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La Moral: Del 'Mos' al 'Reino de los Fines', Resúmenes de Ética

Este documento explora el concepto de moralidad a través de la contraposición de términos y el análisis de filósofos clave como zuribi, aranguren, kant y aristóteles. Se abordan conceptos como 'moral como estructural', 'moral como contenido', 'éticas materiales e informales', 'la excelencia' y 'la ética de la felicidad'. Además, se discuten las importancias de la psicología para la ética y el papel de la amistad en la ética aristotélica.

Tipo: Resúmenes

2018/2019

Subido el 28/01/2024

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¡Descarga La Moral: Del 'Mos' al 'Reino de los Fines' y más Resúmenes en PDF de Ética solo en Docsity! Ética I TEMA 1: ÉTICA Y MORAL 1. Aproximación semántica Ética y Moral provienen de dos raíces etimológicas distintas. Ética deriva de las palabras griegas êthos y éthos. Êthos alude a “residencia”, “morada”, al “lugar desde el que se habita”. Platón y Aristóteles acercaron el sentido de éthos a costumbre, al de héxis, hábito que se adquiere a través de la repetición. Ambos términos, fueron traducidos al latín con la palabra “mos”, de la que provendría “moral”. En este sentido, ética y moral vendrían a ser sinónimos. La moral hace referencia al comportamiento humano a su calificación como bueno o malo; en cambio, la ética es una rama de la filosofía que piensa la vida moral, sin proponerse prescribir o aconsejar como lo hacen los códigos y principios morales, sino más bien reflexionando sobre ellos, para ver cómo funcionan y dar razón de ellos. 2. Contraposición de moral con otros términos Para acercarnos al análisis de la vida moral, comenzamos observado el significado de “moral” cuando se contrapone a otros términos. a. Moral-amoral Un sujeto amoral no es aquel que elige lo malo frente a lo bueno (ese sería inmoral), sino el que no se cuestiona la alternativa. La diferencia entre el hombre del estado estético (lo importante es arrancarle a la existencia el máximo placer, el hombre vive enteramente en el mundo de los sentidos, es esclavo de sus deseos) y del estado ético (se manifiesta el deseo de responsabilidad ante compromisos adoptados) no es que el primero elija el mal y el segundo el bien, sino que el primero no se hace cargo de la cuestión y el segundo la tiene en cuenta. b. Moral-desmoralizado Cuando decimos que alguien está desmoralizado, no queremos decir que se comporte de mala manera. La vida moral no sólo consiste en obrar bien sino también en mantener suficiente ánimo para afrontar las adversidades de la vida. El sentido que adquiere “moral” cuando se contrapone a “desmoralizado” es “fuerza para vivir”, que luego habrá de emplearse para el bien o el mal, pero sin ese ánimo ninguno se puede realizar. i. Moral como estructura La vida que nos es dada, no nos es dada hecha, nos vemos forzados a hacer algo, pero nunca nos encontramos forzados a hacer algo determinado. Antes de actuar, el hombre tiene que decidir, por su cuenta y riesgo, qué es lo que va a hacer. Este tener que elegir es lo que Zuribi y Aranguren denominaron “moral como estructural”. Pero el hombre, estructuralmente moral, puede conducirse debida o indebidamente, a esto se refieren ambos autores cuando hablan de “moral como contenido”: el hombre no se encuentra humanizado, esta tarea de encontrar su humanidad es una tarea básicamente moral. ii. Determinismo y libertad No sería posible imputar la responsabilidad moral a quien careciese de libertad. Cuando excusamos la conducta de una persona, en virtud de una serie de circunstancias, la excusamos pero a costa de cosificarla, es decir de convertirla en cosa entre las cosas. Libertad y responsabilidad no se ejercen en ausencia de todo condicionamiento. Lejos de pensar la libertad como ausencia de límites, es en su seno donde hemos de realizarla. La falta de límites no permite nuestra realización. En cambio, los límites, la perspectiva, nos orientan. Hay una metáfora de Kant que describe esto: la paloma que, al sentir la resistencia del aire, señala que sin ella volaría más deprisa, sin reparar en que, sin aire, no podría siquiera volar. 