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La presentación del yo
La presentación del yo
Autoconciencia y conducta
Autoconciencia y autoevaluación 97
Evasión de la autoconciencia 97
igualación con las normas 98
Una perspectiva de la autoatención acerca de la conducta grupal 98
La presentación del yo en la vida diaria
El enfoque dramatúrgico de Goffman 100 E
Audiencia favorable, autoconstrucción e identidades situadas 101
Autopresentación y autoconcepto 102
Poder y congraciamienta
Los principios del congraciamiento 102
Tácticas del congraciamiento 103
Otras tácticas de autopresentación
La psicología del autoimpedimento
Autoobservación
La comunicación en las relaciones interpersonales
Principios de la comunicación 109
Variantes de conductas y estilos interpersonales 109
Comunicación no verbal
Algunos elementos de la comunicación no verbal 112
Engaño y detección 113
Diferencias de género en la comunicación no verbal 116
La autorrevelación: confidencias personales
Resumen E
Términos clave ,
Lecturas sugeridas
8 ITES-Paraninto
La presentación
del yo
O ITES-Paraninto
lra Gershwin tenía razón. Cuando hablaba de la
que compuso con su hermano George, comen-
Nunca supe cómo eran de buenas nuestras can-
ciones hasta que las escuché en la voz de Ella Fitzge:
rald” (Holden, 1996, p. 33). Cuando Ella Fitzgerald
murió en 1996, Estados Unidos supo que había perdido
a uno de sus más grandes talentos artísticos. Ella fue un
tesoro cultural. Se esforzó y grabó prodigiosamente du-
rante cinco décadas, perfeccionándose siempre. Una
vez, un entrevistador ingenuo le preguntó a un crítico de
música quién era la vocalista de jazz más importante
del país. Asombrado, le respondió: “¿Quiere decir...
aparte de Ella?”.
La interpretación musical de Ella Fitzgerald era tan
dulce y pura que no solo ayudaba a sus oyentes a
par del dolor y la amargura, sino que se lo permitía a
ella misma. Nació en 1917 en Newport News, Virginia.
Sus padres se separaron cuando ella tenía un año y su
madre se volvió a casar. Su madre y su padrastro se mu-
daron a Yonkers, Nueva York, donde pasaron algunos
de sus mejores años. Ella se distinguió en la escuela y
adquirió de su madre el amor por las artes y la actua-
ción. Primero quiso ser bailarina. Después oyó los di
cos de Louis Armstrong y Bing Crosby y empezó a can-
tar. Quizá sería cantante.
Durante su adolescencia, ejecutaba una rutina de
baile con un amigo en los clubes locales y parecía en-
caminada a una carrera musical. Pero las cosas cambi
ron de forma radical en 1932, cuando tenía 15 años. Su
madre murió y se encontró sola frente a una relación de
abuso por parte de su padrastro. Se mudó con una tía en
Harlem pero su vida se desorganizó rápidamente
Abandonó la escuela y empezó a vivir en las calles, En
poco tiempo, se mezcló en actividades delictivas e in-
¿luso sirvió como vigía en una casa ilegal de juego y
prostitución, avisando si la policía rondaba.
Pasó poco lLiempo para que Ella Fitzgerald fuera
detenida por las autoridades, quienes la enviaron al
asilo de huérfanos para personas de color en la sección
de Riverdale del Bronx. A causa de la sobrepoblación
durante la depresión económica de la década de 1930,
fue enviada a una de las pocas instituciones que acep-
La presentación del yo
Autoconciencia
- y autoevaluación
Las teorías recientes de la autoconciencia, o autoaten-
ción, plantean que nos hacemos autoconscientes si nos
piden que hablemos de nosotros mismos, si estamos en
medios no estructurados o desconocidos, cuando nos
«miramos al espejo o nos escuchamos en una grabación,
si las cámaras de televisión o los micrófonos nos enfo-
can o hay personas viéndonos o si, dentro de un grupo,
formamos parte de una minoría y por tanto destacamos.
Por obvias razones, estar en un escenario o una sala de
grabación despierta la autoconciencia, de ahí que haya
estado tan presente en la vida de Ella Fitzgerald. Pero
es algo a lo que todos nos enfrentamos; por consiguiente,
¿cuáles son sus consecuencias?
Los teóricos de la autoatención (Carver y Scheier,
1990; Duval y Wicklund, 1972: Gibbons, 1990; Mullen,
1987; Wicklund y Frey, 1980) explican que cuando nos
centramos en nuestra persona, ocurren dos cosas. Pri-
mero, viene a la conciencia nuestro autoconcepto y las
diversas partes que lo componen. Segundo, cuando este
autoconcepto está en nuestra mente, “es inevitable rea-
lizar una autoevaluación” (Gibbons, 1990, p. 286). Por
tanto, empezamos a evaluarnos comparando algunos
aspectos de nuestro yo con normas que la situación
hace resaltar.
Cualquiera de los aspectos del yo se convierten en
el centro de atención. Primero, nos centramos en nues-
tra apariencia y evaluamos la manera en que nos vemos
en comparación con otra persona o con el aspecto que
tuvimos en otro tiempo. Segundo, enfocamos la aten-
ción en nuestras experiencias fisiológicas o psicoló;
cas. Esto sucede a menudo si el estado de ánimo es
tenso o estamos activados por ejercicio, enojo, pasión,
ansiedad, disgusto o alguna otra emoción fuerte (Han-
sen, Hansen y Crano, 1989). Después comparamos
esas experiencias con nuestros estados normales de
humor o activación y evaluamos con precisión nuestra
emoción. Tercero, nos centramos en el “yo” como un
todo y realizamos una evaluación general de nosotros
mismos. Por lo regular, esta valoración se hace con res-
pecto a nuestro yo ideal, aunque podría comprender
comparación con otros. Cuarto, y el más común, enfo-
camos la atención en una conducta especifica y com-
paramos nuestros actos con reglas, normas u otros
criterios relevantes de comportamiento. En algunos
casos, centramos la atención en más de uno de estos as-
pectos del yo.
Pensemos, por ejemplo, qué pasa cuando nos mira-
mos al espejo. Comparamos nuestro aspecto o nuestros
gestos con las normas ideales de apariencia o conducta.
Cuando hacemos estas comparaciones, a veces descu-
brimos que nuestra conducta no es lo que percibimos
como ideal. Sentimos que no actuamos tan bien como
nos gustaría, que nuestra apariencia no es tan agradable
como la de las personas atractivas que vemos en la te-
levisión, o que no somos tan útiles y cooperativos como
creemos que es nuestra obligación. En otras palabras, la
comparación del comportamiento con las normas suele
ser una experiencia dolorosa y desagradable debido a la
enorme posibilidad de descubrir que no estamos dentro
de nuestros estándares ideales, ¿Qué pasa cuando tene-
mos sentimientos desagradables originados por esa au-
roconciencia?
Evasión de la autoconciencia
Uno de los métodos para manejar una situación que no
resulta placentera es simplemente tratar de evadirla. Por
ejemplo, Ella Fitzgerald y otras celebridades evitaron o
escaparon de la atención centrada en su yo, mezclán-
dose en las multitudes y permaneciendo anónimos.
¿Qué métodos de afrontamiento utilizan los sujetos en
los experimentos psicológicos de autoconciencia? Si se
enfrentan a la combinación nada placentera de auto-
conciencia y alejamiento de los estándares, escaparán
tan rápido como puedan. En un estudio, los sujetos hi-
cieron una prueba que medía “el ingenio”, una combi.
nación de inteligencia y creatividad. A varios sujetos se
les dijo que lo habían hecho muy bien (en el 10 por
ciento superior); y a otros, que habían tenido puntua-
ciones muy pobres (en el 10 por ciento inferior). En-
tonces se les pidió a todos que esperaran en otro cuarto
a que llegara un nuevo experimentador, con la aclara-
ción de que si no llegaba en cinco minutos, podían irse.
