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1.5 The moth in the mirror o La pollilla en el espejo- A.G. Howard, Traducciones de Lengua y Literatura

Es un libro de la saga Susurros, el punto de vista de Jeb y Morfeo, personajes secundarios del primer libro.

Tipo: Traducciones

2019/2020
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Subido el 02/04/2020

Karen20020
Karen20020 🇵🇪

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¡Descarga 1.5 The moth in the mirror o La pollilla en el espejo- A.G. Howard y más Traducciones en PDF de Lengua y Literatura solo en Docsity! UNA NOVELA DE LA SERIE SPLINTERED A. G. HOWARD Esta traducción fue hecha sin fines de lucro. Es una traducción de fans para fans. Si el libro llega a tu país, apoya al escritor comprando su libro. También puedes apoyar al autor con una reseña, siguiéndolo en redes sociales y ayudándolo a promocionar su libro. ¡Disfruta la lectura! Tudice Sinopsis Las Maniputaciones de la Polilla Recuerdo Uno: Kriptonita Recuerdo Dos: Matanza Recuerdo Tues: Capturado 5 La Resolución de Polilla Sabre la autora | S IMOPSIS Una historia corta de la serie Splintered contada desde los puntos de vista de Jeb y Morfeo. Morfeo quiere saber más sobre su rival amoroso de Alyssa, así que entra en los recuerdos de Jeb en el País de las Maravillas. Pero puede sorprenderse con lo que va a encontrar. Splintered +1.5 Las Maniputaciones de la Polilla Traducido por Aimetz Corregido por gabihhbelieber —+¿Estás seguro de esto, Morfeo? —Lo estoy —respondió Morfeo, quitándose los guantes y metiéndolos en su chaqueta—. Sin embargo, tú pareces necesitar convencerte. —La magia hormigueaba en la punta de sus dedos, una palpitante luz azul justo debajo de la piel. Debido al puente de hierro en el exterior, sus poderes estaban limitados a unos pocos trucos benignos. Pero serían suficientes para ilustrar su punto si fuera necesario. El escarabajo de alfombra, quien se alzaba hasta la altura de la clavicula de Morfeo después de que este hubiera consumido una poción encogedora, tragó saliva detrás de sus muchos chasquidos de mandíbula. Su piel se estremeció. —No, no. Por favor, malinterpretas mis dudas. —Los brazos semejantes a ramitas del pequeño insecto temblaban mientras hojeaba en su portapapeles el recuento alfabético de todos los recuerdos que se habían perdido en el País de las Maravillas—. Se ve como una forma aburrida de pasar una tarde, es todo... espiando en los momentos olvidados de un humano. Morfeo se movió, y sus alas proyectaron una sombra sobre la cara del escarabajo. —Ah, pero este humano en particular tiene mucho que enseñarme. Este humano en particular había logrado atrapar algo que Morfeo deseaba por encima de todo lo demás en el mundo. —Toma asiento —el escarabajo señaló hacia una silla de vinil blanco—, y prepararé los recuerdos para ti. Morfeo bajó sus alas a un costado, se sentó y dio una calada al narguile proporcionado por su anfitrión como una cortesía. El dulce y confitado tabaco le quemó la tráquea. Sopló bocanadas de humo, moldeándolas con la cara de Alyssa. Era fácil imaginar la forma en que sus ojos se ponian de un azul hielo cuando ella lo veía, llenos tanto de miedo SCS ESOO El escarabajo, temblando de nuevo, apretó un botón en la pared con un brazo largo y delgado. Las cortinas del escenario se abrieron, revelando una pantalla de cine. —Imagina la cara del chico en tu mente mientras miras a la pantalla vacía, y experimentarás su pasado como si fuera hoy. Su perorata era ensayada —mecánica, incluso—, pero el pulso de Morfeo se aceleró. Esperó a que el escarabajo apagara la lámpara. Tan pronto como el insecto salió de la habitación y cerró la puerta, el cuerpo de Morfeo se hizo pedazos, flotando en la oscuridad, como si estuviera hecho de motas de polvo. Todas las piezas se reagruparon en la pantalla en vividos y cinematográficos colores, hasta que estuvo en la cabeza de Jebediah Holt, usando su cuerpo, sintiendo sus emociones. En ese momento, Morfeo se entregó a la experiencia, viendo las cosas como un humano por primera vez en su vida. 10 Recuerdo Uno: Húptonita Traducido por Niki Corregido por NnancyC Jeb se despertó en una cama oscilante. Estaba desnudo. ¿Por qué estaba desnudo? Antes de que pudiera registrar bien ese hecho, treinta o más espiritus de la naturaleza del tamaño de una polilla se lanzaron sobre él, acariciándolo y susurrando sobre cada parte de su cuerpo. Trató de mover los brazos y las piernas. Las alas de los espíritus —zumbando a la velocidad de alas de los colibries— liberaron partículas como pelusas de diente de león que de alguna manera lo inmovilizaron. Las semillas desprendieron una fragancia a canela y vainilla que inundó su consciencia hasta que la habitación se hizo borrosa. Cuando la bruma se levantó, se encontraba en casa, en su cama. La noche se filtraba por la ventana y Taelor se hallaba a horcajadas sobre él, medio vestida. Unos dedos con manicura francesa bajaron por el vello de su pecho y por su abdomen hasta la cintura de sus vaqueros. Esto no podía ser correcto. Él y Taelor habían tenido una pelea antes del baile, habian terminado. Gentilmente la volcó debajo de él y se apoyó en los codos, quitándole el cabello de la cara. Pero los ojos de