Docsity
Docsity

Prepara tus exámenes
Prepara tus exámenes

Prepara tus exámenes y mejora tus resultados gracias a la gran cantidad de recursos disponibles en Docsity


Consigue puntos base para descargar
Consigue puntos base para descargar

Gana puntos ayudando a otros estudiantes o consíguelos activando un Plan Premium


Orientación Universidad
Orientación Universidad

casa de muñecas obra de henrik ibsen noruego, Diapositivas de Literatura

lo mejor de lo mejor de la obra casa de muñecas en este archivo

Tipo: Diapositivas

2018/2019
En oferta
30 Puntos
Discount

Oferta a tiempo limitado


Subido el 07/10/2019

nose201212
nose201212 🇵🇪

4

(1)

4 documentos

Vista previa parcial del texto

¡Descarga casa de muñecas obra de henrik ibsen noruego y más Diapositivas en PDF de Literatura solo en Docsity! Dos acontecimientos mediados por los personajes de la obra “Casa de muñecas”, de Henrik Ibsen: el desamor y el despertar de la mujer en una sociedad conservadora Luz Adriana Agudelo Puerta adryzha@gmail.com Existen dos códigos de moral, dos conciencias diferentes, una del hombre y otra de la mujer. Y a la mujer se la juzga según el código de los hombres. (...) Una mujer no puede ser auténticamente ella en la sociedad actual, una sociedad exclusivamente masculina, con leyes exclusivamente masculinas, con jueces y fiscales que la juzgan desde el punto de vista masculino. H. Ibsen Resumen La obra Casa de Muñecas, del dramaturgo Henrik Ibsen, fue la representación magna del teatro moderno, consolidando una nueva concepción de teatro del siglo XIX. La protagonista de la obra, Nora Helmer, logra despojarse de las normas sociales que la época y su esposo le imponen, buscando en sí misma el amor verdadero y dejando de lado las restricciones sociales que no la dejaban ser ella. En este artículo se pretende dilucidar cómo el desamor es una declinación mediada por los personajes que intervienen en la obra, quienes, a su vez, posibilitan el despertar de la mujer en una sociedad conservadora. Palabras clave: Amor, desamor, sociedad conservadora, libertad, mujer, opresión. Abstract A Doll’s House, work of playwright Henrik Ibsen, was the great representation of modern theater, consolidating a new conception of nineteenth century theater; so as the protagonist of the play, Nora Helmer, manages to divest himself of the social norms that the time and her husband imposed itself looking for true love and leaving aside the social restrictions that would not let her be herself. This article aims to clarify how the heartbreak is a decline mediated by the characters involved in the play, who in turn make possible the awakening of women in a conservative society. Key words: Love, heartbreak, conservative society, freedom, women, oppression. Introducción En el siglo XIX, nace en Noruega el teatro moderno, en pleno apogeo de la revolución industrial. En el trance por este fenómeno surge allí el movimiento feminista, que se oponía totalmente a la tiranía del sexo masculino, y cuyo fin era buscar la igualdad de condiciones en el matrimonio y el poder político entre el hombre y la mujer (Veloz, 2009). Toda esta tecnificación trajo consigo la distinción de clases sociales, como, por ejemplo, los burgueses, empresarios, magnates de la siderurgia, banqueros y comerciantes, y a su vez el proletariado, los obreros explotados como mano de obra, quienes no tuvieron más remedio que organizar su movimiento para reclamar por un trabajo y pago dignos. Los movimientos obrero y feminista empiezan a marcar la historia de Noruega en los albores del siglo XX. El movimiento feminista le da también otra posición social a las mujeres, como, por ejemplo, desempeñarse en otros roles en las fábricas de aquella época, diferentes a los que hacían comúnmente como amas de casa en sus hogares, lo cual las limitaba a atender a su esposo e hijos. De este modo, la sociedad de Noruega se enfrenta a cambios sociales