¡Descarga Cervantes y su Época - Literatura Española - Apuntes - UNED - Parte 2 y más Apuntes en PDF de Literatura Española solo en Docsity! aldeanos. Chanfalla y Chirinos los abandonan a su suerte y se van a otro pueblo,
seguros de que se repetirá la misma experiencia.
Además de lo divertido que es el tema, se refuerza la vis cómica de la pieza con la
caracterización de los pueblerinos, que es bastante grotesca. Los mismos nombres que
se les dan ya son elocuentes de por si: Juan Castrado y Juana Castrada -el regidor y la
regidora-, Benito Repollo y Teresa Repolla -alcalde y alcaldesa-. La jerga con que los
adorna, el estilo palurdo, es otro de los alicientes. No falta el listo de turno, el escribano
Pedro Capacho, que siempre pretende enmendar los yerros del lenguaje de los demás.
La obra en su conjunto es una pequeña obra maestra.
La cueva de Salamanca
Cuenta la historia bocciaccesca de un conato de adulterio, frustrado por la imprevista
vuelta de la víctima. Leonarda y Cristina, señora y criada, acogen al sacristán y al
barbero en ausencia del marido de la primera; antes de que Pancracio se fuera, Leonarda
ha sabido fingir taimadamente el dolor por su marcha. Un estudiante, Carrolano, que ha
llegado pidiendo alojamiento, sacará a todos del apuro al llegar el dueño de la casa,
conjurando a los dos amantes como si fueran diablos en hábito humano. La cueva de
Salamanca no es otra que la universidad, donde Carraolano ha aprendido sus fingidas
artes mágicas.
Asensio ha subrayado su semejanza con El escolar andariego y el conjuro del diablo,
farsa carnavalesca compuesta en 1551 por el alemán Hans Sachs. El argumento es el
mismo. Cervantes pudiera haber recibido el influjo por vía oral. En cualquier caso,
consigue adaptar la materia folclórica a los cánones del entremés y acercarla a los
gustos del público de la época. El autor ha suprimido, quizá por motivos de decoro, la
brutal humillación que sufre en la historia de Sachs el cura, a quien el estudiante, so
capa de conjuro, obliga a ponerse en ridículo.
El diálogo es muy animado y los tipos están muy bien trazados. Destaca el estudiante,
hábil en astucias, que es un personaje sumamente teatral. El barbero y el sacristán
también incorporan a las mil maravillas el improvisado papel de diablos. Termina
regocijadamente la pieza con el baile que es de rigor. El tema fue imitado en La cueva
de Salamanca de Quiñones de Benavente y en El dragoncillo de Calderón.
El viejo celoso
Es una dramatización del tema de la novela El celoso extremeño, cuyas fuentes hay que
buscarlas en algunos fabliaux franceses, en el Disciplina clericalis, de Pedro Alfonso,
en el Decamerón y en alguna de las Cento novelle scelte de Sansovino. Posiblemente es
un motivo de la tradición oral. Se puede relacionar también con otras piezas
contemporáneas: El padre engañado, incluido en la Primera parte de Comedias de
Lope de Vega y el entremés de La endemoniada.
El viejo Cañizares -en la novela se llamaba Carrizales- está enamorado de su joven
esposa Lorenza hasta extremos grotescos. Incluso llega a suprimir las figuras
masculinas de los tapices. Una vecina entrometida, Hortigosa, hace valer los favores de
un protegido suyo y logra una entrevista entre él y Lorenza. El adulterio parece
cometerse en las mismas barbas del marido. La joven entra en la habitación donde está
su amante y cierra de golpe. Desde allí les cuenta lo bien que lo está pasando a su
sobrina Cristinica, cómplice y participe de la empresa, y a Cañizares, que lo toma por
una burla. La trama está trazada con simplicidad extrema.
En el entremés el dolor del viejo celoso está visto de forma grotesca y burlona, al estilo
de Boccaccio; en cambio, en la novela vemos un tratamiento más serio de la situación
del hombre engañado. Hay aquí una crítica esperpéntica contra los matrimonios
desiguales y contra la hipocresía de la sociedad.
El asunto del viejo casado con una moza pertenece al acervo tradicional. Cervantes
renueva ese material y le da vida propia. No hay aquí comprensión para el marido
engañado, como en la novela; su conflicto se presenta de un modo grotesco sin
adentrarse en el análisis de sus sentimientos. Frente a la gradación sicológica de El
celoso extremeño, en el entremés todo se precipita hacia el final jocoso. Entre ambas
elogios de personalidades diversas: 4 Lope de Vega, en su "Dragontea", A la muerte de
Fernando de Herrera, En alabanza del marqués de Santa Cruz...
La vena heroica produjo Dos canciones a la Armada Invencible, que nos ofrecen una
visión interesante de lo que supuso la derrota en aquel momento. La primera refleja las
esperanzas puestas en la expedición; la segunda, el desencanto ante el fracaso.
Predomina en ellas el tono retórico y altisonante.
Lo mejor, sin duda, de todo el conjunto son cuatro sonetos satíricos: 41 túmulo de Felipe
11, obra de la que siempre estuvo muy orgulloso y de cuya composición se vanagloria en
el Viaje al Parnaso, es un ejemplo consumado de soneto con estrambote; el final
descendente es de lo más redondo. Los otros tres son: 4 la entrada del duque de Medina
en Cádiz, A un valentón metido a pordiosero y A un ermitazo. Hay que dar la razón a
Gerardo Diego cuando lo califica de humorista genial. Independientemente del
contenido, lo cierto es que en este tono burlón Cervantes encuentra sus momentos más
afortunados.
Citemos, por último, la Canción de Grisóstomo, incluida en el Quijote, que demuestra
como en aún en sus últimos años sigue cultivando la poesía italianista. No obstante,
como apunta Blecua, es posible que la hubiera compuesto con anterioridad.
