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Cervantes y su Época - Literatura Española - Apuntes - UNED - Parte 1, Apuntes de Literatura Española

La vida de Cervantes en su contexto histórico.

Tipo: Apuntes

2011/2012

Subido el 05/06/2012

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¡Descarga Cervantes y su Época - Literatura Española - Apuntes - UNED - Parte 1 y más Apuntes en PDF de Literatura Española solo en Docsity! UNIDAD DIDÁCTICA | VIDA Y PERSONALIDAD DE CERVANTES. EL ESCRITOR Y SU TIEMPO TEMA 1 LA VIDA DE CERVANTES EN SU CONTEXTO HISTÓRICO. SU TALANTE PERSONAL. SU PEREGRINAJE VITAL: VALLADOLID, SEVILLA, MADRID; LEPANTO, ITALIA, ARGEL. Cervantes y su época Población y economía La población española tenía a finales del Siglo XVI nueve millones de habitantes. La ciudad más importante de la península será Sevilla. Se produce el crecimiento de las grandes ciudades de la meseta, aunque con menos fuerza y, por lo que se refiere a la corona de Aragón, la ciudad más importante será Valencia, seguida por Barcelona... En el Siglo XVII asistimos a una regresión demográfica debida a la expulsión de los moriscos, el continuo reclutamiento de hombres para las guerras y las malas cosechas, y las epidemias. Durante la primera mitad del Siglo XVI la demanda americana va a actuar como estímulo para la economía española pero los mecanismos de producción españoles no van a poder adaptarse a la demanda, y el resultado será una subida espectacular de los precios, que empezará en España y se extenderá por toda Europa occidental. El oro y la plata que llegaban a España servían para saldar deudas con banqueros europeos. Sevilla se convierte en el centro del comercio con América. A partir del Siglo XVIl se produce una crisis económica de grandes proporciones al confluir una serie de causas: malas cosechas, abandono de la agricultura en la meseta, decadencia de las ciudades comerciales e industriales, disminución enorme de la cantidad de oro y plata que vienen de América... La sociedad Entre la nobleza había personas de muy diferentes niveles económicos. Así el grupo más prestigioso y que ocupaba el nivel superior era la aristocracia que eran dueños de extensas tierras y recibían por ellas grandes rentas. Los aristócratas en estos siglos, irán abandonando su antigua función militar, y se instalarán en la corte, donde acapararán los principales cargos de la administración. En los escalones más bajos de la nobleza, se van a encontrar los hidalgos y los caballeros. Hay una preocupación enfermiza por la limpieza de sangre. El estamento eclesiástico también va a presentar diferencias y existirán desde grandes prelados hasta humildes párrocos de aldeas. Las duras condiciones de vida van a provocar una avalancha de aspirantes que querrán acceder a los privilegios de este estamento. La burguesía la formaban poderosas familias relacionadas con el comercio internacional y con la banca. Pero la desfavorable evolución de la economía va a afectar a sus negocios. La inmensa mayoría de la población (90%) era campesina. Este sector es el que más acusó la crisis económica de finales del Siglo XVI, pues desde entonces muchos pequeños propietarios de tierras se arruinarán y tendrán que vender sus tierras. También dentro de las clases populares había soldados, mendigos y pícaros, que van a sobrevivir con dificultad. Reforma y Contrarreforma La reforma viene a romper la unidad religiosa que presidió la Europa medieval. Alemania, Inglaterra, Países Bajos y Suiza se apartarán de la ortodoxia católica. El principal impulsor de esta reforma será Martín Lutero (1483-1546), que propondrá la Biblia como única fuente de la Fe y desconfiará El 15 de septiembre de 1569 se hizo público un mandamiento judicial, en nombre del rey, en el que se decía que Miguel de Cervantes había herido en la corte a Antonio de Sigura y por lo tanto era condenado a que le fuese cortado la mano derecha y desterrado durante 10 años de España. Cervantes narrará episodios inspirados en este lance de juventud como la historia de Timbrio en La Galatea y la del “bárbaro español” Antonio en el Persiles. El 22 de diciembre, Cervantes estaba en Roma, donde no podía ser ejecutada la sentencia dictada contra él. Pidió a su padre el certificado de hidalguía, que éste había pedido anteriormente en Madrid al Teniente de Corregidor de la Villa y Corte, que le libraaría, si volvía a España, de la pena que le amenazaban. Es probable que en Roma el escritor recibiera la protección de su pariente monseñor Gaspar de Cervantes y Gaete, quien tal vez lo presentó a monseñor Giulio Acquaviva, al que Cervantes sirvió como camarero por muy breve tiempo. En 1585, 16 años después, Cervantes dedicó al cardenal Ascanio Colonia su primer libro, La Galatea. Esto sitúa a nuestro escritor en uno de los más elevados y cultos ambientes de la Roma pontificia y en contacto con altas personalidades de las letras, la política y la Iglesia. Cervantes soldado Miguel de Cervantes abandonó el oficio de camarero de un gran señor en Roma y se dedicó a la profesión de soldado. Sabemos con certeza que fue arcabucero en la compañía del capitán don Diego de Urbina. Cervantes fue encuadrado en esta compañía en Nápoles. El 25 de agosto las naves llegaron a Mesina, de donde zarparon el 16 de septiembre, tras hacer aguada en Corfú y detenerse en una ensenada albanesa, la armada por el canal de Cefalonia, ganó el golfo de Lepanto, donde el 7 de octubre de 1571 obtuvo la gran victoria sobre los turcos. Disponemos de noticias muy precisas sobre la actitud y participación de Cervantes en esta batalla, que toda la vida recordará con orgullo como “la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros” (Quijote, !!, prólogo). Sabemos que Cervantes participó activamente en la batalla de Lepanto y en ella le quedó la mano izquierda inhábil a consecuencia de un arcabuzazo. Tenía entonces Cervantes 24 años, y había leído mucho. Los libros de caballerías y las novelas caballerescas habían sido sus lecturas