Taelor no se encontraron con los suyos. Lo hicieron los ojos azul hielo de Alyssa, mirándolo de una manera soñadora e inocente. Sus dedos se volvieron gordos y torpes sobre las sienes de ella. ¿Al estaba en su cama? No. Esto no podía suceder. Alyssa ni siquiera había besado a un chico. Y Jeb nunca había sido el primero de ninguna chica, en nada. Al era intocable para él. Ella había experimentado suficiente turbulencia en su vida. Y él no era exactamente la representación de la estabilidad. HS ASILO 11 Alejando las manos de un tirón, se puso de rodillas. —¿Jeb, no me deseas? —preguntó Al, frotando una palma sobre su pecho. No pudo responder. Le dolían los dedos y se sentían apretados, como si estuvieran creciendo. Los sostuvo en alto a la luz de la luna, viendo con horror cómo se caían uno a uno y se transformaban en orugas. Luego las orugas se arrastraron hacia Alyssa, y él no podía hacer nada para detenerlas. Cayó en la cama sobre su espalda, con las manos encima de la cara, viendo con incredulidad los sangrientos muñones en carne viva que una vez habían sido sus dedos. Gritando, Alyssa trató de salirse como pudo del colchón, pero las orugas la atraparon, trepando sobre su piel y tejiendo redes hasta que sólo quedaba su forma retorciéndose dentro de un capullo. —¡Déjenla ir! —gritó Jeb. Una luz destelló en frente de sus ojos, y después ya no seguía en la cama de su habitación. Estaba en algún lugar de la mansión de Morfeo, y los espiritus de la naturaleza se agitaban sobre su piel, hipnotizándolo... usando alguna clase de feromonas alucinógenas. Me están manteniendo cautivo para que Morfeo pueda estar a solas con Al. En el instante en que esa realidad lo golpeó, el hechizo se rompió. Jeb cayó del colchón oscilante y se alejó de la neblina seductora de sus captores. Sujetando una almohada, se cubrió a sí mismo. —¡Denme algo para vestirme! Los espiritus de la naturaleza flotaron en medio del aire, sus ojos de libélula observándolo. Había varias canastas doradas colocadas en el suelo a sus pies. Jeb pateó una. Sus pequeños captores se abalanzaron por la habitación en una histeria masiva. Gossamer, el preciado espíritu de la naturaleza de Morfeo, le indicó a cinco de ellos que recogieran las fresas derramadas. Contaron las frutas una por una y las ubicaron de regreso en el contenedor. Jeb pateó otra canasta, llena con cuentas que contenían aceite perfumado. Cinco espíritus más se dejaron caer al suelo para limpiar, parando para contar cada una antes de guardarlas. Pronto, había volcado todas las canastas. Algunas llenas de pétalos, otras de loción, otras con uvas. Al tirarlas, logró preocupar a la mayoría de sus captores. Sólo Gossamer y otros dos seguían revoloteando sobre su cabeza. —Denme algo para vestir —repitió—, o comenzaré a destrozar las almohadas de plumas. No hay suficientes de ustedes para limpiar ese desastre. SCS ESOO 12 potente. Las plantas filamentosas cortaron sus dedos como cables. Abrazó el dolor. Esto era algo que podía controlar, a diferencia del tormento de su viejo enterrando cigarrillos encendidos en su piel, o los puños moliendo su cara y sus entrañas. El olor a nicotina, el sabor de la sangre. Imaginado o no, alimentaban el salvajismo en su alma. Se sumió en un túnel rojo de ira y destrozó el cuarto. Cuando por fin volvió en sí y se acostó en la cama, se sorprendió por el desastre que había causado. Sin aliento y sudando, atendió los cortes sangrantes en las curvaturas de sus dedos y buscó a Gossamer entre los escombros. ¿La había lastimado? En ese caso, tal vez en verdad era el hijo de su padre. Jeb apretó las manos, asqueado consigo mismo. —¿Gossamer? —Se estremeció por el sonido de su voz, tosca y cruda con emoción. Un suave aleteo se movió sobre una de las cadenas que suspendian la cama del techo. Exhaló, aliviado de ver al espiritu. Aunque parecía estúpido preocuparse, ya que iba a tratar de usar el brazalete de hierro de Alyssa contra ella. Gossamer se sentó en el suelo, junto a las enredaderas desgarradas y los cestos que él había volcado de nuevo. Sus hombros se encogieron en derrota. Probablemente no sabía por dónde empezar a contar las cosas derramadas. Jeb comenzó a rebuscar en la mochila. El arpa había dejado de tocar, y el silencio se mofaba de él como las manecillas de un reloj haciendo tic tac. Cada segundo que pasaba lejos de Alyssa la dejaba más vulnerable ante Morfeo. El metal frío por fin encontró sus dedos. Le lanzó el brazalete de hierro a Gossamer a unos centímetros de distancia, esperando asustarla sin lastimarla. Ella gritó y se movió con rapidez por los aires. —Por favor... aleja eso. —No hasta que obtenga algunas respuestas. —Jeb pellizcó una de sus alas entre su pulgar y su dedo índice. La cargó hasta la cama y la acomodó en una almohada, manteniendo el brazalete lo suficiente cerca para intimidarla—. Sólo coopera, y no te lastimaré. —Ya duele —gruñó, su piel verdosa se tiñó de turquesa—. No debo usar mi magia... —Se abofeteó—. Me hará... horrible. Impotente. —Su voz se suavizó como si estuviera convenciéndose—. Impotente hasta que la amenaza de dolor y contaminación se hayan ido. —Rechinó sus dientes. Jeb frunció el ceño. —Así que, ¿el hierro hace que tus poderes se vuelvan en tu contra? El arma