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APIZT TEA Y ITEPI nOIHTIKHS ARISTOTELIS ARS POETICA POÉTICA DE ARISTÓTELES, Apuntes de Historia del Arte

Asignatura: historia de las ideas esteticas 1, Profesor: , Carrera: Historia del Arte, Universidad: UCM

Tipo: Apuntes

2015/2016

Subido el 17/11/2016

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4.1

(18)

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¡Descarga APIZT TEA Y ITEPI nOIHTIKHS ARISTOTELIS ARS POETICA POÉTICA DE ARISTÓTELES y más Apuntes en PDF de Historia del Arte solo en Docsity! APIZT0TEA0Y2 ITEPI nOIHTIKHS ARISTOTELIS ARS POETICA POÉTICA DE ARISTÓTELES EDICIÓN TRILINGÜE POR VALENTÍN GARCÍA YEBRA f e BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA EDITORIAL CREDOS MADRID BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA F u n d a d a p o r DÁMASO ALONSO IV. TEXTOS, 8 8 Poética de Aristóteles por los primeros comentaristas de Aristóteles «esotéricos» o « acroam áticos ». No conocemos bien el uso que de tales libros se hacía en la escuela peripatética. El hecho de que se los llamara «acroamáticos» (áicpoa^cmKÓ:, de ccKpoáojioa «oír», «escuchar») parece indicar que estaban destinados a «ser oídos», es decir, que no andaban en manos de lectores, sino que probable­ mente servían de guía al maestro para sus lecciones, en el curso de las cuales ampliaría las notas consignadas en el libro. Esto explicaría el carácter aparentemente incompleto, fragmentario, a veces inconexo, de algunos de estos escritos. Los libros «exotéricos» o publicados en vida de Aristó­ teles — a los cuales se refieren sin duda los conocidos elogios de Cicerón: «flumen orationis aureum fundens» (Acad. 2, 119), «dicendi incredibili quadam cum copia tum suavitate» (Top. 1, 3)— se perdieron, sin que sepamos con seguridad cuándo ni por q ué2. Ya a mediados del siglo i a. de C. andaban sin duda bastante olvidados, pues Cicerón afirma que, en su tiempo, ni siquiera conocían a Aristóteles los filósofos, excepto muy pocos: «Minime sum admira tus eum rhetori non esse cognitum, qui ab ipsis philosophis, praeter admodum paucos, ignoratur» (Top. 3); pasaje que comenta con su tino habitual el padre Feijoo: «El comercio de Roma con Atenas en aquel tiempo era mucho; con que, aunque Cicerón hablase solo de los Filósofos Romanos, se infiere lo olvidado que estaba en una y otra parte Aristóteles: pues no podía tener nombre considerable en Atenas, quien casi totalmente era ignorado en R om a»3. 2 Se ha querido explicar esta pérdida por una supuesta creencia gene­ ralizada de que las obras acroamáticas o esotéricas eran las que contenían la verdadera doctrina de Aristóteles, la que el maestro había enseñado secretamente a sus discípulos, lo cual habría movido a copiarlas y estu­ diarlas intensamente, mientras que se dejaría a las exotéricas caer en el olvido y finalmente perderse (cf. G. F. Else, Aristotle. Poetics. Translated, with Jntrod. and Notes. Ann Arbor, 1967, pág. 10). Otros atribuyen su pér­ dida a cierta oposición que el público vería entre Aristóteles y Platón, de quien, en efecto, se han conservado casi todos los escritos exotéricos o publicados. Mas no parece que esto pudiera ser obstáculo para que se conservaran también los de Aristóteles. 3 Teatro Crítico Universal. «Discurso Séptimo». Tomo Quarto. Nueva Introducción 9 Las palabras de Cicerón deben aplicarse a todas las obras de Aristóteles, tanto exotéricas como esotéricas o acroam áti­ cas. Éstas, según cierta tradición recogida por Estrabón (608-609) y Plutarco (Sulla 26), estuvieron perdidas durante los dos siglos y medio que siguieron a la muerte de su autor, hasta que reaparecieron en Roma sin gran repercusión inme­ diata. El padre Feijoo resume así la conocida historia: «Por lo que toca á la corrupción de las Obras de Aristóteles, es cuento largo, y se necesita de desenvolver un pedazo de his­ toria, el que tomarémos de dos grandes Autores, Estrabon, y Plutarco. Es de saber, que Aristóteles al tiempo de morir entregó todos sus libros á su discípulo Teofrasto, como tam­ bién la Presidencia del Lycéo. Teofrasto los entregó con el resto de su Biblioteca á su discípulo Neléo. Este hizo trans­ portarlos á Scepsis, Ciudad de la Troade, Patria suya, y los dexó á sus herederos: los quales viendo la ardiente solicitud con que los Reyes de Pergamo, de quienes eran vasallos, bus­ caban todo genero de libros, y mucho mas los de mayor estimación, para hacer una rica, y numerosísima Biblioteca, no queriendo enagenarse de los de Aristóteles, que conside­ raban como una porcion preciosa de su herencia, los escon­ dieron debaxo de tierra, donde estuvieron sepultados cerca de ciento y setenta años, al cabo de cuyo espacio de tiempo fueron extraídos por la posteridad de Neléo, de aquella obs­ cura prisión; pero muy maltratados, porque por una parte la humedad destiñendo el pergamino habia borrado mucho; por otra los gusanos los habían roído en varias partes. En este estado fueron vendidos á Apelicón Teyo, rico vecino de Atenas, y muy codicioso de libros, el qual los hizo copiar; pero los Copiantes, que carecían de ía habilidad necesaria, llenaron incongruamente los vacíos, supliendo según su capricho, los pasajes que estaban borrados ó comidos. Des* pues de la muerte de Apelicón, su Biblioteca fue transportada á Roma por el dictador Syla, y en ella los libros de Aristó­ teles, los quales fueron comunicados por el Bibliotecario de Impresión, en la Imprenta de Blas Román. Madrid, 1778, pág. 139. (Conservo la ortografía de la época.) 10 Poética de Aristóteles Syla al Gramático Tyranion, que era amigo suyo, y de las manos de este pasaron a las de Andrónico Rodio, que hizo sacar varias copias de ellos»4. Según Ing. Düring («Aristó­ teles», Paulys Realencyclopadie der Class. Altertumswiss., Supplementband X I, 196), «hoy los investigadores miran la historia del hallazgo de Escepsis con desconfianza injusti­ ficada. Se considera increíble que Andrónico pudiera tener, 300 años después de morir Aristóteles, acceso directo a sus manuscritos originales». Sin embargo, a juicio de Düring, «los hechos fundamentales están bien atestiguados». La Poética pertenece al grupo de los escritos acroam á­ ticos. Es uno de los que presentan en mayor grado el carác­ ter fragmentario y a veces aparentemente inconexo a que antes me refería. Frente a este aparente desorden del texto pueden adoptarse varias posturas. La supuesta falta de cohe­ rencia puede explicarse diciendo que, por ser en general las obras esotéricas algo así como cuadernos de notas para uso privado del autor, éste sólo anotó lo que le parecía conve­ niente o necesario: la conexión completa la establecería en cada caso al desarrollar, de viva voz o por escrito, estos apuntes previos. Pero también puede suceder que la oscuri­ dad o incoherencia del texto parezca deberse a la presencia de una o de varias frases, quizá de un pasaje entero, con cuya eliminación el texto se tornaría transparente. E l proce­ dimiento más fácil sería entonces suprimir tales estorbos. Y no han faltado quienes han recurrido a semejante expe­ diente, aunque la frase o frases o el pasaje en cuestión figu­ ren en todos los manuscritos conservados. En no pocos casos se ha dado por supuesto que una nota marginal, quizá del propio Aristóteles, se ha deslizado al texto, o que se han combinado en éste dos versiones alternativas. En la faena de limpiar de tales aditamentos el texto de la Poética han sobresalido Daniel de Montmollin (La Poétigue d’Avistóte. Texte prim itif et additions ultérieures. Neuchátel, 1951) y, con más moderación, Gerald F. Else (Aristotíe’s 4 O. c„ pág. 152-153. Introducción: /. El texto griego 13 Poética de T eofrasto1, y a él parecen remontarse los paralelos entre las doctrinas poéticas de Horacio y las de Aristóteles8. Ni en los tiempos de Sila ni en los posteriores hubo en Roma ambiente propicio para que tuvieran éxito las consi­ deraciones aristotélicas sobre la tragedia. El teatro romano era cada vez más un lugar de m era diversión9. El influjo paralizante que el clasicismo de los tres grandes trágicos griegos ejerció sobre la tragedia helénica posterior presionó también sobre la tragedia latina. Ésta tomó como modelo principal a Eurípides, «el más trágico» de los poetas, según Aristóteles IQ; pero el público romano no sentía como propios los temas de la tragedia ática. El populacho interrumpía las representaciones pidiendo osos o púgiles, y a la parte culta del auditorio, mucho más que las obras mismas, le intere­ saban las escenas espectaculares y los decorados fastuosos u. Las tragedias de Séneca, que siguieron más de cerca los mo­ delos áticos, fueron un producto puramente literario y no llegaron a representarse. En el siglo II de nuestra E ra comienza, sobre todo con Alejandro de Afrodisias, un período de intensa actividad exegética sobre el corpus aristotelicum. Pero la Poética no se benefició de esta ocasión favorable. Los comentaristas de los siglos m al v parecen desconocerla. Su silencio resulta extra­ ño, pues algunos eran muy eruditos. El hecho es que no se escribió por entonces, que sepamos, ningún comentario sobre esta obra ni se revisó su texto. La Poética sobrevivió con los demás escritos del grupo acroam ático; pero no sólo no fue comentada ni revisada, sino que, probablemente por este tiempo, sufrió una mutilación gravísima: la pérdida del 7 Cf. F. Susemihl, Geschichte der Griechischen Literatur in der Alexan- drinischen Zeit. I 405. 8 Münzer, «Horatius», Paulys Realenc., 1. Reihe, 16. Halbband, 2368. 9 Cf. L. Bieler, Historia de la literatura romana, Madrid, 1971, 105. 10 Poética 53a30. » Hor., Epist. II 1, 185-188. media inter carmina poscunt aut ursum aut púgiles: his nam plebecula gaudet. uerum equitis quoque iam migrauit ab aure uoluptas omnis ad incertos oculos et gaudia uana. 14 Poética de Aristóteles segundo de los dos libros que, al parecer, la integraban. Del examen del libro conservado y de otros pasajes de Aristó­ teles se deduce que la obra está incompleta. E l texto conocido de la Poética consta de una introduc­ ción general, un estudio de la tragedia y de la epopeya, y una comparación de estos dos géneros literarios. No llena, pues, el programa establecido al principio del capítulo 1; no con­ tiene el estudio de la comedia prometido al comienzo del 6; no incluye el tratam iento especial de los yeXola a que se refiere Aristóteles en dos pasajes de la R etórica12 diciendo que puede verse en la Poética. E l texto actual termina con una fórmula en que Aristóteles suele resumir lo dicho, antes de pasar a otro tema o a otro aspecto del tema que venía tratando. Además, el codex Riccardianus 46, del que habla­ remos luego, añade al fin del texto conservado el comienzo de frase Ttepl be, al que siguen unas letras de lectura difícil, que algunos han interpretado como tá^pcov kocI palabras que indicarían que el tratado aristotélico estudiaba a continuación los yambos y la comedia. Aunque tales pala­ bras fuesen apócrifas, significarían al menos que ya en el siglo xiv, durante el cual se escribió el mencionado códice, se pensaba que la Poética era una obra truncada. Por último, al fin del códice latino de Eton, escrito hacia 1300 y que con­ tiene la traducción de la Poética por Guillermo de Moerbeke, se leen las palabras siguientes: prim us aristotilis de arte poética liber explicit11. La opinión común es, pues, que el texto conocido de la Poética no contiene más que el libro primero de esta obra, la cual en un segundo libro dedicaría a la comedia aproximadamente la misma atención que en el primero concede a la tragedia I4. 12 1371b36: Bitápiotcci Sé nspl XWP ^ T° ^ líoi^riK^q, y 1419b6: e [p^rcu Ttóoa £Í8t} ygXoítóv ¿otIv év toÍ<; irspl ■¡ioiTyrtKY)<;. 13 Cf. Aristotelis de Arte Poética Liber. Recognovit brevique adnotatione instruxit Rudolfus Kassel, Oxonii, 1965, pág. 49. Esta anotación tardía enlaza, lo mismo que las últimas palabras del codex Riccardianus en caso de ser apócrifas, con la tradición antigua; cf. Eustracio, In Eth. Nicom., 320.38 Heylbut: ’ ApiototéXth; év t£> 7tpÓT<p ii£pl itoirynKrjq, el Catálogo de las obras de Aristóteles en Diógenes Laercio, y, en la vita Hesychiana (75), la mención téxvr|<; irotriTiKrjQ |3\ 14 Sin duda para llenar el vacío causado por la pérdida del libro II de Introducción: /. El texto griego 15 ¿Cómo pudo producirse mutilación tan grave? He aquí una de las explicaciones que se han dado. Ya desde los tiem­ pos de Aristóteles la comedia había adquirido en el gusto del público gran preponderancia sobre la tragedia. Es posible que Menandro aprovechara aún las enseñanzas del segundo libro del tratado aristotélico. Pero, mientras que la teoría de la tragedia se iría reduciendo al círculo de los eruditos, la de la comedia, especie teatral plenamente vigente en la época helenística y en el mundo romano, se vulgarizaría cada vez más, hasta el punto de que, llegada la hora de los epítomes, ya no habría quien no considerase que se podía prescindir de un tratado que, más que aclarar problemas, los plantearía en términos inaccesibles a los no iniciados en el rigor de la disciplina escolar peripatética )5. Es sabido, en efecto, que el epítome daña a la conservación de la obra por él resumida l6. Hay quienes suponen que el libro segundo de la Poética no se perdió, sino que no llegó a escribirse. Para ellos el comienzo de frase que sigue al texto conservado indicaría sólo que Aristóteles pensaba continuar la obra. La Poética actual sería quizá una especie de borrador del libro I de la TtpayjjiocTEÍa Téxvr|q Tioi.TyuKÍj<; a ’ ¡i5 que figura en el Catálogo de Diógenes Laercio 17. La parte conservada de la Poética permaneció en estado letárgico, en una especie de hibernación larguísima, durante la Poética, un gramático antiguo compuso el endeble tratado sobre la comedia conocido por el nombre de Tractatus Coislianus. Cf. L. Cooper, An Aristotelian Theory of the Comedy, Oxford, 1924. 15 Cf. Eudoro de Sousa, Aristóteles. Poética. Tradu<jao, Prefácio, Intro­ d u jo , Comentario e Apéndices de... Porto Alegre, 1966, pág. 17. 16 «Una de las causas de la desaparición, sobre todo de las obras más vastas, fue la práctica de «epitomizar», muy en boga desde el siglo ni d. de C., precursora de nuestras ediciones abreviadas y book digests. No todos los lectores tenían paciencia ni tiempo para estudiar los 142 libros de la Historia Romana de Livio. Por eso se hicieron pronto extractos que se difundieron en el comercio librero. Pero en el siglo m y iv estos extractos se reducen todavía más para convertirse en compendios mezqui­ nos. Es conocido el sino de la obra de Livio; de sus 142 libros sólo poseemos 35». L.' Bieler, o. c., pág. 20. La epitomización del libro II de la Poética no se justificaría probablemente por su extensión; per o otros motivos, como el deseo de suprimir la dificultad del planteamiento filosófico de un tema vulgarizado, pudieron inducir a ella. i? Cf. Ing, Diiring, l. c., col. 228. 18 Poética de Aristóteles Durante algún tiempo se pensó que todos los códices grie­ gos transmisores de la Poética que se conocían eran copias del Parisinus 1741 o procedían al menos de éste. Así lo cre­ yeron J . Vahlen y los editores de la segunda mitad del siglo pasado. Vahlen, que en sus tres ediciones de la Poética (Berlín, 1867, 1874; Leipzig, 1885) y en otros trabajos, especialmente en sus «Beitrage zu Aristóteles ' Poetik» (Sitzungsber. der philos.