Canto de Calíope
Escrito en octavas reales, se incluye en el libro VI de La Galatea. Es, según Valbuena,
"la reunión de poetas de la época, elogiados monótonamente”. Sólo alude a poetas
contemporáneos y lo hace de forma indiscriminada, pues junto a grandes genios figuran
otros de segunda y aun de cuarta fila. A unos y otros dirige alabanzas, puestas en boca
de la novena musa, casi siempre exageradas y escasamente críticas. Los vates aparecen
distribuidos entre los diversos rios españoles. Aunque algunas opiniones puedan resultar
interesantes, se pierden en el conjunto. Destaquemos el bellísimo elogio a fray Luis de
León que se aleja del tono frio e insulso de otros versos.
Esta composición de inspira en el Canto de Turia de Gaspar Gil Polo, que aparece
también inserto en su Diana enamorada; en él se hacía un elogio de los poetas
valencianos. No es ciertamente uno de los momentos más afortunados de la inspiración
cervantina.
Epístola a Mateo Vázquez
Un interés muy superior presenta esta Epístola dirigida a Mateo Vázquez, secretario de
Felipe II, en la que pide al rey se decida a atacar a los berberiscos y a libertar a los
cristianos que, como él en el momento de escribir estos tercertos, estaban presos. El
interés, más que en lo literario, reside en lo biográfico y emocionado.
La autenticidad de esta epístola en tercetos ha sido puesta en tela de juicio por Arturo
Marasso. Fue descubierta en 1863 cuando el académico Tomás Muñoz y Romero
investigaba en el archivo del duque de Altamira. La carta se compone de 244 versos.
Los 59 primeros tercetos son inéditos, pero los 67 restantes y el cuarteto final están
tomados de la pieza dramática El trato de Argel. Todo parece indicar que es una
falsificacióin hecha en el siglo XIX tomando la mayor parte de los versos del propio
Cervantes. Resulta sospechoso que hasta hoy nadie haya visto el manuscrito.
Marasso se dedica a analizar algunos de los errores cometidos por el presunto imitador
de Cervantes. Hay que tener en cuenta que, aunque la mayoría de los versos son
auténticos, otos parecen falsificados. Se conocian muchos documentos sobre la vida de
Cervantes que permitían reconstruir los hechos y no es imposible que alguien lo hiciera.
Ala luz de estos datos cambiaria la perspectiva de la obra pues, aunque muchos de los
versos son auténticos y recogen el sentimiento íntimo del autor, su composición no sería
simultánea a los hechos descritos, sino posterior, lo que le restaría algo de los valores
emotivos que se le vienen reconociendo. Hay que contar, además, con los versos
espúreos.
Viaje del Parnaso
Es su obra más ambiciosa y extensa; consta de casi 3.000 versos. Se publica en Madrid
en 1614; es, por tanto, uno de los últimos libros del autor. Su contenido es similar al del
Canto de Caliope; se dedica a elogiar a los poetas contemporáneos. Se le ha comparado
a menudo con el Laurel de Apolo de Lope de Vega, para concluir siempre que los
tercetos del Viaje son muy inferiores a las silvas lopescas.
Cervantes nos dice al comienzo del poema que ha imitado el Viaggio in Parnaso del
italiano Cesare Caporali. La influencia se limita a la idea inicial y a algunos motivos
concretos. Más que en el cuerpo central de la obra de Caporali, se inspira en su
apéndice, titulado Avissi di Parnaso. Defiende Gaos a capa y espada la originalidad de
Cervantes, a pesar de que también hay en él reminiscencias de otros autores españoles:
Santillana, Juan de la Cueva, Barahona de Soto...
El argumento de la obra es, sucintamente resumido, el que sigue. Se basa en la alegoría,
tomada de Caporali, de que los malos poetas intentan atacar el Parnaso. Apolo envía a
Mercurio a España a buscar a los buenos para que puedan hacer frente a los otros. Se
incluyen a raiz de esto elogios de unos cien poetas españoles que son los que marchan
con Mercurio. Pasan por Valencia, para recoger a los vates de esta ciudad, y por Italia.
Llega también al Parnaso una nave de poetas que lamentan que no se les haya incluido
entre los buenos, Neptuno los hunde en el mar y Venus los convierte en odres y
calabazas. Comienza luego la batalla entre buenos y malos; estos últimos atacan al
contrario arrojándole los tomos de sus pésimas obras. Al final triunfan los elegidos de
Mercurio. Apolo afima que sólo nueve son acreedores a ser considerados como buenos;
se produce el natural revuelo entre los contrincantes. Parece que entre ellos Cervantes
incluye a Quevedo y los Argensola.
El texto es irregular y de escaso valor artístico. Las alabanzas son monótonas y
teiterativas en exceso. Si pueden tener algún interés para nosotros es porque "algunas
agudezas críticas, ironías o semblazas sobrenadan entre los elogios descoloridos asados
en frases hechas o tópicos de su tiempo” (Valbuena). Los momentos satíricos son los
mejores. El verso flojea, como es habitual en Cervantes.
También en las novelas hay algunos ejemplos dignos de loa; tal es el caso de las
seguidillas que aparecen en el Quijote o en Rinconete y Cortadillo.
La comparación con Góngora y los creadores del romancero nuevo, interesados por este
tipo de metros, es obligada. En estas cancioncillas y romances se supera a sí mismo y
consigue obras de la mayor calidad poética.
BIBLIOGRAFÍA
Alborg, Juan Luis: Historia de la Literatura Española. Tomo HI. Madrid. Gredos.
Canavaggio, Jean: "El teatro" ("Cervantes y el Quijote”) en Historia y Critica de la
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Pedraza, Felipe B y Rodriguez, Milagros: Manual de literatura española. Tomo II.
Tafalla. Cenlit Ediciones
Riquer, Martín de: Para leer a Cervantes. Barcelona. Acantilado. 2003
Zimic, Stanislav. El teatro de Cervantes. Madrid. Editorial Castalia. 1992
Unidad didáctica II
LA OBRA NOVELÍSTICA CERVANTINA Y LA NARRATIVA DE SU ÉPOCA.
La faceta más interesante e innovadora de Cervantes es la de novelista. Encuentra en la
prosa el instrumento idóneo para dar vida a su mundo literario, tan singularmente rico
y complejo.
Cultiva todos los géneros entonces en boga, pero sui generis. Comienza con la novela
pastoril, La Galatea, pero superando el idealismo propio de ésta.