3. Moral-inmoral: moral como contenido A partir de la condición estructuralmente moral, encontramos otro nivel de moralidad, al que Zuribi y Aranguren denominan “moral como contenido”, por el que el ser humano no sólo trata de ajustarse a la realidad sino de hacerlo con justeza, de la manera debida o buena. a. “Bueno” sentido instrumental y moral El término “bueno” es un término ambiguo que no siempre se usa en un sentido moral. En ocasiones tiene un significado putamente estructural, en cuanto a adecuado para su fin. Por ejemplo, un cuchillo es “bueno” en la medida en que corta de manera precisa y afilada, sin darle una cuestión moral. Kant, en Crítica a la razón práctica, distingue entre lo bueno y provechoso y lo malo y perjudicial o dañino. Reserva la acepción moral para “bueno” y “malo”, y refiere “provechoso” y “perjudicial” a lo meramente apetecible sin relación a la voluntad. En Crítica a la razón pura, diferencia entre el uso práctico de la razón y el uso teórico, en cuanto a que el conocimiento puede tener dos tipos de relación con su objeto: para determinar su concepto (teórico) o para convertirlo en realidad (práctico). También diferencia entre imperativos hipotéticos y categóricos. Los primeros dependen del fin propuesto o de determinaciones (ej.: si quieres perder peso debes hacer ejercicio). Es estos, basta con que a alguien no le importe la condición para dejarse regir. Los segundos no se expresan en reglas sino en mandatos de moralidad, en ellos es donde se ejerce realmente la libertad del ser humano. b. Éticas materiales e informales Es conveniente señalar que la “moral como contenido” no es necesariamente lo que se llama ética material”, sino que puede venir constituida por una “ética formal”. Las éticas materiales se caracterizan por tener dos rasgos: presentan un objeto, propiedad o estado de cosas como un Bien Supremo (placer, dinero, felicidad…), y declaran como buenas o malas aquellas conductas que nos permiten la realización del Bien Supremo. La ética formal defiende que un criterio meramente formal nos permite decir si una conducta es buena o mala, este criterio consiste en fijarse en la posibilidad de universalización de la máxima. Aquellas máximas de conducta que cumplen el requisito formal de ser universalizadas describen una acción buena. Kant, en su filosofía moral, se preocupó más en indagar qué condiciones debe reunir un precepto para ser considerado moral, que en establecer preceptos morales. Kant ofrece formulaciones como esta: “obra sólo según aquella máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se convierta en ley universal”. Sin establecer qué hemos de hacer en concreto, sino tan solo cómo obrar para que nuestro comportamiento sea moral. La moral como contenido se hace aquí vacía de contenido. 3. Aristóteles: la ética de la felicidad La disertación aristotélica sobre la ética comienza diciendo “el bien es aquello hacia lo que todas las cosas tienden”. Hablar del bien de algo es hablar de su fin (télos), aquello que cada cosa persigue. El individualismo moderno transmite la idea de que cada individuo es un fin en sí mismo. Para Aristóteles no era así, pues parte de la concepción del hombre como ser social o político. Por eso, el fin último del hombre es la política entendida como actividad que incluye el bien de la ciudad. a. La virtud y la felicidad La felicidad es lo que todos los hombres quieren, pero no está allí donde la mayoría suele buscarla. La misión de un filósofo moral es tratar de ir más allá de las subjetividades y determinar dónde debe hallarse la felicidad y por qué. El hombre es un animal racional, un animal que tiene logos. La vida virtuosa consistirá en desarrollar esa capacidad racional que radica en el alma y establece la regla del comportamiento. Por esto es erróneo limitar la virtud a un saber puramente teórico, la virtud es una actividad práctica consistente en saber escoger el término medio, un término medio peculiar en cada caso y para cada persona. b. La virtud y el término medio La ética aristotélica define la virtud como término medio. Es una idea arraigada en el pensamiento griego y remite a máximas como “de nada demasiado”, “la medida es lo mejor”, “domina el placer”. Para entender el significado de la virtud conviene fijarnos en las cuatro virtudes “cardinales”: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Las virtudes aristotélicas se clasifican en dos grandes tipos: éticas y dianoéticas. Las virtudes éticas se originan mayormente por la costumbre, por los hábitos, son las que más contribuyen a formar el carácter de una persona. Ser virtuoso no consiste en realizar de vez en cuando un acto virtuoso, sino en serlo durante