predilectas Con frecuencia aparece en los libros de caballerías españoles un tema que refleja un ideal común: la defensa de Constantinopla contra los turcos y la derrota de éstos, hazaña llevada a cabo por el héroe y sus huestes. Los moralistas y los autores graves y los escritores erasmistas repetían desde principios del siglo XVI, que los libros de caballerías eran un depósito de mentiras y vanidades, y que las hazañas y hechos que narraban carecían de verosimilitud. El joven Cervantes creía poder comprobar en sí mismo que no era cierto. Él había luchado contra los turcos y había contribuido a derrotarlos en una batalla que podía compararse con las grandes empresas de los libros de caballerías, en los que, se sueña con la derrota de los turcos y la conquista de Constantinopla. Don Juan de Austria, nuevo Amadís, convence a los de su generación, entre ellos Cervantes, de que no es todo tan inverosímil ni fabuloso en los libros de caballerías. Tras la batalla de Lepanto Cervantes fue hospitalizado en Mesina hasta marzo de 1572. En abril se incorporó como “soldado aventajado” a la compañía de don Manuel Ponce de León en la que intervino en más andanzas militares. Éstas permitieron a Cervantes conocer más a fondo Italia, sobre todo Mesina, Palermo y Nápoles. Cervantes cautivo En septiembre de 1575 Cervantes y su hermano Rodrigo, también soldado, se embarcaron en Nápoles rumbo a España. Cervantes traía sus credenciales como soldado valiente que podía ayudarle a alcanzar un buen oficio en España. Pero su galera fue cautivada por los turcos frente a las costas de España el 26 de septiembre de 1575 y fueron hechos prisioneros. Llevados a Argel, Cervantes fue adjudicado como esclavo a Dali Mamí, corsario de origen griego. Cinco años estuvo Cervantes prisionero en Argel, fue una dura etapa de su vida, que conocemos con cierto detalle por algunos relatos de cierto autobiografismo que Cervantes insertó en La Galatea, el Quijote y en el Persiles, y en sus comedias El trato de Argel y Los baños de Argel, versiones literarias de su cautiverio que son una fiel captación del ambiente argelino y del espíritu de los españoles cautivos. Al hallar en poder de Cervantes las cartas de recomendación creyeron los turcos que nuestro escritor era persona importante y por lo que podían obtener un cuantioso rescate, y ello contribuyó a hacer su liberación más difícil. Cervantes se intentó fugar de Argel cuatro veces, pero todas sus tentativas fracasaron. Cervantes en su cautiverio seguía escribiendo. Y en este sentido hay que notar que se fecharía en 1577 la famosa epístola a “Mateo Vázquez”, secretario de Felipe ll, escrita en tercetos no exentos de personalidad y belleza, describe su intervención en Lepanto, su apresamiento y cautiverio. Los padres de Cervantes hacían cuanto podían para rescatar a sus dos hijos, lograron reunir algún dinero pero como era poco sólo pudieron rescatar a Rodrigo ya que Cervantes así lo quiso. Éste intentó escapar de nuevo, pero ninguna de sus fugas tuvo éxito. Incluso en los momentos más duros de su cautiverio Cervantes no dejó de escribir y cultivó sobre todo la poesía. Quedó libre el 19 de septiembre de 1580, gracias a la diligencia de fray Juan Gil que consiguió reunir 500 escudos para pagar su rescate. Cervantes en España. Su boda. “La Galatea” Treinta y tres años tenía Cervantes cuando tras once de ausencia y cinco de cautiverio, pisó España, en Denia, el 27 de octubre de 1580. Se trasladó a Madrid, donde el 18 de diciembre pidió información sobre su conducta en Argel. En Madrid se reunió con su familia que se encontraba en una triste situación económica. Miguel de Cervantes tenía que rehacer su vida y empezar de nuevo. No volvió a la milicia, tal vez el cautiverio le había hecho mudar de parecer, y su Cervantes, en estos años de comisiones, no dejaba de cultivar la poesía, más bien de forma ocasional y para encomiar libros de amigos. En su calidad de comisario Cervantes tuvo que viajar por parte de España y visitar las más alejadas aldeas y se puso en contacto íntimo y directo con el pueblo: con palurdos ignorantes, con ricachones avaros, con mujeres hacendosas y hembras de rompe y rasga, con curas de aldea, etc. Tuvo que hacer noche en ventas ruines e incómodas, en las que paraban toda suerte de caminantes, desde el noble señor y la dama principal, hasta el tramposo titiritero o el más vil castrador de puercos. Mundo variado y confuso que aparecerá maravillosamente retratado en el Quijote hasta en sus matices más sutiles y con sus notas más características. Con el pretexto de que, ejerciendo su comisaría, había vendido trescientas fanegas de trigo sin autorización, un corregidor de Écija encarceló a Cervantes en Castro del Río el 19 de septiembre de 1592. Cervantes apeló y fue liberado. En 1594 obtuvo la comisión de cobrar atrasos de alcabalas y otros impuestos en el reino de Granada, y depositó lo recaudado en una casa de banco de Sevilla. Pero el banquero quebró, y Cervantes, que se vio imposibilitado de hacer efectivas las sumas recogidas, fue internado en la cárcel de Sevilla, donde pasó unos tres meses en 1597. A ella se refiere Cervantes cuando dice que el Quijote fue engendrado en un cárcel. Allí debió de convivir con toda clase de maleantes y de gente fuera de ley, que retratará en el famoso patio de Monipodio del Rinconete y Cortadillo. En julio de 1596, con motivo del saqueo de Cádiz por los ingleses, Cervantes escribió un soneto mordaz y satírico “ Vimos en julio otra Semana Santa” con una actitud crítica y hasta cierto punto irónica ante las desgracias de la Monarquía, distinta de aquel patriotismo exuberante que hasta ahora han proclamado los versos de Cervantes. En el verano de 1600 Cervantes se documenta por última vez en Sevilla. Ha dejado de ejercer de comisario y decide abandonar la vida solitaria y reintegrarse a su hogar y su familia. Cervantes en Valladolid: La publicación del Quijote y el asunto Ezpeleta A partir de 1603 Cervantes reside de nuevo en