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Orientación Universidad
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Apuntes sobre Cainitas y Abelitas, Apuntes de Historia

Apunte sobre la mitología e historia que se ha creado con el paso del tiempo sobre Cainitas y Abelitas.

Tipo: Apuntes

2015/2016

Subido el 01/02/2016

chicamorena
chicamorena 🇲🇽

4.3

(102)

620 documentos

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¡Descarga Apuntes sobre Cainitas y Abelitas y más Apuntes en PDF de Historia solo en Docsity! Cainitas y Abelitas En los tiempos en que Rudolf Steiner era todavía el Secretario de la Sección Alemana de la Sociedad Teosófica, en el año 1904, trató en varias conferencias el tema de la llamada “Leyenda del Templo”, cuyas charlas luego se sintetizarían en un texto del mismo título, donde se revisaba la versión de dicha mitología esotérica reactualizada por Christian Rosencreutz a principios del siglo XiV, sentando las bases de la denominada “Iniciación Cristiana/Rosacruz”, y como marco referencial de la Francmasonería, así como de la cosmovisión de los “Cainitas”, aquellos seres humanos que recorren el sendero del Ocultismo, el camino de transformación de la materia y del alma: la auténtica Alquimia según Hermes Trimegisto, Paracelso y Cagliostro. Con referencia a la historia que nos cuenta la Biblia sobre la creación del hombre, el mito de la “caída” y del pecado original, nos refiere Steiner que hubo un tiempo, en la Epoca Lemúrica, tras una dilatada era en que el hombre originario habría sido un ente en formación todavía unisexual y hermafrodítico, en el que un Elohim (de la Jerarquía de los Espíritus de la Forma o Exusiai), creó al ser humano al que llamó Eva, y de su unión (no sexual todavía) con ella nació Caín. Posteriormente otro Elohim de la misma jerarquía, Jehová (o Jahvé) creó a Adán, un homínido aún semianimal asexuado creado “a semejanza de Dios”, el cual se unió a la misma Eva, pero ya de manera netamente sexual, y de tal unión nació Abel. De manera que Caín era un descendiente directo de Dios (de las Jerarquías Creadoras), y Abel descendía ya de otros seres humanos creados por los Dioses, pues sus progenitores eran los citados Adán y Eva, y de ambas ramas surgieron dos géneros humanos diferenciados, que perviven hasta el día de hoy, y que en el futuro se unirán, cuando el espíritu impere sobre la materia según el plan divino: el género de Caín, descendiente del Elohim divino y de Eva, y el género de Abel, descendiente de seres humanos que se unieron entre sí según el planteamiento y el diseño de Jehová. La explicitación del mito en la Biblia establece que, como quiera que las ofrendas de Abel eran del agrado de su progenitor Jehová, y sin embargo a éste no le complacían las de Caín, por ser de otra progenie y otra naturaleza distinta y no de la suya, Cáin “mató” a su citado hermano, y a consecuencia de ello fue excluído de la comunidad de Jehová, por lo que hubo de retirarse a “otras regiones”, creando su propia tribu (los Cainitas a que se refiere el título del artículo, para diferenciarlos del otro género: los Abelitas). A partir de aquel momento Caín, al haber elegido la libertad y la autoconciencia en el camino espiritual en vez de la fe ciega de su hermano, quedó maldito a los ojos de Jehová, que por aquel entonces regía los destinos de la humanidad, y desde entonces la descendencia cainita ha venido recibiendo toda la aversión y desconfianza contrarias de dicha Jerarquía espiritual. De estos dos géneros humanos, los Cainitas se distinguieron a partir de entonces por su dedicación a las artes y las ciencias, al conocimiento y la tecnología, y al manejo del arte del fuego (el “fuego astral” de las pasiones, instintos y deseos, es decir del ámbito anímico personal interno), siendo algunos de sus representantes Matusalem, creador de la escritura, o Hiram, arquitecto constructor del Templo de Jerusalem, de quien luego trataremos en relación con la Sabiduría del Templo y de las hermandades secretas. De la línea Abelita proceden asimismo Seth, 3º hijo de la pareja Adán y Eva, y posteriormente Salomón, y contando con la complacencia y protección de la divinidad de Jehová, se dedicaron a ser pastores y cultivadores de la tierra, y luego a ser sacerdotes de la religión devocional a su Dios y asimismo a ser lideres y reyes. En realidad los hijos de Caín descienden de los Elohim de la Epoca Lunar que habían quedado rezagados en el sentido de continuar impregnados por la Sabiduría por el Fuego Kama lunar, y por ello se distinguen por el calor, el entusiasmo y la pasión por la sabiduría de las artes y las ciencias, mientras que los Elohim progenitores de los hijos de Abel habían transcendido los deseos y esa sabiduría “caliente” e impulsiva lunar, y ya no estaban compenetrados de pasiones, por lo que la corriente de Abel-Seth cuenta con unas sabiduría y devoción religiosas