gigantes que permitieron abrir el panorama a nuevas concepciones una muñeca que juega a ser mujer, mediada por las indicaciones y presunciones de un esposo que cimienta desde el principio el desamor al que somete a la protagonista durante el transcurrir de la obra, y que es develado al final de esta. Valdría la pena explorar cómo influyen los personajes en esta declinación del amor, y cómo la protagonista se enfrenta a ese despertar y transformación de lo que sería una nueva mujer, en contraposición a la época, es decir, el surgimiento de sí misma en cuanto sujeto, algo atípico para la época. No en vano tal paradoja solo puede ser expresada por un hombre, Ibsen, autor de la obra. Casa de muñecas: una sola obra, una búsqueda incesante de amor Nora: Un amor filial, de entrega y compromiso Con respecto al enamoramiento, Ortega y Gasset señala que “la atención se fija por sí misma en el otro ser. En las urgencias vitales, por el contrario, la atención se fija obligada, contra su propio gusto” (1995:102). En la obra Casa de muñecas, no era por gusto que Nora, su protagonista, trabajara hasta altas horas de la noche, o que comprara lo más barato para ella. Era una muestra más de amor, de entrega y sacrificio que profesaba hacia su esposo. Al respecto, Ortega y Gasset agrega: “Amar a otro no es sólo complacerse en su felicidad. Sino contribuir a ella” (1995:103) y Nora hacía una contribución grande de entrega para que todo en su hogar marchara normalmente, sin que los agobiara el pago de una deuda que había adquirido para salvar a su esposo Torvaldo, evidenciándose con este acto el amor a los otros, antes que a sí misma. En Casa de muñecas, haciendo alusión al orden cronológico en el que se desarrolla la obra, el recorrido continúa tras el reconocimiento de la crisis del amor. Nora sintió por Torvaldo un amor que se presenta con sinceridad, entrega, sacrificio, compromiso y respeto. Se evidencia en el siguiente apartado de la obra, en la conversación entre Nora y Cristina, su amiga, respecto de todo lo que tuvo que hacer para pagar la deuda a Krogstad, con quien prestó el dinero para salvar a Torvaldo, su esposo, y llevarlo a Italia para su recuperación: Nora: Naturalmente. Al fin y al cabo, no era más que justicia. Siempre que Torvaldo me daba dinero para mis gastos, sólo invertía la mitad; compraba siempre lo más barato. Es una suerte que todo me quede bien, porque así Torvaldo no había advertido nada. Pero a veces me es duro… […] El invierno último tuve la suerte de encontrar trabajo: escritos para copiar. Entonces me encerraba y escribía hasta hora muy avanzada de la noche ¡Oh! Me fatigaba muchísimo; pero era un gusto trabajar para ganar dinero… […] Es muy difícil desenredarse en esta clase de asuntos. Lo único que puedo decirte es que he pagado cuanto me ha sido posible (Ibsen, 2001:25). Sin embargo, todos estos acontecimientos nos revelan una mujer que, oponiéndose a las reglas sociales del siglo XlX, transgrede toda norma legal y social para salvar a su esposo. Aunque lo que se hace visible a los demás es una mujer sumisa y sometida a la voluntad de su esposo, en su interior se encuentra una mujer valiente y decidida, como se observa en el siguiente fragmento de la obra: Cristina: Bien, pero tu padre les dio el dinero necesario. Nora (Sonriendo): Sí, eso es lo que cree Torvaldo y todo el mundo, pero... Cristina: ¿Pero? Nora: Papá no nos dio un céntimo. Yo fui la que conseguí el dinero. Cristina: ¿Tú? ¿Una cantidad tan importante?... (Ibsen, 2001:14). La preocupación de Nora por su esposo, la hizo llegar a instancias extremas e insospechadas, como falsificar la firma de su padre para así poder conseguir prestado el dinero, con el fin de atender la enfermedad de su cónyuge. Sin embargo ¿Será esta la realización plena a la que ha llegado la protagonista? ¿Cuál será la conclusión a la que llegará después de develarse la verdad de su hazaña? Para resolver