Para algunos sujetos, el otro cuarto tenía un espejo y
una cámara de tele n que estaba enfocándolos, la
cual, por supuesto, inducía la autoconciencia. Otros
fueron a un cuarto que no tenía ni espejo ni cámara. De
acuerdo con la teoría de la autoconciencia, los sujetos
que no fueron «centrados en su yo» por el espejo o la
cámara no quisieron escapar; no necesitaron pensar cn
ellos o en su actuación. Pero la situación fue diferente
para los sujetos a los que se hizo conscientes de sus ac-
ciones. Aquellos que tuvieron puntuaciones en la parte
superior de la escala de ingenio no se sintieron moles-
tos siendo autoconscientes, pues habían logrado acer-
carse a la norma ideal. Sin embargo, los que tuvieron
puntuaciones bajas, debieron haberse sentido incómo-
dos en extremo cuando fueron autoconscientes y com-
pararon su rendimiento con los criterios ideales; quisie-
O ITES-Paraninto
A
Capítulo 4 Psicología social
ron salir de la
jetos en la condi
no esperaron al experimentador ausente y se fueron
uación, escapar. ¡Y lo hicieron; Los su-
n rendimiento bajo/autoconcienc:
mucho antes que los sujetos de las otras tres condicio-
nes. Hasta hace poco, los psicólogos encontraron prue-
bas de que muchas conductas peligrosas, confusas O ex-
trañas tienen sus raíces en el deseo de escapar de la
autoconciencia, incluyendo los recuerdos falaces de ser
secuestrados por platillos volantes, el masoquismo s:
xual, el alcoholismo y comer de forma compulsiva
(Baumeister, 1989; Heatherton y Baumeister, 1991;
Hull, Young y Jouriles, 1986; Newman y Baumeister,
1996).
Aunque por lo regular evitamos centrar la atención
en nosotros mismos, varios estudios demuestran que
hay excepciones. Si esperamos una buena comparación
con las normas y lograr una identidad deseada, la aten-
ción centrada en nosotros mismos es bienvenida e in-
cluso la buscamos afanosamente (Greenberg y Musham,
1981).
igualación con las normas
Algunas veces, las personas no pueden huir de su con-
ciencia: escapar es imposible. Cuando esto ocurre, tra-
tan de cambiar su conducta para acercarse más a las
normas ideales. A estos intentos se los conoce como
igualación con las normas (Carver y Scheier, 1981;
Mullen, 1983). Sin embargo, que se haga o no depende
de si creen o no que tendrán éxito, es decir, por la ex-
pectativa del resultado. Si la persona tiene una expec-
tativa de resultado positiva y piensa que tendrá éxito en
igualarse con la norma, tratará de hacerlo. Este proceso
se llama autorregulación. Por ejemplo, quienes tienen
autoconciencia suelen tender más a ayudar a los demás.
En un estudio, los sujetos que vieron un vídeo sobre la
epidemia de una enfermedad venérea y se les hizo au-
toconscientes se ofrecieron como voluntarios en pro-
gramas de prevención más que el grupo de control. El
grupo con autoconciencia intentó igualarse con las nor-
mas de responsabilidad social (Duval, Duval y Neely.
1979).
Otro ejemplo interesante de autorregulación es el
de un estudio de la costumbre de “dulce o travesura” de
la noche de brujas (Beaman, Klentz, Diener y Svanum,
1979). La Mm impuesta por un vecino (en reali-
dad, un experimentador) fue no tomar más que un
dulce. El experimentador colocó los dulces en un tazón
y dejó que los niños tomaran los que desearan. Se creó
autoconciencia al colocar un espejo detrás del tazón.
Los resultados mostraron que sin el espejo, más de la
(O ITES-Paraninto
mitad de los niños tomaron más de un dulce. Pero con
el espejo, como los niños se veían tomando los dulces,
hacer trampa (tomar más de un dulce) se dio en menos
del 10 por ciento. En general, cuando nos hacemos
conscientes, nuestros esfuerzos por equipararos a las
normas lan conductas socialmente deseables que
«correspondan a las normas sociales.
Otro ejemplo interesante de autorregulación remite
al descubrimiento de que es más probable que las perso-
nas autoconscientes se comporten de acuerdo con sus va-
lores personales. En otro estudio, a universitarias califi-
cadas con mucha o poca sensación de culpabilidad sobre
el sexo se les pidió que leyeran pasajes pornográficos y
valoraran hasta qué punto los disfrutaban. Algunas parti-
cipantes fueron hechas autoconscientes de sí mismas
cuando colaboraron en el experimento, y otras no. En las
primeras, hubo una correlación muy elevada entre las ca-
lificaciones de culpa sexual y desagrado con los pasajes.
En pocas palabras, cuando las participantes fueron auto-
conscientes, meditaron sobre el grado de sus sentimien-
tos negativos en cuanto al sexo, y reaccionaron a la por-
nografía en consecuencia (Gibbons, 1978).
Mientras que la autorregulación o la igualación con
las normas son respuestas comunes a la autoconciencia
oa la atención centrada en el yo, no nos autorregulamos
si nuestras expectativas del resultado son bajas. Si cree-
mos que vamos a fracasar, nos rerraemos, que es una
forma de suspender la autorregulación normal y la
igualación con las normas.
Una perspectiva de la autoatención
acerca de la conducta grupal
Ya dijimos que tener estatus minoritario en un grupo des-
pierta la autoconciencia (Wicklund y Frey, 1980). Una
teoría aprovechó este conocimiento y consideró las con-
secuencias de la autoatención en un escenario de grupo
(Mullen, 1983, 1987). La aplicación de la teoría de la
utoatención a los grupos sostiene que dicha atención y
la igualación con las normas se incrementan en el grupo
en la medida que el individuo y su subgrupo son supe-
rados por las personas pertenecientes a otro subgrupo.
En concreto, la atención en uno mismo es proporcional
a lo que se conoce como proporción otro-total. Para Ella
Fitzgerald, esta proporción se traduce en la cantidad de
personas del público (otro subgrupo) dividido porel nú-
mero total de personas en la situación: cantantes, músi-
s y audiencia. Mullen (1983) mostró que la autoaten-
ción y la autorregulación aumentan de acuerdo con el
incremento de la proporción otro-total. Dicho en forma
sencilla, cuanto más se siente que el grupo propio es su-
La presentación del yo
La autoatención es un hecho de la vida, pero
investigaciones recientes demuestran que
sus consecuencias pueden ser graves, y
que, en general, no es placentera. Descubri-
mos que no coincidimos por completo con
las normas pertinentes, como nuestro yo
ideal o las normas de conducta ideal en de-
terminadas situaciones. Cuando esto pasa,
como dijimos, las dos respuestas son tratar
de escapar de la autoconciencia o tratar de
comportarse de una manera más deseable.
Ambas reducen la autoconciencia y la inco-
modidad que esta implica. Sin embargo, al-
gunos individuos centran constantemente su
atención en ellos mismos, lo que da como
resultado que sean infelices de modo habi-
tual. No dejan de pensar en ellos ni de eva-
luarse y encuentran que no son lo que debe-
rían. Sienten que no están a la altura de las
normas relevantes y son conscientes de ello.
¿Cuál es la consecuencia más probable de
esta autoevaluación crónica y esa sensación
de tracaso? Varios estudios demuestran que
la consecuencia es la depresión.
Diversos descubrimientos han señalado
un alto grado de autoatención como un fac-
tor para la depresión. Sabemos, por ejem-
plo, que los sujetos deprimidos tienen un
sesgo negativo de los recuerdos (Blaney,
1986); es decir, rememoran más cosas ne-
gativas que positivas. Esta tendencia contri-
buye a la depresión. ¿Cuál es la causa de
que sus recuerdos se encuentren sesgados
perado en número, mayor es la autoatención y la iguala-
ción con las normas de la mayoría.
Varios estudios interesantes demostraron este efec-
to. Por ejemplo, en el aula de clase es más probable que
los estudiantes participen en los debates (igualación
con las normas de la conducta en el aula) a medida que
la proporción entre profesores (otro subgrupo) y la
suma total de profesores-alumnos se incrementa
Cuando el número de estudiantes aumenta, la propi
ción disminuye y ellos dedican menos tiempo a pas
par. De manera similar, los informes de linchamientos
en el sur de Estados Unidos demostraron que si la turba
Sl ela
de este modo? Una posibilidad es que pro-
venga de la autoatención. Cuando las perso-
nas dedican mucho tiempo a centrar su aten-
ción en si mismas, las cualidades y sucesos
negativos se vuelven relevantes. En otras pa-
labras, centrar demasiado la atención en sí
mismos hace que se depriman. De ser cierto,
una manera de reducir el sesgo negativo de
los recuerdos, y por ende la depresión, es
apartar el pensamiento sobre uno mismo. Un
estudio reciente demostró que cuando se cen-
traron en el yo, las personas depresivas re-
cordaron más sucesos negativos de las dos
semanas anteriores que las no depresivas. En
cambio, cuando dirigieron la atención a obje-
tos externos, no manifestaron este sesgo
(Pyszczynski, Hamilton, Herring y Greenberg,
1989). En otras palabras, es posible romper el
ciclo que va de la autoatención a la autoeva-
luación negativa, que a su vez lleva a la de-
presión, si se consigue que los sujetos dejen
de pensar en ellos.
