Docsity
Docsity

Prepara tus exámenes
Prepara tus exámenes

Prepara tus exámenes y mejora tus resultados gracias a la gran cantidad de recursos disponibles en Docsity


Consigue puntos base para descargar
Consigue puntos base para descargar

Gana puntos ayudando a otros estudiantes o consíguelos activando un Plan Premium


Orientación Universidad
Orientación Universidad

Bécquer: Periodismo y Literatura en el Siglo XIX - Prof. Arizmendi, Apuntes de Periodismo

Este documento analiza la carrera periodística de gustavo adolfo bécquer, autor de las famosas 'rimas'. A pesar de la imagen etérea y neorromántica que se ha transmitido de él, bécquer estuvo activamente involucrado en el periodismo político de su época. El texto explora cómo la forma epistolar y la poética funcionaban en las revistas semanales y quincenales, y cómo bécquer se desempeñó en publicaciones como el contemporáneo, el museo universal y la ilustración de madrid. Además, se discute cómo su amistad con juan valera y su estancia en aragón influyeron en su obra. Una perspectiva interesante sobre la interconexión entre el periodismo y la literatura en el siglo xix.

Tipo: Apuntes

2012/2013

Subido el 09/09/2013

mergsg
mergsg 🇪🇸

4

(1)

3 documentos

1 / 16

Toggle sidebar

Documentos relacionados


Vista previa parcial del texto

¡Descarga Bécquer: Periodismo y Literatura en el Siglo XIX - Prof. Arizmendi y más Apuntes en PDF de Periodismo solo en Docsity! 9 EL ARTÍCULO LITERARIO EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX 9.1. Introducción Habría que comenzar este apartado repitiendo la pregunta de Juan Valera que encabeza esta obra: "¿Quién si vale algo y si ha logrado alguna celebridad como escritor no ha sido o no es periodista en España?". Porque la nómina de cultivadores del artículo literario en el período que nos ocupa es, casi, la nómina total de los escritores. Es decir, de aquellos escritores que ejercitan, sobre todo, una literatura de ficción: cuentistas, novelistas, dramaturgos... Y, a la inversa, los que podríamos llamar "periodistas profesionales" -redactores, directores de publicaciones, críticos teatrales o literarios, etc.-, se escapan muchos de ellos de lo puramente informativo para cultivar un tipo de artículo que es abiertamente literario. Y eso lo hacen, incluso, en géneros periodísticos aparentemente informativos, como son las Revistas semanales o quincenales, en donde un Bécquer o un Galdós nos han dejado muestras de un juego informativo-literario que se evade de la comunicación objetiva de la noticia para darnos una comunicación sesgada, en la que el cómo se comunica interesa al lector -de entonces y de ahora- mucho más que lo que se comunica. El maestro Larra tuvo muy clara la distinción entre lo efímero de la noticia y la perennidad de su comunicación literaria y así, "la influencia que ejercen las circunstancias" -escribía en el prólogo a su edición de 1835-puede determinar una "efímera aceptación" para artículos que "a sangre fría algún tiempo después, mal pudieran resistir la crítica más indulgente". - En el presente capítulo se examina, en consecuencia, ese artículo periodístico que, cien años después, ha resistido todo tipo de críticas. Y entiendo que su mantenimiento, superando toda transitoriedad, puede deberse a dos aspectos, uno que afecta a su temática y otro a su forma. Porque creo que puede establecerse que entra de lleno en lo literario el artículo de prensa que no informa de hecho exterior alguno, sino que deriva de una circunstancia interna de su autor (o del impacto causado en su interior por un hecho externo) que comenta desde su intimidad. Éste sería el caso, como artículo literario puro, de los de Gustavo Adolfo Bécquer. 192 Parte III: Literatura y periodismo decimonónicos. Realismo, naturalismo El autor puede, efectivamente, comunicar un hecho que la actualidad le suministra, pero en este proceso de comunicación apela a formas lingüísticas de procedencia literaria -retórica, simbología, intertextualidad...