-histor. Classe d er kaiserl. Akad. der W i s s L (1865) 265-317, LII (1866) 89-175, y LVI (1867) 213-343 y 351-439; reimpresión supervisada por H. Schone, Leipzig, 1914) elevó el análisis y la crítica del texto aristotélico a un grado de perfección inalcanzado hasta entonces, vio en el Parisinus el único testimonio autorizado. Consideró los demás manuscri­ tos por él conocidos (menciona diecisiete) como derivados de aquél, y les dio el nombre de apógrafos, adoptado por la mayoría de los editores posteriores. Cuando estos apógrafos presentan variantes más satisfactorias que las lecciones co­ rrespondientes del Parisinus, Vahlen no les concede más valor que el de conjeturas. Este punto de vista es hoy insostenible. En la actualidad se admite unánimemente que son cuatro los testigos utiliza- bles en el proceso crítico para intentar fijar el texto de la Poética: 1) el mencionado Parisinus 1741; 2) el llamado codex Riccardianus 46; 3) la traducción latina de Guillermo de Moerbeke, y 4 ) la traducción árabe de Abü B isr Matta. Los testimonios de 3) y 4) sólo tienen, como veremos, valor indi­ recto. El Parisinus y el Riccardianus son, pues, los dos únicos códices hoy conocidos que nos han transmitido con indepen­ dencia mutua el texto de la Poética en su lengua original. Sobre la autoridad de cada uno de ellos, y sobre la que puede concederse a la traducción de Moerbeke y a la arábiga, hablaremos luego. 2. L a t r a d i c i ó n im p re sa La primera edición impresa del texto griego de la Poética se publicó en Venecia el año 1508. Fue la llamada aldina, del Introducción: I. El texto griego 19 nombre de su realizador, Aldo Manuzio. Apareció formando parte de un volumen que llevaba como título la enunciación siguiente: Rhetores in hoc volumine habentur hi... El texto, basado en manuscritos entonces existentes en Italia, es bueno para el nivel de la crítica textual por aquellas fechas. La mayoría de los editores del siglo xvi se limitaron a copiarlo, introduciendo, a lo sumo, ligeras variantes, que no siempre lo mejoraban. Se cree que su preparación y la supervisión del trabajo de imprenta corrió a cargo de Juan Láscaris. Para Margoliouth, Láscaris ha sido probablemente la persona que más ha contribuido a restaurar el texto de la P oética71. En opinión de Weinberg, «si uno compara este texto con una edición moderna, encuentra muchos errores de lectura, muchas lagunas y, naturalmente, las mismas dificul­ tades que dieron lugar a las conjeturas y exclusiones de edi­ tores recientes. Pero éstas son en gran medida imperfecciones de los manuscritos y no fallos del preparador del texto im­ preso. En lo esencial, el texto de Aristóteles es presentado en forma utilizable, y ofreció al creciente grupo de humanistas y eruditos la posibilidad de comprobar la traducción de Valla, de preparar traducciones en general más satisfactorias y de proceder a ediciones mejores y a exégesis inteligentes» 23. En 1536 se publicó, también en Venecia y en la Imprenta Aldina, la primera edición bilingüe: texto griego acompañado de una nueva traducción latina. E ra obra de Alessandro de' Pazzi (Paccius), quien, según manifiesta en la dedicatoria, fechada en 1527, había preparado esta edición en Roma el año 1524. La publicación fue postuma. Esta edición de Pazzi ofrecía al lector dos ventajas: por primera vez apare­ cían juntos el texto griego y la traducción latina, separados de las otras obras que acompañaban a la Poética en la edición aldina, y también por vez primera se ofrecía al público un 22 «Lascaris’s emendatíons constitute an important epoch in the history of the Poetics... and it is probable that the contribution of Lascaris to the text is the greatest which any one scholar has made» (pág. 97 de su edición de la Poética, cit. por Bernard Weinberg, A History of Literary Criticism in the Italian Renaissance, The University of Chicago Press, 1961, pág. 367, n. 23). 23 O. c., pág. 367. 20 Poética de Aristóteles volumen pequeño y manejable, en contraste con los grandes tamaños de las ediciones anteriores24. Quizá a ambas cosas se debió su éxito: se reimprimió en 1537 (un año después de su aparición) en Basilea, y en 1538 en París. El texto griego es, a juicio de W einberg25, m ejor que el de la aldina, aunque había poco que añadir, a base de los manuscritos accesibles, a las aportaciones hechas en aquella edición por Láscaris. Pazzi utilizó tres manuscritos, uno de ellos del Vaticano (el actual Vat. gr. 1400), de los cuales sacó algunas enmiendas útiles. En 1548 editó en Florencia Francesco Robortello el pri­ mero de los grandes comentarios de la Poética, con el siguien­ te título: Francisci Robortélli Vtinensis in librum Aristotelis De Arte Poética Explanationes. Robortello preparó el texto griego tomando como base el de la edición aldina, pero corri­ giéndolo con la ayuda de algunos manuscritos. Así se hace constar en la continuación del título de la obra: Qui ab eodem Authore ex manuscriptis libris multis in locis emen- datus fuit. Dos de estos manuscritos pertenecían a la familia Medici, y Robortello afirma con frecuencia la superioridad de sus lecciones26. Weinberg considera la de Robortello como la primera edición crítica del texto de la Poética. E ra también bilingüe. Sería prolijo enumerar, aun sin el menor comentario, las ediciones del texto griego a lo largo de tres siglos, hasta la aparición de la bekkeriana en 1831. Véase el apartado segun­ do de nuestra Bibliografía. SÍ hoy carecen de interés para la fijación crítica del texto aristotélico, no dejan de tenerlo para la valoración de las traducciones al latín y a las lenguas modernas durante aquel tiempo, y, en general, para apreciar el enorme influjo de la Poética en las literaturas europeas. El movimiento iniciado en Italia se extendió más o menos pronto a toda la Europa culta de entonces. Pero en ningún sitio alcanzó tanta intensidad como en Italia. Puede afirmarse que, sumada toda la actividad desarrollada en torno al texto 24 ibid., pág. 371. 25 Ibid., pág. 372. 26 Ibid., pág. 388. Introducción: II. El texto griego de la presente edición 23 II EL TEXTO GRIEGO DE LA PRESENTE EDICION E l texto griego aquí presentado se basa en el de la citada edición de Rudolf Kassel en la Biblioteca Oxoniense de Escritores Clásicos. La edición de Kassel ha venido a ocupar allí el puesto conservado por la de Bywater durante más de medio siglo. A juicio de Else, la de Kassel «deja anticuadas todas las ediciones anteriores, al ser la única que propor­ ciona algo así como un informe total y cuidadoso sobre los cuatro testigos del te x to M. Kassel, en efecto, ha estudiado con atención las cuatro fuentes autónomas del texto aristotélico. 1. El Parisinus graecus 1741 procede, como hemos visto, del siglo x , o quizá del xi. Es el texto griego de la Poética más antiguo entre los hoy conocidos. Se cita por la sigla A, Durante mucho tiempo gozó de autoridad indiscutida. Actual­ mente, como dice Kassel, «perdida la tiranía, conserva el principado» (pág. v); su autoridad no es ya absoluta, pero sigue siendo la de más peso. Y es que «de la traducción latina [de Moerbeke] bastantes veces, y de la arábiga muchí­ simas, no pueden deducirse las palabras de los ejemplares griegos, y el Riccardianus, además de estar mutilado, fue escrito con bastante negligencia» (ibid.). Kassel ha colacio­ nado la reproducción fotolitográfica del Parisinus publicada por H. Omont en 1891, y, en algunos casos, ha examinado el códice mismo. 2. El Riccardianus 46, citado por la sigla B , habría sido escrito, según Else, en el siglo x n 35; según la opinión común, 34 Aristoíte. Poetics, pág. 12. 35 Jbidem. 24 Poética de Aristóteles compartida por Kassel, en el xiv. Durante mucho tiempo per­ maneció olvidado, o por desconocimiento, o por descuido, o porque no se le concedía importancia. Comenzó después a ser apreciado, pero tardó en ser estudiado diligentemente. Ya en 1895 publicó Landi una colación del Riccardianus; pero, según Kassel, su trabajo fue muy deficiente, pues sólo enumeró todas las lecciones del texto comprendidas entre 1448a29 y 1449al, seleccionando arbitrariamente las corres­ pondientes a los demás pasajes y omitiendo precisamente las palabras que m ejor demuestran su independencia frente al Parisinus: (1455al4) tó tó^ov ¿vteívciv, ccXXov Sé ju]5évoc, Ti£7ioiT]jiávov ótió Tou hoit)tou Kod ónóOeaiq, KOtl et Ye T<̂ tó£ov, donde el Parisinus sólo dice tó tó£ov. No es extraño, con­ cluye Kassel, que una colación tan imperfecta indujera a los eruditos que la dieron por buena a considerar el Riccardia­ nus, igual que los otros códices más modernos, como simple apógrafo del Parisinus. Kassel cree dar por vez primera «noticia justa e idónea» de este códice (pág. viii). 3. También se conoció mal y se utilizó ineptamente du­ rante mucho tiempo la traducción medieval latina de la Poética. Se ignoraba incluso el nombre del traductor. En 1930 dio a conocer G. Lacombe que esta vieja traducción se conservaba en dos códices medievales: el Toletanus 47.10 ( = T), perteneciente a la Biblioteca del Cabildo catedralicio y escrito hacia 1280, y el Etonensis 129 ( = O), propiedad de la Biblioteca del Colegio y escrito hacia 1300. En 1953 se hizo una edición cuidadosa36. Minio-Paluello, en el prefacio, fechó la traducción en 1278 y demostró que erá obra de Guillermo de Moerbeke, el cual había usado para ella un códice griego ( = hermano del Parisinus 1741. 4. La traducción árabe se hizo en el siglo x sobre otra siríaca perdida, fechada sin seguridad en el ix y basada en un códice griego desconocido. La estudió Margoliouth por 36 Aristóteles latinus: De arte poética GuiUelmo de Moerbeke interprete, ed. t Erse Valgimigli, reviserunt, praefatione indicibusque instruxemnt Aetius Franceschini et Laurentius Minio-Paluello, 1953. Introducción: II. El texto griego de la presente edición 25 vez primera; posteriormente, J. Tkatsch editó el texto árabe y lo tradujo al latín literalmente, añadiéndole amplios co­ mentarios de carácter crítico 37. Si ya las deducciones para el texto griego basadas en la traducción latina de Moerbeke, aun tratándose de una lengua tan próxima al griego y de un traductor bien conocido por su escrupulosa fidelidad, son aventuradas y sólo pueden tener, en general, valor de conjeturas, imagínese la descon­ fianza con que habrá que m irar los intentos de restauración fundados en la traducción de otra traducción, mediante las cuales un original griego desconocido, y por tanto sin garan­ tía, fue adaptado y readaptado a dos lenguas semíticas a tra­ vés de manipulaciones quizá semejantes a las operaciones clínicas del célebre Procustes. Me adhiero plenamente al elogio que tributa Else a la edición de Kassel en lo relativo a la cantidad y calidad de su información crítica. También su texto me parece bueno; por eso lo he tomado como base del mío. Pero en algunos casos no he podido seguirlo. En casi todas mis discrepancias se trata de restablecer el rango de autoridad, dando en prin­ cipio, mientras no haya razón en contra, preferencia al Pari­ sinus sobre el Riccardianus, a éste sobre la traducción de Moerbeke y a la traducción latina sobre la arábiga. En cuanto a las conjeturas de editores y críticos renacentistas o moder­ nos, sólo pueden prevalecer sobre las fuentes cuando el sen­ tido no admite o rechaza absolutamente el texto tradicional33. Enumero a continuación los pasajes en que me aparto del texto de Kassel. Tomo casi siempre de su aparato crítico los datos que, según creo, justifican mi elección en cada caso. Indico en primer lugar la lección adoptada por mí; luego, separada por raya oblicua y seguida por la sigla K ( = Kassel), 37 Die arabische Vbersetzung der Poettk des Aristóteles und die Grundlage der Kritilc des griechischen Textes I, 1928; II, 1932. 38 Poco antes de dar mí trabajo a la imprenta me llegó la edición bilingüe de Massimo Pittau: Aristotele, La Poética, a cura di..., Palermo, 1972. He podido utilizar algunas de sus aportaciones. Su texto griego coincide gene­ ralmente con el mío en el deseo de atenerse a las fuentes. 28 Poética de Aristóteles 49b23 49b26 49b29 50a 1 50a2 50a3 50a7 50a8 50a 12 50a 13 50al6-17 50al7-20 50a29-30 50b9-10 50b 13 50b23 51a2 51a3 51a9 51bl9 51b21 51b32 d T roX apóvT £< ; / á v a X a p ó v x E q K : á v a X a [ 3óvT£<; Ber* nays : chioXapóvTEc; E . ándcoTou / ¿Káaxí^ K : éKáoxou E , tractatus Coislia- nus in defin. comoediae : ¿Káotcp Reiz. Kal l̂áXoq / [ kocI néXoq] K : Kal jiéXoq E : del. Tyrwhitt. tivocq), ti¿4>üK£V / rivaq [nécpuKsv K sin explicación. ?}0oq, Kal/ ?j9oc;] Kal K sin explicación. to5cvt£(;. / návxeq), K. yvó^r]v. ’AváyKT] / yv6^T]v— áváyia} K. Ttáor̂ q Tpay<¿>5[aq / iTáorjí; Tr¡<; xpayíp&íaí; K : Tr¡<; B : om. A. (to5cvt£<;) [ o ó k óXlyot aóxfóv] / f o ó k óXíyoi aOxcov f K sin explicación. Más convincente Hardy: «TiávTEq ¿x; eíueív post multos scripsi, seclusis tamquam glossemate verbis oük óXíyoi aóxc¡Sv, quae desunt in Ar». ^x£L ‘rácv / 1 & x et ráxv f K sin explicación. Tipá̂ Ecoq / Ttpá^EQv K : Tipá̂ Ecov B : irpcĉ Etoq n. Kal £ó5ai(iovía... xoúvavTtov* / [nal EÓSai^tovía... ToóvavTÍov]* K sin explicación. X á ^ e iq K al S ia v o ta q / X ¿ £ e i K al 6 ia v o C ^ K : X é £ e iq K al Siavotaq E (Ar) : corr. Vahlen. év olq... 4>Euy£i / [¿v olq... tjjeóyEi] K : év olq... <j>e6y £i E : del. Bekker (om. Ar). tcov ^év Xóycov / t tSv jiév Xóycov t K : tcov jiév XóycDv E : om. Ar { ‘videntur fuisse interpólatei* cala- mo notavit nescio quis in editionis Oxon. a. 1760 exemplari Bodleiano). 5é / Srj K : Sí| Bywater : 5¿ E . Gfitoptaq, / Becopíaq) K. £<pov)‘ / ^ o v * K . ¿DOTiEp... $áaiv / t^oitEp... (j>áaivf K sin explicación, ¿vtaiq / év évtau; K : áv évtaiq B : ¿v(aiq n. "A vOei* / *Av8eÍ* K : ’AvGeí Welcker : fivGei AB : anthe Lat : *'Av0fl Gudeman (Ar ?). Kal Suvará yEvéoGai / [Kal 5. yevécGai] K : Kal 5. Introducción: II. El texto griego de la presente edición 29 yevéoOai 5 : secl. Vorlaender (om. Ar) : y£véo0ai del. Hatzfeíd - Dufour. 52a3 Kal (xaXXov / [K a t ^xaXXov] K : Kai {¿aXXov H : del. Ellebodius, Spengel. 52al0 y£véo0ai / ytv£a0ai K : yív£a0ai B : y£v¿o0ai n. 52a33 ‘it£putéx£ia / TtepiiíeTet :̂ K : ireptirsTeí^ Gomperz : 'itepraéxEia B. 52a35 £oxiv 6xe, ¿Soitep Etprjxai, au[¿[3cdv£i* / t ¿oxtv tionep eípr^xai au[i|3a(v£t f K. Sigo aquí a Bekker, cuyo texto es al menos legible. 52bl <J>ó¡3ov, oícav... ónÓKfiuat* / <{>ó¡3ov (ofa>v... Ó7tÓK£ixai) K. 52b2 £xt / ¿irxeLSr| K : ¿TíEiSri Vahleno duce Susemihl : Mxt Sé H. 52b4 ai í̂év 0ax¿pou / ai (iáv eíai Oaxápoo K : £Ícn B : om. n. 52b7 ¿KEÍva / ¿keívou K : éK£(v« S : corr. Bywater. 52b23 SXou / SXrj K : #Xr| Susemihl (SXrj t o o Westphal) : 6Xou A. 52b25 y.év SeÍ / fi¿v (obq eí&ech} 6eí K : £Í6eoi rec : om. A. 53a25 Kat noXXaí / Kat aí TioXXat K : kai at Knebel : Kat I~I. 53a37 k & v o t / o t ¿xv K : o t áv Bonitz : cicv o t S . kocv o í Spengel (Pittau). 53b34 xóv / xó K : xó Theod. Rentius, Bonitz : xóv AB. 54a22 ccvSpEÍov / áv&pelav (se. ctvai. yuvaiKa) scripsi K : ávSpEÍov S. 54a23 xó f] / oí5x<o<; K : ovTcoq Vahlen : 06 xS B : **xón A : aut Lát : xó ̂ Pittau; confirmat Lat aut. 54a25 ÓSoit£p eípr^xai / upo£Ípr\Tcxi K : TrpoEÍpiyrai (irpo ex TCEp corr.) B (Ar) : (¿oitsp eíprjxai Jl. 54a27 óitoxt0£Í ̂ / 6?roxE0fl K : ¿>7rox£0fl B ; Ó7toxi0EÍ<; n. 54a29 ávayKaíov / ávayKdíaq K : ávayKaíat; Thurot : ávayKatov H (Ar). 