divinamente inspiradas y libres de pasiones. Caín masculino y Abel femenino Originariamente la humanidad era masculino-femenina y asexuada, hasta que, con ocasión del mito bíblico de la “caída” y de la expulsión del Paraíso, al principio de la Epoca Lemúrica aquella humanidad fue disociada en los géneros masculino y femenino. Después de que en la Epoca Hiperbórea el Sol se separase de la Tierra (marchando con el sol también el Cristo y sus Arcángeles solares), y de que en la primera mitad de la Epoca Lemur, por estar la luna unida a la Tierra, las condiciones de vida fueran tan tremendamente rígidas que la mayoría de las almas tuvieran que emigrar a los demás planetas de nuestro sistema solar, ocurrió finalmente la separación de la luna de nuestra Tierra, en cuyo momento volvieron tales almas y pudieron empezar a encarnar, ocurriendo entonces tal división de sexos y la encarnación sucesiva de los hombres. cainita es ahrimánica (basada en el estudio disciplinado de la realidad material bajo la luz luciférica y por medio del entrenamiento oculto de las logias y cofradías), y que a la inversa la iniciación abelita es luciférica (basada en las Iglesias y religiones devocionales, al amparo y sobre la base de su positiva relación con la materia y el mundo físico). A los primeros Lucifer les confiere una clarividencia astral semiconsciente, y a los segundos Jehová les facilita una inspiración etérica inconsciente. Por todo ello en su vida social el Cainita, en su tirón luciférico hacia el espíritu y hacia las alturas y en su desvinculación del mundo físico, suele ser más reservado y selectivo, socialmente inseguro y espiritualmente firme, mientras que el Abelita, dominado por su “Alma grupal” y apoyado por los dones gratuitamente a él otorgados por Jehová, es más integrado y existoso socialmente, está mas identificado con su personalidad y con la apariencia fenoménica del mundo material y por tanto está más atado a las atracciones y encantos del mundo físico. El Cainita, en general, y si no deriva hacia el lado adverso, “está en el mundo sin ser del mundo”, tiende a ayudar y redimir a los demás, y si triunfa en su entendimiento de cómo está construído el mundo, llegará a conocer las leyes de funcionamiento oculto del mundo y se convertirá en un sabio al servicio de sus hermanos, todos los hombres sin excepción. Prometeo-Lucifer-Caín y Epimeteo-Abel Prometeo robó a Zeus el Fuego divino para permitir que los hombres procedieran de un modo consciente en la senda de la evolución espiritual, transformando así el más perfecto de los animales de la tierra en un dios potencial y haciéndole libre de “tomar por la violencia el reino de los cielos”. (véase la leyenda y el mito prometéico en nuestro artículo sobre “Hércules en Capricornio, El mito de Prometeo y Cerbero” en el anterior número 7 de este Revista). El Prometeo que sustrae el fuego (la luz de la consciencia) del Rey del Olimpo, para entregárselo a los hombres para que éstos adquirieran un alma principio de la autoconciencia y dejasen de ser un rebaño de mansos semianimales provistos solo de alma grupal, no es sino una lectura mítica y metafórica de la encarnación en los hombres de los Aginsvattas luciféricos, y concretamente en los que serían los descendientes de Caín, desveladores de la divinidad oculta por medio de la llamada Inicación Luciférica. De ahí la maldición que Zeus (Júpiter para unos, para otros el mismo Jehová y los Elohim o dioses opuestos a la autoconciencia inicial en el hombre)) lanzó contra el “rebelde” titán Prometeo. Encadenado a una roca, Zeus lo castigó enviándole un buitre que sin cesar le iba devorando las entrañas (alegoría de los apetitos y concupiscencias del cuerpo astral), hasta que el iniciado Hércules, al fin, le libró de tan cruel suplicio. Por eso Prometeo no es sino un dios verdaderamente filántropo y gran bienhechor de la humanidad, a la cual elevó hasta el intelecto y la civilización, y a la que inició en el conocimiento de todas las artes; es el aspecto divino del Manas que tiende hacia el Buddhi y se funde con él. Prometeo, cuyo nombre significa “previsor”, o “el que piensa y ve por adelantado”, o “el que ve el porvenir”, es una figura acerca de la cual Steiner se refiere como el Lucifer Griego, por la intrínseca similitud de sus simbolismos metafóricos. Prometeo despertó la consciencia en los humanos, lo cual representaba un peligro a los ojos de Zeus (o Jehová), por lo que Zeus encadenó a Prometeo en las montañas del Cáucaso. Pero Prometeo era paciente porque él conocía un secreto que no era conocido por Zeus. En el futuro Zeus yacería con una mujer mortal, Io, la cual dará a luz a un hijo que comenzará una linea de descendencia que conducirá al nacimiento de Hércules o Heracles, que significa “aquel que es llamado por Hera”. Este gran héroe, a quien Steiner señala como presagio del Cristo Jesús, crecerá hasta suceder a Zeus