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La Democracia Participativa: Caminos Nuevos para la Participación Ciudadana, Apuntes de Politica Social

Este documento analiza la evolución de la democracia a lo largo de la historia y sus desafíos contemporáneos, especialmente en relación con la satisfacción y participación de los ciudadanos y las sociedades modernas. El texto también examina el caso de México y la necesidad de definir o redefinir políticas públicas para fomentar una participación real y efectiva. Se destaca la importancia de la democracia participativa y su papel en la gobernabilidad democrática.

Tipo: Apuntes

2021/2022

Subido el 15/03/2022

jesus-omar-contreras-rivas
jesus-omar-contreras-rivas 🇻🇪

4.8

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¡Descarga La Democracia Participativa: Caminos Nuevos para la Participación Ciudadana y más Apuntes en PDF de Politica Social solo en Docsity! Análisis de la democracia participativa y ciudadana La democracia participativa enfatiza la colaboración de los ciudadanos en una interacción constante con el Estado bajo esquemas regulados que rebasan las figuras del referéndum, plebiscito o consulta popular. La democracia ha recorrido varios caminos a lo largo de la historia, lo que exige una tarea de revisión continua como concepto, como valor y como condición de vida gregaria en la que la globalización genera nuevos espacios de discusiones teóricas y prácticas que incluyen indefectiblemente distintos tipos de participación ciudadana. El debate no estriba en la participación ciudadana en sí, sino las formas de ejercicio de ella, el grado de control del Estado y el alcance de las participaciones de los diversos actores políticos y sociales. El concepto rebasa la teoría insertándose como un significado social de vastos alcances en pro de una vida colectiva plena e integralmente desarrollada en la que imperen los derechos humanos universales y fundamentales. Se analiza y fomenta una cultura política ciudadana acorde a la evolución social bajo la perspectiva de una democracia de doble rostro: representativa y participativa. La democracia Miles de años han transcurrido desde que se originó el primer tipo de asociación en la que se practicó la democracia. La acepción surge en la Grecia clásica en el seno de un debate sobre la mejor forma de administrar la cosa pública (Fernández, 2009) los atenienses utilizaban el vocablo para referirse a su forma de gobierno instaurada en los últimos años del siglo VI a.C. En el caso que nos ocupa, la unidad política era la polis, que a la postre dio origen precisamente al vocablo política. En aquellos inicios, cada ciudad podía tener su propio Estado, de ahí el término. Esto implicaba que coexistian diferentes formas de gobierno, leyes e instutuciones. Sin embargo la democracia era un sistema de muy restringidas concepciones: las mujeres no tenián ciudadanía y existía la práctica de la esclavitud, entre otras limitantes para el ejercicio del voto, pero a la luz de las circunstancias y época, el esplendor de los inicios es incuestionable. Al paso de los siglos la acepción democracia ha pasado por diversas etapas en la que convergen ideologías, libertades civiles, políticas públicas, grado de desarrollo y la interacción ciudadana con las cuestiones públicas entre otros aspectos. El concepto rebasa la teoría para insertarse como un significado social de vastos alcances en pro de una vida colectiva plena e integralmente desarrollada en la que imperen los derechos humanos universales y fundamentales; donde el desarrollo integral sea la constante tanto como la transparencia en las acciones gubernamentales, con cero tolerancia a la corrupción, a la violencia y a la inseguridad. La estabilidad democrática se traduce en acciones reales y permanentes, de ahí que las protestas populares que la historia universal consigna y que actualmente tambien se suscitan en algunas sociedades dejan claro por una parte la falta de satisfacción de los ciudadanos y por la otra la inconformidad por la forma de ejercicio del poder. (Touraine 2015). Herodoto considerado el padre de la Historia, asegura que la democracia lleva el más bello nombre que existe: igualdad. Platón, por su parte, indica que el bien que se propone la democracia es la libertad en tanto que siguiendo el criterio de Aristóteles, es la diferencia con elemento cualitativo en la forma de gobierno entre ricos y pobres (Bobbio, 2000) es decir, con énfasis en la condición social de quienes gobiernan, y para ello extrae el siguiente fragmento: Lo que diferencia a la democracia y a la oligarquía es la pobreza y la riqueza, de suerte que donde dominan los ricos, por muchos o pocos que sean, habrá necesariamente una oligarquía, y donde dominan los pobres la democracia, aunque como se ha dicho suceda