54a33 «Sa-TtEp / ó^iolaq ¿Sonap K : ó^oíox; B (cf. Phys. 208a 27) : om. n. 54bl3 'itoiEtv* / 7toi£Ív K. 54b 14-15 irapá5£iy^a... ’A yáeov... *'0^r¡poq / t 7rapá5£iy¿ia. 30 Poética de Aristóteles 54b35 54b37 55a5 55a7 55al5 55a25-26 55a27 55b7-8 55b 17 55b22 55b31 56a2 56a8 56alO 56a23 áyaGóv... "O ^poq t K : TcapáSsiy^a oKXr)póxT]xoq A : post áyaGóv Kai transp. Lobel : secl. Ritter, prob. Else qui post nal add. Sjioiov. Cf. nota 223 a mi traducción. &ió ti eyyuq / Sió éyyóq ti K : 6ló éyyóc; ti Vahlen : &i’ óti éyy6c; A : 5ió ti éyybe, B. aío08o0ai / aía0éo0ai K : aio0£a0ai AB (Ar). ó ’OpéoTT)*; / ’OpéoT'HQ K : ópéoxrjt; B : ó ópéoxrjQ A. yáp xóv / yáp £c¡)r] xóv K : e<t>rj B (Ar) : om. H. cbq 6r) / K : Si’ E : Sí) Tyrwhitt. Acepto con Hardy y Pittau esta corrección que facilita la com­ prensión del conjunto. XavGávcnxo / XavGávoi [xó] K : XavGávoi rec : Xav- Gávoixo B : XavOávoi xó A. ópcüvxcc xóv 6eaxf]v / ópcovxa [xóv 0eaxf)v] K : ópcovxcc (se. xóv Tiotiqxiqv) Butcher : ópcovxa xóv Geaxr|V A. [xóv 0eocxt?)v] secl. Gomperz, Butcher, Hardy. &iá... KaOóXou / [6 iá ... K a G ó X o u ] K : K aG ó­ Xou E. : secl. Christ (£ £ c o xou K a 0 ó X o u secluserat Duentzer). (ou> / oó K : om. E. oó no es imprescindible; sí aceptable. xiváq aóxóq, ¿mGép.evo<; / xivác; áTiiGé^evoq K : éiu- Gé̂ iEvoQ aóxóq B : aóxóq é'jtiGé^evot; aóxóq 11. f) aóxcov, Xóoiq / fj aóxcov ** Xóoiq K. xéxapTov... / xéTapxov t orje; t K : or\c, B : órjq A : spat. vac. in Lat : ot|nq Bywater coll. 1458a5, sed obstat 1459b8-9. « t ó 5é xéxapxov el&oq scripsi», Hein- sius, apud F. Canseco, pág. 321. Cf. nota 265 a mi traducción. oó8év íocoq / ou&evI ¿bq K : oó&evl óq Zeller : oó5¿v íocoq AB : nihil minus (f|oaov) Lat : íooq non vertit Ar. ¿í̂ <J>cd dei KpoxsioGocL / á^óxE p a ápxiKpoxEÍaGca K : á^óxEpcc ápxiKpoxetoSai Immisch : á ^ ó x e p a ávxt- Kpox£io0cxL B : á̂ i(f)tó áeí Kpox£Ío0ai A : ambo sem- p er coadiuvare ( coadunare Lobel) Lat. xoDxo / xoGxo nal K : Kal B (Ar ?) : om. fl. Introducción: II. El texto griego de la presente edición 33 60b20 60b21 60b28 60b36 61 a5 61 a8 61al6 61a31 61a33 61a35 61b8 61b9 61bl2 61bl5- 61bí8 62a4 62a 16 f) dSúvaxcc 7r£7ioír]Tai / £f] d8. nenoírjTai] K : f) á5. H£7io[t]toci AB : secl. Duentzer : f} dbóvaxa non vertit Lat. ÓTroiaouv / ó'rcoiavouv K : ótcolocvoüv AB : ó'itoiaouv Winstanley (Hardy). f¡^apxr¡a0ou / [f||¿apxf¡o0ca] K : jiapTÍ|o0ai (fj super ̂ ser. m. rec.) A : Tfj^apTfjoBai B : del. Ussing. áXX’ Mtüxev / dXX’ eí etüx^v K : st exuxev B (Vah­ len) : Etuxsv n. t] / eí K : eÍ Spengel : - n : om. B. fj / eí K : eí $ : f) AB. dXXoi / ‘jtdvTEq K : ndvxEq Graefenhan : dXXoi A. Cf. nota 365 a mi traducción. ye Kara / ye ( kclí) Kard K : ye Kaxá A : Katd ye B : nal add. Heinsius (Ar). olov xó / oíov x<p K : olov xó) Bywater : otov xó AB. á>q j ¿>5Í, cbq K : cb&l cbq B (Vahlen) : obq A. 5ict̂ dpxT]y.cc / Si’ d^ápxr^cc K : ájiápxruAa Madius (L at) : &ia^ápxr]^oc A. e í k ó <; e o x i v / fs É K Ó q ÉoxLvf K : E ÍK Ó q FI (Ar) : e í ’ ÍKáSioq ? {tacoq y áp d56vaxov) toioóxouí; / * * xoioóxouq K : <Kcd el d8óvaxov) suppl. Vahlen qui lac. detexit, <kocI íoco<; dSóvocxov) ex Ar Gomperz : "Iacoq ydp d5óvaxov Pittau ex Ar «fortasse enim impossibile est». ÓTtEvavxtoc, / ó'nEvavxtcoq K : £m£vavx((ú<; Twining (Ar ?) : ümEvavTÍoc óq fí. cc¿x¿v / faóxóvf K : aóxóv í"l : Xuxéov M. Schmidt : fortasse évavxtov, cf. De gen. et corr. 315a3. rj / et K : el rec : i5} fí. Kort xdq ¿Si|í£tq / [tcal xdt; fíijJEiq] K : Kal xdq otfJEiq FI (Ar) : secl. Spengel. — &<; f f\<; K sin explicación : ócc coni. Vahlen = Ar : k A defendit Bywater (Hardy). 34 Poética de Aristóteles III EL TEXTO LATINO 1. T ra d u c cio n es la t in a s de la « P o é t ic a » a n t e r io r e s a l a d e R icc o bo n i La traducción latina de la Poética había sido hecha ya varias veces antes del Renacimiento. La primera de que se tiene noticia la llevó a cabo en España, a mediados del si­ glo x i i i , Hermán Alemán, uno de los traductores más ilustres de la Escuela de Toledo en su segundo período39. En España igualmente realizó la suya Mantino de Tortosa en el siglo xiv. Ni una ni otra se hicieron sobre un texto griego, sino que partieron de la versión arábiga abreviada del filósofo hispano­ árabe Averroes, basada a su vez en la traducción árabe de un cristiano nestoriano llamado Abu Baschar (Abü Bisr), que tampoco había tomado como punto de partida un original griego, sino una traducción siríaca40. La primera traducción directa del griego al latín fue la de Guillermo de M oerbeke41, más conocido por los filósofos que por los humanistas a causa de sus traducciones de otras obras de Aristóteles, especialmente por la de la Metafísica, que, como es sabido, fue utilizada por Tomás de Aquino para su Comentario de los doce primeros libros de esta obra capital del E stagirita42. 39 Hermán Alemán (Hermannus Alemanus) trabajó largos años en Toledo como traductor latino. Hizo también una traducción castellana del Salterio, escrita, a juicio de Menéndez Pidal, «con notable vigor literario, aunque con un mediano conocimiento de la lengua hebrea, lo cual hace suponer que tuviese algún colaborador; quizá no lo necesitaba para el manejo de la lengua española, pues estaba naturalizado en el reino de Alfonso [X el Sabio], donde ocupó la silla episcopal de As torga, de 1266 a 1272» (España en su Historia, Madrid, 1957, vol. I, págs. 735-736 y 739-740). 40 J. E. Spingarn, o. c.t pág. 16. 41 Vid. supra, pág. 24. 42 Vid. mi edición trilingüe de la Metafísica de Aristóteles, Madrid, Gredos, 1970, págs. XIV s. Introducción: III. El texto latino 35 Las traducciones de Hermán Alemán y de Mantino de Tortosa tomaban el pensamiento aristotélico de fuente muy alejada del original. Moerbeke hizo la suya ad pedem litterae según su costumbre, y tampoco dispuso de un texto griego totalmente aceptable. No eran, pues, estas traducciones apro­ piadas para despertar el interés de los hombres de letras del Renacimiento. A esto se debió sin duda, al menos en parte, que la Poética de Aristóteles no llegara a ser conocida por Dante ni por Boccaccio, ni probablemente por Petrarca, que sólo una vez alude a ella oscuramente. Los humanistas italianos del siglo xvi tenían la convicción de que la Poética acababa de ser recuperada tras largos siglos de olvido. Robor­ tello escribe en 1548: «Este libro yació en el abandono casi hasta estos tiempos nuestros» 43. Bernardo Segni, que tradujo la Poética al italiano en 1549, se refiere a ella como «aban­ donada y olvidada por largo tiempo». Y Bernardo Tasso, unos diez años más tarde, lamenta que haya estado «sepul­ tada durante tanto tiempo en las oscuras sombras de la ignorancia». La primera traducción latina de la Poética hecha con espíritu renacentista fue la que en 1498 publicó en Venecia Giorgio Valla. La traducción de Valla puede, en efecto, con­ siderarse como el primer cohete de la gran fiesta literaria que los estudiosos de Aristóteles celebraron en Italia durante más de cien años. Pero, ya fuese «che la copia del testo greco lo ingannasse, o che verso di sé fusse Topera malagevole per ogni guisa massimamente in quei tempi, egli di quella impresa picciola lode si guadagnó»44. No siendo, pues, satisfactoria la traducción de Valla, Ales- sandro Pazzi, «huomo delle lingue intendente, et ingegnoso molto, alia medesima cura si diede, et ci lasció la latina 43 «Jacuit líber hic neglectus ad nos ira fere haec témpora». Tomo esta cita y las dos siguientes de Spíngarn, o. c., pág. 17. 44 Lionardo Salviati, «Delli interpreti di questo libro della Poética», breve nota incluida en el ms. de la Bibl. Nac. de Florencia 11.11.11, titulado Parafrasi e Commento della Poética d'Aristotile, cuya descripción puede verse en Bernard Weinberg, o. c., pág. 1147. La nota «Delli interpreti...» la reproduce Spingarn como Apéndice B de su o. c., págs. 334-336, por donde cito: pág. 334. 38 Poética de Aristóteles 2. L a traducción latina de R iccoboni Antonio Riccoboni enseñaba, hacia 1570, humanidades en la Universidad de Padua, una de las más ilustres de Italia, donde también enseñó pocos años más tarde Galileo. La primera obra impresa que conocemos de Riccoboni se publicó en Venecia el año 1579. Es un volumen de [32] + 457 + [7 ] páginas, en 8.°, que contiene la Retórica y la Poética de Aristóteles, y lleva el siguiente título: «Aristotelis Ars Rhetorica ab Antonio Riccobono Rhodigino I. C. Hvmanita- tem in Patauino Gymnasio profitente latine conuersa... Aristo­ telis Ars Poética ab eodem in latinam linguam versa. Cum eiusdem de re Cómica disputatione». La parte dedicada a la Poética tiene las siguientes secciones: a) una nota preliminar, titulada «Quomodo ars poética sit pars logicae»; b) una breve relación de «Variae quaedam lectiones»; c) la traduc­ ción latina de la Poética, y d ) un tratado «De re Cómica». En la nota preliminar considera Riccoboni los argumentos de autores que habían estudiado antes que él la relación entre poesía y lógica, y expone su propia opinión sobre el tema. Es una especie de introducción general, destinada a facilitar al lector la comprensión del cuerpo principal de la obra, constituido por la sección tercera. Las «Variae lectiones» son, a juicio de W einberg56, pocas y de originalidad escasa. Riccoboni se limita a justificar, en algunos puntos difíciles del texto, su elección de una de las lecciones propuestas por sus antecesores. La elección sirve, generalmente, para explicar su propia traducción del pasaje afectado. Unas veces acierta al elegir; otras, se equivoca. Weinberg da como ejemplo de lo primero el repudio de <¡>q; 'itépoac; en 1448a 15, y de lo segundo, la elección de á^oxépou; en vez de Trjc; <j>coví]q en 1447a20, donde Riccoboni traduce: «alii autem utrisque». Pero la repercusión total de su elección de variantes sobre la traducción es de escasa importancia. w Ibid,, pág. 584. Introducción: III. El texto latino 39 La traducción de Riccoboni es, según Weinberg, caracte­ rística de su tiempo: «constituye una especie de vulgarización del texto latino»57. Riccoboni trataría de conseguir una tra­ ducción más accesible que las anteriores para el lector ita­ liano, simplificando el orden latino de las palabras hasta acercarlo a la manera propia de la lengua vulgar, eliminando las fiorituras de estilo, las palabras escogidas, los intentos innecesarios de dar sonoridad y variedad a la frase. Como muestra de lo conseguido por Riccoboni, transcribe Weinberg una a continuación de otra las traducciones de Maggi y de Riccoboni correspondientes al pasaje 1447al8-23 M: Maggi, p. 39: Vt enim coloribus, atque figuris pleraque quidam aemulantes imitantur, hi quidem arte, consuetudine illi, nonnulli etiam uoce: ita quoque et in dictis artibus accidit. etenim omnes imitationem exercent, numero dico, sermone, harmonía; hisque uel separatim, uel promiscué. Riccoboni, p. 386: Vt enim, et coloribus, et figuris multa imitantur aliqui effigiem exprimentes, partim quidem per artem, partim vero per consuetudinem; alij autem vtris- que: sic in dictis artibus omnes quidem faciunt imitationem in numero, et oratione et harmonía; atque his separatim, aut mixtis. La latinidad ha sufrido — comenta Weinberg— , pero se ha logrado un texto más aceptable para el lector italiano. E sta conclusión sólo parece tener en cuenta la apariencia externa. Si consideramos ambos textos latinos con indepen­ dencia del original griego que tratan de reproducir, es indu­ dable que el de Maggi se acerca más al ritmo y al color de la prosa clásica, y, desde este punto de vista, supera nota­ blemente al de Riccoboni. Pero, si confrontamos los dos textos latinos con el original griego y los juzgamos como traducciones, el de Riccoboni se aproxima bastante más al objetivo primero y más importante de cualquier traducción: 57 Ibidem. 58 Ibid., pág. 585. 40 Poética de Aristóteles decir todo y sólo lo que dice el original. Veámoslo con algún detalle. Podemos observar en la traducción de Maggi: a) ligeras im precisiones: traducción de itoAXá (lín. 19 del texto griego) por pleraque, que tanto puede significar «mu­ chas cosas» como «las más de las cosas» (Riccoboni: multa); trad. de ánaiKá^ovT&c, ( ibid.) por aemulantes, de aemulor, que propiamente significa «tratar de imitar a otro», «competir con otro», pero aquí se emplea en el sentido de «tratar de imitar un objeto» (Riccoboni: effigiem exprim entes); b ) pequeñas omisiones: kccí (lín, 18); primer 6é (lín. 20); év (lín. 22), y dos veces nal (ibid,); c) adiciones, es decir, palabras sin correspondencia exac­ ta en el texto griego: quoque después de o5tcd > ita (lín. 21); accidit después de T¿xvoaq > artibus (ibid.); dico después de j5>u0ii<p > num ero (lín. 22); d) pequeñas libertades en busca de ornato estilístico que no hay en el original: así el quiasmo hi quidem arte, consue- tudine illi < ot í̂áv 8i<3c xéxvrjq oí bk 6tá auvr|0e[ac; (líns. 19-20); la trad. de 6i<3c T¿xvr)q... &icc ouvr)0£(aq... 6iá Qcdvrjq por simple ablativo: arte... consuetudine... uoce (Ricc.: per artem ,.. per consuetudinem ...); la trad. de (lín. 20) por etiam (Ricc.: autem); la ruptura de la frase cortándola con un punto (lín. 21) y la sustitución de îév > quidem por etenim; la trad. de TtoiouvToci por exercent (Ricc.: faciunt); id. del participio por adverbio: prom iscué (Ricc.: mixtis). En Riccoboni, si prescindimos de la variante á^<f>oT¿poi(; y su exacta traducción por utrisque, sólo hallamos: a ) dos pequeñas omisiones (kcú, de k&v, lín. 21, y el primer r\ de la lín. 23), frente a cinco en Maggi; b) una pequeña libertad estilística: la trad. de ot (iév... ot (líns. 19-20) por partim quidem... partim vero, frente a más de media docena en el texto de Maggi. Si aceptamos como m uestra válida el análisis, realizado desde el punto de vista de la técnica de la traducción, de un Introducción: III. El texto latino 43 translatis cum propriis temperandis. — XXXVI: De modo seruando in vsu variorum nominum. — XXXVII: De Epo­ poeia. — XXXVIII: Conuenientia inter Epopoeiam, et Tra- goediam. — X X X IX : Differentia inter Epopoeiam et Tragoe- diam. — XL: Vitia communia Epopoeiae, et Tragoediae. — XLI: De Excusationibus Poetarum. — XLII: De tertio ca- pite Solutionum. — XLIII: De primo capite Solutionum. — XLIIII: De secundo capite Solutionum. — XLV: De tertio, et primo capite Solutionum. — XLVI: De recta reprehen­ siones et numero reprehensionum, ac Solutionum. — XLVII: Quibus rationibus Epopoeia videatur Tragoediae praeferen- da. — XLVIII: Responsio ad rationes. — XLIX: Plura, et meliora habet Tragoedia, quam Epopoeia. — L: Epilogus Libri de Poética. Las notas van en el margen derecho, y las llamadas a nota se indican en el texto con letras pequeñas y voladas, comen­ zando nuevamente el orden alfabético en cada sección. Nin­ guna sección agota el abecedario; sólo en dos (I y X X III) llegan las notas hasta la letra s. Weinberg piensa que Riccoboni se fijó para su trabajo de traductor tres objetivos fundamentales: 1) conseguir una traducción más sencilla y de lectura más fácil que las ante­ riores; 2) adoptar, por medio de la traducción misma, una posición firme sobre el mayor número posible de cuestiones debatidas a propósito del texto; 3) poner de manifiesto el orden, las partes y el método de la obra original61. Ya hemos visto hasta qué punto el deseo de sencillez coin­ cide con el de fidelidad al texto aristotélico, evitando intro­ ducir en la traducción cualquier ornato estilístico, incluso la alteración innecesaria del orden de las palabras. Para lograr el segundo objetivo, Riccoboni procura, en primer lugar, traducir cada palabra griega siempre por la misma palabra latina; además, como ya se ha dicho, recurre a veces a explicaciones marginales. Así, en la traducción de |3e\t[ovoc<; y xeíp°vcxí (1448a4 y a l7), donde Maggi dice «me- liores» y «deteriores» la primera vez, y «praestantiores» y Ibidem. 