoespino. Muchos de ellos habfan caido en la resistencia contra los invasores. Otros habfan emigrado a los reinos del sur, en busca de un futuro mejor. Paseando la mirada por la plaza, Viana comprendié que, en realidad, aquella alegria generalizada era solo aparente. Los nortianos no habfan olvidado que celebraban su milenaria Fiesta del Florecimiento solo porque los barbaros se lo permitian. Habia un poso de tristeza bajo aquellas risas forzadas. Aun asi, a Viana le gust6 la danza, tan briosa y desenfrenada; le hizo pensar en los bailes a los que habia asistido cuando atin era noble. En ellos, todos los pasos estaban perfectamente medidos, y de igual modo estaban reglamentados otros detalles, como la distancia que los jovenes debian guardar entre sf, los gestos y actitudes que estaban permitidos y los que faltaban a las normas del decoro. El baile campesino le parecié mas auténtico, una verdadera expresién de los sentimientos de los 92/297 Viana alzé de nuevo la vista para mirar al puesto del herbolario. Y descubrié a un par de bdrbaros que remoloneaban por alli, aparentemente ociosos. Recordé entonces la expresién del rostro de Dorea en aquel breve instante en que sus ojos se habian cruzado. ¢Habria tratado de advertirla? ¢Por eso habia desaparecido de aquella forma? ¢Sabian los barbaros que estaba alli? ¢La habian utilizado como sefiuelo? Eran demasiadas preguntas. Confusa, Viana se dejé arrastrar por el muchacho hasta un callején desierto y silencioso. Pero se desembaraz6 de él cuando se dio cuenta de que insistia en conducirla al interior de una casa. —jEspera un momento! ¢A dénde me llevas? ¢Por qué me estas ayudando? El chico alz6 la mirada hacia ella. Era un aldeano como tantos otros: vestia gastadas ropas de lana, que pronto se verian sustituidas por prendas de lino cuando llegase el verano, y llevaba el pelo sucio y revuelto. Su rostro mostraba algunos chorretones de mugre, pero sus ojos negros brillaban con determinacién. Y, sin embargo, a Viana le resultaba familiar. —Porque sé quién sois vos —dijo él, y su voz vibraba de emociédn—. Os debo la vida. Viana ladeé la cabeza y se qued6 mirandolo. Entonces lo reconocid. Era uno de los hijos de aquella pobre mujer que habia acudido al castillo en busca de un poco de comida para su familia, una noche de tormenta, a principios del otofio. —jTu! —exclamdé—. Ya te recuerdo. ¢Cdémo esta tu madre? ¢Y tus hermanos? El muchacho pareci6 sentirse enormemente orgulloso de que ella supiese quién era. Parpadeé rdpidamente, y Viana adiviné que estaba tratando de contener las lagrimas. —Todos bien, gracias, sefiora... Bueno, menos el pequefio, que murié durante el ultimo invierno. —Lamento oir eso —murmur6 Viana apenada; sin embargo, él se encogié de hombros. 95/297 —Hizo mucho frio —fue lo tinico que dijo—. Pero vos habéis vuelto a Campoespino —afiadié, animado—. Siempre dije que regresariais para destruir a Harak. Viana se sintid desconcertada. —¢Destruir a Harak? —repitid, como si no hubiese ofdo bien—. ¢Y c6mo se supone que voy a hacer eso? —No sé... Vos matasteis a esa mala bestia de Holdar y os ocultasteis en el Gran Bosque, y seguis viva... Os atrevisteis a desafiar a los barbaros, yo vi que os enfrentasteis a vuestro esposo sin ningtin temor, aunque él era mucho mas grande y fuerte que vos, —y la contemplé con rendida admiracion. Viana comprendié la ldgica de aquel muchacho: ya que habia matado a un jefe barbaro, no le resultarfa dificil terminar con la vida de otro. ¢Sertia cierto? ¢Podria ella enfrentarse a Harak? Un aluvidn de sentimientos la inund6 por dentro. Recordaba muy bien al rey barbaro y la prepotencia con la que la habfa tratado, entregdndola a uno de sus hombres como si fuera un bien material: un castillo, un molino o un caballo de pura raza. Solo un medio para alumbrar a los hijos de los invasores que heredarian los sefiorios de Nortia. Viana atin hervia de ira al evocar la humillante ceremonia en la que las damas de alcurnia del reino habfan sido repartidas entre los jefes de los clanes como en una subasta de ganado. Si; no podia negar que habia sofiado con hacérselo pagar a Harak, con ensartar su cuerpo con flechas hasta que los erizos del Gran Bosque lo confundieran con uno de sus parientes. ¢Seria capaz de hacerlo? ¢Precisamente ella? Sus cavilaciones fueron interrumpidas por las palabras de su acompaniante: —Entonces, mi sefiora... ¢no habéis venido a la fiesta para matar al rey Harak? Viana se volvié hacia él. —¢éQué quieres decir? ¢Harak esta aqui? El muchacho la mir6 con cierta desconfianza, como preguntandose cémo era posible que su heroina fuese tan despistada. —Pues claro; llegé hace un par de dias y se aloja en Torrespino, con Hundad. El sucesor de Holdar. El nuevo jefe de su clan —afiadio. 96/297 —Ya sé quién es Hundad —replicé Viana—. Entonces, ¢Harak esta aqui? ¢Ha asistido a la Fiesta del Florecimiento? El chico asintié con energia. —Dicen que ha venido a inspeccionar el dominio, pero yo creo que es una trampa, que lo que quiere es atrapar a los rebeldes. Viana sabia perfectamente que no habia tales rebeldes, y se dijo a si misma que Harak no parecia un hombre propenso a creer en rumores y habladurias. Si era cierto que habia preparado una trampa, sin duda, estaba destinada a ella. —Hablo en serio —insistid el muchacho—. ¢No lo veis? jIncluso ha puesto un cebo para atraerlos! —jUn cebo! —repitid Viana—. ;Dorea! Pero su informador sacudi6 la cabeza. —¢Dorea? No sé quién es esa —dijo—. No, mi sefiora, el cebo es el propio rey Harak. O el caballero que lo acompania, no sé —afiadié tras un instante de duda. Viana acababa de descubrir que Lobo tenia razon: no deberia haber acudido a la Fiesta del Florecimiento, porque la estaban esperando. ¢Qué significaba aquello? ¢Qué Harak la vefa como una amenaza? «O tal vez me considera una pobre ilusa que apunta demasiado alto», pens6, «y por eso no teme exponerse ante mi. Después de todo, todavia querra castigarme por la muerte de Holdar». Pero no habia tiempo para pensar en eso: tenia otras cosas mas urgentes que hacer. —eCémo te llamas? —le pregunto. —Airic, sefiora —respondié él, con una torpe reverencia. —Bien, Airic... gsabes dénde puedo encontrar a Harak? El chico la contempl6, radiante de alegria y admiracién. —Por supuesto, mi sefiora. Acudird a la plaza con Hundad para que los regidores de las aldeas le rindan pleitesia. Eso sera al mediodia, creo. Viana miré hacia el sol, que estaba casi en su punto mas alto. Después, disimuladamente, eché un vistazo hacia la callejuela donde habia visto a Dorea. ¢Era todavia una mujer libre? ¢La habian capturado los barbaros y la estaban usando de sefiuelo? gDénde estaba la trampa: en 97/297
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