Docsity
Docsity

Prepara tus exámenes
Prepara tus exámenes

Prepara tus exámenes y mejora tus resultados gracias a la gran cantidad de recursos disponibles en Docsity


Consigue puntos base para descargar
Consigue puntos base para descargar

Gana puntos ayudando a otros estudiantes o consíguelos activando un Plan Premium


Orientación Universidad
Orientación Universidad

Escena de la obra 'Benvenuto Cellini' de Dumas, Monografías, Ensayos de Arte

Teatro francésObras de DumasLiteratura del Siglo XIX

Descripción de una escena de la obra 'Benvenuto Cellini' del escritor francés Alexandre Dumas, donde se representa un diálogo entre diferentes personajes, incluyendo a Ascanio, en el que se tratan temas como el amor, la lealtad y la traición.

Qué aprenderás

  • ¿Qué relación tienen los personajes Ascanio y la duquesa en la obra 'Benvenuto Cellini'?
  • ¿Cómo influye el contexto histórico en la trama de la obra 'Benvenuto Cellini'?
  • ¿Cuál es el tema principal de la escena descrita en la obra 'Benvenuto Cellini' de Dumas?
  • ¿Cómo se expresa el conflicto entre Ascanio y la duquesa en la obra 'Benvenuto Cellini'?
  • ¿Qué simboliza la joya de oro que Ascanio está creando en la obra 'Benvenuto Cellini'?

Tipo: Monografías, Ensayos

2021/2022

Subido el 10/10/2022

macondo1986
macondo1986 🇪🇸

4.3

(360)