Con las Novelas ejemplares sienta las bases de la moderna novela realista; se introudce
así el relato breve de corte italino que tanto juego había dado, pero que aún no había
conocido en España un autor que supiera imprimirle un tono personal. Timoneda y otros
admiradores de los novellieri lo único que habían hecho era imitar i refundir. Cervantes
es capaz de dar un salta inmenso desde los personajes arquetípicos, caractrizados con
rasgos muy elementales, a la novela realista, de mayor complejidad sicológica y social.
Dos de estas novelas se sitúan en un ambiente picaresco Rinconete y Cotadillo y El
coloquio de los perro, aunque su estructura y punto de vista difieren notablemente de lo
que es habitual en el género. No menos feliz es el uso que Cervantes hace de la fantasia
lucianesca en su magnífico diálogo satírico entre Cipión y Berganza. Cervantes es capaz
de forjar un tipo de relato en el el narrador es testigo, en ocasiones irónico, de un
diálogo en el que cada criatura habla con voz propia.
Es éste un elemento clave en la narrativa cervantina que contrasta con la novela
picaresca. Cervante no impone sus razones y permite que entre sus seres de ficción se
cree un juego absolutaemnte dialéctico, donde cada uno de los personajes va
sintetizando, va integrando en su pensamiento y en su comportamiento las posiciones de
su oponente. Frente al monólogo y al punto de vista único del Guzmán, la narrativa
cervantina presenta un diálogo, en el sentido más profundo del término, entre dos o más
puntos de vista.
Reflejo de esto es la cantidad de parejas protagonistas: Quijote y Sancho; Rinconete y
Cortadillo; Cipión y Berganza... En las ocasiones en que el personaje central está en
solitario como El licenciado Vidriera, es el autor el que dialoga con él. Es una posición
diametralmente opuesta al mundo picaresco. Cervantes, al igual que Alemán y sus
sucesores, no se identifica, ni con mucho, con ninguno de sus personajes, pero los
comprende y los trasciende en una dialéctica vital y entrañable.
Contrasta el final de algunas novelas como Rinconete y Cortadillo o El colquio, que
queda en suspenso formando una estructura abierta, con el de aquellas obras en que el
autor es arrastrado por la convención habitual del cuento, con anagnórisis y boda, como
ocurre con La gitanilla y La ilustre fregona, por ejemplo.
El Quijote es un mundo aparte, obra paródica y humorística que no tiene correlato con
ninguna de las tendencias en boga.
Aunque la trayectoria narrativa de Cervantes parece avanzar hacia el realismo, su última
obra, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, tiene una trama propia de la novela
bizantina e imbuida del idealismo neoplatónico, y sólo hace uso de la ténica realista en
algunos cuentos y novelas breves que aparecen adosados a la acción principal.
1D LAGALATEA. LA TRADICIÓN PASTORIL
Cronología y rasgos genrales
Es la primera obra extensa publicada de Cervantes. No hay unanimidad de opiniones
respecto a la fecha en que fue escrita, pero se cree que no es una obra tan juvenil como
en principio se había supuesto. Sale a la luz pco después de su vuelta del cautiverio, en
Alcalá de Henares, en 1585. Consta de seis libros que fueron escritos como poesía, por
lo que la trama es tan tenue que parece ser sólo un pretexto para introducir los
abundantes poemas. También s/on numerosos los relatos secundarios sobre amores
pueblerinos desde una perspectiva distinta al esteoripado mundo pastoril. Esta
diversidad de la novela aumenta su densidad.
de quien no se pueda sacar algún ejemplo provechoso
.El sentido de lo ejemplar no atiende tanto a la moral al uso como a la enseñanza para la
vida que se puede deducir de su peripecia.
Nuestro autor manifiesta repetidas veces su legitimo orgullo por ser el primero en
novelar en castellano. Hasta el momento, las narraciones breves o habían sido intentos
en solitario o bien se trataba de colecciones basadas en los novellieri italianos o en los
cuentos tradicionales. Los conatos de novella propiamente dicha se encuentran en obras
de mayor extensión, como La historia de Ozmmin y Daraja, en el Guzmán de
Alfarache. La primera colección de novelas españolas, la mayor parte de ellas con
personajes y ambientes nacionales, es sin duda la de Cervantes.
Ya que no ha sido posible establecer la relación cronológica entre los diversos relatos,
hay que atenerse al tema y estilo para elaborar una clasificación coherente. Nos parece
interesante la clasificación que establece Valbuena:
NOVELAS IDEALIZANTES, al estilo italiano, que son, con mucho, las más flojas en
su concepción y desarrollo: El amante liberal, La española inglesa, La fuerza de la
sangre, Las dos doncellas y La señora Cornelia.
NOVELAS IDEORREALISTAS, en las que el proceso idealizador toma como punto de
partida la realidad, no la convención literaria. Dentro de este grupo distinguimos dos
clases: las que basan su trama en la anagnórisis final: La gitanilla y La ilustre fregona,
y las que se inspiran en motivos folclóricos y están próximas al cuento boccacciesco: El
celoso extremeño y El casamiento engañoso.
NOVELAS REALISTAS, que constituyen un magistral cuadro de costumbres con sus
ribetes de sátira e ironía. Su calidad, en todos los sentidos, es muy superior: Rinconete
y Cortadillo, El coloquio de los perros y El licenciado Vidriera.
No menos acertada es la clasificación que propone Amezúa considerando la calidad y
el estilo. Se puede hablar de las siguientes etapas:
2) Muy influida por Italia. Lo esencial no es el análisis sicológico, prácticamente
inexistente, sino la acumulación de sucesos y peripecias que enredan la trama para
desembocar en el final que es de preveer. Pertenecen a este grupo El amante liberal, La
señora Cornelia y Las dos doncellas.
2) Es una etapa intermedia, en la que se va introduciendo la introspección
sicológica y el análisis de las relaciones del individuo con el medio en que vive: La
gitanilla, La española inglesa, La fuerza de la sangre, El celoso extremeño, La ilustre
fregona y El casamiento esgañoso.
2) El autor analiza implacablemente la vida social, para eso nos ofrece una serie
de cuadros tomados de la más inmediata realidad: Rinconete y Cortadillo, El licenciado
Vidriera y El coloquio de los perros.