que los ricos sean pocos y los pobres muchos, porque los que se enriquecen son pocos mientras todos tienen parte de la libertad. Asi que si bien Aristóteles abiertamente está en contra de la democracia por ser un gobierno de las masas y que por ende –afirma- se generaría una lucha de clases, Rousseau se manifiesta como un demócrata radical pues asegura que en el instante en que un pueblo consiente en ser representado ni es libre ni existe (Rosseau 2006); sugiere que la única forma de una verdadera democracia es una significativa mayor cantidad de gobernantes que de gobernados en entidades pequeñas que propicien la discusión de ideas y de asuntos públicos sin diferencia de riquezas, aunque asegura que si llegara a existir una asociación política tan pequeña como para practicar la democracia directa, como la ciudad-Estado, inevitablemente sería sometida por estados-nación más grandes, y por tanto, dejaría de ser democrática (Dahl 2013). El debate sobre el concepto democracia no ha acabado y continua puliéndose a través de la propia evolución de las sociedades como se anotó líneas arriba. Bajo una épica lucha por la igualdad de todos los hombres ante la ley sin discriminación alguna, Abraham Lincoln, Presidente número 16º de los Estados Unidos, definió la democracia como El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo que no desaparecerá de la Tierra, como afirmó en su discurso del 19 de noviembre de 1863 en razón de la guerra civil de los Estados Unidos entre los Estados del Norte y los del Sur. El contenido de aquel histórico discurso conocido como el Discurso de Gettysburg se basa en la libertad y la igualdad de los seres humanos (Lincoln 2017) y constituye una de las más elocuentes declaraciones del principio democrático jamás expresadas. El vocablo democracia (Saramago 2005) no es solo unir palabras y presentar una definición hermosa. Los conceptos significan poco o nada, por más que se las reverencie, porque se han utilizado para negar justo lo que afirman. Reitera Saramago que la palabra democracia, tan empleada, no significa nada porque lo importante es lo que lleva dentro. En ese sentido Tourraine afirma que quienes hicieron triunfar la idea democrática y el sufragio universal esperaban más de la libertad política, es decir, que efectivamente fueran respetados los derechos de la mayoría y que se afirmara la prioridad de la igualdad de los derechos puesto que la democracia consideró como objetivo principal dar vida a una sociedad política con un eje rector: la igualdad (Touraine 2015). Así, es a través de la democracia elevada a rango constitucional de un Estado cuando adquiere una singular condición normativa (Aragón 1989) ya que es aquella la que otorga a la carta magna de una nación una determinada calidad jurídica en la que resultan unidas la validez y la legitimidad necesarias para su reconocimiento pleno. Una constitución política define a la democracia como un orden que descansa en determinados valores. En el caso de México, es una repúbica democrática, representativa y federal compuesta por 32 entidades federativas, así lo establece el Artículo 40 del Título Segundo, De la Soberanía nacional y de la Forma de Gobierno, de la Carta Magna: Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, laica y federal, compuesta por Estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior, y por la Ciudad de México, unidos en una federación establecida según los principios de esta ley fundamental. (CDCU 2017) sistema de justicia, es requerido entonces examinar el componente principal de la Constitución Política Mexicana: la democracia. Nuestra Carta Magna consigna la democracia representantiva, se establecen derechos políticos ciudadanos de votar y ser votado, con elección de personas para ocupar cargos públicos pero bajo el sistema democrático representativo y no de un sistema democrático representativo y participativo como el que nos ocupa en este ensayo. Ilustra una vez más la relevancia de la democracia el siguiente pasaje: Hace veinte años le preguntaron a Amartya Sen cual había sido a su juicio el acontecimiento más significativo del siglo XX. Él encontró estimulante tal pregunta, reflexionó y contestó: el auge de la democracia. (Amartya, 2003), aunque aclaró que existen retos para la universalidad que la democracia proclama. En ese sentido, los autores del presente documento estimamos que el reto que específicamente enfrenta México es transitar hacia una democracia representativa y participativa, donde los ciudadanos tengan mayor intervención en la toma de decisiones políticas y de gobierno que las que tradicionalmente se otorgan en la democracia representantiva. Hacia una democracia representativa y participativa Un Estado que incluya democracia participativa se caracteriza por dar voz a las personas y a las