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La poética rococó: Cadalso y su influencia en la literatura española del siglo XVIII - Pro, Apuntes de Psicología

Una profunda investigación sobre la figura de josé m. Caso gonzález, conocido por su poesía rococó, y su impacto en el grupo poético de salamanca durante el siglo xviii. Se detalla su relación con poetas como meléndez valdés, iriarte y jovellanos, así como la influencia que ejerció en el desarrollo de la poesía filosófica de la época. Además, se analiza el contexto histórico y literario en el que se inserta la poética rococó y cómo se diferencia de la literatura ilustrada.

Tipo: Apuntes

2013/2014

Subido el 30/12/2014

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¡Descarga La poética rococó: Cadalso y su influencia en la literatura española del siglo XVIII - Pro y más Apuntes en PDF de Psicología solo en Docsity! José M. Caso González Cadalso y la poética rococó 2003 - Reservados todos los derechos Permitido el uso sin fines comerciales José M. Caso González Cadalso y la poética rococó (Universidad de Oviedo) Me parece que cada vez se utiliza menos el término Neoclasicismo para referirse a la totalidad de la literatura española del siglo XVIII. El establecimiento de diferencias ha llevado a distinguir diversas mentalidades con distintas formulaciones literarias. Lo que no está tan claro es si se puede hablar de diversas etapas o sólo de diversos estilos, incluso no sucesivos, sino simultáneos. El problema para mí se plantea en torno a los años 1750 a 1770, los años en que comienza y triunfa el Rococó. Este ¿es un simple «componente di gusto», como quería Walter Binni, o es toda una etapa histórica? ¿Es sólo una forma de hacer literatura, en medio de un concreto ambiente literario, o se trata más bien del resultado de una compleja evolución socio-cultural? Formulo estas preguntas ante tan ilustre auditorio, porque yo no tengo totalmente claras mis ideas. De todas formas, voy a exponer muy sintéticamente lo que yo pienso. Es indudable que en la primera mitad del siglo XVIII se produce una ruptura con la cultura barroca, pero sólo en determinados aspectos: se renuncia al principio de autoridad, que se sustituye por el de la experiencia y el de la crítica individual. Con esto, entran en funcionamiento otras [50] circunstancia personal, no generalizable. Que lo sentimental se haga presente en su obra, a partir de sucesos personales, es algo perfectamente explicable en ese momento. Podrían citarse muchos ejemplos; pero creo que me bastará con Jovellanos. Piénsese en El delincuente honrado, posterior a Las noches, pero obra escrita cuando Jovellanos no conocía todavía esta obra; piénsese en la Elegía a la ausencia de Marina, de h. 1770, en la Epístola a sus amigos de Sevilla (1778), por citar sólo obras anteriores a 1780. Decía antes que la etapa rococó de transición abre las posibilidades, entre otras, de la literatura filosófica, que va a ser un cauce de expresión plenamente ilustrada a partir de 1780. Las noches pueden ser un anticipo de esta literatura; pero tampoco debemos olvidar que en 1751 Luzán había publicado La razón contra la moda, traducida de Nivelle de la Chaussée, que es un lejano prenuncio de esa nueva literatura, y que en el mismo 1751 Torrepalma, el autor del Deucalión, el seguidor de una poética acaso más antequerano- granadina que gongorina, escribe su poema Las ruinas, pensamientos tristes. Claro que hay muchas diferencias entre 1751 y 1773; pero lo que quiero señalar es la continuidad en la evolución. En mayo de 1773, varios meses después de habérsele ordenado la reincorporación a su Regimiento, Cadalso se va a Salamanca. Allí se encuentra con un incipiente grupo poético: José Iglesias de la Casa, de 25 años, Meléndez Valdés, de 19, y Forner, de 17. Meléndez e tiene 33 años y Tomás de Iriarte, el más joven de los contertulios, 20. Cadalso está en los 29. Los mismos años tiene Conti y 38 Napoli-Signorelli. De todos los miembros del grupo era Moratín el que había publicado ya varias obras, especialmente El poeta (1764-1766) y La Diana o arte de la caza (1765), además de La petimetra (1762), los Desengaños al teatro español (1763), Lucrecia (1763) y Hormesinda (1770), prácticamente la mayor parte de su obra. Pero en esos años de 1770-1773, que son los que me interesan ahora, Moratín estrena Hormesinda y Cadalso Sancho García (1771); publica Iriarte en 1770 su comedia Hacer que hacemos, en 1772 Cadalso Los eruditos a la