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cenizas, historia de una cenicienta, Resúmenes de Lengua y Literatura

narra la historia de cenicienta

Tipo: Resúmenes

2019/2020

Subido el 25/02/2020

usuario desconocido
usuario desconocido 🇵🇪

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¡Descarga cenizas, historia de una cenicienta y más Resúmenes en PDF de Lengua y Literatura solo en Docsity! CENICIENTA O LA ZAPATILLA DE CRISTAL Charles Perrault O br a re pr od uc id a si n re sp on sa bi lid ad e di to ri al Advertencia de Luarna Ediciones Este es un libro de dominio público en tanto que los derechos de autor, según la legislación española han caducado. Luarna lo presenta aquí como un obsequio a sus clientes, dejando claro que: La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de forma que no nos responsabilizamos de la fidelidad del contenido del mismo. 1) Luarna sólo ha adaptado la obra para que pueda ser fácilmente visible en los habituales readers de seis pulgadas. 2) A todos los efectos no debe considerarse como un libro editado por Luarna. www.luarna.com hablaba más que de la forma en que irían tra- jeadas. —Yo, dijo la mayor, me pondré mi vestido de terciopelo rojo y mis adornos de Inglaterra. —Yo, dijo la menor, iré con mi falda sencilla; pero en cambio, me pondré mi abrigo con flores de oro y mi prendedor de brillantes, que no pasarán desapercibidos. Manos expertas se encargaron de armar los peinados de dos pisos y se compraron lunares postizos. Llamaron a Cenicienta para pedirle su opinión, pues tenía buen gusto. Cenicienta las aconsejó lo mejor posible, y se ofreció incluso para arreglarles el peinado, lo que aceptaron. Mientras las peinaba, ellas le decían: — Cenicienta, ¿te gustaría ir al baile? —Ay, señoritas, os estáis burlando, eso no es cosa para mí. —Tienes razón, se reirían bastante si vieran a un Culocenizón entrar al baile. Otra que Cenicienta las habría arreglado mal los cabellos, pero ella era buena y las peinó con toda perfección. Tan contentas estaban que pasaron cerca de dos días sin comer. Más de doce cordones rom- pieron a fuerza de apretarlos para que el talle se les viera más fino, y se lo pasaban delante del espejo. Finalmente, llegó el día feliz; partieron y Ce- nicienta las siguió con los ojos y cuando las perdió de vista se puso a llorar. Su madrina, que la vio anegada en lágrimas, le preguntó qué le pasaba. —Me gustaría... me gustaría... Lloraba tanto que no pudo terminar. Su ma- drina, que era un hada, le dijo: —¿Te gustaría ir al baile, no es cierto? —¡Ay, sí!, dijo Cenicienta suspirando. —¡Bueno, te portarás bien!, dijo su madrina, yo te haré ir. La llevó a su cuarto y le dijo: —Ve al jardín y tráeme un zapallo. Cenicienta fue en el acto a coger el mejor que encontró y lo llevó a su madrina, sin poder adi- vinar cómo este zapallo podría hacerla ir al baile. Su madrina lo vació y dejándole solamen- te la cáscara, lo tocó con su varita mágica e ins- tantáneamente el zapallo se convirtió en un bello carruaje todo dorado. En seguida miró dentro de la ratonera donde encontró seis ratas vivas. Le dijo a Cenicienta que levantara un poco la puerta de la trampa, y a cada rata que salía le daba un golpe con la varita, y la rata quedaba automáticamente transformada en un brioso caballo; lo que hizo un tiro de seis caballos de un hermoso color gris ratón. Como no encontraba con qué hacer un cochero: —Voy a ver, dijo Cenicienta, si hay algún ratón en la trampa, para hacer un cochero. —Tienes razón, dijo su madrina, anda a ver. Cenicienta le llevó la trampa donde había tres ratones gordos. El hada eligió uno por su imponente barba, y habiéndolo tocado quedó con atención su peinado y sus vestidos, para tener al día siguiente otros semejantes, siempre que existieran telas igualmente bellas y manos tan diestras para confeccionarlos. El hijo del rey la colocó en el sitio de honor y en seguida la condujo al salón para bailar con ella. Bailó con tanta gracia que