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El lenguaje realizativo 121
regulares, como «sí, quiero» o «prometo». Si el novio dijera
«vale» en vez de «sí, quiero», probablemente no lograría
casarse. Un enunciado realizativo, se pregunta Derrida,
«¿podría ser un éxito si su formulación no repitiera un enun-
ciado “codificado” o iterable [repctible], en otras palabras, si
la fórmula que se pronuncia para abrir una sesión, botar un
barco, o un matrimonio no fuera identificable como confor-
me a un modelo iterable, si por tanto no fuera identificable
de alguna manera como “cita”?». Áustin aísla como anóma-
los, no serios o excepcionales ejemplos particulares de lo que
Derrida llama una «iterabilidad general» que debe conside-
rarse una ley del lenguaje. «General» y fundamental, porque,
para que algo sea un signo, debe poder ser citado y repetido
en toda clase de circunstancias, incluyendo las «no serias», El
lenguaje es realizativo en el sentido de que no se limita a
transmitir información, sino que realiza actos mediante su
repetición de maneras de hacer cosas o prácticas discursivas
establecidas. Este aspecto será clave en la fortuna posterior
del término.
Derrida vincula igualmente lo realizativo a la cuestión ge-
neral de los actes qué originan o inauguran, actos que crean
algo nuevo, tanto en la esfera política como en la literaria.
¿Cuál es la relación entre un acto político, como una declara-
ción de independencia, que da pie a una nueva situación, y
los enunciados literarios, que intentan inventar algo nuevo, a
través de actos que no son enunciados constatativos sino rea-
lizativos, como las promesas? Ambos actos, el político y el lite-
rario, se asientan sobre una compleja combinación de reali-
zativo y constatativo en la que, para ser un éxito, el acto debe
resultar convincente (al quedar referido a la situación de emi-
sión); sin embargo, en estos actos el éxito consiste justamen-
te en originar las condiciones a las que se refiere, Las obras
literarias pretenden hablarnos del mundo, pero si tienen éxi-
to lo hacen creando, dando vida a los personajes y sucesos
que relatan. Álgo parecido es lo que ocurre en los actos inau-
gurales propios de la esfera política. En la Declaración de
Independencia de los Estados Unidos, por ejemplo, la frase
clave afirma: «Por tanto, hacemos público y declaramos solem-
nemente que estas colonias unidas son y según derecho debe-
rían ser estados libres e independientes». La declaración de
que son estados independientes es un realizativo que se su-
pone ha de crear la nueva realidad a la que se reficre, pero para
reforzar esta afirmación se adjunta la afirmación constatativa
de que deberían ser estados independientes.
Relaciones entre realizativos y constatativos
La tensión entre lo realizativo y lo constatativo también se
ubserva claramente en la literatura, en la que la dificultad con
que se encuentra Austin para separar lo realizativo de lo cons-
tatativo puede ser considerada como una característica fun-
damental del funcionamiento del lenguaje. Si todo enunciado
es a la vez realizativo y constatativo e incluye, al menos, la afir-
mación implícita de una situación junto con un acto lingiiís
tico, la relación entre lo que el enunciado dice y lo que hace
no necesariamente será armoniosa ni cooperativa. Para ejern-
plificar el problema en el ámbito literario, volvamos una vez
más al poema de Robert Frost «The Secret Sits»:
We dance round ín a ring and suppose,
But the Secret sits in the middle and knows."
Este poema depende de la oposición entre suponer y co-
nocer, Para explorar qué actitud toma el poema frente a esta
dualidad y qué valores adjudica a los términos opuestos, po-
demos preguntarnos si el propio poema adopta la modalidad
de suponer o de conocer, ¿El poema supone, como nosotros
—que bailamos en círculo— o sabe, como el Secreto? Se di-
ría que el poema, como producto de la imaginación humana,
es un ejemplo de suposición, un caso de baile en círculos,
7. «Bailamos en círculo y suponemos, / Pero el Secreto sabe, senta-
do en el centro.» (N. deb £)
122. Breve introducción a la teoría literaria
pero su apariencia gnómica, sentenciosa, así coma la afirma-
ción suficiente de que el secreto «sabe», hacen que el poema
parezca saber mucho. Por tanto,:no podemos estar seguros
de la respuesta. No obstante, ¿qué nos muestra el poema so-
bre el saber? Pues bien, el secreto, que es algo que uno o sabe
o no sabe —y, en consecuencia, es un objeto del conoc
to—, se convierte en el poema, por metonimia o contigilidad,
en el sujeto del conocimiento; es lo que sabe, en lugar-de lo
que se sabe. Al escribir en mayúsculas y con ello personalizar
la idea del Secreto, el poema realiza una operación retórica
que asciende el objeto del saber a la posición de sujeto. Con
ello muestra que una suposición retórica puede originar al sa-
bedor, puede convertir al secreto en sujeto y personaje de esta
pequeña escena teatral. El secrero que sabe se crea con un
acto de suposición, que desplaza el secreto del lugar de obje-
to (Alguien sabe un secreto) al de sujeto (El Secreto sabe). El
poema indica, por tanto, que su afirmación constatativa con-
forme a la cual el secreto sabe. depende de una suposición rea-
lizativa: la suposición que convierte al secreto en el sujeto su-
puestamente sabedor, La frase dice que el Secreto sabe pero
muestra que se trata de una suposición.