378 documentos

1 / 26

Toggle sidebar

Documentos relacionados


Vista previa parcial del texto

¡Descarga Escena de la obra 'Benvenuto Cellini' de Dumas y más Monografías, Ensayos en PDF de Arte solo en Docsity! BIBLIOTECA DRAMATICA. Comedia en cinco ocios, sn autor D. Ramón de Fayarrete, representada por pri¬ mera vez en el teatro del Príncipe el 2 de noviembre de 1846. Es propiedad del Editor D. Vicente de Lalama,que 'ive calle del Duque de Alba, n. 13, quien perseguirá inte la ley al que sin su permisola reimprima ó re pre¬ ente en a Igu n tea tro del Reino, con arreglo á la Reales >rd enes re la ti vasa la propiedad deobrasdram áticas. | Se hallará de venta en Madrid, en las librerías de | Peres , Jordán y Rios, calle de las Carretas; Cuesta, • calle Mayor, y Viuda de Razóla, callede la Concep¬ ta cion,á3rs.las comedias en uñado y á 4 rs. las de dos ♦ ó masados. ¿Rcuuort c)e ^Toccvccztcóle. z Benvenuto Cellini PERSONAGES. ACTORES.. Fl Rey Francisco Piumero. . D. p. Sobtado<.. Benvenuto Cellini, escultor y platero. ... . .. D. J..Romea*. AscanioGaddy; su hijo adop¬ tivo Di A. Lozano; Ana de Heilly, duquesa de< Etampes.. Doña M. Diez. Roberto de Estocrville, prevosle de París. Dj P. López. Clotii.de, su hija Doña J. Palma. Diana de Poitiers. Doña P. .Tablares. El Conde de Orbeg, tesore¬ ro de la corona. D.L.Perez. El Vizconde de Marmagne, secretari&'del rey. . ... . . D. J. Torroba. La SeñoraGérvasia, aya de Clotilde. Doña M. Córdoba.. Catalina. Doña M. Cha fino. Jacobo Aubry. ....... O. F. Romea.. Pablo..... D.N.S. Jüan y . . iV. N. Simón , discípulos del mis- mo- . D. N. N. Un carcelero.— Un confidente de la duquesa. — Un>- juez.==Archeros, guardias,. cortesanos, etc. La escena es en París, año de 1540. ACTO PRIMERO. LA VISITA DE UN REY. El teatro representa un vasto salón del palacio pe¬ queño de Nesle, que sirve de taller á Benvenuto Célli- ni; en el fondo se descubren magníficos jardines: á la derecha, la puerta de las habitaciones interiores; á la izquierda se vé una bella estátua dé Marte, colocada en iun nicho dentro de la pared. \ escena primera. Benvenuto, Ascanio, Catalina, Jacobo Aubry; Paolo, Simón, Juan, y otros discípulos. (Al levantar el telón, Catalina se halla sentada delante de Benvenuto, en una postura casta y graciosa, como sir¬ viéndole de modelo para una estátua que aquel principia: Ascanio mas lejos, delante de una mesa, hace un dibujo: los otros discípulos, sentados en diferentes partes, ira- bajan en obras de escultura ó de platería.) I3en. (después de una pama y contemplando d Ca¬ talina con desaliento ) No... no... Ese rostro no sirve para mi Hebe! Es demasiado espresivo, demasiado ardiente! Hay en tus miradas sobran da pasión, y tus labios entreabiertos casi siem¬ pre por una sonrisa irónica, no son los de la virgen inocente y cándida, símbolo de pureza divina. Cat. (levantándose de mal humor.) Es decir que porque soy bonita no sirvo? En ese caso bus¬ cad una fea; ya me alegro mucho de no seros útil en esta ocasión. Ben-. (sonri^ndóso y acariciando á Catalina.) Chi¬ quilla!.. No me entiendes! Tu belleza es dema¬ siado terrenal... y yo necesito una hermosura célica! Cat. Otro cumplido!: Bkn. Y sin embargo, Catalina,, cuantas obras mag¬ nificas me has inspirado! A ti te he debido Erigqae, la maravilla .de Fontainebleau, como ; la llama S„. M. el rey; yo copié tus facciones i para representar á Minerva, orgullosa de su l'uerzaiy de su saber; yo en fin, te representé como una desordenada bacante, con tu cabe- llodeébano re vuelto sobre tu espalda de alabas¬ tro, y con.esos brillantes ojos inflamados por el vino y el amor! Cat. (mas contenta.) Gracias al cielo que me dirigis palabras agradables! Ben Asi, no te aflijas porque no tenga tu sem¬ blante la candidez necesaria , la regularidad indispensable parajm Hebe; no hay dos muge- res en el mundo que representen del mismo modo la.voluptuosa Venus y la severa Juno: y yo prefiero mil veces tu fisonomía viva y alegre, á esas otras dulces y tranquilas, muy 1 belfas para la poesía .y la escultura, pero que nada dicen >al corazón i del hombre. Cat. [estrechándole las manos con efusión.) Siem¬ pre bueno! Siempre cariñoso! Ren. (acercándose á Ascanio que trabaja sin cesar.) Y tú, qué haces, hijo mió? Ase. ti diseño de lailor de lis de pedrería., que me encargó la señora duquesa de Etampes. Ben. Y parece que trabajas con fervor y con ahinco , lo cual no es estraño cuando la obra está destinada á persona de tanto valer y de tal beldad. Jac. Quién es esaduquesa de Etampes, Ascanio? Ase. . Es... es. . Pregúntaselo á Paolo, Jacobo, pues él me presentó á ella. Pao. Es una dama de alta posición enla corte... quiero decir, es .-es... En fin, pregúntaselo al maestro, que él lo sabrá mejor. Ben. (sonriéndose.) Escasi la reina de Francia, hi¬ jos inios.. Jac. Es hermana fiel rey? Ben. No. . Jac. Prima? Ben. No. Jac. Pues entonces, qué es? Ben.. Es... es... Catalina, lo sabes tú por casua¬ lidad? Cat. (bajándolos ojos.) Y o... no. Jac. Pues quedo enterado. Ben. (contemplando el diseño de Ascaiiio.) Es un trabajo lleno de gracia y de delicadeza el que estás haciendo ahí. Qué riqueza en los deta¬ lles! Qué originalidad en la forma.!.. Ascanio, tú. recogerás algún dia la herencia de Benve¬ nuto Cellini! Tú serás el continuador de su gloria y de su nombre! (Paolo le dirige una mi¬ rada envidiosa ) Perdonadme, amigos mios; bien.sé que aqui no hay compañeros, sino her¬ manos; que no existen rivales, sino émulos .. á todos os amo igualmente. Mas él, bien lo sa¬ béis, es mi hijo, mi hijo de adopción... Aro le he mecido eu su cuna, yo le he enseñado nues¬ tro arte: y luego debe el ser á la única muger O EL PODER DE de sus cantante» predilecto»; en fin, como ca¬ zador maté veinticinco venados en un dia, y si S. M. declara la guerra, y necesita de mi espada,, verá que no soy muy torpe, y que tan bien me ingenio para manejar un.arcabuz, co¬ mo para, apuntar una culebrina. Duq. Y entr e vuestras hazañas, de cual estáis mas orgulloso, de la muerte del condestable, ó de la caza de los veinticinco venados? Ben. Ni delounoni.de lo otro, señora. La des¬ treza, como todos los demas dones, procede de Dios, y yo solo he usado de mi destreza. Rey. Bien respondido. Bes. Ahora, puesto que V, M. me llamó antes soberano, permítame que le presente mi pe¬ queña! corte, mis discípulos, mis hijos.—Es¬ te es Ascanio Gaddy, noble como yo, florenti¬ no,como yo, como yo también hábil escultor ya y aventajado platero; Duq. Tanto es eso cierto, que su fama llegó has¬ ta mis oidos, y hacedias que le encargué una lis de oro, para la cual ahora le traigo la pedre¬ ría. (« uva seña suya unpage entrega á Asumió un cofrecito.) Ase. Y ya tengo concluido el diseño de la regia flor, que hoy mismo pensaba llevar á la seño¬ ras duquesa. (Benvenulo sigue presentando los otros discípulos al rey.) Día. (ap.) Con qué interés le contempla! No hay duda! Bey. Señoras, va á ser indispensable que nos permitaisadmirar á vuestro lado; (d la duque¬ say á Diana.) asi, rogaré á Benvenuto que nos enseñe esos prodigios de su arte, esos vasos y esos jarrones que recuerdan ventajosa¬ mente los de la antigüedad. Ben. En el instante voy á traer... Rey. Traer? Nada de eso; iremos nosotros y re¬ corremos vuestras magnificas galeriaSí Estáis contento del palacio de Nesle? Ben. Si señor. Rey, Si no decidlo, y os daremos otro, aunque nos cueste desalojar de élá alguno de nuestros cortesanos, que antes- que ellos son los artis¬ tas, instrumentos sublimes de la mano de Dios. Ben. Agradezco en el alma esa bondad, pero no necesito aprovecharme de ella. Rey. Pues vamos! (encaminándose hacia las habi¬ taciones interiores.y Dcq. Al punto sigo á.V. M,, señor; deseo antes ver el trabajo de Ascanio, y darle mis últimas instrucciones. Du. (ap. al marcharse.) Quiere quedarse sola con él! (vanse todos, siguiendo al rey, y dejan solos á la duquesa y á Ascanio.) ESCENA V.. La Duquesa, Ascanio.. Duq. (con alegría y pasión.) Con que habéis penr- sado en mi, Ascanio? Ase. (fríamente ) Ya lo veis, puesto que he con¬ cluido el dibujó, {presentándoselo.) Duq. Siempre frío é indiferente oonmigo... Con¬ migo que osamo tanto! (movimiento de Ascanio.) Si, sí; bien lo sabes, bien lo sabes! Esta pa¬ sión. es, mas poderosa que todo.... No pue- UN ARTISTA. O do, no puedo ocultarla! Hasta ahora no he sabido lo que es un amor ardiente, esclusivo, violento, que se aviva con el desdén, que ore¬ ce con la indiferencia! Hasta ahora ignoraba cuanto se sufre, cuanto, al ver prodigar á otra aquello mismo que una para sí codicia! Ase. Señora! Duq. Ascanio, no me desprecies porque se esca¬ pen estas chispas del volcan impetuoso de mi- alma! No me desprecies, porque incapaz de reprimirme, confieso aqui un sentimiento in¬ domable! No me desprecies, en fin, Ascanio mió, porque te amo... y es menester que tu. me ames también! Mírame, mírame, y leerás en mis ojos una adoración tan profunda, tan grande, que acaso te apiadarás de mi! Ase. Debo ser franco y leal con vos, como lo he sido antes, como lo seré siempre, aun á riesgo de desagradaros y de ofenderos; amo á Clotil¬ de, y no amaré nunca sino a ella! Duq. Pero tú mismo me has dicho que ella no te corresponde! Además, crees que su padre, Ro¬ berto de Estourville, orgulloso y avaro, consen¬ tirá, en que tú, pobre artista, desconocido, os¬ curo, humilde, seas el esposo de su hija? Que locura! Que locura! Entre tanto como puedes ambicionar, y que yo puedo darle, apeteces so¬ lo lo que jamás será para ti. Ase. Jamás? Entonces no quiero nada! Duq. Eres un niño, un niño voluntarioso, que se aficiona á un juguete, y que rehúsa los otros porque no le conceden aquel. No, no; yo no debo consentir en que seas desgraciado por un capricho, por una manía pueril! Tan joven, tan inspirado, tan bello, puedes aspirar á un por¬ venir brillante, Ascanio mió! (una pausa.) No has deseado alguna vez, por ejemplo, los ho¬ nores, las riquezas, la gloria? Ase.. Sí*, llacc un mes que los deseo ardiente¬ mente.. Duq. Tornarias con gusto á tu pais, á la Italia? Ase. Ch! Sí! Alli hay siempre flores en el cam¬ po, sol en el dia, estrellas en la noche! Alli el aire es siempre puro y libio... alli todo es poe¬ sía y amor! Duq> Pues bien: yo te ofrezco vivir en Italia, omnipotente, casi soberano; tú protegerás á los artistas, á Benvenuto el primero; tú les da¬ rás el oro, la plata, el bronce, para que lo tra¬ bajen y lo fundan! Y luego, amarás y serás amado... Dime, Ascanio; no es esta una pers¬ pectiva inmensa de felicidad? Ase. Seria el paraíso, si fuese Clotilde la que es¬ tuviera á mi lado...! Duq. Aun Clotilde! Mas olvidas siempre que ella no te ama! Ase.. Antes no lo creia... pero hoy... quién sabe! (una pausa.) No me amais vos, señora...? Duq.. Ah...! Pero ignoras que vá á casarse con otro? Ase. Acaso la obliga su padre. Duq. Su padre la obliga! Crees que si yo estu¬ viese en. su lugar, existiría en el mundo una fuerza, una voluntad, un poder que nos sepa¬ rase al uno del otro? No, no; te io repito; Clo¬ tilde no te ama...! Ase.. Y yo desde que he visto al esposo que le destinan, he adivinado que tampoco, dehe amarle...! 