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Análisis del canto 1 de La Ilíada, Apuntes de Literatura Universal

Peste-Cólera Súplica de Crises

Tipo: Apuntes

2018/2019

Subido el 04/04/2019

vanessa2019
vanessa2019 🇺🇾

4.6

(11)

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¡Descarga Análisis del canto 1 de La Ilíada y más Apuntes en PDF de Literatura Universal solo en Docsity! Análisis de Canto I “La Ilíada” Esta obra comienza con la invocación famosa: “Canta, oh diosa la cólera del pelida Aquiles”. El poeta griego creía que el don de la poesía no era propiamente suyo, sino que le era dispensado por los dioses; de ahí que pide, el poeta de “La Ilíada”, la inspiración. Era el dios quien cantaba dentro del alma del poeta. Estos versos iniciales indican que estamos ante la exposición de un gran asunto: la cólera de Aquiles provocada por los actos de Agamenón y; Las consecuencias desastrosas que para los aqueos va a tener esta cólera. El poeta del Canto I mira las cosas sólo del lado aqueo, no del lado troyano. Los desastres van a ser causados por Zeus, quien quiere complacer a Aquiles. El límite de estos desastres será la muerte de Héctor, que anuncia la caída de Troya. No nos dice quién es Aquiles, ni quién es Agamenón, sino que presupone que el público ya lo sabe. Toma el material antiguo de las leyendas acerca de la guerra de Troya y crea su poema. En los poemas homéricos, así como en casi toda la literatura helénica se da reiteradamente la ausencia de expectación. Esto obedece a un factor primordial: los poetas trabajan sobre un material ampliamente conocido. De allí que el interés del público no se proyecte sobre la materia en sí, sino sobre el tratamiento poético del tema, por un caso; y, por el otro, por la creación de personajes, sin olvidar la interpretación personal del artista sobre los hechos. Por otra parte, la acción del relato comienza “in media res” (a mitad de la acción), o sea en el décimo año de lucha de la guerra de Troya. El autor avisa sobre lo que va a cantar, de esta manera utiliza el anticipo que es un recurso que consiste en adelantar hechos y acciones. El canto I podría dividirse en dos partes: una en la tierra y la otra en el cielo. Ambas están relacionadas. Lo que pasa en la tierra, y es motivo de angustia y pelea, pasa en el cielo, y es motivo de festejo y risas. En ambos planos hay una pelea y un mediador, cambia su final. “... Cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Orco muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves-cumplíase la voluntad de Zeus-desde que se separaron disputando el atrida, rey de hombres, y el divino Aquiles”. En esta epopeya se muestran las consecuencias de la ira de Aquiles. Ese defecto de este personaje apasionado es su hybris (exceso). El hybris era generalmente castigado por los dioses y lo cometían los hombres, no así los dioses que solían ser desequilibrados en sus emociones. En este caso, la hybris de Aquiles no es castigada directamente por los dioses, sino todo lo contrario, porque Zeus lo ayuda a cumplir su voluntad. El hombre griego debía tener sophrosine, que era lo contrario a la hybris, y esto es la mesura o el equilibrio. Sin embargo, todo héroe griego comete hybris en algún momento de su historia, y esto es lo que da origen a la acción. En este caso la hybris de Aquiles lleva a la muerte a muchos héroes, hombres destacados e ilustres, que encima reciben el deshonor de no ser sepultado, muriendo sin el tan preciado reconocimiento que esta cultura exige. La expresión “presa de perros y pasto de aves” es una frase formularia que se refiere a los cadáveres insepultos, que son carroña para los perros y las aves marinas. El griego clásico concebía al más allá como el lugar donde iban todas las almas, la condición necesaria para esto es que se le haga una honra fúnebre al cadáver (Quemar o sepultar), si se lo dejaba insepulto esto era considerado como el castigo o agravio más grande; también podía ser utilizado en vida como amenaza. El segundo tema de la Ilíada es la autoridad de Zeus. La autoridad de este, está siempre expuesta a la discusión con los demás dioses, en la mayoría de los casos discutida por su esposa Hera y su hija Palas Atenea. Esta voluntad no corresponde a un dios omnipotente, su voluntad se cumple a lo largo, pero no en lo inmediato. Zeus, buscando cumplir el deseo de Aquiles de que los aqueos pierdan para que reconozcan su valor guerrero –un deseo egoísta pero común en los griegos –tratará de neutralizar a los dioses que están de lado de los aqueos. A largo plazo Zeus quiere que los aqueos ganen pero después que Aquiles sea reconocido por ellos. Ofensa de Agamenón a Crises: (8 a 32) La contienda entre Aquiles y Agamenón fue suscitada