Valladolid, donde se ha establecido la corte, lo que ha hecho populosa y movida la ciudad castellana. La primera parte del Quijote debería estar adelantada cuando Cervantes se instaló en Valladolid, y allí sin duda la acabó. El ambiente familiar en que se escribieron los postreros capítulos de la novela y se le dieron los últimos retoques es deprimente y hasta vergonzoso, y el hogar del escritor dista mucho de ser un modelo de honor y de dignidad. En el verano de 1604 Cervantes ya tenía acabado el Quijote, que no tardaría en publicarse. Fiel a la costumbre de la época, debió de buscar por Valladolid y por Madrid quien escribiera poesías en elogio de su libro para imprimirlas en sus primeras páginas. Por entonces Cervantes no era un escritor famoso en aquel ambiente de lleno de poetas celebérrimos. Lo que más debió sorprender fueron las singulares características de este libro, el Quijote no era un libro de versos, ni un poema heroico, ni una novela pastoril ni picaresca, géneros entonces en boga, sino una especie de remedo burlesco de los libros de caballerías que tantos detestaban y que tenía como tema las locuras de un demente. Cervantes no consiguió poesías laudatorias para su libro, y la noticia de esta inútil búsqueda llegó a Lope de Vega que comentó con malicia que nadie ha querido escribir poemas en elogio del raro y singular libro. Pero las palabras de Lope de Vega llegaron a oídos de Cervantes. Dolido e indignado, nuestro escritor se propuso responder a las ofensivas palabras, y escribió un notabilísimo prólogo a su novela, en el cual abundan las alusiones despectivas a Lope. Cervantes puso al frente se su Quijote poesías humorísticas escritas por él mismo y cómicamente atribuidas a personajes de libros de caballerías. La más antigua edición conocida de la primera parte del Quijote es la publicada por Juan de la Cuesta en Madrid, en 1605, que lleva privilegio real a favor de Cervantes, firmado el 26 de septiembre de 1604. Esta primera edición tuvo un rapidísimo e insólito éxito y consta que gran número de ejemplares se enviaron, por Sevilla, a América. Pocas semanas después se hizo una nueva edición de la obra, que también lleva fecha de 1605. En el mismo 1605 se publicaron dos ediciones furtivas del Quijote en Lisboa, y otras dos debidamente autorizadas en Valencia. Se trata de un gran éxito de público, Circulaba entonces de manos en mano un insultante soneto contra Lope de Vega “Hermano Lope, bórrame el sone-", tal vez escrito por Góngora, pero muchos, entre ellos Lope, creyeron que era obra de Cervantes. Lope, que se creyó insultado por Cervantes respondió con un soneto esencialmente despechado e insultante. Lope de Vega envió este soneto a Cervantes a Valladolid, y a ello hace referencia nuestro escritor, en la Adjunta al Parnaso. En junio de 1605 se celebraron en Valladolid Solemnes fiestas con motivo del nacimiento del príncipe don Felipe. Lo más popular de aquellos festejos fue la corrida de toros del día 10 de junio. En esta corrida de toros corrió los toros el caballero navarro don Gaspar de Ezpeleta, hombre de largo historial militar y aventurero, famoso por sus lances y vida disipada. Dos semanas después, a las once de la noche del 27 de junio de 1605, don Gaspar de Ezpeleta caía herido ante la puerta de la casa en que habitaba Cervantes. Este sanguinario suceso tenía explicación: don Gaspar de Ezpeleta era el amante de la esposa de un escribano real, cosa que era públicamente conocida. Aquella noche después de cenar con unos amigos, don Gaspar se despidió de ellos, y cuando pasaba solo por el Rastro de los Carneros, cerca de la casa de Cervantes, fue acuchillado por un desconocido que se dio a la fuga. Al oír los gritos del herido bajaron a la puerta de la vivienda Cervantes y sus vecinos y lo recogieron, lo llevaron a casa de los vecinos de Cervantes y lo confiaron a los cuidados de Magdalena, hermana de nuestro escritor. Llamada inmediatamente la justicia, se personó el alcalde, que nada en claro pudo sacar de las declaraciones del herido, aunque bien debió de imaginar quién era el impulsor del acto criminal. El 29 de julio murió don Gaspar de Ezpeleta. Ese mismo día el alcalde hizo encarcelar a varios miembros de la familia de Cervantes, incluido él. En las declaraciones del proceso que se abrió, sobre todo en la prestada por una chismosa vecina, el hogar de Cervantes aparece sórdido y equívoco. Los testigos declararon que en la vivienda de Cervantes recibían visitas de noche y de día de caballeros. El primero de julio Cervantes y su familia salieron de la Comedias y Entremeses En 1615 publicó Cervantes un tomo titulado Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados. El éxito del Quijote permitía a nuestro escritor dar al público estas obras dramáticas que había compuesto en diferentes épocas de su vida literaria. Las comedias son las siguientes: El gallardo español; La casa de los celos; Los baños de Argel; El rufián dichoso; La gran sultana doña Catalina de Oviedo; El laberinto de amor, La entretenida y Pedro de Urdemalas. Los entremeses son; El juez de los divorciados; El rufian viudo llamado Irampagos: La elección de los alcaldes de Daganzo; La guarda cuidadosa; El vizcaíno fingido; El retablo de las maravillas; La cueva de Salamanca y El viejo celoso. Muerte de Cervantes. El “Persiles y Sigismunda” En diciembre de 1615 se publicó la segunda parte del Quijote, dedicada al conde de Lemos. Aquel mismo año se imprimió una canción de Cervantes a los éxtasis de Teresa de Jesús, en una relación de la fiesta de su beatificación. El 19 de abril de 1616, gravemente enfermo, de diabetes o tal vez de cirrosis hepática, y ya extremaunciado, Miguel de Cervantes, que sabe que muy pronto volverá a España su protector el conde de Lemos, le dedica su novela Los. trabajos de Persiles y Sigismunda. Miguel de Cervantes murió el 22 de abril de 1616 en su casa de la calle del León de Madrid. Los Trabajos de Persiles y Sigismunda fueron publicados con privilegio a favor de la viuda de