estos cuestionamientos nos adentraremos a la obra, especialmente en aquella parte en la que Nora se despoja de todo lo que tiene, encontrando realmente el amor verdadero, que no es más que el amor a sí misma. Del desamor al amor verdadero ¡Hacia un nuevo despertar! Nora, la nueva Eva: de muñeca a mujer Agustina Bustamante (2009) define a Nora como La nueva Eva del siglo XIX, y no es para dudarlo. De la historia Bíblica conocemos los relatos del Antiguo testamento respecto a Adán y Eva, en especial, aquel pasaje en el que Eva desobedece la prohibición de Dios al comer el fruto prohibido, lo que la lleva a ser desterrada del paraíso por transgredir las normas del Dios supremo, para enfrentarse a las desventuras de una nueva vida fuera del edén. Sin embargo, otra versión Bíblica menciona que no fue Eva la primera mujer de Adán, sino Lilibet, quien se negaba a atender las peticiones de Adán, y prefirió irse antes que verse sometida. Así mismo es Nora, la nueva Eva, la nueva Lilibet, la nueva mujer que quebranta las normas de la sociedad de aquella época, quien finalmente despierta de aquel hogar falso edificado en el desamor, y decide marcharse, dejando a su esposo e hijos. En este despertar entra en una reflexión consigo misma, para, finalmente, tomar la decisión escandalosa de dejarlo todo, lo que se evidencia en el clímax de la obra, en la última conversación que sostuvo con Torvaldo Helmer, su esposo: Nora: Tengo otros no menos sagrados: mis deberes para conmigo misma. Helmer: Antes que nada, eres esposa y madre. Nora: No creo ya en eso. Ante todo soy un ser humano con los mismos títulos que tú..., o, por lo menos, debo tratar de serlo. Sé que la mayoría de los hombres te darán la razón, Torvaldo, y que esas ideas están impresas en los libros; pero ahora no puedo pensar en lo que dicen los hombres y en lo que se imprime en los libros. Necesito formarme mi idea respecto de esto y procurar darme cuenta de todo. (Ibsen, 2001:76-77). Barthes plantea de forma bastante elocuente cómo el discurso de la ausencia, tradicionalmente, ha sido expresado por la mujer: Históricamente, el discurso de la ausencia lo expresa la mujer: la Mujer es sedentaria, el Hombre cazador y viajero; la Mujer es fiel (espera), el Hombre es rondador (navega, rúa). Es la mujer quien da forma a la ausencia, quien elabora su ficción, puesto que tiene el tiempo para ello (1993:34). su padre para conseguir el dinero y salvar a su propio esposo, y luego verse al descubierto, le permitió saber que su hogar no era más que un castillo edificado bajo la mentira y el engaño. Con ese despertar al que se enfrenta la protagonista, Ibsen rompe el esquema de mujer de aquella época y le da un final polémico: Nora, el personaje principal, abandona el hogar conformado por su esposo y sus tres hijos, buscando encontrarse con ella misma, ser libre y tratar de educarse, mirándose más allá del simple objeto decorativo que había sido durante toda su existencia; una muñeca, como la habían visto su padre y luego su esposo. Nora había sabido vivir interiormente contenta consigo misma y sin remordimientos toda su vida. Los sacrificios financieros a los que se vio sometida para amortizar la secreta deuda, los sobrellevó inteligentemente, con estoicismo, pero aquella encrucijada la había padecido sólo ella. Nadie más se vio involucrado, ni afectado. Ni siquiera el corrupto Krogstad supo jamás el significado de la acción de Nora. Había violado las normas y las exigencias de su sociedad, de su papel de mujer sumisa y obediente. Se observan indicios de que la protagonista empieza a pensar diferente, después de haberse dado cuenta de que ha sido un objeto más de su hogar y de que, finalmente, la embargaba solo el desamor. Ese despertar le permite cambiar las reglas de su vida, pensar en ella como nunca lo había hecho y, de este modo, caer en cuenta de que no valía la pena estar en ese lugar, con un hombre al que sólo le