La crítica también ha especulado sobre los posibles motivos que pudo tener Cervantes
para darles la ordenación con que han llegado hasta nosotros. Si hemos de hacer caso al
propio autor, atiende exclusivamente al propósito de hacer una colección variada y
amena.
Novelas idealistas:
Son las menos interesantes y las más estereotipadas. Sus protagonistas son planos,
aparecen adornados de todas las gracias imaginables. Transcurren a veces fuera de
España y siguen fielmente la técnica italiana, lo que les da escasa movilidad. La
peripecia cae, casi siempre, en lo inverosímil.
El amante liberal
No deja de ser bastante inverosímil el argumento de El 4mante liberal, novela de
aventuras, inspirada, en cuanto a los principales personajes -380- y al ambiente, por
el cautiverio del autor. Inagotable es la lista de siniestros y adversidades que afligen al
héroe y a la heroína mientras viven entre turcos y moros, sin perjuicio de que sean
felices al final de la obra, acabando por casarse, como si no surgiesen bastantes riesgos
y escollos después de este último acontecimiento. Ni las tormentas del mar, ni las
atrocidades de los turcos, ni los perversos amores de todo un Cadi, del virrey Hazán y
de la mujer del Bajá, bastan para terminar la carrera pintoresca y romántica de los
cristianos. Admiranos a cada paso la lozana inventiva del autor, que no se cansa de
barajar los más increíbles sucesos. Lo artificial de la trama se echa de ver en el pareado
de los amoríos: el del virrey por Leocadia, y el de la mujer de aquél por Ricardo, detrás
de los cuales está la ridícula figura del enamorado Cadí. De todo esto hemos tratado ya
en la Introducción a las Comedias, al hablar de la relación entre El 4mante liberal y los
temas análogos que se encuentran en el Teatro cervantino (tomo VI, pág. 79).
No carece de interés el cotejo con esta novela de la Historia de Laurencia
(«Malaga, cuyas murallas - combate el mar soberbio»), que puede leerse en el
Romancero de Durán.
(Pedraza)
La crítica, a excepción de Azorín, la considera la peor de la serie, lo que ha llevado a
pensar que fue una de las primeras en escribirse. Los mayores fallos son la
inverosimilitud de sus episodios y su excesiva exaltación.
Su estructura es similar a la de la novela bizantina. Se suma a ello el tema del
cautiverio, habitual en Cervantes. Es la historia del cautiverio de Ricardo y Leonisa,
sicilianos, en poder de los turcos y del triunfo del amor sobre todas las adversidades,
con un final inevitablemente feliz.
La señora Cornelia
No mucho más aceptable que la historia de las dos doncellas es el argumento de La
señora Cornelia. Son protagonistas los dos estudiantes españoles don Antonio de Isunza
y don Juan de Gamboa, que viven en Bolonia (Italia). Más tarde hablaremos de tales
personajes, que, según la costumbre cervantina, van siempre juntos, como parejas de
guardias.
Cierta noche, habiendo salido de casa don Juan, se siente llamado al pasar ante una
puerta, por alguien que le cecea y que le entrega un bulto que resulta ser una criatura
en el agua hasta las rodillas y peleando contra «los de la ciudad», mientras las
susodichas doncellas le ayudan, puesta cada una a un lado de su amante. Y lo que sigue
parece propio de un libro de caballerías: la herida del héroe, la desesperación de las dos
doncellas, la curación del enfermo por un maestro llamado ad hoc, y la solución feliz de
la dificultad amorosa. Porque es de saber que, como el héroe no puede casarse con las
dos muchachas -394- a la vez, a mano está el hermano de la más dichosa, que
oportunamente se había enamorado de la desechada, y todo acaba con una
peregrinación a Santiago. Pero no acaba la novela, porque al regreso de los peregrinos
a su hogar, topamos con otra escena de caballerías, en la cual los padres de los
protagonistas aparecen metidos en fiera y descomunal batalla, sobre «daca mi hija» y
«nada sé de tu hija»; y luego vienen otras escenas de reconocimientos, explicaciones,
disculpas, regocijos y, según costumbre, muchas lágrimas de placer.
Si no hay nada «hurtado ni imitado» en esta novela, hay, por lo menos, algo que
recuerda con bastante intensidad las inverosimilitudes de un Palmerín de Inglaterra O
de un Esplandián.
(Pedraza)
Es otra de las menos interesantes. De nuevo Cervantes pierde la noción de lo verosímil
y nos ofrece una serie de lances que desembocan en un final feliz. Es la más
italianizante de la colección.
Dos damas de buena posición, Teodosia y Leocadia, van en persecución del caballero
Marco Aurelio, que les ha dado palabra de casamiento, disfrazadas de hombre. Tras mil
peripecias se realizan dos bodas.
La española inglesa
La mención del saqueo de Cádiz (1596), no ayuda a precisar la época en que
Cervantes escribió -383- La Española inglesa, novela que, por su psicología y por su
lenguaje, parece pertenecer a la última década de la vida del autor.
Puédese dividir en dos partes el relato: en la primera (por cierto, la de menos
valor), se habla de la estancia de los protagonistas en Inglaterra; la segunda tiene por
fondo a España, y a ella incorpora Cervantes ciertos datos autobiográficos. Así y todo,
la novela no deja de ser una solemne niñería, basada en sucesos y ocurrencias
puramente casuales y de lo más inverosímil que imaginarse puede. La primera parte es,
sobre todo, una novela caballeresca, cuya acción se supone en Inglaterra, en la época
cervantina; pero apenas hay un solo rasgo que implique conocimiento, por parte del
autor, del ambiente local: los nombres de Ricaredo, Clotaldo, el barón de Lansac, la
señora Tansi, Clisterna, etc., saben tanto a inglés, como los de Chindasvinto y
Fredegunda; y los episodios y descripciones son de la misma inverosímil laya. El héroe,
Ricaredo, después de salir por los mares para ejercer la piratería, vuelve a Londres con
su nave, «pasando de un millón de oro el valor de la especería y otras mercancias de
perlas y diamantes» que en ella venían. Luego, «armado de peto, espaldar, gola y
brazaletes y escarcelas, con unas armas milanesas», va inmediatamente a Palacio, «a
pie, sin esperar otro acompañamiento que aquel de un inumerable vulgo que le
seguía» (sin duda por verle armado, en los tiempos de Shakespeare, -384- como un
don Felixmarte de Hircania; y aun es de suponer que los muchachos de Londres no
dejarían de tirarlas de arroyo contra tamaño herraje como Ricaredo llevaba acuestas).