Cervantes, doña Catalina de Salazar, en 1617. BIBLIOGRAFÍA: Para leer a Cervantes, Martín de Riquer. TEMA 2 EL PENSAMIENTO DE CERVANTES. SENEQUISMO, ERASMISMO, RELIGIOSIDAD. Ofrece bastante dificultad reducir a cierto orden la actitud de Cervantes con respecto a la religión. Inquisidor para unos, liberal progresista para otros, pero fácilmente nos perdemos al tratar de dar una fórmula estricta. Cervantes no se propuso conscientemente exponer un sistema de ideas favorables o adversas a la teología católica; en los pensamientos revelados hay contradicciones, asimismo al expresar su pensamiento acerca de esos graves problemas, se deja guiar de esos graves problemas de fines de siglo, mezcla extraña de adhesión a la iglesia y de cristicismo nacionalista. Cervantes era un gran disimulador, que recubrió de ironía y habilidad opiniones e ideas contrarias a las usuales. Así, en el Viaje del Parnaso, encontramos la siguiente cita: “ Yo, socarrón; yo, poetón ya viejo”. Contrarreforma Hacia mediados del siglo XVI se inicia el gran repliegue defensivo de la iglesia católica. En España la reacción fue violenta, y la persecución del ideal erasmista, su más dramático episodio. En España no encontró Roma prácticamente el menor obstáculo, por ser escasos y débiles los núcleos de pensamiento antipopular. Durante la época erasmista pareció posible ir hacia un cristianismo romano, y al mismo tiempo de carácter crítico y, por tanto, antipopular. Pero esto fue una ilusión mantenida por Manrique y sus amigos, en una época que no estaban suficientemente claras las actitudes. Erasmo estaba sostenido por Roma, por el emperador y por la Inquisición. A finales del siglo XVI el catolicismo era antes materia de estado que de conciencia. Así como hoy un católico actúa a menudo en la vida social y procede en su conducta sin tener presente aquellas normas que confiesa en el terreno íntimo, de la misma forma algunos espíritus selectos durante la contrarreforma aspiraban a salvar la independencia del propio pensar como particulares. Sería un error suponer necesaria congruencia entre Cervantes que glosa una redondilla en alabanza de San Jacinto para las justas que en su honor celebran los padres predicadores de Zaragoza y el Cervantes que ejercita la crítica, la sátira o construye una moral, sin ánimo de que esto afecte a su catolicismo ni, sobre todo, trascienda al dominio de lo públicamente sermones, reliquias, santos, milagrería supersticiosa, ceremonias religiosas, conducta antievangélicas de frailes, ermitaños y eclesiásticos, todo ello da lugar a ataques más o menos penetrantes. En esta zona viva de la conducta del pensamiento cervantino no olvida tampoco su ley fundamental, que es la de la armonía y la “composibilidad”; y en virtud de tal principio, las realidades morales se nos muestran condicionadas y limitadas. Los estímulos morales, sancionados por la religión, hallan su límite en otros impulsos vitales basados en la naturaleza. Entre las virtudes cristianas, las que más destacan, las que sin duda pone Cervantes en primer plano, por entender que son la base de la armonía de amor predicada en el Evangelio, son la humildad y la caridad. La ideología renacentista está obsesionada por el retorno a los orígenes de las formas de cultura, de la moral, de la justicia, de la religión. En el terreno religioso, cristiano, el problema consistía en volver a las Escrituras, al Evangelio, a la soñada pureza de los primeros tiempos, al texto hebreo mejor que al latino. Erasmo es el máximo representante de esa inquietud; por eso repugnará las soluciones dogmáticas, tanto las de los teólogos católicos como las de los protestantes. Y ha dejado a lo largo del siglo, a la vez que mística emoción, una estela de cristicismo y de insatisfecha inquietud; de exigencia racional y de espíritu de protesta. Sin Erasmo, Cervantes no habría sido como fue. BIBLIOGRAFÍA: El pensamiento de Cervantes, Americo Castro. TEMAS EL ESCRITOR. IDEAL DEL CABALLERO, EL SOLDADO Y EL ARTISTA. LAS ARMAS Y LAS LETRAS. Cervantes y los libros de caballerías Con pie en los hidalgos españoles de su tiempo, el genio de Cervantes prototipiza en Don Quijote la figura ideal del caballero hispánico. Su generosidad, su cortesía, su seriedad y buena fe, su religiosidad interior y respetuosa, le configuran como un señor caballero. Cervantes realmente parece detestar los libros de caballería, tan de moda en la época, y por ello, para combatir la figura del héroe, tan ideal, que estos muestran, nos presenta al antihéroe, y utilizando como arma la parodia, libra un combate del que sale victorioso. Deshacer la autoridad de los libros de caballería. Este es el principal propósito de Cervantes al escribir el prólogo y el Quijote mismo. El autor repite mil veces que es un libro que se propone hacer una parodia de las novelas caballerescas. Desde el prólogo hasta la última frase, Cervantes insiste en su intención paródica; parece evidente que se propuso crear una obra de humor a costa de burlarse de los libros de caballerías. La obra cervantina está llena de alusiones y remedos de situaciones propias de ese tipo de libros. Hauser relaciona esta ridiculización con la biografía de Cervantes y con el fracaso español frente a las naciones burguesas, Holanda e Inglaterra. Juan Valera cree que Cervantes erró en la realización de su propósito de ridiculizar Cervantes había experimentado en su propia vida esas dos sendas mayores que la época ofrecía y que él valoraba a su modo. La guerra era el sueño heroico. Cervantes tenía un dualismo esencial: fantasía épico heroica, razón, crítica reflexiva. En un momento de su discurso, Don Quijote exclama: * Pero dejemos esto aparte, que es laberinto de muy dificultosa salida”. Del mismo modo sería también para nosotros laberinto dificultoso tratar de razonar la preferencia de Cervantes por una u otra de esas formas de actividad humana. El vértice de su alma, en el que se cortan ambos planos (fantasía heroica y esfuerzo racional), pertenece a uno y otro. Y