En este punto de la historia del concepto, el contraste en-
tre lo constatativo y lo realizativo se ha redefinido: lo consta-
tativo es el lenguaje que afirma representar las cosas tal cual
son y nombrar cosas que están ahí previamente; lo:realizari-
vo son las operaciones retóricas, los actos de lenguaje que so-
cavan esta afirmación con su imposición de categorías lin-
gñlísticas, creando las cosas, organizando el mundo más que
representando lo que existe. Estámos ante lo que se llama una
«aporía» entre lenguaje realizativo y constatativo (una aporía
es el «impassó» de una oscilación irresoluble, como cuando
la gallina depende del huevo y el huevo depende de la gallina),
La única manera de afirmar que el lenguaje funciona reali-
zativamente, dando forma al mundo, es mediante un enun-
ciado constatativo, como por ejemplo «El lenguaje da forma
al mundo»; contrariamente, no hay manera de afirmar la
transparencia constatativa del lenguaje si no es con un acto
Oye, pero qué majo es el de la izquierda...
de habla, Los enunciados que realizan el acto de constatar
han de pretender necesariamente que no hacen más que ex-
poner las cosas tal cual son; pero si quisiera demostrarse lo
contrario —que la pretensión de representar al mundo tal
cual es, en realidad, impone categorías al mundo— no hay
otro modo de hacerlo que no sea constatar que es así o no lo
es. La afirmación conforme a la cual el acto de constatar o
describir'es de hecho un acto realizativo debe tomar la forma
de una afirmación constatativa,
128 Breve introducción a la teoría literaria
El lenguaje realizativo 129
Por tanto, hay una enorme diferencia entre lo que está en
juego en la propuesta de Austin y la de Butler, y es probable
que estén pensando en tipos diferentes de actos del habla,
Austin se interesa por cómo la repetición aislada de una fór-
mula en una situación conercta hace que suceda algo (se hace
una promesa), Para Butler se trataría de un caso especial den-
tro de la repetición obligatoria a gran escala que produce las
realidades históricas y sociales (se llega a ser mujer).
Esta divergencia, de hecho, nos devuelve al problema de
la naturaleza del acto literario, que también puede concebir-
se como realizativo en dos sentidos diferentes. Podemos de-
cir, en un caso, que la obra literaria efectúa un acto singular,
específico. Crea una realidad —la obra— y sus frases realizan
algo concreto dentro de esa obra. Para cada obra, podemos
intentar especificar qué realiza el conjunto y qué sus partes,
del mismo modo que intentaríamos averiguar qué se prome-
te en un acto de promisión. Esta, se diría, es la versión austi-
niana del acontecimiento literario.
Pero por otra parte, podríamos considerar también que la
obra tiene éxito y se convierte en acto mediante una repeti-
ción a gran escald que integra las normas y, probablemente,
cambia las cosas, Si una novela «sucede», lo hará porque, en
su singularidad, inspira una pasión que insufla vida a esas
formas, en actos de lectura y de recuerdo, repitiendo su par-
ticular inflexión de las convenciones de la novela y, tal vez,
efectuando una alteración en las normas o las formas que uti-
lizan los lectores para enfrentarse al mundo. Un poema pue-
de desaparecer sin dejar rastro, pero también puede suceder
que se reproduzca a sí mismo en recuerdos y dé origen a una
serie de actos de repetición, Es realizativo, pero no como un
acto singular realizada una vez y para siempre, sino como una
repetición que da vida a las formas que lo repiten.
El concepto de realizativo, en la historia que he venido tra-
zando hasta aquí, reúne una serie de temas que son cruciales
para la «teoría». Hagamos una pequeña lista,
En primer lugar, ¿cómo hemos de pensar la capacidad del
lenguaje de dar forma? ¿La limitamos a unos actos especi-
ficos, en los que creemos poder decir con tranquilidad qué
hace, o intentamos calibrar los efectos más vastos del lengua
je, pues éste organiza nuestros encuentros con el mundo?
En segundo lugar, ¿cómo debemos concebir la relación
entre las convenciones sociales y los actos individuales? Es
tentadora, pero demasiado simple, la idea de que las conven-
ciones suciales son como el escenario o el trasfondo frente al
cual decidimos cómo actuar. Las teorías de lo realizativo oÉre-
cen explicaciones más ajustadas de cómo se entremezclan la
norma y la acción, ya sea presentando las convenciones como
la condición de posibilidad de los actos, como Austin, o bien,
como Butler, considerando la acción como una repetición
obligatoria que, sin embargo, en ocasiones se desvía de la nor-
ma. La literatura, que se supone debe «innovar» dentro de un
espacio, convencional, parece exigir una explicación realiza-
tiva de la norma y el acto.