6 . Benvrncto Celliní Düq. V si no frieseis ninguno de los dos; si hu¬ biese otros joven i brillante, poderoso... qué barias? Ase. Nada...! Sufrir y amarla...! Dcq. Eres muy cruel, muy cruel para mi! Ni una palabra de esperanza, ni una sola de gratitud, cuando yo estoy dispuesta á sacrificártelo Ur¬ do! —Quieres fausto, poder, grandeza...? Ha¬ bla, y yo te lo duré.—Quieres que renuncie por ti á cuanto poseo; que abdique mi clase y mis títulos; que trueque mis galas y mis diamantes por un traje humilde y una llor que tu me ba¬ yas dado? Prefieres eslo, Ascanio? Entonces, abandonemos París, la córte, el mundo Par¬ lamos... Refugiémonos en un rincón de tu i la- lia, bajo los pinos seculares de Roma, ó junio al bello golfo de ,\Apolos. Habla, Ascanio, ha¬ bla; yo estoy pronta; yo te seguiré cuando tú lo mandes. Ase. V el rey, señora, y el rey? Duq. (con alegría ) Dios mió! Seré yo tan ventu¬ rosa que tengas celos.'.—Si lo deseas, mañana habré roto con él, con sus cortesanos. Ade¬ más, no te sacrificaré gran cosa, iodos esos hombres no valen io que unadetus miradas. — Asi, elige, elige, Ascanio, entre ser poderoso por mi y conmigo, ó ser yo pobre por ti y con¬ tigo! Esla sola idea me hace delirar de placer y ventura! Ah! Si, siquiera me digeses que me amarás algún dia, mas tarde, mucho mas tarde! Ase. Señora! Duq. No me llames señora; no me llames tampo¬ co Ana, sino Luisa, que es mi nombre tam¬ bién; pero un nombre que nadie me ha dado, y que será únicamente para ti. Luisa! Luisa! No es verdad que es un nombre muy dulce? Ase. Yo sé otro que lo es todavía mas! Duq. {con ira.) Cuidado, cuidado, Ascanio; sime haces padecer asi, quizás llegaré á odiarte tan¬ to como ahora te amo! Ase. Perdonadme! Perdonadme! Pero es que vos trastornáis mi cabeza, y destrozáis mi cora¬ zón. Si os digo palabras duras, es para desper¬ tarme á mi mismo, para huir de la tentación, para escapar del peligro.../ Porque viéndoos aqui, á vos, tan hermosa, tan festejada, casi reina, pedir mi amor con acento apasionado, necesito invocar el nombre y el recuerdo de (lotilde, para no caer en un abismo en que nos perderíamos los dos! Duq. Acaso crees que me arrepentiré algún dia de lo que ahora te ofrezco? oh! Tú no me co¬ noces! Quieres una prenda, quieres una garan¬ tía? Aguarda un momento, aguarda un mo¬ mento. {corriendo á una mena donde hay recado de escribir, y trazando apresuradamente algunas lineas.) Ten, y duda todavía si te atreves! Ase. {leyendo el papel.) «Ascanio, yo te amo: sígueme á donde voy, ó déjame seguirte á donde tú vayas. —Ana de Heilly, duquesa de i. lampes.» Duq. Va ves como ante nada resisto, como á to¬ do estoy resuelta. Va ves si te idolatro, cuan¬ do dejo en tu poder mi honra, mi reputación, hasta mi vida! En cambio, yo no te pido mas que un poco de afecto, un poco de cariño, un poco de amor...! Amame, Ascanio, amame, amame,..! {viendo aparecer á Diana, cambiando de tono, y fingiendo que ex amina el dibujo.) Dia¬ na!—Guardad pronto ese papel. .! -Con que es tosa convenida; las hojas serán de esmeraldas; la flor de rubíes, y en el centro colocaremos un diamante. ESCENA VI. Dichos, Diana. D¡a. {ap. observándolos.) Han mudado de conver¬ sación' Están confusos! («/(<>.) Duquesa, mucho os ocupáis de vuestra llor, cuando por ella re¬ nunciáis á ver las maravillas que tiene Benve¬ nuto en su palacio. Duq. Es porque espero que esla sea otra tam¬ bién. \ vos no encargáis nada á nuestro joven artista? Día. Soy poco aficionada á joyas, duquesa. Creo que cuando una es joven, no las necesita, y que sólo son indispensables cuando el brillo de la hermosura comienza á eclipsarse. Dcq. V como sois tan bella, Diana... Du. Menos que vos, sin embargo; á vos há largo tiempo que todos os lo repiten, y á mi ahora empiezan á decírmelo. Dcq. {ap. furiosa.) Insolente! Yo la castigaré! Día. {ap. con júbilo.) Orgullosa! La he humillado! ESCENA Vil. Dichos, el Rey, Benvenuto, los cortesanos y los discípulos. Rey. (sale precipitadamente con una copa de oro en la mano.) Duquesa, duquesa, dónde estáis? Ve¬ nid, venid á admirar este prodigio del arte. Ved que forma tan atrevida y tan nueva! Que delicadeza en ios relieves! Que gracia y que verdad en las figuras! Mirad este precioso niño medio oculto entre las llores, y respon¬ dedme si habéis visto nada que pueda compa¬ rársele. Ben. Esos elogios me son mas gratos que cuan¬ tos hasta ahora he oido; poi que si otros mo¬ narcas han sabido admirarme, solo vos habéis sabido comprenderme. Rey. Ignoro quien siente mayor satisfacción, si el principe que encuentra un artista como vos, ó el artista que halla un príncipe capaz de comprenderle. Vo creo que mi placer es mas grande. Ben. Oh! No señor! El mió! Rev. El mió, el mió! Ren. No me atrevo á resistirme á V. M., pero... Rey. Entonces digamos que tanto valen el uno como el otro.—Benvenuto, es menester que me hagais alguna obra maestra inmediatamen¬ te. Necesito doce candelábros para mi mesa, y quiero que sean doce estatuas de plata. Ben. Debe ser magnifico! Rey. Esas estatuas representarán seis dioses y seis diosas , y serán exactamente de mi al¬ tura. Ren. De vuestra-altura, en efecto, señor! Duq. Pero piense V. M. que pide una cosa muy difícil. No es verdad, señor Benvenuto? Ben. No hay nada difícil para mi. Duq. Veo que teneis tanta vanidad como ta- O RL PODER 1 lento. Reís. Vanidad no, orgullo sí, señora. Dlq. Pues contad, amigo mió, con que si no, cum¬ plís lo ofrecido, yo os declararé la guerra! (con intención.) Ben. Ni desecho la paz¡, ni me asusta la guerra, por temible que sea el adversario. D« q. Veremos quien triunfa! Ben. Lo veremos! (la duquesa le lanza una mira¬ da de enojo, y se aparta de él.) Rey. (que durante este último diálogo contemplaba todavía la copa.) Con que, Cellini, os recomien¬ do mi Olimpo, y como naturalmente empeza¬ reis por Júpiter, cuando hayais terminado el modelo, iréis á enseñármelo sin tardanza. Ben. Eso se dice fácilmente; mas cómo entraré en el Louvre? Bey. Con este anillo os dejarán pasar siempre que os presentéis. Y ahora, oídme, Benvenu¬ to, y vosotros también, señores, empeño aqui mi palabra de rey y de caballero, de otorgaros cuanto me pidáis, sea lo que fuere, y si está en mi mano el concedéroslo, el dia que me presentéis mi Júpiter concluido. V por si yo olvidase esta promesa, que no la olvidaré, os mando á todos que me la recordéis, y espe¬ cialmente á vos, señor Canciller, y á vos, se¬ ñor Condestable de Francia. Ben. (arrodillándose de nuevo y besando la mano que el rey le tiende.) Sois un gran monarca, se¬ ñor, y yo me avergüenzo de poder hacer tan poco, por vos, que hacéis tanto por mí! Rey. Adiós, mi artista, mi escultor, mi amigo! (te hace un saludo afectuoso, y se dirige de nue¬ vo hacia los jardines seguido de toda su córte. Benvenuto se levanta y se queda inmóvil un mo¬ mento, como saboreando su alegría; después es- clama con entusiasmo.) Ben. Ah! Para haber vencido y aprisionado en Pavía al rey Francisco 1, debe ser un pueblo de héroes, debe ser la España una nación gi¬ gante! (corre en seguimiento del rey con Ascanio y sus discípulos, mientras se oye la marcha regia á lo lejos.) FIN DEL ACTO PRIMERO. ACTO SEGUNDO. EL.MERCADER DE SU HONOR. Et jardín del palacio grande de Neslei en el fondo y á lo lejos las habitaciones; á la derecha una tapia,que divide el pequeño Nesle del grande: una puertecilla en L'llay debajo un banco de piedra; á la izquierda un cena- 1®G y junto una calle de árboles.— ESCENA PRIMERA. ÍíCobo Aubry aparece montado en la tapia y como en disposición de sallarla. ACt (llamando á media voz.) Gervasia! Gervasia! No viene, y yo me v»y cansando, porque la VN ARTISTA. 7 postura no es muy Qúrpoda. Pues si tarda mu¬ cho, salto aunque luego grite que la compro¬ meto.— Y á fé que la tal dueña es una ma¬ trona de mi flor!=Estoy orgulloso de su con¬ quista... aunque á decir verdad , yo no sé quien ha conquistado á quien. Cáspila! Y ano¬ che me alarmó cuando hablándome de sus es¬ crúpulos de conciencia, me insinuó algo de matrimonio. Tanto me asustó, que tqve nías tarde un sueño, una pesadilla horrorosa! Soñé que estábamos casados, y que... Dios me libre! Mucho la quiero á la pobre Gervasia, pero ca¬ sarme,.. Eso es cosa muy seria! ESCENA II. Dicho, Gervasia. Ger. (saliendo puniéndole.) Nuestra señora de Pa-r ris me valga;! Qué hacéis ahi? Jac. (disponiéndose á bajar.) Lo que veis, que¬ rida mia. Geh. Vais á comprometerme! A estas horas... á media tarde! Dios mió! Si os viesen!.. Porqué habéis venido tan temprano? Jac. En primer lugar poique no puedo vivir le¬ jos de vos, Gervasia, y en segundo, porque lia habido dispersión completa en el taller. Maese Benvenuto se baido á Fontainebleau á presen¬ tar al rey el modelo de su Júpiter, una obra maestra que ha hecho en quince dias... mien¬ tras que nosotros solo hemos hecho el amor, y no en efigie: Ascanio lia tomado un cofrecito de joyas, y ha salido también: por último, Paoio el hipócrita, se ba marchado á ver á su duquesa de Etanipes, de quien es el protegido, ó por mejor decir, el espiajy yo he volado aquí para veros y admiraros, (se dispone á bajar.) Ger. Jacobo, si me aniais, partid! Jac. Porque os amo no puedo complaceros. Ger. Esta es precisamente la hora en que Clo¬ tilde viene á sentarse en este banco que es su sitio favorito! (viendo que Jacobo hace un nuevo movimiento.) Imprudente! sino os vais os retiro mi amor. Jac. Vuestro amor? Esa palabra es omnipotente. Me volveré á casa del maestro, ápensar en vos. Ger. En mi? Siempre en mi? Jac. Siempre! Ger. Y yo también! Porque os lo juro, Jacobo mió, sois el primer hombre á quien he amado en el mundo! Jac. (ap.) Pues no lia sido muy precoz! Ger. Qué escusa tendria sino mi falta? Ay! no es¬ taré tranquila hasta que el Señor haya vende- cido nuestros lazos! Jac. (op.)Otra vez? Es una idea fija, (alto.) Adiós, mi querida Gervasia! Ger. Adiós, Jacobo mió! (alejándose.) Jac. Gervasia? Ger. Todavía ahí? Qué queréis? (volviendo.) Jac. Repetidme que me amais! Gk«. Ingrato! No sabes que te adoro? Jac. Dame á besar esa linda mano! Ger. [subiéndose sobre el banco y tendiéndosela.) Hay medio de rehusarle nada ? Jac. Ño acierto á separarme de tí ! Ger. Cuando estaremos unidos para siempre! Jac. Oh!., (arrojándose violentamente al otro ludo.) 10 ESCENA IX. Benvenuto El Conde de Ürrec, el Vizconde, Clotilde en el banco. Viz. Veo con disgusto, d1 Orbec, que vuestra suerte es mucho menos envidiable de lo que presumía! Ah, ah, ah! Ciertamente que la niña es un prodigio de hermosura; mas en cuanto al cariño que os tiene, creo que no es cosa mayor. Con Con el tiempo... Viz. Si, con el tiempo... os llegará á aborrecer... y algo mas.