comunidades, a su capacidad de asociación y organización a fin de tener influencia en decisiones públicas; presenta algunas bondades adicionales como es el aprovechamiento de las experiencias, capacidades y competencia de todos en aras de la colectividad, lo que mejora la calidad de vida en elllas, se propicia el trabajo colaborativo y sectorial, se genera confianza en el ejercicio de la cosa pública así como la transparencia y rendición de cuentas que van implícitas en toda actividad. La democracia participativa implica un proceso de transformación continuo, permanente, general, voluntario pero bajo regulaciones legales de orden, competencia, funciones y alcances concretos. Existen varios enfoques sobre la participación ciudadana que se han generado a medida que se instensifica el acceso colectivo a espacios como comités ciudadanos, organizaciones no gubernamentales, alianzas cívicas, asociaciones vecinales, sólo por mencionar algunos de ellos. La democracia representativa encamina sus pasos hacia una democracia participativa aunque a menudo los criterios de los defensores de unos y otros se polarizan (Ortiz Crespo 2004). Algunos consideran que la participación está implícita en la democracia en tanto que otros asumen que el concepto evoluciona hacia una sociedad nueva y participativa. Habría que analizar el nuevo rostro de la democracia a partir de dos conceptos que unidos pueden incluso superar la unilateralidad de la representación. Esta es la nueva revolución popular mundial, la de la democracia representativa y participativa en la que encuentran cabida todos los movimientos y organizaciones sociales creando así nuevas estructuras institucionales tal vez más complejas pero sin duda más respetuosas de los derechos de la colectividad. Dado que la participación ciudadana no es una finalidad en sí misma, sino un medio o conducto para conseguir algo, el concepto tiene un carácter transversal que implica su presencia en los planes de desarrollo municipal, estatal, regional y federal, así como su incorporación en leyes que permitan integrar a los colectivos sociales que se encuentren dispuestos a participar en los procesos de toma de decisiones en asuntos de carácter público. Lejos ha quedado la discusión sobre el concepto de fondo de democracia entendido como un sistema o doctrina que favorece la intervencion del pueblo en el gobierno de un estado a través de un sistema de elección y desingacion de dirigentes. Tampoco existe discusión en que la soberanía radica originariamente en el pueblo. Sin embargo incluso hasta la democracia tiene sus matices según tendencias ideológicas, o bien se le han agregado características, derechos, libertades, requisitos económicos, sociales y políticos (Rodríguez Burgos 2015). Hacia finales de los años sesenta la democracia en América Latina empezó a presentar fenómenos de descomposición relacionados con el exceso de poder, actos de corrupción gubernamental, la incapacidad del Estado para garantizar el respeto a los derechos humanos de toda población, un crecimiento desordenado, torpe, con una democracia representativa que provocó enormes desigualdades económicas, de salud, educación, carencia de servicios públicos mínimos indispensables y un significativo aumento de la pobreza. En los últimos treinta años, Latinoamérica ha experimientado la transición y la consolidación democrática considerado esto como un verdadero avance dado que la democracia es la forma más idónea para asegurar el desarrollo humano, el aumento de oportunidad de elección de las personas asi como el respeto y la inclusión de las diversidades que cada sociedad presenta (Bonometti y Ruiz 2010). Por otro lado, la participación ciudadana se ha convertido en los últimos años en un mecanismo para la construcción de una real democracia por lo que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), considera que la gobernabilidad democrática es fundamental para generar cambios positivos en las naciones y las comunidades; comprende los mecanismos, procesos e instituciones que determinan cómo se ejerce el poder, cómo se toman las decisiones sobre temas de inquietud pública y cómo los ciudadanos articulan sus intereses, ejercitan sus derechos, cumplen sus obligaciones y median sus diferencias (PNUD, 2017), en suma, es la consolidación del Estado de Derecho y la promoción de los derechos humanos. Al paso del tiempo, Chile, Uruguay, Perú, Venezuela, Argentina, Brasil, Ecuador, Colombia y México, han transitado por procesos electorales cuyas sociedades cuestionan los principios rectores de la democracia y representación política que revelan las grandes limitaciones del Estado y de los partidos políticos. Sin embargo actualmente el panorama es distinto; pese a todas las carencias y cuestiones internas de cada país, la democracia es la forma mayoritaria