toda la vida. Las virtudes dianoéticas se adquieren por la enseñanza, pero no una enseñanza puramente teórica, sino derivada también de la experiencia. c. La justicia y la amistad Desde la perspectiva de la costumbre o del êthos, la virtud central es la justicia. La justicia es la virtud perfecta, y su perfección radica en la capacidad de ordenar armónicamente la convivencia humana: la justicia iguala las cosas que son desiguales. Considerar a la justicia la virtud por excelencia es un paso fundamental para el pensamiento ético: se ha introducido el valor de la igualdad. Sin embargo, estamos ante una ética todavía muy aristocrática, no tanto como la ética heroica fundada exclusivamente en la nobleza de la sangre. Ahora se reconoce la nobleza del espíritu. En la ética aristotélica la justicia tiene vinculación con la amistad. Para entender la función de la amistad en la ética aristotélica hay que recordar la definición del hombre como animal político. Si el hombre es un animal político, por naturaleza tendrá que relacionarse con sus semejantes. La “amistad completa” es la que está motivada por el bien, la única que puede clasificarse como “moral”. La amistad aristotélica es, sobre todo, intimidad, comunidad, porque el contexto en el que se da es el de la política. Aristóteles pensaba que lo único que podía mantener unido a los ciudadanos de la polis, más que la justicia, era la amista auténtica. d. De la ética a la política En el trasfondo de la ética de las virtudes, se encuentra la definición del hombre como animal político. Al definir al hombre como tal, Aristóteles, está diciendo que la felicidad que hay que buscar no es tanto la del individuo como la de la comunidad. En el aristotelismo, ética y política convergen. Otro aspecto por el que Aristóteles vincula la ética a la política es la necesidad de practicar la virtud, la transición de ética a política. La distancia entre la teoría y la práctica es un punto muy reiterado en la ética aristotélica. La ética es una práctica que necesita una teoría que la fundamente y justifique pero a la que no puede ni debe quedarse reducida. 4. La ética de las escuelas helenísticas Los cínicos desarrollan un pensamiento contracultural, opuesto a lo establecido. Diógenes defendía a los esclavos por considerar que la libertad está en el alma (algo que luego repetirán con más contundencia los estoicos). Antístenes, otro cínico, hablaba con cierto respeto sobre las mujeres, algo insólito en su tiempo. Según los cínicos, la virtud bastaba para ser feliz, y la virtud era la total independencia de la soledad: vivir de acuerdo con la naturaleza. Los cínicos no tienen una base teorética firme y coherente, pero están convencidos de que la naturaleza es la que constituye la libertad o autarquía, que es el objetivo de la vida moral. Los estoicos constituyen una escuela filosófica muy prolongada en el tiempo. Defienden la idea de que existe un cosmos donde se integran todos los seres y que está sometido a una ley de la naturaleza que rige tanto en la naturaleza física como en la conducta humana. La función de la filosofía o del sabio es llegar a conocer esa ley con el fin de adaptarse a ella y reconocerla como inevitable. De ahí que los estoicos prediquen como forma de vivir la ataraxia, que es la aceptación de lo que no se puede evitar ni depende de nosotros. Será virtuoso quien consiga tal ataraxia, la despreocupación, la tranquilidad interna. Finalmente, Epicuro, con él podemos decir que toma cuerpo la concepción del bien y de la conducta óptima. Concibió la filosofía como una forma de vida. El epicureísmo, es una forma de vivir, algo más cercano a una religión. Su pensamiento se articula en tres ideas fundamentales: 1. La ciencia física y la lógica (conocimientos teoréticos) son interesantes solo en la medida en que son útiles y eficaces para conseguir la felicidad. 2. La felicidad consiste en el placer que, fundamentalmente, es ausencia de dolor. Basa su ética en torno a la identificación de placer y felicidad, y pone el origen del conocimiento en las sensaciones, que siempre son verdaderas. 