—La verdad, querido, habéis aguar¬ dado un poco tarde para la boda; ya estáis cascadillo, y es seguro que ninguna se casaría con vos por amor.=Y si vuestra futura tuvie¬ se otro amante?.. Ah, ah, ah! (Clotilde que ha vucltopoco á poco ensi, escucha con atención.) Clo. (ap.) Qué dice? Con. Poco me importaría, Vizconde; y para ha¬ ceros arrepentir de vuestras bufonadas, casi estoy por revelaros un secreto... Viz. En secreto? Acaso para rejuveneceros? Pa¬ ra tornar negros vuestros cabellos grises; pa¬ ra enderezar vuestro talle encorvado, para adquirir agilidad, gracia y belleza?—Esas son ilusiones, amigo mió, y os aconsejo que no ha¬ gáis la prueba. Sin duda necesitaríais un físi¬ co tan aventajado como el mió para haceros amar de esa chiquilla. Oh! seguro estoy de que si yo hubiese aceptado su mano, que el prevoste me ofreció antes que á vos, no ha¬ bría sido tan grande su miedo al matri¬ monio. Con. Cuando os digo... Viz. Que os casais por el interés? Eso lo creo- Clotilde debe tener una dote soberbia. Con. Y si este enlace me produgese mas to¬ davía? Viz. Cómo? Con. No soy tan fátuo, querido Vizconde, que me juzgue capaz de inspirar amor á una joven sentimental y romancesca; pero estoy seguro de que mi enlace será causa de mi elevación. Viz. No estáis contento con vuestro empleo de tesorero del rey? Con. Ciertamente que es muy descansado, muy productivo... Mas qué diríais si me hiciesen canciller? Viz. Canciller á vos?.. Vamos, contádmelo todo; no me hagais las confianzas á medias... Con. Estamos solos? Viz. Enteramente solos. (Clotilde se adelanta y escucha con ansiedad-, Ascanio aparece también en la puerta del cenador-, al mismo tiempo Gervasia sale del palacio, y se acerca poco ápoco liácia el proscenio ) Con. Pues oídme, y escuso encargaros la re¬ serva. Viz. Sabéis que esa es mi cualidad dominante. Geu. {conociendo á Clotilde.) Sois vos, Clotilde? (en voz baja.) Clo. {lo mismo.) Silencio! (haciéndola seña de que permanezca á su lado.) Con. Hará unos veinte dias que la duquesa de Etampes me llamó á su palacio.—Conde, me dijo, hay una joven, rica y hermosa, á quien me interesa casar pronto; y quiero que sea Cellim, con vos.— Rica?esclamé yo.—I'uescontad con¬ migo.— Luego, prosiguió ella, esta unión os trae¬ rá mas ventajas de las que imagináis. No ha¬ béis pensado nunca en llegar á ser canciller de Erancia? Viz. Cáspita! Eso os dijo? Con. Con una dulzura, con una gracia! Señora, contesté, muchas veces lo he pensado, pero jamas lo he creído. Y sin embargo, conde, lo sereis. - Oídme, continuó la duquesa, y res¬ ponded después si aceptáis mis condiciones.— Las acepto desde luego, interrumpí yo enton¬ ces.— \ a sabéis, repuso Madama d’ Etampes suspirando ligeramente, que yo sola no basto para llenar el corazón del rey; queS. M. es in¬ constante y voluble. No tengo mas remedio para cuiiservar mi poder, que cerrar los ojos ante sus debilidades; pero lo que me interesa es que la muger á quien ame, no sea ambicio¬ sa; que se resigne á ser un instrumento mió. Creed que aun lloro la muerte de esa po¬ bre María de Brissae, que ha reinado por mi y conmigo durante tanto tiempo! Ahora bien, escuchad mi proyecto, el rey ha visto á la espo¬ sa que os destino, el dia que su padre la presen¬ tó en la corte, y ha quedado enamorado de su hermosura... Clo. üh!.. {exhalando un grito ahogado.) Ger. Dios mió! Ase. Infamia! Vrz. Entiendo! Entiendo! Ah, ah, ah! Con. {cogiendo del brazo al vizconde y llevándole hacia el palacio.) Si consentís, añadió la du¬ quesa, reemplazareis á ese imbécil de Po- yet, sereis canciller de Francia. Viz. Y qué respondisteis? Con. Me crees bastante necio para rehusar tan ventajosa proposición ? La admití transpor¬ tado de júbilo, y di las gracias á la duquesa... En cuanto al prevoste, yo respondo de él... Le contentaremos con una nueva gracia... Viz. No se puede negar que sois un picaro afor¬ tunado. Ah, ah, ah!., {desaparecen por el fondo.) ESCENA X. Clotilde, Gervasia, Ascanio. Clo. (mira alejarse á d' Orbec y al vizconde, y en¬ tonces se adelanta al proscenio fuera de sí.) Vendida! vendida! Ger. (siguiéndola y consternada también.) Hija mia! Clo. Quién me protegerá? Quién me salvará? Ase. {adelantándose.) Yo!.. Clo. Vos?.. Habéis escuchado? Ase. Si, todo!.. Antes me habéis dicho que teneis confianza en mi; probádmelo ahora aceptando lo que voy á ofreceros. Clo. Hablad! Ger. Si, hablad! Clotilde, Clotilde! (abrazándola.) Qué horror! Yo que os he visto nacer, yo que desde entonces no me he apartado un solo momento de vos, yo que osamo como una ma¬ dre, estoy dispuesta á lodo para salvaros de la infamia! Clo Contaba contigo, Gervasia mia! {abrazándo¬ la.) Vero hablad, hablad, Ascanio, porque el tiempo transcurre, y á cada momento temo O EL PODER ver aparecerá la duquesa de Etampes, que vendrá á arrancarme de aquí, y á consumar sus designios horribles y culpables! Dios mió! Qué le he hecho yo á esa muger para que asi me odie, para que quiera perderme y deshon¬ rarme? Ase. Clotilde, os odia porque me ama; os odia porque yo no la amo! Clo. Y quién le ha dicho?... Ase. Yo mismo! Perdonadme! Gkr. Qué escucho! Entonces..? Clo. (bajando los ojos.) Si, Gervasia! Ase. (con nobleza.J Si, señora; nos amamos... y esta revelación nos destruirá sin duda vues¬ tra confianza! {Gervasia tiende de nuevo los bra¬ zos á Clotilde.) Clotilde, yo os ofrezco un asilo en el que vuestros perseguidores no sabrán descubriros; en el que viviréis tan segura co¬ mo en el templo de Dios, y enmedio de sus vírgenes; en el que nada tendréis que temer de mi ni de ninguno. Clo. Y ese asilo, dónde es? Ase. En casa de mi padre, en casa de Benvenuto Cellini. Clo. En vuestra casa? Nunca! Nunca! Ase. De un convento por oscuro y lejano que fuese, pensadlo bien, podrían arrancaros: en otro albergue cualquiera donde os refugiaseis, sin duda que osjpodrian encontrar; pero no adi¬ vinarán lo que el genio de un hombre ha hecho, loque la habilidad de Benvenuto ha alcanzado: hacer de una estáluaun asilo invisible á todos los ojos, á los de un tirano comoá los de un pa¬ dre; al odio como al amor! Alli viviréis con Gervasia, tranquila é ignorada, aguardando el dia en que concluya Benvenuto una obra ma¬ ravillosa, por la cual le ha prometido el rey todo cuanto pida; y él, creedlo, Clotilde, él solo pedirá vuestro perdón, nuestra feli¬ cidad! Clo. No, antes me queda otro recurso... Habla¬ ré ámi padre; se lo descubriré todo; es impo¬ sible que él consienta... Ger. No os creerá... Ademas, ¿no oísteis las palabras del conde? «En cuanto al prevoste, respondo de él.. Le contentaremos con una nue¬ va gracia!» Clo. Acaso se ha visto nunca que un padre ven¬ da á su hija? Ase. Si, hay cortesanos que comercian con su honor; que todo lo sacrifican á su orgullo, á su vanidad, á su encumbramiento!..—hecordad, Clotilde, que es inminente el riesgo á que es- tais espuesta; dentro de un momento vendrá á buscaros la duquesa de Etampes para condu¬ ciros á su casa. Alli no hay salvación para vos, porque ella os vigilará con el odio de una ri- | yál, con el interés de una muger ambiciosa, que os necesita para sus planes! 1:10. Diosmio! Diosmio! Inspiradme!., {el tea¬ tro se ilumina de repente-, óyese dentro un fuerte aldabonazo, y enseguida estas palabras que pro¬ nuncia un escudero de la duquesa.) '.sccD. Plaza á la señora duquesa de Etampes!.. lo. {fuera de si.) Ella! Ella!.. Huyamos!.. Hu¬ yamos! 1 se. (<i Gervasia.) Teneis la llave de esa puerta? DE UN ARTISTA. \\ Clo. Huyamos!... {Gervasia abre la puerlecilla que hoy en la tapia, y los tres corren hacia ella-, al ir á salir, Clotilde se arrodilla, tiende las manos hacia la casa que va d abandonar, y esclama:) Protégeme, madre mia!.... Señor, perdonad á mi padre!... {Ascanío y Gervasia la levantan y se la llevan, volviendo ú cerrar la puerlecilla.- al mismo tiempo cruza el jardín la duquesa seguida de varios pages y escuderos con antorchas.) FIN DEL SEGUNDO ACTO. ACTO TERCERO. LA ESTATUA DEL DIOS MARTE. La misma decoración del acto primero; en el fondo una estátua cubierta con una cortina. ESCENA PRIMERA. El Vizconde, Jacobo. 11er. La tengo! se. Abrid! Jac. Con que es decir que venís á buscar vues¬ tro collar, señor vizconde de..? Es muy es¬ triño! Siempre olvido vuestro título! Viz. Si, amigo; vengo en busca de ese talismán poderoso, con el que be de domesticar y ven¬ cer á la fiera á quien adoro. Jac. Amáis á una fiera? Buen gusto! Viz. Mi ingrata, quiero decir... la muger del pro¬ curador... aquella... Jac. Ah! Aquella de quien nos hablasteis, señor vizconde de... de..? Viz. Es original; el tiempo en vez de disminuir su indiferencia, la acrece. Querréis creer que ayer me dió un bofetón? Jac. Cáspita! Y vos, que hicisteis? Viz. Cual el salvador del mundo, besé la mano que me ofendía: pero ya conocéis que esto no puede durar; y en consecuencia vengo á recoger mi encargo. Está concluido? Jac. Debo decíroslo en confianza. Es el caso... que no está empezado! Viz. Como! Cómo! Con que el señor Benvenuto olvida y desatiende á una persona de mi clase? Con que no acepta la liorna que yo le hago mandándole trabajar? Qué insolencia! Jac. Os lo diré... también en confianza! No os en¬ fadéis... por que estamos todos muy ocu¬ pados! Viz. Ah, ab! En alguna obra para el rey? En¬ tonces... Jac. No por cierto; estamos muy ocupados... en hacer el amor... individualmente. Viz. Hola! hola! Contadme eso... (Iip.) Si yo pu¬ diese robar su querida á alguno, seria deli¬ cioso! Jac. Oslo revelaré... siempre en confianza. Mae- se Benvenuto se fia enamorado... Viz. Sí? De quién? Jac. Es un secreto que no os puedo descubrir... porque no lo sé. Pero el hecho es exacto.