44 Poética de Aristóteles «humiliores» la segunda, Riccoboni escribe en ambos pasajes «meliores» y «peiores»62; y, en cuanto a las explicaciones marginales, en 1448a4, después de traducir f] kccG’ f)(iSq «quam secundum nos», explica al margen: «...secundum nos, id est quam homines praesentis aetatis, uel quam homines commu- nes, quales nos sumus» 63. Aquí deja que el lector elija. Pero otras veces adopta una postura más resuelta. Al traducir los pasajes del cap. XV donde, entre las cualidades de los carac­ teres, Aristóteles enumera tó o îolov (54a24) y tó ójaccXóv (54a26), Riccoboni traduce respectivamente por «similes» y «aequales» y anota al margen: «Similitudo refertur ad eos de quibus alii scripserunt», «Aequalitas ad eos de quibus nos primum scribimus». Y, como ejemplo en que la traducción implica una decisión en problemas muy debatidos, Weinberg c i ta 64 el siguiente pasaje relativo al héroe trágico (53a7-13), 62 Hay sin duda esta tendencia en la traducción de Riccoboni; pero hay también muchas excepciones. Se podría afirmar incluso que la mayoría de las palabras griegas, aun cuando se trata de términos importantes, no reciben una, sino varias traducciones. He aquí unos cuantos ejemplos: ácyvoia ignoratio 52a30; ignorantia 53b35, 56bl3; áycbv certamen 50bl8, 53a27; contentio 51a6; ■ áK.oXou0é<a consequor 48a3, 49bl0, 53a34; persequor 52a28; sequor 62b7; áXoyov sine ratione 54b6, 61b23; quod ratione vacat 60al3, 61b20; quod caret ratione 60a29; quod est sine ratione 60a36, 61bl4; á[iápTT]^a erratum 49a34, 60bl9, 61b8; peccatum 60b30; eISoc; forma 47a8, 49a8, 49b26, 49b30, 52bl4, 58a34, 58bl4, 59b8, 60b7, 61b22, 62bl7; species 54bl9, 55b32, 56b9, 57a23, 57a31, 57b8, 61al2; éKTtínTeiv labi 55a28, 56al8; displicere 59b31; HETotpáXXeiv immutari 48a22; mutari 49a20, 51al4, 52b34, 53a9, 53aí3, 59b29; [iEtápaoiq mutatio 49a37; transitus 52al6, 52al8, 55b29; Spoq definitio 49b23; terminus 51a6, 51al0, 51al5, 59bl8; airouScxíoq bonus 48a2, 48a27, 49bl0, 49bl7; gravis 48b34; probus 49b24; laude dignus 61a6; oóotaai^ constitutio 52al9, 53a3, 53a23, 53a31, 54a34> 59b 17, 59b21, 60a3; compositio 54al4; c)>aGXoq malus 48a2, 48a26, 49bl8, 51b36, 54a21, 60bl, 61b30; reprehensione dignus 61a6; improbus 62a4, 62a9. Sin embargo, comparando la traducción de Riccoboni con la de Maggi y con otras, puede aceptarse en principio lo que dice Weinberg. 63 Weinberg, o.c., pág. 585. w Ibidem, Introducción: III. El texto latino 45 poniendo en cursiva las palabras que a su juicio constituyen decisiones del traductor: Est autem talis, qui ñeque virtute praestat, et iustitia. Ñeque propter vitium, et prauitatem mutatur in aduersam fortunam, sed propter errorem aliquem. Eorum, qui suunt in magna existimatione, et fortunae prosperitate, cuiusmodi Oedipus, et Thyestes, et qui ex talibus familiis illustres uiri sunt. Necesse enim est egregie se habentem fabulam sim- plicem esse magis, quam duplicem, ut quídam dicunt. El texto de Weinberg coincide con el de Bekker, salvo pequeños detalles de puntuación, en todo menos en la posi­ ción de «simplicem» (penúltima línea), que en Bekker va después de «esse magis» y antes de «quam», igual que en la edición de 1584. El ejemplo no parece muy convincente: no se alcanza a ver en la elección de las palabras latinas de este pasaje más deseo del traductor que el de mantener la mayor fidelidad posible con relación al original. El tercer objetivo se logra por artificios mecánicos ya alu­ didos; el principal consiste en cortar el texto en frases breves y numeradas. En su edición de 1584, la traducción riccoboniana de la Poética se imprimió en Venecia, en un volumen de [8 ] + 5 6 páginas en 4.°, formado por ella sola, con notas marginales, y titulado «Aristotelis Líber de Poética, ab Antonio Riccobo- no... Latine conversa, et clarissimis partitionibus ac notatio- nibus ad oram positis illustrata». La edición de 1587 apareció en Padua, en un volumen titulado «Poética Aristotelis ab Antonio Riccobono Latine conversa: Eivsdem Riccoboni Para- phrasis in Poeücam Aristotelis: Eivsdem Ars Cómica ex Aristotele. Cum Indice copiosissimo. [16] -f 174 págs. a. Para completar la imagen de Riccoboni como erudito, crítico y tratadista del Renacimiento italiano y una de sus figuras más destacadas durante el último tercio del siglo xvi es útilísima la obra de Weinberg tantas veces citada. Allí en- w De esta última edición hay tres ejemplares en la Biblioteca Nacional de Madrid con las siguientes signaturas: 2/15461, 3/38590 y R/20763 = 2/36115. El que lleva la signatura 38590 es el mejor conservado. 48 Poética de Aristóteles 48b23 promoventes genuerunt R : promoventes et genue- runt B. 48b 3 3 quod [et] in hoc metro : et está en R y en B; no el texto griego. en 49al2 propterea R y B : corrijo praeterea. 49a35 habens GE : habent B. 49b5 ignorantur R y B : corrijo ignoratur. 49b26 [sed] per misericordiam : sed en R y B; no en texto griego. el 50a37 ut et primi poetae R : et omitido en B. 50b24 nobis (tragoediam) perfectae : tragoediam om. en y B. R 51al2 et R y B : corrijo aut. 51a22 fabulam (esse) convenire : esse om. en R y B. 51a30 mansit GE : invasit B. 51a35 nec pars R : ne pars B. 51a38 et quae fieri GE : et qui fieri R : et qua fieri B. 51b2 quae Herodoti sunt GE : sunt om. en B. 53a22 aut atrocia pati aut R : atrocia aut pati aut B. 53b29 ac licet GE : at licet B. 53b35 saevi GE : laevi B. 54a4 non adest, et agnitio R : et om. en B. 55alO Phoenidibus R : Phoenicibus B. 54b5 praedicatione R y B : corrijo praedictione. 55al8 et Iphigenia R : et in Iphigenia B. 56a9 muiti autem qui bene R : autem om. en B. 57a20 ut homines R : vel homines B. 57a22 ambulavit vel ambulat R y B : corrijo ambulavit? vel ambula. 57b 18 dicit R y B : corrijo dicet. 57b23 vesper R y B : corrijo ves per a. 58a9 desinunt GE : desinant B. 58all ti et a R : n o B. 58blO i*] x í ) ( a p i v eíSov ^iccpcxQtovoc pot5[£¡ovTot R : ¿ T t y a p i v £i6ov MapaGtóvcx [3a5í£ovxa B. 58M1 ¿ K E iv o u e ^ e X e p o p ó v R : ¿ k e I v o u é £ éXAé(3opov B. 58b23 <J>ayé5cavcx... Tto&óí; R : om. en B. 58b25 Nuv... á e i K ^ q R : om. en B. 58b27 Nuv... áEL&/|Q R : om. en B. 58b30 Aícfjpov... x p á i t E ^ a v R : om. en B. 58b31 rj(ov£q... K p á ^ o u a iv R : om. en B. Introducción: IV. Traducciones castellanas de la «Poética» 49 59al9 59b37 60al 60a29 60a32 60bl7 y 18 60b25 61a29 61a30-31 61a34 61bl-2 6íb22 61b35 62al 62a3 dramaticus R y B : corrijo dramaticas. aiiorum R y B : corrijo aliarum. sit R : fit B. fabulam R : faculam B. sine R : sinc B. praeeligit R y B : corrijo praeelegit. sic GE : sit B. vocant R : vocanti B. atque hoc profecto non esset secundum translationem GE : om. en B. Para non, cf. Apéndice III, Discre­ pancias. eo quod hoc prohibitum sit R : hoc om. en B. vel ut Glauco R : velut ut Glauco B. Aegeeti GE : Aegeesti B. Callipedem R y B : corrijo Callipidem; cf. 62a9. habent R : habeant B. egeat R y B : corrijo egent. IV TRADUCCIONES CASTELLANAS DE LA «POÉTICA» Los preceptistas y muchos escritores españoles de los si­ glos xvi y xvn podían manejar la Poética en traducciones latinas o italianas; algunos, incluso directamente en griego. Pero, con algún retraso, se siguió en España el ejemplo de Italia, donde se había publicado, desde mediados del xvi, una serie de traducciones a la lengua vernácula encabezadas por la de Bernardo Segni en 1549 — la primera traducción a una lengua moderna— , a la que siguieron la de Castelvetro en 1570 y la de Piccolomini en 1572. 1. Ordóñez das S e i j a s - F ló r ez Ca n seco La primera traducción de la Poética impresa en castellano fue la de Don Alonso Ordóñez das Seijas y Tobar, Señor de San Payo. No se estrenaba Ordóñez con esta obra; un año antes de publicarla había hecho imprimir el Tratado. del Gobierno de los Príncipes, del Angélico Doctor Santo Tomás, 50 Poética de Aristóteles Madrid, 1625. La traducción de la Poética, concluida en 1624, según consta por el manuscrito original, reseñado por Gallar­ do oi, apareció en 1626, «mucho antes de que se imprimiera cualquier versión francesa o inglesa»7íi, anticipándose casi medio siglo a la traducción francesa del Señor de Norvilie, que vio la luz en 1671, seguida veintiún años más tarde por la de Dacier, publicada en 1692. Pero, a diferencia de las primeras traducciones italianas, impresas las tres en menos de un cuarto de siglo — la de Segni, además, se reimprimió en 1551, a los dos años de publicarse, y nuevamente en 1643, y Casteivetro reeditó la suya en 1576— , la de Ordóñez no se vio acompañada por ninguna otra traducción castellana im­ presa ni conoció durante siglo y medio el éxito de la reedi­ ción, hasta que en 1778 se reimprimió «suplida y corregida» por el Licenciado don Casimiro Flórez Canseco 11. 69 B. J. Gallardo en su Ensayo de una Biblioteca Española de libf'os raros y curiosos, Madrid, 1888, t. III, pág, 1018 (ed. facsímil, Madrid, Gredos, 1968), trae, bajo el nombre del traductor, O rdó ñ ez de S e i j a s tí T obar (D on Al o n so ) , estos dos apuntamientos: 3271. La Poética de Aristóteles dada a nuestra lengua castellana por D. Alonso Ordóñez de Seyjas y Tobar, Señor de San Payo. — Al Excmo. Sr. D. Manuel de Zuñiga... Conde de Monterey...—Año 1626. — Con privilegio en Madrid por la viuda de Alonso Martin. En 8.°-80 ps. ds. Dedicatoria. (Es curiosa.) Aprob. de Valdivielso: Madrid, 7 Julio 1626, — del P. Gerardo Montano, jesuita: Madrid, 17 Julio 1626. Epigrama latino de Vicente Mariner. 3272. La Poética de Aristóteles, traducida en nuestra Lengua Castellana por D. Alonso Ordones Daseijas y Tovar, señor de San Payo. — Al Excmo. Sr. Conde de Olivares. MS. original en 8.° - 76 h. Dedicatoria: Fecha en Madrid, 28 Agosto 1624. — (Firmado.) — «Don Alonso Ordones das Seijas y Tobar». 70 «Long before any French or English versión was printed». Duncan Moir, «The Classical Tradition in Spanish Dramatic Theory and Practice in the Seventeenth Century», Classical Drama and its Influence. Essays pre­ sen ted to H. D. Kitto. Methuen, 1965. 71 La Poética / de Aristóteles / dada a nuestra lengua / Castellana / por Don Alonso Ordóñez / das Seijas y Tobar, Señor de / San Payo. / Añádese nuevamente / el texto Griego, / la versión Latina y Notas de Daniel Heinsio, y / las del Abad Batteux traducidas del Francés; / y se ha suplido y corre­ gido la / Traducción Castellana / por ! el Lic.d° Don Casimiro Fiorez / Introducción: IV. Traducciones castellanas de la «Poética» 53 al m ejor método y gusto el estudio de los varios ramos de la literatura, deberán los deseosos del restablecimiento de la Poesía quedar muy agradecidos al zelo del ilustrisimo Magis­ trado, que a este fin ha dispuesto el importante y oportuno medio, de que se hiciese esta reimpresión de la traducción Castellana de la Poética de Aristóteles, que no habiéndose vuelto a imprimir desde el citado año de 1626. en que la sacó Ordóñez, era ya rarisima y apenas conocida, y que se la acom- pañáse con el texto Griego; con lo qual podrán los estudiosos instruirse m ejor y asegurarse de su inteligencia y doctrina, y aun se estimularán los aplicados a estudiarla en su ori­ ginal». Pero el éxito no fue mucho más halagüeño que el de la edición de 1626. Aparte de la nueva traducción de Goya y Muniain, de que hablaremos luego, publicada veinte años más tarde, en 1798, y omitiendo la reimpresión de la de Ordóñez por Antonio Zozaya76, no pudo verse en más de siglo w La Sociedad General Española de Librería reeditó, sin fecha, la tra­ ducción de Ordóñez en un pequeño volumen de 14 x 10 cms., sin el texto griego, cuya portada contiene lo siguiente: «Biblioteca Económica Filosófica / Volumen XCI / Poética de Aristóteles / Traducida directamente del griego en 1626 / por / el Licenciado Don Alonso Ordóñez / Seguida de las notas del Abad Batteux / y enriquecidas [síc] con otras de Daniel Heinsio / Escrupulosamente revisada en vista de la versión / de González de Salas / por / Antonio Zozaya / Ex libris de la SGEL / Madrid / Sociedad General Española de Librería / Calle de Valencia, 28»; Este Antonio Zozaya metido a helenista sin saber griego supongo que era Antonio Zozaya You, quien, según la Historia de la Literatura Española de J. Hurtado y A. González Paíencia, 3.a ed., Madrid, 1932, pág. 1008, nació en Madrid el año 1859, fue «periodista y escritor de asuntos políticos y filosóficos (El huerto de Epicteto, 1907)» y se distinguió en la novela: La dictadura (1902), La maldita culpa (1915), Miopita, Almas de mujeres (1920) y Cuentos que no son de amores (1920); el mismo a quien J. Fitzmaurice- Kelly en la pág, 465 de la nueva edición de su Literatura Española (1913) incluye, nada menos que con Maeztu y Ortega y Gasset, en un distinguido grupo de escritores «que prodigan en la prensa un talento verdaderamente original». En su reimpresión de la traducción de Ordóñez no estuvo Zozaya a la altura de su prestigio. Ni siquiera menciona en la portada del libro a FIórez Canseco. Sin embargo, copió la reedición de Ordóñez hecha por éste, sin más alteraciones que la supresión de muchas notas que Canseco había puesto al pie de página y una ligera modernización de la ortografía. No añadió ni una sola nota nueva, y en las que conserva, introduce fre­ cuentes erratas, sobre todo cuando se atreve a reproducir alguna frase o 54 Poética de Aristóteles y medio ninguna actividad de los traductores de lengua cas ̂ tellana sobre la Poética77. palabra griega (p. ej., escribe Canseco, pág, 106, nota 2: «Aristóteles cita en primer lugar la epopeya, porque es el genero de poema que...», y Zozaya, pág. 54, nota 1: «Aristóteles está en primer lugar de epopeya, porque es el género de poema que...»; Canseco, pág. 133, nota {b): «...Si se escribiese o5 por oú, se haría de un adverbio de negar un pronombre», y Zozaya, pág. 13: «Si se escribiese ou por ou se haría... etc.»), o errores de bulto; así cuando en la nota 1 de la pág. 63 abrevia la nota 4 de la pág. 128 de Canseco, que dice: «Esto es, sin conocer que se habla de la divinidad. Nosotros hablamos según nuestras ideas. Si por casualidad, es verdad lo que decimos, no lo podemos saber. Los versos de Xenofanes se hallan en Sext. Empírico, pág. 280», del siguiente modo: «Si por acaso es verdad lo que decimos, no podemos saberlo. Xenófanes (Canto empírico, pág. 280)». A veces ni siquiera acierta en la modernización de la ortografía; p. ej., en la nota 2 al cap. VII conserva «el anapesto y el trocheo...» como está en Flórez Canseco. Reproduce íntegramente el Prólogo de Canseco a la edición de 1778, y aquí sí le menciona, pero llamándole el Licenciado D. Casimiro Flórez. Reproduce también íntegramente las notas de Batteux, traducidas del francés por Canseco, sin mencionar al traductor (estas notas ocupan en la edición de Canseco las págs. 146-232) y, a pesar de decir en la portada del libro que su edición va enriquecida con otras notas de Daniel Heinsio, omite las notas de Heinsio, que en la edición de Canseco ocupan las págs. 296-339. Y las omite probablemente porque están en latín mezclado con mucho griego. Tampoco pudo Zozaya, aunque lo afirma en la portada, revisar escrupulosamente su edición en vista de la versión de González de Salas, por la sencilla razón de que González de Salas no hizo ninguna versión de la Poética, ya que su célebre Mueva Idea de la Tragedia Antigua, o Ilustración Ultima al Libro Singular de Poética de Aristóteles Stagirita, impresa en 1633 (la licencia es del 26 de mayo de 1632), no es traducción, sino, a lo sumo, amplio comentario de esta obra de Aristóteles, o, quizá más exactamente, una teoría de la tragedia basada en autores griegos y latinos, sobre todo en la Poética, de la que sólo reproduce pasajes muy importantes o muy útiles a su propia doctrina, sin que pueda hablarse, ni aun en cuanto a estos pasajes, de auténtica traducción, como puede verse por el siguiente ejemplo, en que González de Salas (pág. 22) aduce la definición de principio, medio y fin, que da Aristóteles en 50b27-31, poniendo en cursiva lo que presenta como cita del texto aristotélico: «Mucho importará para el conoscimiento de estas partes de la Fábula, la noticia que dá de ellas el proprio Philosopho. Dice pues, Que el Principio es aquello, que está independente de otra cosa, que antecede; i que dexa dependencias, que se sigan despues de si. El Fin es al contrario, pues él