¡Descarga Como se comenta un poema y más Apuntes en PDF de Literatura solo en Docsity! TEORÍA DE LA LITERATURA
Y LITERATURA COMPARADA
CÓMO
SE COMENTA
UN POEMA
ÁnvelL: Luján Atienza
Q,220 UCA |
CÓMO SE COMENTA
UN POEMA
Ángel Luis Tuján Atienza
BIBLIOTECA PUBLICA RETIBO
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EDITORIAL
SINTESIS
Capítulo 4: NIVELES LINGUÍSTICOS DE ANÁLISIS . 101
4.1. Nivel léxico-semántico .. . 101
4.1.1. El léxico del poema, 102; 4.1.2. Figuras semán-
ticas. Los tropos, 111; 4.1.3. Otros fenómenos seránti-
eos, 123.
4.2, Nivel morfosintáctico .. 131
4.2.1, Formas gramasicales, 132; 4.2.2, Figuras morfo>
lígicas, 139% 1.2.3, Usos de la sinasis, 1415 424
Figuras sintácricas, 145; £2.5. Paraletismos, currelacio-
y emparejamientos, 171.
4.3. Nivel lónico .. 180
4.3.1. El sonido en poesía, 180; 4.3.2. Métrica, 187;
4.3.3. Aspecto gráfico, 221.
Capítulo 5: PRAGMÁTICA DEL POEMA ..
5.1. Deícricos de persona . .
5.1.1. Primera persona, 227 unda Persona,
235 513 Ten persona Ginguler y plural), 242:
5.1.4. Cambios de persona en el puema, 246.
5.2. Defcricos de riempo y lugar ... 248
5.3. Acros de habla 252
5.4. Iprerroxrualidad 258
Bibliografía. ..
aia:
INTRODUCCIÓN Y METODOLOGÍA
Si, como dico Eliot, parte del placor de leer poesía consiste en
asistir, como a hurradillas, a una comunicación que nose nos diri-
ge, el análisis de los poemas parece tender a anular ese “curioso”
deleite, al poner en evidencia los elementos y técnicas a través de
los cuales el poeta se comunica realmente con nosotros lectores.
Pero Eliot, que con las palabras citadas aproxima la poesía al tea-
tro, sabe también que en el poema, corno en el teatro, el público
es consciente de que alguien (un autor) ss está dirigiendo, en pri-
mer lugar, a él aunque para ello introduzca una comunicación que
media entre los dos. En el fondo, la curiosidad, como la historia
que se nos cuenta, o como el acto de comunicación intratextual,
es una ficción creada por el juego literario, una curiosidad espuria.
Sin embargo, muy real es la curiosidad que mueve a ciertas purso-
nas a indagar cómo se ha producido ese peculiar tipo de comuni-
cación, qué ha pasado con las palabras para que nos sorprendan,
emocionen, enriquezcan nuestro mundo intelectual, etc. El poe
ma no está hecho en primera instancia para ser analizado (y si lo
está más vale no hacerlo), y en consecuencia podemos tener, al
emprender esta tarea, legítimamente la sensación de entrar de pun-
villas en un territorio semi-prohibido. Este libro pretende ser una
invitación a disfrutar de ese placer.
9
En cuanto al objeto de análisis que aquí se propone, el poe-
ima, hay que empezar reconociendo su carácter inaprensible.
Basta con abrir el libro de Octavio Paz, El arco y la lira (1956:
12-13), para encontrar la infinidad de definiciones, calificati-
vos, y propiedades que se han aplicado a lo que llamamos poe-
sía, El propio Paz nos dice: “La misma indeterminación pare
ser el rasgo más notable del sustantivo poesía. Esta palabra ofre-
ce una inusitada tolerancia para contener las tnás opuestas sig;
nificaciones y designar los objetos más disímiles”. El término
mismo tiene su intrincada historia (Aguiar e Silva, 1976: 21-80;
Genette, 1979; Guerrero, 1998), pues por “poesía” se entendía
en la época clásica todo tipo de ficción verbal, sobre todo en ver-
so, como quedó establecido en la Poética de Aristóteles. Esta
definición duró hasta el siglo XVIII. Lo que hoy entendemos por
poesía es básicamente uno de los Lres géneros (lírica) que a par-
tir del romanticismo se han establecido como los grandes apar-
tados que incluyen todas las obras literarias. Para ahondar en la
confusión el nso comáún tiende a identificar “poesía” (o lo que
es lo mismo, “lírica”) con verso.
Para evitar enredos terminolágicos, cuando aquí se habla de
poesía se quiere decir “lírica”. El verso, según demostró Aristó-
teles, no es privativo de la poesía (piénsese en la cantidad de poe-
mas didácticos e incluso científicos que nos ha transmitido la
Antigliedad y épocas posteriores), e igualmente la pocsía no se
da sólo en verso, (desde el siglo pasado tenemos una extensa tra-
dición de poemas en prosa). Así pues, aunque es casi inevitable
relacionar lírica con verso, aquí voy a centrarme en el análisis de
la lírica en cuanto género distinto de la épica (o narrativa) y el
drama, según la tipartición todavía vigente, mientras no se
demuestre lo contrario.
Evidentemente, si redujera la poesía al verso, tendría que
hacer un manual de métrica, y no es ésa mi intención! Que-
dan, por tanto, fuera de este método de análisis los poemas épi-
cos en verso, que pertenecen al género de la narrativa (por ejem-
plo, El poema de Mío Cid, o La araucana de Ercilla), las obras
dramáticas en verso (todas las del Siglo de Oxo, por ejemplo) y
los poemas didácticos en verso (por ejemplo, “El arte nuevo de
hacer comedias”, de Lope). Todos ellos deben ser estudiados con
las técnicas propias de su género, aunque evidentemente tendrá
aplicación lo que aquí se diga, sobre todo en los terrenos más
10
formales (figuras, tropos, sintaxis, vocabulario...), y MUY espe-
cialmente en el de la métrica.
Hay que tener en cuenta, adernás, que los límites no son siemn-
pre tan claros como quisiéramos y, en consecuencia, las fábulas
renacentistas y barrocas que recrean episodios mitológicos son
estrictamente narraciones, pero no pueden dejar de estudiarse
también como subgénero de la lírica, por su concentración e
intensidad expresiva (basta pensar en la Fiábreda de Potifemo y Gála-
sea de Góngora), y ¿cómo considerar de “El tren expreso”, de
Campoamor, al que su autor subtitula “pequeño poema”:
Debe atenderse también al hecho de que las obras de tes-
tro o épicas escritas en verso incluyen pasajes con una fuerte
tonalidad lírica, hasta el punto de que aislados de sn contexto
pueden considerarse un verdadero poema, Así ocurre con las
famosas y antologadas décimas que forman cl monólogo de
Segismundo de La via es sueño, o el pasaje que abre el Poema
del Mío Cid tal y como hoy lo conocemos, con la descripción
de los objetos que ve el héroe antes del destierro. Pueden apli-
carse a estos fragmentos-poemas las Lécnicas de análisis de la
lírica, aunque habrá que referirse a su situación dentro «e la
obra de la que forman parte.
Una vez clasificados los límites del asunto (la poesía como
lírica) corresponde sentar una definición de la misma, con lo
que nos encontramos con el problema inicial. Múltiples son las
respuestas que sc lu han dado a la pregunta de qué es la lírica;
como aquí lo que importa es establecer una técnica de análisis
y comentario del texto, daré algunas de sus propiedades (Ver-
dugo, 1982: 46) que no son definirorias pero que pueden ayu-
darnos en la tarea analíti
La poesía lírica se ha venido caracicrizando por:
a) Ser el vehículo, como género literario, de la subjetividad.
Ésta es una idea romántica lanzada por Hegel (García
Berrio y Huerta Calvo, 1992: 37-38; Aguiar e Silva, 1
9-230), que no obstante el tiempo transcurrido sigue
teniendo vigencia, y no sólo en la opinión común (Cesa-
re Segre, 1985: 23).
£) La particular intensidad del significado, lo cual va unido a
las características de brevedad y complejidad. Para Jean
hen, es esta intensidad, que él entiende como participa-
11
Y
d
e)
ción afectiva, la que distingue a la poesía de otzo tipo de
lenguaje. La poesia sería, pues, el lenguaje afecrivo (patéri-
co) por excelencia (Cohen, 1982: 143). La virtud de inten-
sidad supone en Cohen (1982: 68) la de totalidad: “el poe-
ta iene como único fin consteuir un mundo desespacializado
y destemporalizado, en que todo se dé como totalidad con-
sumada: la cosa, sin exterior, y el acontecimiento, sin antes
ni después”, pues para este auror, frente al lenguaje común
en que cada afirmación supone una negación del resto de
los elementos del conjunto cn que integra lo afirmado,
en la poesía todo es plenitud y afirmación,
El trabajo de la forma, que hace que la atención pase del
referente al mensaje mismo, convirtiéndose así en auto-
reflexiva, según Jakobson expone al caracterizar la fun-
ción poética del lenguaje.
La motivación del signo lingiiística, que se opone así al
signo convencional de la lengua común (Greimas, 1972:
7). És magistral la formulación de Dámaso Alonso (1962:
31-32), cuyo axioma inicial: “en poesía, bay siempre una
vinculación motivada entre significante y significado”, es
ampliamente demosrrado a lo largo de los estudios que
forman su libro. La fuerte correlación entre fondo y for-
ma da a la pocsía un grado mayor de unidad del que esta-
mos acostumbrados en el discurso cotidiano.
Usar la lengua natural tio corno un instrumento sino como
materia prima, En este sentido van las investigaciones de
la escuela de Tartu al entender la literatura como un sis-
tema de modelización secundario.
Ser un tipo de discurso que subvierte los discursos sociales
establecidos. Susana Reisz de Rivarala (1989: 59-60), basán-
dese en el artículo de Karlheinz Stierle (1977), considera
que la lírica no es un tipo de discurso que tenga su origen
en la comunicación pragmática (como sí son la novela y el
teatro), sino que es una manera específica de transgredir
cualquier tipo de esquema discursivo, sea éste narrativo,
descriptivo, argumentativo, etc. Asi, pues, la lírica sería el
anúdiscurso y sus variantes derivarían de las diferencias
entre los esquemas de base transgredidos en cada caso.
) Ser una forma de conocimiento (Carlos Bousoño, 1970:
1,19-20).
pb) Desde una perspectiva que puede parecer simmplificadora
y que retoma cierta tradición de las flores rhetoricarn,
ero que se basa en un claro criterio escructural, Molino
y Tarmine (1982: 8) definen la poesía como “Papplication
une organisation mérrico-ryUhrnique sur Porganisation
linguistique”. Esta aplicación, por supuesto, no es una
simple superposición ni es inocente, Y lo mismo se pue
de decir de Rosa Navazro Durán (1998: 9) para la que “la
relación corn el marco de la página sigue siendo hoy el úni-
co criterio objetivo en eli intento de definir nn poema, a
pesar de las excepciones”.
La manera de acercarnos al objeto, el método, tendrá que
tener ineludiblemente en cuenta todas las peculiaridades que
acabo de esbozar. Generalmente, detrás de todo método de aná-
[isis de textos hay una teoría que lo sostiene. He procurado no
adscribirme a una teoría concreta, que muy seguramente esta-
blecería un a priori de la interpretación; sínt embargo, reconoz-
co, con otros autores (Carlos Reis, 1979: 39), que - hasta ahora
el método más completo y el que mejores resultados ha dado a
la hora de abordar un poema es el análisis estilístico.
Así, pues, la base de mi análisis está en la tradición de la esti
lística. A ella he añadido otros métodos u otros puntos de vista
cuando me ha parecido conveniente. Á la estilística se le puede
reprochar el quedarse meramente en un nival lingiiístico, pero
hay que tener en cuenta que en este nivel descansa toda poste-
rior interpretación bajo los Presupuestos que GuErainos (Carcía
Posada, 1982: 26); porque si primero no entendemos lo que un
poema dice y cómo lo dice no podremos seguir alhondando en
él. Podemos encontrar en un texto los significados que quera-
mos, si los vamos buscando, pero el primer significado en el que
se apoyan todas las demás interpretaciones es exclusivamente
lingúístico, Incluso para negar la existencia del significado osu
unidad habrá que hablar de Aguras, tropos, estrategias de frag-
mentación, etc. Y de eso ha hablado siempre, y bien, la estilís-
tica, como heredera de la retórica. Así, pues, entiéndase estilís-
tica en el más amplio sentido de la palabra. Ésta, renovada y
apoyada por otras estrategias. cumple perfectamente el fin que
se propone en tado an: literario: el de descubrir la forma sig-
nificadora (García Posada, 1982: 29) de un poema, o “aprehen-
13
LOS MARCOS DEL POEMA
Tas operaciones previas que algunos manuales recomiendan,
como la localización del texto tanto en su tiempo como en el cor
pus del autor, no pertenecen, en mi opinión, propiamente al
comentario, pero son conocimientos esenciales para entender lo
que dice el poema, y se dan por supuestos al iniciar la labor de
análisis. Este conocimiento está fuera del texto, pero evidente-
mente lo condiciona, así que diré unas pocas palabras sabre él.
En primer lugar, el texto pertenece a un periodo concreto de la
historia de la literatura, lo cual lo hace participar de unas caracte
rísticas que obligatoriarnente Lendrán su reflejo en la forma textual:
la elección de ciertos ternas y metros, la predilección por ciertas
figuras retóricas, etc. Incluso hay que calibrar si el texto sigue fiel-
mente los cauces expresivos de su época o se aparta de los cánones
estéticos vigentes y por ello recibe un valor significativo mayor. La
situación del texto en su época nos permite evitar los dos errores
de apreciación que señala Diez Borque (1984: 19-20): un error de
adición que consiste en proyectar nuestras reacciones en el lexlo
considerando significativo lo que era neutro en la época; y Un error
de omisión que consiste en no reconocer los valores significativos
(a tados los niveles: formal, cultural...) que existían en cl pasado y
que posteriormente han desaparccido.
19
El primer error lo cometieron los surrealistas y simbolistas
franceses cuando vieron en Góngora imágenes cercanas a su esté-
tica, donde no había más que una complicación (muy lógica)
de tropos tradicionales. El segundo puede ejempliticarse con los
desarrollos alegóricos de la lrica medicval que a los ojos moder:
nos pueden parecer tediosos y en el fondo ingenuos, poro que
en la época eran una muestra de la macstría del autor en el más
: la poesía.
Otro factor externo a tener on. cuenta es la personalidad del
autor. Está claro que no podenzos confundir al autor de carne y
hueso con el emisor poético, pero sí ocurre a menudo que deter-
minados lexernas, formas, símbolos sólo se entienden si los vin
culamos con el autor que los utilizó. Por ejemplo, el lexema
“Luz” como símbolo y apelativo de la amada en Herrera, o el
símbolo del “ala” en José Marlí, sin tener en cuenta lo cual no
podría interpretarse correctamente el verso que abre el cuento
de “la niña de Guatemala”:
Quiero a la sombra de 1n ala
centar este cuento en flor
Aquí, con la expresión usada por Martí, “sombra de un ala”, se
debe entender que el pocta va a cantar bajo el cobijo o la inspira-
ción de lo ideal, de lo elevado, que, en definitiva, va a idealizar una
realidad vivida. Y este mismo poema nos sirve, a la vez, para ejem-
plificar cómo el conocimiento de la biografía del autor puede guiar
el comentario (nunca determinarlo). En cualquier biografía de José
Marti encontramos la anécdota de la “Niña de Guatemala” tal y
como ocurrió en la realidad: una joven guatemalteca, enamorada
de Martí, muere tras un baño en el río, poco después de la vuelta
del cubano, reción casado, Este episodio es aquí trasplantado poé-
ticamente, bajo el ala idealizadora de la pocsfa. En el poema en
cuestión aparecen tres personajes: la niña, el que vuelve casado y el
“yo” que habla y ama a la niña. Leído así el texto es perfectamen-
te lógico; sin embargo, cobra más sentido si, conociendo la anéc-
dota real, interpretamos que Martí se ha desdoblado: es a la vez el
“yo” que lamenta y ama a la niña, y el hombre que vuelve casado.