-, es decir, que el lenguaje denotativo de la información objetiva se torna connotativo y, en consecuencia, plurisémico. (Recordemos que lo literario, para un Barthés, era contra-comunicación.) Éste sería el caso de un Clarín, por ejemplo. En este proceso de literaturización, el artículo adopta o utiliza formas y estructuras derivadas de géneros intrínsecamente literarios o de ficción: diálogo teatral o novelístico, desarrollo de un tiempo y espacio, creación de personajes ficticios, incluidas las "máscaras" del personaje-autor. O modos distintos de discurso interpuesto como la carta, el manuscrito encontrado, el supuesto documento transcrito en donde el autor pasa, presuntamente, a ser editor y transmisor, de un texto recibido. Y todo ello, obviamente, lo encontramos, profusamente, en el artículo decimonónico. No se ha realizado una tipología completa del artículo periodístico del XIX, ni es éste el lugar para ello: su estudio requeriría una monografía. Pero si se pueden apuntar varias modalidades. En primer lugar, reafirmar lo apuntado en capítulo anterior, como es la persistencia hasta finales de siglo del artículo de costumbres que cultivan Bécquer, Alarcón, Pereda, Galdós... En segundo lugar, hay que anotar que subsiste con gran fuerza la forma epistolar, y en el caso de Valera encontraremos su máxima y más original expresión. La crónica -como en Larra- se carga de connotaciones críticas, en donde la ironía está cubriendo, en ocasiones, la amargura frente a una situación político-social de crisis histórica, sobre todo cuando nos acercamos a 1898. Sirvan de ejemplo las crónicas contemporáneas de Galdós, Clarín y Pardo Bazán. Dentro de la crónica contemporánea, la de viajes adquiere un prestigio y popularidad extraordinarios: las enviadas por Valera desde Rusia o por Pardo Bazán desde Italia o París. Y, naturalmente, la extrema popularidad de las crónicas de guerra: las de Francisco Peris Mencheta sobre las guerras carlistas o las de Núñez de Arce y Alarcón sobre la guerra de Marruecos. En consecuencia, he elegido los nombres de Bécquer, Valera, Alarcón, Galdós, Pardo Bazán y Clarín. Pero podríamos añadir, entre otros muchos, los de Núñez de Arce, Palacio Valdés, Pereda, Emilio Bobadilla, José Nogales, reducido a esos cuatro artículos de El Contemporáneo. En consecuencia, y como es bien sabido, toda la obra de Bécquer publicada en vida apareció en las páginas de la prensa periódica. Y de esta obra, la publicación esporádica, y repetida, a veces, sólo de unas pocas rimas hacía desconocida para el público su faceta de poeta. Cuando Bécquer muere, ha muerto, para ese público, el director en activo de La Ilustración de Madrid, de cuya dirección se hizo cargo en enero de 1870 y que recoge su última producción. Ya se ha aludido a las tres publicaciones más importantes que editaron la obra en prosa de Bécquer: El Contemporáneo, El Museo Universal y la citada La Ilustración de Madrid. Con anteriori'dad, en 1857, debe aludirse a la empresa de publicación de la Historia de los templos de España, cuya primera entrega, dedicada a Toledo, está suscrita por Bécquer, y diversos poemas y artículos en publicaciones diversas. Pero, desde diciembre de 1860, comienzan sus colaboraciones en El Contemporáneo, dirigido por José Luis Albareda, bajo el auspicio de González Brabo, del partido de Narváez. Es, en consecuencia, un periódico político, de tendencia liberal conservadora, opuesto al partido gubernamental de O'Donnell, y cuenta, como redactor jefe, con la colaboración intensa de Juan Valera junto a Rodríguez Correa y, por supuesto, Bécquer. Todos los colaboradores han suscrito un acuerdo de anonimato, y anónimos se publican en él gran parte de las Leyendas becquerianas y numerosos artículos de toda índole; de crítica de arte, en la serie dedicada a la Exposición Nacional de Pintura de 1862 (Bécquer; 1990) exhumada por Pageard -que conecta, en su temática, con los muy numerosos dedicados a arte y arqueología en La Ilustración de Madrid-, o comentarios de actualidad como "Gaceta de la capital" (22 de enero de 1861), "El Carnaval" (5 de marzo de 1862), "Revista de salones" (2 de febrero de 1864) o "Bailes y bailes" (9 de febrero de 1864). Pero junto a estos trabajos "de oficio" -pero de clarísimo estilo becqueriano-, figura un numeroso conjunto de artículos que, si bien pueden brotar del comentario de una noticia, por ejemplo,"Las perlas" (27 de febrero de 1863), se evaden de lo informativo para entrar, plenamente, en la categoría de literarios: los irónicos "La pereza" (10 de marzo de 1863) o "Un boceto del