— Quince dias bá que solo se ocupa en esa esta- 12 Benvenu tua que está ahí, y que representa áHebe... y con un alan, con un entusiasmo! Viz. \ eámosla. {encaminándose hacia ella.) Jac. Cuardaos bien tle intentarlo! El maestro se lia encerrado aqui para hacerla, y al marchar¬ se ayer á l ontainebleau, de donde no lia vuel¬ to aun, nos dijo: «Hijos mios, que nadie toque á mi llebe.» V es tal el amor, el respeto que todos le profesamos, que á ninguno le ha ocur¬ rido siquiera, por curiosidad, la idea de levan¬ tar ese lienzo. Viz. Luego es una pasión misteriosa..? Jac. Porta cuenta. Viz. (ap.) Si yo lo descubriese! Jac. De suerte que Cellini no ha pensado mas que en su Hebe, y en el Júpiter que le encargó S. M., y cuyo modelo ha ido á presentarle, os aseguro que es una obra maestra que le in- mortalizaria, si él no se hubiese inmortalizado antes. Vi z. Y vos, á quién amais? Jac. Oh! Yo estoy por lo sólido, por lo positivo. Amo, ó al menos finjo amar, á cierta dueña de unas cuarenta navidades, muy robusta y muy complaciente... Oh! Escesivamente com¬ placiente! Viz. Picarillo! Vos sois de mi escuela! Jac. Paolo, á quien debeis haber visto aqui, pretende los favores de la bella Catalina, mo¬ delo acostumbrado del maestro; yen fin, As- canio... Ah, ah, ah! Eso si que no lo acerta¬ ríais... Ah, ah, ah/ Cosa mas singular! Viz. Esplicaos!.. Jac. Veis esa estátua colosal que está ahí, den¬ tro de la pared? Viz. I.a que representa al Dios Marte? Jac. Pues bien, Ascanio se ha enamorado de ella. Viz. Os burláis? Jac. No por cierto; anoche le encontré tres ve¬ ces contemplándola; esta mañana no se ha apartado de aqui un minuto... En fin, tanto ha hecho, que el marmol se ha ablandado y le ha recibido en su seno. Ah, ah, ah! Viz. No os comprendo. Jac. Sois amigo de Benvenuto y mió, y bien pue¬ do decíroslo... en confianza.—Os lo confieso; yo tengo un defecto, un solo defecto; el de ser con estremo curioso. Asi, notando que Asca¬ nio contemplaba mucho al Dios Marte, resol- vi descubrir el misterio, y esta mañana me levanté tempranito, y me oculté ahi. Viz. Dónde? Jac. Detras de la cortina de Hebe... pero os lo aseguro, no la miré siquiera, por no contra¬ venir á la orden del maestro. Apenas hacia un instante que estaba escondido, cuando entró Ascanio de puntillas; miróá todas partes, cer¬ ró esa puerta con llaves y se acercó allí. Luego, maravilla increíble! Apretando un resorte que hay debajo de la nariz del amante de Venus... lo observé perfectamente... como por magia se entreabrió la estátua, dejando el hueco su¬ ficiente para que pasase un hombre... Viz. Y pasó él..? Jac. Sin tardanza. Yo era todo ojos y oidos... Viz Y qué visteis? Jac. En primer lugar una joven bella como un serafín... Después á lo lejos un rico gabinete. to Cellini, Viz. Y qué oísteis? Jac. Esta sola frase... «Venid, amigo mió! os üs- peraba!» Después me pareció distinguir un per¬ fil muy conocido mió, rodeado de unas tocas que no lo son menos; mas seria sin duda ilu¬ sión; como siempre tengo presente la imágen de mi Oervasia.., Viz. Sabéis, querido, que es muy singular lo que me referís? Jac. La visita duró una media hora; al cabo tornó á salir Ascanio, y antes que se cerrase nuevamente la estátua, asomó por ella una ma¬ no muy linda, muy blanca, muy delicada , que mi compañero llevó á sus labios.. . Dios me perdone si miento... lo menos unas cien ve¬ ces. Por último, la misma voz pura y dulce murmuró: «Volved pronto, volved pronto, As¬ canio!» Viz. Es prodigioso!., (examinando la estatua.) De¬ cís que debajo de la nariz?.. Jac. Apretando ahí... Viz. De esta suerte... (la estatua se entreabre un poco.) Jac. En nombre del cielo, no la loquéis; si vinie¬ se el maestro, nos malaria á todos. Viz. (apartándose.) Cáspita! Jac. Ya hace tiempo que en el taller se susurra¬ ba que Benvenuto, tan ingenioso para toda cla¬ se de obras, liabia construido un secreto, una especie de refugio impenetrable, para ocultar¬ se en él si acaso lo exigían las vicisitudes de su vida aventurera. Como estuvo preso dos ve- cesen Boma, como por milagro pudo escapar¬ se de alli, como su carácter es violento y arre¬ batado, nadie sabe lo que puede suceder. Sin duda Ascanio era el único de nosotros que se hallaba en el secreto... Viz. (ap.) bianlre! Se lo diré al prevoste... Su hija, que se fugó anoche, es sin duda la que está ahi. Ademas, haré valer esto como un ti¬ tulo á la protección de la duquesa de Etampes. Jac. Con que, acordaos; reserva y silencio con todo el mundo; que nadie sepa lo que os aca¬ bo de manifestar... en confianza. Viz. No hay miedo... En cuanto al señor Benve¬ nuto, le diréis, que es un grosero, un descor¬ tés, un imbécil, por haber descuidado la obra que yo... ESCENA II. Dichos, Benvenuto. Ben. (que ha oido las últimas palabras del vizconde, le coge fuertemente de un brazo, yesclama con voz terrible.) Y vos un miserable, señor Vizconde! Viz. (con espanto; luego tratando de disimular.) Ah!... ah! ah! ah! Creeis que no os había visto, querido?... Quise daros una broma!.. Pero sol¬ tadme, que me hacéis daño! Ben. Oídme, señor vizconde de Marmagnc; como todos los ricos sois insolente; como todos los necios sois osado; sabed que yo no trabajo por el oro, sino por la gloria; que no sirvo á los que me pagan, sino á los que me comprenden y aprecian en lo que valgo. Asi, escuso deciros que nunca trabajaré para vos. Otros hallareis que os fabriquen, desde luego, merced á vues¬ tra vergonzosa prodigalidad, esos instrumen- O EL PODER DE UN ARTISTA. f5 vizconde de Marmagne, y se dirijen á este si¬ tio. Miradlos! Viz. (saliendo, al Prevoste.) Aqui es! Ase. Señores, qué intentáis? Con qué derecho os introducís en esta casa? Rob. Con el derecho que me dá la ley. No os opongáis A ésta, ú os costará caro. Ase. Pero nunca permitiré... Rob. No necesitamos de vuestro permiso. (á los arqueros.) Adelante! (señalando ú la estatua.) No es aquella? (al vizconde.) Viz. Aquella. Ase. (interponiéndose.) Esa estátua es una obra maestra de Benvenuto Cellini, el que la ha encomendado á mi guarda, (viendo que los ar¬ queros siguen adelantándose, coje una espada que está cerca, y dice colocándose delante del Marte.) El primero que la ponga la mano encima, sea por loque fuere, es hombre muerto! Cat. (queriendo detenerle.) Ascanio! Os vais á perder! Rob. (á los arqueros.) Adelante! Ase. Primero me matareis! (los arqueros atacan á Ascanio que se depende con desesperación; al rui¬ do del combate ábrese la estatua, y sale de ella Clotilde, la que corre hacia Ascanio.) ESCENA Vil. Dichos, Clotilde, y á poco la Dlqlesa. Clo. Ascanio! Mi padre! Rob. Es ella ..! Ase. Clotilde! (en este momento los arqueros le des¬ arman y sujetan.) Nos hemos perdido! Clo. Misericordia! (cayendo sin sentido en los bra- Ie Catalina.) atiendo precipitada.) Deteneos! Deteneos! os, señora...! Debía imaginarlo! Habiendo imen y una traición, no podían menos de uestra obra! eñor Prevoste de París, poned al instante bertad á este joven! s imposible. Nos ha opuesto una resisten- esesperada; y sin duda es él también el au- lel rapto. Por lodos esos delitos, este jó- tiene pena de muerte! e muerte...! t los arqueros.) A la prisión del Chatelet... lucidle! acercándose á la duquesa, al salir.) Duquesa, is triunfado de todo... menos de mi indi- acia... de mi odio...! Porque aquella, (se¬ ndo á Clotilde que permanece desmayada.) lia es la que yo amo! (se le llevan.) ritera de sí.) Su odio!!! Entonces solo me i mi venganza! (al Prevoste.) Sir Roberto, lidaré de vuestra hija; cuidad vos del pre- i tanto, (el Prevoste se inclina y se vá detrás s arqueros.) Con autoridad á Catalina que está junto á Ide.) Dejadnos! añora...! ejadnos! (Catalina se aparta lentamente de Ide, tornando hacia ella los ojos.) ESCENA VIII. La Dcquesa, Clotilde. (La duquesa se aproxima rápidamente á la joven la contempla con avidez en silencio, y luego esclama con desesperación.) Dlq. Qué hermosa es/ Qué hermosa es....! (nueva pausa; Clotilde abre los ojos y levanta la cabeza.) ( lo. (viéndolo.) Quién sois, señora? Duq. No me conocéis? Clo. (levantándose y con espanto.) Os adivino! \ os debeis ser la duquesa de Etampes! Dlq. Sí, la misma, á quien vuestro padre ha delegado su poder y su autoridad. Ante todo, permitidme que me admire de vuestro valor;, sois atrevida , hija mia, para la edad que teneis! Clo. Es que contaba con Dios, señora. Dlq. (con ironía.) De que Dios habíais? Ah! Del Dios Marte, sin duda! (mirando hácia la estᬠtua.) Clo. \o no conozco mas que un solo Dios; el que es omnipotente y eterno; el que recomien¬ da la caridad en la fortuna, y la humildad en la grandeza. Dlq. Bien, muy bien, perfectamente! La situa¬ ción es á propósito para moralizar, y yo os fe¬ licitaría por ese discurso, si no creyese que traíais de disculpar vuestro impudor con vues¬ tra impudencia! Clo. Yo no tengo que disculparme con vos, por¬ que ignoro el derecho en virtud del cual me acusáis. Cuando mi padre me interrogue, yo le responderé con sumisión y con respeto. Si me dirije reconvenciones, procuraré justifi¬ carme; hasta entonces, perdonad que me calle, señora duquesa. Dlq. Comprendo; mi voz os importuna, y quisie¬ rais que os dejára sola para pensar en el que amais! Clo. Nada, por importuno que me sea, puede im¬ pedirme pensar en él, sobre todo ahora que es desgraciado. Dlq. Os atrevéis á confesar que le amais? Clo. Esa es la diferencia que hay entre nos¬ otras, señora; vos no os atrevéis á confesarlo/ Dlq. Imprudente! Me desafiáis? Clo. No, respondo á vuestras palabras. Dejadme con mis pensamientos, y yo os dejaré á vos con vuestros planes ambiciosos! Dlq. Pues bien, ya que te crees bastante fuer¬ te para luchar conmigo, pobre niña, ya que revelas tu amor, yo tampoco ocultaré el mió; yo tampoco ocultaré mi odio! Si, amo á Asca¬ nio, y te aborrezco! Clo. Entonces os compadezco, porque Ascanio me ama á mi! Dlq. Sí, es verdad; pero sábelo: por la seducción si me es posible, por la mentira si es menes¬ ter, por el crimen si es indispensable, yo te robaré su cariño. Clo. El amará siempre á la que le ame mejor. Dlq. (frenética.) Crees sin duda que tu pasión es única en el mundo, y que ninguna puede com¬ parársela? Clo. No digo tal; creo que otro corazón po¬ drá amar eomo el mió; solo dudo que ese cora- el Itj Besyenuto Cellini zon sea el vuestro! Dlq. Y qué barias por él, tú que supones haber hecho mas que yo? Qué le has sacrificado has¬ ta ahora? ha oscuridad de tu vida? Clo. No; mi reposo, mi sosiego. Doq. A qué le has preferido? Al ridículo amor del conde de Orbec? Clo. No, sino á mi obediencia