De esa manera, corresponde al amor de la protagonista y la “revi-
ve” poéticamente, a la vez que dramariza y conjura sus “remordi-
mientos” por ser el posible causante de su suerte.
20
Hay que atender, además, al hecho de que en toda la obra
de un autor por lo general hay diferentes etapas y esto influye
en el significado del texto que cstemos comentando, Un caso
destacado cs el de Juan Ramón Jiménez, cada una do cuyas eta-
pas está marcada por una estólica diferentes y para colmo de
complicaciones el propio poeta rehizo o revisó sus poemas de
etapas anteriores.
Si de lo que se rrara es de comentar un poema suclro hab:
que tener en cuenta el conjunto en que se inscribe, Pues su posi-
ción co-textual puede arrojar sentido sobre el texto. Habrá que
saber si la ordenación poemática se debe a la voluntad del autor
o ha sido elaborada con posterioridad. lin cualquier caso cono-
cer esta cuestión nos lleva a evitar errores. Por ejemplo, el fúne-
bre título del poema de Miguel Hernández, “Canción última”,
nos puede conducir a hacer interpretaciones exageradas si no
tenemos en cuente que aquí “último” es, si no puramente, al
menos en gran parte denotativo, pues este. poema ocupa, en efec-
to, el lugar final del bibro (Efhambre acecha) y es el correlato del
primero que lleva como título “Canción pritnera”.
En realidad, este tipo de acercamiento a la obra literaria que
recurre a disciplinas corno la historia de la literatura, historia de
la lengua, historia de las ideas, biografía, etc., viene, por decirlo
así, una forina circular, pues a la vez que los datos extraídos de
atras disciplinas ayudan a fijar los sentidos del texto, el análisis
en profundidad del texto arroja luz sobre su posición en un deter-
minado conjunto histórico, biográfico o literario (Domínguez
Caparrós, 1982: 34). Se puede decir que el acercamiento exter
no al texto sirve en principio para evitar errores en la interpre-
tación (que se producirían por ignorancia del contexto), para
garamizar una buena comprensión inicial, en definitiva, y que
el análisis del texto confirma o enriquece o matiza el panorama
extertor en que se Imserta.
Un ejemplo llamativo de mala lectura por desconocimiento
del contexto nos lo ofrece Jean Cohen (1982: 210-213), que
dedica cuatro páginas de su estudio a explicar por qué Lorca
escoge “las cinco de la tarde” como hora para la muerte de Igna-
cio Sánchez Mejías. Según él, al no haber una motivación exter-
na para elcgir tal hora, el poeta la acepta por una lógica inter-
na, por razones que sólo dependen del poema: “el poema no
podía hacer que el torero muriera por la mañana. Ni a primera
21
hora de la tarde. No antes de las cinco, porque es la hora en que
el sol entra en agonía, en que el día se acaba, en que se anuncia
la noche. Una significación “existencial” se me a este momento.
Fs la hora en que se invierle el ritmo vital, en que sube la fe-
bre, en que, para los ansiosos, se despierta la angustia”. No había
que ir tan lejos, Bastaba con saber que esa hora (las cinco de la
tarde) era la que aparecía en los carteles como inicio de la corri-
da, así que Sánches Mejías muere como si su mucrte sé anun-
ciara en el cartel a manera de hado. Que las corridas de toros
tengan lugar a tal hora por las razones que da Cohen pudiera
ser, pero la motivación dircera del poema es más sencilla, y no
es interna sino externa, Además, en España y en temporada de
toros no empieza a anochecer a las cinco,
Insisto, por tanto, en que la situación del texto es una etapa
anterior al comentario, pero necesaria a la hora de abordar un
poema si queremos entenderlo en toda su amplitud, Sin embar-
go, hay otra serie de elementos que, sin formar estricuarente
parte del poema, lo determinan interiormente, y se sitúan en la
frontera entre la obra y el mundo (real y literario). Por eso, he
decidido llamarlos “marcos” del poema, porque, como cn los
cuadros, sin formar parte de él son límites que centran la inter-
pretación. Éstos son, del más al menos abarcante, el género, el
título y las citas que encabezan el porma.
1.1. Géneros líricos
Dicho está que todos los poemas que voy a tratar pertenecen
al género lírico, que según Genette (1979: 69), como todos los
grandos góneros, constituye un architexto, o un archigénero,
una caregoría sin conercción histórica, aunque determinada co
su especificación por razones históricas. Son los subgéneros de
la lírica (como los de la épica y la dramática), esto es, los góne-
ros históricos los que tienen una realidad efectiva.
La lectura que hagamos de un poema estará, evidentemen-
re, condicionada por el género a que pertenezca. Los géneros
son, por decirlo brevemente, instituciones que encauzan la cons-
trucción y lectura del poema tanto en los contenidos como en
la forma. Sabido es que en toda la tradición clásica, que pode-
mos extender hasta el siglo XIX, los géneros eran respetados y no
22
existía poema que no perteneciera a un género concreto, a pesar
de las peculiaridades que pudiera contener. A partir de la revo-
hición estética del Romanticismo las categorías genéricas se des
dibujan, se confunden, se subvierten, etc., de modo que resul-
ta raro encontrar en el siglo XX poemas que se adapten a un
marco genérico tradicional, y cuando lo hacen es una prucba de
virtuosismo, de ironía o un intento de renovar la tradición (como
el Romancero gitano de García Lorca).
Isabel Paraíso (1988: 21) incluye la adscripción del poema a
su género en la fase de introducción que yo he considerado pre-
vía, y además identifica el género con la actitud del poeta ante
su tema, lo que yo considero dentro del nivel pragmático. Órco
que conviene separar actitud y género, pnes el poeta puede tomar
una actitud con respecto a un género; aunque hay que adrnitir
que los géneros se pueden (y deben) tratar como marcos comu-
nicacivos, es decir, que la elección de un género ciene implica
ciones pragmáticas (Cesare Segre, 1985: 183).
Ha habido diversos intentos de crear una clasificación de los
subgéneros lfricos. Sería locura querer desarrollar y abarcar todos
ellos, así que aquí selecciono unos pocos con el ánimo de dar
mna lista que permita al lector situar el poema que comenta.
Remito a los libros correspondientes para una caracterización
más extensa de cada uno de los géneros.
Una clasificación sencilla, que maneja supuestos pragmnáti
cos, es la de W. Kayser (1976: 445-452), que distingue tres acti-
tudes, cada una de las cuales incluye algunos subgéneros:
4) Enunciación lírica, en que existe una cicrla actitud épica,
ya que el “yo” se sitúa frente a un “ello” exterior, lo capta
y lo expresa. Esta actitud incluye como subgéneros: el cua-
dro, el idilio, la égloga, el epigrama, el epitafio, el epita-
lamio, el poema lírico-narrativo, el poema lírico-filasófi-
co, el romance lírico, etc.
4) En el apóstrofe lírico la objetividad se transforma en un
“tú”. Son sus subgéneros: la oda, el himno (y sus varie-
dades: ditirambo, epinicio, salmo), el madrigal, la sátira,
la elegía (y su variedad la endecha), erc.
¿) El lenguaje de canción es el auténticamente lírico. Aquí
ya no hay ninguna objetividad frente al “yo”, aquí todo
es interioridad. La manifestación lírica es la simple auto-
23
INÚTIL ESCRUIAR TAN ALTO CIELO,
imútil cosmonauta el que no sabe
el nombre de las cosas que le ignoran,
el color del dolor que no le mata
imátil cosmonauta
el que contempla estrellas
para no ver las raras.
La renovación de géneros periclitados tiene a veces un senti-
do irónico y de complicidad con el lector, a la vez que consti-
tuyen tn caso claro de intertextualidad, ya que sálo podemos
leer el poema con el trasfondo de lo que sabemos sobre la utili-
zación genuina del género. Es lo que ocurre con una serranilla
de José Agustín Goytisolo, que titula “Canción de frontera”:
Caridad por tus ojós
mujer sersana
he de ir.al otro lado
chiquita
antes del alba.
Pásameo la frontera
que terminar no quiero
de esta manera.
Llévame hasta la raya
tó que te apiadas
pues me hirieron los guardias
bonita
Por unas sacas.
Pásame compañera
que no quiero morirme
de esta masera.
Vemos que la situación es la misma que, por ejemplo, en las
serranillas del Arcipreste de Hita: el hablante poético pide a una
mujer de la sicrra que le ayude por un paso difícil, pero aquí el
hablante no es un caminante cualquiera, sino que es un con-
trabandista y adernás va herido (lo que recuerda por otra parte
al “Romance sonámbulo” de Lorca). Así, el poema se sitúa entre
la ingenuidad idílica de la situación tradicional y la tragedia real
de los contrabandistas, apuntando también a una solidaridad
28
política compañera”) que está del todo ausente en el género
icional,
Ante la disolución maderna de las convenciones que domi-
naban los géneros, habrá que remitir para la clasificación de los
poemas, según he apuntado, a criterios pragmáticos, como los
que señalaré en el apartado correspondiente, en que se sopesen,
conjugándolas, las voces del pocta y los actos de habla imitados,
Aunque hay otro criterio que parece bastante estable: el que
ión según el csrácier culto o popular de los géne-
tra
marca una div
ros, independientemente del uso que de ello hagan los poetas.
Coincido, pues, con Molino y Tamine (1982: 94-96) que dis-
tinguen entre una poesía que se acerca a la lengua corriente (en
sus variantes de pureza y popular) y nna lengua que se aleja de
ela. Esta distinción sirve para encuadrar distintos géneros y
“corresponde no solamente a una caracterización limgúística y
temática, sino también a un modo general de organización de
los fenómenos simbólicos”.
La poesía popular se caracteriza por la ligereza de tano y rit
mo. la impresión de ingenuidad, el carácter sensorial y la capa-
cidad de sugerencia simbólica, además de por los fenómenos de
repetición que generalmente la constituyen. Las formas popu-
lares han subsistido hasta nuestros días: villancicos (Alberti, Luis
Rosales), romances y canciones (Lorca). El uso de estas estruc-
turas por poctas cultos ofrece una interesante tensión entre la
forma ligera, muchas veces sensorial, y la intención de presen-
tar un planteamiento conceptual profundo. Ejemplo paradig-
mático de esta mezcla es la poesía de José Bergamín, en que el
peso conceptual queda animado por una forma muy cercana a
lo popular:
Como si no fucra yo
el que me voy persiguiendo,
me encuentró huyendo de mí
cuando conmigo me encucnlro.
Voy huyendo de mi voz
huyendo de mi silencio;
buyendo de las palabras
vacías CON que Lropiczo.
Es sintomático, por ejemplo, que un poema como el que
encabeza Versos sencillos, de José Martí: “yo soy un hombre sín-
c<cro/de donde crece la palma”, sea uno de los cantos popula-
res más- extendidos, aunque muchos ignoran su procedencia
culta.
No obstante, cada vez se siente menos influencia de las for-
mas populares en la poesía, quizá porque éstas están siendo «
tituidas por las voces de la tecnología: televisión, canciones pop,
«te. El pocta actual raramente oye cantos populares y esas nue-
vas voces vienen a llenar el vacío que queda de la desaparición
de lo popular. Manuel Vázquez Montalbán, por ejemplo, usa
una copla de la Piquer como primer verso de un poema; y el
tono popular resuena también en muchos poetas contemporá-
neos, como en Claudio Rodríguez, pero ya casi camuflado, y
más perceptible en el ritmo y en la andadura sintáctica, que en
el contenido; aunque a veces también los tópicos populares están
presente, como aquí el del río que cuenta una pena:
Cuándo hablaré de ti sin voz de hombre
para no acabar nunca, como el río
no acaba de contar su pena y tiene
dichas ya más palabras que yo mismo.
Hay que tener en cuenta, por último, la renovación de los
géneros, bien porque se traen nuevas formas de culturas exóti-
cas y se practican con ese afán de exotismo, como el jaíku japo-
nés (Aullón de Haro, 1985); o bien porque se trata de creacio-
nes originales de los poetas, como las “Doloras” de Campoamor,
a los “Proverbios y cantares” de Machado.
1.2. Título
Es evidente que todo poema pertenece a un género, si no his-
tórico, al menos al archigénero de la lírica, pero no todo poema
tiene un título, La presencia o ausencia de título es indicio de una
actitud del poeta y anuncio de determinadas Lócnicas poélicas
(Hernández-Vista, 1970: 26). Hoek (1981) ha estudiado este ele-
mento de la obra literaria desde una perspectiva semiótica.
Si el poema tene título, éste, como en todo texto, nos da una
de las claves de lectura del mismo. Para entender su significa
ción justa hay que tener en cuenta, en primer lugar, si el título
ha sido puesto por el autor o es obra de otra mano. Es corrien-
te en los Siglos de Oro y en la Edad Media que los autores no
titularan sus poemas, y fuera después el compilador o el editor
30
de los mamuscritos el que impusiera títulos a las obras que care-
cian de él. Normalmente estos títulos no hacían más que reco-
ger el tema central del poema identificado con la inrención del
pocta: “Cánsase el poeta de la dilación de su esperanza...”, “De
un caminante enfermo que se enamoró donde fue hospedado”,
“Conoce la diligencia con que se acerca la muerte, y procura
conocer también la conveniencia de su venida, y aprovecharse
de ese conocimiento”. Nótese cómo en el siglo XX juega García
Lorca con esta tradición al titular uno de sus sonetos del amor
oscuro; “El pocta pide a su amor que le escriba”; y Gerardo Die-
go tilula a uno de sus sonetos: “A un peine que sí sabía el poe-
ta que era de Carey”, cn respuesta a otro de Lope.
Si el poema aparece titulado por el propio autor, el título
pondrá en evidencia los rasgos que quiera destacar. Antes de
nada, el título tiene una función fática, de contacto: advierte
del comienzo del mensaje (López Casanova, 1994: 13), y dis-
pone los ánimos de los lectores. Como el apagar las luces y
levantar el telón en el teacro, es una señal de que cornienza
mundo del espectáculo (Kayser, 1976: 251-152). Aparte de
esto, el título tiene una doble dimensión, pudiéndose distin-
guir entre la referencialidad del título y la intencionalidad con
que se titula.
Referencialmente, según López Casanova (1994: 13), el
título es un indicador que anticipa contenidos y orienta el pro-
ceso de decodificación por parte del lector. El título puede
remitir:
a) Al tema del texto (Paraíso, 1988: 22-23). Por ejemplo,
“Confianza”, de Pedro Salinas; “Revelación”, de ardo
Diego; “Vanitas Vanitatum”, de Leopoldo María Panero.
£) A personajes (Carlos Reis, 1981: 102-103; López Casa-
nova, 1994: 14-18), identificados con nombres propios
o comunes: “Mozart”, de Turis Cernuda; “Los barrende-
ros”, de Rafael Morales; “Los cobardes”, de Miguel lTer-
nández; “El mendigo” y “El verdugo”, de Espronceda;
“Un loco”, de Antonio Machado.
