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Orientación Universidad
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Comentarios de textos, Apuntes de Filosofía

Asignatura: Filosofia, Profesor: ninguno ninguno, Carrera: Derecho, Universidad: URJC

Tipo: Apuntes

2013/2014
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Subido el 29/04/2014

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¡Descarga Comentarios de textos y más Apuntes en PDF de Filosofía solo en Docsity! 1 GRADO DE HISTORIA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ANTIGUA Y MEDIEVAL TEXTOS DE FILOSOFÍA BLOQUE I LA AURORA DEL PENSAR EN GRECIA 1. Aristóteles (sobre la filosofía presocrática) La mayor parte de los primeros filósofos consideraban como princi- pios de todas las cosas los que constituyen la naturaleza de la mate- ria. Aquello de que están formados todos los seres, el punto de parti- da de su generación y el término de su decadencia, en tanto que la sustancia persiste bajo la diversidad de sus determinaciones, tal es para ellos el elemento, el principio de los seres y, en consecuencia, creen que nada es ni generado ni destruido puesto que este tipo de entidad se mantiene siempre, así como decimos que Sócrates no lle- ga a ser en sentido absoluto cuando deviene hermoso o músico ni tampoco perece si se pierde esos modos de ser porque el sustrato, Sócrates mismo, permanece. Por eso dicen esos filósofos que nada nace ni se corrompe, pues debe haber alguna realidad, una o múlti- ple, de donde todas las restantes cosas se engendran, mas conser- vándose siempre ella misma. En cuanto al número y naturaleza de esos elementos no están todos los pensadores de acuerdo. (Metafísi- ca 983b) 2. Aristóteles (sobre Tales de Mileto) Tales, el fundador de de este tipo de filosofía, expresa que el principio es el agua (razón por la cual declaraba que la tierra reposaba sobre el agua); dedujo este principio tal vez al comprobar que la nutrición de todas las cosas proviene de lo húmedo y que el calor mismo de ello procede y por ello es mantenido (y aquello de donde surgen es el principio para todas las cosas). Obtuvo esta noción de tal hecho y también de aquel otro según el cual las simientes de todas las cosas tienen una naturaleza húmeda y de que el agua es el origen de la na- turaleza de las cosas húmedas. (Ibid.) 2 3. Simplicio (sobre Anaximandro) Lo ápeiron (lo indeterminado) es el comienzo y el origen de todo lo existente. Mas la fuente de la cual surgen las cosas existentes es también aquella a la que retornan para fenecer según la necesidad; pagan así mutuamente justo castigo y expiación por su injusticia de acuerdo con el orden del tiempo. (Física 24,13) 4. Aristóteles (sobre Anaximandro) Lo ápeiron es inmortal e indestructible. (Física 203b13) 5. Aecio (sobre Anaxímenes) Anaxímenes, hijo de Eurístrato de Mileto, sostenía que el aire es el principio de todos los entes, pues de él se generan todas las cosas y en él se disuelven nuevamente. Como nuestra alma – dice – que es aire nos mantiene unidos y nos guía, así también el pneuma y el aire rodean todo el cosmos. Pneuma y aire son sinónimos aquí. Él se equivoca cuando piensa que todos los seres están formados de aire y pneuma simples y homogéneos. (I, 3, 4) 6. Proclo (sobre Pitágoras) Después de éste [Tales] es mencionado Mamerco, hermano del poeta Estesícoro, como aficionado al estudio de la geometría… después de éstos, Pitágoras transformó la filosofía relativa a ella (la geometría) en una forma de educación liberal investigando sus causas desde el principio y examinando los teoremas de una forma conceptual y teó- rica; precisamente fue él quien descubrió el sistema de las proporcio- nes y la constitución de las figuras cósmicas. (In primum Euclidis Elementorum librum commentarii 5, 11) 7. Aristóteles (sobre Heráclito) Mas tal vez la Naturaleza tiene cierta predilección por los opuestos y produce la concordancia a partir de éstos y no de lo semejante; así, como por ejemplo, reúne lo masculino y lo femenino y no cada uno con los individuos del mismo sexo, y crea la primera armonía por medio de oposiciones y no de similitudes. El