Entretanto, la reina, «puesta en unos corredores», estaba esperándole como al agua de
mayo, para que le diese cuenta de todo el espléndido botín que debla de llevar para el
Tesoro inglés.
Siguen después desposorios, celos, envenenamientos, brujerías y desafios, y
finalmente, la heroína y sus padres se despiden para regresar a España, desde donde
enderezan cartas a la reina, a las cuales (nos dice Cervantes) «no tuvieron
respuesta» (¡...!), siendo éste el Único rasgo verosímil de la narración. Tras dos años de
ausencia y de aventuras, el propio héroe (Ricaredo) vuelve a Sevilla, llegando
precisamente en el mismo momento en que su amada Isabela va a entrar como religiosa
en el monasterio de Santa Paula. Y como era de sospechar, todo acaba felizmente, con
bodas y regocijos, cual suele suceder en tales casos.
El Sr. González Aurioles ha indicado la probabilidad de que Cervantes mencionase
el convento de Santa Paula, por su parentesco con algunas monjas de su propio apellido.
Otros rasgos autobiográficos hemos señalado también en las notas: singularmente, las
aventuras marítimas y el cautiverio del protagonista por corsarios en el mismo lugar en
que Cervantes fue hecho prisionero en 1575.
(Pedraza)
Recoge, junto a las aventuras novelescas de acción bastante compleja, abundantes
recuerdos personales del autor relacionados, sobre todo, con la vida de cautiverio.
Destaca el tono amistoso con que se describe la realidad inglesa y, muy especialmente,
a la reina Isabel IL, (no olvidemos que Felipe II había reanudado las relaciones con este
país). También se advierte un anhelo de unificación católica.
Durante el saqueo de Cádiz un caballero inglés secuestra a una niña que educará como
su hija y que acabará enamorada y casada con su propio hijo después de infinitud de
lances.
La fuerza de la sangre
Entre los actuales principios del arte de escribir novelas, no figura cierta regla que
en tiempo de Cervantes gozó de general aceptación: la de una «justicia poética», según
la cual el bueno siempre obtiene recompensa, y el malo no logra imponer su
perversidad; no importando que el argumento de la novela fuese doloroso, con tal de
que, al terminar, los protagonistas fueran felices. «En lo antiguo -dice Juan Valera6- se
escribían las novelas para divertir, para ensanchar el corazón, para distraer con bellas
ficciones los ánimos que se contristaban con la vulgar y prosaica realidad de la
existencia terrena... Ahora es todo lo contrario: el toque, el busilis de la buena novela,
está en dar un mal rato a cada uno de cuantos la lean; en turbar su digestión, en dañar su
higiene, en vencer sus repugnancias y dominar sus ascos, para que sufra con valor, y sin
vómito, el espectáculo inmundo de las más espantosas miserias.»
No hay necesidad de insistir en lo falso de aquel concepto de los contemporáneos
de Cervantes. Desde la cuna hasta el sepulcro, la vida es mezcla de dichas y dolores, sin
que nadie se libre de ello, y, por tanto, lo mismo puede terminar cómica que
trágicamente. Pero hemos de suponer que los lectores de aquellos tiempos no gustaban
de argumentos lúgubres, y, en su consecuencia, los autores se daban maña para que el
desenlace de sus obras fuese alegre y regocijado, -388- y para que las desventuras y
los conflictos encontrasen remedio fácil y aceptable. Según este sistema, crímenes y
maldades quedan siempre borrados por el perdón, el arrepentimiento o el olvido; las
manchas del honor se limpian con el casamiento, y pocas veces con la muerte, la
violencia o la venganza; y las lágrimas vertidas durante el infortunio, se truecan en
personalidad de la muchacha, no sólo mediante los objetos robados y guardados ad hoc
por la gitana vieja, sino por el hallazgo del consabido lunar, son viejos rasgos del
folklore, que se encuentran en muchos cuentos tradicionales, de abolengo indoeuropeo,
como el referente al niño perdido y reconocido más tarde mediante un anillo, u otras
señales análogas.
Si la trama del cuento pierde algo por su carácter un tanto ficticio, puédese notar
asimismo algo artificial en los personajes, que viven más merced al genio del autor y al
buen estilo de la narración, que por virtud de su vida intrínseca; más por la animación
de los episodios en que intervienen, por la gracia del lenguaje y por la amenidad de
ciertas escenas (que sólo en parte tienen que ver con los gitanos, como acontece con los
sucesos en casa del corregidor, pág. 46 y siguientes), que por su individual
representación.
El nombre de Preciosa, bastante raro en español, se halla en el Pentamerone de
Basile; pero no se puede afirmar que Cervantes lo tomase del novelista italiano.
(Resumen de Pedraza)
Es, sin duda, una de las más populares. Se cree, por su desarrollo muy perfecto y por
algunas referencias históricas, que fue de las últimas en escribirse. Es una típica obra
intermedia: la idealización de la realidad. Cervantes abandona pronto la narración más
O menos realista y opta por una descripción pintoresca y optimista de la vida gitana (la
exaltación es excesiva).
Se le ha reprochado a la obra que el habla alambicada de los personajes no responde a
lo que sería propio en unos gitanos. La recriminación apunta hacia el hacho evidente de
que La gitanilla es un relato imbuido de idealismo. Cabe destacar algunos de los versos
que recita la protagonista, sonetos y romances. También encontramos la ironía y la
sátira cervantina.
El argumento es el siguiente: don Juan de Cárcamo se enamora de Preciosa, gitana que
reúne todas las cualidades de un ser ideal, y ésta le exige para aceptarle que abandone
su vida y se una a ellos. Tras muchas peripecias se descubre que Preciosa es hija de un
noble caballero y todo acaba en boda.