por Apolo (Hijo de Zeus y Hera). Habiendo sido saqueada la ciudad de Crisa, vecina de Troya, por los Aqueos, estos se habían repartido el botín. Una muchacha llamada Criseida (hija de Crises) tocó en el reparto a Agamenón, en calidad de esclava. El anciano padre de Criseida (Crises) era sacerdote de Apolo y se presentó suplicante ante las naves aqueas, portando no sólo las ínfulas o insignias sacerdotales para inspirar el debido respeto, sino también con un inmenso rescate. La respuesta de Agamenón es violenta. No tiene en cuenta el dolor del padre, el dolor de la hija, el respeto debido al dios Febo Apolo, al cual el sacerdote representaba. El respeto al suplicante, que debería ser bien tratado aunque no se le concediera su suerte, era una de las leyes básicas no escritas (normas), pero respetadas por todos los griegos. Se creía que detrás de la figura de un suplicante, podía estar la de un mismo dios, y este caso, al venir con las ínfulas del dios Apolo, era seguro que el sacerdote tenía el apoyo y el resguardo de ese dios. Buscando la estrategia del agrado a su enemigo, Crises se coloca fuera de la guerra. Es un sacerdote de una ciudad saqueada de Troya, pero en su argumentación dice, que el resultado de la guerra o uniones posteriores no le interesan, solo quiere volver a estar con su hija. Sin embargo, su súplica no deja de tener el tono imperioso que corresponde a un hombre de tal alcurnia (“Poned en libertad a mi hija”) y en el pedido está encerrada la orden. Agamenón se excede ante Crises, cometiendo el Hybris (la falta por exceso que, en este caso, se comete por soberbia, por no controlar las pasiones). Éste traspasa todos los límites fijados por la moral. También comete un exceso de corte religioso “...Zeus está de mi parte”. El hybris queda acentuado por el hecho de que todos los griegos están de acuerdo con Crises, y comprenden que es necesario respetar al sacerdote y aceptar el rescate. En el ultraje de Agamenón vemos que no existen excusas para sus actos, él reconoce verbalmente que Crises es sacerdote (“pues quizás no te valgan el cetro y las ínfulas del dios”)y aun así se complace en echarlo como a un animal. Y aun agravando su acción es capaz de decirle al anciano padre que se complace en llevar a su hija como esclava y aún acostarse con ella y verla morir lejos de Crisa. Sus palabras resultan despiadadas si tenemos en cuenta que es un padre, un anciano y un sacerdote. Homero utiliza un juego de contrastes entre las personalidades del anciano Crises y del rey Agamenón. Crises suplica y Agamenón amenaza. El primero habla con moderación y el segundo habla con ira. El primero se muestra desvalido y apocado, incluso físicamente, y el segundo fuerte, imponente y con toda su presencia guerrera. Esto hace más inmoral la acción de Agamenón que llega hasta la amenaza física (“Pero vete; no me irrites, para que puedas irte más sano y salvo.”) Intervención de Apolo: (33 a 52) Crises se atemorizó a causa de las amenazas de Agamenón y se retiró silencioso. El poeta plantea un juego entre el mundo externo (paisaje amplio, la orilla del estruendoso mar que lo hace recordar los gritos de Agamenón), y su mundo interno (él es un suplicante pero está enojado, y su corazón está agitado como el mar). Esto podría verse como un paralelismo psicocósmico que es cuando el entorno natural refleja la interioridad del personaje. Yendo por la orilla del mar rogó al dios que los Aqueos pagaran la ofensa hecha. “Si alguna vez adorné tu templo o quemé en tu honor pingües muslos de toros o de cabras, cúmpleme este voto...” No se enumera la acción completa, pero si su servicio como sacerdote. Dice esta frase para “obligar” a Apolo a que lo ayude, es una forma de extorsión. Crises, le pidió a Apolo que: “¡Paguen los Dánaos mis lágrimas con tus flechas!”. A igual cantidad de lágrimas, igual cantidad de flechas, igual cantidad de muertos. Es esta expresión corta, en forma imperativa, la que muestra la ira de Crises. La descripción de la cólera de Apolo, está llena de elementos visuales, auditivos y también de movimiento. El poeta no describe detalladamente al dios, pero nos da algunos él, y es nefasta, oscura e incontrolable, y se expresa exteriormente con el brillo de los ojos, que parecen querer fulminar al vate, quien se ha animado a decir lo que él pensaba que no se iba a animar. Esta pasión se expresa en el grito espontáneo “¡Adivino de males! Jamás me has anunciado nada grato”. Aquí Homero hace referencia a un hecho no narrado en la Ilíada, Calcas en la localidad de Aulide había profetizado que la flota Aquea no llegaría a Troya, a causa delos vientos contrarios, si Agamenón no sacrificaba en el altar de los dioses a Ifigenia, su propia hija. En las palabras de