natural" (28,29 y 30 de mayo de 1863); el alarde técnico o meta-artículo de "Haciendo tiempo" (28 de febrero de 1864), o el prodigioso "Entre-sueños" (30 de abril de 1863), en que la duermevela becqueriana, punto teórico de su poesía, alcanza a plasmarse en imágenes, en donde lo onírico se mezcla con lo percibido sensorialmente. De toda la producción no narrativa en El Contemporáneo, destacan fundamentalmente dos importantes series: Cartas literarias a una mujer, las cuatro cartas sobre poética, publicadas entre el 20 de diciembre de 1860 y el 23 de abril de 1861, enlazadas estrechamente al artículo comentando La Soledad, de Augusto Ferrán (20 de enero de 1861), que constituyen la principal aportación teórica becqueriana a su novísima poesía. Pero tal vez reúnan mayor importancia -desde el punto de vista periodístico- las cartas Desde mi celda, enviadas desde su retiro en Veruela a la redacción de El Contemporáneo. Ya se han mencionado, en el comentario al costumbrismo de los Bécquer, las circunstancias biográficas de esa estancia de los hermanos en Aragón, cuya importancia literaria en la vida y la obra de ambos cada vez cobra mayor importancia (Rubio, 1990,1992; Bécquer, Valeriano, 1991). Pero esa estancia es, en Gustavo Adolfo, algo mucho más profundo que la iniciación del costumbrismo. Porque cuando en diciembre de 1863 los Capítulo 9: El artículo literario en la segunda mitad del siglo XIX 195 dos artistas sevillanos viajen hacia Veruela, parece que van en busca de un espacio mítico; el que les ha ofrecido desde Soria la visión de aquella "mole blanca y rosa del Moncayo" que, también desde Soria, cantaría otro sevillano medio siglo después. Allí había situado Bécquer a la bellísima ondina de Los ojos verdes -la sexta de sus leyendas-, habitante del lago encantado, espíritu de una naturaleza misteriosa que habla al espíritu del hombre. Fernando, el primogénito de los marqueses de Almenar, perderá la vida en las aguas, buscando un beso imposible, mientras "los ojos verdes brillaban en la oscuridad". Como perderá la vida Marta, en la fuente maléfica del Moncayo, habitada por El Gnomo, mientras el viento y el agua, espíritus del bien y del mal, se disputan la posesión de la muchacha. Fuerzas y espíritus de la naturaleza que danzan a la luz de la luna, los genios del aire, los silfos invisibles, que cantan su dulcísima melodía, mientras La corza blanca, la "Azucena del Moncayo", la hermosísima Constanza, juega entre las ondas -siempre el agua- de un río plateado. Porque será precisamente en aquella bellísima "mole blanca y rosa" recortada en el cielo aragonés, donde coloca Bécquer su sueño de una naturaleza viviente poblada de míticos seres de leyenda, con voces de hojas movidas por el viento o gotas que ruedan por las peñas y que se transforman en el misterio desvelado de un mundo invisible que sólo el poeta es capaz de percibir. Pero en ese invierno de 1863, Bécquer se acerca a la realidad de su sueño, para buscar en Veruela, no la paz de su espíritu, sino la salud de su cuerpo. Con él irá Valeriano, bien provistos ambos de papel y cuadernos de dibujo. Y la realidad contemplada se empareja para siempre con la fantasía poética, hasta tornarse indivisibles. Son varios meses de paz, hasta la primavera del 64, sólo alterada por algún ocasional y necesario viaje a Madrid. En unas celdas de monasterio, semitransformado en hospedería, Valeriano dibuja u ordena los bocetos que ha ido reuniendo durante el día. Gustavo Adolfo sueña, escribe y dibuja. Un apunte del hermano pintor le reproduce dibujando, a su vez, la figura de una muchacha del lugar, con el mismo aire de estampa cotidiana con que retrata, en otro apunte o boceto, a la esposa del poeta, Casta, jugando a las cartas sobre una sencilla mesa; o al grupo familiar "a la vuelta del campo", regresando al monasterio al anochecer, como se detalla en el conservado álbum de Valeriano sobre la Expedición a Veruela. De esos meses de trabajo, como es bien sabido, surgen muchas cosas. En Valeriano, según testimonio del poeta, su interés por "el estudio de las costumbres populares"; la pensión del Ministerio de Fomento para que, pictóricamente, las refleje; los grabados que publicará en El Museo Universal y la estrecha colaboración con su hermano, que glosará literariamente esos