fue un motivo más de admira- ción. Trajeron exquisitos manjares que el príncipe no probó, ocupado como estaba en observarla. Ella fue a sentarse al lado de sus hermanas y les hizo mil atenciones; compartió con ellas los limones y naranjas que el príncipe le había ob- sequiado, lo que las sorprendió mucho, pues no la conocían. Charlando así estaban, cuando Cenicienta oyó dar las once tres cuartos; hizo al momento una gran reverenda a los asistentes y se fue a toda prisa. Apenas hubo llegado, fue a buscar a su ma- drina y después de darle las gracias, le dijo que desearía mucho ir al baile al día siguiente por- que el príncipe se lo había pedido. Cuando le estaba contando a su madrina todo lo que había sucedido en el baile, las dos hermanas golpea- ron a su puerta; Cenicienta fue a abrir. —¡Cómo habéis tardado en volver! les dijo bostezando, frotándose los ojos y estirándose como si acabara de despertar; sin embargo no había tenido ganas de dormir desde que se se- pararon. —Si hubieras ido al baile, le dijo una de las hermanas, no te habrías aburrido; asistió la más bella princesa, la más bella que jamás se ha vis- to; nos hizo mil atenciones, nos dio naranjas y limones. Cenicienta estaba radiante de alegría. Les preguntó el nombre de esta princesa; pero con- testaron que nadie la conocía, que el hijo del rey no se conformaba y que daría todo en el mundo por saber quién era. Cenicienta sonrió y les dijo: —¿Era entonces muy hermosa? Dios mío, fe- lices vosotras, ¿no podría verla yo? Ay, señorita Javotte, prestadme el vestido amarillo que usáis todos los días. —Verdaderamente, dijo la señorita Javotte, ¡no faltaba más! Prestarle mi vestido a tan feo Culocenizón tendría que estar loca. Cenicienta esperaba esta negativa, y se alegró, pues se habría sentido bastante confun- dida si su hermana hubiese querido prestarle el vestido. Al día siguiente, las dos hermanas fueron al baile, y Cenicienta también, pero aún más ri- camente ataviada que la primera vez. El hijo del rey estuvo constantemente a su lado y di- ciéndole cosas agradables; nada aburrida esta- ba la joven damisela y olvidó la recomendación de su madrina; de modo que oyó tocar la pri- mera campanada de medianoche cuando creía que no eran ni las once. Se levantó y salió co- rriendo, ligera como una gacela. El príncipe la siguió, pero no pudo alcanzarla; ella había de- jado caer una de sus zapatillas de cristal que el príncipe recogió con todo cuidado. su varita los vestidos de Cenicienta, los volvió más deslumbrantes aún que los anteriores. Entonces las dos hermanas la reconocieron como la persona que habían visto en el baile. Se arrojaron a sus pies para pedirle perdón por todos los malos tratos que le habían infligido. Cenicienta las hizo levantarse y les dijo, abrazándolas, que las perdonaba de todo co- razón y les rogó que siempre la quisieran. Fue conducida ante el joven príncipe, vesti- da como estaba. Él la encontró más bella que nunca, y pocos días después se casaron. Ceni- cienta, que era tan buena como hermosa, hizo llevar a sus hermanas a morar en el palacio y las casó en seguida con dos grandes señores de la corte. MORALEJA En la mujer rico tesoro es la belleza, el placer de admirarla no se acaba jamás; pero la bondad, la gentileza la superan y valen mucho más. Es lo que a Cenicienta el hada concedió a través de enseñanzas y lecciones tanto que al final a ser reina llegó (Según dice este cuento con sus moralizaciones). Bellas, ya lo sabéis: más que andar bien peinadas os vale, en el afán de ganar corazones que como virtudes os concedan las hadas bondad y gentileza, los más preciados dones. OTRA MORALEJA Sin duda es de gran conveniencia nacer con mucha inteligencia, coraje, alcurnia, buen sentido y otros talentos parecidos, Que el cielo da con indulgencia; pero con ellos nada ha de sacar en su avance por las rutas del destino quien, para hacerlos destacar, no tenga una madrina o un padrino.
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