Otra investigación revela que las mujeres
suelen tener niveles más elevados de
autoatención que los hombres, lo cual
podría contribuir al hecho comprobado de
que son más depresivas que los hombres
(Ingram, Gruet, Johnson y Wisnicki, 1988).
Además, se han propuesto argumentos
contundentes de que la autoatención puede
conducir a la depresión y a una serie de
pasos que culminan en suicidio (Baumeister,
1990).
de gente es grande, aumentan las atrocidades del lin-
chamiento, medidas por los disparos, incendios, des-
membramiento de la víctima, etcétera. Participar en
E conductas representa una ausencia de autorregula-
ción, que es lo que la teoría de la autoconciencia pre-
dice que ocurrirá si la autoatención es baja. Cuando los
miembros de la turba exceden en cantidad a las ví
mas, la proporción otro-total (número de víctimas di
dido por la cantidad de victimas más los membros de
la turba) es bajo y se cumple el pronóstico de ausencia
de autorregulación (Mullen, 1986): las personas se des-
individualizan.
O ITES-Paraninfo
Capitulo 4 Psicología social
Autopresentación
y autoconcepto
Cuando Ella Fitzgerald cantaba con aleg:
sentirse contenta. ¿La autopresentación lleva a cambiar
nuestras actitudes o sentimientos? Gofíman (1959) ar-
gumentó que es frecuente que “nos ajustemos a nues-
tros actos” y por ello empecemos a sentirnos como la
persona que proyectamos. Por otro lado, la investiga-
ción revela que la autopresentación nos motiva a adop-
tar actitudes congruentes con la manera que tenemos de
presentarnos (Baumeister y Tice, 1984). Una vez que
actuamos como yéramos o sintiéramos algo, inter-
nalizamos nuestra conducta y llegamos a sentir genui-
namente nuestra actuación. Tal y como internali
los papeles que representamos (recuerde capítulo 3),
también lo hacemos con buena parte de nuestras auto-
presentaciones (Baumeister, 1986).
parecía
Poder y congraciamiento
En la teoría de la autopresentación de Goffman está im-
plícita la idea de que en la vida diaria el poder es impor-
tante. Queremos tener la capacidad de controlar las im-
presiones que otras personas tienen de nosotros y en
particular la manera en que nos tratan, y por ello nos
ocupamos en las diversas formas de manejo de las im-
presiones. La idea de que el poder es importante la vida
ta en la teoría del congrac
y la autopresentación de Edward E. Jones, con una gran
influencia de Goffman.
Los principios del congraciamiento
La teoría del congraciamiento y autopresentación estra-
tégica de Jones (Jones, 1964: Jones y Wortman, 1973;
Jones y Pittman, 1982) parte de considerar la condición
de la persona en una posición de poco poder. El poder
es la capacidad personal de premiar o castigar, ayudar o
herir. Quien se encuentra en una posición de poco poder
tiene menos capacidad de reconocer o castigar al otro
Por ejemplo, el capataz de una fábrica tiene el poder de
dar al trabajador un aumento o despedirlo, El trabaja-
dor, por su parte, tiene relativamente poca capacidad de
influir en las acciones del capataz y, por tanto, tiene
menos poder. En contraste, la intérprete Ella Fitzgerald
adquirió considerable poder negociando sus contratos:
podía alterar las ganancias potenciales de su empresa-
rio grabando con una compañía o llevándose sus servi-
cios a otro lugar. Desde la perspectiva de los individuos.
18 ITES-Paraninto
de poco poder, Jones afirma que sienten la motivación
para modificar esta relación.
¿Cómo puede una persona en una posición de es-
caso poder modificar la relación para reducir la diferen-
cia de poder? La respuesta sería que si la persona con
poco poder puede “congraciarse” con el “poderoso” y
hacerse agradable a sus ojos, el diferencial de poder
suele reducirse. ¿Qué tiene que ver la simpatía con el
poder? Consideremos a un estudiante y un profesor:
este, en virtud de su capacidad de calificar, tiene más
poder que el alumno, quien, por las buenas o las malas,
tiene poco impacto real. Si el estudiante logra simpati-
zarle al profesor, pueden suceder dos situaciones. Pri-
mera, será menos probable que el profesor castigue al
estudiante otorgándole una mala calificación; así se re-
duce el poder del profesor sobre el alumno. Segunda, el
profesor se verá afectado por la amabilidad o enemistad
del estudiante y se cuidará más de lo que este piensa de
su actividad, con lo que aumenta la capacidad del estu-
diante de recompensar o castigar al profesor. En estas
dos formas se reduce la ventaja de poder del profesor,
aunque ¡puede suspender al estudiante si es necesario!
En función del análisis anterior, Jones (1964) pre-
dijo que las personas con poco poder tratarán de con-
graciarse con los sujetos con más poder y de hacerse
agradables. Una gran parte de la investigación se ha
centrado en las diversas maneras mediante las cuales
las personas tratan de ganar simpatía. Muchos estudios
reco-nocen la dificultad del congraciamiento nte y
estudian cómo superarla. Algunas de estas dificultades
se resumen en el “dilema del congraciamiento”, que
consta de dos partes. La primera es que cuanto menos
poder se tiene en una relación, mucho más se quiere
uno congraciar. Y, al mismo tiempo, la persona con
mayor poder estará más alerta a los posibles intentos de
congraciamiento. Los intentos de la persona con menor
poder para ganarse la aprobación del poderoso pueden
verse como adulaciones y tener el efecto contrario. Por
ejemplo, el encargado de un restaurante de comida rápida
es consciente de que ciertos empleados actúan de forma
amigable en un esfuerzo por influir en sus oportunida-
des de ascenso. El dilema de estos empleados es que, al
tener poco poder, tratan más de congraciarse, pero el
conocimiento del encargado sobre las conductas de
Congral iento les hace difícil el éxito.
El segundo aspecto del dilema es que las personas
con poco poder, como los empleados que se relacionan
con el encargado de un local o una empresa, no quieren
verse como aduladores (o practicantes del congracia-
miento), pues se considera una conducta degradante.
Las normas de conducta ¡deal dictan que no tratemos de
le a alguien por motivos ocultos, así que por lo
lar tenemos un comportamiento idealizado para ma-
nifestar que estamos de acuerdo con ese criterio. Pero,
mo con otros comportamientos idealizados, algunas
eces violamos la norma; esto es, adulamos más de lo
admitimos. Pero queda el hecho de que no nos
ta parecer aduladores (lisonjeros) y esto también es
del dilema.
Un fenómeno que mengua dicho dilema es la la-
ada conspiración autista. Como dijimos, el adulador
potencial, el individuo con poco poder, no quiere verse
omo tal. Además, la persona objetivo, la de mayor
poder y hacia la cual está dirigido el congraciamiento,
¡Cno quiere ver a la persona de menos poder como un adu-
Jlador. En nuestro ejemplo, el encargado no busca pensar
que los empleados son amables por motivos ocultos y
efiere ver la conducta de adulación como genuina. Si
empleados lo felicitan por una decisión, quiere creer
e la decisión es buena y que se merece esas felicita-
lar, si un estudiante en clase está
de acuerdo con el punto de vista de un profesor, este
: quiere creerse que es convincente y brillante, no que el
estudiante es lisonjero. En pocas palabras, ambas perso-
nas, la de mayor y la de menor poder, prefieren ver las
cosas de otra manera y creer que no se trata de una adu-
lación. Este engaño mutuo de lo que en verdad pasa es
lo que se conoce como conspiración autista, un fenó-
meno que no solo reduce el dilema, sino que también
hace mucho más fácil que la adulación sea eficaz.
Otra manera en que tratamos de arreglároslas con
el dilema es siendo sutiles. Aunque hay varias tácticas
de congraciamiento, el principio de sutileza se aplica a
todas. Debido a que buscamos que nuestra conducta sea
creíble, el congraciamiento no es tan manifiesto como
para que despierte sospechas de motivos ocultos. Ana-
lizaremos tres conductas que son tácticas de congracia-
miento y que requieren sutileza.