perfecta para usar en contra de tu jefe. —Una pieza tan pequeña... sólo funcionará con los más pequeños de SC > ASILO 15 nuestra clase. Jeb se agachó, sosteniendo la pulsera de hierro cerca de ella. —Bien, entonces considera esto como un detector de mentiras. Cada vez que sienta que estás ocultando algo, el hierro se acercará. ¿Dónde está Al, y que le está haciendo tu horripilante jefe? El color del espiritu cambió a un azul intenso. Rodó sobre la almohada, sus alas esforzándose para aletear. Tiró de ellas sobre sus hombros y a lo largo de su pecho, como si fueran a restringir su magia. —Tu Alyssa esta cómoda y cuidada. Morfeo la está vigilando mientras duerme... Jeb gruñó. La noche anterior, él la había observado dormir en el bote. La había hecho girar para estar cara a cara, para que le pudiera hacer una promesa, incluso si ella permanecía demasiado somnolienta como para escuchar. Le había prometido cuidarla, llevarla a casa a salvo. No iba a romper su palabra ahora. Tenía que pelear contra el impulso de destrozar todo una vez más. —¿Cómo salgo de aquí? —Sólo Morfeo tiene los medios para abrir la entrada. Jeb se inclinó, su nariz casi tocando el rostro de Gossamer mientras sostenía el brazalete encima de su cabeza como un muérdago corrosivo. —¿Me estás diciendo que estoy atascado aquí hasta que esa cucaracha decida dejarme salir? ¿Va a hacer que Al se enfrente sola al País de las Maravillas? Ella gimoteó, poniéndose una mano sobre la frente. —No. Ya que has probado ser tan leal, te permitirá acompañarla en su travesía. Asistirás a su banquete y seguirás el plan. —«¿Banquete? —La presentación de Alyssa. Morfeo desea ponerla en exhibición para los otros. —¿Qué otros? Gossamer se desplomó en un montón púrpura, deslizándose de su posición. Arrastró algo fuera de la funda de la almohada, un boceto de Al que Jeb no recordaba haber hecho. Poco a poco, Gossamer se acomodó sobre sus rodillas y estudió las líneas. —Hiciste esto mientras te teníamos bajo nuestro hechizo. Tienes poder en tu corazón de artista, una luz que puede atravesar cualquier oscuridad. Has capturado el verdadero yo de Alyssa a la perfección. —Ese bosquejo es pura fantasía —gruñó Jeb. Dejó la pulsera sobre el papel junto a Gossamer. SCS ESOO 16 Ella rodó hasta el medio del dibujo, tratando de escapar del metal. —Hay más verdad en este retrato de Alyssa que en cualquier cosa que me puedas forzar a decir. Jeb tiró del dibujo, rodando a Gossamer y al brazalete de hierro sobre las pieles. Estiró el boceto sobre un cojín y trazó las lineas en carboncillo. Esta representación era como todos los otros dibujos de hadas que había hecho de Al durante años, pero no podía ser más diferente de la chica que él conocía. La había dibujado con su cabello recogido. Nunca lo usaba de esa manera. Un vestido negro de tirantes finos favorecía sus curvas. Ni muerta la atraparían en semejante vestimenta convencional. La única cosa que lucía como ella eran los mitones de cuero negro que cubrían las cicatrices de sus palmas. Aparte de eso, el dibujo era una completa invención. Al estaba sentada sobre la banca de un parque. Sostenía una rosa. El rímel y las lágrimas se derramaban en agraciadas curvas por su cara. Pensándolo bien, era similar a la forma en la que su maquillaje había lucido la última vez que la vio. Todavía no podía averiguar por qué, después de casi ahogarse en un océano de lágrimas, su rímel no había desaparecido. Mirando de soslayo, estudió el conjunto de alas traslúcidas extendidas detrás de ella. Las delgadas membranas brillaban en un solo rayo de luz solar que cortaba a través de las nubes. Las alas lo inquietaban, a pesar de que no sabía por qué. Quizá porque le recordaban a las alas de Morfeo, aunque de un color completamente diferente. Las sienes de Jeb dolian mucho. Nada podía ser peor que estar a solas con ese hombre insecto. Ese fenómeno tenía una cosa por ella, se había metido en su cabeza cuando era pequeña. El subconsciente podía ser muy poderoso, y si Morfeo todavía tenía acceso a los sueños de Al... —¿Cómo puedo vencerlo? —preguntó Jeb a través del nudo en su garganta. Los ojos abultados de Gossamer se encontraron con los de él. Se veía muy débil para gatear lejos de la pulsera, la cual ahora se presionaba en su muslo. —No será derrotado. Ha esperado años por este día. Jeb hizo una mueca. —Bien, así que es Superman. Pero todos tienen su kriptonita. Algo que temen. —Confinamiento —soltó Gossamer, oscureciéndose del color de un moretón ante su confesión. —¿A qué te refieres? Gossamer se presionó la palma de la mano sobre la frente. SCS ESOO 17 Recuerdo Dos: Matanza Traducido por Moni Corregido por Sofí Fullbuster Jeb se secó el sudor de la frente. Morfeo habia tenido razón sobre lo difícil que sería trepar fuera de su prisión dorada. Pero eso no era nada comparado con la caminata a través del País de las Maravillas que Alyssa y él habían hecho desde entonces. Todo el día había sido un loco reto tras otro, con el peligro y la muerte al doblar cada esquina. Y ahora había perdido a Al. Se separaron justo antes de cumplir con la prueba final. Ella se encontraba enfrentándose sola al cementerio de las Hermanas Twid, y él se hallaba atascado alli, en el fondo de un abismo. La noche cayó