así vive en él este tema, de índole primariamente formal, pero molde para las preocupaciones sociológicas del Renacimiento. A veces nos parece percibir en aquel debate, a través del simétrico paralelismo de sus razones, un eco lejano de las polémicas entre el clérigo y el caballero o el alma y el cuerpo. BIBLIOGRAFÍA: Manual de literatura española, Felipe Pedraza y El pensamiento de Cervantes, Américo Castro. TEMA 4 LA CULTURA DEL ESCRITOR. FUENTES ERUDITAS, LITERARÍA Y ARTÍSTICAS. La cultura literaria de Cervantes, tema que fue tratado por Marcelino Menéndez Pelayo en una conferencia magistral de 1905, y posteriormente por Américo Castro, Marcel Bataillon, Armando Cotarelo, Arturo Marasso, Agustín G. de Amezúa y Mayo, Edward C. Riley, Alban Forcione, Francisco Márquez Villanueva, Maxime Chevalier y, de un modo u otro, por cuantos han investigado las deudas de Cervantes con el pensamiento «ilustrado» del siglo XVI, condenado a la clandestinidad por la ortodoxia predominante. A pesar de no haber cursado estudios universitarios, circunstancia que explica el habérsele puesto en vida la etiqueta de ingenio lego (es decir, persona sin conocimiento de las lenguas y disciplinas doctas), Cervantes fue alumno destacado del Estudio de la Villa de Madrid, regentado por el maestro López de Hoyos, quien, en un libro compuesto para conmemorar la muerte y exequias de la tercera esposa de Felipe 11, le califica de «nuestro caro y amado discípulo». Desconocemos el programa de estudios preuniversitarios que se impartían en esa institución o en otras escuelas a las que Cervantes asistiera antes. Pero cabría suponer que no difería mucho de la ratio studiorum de los jesuitas, cuya escuela sevillana es calurosamente elogiada en el Coloquio de los perros. El programa incluía el estudio intensivo de la gramática latina, prolongado durante años, junto al examen de autores y textos: las cartas de Cicerón, las comedias de Terencio, las églogas de Virgilio, las Epistolae ex Ponto y los Tristia de Ovidio, fragmentos de Séneca y de Salustio. El último año se dedicaba a la enseñanza de la composición latina, la poética y la retórica, basada en el De copia y De conscribendis epistolis de Erasmo, el Ars poetica de Horacio, las oraciones y las Tusculanae disputationes de Cicerón, la Retorica ad Herennium y partes de la Institutio oratoria de Quintiliano. El aprendizaje de Cervantes en las lenguas clásicas no sería desaprovechado posteriormente: se manifiesta en el sesgo académico de su teoría literaria y en su gusto por el estilo característico de los prosistas más destacados de la segunda mitad del siglo XVI, con la tendencia a reproducir la ampulosidad, sonoridad y simetría de la oratoria ciceroniana. Tal estilo es típico sobre todo de La Galatea y de la Primera parte del Quijote (discurso de las armas y las letras, de la Edad de Oro, etc.). Aunque tanto Menéndez Pelayo como Marasso adjudican a Cervantes un dominio razonable del latín, hay que añadir que también estaría familiarizado con las traducciones de los textos antiguos que más directamente influyeron sobre su obra: la Eneida, recordada con frecuencia en el Quijote y traducida por Hernández de Velasco; la Odisea y la Historia etiópica de Heliodoro, modelos del Persiles, en las traducciones, respectivamente, de Gonzalo Pérez y Fernando de Mena; las sátiras de Luciano (de las que existían numerosas versiones latinas), el Asno de oro de Apuleyo (fue muy leída la traducción de Diego López de Cortegana) y las fábulas de Esopo (cuya primera edición vernácula data de 1488), que han dejado su huella en el Coloquio de los perros. Cervantes y la crítica La poca o ninguna originalidad de quienes se han ocupado en la obra de Cervantes, proviene, en gran parte, al decir de Américo Castro, de una sensible falta de meditación y reflexión. Generalmente se estudia o comenta la obra cervantina de acuerdo con tópicos por completo desprovistos de los fundamentos de una crítica científica y severa. Cuantas veces Menéndez Pelayo se ocupó de Cervantes —lo hizo en contadas y ocasionales circunstancias—, se limitó a repetir los juicios emitidos por la crítica europea del siglo XIX. Otro tanto puede decirse de nuestro compatriota el señor Caro, cuyo estudio sobre el Quijote ha sido objeto de frecuentes encarecimientos, pero de ningún análisis que valga la pena de ser tenido en cuenta. En ambos privó el juicio tradicional sobre lo reflexiblemente científico. Sólo Canalejas, en el siglo pasado, se apartó un tanto de los cánones de la crítica ortodoxa, y con un criterio esotérico pidió que se acometiera el estudio del ambiente filosófico de la época en que vivió Cervantes y de los problemas vitales implícitos en su obra. Fernández Navarrete fue quien revivió las palabras de don Tomás Tamayo de Vargas, tomadas de un manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid, intitulado Junta de libros, la mayor que España ha visto en su lengua, hasta 1624. Según el dicho de Tamayo, fue «Miguel de Cervantes Saavedra, ingenio, aunque lego, el más festivo de España». Menéndez Pelayo, Francisco de Icaza y Américo Castro interpretan la expresión «ingenio lego» en el sentido de no haber recibido Cervantes título universitario alguno. Hatzfeld, al contrario, continúa en la creencia de que la idea de lego supone una persona sin cultivo intelectual. La primera de las descalificaciones, no respetar las llamadas unidades, es explicada por el cura con referencias concretas. También critica Cervantes que se falte al decoro, es decir, que no se respete la condición social, física y moral del personaje tratado. Por boca del cura censura Cervantes a los daramaturgos que, sin respetar la verdad histórica, incurren en patentes anacronismos. También aconseja el clérigo quijotesco que se elijan para representar únicamente las buenas comedias, calificando así a las que se ciñen a las normas de la preceptiva literaria clásica. Acierta de pleno Cervantes al calificar la comedia de mercadería vendible, de objeto de