arte también parece imi- tar a la Naturaleza en este caso. Pues el arte de la pintura al mezclar en el cuadro lo blanco y lo negro, lo amarillo y lo rojo, consigue imá- genes que concuerdan con el original; y el arte de la música reunien- do las notas altas y bajas, breves y largas, obtiene una armonía en 5 primero en qué consiste la virtud del hombre? Nada más sencillo: Consiste en estar en posición de los negocios de su ciudad para así poder hacer bien a sus amigos y mal a sus enemigos, procurando, por su parte, evitar todo sufrimiento. (Menón 71e) 5. Diógenes Laercio Protágoras fue el primero en decir que había dos argumentos contra- dictorios sobre cada cosa. (IX, 51) 6. Máximas grecosirias Protágoras dijo: El esfuerzo y el trabajo. La instrucción, la cultura y la sabiduría constituyen la guirnalda de la fama que se teje con las flo- res de una lengua elocuente y se coloca sobre la cabeza de aquellos que la aman. No obstante, la elocuencia es difícil, aunque sus flores son bellas y siempre frescas, y la audiencia, los que aplauden y el maestro, se alegran, en tanto los discípulos hacen progresos y los tontos se fastidian, o quizá ni siquiera se sienten molestos porque no tienen para ello suficiente sagacidad. 7. Estobeo (acerca de Hipias) Hipias dice que hay dos clases de envidia: una, justa, cuando se en- vidia a los malvados que reciben honras; otra, injusta, cuando se en- vidia a los buenos. El envidioso sufre doblemente: por sus propias tribulaciones y por la buena fortuna del prójimo. (III, 38, 32) 8. Estobeo (sobre Antifón) El que no ha deseado ni experimentado lo indigno o lo malo no es sa- bio, pues nada hay sobre lo cual él haya ejercido su dominio y de- mostrado autodisciplina. (Sobre la concordia, Estobeo, III, 5, 57) 9. Estobeo (sobre Antifón) Hay hombres que no viven la vida presente, sino que se preparan con gran celo para otra existencia diferente, no la actual. Y mientras tan- to, el tiempo, que transcurre y permanece, los abandona. (Ibid.) 6 10. Harpocracio (sobre Antifón) Volver a ordenar la vida como las piezas del juego de damas, eso no es posible. (Sobre la concordia) B. SÓCRATES 1. Platón No podría consentir nunca que un hombre, que no tiene conocimiento de sí mismo, pudiera ser sabio. Pues hasta llegaría a afirmar que pre- cisamente en esto consiste la sabiduría, en el conocerse a sí mismo, y estoy conforme con aquél que en Delfos escribió la famosa frase. (Cármides, 164) 2. Platón Fui a visitar a uno de aquellos que parecen sabios… y he aquí lo que sucedió. Habiéndome puesto a conversar con él, me pareció que este hombre, aunque bien parecía sabio a muchos otros hombres y, espe- cialmente a él mismo, pero que en realidad no lo era. Y traté de de- mostrárselo: tú crees ser sabio, pero no lo eres… Habiéndome ido, comencé a razonar, y me dije así: yo soy más sabio que este hom- bre, pues, por lo que me parece, ninguno de nosotros dos sabe nada bueno ni bello, pero éste cree saber, y no sabe; yo no sé, pero tam- poco creo saber. Y parece que por esta pequeñez soy más sabio yo, pues no creo saber lo que no sé. (Apología V-VI) 3. Platón Pues, hijo mío, los que los purgan, piensan como están habituados a pensar los médicos del cuerpo, los cuales no creen que éste pueda beneficiarse de los alimentos que ingiere, si antes no ha expelido lo que lo perjudica en su interior… Precisamente éstos se han convenci- do de lo mismo para el alma, es decir, que ésta no podrá beneficiarse con la enseñanza, antes de que otros, refutando y conduciendo al re- futado a experimentar vergüenza, deseche las opiniones que le impe- dían aprender, y lo presente puro y convencido de saber sólo lo que en verdad sabe, y nada más. (El Sofista, 230) 7 4. Platón Yo soy estéril de sabiduría, y lo que me han reprochado muchos, que interrogo a los demás, pero que después yo no respondo nada sobre nada, por falta de sabiduría, en verdad puede reprochárseme. Y la causa es la siguiente: que el Dios me constriñe a obrar como obsté- trico, pero me veta dar a luz. Y yo, pues no soy sabio, ni puedo os- tentar ningún descubrimiento mío, engendrado por mi alma. Pero los que me frecuentan, al