3. Conseguir la independencia con respecto a los deseos de los demás hombres, esa es la autarquía en la que reside el placer o la felicidad. Lo único que merece tenerse en cuenta es la amistas, los amigos dan confianza y seguridad (fundamento utilitario) por eso son motivo de placer y felicidad. En conclusión, la ética epicúrea es una ética individualista pero solidaria, que parte del lema “vive en lo oculto”. Capítulo 3. Del Renacimiento a la Ilustración: Kant y la ética de la modernidad El Renacimiento es el nombre dado a un movimiento cultural que se produjo en Europa durante los siglos XV y XVI. Fue un período de transición entre la Edad Media y el mundo moderno. La Ilustración fue un movimiento cultural e intelectual europeo (sobre todo Francia e Italia) que se desarrolló desde finales del siglo XVII hasta el inicio de la Revolución Francesa. Fue denominado así por su finalidad de disparar las tinieblas de la humanidad mediante las luces de la razón. El siglo XVIII es conocido por este motivo como el Siglo de las Luces. 1. La ambigua modernidad En el Renacimiento se denominó “humanista” al cultivador de los studia humanitis, disciplinas como la filología o la historia, que pasarían después a llamarse humanidades. Un humanista no solo es el estudioso de las humanidades, sino también el hombre que las protagoniza. En esta época, Kant heredará las contradicciones y tensiones de la Modernidad que se dejarán cifrar en la conocida contraposición entre la afirmación de que “el hombre es un lobo para el hombre-2 y la de que “el hombre es sagrado para el hombre”. Pico, por su parte, prosigue la apología de la dignidad humana, sentando que el hombre no es una cosa, y por tanto, no es algo que pueda ser utilizado simplemente como un medio, sino que siempre ha de ser considerado como un fin en sí mismo y que la moralidad es aquella condición bajo la cual un ser racional puede ser un fin en sí mismo. 2. Kant y la Ilustración (1724 – 1804) Nació y vivió sin salir de la Ilustración. Procedía de una familia modesta y tenía fama de persona metódica y ordenada. Adquirió, a través de Martin Knutzen y otros maestros, cierta familiaridad con la tradición de la metafísica racionalista. El racionalismo metafísico afirma que la realidad es, en último término, de carácter racional. Este término se refiere a los sistemas filosóficos que consideran que la realidad está gobernada por un principio inteligible, accesible al pensamiento y susceptible de evidencia racional. Kant veía la Ilustración como la consigna de pensar por cuenta propia. Remarcaba que lo único necesario para ponerla en práctica era contar con la libertad de razonar. La libertad de crítica es por tanto una pieza fundamental del uso público de la razón, y ninguna autoridad podría coartarla sin vulnerar los derechos más elementales del ser humano. 3. El lugar de la filosofía en la ética kantiana Para Kant lo más importante era el ejercicio o uso de la razón. Pero quizás lo verdaderamente decisivo de su pensamiento lo encontramos en las preguntas que se formuló relativas a los fines esenciales de la razón. a. ¿Qué puedo saber? A esta pregunta, Kant le dedicaría su famosa obra Crítica de la razón pura. Trataba de responder a su pregunta diseñando la estructura del sujeto cognoscente (ser presente que realiza el acto del conocimiento), un sujeto cuya sensibilidad se haya configurada espacio- temporalmente y cuyo entendimiento funciona ajustándose a principios como el de la causalidad. Cualquier suceso que nosotros conozcamos, se dará en el espacio y en el tiempo, y podrá ser concebido como efecto de una causa; causa que a veces conozco y a veces no, pero que se Capítulo 4. Ética y Psicología: psicogénesis de la moral 1. Importancia de la Psicología para la Ética Kant, un autor nada proclive al psicologismo, reconoció que “toda moral precisa conocer al hombre, a fin de no dejarse engatusar por sus pretextos y saber cómo guiarlos para que forjen sus principios sobre la base de profesar una gran estima hacia la ley moral. He de conocer cuáles son los canales por los que puedo acceder a los sentimientos humanos para engendrar resoluciones”. 2. Ética y Psicología en la tradición filosófica Platón estableció la correspondencia entre cada una de las partes del alma (psyché) y las principales virtudes, resultado la justicia la armonía entre ellas. Aristóteles efectúa un paralelismo similar al decir que “de las virtudes a unas las llamamos intelectuales y a otras morales”. Descartes no pensará ya que el alma divide y dirige al cuerpo, sino que establecerá un dualismo entre la res cogitans y la res extesa, puestas en conexión a través de la teoría de la glándula pineal como punto de comunicación entre ambas. La glándula pineal era la parte del cerebro en la que se situaba el alma y en ella la sangre se convertía en “espíritus animales”. 