Tercero, ¿cómo se ha de enfocar la relación entre lo que
el lenguaje hace y lo que dice? Esta es la cuestión básica de lo
realizativo: ¿puede existir una fusión armoniosa entre decir y
hacer o, por el contrario, se crea una tensión inevitable que
gobierna y complica toda la actividad textual?
Por último, ¿cómo debemos concebir la acción en la épo-
ca posmoderna en que vivimos? En los Estados Unidos es
corriente decir hoy que, dada la importancia de los medios de
comunicación, lo que sucede en televisión «sucede, y punto»:
es un hecho real. Tanto si la imagen se corresponde con la
realidad como si no, el suceso mediático es un suceso genui-
no que se debe téner en cuenta. El modelo de lo realizativo
ofrece una explicación más perfeccionada de temas que fre-
cuentemente se consideran toscamente como desdibujamien-
to de las fronteras entre hecho y ficción. Y la cuestión del
acontecimiento literario, de la literatura como acto, ofrece un
modelo útil para pensar sobre los acontecimientos culturales
en general.
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IDENTIDAD, IDENTIFICACIÓN Y SUJETO
El sujeto
Una parte importante del debate tcórico moderno se ocupa
de la identidad y la función del sujeto o el yo. ¿Qué es ese
«yo» que yo soy —persuna, agente o actor, sujeto— y qué lo
hace ser lo que es? En la reflexión moderna sabre este tema
subyacen dos cuestiones fundamentales: en primer lugar, ¿el
yo es algo dado o algo construido?; y en segundo lugar, ¿debe
concebirse en términos individuales o sociales? Estas dos dua-
lidades han generado cuatro corrientes principales de pensa-
miento. La primera opta por lo dado y lo individual; consi-
dera que el «yo» es algo interior y único, anterior a los actos
que realiza, un múcleo interior que se expresa (o no) de dife-
rentes maneras en sus actos y palabras. La segunda combina
lo dado y lo social; resalta que el yo es determinado por sus
orígenes y atributos sociales: uno es hombre o mujer, blanco o
negro, americano o europeo, etcétera, y estos son hechos pri-
marios, datos del sujeto o el.yo. La tercera se decanta por lo
iridividual y lo construido, enfatizando la naturaleza variable
del yo, que llega a ser lo que es a través de sus actos particula-
res, Por último, la combinación de lo social y lo construido
acentúa que llego a ser lo que soy a partir de las diferentes po-
siciones que ocupo como sujeto; jefe mejor que empleado, rico
antes que pobre,
La tradición crítica hegemónica en los estudios literarios
modernos ha considerado la individualidad del individuo
como algo dado, una esencia que se expresa en actos y pala-
bras y que, por tanto, puede usarse para justificar una acción:
¿hice lo que hice porque soy quien soy y, si quieres explicar lo
que hice o dije, debes dirigir tu mirada al «yo» (consciente o
introducción a la teoría literaria
inconsciente) que expresan mis actos y mis palabras. La «teo-
ría» ha replicado no sólo a este modelo de expresión, en el
que los actos y las palabras funcionan expresando un sujeto
previo, sino también a la propia prioridad del sujeto. Escribe
Michel Foucault: «Las investigaciones del psicoanálisis, de la
lingúiística, de la etnología han descentrado el sujeto en rela-
ción a las leyes de su deseo, las formas de su lenguaje, las re-
glas de su acción o los juegos de sus discursos míticos o fabu-
losos». Si las posibilidades del pensamiento y la acción están
determinadas por una serie de sistemas que el sujeto no contro-
la y quizá ni siquiera entiende, entonces el sujeto está «descen-
trado», en el sentido de que no existe una fuente o un centro
al que uno pueda referise para explicar un hecho. El sujeto
está formado por esas fuerzas. Así, el psicoanálisis concibe al
sujeto no coma una esencia única, sino en tanto que produc-
to de la intersección de mecanismos psíquicos, sexuales y lin-
gúíísticos. La teoría marxista, a su vez, considera que el suje-
to está determinado por su posición en una clase: o bien se
aprovecha del trabajo de otros o bien trabaja para beneficio
de otros, El feminismo destaca el impacto que desarrollan los
papeles del género socialmente construido para hacer al suje-
to lo que es. La Queer theory defiende que el sujeto hetero-
sexual se construye mediante la represión de la posibilidad de
la homosexualidad.
La pregunta del sujeto es «¿qué soy “yo”?», ¿Son las cit-
cunstancias las que hacen que sea lo que soy? ¿Qué relación se
establece entre la individualidad del individuo y mi identidad
como miembro de un grupo? ¿Hasta qué punto el «yo» que yo
soy, el sujeto, es un agente responsable que toma sus propias
decisiones sin que se le impongan? Ya la propía familia de pa-
labras de «sujeto» encierra en gran parte este problema teóri-
co fundamental: él sujeto es un actor o agente, una subjetividad
libre que realiza cosas, como el «sujeto de la frase». Pero un
sujeto está también sujeto, determinado, es «sujeto de un expe-
timento» o está «sujeto a la autoridad». La teoría se ha incli-
nado por defender que ser un sujeto us estar sicmpre sujeto a
diversos poderes (psicosocial, sexual, lingiñístico).