£) A tiempo y espacio (Carlos Reis, 1981: 102-103): “Pri
mer día del mundo”, de Gabriel Celaya; “Ciudad del Paraí-
so”, de Vicente Aleixandre. Aqui podemos añadir tam-
bién, según hace López Casanova (1994: 14-18), las
31
d)
e)
realidades vivenciales y factuales que se desarrollan en un
concreto espacio 3 y tiempo: Insomnio”, de Dámaso Alon-
“Reyerta”, de García Lorca; “Fusilarniento”, de Nico-
Ls Guillén.
En este Lipo de poemas el espacio o tiempo que rodea
la acción principal puede alcanzar un rango simbólico
cuino, por ejemplo, en el poema “Sábados”, de Jorge Luís
Borges. Y son muy característicos los textos que tienen la
lluvia como marco para iniciar un ahondamiento interior
de la tristeza. Véase cómo dos poemas titulados precisa
mente “Lluvia” responden a este fenómeno. Se trata de
un soneto de Borges (pág. 233) y un poema de Manuel
Machado (pág. 86);
Al subgénero ul que pertenece el poema (Carlos Reis,
1981: 102-103; Paraiso, 1988: 22-23; López-Casanova,
1994; 14-18): “Elegía a Ramón Sijé” y “Oda a Vicente
Aleixandre”, de Miguel Hernández; “Soneto al cubo de
basura”, de Rafael Morales; “Oda a Venecia entre dos
mares”, de Pere Gimferrer.
Aquí se pueden incluir títulos que no hacen referen-
cia exactamente a subgéneros poéticos, sino a otro tipo
de subgéneros artísticos, en un intento de acercar la poe-
sía a estas artes. Ejemplo destacado es la “Sinfonía en gris
menor”, de Rubén Darío. Dominan en este-4mbito los
títulos tomados de la música, y ahí tenemos la serie de
“blues” que escribe Antonio Gamoneda: “Blues del naci-
miento”, “Blues para cristianos”, “Blues del cernenterio”,
“Blues del amo”, “Blues de la casa”, y los “valses” que inclu-
ye García Lorca en su Poeta en Nueva York Pero na fal-
tan las alusiones a la pintura, como el poema “Bodegón”,
de Vicente Valero;
El título puede hacer resaltar el símbolo fundamental que
articula el poema (Carlos Reis, 1981: 102-103). Por ejem-
plo, “Espuma” de Claudio Rodríguez, o “El camino cega-
do par el bosque”, de Antonio Colinas, en que el bosque
simboliza todo lo que nos aparta, sin comprenderlo, de
lo que amamos.
Otro ejemplo de título simbólico, que además afecta
al carácter simbólico de las rimas es este poema de César
Vallejo:
32
AVESTRUZ
Melancolía, saca tu dulce pico ya;
ho cebes tus ayunos en mis trigos de luz.
Melancolía, basta! Cuál beben tus puñales
la sangre que extrajera mi sanguijucla azul!
No acabes el maná de mujer que ha bajado;
yo quiero que de él nezca mañana alguna cruz,
mañana que no tenga yo a quien volver los ojos,
cuando abra su gran O de burla el ataúd
Mi corazón es tiesto regado de amargura;
bay otros viejos pájaros que pastan dentro de él...
Melancolía, deja de secarme la vida,
y desnuda tu labio de mujer....
El avestruz os el símbolo que no aparece explícitamen-
te en el poema, pero que nos permite entender la melan-
colía hajo la forma de esta ave, que hunde su cabeza, obs-
tinada, y devora todo lo que encuentra sin masticar; y que
convoca, o viene convocado por, las rimas agudas en “u”
de los dos primeros cuartetos. La aparición de la rima, tam-
bién aguda, de “mujer” en el último cuarteto da cuenta de
la ambigitedad presente en el símbolo de la melancolía
avestruz.
Según un. verso revelante o generador, que sucle sr el pri-
¡nero del poema, pero que a veces es el último o uno cen-
tral (Isabel Paraíso, 1988: 22-23). Wolfgang Kayser (1976:
251-252) relaciona esto con una postura antirretórica: el
poeta quiere alejar todo pensamiento remático, toda acti-
cud reflexiva y distanciadora, y su poesía debe ser recibi-
da como una “ola que casi imperceptiblemente so alza y
vuelve a deshacerse”.
Evidencia de que el titular par el primer verso es una
solución provisional para nada satisfactoria es un poema.
de César Vallejo. El poema aparece con el título: “He aquí
que hoy saludo...”, que es el inicio del primer verso, pero
acaba entre paréntesis: “(Los lectores pueden poner el títu-
lo que quieran a este poema)”.
Cuando el título se toma no del primer verso sino del
último del poema, estamos cerca de la estruerura en anillo.
33
En'éste poema se evitará dentro de lo posible, teniendo en cuenta a
lás acreditadas nociones de “irracionalidad” y s
“espontancidad” consideradas propias de esta profasión,
usar o mencionar términos inmediatamente reconocibles
como pertenccientes al repertorio de la Linguística...
Rafael Alberti uciliza una cita de una canción popular “En
Ávila, mis ojos...”, para su poena “Mi corza”, indicando así una
similitud formal entre los dos textos.
Incluso a veces, la procedencia de la cita no es un poema o
una obra literaria, sino que proviene de otra fuente. José Mar-
tí, en su poema “El padre suizo”, utiliza corno epígrafe una not-
cia tomada de un periódico, y convierte la acción criminal que
contiene (un padre que sacrifica a sus hijos y después se sutci-
da) en un acto de heroicidad:
¡Padre sublime, espíritu supremo
Que por salvar los delicados hombros
De sus hijuelos, de la carga dura
De la vida sin fe, sin patria, torva
Vida sin fin seguro y cauce abierto,
Sobre sus hombres colosales puso
De su crimen feroz la carga horrenda!
Examinaré, para acabar, un caso que merccs más atención.
Su trata del poema de Vicente Aleixandre “El poeta se acuerda
de su vida”:
“Vivir, dormir, morir: soñar acaso”. LlamJst
Perdonadme: he dormido.
Y dormir no es vivir. Paz. a los hombres.
Viyir no es suspirar o presentiz palabras que aún nos vivan.
¿Vivir cn ellas? Las palabras mueren,
Bellas son al sonar, mas nunca duran.
Así esta noche clara. Ayer cuando la aurora,
o cuando el día cumplido estira el rayo
final, y da en tu rostro acaso.
Con un pincel de luz cierra tus ojos.
Duerme.
La noche es larga, pero ya ha pasado.
38
Lo primero que nos Hama la atención es que la cita aparece
atribuida a Hamlet y no a Shakespeare. Esto nos avisa ya de que
el poeta va a hablar también como un personaje, de ahí el vítu-
Jo algo pomposo y barroco. Alude también así al sentido del ofi-
cio del poeta que sabe que las palabras “nunca duran”, y sin
embargo, siguen viviendo en la boca ficticia de sus creaciones,
como demuestra la cita. Por otra parte, el poema recoge el vie-
jo tema de lá vida como un sueño, pero la cita de Hamlet indi-
ca justamente lo contrario: la muerte como un sueño en que
existe la posibilidad de seguir soñando. Dos interpretaciones
entran en pugna: la calderoniana y la shakespeareana, y encuen-
tran su equilibrio al final; si la vida es un sueño, la muerte abre
la posibilidad de seguir soñando, puede ser un despertar a nue-
vos sueños, con palabras que nos sigan viviendo como vive Ham-
ler en sus palabras.
39
2
CONTENIDO TEMÁTICO
Dos tareas se imponen en este nivel: establecer el tema del
poema y determinar su estructura interna.
2.1. ¿Qué es un tema?
Ya se ha dicho muchas veces: el tema no es el argumento, o
una paráfrasis del poema. El tema es aquello de lo que habla el
puema, y no exactamente lo que dice, ya que lo que dice es el sig-
nificado global, que surge de la colaboración de todos los ele-
imentos discursivos. Cabría afirmar entonces que el rema es aque-
llo a través de lo que el poema dice lo que dice, y bajo esta
perspectiva será mejor hablar de “contenido” más que de “tema”,
aunque aquí considero ambos términos sinónimos, El tema sería
el anclaje referencial (y tomo “referencial” en el sentido más
amplio) a partir del cual se despliega el significado poemárico, El
romance de Luis de Góngora “Hermana Marica” nos habla del
mundo de la fiosta a través de la voz de un niño. Ese es su Lerna
o contenido; cuál es el significado último del poema dependerá
de análisis ulLeriores.
4l
Un ejemplo más claro de la diferencia entre aquello de lo que
se habla y aquello que se dice a partir de lo que se habla es la
famosa “Canción a las ruinas de lrálica”, de Rodrigo Caro. Vie-
he como tema central dichas ruinas, pero ¿no son éstas sólo un
pretexto para exponer el paso destructivo del tiempo? En este
sentido Carlos Bousoño (1970: L 273-274) plantea el estaruto
del toma como símbolo en la pocsía contemporánea: el pocta
parte de una emoción subjetiva (no conceptual) y busca un
ema” a través del cual pueda expresar apropiadamente esa emo-
ción; el tema, entonces, de carácter conceptual, es sólo un sím-
bolo para trausportar la subjetividad original.
Lo mismo ocurre con el poema de Miguel Hernández “El
niño yuntero”. Su terna podría ser la denuncia de la injusticia
en general, pero lo que individualiza a este poema es que se cen-
tra en la figura del niño obligado a tirar de la yunta, y tal será
su tema: la injusticia en el niño. Los dernás elementos colabo-
rarán para poner de manifiesto la injusticia (de la situación y
general), pero la Jínca temática que aúna tados estos significa-
dos universales es la del “niño” tirando de la yunta.
Un problema ierminológico surge aquí, y es la distinción
entre “tema” y “motivo”. Por una parte tenemos aquellos que
preficren hablar de “tema” (Lázaro Carreter, 1990: 31; Paraiso,
1988: 22), definido como la reducción de un asunto o argu-
mento. Otros autores, por carecer la lírica de argumento, pre-
fieren hablar de “motivo” en lugar de “tema” (Cesare Segre, 1985:
349). Wolfgang Kayser (1976: 71-81) considera motivos “la
corriente del río, el sepulcro, la noche, la salida del sol, la des-
pedida, etc.”. Un motivo, pues, sería una situación significati-
va que se convierte en una vivencia espiritual, o la concrctiz
ción de un significado conceptual como portador de un mensaje
espiritual. Llamémosle tema o motivo, este elemento se carac-
teriza por dar unidad al sentido del poema y por anclarlo en un
mundo de referencias (lo vagas que sean, pero referencias); uni-
dad que no suele ser de tipo narrativo, sino más bien concep-
tual-abstracto, sentimental o imaginativo.
Otros autores se alejan del concepto de motivo, o tema concre-
to, y caraciorizan el tema como una abstracción o generalidad de
valor universal (Carlos Reis, 1981: 329; Lotman, 1976: 103-105).
El problema se reduce entonces a determinar qué queremos
abarcar bajo la denominación de “tema”, cuál es la extensión de
42
dicho elemento. Puede ser demasiado y demasiado poco. Según
la definición de Lázaro Carreter (1990: 93), es demasiado, ya
que en él incluye también la actitud pragmática cuando, por
ejemplo, dice que el tema de un fragmento de Espronceda del
“Himno al sol” es: “exhortación que, casi con crueldad, hace el
poeta al sol para que goce su juventud”. De acuerdo con esto, el
tema sería la propia enunciación; sin embargo, creo necesario
separar el tema de la actitud lírica, aunque a veces no es fácil,
como en el caso del soneto de García Lorca “El poeta pide a su
amor que le escriba”. Habrá que determinar, en cada caso, cuán-
do la propia enunciación está tematizada y cuándo no; cuándo
la actitud del poeta ante su enmnciado es simplemente un refor-
zamiento de éste y no una parte integral de él, y cuándo ocurre
lo contrario.
En el otro extremo, demasiado poco es hablar de termas en
términos sumamente abstracios, como hace Carlos Reis (1979:
115), que propone como temas: la muerte, la justicia, el amor,
la libertad o la felicidad. Estos conceptos tan generales no indi-
vidnalizan los sentidos transmitidos por los poemas particu-
lares.
Resumiendo, tenemos dos posturas: el tema como motivo o
conjunto de motivos que constituyen los elementos concretos
sobre los que se apoya cl significado global del poema, y el tema
como representación de una entidad abstracta y universal, Una
solución intermedia consiste en aplicar estas distintas concep-
ciones dependiendo del carácter del pocma. Hay poemas cuya
referencia última cs abstracta, como muchos de los metafísicos
de Quevedo, y poemas cuyas referencias son concretas para remi-
tra significados más abstractos. Frente al poema de Góngora
antes citado (“Hermana Marica”) puramente referencial, el
siguiente de Quevedo sitúa su referencialidad en un plano tan
abstracto que el tema ha de ser por necesidad universal, como
indica además el título, “Conoce la diligencia con que se acer-
ca la muerte, y procura conocer tambión la conveniencia de su
venida, y aprovecharse de ese conocimiento”:
Ya formidable y espantoso suena
dentro del corazón, el postrer día;
y la última hora, negra y (ría,
Se acerca de temor y sombras llena.
43
del balcón y que tiene una relación metonímica con la descrip-
ción de la protagonista como vegetal: “rodapié”, “mirado
barandal”, “miradores”; isotopía que se funde con la del “arpa”
por medio de una meráfora (“barandal del arpa”): “pulsadora”,
“arpa”, “cuerdas”. Hasta aquí las líncas isotópicas que dominan
en los cuarteros y que tienen una dirección referencial concreta
(a escena del cuadro), pero que ya se han somerido a dos pro-
cesos de transformación: la protagonista se asimila a las plantas
y flores que presumiblemente la rodean, y el arpa es (por su for-
el halcón al que se asoma Rosa. Esto nos permite con-
dernás, pues
como
siderar la isotopía espacial como la que engloba a 1
el “mirador” es, en este caso, “lugar para las flores”.
Cuando pasamos a los tercetos, comprobamos que la línea
isotópica de “lugar vegeral” alcanza su expresión máxima en
“vergel de los aires”, esto es, Paraíso: el “mirador” se convierte
en el “más allo mirador”, y consecuentemente la protagonista
que lo habita no puede ser más que un “querubín”, lo que enja-
za con la isotopía del “arpa”. La idea de “celesrialidad” ya venía,
no obstante, apuntada por las expresiones “mirador del ciclo”
y “bucle en la nieve”. Asistimos así a la convergencia de todas
las líncas isorópicas en la apoteosis del “Paraíso” que contiene
los sememas de “espacio”, “vegetal”, “babitado por seres que
tocan el arpa (querubines)”. El poeta, al ver el cuadro de su difun-
ta pariente está viendo simultáneamente su estancia en el “Paral-
so”. Podemos decir que es la metáfora del “arpa” como “balcón
la que permite fundir estos momentos, a la vez que la marca for-
mal del tránsito de una parte a otra (y de un mundo a otro, en
consecuencia) es “la mano que se fue”: la mano está en el arpa y
en el balcón a la vez y es tan vegetal como su protagonista y su
entorno.