se sigue a otra cosa, que necessariamente precedió; pero despues de él no queda otra cosa alguna, que se siga. Él Medio finalmente es aquello, que se sigue a otra cosa; i que despues de si dexa otras cosas que se sigan. Con arte igual ha de saber ia el Poeta, dividir propriamente la Fábula. Pero con providencia (creo que de ninguno prevenida). Que el precepto referido mira a la parte de la Acción...», etc. Verdaderamente, lo único que Zozava puso de su cosecha fue un prolo- guillo de tres páginas en que, a vuelta de vaguedades o lugares comunes, Introducción: IV. Traducciones castellanas de la «Poética» 55 Manifiesta Canseco en el párrafo que sigue al que acabo de transcribir: «Habiéndoseme encargado la corrección y cui­ dado de esta edición, juzgué necesario desde luego entrar en un exacto cotejo de la versión con el texto, que me ha obli­ gado a hacer en aquella no pocas emiendas, las quales van todas señaladas, asi por guardar al Autor que se reimprime la correspondiente fidelidad, como para que los inteligentes tengan la satisfacción de observar por sí la necesidad de tales emiendas y mutaciones. Consisten, pues, estas ya en algunos lugares que Ordóñez se dejó sin traducción, donde la que yo pongo va notada entre estas dos señales [ . . . ] , ya en otros mas, en que la versión de Ordóñez o es errada o no es pun­ tual; y en estos la que yo le substituyo va m arcada entre comas, de este modo Para que se vea la razón con que se ha determinado a desechar en tales lugares la versión de Ordóñez y «para satis­ facción de algunos censores nimios», pone los siguientes ejemplos: «En el cap. III. n. 3 [ = 48a29-34] habla Aristóteles de los Inventores de la Tragedia y de la Comedia, y dice asi: [copia a continuación el texto griego y prosigue] Traduce Ordóñez pag. 7. lin. 1. De donde nace también, que los Dorienses se atribuyen el poema de la Tragedia: y el de la Comedia los de Megara, asi los que nacieron en ella quando su República se regía con administración popular, como tos que vinieron de Sicilia, siendo asi que de ellos fue Epicharm o, poeta mu­ cho mas antiguo que Chonides, ni M agnetes: y también se atribuyen la Tragedia a sí mismos unos que, etc. La traduc- viene a decir que «AI héroe de la tragedia le es preciso ser desgraciado para inspirar ternura y piedad». ( ¡Bonita sustitución del temor y la com­ pasión que, según Aristóteles, debe producir la tragedia!) 77 J. Apraiz, o. c., pág. 133 (cit. por Menéndez Pelayo, Bibliografía... X 250), dice no haber logrado noticias de una traducción castellana de la Retórica y la Poética por Hemeterio Suaña, que en 1865 «anunciaba como próxima el Sr. Díaz». Menéndez Pelayo asegura que no llegó a imprimirse. Acaso no llegara siquiera a hacerse. No sería la primera vez que un escritor —traductor o autor original es lo mismo para el caso-*- habría manifestado intención de hacer un trabajo luego no realizado. 58 Poética de Aristóteles 60a20-22: oíovxca yccp... fj y[v£ü0oci. Traduce Ordóñez, y no corrige Canseco: «Porque como quando algunas cosas son o han sucedido, otras suceden necesariamente, si su­ ceden las postreras, piensan los hombres que también las primeras son o se hacen». Aun cerrando los ojos a la fea acumulación inicial de conjunciones (que recuerda el célebre chascarrillo rimado del hostelero), no se puede aceptar que se convierta en causal la primera parte del pasaje, que en el texto griego tiene valor condicional eventual. Es más correcta y más exacta la traducción siguiente: «Pues creen los hom­ bres que cuando, al existir o producirse una cosa, existe o se produce otra, si la ppsterior existe, también la anterior existe o se produce». 61b27: et yáp r| rjrrov <|>opxLKTsj fteX-dcov. La traducción de Ordóñez-Canseco: «Y si aquella es mas excelente, que es me­ nos embarazosa y necesita de menos cosas para conseguir su fin», se alarga innecesariamente, vertiendo dos palabras griegas: rjxxov <j>opxiKr| en toda una oración de relativo que consta de trece. Bastaría decir: «Porque, si es más valiosa la menos vulgar». 61b28-29: 5f)\ov... <j>opxiKr|: «manifiesto es — traduce Or­ dóñez y acepta Canseco— , que será mas embarazosa imita­ ción la que pretende imitar todas cosas». Esta traducción convierte en comparativo el adjetivo tpopriK »̂ que está en grado positivo; introduce innecesariamente el sustantivo «imitación», que no tiene correspondencia en el texto griego, y, finalmente, al dar a sentido conativo: «la que pretende imitar», desvirtúa el significado que aquí tiene el participio, referido a la tragedia, la cual no «pretende imitar», sino que «imita» realmente todas las cosas que representa , es decir, todo lo que pone en presencia de los espectadores por medio de los actores; al contrario de lo que sucede con la epopeya, cuyo procedimiento es fundamentalmente narra­ tivo. He aquí una traducción más sencilla y más ajustada al original: «es indudable que la que imita todas las cosas es vulgar». Introducción: IV. Traducciones castellanas de la «Poética» 59 61b32-34: f\ |¿¿v o5v TpccycpSíoc... ónoKpiTác;: «La tragedia, pues, es una imitación tal, respeto del poema heroico, como eran los representantes excelentes en comparación de los mas viles». La traducción de Ordóñez, aceptada por Canseco, dice lo contrario que el original; convierte en elogio de la tragedia frente al poema heroico (no mencionado aquí en el texto griego) lo que es un reproche esgrimido contra ella por un supuesto adversario que está tratando de rebajarla frente a la epopeya. La traducción correcta debe decir: «Es, pues, la tragedia tal como los actores antiguos creían que eran sus sucesores». 62a2-4: tt| V ouv Tcpóq BeaTocq... 5rjXov o t i <3v str|: «El qual, de la manera que dicen ser mas conveniente a oyentes discretos, y que no tienen necesidad del arte de los represen­ tantes para ser movidos, asi también afirman, que el poema trágico es conveniente a oyentes rudos, y que por esta causa este poema viene a ser peor». El texto griego de Flórez Can- seco tiene aquí dos variantes con relación al nuestro: nspl Tout; 0earóc(; en vez de -irpóĉ 0£crráq y 5i*' 8 en vez de (oí). La traducción de Ordóñez, admitida por Canseco, es en este pasaje marcadamente perifrástica, a pesar de lo cual resulta más oscura que otra ceñida al original: «Así, pues, dicen que ésta es para espectadores distinguidos, que no necesitan para nada los gestos, y la tragedia, para ineptos. Por consiguiente, está claro que la vulgar será inferior». 62bí2: el o5v toótoiq re 6tcx(f)ép£i 'ítaaiv... «Pues si la tra­ gedia se aventaja a todos los otros poemas, no solo en estas cosas...». La traducción correcta es: «Por consiguiente, si la tragedia sobresale por todas estas cosas...» ; -naoiv concuerda con roÓToiq; si fuera otro régimen de Sia^épei, además del instrumental toótolq, tal como lo entienden Ordóñez y Can- seco, iría normalmente en genitivo: 8ia<j). 'irávTo>v. Mas no sólo por omisión pecó Canseco. En algunas de sus propias correcciones podría corregirse algo. Así, en 47a 18-19: ¿307i£p yócp kccI XP^I^01 kcc'l cx 1̂ **01 'rcoXXóc [iL[iouvxa( 60 Poética de Aristóteles Tiveq á'K£tKáí;ovT£<;...t traduce: "Porque así como los pinto­ res con los colores y dibujos imitan y representan muchas co sas..." . La traducción correcta debe decir: «Pues así como algunos con colores y figuras imitan muchas cosas reprodu­ ciendo su ifnagen...». La sustitución de «algunos» y «figuras» por «los pintores» y «dibujos» restringe indebidamente el sentido de las palabras del original. En nota a este pasaje de mi traducción explico que, aunque probablemente Aristóteles se refiere aquí ante todo a los pintores, no excluye a los escultores. Finalmente, manifiesta Canseco la curiosa tendencia a tra­ ducir una sola palabra griega por dos castellanas. Así, en 47a23: pu0̂ <p «el ritmo o número»; en 47bl0: kolvóv «común y genérico», y en 57b 10: óp^eiv «estar la nave en el puerto o al ancla». Y todavía otro ejemplo de 61b29-30: ó><; y«P atoBccvo^évcúv áv îrj aiHóq (aüró en el texto de Canseco, que sigue a Batteux, el cual a su vez siguió a Heinsio) 'itpooGp, TtoXXrjv Kivrjoiv klvouvtocl, que traduce: «como si los oyentes no entendieran lo que se hace, a no egecutarse por los actores muchos y acelerados movimientos», omitiendo la traducción de ccúxó npoo0fi y vertiendo nuevamente una palabra: <rcoX\r]v con dos: «muchos y acelerados». Pero sería injusto aplicar a la revisión, hecha en el si­ glo xvili, de una traducción no más que mediana, llevada a cabo en el xvn, el rigor con que enjuiciaríamos ese mismo trabajo realizado en nuestros días. Canseco era buen hele­ nista. Lo demostró en otros trabajos y hasta en la exquisita corrección tipográfica del texto griego con que acompañó la traducción de Ordóñez. Quizá pensó que, para corregir en ésta todo lo corregible, le valdría más hacer otra nueva. Si se hubiera decidido a ello, sin duda el resultado habría sido más satisfactorio. 2. V ic en t e Mariner Menéndez Pelayo dedica a Vicente M ariner. de Alagón, «portento de fecundidad intelectual y que es entre los filó­ Introducción: IV. Traducciones castellanas de la «Poética» 63 original, reseñado por Iriarte, se había perdido. Actualmente pueden verse los dos en la Biblioteca Nacional. El original lleva la signatura Mss. 9809, y, al comienzo de la hoja pri­ m era, la signatura tachada 0.121. Consta de una Prefación que ocupa once páginas sin numerar, más 581 páginas en 8.°. Contiene «La arte de Rhetorica de Aris/tóteles ~ / La Rheto­ rica que Aristóteles dedicó / a Alexandro Magno / ~ / El libro de la Poética de Aristóteles ~ / Vertidos a la verdad de la letra del texto Griego / por / el maestro Vicente Marinerio Valentino». La Poética comienza en la página 505 y ocupa todo el resto del manuscrito. La copia tiene la signatura Mss. 9973 y consta de 623 pági­ nas en 4.°, numeradas a lápiz. La Poética comienza en la 543. El hecho de que la copia, siendo de mayor formato que el original, tenga más páginas que éste se debe a que la letra de Mariner es verdaderamente «menuda y apretada». Pero resulta bastante clara, y apenas hay tachaduras. La letra de la copia es de buen tamaño, bien trazada y muy clara; debía de ser de lo mejor del copista, pues, en lo demás, su trabajo tiene poca calidad. No sólo dejó, por no haber entendido el manuscrito de Mariner, los vacíos a que se refiere Menéndez Pelayo83, sino que a veces alteró la ortografía (p. ej. «eioqu- cion» al principio del cap. 6, donde Mariner había escrito «elocución») o escribió mal palabras que no entendía (como, allí mismo, «chythmo» por «rhythmo»). La mala fortuna de Mariner privó a casi todas sus obras de la promoción de las prensas. No fue especialmente propi­ cia con su traducción de la Poética, la cual, probablemente, quedará inédita ya siempre. El propio Menéndez Pelayo, gran admirador de Mariner, al recomendar que se publique la versión de casi todas las obras de Aristóteles hecha por el gran traductor valenciano, manifiesta que «tal vez fuera pre­ ferible sustituir a la versión de la Poética, de Mariner, la de Goya y Muniain, hecha en vista de textos más correctos, y en estilo más suelto y desembarazado» 84. El buen momento para g3 Biblioteca de T. E., vol. III, pág. 84. « Ibid., pág. 85. 64 Poética de Aristóteles publicar la de Mariner habría estado en los años que siguie­ ron a su redacción. Es más fiel que la de Ordóñez, incluso después de revisada ésta por Canseco. Más fiel, incluso, que la de Goya y Muniain, que tuvo la doble ventaja de hacerla después de más de siglo y medio y de tener a la vista la de Ordóñez revisada por Canseco y el manuscrito de Mariner, según confiesa él mismo honradamente. Pero el estilo de Ma­ riner es, en efecto, menos suelto y desembarazado que el de Goya y Muniain, y la lectura de su traducción resultaría hoy apenas soportable. Para que el lector pueda juzgar por sí mismo, reproduzco algunos pasajes que ya vimos en la de Or dóñez-Canseco. En 60a20-22: oíovtccl y á p ,.• slvocl fj yíveaGca, Mariner tra­ duce: «Porque piensan los hombres, que quando es lo uno, o se ha hecho, y se hace lo otro, si fuere mas postrero, tam ­ bién, que es primero, y que se hace». Verdaderamente, esto es un galimatías, y quien sólo dispusiera de tal texto caste­ llano, apenas comprendería más que si leyera el pasaje en griego sin entender esta lengua. Una de dos: o Mariner tra­ bucó aquí las palabras de la traducción por la rapidez enorme con que escribía, y no releyó lo escrito, o su texto griego estaba corrompido y era también ininteligible. El utilizado por Canseco en su edición de la traducción de Ordóñez, y lo mismo el de la edición bilingüe de Goya y Muniain, tenían una variante con relación al nuestro: en vez de oxav t o u 6 1 dvxoc; xo5i fj f] yivo^évou y v̂t1tocl » leyeron ambos: 6xav tou81 ovtoq ̂ yivo^évou ro5l yívexccL. Pero con esto no se explicaría la traducción de Mariner en este pasaje. Afortunadamente, no abundan en ella casos semejantes. 61b27: ei yáp nTT0V ^opxuo] PeXxÍwv: «Porque si la que es menos pessada es mejor». Compárese la concisión y fide­ lidad al original de esta traducción con la profusión de Ordóñez - Canseco en este mismo pasaje: «la que es menos pessada» (Mariner); «aquella... que es menos embarazosa y necesita de menos cosas para conseguir su fin» (Ordóñez- Introducción: IV. Traducciones castellanas de la «Poética» 65 Canseco). Y la traducción de ôpTiKi*) por «pessada» podría tener defensa etimológica. 61b28-29: SqXov Sti écrcccvTa .̂t[iou(iév ̂ $opTiKr): «es ma­ nifiesto que la que imita todas las cosas es pessada». Admi­ tida la equivalencia <j>opTiKr| «pessada», la traducción es irre­ prochable. Véanse, en cambio, los reparos puestos arriba (pág. 58) a la de estas mismas palabras por Ordóñez-Canseco. 61b29-31: chq yccp oók aíoOocvojiévcov... 6ér] ^i^eíoGai... El texto griego de Mariner tendría, en vez del posterior klvouv- ta i, la lección tradicional kivouvtcx; de acuerdo con ella, tra­ duce literalmente: «Porque como si no sintiessen si el mismo no propusiere las cosas que mueven mucho movimiento, y affecto, como los malos tibicines, o flauteros embolviendose, si conviniere imitar el disco...» En la segunda mitad del pasaje se observa también en Mariner la tendencia a la duplicación de palabras castellanas: «movimiento, y affecto», «tibicines, o flauteros». 61b32~34: fj ouv rpay<i>5íoc.. • ÓTtoKpiTáq: «Pero la tra­ gedia es tal, como los primeros pensaron que eran los repre­ sentantes postreros dellos».'Si de algo peca Mariner aquí, es de literalidad excesiva. Su traducción, en este pasaje, casi merece el calificativo de moerbekiana. Reproduce casi exac­ tamente el sentido del original; mucho m ejor que Ordóñez- Canseco, que aquí se equivocaron de medio a medio; mejor también, como veremos, que Goya y Muniain. 62al-2: óq 6* outoi £xouot ^póq cxótoúq, f¡ 8\r| t¿xvti irpóq tíjv ¿noitoiíav £x£t- El texto de Canseco empezaba así: ouxoi oCv Mxouoi..., y el de Goya y Muniain <¿<; oCroi exouoi; ninguno de los dos tenía 6 ’ . Mariner traduce: «que ansí estos se han en respeto dellos, o toda la arte en respeto de la epopeia». Su «que» inicial puede responder a o¡3v, pero no hay texto conocido que justifique «ansí» ni «o». Mariner tra­ bajaba, como sabemos, vertiginosamente, y, con las prisas, debió de leer &<; por óq y fj por f). 68 Poética de Aristóteles y harmonía y melodía. Pero aquello que es sin especies, es que algunas se introduzgan por el metro solo, y también otras por la melodía». Salta a la vista que la traducción de Mariner se ciñe al original más que la de Ordóñez-Canseco. Ya en las primeras palabras, O. - C. traducen flepl... Trjt; é^ajiExpou (¿î r|TiK?jc; «De la imitación heroica», sin recoger directamente la palabra «hexámetro»; Mariner, en cambio: «De la imitación, que se haze con el hexámetro». En «y ahora de la tragedia», O. - C. no traducen Áéytó^sv; Mariner, sí: «Pero tratemos ya agora de la tragedia». — También es más literal la traducción de dcTtoXocpóvTec; por «tomando» (M.) que por «dando» (O .