en su posición de autoridad como Legislador de los cielos. Hércules matará al buitre que se está comiendo el hígado de Prometeo, liberando entonces al gran Lucifer Griego. Los Seres Luciféricos pertenecen al 2º Coro de jerarquías creadoras o angélicas, (para los hindúes son los Espíritus del Fuego o Agnisvattas, los Manasaputras o Hijos de la Mente Divina), por debajo de los Ahrimánicos (Dynamis o Espíritus del Movimiento), y fueron los generadores de los Angeles lunares del 3º Coro. A un nivel personal e individual Lucifer es la primera de las Entidades suprasensibles internas con la que debemos de ejercer nuestra misión de regeneración. Su pecado histórico fue que, a diferencia del resto de las Jerarquías Creadoras normales, anhelaba disfrutar de autoconciencia desde un centro propio, con su propia mirada y su propia comprensión, y por ello encarnó separándose de la consciencia compartida de las restantes órdenes de seres jerárquicos, en una mente singularizada, prerrogativa (“el fuego de los dioses”) que antes que él solo manejaban los Elohim (los Espíritus de la Forma o Potestades). Si el principal hallazgo científico de todos los tiempos ha sido el fuego, y, decía Steiner, la Quinta Raza Raíz está regida por el Signo del Fuego, Prometeo es su máximo representante, ya que aportó a la humanidad el Fohat o Fuego del Espíritu o Pensamiento Cósmico, la energía de Brama, creador del mundo. Si Prometeo significa “El que piensa las cosas a priori, con anticipación”, el nombre de su hermano Epimeteo significa “El que piensa las cosas a posteriori, después de sucedidas”, y el hombre de la Quinta Raza tiene un tipo de pensamiento “Kama manásico” (consciencia intelectual), que consiste en dejar que el mundo trabaje sobre uno mismo y pensar en ello después. Sin embargo fue Prometeo el precursor de lo que debiera de ser el pensamiento anticipativo y creador, el pensamiento “Manas” de los conceptos espirituales que debiera de caracterizar a esta Quinta Raza. Afirmaba Steiner que hay dos clases de seres humanos: aquellos que se conforman y adhieren a las cosas tal y como las reciben del mundo que encuentran, y aquellos que crean una nueva vida a partir de lo inanimado. Los Hijos del Fuego, los Luciferes Prometéicos, y sus descendientes Cainitas, que ansían obtener el desarrollo espiritual por sus propias fuerzas y con plena consciencia, aunque ello conlleve peligros, para aportar al mundo la Sabiduría, la Belleza y la Bondad. Y los que, como Epimeteo, asumen el estado del mundo receptivamente, dejan transcurrir la vida y obedecen religiosamente y conservan el status quo: son los Abelitas, hijos de la sabiduría lunar de Jehová. En la Leyenda de Prometeo el buitre (la astralidad, los deseos del cuerpo astral) le devora el hígado (las fuerzas de la Quinta Epoca, las fuerzas vitales y etéricas del género humano) y de esta manera el hombre (encadenando como Prometeo a la materia pétrea) tiene que pagar por su afinidad con el Prometeo-Lucifer del mito, y es obligado a convertirse en maestro de su propia naturaleza interna para no continuar encadenado al mundo. Prometeo es el iniciado arquetípico de la Quinta Epoca, el primer gran iniciado de la humanidad, que debe de tomar sobre sí mismo la totalidad del sufrimiento de la vida, y como él los iniciados de la Quinta Epoca aportan alivio a la humanidad encadenada en sus ataduras. El hombre ha de pagar, y Zeus-Jehová está celoso de él, porque la humanidad más tarde producirá sus propios iniciados que asumirán el liderazgo de la Sexta Epoca. Prometeo permaneció encadenado en un cuerpo físico, en donde las energías etéricas (el cuerpo etérico), representadas por el hígado, eran consumidas por el buitre de las pasiones (el cuerpo astral), hasta que 30 años después el Iniciado Hercules mata al buitre de las pasiones, y con la muerte del centauro Quirón (el hombre de Jehová, medio hombre espiritual medio animal), se posibilita la liberación de Prometeo y que vuelva al Olimpo de los Dioses. El centauro deja su lugar al hombre verdaderamente humano según la imagen diseñada por Cristo. Y así Jehová pierde su poder omnímodo sobre la Humanidad, y la Ley Bíblica debe de ceder su lugar al mensaje evangélico destinado a una humanidad libre. La Iniciación, a ejemplo del Prometeo Luciférico y Cainita, implica el descenso a los infiernos subterráneos del instinto (la llamada Octava Esfera, el Hades astral) para ganarse el derecho a la libertad real y volver a ascender como individuo autónomo no dependiente, dotado ya de la fuerza hercúlea del poder-sabiduría de Prometeo/Lucifer, para entregar a la humanidad su consciencia suprasensible acrecentada y plenamente despierta, y en definitiva para ayudar a todos los hombres a alcanzar su naturaleza dévica (como 10ª Jerarquía de Seres de Amor y Luz), de acuerdo con el Plan Crístico. La Leyenda del Templo
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