El poema, pues, temariza la esencia del cuadro en cuanto
representación de lo ausente y fusión de lodos los tiempos en
un instante único. Tneluso el verso inicial y final, muy similares
y sin verbo, parecen formar un marco que refleja el estatismo
de lo pictórico: “Rosa de Alberti allá en el rodapié ... Pensativa
de Alberti entre las flores”, Sin embargo, dentro de este momen-
to estático ha tenido lugar todo un movimiento ascensional:
“voladora”, “voló”, que, por cierto, forma otra isotopía con “e
lo” y “aires”, y con “querubincs”, provistos de alas. Las caracte
rísticas formales del poema refuerzan la sensación de movimiento
48
ascendente. Ercnte al estarismo de los imperfectos de los cuar-
teros con verbos que indican movimientos mínimos (entrea-
bría”, “cabría”), la contundencia del “se fue” con que se cierra,
lo que desata todo un raudal de movimientos repentinos (
pretériLo anterior): Luc”, “voló”, a la vez que las aliteraciones
refuerzan esa sensación: “vaga y voladora, voló”, y el imperati-
yo con exclamación eleva el tono: “Miradia”. No obstante, estos
definidos movimientos ascendentes contrastan con la idea de
“vaguedad” y “ensueño” que envuelve a la protagonista.
Para colmo de complicaciones tenemos la palabra “fanal”,
situada en un lugar escratógico (principio de verso) y que no
parece a primera vista tener ninguna relación con el resto del
poema, La protagonista es “fanal de cosucñio” porque parece una
campana de cristal que guarda dentro una llama y amortigua su
resplandor (“vaguedad”). Sin erbargo, cl fanal? como estruc-
tura de cristal cerrada apunta directamente a “mirador”, con lo
que no sólo el “arpa” es balcón, sino que la proragonista misma
es mirador (a la vez continente y contenido). Y si tenemos en
cuenta que el fanal sirve, además de para matizar la loz, para
preservar las cosas de su destrucción por agentes externos, encon-
tramos una referencia directa al cuadro (zal poema?) que ha pre-
servado la vida (Lerrena y nitraterrena) de la legendaria prima
de Alberti.
En conclusión, todo el pocma se basa en la confluencia de
elementos dispares, es más, contradictorios, como la propia esen-
cia del cuadro: la presencia de lo ansente, la vida de la muerte
(Paraíso, en fin). Y ello sienta una base no sólo para la confluencia
de todas las isotopías, sino para las relaciones entre ellas que
suponen una desrealización de los referentes concretos: la mujer
como vegetal y como querubír, el arpa como balcón, el balcón
como fanal y como Paraíso, etc.
Veantos otro ejemplo, esta vez de Dámaso Alonso:
GOTA PEQUEÑA, MI DOLOR
Ciota pequeña, mi dolor.
La tiré al mar.
Al hondo mar.
Luego me dije: ¡A tusabor
ya puedes navegar!
49
Masme perdió la poca fe...
La poca
demi cantar,
Entré anda y ciclo naufragué.
Y cra un dolor jomenso ci mar.
Todo el poema se articula en torno a la equiparación de dos
isotopías: la del * “dolor” y la del “agua”, que confluyen metoní-
micamente en el concepto de “lágrima”, con que Dre el poc-
ma. Ésta, además, tiene el semema, relevante en el poema, de
“pequeñez” por oposición a “mar”. Esta oposición explícita hace
que “mar” gane el semema de “dolor”; la lágrima pequeña del
principio se convierte al final en un “mar de dolor”. Esta tranis-
formación viene anunciada por el “sabor” salado que compar-
ten lágrima” y “mar”, pero principalmente por la isotopía de
dimensionalidad, que ya hemos visto que es el eje de oposición.
Así, es la “pequeñez del poeta”, “su pequeña fe” la que hace que
cualquier dolar (por mínimo que parezca) se convierta en un
naufragio en las aguas del dolor. La isotopía marina que se desa-
reolla (navegar, naufragio) cmparenta el poema con el tópico
clásico. de la vida como navegación (la vida terrena entre “onda
y la idea de lanzar ras lágrimas al mar enlaza con el
motivo de la poesía tradicional del llanto a orillas del mar. El
poeta funde los dos temas que pueden, igualmente, entenderse
como contrapuestos por su dimensionalidad: el gran tema clá-
sico (alegórico) de la vida como viaje marino, y el tema íntimo
(subjetivo) del llanto a oriilas del mar. La pequeñez dolorosa de
la canción tradicional (que es la forma exterior aceptada aquí
por el poeta) impregna de su dolor al “grandioso” tema clásico.
Esta lectura viene respaldada además por el hecho de que el “yo”
que habla se presente como “poera o cantor”. En cualquier caso,
esa “poca fe en su cantar” que lo pierde queda sin determinar y
abierta a todo tipo de sugerencias. ¿Se trata del hecho de que el
poeta no se decide firmemente por una de las dos tradiciones?
Aventure el lector sus propias conjeturas.
Como réplica al concepto de “isotopia” de Greimas, Jean
Cohen (1982: 182) acuña como propio de la pocticidad el de
“isopatía”, definido como “el tipo de similicud que rige el texto
poético y constituye su poeticidad”, de manera que entiende el
50
poema coma “una larga sinonimia patética”. La isoparía estaría
éonstituida por una repetición de “pateras”, o términos aso-
ciados por un mismo contenido patético. Este concepto es más
resbaladizo que el de “isotopía”, aunque puede sex útil para poe-
mas que no tienen una línea isotópica clara porque su conteni-
do lógico o semémico es dispar. Es el caso, por ejemplo, del prin-
cipio del poema “Tu infancia en Mentón” de García Lorca:
Sí, lu niñez ya fábula de fuentes
HI tren y la mujer que llena el cielo.
Tu soledad esquiva en los hoteles
y tu máscara pura de otro signo.
Es la niñez del mar y m silencio
donde los sabios vidrios se quebraban.
Is difícil encontrar aquí una línea lógica que encadene todos
los significados de los lexernas que se van sucediendo, y por tan-
to, debemos situar este encadenamiento en un nivel no lógico,
emotivo o de resonancias afectivas.
Tópicos literarios
Otra de las maneras de determinar el tema es acudir al reper-
torio de motivos que la tradición ha consagrado. Aunque el tema
no siempre coincida exactamente con una de los motivos, éstos
pueden servirnos de orientación, al tratarse de contenidos de
carácter universal, aplicables a Lodo tiempo y lugar (Análisis y
comentario de textos, 1994: 40). Estos motivos, llamados “tópi-
cos”, forman un conjunto reconocible y bastante cerrado, son
fácilmente identificables, están codificados por una tradición y
aparecen a lo largo de toda la historia de la pocsía o caracteri-
zan un periodo completo. Su carácter cerrado se debe a que refe-
jan condiciones generales de la existencia: “La transformación
de la entera abundancia de las situaciones de la vida en un fijo
y comparativamente pequeño conjunto de Lemas líticos es un
rasgo característico de la poesta” (Lotman, 1976: 106). Para su
clasificación y denominación puede consulcarse la obra de E. KR.
Curtius (1955: 122-159). El conocimiento de estos tópicos es
fundamental sobre todo para el análisis de la poesía renacentis-
51
que dél no fío si sus flujos gruesos
con el limón o con la voz no enfrenas,
¡oh dulce Arión, oh sabio Palinuro!
ta y barroca, aunque la lírica contemporánea los usa de manera
más solapada, tratando de descubrir nuevas lecturas de la tradi-
ción. Utilizaré aquí la sistematización de los tópicos de Curtius
y su aplicación a la poesía española que hacen Antonio Azaus-
tre y Juan Casas (1997: 39-69):
—El clogio personal (puerísenex, sobrepujamiento, sabi
duría y valor, hermosura corporal...). Aquí cabe todo
el caudal de retratos de amadas petrarquistas; y en el
ámbito de la poesía tuoderna el elogio que hace Lor-
ca de Sánchez Mejias:
2) Tópicos tradicionales de persona
—La furmiliras autorial. En el poema de Pablo Neruda
que sirve de prólogo a su Crepusculario:
Fardará mucho tiempo en nuczr, si cs que nace,
ta andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Cierro, cisrro los Jabjos, pera en rosas tremanles
se desata mi voz, couo el agua en la fuente.
Ejemplo del tópico p:
ral de Lope:
Rex en un poema fune
Que si ao son pomposas, que si no son tragantes,
son las primeras rosas hermano caminante
de mi desconsolado jardín adolescente,
Este sepulcro lagrimoso encierra
un viejo en sesu, «aunque manceho en años,
gue, por desengañar nuestros engaños,
el alma a Dios, el cuerpo dio a la lierra.
—El hombre como pequeño tuundo. Se puede conside-
rar una variante moderna de este tópico cl hombre cós-
mico que aparece en los poemas de Vicente Aleixan- $) Tépicos de cosa
dre:
— Tópicos de la creación literaria (Lópica del exordio,
invocación a las musas, no encuentro palabras”, ana-
logías literarias, tópica de la conclusión). Invocación
a las musas del Marqués de Santillana:
Dime por qué tu corazón como una selva diminuta
espera bajo tierra los imposibles pájaros.
—Analogías náuticas. Sirva de ejemplo el poema antes
cirado de Dámaso Alonso, o este soneto de Góngora: ,
O vos, Musas, quien Parnaso
Tazoys la abiración,
alli do fizo Pegaso
la fuente de perfición;
en la fin e conclusión
en sl medio, comenzando,
vuestro subsidio demando
para mi propusición,
Aunque a rocas de fe liga
con lazos de oro la hermosa nave
mientras en calma humilde, en paz stiave
sereno el mar la vista lisonjea,
y aunque el céfiro esté (porque le crea),
tasando el viento que en las velas cabe,
y el fin dichoso del camino grave
en el aspecto celesrial se lea El tópico del exordio y de la conclusión puede ver-
se, respectivamente, en los poemas que abren y cierran
el Canto general de Pablo Neruda, donde el poeta apa-
rece como cumpliendo un deber que le impone su con-
ciencia o la comunidad.
he visto blanquéando las arenas
de tantos nunca sepultados huesos
que el mar de Amor tuvieron por seguro
2
Esta aparición directa del tema se ve, por ejemplo, en
un soneto en serventesios de Darío, que se titnla “Melan-
colía” y que acaba con la palabra-tema: “¿No oyes caer las
gotas de mi melancolía?”.
— Aparición del toma distribuido en un campo léxico-semán-
tico O isotopía, caso que hemos visto arriba.
— Aparición en forma de palabra-testigo. Cuando no apa-
rece ni palabra clave ni una isotopía clara aparecen pala-
bras que atraen nuestra atención por plantear problemas
de interpretación o por falta de coherencia con el resto
Es ejemplo de esta modalidad el “Se querían, sabedlo*
que cierra el poema de Vicente Aleixandre “Se querían”,
basado en una larga enumeración de atributos de un
amor, Este final abrupto sitúa el poema en una dimen-
sión social que le habían negado las imágenes cósmicas
anteriores.
Según Carlos Reis (1979: 124-127), en el caso de la apari-
ción indirecta del tema, ésta no puede disociarse de cierta ela
boración formal del texto. Algunas de las formas indirectas de
aparición del tema que describe son: cualidades sugestivas de la
imagen (la imagen es capaz de evocar indirectamente ciertas sen-
tidos temáticos); el símbolo como proceso de representación
mediata de las líneas de fuerza temálica que estructuran la obra;
figuras retóricas; categorías fónicas (exclusivo de la lírica), que
puede ilustrarse con el análisis que José Manuel Blecua hace de
un soneto de Góngora, donde demuestra que el sonido y la gra-
fía “1” remiten icónicamente al tema y forman parte de él (Al
comentario de testos, 1973: 52-61).
Un ejemplo de tema elusivo en que tenernos que ampliar
mucho el concepto de isotopía para encontrar una unidad de
contenido es este poema (XIV de Trilce) de César Vallejo:
Cual mi explicación,
Esto me lacera de tempranía.
Esa manera de caminar por los trapecios.
Esos corajosos brutos como postizos.
Esa goma que puga el azogue al adentro.
Esas posaderas sentadas para arriba
Re no puede ser, sido.
Absurdo,
58
Demencia.
Pero he venido de Trujillo a Lima
Pero gano un sueldo de cinco soles.
Se han ensayado diversas explicaciones de este poema!, Todos
los autores consideran “tempranía” como el objeto de “lac
pero puede ser también una construcción adverbial: “de maña-
na”, y entonces el sentido sería: “esto me duele de mañana”. Las
demás realidades del texto se han interpretado bien como ele-
mentos de la vida burocrática, bien como evocaciones de lo cir
censc. Yo creo que se puede descubrir también una isotopía del
“viaje”, apuntada por algunos elementos. El viaje de Trujillo a
Lima se relaciona con: levantarse temprano, caminar, los brutos
que se supone tiran del vehículo y la posición de sentados. Pero
no está claro dónde situar en esta línea isotópica la goma del azo-
gue, como no se refiera de alguna manera a las ventanillas,
Se apunta, sin embargo, desde el principio, y parece que con
más firmeza, a otra isolopía: la de la comprensión intelectual
de una situación. “Cual mi explicación” empieza el poema y
ello se relaciona por oposición con “absurdo, demencia” que
aparecen después. Es probable, en principio, que se trate de dar
una explicación del viaje de Trujillo a Lima. ¿Podía ser la expli-
cación el hecho de tener que ganarse la vida, a donde apunta
el verso final? Puede ser, pero da la sensación de ser una lecru-
ra empobrecedora. Si seguimos ahondando, vemos que el poe-
ma se desarrolla sobre parejas, si no de opuestos, al menos de
diversidades: uno no puede carninar por los trapecios; los bru-
tos, que son naturales, se convierten en sus contrarios (posti
zos); y el hecho de pegar el azogue hacia dentro hace que éste
no cumple su función que es la de reflejar; por último, las posa-
dieras no se sientan hacia arriba sino todo lo contrario. Tal cúmu-
lo de contradicciones se resumen en la paradoja “ese no puede
r sido”.
Por otra parte, la idea de viaje contrapone también dos luga-
res “Trujillo y Lima”, y por tanto, sería un ejemplo más de esa
unión paradójica de contrarios: el viaje une dos lugares que no
pueden estar presentes al mismo tiempo. Así pues, la explica-
ción de todos los contrarios es el absurdo de que los contrarios
coexistan, y la vida es un gran “pero”: es una cosa pero también
la otra. De ahí que la palabra clave (o palabra testigo, mejor) sea
59
la conjunción adversativa, puesta de relieve, además de por la
repetición, por la incongruencia semántica: el hecho de ganar
lógicamente a ninguno del resta
cinco soles no se contrapone
del poema. En definitiva, la isotopía suave del Viaje se incluiría
dentro de la isotopía de búsqueda de explicación” que se resol
vería en ese “pero” que es el tema del poema.
El problema de que el terna no aparezca siempre explicitado
lleva a Carlos Reis (1979: 121) a considerar a éste no como una
entidad desnudamente semántica, sino como un “signo” con sus
dos caras, significado y significante, lo cual tiene varias venta-
jas. En primer lugaz, permite explicar por qué algunas veces el
tema aparece de una manera directa en el texto y otras veces no.
La otra ventaja es que da cuenta de la articulación sintáctica del
tema, que estudiamos en el próximo apartado.
Sin embargo, no sólo interesa lo que el poema dice, sino que
bay que tener en cuenta también lo que calla, como afirma Muñoz
Cortés [en Elementos formales... 196
compleja, signo complejo (...) se aproximará tanto más al estado
de gracia poética cuanto más denso sea el silencio que lo rodee. Ésta
es una diferencia esencial eritre la prosa y la poesía”.
En el poema “Bodegón” de Vicente Valero, que describe la
sobremesa de un domingo, resulta llarmativa la ausencia de seres
humanos, que aparecen como sombras en los restos que dejan
sobre la mesa. Otras veces el silencio está tematizado, como en
tl caso de los poemas que tratan de la inefabilidad. Lo hemos
visto en el soneto de Dámaso Alonso, basado en otro de Juan
Ramón, que se tirmla “Cómo erx”.