Tácticas de congraciamiento
Una táctica de congraciamiento es mostrar conformi-
dad con las opiniones y valores de la persona con
mayor poder. Es fácil imaginar a un alumno que mueve
la cabeza en señal de aprobación cuando el profesor
presenta un punto. Probablemente también ha escu-
chado que los consejeros presidenciales hacen lo mismo
cuando hablan con su jefe. Varios estudios de confor-
midad realizados por Jones y sus colaboradores, mues-
tran con qué frecuencia y sutileza asentimos, cuando te-
nemos la oportunidad de asentir o disentir, con los
sujetos con mayor poder que están en posición de con-
103
trolar los resultados. Dichos estudios muestran que a
menor poder mayor conformidad y sutileza, tal como lo
predice el dilema del congraciamiento.
En un estudio, universitarios de reciente ingresó a
la escuela naval aprobaron en gran parte las opiniones
de los estudiantes de años superiores. Sin embargo, “es-
cogieron sus temas”; es decir, estuvieron conformes en
los temas que concernían al programa académico, pero
mantuvieron su independencia en temas como la mú-
sica o las películas, que no tenían nada que ver con la
escuela, De esta manera, mostraban que podían pensar
por ellos mismos sin poner en tela de juicio la autoridad
de sus superiores (Jones, Gergen y Jones, 1964). En
otro estudio, los sujetos con poco poder que asintieron
expresaron que estaban muy seguros de sus opinione:
como si mostraran que las opiniones que proyectaron
eran propias. Cuando disereparon, matizaron lo que de-
cían indicando que no estaban muy seguros (Jones y
Jones, 1964). En otro estudio, los sujetos con poco
poder mostraron una tendencia a conformarse más con
los valores básicos de la persona con mayor poder que
con sus opiniones particulares (Davis y Florquist,
1965). En todos los casos, señalaron que no estaban
conformes por completo.
Algunas veces la conformidad es un consentimien-
to no verbal. En un estudio, a las mujeres sujetos de la
investigación que fueron a una entrevista de trabajo se
les informó acerca de las opiniones del entrevistador
(varón). A algunas se les dijo que el entrevistador valo-
raba a la mujer tradicional, emocional y respetuosa,
mientras a otras se les informó que prefería mujeres
más liberadas. Cuando llegaron con el entrevistador,
vestían y se comportaban de manera diferente, ademá
de que hicieron los comentarios que pensaban que el
entrevistador quería escuchar, dependiendo de lo que
se les informó acerca de él. En el caso del entrevista-
dor con preferencias por la mujer tradicional, las solici-
tantes estaban más maquilladas, con más joyas. y en
general se comportaron de manera más pasiva. Las
mujeres entrevistadas por el sujeto que prefería a la
mujer liberada hablaron 0 tuvieron mayor contacto:
visual con él y por lo general actuaron mas asertiva-
mente (Von Baeyer, Sherk y Zanna, 1981). En po
palabras, esta a de congraciamiento (conform
dad) puede ser tanto verbal como no verbal, y suele ser
muy sutil.
Otra táctica de congraciamiento es la adulación
propiamente dicha, el realce del otro. Si decimos cosas
agradables a los demás para expresar que nos gustan o
los admiramos, a cambio tenemos buenas posibilida-
des de agradarlos. También aquí es importante la suti-
6 ITES-Paraninto
Capítulo 4 Psicología social
leza. Nuestro halago o lisonja debe parecer sincero y
creíble. Por ejemplo, las investigaciones sugieren que
agradamos a las personas que nos agradan, en particu-
lar si parecen discernir y discriminar en sus juicios.
Las personas que siempre son positivas no agradan
tanto; sus comentarios halagadores sobre nosotros no
nos parecen muy significativos (Mette y Aronson,
1974). Otras investigaciones demuestran que es impor-
tante que quien dice cosas agradables de nosotros no
tenga nada que ganar. En general, cuanto más nos
gusta la gente, más le agradamos, pero esto no es ver-
dad si la otra persona tiene un motivo escondido y es a
todas luces aduladora (Jones y Wortman, 1973).
Hay varias maneras de adular a otros. Dale Carne-
gie (1936) en su famoso libro How to Win Friends and
Influence People (Cómo ganar amigos e influir en la
gente), analizó las maneras de mostrar a los demás que
son importantes. Una forma es simplemente llamarlos
por su nombre. Los oficiales de la armada saben que
los soldados responden de manera más favorable
dirigen a ellos por su nombre. Como Carnegie dijo,
nuestros nombres son los “sonidos más dulces” que es-
cuchamos.
Como dijimos al principio, la conducta de la “auto-
construcción” (Baumeister y Hutton, 1987) se desen-
vuelve con frecuencia alrededor de características per-
sonales que valoramos mucho pero no estamos seguros
de poseer. Por ejemplo, un hombre que valora el ser de-
portista verá si puede impresionar a otros en un juego
de voleibol. Ganar la aprobación de los otros da como
resultado la autoconstrucción. No es sorprendente que
el halago funcione mejor si elogiamos aquellos aspec-
tos que el otro no está seguro de poseer (Schlenker,
1980). Halagar a una profesora de estadística por su fa-
cilidad con las expresiones matemáticas no tendrá
mucho impacto; ella ya sabe que es buena con los nú-
meros. Pero elogiar sus ejemplos ingeniosos, de los
cuales se siente muy insegura, la llevará a apreciar esa
percepción.
La carrera de Ella Fitzgerald muestra una tercera
forma de adulación que suele tener éxito: la autopre-
sentación positiva, es decir, presentarse uno mismo en
forma tan positiva como sea posible. Esto significa a
menudo autoensalzarnos, revelar información positiva
acerca de nosotros. Cuando las personas dicen “peque-
ñas mentiras” en su autopresentación, es para mostrarse
tan favorablemente como puedan (De Paulo, Kashy,
Kirkendal, Wyer y Epstein, 1996). Sin embargo, los es-
tudios muestran que las personas se presentan a veces
muy positivamente y otras de forma más modesta,
según lo que consideren apropiado para la ocasión o la
0 ITES-Paraninto
audiencia (Gergen y Taylor, 1969). Por ejemplo, nos
presentamos con más moderación ánte los amigos que
ante los extraños y tenemos dificultades para ser hu-
mildes con extraños y autoensalzarnos con los amigos
(Tice, Butler, Muraven y Stillwell, 1995). Hay un tiem-
po y un lugar para ambas presentaciones, la positiva y
la modesta. En resumen, la autopresentación, en el sen-
tido de realce personal o modestia, es la tercera táctica de
congraciamiento, junto con la conformidad y la adu-
lación.
¿Funcionan estas tácticas? Una revisión reciente de
varias décadas de investigación revela que funcionan.
Un estudio encontró que el halago es una buena táctica
para agradar a quien deseamos (Gordon, 1996). Otros
métodos también funcionan, pero de manera menos
confiable. También parece que es más probable que la
adulación funcione con las mujeres, quienes toman más
a menudo la conducta de congraciamiento como valor
de apariencia; los hombres son más escépticos (Gor-
don, 1996). Estas son generalizaciones útiles en algún
grado, pero la conclusión principal es que el congracia-
miento es una forma muy compleja de interacción social
que algunas veces funciona.
Otras tácticas
de autopresentación
Hasta aquí hemos considerado las tácticas de autopre-
sentación dirigidas al congraciamiento: hacer que los
demás nos quieran para conseguir poder en las relacio-
nes. Sin embargo, otras estrategias importantes de auto-
presentación se utilizan para controlar la manera en que
los demás nos ven y nos tratan. Mientras que el con-
graciamiento sirve para conseguir el agrado de las per-
sonas, las otras estrategias están diseñadas para originar
en cierto modo percepciones diferentes en los otros e
inducirlos a actuar de acuerdo con estas. Cuatro de ellas
son la intimidación, autopromoción, ejemplificación y
súplica, que se emplean para inducir en otros temor, res-
peto por nuestras habilidades, por nuestra moral y sgn-
timiento de pena por nosotros, respectivamente
En el caso de la intimidación, una persona trata de
inducir alguna conducta a través del temor. El intimida-
dor trata de parecer poderoso y dispuesto a ejercer el
poder y con frecuencia recurre a las amenazas de cas-
tigo. Jones y Pittman dan como ejemplos de intimida-
dores a los ladrones callejeros que se valen de amena-
zas y miedo para lograr sus deseos; por ejemplo,
obligar a sus imas a entregar su dinero. En los de-
tuvieron el control de la situación pero se les dijo
ive habían resuelto los problemas insolubles de manera
ta eligieron el fármaco que disminuye el rendi-
to; es decir, se autoimpidieron. Los que tuvieron
lanza trataron de hacerlo aún mejor en la segunda
te de la prueba: tomaron el fármaco que mejoraba el
¡miento (Berglas y Jones, 1978). Estos resultados
uestran que es más probable que nos pongamos
áculos si no nos sentimos seguros de nuestras ca-
idades, pues así al menos nos ahorramos la ver-
za por el fracaso, si este ocurre.