3. La ética y los paradigmas de la Psicología contemporánea Durante el tránsito del siglo XIX al XX, siguen tres grandes corrientes: la teoría de La Gestalt, el conductismo y el psicoanálisis. a. La Gestalt En la Teoría de la Gestalt influirá la fenomenología de Husserl. Esta teoría insiste en la importancia de la forma de percepción: una figura, un conjunto y una totalidad son algo más que la mera suma de sus partes. Comportan una estructura, en la que no sólo cuentan los elementos que la componen, sino también las relaciones entre ellos, de forma que, al variar alguno de sus elementos o sus relaciones, se modifica la estructura total. Los psicólogos de la Gestalt mantuvieron que también nuestras motivaciones y valores éticos siguen ciertas leyes y en virtud de ellos los desacuerdos éticos podrían interpretarse como percepciones psicológicas diferentes de similares situaciones de estímulos. b. El conductismo Se inspira en la teoría del reflejo simple y condicionado de Palov: un perro saliva si ve un pedazo de alimento; si se conecta con otro estímulo, como una alarma o una luz, también se dará la salivación ante estos estímulos). Reconoció que el hombre organiza el mundo simbólicamente y que esos procesos simbólicos median las actitudes, que no están simplemente controladas por estimulación externa. En el marco de las teorías del aprendizaje, las del desarrollo moral se caracterizan por considerar que la conducta moral se aprende como cualquier otra, a través de la experimentación de consecuencias y de la observación de la conducta de los otros. De acuerdo con esto, las respuestas éticas de los individuos se adquieren mediante las sanciones o beneficios de los modelos educativos. Según Eysenk, además del aspecto cuantitativo del placer o displacer, las respuestas éticas también dependen del contexto y del lapso temporal entre un acto y sus consecuencias, pues si las sanciones no son inmediatas, la inclinación a realizar ciertos actos puede ser más fuerte que su inhibición. Sin embargo, el conductismo no es capaz de dar cuenta a la complejidad y variabilidad del comportamiento humano. Por lo que a la Ética se refiere, las aportaciones científicas no resuelven las decisiones morales; pues la ciencia intenta hablar del ser de las cosas, no de cómo deben ser. c. Crítica psicoanalítica de la moral El psicoanálisis es fundado por Sigmund Freud y su idea más significativa es que lo psíquico no se identifica con lo consciente. i. Inconsciente y represión. Modelos del psiquismo y teoría de las pulsiones Freud diferenció tres instancias psíquicas: lo consciente, lo pre-consciente y lo inconsciente. Lo consciente es aquello de lo que nos damos cuenta en un momento determinado. Lo que nos e encuentra en el campo de la consciencia pero se puede acceder a él con relativa facilidad (por ejemplo normas gramaticales que se nos han olvidado pero que admitimos sin dificultades cuando se nos recuerdan). Lo inconsciente sería aquello que ni se encuentra presente en la consciencia ni puedo acceder a ello, en todo caso habría que vencer fuertes resistencias afectivas. El sistema preconsciente-consciente y el inconsciente se rigen por leyes diferentes: el proceso primario gobierna el inconsciente y el secundario el preconsciente-consciente. Los fenómenos de la histeria, que se hacían desaparecer bajo hipnosis, fueron los que alertaron a Freud sobre la existencia de procesos inconscientes. Postuló la posibilidad de recuerdos sustraídos a la representación del consciente por haber sucumbido a la represión. Así pues, la esencia de la represión es el olvido, aunque no todo lo olvidado se encuentra reprimido, puede ser preconsciente. Freud utiliza el término pulsión para referirse a la sexualidad humana, que no es instintiva como solía pensarse. Mientras que el instinto supone una conducta genéticamente adquirida y estereotipada, la pulsión supone también un empuje, sin objeto ni fin específicos, que han de ser cultural y biográficamente modelados. Más tarde planteó que las tres instancias yo, ello y superyó, eran en cierto modo inconscientes. El ello es el polo pulsional, y el superyó la instancia de las prohibiciones y los ideales morales. ii. La génesis de las instancias ideales y morales: sublimación, idealización, identificación. Los procesos que sustentan la génesis de las instancias morales son, además