En este ejemplo de Rosalía de Castro el silencio no está tema-
izado, sino simplemente mostrado y hace que la figura central
del poema, “el templo”, sea núcleo de resonancias que debe ima-
ginar el lector, Este debe reconstruir la historia de amor y reñ-
cor que queda en silencio, Así, el “templo” adopta un tinte sim-
hálico, además de encontrarse resaltado por su repetición en
posiciones relevantes: al £inal y al principio de estrofa.
A través del follaje perenne
que oír deja rumores extraños,
y entre un mar de ondulante verdura,
amorosa munsión de los pájaros,
desde mis ventanas veo
el templo que quise tanto.
60
El templo que tanto quise...
pues no só decir ya si le quiero,
que en el rudo vaivén que sin tregua
se agitan mis pensamientos,
dudo si el rencor adusto
viva unido al amor en mi pecho,
Aparte del carácter de los temas hay que tener en cuenta la
ición de determinados temas dependiendo de los periodos
icos y de los géneros literarios (Carlos Reis, 1979: 117.
119). Inevitablemente el contexto social e idcológico condicio-
na la predilección por ciertos temas que reflejan las inquietudes
o las modas de la época. Así, puede estudiarse el tema de la Lie-
rra castellana en los poemas de Machado y Unamuno (así como
en las obras en prosa de Azorín), y el tema del amor no corres-
pondido en la lírica del XVL y cómo el petrarquismo se inserta
en una sociedad cortesana. Lo mismo ocurre con los géneros lite-
tarios, que codifican no sólo la forma del poema, sino sus líneas
ternáticas fundamentales. Por ejernplo, si un poema es una ele-
gía sabernos que girará en torno a la muerte o a la pérdida de algo
o alguien querido.
. Estructura del tema
Una de las ventajas de considerar el tema, en su dimensión
semiótica, como signo, según vimos que hace Carlos Reis, es la
de poder hablar, dentro de la faceta significante, de su articula-
ción sintáctica. Así, es posible establecer una jerarquización entre
un tema principal y unos subtemas, que se conectarán entre sí
de determinadas maneras que ho tienen por qué coincidir con
la distribución sintáctica o externa del poema (Babes, 1978:
222-223).
En este ejemplo de Miguel Hernández observamos cómo
movimicnto lógico de las isotopías de contenido es por com-
plezo independiente de la sinraxis poemática:
¿No cesará este rayo que me habita
el corazón de exasperadas fieras
y de fraguas colóricas y herreras
donde el metal más fresco se marchita?
6
¿No cesará esta terca estalactita
de cultivar sus duras cabelleras
somo espadas y rígidas hogueras
hacía ¡mi corazón que mugo y grita?
Este rayo ni cesa ni se agota:
de mí mismo tomó su procedencia
y ejercita en mí mismo sus furores.
Esta obstinada piedra de mí brota
y sobre mí dirige su insistencia
de sus Inviosos rayos deslructores.
La imagen del rayo atrae la de la fragua (con alusión a la fra-
gua de Vulcano donde se forjó el rayo de Júpices), y a su vez ésta
se une a la idea de “metal”. La misma imagen del rayo atrae por
similitud física la de la estalactita, que además conlleva el signi-
ficado de “agua”, que consuena con el “fresco” del verso anterior.
Las “cabelleras* remiten a las fieras del verso segundo, isoto-
pía que empieza aquí a tener su desarrollo, y que volverá a apa-
recer en el último verso del cuarteto: “muge y grita”. A la vez, las
“espadas” y “rígidas hogueras” remiten a la fragua, pero también
ala “estalaciita” por su carácter de verticalidad, pero se oponen a
ella por tratarse de realidades calientes, mientras que la estalacti-
ta es fría y húmeda. Una contraposición similar podemos ver entre
las “fieras”, que forman una isotopía en la línea de la rima “fie-
ras-cabelleras, grita” y que así se encuentran emparentadas con
“marchita” que remite al mundo vegetal, su opuesto.
La respuesta abandona las isotopías apuntadas en los cuarte-
tos y sólo en cl último tercero aparece la “piedra”, que remite tan=
to a la “estalactira” como al mundo mineral y del metal de las fra-
guas. La “lluvia” del último verso recoge la isotopía líquida de la
“estalactita” y lo vegetal, y crea una isotopía que pretende ser glo-
balizadora, la de la Lormenta”, para cerrar el poema.
Es como si el poeta hubiera creado, en los cuartetos, una cue-
va (la de su corazón), que es fragua y está poblada además de:
fieras, para resolver rodo en la imagen de la tormenta (último
terceto), completamente exterior y hasta cierto punto incohe-
rente con el resto. Sin embargo, vernos que aquí lo que menos
importa es la sintaxis: las isotopías, según hemos comprobado,
se organizan independientemente del sentido y relaciones lógi-*
62
cas de la sintaxis. Por tanto, lo que tenernos es una simultanei-
dad de imágenes conducidas por las isotopías de los cuartetos,
en que el mundo animal (violento), el raundo ruineral (fraguas,
espadas), el mundo acuático (en su forma rígida: estalactita) y
el mundo vegetal (en su forma muerta: marchita) se entremez-
clan por hilos isotópicos de asimilación y contraposición. Si apli-
camos lo mismo a los tercetos, éstos se superpondrían a las imá-
genes de los cuartetos, aportando únicamente a la simultaneidad
imaginativa el paisaje de la tormenta, que une todos los cam-
pos: fuego, agua, animales y vegetales.
En todo poema se distingue un tema principal, motivo nu-
dear o foco, explícito o no, y una o varios subtemas, temas subor-
dinados o motivos secundarios o complementarios (Paraíso, 1988:
23.25; López Casanova, 1994: 19). Las unidades temáticas secun-
darias o subordinadas tienen respecto a la principal una relación
jón, o Una
de marco, apoyo, conuraste, amplificación, intensihic:
relación compleja compuesta por varias de las anteriores (López
Casanova, 1982: 26; Núñez. Ramos, 1992: 164).
Veamos un ejemplo de Federico García Lorca:
CASIDA DEL LLANTO
He cerrado mi balcón
parque no quiero oír el llanto,
pero por detrás de los muros
nu se oye otra cosa que el llanto.
Hay muy pocos ángeles que canten,
hay muy pocos perros que ladren,
mil violines caben en la palma de mi
Pero el llanto es un perro inmenso,
el llanto es un ángel inmezaso,
el llanto es un violín inmenso,
las lágrimas amordazadas al viento,
y no se oye otra osa que el llanto.
El tema aparece explícito: la inmensidad del llanto (dolor) y
su insistencia que rodea al poeta (su casa). La negación inicial a
escuchar el llanto no es el tema, sino que forma parte de la acti-
tud del poeta, y tiene una doble función: la de caracterizar al
63
3
ESTRUCTURA TEXTUAL
Ya hemos visto que no hay que confundir la estructuración
puramente conceptual de los cantenidos con la distribución de
éstos en la superficie textual (Análisis y comentario de textos, 1994:
43). Es decir, una cosa serán las relaciones semánticas que es
blezcan los elementos del poema entre sí (contraposición, ejem-
plificación, apoyo, ctc.) y otra cosa la organización sintáctica de
estas relaciones semánticas (yuxtaposición, subordinación, repe-
tición, cte.).
3.1. Modelos estructurales de carácter sintáctico
Un poema se compone de diversas partes o secuencias aisla-
bles (López-Casanova, 1982; 44). Cada una de estas partes abar-
ca normalmente un contenido preciso. Una de estas secuencias
puede contener el tema central y servir de eje estructural o no,
egún hemos visto antes. La división de las partes del poema
puede en ocasiones verse reflejada en su distribución estrófica.
En este poema de José Martí, cada parte del tema corresponde
a una cuarteta en perfecta correspondenci
69
Si quieren que de esle mundo
Lleve una memoria grata,
Llevaré, padre profundo,
Tu cabellera de plata.
Si quieren que a la otra vida
Me llevo todo un tesoxo,
¿Llevo la trenza escondida
Que guardo en mi caja de oro!
Si quieren, por gran favor,
Que lleve más, llevaré
La copia que hizo el pintor
De la hermana que adoré.
En este poema de José Bergamén los desajustes entre unidad
estrófica y unidad temática están al servicio del significado del
poema:
y sin que por despertar
cada día, no quisiera
volver a dormir de nuevo
una y olra vez, sin tregua.
Señor, yo quiero morirme
como se muere cualquiera:
cualquiora que no sea un héroe,
ni un suicida, ni un pocla
Cada noche y cada día,
par darmida o por despierta,
el alma sabe que está
soñantlo la vida entera.
que quiera darle a su muerte
más razón de la que tenga.
Quiero morirme, Señor,
igual que si me durmicra
en Ti: came cuando niño Por cso quiero, Señor,
me dormía, sin que apenas morir sin que elía lo sopa.
supiese yo que era en Ti Quiero morirme, Señor,
y por'I7 que cl alma sueña; como si no me muriera.
Empieza el poema con dos unidades de contenido parale-
las y bien delimitadas que constituyen dos ruegos, encabe
dos por el vocativo “Señor”. Pero estas dos unidades se distri
buyen asimétricamente en las enatro primeras estrofas, ya que
él primer ruego invade la segunda estrofa y el segundo se pro-
longa hasta la cuarta. Las dos estrofas restanles están ocupadas
cada una por una unidad de sentido. Creo que el distinto tra-
tamiento de la relación unidad de seniido-estrofa establece una
diferencia entre el deseo (“quiero”) y la realidad (el alma sabe”).
En el campo del deseo los límites son imprecisos, el sentido
queda pendiente de los encabalgamientos: “quicro morir*
me/como se muere cualquiera”, “poeta/que quiera darle...”, y.
du
el más espectacular: “igual que si me durmicrafen Ti”. Cuan-
ca la constatación de lá realidad, el movimiento se con-
tiene en una estrofa, y una vez dada la razón (“Por eso quic-
1o...”) las ideas se reparten de manera concisa en la estructura
de la última estrofa (2+2).
Una vez establecidas las secuencias de que se forma el poe-
ma, la relación entre ellas dará lugar a los siguientes modelos
formales de composición (López- Casanova, 1982: 51-87
A) Simétrico- asimétrico
Se refiere a la igualdad o desigualdad del número de versos
entre las parres del poema. Al basarse en un criterio puramen-
te cuantitativo, el carácter sitnélrico o no del poema no afecta
en realidad a su semántica, sino más bien a la sensación de equi-
librio. Además, es combinable con los otros Lipos de estructu-
ración.
Es simétrico, aunque no por la igualdad exacta de versos, sino
por su estructura en anillo, o círculos concéntricos, este poema
de José Ángel Valente:
CONSIENTO
Debo morir. Y sin embargo, nada
muere, porque nada
tiene fe suficiente
para poder morir,
No muere al día,
pasa;
ni una 105a,
30 apaga;
resbala el sol,
no muere.
Sólo yu que he tocado
el sol, la rosa, el día,
y he creído,
soy capaz de morir.
71
La estructura, en esquema, es la siguiente:
Debo morir
Nada ticne fe suficiente
el día
la rosa
elsol
el sol
la rasa
el día
He creído
soy capaz de morir.
En definitiva, la muerte engloba a la fe, que a la vez incluye
las cosas del mundo.
Es claramente asimétrico el poema de Rubén Darío tirulado “El
poeta pregunta por Stella”, que consta de 18 versos divididos en 4,
estrolas. En cada estrofa el poeta desarrolla una invocación al lirio,..*
y sólo en los dos últimos versos aparece el tema principal, es decir,
la pregunta que sigue a todas estas invocaciones:
¿Llas visto acaso el vuelo del alma de mi Stella,
la hermana de Ligeia, por quien rai canto a veces 03 tan triste?
Esta descompensación entre invocación (16 versos) y pre-
gunta (2 versos) crea una sensación de clara asitnetría, Asi-
metría que sirve para poner de manifiesto la especial perti-
nencia del interlocutor (el lirio), que, como símbolo de pureza;
al ponerse cn relación con la mujer ya nos está hablando de
ella.
Ejemplo de estructura asimétrica esta vez basada en una rela-
ción de contraste o contraposición sorpresiva (no suspensiva
como cra la de Darío) es el poema “Una estrella” de Manuel
Machado que contiene el retrato de una mujer alegre y bella:
“María es la adorable/gracia de Andalucía...”, para a acabar vein-
te versos después:
Y sobre aquellos ojos
alegres y habladores,
su pelo negro... como
una pena inficita,
La figura de la gitana da un vuclco completo al final.
Fste tipo de estructura se relaciona con la figura de la sus-
tentación, que consiste en acumular indicios en un sentido y
cerrar la secuencia con una afirmación totalmente inesperada o
sorpresiva, El pocma de Manuel Machado da una muestra de
ello, pero aparece más claro en otros ejemplos que reservo para
el apartado dedicado a las figuras.
ivo-comclusivo
Bj Expl
Otros dan a estos esquemas los nombres de analítico y sin-
rético, El modelo explicativo o analítico sienta en un principio
el tema nuclear y lo hace acompañar de un adyacente o varios
cuya función es la de analizar, ejemplificar, describir, ctc., ese
morivo inicial.
Ejemplo de poema explicativo o analizante cs el que empic
“Tristeza dulce de campo”, de Juan Ramón Jiménez. El resto del
poema es sálo un desarrollo de los elementos que dan al campo
melancolía y dulzura a la vez. En este caso el desarrollo se hace de
un modo metonímico. En otras ocasiones el desarrollo puede tener
un sentido sinecdóquico, cuando lo que se nos da es la enumera-
ción de las partes que forman dl toda del que se Irabla. El desarro-
llo metafórico se daría cuando el motivo principal es desplegado
comparándolo con realidades similares a dl.
Estructura analítica tiene también la famosa secuencia de La
voz a tá debida que comienza:
Para vivir no quiero
islas, palacios, to!Tes.
¡Qué alegría más alte;
vivir en los pranom
sl
El resto del fragmonto no
más que un de
idea central.
73
PORQUE ERES DURABLE
Te umo porque hay en ti voluntad de dwar,
Si las cosas persisten,
e incluso si la vida
fucha hasta el último temhlor,
vs sólo por su afán de permanencia.
Hs visto grandes masas abatidas
por el fuego o el hierro
o la lenta carcoma
del tiempo y de la propia incertidumbre.
Pero tú siempre emerges
con la fragilidad
sencilla de tu cuerpo, y sufres
esta débil constancia de mi vida
levantárdome, haciéndome
durable compañero de tu clara
firmeza de seguir.
El tema explícito aparece en el primer verso. El resto del poema
es una apostilla a csta categórica afirmación. Los versos 2-5 desa-
rrollan en su generalidad el tema de la “duración”, y constituyen una
especie de premisa mayor en todo hay un afín de permanencia”).
Los versos 6-2 contienen el ejemplo contrastante negativo: el poder
de destrucción; refuerzan el sentido positivo de la permanencia genc-
ral, y sirven, además, de enlace para contraponer la destrucción a la
Permanencia que caracteriza a la armada. Así, el tíltimo bloque cons-
Utuiría la premisa menor: tú duras y por eso te amo, La relación entre
el bloque último y penúltimo sería lativa, mientras que la relación
de estos dos con lo que hemos considerado premisa mayor sería linc-
al (sintácticamente, a pesar de la relación lógica).
- Medelos estencturales de carácter semántico y pragmático
Además de estos tipos de organización del marerial textual
caracterizados por el enlace sintáctico de las unidades, existen
otros modelos de estructuración que no responden a relaciones
tan lormalmente reconocibles como las citadas o que pueden
combinarse con ellas, pero que añaden nn valor (normalmente
de índole sernánlica o pragmática) a la estructura.