al instante en que tocó tierra, una transición tan rápida, que era como si alguien hubiera encendido una luz. Los pliegues en sus músculos se apretaron. Odiaba la idea de Al estando sola en este retorcido mundo después del anochecer. Por otra parte, ella probó que era lo suficientemente fuerte para enfrentar casi cualquier cosa. Fue ella quien terminó salvándolo, en más de un sentido... Pensó en cómo lucía, flotando por encima de él, brillante y salvaje, agitándose con la gracia de una libélula. Ver sus alas extenderse fue tan aterrador como milagroso al mismo tiempo. No podía respirar mientras miraba la transformación. Si fuera honesto, aún no había recuperado el aliento desde el momento en que lo bajó al abismo y él gritó: —¡Eres mi salvación! —antes de que saliera disparada por lo alto en el cielo. No debió haber puesto tanta presión sobre ella para salvarlo. Tenía que hacer lo que pudiera para salir por sí mismo, encontrarla a mitad del camino. De otra manera, ella nunca se perdonaría si algo saliera mal. El cadáver de un ave Jubjub había interrumpido su caída. Se limpió la sustancia pegajosa de entre sus dedos en los pantalones, girando la nariz hacia los restos del ejército que estuvo persiguiéndolos, y tropezó dentro del abismo. Se levantó en la oscuridad. Sus botas hacian sonidos cuando caminaba. Nunca fue escrupuloso; no tenía ninguna aversión a la SCS ESOO 20 sangre, tanto a la suya como la de cualquiera; una desensibilización gradual se reforzaba cada vez que se miraba al espejo para encontrar sus mejillas y ojos hinchados, gordos y sangrientos como carne cruda. Pero sin una mota de luz para pasar, la matanza a sus pies se sentía más viva que muerta. Su imaginación sacaba archivos sobre todo, desde películas de zombis hasta demonios y fantasmas. La náusea quemaba su estómago. Tomó consuelo en que solo el viento silbaba a través del abismo. No podía escuchar ninguna cadena fantasmal o gemidos de los no- muertos. Además, el tiempo era el enemigo real aquí, más peligroso que cualquier cosa que pudiera imaginar. Al aún tenía que completar la tarea final en el cementerio. Y luego tenían que encontrarse de nuevo. Se obligó a sí mismo a ir a ciegas hacia delante, hasta que sus palmas rozaron las paredes del abismo. Antes de haber caido hasta el fondo había visto de reojo la mochila de Al enganchada en una roca a metro y medio en dirección norte. Si la pudiera encontrar, tendría una linterna. Sus manos rasparon la superficie crujiente de la piedra, y levantó los pies sobre los obstáculos, tocando con los dedos los cadáveres, para determinar qué tanto debía estirarse a cada paso. Frotando los arañazos de sus codos, estudió el cielo. Un puñado tímido de estrellas luchaba contra las nubes y se abrían paso a la luz tenue de su entorno, permitiéndole continuar alrededor del ejército muerto de la reina. Una brisa húmeda giró polvo como pequeños tornados. Iba a llover. Y en este lugar, era posible que llovieran, literalmente, perros y gatos, de la variedad que siseaba y ladraba. Un escalofrío que no tenía nada que ver con la inminente tormenta se arrastró por su alma y ensombreció cualquier humor que podría haber encontrado en el pensamiento. ¿Qué pasaba con todas las “pruebas” de Morfeo? Cada vez que Al completaba una con éxito, su forma de habitante del Inframundo se volvía más prominente. ¿El objetivo la alteraría completamente, y así no podría volver al reino humano? Unos mechones de cabello le cayeron en la cara, y los apartó. Morfeo le había dicho que todo lo que siempre había querido era traer de vuelta a Alyssa a su lugar adecuado. Su hogar. Jeb habia esperado que eso significara de vuelta a su mundo, al reino humano. Pero, ¿y si Al no tenía una maldición sobre ella? Recordaba, de sus investigación de cuentos de hadas, que existian unas criaturas llamadas Cambiados, la descendencia de hadas secretamente dejadas en lugar de los bebés humanos robados. ¿Había sido la tátara-tátara-tátara-abuela de Al, Alice Liddell, una Cambiada? Tal vez así fue como encontró el hoyo del conejo cuando era niña, por instinto. Eso significaría que este era el hogar de Al, de una manera retorcida. SC > ASILO 21 Jeb se sacudió las especulaciones. Ellas sólo generaban más preguntas. Había alcanzado la mochila. Abriéndola, buscó la linterna y la encendió. Mientras cerraba la mochila, llenó el paisaje con franjas de luz. Los guardias parecían andrajosas cartas arrugadas. Juguetes desechados. Incluso las aves Jubjub reventadas podrían pasar por juguetes de niños con el relleno retirado. Con la mochila en la espalda, Jeb caminó la circunferencia del abismo sin encontrar ninguna abertura. Rocas desplazadas llenaban cualquier posible pasaje que podría haber intentando tomar. Bien podría haber caido en un tubo gigante. No había otra salida más que ir hacia arriba. Apuntó la luz hacia la percha de césped a unos veinte pisos de altura, el claro donde Alyssa había aterrizado. Estaba determinado a encontrarla antes que Morfeo, incluso si tenía que escalar las rocas que sobresalían en la oscuridad sin una cuerda de seguridad. Apenas había encajado la linterna en su boca y ladeado su pie sobre un peñasco para impulsarse hacia arriba cuando una familiar voz británica resonó. —Manos