violeta, y en 1773 los Ocios de mi juventud, y en el mismo año Iriarte Los literatos en cuaresma. No es cuestión de analizar ahora este conjunto de obras, por otra parte bien conocidas. Está claro que se trata fundamentalmente de literatura rococó, con un atisbo de innovación en la comedia de Iriarte, que apunta ya al posterior neoclasicismo. Pero algo tengo que decir de los Ocios de mi juventud, que representa una de las voces poéticas más personales de su tiempo. Cabe referirse a las anacreónticas, en las que predomina el tema de Baco sobre el de Venus. En las de Moratín encontramos un paisaje campestre que tiene el sabor de lo real; en Cadalso lo curioso es que se pasa a la aldea y a la choza. Otro rasgo que distingue sus anacreónticas es la ausencia de algunos peculiares caracteres de las anacreónticas tardías de Moratín, cuando ya Villegas es el modelo que intenta seguir (a menos que se trate de falsificaciones de su hijo), y que serán comunes después: el diminutivo, los artificiales cefirillos, los adornos floridos, el paisaje primaveral. Cadalso es, en consecuencia, el anacreontista [55] más vigoroso y más original, aunque no alcance la calidad poética del futuro Meléndez Valdés. En los Ocios hay algunos poemas de circunstancias, pero otros muchos en los que predominan los temas amorosos, con un leit motiv que reaparece muchas veces, y que es la renuncia a los temas épicos, filosóficos y satíricos. Es decir, Cadalso, como poeta, no acepta hacerse eco de los ideales ilustrados. Por el contrario, hay que subrayar su actitud personalista y sentimental, que en el prólogo expresa con estas palabras: «Los hice todos [los versos] en ocasión de acontecerme alguna pesadumbre, tal vez efecto de mis muchas desgracias, tal vez efecto de mis pocos años, y tal vez de la combinación de ambas causas». Creo que es importante subrayar el valor de Cadalso como impulsor de otros poetas, e incluso el carácter de ese impulso. Me parece por ello imprescindible aludir a una relación documentada y que tiene interés para nosotros. Me refiero a la de Cadalso con Jovellanos. Ocurrió en Alcalá y tuvo que ser entre junio y noviembre de 1766, meses en los cuales coinciden ambos en la ciudad. Cadalso reside en Alcalá desde abril, por encontrarse allí su Regimiento de Borbón, hasta fines de noviembre, en que el Regimiento pasó a Madrid. D. Gaspar había estado en Asturias desde finales de abril de 1765 hasta mayo de 1766. En la Historia de Jovino, a Mireo (1775), Jovellanos escribe: Mezclado a los ilustres hijos del gran Cisneros, allí me vio Dalmiro, al margen por do el viejo y sabio Henares fluye con graves pasos, ledo. Allí me vio Dalmiro; Dalmiro, cuyo ingenio, ya entonces celebrado, daba con vario efecto cuidados a las ninfas y a los pastores celos. [56] Pudiera ser que, como piensa Glendinning, el ya entonces celebrado ingenio de Cadalso no implique necesariamente una actividad poética o literaria. Pero creo que hay que tener en cuenta los versos que siguen a los citados: De allí, quizá aguijado de tan ilustre ejemplo, trepar osé al Parnaso por cima de escarmientos. Difícilmente Jovellanos podía sentirse aguijado de tan ilustre ejemplo, si Cadalso no le diera ejemplo poético. Por eso me parece clara la consecuencia: en 1766, cuando Cadalso tenía ya 25 años, era un poeta al que sus amigos reconocían como maestro. Es cierto que en la Memoria de los acontecimientos más particulares de mi vida, dice respecto de su destierro a Zaragoza en octubre de 1768: «Allí empecé a dedicarme a la poesía y compuse la mayor parte de las que publiqué bajo el título de Ocios de mi juventud». Pero no podemos tomar al pie de la letra todas las afirmaciones de la Memoria, pues hay bastantes desmentidas por los documentos, ni tampoco es cierto que «la mayor parte» de los poemas de los Ocios pertenezcan a esa época. Lo que parece más cierto es que Cadalso escogió una parte de su poesía escrita hasta entonces a la hora de dar su colección a la imprenta. El tipo de poesía que Cadalso escribía en 1766 queda explicitado en los versos de Jovellanos cuando más adelante se refiere a «Teócrito, Virgilio, Catulo y Anacreon». Como el Virgilio citado ha de ser el de las Bucólicas, estamos ante poesía amorosa, pastoril y anacreóntica. En esa dirección parece que debió ir la influencia cadalsiana sobre Jovellanos. Y creo que en la misma dirección debió ir también la influencia sobre los poetas de la fonda de San Sebastián. En esta tertulia, según Leandro Fernández de