de la sublimación, la idealización y la identificación. La idealización afecta al objeto, que es engrandecido, magnificado. Tiene particular importancia el “yo ideal”, por el que el individuo se magnifica a sí mismo, y así el sujeto retiene imaginariamente la perfección narcisista. La fuente del narcisismo se encuentra en buena medida en los padres, pero también ellos han de socavarlo, imponiendo límites y normas morales y sociales. La idealización se cruza con la identificación: el niño había tomado a sus padres como principales objetos de amor y, a la hora de tener que renunciar a sus tendencias incestuales, no soportará dicha pérdida si no es haciéndose a sí mismo como eran ellos, identificándose con ellos con el fin de retenerlos. De este modo trata de recompensar a su ello, como si dijera: puedes amarme a mí también, que soy parecido al objeto amado. d. La psicología genético-estructural Piaget y Kohlberg se van a centrar en el surgimiento de las estructuras cognitivas que posibilitan el desarrollo moral. i. Jean Piaget Según Piaget, los humanos, como el resto de organismos, operan con dos funciones invariantes: la organización y la adaptación al entorno. La adaptación se despliega en asimilación y acomodación. Así pues, la mente no simplemente absorbe datos sino que, en su interacción con el medio, busca información para construir un sistema ordenado, desde el que pueda interactuar con el mundo. La información relevante en cada etapa viene regulada por estructuras mentales, denominadas estadios de desarrollo: 1. Sensomotor (hasta los 2 años): el niño está limitado al ejercicio de sus capacidades sensoriales y motoras. 2. Preparatorio o prelógico (hasta los 7 años): llegada del pensamiento o “representación interna de actos externos”, es decir, capacidad de referirse a un objeto sin que esté sensiblemente presente. 3. Operaciones concretas (hasta los 11 años): capacidad de distanciarse de percepciones inmediatas y ponerlas en cuestión. 4. Operaciones formales (desde los 11 años): capacidad de razonar en términos de abstracciones formales. ii. Lawrence Kohlberg Para Kohlberg el ejercicio del juicio moral es un proceso cognitivo que nos permite reflexionar sobre nuestros valores y ordenarlos en una jerarquía lógica. Según el autor, el desarrollo del juicio moral se puede dividir en 3 niveles, y en cada uno de ellos hay dos estadios: 1. Nivel preconvencional: las cuestiones morales se enfocan desde la perspectiva de los intereses concretos de los individuos implicados. Este nivel caracteriza a menudo al razonamiento de los niños, aunque persiste en algunos adolescentes y adultos. 2. Nivel convencional: el miembro de la sociedad se preocupa por sus intereses y por los de la sociedad. Este nivel surge normalmente en la adolescencia. 3. Nivel postconvencional o de principios: se cuestiona cuáles son los principios sobre los que podría basarse una sociedad justa y buena. Es menos frecuente pero en caso de aparecer lo hace durante la adolescencia o comienzo de la adultez Capítulo 6. Ética y Antropología 1. Introducción. Entre universalismo y multiculturalismo: usos y abusos de la antropología 2. El paso del “es” al “debe”: ¿una “excepción antropológica”? Capítulo 8. Ética y religión 1. El ámbito religioso Las relaciones entre ética y religión no han encontrado, a lo largo de la historia, una interpretación unitaria y duradera. El conflicto afecta a nuestra visión moral del mundo, puesto que tradicionalmente, las diversas morales se han relacionado con el conjunto de una concepción religiosa. Al desprenderse de la misma, la moral ha de buscar nuevas fuentes de inspiración. 2. Problemas de fundamentación a. La trayectoria de la pregunta Los grandes modelos de fundamentación que se han dado se pueden reducir a dos: crítica de la moral natural y la muerte de Dios. i. Crítica de la moral natural. El concepto de humanidad como categoría moral En el universo clásico –por ejemplo, en Aristóteles- se partía de un concepto de naturaleza humana que permitía al hombre definir su fin, su télos, en función de aquella. Pero, con la Modernidad, esos supuestos han dejado de funcionar, pues el hombre es concebido como un ser que ha de hacerse a sí mismo, es decir, que carece de naturaleza en el sentido de algo definitivamente dado y fijo. De ahí el sofisma de la “moral natural” El primero que denunció formalmente la ilegitimidad del paso del orden del ser al debe fue Hume. Los