a la obra hombres. Necesitamos un recuento exacto antes de que las Hermanas Twid envien a su brigada de duendes para recoger a los muertos. Morfeo. Jeb dio un paso hacia abajo y casi chocó con un habitante del Inframundo que había aparecido de la nada, como si hubiera abierto una entrada en el aire y se hubiese deslizado a través de ella. Entre veinte y treinta caballeros élficos se presentaron detrás de él, sosteniendo linternas y usando el mismo uniforme que Jeb, aunque mucho menos desgastado y sucio. Caminaron a un lado sin darle a Jeb un segundo vistazo, demasiado concentrados en el conteo de los muertos. —Bueno, hola, pseudo caballero. —Sonrió Morfeo. Cada parte de Jeb moría de ganas de arrancarle la sonrisa arrogante y destrozar su cara. Pero lo superaban en número. Si quería salir de este pozo y encontrar a Al tendría que hacerlo bien. —Odio decirlo, pero es bueno verte, Sr. Cambia-mucho!. —Jeb guardó la linterna—. Tomaste la ruta del espejo, ya veo. —El espejo es la única manera de viajar. —Morfeo alzó su farol y examinó las ropas arruinadas de Jeb—. Para variar, es mucho más amable con el vestuario. Y te dejaré saber otro secreto. Al mantener mis alas en lJuego de palabras por el nombre de Morfeo (Morphs-a-lot). SCS ESOO 22 asegurarnos de que Grenadine no tiene ninguna carta oculta bajo la manga. —Golpeó a Jeb en la espalda—. ¿Viste lo que hice? ¿“Carta bajo la manga”? —Se rió. Jeb no sonrió. —Oh, vamos. Ella tiene cartas como guardias. Es un juego de palabras, como el que hiciste antes, pero mucho más inteligente. —Seh, seh, lo entendi. —Jeb frunció el ceño. La sonrisa de Morfeo se desvaneció. —No eres una compañía divertida. —¿Es que nunca tomas nada en serio? —dijo Jeb entre dientes—. Al está en peligro ahí afuera. —Tonterías. ¡Ella es gloriosamente capaz! ¿No la viste volando antes? ¡Por supuesto que síl Estabas colgando al final de su cadena. —Morfeo balanceó su farol sobre su cabeza en un movimiento de celebración—. ¿No era una visión, convirtiéndose en ella misma? Justo como una princesa de hadas. —Le dio una mirada tímida a Jeb—. ¿No te parece? Hada princesa. Ahí estaba, de la propia boca de Morfeo, burlándose de Jeb por no darse cuenta desde el principio. Jeb apretó las manos en las correas de la mochila para evitar estampar su puño en la laringe de Morfeo. Morfeo bajó su farol y luego sacó unos guantes de plata de su solapa. —No te sientas menospreciado, caballero mortal. Tu contribución no pasó desapercibida. Y yo siempre pago mis deudas. Asi que voy a sacarte de este barranco de la muerte para demostrarte mi gratitud. —Puedes agradecerme dejándome ayudar a Al —dijo Jeb, con las cuerdas vocales apretadas—. Terminará su tarea mucho más rápido conmigo a su lado. —Si pudiera llegar hasta ella, tal vez podrian esconderse juntos de Morfeo en el cementerio de las hermanas Twid hasta que descubrieran una forma de salir de allí. —Lo siento —dijo Morfeo, poniéndose los guantes mientras le hacia un gesto a los Caballeros Élficos—. Ella necesita hacer esto por su cuenta. La verás pronto; estaremos todos reunidos. Una gran familia feliz. —¡No! —El control de Jeb se desató. Se abalanzó, pero los elfos fueron muy rápidos y se lo impidieron, los dedos lastimaban sus codos heridos—. Sólo déjala salir del País de las Maravillas, hijo de insecto... Morfeo presionó un dedo en la boca de Jeb. —Ah, ah, ah. Ya usaste esa. Jeb inclinó la cabeza hacia atrás, dejando el dedo del habitante del Inframundo colgando en el aire. Las joyas en los bordes de los tatuajes de Morfeo se oscurecieron SCS ESOO 25 como el color de la sangre seca a la luz del farol. —Vamos, vamos. ¿Es esa la manera de tratar a tu salvador? —Hizo un puchero—. Además, ¿cómo puedo dejar a Alyssa ir si no la tengo? Lo último que escuché fue que estaba entrando al jardín de las almas. Pero una vez que termine allí, me encontrará. Tiene un rol muy importante que todavía tiene que jugar. —Claro. Porque ella es la heredera al trono. —Jeb escuchó, incrédulo, sus propias palabras resonando como si se deslizaran de la boca de alguien más—. No sé cómo, pero es ella. —¡Oh! —Morfeo aplaudió—. ¿Ven lo que les dije, hermanos caballeros? —Mirando por encima de los hombros de Jeb a los elfos, Morfeo palmeó su pecho sobre la corbata roja, como si estuviera abrumado por la emoción—. Más inteligente que el mortal común. Qué mal que todavía tenga las limitaciones físicas de uno. —No importa —gruñó Jeb—. Ella está fuera de tu alcance. —Tironeó contra los elfos, pero había demasiados sosteniéndolo—. Debe estar dentro del cementerio ahora, y no puedes obligarla a hacer nada. Lo dijiste tú mismo: las Twid no te dejaran entrar. —Es cierto. Pero ella encontrará el camino hacia el castillo por su cuenta. Al momento en que se dé cuenta de que tengo cautivo a la única cosa que ella atesora por encima de todo el mundo, vendrá arrastrándose hacia mí, alas a cuestas. —Morfeo alzó la mano en algún tipo de señal. Los Caballeros Élficos soltaron a Jeb. Giró sobre sus talones y les lanzó la mochila, dispersando al grupo como si fueran bolos. Lanzando su puño, golpeó la frente de Morfeo y lo desequilibró. Uno de los caballeros se levantó para mantener la apertura del espejo. Antes de que Jeb pudiera catapultarse tras