importaba estar bien ante la sociedad y quien no había valorado lo que ella, en tiempos difíciles, había hecho por él: ese enorme sacrificio moral, físico, económico, que había hecho para salvarle la vida. La reflexión interior que hace Nora, la lleva a concluir que, por ocho años, había vivido con un extraño de quien no conocía nada. “Muy sencillo. Ha sido esta misma noche, al ver que no se realizaba el prodigio esperado. Entonces he comprendido que no eras el hombre que yo creía” (Ibsen, 2001:102). Decepcionándose totalmente, se somete a tomar una decisión contundente para su vida: irse, para dejar de ser una muñeca más. Torvaldo Helmer ¿Amor o desamor? La obra es clara muestra de un amor dominante, aparentemente calmado, pero completamente posesivo. Torvaldo Helmer encarna al prototipo del amor dominante, del hombre que ejerce dominio sobre su esposa, motivado por las apariencias y el estatus social. Él ofrece un amor que minimiza, esclaviza y degrada: Alondra o estornino, fueron algunas de las palabras amorosas que él le regalaba a Nora de manera permanente para expresarle su afecto, pero, a la vez, denotan su manera de ejercer dominio sobre una mujer que, para él, representaba poca cosa. Un amor convertido en desamor que sorprende a Nora, tras una reflexión consigo misma. Un claro ejemplo de este tipo de amor, representado por Torvaldo en la obra, se presenta en este fragmento: Helmer: Nora, con placer hubiese trabajado por ti día y noche, y hubiese soportado toda clase de privaciones y de penalidades; pero no hay nadie que sacrifique su honor por el ser amado. Nora: Lo han hecho millares de mujeres. Helmer: ¡Eh! Piensas como una niña, y hablas del mismo modo. Nora: Es posible, pero tú no piensas ni hablas como el hombre a quien yo puedo seguir. Ya tranquilizado, no en cuanto al peligro que me amenazaba, sino al que corrías tú... todo lo olvidaste, y vuelvo a ser tu avecilla cantora, la muñequita que estabas dispuesto a llevar en brazos como antes, y con más precauciones que nunca al descubrir que soy más frágil. (Levantándose). Escucha, Torvaldo: en aquel momento me pareció que había vivido ocho años en esta casa con un extraño, y que había tenido tres hijos con él... ¡Ah! ¡No quiero pensarlo siquiera! Tengo tentación de desgarrarme a mí misma en mil pedazos (Ibsen, 2001:103). Para Rocío Castro Ponte, en su estudio introductorio y notas de la obra Casa de muñecas (1996), Torvaldo representa a la sociedad, con su legislación imperfecta y muchas veces injusta, en cuyos criterios es fundamental identificar el papel que juega la iglesia luterana, según la cual el deber de una esposa estaba en el rincón de su hogar. Por el contrario, Nora representa la posibilidad del género femenino en el seno de una sociedad escrupulosa y falsa, que desconoce sus derechos y limita su campo de acción. Elogio al amor sincero En este análisis exhaustivo por rastrear la búsqueda del amor verdadero y el despliegue hacia el desamor, el texto dramático que se aborda no deja de lado el amor del mejor amigo de la familia Helmer: el doctor Rank, con un amor vivido en silencio, en profunda contemplación y admiración hacia Nora, evidenciado sólo en una conversación que sostuvo con ella y en la cual le declara sus sentimientos: He jurado que lo sabría usted antes de morirme. Jamás hubiera encontrado mejor oportunidad. Sí Nora, ya lo sabe usted, y es tanto como decirle que puede confiarse a mí como a nadie… ¿Es un mal haberla amado lo más profundamente que he podido? (Ibsen, 2001:64). Se observa con claridad que el amigo de la familia ha estado enamorado de Nora por mucho tiempo. Es algo de lo que se expresa cuando, en una hora difícil, decimos a alguien: cuente conmigo, yo estoy a su lado, su causa es la mía, yo me adhiero a su persona y a su ser. Muchos fueron los momentos que el doctor Rank compartió con los Helmer; sin embargo, no se evidenciaba en el transcurso de la obra la más