principio parecen ignorantes, pero después, alcanzando familiaridad, como asistidos por el dios, obtienen un pro- vecho admirablemente grande, tal como les parece a ellos mismos y a los demás. Y sin embargo, es evidente que nada han aprendido nunca de mí, sino que ellos han encontrado por sí mismos muchas y bellas cosas, que ya poseían… (Teeteto, 148) 5. Platón ¿Cuál es la naturaleza de las abejas? Me responderás que hay mu- chas abejas y de múltiples especies. Pero si… te pregunto después: ¿qué es esto por lo cual las abejas no difieren entre ellas y son todas abejas?... Y si alguien te preguntara: ¿qué es la figura?... yo quiero saber lo siguiente: ¿qué es lo que tú llamas figuras? ¿No comprendes que yo busco lo que hay de igual en lo redondo y en lo recto, y en todas las demás figuras que tú dices? (Menón, 72-75) 6. Platón Casi creo que ninguno de entre los hombres sabios admite que algún hombre cometa jamás pecado voluntariamente, ni voluntariamente lleve a cabo acciones malas y malvadas, sino que saben bien que to- dos los que cometen acciones feas y malvadas, lo hacen a su pesar. (Protágoras, 345) 7. Platón El hombre que ha puesto sólo en sí mismo todo lo que lleve a la feli- cidad o próximo a ella, y no permanece dependiente de la condición de los demás, de manera que su situación sea obligada a oscilar se- gún la buena o mala situación de aquéllos, éste se halla preparado para la vida óptima; éste es sabio, valeroso y prudente. (Menéxemo, XX, 248) 10 6. Parménides Admito la explicación de buen grado y pienso que es como tú afirmas. Pero vengamos a la cuestión: ¿no crees realmente que hay una forma de la semejanza y que a ella se opone otra forma de lo desemejante? ¿Y no crees también que de estas dos formas participamos nosotros, yo y tú, y todo lo demás que llamamos lo múltiple? ¿Y que por parti- cipar en ello se hace semejante lo que participa de la semejanza y desemejante lo que participa de la desemejanza, una y otra cosa, lo que participa de la una y de la otra? (VI, 131) 7. El Político En cierto modo, es claro que la legislación forma parte del arte regio; pero lo mejor es que no dominen las leyes, sino que domine el hom- bre regio, sabio… Porque la ley nunca podría ordenar lo mejor, to- mando lo mejor y más justo con precisión, conjuntamente para to- dos. (294 b) 8. Leyes ¿Acaso, todo legislador no debe establecer todas las leyes en vista del mayor bien? - ¿Y cómo no? – Pero el mayor bien no es la guerra ni el tumulto (que más bien debe rogarse que no sea necesario), sino la paz recíproca y, conjuntamente, la benevolencia. (I, 628 a) C. ARISTÓTELES 1. Tópicos La inducción es el pasaje de los particulares a los universales: por ejemplo, si el piloto hábil es mejor, y así el cochero, etc., también, en general, quien es hábil en cada cosa, es el mejor. La inducción es más persuasiva y evidente, más conocida a la sensibilidad y común al mayor número; pero el silogismo tiene más fuerza y más eficacia co- ntra quien desea contradecir. (I,12,105) 2. Analíticos Posteriores El grado sumo del saber es contemplar el por qué. (I, 14,79) 11 3. Analíticos Posteriores Creemos saber enteramente una cosa… cuando creemos conocer la causa por la cual la cosa es, (y conocer) que ésta es precisamente la causa de ella y que no hay ninguna posibilidad de que sea de otra manera. (Ibid., I, 2, 71) 4. Ética a Nicómaco Lo que la ciencia es, puede resultar evidente del hecho de que todos creemos lo que sabemos que no puede ser de otra manera (lo que en cambio puede ser distintamente fuera de nuestra contemplación mental, no se sabe tampoco si existe o no). Por tanto, lo que es obje- to de ciencia es necesario… El hombre sabe, verdaderamente, cuándo tiene una convicción y conocimiento de los principios, pues si éstos no le son ya más conocidos que la conclusión, tendrá una ciencia ca- sual. (VI, 3, 1138) 5. Ética a Nicómaco El bien es digno de ser amado también para un solo hombre, pero más bello y divino cuando es para naciones y para Estados… (Por eso) el sumo bien corresponderá a la ciencia suprema y por excelen- cia, directora de las obras. Y tal parece ser la política. (Ibid., I, 