El autoimpedimento adopta muchas formas. Una
las más interesantes es presentarse como enfermo o
tirse realmente enfermo (Smith, Snyder y Perkins,
983). De manera similar, otros se presentan como des-
validos y afirman que hicieron poco esfuerzo, se sen-
ansiosos o sufrieron los efectos de la medicación.
n embargo, corren el riesgo de que se evalúe su ac-
ión de manera más negativa si no se esfuerzan
e anbonmatsu, Tschanz, Feick y Waller,
). Un estudio mostró que las personas pueden con-
mir alcohol —y hasta abusar— para causarse impe-
entos. Se les dijo a los estudiantes de la Universidad
Vanderbilt, en Nashville, que podían tomar parte en
estudio acerca de los efectos de cantidades de alco-
ol determinadas por cada cual en el rendimiento inte-
ectual. Se les aplicaron problemas sin solución y a
“unos se les dijo que los habían resuelto bien y a otros
que no. Los primeros tendieron a tomar más alcohol
2 antes de hacer la segunda prueba que los segundos. Así,
mn una situación en la que las personas tienen éxito pero
no la confianza sobre su éxito futuro, pueden beber
omo medio para obstaculizarse (Tucker, Vucinish y
s de autoimpedimento no solo son
as de manejar las impresiones que los demás tie-
“nen de nosotros, sino que también proporcionan solu-
iones para las autoatribuciones. Los que se sienten im-
pedidos nunca enfrentan sus autoatribuciones negativas.
A.causa del autoimpedimento,
bilidad de que sus capacidades sean muy limitad.
(Smith, Snyder y Handelsman, 1982). Aunque el au-
toimpedimento se atribuye tanto a uno mismo como a
los otros, las investigaciones muestran que es básica
mente una táctica de autopresentación (Baumeister y
Tice, 1985; Baumeister y Hutton. 1987). En particular, es
más probable que se utilice cuando los demás esperan
éxitos futuros de uno en función de los que se tuvo en
el pasado, y es menos probable si los otros no están en
posición de observar las acciones de autoobstaculiz.
ción (Kolditz y Arkin, 1982). También es más probable
que ocurra si sentimos que nuestros desempeños son
importantes y no tenemos excusas de peso ni manifies-
tas para no rendir de la mejor manera (Sheppard y
Arkin, 1989).
Autoobservación
La manera en que nos presentamos difiere; no todos lo
hacemos de igual modo. Una de las diferencias más im-
portantes e interesantes entre las personas, en cuanto a
su autopresentación, es el grado en que se ocupan de la
autoobservación (Snyder, 1974, 1979, 1987). La auto-
observación es el acto de ajustar la conducta propia a
las normas de la situación o a las expectativas de los
demás. Gracias a la autoobservación, se controla la pre-
sentación verbal y no verbal de uno mismo para res-
ponder a dichas expectativas. Los individuos con una
autoobservación elevada están atentos a las reacciones
y las expectativas de los demás ante ellos, pero están
más prestos a modificar su conducta para adaptarla a
estas.
Snyder y Gangestad (1986) concibieron una escala
para medir el grado en que la gente se autoobserva.
Contiene ítem como “Engaño a las personas siendo
amigable cuando me ustan”, “No siempre soy la
persona que aparento ser” y “Me gustaría no cambiar
mis opiniones (o la manera en que hago las cosas) por
complacer a alguien o ganar su aprecio”. En la figura
4.1 se muestran otros ítems de la escala de autoobser-
vación. Aunque investigaciones recientes señalan que
no hay una autoobservación alta o baja y que, en vez de
ello, se manifiesta de forma graduada en las personas
(Miller y Thayer, 1989), es útil identificar algunas c:
racte: as de las posturas extremas.
Los sujetos con un grado alto de autoobservación
son extravertidos, buenos actores y están dispuestos a
cambiar su conducta para ajustarse a los demás (Briggs
y Cheek, 1988; Briggs. Cheek y Buss, 1980). Beberán
alcohol si les parece que es conveniente para manipular
las impresiones de los demás (Sharp y Getz, 1996). De
estos individuos se ha dicho que tienen un “yo pragmá-
tico” (Snyder. 1987). También se caracterizan por: D
preocuparse por lo apropiado de su conducta: 2) prestar
atención a otros en busca de señales de lo que es apro-
piado; 3) ser muy hábiles para presentar muchas con-
ductas diferentes en situaciones distintas, y 4) ser capa-
ces de cambiar la manera de presentarse (Gabrenya y
Arkin, 1980). En pocas palabras, a aquellos con altos
niveles de autoobservación les interesa adaptarse a la
situación, son muy hábiles para captar los deseos y ex-
0 IES-Paraninto
Tn 5 srl
4 Psicología social
FIGURA 4.1. MUE
Contesto los siguientes ítems con verdadero o falso.
'RA DE fTI MS QUE MIDEN AUTOOBSERVACIÓN
IL Me es difícil imitar la conducta de otras personas.
. No siempre soy la persona que aparento ser.
Joana
Fuente: Adaptado de Snyder (1974)
pectativas de los demás y son capaces de modificar su
conducta para satisfacer las de los otros.
Debido a que se perciben como buenos para im-
presionar a los demás, los individuos con altos niveles
de autoobservación tienen una autoestima más elevada
(Sharp y Getz, 1996). También poseen destrezas socia-
les para poner a prueba sus hipótesis sobre las persona-
lidades de los otros. Hacen preguntas que generan
formación que lleve a confirmarlas (Dardenne y
Leyens, 1995). Un ejemplo interesante de adaptación
de conducta a la situación se muestra en un estudio en
el cual unos sujetos fueron advertidos de que se rela-
cionarían con un compañero y a otros no se les dijo
nada. Las personas con autoobservación elevada fueron
más cooperadoras cuando se enteraron por anticipado
de esa interacción que las otras, Las personas con poca
autoobservación fueron igualmente cooperadoras su-
pieran o no que interactuarían con otro compañero
(Danheiser y Graciano, 1982).
Las personas con baja autoobservación son nota-
bles por la congruencia de su conducta en diversas si-
tuaciones. Tienen una imagen personal más definida y
son más sinceros con su imagen que las personas con
autoobservación alta. Se dice que tienen un “yo de
principi más que el “yo pragmático” de las personas
con autoobservación alta (Snyder, 1987). Es probable
que entren en situaciones más congruentes con sus ac-
titudes, especialmente si conceden importancia a la
baja autoobservación (Mellema y Bassili, 1995;
Snyder y Gangestad, 1982). Una razón de que su con-
ducta sea más congruente con sus actitudes es que las
recuperan de la memoria con más facilidad, que las
personas con autoobservación elevada (Kardes, San-
bonmatsu, Voss y Fazio, 1986). Los valores y los prin-
cipios parecen más importantes para aquellos con baja
O ITES-Paraninto
. Puedo improvisar diálogos incluso de temas acerca de los cu
- En diversas situaciones y con personas distintas, con frecuenci
En un grupo de personas, rara vez soy el centro de atención.
Puedo engañar a las personas siendo amigable cuando en realidad me desagradan
Puedo argumentar solo por ideas en las que creo.
ngo información.
actúo como una persona diferente,
autoobservación y vienen a su mente de manera más
rápida. Por ejemplo, en un estudio, apoyaron a una $
mujer que demandó a una universidad por discrimina- $
ción sexual en un grado que era predecible por sus ac-
titudes al respecto. Sin embargo, el apoyo de quienes
contaban con autoobservación elevada no fue con-
gruente con sus actitudes al respecto (Snyder y Swann,
1976). Cuando lo importante es la congruencia, los de
autoobservación alta muestran su adaptabilidad y fle-
xibilidad actuando de acuerdo con sus actitudes
(Snyder y Kendzierski, 1982). Si lo que se espera de
ellos es eso, muestran la misma congruencia que los de
baja autoobservación.