grabados. Pero mientras el pintor "testifica" acerca de los tipos aragoneses que contempla, o dibuja los muros venerables de Veruela, Gustavo Adolfo está enviando a las páginas de El Contemporáneo los ocho artículos que con el título general de Desde mi celda van transmitiendo a sus lectores sus impresiones generales, en forma de cartas que se publican entre el 3 de mayo y el 17 de julio de 1864. Bécquer publicó una novena carta (6 de octubre) también sobre Veruela que, en opinión de Darío Villanueva, en su edición de las cartas becquerianas (Bécquer, 1985), sintetiza y resume el sentido general de los artículos. El primero de ellos es una crónica de viaje, casi pura, partiendo de un contraste. De una parte, la soledad del "oscuro rincón" del "escondido valle de Veruela", desde don196 Parte III: Literatura y periodismo decimonónicos. Realismo, naturalismo de escribe. Pero ese "mi escondido valle", posee toda la carga afectiva que el posesivo connota. Allí, separado del mundo, nada turba "la honda calma", salvo el ruido "del viento y sin perder esa fantasía, en un entorno aldeano, visitado, conocido y experimentado por ese "señor de la ciudad" que escribe para sus lectores madrileños de El Contemporáneo y que apoya la historia que le relata un pastor de la muerte de una presunta bruja , la tía Casca, en un documento periodístico, real o inventado: "Hará cosa de dos o tres años, tal vez leerían ustedes en los periódicos de Zaragoza la relación de un crimen que tuvo lugar en uno de los pueblecillos de estos contornos". Pero, en definitiva, es el poeta el que ha levantado, en sus dos últimas cartas, un mundo de leyenda en el que se mezclan historias del pasado, observaciones del presente, costumbres populares, tipos aragoneses... Y un paisaje que alcanza también, por sisólo, la categoría de drama shakespiriano, cuando la voz de un nigromante lo pone en formidable movimiento, en torbellino de acción, para construir, terrible y poderoso, el castillo de Trasmoz. Bécquer contempla sus murallas en ruinas y levanta sobre ellas un mito de leyenda. Como sobre el paisaje contemplado, vivido, caminado y amado de un Moncayo real, solitario y agreste, pudo levantar el espacio mítico de su propia e intimista "Edad Dorada" -el sueño de oro becqueriano-, trasunto subjetivo y romántico del mito clásico que evocó don Quijote, sentado junto las chozas de unos cabreros, que comen sus bellotas y avellanas en derredor del fuego, a la luz de las estrellas. Si se han tratado extensamente las cartas becquerianas es porque Desde mi celda es, sin duda, el máximo exponente del artículo literario de la segunda mitad del XIX. No se puede decir lo mismo del resto de la producción periodística bécqueriana, porque sus colaboraciones en El Museo Universal, desde junio de 1865, están casi totalmente dedicadas a la serie costumbrista, en donde es el grabado de Valeriano el que alcanza mayor significación. Junto a estas colaboraciones, hay algún artículo de circunstancias, como "La noche de difuntos" (29 de octubre 1865), "La caridad" (19 de noviembre de 1865), "El Carnaval" (11 de noviembre de 1866), o comentarios de arte; Veruela, de nuevo, además de una posible colaboración con Valeriano comentando una serie de dibujos en esa línea 198 Parte III: Literatura y periodismo decimonónicos. Realismo, naturalismo de periodistas satíricos que ambos hermanos habían desarrollado desde el colectivo seudónimo de Sem en las páginas del Gil Blas (Estruch, 1992,1993, Hernando; 1997). Pero los números de El Museo Universal encierran, además, uno de los ejemplos más curiosos de las series periodísticas becquerianas: las ya aludidas Revistas semanales que el escritor debe escribir -y firmar- desde su nuevo cargo de director literario de la publicación en 1866, y que nos ilustran ese "otro" Bécquer al que se ha aludido anteriormente (Palomo, 1989). Los artículos pertenecen, por supuesto, a lo que Gamallo Fierro (Bécquer, 1948) ha denominado "el sector más forzado e impuesto por las circunstancias de toda producción de Gustavo Adolfo". Y, sin embargo -añade Gamallo-, el autor supo dar "a la gacetilla prosaicamente cotidiana, un elegante aire delgadísimo (...) Sus crónicas ni pesan ni fatigan. En ellas se concilian la brillantez, la observación, la ironía y el espíritu