mínima sospecha de este amor, lo cual logra Ibsen de manera cautelosa y prudente, hasta que, inesperadamente, se rompe la linealidad y entra en juego este nuevo suceso que, por supuesto, no pasa a mayores. Nora no lo ve con los mismos ojos, su vida sólo gira en torno al amor a su amado esposo, Torvaldo. Un amor que supera el tiempo y las dificultades El texto presenta de manera clara y magistral cómo Cristina, y Krogstad, el villano de la obra, logran superar el tiempo y las dificultades que cada uno tuvo qué pasar para volver a estar juntos. Ella, quien años atrás lo había dejado por estar con un hombre que le aportaba calidad de vida para ayudar a su familia, descubre que quiere recuperarlo, ayudando a Krogstad a recuperar su vida, el amor a sí mismo y dándole a Nora un impulso para que reconozca su individualidad, como se cita a continuación: Un alarmante final en ambos casos, con un matiz diferencial que imprimen sus autores, en correspondencia con su contexto y época, y en ambas un severo cuestionamiento a una sociedad injusta que no permite el emerger de la subjetividad, y conmina, en este caso a dos mujeres, a una suerte de auto borramiento, como expresión de su autenticidad. Sin embargo, el punto fundamental aquí, y en el que coinciden ambos autores, es el despertar de ambas mujeres, quienes, tras cuestionarse por sí mismas, tras mirar hacia su interior, pensando de manera reflexiva en la vida que han llevado en sus respectivos matrimonios, reducidas a la condición de objetos de/para el desamor, manipuladas por sus esposos –y además, en el caso de Laura por parte de su madre, desde joven, y Nora por su padre–, colapsan al darse cuenta de que la vida que llevan no las deja ser ellas mismas, y despiertan tomando decisiones radicales que, en principio, dejan en tela de juicio a estas dos mujeres, pero, a la postre, cuestionan también a esas sociedades opresoras. Aquí nuevamente Marvel renace en la propuesta de Ibsen: dos grandes de la literatura se reencuentran para salvaguardar a la mujer frente a la sociedad, presentándolas como seres humanos con derecho a decidir, y que deben ser sujetos activos del hogar y la sociedad. Dos mujeres, dos obras, que transitan por el desamor de sus parejas, pero que finalmente es el desamor lo que les permite despertar a la realidad, para reencontrarse con el amor verdadero, su propio yo, su individualidad, siendo, haciéndose libres, tras el suicidio de Laura de Urueta y el abandono del hogar por parte de Nora Helmer. Del teatro a la vida real Nora Helmer, Aleksandra Kollontaí y Camilla Collett Impresiona cómo el teatro permite recrear la vida misma, lo que se corresponde con la finalidad o propósito que hallamos en el origen del género, y que mencionamos al comienzo del texto. Analizando al personaje de Nora Helmer, se podría aseverar cómo esta mujer rompe el esquema de las obras tradicionales de la época, nada diferente a estar en el hogar, cuidando de los hijos, todo transcurriendo normalmente. Pero en Casa de muñecas, cuando termina la obra, el autor deja al público estupefacto, pues aquella mujer rompe el esquema de lo que común, y en apariencia se ve, tanto en el arte dramático de la época, como también en la sociedad burguesa. Al respecto afirma Dubatti: Los conflictos de Nora están ligados a su voluntad de colaborar con su marido Torvaldo, pero choca contra las limitaciones que impone la sociedad al desempeño de la mujer. Ella exigirá finalmente, para su regreso a la casa (final abierto), ciertas condiciones de igualdad, respeto y participación que permitan construir “un verdadero matrimonio”. Por lo tanto, el destinatario de sus acciones es una entidad colectiva mayor a su individualidad, es la sociedad misma. En la época de su estreno este desenlace fue escandaloso (2006:32-33). Es el final abierto que deja Ibsen, y este es el que se convierte en el meollo de la obra, con respecto a la posición que reclama