consumo, cualidad que había adquirido el texto teatral gracias a la sencilla fórmula dramática de Lope basada en la intensificación sistemática de la trama amorosa. Efectivamente la comedia nueva se centraba en una historia amorosa cuya dosificación se acoplaba, en cada caso, a la acción y al argumento, cualquiera que fuera el tema, basándose siempre en unos personajes clave: dama-galán y sus contrapuestos crida- gracioso. Planteada la fábula, se desarrolla el asunto con estas figuras de carácter opuesto y complementario a la vez, contrastando lo cómico y lo serio en duplicidad de planos escénicos reflejo de la realidad contemporánea sin llegar a crear, en general, grandes personajes símbolo sino personajes tipo muy reiterdos: toda clase de sujetos mitológicos, históricos, religiosos, coetáneos... son tratados de igual manera en dos acciones, una principal y otra paralela secundaria, que permitían incorporar al teatro numerosísimos temas con la particularidad de que suelen acabar en dobles bodas. Además, Cervantes, formado en los postulados del humanismo, cree que, por su trascendencia, todo arte, y más el teatro, debe ser moral con todas sus connotaciones y por eso censura que se haya convertido en imágenes de lascivia, posible alusión a los entremeses y, especialmente, a los bailes y zarabandas que se incluían en la representación. También pensaba Cervantes que el teatro era exponente de la cultura y civilización de un país y de aquí que tenga en cuenta la opinión de los extranjeros sobre las comedias. Por boca del cura, todavía desconcierta más Cervantes cuando propone que un censor prohíba aquellas obras que no se ajustan a la preceptiva. Cervantes y Lope, dos talantes diferentes y dos obras paralelas. La incansable experimentación, tendencia evidente en todas las obras de Cervantes, tienen en su teatro un poderoso estimulo particular en la rivalidad con Lope. Viéndose abandonado por el público teatral, Cervantes culpaba a la ignorancia y volubilidad de éste, al "necio vulgo", y, claro está, a los que lo embrutecían con esa diversión fácil, sensacionalista y disparatada. La realidad era que con el triunfo de Lope, Cervantes ya no tenía posibilidad alguna de sujetar sus comedias al juicio del vulgo. Pese a sus proclamaciones de imperturbabilidad y distanciamiento intelectual, a Cervantes le dolía, en lo hondo de su corazón, que el "desvanecido vulgo" no gustase de sus comedias y a esto no pudo resignarse por mucho tiempo. Para que sus comedias gustaran al público tenía que reorientarse, efectuar modificaciones de acuerdo con las comedias al uso, establecidas por Lope. Lo que al fin hizo que se sirviese de elementos dramáticos lopescos fue su firme determinación de que en sus propias obras saldrían mejorados. La influencia de Lope en las comedias cervantinas es, pues, incuestionable, pero su sentido es a veces muy diferente del que se piensa. Hasta esos cambios que supuestamente demuestran de manera irrebatible la incondicional sumisión del drama "clásico" cervantino a la fórmula lopesca encubren un proceso de transformación muy complejo. Las innovaciones lopescas que Cervantes efectuó en su teatro no afectaban su visión fundamental del arte y de la vida, porque siempre era reacia a lo que con ella no se armonizaba. Cervantes no pudo menos que reconocer los grandes méridtos del teatro de Lope, pero este representaba un modo de vida y de arte por completo antitético al suyo propio: "La enemistad entre ambos que surgió episódicamente, anecdóticamente, fue uno de tantos síntomas de aquellas dos almas que nacieron y latieron diametralmente opuestas y que no se comprendieron mutuamente ni se hubieran comprendido jamás”, dice Entrambasaguas. Ni en la vida ni en el arte, habría que añadir. Como resultado de esta oposición frontal, las relaciones entre Cervantes y Lope de Vega siempre fueron tensas. Reviste un interés muy particular para dar luz sobre este tema el capítulo XLVIII de la primera parte del Ouijote. Enla conversación que tiene lugar entre el cura y el canónigo, ya aludida, se comentan largamente los defectos de la nueva fórmula teatral. Se critica la escasa verosimilitud de los lances y caracteres, la acumulación de sucesos y el cambio súbito de escenario. Por su parte, Lope respondió con desprecio y agresividad a la actitud de Cervantes; en Los esclavos de Argel introduce un personaje de conducta turbia y poco heroica que se llama Saavedra. El Quijote apócrifo se viene considerando como una réplica salida del circulo de Lope. Pero a la postre a Cervantes no le quedó más remedio que pasar por el aro y acatar la nueva dramaturgia. No obstante, a pesar de sus esfuerzos de adaptación, no puede competir con la genialidad del Fénix y con el entusiasmo que despierta en el público la recién nacida comedia española. 2) Concepto y originalidad del teatro de Cervantes. Clasificación de sus obras dramáticas. Caracteres, variedad y estructura de su teatro. Valoración Contrastan la asiduidad y entrega con la que Cervantes se consagró al arte escénico y el escaso éxito que en él obtuvo. Esta sensación de fracaso aflora repetidamente en sus obras. Cervantes, a pesar de la escasa acogida que tuvo su teatro, no estaba descontento con él. Ala hora de valorar el teatro cervantino, no podemos ser demasiado entusiastas. La ironía y el juego de perspectivas que enriquecen sus novelas no cabían en las formulaciones del teatro contemporáneo. De ahí que tengamos en una misma persona acompañamiento de versos de tipo largo -suelto, tercertos, octavas-, en La Numancia dominan éstas últimas, hasta ocupar las tres cuaras partes de la obra. En las Ocho comedias se utiliza, en cambio, el romance, aunque en variable proporción, nunca muy crecida Caracteres, variedad y estructura de su teatro La impresión general que se desprende del teatro de Cervantes es la de una extraordinaria diversidad tras la cual se afirma, a pesar de todo, una profunda unidad. La riqueza de los diferentes elementos - autobiográficos, históricos, literarios, folklóricos- aprovechados