filial. Dlq. Qué puedes prometerle tú? Puedes hacer¬ le rico, poderoso, ilustre? Clo. Espero hacerle feliz/ Dlq. Yo le inmolo la ternura de un monarca; yo pongo á sus pies riquezas, títulos, honores; yo fe traigo el gobierno de un reino... Clo. {sonríeadose.) Sí; vuestro amor le dá todo lo que no es el amor! Dlq. Basta, hasta...! (un momento (le silencio.) Clo¬ tilde, (con mas dulzura.) si te dijesen, sacrifica tu existencia por él, qué barias? Clo. Moriría gustosa! Dlq. Yo también. Y tu honor, se lo sacrificaríais como tu existencia? Clo. Si por mi honor entendéis mi reputación, sí; si entendéis mi virtud, no! Dlq. Ah! No le ama! No le ama! (con alegría frenética.) No le ama! Clo. (con despecho.) Y si os dijesen ú vos: «re¬ nuncia por él á tus títulos, á tu clase; renuncia por él al rey... En fin, si os dijesen: Ana de fleilly, duquesa de Etampes, abandona por su humilde taller de artista, tu palacio, tus ri¬ quezas, tus cortesanos...» Dlq. (como á pesar suyo.) Rehusaría... por su pro¬ pio interés! Clo. (con alegría.) Ah! No le ama, no le ama, no le ama...! Prefiere á él los honores, esas qui¬ meras de la vanidad! Dlq. Quiero conservarlo todo para él; quie¬ ro hacerle participe de mi fausto, de mi po¬ der, de mi grandeza! Los hombres solo ambi¬ cionan esto! Clo. Si; pero Ascanio no es uno de esos hombres, señora! Dlq. (furiosa.) Cállate, cállate desventurada..! Pretendes luchar conmigo? La humilde y dé¬ bil oveja quiere hacer frente ála leona fuerte y poderosa! Ah! ah/ ah! (riéndose sardónica¬ mente.) Me dás lástima, pobre niña! Escucha bien lo que voy á decirte; sea de grado ó por fuerza, te casarás con el conde de Orbec..! Clo. Escuchad ahora vos lo que voy á responde¬ ros. Me resistiré por todos los medios que es¬ tén á mi alcance á esa horrible alianza. Si po¬ néis mi mano entre las del conde, diré no; si me arrastráis al altar, diré no; si me obligáis á prosternarme ante el ministro del Altísimo, diré también no, no, y siempre no! Dlq. Qué importa! Ascanio creerá que has acep¬ tado el matrimonio que nosotros te habremos impuesto. Clo. Es que no me lo impondréis, señora! Dlq. Y con quien cuentas para que te proteja? Clo. Con Dios en el cielo; con un hombre en la tierra! Dlq. Pero ese hombre se halla preso. Clo. No; se halla libre! Dlq. Libre? Quién es entonces? Clo. líenvenulo Cellini! Dlq. Benvenuto! Y esperas que te salvará, cuan¬ do él mismo está perdido? Clo. Perdido? Dlq. Confiaba en el rey, no es cierto? Y el rey por mi influjo le ha retirado su gracia; tenia un anillo con el que podía penetrar en palacio á todas horas; y esta mañana, yo misma, en nombre de Franeisco I, he dado orden de que no le dejen entrar! Clo. Qué decís? Dlq. Ya ves como no hay esperanza; ya ves como el triunfo es mió. Ademas, si tú no entregas tu mano al conde, Ascanio morirá! Clo. (fuera de sí y arrodillándose.) No! No! Dlq. Oh! Una sola cosa me faltaba; verte humi¬ llada á mis pies! Clo. (leoantándose con dignidad.) Al menos solo de esto tendré que avergonzarme! Dlq. lióla! (á dos pages que aparecen.) Mi litera al punto! (cogiendo de la mano á Clotilde.) Clo. A dónde vamos, señora? Dlq. A mi casa! (arrastrándola consigo.) Clo. (con terror.) A su casa! Dios mió, ampa¬ radme! (desaparecen.) ESCENA IX. Catalina, Benvenlto, Jacoiio y los demás discípulos. Ben .(saliendo por el lado opuesto á aquel por donde se fué la duquesa.) Pronto, hijos mios, pronto á la fundición! Cat. (corriendo hacia él.) Señor... Ben. (muy agitado.) Nada me digas, Catalina, to¬ do lo sé! Sé que mi Ascanio está en la cárcel sombría del Chatelet; que Clotilde está en ma¬ nos de la duquesa de Etampes, su mortal ene¬ miga; sé, en fin, que la han encontrado ahí, donde la habíamos escondido/ Jac. (ap.) Qué escucho! Ben. Simón, Juan, corred á preparar el horno; llenadlo de leña hasta arriba; si no hay bastan¬ te, quemad todos mis muebles! Si, sí; Catali¬ na, algún espía infame nos acechó, descubrien¬ do este secreto que á ti misma no te habia re¬ velado! Pero si yo averiguo quiénes el trai¬ dor...! Y no es esto todo; el rey no quiere ver¬ me, á mi, á quien antes llamaba su amigo...! Crea nadie en la amistad de los hombres! Cierto que los reyes no son liombres! Son re¬ yes! De modo que me he presentado inútilmen¬ te en el Louvre; no *he podido llegar hasta Francisco 1; no he podido decirle una palabra! Ah! Mi estátua hablará por mi! Ella me abrirá todas las puertas!—Disponed el molde, ami¬ gos mios, y no perdamos un instante! Sobre todo, fuego, mucho fuego. —Mirad, daria diez años de mi existencia al que pudiese penetrar hasta el pobre Ascanio, hablarle, y traerme un papel que él posee, y con el cual yo venceria á esa infame duquesa! Jac. (ap.) Ah! Yo lo conseguiré, aunque sea á costa de mi vida! (desaparece.) Ben. (siempre con la misma agitación.) No impor¬ ta; te salvaremos... Ha resistido al Prevoste, ha hecho armas contra la autoridad, y eso tie¬ ne pena de muerte: pero lo repito, le salvare¬ mos! Si él muriese, yo moriría también, por¬ que él es lo único que me queda en el mun¬ do!—Conque trabajemos, trabajemos...! Traed O EL PODER DE EN ARTISTA. 17 el bronce... traed la plata; si es menester, des¬ truid mi bagilla, destruid todas mis joyas.— Oh! Si yo humillase á la soberbia duquesa! Con mi Júpiter seré omnipotente... y quien sa¬ be... Haremos una obra maestra, que asom¬ brará al rey, que admirarán los siglos, que eternizará con el mió vuestro nombre! (du¬ rante esta escena, los discípulos están en conti¬ nuo movimiento; unos rodean á Benvenuto; otros ejecutan sus órdenes, formando siempre un cua¬ dro animado.) Si no lo consiguiésemos...! Tiem¬ blo, tiemblo solo de imaginarlo...! No, Asca- nio, no temas; con vosotros estoy seguro de todo, porque sois hábiles, activos, inteligen¬ tes; porque me amais á mi, y amais á vuestro compañero! No es verdad, Juan? No es asi, Simón? No es asi, Carlos? (abrazando sucesi¬ vamente á todos.) Con que, valor y constancia! El instante se acerca. Mirad; ya está encen¬ dido el fuego, y esa llama alumbrará nuestro triunfo, (se ve salir un resplandor muy vivo de un lado.) Dios mió! Dios mió! Protegednos...! Ahora, corramos, corramos/ A la fundición, hij os, á la fundición! Todos, (con entusiasmo.) A la fundición! (corren detrás de Benvenuto hácia el lado de donde sale la llama.) FIN DEL ACTO TERCERO. ACTO CUARTO. EL PRESO POR SU GUSTO. La cárcel del Chalelet. —El teatro se halla dividido en dos partes enteramente iguales, y que representan dos cala¬ bozos sombríos; en el de la derecha, algo mas bajo que el otro, está Ascanio; en el de la izquierda Jacobo. —Una mesa, dos sillas, una cama, componen todo el ajuar de entrambos; una lámpara alumbra á cada uno; en el de Ascanio hay además un cuadro de la Virgen colgado de la pared. ESCENA PRIMERA. (Al levantarse el telón, Ascanio sentado delante de la mesa, escribe; Jacobo recorre su calabozo como examinándolo.) Jac. Pues señor, gracias á Dios, por fin me han preso! Si no hubiera sido por ese bendito viz¬ conde de Marmagne, que se dejó dar una mag¬ nifica estocada en premio de sus bachillerías, aun estuviera paseándome por París, y sin te¬ ner la fortuna de entrar en la lóbrega cárcel del Chatelet! Ante nada vacilaré; á todo estoy dispuesto para asegurar la libertad y la dicha de Ascanio!—Lo mas está, conseguido, entrar; falta lo menos, salir; pensemos en ello.—Pon aué recursos cuento para lograrlo . En primei lu<rar con unos diez sueldos pansies... cantidad insuficiente para comprar al carcelero mas ba¬ rato del mundo. Renuncio, pues, á comprar al mió -La violencia? Poseo un magnifico puñal, con el que podría matar al susodicho carcelero cuando entrase, y escaparme disfrazado con su vestido. Pero no, no; nunca apelaré á este recurso... suave; acaso ese pobre hombre sea padre de familia; acaso sea el único apoyo de su madre ó de sus hijos. (examina las paredes. ) Estas paredes parecen muy sóli¬ das. Son de piedra...! (aparta los colchones de su lecho.) El piso es de lo mismo...! Cáspita...! Es una jaula magnífica... para que no se es¬ cape el pájaro... Con todo, el infeliz á quien encontré al salir; ese preso que ha vivido aqui veinte años... que me hizo una seña espresi- va, señalando hácia este rincón... que me en¬ tregó á escondidas esta arma... No hay duda, quiso indicarme generoso los medios de re¬ cobrar la libertad... Busquemos. . busque¬ mos... (exhalandoun grito de alegría.) Ah...! Un hueco abierto entre dos losas... la tierra arran¬ cada... (siente ruido, vuelve á colocar su cama, y se tiende sobre ella fingiendo dormir.) Gente viene...! Disimulemos! ESCENA II. Dichos, un Juez, un Escribano, el Carcelero. Zkr. (Después que los otros dos entran, se dirige á Jacobo, y le sacude violentamente.) Levantaos... Qué sueño de bronce! Levantaos, digo! Iac. (haciendo que se despierta.) Cáspita! Que mo¬ dos tan dulces teneis! Qué se ofrece? Zkr. El señor juez del crimen que viene a in¬ terrogaros. Jac. (levantándose.) Ah! Eso es diferente! Juez. (reconociéndole.) Hola! Picarillo, sois vos. Con que por fin habéis alcanzado que os en¬ cierren en el Chatelet? Qué ganas teníais de . conseguirlo! Con que no solo seducís dueñas, sino que también dais estocadas á los vizcon¬ des? Ah! ah! ah! Pero cuidadito; la vida de un noble se paga mas cara que el honor de una mujer del pueblo; y lo que es ahora, no bas¬ tará con los veinte sueldos parisíes que os cos¬ tó la otra broma! Ah! ah! ah! Jac. (ap.) Qué risueño es el señor magistrado! Juez, (al escribano.) Sentaos, y Con que es decir, querido mió, que habéis hecho un boquete en el costado al señor vizconde de Marmagne, no es cierto? Jac. Si señor. Juez. Y por qué? . _ Jac. Porque habia abusado de mi confianza para perder á uno de mis amigos; le encontré en a calle y le desafié; él aceptó el reto; arranque su espada á un page; comenzamos... zis, zás... zis, zás... el pobre diablo cayó al suelo... y aqui paz y después gloria. , , , Juez. El hecho es grave, muy grave... Ah. ah! ah. Mas grave, porque el herido es uno de los fa¬ voritos de la duquesa de Etampes. Asi, parece que esta os ha recomendado bien. }(jez. ^NcTío digo por alarmaros, sino por si te- neis algunas disposiciones que tomar... Jac. (asustado.) Pues qué, señor magistrado, hay peligro de vida? Juez. Ah! ah! ah! Ciertamente...! T,r (av ) y el bárbaro serie! (alto.) Nada mas ’ común que lances parecidos, y yo no veo que se persiga á los culpables. 