Hay algunas diferencias importantes al procesar la
información social entre los de baja y alta autoobserva-
ción. Estos últimos recuerdan mayor información de los
demás y realizan inferencias más seguras y de más alto
grado (Berscheid, Graziano, Manson y Dermer, 1976).
Se ha asociado la capacidad de recordar con mayor pre-
cisión las acciones de los demás y una habilidad de
identificación más exacta como testigos oculares con
quienes tienen una autoobservación elevada (Hosch y
Platz, 1984). Sin embargo, algunos estudios muestran
que las preguntas dirigidas por los abogados interfieren
con la exactitud de los recuerdos de las personas con
autoobservación alta, más que en el caso de los de baja
(Lassiter, Stone y Weigold, 1987). Debido a que los de
autoobservación alta son más sensibles a las expectati-
vas y creencias del abogado, este puede engañarlos su-
giriendo información falsa.
Oura diferencia entre los dos tipos de autoobserva-
ción es la correspondiente a las relaciones íntimas y ro-
nánticas. Como veremos en el capítulo 8, al elegir pa-
reja, los que tienen autoobservación alta ponen mayor
ico que en otras cualidades per-
h La presentación del yo
sonales (Snyder, 1987). Por consiguiente, no es de sor-
prender el hecho de que crean que la compatibilidad
entre hombre y mujer está determinada más por la
militud en el atractivo físico que por los rasgos de per-
sonalidad. En cambio, los de baja autoobservación sos-
tienen la opinión contraria; su pronóstico sobre la
compatibilidad de pareja se basa más en los intereses y
personalidad que en el atractivo físico (Glick, DeMo-
rest y Hotze, 1988).
Por último, un estudio de campo reveló que los in-
dividuos con autoobservación alta funcionan mejor en
las organizaciones que los de baja, lo que se conoce
como posiciones de límites cruzados (Caldwell y O”
Reilly. 1982; Snyder, 1987). Límites cruzados significa
trabajar en la intersección entre organizaciones 0 con
personas de organizaciones externas. Para tal conducta
se requiere flexibilidad y apertura a los deseos y expec-
tativas de los demás, aspecto en el que los de alta su-
pervisión de sí mismos son mejores.
Hace un siglo, William James (1890) escribió
sobre las distintas caras que presentamos ante distintas
audiencias: “No nos mostramos de igual modo con
nuestros hijos, compañeros del club, clientes, subordi-
nados, profesores, jefes y amigos íntimos” (p. 282). Es
más frecuente encontrar esta variabilidad en la con-
ducta que refiere James en algunos individuos que en
otros. Los de autoobservación alta tienen la capacidad y
la tendencia a comportarse de manera distinta en situa-
ciones diferentes con personas diversas. Los de baja
autoobservación tienen una trayectoria más franca:
saben quiénes son y actúan sin dejarse influir en forma
desmedida por la situación social.
La comunicación en las
relaciones interpersonales
La autopresentación y la autoobservación componen
una buena parte de la conducta social. Sin duda, Ella
Fitzgerald se presentó a sí misma de tal manera que
creó una “imagen” pública que fue importante para ga-
narse adeptos en todo el mundo. Pero a menudo, en
nuestra interacción con los demás buscamos ir más allá
de la autopresentación y comunicarnos de manera más
amplia y abierta en el contexto de una relación. En esta
sección analizaremos algunos principios básicos de la
comun ión en las relaciones interpersonales, cómo
se comportan y organizan personas distintas en ellas y
cómo nos valemos de la comunicación no verbal y la
confidencias personales para comunicar nuestros senti-
mientos y opiniones.
Principios de la comunicación
En The Pragmatics of Human Communication de Watz-
Law Beavin y Jackson (1967), se esbozan algunos
principios básicos de la comunicación. El primero
afirma que cada conducta en una relación es una comu-
ación y es imposible no comunicar. El segundo s0s-
tiene que todas las comunicaciones llevan mensajes a
dos niveles, el del contenido y el de la relación. La co-
municación al nivel del contenido se refiere a las tareas
que emprendemos, las situaciones que enfrentamos jun-
tos o los problemas que tratamos de resolver, Atañe a
los asuntos que no pertenecen propiamente a la rela-
ción, por ejemplo si es buena idea ir a la biblioteca, si
es probable que llueva o la reparación del coche. La co-
municación al nivel de la relación es la forma en que
una persona se ve a sí misma en relación con la otra.
Por lo regular, la comunicación al nivel del conte-
nido se realiza de palabra, en tanto que al nivel de la re-
lación fluye a través de lo no verbal: el tono de la voz,
los gestos, las expresiones faciales y los ademanes en
general. Si la comunicación del contenido es la palabra,
la de la relación es la música. A menudo transmitimos
cómo observamos nuestra relación con otra persona
más por la manera en que decimos las cosas que por lo
que decimos. En muchos casos no es fácil hablar de los
propios sentimientos y los comunicamos por canales no
verbales. De hecho, transmitimos nuestra opinión sobre
nuestra relación con otra persona de un modo global, a
través de un estilo interpersonal. Consideremos las wa-
riedades de los estilos interpersonales y lo que cada uno
transmite de nuestra opinión de la relación.
Variantes de conductas
y estilos interpersonales
Goffman (1995) observó que cuando un individuo se
presenta a sí mismo representa una “línea”, un patrón
total de expresiones verbales y no verbales que trans-
miten su definición de la situación, de otra persona en
la situación y de él mismo. Podría parecer que existen
un sinfín de líneas, y que las variedades de la conducta
interpersonal son infinitas. Si piensa un instante eñ qué
diferentes son las personas le impresionará la gran va
riedad de conductas humanas. Ahora bien, los psi
gos que han estudiado las variedades y clasificaciones
de la conducta interpersonal descubrieron que se agru-
pan en un número sorprendentemente pequeño de cate-
gorías (Bales, 1958; Carson, 1969; Leary, 1957)
Los estudios de Leary aplicaron un análisis facto-
rial (técnica estadística para determinar las dimensio-
6 ITES-Paraninto
ulo 4 Psicología social
Comunicación no verbal
Erving Goffman (1959), en su libro sobre la presentación
del yo en la vida cotidiana, explicó que la autopresenta-
ción comprende conducta verbal y no verbal. Distinguió
la expresión “pronunciado”, o expresión verbal, de la ex-
presión “emitido”, o expresiun no verbal, y sugirió que la
última es menos controlable que la primera. La conducta
0 expresión no verbal es especialmente poderosa para
transmitir emociones y, cómo es menos controlable, trans-
mite nuestros verdaderos sentimientos acerca de las rela-
clones aun cuando deseáramos esconderlos. Por supuesto,
la magnitud con que se expresan los sentimientos y su
control varía con los individuos (Kring, Smith y Neale,
1994). Los actores son un ejemplo interesante porque se
esfuerzan por controlar sus expresiones no verbales, así
como por transmitir sentimientos que de manera ordinaria
se expresan sin control. Por ejemplo, en la película So-
phie's Choice (La decisión de Sofía), en un campo de con-
centración nazi un oficial le ordena a Meryl Streep, que
hace el papel de Sofía, que elija a cuál de sus dos hijos en-
viará a la muerte inmediata y cuál sobrevivirá. El horror
de la situación y la sacudida emocional que causa son re-
presentados con talento. Meryl Streep debe controlar sus
expresiones no verbales para lograr que se vean como los
sentimientos de Sofía que se nos revelan a pesar de sus in-
tentos por contenerlos, Es una actuación magnífica.
La conducta no verbal comunica mucha informa-
ción acerca de sentimientos, estados de ánimo y actitu-
des. Dicha información se deriva del tono de voz, con-
visual, expresiones faciales, gestos, movimientos
corporales y contacto físico (Brown, 1986). A las Expre-
siones no verbales se las llama a menudo el lenguaje de
las emociones, y muchos estudios informan que la con-
ducta verbal, en comparación con la no verbal, contri-
buye relativamente poco a nuestras inferencias sobre los
sentimientos de los otros (Archer y Aliert, 1977), Sin
embargo, Brown (1986) señaló que las palabras sin duda
pueden transmitir mucho de lo que sentimos. Cuando
escuchamos cantar a Ella Fitzgerald, las palabras y la
música se armonizan para transmitir sus sentimientos y
los sentimientos del compositor. De hecho. lo maravi-
Mloso de Ella fue que tomó la letra de las canciones y la
combinó con la expresión no verbal que le daba vida.