Identidad, identificación y sujeto 133
Literatura e identidad
La literatura se ha ocupado desde antigua de la cuestión de la
identidad, y las obras literarias esbozan respuestas, implícitas o
explícitas, a zstas cuestiones. Muy especialmente, la natrativa
ha seguido las peripecias de los personajes y cómo se definen
a sí mismos y son definidos por combinaciones variables de su
pasado; las opciones que han escogido y las fuerzas sociales
que actúan sobre ellos. ¿Los personajes producen su destino
o lo sufres? La narrativa ha ofrecido respuestas diferentes y
complejas. En la Odisea, Ulises es caracterizado como «mul.
tíforme» (polyiropos), pero lo que lo define es su lucha por
salvarse a sí y a sus compañeros y regresar a Ítaca. En Mada-
me Bovary de Flaubert, Emma pugna por definirse (o «en-
contrarse») en la tensión entre sus lecturas románticas y las
circunstancias insignificantes de su vida.
Las obras literarias ofrecen una variedad de modelos im-
plícitos del modo en que se forma la identidad. En algunas
harraciones la identidad la determina ante todo la cuna: el hijo
de un rey criado por pastores sigue siendo fundamentalmen-
te un rey y se convertirá en un rey de pleno derecho cuando
se descubra su identidad, En otras, los personajes varían de
acuerdo con su cambio de fortuna, o bien la identidad se basa
en rasgos de su personalidad que se revelan a lo largo de las
tribulaciones de una vida.
La reciente explosión en el campo de los estudios litera-
rios de teorías sobre la raza, el género y la sexualidad obe-
dece en gran parte al hecho de que la literatura proporciona
materiales valiosos para la problematización de las explica-
ciones políticas y sociológicas del papel que desempeñan esos
factores en la construcción de la identidad. Considérese por
ejemplo la cuestión de si la identidad del sujeta es algo dado
o bien algo construido, Ambas alternativas se hallan amplia-
mente representadas en la literatura; pero además encontra-
mos que csas complicaciones o enredos se disponen especial-
mente para nosotros, como por ejemplo en la trama habitual
138 Breve introducción a la teoría literaria
Las últimas teorías psicoanalíticas sobre la formación de
la identidad debaten cuál esla mejor manera de concebir el
mecanismo de identificación, Jacques Lacan, en su explica-
ción de lo que denomina «el estadio de espejo», emplaza el ori-
gen de la identidad en el momento en que el niño se identifica
con su imagen en el espejo, percibiéndose como un todo,
como lo que quiere ser, Elyyo es constituido por el reflejo que
nos vuelve: por el espejo, por la madre y en las relaciones so-
ciales por los otrosen gencral. La identidad es producto de una
serie de identificaciones parciales, que nunca se completan,
En última instancia, el psicoanálisis corrobora la lección que
se podría extraer de las novelas más serias y celebradas: que la '
identidad es un fracaso; que nuestro convertirnos en hombre
o mujer no llega a término feliz; que la interiorización de nor-
mas sociales (que, según la sociología, sucede uniforme e inc»
xorablemente) encuentra siempre resistencia y al final no fun-
. ciona: no llegamos a ser quien se supone que somos,
La teoría aún ha dado otra vuelta de tuerca al papel esen-
cial de la identificación. Mikkel Borch-Jakubsen defiende que
el Deseo (el sujeto que desea) no aparece primero y entonces
le sígue una identificación que permitiría la culminación del
deseo. En primer lugar aparece una tendencia a la identifica-
ción, una tendencia primordial que posteriormente da origen
al deséo ...; es la identificación la que da vida al sujero de-
seañte, no a la inversa,
Según el modelo precedente, el deseo es una causa primera;
aquí la identificación precede al desco, y la identificación con
otros incluye la imitación y la rivalidad que es el origen del de-
seo, Esto coincide con la representación propia de la novela,
en la que, como aseguran René Girard y Eve K. Sedgwick, el
deseo surge de la identificación y la rivalidad: el deseo mas-
culino heterosexual procede de identificar al héroe con un
rival e imitar su deseo.
Identidad, identificación y sujeto
Identidades de grupo
La identificación también desempeña un papel en la forma-
ción de la identidad de grupo. A los miembros de colectivos
históricamente oprimidos o marginados, las narraciones les
posibilitan la identificación con un colectivo potencial y cola-
boran en la creación del grupo mostrando quién o qué está en
su mano ser, El debate teórico en esta área se ha concentrado
de modo intenso en la conveniencia y la utilidad política de
diversas concepciones de la identidad. ¿Debe haber algo
esencial que compartan todos los miembros de un grupo para
. poder funcionar como tal? ¿O acaso las afirmaciones sobre
qué es ser una mujer o ser negro o ser homosexual son opre-
sivas, restrictivas y objetables? Con frecuencia el debate ha
tomado la forma de una polémica sobre el «esencialismo»: en-
tre una noción de identidad como algo dado, un origen, y otra
noción de identidad como algo que está en permanente pro-
ceso y surge a través de alianzas y oposiciones contingentes
(un pueblo oprimido adquiere su identidad al oponerse al
opresor).