por este teatro queda plasmada en una ficción cuya verdad resulta irreductible a la de sus referencias. La multiplicidad de las formas que vienen a configurar esta ficción revela, más allá de los avatares de una técnica y un lenguaje, la elaboración progresiva de una dramaturgia experimental. Su significado abarca una pluralidad de sentidos que se complementan. Tales características, vistas en conjunto, aclaran la importancia histórica de esta producción. La preocupación, nunca extinguida, de Cervantes por el teatro y su íntimo convencimiento de haber fracasado en él se convierten en tema casi obsesivo, que aparece una y otra vez en la mayoría de sus obras. Del conjunto de las ideas expuestas por Cervantes en todos estos pasajes, los comentaristas cervantinos extraen dos conclusiones básicas: primera, la escasa consistencia o densidad del pensamiento teórico de Cervantes, pensamiento dictado más por su resentimiento de autor fracasado contra su triunfador rival, Lope de Vega, que por un coherente sistema de principios; segunda, la falta de adecuación entre sus palabras y sus obras, puesto que en sus propias comedias se sirve muchas veces de los mismos recursos que censuraba en los demás. Cierto que Cervantes no era, a pesar de todo, un escrito teatral de "argumentos": no le importaba apenas la trama, es decir, el hilo anecdótico que es lo que suele encadenar el interés del público gregario, principal devorador del entretenimiento escénico. Sus obras lo son esencialmente de caracteres, de vida directamente observada, de pasiones con calor de verdad. Cierto, también, que Cervantes se había educado en los principios de la comedia y la tragedia clásica y en el respeto a las famosas unidades que muchos acataban como dogmas. Pero se exagera cuando se supone a Cervantes beatamente preocupado por la letra de estos principios, que él nunca invoca pidiendo que se respeten de este modo. A Cervantes, el más humano de nuestros escritores, le interesaba por encima de todo la "verosimilitud esencial” de los hechos que se llevaban a escena. Ni siquiera le escandlizaban las inverosimilitudes de detalle, incluso con novelerías "a la italiana”, y tampoco los cambios de lugar o los saltos de tiempo. Tan sólo creía, simplemente, que ciertas trabas escénicas eran indispensables para contener las tentaciones de la facilidad y atar la fantasia del escritor a la vida real que debía ser reflejada. Adviértase además que las obras de Lope que provocaron las despectivas palabras de Cervantes en el Ouijote eran las de la época primera, cuando la mayoría de la comedias del Fénix se desbocaban en un torbellino de sucesos, reñidos muchas veces con una minima exigencia de verdad. Cervantes, hombre de teatro al fin, aceptó la incontrastable realidad, que no era problema de unidades y demás normas, sino de divertir o de aburrir al espectador. Esto puede explicar muchos rasgos de sus comedias de la "segunda época”, cuando da entrada en ellas al influjo del teatro de Lope. La concesión a las exigencias del espectador es harto transparente. Había otro problema. El teatro clásico, por ceñirse a las unidades, había tenido que concentrarse en dos o tres momentos culminantes y referir o aludir a todo lo que no podía llevarse a escena. Pero después que el espectador vio producirse ante sus ojos los hechos que antes le habían sido simplemente narrados, no podía privarse ya de aquella emoción del hecho directamente presenciado. Para seguir la peripecia dramática en toda su viveza había que mudar forzosamente de lugar. Cervantes, que había querido que las comedias fuesen "espejo de la vida humana, ejemplo de costumbres e imagen de la verdad", admitía el hecho de que el teatro no era exactamente la verdad, sino "teatro", es decir, algo con leyes y exigencias propias que tomaba pie en la realidad, mas para manipularla libremente y dar de ella sólo fogonazos aislados que encendían y mantenían el interés del espectador. Asi se explica que Cervantes en el teatro de su segunda época, a la zaga de la fórmula de Lope, tan contraria a su peculiar mentalidad, cargada de un exceso de ironía y de crítica, se sirviera de complicaciones y enredos para hacer más entretenida y atrayente la gravedad de fondo de su obra; combinación en que muy fácilmente le fallaba la medida, porque escribía así con intima repugnancia: por lo que hería su más entrañable concepto del teatro, y porque carecía de la genial despreocupación de Lope para saltarse, sin ningún género de escúpulos, todos los obstáculos que dificultasen el logro del teatro puro, es decir, de la acción en toda su libertad. Estas que hemos admitido como "claudicaciones” de Cervantes deben también ser aceptadas con la debida matización. Toda la obra de Cervantes es un portentoso derroche imaginativo, tan grande como su misma entrega a la realidad. No le asustaban las inverosimilitudes por sí mismas, pues sembró numerosas por todos sus escritos; al usarlas, no se atenía a su magnitud absoluta, sino a las proporciones con el retablo en que iban a encajar. Lo que le hería en los "disparates” de la comedia de su tiempo era un problema de proporción y de medida, de simple "gusto" si se quiere, que no dependía de rigurosas preceptivas ni de exactas fórmulas, sino de problemáticos criterios de sensibilidad personal. Esto, sin duda, debe llamarse clasicisomo; pero es un clasicismo no de letra, sino de espíritu; y así era el de Cervantes. La obsesión por Lope torció probablemente la vocación dramática de Cervantes y frustró la posibilidad de que nos diera una obra de teatro lograda, dentro de moldes racionales, antivulgares, trascendentalmente irónicos. Y, sin embargo, no se piense que su teatro, tomado en conjunto, sea un episodio perdido en la historia de nuestras letras. Aparte sus numerosos aciertos y logros de detalle, la dramática de Cervantes representa un eslabón irrenunciable en la evolución del teatro de su tiempo, etapa de transición, de inevitables tanteos, desconciertos