Algunos elementos
de la comunicación no verbal
Como dijimos, hay muchas conductas no verbales que
comunicarnos, entre las más significativas se encuen-
8 ITES-Paraninto
tran: la mirada (con frecuencia se denomina contacto vi-
sual), expresión facial, gestos y movimientos corporales.
El efecto de la mirada
La manera en que miramos a una persona dice mucho
sobre nuestros sentimientos e influye de forma signifi-
cativa en la calidad de la interacción social. Los ena-
morados permanecen mucho tiempo mirándose el uno
al otro (Rubin, 1970), y observar a otra persona por lo
general transmite sentimientos positivos y genera reac-
ciones positivas (Imada y Hakel, 1977). Además, la mi-
rada se asocia con el estatus. Las personas de menor es-
- latus tienden a mirar más a los de estatus mayor
(Exline, Ellyson y Long, 1975). Una excepción impor-
tante es la mirada fija, o conducta de dominio visual.
Mirar fijamente a alguien mientras habla es una con-
ducta asertiva dominante. Es un aspecto eficaz de la
conducta de liderazgo (Exline, Ellyson y Long, 1975).
Pero mirar fijamente también puede generar sentimien-
tos desagradables y socavar los intentos por ser persua-
sivo (Carli, Lefleur y Loeber, 1995; Strom y Buck,
1979). En pocas palabras, mirar a alguien a los ojos
puede transmitir sentimientos sumamente cálidos, pero
la mirada fija transmite también sentimientos de domi-
nancia. Por tanto, un grado elevado de contacto visual
intensifica cualquier sentimiento, positivo o negativo
(Ellsworth y Carlsmith, 1968).
Expresiones faciales
Los científicos han estudiado las expresiones faciales
durante más de un siglo. En 1873, Charles Darwin ar-
gumentó, en La expresión de las emociones en el hom-
bre y los animales, que determinadas expresiones facia-
les pueden transmitir las mismas emociones en todas
las sociedades humanas así como en los animales, Es-
tudios subsiguientes dieron respaldo a la idea de que las
mismas expresiones faciales se distinguen en todas las
culturas y que los miembros de cada una identifican en
grabaciones de video las emociones de una persona de
otra cultura con la cual no han tenido contacto visual
(Ekman, Friesen y Ellsworth, 1982).
Algunas emociones se expresan muy claramente
en el rostro, Una es el dolor. En un estudio, se le aplicó
una descarga eléctrica a una mujer; experimentó mucho
dolor pero lo toleró bien. La mujer se engañó a sí
misma pero no a los observadores en cuanto al dolor
que había sentido. Actos como fruncir las cejas, entre-
cerrar los ojos y parpadear revelan con claridad el dolor
que según la mujer no sintió (Patrick, Craig y Prkachin,
resentación del yo
1986). Otra emoción fácilmente identificable por la ex-
m facial es la ira. Somos muy sensibles a la ex-
presión facial de enojo de los demás, y las expresiones
de hostilidad y amenaza tienden a “destacar” más en la
multitud que las caras s (Hansen y
Hansen, 1988). Estamos muy alertas a los signos de
amenaza y respondemos de manera rápida a las caras de
enojo
felices y beni
Gestos y movimientos corporales
Los gestos y los movimientos corporales son claves
para comunicar cómo definimos nuestra relación con
otras personas. Expresan no solo cuán positivo es nues-
tro sentimiento respe
sto de alguien, sino también
cuánto poder relativo o estatus creemos que tenemos en
la relación. Aquellos que se gustan se inclinan hacia
adelante, con los rostros frente a frente, y asumen una
El diputado demócrata Xavier Becerra (derecha)
Basándose en su conducta no verbal, ¿qué piensa que se estén comunicando emocionalmente?
113
habla con su organizador de campaña.
posición relajada. La aversión se transmite por la incli-
nación y observación de lejos y una tensión visible.
tatus elevado o dominio se transmiten mediante la rela
jación y la inclinación hacia atrás; el estatus bajo se
manifiesta con rigidez —brazos estirados, pies juntos y
rectos tanto parados como sentados, más o menos en
posición de firmes (Mehrabian, 1972).
Engaño y detección
Ya dijimos que la autopresentación y el congracia-
miento son de algún modo humillantes. El congr:
miento. por ejemplo, implica hal
no lo merece o pretender estar de acuerdo con la opi-
nión de otro. Goffman (1959) reconoció el lado exage-
rado o engañoso de la autopresentación y dijo que veri-
gar a alguien cuando
amos de forma constante las autopresentaciones de
s otros observando si los aspectos menos controla-
0 ITES-Paraninto
4 Psicología social
bles, como lo no verbal, son congruentes con lo que nos
dicen, Se han realizado muchos estudios sobre los as-
pectos no verbales del engaño y su detección (Zucker-
man, de Paulo y Rosenthal, 1981).
Los estudios más notables de este tipo de investiga-
ción son los que abordan la sensibilidad no verbal (Hall,
1984; Rosenthal y Benowitz, 1985). Cuando no hay en- -
gaño, las personas que observan un vídeo de conducta
no verbal con la calidad de la voz pero sin conservar las
palabras reales, hacen juicios más exactos acerca de
las emociones que están viendo, que cuando ponen aten-
ción en los aspectos o canales de la conducta no verbal
que son más controlables. El canal no verbal más con-
trolable es la expresión facial, seguida por el movimiento
corporal; el menos controlable es la calidad de la voz.
Las palabras —es decir, las expresiones verbales— son
los canales más controlables, y si se suman a los vídeos,
transmiten la mayor información siempre que sea con-
gruente con las conductas no verbales y estas lo sean
unas con otras (Blanck y Rosenthal, 1982).
Las conductas no verbales menos controlables, la
calidad de la voz y el movimiento corporal, tienen
mayor “filtración”; esto es, revelan o filtran los senti-
mientos verdaderos que el sujeto puede querer ocultar.
Por tanto, es importante identificar estas conductas
para detectar un engaño. Se puede construir un conti-
nuo de filtración y controlabilidad con conductas con-
trolables en un extremo y comportamientos que filtran
más (incontrolables) en el otro (Brown, 1986; Ekman
y Friesen, 1969; véase la figura 4.3). Cuando varios de
los canales de expresión verbal y no verbal son con-
gruentes, como dijimos, las conductas controlables
transmiten información más precisa. Por consiguiente,
si somos sinceros, las palabras seguidas por la expre-
sión facial dicen mucho acerca de nuestros sentimien-
tos. Sin embargo, cuando una persona engaña a otra,
los mensajes incongruentes llegarán a través de otros
canales. Esta incongruencia alerta al objeto del en-
gaño. O bien, la persona a la que se dirige el engaño
es alertada por claves específicas asociadas con el en-
gaño, como hablar pausadamente, incurrir en errores y
evitar el contacto visual (Zuckerman, de Paulo, y Ro-
senthal, 1981).
Cuando ocurre el engaño, los canales que filtran
son más informativos que los canales no verbales más
controlables, y son también los que atendemos
cuando tratamos de detectar los sentimientos y pensa-
mientos verdaderos del que pretende engañarnos. Por
ejemplo, los padres sabrán si su hijo está mintiendo
en una situación dada si ponen atención a la calidad
de la voz y a sus movimientos corporales, pues estos
canales filtran la verdad y desmienten el engaño. Es
muy frecuente que los niños pequeños enmascaren su
engaño utilizando la expresión facial de sonrisa, que
es muy controlable (Keating y Heltman, 1994). Pa-
rece extraño que la sonrisa se utilice tan fácil y efi-
cazmente. Aunque suele enmascarar el engaño, son-
reír permite que las personas traten a los otros con
suavidad, quizá porque casi siempre se la
la confianza (LaFrance y Hecht, 1995). La implica-
ción es que cuando hay un interés por engai
deben tomar con muchas reservas las expresiones
verbales y faciales, por lo demás informativas. Aun-
que los canales menos controlables —calidad de la
voz y movimiento corporal— son menos precisos €
informativos cuando son congruentes con los otros
canales porque filtran lo que se esconde, son funda-
mentales para detectar el engaño.