A) El primero de estos tipos es el que se basa en una fórmula
o en un discurso establecido; el poema aprovecha un clisé codi-
ficado entre los discursos sociales de su tiempo (López Casano-
va, 1994: 47). Es muy usado sobre Lodo en la poesía moderna
de tono social, aunque aparece en todas las épocas: ah tenemos
los distintos “testamentos” y “epitafios” de Quevedo. Sin duda
es una constante de la poesía satírica. . :
En poetas irónicos como Nicanor Parra y Mario Benedetri
abunda este tipo de poemas. Éste de Nicanor Parra (“Adverten-
cias”) se basa en los carteles de prohibición:
Se prohíbe rezar, estornudar
Escupir, elogiar, arrodillarse
Venerar, aulas, expeclorar.
En este recinto se probíbe dormir
Tnocular, hablar, excomulgar
Armonizar, huir, interceptar.
Estrictamente se prohíbe correr.
Se prohíbe fumar y fornicar
El amontonamiento y la incongruencia de lo que se prohí-
be ponen de manifiesto lo desmesurado y desproporcionado de
toda prohibición. o c
De Mario Benedetti copio unos fragmentos del poema Ba-
lance”:
En el Activo consta lo siguiente
un corazón inhábil y porfiado [...]
En el pasivo consta lo siguiente
odios pesados y livianus
rabias [...].
B) Otra forma de estructurar un poema es la atributiva (Dice.
Borque, 1984: 49-51), bajo Ja forma A es B, o disponiendo el
pacma como una gran comparación: Á es como B. Es una estruo-
79
tura que se da con cierta frecuencia en los sonetos del periodo
áureo, al requerir la concentración en un solo pensamiento o
concepto, He aquí un ejemplo de Hernando de Acuña:
Como vemos que un río mansamente,
por do no halla estorbo, sin sonido
sigue su natural curso seguida
tal que aún apenas murmurar se siente;
pero si topa algún inconveniente
rompe con fuerza y pasa con rúido,
tanto que de muy lejos es sentido
el alto y gran rumor de la corriente;
por sosegado curso semejante
fueron un tismpo mis alegres días,
sín que queja o pasión de mi se oyese;
mas como se me puso Azor delante,
la gran corriente de las ansias mías
fue fuerza que cn el mundo se sintiese.
Este poema, además, tiene una estructura simétrica o equi-
librada, ya que los dos términos de la comparación se reparten,
según la arquitectura del soncto, entre cuartetos y tercetos.
Hay en Bécquer un ejemplo de poema pensando según esta
estructura pero en el que se ha climinado uno de los términos
de la comparación, abriendo así todo clase de sugerencias:
lesa el aura que gime blandamente
Las leves ondas que jugando riza;
ul sol besa la nube en Occidente
y de púrpura y oro la maliz
la llama en derredor del tronco ardiente
por besar a otra llama se desliza,
y hasta el sauce inclinándose a su peso
al río que le besa, vuelve un beso
La estructura de esta rima (TX) nos llama la atención porque
Írente a otras en que aparecen explícitos-los dos términos de la
comparación (la rima ll: “saeta, hoja, ola.../ eso soy yo”; o la IL:
80
%íLal es la inspiración!”), aquí sólo aparecen los elementos ima-
ginarios, las besas “metafóricos” que se cruzan los distintos seres
de la naturaleza; pero ¿dónde está el beso real? La estructura elíp
tica marca precisamente esa ausencia y la hace más aguda. Ex
cen, además, razones pragmáticas para perisar en este “beso” que
falta: el “y hasta el sauce” final que contiene la presuposición de
que hay algo que debería superar a ese beso; y el comienzo enfá-
tico con “Besa cl anra...”, en Íngar del más convencional y narra-
tivo: “El aura besa”, índice de que se teara de un ejemplo, y no
de una realidad.
C) Otro tipo de organización que a veces se lirnita a un frag-
mento como figura, pero que en ocasiones puede afectar a todo
el poema es la estructura pregunta- respuesta (Díez Borque, 1984:
49-51; Marina Mayoral, 1977:42-47). La parte de la pregunta
puede quedar omirida y sin embargo dejar huellas en el poema,
de una forma similar a la eliminación del rérmino real de la
comparación que acabamos de ver en Bécquer. Por mi parte
añado que a la diada “pregunta-respuesta” se puedo equiparar
otro tipo de relaciones dialécticas como “petición-acepta-
ción/rechazo”, etc.
Un ejemplo de pregunta y respuesta explícitas, en que la voz
ajena es introducida dentro del discurso del poera, lo tenemos
en Rubén Darío (De oLoño”):
Yo sé que lay quienes dicn: ¿Por qué no canta ahora
con aquella locura armoniosa de antaño?
físos na ven la obra profunda de la hoza,
la labor del núnuto y el prodigio del año.
Yo pobre árbol, prodaje, al amor de la brisa,
cuando empecé a crecer, un vago y dulce son
Pasó ya el tiempo de la jnvenil sonrisa:
¡Dejad ál huracán mover mi corazón!
El poema se estructura pragmáticamente on torno a la dua-
lidad pregunta/respuesta que en este caso se especializa en el sen-
tido de acusación/justificación, y toma la forma general de la
figura clásica de la ocenpatín en la que el hablante adelanta, para
tebatirlas, las objeciones que el oponente le puede lanzar.
8l
Ejemplo del esquema pregunta-respuesta, en que la voz que
pregunta y responde es la misma del poeta (dando lugar a la
figura de la sariocinalio) es el poema de Miguel Ilernández cira-
do en la página 61, “¿No cosará este xayo...?”.
Muchos poemas de Jorge Guillén responden a la modali-
dad en que una parte de la diada pregunta /respuesta no está
explicitada pero ciertos elementos del poema hos hacen supo-
nerla:
No, no sueño, Vigor
De creación concluye
Su paraíso aquí:
Penumbra de costumbre
Ejemplo de un par de actos de habla explícitos que se pre-
suponen y que no forman pregunta-respuesta es la rima XI de
Bécquer (Yo soy ardiente, yo soy morena”) en cuyas secuencias
se establece una relación de ofrecirmiento-rechazo. A las dos pri
meras mujeres cl poeta dice “no es a tí”, hasta que a la mujer que
forma el sueño dice “Oh ven, ven tú”.
Otro ejemplo es el poema que analicé atrás de Vicente Mci-
xandre (pág. 38) que comienza “Perdonadme, he dormido”. El
poema sólo tiene sentido si se entiende como respucsta a un
reproche anterior (bien proceda del prapio poeta o de alguien
distinto).
D) Otros pocmas alcanzan una dimensión estructural espe-
cial por construirse según técnicas perspectivsticas que afec-
van al punto de vista o enfoque (Díez Borque, 1984: 49-51;
Marina Mayoral, 1977:53-57). Aqui se pueden aplicar técni-
cas más usadas en la narrativa como son los distintos puntos
de vista, la diversidad de la voz del narrados, etc. El uso de estas
técnicas más propiamente narrativas en la poesía se da de una
manera muy libre y muchas veces son difíciles de identificar,
Es un ejemplo clarificador de perspectivismo el poema de
Rubén Darío “Era un aire suave...”, que descansa en una estruc
tura narrativa. Encontramos primero en el poema una des-
cripción del jardín y la fiesta hecha desde Ja Lercera persona
(impersonal). Cuando entra cn escena la marquesa Fulalia, se
subjetiviza la visión y el poeta parece asumir en su voz la de los
amantes de la marquesa: “la divina Fulalia”, “Amoroso pájaro
que trinos exhala...”. Inmediatamente la perspectiva cambia y
pasamos de nuevo a una voz omnisciente que sabe lo que va a
pasar en el futuro (prolepsis): “la marquesa alegre llegará al bos-
caje...”, con lo que quedan definitivamente ridiculizados los
dos rivales a los que ya se acomodaban notas negativas: “el viz-
conde rubio de los desafíos / y el abate joven de los madriga-
les”. Pero, después, en un giro brusco fa narración se vuelve
sobre sí misma y empieza a preguntar sobre las circunstancias
(espacio y tiempo) en que se desarrolla: “¿Fue acaso en el tiem-
po del rey Luis de Francia (...) ¿Fue acaso en el Norte o en el
Mediodía?”. Se pone en entredicho la voz del narrador anterior
y aparece un “yo” que no puede identificarse con él, pues no
conoce los deralles de su propia historia: “Yo el tiempo y el día
Y el país ignoro” El perspectivismo sirve aquí para la creación
Ge sugerencias.
E) Oro tipo de organización, que podemos llamar “distri
bucional”, consiste en organizar el contenido del poema según
un conjunto culturalmente establecido, como pueden ser el de
los días de la semana, las estaciones del año, etc. Lope lo hace
en este soneto con las siete maravillas de la antigúedad:
Al sepulero de Amor, que contra el filo
del tiempo hizo Artemisa vivir claro,
ala torre bellísima de Faro,
un tiempo de las naves hu7 y asilo;
al templo efesio, de famoso estilo,
al coloso del sol, único y raro
al mnro de Semíramis reparo,
y 2las altas pirámides del Nilo;
en fin, a los milagros inauditos,
a húpiter olímpico y al templo,
pirámides, colosu y muuscolo,
y a cuantos hoy el mundo tiene escritos,
en tama vence de mi fe el ejemplo:
que es mayor maravilla mi «mor solo,
83
Es una escena de ambiente bohemio, propia de la época. La
repetición del estribillo con distinto significado, surgido de la
ambigiicdad del pronombre posesivo “su”, indica la unión de
los dos personajes separados por el arte, pero a la vez la imposi-
bilidad de unir arte y vida, de encontrar lo mismo en lo mistno:
el pelo rubio es el “tesoro” de ambos, pero en ella, que lo posee,
es lo único que vale, y en él, que no lo posee, es un ideal ixal-
canzable.
El estribillo sería, en la globalidad del poema, lo cortes-
pondiente a la epífora como figura. Pero podemos encontrar
muestras de estructura amafórica, es decir, el fenómeno con-
trario al del estribillo, la repetición de un mismo enunciado al
principio de cada parte, como en este fragmento de Luis Cer-
nuda:
Te lo lz dicho con el vienta,
juguercando como animalilo en la arena
o jracundo como Órgano Lenpestuoso;
“Uz lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonríe en todas las cosas inocentes;
“e lo he dicko con las nubes,
frentes melancólicas que sostienen el cielo,
trstezas fugitivas;
Te lo he dicho cun las plantas,
leyes criaruras transparentos
que se cubren de rubor repentino...
3,4. La descstructura
Hay otro tipo de composiciones que se basan precisamente
en la desestructura, cuyo ejemplo extremo son los poemas mon-
tados por completo sobre la enumeración caótica (Paraíso, 1988:
23-24). Muchos textos de un surrcali
este tipo. En estos casos, ante la ruptura de todo vinculo semán-
tico o sintáctico reconocible entre las unidades, hay que acudir
a la afinidad sentimental o la relación connotativa o evocariva
88
no furioso pertenecen >:
de lo representado. He aquí un ejemplo de Gerardo Diego en
su erapa creacionista:
RECITAL
Por las noches el mar vuelve a mi alcoba
0 mis sábanas mueren lus más jóvezes olas
No se puede dudar
del ángel volandero
ni del salto de agua corazón de ia pianola
La mariposa nave del espejo
y a la luz derivada del periódico
yo no me siento viejo
Debajo de mi lecho
pasa el río
y eu la almobada marina
ccsa ya de cantar cl carzco! vacío.
a, pero de
“recital” sólo vemos en su interior el sintagma “corazón de la
pisnola”, lo demás es una mescla de imágenes acuálicas con
otras de intimidad hogareña. Podía entenderse entonces el poe-
ma como un “recital de mar” que el poeta escucha en su habi-
tación hasta quedar dormido: “cesa ya de cantar el caracol
vacío”; pero otras interpretaciones son no sólo posibles sino
necesarias.
En el ejemplo de Gerardo Diego la falta de estructura no es
reflejo de un contenido traumático, de un mundo descoyunta-
do, sino al contrario, de la plenitud de sentidos de cada momen-
to que ofrece el mundo como una posibilidad lúdica, un lugar
de juego. La falta de estructura, sin embargo, constiluye la mayo-
ría de las veces una decisión sobre la forma de transmitir al lec-
tor un universo desarticulado (Tázaro Carreter, 1990: 38). Se tra-
ta de reflejar el desorden del mundo por medio de enumeraciones
caóticas (al modo de Pablo Neruda) o de enlaces fuera de toda
lógica, superposiciones, etc. El poema antes estudiado de Valle-
jo (“Cual mi explicación”) puede traerse aquí como ejemplo de
89
cómo la falta de estructura refleja un mundo caótico. Igual ocu-
rre en este poema en prosa de Leopoldo María Panero, en que
colabora también la visión alucinada producida por las drogas:
LA MATANZA DEL DÍA DI SAN VALENTÍN
Kóng-Kong asesinado. Como Zapala. ¿Por qué no, Matacovsky?
O incluso Pavesc. La maldición. La noche de tormenta, Dies irae. La
mentira de Goethe antes de morir. Las treinta monedas. La sombra
del patíbulo. Marica Cvetaeva, ta epitafio serán las inmensas prado-
ras cubiertas de nieve.
Gaya. Los cuerpos, retorcidos, contrario a Artonello de Mus-
sica, La marihuana.
3.5. El cierre del poema
'
a
López-Casanova (1994: 50) incluye en su apartado sobre la
estructura poemática la consideración de la articulación climá-
tica o anticlimática del poema. Se trata de detectar cuál es el
punto de máxima tensión del texto, y a partir de él establecer
líneas de ascenso o descenso, Serían climáticos los poemas que
acaban en el punto de máxima tensión y anviclimáticos los que
descienden de ese punto hasta un final menos tenso. Hay que
decir, respecto a csle concepto, que muchas veces no es fácil osta-
blecer puntos climáticos, por la brevedad del texto, o por tra-
tarse de composiciones paralelísticas y simétricas. En cualquier
caso, la determinación de clímax es una tarea altamente subje-
tiva, teniendo en cuenta, además, que todo elemento poemáti-
co, por el simple hecho de ocupar el final, alcanza una relevan-
cia que no tendría en otra posición. Es inevitable tener una:
exp jón climática de todo poema.
Por eso, más que las líneas de ascenso y descenso importa lá
manera de cerrar el poema (B, El. Smith, 1968), de tal modo
que a veces cn textos de clara estructura paralelística (con estri-
billo, incluso) el último verso rompe la simetría para señalar su
conclusión, es decir, como marca de que el poema acaba, y para
crear, además, un efecto de sorpresa. 1.0 hemos visto en la rima:
de las “polondrinas” de Bécquer.
90
Un pocma en que el cambio de final cumple ambas fun-
ciones: la de indicar el cierre y la de sorprender al lector, es el
de Rubén Darío: “Canción de otoño en primavera”. En él cl
estribillo que se repite son los cuatro famosos versos: “Juven-
tud, divino tesoro, / ¡ya te vas para no volver! / Cuando quie-
ro llorar no lloro... / y a veces Horo sin querer...”. Pero a la últi-
ma aparición del estribillo, se le añade una exclamación: “Mas
es mía el Alba de oro!”, que, todo hay que decirlo, suena un
tanto postiza.