-C .); en cambio M. no traduce yiyvó^evov, que sí traducen O .-C ., aunque dan al participio («como nacida») un matiz que no tiene en el original. Nuevamente es más fiel la traducción de Mariner en el comienzo del nuevo párrafo. Ordóñez - Canseco prescinden de la conjunción continuativa o5v: «La tragedia es...» ; Mariner la traduce: «Es pues la tragedia...». O .-C . escamotean la tra­ ducción del tan discutido toloútcdv; Mariner traduce: «destas semejantes». Finalmente, O. - C. introducen en la lín. 30 un verbo: «entiendo», que no tiene correspondencia en el origi­ nal. Mariner se limita a poner «es», que tampoco era nece­ sario, pero, al tener menos entidad, puede pasar más fácil­ mente inadvertido. Fuera de esta que pudiéramos llamar fidelidad voluntaría o subjetiva, mayor en Mariner que en Ordóñez-Canseco, hay otra fidelidad objetiva, resultante del acierto o desacierto en la traducción. Y también en este sentido resulta más fiel la versión de Mariner que la de Ordóñez - Canseco. Es verdad que Mariner asocia Spcávttov a xtóP^ ¿kAotou tcov £[5¿3v év xotq ^opíoiq y lo traduce al principio de esta frase: «obrando separadamente qualquiera de las especies en las partes», donde «qualquiera de las especies» funciona como sujeto de «obrando» (traducción muy ceñida, pero que no corresponde al sentido del original, en el que Spcóvr»v va pospuesto, y no asociado a T* sino a kccI oú 5i* ¿'rtocyyEXíaQ). Introducción: IV. Traducciones castellanas de la «Poética» 69 Pero no es más acertada la traducción de Ordóñez - Canseco: «distintamente en cada una de sus especies, en las partes de los que van representando», donde Spcóvicov tampoco se aso­ cia a su verdadero contexto contraponiéndolo a Si* éTtcryye- Maq, sino que se le hace depender de ¿v xoíc; ^opíoiq, lo cual falsea igualmente el sentido del original. Aparte de esto, Mariner elige m ejor el término para traducir concepto tan importante como KáBapaiq: «purgación», en efecto, es más apropiado que «expurgación» (sobre esto cf. Apéndice II, págs. 381-383). También me parece mejor «inducir» (M.) que «conducir» (O. - C.) para verter itepaívco. Y entre «afectos» (O. - C.) y «passiones» (M.) para traducir TraG^axa, preferiría lo segundo (vid. también sobre esto el Apéndice II, págs. 383- 388). En cambio, «aquello que es sin especies» es mala traduc­ ción de Mariner, motivada por la falsa ordenación anterior de Spcóvrtov y por su des vinculación del contexto; por lo demás, pretende atenerse rigurosamente a la letra del ori­ ginal. Notemos, por último, una vez más en todo este pasaje la tendencia de Mariner a la duplicación: 5pov «definición, y término», *rfjQ oóctlccc; «de su substancia, y essencia», upá- «de una acción, y obra», f|8uâ év<p «jucunda, y dulce» (bis). 3. U na traducción in e x is t e n t e (J. P. Mártir R izo ) Antes de abandonar el siglo x v ii , dedicaré unas líneas a otra traducción castellana de la Poética, citada por varios autores, que sería incluso anterior a las de Ordóñez y Mari­ ner, pero que no he mencionado antes por la sencilla razón de que... nunca la hubo. Me refiero a la que se atribuye a Juan Pablo M ártir Rizo. En el volumen X de su Bibliografía Hispano-Latina Clásica se recogen (págs. 235-256) las «Notas Marginales Autógrafas de Menéndez Pelayo a los "Estudios Helénicos en España” de D. Julián Apraiz». En la pág. 132 de la obra de Apraiz, cuyo título completo es Apuntes para una historia de los 70 Poética de Aristóteles Estudios Helénicos en España, Madrid, 1874, se lee: «Citan algunos escritores una traducción de la 'Poética' de Aristóte­ les hecha por Juan Páez de Castro, de la provincia de Gua- dalajara, cronista y secretario de Felipe II; pero nadie da noticia de ella. Tal vez sea la parafrástica que tomó por texto de su 'Ilustración’ D. José Antonio González de Salas...». Este apunte de Apraiz parece calcado sobre lo que escribe Goya y Muniain en la página III del prólogo «Al que leyere» de su edición bilingüe de la Poética, de que hablaremos luego: «Se suele citar otra traducción Española anterior á éstas [a la de Ordóñez y a la de M ariner], hecha al parecer por Juan Paez de Castro: mas yo no la he visto; sino es que sea la parafrástica que tomó por testo de su Ilustración Don Joseph Antonio González de Salas». Menéndez Pelayo apostilla así el apunte de, Apráiz: «No es exacto. Juan Pablo Mártir Rizo hizo otra versión de la “Poética", valiéndose de la latina de Daniel Heinsio». Y en la Historia de las Ideas Estéticas en España, t. II, pág. 209, dice más explícitamente, hablando de M ártir Rizo: «volvió a tra­ ducir la Poética de Aristóteles; pero como no sabía griego, se valió de la traducción latina de Daniel Heinsio, a quien siguió paso a paso en la distribución de los capítulos, que (como es sabido) difiere en la edición heinsiana del orden generalmente adoptado». Don Marcelino no vio por dentro el manuscrito de Rizo. Sin duda se dejó engañar por la relación de Bartolomé José Gallardo en el Apéndice al tomo II de su Ensayo de una Biblioteca Española de Libros Raros y Curio­ sos, Madrid, 1866 (ed. facsímil, Madrid, Gredos, 1968). En dicho Apéndice, titulado «índice de Manuscritos de la Biblio­ teca Nacional», cuyas páginas a dos columnas llevan numera­ ción independiente y van de la 3 a la 179, Gallardo incluye, entre los manuscritos de comentarios a obras de Aristóteles o de obras de Aristóteles traducidas, tres que relaciona así (pág. 9, col. 2.a): — Poética, traducida del latín al castellano (M, 105). — Poética, traducida por D. Alonso das Seixas y Tovar, dedicada al Conde-Duque de Olivares (original) (M, 211). — Poética y Retórica, traducida por Vicente Mariner (Ff, 51). Introducción: IV. Traducciones castellanas de la «Poética» 73 tételes antes de que se introdujera tan grave alteración en la obra w. La omisión de Gallardo fue sin duda la fuente del error de Menéndez Pelayo, en el que luego han reincidido o tro s87. Cejador, en cambio, al enumerar las obras de M ártir Rizo, se refiere a la Poética de Aristóteles con gran cautela y no dice de ella más que el títu lo88. 4. Goya y M u niain La traducción castellana de la Poética por Don Joseph Goya y Muniain apareció en Madrid el año 1798, cuatro lus­ tros después de la reimpresión de la de Ordóñez revisada por Flórez Canseco89. Menéndez Pelayo parece considerar la de Goya y Muniain superior a ésta, pues, como vim os90, al reco­ se Cf. supra, pág, 52. 87 Joaquín de Entrambasaguas, que, para su tesis Una Guerra Literaria del Siglo de Oro (Madrid, 1932), en la que reprodujo los pasajes más inte­ resantes de la crítica contra Lope, manejó y utilizó el manuscrito de Mártir Rizo, en sus Estudios sobre Lope de Vega, tomo I, Madrid, C. S. de I. C., 1946, pág. 291, atenúa el quid pro quo diciendo que la Poética de Rizo es «una traducción libre de la ‘Poética' de Aristóteles». Según Margarete Newels (o. c., pág. 16, n. 43), María Rosa Lida, en Nueva Revista de Fitología Española, vol. V, pág. 208, extremó la fantasía escribiendo: «...De comienzos del Siglo XVII es la versión de la Poética (de Aristóteles) al latín ( !) de Juan Pablo Rizo». 88 Cejador, Historia de la lengua y literatura castellana, tomo V, pág. 43- 44, trae lá siguiente ficha: J uan P a blo M á r t ir R iz o , conquense, publicó Historia de la vida de L. An. Séneca, ibid. [Sevilla], 1625. Historia de la muerte de Enrico el Grande, Quarto Rey de Francia, ibid., 1625. Historia de la prosperidad infeliz de Felipa Catanea la lavandera de Ñápales, del fr. (Pedro Matheo), ibid., 1625, 1736. Vida del dichoso desdichado, vida de Elio Seyano, ibid., 1625. Estas tres últimas obras están traducidas del francés, de Pedro Mateo, cronista del Rey Cristianísimo. Historia de la vida de Mecenas, ibid., 1626. Norte de Príncipes, ibid., 1626. Historia... del Duque de Birón, Barcelona, 1629, 1635. Defensa de la verdad que escrivió D. Francisco de Quevedo.,, en favor del Patronato de Sant-Iago, Madrid, 1628. Historia de Cuenca, Madrid, 1629. Historia de las Guerras de Flandes, del francés Pedro Matheo, Valencia, 1627. Poética de Aristóteles (ms. Gallardo). 89 El Arte Poética / de Aristóteles / en Castellano. / Por D. Joseph Goya y Muniain. / De órden superior / En la imprenta de Don Benito Cano / Año de 1798, 90 Supra, pág. 63. 74 Poética de Aristóteles mendar la publicación de las traducciones de autores grie­ gos debidas a Vicente Mariner, propone sustituir la de la Poética, no por la de Ordóñez, sino por la de Goya y Muniain, «hecha en vista de textos más correctos, y en estilo más suelto y desembarazado»91. Goya y Muniain confiesa honradamente: «Para ésta nueva traducción castellana he tenido á la vista, y me han ayudado grandemente, las dos que ya temarnos: una de Ordóñez das Seixas reimpresa el año de 1778. con suplementos, emiendas y notas de Don Casimiro Florez Canseco; y otra de Vicente Mariner, que se halla manuscrita entre la muchedumbre de sus obras originales que se conservan en esta Real Biblio­ teca» 92. Si él se ha determinado a hacer otra tercera, ha sido «creyendo que las dos versiones que tenemos podrían todavía m ejorarse algún tanto» 9\ La suya ha recibido, antes de im­ primirse, . el refrendo de personas entendidas residentes en Roma: «Acabada que fué, se remitió original á exámen de inteligentes en Roma: como allí les hubiese parecido bien, quiso el Bibliotecario mayor, y S. M. mandó, que se impri­ miese á espensas de la Real Biblioteca»94. Está convencido, sin embargo, de que «no estará libre de defectos», pero «con solo que sean ménos que en las otras traducciones anteriores» se dará por contento95. No teme Goya y Muniain el juicio de los entendidos que quieran examinar de cerca su trabajo; desprecia, por otra parte, las críticas infundadas: «Por si alguno quisiere carear mi versión con el testo, y fallar sobre la fidelidad y mérito de ella en comparación de otras, ha sido preciso imprimir el Griego á par del Castellano: que el juicio adefesios ó á bulto, qual suele de ordinario ser el de muchos, no es para muy temido, ni aun siquiera para respetado»96. A fin de no me­ recer este justo desprecio, vamos a examinar siquiera los 91 Bibt. de Trad. Esp. III 85. 92 «AI que leyere», III. 93 Dedicatoria «AI Excelentísimo Señor D. Gaspar Melchor de Jovellanos». m Jbidem. 95 «Al que leyere», V. « Ibid., IV-V. Introducción: IV. Traducciones castellanas de la «Poética» 75 mismos pasajes sometidos a crítica en las traducciones de Ordóñez - Canseco y de Mariner, comparando con éstas la de Goya y Muniain. Para abreviar, reproduciré sólo las primeras y las últimas palabras de cada pasaje del texto griego, y, seguidamente, la traducción de Goya y Muniain. 58a30-31: kocI toc xoiauxa... pappapiajióq: «y semejantes acertijos. De la confusion de dialectos procede el barbarís­ imo». El traductor muestra aquí el deseo de determinar lo que en el original no está determinado: 1.° Aristóteles no ha dicho xai xá xoiaGxa atvÍY[Jicxxcc, sino tan sólo Kcd xá xolo:Gxoc; bastaría, pues, traducir «y otros semejantes»; pero, en este caso, la determinación no daña a la traducción. 2.° Tampoco hay en el original nada que corresponda a «de la confusión»; de suerte que, si aceptásemos la traducción de yXókxcc por «dialecto», la traducción debería decir: «De los dialectos pro­ cede el barbarismo»; más que de la «confusión» de los dia­ lectos, se trataría aquí de su abundancia (sobre esto, cf. el comentario a la traducción de Ordóñez - Canseco, supra, pági­ na 57). 3.° La traducción de yXcoxxa por «dialecto» no eli­ mina la ambigüedad de la traducción de Ordóñez - Canseco por «lengua», ni corresponde al sentido del original. «Dia­ lecto», en el sentido que recoge el Diccionario de Autoridades, no correspondía al de «palabra extraña», sino al de «propie­ dad de cada Léngua en sus voces, explicación y pronuncia­ ción», como se ve por este ejemplo de B. Ximénez Patón, Eloqüencia Española, f. 49: «La propiedad de una Léngua, no solo se conoce en que tiene vocablos próprios, sino en que tiene dialecto y phrases próprias», y por estos versos de Thomé de Burguillos, Son. 139: Ampliar la lengua propria, es cosa urbana, Adulterarla es bárbaro defecto. Porque su idioma y cándido dialecto Con voces peregrinas se profana. Esta acepción de dialecto tiene, pues, sentido opuesto al de voz peregrina, que sería otra traducción posible para yXcoxxa. Tampoco respondería al sentido de este término 78 Poética de Aristóteles Si foret in terris, rideret Democritus». La reproduzco entera por su interés objetivo y porque de­ muestra que su autor no entendió aquí el significado de <j>optiKr¡, que no es el de «mecánica», sino el de «vulgar» o «grosera», como se ve por el contexto, pues Aristóteles no se refiere al aparato escénico, sino a la imitación total de las acciones en cuanto representadas por los actores y no sim­ plemente narradas; imitación que puede hacerse con mínimo aparato escénico, incluso sin él. Por otra parte, Goya y Muniain traduce el comparativo [isÁTÍcov por un superlativo: «la mejor». Aquí, su traducción es inferior a la de Ordóñez - Canseco, y muy inferior a la de Mariner. 61b28-29: 6rjXov... cj>opTiKr): «claro está que la que todo lo remeda es bien mecánica». Prescindiendo de la traducción, ya censurada, de 4>opriKr] por «mecánica», «bien» superlati- viza el adjetivo, que en el original es positivo. Ordóñez - Canseco {supra, pág. 58) lo hacían comparativo. Mariner, en cambio, se atenía al original, dejándolo en positivo. 61b29-31: <£>q yáp oók aía0avo^évcov.... £ju^£Ío0ccl. El texto griego de Goya y Muniain tenía ya klvoovtcu; era, salvo detalles de puntuación sin importancia, igual al nuestro. He aquí su traducción: «Por eso los representantes, como que nada entienden los mirones, si no se lo hacen palpable, se mueven de mil maneras á modo de los malos flauteros, que quando tocan la tonada del Disco, se bambolean». Compa­ rada con la de Mariner {supra, pág. 65), la de Goya y Mu­ niain es más suelta, y elimina las reiteraciones terminológicas de la traducción que en aquélla observábamos: «movimiento, y affecto», «tibicines, o flauteros». El sabor un tanto arcai­ zante de «representantes» (actores), «mirones» (espectadores) y «flauteros» (flautistas) era menos marcado en el siglo xv m que ahora. Pero hay impropiedad en la traducción de kuXló- Pevol por «se bambolean». Bam bolearse es oscilar a un lado y a otro, como, por ejemplo, el péndulo del reloj; küXíco, en Introducción: IV. Traducciones castellanas de la «Poética» 79 cambio, es «hacer girar», y, en voz media, KuXíojioa, «girar» (de la misma raíz de kuáív&co, KóXiv&poq «cilindro»). Los malos flautistas, al tocar la tonada del disco, no se bambo­ leaban, sino que giraban sobre sí mismos, «embolviéndose», como dice Mariner. 61b32-34: rj jíev o5v xpayoráCoc... ónoKpixáq: «Por cierto, la Tragedia es tal; y es así que aun los Farsantes han hecho este juicio de los nuevos». Esta traducción de Goya y Mu­ niain, no tan mala como la de Ordóñez - Canseco, pues no llega a decir lo contrario que el original, es, sin embargo, claramente inferior a la de Mariner (cf. supra, pág. 65). Quien no alcanzase por otro camino el sentido de estas pala­ bras de Aristóteles, tampoco las entendería leyendo la tra­ ducción de Goya y Muniain. Suprime éste la comparación, bien conservada por Mariner: «es tal como los primeros pen­ saron que eran ,..» , y omite la calificación de «primeros» o «anteriores», con lo cual se oscurece el texto castellano. 