Canales controlables de comunicación
Expresión verbal,
palabras
Expresión
facial
Canales de comunicación que filtran
Movimiento
corporal
Calidad
de la voz
Nota: Los canales de comunicación a la izquierda del continuo son relativamente controlables. Los de la derecha filtran de
manera relativa.
Fuente: Adaptado de Brown (1986).
E ITES-Paraninfo
tl ear
pe
CREE
e
“que las mujeres.
La presentación dlel yo
Diferencias de género
en la conducta no verbal
Una diferencia entre hombres y mujeres es que sus co-
municaciones no verbales no son las mismas (Henley,
1977). Las mujeres por lo regular miran cuando alguien
más está hablando, en particular si es hombre. En cam-
bio, los hombres no observan a las mujeres cuando ha-
blan. Ellas tienden a ser más tensas y formales en su
postura y comportamiento, mientras que los hombres
son relajados e informales, Quizá ellas sonrían má
Henley argumentó que estas diferencias de género se
asocian con el estatus elev
hombre en nues!
lo y la posición de poder del
1 sociedad y el estatus subordinado de
la mujer. Las conductas no verbales del hombre son las
que realizan los sujetos con poder. Los comportamien-
tos no verbales de la mujer son los de la sumisión. Hen-
ley afirma que al entregarse a estas conductas mínimas
e irrelevantes muchas veces al día, hombres y mujeres
mantienen sus diferencias de poder, Aunque la mujer se
comporte de forma aduladora, su conducta es tan a las
claras un producto de la diferencia de poder que refuerza
la disparidad en lugar de reducirla.
Otra diferencia particularmente extendida entre
hombres y mujeres atañe al contacto físico. Los hom-
bres tocan pero no les gus tocados (Witcher y Fis-
her, 1979). Las mujeres responden en forma positiva al
tacto, pero no es común que lo inicien. En pocas
bras, en la interacción diaria los hombres tocan a las
mujeres pero no al revés (Henley, 1977; Major, 1981)
En el hecho de que los hombres afirmen su derecho de
tocar y las mujeres lo reconozcan pero no lo e:
ellas mismas vemos otro ejemplo de diferenci
conducta no verbal que perpetúa las diferencias de
poder entre los sexos
Diferencias de género
en expresividad y sensibilidad
Es posible enunciar sucintamente la diferencia entre
hombres y mujeres en expresividad y sensibilidad: la
mujer es superior tanto en la precisión de la expresión
(O ITES-Paraninto
Capitulo 4 Psicología social
emociones
como de la comprensión de la comunicación no verbal
(Hall, 1984, Mayo y Henley, 1981; Rosenthal y Beno-
witz, 1985), Aunque hay excepciones ocasionales a
estas generalizaciones, como el descubrimiento en un
estudio de la tendencia del hombre a ser más preciso en
el reconocimiento del enojo (Wagner, MacDonald y
Manstead, 1986), estas se hallan bien establecidas. Un
estudio demuestra que la superioridad de las mujeres
para transmitir mensajes no verbales puede, de hecho,
relacionarse más con el fenómeno de la masculinidad
frente a la ferninidad que con su sexo, La expresión
masculinidad frente a feminidad se refiere a las tenden-
cias psicológicas de las personas (medidas por un cues-
tionario) a comportarse de una mi sterística-
mente masculina o femenina. Los sujetos más altos en
feminidad, sean hombres o mujeres, se muestran supe-
riores en el despliegue de expresiones faciales y tono
de voz para transmitir sus sentimientos (Zuekerman,
Amidon, Bishop y Pomerantz, 1982). La superioridad
de la mujer en la comprensión de la comunicación no
verbal es evidente en su capacidad para identificar sen-
6 MES-Paraninfo
En la conversación, las mujeres tienden a charlar libremente acerca de.
aspectos personales y d expresar sus
timientos negativos, con la posible excepción ya me!
cionada del enojo. Esta capacidad mayor está en fu
ción de la posición de menor poder que guardan con
respecto a los hombres, tienen que adquirir una sensi-
bilidad para “filtrar” sentimientos negativos (Brown,
1986)
La comunicación no verbal de los sentimientos,
sean de afecto, dominio o algún estado de ánimo pasa-
jero, es importante en las relaciones. Sabemos, por ejem-
plo, que la expresividad no verbal, independientemente
del atractivo físico, contribuye a la simpatía inicial
(Friedman, Riggio y Casella, 1988). Tal expr dad
ayuda al carisma personal (Friedman y Riggio, 1981).
No somos capaces de observar el carisma en una foto:
fía, pero lo reconocemos cuando tratamos a una per-
sona carismática y sentimos el encanto de esa expresi-
vidad no verbal.
Las investi
aciones también han probado que la co
municación no verbal de los sentimientos es importante
en el matrimonio. Un estudio mostró que la habilidad
de las esposas para transmitir e interpretar información
o verbal estaba relacionada significativamente con la
isfacción matrimonial (Sabatelli, Buck y Dreyer,
982). Otro estudio obtuvo también que las habilidades
no verbales de las mujeres fueron superiores a las de los
bres, y la capacidad de los esposos y de las esposas
¡para comunicarse entre sí, de manera no verbal, se rela-
ionó con su adaptación al matrimonio (Noller, 1980).
La comunicación no verbal es un elemento impor-
"tante de la autopresentación y la comprensión mutua.
Su sutileza y generalización la hacen un tema digno de
investigación continua.
La autorrevelación:
confidencias personales
Una de las formas más importantes de autopresenta-
ción es la autoconstrucción (Baumeister, 1982; Bau-
meister y Hutton 1987), la cual consiste en presentar-
nos como la persona que nos gustaría y esperamos ser.
Buscamos que nuestros interlocutores, la persona O
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personas con las que nos relacionamos, acepten la de-
finición de lo que somos. Una de las conductas im-
plicadas en la autoconstrucción es la autoevalua-
ción, o utilización de confidencias personales, que se
definen como el acto de hablar con otras personas
acerca de nuestros asuntos privados; por ejemplo,
necesidades, valores, actitudes, antecedentes, penas
y aspiraciones (Archer, 1980). En la figura 4.4, se
muestran varios ítem de una escala de medición de las
confidencias personales, en la cual se pregunta cuán-
to hemos hablado con los padres, amigos, amigas y
parejas sobre cada tema. Ella Fitzgerald probable-
mente habría puntuado bajo en la escala. Era una per-
sona muy reservada y se encerraba mucho en sí
misma,
Por lo general, las confidencias nos parecen muy
remuneradoras: ofrecen la posibilidad de autoconstruc-
ción y autorrealización. También nos gusta que otros
nos revelen información, pues de esa manera comuni-
camos simpatía y confianza. Las confidencias persona-
les pueden reducir la soledad, aunque quizá los solita-
rios revelen menos de ellos en el primer momento
FIGURA 44 MUESTRA DE ÍTEMS DEL —
CUESTIONARIO DE CONFIDENCIAS PERSONALES DE JOURARD
Instrucciones: La hoja de respuestas que se le dio tiene columnas con los encabezados: “Madre”, “Padre”, “Amigo
y “Pareja”. Lea cada pregunta y después indique en la hoja de respuestas cuánto ha hablado acerca de la pregunta con
persona; esto es, la medida en que ha contado confidencias a esa persona. Utilice la escala de calificación que ve en la hoja de
respuestas para describir la medida en la que ha hablado acerca de cada pregunta.
|. Mi opinión sobre la moralidad sexual: cómo creo que debemos comportarnos en aspectos
sexuales.
2. Qué me gustaría más como regalo.
3. Qué disfrutaría más y cómo obtendría la mayor satisfacción en mi trabajo actual.
4, Cómo me siento realmente con las personas con las que trabajo.
5. Todas mis fuentes de ingreso actuales: salarios, honorarios, subsidios, dividendos, étcetera. ;
6. Los hechos de mi vida sexual actual, incluyendo información sobre cómo obtengo la gratifi-
cación sexual; cualquier problema que tenga; con quién he sostenido relaciones
7. Cosas del pasado o presente que me hacen senti
le o avergonzado.
8. Mis medidas actuales, por ejemplo estatura, peso, cintura, etcétera.
Fuente: Jourard (1971).
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