A grandes rasgos, podemos hacer una distinción entre poe-
mas que finalizan. cumpliendo las expectativas creadas y poemas
que rompen nuestras expectativas. Á esto se le unen poemas que
ienen un carácter abierto o incluso trunco. Todo ello podría
combinarse con un criterio basado en las marcas formales que
indican el cierre. ía de una clasificación sumamente
compleja, así que me limitaré aquí a fistar algunos casos signi-
ficativos:
e trata
a) Final explícico. El poeta indica en el propio texto el final
de su exposición. A veces puede ocurrir esto porque el
tuma ha agotado objerivamente sus posibilidades, con
lo cual se crea una perfecta ligazón entre contenido y
forma. Es lo que sucede en el poema “Cantares” de
Manuel Machado. Después de 6 estrofas que corres
ponden a las 6 cuerdas de la guitarra el poca acaba con
una afirmación evidente:
No tiene más notas la guitarra mía.
4) Final marcado formalmente. Suele ocurrir en poemas que
no rompen nuestras expectativas, y así, con un artificio
formal compensan lo que pueden perder en “emoción”,
Es muy frecuente, por ejemplo. en Góngora marcar fuer-
temente el final con una bimembración muchas veces de
carácter antitético, como ha estudiado Dámaso Alonso,
Véase, como ejemplo, el soneto que empieza “De pnra
honestidad templo sagrado”. Después de una enumera-
ción de las bellezas de la dama comparándola con un tem-
plo, acaba: “oye piadoso al que por ti suspira, / tus him-
nos canta, y tus virtudes rc:
91
En un soneto de Pablo Neruda encontramos un final
conclusivo de este tipo que recuerda a la tradición barroc:
Y aquella vez fue como nunca y siempre:
vamos allí donde no espera nada
y hallamos todo lo que esrá esperando.
Final sorpresivo. Cuando el poema niega o invierte al final
todas las expectativas que había creado estamos ante la
(igura de la sustentación, que estudiamos en el apartado
correspondiente. Ya hemos visto algún < emplo en el poc-
ma de Darío “Canción de otoño en primavo
bién al hablar de las estructuras asimétricas.
di Finales abiertos. En estos poemas ni se cumplen ni se sub-
vierten las expectativas, simplemente nos quedamos en una
vaga imprecisión y una indeterminación que hace que el
poema permanezca abierto, mirando a la vida. Podemos
selacionar esta actitud con la de renunciar al título, inten-
to antirretórico de romper todos los marcos que pudieran
separar al poema del cursa de la experieno No obstante,
hay que señalar que en estos poemas, el hecho de tener que
elegir un final “físico” carga de sentido al elemento que la
ocupa, que puede constituirse en una clave de interpreta
ción del texto.
€
Es ejemplo de poema con final abierto, como ya he dicho,
“La aurora” de García Lorca:
el de
Porllos barrios hay gentes que vacilan insonnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.
El simpli hecho de acabar con ese naufragio de sangre” hacé
que la fuerte imagen quede como simbolo y resumen de todo
el desarrollo del poema.
Un ejemplo claro de poema sin final explícito y prolonga?
ble es el de “Hermana Marica”, de Luis de Góngora. La re)
ción de diversiones infantiles a lo largo de un día de fiesta podía
prolongarse, pero el hecho de que el poeta cierre precisamen:
te con las “bellaquerías” carga de sentido esta última actividad,
hasta el punto que puede hacernos vacilar entre interpretar este
92
poema como abierto o como con final sorpresivo: ¿se trata de
otro inocente pasatiempo infantil o marca el final de esa ino-
cencia?
A veces, la apertura puede llegar al extremo de engendrar un
poema trunco, con lo que tendríamos el equivalente pocmáti-
cu de la figura de la reticencia. Veamos el final de un poema de
Claudio Rodríguez:
¿Hs que voy a vivir? ¿Tan pronto acaba
la ebriedad? Ay, y cómo veo ahora
los árboles, qué pocos días faltan...
En este ejemplo de Ángel González es difícil decidirse entre
considerarlo trunco o simplemente abierto, depende del senti-
do que le demos a los puntos suspensivos:
un escombro tenaz, yue se resiste
asu ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a mingún siliv. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
Huerza del desa]
Si el cierre constituye un momento privilegiado del poema,
el otro lo constituye, en justa correspondencia, cl principio.
Wolfgang Kayser (1976: 252) citando a Mallarmé, pero reco-
nociendo la insuficiencia de la afirmación, reduce a dos las for-
mas de estructuración del material dependiendo del inicio del
poema: “debe resonar al principio una música estridente” de
modo que el poema pueda desarrollarse en la sorpresa que ésta
provoca (...) o bien deben acumularse inicialmente present
mientos y dudas comenzando de una manera oscura, para pasar
después a una terminación brillante”, De modo que también la
elección del principio está, de alguna manera, al servicio del cie-
rre del poema.
La música estridente de que nos habla Mallarmé está pre-
sente en el inicio de la rima ] de Bécquer:
Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
93
Esto introduce una duda a la hora de decidir cuál es la unidad
iemática central: sí es el llanto de Fabio, el e rreglo de la natn-
raleza funciona como subtema por oposición; si es la “naturale-
227, el Manto de Fabio se constituye en el terna subordinado. A
favor del tema de la naturaleza está la mayor cantidad de versos
y lo espléndido de la descripción; a favor del tema de Fabio está
el ocupar la posición final y el hecho de que se trate de una acción
humana (por razones pragináticas tendemos a considerar la actua:
ción de la naturaleza como ua marco o símbolo de la acción
humana). Así, pues, queda muy claro e] carácter de cont “aposi-
ción que se establece entre los dos ámbiros, pero ante la impo=
sibilidad de decidimos por el tema central entre los dos candi-
datos podemos decir, provisionalmente, que el contenido cstá
constimuido por esta oposición entre el desarreglo de la natura-
leza y el “desarreglo” (llanto) de Fabio.
Sintácticamente «f poema, sin embargo, parecs organizarse
como una composición de carácter sintético en que la informaz
ción relevante se sitúa al final, lo que daría más pluusibilidad a
la elección del llanto de Fabio como candidato a eje temático,
No obstante, el nexo sintáctico que une ambas partes es la con-
junción copulativa “y”. Ahora bien, que el sentido de contra-
posición (a adversativo) que hemos detectado esté vebiculado
por la conjunción copulativa debe hacernos pensar en una ambi-
gúedad, a lo que se le suma ul hecho de que la relación entre
Fabio y la naruraleza es lógicamente de inclusión lo yuxtaposi-
ción si queremos): Fabio csiá dentro de (o junto a) la naturale-
za. Fu este caso la relación entre la naturaleza” y “Fabio” sera
de marco, pero volvería a surgir la pregunta de si, por encima
de la sintaxis, no sería el marco el eje principal, subvirtiendo así
los términos lógicos. En definitiva, el pocma explota la ambi-
gúcdad de esta situación por medio del uso de la conjunción
copulativa.
Vamos a ver ahora las líneas isatópicas que componen el poe-
ma. Tres creo que se pueden detectar: la primera, y más evidente,
es la del “espacio”. El poema está lleno de lexemas que llevan el
semema de “Jugar”: lugares naturales y geográficos (Lbero, cam:
pos, Moncayo, tal, selvas, puerlo, etc.) que sc oponen par st:
amplitud al espacio reducido de Fabio: “el umbral de Tays”. Ex
segunda isolopía es la de lo líquido: luvias, Tbero, nieve, mat;
puerto”, frente a la pequeñez de las “lágrimas” de Fabio qué
9%
“bañan” el umbral de Tays. Algunos elementos forman parte a
la vez de ambas isotopías: Ibero, mar, puerto”, dando más coho-
sión a la escena natural donde ocurren estas correspondencias,
que no están presentes en el espacio de Fabio: “lágrimas” y
“umbral” forman parte de isotopías totalmente distintas. La ter-
cera isotopía es
una ambigitedad: las dos únicas palabras que indican explícita-
mente “Liempo” en el poema son “octubre” y “tiempo”, pero la
primera parte dedicada a la naturaleza es una gran perifrasis por
“invierno”; así que “tiempo” en el sentido cronológico y tiem-
po” en el sentido atmosférico, ya que lo que se serala del invier-
no son los meteoros: lluvia, nieve, viento... Nuevamente nos
enfrentamos a una descompensación: en el caso de la naturale-
za la isotopía del invierno es capaz de reunir las de tiempo y
espacio, (y tiempo en su doble sentido), mientras que en el caso
de Fabio el tiempo es simplemente cronológico; por tanto, este
personaje ha perdido realmente una parte del Liempo de que sí
disfruta la naturaleza: el armosférico.
Las líneas isorópicas insisten, pues, en la conitraposici
lo grande y lo pequeño: lo inmenso en espacio y tiempo (luga-
res geográlicos, grandes masas de aguas, tiempo cronológico y
atmosférico) en la naturaleza, y lo diminuro del mundo de Fabio
(umbral, [ágrimas y tiempo perdido). Esta descompensación es
la que refleja la estructura asimétrica que hemos señalado al prin-
cipto: peso abrumador de la naturaleza (11 versos), pequeñez
del dolor de Fabio (3 versos); espacio cósmico frente a espacio
privado. Así, el dolor de Fabio aparece ridiculizado ante el “desas-
tre” natural que supone el invierno.
Otro elemento de contraste es la diferencia entre los nom-
bres de lugar próximos a la realidad (lbero, Moncayo) y los nom-
bres exóticos de los amantes, pertenecientes a la cultura clásica,
y que ya marca una opción por el cuadro casi paisajístico fren
te a una literatura basada en lejanas relaciones amorosas.
Por otra parte, hay una contraposición entre lo colectiva y
lo puramente personal. Al describir el espectáculo de la natura-
leza, el pocra habla de nna visión común de la humanidad: “el
sol apenas vemos”, “nos lo encubre”, frente a la limitadora visión
personal del persona;
Vamos a ver ahora cómo el poema saca provecho de las dos
ambigúedades que hemos detectado y que resultan estar así per-
la del tiempo que, como veremos, lleva inserta
99
fectamente cohesionadas y fundirse en una sola significación: la ;;
ambigitedad del nexo “y” situado entre la: contraposición y la
coordinación (o marco), y la ambigiiedacl de la palabra “tiem:
po”. Fabio llora el tiempo perdido, es decix, constata el poder
arrebatador del tiempo y se lamenta; luego la primera parte de
la naturaleza puede o ser sólo un contraste, sino una tazón
interna para el lamento de Fabio, lo que quedaría reflejado en
la ambivalencia de la conjunción y” a la que se le añadiría ur
ligero valor causal. Fabio lamenta, a la vez, el tiempo cronoló:
gico, pero aquí este tiempo esta simbolizado por la capacidad
destructiva que tiene el tempo atmosférico, de ahí también la.
ambigiiedad de “octubre” (metonimia): es un mes cronológica... 4
pero es a la vez el arrebato (y nóre :l ritmo del primer versos.
“Llevó tras sí los pámpanos octubre”). Fabio ha perdido, pues; 7 y ATÍSTICOS ME Cera
el tiempo en los os aspectos, ya «ue el poeta parece disfrutar NIVELES LINGUÍSTICOS DE ANALISIS
ante el cuadro de la naturaleza desatada, y Fabio, embebido eh:
su amor inútil, es incapaz de contemplarlo: su espacio es muy
pequeño (el umbral de su amada).
El poera consigue con esta esiructura que nOs replanteemos
uno de los principios pragmáticos que llevamos a la hora de leer [0 Como eslógico, son distintas las técnicas de andlisis aplicadas
un poema, que es hacer una lectura antropomórlica, es decir, a las unidades mayores del poema (contenido y saca Jobal)
dar el lugar de acción principal a la acción hunana, sirviendo y alas unidades más pequeñas palabras (ases, sonide Mo obs
el resto dle reflejo, contraste, marco, etc. Es lo que hacen la mayo: tante, existe cierta homogeneidad entre ellas v ficilmente ode-
ría de los poemas renacentistas y barrocos al usar la naturalezas, mos encontrar poemas que están constituidos en toda su Loba
de contrapunto (po ya en el sentido moral y esquemático en que “> lidad corno una figura literaria (interrogación, alegoría, apóstrofe
lo hacía la Edad Media). Este pooma nos obliga a relcor la tráz ¿E 2 ercétera). Los fenómenos semáncicos responden a principios de
dición y a pensar en el hombre como contrapunto de la natus. funcionamiento similares a los de contenido y lo mismo se pue-
saleza. Además, fiente a una poesía romántica que haría del esces, * de decir de la sintaxis con respecto a la estructura total del red
nario de la naturaleza un paisaje interior donde se desarrolla el ma, pero la dimensión de las unidades a que se aplica hace . su
“yo”, en esta Jírica barroca se desgaja el paisaje narural como ui: ¿46 aportación a la significación global del poema sa state :
elemento autónomo, que afecta a la colectividad (el tiempo pasa : "
para todos y €s devastador), y es completamente ajeno a las cul-
tas puramente personales. 1 3 LL. Nivel léxico-semántico
Dentro de los planos puramente lingtiísticos empezaré por
el nivel léxico-senántico. Es necesario, según se ha apuntado,
distinguir entre este nivel (de elaboración formal de la superfi-
cie textual) y el nivel de contenidos, En este apartado arenderé
a dos aspectos: el carácter del léxico del poema y las figuras
semánticas tradicionalmente llamadas tropos.
101
4.1.L El léxico del poema
El léxico del poema nos va a dar fundamentalmente el tono
del mismo (Rastier, en Greimas, 1972: 99): los campos semán-
ticos en que se integran las palabras de un poema son ereado-
ros de dererminadas atmósleras. Así, en las Rimas de Bécquer
encontramos un tono de levedad y de evanescencia gracias al
tipo de vocabulario que usa. Lo mismo Ocurre, en el lado con
trario, con los poemas de Pablo Neruda que forman su Resiz
dencia en la tierra, llenos de clementos concretos de la vida cono
temporánea. López Casanova (1994: 89) toma el término de
“patema” (cada una de las unidades anímicas del poema) de
Jean Cohen, que ya hemos tenido ocasión de tratar, para deno?
minar esta capacidad del lóxico de imprimir una tonalidad al
poema. .
Por otra parte, el léxico de un poema expresa su universo, es
decir, la visión del mundo que despliega y por tanto tiene una
dimensión ideológica. Según esto, las relaciones entre las pala-
bras del poema constituyen la estructura de su mundo; el mun
do poético tiene no sólo su propio vocabulario, sino también sú:
propio sistema de sinónimos y antónimos, de tal manera que
una palabra en pocsía puede no sólo ser igual a sí misma, sinó:
incluso ser su propio antánimo (Lotman, A 976: 84-85).
En estos fragmentos de Juan Ramón Jiménez, extraídos dé
Diario de un poeta reciencasado, podemos ver cómo el lexenúd
“mar” se convierte en un símbolo que engloba significados con
ttadicrorios. Por una parte es plenitud:
¡Qué plenitud de soledad, mar solo!
a ti mismo, a ti sólo y en tu misma
y sola plenitud de plenitudes;
Pero por otra es la nada:
¡Oh mar, azogue sin cristal;
mar, espejo picado de la nada!
el mar sin tendo
de hierro, frío, sombra y grito!
102
He aquí un poema de Rosalía de Castro que brevemente refle-
ja tado su mundo poético, y su tone a la vez, en la selección léxica:
Ya duermen en su rumba las pasiones
el sueño de la nada;
¿es, pues, locura del doliente espíritu,
o gusano que ¿levo en mis entrañas?