La pregunta clave podría ser esta: ¿qué relación existe en-
tre las críticas a la concepción esencialista de una identidad
(sea de grupo o individual) y la necesidad psíquica y política
de identidad? Las necesidades de la política de emancipación,
que persigue una identidad sólida para las mujeres, los négros
o los irlandeses, por ejemplo, ¿se acoplan o chocan con las
nociones psicoanalíticas del inconsciente y del sujeto dividido?
Este tema adquiere la máxima importancia teórica y también
práctica, pues los problemas que surgen parecen ser los mis-
mos independientemente de si el colectivo se define por su
nacionalidad, raza, género o preferencia sexual, idioma, cla-
se social o religión. Los grupos marginados históricamente
cuentan con dos alternativas actualmente. Por una parte, las
investigaciones teóricas demuestran que no es legítimo tomar
ciertas características (por ejemplo, la orientación sexual, el
género ou rasgos morfológicos) como definidores esencialés
140 Breve introducción a la teoría literaria
Identidad, identificación y sujeto 141
de las caracteristicas de la identidad del grupo, y refutan la
imputación de una identidad esencial a todos los miembros
de un colectivo caracterizado por su género, clase social, reli-
gión, sexualidad o nacionalidad. Por otro lado, los colectivos
pueden convertir las identidades impuestas en recursos para
el grupo. Foucault observa en su Historia de la sexualidad
que el surgimiento, en el siglo XIX, de discursos médicos y psi-
quiátricos que definían al homosexual como una clase ilesvia-
da facilitaban el control social, pero a la vez hacían posible «la
constitución de un discurso “de rechazo”; la homosexualidad
se puso a hablar de sí misma, a reivindicar su legitimidad o su
“naturalidad” incorporando frecuentemente al vocabulario las
categorías con que era médicamente descalificada».
Estructuras omnipresentes
Lo que convierte la cuestión de la identidad en crucial e ine-
ludible son las tensiones y conflictos que encierra fen esto se
parece al «significado»). Estudios provenientes de diferentes
perspectivas teóricas —el marxismo, el psicoanálisis, los estu-
dios culturales, el feminismo, los estudios gay y lesbiana y el
estudio de la identidad en sociedades coloniales y poscolonia-
les— han desvelado dificultades en torno al concepto que pa-
recen similares estructuralmente, Tanto si, con Louis Althus-
set, decimos que somos «culturalmente interpelados» o salu-
dados como sujetos, convertidos en sujeto cuando se dirigen a
nosotros en tanto que ocupantes de una cierta posición o rol,
coma cuando acentuamos, con el psicoanálisis, la función de
un «estadio de espejo» en el que el sujeto adquiere identidad
al reconocerse incompletamente a sí mismo en una imagen;
tanto si definimos las identidades a la manera de Stuart Hall,
en tanto que «nombres que damos a las diferentes maneras
en que nos ubicamos en las narraciones del pasado y somos
ubicados en ellas», como si resaltamos, tal como se hace en los
estudios de la subjetividad colonial y poscolonial, que el sujeto
se construye dividido por el choque de discursos y exigencias
contradictorias o, por último, si concebimos la identidad hete-
rosexual, con Judith Butler, como basada en la represión de la
posibilidad del deseo homocrótico, al final nos encontramos
con algo parecido a un mecanismo recurrente. El proceso de
formación de la identidad no sólo privilegia unas diferencias y
descarta otras, sino que toma una diferencia o división interna
al grupo y la proyecta como una diferencia entre individuos 6
grupos, «Ser un hombre», como solemos decir, es negar cual-
quier «afeminación» o debilidad y proyectarlo como una di-
ferencia entre hombres y mujeres. Una diferencia interior se
niega y se proyecta como una diferencia emtre elementos opues-
tos. Estudios de diferentes ámbitos parecen converger en esta
investigación de las maneras en que se produce el sujeto me-
diante postulados injustificados pera inevitables de unidad e
identidad, que pueden tener una función estratégica de im-
plantación de autoridad e igualmente crear huecos entre la
identidad del papel atribuido a los individuos y los diversos
acontecimientos y valores de sus vidas.