él y saltar a través, crepitaciones azules de relámpagos se engancharon de su piel y ropa como electricidad estática. Lo arrastraron, controlándolo como una marioneta, hasta que estuvo de frente a Morfeo una vez más. Los relámpagos venían de los dedos del habitante del Inframundo. Morfeo se acercó. Jeb trató de dar un paso atrás, pero sus músculos se congelaron, paralizados. —Duerme —dijo Morfeo simplemente, y puso una palma azul brillante sobre la cabeza de Jeb. Un pulso de luz se extendió sobre Jeb. Probó algo dulce, como miel y leche, luego olió la esencia de lavanda. Sus dedos se agarraron del tejido sedoso de la camisa de Morfeo, Jeb luchó por mantenerse despierto. Pero la luz era demasiado reconfortante... demasiado suave... demasiado cálida. En contra de su voluntad, sus párpados se volvieron pesados y cayó al suelo, profundamente dormido. SC > ASILO 26 Recuerdo Sues: Capturado Traducido por Gaz W. Finley Corregido por Melii El cráneo de Jeb palpitaba, y la sangre le caia desde el nacimiento del pelo a los ojos. Alejó la rigidez para centrarse en sus alrededores. Morfeo le había traido al Castillo Rojo después de poner el hechizo para dormir en él. Lo arrojaron dentro de una jaula de pájaros, en el calabozo. Jeb deseó no haber bebido el liquido cuando se despertó, pero el hombre bicho le había dado un ultimátum. Al principio, él había amenazado con matar a Al. Pero Jeb lo había llamado un farol, a sabiendas de que ella era indispensable. Entonces Morfeo había sacado otra gran arma, amenazando con volver completamente loca a la frágil madre de Al. Eso sí lo haría. Al había luchado tan duro para salvar a su madre. A ella la mataría perderse por su locura. Así que Jeb no dudó en ponerse la botella en los labios. Su cuerpo se tambaleó, pero no era de las secuelas de la poción. La plataforma por debajo de él se balanceaba por sus intentos de abrirse camino a cabezazos por entre las barras, un movimiento desesperado que no le había dado nada más que la herida en el nacimiento del pelo. Un pedazo de la magia de Morfeo —un hilo azul eléctrico— mantenía la jaula de alambre inamoviblemente cerrada. —Bueno, lo hizo bien, ¿no? —entonó una voz femenina en un regaño—. Morfeo decide quien tiene el poder de liberar su magia. Obviamente, no eres el elegido. Jeb hizo una mueca a su compañera de cautiverio. Ella era una lory, un habitante del Inframundo semejante a un periquito, normalmente del tamaño de un ser humano. Dado que ambos habían sido capturados, lo único que la distinguía de las aves en su mundo eran las túnicas de raso crema y rojo sobre sus alas, cuerpo y patas de ave, y su rostro humanoide SCS ESOO 27 Una ráfaga de alas de polvo perfumado y satén se dejó caer y lo atacó. —¡Muestra respeto y escucha! Jeb levantó las manos en defensa propia. —Muy bien. Agh. Voy a escuchar. No era como si hubiera algo más que pudiera hacer. Morfeo le había dicho que tan pronto como Alyssa fuera coronada reina, podría abrir el portal al reino humano. Si Jeb lo creía o no, no podía hacer otra cosa que tener esperanza. No tenía ningún poder aquí. Ese conocimiento roía sus entrañas con cada minuto que pasaba. Frente a Jeb, en lo alto de una montaña de exuberante tela, el lory miró a través de los barrotes y se quejó a su esposo dormido: —Viejo sin valor. Déjame hacer toda tu defensa. No sé por qué me he casado contigo. El dodo resopló y murmuró adormilado: —Porque casarse con el bufón de la corte era la única manera en que podrías tener un puesto en la Corte Roja, oh Querida Endecha. —Se reanudaron los ronquidos. —Mira lo bien que resultó —gruñó ella, sus labios con forma de corazón se fruncieron bajo la curva de su pico—. El huesudo conejo Rabid y su pequeño corazón negro de piedra. —Se arregló las plumas en la parte posterior del cuello y metió una red de lentejuelas a su alrededor. Jeb se inclinó para recuperar el dedal de agua que su captor había dejado al lado de la rebanada de pera. Era del tamaño de una taza grande de café. Se la entregó a su compañera de celda, que lo tomó con sus alas y bebió un poco. —Dime algo, Lori. Si lo que dices es cierto... —Leyendo la actitud defensiva en su cara aguileña reformuló su pregunta para salvar sus oidos—: Puesto que has elegido compartir tu versión de la historia, tal vez podrías decirme qué papel jugó Morfeo en el cautiverio de Alice. Ella se quitó las gotas de agua de sus labios. —Él no jugó ningún papel en absoluto. Quería mucho a Alice y habría hecho cualquier cosa por verla en su casa sana y salva. Pero al mismo tiempo en que ofreció su consejo como oruga, advirtiéndole que evitara a la Reina Roja a toda costa, su metamorfosis se apoderó de él. Cuando salió, totalmente transformado, y se enteró de lo que había pasado con Alice, estaba furioso. —¿Estás tratando de decirme que en realidad tiene consciencia? —En lo que concernía a Alice. —El lory ajustó el manto regio que se deslizaba por su falta de hombros—. Morfeo usó todos sus recursos como un duende solitario, y finalmente la encontró con mi marido escondida en las cuevas de los acantilados más altos del Pais de las maravillas. Por desgracia, ya era demasiado tarde para Alice. —Lorina devolvió el dedal a Jeb, medio lleno ahora. Jeb se enderezó, haciendo que la