La ilustre fregona
Algo del encanto imperecedero de Rinconete y Cortadillo envuelve a Lope y a
Tomás, héroes de la exquisita y regocijada novela que lleva por título La ilustre
fregona. Hay en ella una riqueza de episodios festivos, de cuadros de costumbres, no
superada en otras obras cervantinas. El desgarro de los mozos, su viaje con el ayo, la
llegada a Toledo, los sucesos en el mesón del Sevillano, las descripciones de amos y
criados, así como de los demás personajes que pasan por la posada, la vida y
costumbres de los aguadores, todo ello tiene hoy la misma frescura, la misma
espontaneidad y viveza que si hubiera sido escrito en nuestros días. Sin embargo, el
final de la novela responde a la fórmula tradicional y es poco verosímil, perjudicando al
mérito del conjunto. El nacimiento ilustre de Constanza, el reconocimiento (a)nagnw/
risij) consabido, merced a cierta señal y a ciertos dijes (que recuerdan el final de La
gitanilla), la providencial entrada del padre de uno de los mozos, las disculpas, las
lágrimas, etc., etc., determinan un remate débil, convencional y poco digno de un arte
tan superior como el de Cervantes. A pesar de ello, La ilustre fregona figurará -393-
siempre entre los documentos más animados y preciosos para conocer la vida española
del siglo de oro.
(Pedraza)
Es otra de las obras toledanas. De nuevo nos encontramos con la idealización
caracteristica de la novella italiana, con anagnórisis y casamiento final. Lo más valioso
del relato es la plasmación de las costumbres toledanas y del mesón. Se han visto ciertas
coincidencias entre esta novela y la comedia El mesón de la corte de Lope de Vega,
anterior a 1604.
Tomás de Avendaño y Diego de Carriazo dejan su casa en busca de aventuras.
Avendaño se enamora de la fregona de un mesón que, como era de temer, es hija de
noble cuna y se casa con su platónico amante.
El casamiento engañoso
Cuando el lector llega a las páginas que contienen las novelas dialogadas El
casamiento engañoso y El coloquio de los perros, experimenta una profunda
satisfacción. Aquí se pisa otra vez la tierra firme cervantina; aquí se ofrece a nuestros
ojos la vida española, tal como la conoció el gran novelista; aquí se respira un ambiente
de verdad, sin necesidad de disquisiciones acerca de lo verosímil o inverosímil. Y
estando, además, escritas en diálogo, forma literaria en la que Cervantes no tiene rival,
esas dos novelas (que más bien constituyen un solo conjunto), figuran por derecho
propio entre lo más duradero que nos ha dejado el autor del Ouixote.
Hay cierto realismo en El casamiento engañoso, que trae a la memoria el espíritu
del entremés de El viejo celoso y hasta el de La tía fingida, y no falta en el primero una
nota de cinismo, bastante rara en las páginas, habitualmente apacibles y risueñas, de la
obra cervantina. Ni debe pasar inadvertida la conclusión a que lleva el atento estudio de
ésta y de las demás producciones del mismo autor: que Cervantes -398- solía
experimentar cierto menosprecio por la mujer, como si, por lo general, no fuera ésta
merecedora de confianza. Infinitas veces insiste en el tema de que la mujer es de vidrio;
y es lo cierto que no se descubre en su labor literaria una mujer que sea un gran carácter,
o que forme el núcleo de un argumento en el cual se le atribuyan rasgos de nobleza
espiritual y de independencia de criterio. El ideal, Dulcinea, no existe, y mujeres como
Luscinda, Marcela (Ouixote), Preciosa (Gitanilla), Constanza (lustre fregona), Isabela
(Española inglesa), Leocadia (Fuerza de la sangre), Leonor (Celoso extremeño) y otras
más, sólo se diferencian en escasos rasgos del conjunto de cualidades que
tradicionalmente ha de reunir la que ha de ser destinada al casamiento. Son hermosas,
humildes, sufridas, pero jamás revelan de un modo eficaz gran fuerza moral o
intelectual.
(Pedraza)
En cambio, cuando Cervantes quiere pintar la mujer que engaña, la hembra astuta
y taimada que representa el lado feo del bello sexo, hay en sus retratos innegable
energía, brio indiscutible, y, como es consiguiente, mayor colorido y más hondo
esfuerzo psicológico. La dulce Constanza de La ilustre fregona, que nada hace y que
apenas dice nada, es una muñeca junto a la ruin doña Estefanía de El casamiento
engañoso.
se han sucedido desde los tiempos más antiguos hasta los de ahora, pasando por la Edad
Media. Entre ellos hemos citado una anécdota muy semejante, que se lee en el
Corbacho o Reprobación del amor mundano, del Arcipreste de Talavera. Igualmente
hemos aludido a La lena o El celoso, de D. Alfonso Velázquez de Velasco; y podría
mencionarse igualmente la novela XXV de la parte II del Bandello («Un geloso fuor di
proposito per tema del fuoco salta giú da alto, e -392- morendo lascia la moglie erede
universale»), que tiene muchos puntos de semejanza con la cervantina.
(Pedraza)
Es la mejor de esta serie. Se combinan de forma casi perfecta la gracia del cuento
boccacciesco nacionalizado (la acción se desarrolla en Sevilla), y la aguda observación
de caracteres y personajes. Se basa en el motivo folclórico del matrimonio desigual
entre un viejo caduco y una moza joven y lozana. Los antecedentes del tema son
interminables: el Decamerón de Boccaccio, una anécdota del Corbacho del Arcipreste
de Talavera, la tradición oral, un cuentecillo marroquí, etc.
El mismo asunto está tratado en el entremés de Cervantes El viejo celoso. No obstante,
en el entremés se ve el problema desde una perspectiva absolutamente grotesca,
mientras que en la novela el tono es más serio y respetuoso para con el pobre viejo
burlado. No se ha llegado a un acuerdo acerca de cuál de las dos piezas precede a la otra
en el tiempo. También hay que mencionar la curiosa modificación que sufre el final de
la novela con relación a la primera versión de la misma incluida en el códice de Porras.
Felipe de Carrizales, viejo indiano, se casa con Leonora, a la que encierra en casa
movido por la desconfianza y los celos. Loaysa consigue vencer la guardia y seduce a
Leonora. En la versión impresa el adulterio no se consuma, pero en el códice de Porras
si. Carrizales los sorprende y la impresión le causa la muerte. La viuda ingresa en un
convento.