2, 1094) 6. Política Pues el Estado es complejo, como otros compuestos de múltiples par- tes, es evidente que, ante todo, es menester investigar qué es el ciu- dadano… El ciudadano no es tal por la resistencia (pues también par- ticipan de ella metecos y esclavos), ni son tales los participantes de los mismos derechos, de manera que puedan sufrir e intentar causas, porque esto corresponde también a los asociados por contratos… El ciudadano de por sí, no es definido por nada mejor que por la facul- tad de participar en juicios y magistraturas… Quien tiene el derecho de participar en el poder deliberativo y judicial, ya lo llamamos ciuda- dano de ese Estado, y al Estado, la multitud de semejantes ciudada- nos, capaz de bastarse por sí misma a la propia vida. (VII, 13, 1333) 7. Política Es evidente que el Estado existe por naturaleza y que el hombre es por naturaleza animal social…, y más que todas las abejas y que todo 12 animal que vive en sociedad. Porque la naturaleza no hace nada en vano: ahora bien, sólo el hombre, entre los animales, posee razón… Y el lenguaje sirve para demostrar lo útil y lo dañoso, y por esos tam- bién lo justo y lo injusto, lo que es propio de los hombres respecto a los otros animales: el tener, sólo él, el sentido del bien y del mal, d lo justo y de lo injusto. (Ibid., III, 4, 1278) 8. Política El ciudadano bueno debe saber y poder obedecer y mandar; y ésta es la virtud del ciudadano, es decir, conocer la autoridad de los hombres libres desde ambos aspectos. (VII, 13, 1333) 9. Metafísica Se dice que algunas cosas son, porque son sustancias, otras porque son atributos de sustancias, otras, porque son un proceso hacia la sustancia (ej. llegar a ser) o destrucciones o privaciones o cualidades o productores o generadores de sustancia o de cosas relacionadas con las sustancias o las negaciones de una de estas cosas o de la sustancia, porque decimos aún del no-ser, que es no-ser. (1003b 6 y ss) 10. Metafísica La palabra ser se emplea en múltiples sentidos… pues, de una parte, significa la esencia y la existencia individual; de la otra, la calidad, la cantidad y cada uno de los otros atributos de especie semejante. Pe- ro, aun empleando la palabra ser en tantos significados, es evidente que la esencia es el ser primero entre todos éstos, como la que mani- fiesta la sustancia. (VII, 1, 1028) 11. Metafísica La palabra sustancia se emplea por lo menos en cuatro sentidos, si no en más: en efecto, parece ser sustancia de cada cosa, la esencia, lo universal, el género y, en cuarto lugar, su sujeto. El sujeto es aquello de lo cual se predican los otros; en cambio, él no se predica nunca de otros… Por eso se debe determinar primero, porque el suje- to parece ser la sustancia primera por excelencia. (Ibid., VII, 3, 1029) 15 sentación. En efecto, precede primero la representación; después, el pensamiento, siendo enunciativo, expresa con el discurso lo que reci- be de la representación. (Diocles de Magnesia, en Diógenes, VII, 49) 6. Aulio Gelio El mal… tiene una razón propia: porque también él nace, en cierto modo, según la razón de la naturaleza, y, por así decir, no nace sin utilidad para el todo: pues de otra manera no existirían los bienes. Crisipo dice en el libro IV de la Providencia: … no es posible en abso- luto ser más rudo que éstos, los cuales creen que hubiesen podido existir los bienes, sin que, conjuntamente, existiesen también los ma- les. Pues siendo los bienes contrarios a los males, es necesario que ambos opuestos se mantengan sostenidos recíprocamente como por mutuo y contrario esfuerzo: pues no se da contrario (por contrario que sea) sin el otro contrario. (Gelio, Noches áticas, VII, 1) 7. Séneca El alma recta, buena, grande… puede encontrarse tanto en un caba- llero romano, o en un liberto, como en un esclavo. ¿Qué son, en efec- to, caballero, liberto, siervo? Nombres dados por la ambición o por la justicia. Pero desde cualquier ángulo es posible lanzarse hacia el cie- lo. El camino de la virtud no se halla vedado a nadie; está abierto pa- ra todos… libres, libertos, esclavos, reyes, desterrados. No elige casa ni censo; se contenta con