la mujer. La condición de decidir, e irse dejándolo todo, es una muestra de oposición, rebelión y rechazo –también podríamos decir que es la única opción de autoafirmación que se les relegó– al sometimiento que les toca vivir: el desamor instaurado por una sociedad machista, en la que la palabra de la mujer no vale, y un final abierto para una nueva mujer, la mujer del siglo XX. Del mismo modo, estas exigencias trascienden a la vida real. La revolución teatral que funda Ibsen con esta obra va mucho más allá. El trasfondo social que genera, permite hablar de mujeres que rompen el esquema en la vida real, y en este punto se podría pensar en mujeres Europeas que, como Nora, reclamaban un papel preponderante en la sociedad, como es el caso de Aleksandra Kollontaí (1872-1952), feminista y política rusa, quien defendió la liberación de la mujer, alejándola del hogar y de la maternidad, lo que supondría una mujer libre de las opresiones y subyugaciones de todo deber para con su familia. Pero he aquí nuevamente la conexión entre Nora Helmer y esta gran feminista, quien manifestaba: “Aunque las mujeres tienen los mismos derechos bajo la ley, la vida, en cambio, aun no las ha liberado: la obrera y la campesina aún están sometidas al trabajo doméstico, todavía son esclavas de su propia familia” (Kollontaí, 1917). Por otra parte, se puede traer a colación también a Camilla Collett (1813–1895), considerada la primera feminista de Noruega, quien al igual que Ibsen también fue literata. Collett escribió la novela Las hijas del gobernador, publicada entre los años 1854 y 1855, una obra en la que hace una insidiosa crítica a los matrimonios obligados o forzados, y trata temas como las dificultades de ser mujer en una sociedad patriarcal. Collett luchó por la igualdad y el respeto a la mujer en la sociedad. De este modo, el mundo ficcional del teatro es inspirado en los acontecimientos que emergen en la vida, por ello Ibsen, se considera uno de los dramaturgos que más se preocupó por el papel decorativo asignado a la mujer y el sometimiento excluyente en función de esposa y madre en una sociedad dirigida por el egoísmo masculino ( Pelletiere,2006) Conclusiones El presente análisis hermenéutico, deja en claro cómo la obra Casa de muñecas es un entramado tejido por el desamor y el despertar de la mujer en una sociedad conservadora; un despertar que la condujo a reclamar sus derechos a través de la creación de movimientos feministas, permitiéndole posicionarse en la actualidad en los cargos más exigentes, llegando a constituirse en mujeres que, además de ser madres y esposas, van conquistando paulatinamente la igualdad de derechos con respecto a los hombres, y a su vez son también gobernantes, políticas, escritoras, deportistas, entre otros muchos más roles, que enfrentan con gallardía y las hacen más que dignas de admiración, aspectos que redimensionan el amor propio, el amor hacia sí mismas, como expresión de autoafirmación y rebelión en contra de la oprimente tradición. El teatro, como forma de representación, recrea la vida; es la puesta en escena la que permite develar y proyectar las ideologías y concepciones sociales que la época, y el contexto social, deparan. Por tanto, el teatro, como género literario, devela las inquietudes, las preocupaciones del autor, que quiere mostrar, de manera sabia, lo que abiertamente no se ve, y es el caso de la obra de la cual nos ocupamos en este análisis. Los personajes de la obra Casa de muñecas fueron clave para que la protagonista lograra reaccionar, y mirar la vida desde otra perspectiva: el doctor Rank, demostrándole a Nora un amor silencioso y respetoso; la estrategia de Krogstad por poner al descubierto a Nora, fue la clave para que esta mujer se diera cuenta de que su esposo la tenía como una
Docsity logo



Copyright © 2024 Ladybird Srl - Via Leonardo da Vinci 16, 10126, Torino, Italy - VAT 10816460017 - All rights reserved