Novelas realistas:
Este grupo lo constituyen tres textos que podríamos calificar de “denuncia social”. La
peripecia argumental no tiene gran relieve en estas piezas. El autor no utiliza su
descripción de la realidad para servir de apoyo y contrapunto a las aventuras, más o
menos fantásticas, de los protagonistas. Las tres novelas son una acusación a la
sociedad contemporánea que tiene plena validez en otros tiempos y lugares. La
descripción de la vida humana que le circunda está aprovechada para mostrar los
comportamientos, contra natura y contra la razón, de los hombres. La ironía, algo
amarga, se deja sentir en este mundo al revés que nos muestra Cervantes.
Rinconete y Cortadillo
Diputamos a Rinconete y Cortadillo por la obra maestra, la más original entre las
Novelas, -381- la de mayor soltura e inspiración de cuantas nos ha dejado el gran
genio realista de Cervantes. Imposible sería encontrar en todo el siglo de oro, un cuento
dialogado con más lozanía ni con mayor encanto. Su firme base se explica por el hecho
de que el núcleo de la novela arraiga en la vida contemporánea del autor, siendo de
suponer que Cervantes llegase a enterarse de las costumbres de la gente del hampa,
durante sus andanzas y estancias en la gran capital del Betis. En cuanto a la casa de
Monipodio y a los secuaces de este último, tan honda impresión produjeron en la
memoria de Cervantes, que volvió a dar noticias interesantes acerca de ellos en el
Coloquio de los perros, donde cuenta el picaresco episodio del alguacil y de los rufos
sus compañeros.
La crítica ha afirmado siempre, casi unánimemente, la excelencia de esta novela;
pero no siempre ha comprendido el satírico humor, el contagioso regocijo con que
Cervantes pintó esos tipos picarescos. Por boca de Tícknor, la crítica anglosajona ha
tomado respecto del caso una actitud demasiado seria, haciendo hincapié en los cuadros
cervantinos para lamentarse, algo puritanamente, de las malas costumbres de España en
aquel tiempo. (Véase Ticknor-Gayangos, tomo II, pág. 221.) Pero es totalmente absurdo
atribuir repugnante hipocresia a tales tipos, que siendo ladrones, estafadores O
matachines de oficio, saben llevar ofrendas a la Virgen y hacer oraciones ante una
imagen, -382- como acostumbra la Pipota. Hay que reconocer en estas pinturas un
arte muy delicado y una crítica harto sutil, de los cuales ha de inferirse, dada la
psicología de los personajes, que nada tiene que ver el acto de robar con la devoción a
tal o cual santo, y que aquéllos, con todas sus contradicciones, no son menos hermanos
nuestros, ni menos prójimos, puesto que en ellos se da, como en todos los que
habitamos en este valle de lágrimas, una extraña mezcla de bien y de mal. Y tal mezcla,
en distintas proporciones según las personas, es caracteristica del mundo de Monipodio,
de la Pipota, de Rinconete y de Cortadillo.
El estilo y el lenguaje de Rinconete y Cortadillo, hubieron de impresionar
profundamente a los escritores españoles del siglo XVII; Luna, por ejemplo, en su
Segunda parte de Lazarillo de Tormes, copia frases enteras de la obra cervantina; F. de
Lugo y Dávila, en su Teatro popular (novela De la hermanía), imita el argumento y los
lances de Rinconete, y no pocas de las locuciones de éste viven hoy, habiendo
enriquecido para siempre el habla castellanas.
(Pedraza)
Ha sido la que mayores elogios ha merecido de toda la colección. Está también en el
manuscrito del licenciado Porras con el título de Novela de Rinconete y Cortadillo,
famosos ladrones que hubo en Sevilla, la cual así pasó en el año 1569. La fecha parece
excesivamente temprana y hace suponer que Porras se equivocó al copiarla y que
debería poner 1589. Entre ambas versiones existe alguna pequeña diferencia, como la
supresión del episodio de la Cariharta y el bretón, que en la edición de 1613 se incluye
en El coloquio de los perros.
En cuanto a la fecha de composición, se suele aceptar que es anterior a la primera parte
del Quijote ya que en el capitulo XLVII de éste viene citada.
Se la ha considerado a veces como picaresca. Ahora bien, no cabe duda de que los
personajes y el ambiente son picarescos, pero no la estructura, ya que el relato está
hecho en tercera persona. Por otra parte, el enfoque es diferente, los personajes hablan
con voz propia y sufren un proceso dialéctico, frente a la picaresca, donde el enfoque es
unilateral y la realidad consumada e inamovible.
La obra carece de progresión lineal ya que se compone de una sucesión de cuadros, en
los que se describe magníficamente el hampa sevillana. El cuadro, pese a su animación
y humorismo, no puede ser más desolador: los ministros de la justicia están
conchabados con los ladrones y gente del hampa, que para mayor ironía, son
devotísimos de cuantas imágenes existen en la ciudad. Cervantes critica duramente esta
situación social que él conocía muy bien ya que gran parte de su vida la paso en esta
ciudad; pero no se pierde en moralidades baratas, se limita a mostrar un cuadro social y
de esta muestra, sin más intervención del autor, se desprende la sátira moral.
autor, del ambiente local: los nombres de Ricaredo, Clotaldo, el barón de Lansac, la
señora Tansi, Clisterna, etc., saben tanto a inglés, como los de Chindasvinto y
Fredegunda; y los episodios y descripciones son de la misma inverosímil laya. El héroe,
Ricaredo, después de salir por los mares para ejercer la piratería, vuelve a Londres con
su nave, «pasando de un millón de oro el valor de la especería y otras mercancias de
perlas y diamantes» que en ella venían. Luego, «armado de peto, espaldar, gola y
brazaletes y escarcelas, con unas armas milanesas», va inmediatamente a Palacio, «a
pie, sin esperar otro acompañamiento que aquel de un inumerable vulgo que le
seguía» (sin duda por verle armado, en los tiempos de Shakespeare, -384- como un
don Felixmarte de Hircania; y aun es de suponer que los muchachos de Londres no
dejarían de tirarlas de arroyo contra tamaño herraje como Ricaredo llevaba acuestas).