el hombre desnudo. Yerra quien cree que la esclavitud penetra todo el hombre: la mejor parte se halla exceptua- da de ella: los cuerpos se hallan sujetos y consignados al amo, pero el alma permanece dueña de su derecho propio… no puede darse es- clavitud. Todo lo que deriva de ella es libre: ni nosotros podemos mandar en todo, ni los siervos están constreñidos a obedecer en to- do. (Epístola a Lucilio, 20) 8. Séneca Dicen que la virtud es una disposición interna del alma, concorde consigo misma para toda la vida; una disposición interna, constante y conforme que convierte en loables a aquellos en los cuales se halla; por esto la perfecta virtud es una igualdad de vida y una forma de vida en todo y por todo en armonía consigo mismo: lo que no puede darse si no se posee la ciencia de las cosas y el arte, por los cuales se conocen las cosas humanas y las divinas. (Epístola a Lucilio, 31, 8) 16 9. Séneca La dialéctica se divide en dos partes: palabras y significados, o sea las cosas que se dicen y los vocablos con los cuales se dicen (Epístola a Lucilio, 89,17) B. EPICUREÍSMO ANTIGUO 1. Epicuro Lo esencial para la felicidad es nuestra condición íntima, de la cual nosotros mismos somos amos… ¿Por qué ambicionaremos ansiosa- mente, entonces, lo que se halla sometido al arbitrio ajeno? Ni la po- sesión de riquezas, ni la abundancia de las cosas, ni en los afectos, la obtención de cargos o el poder producen la felicidad y la bienaventu- ranza, sino la ausencia de dolores, la moderación y la disposición de espíritu que se mantenga en los límites impuestos por la naturaleza. (frg. 548) 2. Epicuro Y como éste (el placer) es el bien primero e innato, por esta razón también, no elegimos cualquier placer, sino que desechamos muchos placeres, cuando como resultado de ellos sufrimos mayores pesares, e igualmente preferimos muchos dolores a los placeres cuando des- pués de haber soportado largamente dolores, gozamos mayores pla- ceres. Por consiguiente, cada uno de los placeres posee por naturale- za un bien propio, pero no debe elegirse cada uno de ellos, como, de la misma manera, cada dolor es un mal, pero no siempre debe huirse de ellos. (Carta a Meneceo, 129-130) 3. Epicuro Algunos de los deseos son naturales y necesarios; otros naturales y no necesarios; otros ni naturales ni necesarios, sino nacidos de opi- nión vana. Aquellos deseos que no aportan dolor si no son satisfe- chos, no son necesarios, sino que su impulso puede ser fácilmente desechado, cuando es difícil obtener su satisfacción o parecen gene- radores de daño… Nacen de vana opinión, y no se logra disiparlos, no por su propia naturaleza, sino por vana opinión del hombre. (Senten- cias Vaticanas, 30) 17 4. Epicuro La justicia no tiene existencia por sí misma, sino que se halla siempre en las relaciones recíprocas, en cualquier lugar y tiempo en que exis- ta un pacto de no producir ni sufrir daño. Entre animales que no pu- dieron hacer pactos para no provocar ni sufrir daños, no existe justo ni injusto; y así lo mismo sucede entre los pueblos que no pudieron o no quisieron concluir pactos para no dañar ni ser dañados. El derecho de naturaleza es signo de la utilidad de no producirse ni sufrir recí- procamente. (Carta a Meneceo, 31) 5. Epicuro El sabio, que se ha puesto a prueba en las necesidades de la vida, sabe más dar generosamente que recibir: tan gran tesoro de íntima seguridad e independencia de los deseos posee en sí. Él prefiere la sabiduría desafortunada que la insensatez con fortuna, aunque esti- mando que lo mejor de todo es que en las acciones, el juicio sabio sea acompañado de la próspera fortuna. (Carta a Meneceo, 135) 6. Epicuro Ante todo, nada proviene de la nada: pues todo nacería de todo sin necesidad de semillas. Y si se disolviese en la nada lo que desapare- ce, todas las cosas serían destruidas, anulándose las partes en las cuales se descomponían. Y también es cierto que el todo fue siempre tal como es ahora y será siempre así, pues no existe nada en él que pueda cambiarse. En efecto, más allá del todo no existe nada que, penetrando en él, produzca su cambio. (Carta a Herodoto, 38-39) 7. Epicuro Y el todo