moderno. Y sobre todo son fieles observadoras de la ley suprema de toda obra periodística: la amenidad" (...) "en la inquietud nacional, y en la agudeza satírica e irónica, se parece a Mariano José de Larra". En esa "inquietud nacional" que aduce Gamallo hay que situar la velada crítica de oposición política al Gobierno de O'Donnell que se trasluce en esos 32 primeros números de El Museo en 1866, desde el 7 de enero al 12 de agosto. Pero esa oposición no es nueva, ya que pueden rastrearse no pocos comentarios oblicuos del Bécquer periodista ya desde las páginas de El Contemporáneo atacando la censura de prensa. Fue, sin duda, en esa publicación -adicta al grupo del contradictorio González Bravo- donde el autor de las leyendas se vinculó, afectivamente al menos, a la ideología de un partido que representaba para él, hemos de suponer, una forma de tradicionalismo. Y que sus contemporáneos unían el nombre de Bécquer a ese partido de oposición a O'Donnell lo prueba el hecho de que se le atribuyó la "inspiración" del periódico satírico Doña Manuela, que tomó su nombre, malignamente, del de la duquesa de Tetuán, a la que se atribuía popularmente una manifiesta influencia política sobre su marido. Como es sabido, Bécquer envió una carta abierta (3 de octubre de 1865) al diario Las noticias desmintiendo el rumor. Pero una vez al frente de las páginas de El Museo vuelve veladamente sobre la carga, en las reseñas de esas crónicas firmadas, que terminan todas, como era lo prescrito: "Por la revista y la parte no firmada de este número, Gustavo Adolfo Bécquer". En ellas, el escritor no puede comentar sucesos de política interior, según establece la Ley Nocedal, vigente sustancialmente para la prensa desde 1857, a pesar de todas las modificaciones, rectificaciones o moderadas liberalizaciones operadas sobre ella en los años sucesivos. Cuando O'Donnell sube al poder eñ junio de 1865 procuró calmar los ánimos de la oposición con una nueva amnistía para los delitos de imprenta y la derogación de algunos de los artículos de la legislación vigente, como la intervención de los Consejos de Guerra en los delitos de prensa. Pero las críticas continúan, al punto de imponerse una nueva reforma el 6 de mayo del 66. En ella, sin embargo, se siguen castigando "con prisión correccional" y fortísimas multas los delitos que un jurado considerase graves injurias, no ya a la monarquía, sino a "cuerpos colegisladores, senadores, diputados", etc. En esta situación, Bécquer se encuentra en un puesto de dirección de un semanario manifiestamente no político, según reitera en la Revista inicial, que se abre con una declaración de fe y esperanza en el progreso del país, y declara la intención o línea ideológica del semanario, que seguirá marcando reiteradamente, "justificando" así el silencio ante la situación política del país, cuyo estado económico sí es tema de continua lamenCapítulo 9: El artículo literario en la segunda mitad del siglo XIX 199 tación. Ya en la primera de las Revistas (7 de enero) había aludido a unos "lamentables sucesos". Y en el número siguiente (14 de enero) reitera: "Como presentíamos, la complicación de los lamentables sucesos que se iniciaron en la última semana ha venido a desviar la atención pública de los asuntos de nuestro dominio", es decir, de los asuntos artísticos, científicos y literarios. Naturalmente esos "lamentables sucesos" no son sino el pronunciamiento de Prim en Villarejo, el 2 de enero. La consecuencia es que el público no está dispuesto a recibir noticias de otro tipo. De ahí, que esa semana, que termina el 14 de enero, sea "una de las más llenas de emociones y acontecimientos, y, sin embargo, la más estéril para nuestra revista". Pensemos en las consecuencias que sufre Madrid ante el, a la postre, fracasado intento: el estado de sitio, la clausura de las aulas del Ateneo y, por supuesto, una estricta rigurosidad en la censura de prensa. Desde este momento podemos seguir una serie de alusiones encubiertas a los graves incidentes políticos de actualidad: el pronunciamiento de Prim, el estado de sitio en Madrid, la sublevación en Aranjuez y, después, de los sargentos del Cuartel de San Gil, etc. La ironía becqueriana va cubriendo de sarcasmo estas veladas alusiones, que le ocasionarán un traspiés con la