Posiblemente ha colaborado en la confusión una afirma-
ción en torno a la cual se estructura con frecuencia este deba-
te: que las divisiones internas de la concepción del sujeto, de
alguna manera, impiden la posibilidad de la «agencia», esto es,
de la actuación responsable. Podría responderse, sencilla-
mente, que los que exigen un mayor acento en la actuación
responsable desean teorías que les permitan decit que las ac-
ciones cambiarán el mundo y están frustrados porque esto
probablemente no sea así. ¿Ácaso no vivimos en un mundo
en donde nuestros actos tienen más posibilidades de tener
consecuencias imprevistas que previstas? Pero existen además
dos respuestas complejas. En primer lugar, en palabras de Ju-
dith Butler, «la reconceptualización de la identidad como un
efecto, esto es, como producida o generada, abre nuevas posibi-
lidades de “agencia” que son insidiosamente negadas por las
posturas que conciben las categorías de identidad como fun-
dacionales y fijas». Al referirse al género sexual como un rea-
lizativo obligatorio, Butler sitúa la agencia en las variaciones
de la acción, las posibilidades de variación dentro de la repe-
142 _ Breve introducción a la teoría literaria
tición, que acarrean significado y crean la identidad. En se-
gundo lugar, las concepciones tradicionales del sujeto, en rea-
lidad, colaboran en la limitación de la actuación responsable,
Si por sujeto se entiende el «sujeto consciente», entonces po-
demos afirmarnos inocentes, negar nuestra responsabilidad,
siempre que las consecuencias del acto realizado no hayan sido
escogidas consciente o intencionalmente. Si, por el contrario,
nuestra concepción del sujeta da calida a lo inconsciente y a
las posiciones de sujeto que ocupamos, la responsabilidad se
expande, El acento en las estructuras del inconsciente o de po-
sición del sujeto (posición que no es escogida) nos exige la
responsabilidad ante los sucesos y las estructuras de nuestras
vidas —el racismo o el sexismo, por ejemplo—, aunque no
sean explícitamente intencionales. La noción expandida de su-
jeto combate las restricciones a la actuación responsable que
se derivan de las nociones tradicionales de sujeto.
El «yo», ¿escoge libremente o está determinado en sus
opciones? El filósofo Anthony Appiah indica que este debate
sobre la agencia y la posición del sujeto involucra dos niveles
diferentes de la teoría que en realidad no compiten entre sí, y
ni tan siquiera podernos ocuparnos de los dos a la vez. Nos
referimos a la agencia y a la elección responsable debido a
nuestro deseo de vivir vidas comprensibles entre otras perso-
nas, a las cuales adscribimos creencias e intenciones. El refe-
rirnos a las posiciones del sujeto que determinan la acción,
sin embargo, obedece a nuestro deseo de entender los proce-
sos históricos y sociales, en los que los individuos figuran
como socialmente determinados, Algunas de las polémicas
más feroces de la teoría contemporánea se han producido
cuando las afirmaciones subre cl individuo y su responsabili-
dad y las afirmaciones sobre el poder de las estructuras so-
ciales y discursivas se han querido ver como explicaciones
causales equiparables. En los estudios sobre la identidad en
las sociedades coloniales y poscoloniales, por ejemplo, se han
visto discusiones acaloradas sobre la agencia del nativo o «su-
balterno». Algunos pensadores, interesados en el punto de
vista de la agencia o actuación responsable del subalterno,
Identidad, identificación y sujeto 143
han centrado su análisis en los actos de resistencia a de sumi-
sión al colonialismo; se les ha acusado, por ello, de ignorar el
efecto más pernicioso del colonialismo: el modo en que defi-
nió la situación y las posibilidades de acción, convirtiendo a
los habitantes en «nativos», por ejemplo. Otros teóricos, que
han descrito el poder omnipresente del «discurso colonial»,
el discurso de las fuerzas coloniales que crean el mundo en el
que los sujetos colonizados viven y actúan, han sido acusados
de negar lá agencia del sujeto nativo.
De acuerdo con la perspectiva de Appiah, estos tipos di-
ferentes de explicación no están en conflicto: los nativos con-
servan su agencia, y un vocabulario de agencia sigue siendo
apropiado, por mucho que sea el discurso colonialista el que
defina las posibilidades de acción. Las dos explicaciones perte-
necen a tegistros diferentes, lo mismo que una explicación de
las decisiones que han llevado a Teresa a comprarse un nuevo
Hyundai corresponde a un registro y la descripción de cómo
funciona el capitalismo mundial y de las estrategias de merca-
dotecnia de los coches asiáticos en Europa pertenecen a otro.
Hay mucho que ganar, prosigue Appiah, si separamos las
nociones de posición del sujeto y de agencia, reconociendo
que son parte de narraciones diferentes. En tal caso, la ener-
sía de la disputa puede reconducirse a cuestiones sobre cómo
se construye la identidad y qué papel desarrollan en esas cons-
trucciones las prácticas discursivas, entre ellas la literatura.
No obstante, parece lejana la posibilidad de que los aná-
lisis del sujeto que escoge responsablemente y los de las fuer-
zas que determinan al sujeto puedan coexistir pacíficamente,
como narraciones diferenciadas. A fin de cúentas, el impulso
que da pie a la teoría es el deseo de ver hasta dónde puede
llegar una idea o un argumento y de poner en duda las expli-
caciones alternativas y sus presupuestos. Perseguir la idea de
la agencia del sujeto es llevarla tan lejos como uno pueda,
para buscar las posiciones que la limitan o la contrarrestan y
lanzarles un reto.