Entretanto, la reina, «puesta en unos corredores», estaba esperándole como al agua de
mayo, para que le diese cuenta de todo el espléndido botín que debla de llevar para el
Tesoro inglés.
Siguen después desposorios, celos, envenenamientos, brujerías y desafios, y
finalmente, la heroína y sus padres se despiden para regresar a España, desde donde
enderezan cartas a la reina, a las cuales (nos dice Cervantes) «no tuvieron
respuesta» (¡...!), siendo éste el Único rasgo verosímil de la narración. Tras dos años de
ausencia y de aventuras, el propio héroe (Ricaredo) vuelve a Sevilla, llegando
precisamente en el mismo momento en que su amada Isabela va a entrar como religiosa
en el monasterio de Santa Paula. Y como era de sospechar, todo acaba felizmente, con
bodas y regocijos, cual suele suceder en tales casos.
El Sr. González Aurioles ha indicado la probabilidad de que Cervantes mencionase
el convento de Santa Paula, por su parentesco con algunas monjas de su propio apellido.
Otros rasgos autobiográficos hemos señalado también en las notas: singularmente, las
aventuras marítimas y el cautiverio del protagonista por corsarios en el mismo lugar en
que Cervantes fue hecho prisionero en 1575.
(Pedraza)
Es la historia de Tomás Rodaja, estudiante en Salamanca y soldado en Italia, que pierde
la razón por un hechizo de amor y cree estar hecho de vidrio. En su locura se dedica a
decir la verdad a cuantos le preguntan, con gran regocijo de todos, pese a las amargas
realidades que les pone ante los ojos. Recuperada la razón, todo el mundo le desprecia.
Hay quienes opinan que la estructura es poco compacta y que no es más que una mera
excusa para engarzar máximas. Pero lo importante es el hecho de que el licenciado sea
condenado al ostracismo por una sociedad que no quiere oír la verdad de labios de un
cuerdo y que, si la admite del loco, es porque su procedencia la permite no plantearse en
serio sus propias deficiencias. Es una obra magnifica, una amarga sátira, una nueva
muestra del mundo al revés que fue la España de los Austrias y que acostumbra a ser la
sociedad humana.
La tía fingida:
En el códice de Porras, junto a El celoso extremeño y Rinconete y Cortadillo, aparece
esta novela cuya paternidad se ha venido atribuyendo a Cervantes. Se suele justificar su
no inclusión en la colección de Novelas ejemplares por su tono excesivamente
desenfadado, aunque la caracterización de los personajes y el estilo son cervantinos. Si
no es obra suya, pudiera serlo; no hay pruebas ni en un sentido ni en otro.
Las protagonistas son la joven Esperanza y Claudia, que finge ser su tía y velar por su
virtud, cuando lo que hace es venderla por doncella todas las veces que puede. La
muchacha acaba casándose y la tía condenada por alcahueta y hechicera.
«Nada terminante diremos respecto de la debatida cuestión acerca de quién fue el
verdadero autor de La tía fingida, pero sí razonaremos nuestra opinión, según la cual
puede muy bien proceder de la pluma de Cervantes.
No cabe la menor duda de que el autor de la -402- novela era un cuentista
excelente, y en tal concepto, es lógico suponer que escribiera otras. ¿Por qué insistir en
que el desconocido ingenio no escribió otras obras por el mismo estilo, sino en virtud
del propósito preconcebido de demostrar que tal ingenio no pudo ser Cervantes? De
donde resulta que, no pudiendo Cervantes escribirla, ni existiendo ningún novelista
conocido a quien sea posible atribuila, habremos de convenir, quod erat
demonstrandum, en que algún burlador, para probar su talento de novelista, redactó La
tía fingida y no escribió nada más en su vida. A consecuencia de esta argumentación
circular, nadie ha conseguido sugerir, ni remotamente, el nombre de un autor de aquella
época capaz de componer una novela con tal número de rasgos cervantinos, ni explicar
cómo aparece unida a otras dos obras auténticas de Cervantes: El celoso extremeño y
Rinconete y Cortadillo, en el manuscrito de Porras de la Cámara. Su estilo no se parece
en nada al de ningún otro escrito contemporáneo, y es imposible suponer que el autor
imitase a Cervantes, porque las Novelas exemplares (1613) son de fecha bastante
posterior a la época probable de composición de La tía fingida, o sea a los cinco
primeros años del siglo XVII.
La cuestión de la moralidad de la obra, nada tiene que ver con el problema
referente a la personalidad de su autor. En una novela que fue escogida para ser
presentada a todo un arzobispo, nada podía haber que escandalizase a los lectores
contemporáneos. Se ha exagerado también la supuesta imitación de la Celestina,
porque, después de la más concienzuda pesquisa, apenas se hallan rasgos comunes entre
la Claudia de La tía y la madre Celestina8. Y a pesar de no haber escrito nunca
Cervantes nada tan escabroso, es lo cierto que análogo carácter moral (o inmoral)
presentan producciones tan cervantinas como El casamiento engañoso y el entremés,
nada ejemplar, de El viejo celoso. Alo cual se añade que, tomando en consideración el
hecho de que Cervantes no publicó jamás esa novela entre las que, con mayor o menor
acierto, llamó ejemplares, ¿con qué fundamento se puede tachar a La tía fingida de falta
de ejemplaridad, o censurar el libre realismo de su autor?
La psicología de la novela es enteramente cervantina. El ambiente libre del siglo
XVI (y no nos referimos solamente a España, sino a toda la Europa civilizada),
característico además en una ciudad llena de estudiantes, la manera de presentar los
personajes, el lenguaje mismo de la obra (tan semejante al del autor del Ouixote, que ha
dejado perplejos a los críticos), todo ello quita valor a la argumentación de los que se
niegan a ver nada cervantino en esta novela. Cuando poseamos unas Concordancias de
las obras auténticas de Cervantes, se observará más fácilmente lo poco que el estilo de
La tía difiere del de aquéllas.
Finalmente, tanto el principio, como el término de la novela, son harto típicos de
Cervantes. No se ha reparado bastante en su prurito de presentar por parejas a los
protagonistas (rasgo al cual hemos aludido anteriormente). Dejando a un lado a don