jaula se moviera. —Entonces, ¿por SC > ASILO 30 qué quiere ayudar a la reina Roja a poner a otra reina en el trono, cuando debería odiarla por poner a Alice en una jaula durante todos estos años? —Tal vez está enojado porque Grenadine no trató de encontrar a Alice una vez que la niña fue capturada. Pero Grenadine perdió su cinta de la memoria y se olvidó de la niña. —Un buen gobernante habría tenido más de una cinta para recordarla, se hubiera asegurado de que todos y todo estuviera en su lugar. — Mi reina es una buena gobernante! Jeb se estremeció ante el rugido ensordecedor. Los ronquidos del dodo se detuvieron. —Mi esposa vociferante dice la verdad, muchacho. Morfeo parece estar guardando rencor por lo que percibe como negligencia, incluso si se trataba simplemente de un descuido. Jeb negó con la cabeza ante los agujeros en el razonamiento de todos. —No. Hay mucho más que eso. —Tienes buenos instintos, caballero mortal. Jeb se animó ante la voz. Una luz resplandeciente flotó a través de la pequeña ventana de la pesada puerta de madera de la mazmorra. Jeb se puso de pie y agarró las barras, inclinando la cabeza para ver mejor. Gossamer. El pequeño espiritu revoloteó y le susurró algo al hilo azul mágico fijo alrededor de la puerta de alambre, entrando en la jaula. El hilo se ató en un nudo de nuevo después de que ella puso el pestillo otra vez. Ella brillaba como la mecha encendida de una vela romana mientras flotaba en el lugar, estudiando a Jeb con una expresión comprensiva. El ser del mismo tamaño le trajo a la mente una pintura que Jeb vio una vez, hecha por un artista checo llamado Viktor Olivia. Él era famoso por su representación de un hada que seducia a los hombres a emborracharse con absenta. Gossamer encarnaba a esa criatura: la forma perfecta de una mujer, cubierta de polvo verde, desnuda, y con relucientes escamas que la cubrían como si fueran un bikini. Él había sentido, cuando abandonó la sala de los espejos, que ella estaba de su parte. —Viniste a ayudar —dijo, esperanzado. Una de las llaaves de cobre, del mismo color que sus ojos y casi toda la longitud de su torso, se balanceaba en su cuello. Su mirada cayó sobre sus delicados pies, como si estuviera luchando consigo misma. —Habría estado aquí antes, pero Morfeo siempre está mirando en el SCS ESOO 31 espejo. Ahora que está con Alyssa, preparándola para su coronación, estará demasiado ocupado para mantener un ojo en el resto de nosotros... hasta el final. —¿El final? —Jeb se apoderó de la barra junto a ella, mirando intensamente a sus ojos de libélula—. Tienes que contármelo todo. El espiritu miró a Lorina, que había estado avanzando lentamente hacia la puerta de alambre. —Bien sabes que no tienes el poder para salir de esta jaula a menos que lo abra para ti. Jadeando, el lory revoloteó hasta el trapecio de nuevo. Gossamer llevó a Jeb a la rebanada de pera y ambos se sentaron. El aroma afrutado subyugaba el hedor de la mazmorra, y lo calmó lo suficiente como para escucharla. Curvó sus manos sobre las de Jeb, apoyadas sobre sus rodillas apretadas. —Ya he traicionado a mi amo lo suficiente por estar aquí, y su ira será grande. Todo lo que puedo decir es que, dentro de una hora, Alyssa se verá obligada para siempre... atada al País de las Maravillas por toda la eternidad. Morfeo ha planeado todo el tiempo enviarte de vuelta, caballero mortal... pero sin ella. Una vena en la sien de Jeb empezó a retorcerse como una serpiente en un plato caliente. Se levantó de un salto y golpeó la cabeza contra los barrotes de nuevo, tratando de soltar el hilo azul, incapaz de controlar la furia impotente hirviendo a través de él. Más sangre goteaba de su cabeza. —¡ Tienes que sacarme! ¡Tengo que parar esto! —Sií, sí! ¡A nosotros también! —intervinieron el dodo y su esposa—. ¡Debemos ayudar a la reina Grenadine a mantener su corona! —Por supuesto —dijo Gossamer, agarrando la mano de Jeb para arrastrarlo de nuevo a su lado—. A todos ustedes se les dará la oportunidad de luchar por sus lealtades. —Pero no puedo pelear asi. —Jeb pateó una semilla de pera del tamaño de su pie—. ¿Has traido un pastel de aumento? —No. No es la fuerza de tu cuerpo lo que salvará a Alyssa, sino la fuerza de tu corazón de artista. Aunque puedo asegurarte que no vas a dejar este lugar en tu forma actual. El lory se dejó caer desde su posición y frunció el ceño ante el espiritu de la naturaleza. —Ahora, escúchame, tú pequeña lepisma. Este chico no tiene un papel que desempeñar. Él es secundario, en el mejor de los casos. Soy esclava de la reina, y Charlie es el bufón de la corte. Nosotros debemos ser tu prioridad. Somos miembros de honor de la corte real, ¡los únicos que pueden poner fin a esta farsa! Acelerando sus alas hasta una bruma, Gossamer flotó y se colocó las manos en las caderas. —Por tu parte, Lorina, puedes soltar las cadenas de tu marido, ya que tengo que hablar con el mortal a solas y tengo poca SC > ASILO 32 Gossamer sonrió tiernamente. —Una vez vi en sueños tu miedo de no ser lo suficientemente bueno para la chica. Después de tal sacrificio, nadie podrá cuestionar tu valía como hombre, o tu amor por ella. —Lo besó en la mejilla, dejando que el calor corriera por su corazón, y se las arregló para fundir una pequeña porción del terror helado allí. Gossamer le entregó un pincel y se echó hacia atrás—. Ahora, usa el poder que solo tú puedes ejercer. Pinta las rosas con tu sangre. Un mareo se precipitó sobre él. Murmuró sin sentido... cosas terribles... agonizantes palabras que sabía que serían sus últimas. Luego canalizó toda la ira, el terror y el anhelo de un futuro que nunca tendría en el movimiento y el dominio del pincel. Tiñó cada nívea flor de color rojo hasta que se perdió dentro de las sombras de su trabajo, y se convirtió en uno con su obra maestra. 