62al-2: oCxoi exouoi. . . £)(ouoi: «y como estos son mirados respeto de los otros, así es reputada toda su arte respeto de la Epopeya». Aquí Goya y Muniain traduce mucho m ejor que Mariner. Ya vimos arriba (pág. 65) a qué podían atribuirse las incongruencias de éste. 62a2-4: xrjv oSv... oxl &v etr̂ : «Esta por el contrario, dicen, se hizo para espectadores razonables; por lo qual no echan ménos figuras estrañas. Mas la Tragedia es para gente insensata: luego siendo, como es, tan mecánica, habrá de ser peor sin rastro de duda». Téngase en cuenta lo dicho arriba (pág. 66) sobre variantes del texto griego en este pasaje. Pero hay aquí defectos de traducción que no depen­ den de las variantes: «por el contrario» no da el sentido de oCv; «estrañas» no tiene correspondencia en el original; tam­ poco «gente insensata» corresponde bien a (fxxúXout;, y sobre «mecánica» como traducción de <j>opxLKr¡ v. supra, págs. 77 s. Con todo, la traducción de Goya y Muniain resulta aquí más 80 Poética de Aristóteles ceñida al original que la de Ordóñez - Canseco, y, estilística- mente, de más fácil lectura que la de Mariner. 62bl2-15: eí o5v toútolc; . . . Tr¡<; ¿hotioiIck;: «Luego si la Tragedia se aventaja en todas estas cosas, y todavía mas en el efecto propio del arte (supuesto que se ordenan ambas á causar no una recreación caprichosa, sino la que vá dicha), habrá de ser m ejor que la Epopeya, como quien toca su fin mas pronta y derechamente». En este pasaje Goya y Muniain saca notable ventaja a las dos traducciones anteriores (v. pá­ ginas 59 y 66). Si hubiera omitido «mas» en «y todavía mas en el efecto...», no habría nada que objetarle. Para term inar este rápido cotejo, veamos cómo traduce el comienzo del capítulo 6, 49b21-31 (las traducciones de Ordó­ ñez - Canseco y de Mariner, supra, pág. 67): «De ésta y de la Comedia hablarémos despues. »Hablemos ahora de la Tragedia, resumiendo la definición de su esencia, según que resulta de las cosas dichas. Es pues la Tragedia representación de una acción memorable y per­ fecta, de magnitud competente, recitando cada una de las partes por sí separadamente; y que no por modo de narra­ ción, sino moviendo á compasion y terror, dispone a la mode­ ración de estas pasiones. Llámo estilo deleytoso al que se compone de número, consonancia y melodía. Lo que añado de las partes que obran separadamente, es porque algunas cosas solo se representan en verso, en vez que otras van acompañadas de melodía». Si comparamos esta traducción con las de Ordóñez-Can- seco y la de Mariner, hallamos lo siguiente: 1.° Goya y Muniain ha comenzado el capítulo con las palabras riept 5é xpay<¿>Síccq Xéyeo^ev «Hablemos ahora de la tragedia», situando la frase anterior: FTept oGv xrfc é^ajiá- xpou [en nuestro texto: év á^a^éxpoiq] (i' r̂|xiKr¡<;... époCjiev, al fin del capítulo precedente; división inusitada, y desacon­ sejada por la correlación de las partículas pero que podría carecer de importancia para la traducción. Introducción: IV. Traducciones castellanas de la «Poética» 83 Resumiendo, creo que puede aceptarse el juicio implícito en las palabras de Menéndez Pelayo citadas arriba (pág. 63), de las que se desprende una valoración favorable a la traduc­ ción de Goya y Muniain comparada con la de Ordóñez, in­ cluso después de su revisión por Flórez Canseco, y con la de Mariner. La de Goya y Muniain falla en ocasiones por mala interpretación del texto griego, debida unas veces a incorrec­ ción de éste, aunque fuese m ejor que los manejados por Ordóñez y por Mariner, imputable otras al traductor; en este aspecto, es superior a la de Ordóñez, pero no a la de Mariner, a pesar de haberse valido de ambas. Es netamente superior a una y otra en la fluidez del estilo, «más suelto y desem­ barazado» que el de sus dos antecesores97. Goya y Muniain alcanzó, pues, la meta que se había propuesto: su nueva ver- 97 Esta soltura la consigue a veces G. y M., en parte, variando los tér­ minos castellanos que deben reproducir el sentido de un mismo término griego, procedimiento poco recomendable, sobre todo cuando se traduce a Aristóteles. Aduciré algunos ejemplos. Traduce: por imitación, 19 veces: 47al6, 22, bl3, 15, 21, 29; 48a7, 24, b3; 49bl0; 50al6; 51b28; 53bl2; 54b8; 59b33; 61b26; 62al8, b4 y 11. Por representación, seis veces: 49b24 (en la definición de la tragedia), 31, 36; 51a31; 52a2, b33. Por remedo, cuatro veces: 50a4, b24; 52b 1; 54a27. Por retrato, tres veces: 48b35; 49a31; 50b3. Omite su traducción dos veces: 59al5, b36. Traduce por imagen una vez: 52al3. por estilo, nueve veces: 50a36; 56a34; 58al8; 59a3, 12 («estilo fami­ liar»), bl2, 16; 60b3, 5. Por dicción, cinco veces: 49al9, b33 y 34; 50a9, 14, bl3. Por habla, dos veces: 56b20, 60bll. Por palabras, dos veces: 61al0, 27. Por cláusulas, una vez: 50a29, y una vez también por cada uno de los términos siguientes: conversación: 49a23; elocuencia: 55a22; modo de decir: 56b8; modo de hablar: 60bl2; pronunciación: 56b9, y representación: 52b23. jjiu0o<; por fábula, 37 veces: 47a9; 49al9, b9; 50a4, 14, 22, 32, 34, 38, b32; 5ía5, 16, 22, 31, bl3(> 24, 27, 33, 34; 52all, 12, 19, 37, b9, 29; 53al2, 18, b4, 22; 54al4, bl, 35; 55a22; 56a8; 59al8; 60a33; 62b6. Omite su traducción cinco veces: 51b38; 52al3; 53a37; 55b8; 56al3. Traduce una vez por fábula cómica, y una vez asimismo por cada uno de los términos siguientes: fábula o tragedia: 56a28; tragedia: 53b7; cuento (iioXú(jtu0oc; «compuesto de muchos cuentos»): 56al2; cuento sabido: 54al2, y dificultad: 54a37, upa^iQ por acción, 25 veces: 48b25; 49b24, 36; 50al, 2, 4, 18, b3, 24; 51al9, 28, 31, b29, 33; 52a2, 13, 14, 37, bl; 53b 16, 27; 59al9, bl; 62b8, 11. Por hecho, cinco veces: 47a28; 50a 16; 51al8; 54al8; 59a22. Por pena, una vez: 52b 11. £u9¡ió<; por número, cinco veces: 47a22, 23, 26, b25; 49b29. Por rima, dos veces: 48b21 (bis). Por compás, una vez: 47a27. oitoi>5aío<; por bueno, tres veces: 48a2; 49bl7; 61a6, y una vez por cada uno de los términos siguientes: de calidad: 48a27; doctrinal: 51b6; grave: 48b34; ilustre: 49bl0; memorable: 49b24. 84 Poética de Aristóteles sión es, en conjunto, superior a las dos anteriores. Y el éxito la ha coronado; en 1948 la incluyó Espasa-Calpe en su «Colec­ ción Austral», donde alcanzó la cuarta edición en 1970. Pero esta nueva versión de la Poética, que lleva el nombre de José Goya y Muniain, ¿es verdaderamente suya? El padre Miguel Batllori, S. I., en su obra La cultura hispano-italiana de los jesuítas expulsos. Españoles - Hispanoamericanos - Fili­ pinos. 1767-1814. Madrid, Gredos, 1966, págs. 124 ss., acusa al «sacerdote don José Goya y Muniain, director de la Real B iblioteca98, hombre oscuro del último setecientos», de ha­ berse mostrado «en las tres obras que publicó a su nombre en Madrid el año 1798, y en otra que proyectó, muy poco escrupuloso en m ateria de plagio y de rapiña intelectual y literaria» (pág. 124). La obra que quedó en proyecto iba a titularse H echos de los españoles en el santo concilio de Tren- to, y, según el padre Batllori, se basaría principalmente en «la copiosísima documentación recogida por el jesuíta Andrés Marcos Burriei por encargo de Fernando VI, y depositada en la Real Biblioteca». Las tres publicadas son: los Comen­ tarios de Cayo Julio César, el Catecismo trilingüe del padre Pedro Canisio y E l arte poética de Aristóteles en castellano. Los Comentarios, según el padre Batllori la más lujosa, de las ediciones de Goya y Muniain, «todas ellas de bibliófilo consumado» " , «van dedicados al rey, y su valor literario es tal, que en 1865 volvieron a publicarse con un elogioso pró­ logo de Milá y Fontanals», y en 1919, cuando la popularísima Colección universal de la Casa Calpe incluyó en sus números 78-80 el De bello gallico en castellano, no hizo más que repro­ ducir aquella antigua edición de 1798, «por ser — dice el pro- <J>aO\o(; por malo, nueve veces: 48a2; 49a32 (cjxJoXÓTepoQ «peor»), bl8, 26; 51b36; 54a21; 60bl; 61a6, b30. Por figurero, una vez: 62a9; una vez también por insensato: 62a4, y una vez por ruin: 48b26. 98 No era director de la institución. Trabajaba en la Real Biblioteca a las órdenes de un Bibliotecario Mayor (cf. infra, pág. 89); su sueldo era tan modesto que no le daba para amanuense (infra, n. 103), y en la carta mencionada luego (pág. 90) se le llama «individuo de la Real Biblioteca». 99 o. e., pág. 124. El ejemplar de su traducción de la Poética que yo he manejado, propiedad de Dámaso Alonso, merece sin duda este elogio que con no muy buena intención le tributa el padre Batllori. Introducción: IV. Traducciones castellanas de la «Poética» 85 logista anónimo— la m ejor seguram ente..., tanto por su fide­ lidad, cuanto por la elegancia de su estilo» í0°. «Sólo que está comprobado — afirma el padre Batllori— que Goya no fue el verdadero traductor». Y basa esta grave denuncia en una «pintoresca historia» que el padre Manuel Luengo dejó escrita en su D iario101, extensísimo documento de más de sesenta tomos, que se guarda en el archivo de Loyola. Dice allí el padre Luengo: El P. Joseph Petisco traduxo en Bolonia los Comentarios de Julio César, y, habiendo llegado una copia de la traduc­ ción, que inocentemente y sin preveer sus resultas dexaría hacer el author, a las manos de don Joseph de Goya, la dio a luz en Madrid con su nombre propio y dedicándola al rey, y consiguió una pingüe pensión... La dicha impresión se hizo sin consentimiento y aun sin noticia del verdadero traductor de la obra de César, lo que no se puede menos de llamar villanía y latrocinio... No ha parado aquí la astu­ cia y malignidad de los que han andado en este negocio, y han llegado a apoderarse con engaño y disimulo del ori­ ginal del author y echarle al fuego, para que no haya este documento authéntico con que demostrar el plagio y latro­ cinio vergonzoso del señor auditor Goya. Ya Menéndez Pelayo se había hecho eco de esta historia del padre Luengo, pero sin concederle la certeza que le atribuye el padre Batllori. En el volumen II de la Bibliografía Hispano- Latina Clásica, págs. 180-182, recoge una larga nota que, a petición suya, le había comunicado el padre Eugenio de Uriarte, hombre de gran erudición, que desde hacía muchos años trabajaba en una bibliografía española de escritores de la Compañía de Jesús. La nota del padre Uriarte incluía la historieta recogida por el padre Batllori, escrita el año 1798, al enterarse el padre Luengo de la impresión de los Comen­ tarios, y esta otra redactada dos años más tarde, al morir el padre Petisco: 100 ibidem. Posteriormente, la Colección Austral de Espasa-Calpe ha se­ guido reproduciéndola con gran éxito: primera edición en 1940, octava en 1969. 101 Año 1798, págs. 307-308. 88 Poética de Aristóteles juicio sin juicio consignado por el padre Luengo [sobre Arteaga]». Cinco más adelante, en la 80, se nos dice de Ar- teaga también, que fue «perseguido de nuevo por la crítica estúpida y anacrónica del refunfuñante padre Luengo», «ex- jesuita español, más integrista —y más cáustico, y de menos cultura que el bueno de Gusta» (pág. 90). «El Diario de Luengo ■—leemos en esta misma página— , que muchos histo­ riadores han encomiado excesivamente como fuente histórica para ese período y para ese ambiente». Y en la 91: «...perió­ dicos, libros y opúsculos que él [Luengo] criticaba con tanta suficiencia cuanto insuficiente y unilateral era su cultura. Pero a las veces tan posesionado estaba de su infalibilidad crítica, que juzgaba los libros sin haberlos siquiera visto por el forro». En la 93 le llama «rancio diarista» y «el mali­ cioso Luengo», y en la 95, «integrista intransigente». Y toda­ vía en la 422 dice que «Luengo se manifestaba injustamente malicioso en sospechar de M asdeu...», y en la 431 comienza un párrafo con estas palabras: «El padre Luengo, comentan­ do con su característico simplismo...». Aunque las historietas sobre Goya y Muniain no tuvieran nada que pudiese extrañarnos, los juicios del padre Batllori sobre el autor del Diario bastarían para hacérnoslas sospe­ chosas. ¿Por qué no se publicaron en vida del acusado, que así habría podido defenderse? Reconoce el padre Uriarte que «una acusación tan grave como la del padre Luengo parece exigir alguna prueba más que la de su palabra, aunque tan fidedigna [? ] , dado que a él se le pudiera considerar como parte interesada en este pleito». Y a tal fin consigna «una noticia que, si no de prueba, servirá a lo menos de credibilidad y confirmación a lo que asienta el autor del Diario». Nos interesa aquí de modo espe­ cial esta noticia porque atañe directamente a la traducción de la Poética. Según el padre Uriarte —y el padre Batllori recoge su testimonio— , en el índice ms. de la Biblioteca de la Universidad de Salamanca (I, 35) se lee la siguiente nota: Posteriormente a la compra de este libro regaló otro ejemplar su traductor M. Pedro Luis Blanco como aparecerá Introducción: IV. Traducciones castellanas de la «-Poética» 89 de la carta que dirije a esta universidad el que se dice traductor contra el nombre expreso de D. Josef Goya y Muniain, aunque se debe creer al primero. La carta aludida en la nota ha desaparecido. El padre Uriarte manifiesta: «Por más que la hemos buscado en más de una ocasión, no hemos podido dar con la carta del Sr. Blanco entre los papeles de aquella Universidad». Por lo demás, esta nueva acusación, independiente, al parecer, de la anterior y al pronto inquietante por la reiteración, no tiene, sin embargo, más consistencia que la del padre Luengo. Antes de darle crédito habría que saber quién era M. Pedro Luis Blanco. Su nombre no figura en la Biblioteca de Traductores Españoles ni en la Bibliografía Hispano-Latina Clásica de Menéndez Pelayo. ¿E s que no tradujo más que la Poética de Aristóteles, y con tan mala suerte que le robaron su trabajo? Nuevamente ocurre aquí la pregunta: ¿Por qué no denunció al ladrón públicamente o ante los tribunales? Goya y Muniain era helenista notorio. Cuando Azara, mi­ nistro del rey de España en Roma, pidió a la Real Biblioteca «las lecciones variantes que resultasen entre un precioso códice que hay en ella, y entre las ediciones mas correctas de la misma Poética», el Bibliotecario Mayor, a pesar de hallarse Goya y Muniain «dedicado a otro linage de estudios mas propio de su genio, profesion y estado, le encargó que reconociese y anotase dichas variantes» 104. Este encargo revela su prestigio como helenista. Si no lo tuviera, se habría enco­ mendado la tarea a otro. No faltaba en Madrid quien pudiera llevarla a cabos Sin ir más lejos, allí estaba Flórez Canseco, que en 1798 andaría por los cincuenta y cinco años, y llevaba Cf. la Dedicatoria de la Poética a Jovellanos. Antes de emprender su traducción, Goya y Muniain aguardó mucho tiempo el ejemplar que Azara le tenía prometido para cuando se publicase «una edición cumplida» del texto griego que «con las correcciones y lecciones variantes tomadas de los códices antiguos mas célebres de Europa» preparaba «cierto Caballero Inglés», al cual se habían remitido las variantes reconocidas y anotadas por Goya y Muniain; mas, «puesto que ha cinco años que al nuevo Editor se remitiéron las variantes que pidió del muy apreciable códice de S. M. en esta Real Biblioteca», se decidió por fin a «seguir la citada edición de Glasgua» («Al que leyere», XV). 