Agamenón se ve un terrible resentimiento hacía Calcas por su anterior premonición. De esta manera Agamenón intenta denostar el areté de Calcas, como si nunca hubiera dicho cosa buena, sin embargo todos saben que si no hubiera sido por él nunca hubieran llegado salvos a Ilión. Lo personal y lo público que en su momento fue una difícil decisión para Agamenón, ahora sale a relucir. Agamenón tuvo que sacrificar su rol de padre por su rol de jefe, o puesto de otra forma, su bienestar personal por el bienestar de todos. Elige el de todos y sacrifica el propio. Esto también le da un lugar de privilegio ante todos los demás jefes. Sin embargo, cuando se trata de sentirse acusado, salta desde sus “negras entrañas” este resentimiento. Por este camino, Agamenón no conseguirá nada bueno. Sabe que acusar a Calcas, reconocido por todos, no le va a dar ningún beneficio frente a los demás, así que necesita una nueva estrategia. Esta será: primero, justificar su acción ante Crises, y segundo, mostrarse como nuevamente una víctima de las circunstancias que debe sacrificarse, una vez más, para que todos sobrevivan. Rey de la astucia, logra rápidamente colocar a todo el pueblo de su lado, para entonces empezar a preparar la venganza hacia Aquiles, exigiendo una recompensa, y aunque no lo nombra aun directamente, sabe que él será el primero en oponerse, y así será más fácil quitarle lo que tiene, con la comprensión del pueblo. Justifica la mala acción con Crises hablando de una pasión por Criseida, a quien prefiere a su esposa. De un momento a otro pasa de ser iracundo y codicioso, a ser bueno y generoso. Cede en devolver a Criseida, mostrándose como un mártir por su pueblo. Pero recurre al valor del areté, y pide otra recompensa similar para salvar su nombre y poder, pasa de ser odiado a hacerse la víctima: “No sería decoroso que me quedara sin recompensa”. Esta idea lo pone directamente al lado de los aristoi que seguramente consideran justo y necesario el pedido que Agamenón hace. Es Aquiles quien toma la palabra ante el pedido de Agamenón que ya ha logrado el beneplácito del pueblo. Valiéndose del recurso de la ironía al decirle “gloriosísimo” deja entrever su resentimiento al llamarlo “el más codicioso de todos”. Hay entre ellos un resentimiento que sobrepasa el momento de la querella y que viene de mucho tiempo atrás. Aquiles siente que Agamenón quiere todo para él, y que se queda con la mayor parte de los botines, siendo esto injusto, porque no pelea como un guerrero acorde a su recompensa. Este reclamo saldrá cuando la querella se vuelva más explícita. Por el momento, la estrategia de Aquiles es mostrarle al resto de los jefes que el pedido de Agamenón, por más justo que sea es inviable y que cumplirlo implica que todos dejen su recompensa para darle algo a él, que es lo mismo que decir que sacrifiquen su areté por el de Agamenón. Esta forma de poner lo abstracto en los hechos concretos hace, posiblemente, que los otros jefes empiecen a dudar del reclamo de Agamenón, que por más que consideren justo, no es cómo para quedarse sin nada ellos. Por ello Aquiles, tratando de engañar a Agamenón le propone que todos se comprometen a darle el cuádruple si los dioses les permiten conquistar Troya en un futuro. Agamenón no es ingenuo, y reconoce perfectamente la jugada de Aquiles y así lo amenaza directamente con sacarle la mujer, y para suavizar sus palabras, coloca el nombre de otros jefes, sin embargo, todos saben que la amenaza está totalmente dirigida a él. Trata de suavizar más la amenaza diciendo que cualquiera de los jefes pueden dirigir la expedición a Crisa, porque al fin y al cabo todos son jefes. Así intenta poner a Aquiles a su altura, pero ya ha dejado en el aire la amenaza y su intento de dejar claro quién es el jefe. La amenaza al areté del otro no puede olvidarse por estrategias tan nimias, lo que hará que Aquiles se deje de ironía y comience a responder con ira, “mirándolo con torva faz”. Aquiles intentará también destruir el areté de Agamenón, y los resentimientos de estos diez años aparecen a la luz. Aquiles pone en duda el lugar de jefe de Agamenón, porque es un hombre desagradecido. Todos sin excepción, están ahí por limpiar la honra de él yde su hermano Menéalo, pero esta guerra no es de ellos. Nunca los troyanos han ofendido a ninguno de los héroes que están peleando allí. Van para ayudarlos a ellos, y en lugar de agradecerlo, los tratan así, insultándolos y quitándoles la recompensa, siendo que la misma es merecida por un trabajo bien ganado. Incluso llega a decir que él no se merece la recompensa que recibe. Pero el ataque de Aquiles, pierde de vista a los demás jefes, porque al poner en duda la jefatura de Agamenón, también pone en duda el criterio