censura (18 de marzo de 1866): El Museo, quizá cometiendo una indiscrección, se ha aventurado alguna vez a alargar el cuello y a meter un poco la cabeza por la entreabierta puerta de la política. Después de haberle dado repetidas veces, como vulgarmente se dice, con la puerta en los coloca literariamente a los personajes de la comedia europea sobre el tablado escénico, en la crónica del 6 de mayo. Comienza con una introducción sobre la primavera, que hace germinar lo que "la diplomacia incuba" durante el invierno y en donde el "almanaque político" anuncia "nubes oscuras, aires de temporal, aparato de tormentas". Y la representación comienza: El prólogo de la función ha corrido de cuenta de las dos grandes potencias alemanas. El diálogo de Austria y Prusia comenzaba a hacerse pesado y a perder parte de inteCapítulo 9: El artículo literario en la segunda mitad del siglo XIX 201 res: mas he aquí que con la Italia sale un nuevo personaje a la escena y el asunto se complica, viniendo como de molde aquello del marqués de Caravaca: Es de enredo el argumento un embrollo de otro nace. El prólogo, pues, ha concluido. Comienza el primer acto, sale Víctor Manuel con luces de bengala y dice: Ya sabréis vasallos míos que habrá tres años y medio que a pesar del Cuadrilátero le hago el amor al Véneto, etc. Continúa, en el mismo tono, comentando la política italiana y su repercusión europea, terminando: Bismarck se restregaba las manos de gusto y se daba palmadas en la frente repitiendo con Fígaro: ¡Che invenzione! ¡Che invenzione!, mientras John Bull, aún no repuesto del bilí reformador, miraba de reojo hacia las Tullerías, donde el águila imperial silbaba con cierto retintín y mejor que lo pudiera hacer un mirlo, el famoso aire: No, no tendrás nuestro Rhin alemán. El conjunto ofrecía un verdadero tableau. A juzgar por los preparativos, era de temer que después de una acción complicada al llegar el desenlace cada cual tiraría de un jirón del remendado imperio austríaco, cumpliéndose el refrán "el que de ajeno se viste...". Evidentemente, el tono irónico se quiebra al comentar los sucesos de la guerra del Pacífico, de la que El Museo ofrecerá, además, una riquísima información gráfica. Resumiendo: la lectura de estos textos "de oficio" del periodista Bécquer, probablemente produce en el lector amante de las Rimas un evidente desconcierto. Parece que disuenan en el contexto becqueriano unos personajes llamados Thiers, Garibaldi, Víctor Manuel -"el rey galantuomo"-, Méndez Nuñez, Pareja, Francisco José o Napoleón III, "la esfinge de las Tullerías". Y todo ello en sustitución de los Manrique o Maese Pérez de sus Leyendas. Pero, tal vez, estos textos nos devuelvan a ese Bécquer real y más en consonancia, desde luego, con una buena parte de su producción. Aunque se debe añadir, como final, que más de un párrafo de estas crónicas "de oficio", dominadas por el ingenio, la ligereza, la amenidad y el humor, llevan la impronta del inconfundible lirismo becqueriano: el "iris tendido sobre el nebuloso cielo de la política" (7 de enero), los "besos de luz" o los "insectos de oro" que "revolotean zumbando en torno a la flor de los tempranos almendros" (25 de marzo), las "ondas de luz de sonidos y perfumes" que anuncian la Resurrección (1 de abril), la evocación de una guitarra "prestando vida" a "un jaleo pobre" en tierras andaluzas (13 de mayo), la imagen de una belleza en el Real "con los hombros cubiertos de una gasa transparente y el cabe202 Parte III: Literatura y periodismo decimonónicos. Realismo, naturalismo lio prendido en una red de perlas, sobre el fondo oro y grana del palco" (4 de febrero)... Becquerianamente, la tierra se estremece ante la caricia de la luz y del sol, en crónicas primaverales, y la reseña del bombardeo de Valparaíso (20 de mayo) lleva, en su final, esa sensación al fondo del espíritu, porque "con un sol de oro en el fondo del cielo azul y un rayo de esperanza en el fondo del alma todo se olvida, todo se borra...". Permitamos, por tanto, al periodista Bécquer que reseñe, como suceso "noticiable", que el día 1 de abril de 1866 florecieron en el Retiro las primeras lilas de la temporada.
Docsity logo



Copyright © 2024 Ladybird Srl - Via Leonardo da Vinci 16, 10126, Torino, Italy - VAT 10816460017 - All rights reserved