148 — Breve introducción a la teoría literaria
Otra versión de la fenomenología, orientada igualmente
hacia el lector, es la llamada «estética de la recepción» (Hans
Robert Jauss). Una obra es la respuesta a las cuestiones que
plantea un «horizonte de expectativas». Por tanto, la interpre-
tación delas obras no debe centrarse en la experiencia de un
lector individual, sino en la historia de la recepción de una
obra y su relación con las diversas normas estéticas y conjun-
tos de expectativas que permiten leerla en diferentes épocas.
Estructuralisto
La teoría urientada hacia el lector tiene algo en común con
el estructuralismo, que también se concentra en cómo se ge-
nera el significado. Pero el estructuralismo se originó por
oposición a la fenomenología; su objetivo no era describir la
experiencia, sino identificar las estructuras subyacentes que
la posibilitan. En lugar de descripciones fenomenológicas de
la conciencia, el estructuralismo quería analizar estructuras
que operan inconscientemente (estructuras lingúísticas, psi-
colégicas, sociales), Dado su interés en cómo se produce el
significado, el estructuralismo trató con frecuencia al lector
(por ejemplo, en $/Z de Roland Barthes) como el emplaza-
miento de los códigos subyacentes que posibilitan el signifi-
cado y como el agente del significado. .
Con el término «estructuralismo» suele designarse a un
grupo de pensadores mayoritariamente franceses que, en los
años cincuenta y sesenta, influidos por la teoría lingitística de
Ferdinand de Saussure, aplicaron diversos conceptos propios
de la lingúística estructural al estudio de los fenómenos
sociales y culturales. El estructuralismo se inició en la antro-
pología (gracias a Claude Lévi-Strauss) y de ahí pasó a los
estudios literarios y culturales (Roman Jakobson de nuevo,
Roland Barthes, Gérard Genette), al psicoanálisis (Jacques
Lacan), a la historia de las ideas (Michel Foucault) o a la tco-
sía marxista (Louis Althusser). Aunque estos pensadores nun-
ca formaron una escuela como tal, su trabajo se importó y
Escuelas y movimientos teáricos 149
leyó bajo la etiqueta de «estructuralismo» en Inglaterra, Es-
tados Unidos y otros lugares desde finales de los años sesenta
y en la década posterior, os
En los estudios literarios, el estructuralismo defendió una
poética interesada en las convenciones que hacen posible
una obra literaria; no pretendió producir nuevas interpreta
ciones, sino comprender cómo una obra produce los signifi-
cados y efectos que le son propios. Pero no logró imponer este
proyecto —la explicación sistemática“del discurso literario—,
al menos no en Estados Unidos o Gran Bretaña, Su mayor
efecto aquí fue ofrecer nuevas ideas sobre la literarura y con-
vertirla en una práctica significativa entre otras muchas. De
este modo abrió camino a lecturas sintomática de las obras
literarias y empujó a los estudios culturales a intentar explicar
los procedimientos de creación de significado de diversas
prácticas culturales,
No es sencillo diferenciar el estructuralismo de la seretó-
tica, la ciencia general delos signos, que deriva de Saussure y
el filósofo estadounidense Charles Sanders Peirce. La semió-
tica, sin embargo, es un movimiento internacional que ha in-
tentado incorporar el estudio científico de la conducta y la
comunicación, pero evitando en gran parte los componentes
de especulación filosófica y crítica cultural que han marcado al
estructuralismo en su versión francesa y las cercanas a ésta.
Postesiructuralismo
Cuando el estructuralismo pasó a quedar definido como un
movimiento o una escuela, los teóricos se distanciaron de él.
Resultaba patente que las propias obras de los supuestos es-
tructuralistas no encajaban en la idea del estructuralismo
como un intento por dominar y codificar estructuras. Barthes,
Lacan o Foucault, por ejemplo, fueron considerados como
postestructuralistas que habían dejado atrás el estructuralismo
de mira estrecha. Pero muchas de las posiciones asociadas
con el postestructuralismo son evidentes incluso en las obras
150 Breve introducción a la teoría literaria
tempranas de estos pensadores, cuando eran tenidos por
estructuralistas; habían descrito la forma en que las teosías se
entremezclan con los fenómenos que pretenden describir; o
cómo los textos crean sentido al violar las convenciones que
Localiza un análisis estructural. Se reconoció que era imposible
describir un sistema significativo completo o coherente, dado
que los sisternas están cambiando permanentemente. De he-
cho, el postestructuralismo no demuestra los errores o ina-
decuaciones del estructuralismo; más bien abandona el pro-
yecto de averiguar qué hace comprensibles los fenómenos
culturales para centrárse enla crítica del sabet, la totalidad y
el sujeto, que son considerados como efectos problemáticos.
Las estructuras de los sistemas de significación no existen
como objetos de conocimiento independientes del sujeto, sino
que son estructuras para el sujeto, enmarañadas con las fuer-
zas que las producen.