35 La Resolución de Polilla Traducido por florbarbero Corregido por Aimetz La escena se estiró y se hizo borrosa cuando Morfeo salió de los recuerdos de Jebediah y se acomodó de nuevo en el diván. La oscuridad pesaba fuertemente en la habitación, sin embargo, no se movió para encender la lámpara. El entorno negro parecía satisfacer los pensamientos turbios de su cabeza. Se pasó un dedo a lo largo del muslo, trazando las arrugas de la tela de raya diplomática y alisándolas. 36 ¿Por qué se sentía tan fuera de sí? Había encontrado exactamente lo que había esperado encontrar. Las debilidades de Jebediah habían estado allí: una rabia que hacia que fácilmente pudiera ser engatusado y manipulado, un sentido de inutilidad alimentado por un padre violento y crítico, unos celos que provocaban una actitud protectora temeraria, incluso a costa de su propia vida. Sin embargo, lo que no había esperado descubrir Morfeo era lo similares que él y el chico eran. Los demonios del pasado atormentado de Jebediah no eran diferentes a los suyos. A menudo se había encontrado a si mismo celoso de los seres humanos... ya que nunca había tenido un padre o la ternura de una madre. También sentía el mismo temor de que nunca podría sentir completamente la confianza y el afecto de los demás, basado simplemente en su lugar en el mundo. Aunque en el pasado Morfeo nunca lo había considerado como una cosa mala. Había disfrutado de ser un alma solitaria y autosuficiente. A veces era vanidoso, por supuesto, cuando convenía que fuera el centro de atención. Pero atención, afecto, confianza, no eran cosas que necesitaba. No hasta que Alyssa llegó. Cuando ella decidió ignorarlo, él no pudo funcionar... se sentía torpe e incompetente. Y ahora, después de estar en los zapatos de Jebediah, Morfeo entendió más de lo que quería acerca de cómo funcionaba el lado humano de Alyssa. Aunque la mitad de ella tenía alas y podía flotar al más allá de SCS ESOO as triviales y mortales inseguridades, la otra mitad de estaba conectada a tierra y anhelaba lo que cualquier otro humano pudiera desear: tranquilidad y fiabilidad. Después de haber visto el coraje, ingenio, y lealtad de Jebediah a Alyssa de primera mano, Morfeo sabía, sin ninguna duda, que eso era exactamente lo que le ofrecía el chico: una red de seguridad emocional que evitaría siempre que cayera demasiado fuerte. No era de extrañar que estuviera tan cautivada por él. No era de extrañar que la mantuviera como su esclava. Infiernos, el mismo Morfeo estaba fascinado morbosamente por los rasgos honorables del chico, inusuales en un ser humano tan dañado. Morfeo tuvo la tentación de dar un paso atrás y dejar que Jebediah tuviera su momento de felicidad. Incluso algunos podrían decir que había ganado, por estar dispuesto a renunciar a su futuro, a sus recuerdos, a su vida, por Alyssa. Morfeo gruñó y cayó hacia delante, con las manos apretadas, tratando de aligerar el peso desconocido que sentía en su pecho. No era como si el chico estaría ahí para siempre. Era mortal. Algún día iba a morir de viejo, por lo menos, y Alyssa sería un juego limpio, otra vez. Juego limpio. La mandíbula de Morfeo se apretó. El romance no era limpio. Tampoco era un juego. Era la guerra. Y, como en cualquier otro campo de batalla, la compasión y la misericordia no tenían lugar. El escarabajo de alfombra habia tenido razón. Las emociones humanas eran cosas impredecibles y potentes. Se habian metido en la cabeza de Morfeo, debilitando su resolución. Con los codos sobre las rodillas, se llevó las palmas de las manos hacia arriba, haciendo imposible ver su silueta en la oscuridad. Conjuró una pequeña cuerda mágica, recolectando con las puntas de los dedos bolas eléctricas de plasma del tamaño de guisantes, luego envió las esferas a todos los rincones de la habitación, desparramando relámpagos azules, como electricidad estática. Subieron las paredes antes de reunirse y tomar la forma de una mujer. La luz pulsaba hipnóticamente. Imaginando a Jebediah con Alyssa, mostrándole los caminos del amor, domando su espiritu salvaje con sus convenciones humanas comunes, la garganta de Morfeo se llenó con el amargo sabor de la envidia. No quería que el lado salvaje de ella fuera sometido por ningún otro hombre, no quería compartir ninguna parte de ella. Quería ambos lados: su inocencia y su espiritu desafiante. ¿Dónde estaba la emoción en la fiabilidad? ¿Dónde estaba la espontaneidad en un mundo predecible? Él podía ofrecerle una eternidad de retos y pasión, de momentos de tranquilidad, de tiernos momentos robados en las profundidades de las llamas desenfrenadas y devastadoras SC > ASILO 37
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