90 Poética de Aristóteles más de veinte desempeñando la cátedra de griego en los Reales Estudios de San Isidro 105. ¿Qué explicación podemos dar, entonces, a la reiterada acusación de rapiña intelectual contra Goya y Muniain? Si las acusaciones se hubieran hecho públicamente, tendríamos la explicación en la respuesta del acusado. Pero sin duda nunca llegaron a conocimiento dé 'éste. Y ya se sabe que la maledicencia prospera en la sombra. Que había entre las per­ sonas próximas a nuestro traductor quienes lé tiraban pie­ dras y escondían la mano, consta incluso documentalmente. Menéndez Pelayo, Bibliografía H. L. C., pág. 183, transcribe de una carta anónima, dirigida a don Miguel Cuver y conservada en el Archivo Histórico Nacional de Madrid entre los expe­ dientes de la impresión de los Comentarios, el siguiente párrafo: Pasa a VE. de orden del Sr. Infante una Dedicatoria que quiere hacer a S. A. D. Joseph Goya individuo de la Real Biblioteca, de los Comentarios de Julio César que ha tra­ ducido para que VE. vea si será del agrado del Rey que S. A. la admita. Prescindiendo de que si el estilo de la traducción se parece al de la dedicatoria, duro, afectado, y repugnante a nuestros oídos modernos, no merecerá estima, por más que diga Bayer, de quien es hechura Goya, hago presente a VE. que está ya finalizada la impresión de la de Valbuena... La acusación de plagio y de rapiña intelectual que el padre Batllori extiende al Catecismo trilingüe del padre Pedro Cani- sio nos interesa menos. Y es totalmente gratuita. Sin más base que las manifestaciones del padre Luengo sobre los Comentarios y la de M. Pedro Luis Blanco sobre la Poética, i°5 Flórez Canseco no tenía pelos en la pluma, y en lo tocante a hele­ nismo no se andaba con bromas. Bien lo demostró con la publicación de su opúsculo contra Fr. Juan de Cuenca (cf. supra, pág. 51). Si las acusa­ ciones de plagio contra Goya y Muniain hubieran tenido sólido fundamento, es de creer que no tardarían en difundirse, sobre todo entre quienes culti­ vaban como campo propio el de la filología clásica. Entre éstos destacaba Canseco, que no habría desaprovechado la ocasión para fustigar al picaro que, con plumas ajenas, habría intentado, y conseguido, superar la traduc­ ción de Ordóñez, cuidada y enmendada por el propio Canseco. Introducción: IV. Traducciones castellanas de la «Poética» 93 Jenofonte (trad. y estudio preliminar d e...), México, 1966, y hasta la Ilíada (con la trad. de L. Segalá, pero con estudio preliminar suyo), México, 1966. De la sólida preparación que supone toda esta masa .de publicaciones de tema helénico podía esperarse una traduc­ ción excelente de la Poética de Aristóteles. Pero la recia per­ sonalidad intelectual del Dr. García Bacca, firmemente arrai­ gada en el terreno filosófico, impuso a su tarea de traductor un desplazamiento notable hacia este campo, con menoscabo del menester u oficio filológico. Este desplazamiento se obser­ va ya en las características externas de la obra, y hasta en la disposición tipográfica de su contenido. La Introducción , mucho más larga que la Poética misma, más larga incluso que el texto griego y la traducción juntos, lleva cuerpo 10, cómodamente legible, mientras que el núcleo de la obra va, como las Notas al texto castellano, en cuerpo 8, con la dife­ rencia a favor de las Notas de que su interlínea es más amplia. A juzgar por estos indicios, en el conjunto de la obra ten­ dría más importancia el pensamiento del introductor (y ano- tador) que el del propio Aristóteles. No creo que García Bacca, al organizar el libro, admitiera conscientemente esta idea. Pero es indudable que se consideraba, en el dominio de la estética filosófica, m ejor situado que el Estagirita. Se ve en el tono mismo de su Introducción filosófica, desde las primeras páginas. Aristóteles, naturalmente, no conocía «el poder descubridor de la estética kantiana», y su Poética es como «una fotografía hecha con rayos de rojo a violeta, con rayos visibles, del espectro ordinario; y en tal fotografía sólo aparece de las obras literarias lo que tal grupo de rayos permiten. Los demás aspectos, profundos, temerosos, subli­ mes, de las obras de arte, aun de las griegas, no aparecen ni pueden aparecer, empleando el sistema de rayos de que se sirve Aristóteles». «Por esto los lectores modernos — prosigue García Bacca— , aun sin estar familiarizados con estéticas tan sutiles como la kantiana, por simple instinto de la época hallarán muchas partes de la Poética elementales, secas, esquemáticas. Y es 94 Poética de Aristóteles que el sistema aristotélico, como sistema de rayos mentales, no da para más. Y no hay, en justicia, que pedirle más» (págs. V III-IX). No voy a discutir ahora ninguno de los conceptos expre­ sados en estas líneas. Las transcribo simplemente como demostración de que García Bacca se considera, gracias a su conocimiento de la estética kantiana, y aun por simple ins­ tinto de época, en posición muy ventajosa frente a Aristóteles. Tal superioridad — ficticia o verdadera— ha perjudicado a la tarea de García B acca como traductor. Y es que el tra­ ductor, en cuanto tal, tiene que abandonar su posición ven­ tajosa, tiene que prescindir, en cierto modo, de sus saberes a la hora de traducir. Como traductor no debe decirnos lo que él personalmente piensa, sino todo y sólo el pensamiento — y, si hace al caso, también el sentimiento— que expresó el autor en el texto que traduce. E sta sumisión o entrega temporal al servicio del pensa­ miento aristotélico no la consiguió, quizá no la pretendió siquiera, el filósofo García Bacca. Y así, no sólo habla por cuenta propia en la Introducción filosófica109 y en las Notas En la que llama Introducción técnica habla casi siempre por cuenta ajena. Advierte al principio (pág. CVII) que los datos expuestos en ella los toma en su mayoría de la edición de Hardy (París, 1932), «no sin tener en cuenta la edición publicada en la Loeb Classical Library, por W. Hamilton Fyfe, 1939». Pero una cosa es tomar los datos de una obra, y otra traducir casi literalmente de ella páginas enteras, p. ej., todo el apartado OI, titulado Lugar de la Poética en las obras de Aristóteles (págs. CXI-CXIV), calcado sobre el que Hardy titula Place de la Poétique dans Voeuvre d ’Aristote (págs. 13-16; nótese de paso que se ha traducido mal el título francés; habría que decir Lugar... en la obra..., entendiendo «la obra» como «el conjunto de las obras», en sentido colectivo, que es el que aquí tiene Voeuvre; o Lugar... entre tas obras); el IV, Sobre la significación de la kátharsis (págs. CXIV-CXVII), que no contiene ningún dato que no esté en el titulado por Hardy La catharsis (págs. 16-22) y, siendo casi todo él mera traducción, no hace sino abreviar algo el texto francés; finalmente, el apartado V, Texto de la Poética (págs. CXVII-CXXII), que se limita a traducir el de Hardy titulado Le Texte de la Poétique (págs. 22-27), sin enmendar, naturalmente, el pequeño error de Hardy al hablar del «gram- mairien Néoptoléme de Paros» (pág. 22, n. 2), que García Bacca traduce «el gramático Neoptolemo [así, sin acento] de Paros», aunque este Neoptó- Iemo no era de Paros, sino de Parió (cf. supra, pág. 12, n. 5). En todo este apartado, lo único que modifica García Bacca con relación al texto de Hardy son las dos líneas de la pág. 24 que dicen: «Une édition de la Introducción: IV. Traducciones castellanas de la «Poética» 95 — a lo cual tenía perfecto derecho— , sino también, con cierta frecuencia, en la traducción. Como no es cosa de seguir paso a paso todas las desvia­ ciones de la traducción del Dr. García Bacca, me limitaré a presentar algunos ejemplos, analizando las diez primeras líneas del capítulo 1 (47a8-18) y el comienzo del capítulo 6, otras diez líneas (49b21-31), que contienen la célebre defini­ ción de la tragedia, y cuya traducción por Ordóñez das Seijas, por Mariner y por Goya y Muniain se ha comentado ya (supra, págs. 80-82). Reproduzco en primer lugar la traducción de García Bacca. El texto griego completo puede verse en el lugar correspondiente de mi edición. Para comenzar primero por lo primario —que es el natu­ ral comienzo—, digamos en razonadas palabras qué es la Poética en sí misma, cuáles sus especies y cuál la peculiar virtud de cada una de ellas, cómo se han de componer las tramas y argumentos, si se quiere que la obra poética resulte bella, cuántas y cuáles son las partes integrantes de cada especie, y otras cosas, a éstas parecidas y a la Poética misma concernientes. La epopeya, y aun esotra obra poética que es la tragedia, la comedia lo mismo que la poesía ditirámbica y las más de las obras para flauta y cítara, da la casualidad de que todas ellas son —todas y todo en cada una— reproducciones por imitación, que se diferencian unas de otras de tres ma­ neras: 1. o por imitar con medios genéricamente diversos, 2. o por imitar objetos diversos, 3. o por imitar objetos, no de igual manera sino de diversa de la que son. Para facilitar el análisis dividiré en dos partes el texto griego correspondiente a este pasaje: A) 47a8-13: üepi <hoit]ti- Krjq aÓTrjq... 'jrpóiTov dito tS v 'rcpÓTOOv; B ) 47al3-18: ¿itoTioitoc Si*).., tóv cxÚTÓv TpóiTQV. Veamos la primera parte: Poétique doit reposer sur le Parisinas 1741, le Riccardianus 46 et la versión arabe», escribiendo: «Una edición moderna de la Poética, como la que aquí se ha seguido, tiene que descansar sobre el Parisinus, el Riccardianus y la versión árabe». Ante estas palabras, un lector ingenuo puede no darse cuenta de que García Bacca ha fotocopiado el texto griego de la edición de Hardy, con aparato crítico y todo. 98 Poética de Aristóteles la tragedia, podemos contestar con Aristóteles en 52W6-17: «son éstas: prólogo, episodio, éxodo, etc.». Pero esta res­ puesta no nos diría nada acerca de la naturaleza, de las cua­ lidades de tales partes. Ahora bien, lo que aquí anuncia Aris­ tóteles es que va a hablar «del número y de la naturaleza» de las partes a que se refiere; es decir, va a contestar a las dos preguntas: cuántas (tüóocc) y de qué clase, condición o naturaleza (itoícx) son esas partes. b ) Pero no se trata de las partes («integrantes» no está en el original ni hace falta en la traducción) «de cada espe­ cie» de la Poética, sino de las partes de la composición poética. 10.° Tampoco ó̂ loícúc; Sé iiEpt xci>v áW cóv... {i£0ó6oo se traduce adecuadamente por «y otras cosas, a éstas parecidas y a la Poética misma concernientes». Podría aceptarse «y las otras cosas concernientes a la Poética» o, si se prefiere, «a la Poética concernientes». Pero no es lo mismo «otras cosas» (&\Xcc) que «las otras cosas» (xá áWct), que es la expresión que aquí usa Aristóteles: Tiepl xcov étXXoov, con artículo. No dice, en cambio, que «las otras cosas» de que va a hablar hayan de ser «parecidas» a las que acaba de mencionar. Y aunque aceptemos la sustitución de [íéQoboq «indagación», «disciplina», por Poética (sustitución innecesaria, pero que no cambia gravemente el sentido), debe observarse que Aris­ tóteles no usa aquí ninguna palabra que justifique la expre­ sión española «a la Poética misma»; este último adjetivo sobra. No son equivalentes las construcciones xrjq ccúxf¡c; [ieGó- &ou «de la misma investigación» y xrjq ^e0ó&ou oclixt ̂ o aóxfjq xfjt; ^£0ó8ou «de la investigación misma»; la primera distin­ gue a esta investigación de otra investigación; la segunda destaca esta investigación, no sólo frente a otra investigación, sino frente a cualquier otra cosa. B ) 47al3-18 1.° ’Eiro'FioLta 6f) kccI r) xfjq xpccya)8(a<; itoír)oiq «La epo­ peya, y aun esotra obra poética que es la tragedia». Podemos notar aquí: a) la desvinculación de este párrafo con relación Introducción: IV. Traducciones castellanas de la «Poética» 99 al anterior, al omitir la traducción de la partícula conjun­ tiva 5rj; b) la atribución indebida de una posición subalterna al segundo miembro del grupo de sujetos, f) xr\c, Tpay<p8(o«; TtoÍTjoic;, que en el original va en pie de igualdad con el pri­ mero, ¿no-jioiia, y unido a él por la copulativa kocí; c) el arcaísmo «esotra», y d) el alargamiento innecesario de la traducción: en vez de «y aun esotra obra poética que es la tragedia», bastaría: «y la tragedia», o, si se quiere más proximidad al original, «y la poesía trágica». 2.° Mn 5é kcú(¿o & íoc. .. k c u K ie a p L ü T iK fjc ; . Aquí, a) se suprime la traducción de Mtl bk («y todavía»), con lo cual «la come­ dia» adquiere un rango que no le otorga el original; éste la pone en segundo término, junto con la ditirámbica y la mayor parte de la aulética y de la citarística, mientras que en la traducción pasan todas estas artes a ocupar un puesto igual al de la epopeya y superior al de la tragedia, b) Se comete la identificación de «la aulética y la citarística» con «las obras para flauta y cítara», que es confundir las causas con sus efectos. La aulética y la citarística son dos artes, y las obras para flauta o para cítara (no «para flauta y cítara», pues no se trata de un dúo instrumental como cuando se habla de obras para violín y piano) son sus efectos. 3.° La traducción de ruyxávouoiv oGoou por «da la casua­ lidad de que son» destaca excesivamente el elemento casual que hay en la etimología de Tuyx^v“ - En la práctica, este verbo, unido, como aquí, al participio de otro, sirve para dar a la idea principal, contenida en el participio, un matiz accesorio de azar o accidente, quedando muy en segundo plano la idea de casualidad, hasta el punto de que la mayo­ ría de los traductores prescinden de ella (Riccoboni: sunt; Hardy: sont; Else: are in point of fací; Gigon: sind; Pittau: sono). 4.° El inciso «— todas y todo en cada una— » sería a lo sumo una glosa o explicación, pero no la traducción de tó oúvoXov, que, usado adverbialmente, como aquí, significa simplemente «en conjunto». Pero, además, ni siquiera como explicación es aceptable: «todas» ya estaba dicho en «todas ellas»; «y todo en cada una» es inexacto, pues Aristóteles 100 Poética de Aristóteles se refiere, al menos para «la aulética y la citarística», sólo a «la mayor parte». 5.° Para justificar la traducción de μιμήσεις por «repro­ ducciones por imitación», García Bacca remite a su In troduc­ ción filosó fica III, 4 (págs. XXXVII-XXXIX). Pero allí no justifica tal traducción; simplemente nos advierte que ha empleado reproducción im ita tiva «para verter el doble sen­ tido [artístico y técnico] de la palabra aristotélica». Nada impide ver en «imitación» ese doble sentido. 6.° No hay razón para convertir la oración independiente Διαψέρουσι δ έ ... τρισίν en una oración de relativo: «que se diferencian... de tres maneras», la cual en la traducción queda referida a las «reproducciones por im itación», mien­ tras que, en el original, διαφέρουσι tiene por sujeto a todas las artes enumeradas, no a las imitaciones que son sus efectos. 7.° La numeración 1., 2., 3. no está en el original, ni hacía falta en la traducción; la disyunción tripartita queda suficientemente clara con el triple «o por imitar... o por im itar... o por im itar...». En el punto 1. parece inevitable la adición de «medios», aunque no tiene correspondencia exacta en el original; pero éste no dice que tales medios sean «genéricamente» diversos; puestos a añadir, con igual razón podría decirse «específica­ mente» diversos; pero el texto griego dice sólo «diversos». En el punto 3. García Bacca repite innecesariamente la palabra «objetos», que habría hecho bien en sustituir por el pronombre enclítico «los»: «por imitarlos». No es grave. Sí lo es, en cambio, la traducción de έτέρως καί μή τον αύτόν τρόπον por «no de igual manera sino de diversa de la que son». Y la gravedad no está en la dureza de la expresión castellana, ni en la inversión (en todo caso habría que decir: «diversa­ mente y no de igual manera que son»), sino en establecer como términos de la diversidad, de una parte, el im itar propio de cada arte, y, de otra, el ser de las cosas imitadas, cuando Aristóteles se refiere exclusivamente a la diversidad y desigualdad entre las maneras de im itar propias de las distin tas artes; de modo que, si quisiéramos añadir a la
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