3 20 Bovenuto Cei.i.im, rando de nuevo la puerta.) *^sg. (incorporándose.) Dormir!... Si yo fuese tan dichoso!... Dormir! Oh! Dios mió!.. JAc. (pensativo.) Si... el sacrificio es doloroso.... horrible... mas es indispensable! No hay que vacilar! No hay que perder un minuto! Oh! .as- canio! Yo llevaré la amistad hasta el herois- mo..esto es, hasta el matrimonio! Yo eclipsaré las glorias de Pilades y de Ürestes; de Castor y Polux... porque ninguno de estos se casó con una vieja, yo seré sinónimo de abnegación en los siglos futuros... lo cual siempre es un con¬ suelo después de muerto!., (se levanta y corre á golpear la puerta.) Carcelero! Hola!! No viene! Carcelero! (suena ruido de cerrojos , ábrese la puerta, y aparece el carcelero.) Ya está aqui. Car. Por qué alborotáis? Qué se os ofrece ? Nece¬ sitaremos poneros una mordaza y cadenas? Jac. Cadenas? Precisamente eso pido; las cade¬ nas de himeneo! Car. Queréis casaros? Habrá imbécil! Jac. (ap.) Imbécil! No hay duda: este hombre es casado! (alto.) Decidselo al señor gobernador del Chatelet; y como es muy probable que me ahorquen mañana, quisiera que la cosa se ve¬ rificase esta noche misma. Car. Creeis que la joven consentirá..? Jac. La joven? Que si consentirá?... Ah! Estoy seguro de ello!.. Es una reparación! Car. Una reparación? Habrá imbécil! Jac. Otra vez! Car. Cómo se llama? Jac. Gervasia Perrine. Car. Y dónde vive? Jac. Darán razón en el palacio de Nesle. Car. Dentro de dos horas os casareis! Jac. Ah! Tan poco tiempo... para prepararme á mi ventura? Car. Queréis algo mas? Jac. Decidme, la veré algún momento á solas? Car. Solo os permitirán abrazarla. Jac. Abra...? Gracias... (ap.) Entonces la daré el papel, (alto.) Esperad.., y si no me casára, no la veria? Car. Sin ese motivo no vereis á nadie! (vase.) Jac. (exhalando un hondo suspiro.) Aaah!...Se con¬ sumará el sacrificio! Pobre Gervasia? qué con¬ tenta se va á poner! Casarse y enviudar! Dos felicidades en un dia! Veamos ahora si Ascanio duerme! (levanta el colchón de su lecho, y se in¬ troduce cautelosamente por la abertura.) Si... el infeliz descansa! El instante, pues, es favora¬ ble... Alli está la ropilla.... (acercándose y to¬ mándola.) Aqui está la carta! (sacándola.) Con que este es el precioso talismán? Veamoslo. (leyendo.) «Ascanio, yo te amo: sígueme á donde voy, ó déjame seguirteá donde tú vayas. Ana de Heilly, duquesa de Etampes.."—La cosano pue¬ de estar mas clara, y si el rey viese esta cartita. Para que Ascanio no advierta nada, es preciso dejar otro papel en su lugar... Justamente debo tener un billetito de Gervasia... (leyendoun pa¬ pel que saca.) «Corazón mió... vida mia!..» Si; este es; solo una dueña puede permitirse se¬ mejantes simplezas! A fin de que lailusionsea mayor, le envolveré en el mismo papel del otro... (lo hace.) Ahora en la ropilla... Ahora escapemos, (huye por la abertura; y desde su ca¬ labozo tira del cuadro de la virgen para ocultar¬ la.) Perfectamente, (suena en la puerta de la pri¬ sión de Ascanio ruido de llaves; aquel se despier¬ ta, se incorpora, y corre á ponerse la ropilla.) ESCENA Vil. La Duquesa, Ascanio, Jac oro. Ase. Quién está ahí? Duq. Soy yo; no temáis, es una amiga. Jac. Una inuger... escuchemos! (púnese junto á la abertura.) Ase. Y qué me queréis, señora? Duq. Vos en este sitio, Ascanio! Vos á quien yo queriadar palacios en el fondo de un negro ca¬ labozo! Ase. Lueg > no teneis parte en la persecución de que soy victima? Duq. Y habéis podido sospecharlo un instante? Entonces hacéis bien en aborrecerme, y solo debo quejarme en silencio de ser tan mal co¬ nocida del que yo conozco tan bien.—Recor¬ dadlo: no hice todos los esfuerzos posibles pa¬ ra impedir vuestra prisión? No visteis mi do¬ lor y mi sorpresa al escuchar las horribles pa¬ labras del prevoste? Ase. Es verdad.—En el primer momento de có¬ lera y de desesperación, pude creerlo, y os in¬ sulté! Ahora os pido que me perdonéis aquel arrebato. Duq. Gracias, Ascanio; ya sé que no me amais; pero al menos, el odio no os vuelve injusto... Oidme: vengo á salvaros! Ase. A salvarme? Respondedme: es cierto que Clotilde sea ya esposa del conde de Orbec? Duq. (sorprendida.) Quién os lo ha dicho? Ase. (con dolor.) Luego es verdad? Duq. (reprimiendo su alegría.) Si, Ascanio! Ase. Es cierto que vos misma la habéis condu¬ cido al altar? Duq. Diosmio!.. Bien lo veo; me han calumnia¬ do con vos! Quién os ha dado esas noticias? Al¬ gún enemigo mió sin duda. Sabedlo: cuando co¬ nocí que nunca podríais amarme; al ver cuanto amábais á Clotilde, hubo en mi alma una lucha horrorosa; los instintos de clemencia y los celos se disputaban encarnizadamente el triunfo. Por fin lloré, y con las lágrimas vino la piedad! Díge- me á mí misma que no tenia derechos para opo¬ nerme á vuestro cariño; dígeme que ya que no podíais amarme, os obligaría al menos á ben¬ decirme! Corrí entonces á ver á sir Roberto, á interponer mi inllujo y mis súplicas... Mas sa¬ béis dónde le encontré?.. En la puerta de la capilla real, detrás de su desgraciada hija, que llamaba esposo ya al conde de Orbec!.. Ase. Ah!... Duq. Inútiles eran, pues, mis ruegos y mis instan¬ cias; y asi solo pensé en vos, solo pensé en sal¬ varos! Ase. Clotilde casada!.. Yo rehusólo que me ofre¬ céis... yo solo quiero morir! Duq. Ascanio. Ascanio? No perdamos tiempo: aca¬ so dentro de un instante no lo sea ya, pues qui¬ zás yo estoy perdida también! Ase. Vos? Y por qué? Duq. Por haberos amado! Ase. Por haberme amado? Duq. Por haberos escrito! Ó EL PODER DE UN ARTISTA. 21 Ase. No os comprendo, señora! Duq. No comprendéis que el prevoste autorizado por una orden del rey, ha dispuesto que se ha¬ ca una pesquisa general en el palacio de Nes- le con el fin de obtener todas las pruebas de vuestro amor á Clotilde ? No comprendéis que esa pesquisa será mas minuciosa en vues¬ tro cuarto? Ase. Y bien?. . Dcq. Y bien, si encuentran allí aquella carta que os escribi en un momento de delirio; si reco¬ nocen que es mia, si se la presentan al rey.... no conocéis que mi poder sucumbe en el mo¬ mento, y que ya no podré hacer nada por vos ni por mi? Ase. Tranquilizaos, señora duquesa; no hay pe¬ ligro ninguno; la carta no está en el Nesle; si¬ no aqui, dentro de esta ropilla de donde no ha salido nunca! Duy.(conun grito de alegría.) Ah! Que peso me habéis quitado del corazón, Ascanio! (repri¬ miéndose.) Y á qué debo el que nohayais aban¬ donado nunca este escrito? Ase. A la prudencia! . Dcq. A la prudencia!... (con amargura.) Necia de mí que lo atribuia á otra causa!., (un instante de silencio.) Mas ya que solo tengo que agrade¬ ceros vuestra prudencia, creeis que es muy prudente tener aqui ese papel, cuando de un momento á otro pueden bajar á arrancároslo, perdiéndome á mi entonces, y robándome los medios de salvaros? . Ase. Señora, ignoro si con sinceridad queréis sal¬ varme; ignoro si solo el deseo de recobiai es¬ te escrito es el que os ha conducido á mi pri¬ sión; pero lo único que sé, es, que desde el pun¬ to en que me lo venis á reclamar, ya no tengo derecho alguno para conservarlo. (dándola la carta.) Düq. Ascanio, qué noble, qué generoso es vues¬ tro corazón! Ah! por qué no me habéis amado. Ase. (oyendo ruido.) Alguien se acerca... seño¬ ra, apresuraos! Düq. (ap. mirando el blllele.)TLs el mismo, (a As- canio.) Teneis razón! (corre d la lámpara, pren¬ de fuego al billete, g le tiene en la mano hasta que la llama le va á quemar los dedos, contemplándo¬ lo arder con delicia-, después lo arroja al suelo, aguarda á que acabe de consumirse, y pone el pié sobre la ceniza.) Ah!.. Respiro! Jac. (que lo ha visto todo desde su prisión por una rendija que ha dejado entre la abertura y el cua¬ dro.'' Pobre señora que no sabe que la carta de una muger del pueblo, hace cuando se la quema tanta llama y tanta ceniza como la car¬ ta de una duquesa! (ábrese la puerta del calabo¬ zo de Ascanio y aparece el prevoste.) ESCENA VIH. Dichos, Roberto. >b, (mirando con inquietud á Ascanio y á la du¬ quesa.) Acaban de decirme que os hallabais anui señora, y me he apresurado a bajar para ponermeá vuestras órdenes. Necesitáis algo de mi ó de las gentes que tengo á mi servicio? jq. Nada, señor prevoste; nada: he venido solo á ver si habiais puesto á este joven en el cuar¬ to que yo os indiqué, y os agradezco que me liayais complacido. Rob. (receloso.) Y qué motivos teníais para profe¬ rir este á los demás? Duq.(algo turbada.) Porque... porque este esme- nos incómodo... menos húmedo. Yo le conozco por haber estado en él mucho tiempo uno de mis amigos..., Rob. Ah!... Y puedo hacer alguno cosa todavía en vuestro obsequio, señora? Düq. No, sir Roberto; os doy gracias, y me reti¬ ro .. (bajo á Ascanio.) Adiós, Ascanio; pronto nos volveremos á ver. (al prevoste.) Os le re¬ comiendo nuevamente; haced que le traten con toda consideración!.. Rob. Sereis obedecida, (ap. al marcharse.) Quie¬ re salvarle sin duda! Es menester adelantarla horade su suplicio! (vanse los dos.) ESCENA IX. Ascanio, Jacobo. Ase. Pronto nos volveremos á ver, ha dicho! Lue¬ go no sabe que voy á morir! Luego esto es acaso una venganza secreta del prevoste, que quiere deshacerse del amante de su hija? Y qué importa? Clotilde se ha casado.... Clotilde no me ama! Jac. (levantándose del sitio donde acechaba.) Y la tal duquesa se va tan contenta, tan alegre, creyendo haber aniquilado la prueba de su amor, cuando soy yo el que la posee; cuando dentro de media hora estará en manos de Ben- venuto! Si; yo hallaré medio de entregar á Gervasia.... Yo la diré que en cuanto nos ca¬ semos.... (con un gesto de dolor.) Que en cuan¬ to nos casemos!... corra al palacio de Nesle... Maese Benvenuto no se dormirá en las pajas, y con esta arma en su poder, lo alcanzará to¬ do de la de Etampes! Cíelos!... Vendrán á bus¬ carme ya? (sintiendo ruido en la puerta.) ESCEN A X. Dichos, EL Carcelero, dos arqueros con antorchas. Car. Levantaos, y venid. Jíc. A dónde queréis conducirme? Car. No sois poco curioso! Ya lo vereis. Jac. Con todo, desearía. . Ca«. Basta de preguntas, y seguidme. Jac. (ap.) Comprendo: Gervasia se ha dado prisa á venir... Yhá hecho bien... Quién sabe si yo me arrepentiria?.. No, no... Sin dudaestaian ya encendidas las antorchas de himeneo... Uh! Car. Qué estáis ahi rezando? Jac. Una oración para los trances apurados!... Y sihay alguno mas que este!., (ap.j Casar¬ me... y casarme con Gervasia!.. Menos miedo tendría si me fuesen á ahorcar... Afoiluna¬ damente después de lo uno vendrá lo otro! (alto con resolución.) Vamos! Ah! (vase con el carcelero y los sotdados.) ESCENA XI. Ascanio, ápoco la Diquesa. Ase. Morir... Y morir tan joven! Quién me lio- 99 Benvenuto Cellini, 1-ará? Benvenuto! solo Benvenuto! Ahora estos breves instantes que me quedan de existen¬ cia, debo consagrárselos á Dios!... (arrodíllase delante del cuadro de la virgen, y ora. La puerta de la prisión se abre de nuevo con sigilo, y sale la duquesa muy agitada.) Duq. Ascanio, Ascanio... dónde estáis? Ah Lo que acabo de saber! Ese infame prevoste me engañaba..! Uno de mis criados acaba de decii- mtT que van á mataros dentro de un instan¬ te... que han adelantado la hora porque temen que os salve... Y sin embargo, yo os salvaré. Ascanio, Ascanio, disponeos á seguirme! No ois que os van á matar? Ase. No sabéis que yo quiero morir? Duq. Esa es una locura, una locura! Aun podéis aguardar goces y placeres; aun podéis ser rico, poderoso, feliz!... Ase. Feliz sin Clotilde? Duq. Siempre, siempre ella!