y rectificaciones. El interés por las comedias cervantinas no consiste en que sean del autor del Ouijote, sino en representar un progreso respecto del teatro anterior a él. Cervantes se inspira en fuentes históricas, sobre todo en la Primera Crónica General, que desarrolla el episodio. Naturalmente, se reserva el derecho a introducir todas aquellas modificaciones qe siempre son lícitas al creador. Las comedias de la segunda época. Rasgos generales y clasificación En la Ocho comedias publicadas en 1615, Cervantes va acatando más o menos las leyes de la estética lopesca, aunque siguen presentes en ellas temas, técnicas y motivos que le son muy característicos. Cultiva, por ejemplo, la comedia de cautivos, que no se presenta con tanta frecuencia en las obras del ciclo de Lope. Las Ocho comedias pueden clasificarse fácilmente atendiendo a su contenido. Tres son de cautivos: El gallardo español, Los baños de Argel y La gran sultana, con notas procedentes de la experiencia de Cervantes como cautivo; dos, caballerescas o novelescas: La casa de los celos y selvas de Ardenia y El laberinto de amor (inspiradas en los Orlandos de Boiardo y de Ariosto); una, de capa y espada: La entretenida, una de santos: El rufián dichoso; y una, picaresca: Pedro de Urdemalas. Los baños de Argel Es, con mucho, la mejor de las comedias moriscas de la segunda época. Supone un notable avance técnico respecto a El trato de Argel, a pesar de que ésta nos habla de un pasado inmediato y Los baños es una recreación de los hechos cuando ya ha transcurrido mucho tiempo, logra imprimirle una mayor autenticidad y patetismo. La trama se centra también en la problemática del cautiverio, pero la realización es muy superior a todas las demás versiones, incluida la Novela del cautivo del Quijote, con la que guarda evidentes paralelismos. Cervantes ha aprendido de Lope. La diversidad de motivos se unifican más en torno a la vida del cautiverio. La complejidad dramática es mayor que en El trato de Argel. Se repite una situación idéntica: los cristianos Fernando y Constanza, cautivos de los turcos, pasan al servicio personal de dos grandes señores: el capitán Caurali y su esposa Halima, respectivamente. Cada uno de ellos, enamorado del cristiano o cristiana, según el caso, utiliza a su siervo de tercero para conseguir su amor. Se produce, pues, una situación embarazosa que los enamorados aprovechan en beneficio propio, aunque los atormentan los celos. Hay otra pareja de amantes, don Lope y Zahara, mora que luego se hace cristiana y adopta el nombre de María. Ella se las ingenia para enviar a su enamorado misivas y dinero por medio de una caña, mientras él está en la cárcel. Las peripecias de esta pareja recuerdan en grado sumo a la historia del cautivo, el tipo sicológico del personae novelesco coincide totalmente con el de don Lope. De nuevo encontramos un gracioso interesante, el Sacristán. Por otra parte, hay algunas cancioncillas deliciosas, aunque el verso de Cervantes no logra ni la plasticidad ni la flexibilidad que el de Lope. Hay algunas escenas trágicas, cuyo patetismo pudiera recordar el de la Numancia. El rufián dichoso Es una comedia de santos, la única que escribió Cervantes y aun la única pieza de tema religioso, si exceptuamos el auto sacramental La soberana Virgen de Guadalupe, cuya atribución es más que dudosa. Su protagonista, Cristóbal de Lugo, pasa de ser un rufián pendenciero en Sevilla a convertirse en un santo dominico en tierra mejicanas. El primer acto de la obra cervantina, el mejor, con mucho, de los tres, nos retrata de forma ágil y amena el hampa sevillana. Nos sumergimos aquí en un ambiente que puramente picaresco que no tiene nada que envidiar a Rinconete y Cortadillo. La variedad de tipos que desfilan por él nos trae a la memoria los mejores entremeses de Cervantes. El primer acto se cierra con un largo monólogo en el que se produce la conversión de Cristóbal. No convence la motivación sicológica de esta escena. Aunque en sus tiempos dorados el protagonista ya demostraba tener buenas inclinaciones (daba limosna, rezaba a menudo...), el cambio es demasiado brusco y pudiera parecer gratuito. Los dos actos que siguen se desarrollarán en Méjico. Cervantes justifica el cambio de lugar mediante un diálogo entre la Comedia y la Curiosidad, en que explica su aceptación de las nuevas normas impuestas por Lope. Una vez en Méjico, asistimos a los milagros y visiones de Fray Cristóbal de la Cruz. El autor se encarga de señalarnos en las acotaciones la verdad de estos hechos. La acción del acto segundo tiene su punto culminante en el milagro que hace el santo para salvar el alma de doña Ana de Treviño. Promete al cielo cargar con los pecados de ella a cambio de que Dios conceda a la pecadora la voluntad necesaria para la confesión. La divinidad acepta el ofrecimiento y, al morir doña Ana, el cuerdo de Cristóbal se cubre de lepra. Así termina el acto segundo. En el tercero, vemos al héroe llagado y sobrellevando resignadamente su destino. Los demonios intentan perderle, pero son derrotados. Es nombrado prior y más tarde provincial de su orden. Finalmente muere en olor de santidad y milagrosamente desaparece la lepra de su cuerpo. Una interesante contrafigura del santo es Lagartija, más tarde fray Antonio, especie de gracioso antiidealista que, aun cuando lleva los hábitos, sigue sin olvidar sus años de rufián y comportándose de una manera tan simpática como poco ejemplar. Pedro de Urdemalas Es la comedia más sugestiva y animada de Cervantes. La trama tiene cierto parecido con la de La gitanilla. Pedro de Urdemalas, un personaje con evidentes raices folclóricas, que aparece en otras obras de Andrés Laguna, Lope de Vega, Tirso de Molina y Quevedo, entre otros, se va a vivir, tras pasar por otros oficios, con una tropa de gitanos, movido por su amor a Belica. La comedia recoge, de acuerdo con el ambiente, tradiciones populares, supersticiones, bailes y cantos gitanos...
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