de gobierno que se practica en el continente. En México, a raíz del conflicto estudiantil de 1968 se resquebrajó el poder hegemónico a pesar del esfuerzo discursivo de Gustavo Díaz Ordaz, presidente de la República en ese entonces, quien en su quinto informe de gobierno asumió públicamente la responsabilidad personal, ética, social, jurídica, política e histórica por las decisiones del gobierno en relación con los sucesos de octubre de 1968 agregando que había cumplido con su deber de salvar a México del comunismo (Loaeza 2008). Helen Clark, (PNUD, 2017) administradora hasta abril de 2017 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, afirma que cuando los ciudadanos asumen la responsabilidad de exigir transparencia y rendición de cuentas; cuando los ciudadanos conocen sus derechos y obligaciones y participan libremente en el proceso político es cuando puede echar raiz la gobernabilidad democrática. Nota adicional observamos que toda democracia se encuenta en constante evolución ya que no es un concepto que pueda permanecer estático, más en esta época de vertiginosos avances tecnológicos, intercambios masivos al instante de comunicación y el acceso cada vez más profundo de los ciudadanos hacia la cosa pública, por mencionar algunos. Los cambios políticos y sociales exigen una mayor participación ciudadana en todos los niveles; para ello es menester por una parte, el involucramiento efectivo de aquella en los espacios de interés social que les permita ser parte de la formulación gestión y decisión de políticas públicas y por la otra, se precisa la existencia de una normatividad que regule esa participación ciudadana mediante la cual se oficialicen las formas y los conductos por los cuales se hará efectiva y legal aquella. Hacen falta regímenes democráticos que garanticen y fomenten la participación ciudadana entendida esta como un conjunto de derechos de ciudadanía a través de los cuales los individuos pueden participar en la vida pública más allá del voto. No importa que una democracia sea directa, representantiva, deliberativa o participativa, al final todas requieren la participación de las personas. Así, la democracia directa tiene como rasgo principal la toma de decisiones y acuerdos, la segunda para formar órganos de gobierno y de elección de representantes; en la deliberativa los ciudadanos pronuncian sus opiniones respecto a la toma de decisiones públicas y finalmente la democracia participativa se caracteriza por una concurrencia de ciudadania y gobierno en la elaboración y evaluación de políticas públicas, por una ingerencia directa con el Estado (Serrano, 2015). En México nos falta mucho camino por recorrer. La mayoría de las leyes de participación ciudadana estatales consignan al plebiscito, el referéndum, la Iniciativa popular y la consulta ciudadana como formas de participación; basta una somera lectura a aquellas para concluir que están más relacionadas con una mezcla de democracia representativa con la directa al carecer los ciudadanos organizados de una injerencia real con el Estado; se reconoce el avance que representan como mecanismos de participación ciudadana al permitir vigilar y controlar la gestión gubernamental pero la democracia participativa conlleva una visión mayor y de largo alcance. Analicemos algunas cuestiones: El gobierno mexicano, a través de la Secretaría de Gobernación aplica la denominada Encuesta nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas (ENCUP) que presenta resultados desalentadores sobre el interés ciudadano en la política: el 65 por ciento de los entrevistados declararon tener poco interés en ella, en tanto que cuatro de cada diez ciudadanos piensan que en el futuro tendrán menos posibilidades de influir en las decisiones de gobierno; el 44 por ciento encuentra que para trabajar en una causa común, resulta difícil o muy difícil organizarse con otros ciudadanos y ocho de cada diez ciudadanos están de acuerdo o muy de acuerdo en que el ejercicio del voto es el único mecanismo con el que cuentan para decir si el gobierno hace bien o mal las cosas. Eso sí, las tres cuartas partes de ciudadanos entrevistados dijeron sentirse muy orgullosos de ser mexicanos (ENCUP, 2012). Es claro que el país requiere formular una agenda de fomento a la cultura política y de participación ciudadana como componente fundamental de la democracia, tarea nada fácil considerando que históricamente ha sido la autoridad la que define y aplica las políticas públicas con un mínimo de participación ciudadana, muchas veces traducida en simple requisito de papel o tema de discurso. Si las políticas públicas se traducen en leyes, programas, acciones y proyectos que el gobernante emite para servir a la poblacion en general, mínimamente se precisa la
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