—Pensadlo, cuando den las tres, os vendrán á buscar, vendrán á llevaros al suplicio; á vos, tan joven, tan be¬ llo, lan inocente! Siquiera por Benvenuto, si¬ quiera por vuestro maestro... siquiera por mi, dejad que os salve! Ase. Si fuese ella quien me lo rogara!.. Duq. Sois muy cruel, Ascanio, complaciéndoos en destrozar este corazón que solo por vos pal¬ pita! Pero no me quejo, no me quejo; noquie- ro que me améis, sino que me sigáis; que ven¬ gáis conmigo. Cada momento que pasa es un siglo de tortura! Ascanio, Ascanio, en nombre de Dios! (el retó da las tres, al mismo tiempo se oyenpasos.) Una... dos... tres! Las tres! Ase. Bien lo veis; ya es tarde.' Duq. No, no lo es aun... óyeme, yo quise que te pusiesen en este calabozo, porque en él estu¬ vo antes un amigo... Para facilitar su eva¬ sión, hice construir una puerta ahi, enlapa- red, y que solo yo conozco. Aun podemos huir por ella! Ase. Os lo repito, señora; sin Clotilde no quie¬ ro la vida! Duq. (escuchando.) Ya vienen!.. Ya vienen! (fuera de sí.) Pues bien, Ascanio... He mentido! He mentido... Clotilde no se ha casado aun! Ase. Qué decís? Duq. (con un esfuerzo penoso.) No se ha casado aun... y te ama siempre! Ase. Me ama? Me aína? Salvadme! Salvadme! Ahora si que tengo miedo de morir! (toda esta escena debe ser muy viva.) Duq. Ah!... (corriendo á la pared y buscando elre- sorte de la puerta.) No encuentro el resorte.... El tiempo, la humedad lo han entorpecido..., Aqui, aqui debe ser! Ase. Señora, apresuraos! Duq. (forcejeando.) Se acercan... descorren los cerrojos! . Ase. No hay esperanza! Duq. Aqui es, aqui es!., (con un grito de alegría frenética al ver que la pared cede, y se abre la puerta.) Vscanio, pasa tú, pasa tú!.. Ase. Corramos! (la duquesa vuelve á cerrar la puer¬ ta secreta; al mismo tiempo se abre la otra, y aparecen el prevoste, el carcelero, y soldados con antorchas; Roberto sale delante, dirige á todas parles una mirada ansiosa y esclama.) Rob. Ha huido! Mil escudos al que me lo en¬ tregue vivo ó muerto! (los soldados corren á registrarlo todo; el prevoste queda anonadado en medio del calabozo.) FIN DEL ACTO CUARTO. ñCTO QUINTO. LA FLOR DE LIS. Un salón magnífico en el palacio del Louvre: en el fondo la puerta de entrada; á la derecha la de las habitaciones del Rey. ESCENA PRIMERA. La Duquesa, un confidente suyo. Duq. Dónde has dejado á Ascanio? Con. En vuestra casa, eu la que os aguarda con impaciencia. Duq. Se halla tranquilo ahora? Con. Si, señora, porque no sabe que Clotilde de Estourville debe casarse esta misma mañana. Duq. A ti te encargo mas especialmente que no le dejes salir, ni hablar con nadie: si es pre¬ ciso, haced uso de la fuerza. Con. Sereis obedecida, señora. Duq. Y Paolo? Con. No le he vuelto á ver desde las seis. A aque¬ lla hora las noticias eran escelentes. Duq. Qué ha ocurrido? Con. Benvenuto no conseguirá fundir su estátua, y asi no habrá nada que impida el casamiento del señor conde de Orbec. Duq. Esplícate. Con. Desde ayer Cellini y sus discípulos han tra¬ bajado sin descanso en la conclusión del Jú¬ piter: el maestro, sobre todo, para salvar á su querido Ascanio, á su hijo, se ha mostrado in¬ fatigable; él cuidaba dei metal; él encendía el horno; él, en fin, animaba á sus discípulos.—A las cuatro de la mañana le faltaron las fuerzas, le rindió el sueño, y tuvo que retirarse de¬ jando la fundición, ya muy adelantada, al car¬ go de Paolo. Duq. (con alegría.) De Paolo? Con. Como el mas hábil, después de Ascanio. Duq. Y nos cumplirá lo que ofreció? Con. Para asegurarme de su fidelidad, le entregué otra nueva suma, mayor que las anteriores; asi es que en mi presencia disminuyó el fuego, y comenzó á empastelarse el metal... De suer¬ te, que como Benvenuto no sea el mismo dia¬ blo, es imposible que hoy al menos consiga terminar su obra. Duq. Perfectamente. Y cuál será su rabia, su desesperación, al ver destruidas sus esperan¬ zas! Pobre Paolo...! Temo que lo pase mal! Con. Me ha dicho que fingirá dormirse junto al horno, como si no hubiese podido resistir á la fatiga. Duq. Vuelve allá ahora con cualquier pretesto; necesito saber á toda costa lo que ocurre; si Cellini consiguiese presentar la estátua al rey, le pediría el enlace de Clotilde y de Ascanio... O EL PODER DE UN ARTISTA. 25 lo sumo, y uso es lo que he hecho. Du0. (fuera de si.) Pero yo he quemado ese bi¬ llete, ese billete infame...! Yo misma vi la llama... yo pisé las cenizas! Ben. Leisteis el billete que quemásteis...? Dcq. No, no! Insensata! Por qué no lo leí? Ben. Lo siento, porque entonces os habriais con¬ vencido de que la carta de una inuger del pue¬ blo, puede hacer, cuando se la quema, tanta lla¬ ma v tanta ceniza, como la carta de una duquesa. Ddq. Con que Ascanio me engaña? Ben. Guardaos de sospecharlo; él es demasiado noble, demasiado generoso, para combatir con vuestras propias armas. No fué él sino otro de mis discípulos... Precisamente el que hirió al vizconde de Marmagne... Duq Jacobo Aubry/ Yo me vengaré de él; yo le castigaré; yo.... Ben. Qué poca memoria teneis, duquesa! Si es el mismo cuyo perdón me habéis ayudado á conseguir del rey! Duq. Oh!.. (después de una pausa.) Y bajo qué condiciones me devolvereis ese billete? Ben. Yo crei que las habriais adivinado. Dlq. No sé adivinar; decid. Ben. Pediréis á S. Al. la mano de Clotilde para Ascanio. Duq.: (riéndose.) Ah, ah, ah! Conocéis mal á la du¬ quesa de Etampes, señor Benvenuto, si supo¬ néis que retrocederá ante una amenaza. Ben. Me parece que no habéis reflexionado bien antes de responderme. Duq. Sostengo sin embargo mi respuesta. Ben. Persistís en negar Ascanio á Clotilde? Duq. Persisto en amarle yo! Ben. En hora buena; mas ya que no queréis ce¬ der de grado, quién sabe!., quién sabe!... qui¬ zás tengáis que ceder á la fuerza. Os lo ad¬ vierto, cuando comience la lucha, atacaré cie¬ gamente, y sin pensar en nada. Vos sois ter¬ ca: yo lo soy mas aun. Vos amais á Ascanio; yo le amo mas también. Asi, la victoria será mia, porque peleo con mejores armas; porque tengo de mi parte Dios y mi derecho.—Con que, decididamente rehusáis? Duq. Decididamente! Ben. Entonces, cada cual á su puesto.... Porque oslo anuncio, va á comenzar la batalla...— Nunca, eh?... [)uq. Nunca! Ben. Lo veremos! )uq. Lo veremos! • Jgier. (anunciando.) El rey! i í r- i- Oí li¬ li- U ESCENA VI. Hichos, el Rey, Duna, pages, y cortesanos. Ley. Hola! La reina de la hermosura de plática con el rey del arte!.. Y me parece que la con¬ versación era animada. De qué hablabais? íen. Hablábamos de política. ey. De política? Ah, ah, ah! en. Hace V. M. bien en reirse, señor; porque ambos somos dos pobres políticos; la señora duquesa es demasiado bella para ocuparse de otra cosa que de su belleza, y yo soy demasia¬ do artista para ocuparme de otra cosa que de mi arte. Rey. Lo cierto es, querido Cellini, que ninguno de los dos teneis motivos para envidiar áBlos de¬ más, asi como los demás los tienen para envi¬ diaros a vosotros.-Y qué es eso que lleváis en la mano, Benvenuto? Ben. Es una joya que no me pertenece; una flor de lis que la señora duquesa de Etampes ha¬ bía encargado á mí discípulo Ascanio; pero co¬ mo este no ha podido concluirla be tenido que acabarla yo, deseando con toda mi alma que sea el símbolo de la paz que nos hemos jurado aqui, esta mañana delante de V. M. Rey. (atendiendo la mano hacia la lis ) Es otra nueva maravilla! Ben. (retirando la flor sin afectación.) No es ver¬ dad, señor? Y bien merece que la ilustre du¬ quesa pague magníficamente al joven artista, cuyo talento se descubre en esta obra. Di q. Tal es mi intención; y le destino una recom¬ pensa que podría envidiar un rey. Ben. Alas ya sabéis, señora, que por preciosa que sea esa recompensa, no es la que ambiciona Ascanio. Qué queréis! Los artistas somos ca¬ prichosos; y frecuentemente, aquello que, se¬ gún decís, podría envidiar un rey, lo miramos con desden, con indiferencia. Duq. (reprimiendo su rabia.) Sin embargo, tendrá que contentarse con lo que le reservo, porque ya os lo he dicho, Benvenuto, nunca le conce¬ deré lo que desea. Rey. Pues bien, vos me diréis lo que es, y si la cosa no es muy difícil, trataremos de com¬ placerle. Ben. Mire V. AI. con atención la joya; {entre¬ gándosela.) examine sus detalles, y verá que todos los premios serán inferiores á su valor. Rey. {contemplando la joya.) Es un verdadero prodigio! Mirad! Alirad, Diana! Duq. (estremeciéndose al ver á Diana acercarse.) Diana! Rey. Y cómo os ocurrió, duquesa, confiar un tra¬ baja tan delicado al discípulo, cuando teníais tan cerca al maestro? Ben. Si V. M. no se ofendiese, yo le diria que esa preferencia provocó mis celos, é hizo brotar en mi alma una sospecha... Día. Una sospecha? Rey. Una sospecha? Os ordeno que me la di¬ gáis.,.. Ben. Juro á V. AI. que no me atrevo... aunque persuadido de mi injusticia, debiera castigar¬ me confesándola. Rey. Hablad, hablad! Ben. Una vez que lo deseáis tan absolutamente, obedezco. Duq. {ap. con temor.) Qué irá á decir? Ben. Os acordáis de Ascanio, señor? Es un joven de hermosura tan peregrina, que podría pasar sin inconveniente , por Narciso ó por En- dimion Duq. (ap.) Dios mió! Rey. {bruscamente.) Suprimid los detalles. Día. Si, si; no son necesarios, {mirando d la du¬ quesa.) Ben. Yo pensaba, pues, en la belleza de Asca¬ nio, y pensaba también, con vergüenza lo con¬ fieso... en un sentimiento al cual era estra- ño el arte... Rey. Benvenuto, cuidado con lo que vais á . ■ > n ... ■ ■ .' » » • - «‘ í • •• *' á \ V \ \ / v_ . , ___ —
Docsity logo



Copyright © 2024 Ladybird Srl - Via Leonardo da Vinci 16, 10126, Torino, Italy - VAT 10816460017 - All rights reserved