es infinito: pues lo finito tiene un límite extremo, y el límite extremo se considera con referencia a otro, pues no teniendo extre- mo no tiene límite y no teniendo límite es infinito y no limitado. Ade- más el universo también es infinito por la multitud de cuerpos y por la extensión del vacío. Pues si el vacío fuese infinito y los cuerpos li- mitados, éstos no permanecerían en ningún lugar, sino que serían arrastrados a diseminarse en el vacío infinito, no teniendo ningún sostén ni siendo contenidos por choques. Y si el vacío fuese limitado, los cuerpos infinitos no tendrían lugar donde estar. (Carta a Herodo- to, 41-42) 20 6. Diógenes Laercio Con la expresión nada definimos, se manifiesta el estado de ánimo de la neutralidad; y de manera semejante con las expresiones nada más y a cada discurso se le opone otro, y otras análogas… Como dice Ti- món en el Pitón, pues, la expresión nada más significa no definir na- da, antes bien no sentirse impulsado a adherirse a una opinión. Tam- bién la expresión a todo discurso, etc., lleva a la suspensión del asen- timiento. (IX, 74-76) 7. Sexto Empírico No existe un bien ni un mal por naturaleza, sino que estas cosas son juzgadas por la inteligencia en relación al hombre, de acuerdo a lo que afirma Timón (Adversus mathematicus, XI, 140) 8. Sexto Empírico Por otra parte, no consideremos al escéptico absolutamente libre de turbaciones, sino que decimos que sólo es turbado por los hechos de- rivados de la necesidad. Y convenimos en que a veces siente frío, hambre y otras afecciones del mismo género, pero en estos casos también los hombres comunes sufren doblemente los efectos: por las afecciones mismas, y no en menor grado porque opinan que estas circunstancias son malas por naturaleza. En cambio el escéptico, con dejar de lado las opiniones añadidas, de que cada una de estas cosas sea un mal por naturaleza, logra también liberarse a sí mismo con moderación mucho mayor. Por eso decimos que la finalidad del es- cepticismo es la imperturbabilidad en las cosas que derivan de la opi- nión, y la moderación de las afecciones en las derivadas de la necesi- dad. (Hypotiposys pirronicas, I, 25,-30) 9. Sexto Empírico La orientación indagativa (escéptica) se llama también investigadora por la acción de investigar y de indagar. Y suspensiva por el estado de ánimo que nace después de la investigación sobre el objeto de la indagación. Y dubitativa, sea por el dudar de todo e investigar, como dicen algunos, sea por la hesitación a dar o negar asentimiento. Y pi- rroniana por haber llegado Pirrón a la escepsis de modo más pleno y manifiesto que los antecesores. (Ibid., I, 3) 21 10. Sexto Empírico Aquel que afirma que los escépticos suprimen los fenómenos, me pa- rece que no ha logrado entender lo que nosotros decimos: pues no destruimos las afecciones que se derivan de las representaciones que nos conducen involuntariamente al asentimiento, como ya hemos di- cho, y éstos son los fenómenos. Pero cuando investigamos si el obje- to es tal como aparece, admitimos que aparece, pero indagamos no sobre el fenómeno, sino sobre aquello que se dice sobre el fenómeno mismo, lo cual es distinto a la indagación sobre el propio fenómeno. Así, por ejemplo, admitimos que la miel parece darnos la sensación de lo dulce, porque tenemos la sensación de lo dulce. Pero si también es dulce, he aquí lo que investigamos por medio del razonamiento, lo cual no constituye el fenómeno, sino lo que se dice en torno al fenó- meno. (Ibid., I, 19-20) 11. Sexto Empírico Por lo cual, cuando digo: a todo discurso se le opone otro igual, afir- mo algo equivalente a lo siguiente: a todo razonamiento examinado por mí en tanto intenta fundamentar una aserción dogmática, me pa- rece que se le opone otro discurso, que también pretende fundamen- tar una proposición dogmática, y posee igual valor para su credibili- dad o no credibilidad: de manera que ésta no es la expresión dogmá- tica de un discurso, sino la enunciación de un estado de ánimo del sujeto humano, es decir, aquel que se presenta en quien es afectado por él. (Ibid., I, 203)
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