de los demás de haberlo elegido. Frente a todo esto sólo queda una cosa: retirarse de la guerra. Agamenón responde enseguida y aprovecha este enojo para descargar el suyo. Trata a Aquiles de cobarde, odioso, y pendenciero. Incluso ataca su areté diciendo que su gran fuerza no es mérito suyo, sino de una diosa que le dio la fuerza, por lo tanto no puede compararse con el resto, porque nada de lo que tiene lo merece. Y por último cumple su amenaza: se llevará, él mismo a Briseida, la recompensa de Aquiles. Lo interesante de este discurso final es lo que hasta ahora se había ocultado: “para que sepas bien cuánto más poderoso soy y otro tema decir que es mi igual y compararse conmigo”. Agamenón deja en claro que está convencido que la actitud de Aquiles es para quitarle el poder, y compararse a él. Cree que Aquiles debe aprender a humillarse ante el jefe, y piensa utilizar este episodio como ejemplo para cualquiera que se atreva a hacer lo mismo. Intervención de Palas Atenea: (188 a 222) En su ciega violencia, Agamenón ha amenazado a Aquiles con ir a la tienda de éste y quitarle su esclava, Briseida. Dos motivos determinan al Atrida a hacer esto: obtener una recompensa que pudiera resarcirlo de la devolución de Criseida y castigar lo que consideraba insolencia de aquel al querer tratarlo de igual a igual y compararse con él. Y Aquiles está pensando lleno de congoja si debe matar a Agamenón; entonces interviene la diosa Atenea. El aeda menciona “dentro del velludo pecho su corazón discurrió dos cosas”. La imagen de la virilidad y la imponencia se muestran en un Aquiles que en lo más profundo de su ser pretende hacer justicia callando la insolencia y la altanería de Agamenón. Sabe que hacer eso implica matar a quien fue determinado por el resto de los aristoi como el rey de los hombres, lo que sería nefasto. Sin embargo mientras piensa en todo esto, su acción es la desenvainar la espada. Está dispuesto a llevarlo a cabo, no olvidemos que el hybris de Aquiles es el exceso. Es en este momento que el poeta crea un recurso impensado en la época por ser casi cinematográfico. Logra que toda la escena se congele, que los personajes que están presenciando la querella, incluido Agamenón queden en “stand by”, y Aquiles tiene un diálogo, mientras todos están quietos, con Atenea quien logra calmar la ira de Aquiles. Una vez más la intervención de los dioses vienen a explicar lo que resulta imposible de entender en esta cultura y en este personaje, que Aquiles siendo tan explosivo no mate a Agamenón quien lo ha ultrajado. La diosa le tira de la cabellera para llamar su atención y ella parece estar enojada (“sus ojos centelleaban”). De alguna manera ella debe imponerse a la cólera de Aquiles, debe mostrarle quién manda y lo oportuno que es que él obedezca. En el diálogo, la diosa le ordena que guarde el arma, y que lo injurie cuanto quiera. Y promete que será recompensado de este ultraje más adelante. El heroísmo de Aquiles se muestra en la dominación de su ferocidad, con este dominio logra la sofrosyne (equilibrio). Él dice que preciso es obedecer a un dios, porque sus promesas siempre son cumplidas si uno lo escucha. Sin embargo, esto que vale para Aquiles, no vale tanto para otros héroes, como por ejemplo Héctor, que nunca logrará el favor de los dioses aunque intente complacerlos constantemente. Juramento de no combatir. Disolución de la junta: (223 a 317) Aquiles renuncia a matar a Agamenón, pero no por eso deja de insultarlo de palabra. Entonces, se levanta Néstor, el más anciano de las tropas Aqueas, su vitalidad es elogiada por los demás, conoció a dos generaciones de héroes y reina sobre la tercera. Su función no es pelear, sino hablar. En este caso le habla al consejo, exhortándoles al Pélida y al Atrida a cambiar de actitud. Siempre trata de instaurar el equilibrio, de imponer justicia, es la figura modelo del anciano sabio. Si Aquiles es el arquetipo del héroe joven; Néstor lo es de los ancianos. La edad de Néstor tiene un significado, ya que los griegos insertaron entre la edad de plata y la edad del bronce, a la edad de los héroes. Néstor es el nexo entre una época en la cual los dioses y la justicia divina estaban más cerca de los hombres, y una época en la que se ve la paulatina decadencia del mundo. Trata de reconciliar al Atrida con Aquiles, diciendo que ambos han obrado mal, Aquiles injurió a Agamenón, ya que ofendió al rey más poderoso; y Agamenón desconoció y despreció las virtudes guerreras de Aquiles al querer arrebatarle su botín. Pero, la intervención de Néstor no logra cumplir su cometido, ya que Aquiles le responde al Atrida: “...Manda a otros, no me des ordenes, pues yo no pienso obedecerte.”
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