pasos de Hume fueron seguidos por sobre todo por Moore, que calificó tal ilegitimidad con el nombre de “falacia naturalista”. Describe como sesgo cognitivo pensar que lo natural es inherentemente bueno, o que lo innatural es inherentemente malo. ii. La muerte de Dios La frase “Dios ha muerto” se ha podido entender en la tradición filosófica moderna en dos grandes sentidos. En Hegel, la muerte de Dios no significa su desaparición del horizonte humano, sino una versión filosófica que habla, de alguna forma, de un “Dios crucificada”. Fue Nietzsche el que dio la frase “Dios ha muerto” en el sentido de la desaparición del propio Dios. Lo que anuncia es que no se pueden mantener viejos ideales sin el sol que los sustentaba b. El intento kantiano y sus límites El esfuerzo más audaz en el mundo moderno por ofrecer una fundamentación racional y autónoma de la ética ha sido el ofrecido por Kant. Al hablar de la ética de Kant, se suele destacar su carácter formal, esto es, a Kant no le interesaba establecer preceptos morales sino saber qué condiciones debía reunir un precepto para ser considerado moral. Kant estableció las acciones como: contrarias al deber, conformes al deber pero no al poder y las conformes al poder y que además se realizan por deber, siendo estas las únicas consideradas morales. Este tipo de imperativo es categórico, independiente de cualquier condición. Los imperativos morales solo pueden ser considerados así si cumplen la condición de autonomía y de universalidad. i. El alegato de Kolakowski A) Las formulaciones del imperativo categórico y la dignidad humana Nos concentramos en uno de los pilares de la argumentación del imperativo categórico kantiano. La primera, a la que se podría llamar imperativo de universalidad, prescribía sólo obrar según aquella máxima la cual quieras ver convertida en ley universal. Esta formulación podría considerarse una expresión filosófica que nos incita a ponernos en el lugar del otro. Para Kolakowski no hay ninguna razón por la que esos principios tengan que tener necesariamente validez universal. Otra formulación del imperativo es no tratar a las personas como simples medios para nuestros fines. Esta condición les otorga un valor interno o de dignidad. El problema es que esta autoproclamación de los hombres como fines en sí mismos dista de ser obvia. B) El tabú y la culpa. Las creencias morales, al no ser contrastables ni refutables como las empíricas, también se adquieren de forma distinta. No asentimos a estas creencias morales admitiendo su veracidad o falsedad, sino sintiéndonos culpables si dejamos de acatarlas. Las motivaciones morales funcionan porque somos capaces de sentirnos culpables. La culpa sigue la transgresión de un tabú, que reside en el reino de lo sagrado. ii. Otros comentarios El primero que trató de relacionar la conciencia moral y el tabú fue Freud. c. Replanteamiento en las éticas discursiva Algunas de las dificultades comentadas volvemos a encontrarlas en el intento de reactualización de la ética kantiana llevado a cabo por las éticas discursivas de Habermas y de Apel. En su ética discursiva, Habermas parte de la interacción comunicativa para señalar que en el caso de que se planteen en ella conflictos acerca de la verdad de nuestras creencias o de nuestras convicciones morales, tales conflictos no tienen por qué desembocar en el enfrentamiento, sino que pueden ser resueltos discursivamente. Habermas añade al principio de universalidad y de autonomía del imperativo categórico kantiano la necesidad del diálogo. Habermas también hace manifestaciones explícitas sobre la religión, señaló que mientras que el habla argumentativa no encuentre mejores palabras para decir aquello que puede decir la religión, tendrá incluso que coexistir con ella, sin apoyarla ni combatirla. 3. Autonomía ética y concepción religiosa a. La fantasía del Dios legislador La fórmula de Dostoievski sugiere la imagen de un Dios despótico y autoritario, de la que habría que desconfiar. La cuestión aquí planteada ya estaba, de alguna forma, en el Eutifrón de Platón. Cuando Sócrates plantea si “lo piadoso es querido por los dioses porque es piadoso, o es piadoso porque es querido por los dioses”. Esta idea cobrará más fuerza en el voluntarismo de Ockham, para el que en efecto, lo bueno es bueno porque Dios lo quiere y no a la inversa, que Dios lo quiera porque sea bueno.
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