Deconstrucción
El término postestructuralismo se aplica a un amplio abanico
de discursos teóricos, que coinciden en criticar las nociones de
conocimiento objetivo y de un sujeto capaz de conocerse a sí
mismo. Entre ellos, forman parte del postestructuralismo mo-
vimientos contemporáneos como los feminismos, teorías psi-
coanalíticas, marxismos o historicismos. Pero por postestruc-
suralismo se entiende sobre todo la deconstrucción y la obra de
Jacques Derrida, quien se dio a conocer en Estados Unidos
con una crítica: del concepto estructuralista de estructura, en
un artículo que se encuentra precisamente en la recopilación
que trajo el estructuralismo a América (Las lenguajes críticos
y las ciencias del hombre, 1970).
La deconstrucción se puede definir del modo más sencillo
como una crítica de las oposiciones jerárquicas que han es-
tructurado el pensamiento accidental: dentro/fuera, mente/
cuerpo, literal/metafórico, habla/escritura, presencia/ausen-
cía, naturaleza/cultura, forma/significado. «Deconstruir» una
Ñ _Escuelas y mouimientos teóricos 151
ED ELANDERS,
CAPATAZ
152 Breve introducción a la teori
oposición significa mostrar que ésta no es natural e inevitable,
sino una construcción producida por discursos que dependen
de ella; mostrar que es una construcción mediante una obra de
deconstrucción que intenta desmantelarla y reinscribirla; no
destruirla, por tanto, sino darle una estructura y un significa-
de diferentes. Pero como forma de lectura, la deconstrucción
es, en palabras de Barbara fohnson, un «desenredar fuerzas
de significado que combaten en el interior de un texto», inves-
tigar la tensión entre modos de significar, por ejemplo entre las
dimensiones realizativa y constatativa del lenguaje.
Teoría feminista
En tanto el feminismo acomete la deconstrucción de la opo-
sición hombre/mujer y las oposiciones asociadas con ella en
la historia de la cultura occidental, resulta ser una versión del
postestructuralismo; pero esa es sólo una de las hebras de su
discurso, pues el feminismo no es tanto una escuela unifica-
da como un movimiento social e intelectual y un espacio de
debate. Por un lado, la teoría feminista aboga por la identidad
de las mujeres, reclama derechos para ellas y apoya las obras
escritas por mujeres como representaciones de la experiencia
de las mujeres, Por otro lado, las feministas han emprendido
una crítica teórica de la matriz heterosexual que organiza
identidades y culturas desde el punto de vista de la oposición
entre hombre y mujer. Elaine Showalter distingue entre la
«crítica feminista» de los supuestos y procedimientos mascu-
linos y la «ginocrítica», una forma de la crítica feminista que
se ocupa de las escritoras y su representación de la experien-
cia de las mujeres. Ambos modelos contrastan con lo que, des-
de el mundo anglosajón, se ha dado en llamar el «feminismo
francés», en el que «mujer» representa toda aquella fuerza ra-
dical que subvierta los conceptos, supuestos y estructuras del
discurso patriarcal. Del mismo modo, la teoría feminista in-
cluye una corriente que rechaza el psicoanálisis, por sus indu-
dables cimientos sexistas, y a su vez la brillante rearticulación
Escuelas y movimientos teóricos 153
del psicoanálisis por parte de profesoras feministas como Jac-
queline Rose, Mary Jacobus y Kaja Silverman, para las cuales
sólo mediante el psicoanálisis -—por su explicación de los
complicados procesos de interiorización de normas— sé pue-
de comprender y concebir de nuevo la difícil situación de las
mujeres. En-sus múltiples facetas, el feminismo ha logrado
una transformación sustancial de la educación literaria en
Estados Unidos y Gran Bretaña, al expandir el canon literario
e introducir una gran variedad de temas nuevos.
Psicoanálisis
La teoría psicoanalítica ha tenido impacto en los estudios lite-
rarios a la vez como método interpretativo y como teoría sobre
el lenguaje, la identidad y el sujeto. Por una parte, es junto
con el marxismo la hermenéutica moderna más poderosa: un
metalenguaje a vocabulario técnico autorizado que se puede
aplicar a las obras literarias y a otras situaciones, para enten-
der qué está pasando «realmente», Esto conlleva que el crítico
está alerta a los temas y relaciones psicoamalíticas. Pera por
otra parte, el mayor impacto del psicoanálisis lo ha consegui-
do la obra de Jacques Lacan, un psicoanalista renegado que,
en Francia, creó su propia escuela fuera del sistema analítico
reinante, liderando lo que presentó como un retorno a Freud,
Lacan describe el sujeto como un efecto del lenguaje, y enfa-
tiza el rol crucial que tiene en el análisis psicológico lo que
Freud llamó «transferencia»: el paciente otorga al analista el
papel de figura de autoridad del pasado («enamorarse del psi-
coanalista»). La verdadera condición del paciente, desde esta
perspectiva, no se obtiene cuando el analista interpreta el dis-
curso del paciente, sino en el propio modo en que el psico»
analista y su paciente quedan atrapados en la repetición deuna
escena crucial en el pasado del paciente. Este cambio de orien-
tación convierte al psicoanálisis en una disciplina postestructu-
ralista en la cual la interpretación es una nueva dramatización
de un texto que ésta no domina.