Moratín, leyó Cadalso sus Cartas marruecas, supongo que en 1773. Nada dice, sin embargo, de las Noches lúgubres. Esto no significa [57] que los contertulios no conocieran la obra, si es que la tenía escrita antes de mayo de 1773. En todo caso no parece que ella haya ejercido influencia clara sobre el grupo. Las Cartas marruecas pueden ser un buen ejemplo de literatura rococó. Naturalmente que sobre Cadalso pesan una serie de antecedentes; pero acaso no se haya puesto suficientemente de relieve que una diferencia fundamental de las Cartas frente a otras obras semejantes es precisamente la de que cada uno de los corresponsales está dando una visión parcial del problema de España, el cual se completa uniendo las opiniones de Nuño, Gazel y Ben Beley. En esto se diferencia de todos sus posibles antecesores, y creo que fundamentalmente de Montesquieu. La estructura de la obra resulta así una estructura por elementos aislados, válidos desde la perspectiva de cada uno de los corresponsales, pero que se engarzan en una unidad. Nuño, Gazel y Ben Beley expondrán su propia manera de ver, relativa, de cada tema de que se trata. Nuño será el español con una buena formación histórica, pero que ve a su país con una óptica deformada precisamente por la historia; Gazel será el extranjero bien preparado, pero que va a observar las costumbres de los españoles con la perspectiva de un extranjero de distinta mentalidad; Ben Beley es el sabio que está por encima del bien y del mal. Entre los tres se completa el cuadro. Los tres son Cadalso mismo, que en vez de escribir un tratado sistemático sobre España, aunque fuera en forma epistolar, utiliza tres perspectivas distintas, saltando de un tema a otro, sin método preconcebido, o mejor dicho, con un método que consiste en diluir la unidad temática de la obra en una serie de aspectos parciales. Es la misma técnica de los cuadros o los retablos rococós. Tengo que afirmar que las Noches lúgubres hay que entenderlas en el mismo contexto al que me estoy refiriendo. Que a la hora de escribir una meditación sobre el hombre Cadalso sea enormemente pesimista, sólo significa que Cadalso era pesimista, como lo es también en las Cartas. Es una [58] circunstancia, y aparece concretamente un cambio en la concepción del hombre, valorando al individuo como tal, y en consecuencia a lo personal, y concediendo gran importancia a lo sensorial. Creo que estos son los ingredientes básicos de la cultura rococó. La literatura, aunque con más lentitud, va a reflejar esta cultura. Si en 1737 rompe amarras Luzán con La Poética, la práctica siguió en general dentro de un barroquismo que contó con autores tan importantes como Torres Villarroel, Porcel o Torrepalma. Justo en el medio siglo comienza la doctrina de Luzán a dar verdaderos frutos. Es la Academia del Buen Gusto fundamentalmente la que inicia el cambio hacia algo distinto, pero no opuesto, a lo anterior, como creo haber demostrado en mi trabajo La Academia del Buen Gusto y la poesía de la época, donde puse de relieve que la convivencia de poetas tradicionalistas con poetas innovadores origina una especie de teoría literaria, que Torrepalma expresa con la siguiente fórmula: «Que los nuevos Góngoras se ilustren con la claridad de Lope, se ciñan con la exactitud de los Argensolas; y que los nuevos Lopes, los segundos Argensolas se levanten y se divinicen con la arcanidad laboriosa de Góngora. Los nuevos Quevedos no carecerán ya de la circunspección de los Villegas y los Herreras; los nuevos Herreras no serán menos divinos por ser menos metafísicos». Por eso pude escribir que allí, entre unos y otros, se «engendra algo nuevo, que es el nacimiento en poesía de la etapa rococó, cuya plenitud hay que situarla en torno a los años 70, cuando otro grupo de amigos, en la fonda de San Sebastián o por contacto epistolar, afiancen la corriente rococó de un lado, y de otro abran cauce a la filosófica o ilustrada». En otro trabajo posterior, De la Academia del Buen Gusto a Nicolás Fernández de Moratín, reconocía que había una continuidad muy clara de la una al otro. El grupo académico iniciaba la literatura rococó, Moratín recibía [59] una indudable experiencia poética. Cómo era la poesía que entonces escribían Meléndez e Iglesias se puede imaginar con los datos de que disponemos. Hay una carta de Cadalso a Tomás de Iriarte, que ha de ser de 1773, muy citada, en la que el primero, imaginándose fraile grave que escribe al P.
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