Yo sólo sé que es un placer que duele,
que es un dolor que stormentando halaga,
llama que de la vida se alimenta,
mas sin la cual la vida se apagara
El poema crea un recinto, el de la “tumba”. "Lodo el léxico
contribuye a evocar ese espacio cerrado de atmósfera fúnebre:
“sueño de la nada”, “locura”, “espíritu”, “gusano”, “entrañas”,
“dolor”, “atormentando”, “vida”, “llama”, “apagara”. Hay algu-
nas palabras que apuntan a un contraste: “pasiones”, “vida”, lla-
ma”; contraste reforzado por los oxímoros (“placer que duele”,
“arormentando halaga”). Pero estas palabras cstán asediadas por
todos los elementos fúnebres (que las incluyen) y alcanzan, por
tanto, un significado distinto y casi contrapuesto, como puede
verse en la metáfora central que aglutina esa parte “viva”: la “lla
ma”. Esta, al situarse en la atmósfera de muerte y tormento, es
también la llama del velatorio, y apunta al fuego del infierno; la
llama de la vida, es, por ello a la vez, la llama de la muerte.
No sólo el léxico concreto de un poema, sino también las
palabras que aparecen repetidamente en un posta, palabras-tema
y palabras-clave (Molino y 'lamine, 1982: 104), nos introducen
a la vez en una atmósfera y en un mundo temático. Pensemos,
por ejemplo, en las imágenes del agua (en todos sus estados) que
llenan los poemas de Luis Cernuda: Un río, un amor, Las nubes,
“agua que pasa unas guijas, / lluvia que besa una frente juvenil”,
“otros (cuerpos) como cintas de agua”; símbolo cuya ambiva-
lencia aparece en estos versos: “le lo he dicho con el agua, / vida
luminosa que vela un fondo de sombra”. Esta insistencia nos
obliga a leer de manera sorprendente el siguiente poema:
Esperé un dios en mis días
Para crear mi vida a su imagen,
Mas el amor, como tin agua,
Arrastra afanes al paso.
103
cómo llega la hora de Ja trilla
y se lienden las parvas
asf nos llegará sl mes de agosto,
del fora7 acírreo,
y romperá hacia cl sol nuestro fiel grano...
Incluso del léxico de los juegos infantiles:
.. Mucho cuidado:
quien pisa raya pisará meda
d) Eje diafásico. Aparición de un léxico marcado por un uso
especial del lenguaje: científico, jurídico, literario, perio-
dístico, familiar... Por ejerplo, el poema de Mario Bene-
deuti,
*Lestamento de un martes” mezcla el estilo notarial
propio de este género con el estilo familiar.
León Greiff usa un léxico pretendidamente poético en
“Balada del mar no visto, ritmada en versos diversos”,
como muestra este fragmento:
La cántiga ondulosu de su trérmula curva
no ha mecido mis sueños,
ni of de sus sirenas la erótica quejumbre,
ni aturdió mi retina con el mtilo azogue
que rueda por su dors
Sus resonantes trombas,
sus silencios, yo nunca pide 0
sus cóleras ciclópeas, sus quejas o sus himnos,
ni su mutismo impávido cuando argentos y oIos
de los soles y lunas. como perenaes lleros
diluyen sus riquezas por el glaco zufir...!
Pone de manifiesto el poeta de esta manera la gran can
tidad de literatura que ha perdido con no ver el mar, pues
las referencias de lo que no ha visto son voces de potsía;
Es éste el lugar de tratar del prosaísmo en la lírica, La tra:
dición ha ido creando un vocabulario que caracterizamos:
como “poético”, y contra el cual reacciona la poesía contemi
poránea, que en palabras de Dámaso Alonso (1969: 78) no:
tiene como fin la belleza, aunque muchas veces la busque Y:
La asedic, sino la emoción”. Fl prosaísmo en la poesía clásica.
exa usado sobre todo con fines humorísticos; en la actual pue-
108
de ser un constituyente de todo el poema o puede aparecer
como contraste en medio de un contexto estilizado.
Ejemplo de prosaísmo, acordo con el tono coloquial, es casi
roda la poesía de Mario Benedetti:
Como siempre 9: como casi siempre
la política condujo ala cultura
así que por la noche concurrieron al teatro
sin tocarse una uña o un ojal
ni siguiera una hebilla o una manga
y como a la salida hacía bastante frío
y ella no tenía medias
sólo sandalias por las que asomaban
mos dedos muy blancos e indcfensos
fue preciso meterse en un boliche
Nótese que el buscado prosaísmo está condimentado con
una sabia medida de los versos que respetan, en general, el patrón
del endecasílabo y el alejandrino con sus variantes. De ahí que
la sensación sea la de un coloquialismo melodioso.
En este fragmento de Borges el prosaísmo Ca la vuelta de la
esquina”) rompe un discurso altamente poético:
De la Diana triforme Apolodoro
Me dejó divisar la sombra mágica;
Tlugo me dio una hoz que era de oro,
Y un irlandés, su negra luna trágica.
Y, mientras yo sondeaba aquella mina
De las Junas de la mitología,
Ahfestaba, a la vuclta de la esquina,
la luna celestial de cada día
Un fenómeno a mitad de camino entre la tonalidad que da el
vocabulario y la alteración semántica que producen los tropos es
lo que Pagnini (1987: 60-51) llama la “sugerencia del significado”.
Según él, la sugestión semántica se crea por tres procedimientos:
2) Con la extremada precisión de un detalle. Ejemplo de ello es
el poema de Antonio Gamoneda, “Blues de la casa”, en que
cada personaje está marcado por un detalle: la madre por las
109
gafas; la mujer por los cabellos: las hijas por los ojos; elemen-
tos todos que funcionan como sinécdoques del sufrimiento:
En mi casa están vacías las paredes
y yo suf:o mirando la cal fría
Mi casa licne puertas y ventanas
no puedo soportar tanto agujero.
Aquí vive mi madre con sus Jentes.
Aquí está mi mujer con sus cabellos.
Aquí vives mis hijas con sus ojo:
¿Por qué sufro mirando las paredes?
El mundo es grande, Dentro de una casa
no cabrá nunca. lóbmundo es grande.
Dentro de una casa el mundo es grande
no es bueno que haya tanto sufrimiento.
En los siguientes versos de César Vallejo la vida se ha
reducido a la función de masticar que así, aislada, resul;
ta llena de sugerencias: “masticar” es “comer pero tar
bién “Tumiar” en cierto sentido, y es “morder”:
Todos saben que vivo.
que mastico...
Y otro ejemplo del mismo Lipo y del mismo autor:
Considerando en [rio, imparcialmente,
cue el hombre es triste, luse n embargo.
b) Mediante combinaciones arbitrarias del lenguaje. Se tra+
ta de complicados fenómenos semánticos difícilmente
catalogables. Por ejemplo, la concentración semántica de
Pedro Salinas: “nú besas hacia arriba”. A voces son com
plicados engarces de tropos en que metáforas y metonis
mias se encadenan y confunden:
... da ganas de besarlo
la bufanda al cantoz,
y al que sufre, Lesarle en su sartén
César Vallejo
€) Mediante la ausencia de situación extralingiística o lin-
gútística del mensaje poético. 'lenemos un ejemplo claro
en el poema, “Canción última” de Miguel Hernández. Y
muchos poemas de Lorca tienen ese gran poder de suge-
rencia porque resulta difícil imaginarse la situación comu-
nicativa en que tiene lugar la enunciación, como ocurre
con el famoso “Romance sonámbulo”.
El fenómeno de la connotación, sumamente confuso y dis-
cutido, puede incluirse por lo que respecta a la poesía en estas
técnicas de sugestión del significado.
4.1.2. Figuras semánticas, Los trapos!
El trapo consiste en la sustitución de un rérmino propio por
otro que no se aplica propiamente al sentido que se quiere expre-
sar. Es decir, se usa una palabra en un significado que no le corres-
ponde literalmente.
A) Meráfora
Es el más complejo, controvertido y ascdiado de los tropos.
La bibliografía sobre ella llena páginas y páginas (Bosque,
1984), pero aquí me limitaré a listar algunos fenómenos que los
estudiosos han incluido bajo cstc nombre.
La metáfora es la sustitución de un término propio por otro
en virtud de la similitud de su significado o de su referente. Tra-
dicionalmente se conocen como A y B los términos real e ima-
ginario, y como fundamento la característica en que se aseme-
jan. Así, en las “perlas de tu boca” — “dientes”, “dientes” es A
(Iérmino real), “perlas” es B (rérmino imaginario), y el funda-
mento sería la blancura y pequeñez de los dientes que los ase-
incjan a perlas.
En cuanto a los tipos de metáfora, las clasificaciones se han
multiplicado y las hay para todos los gustos. Voy a seguir aproxi-
madamente la que da Pagnini (1978: 78), que a su vez reprodu-
ce la de Christine Brooke-Rose, basada en las categorías léxi.
111
a) Metáfora del nombre:
1) Sustitución simple: cuamio menos claro sea el código en
que se basa la sustitución más se enriquece la metáfora. Es
fácilmente reconocible esta sustitución de Herrera porque
sigue un código muy fijado: “y la nieve vuestra [ardió” en
llama pura”. La “nieve” es el “color blanco del rostro”, Lo
mismo ocurre en este ejemplo de Góngora donde nos dice
que España ha poblado de “selvas inquieras” el mar, es decir:
los mástiles de las naves asemejan un bosque sobre las aguas,
Sin embargo, la poesía moderna ticne metáforas de
sustitución simple cuyo término real es difícil de adivinar
por falta de un código. A veces cabe dndar incluso si cier-
tos palabras se están usando en un sentido metalórico o
no. Es lo que ocurre con este fragmento de García Lorca:
Mil caballitos persas se dormían
en la plaza con luna de tu frente
“La plaza dle tu frente” es una metáfora de genitivo, pero
¿qué ocurre con “mil caballitos persas”?, ¿son metafóricos
o no?, y si lo son ¿cuál es su término real”.
O este ejemplo de Luis Cernuda:
He venido para ver los mares
dormidos en cestillo itafiano
¿Se trata de los mares reales, o mares metafóricos?
Metáfora de reclamo. El vehículo B sustituye a un conte
nido A antes mencionado, Puede adoptar las formas de
aposición, vocativo, por paralcli
mejor que B, A otro B, ecc.):
e
Buen marinero, hijo de los llantos del norte.
limón del mediodía, bandera de la corte
mosa del agua, cazador de sirenas
Rufael Alberti
Ajo de agónica plata la luna menguante
García Lorca
112
no o demostrativa (4:
3) Metáfora copulariva: A es (parece, significa, se convierte
en) B.
Afuera hay un ocaso, alhaje oscura
engastada en el tiempo
Jorge Luis Borges
Mis ojos eran dos nostálgicas panteras
Antonio Colinas
con los ojos que ya eran
orinales de Neptuno
Luis de Góngora
4) Metáfora nctamórtica: C cambia A en B.
5) Metáfora de genitivo. Con dos variantes: A de B, en que
En su mano los fusiles
leones quieren volverse
Miguel Hernández
A y B se asimilan:
y A es el B de C: cuerpo = albergue de mi corazón.
Guarda mi infancia sus monedas de aro
en el arca entreabierta del recuerdo.
Tdefonso Manuel GH
después del sueño lento del otoño,
después del largo sorbo del otoño,
después del huracán de las estrellas...
Antonio Colinas
Tendido allí sobre la verds alfombra
de grama y tróbol [- prado].
Nicasio Álvarez de Cienfuegos
113
La sinestesia, un tipo de metáfora del adjetivo, mezcla dos
realidades percibidas por senvidos distintos:
Y un torvellino de perfumes agrios
Antonio Colinas
tienen la voz morada, humedecida
Antonio Colinas
ado en la sines-
Este breve poema de Ángel Gonvález está
tesia por completo:
CREPÚSCULO, ALBUQUERQUA, ESTÍO
¡Sol sostenido en el poniente, alta
polifonía de la luz!
Desde el otro confía del horizonte,
la montaña coral
madera y vi o
responde con un denso acorde cárdeno
a la larga cadencia de la tarde.
B) Meronimia
Si la metáfora es el cambio de significado por similicad o ma .
losía, la metonimía es el cambio de significado por conugiid
referencial o de sentido. Sus distintos tipos nes aclararán mejot
el carácter de este tropo: .
a) Uso del creador por su obra: el escritor por su obra, e
inventor por lo inventado:
y con el Beneficiado,
gue cra doctor por Osuna,
sohre Antonio de Lebrija
tenía cien mii disputas
Luis de Góngora
118
Ejemplos de este tipo abundan en el Siglo de Oro en
que los personajes mitolágicos son puestos cn Ingar de la
realidad sobre la que dominan:
no pienses que cantado
sería de mí, hermosa lor de nido,
el fiero Marle airado.
Garcilaso expresa aquí su renuncia a cantar la guerra.
£) Use del marerial por el objeto fabricado con él:
no des paz a la mano,
menea fulminando el hierro insano
Fray Luis de León
Hierro = espada o arma hecha de este meral.
e) Uso del instrumento por la persona o la obr:
La pluma y lengua, respondiendo a coros,
quieren al cielo espléndido subiros.
donde están los espíritos más puros
Lope de Vega
Is decir: “de voz y por escrito”.
Podemos considerar una variante de este tipo el nom-
bre del combustible por el objeto que mueve. Así, en estos
versos Ángel González usa en vez de “coche” la palabra
“gasolina” de acuerdo con la isotopía de los olores que está
desarrollando:
Incfable perfume el de esus horas
tan felices, que todos conocimos.
La gasolina iniciaba su reinado
por las calles atónitas,
pero los jazmines nu habían emprendido aún la retirada
ni los desodorantes
eslaban preparados para sofucar la personalidad
de las axilas.
dl) Uso del símbolo por la persona a la que representa: la
“corona” por el “rey”; la “guadaña” por la “muerte”:
Ho
que por las bocas del viento
les daba a soplos ayuda
contra las cristianas cruecs
a las olomanas lunas.
Luis de Cóngora
Aquí, “cruces” y “lunas” están respectivamente por las
istianas y Imanas.
tropas cristianas y musulm: . . !
El siguiente ejemplo de García Lorca está a medio
El sig . nedio
camino entro la sinécdoque y la metonimia. Podemos con
icornio” como una sinécdoque de “Guardia
siderar “tr 0
Civil” en tanto en cuanto es una de las partes del unifor-
me pero creo que la prenda aquí tiene na clara función
simbólica:
Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camhorivs,
viene sin vara de mimbre
entre las cinco tricornios.
e) Uso de la virtud o una caracterísLica de una persona por
la persona misma:
Jehió la sed los arroyuelos puros
francisco de Quevedo
Es decir, “bebió el sediento”.
En Andrés Fernández de Andrada:
El oro, la maldad, la tiranía
del inicuo precede, y pasa ul bueno:
¿qué espera la victad o qué confia?
La virtud = el virtuoso, :
El uso de la cualidad por la sustancia se ye en estos de
sos de Justo Jorge Padrón, donde el agua queda reducis
a su prisa, que sostiene todas las demás cualidades:
Hs que la vigo crecer en surtidores.
Es una prisa blanca de frescor
llenando el aire de he: mostra
120
L Uso del continente por el contenido. El más común ejem-
plo de este tipo es poner el nombrar la ciudad o nación
por sus habitantes:
Pado acus
a la Italia...
s celus desiguales
os italianos].
Prancisco de Quevedo
En Andrés Fernández de Andrada, tenernos la cuna por
el niño que contiene: “desde el primer sollozo de la enn”.
2) Uso de la causa por el efecto, Neruda usa la “causa” del
telegrama por el relegrama mismo, con lo cual pone de
tuanifiesto la impresión de la noticia recilvid
En estos días recibí la muerte
de Paul Elnard.
£/ Un tipo especialmente (értil en poesía es lo que conoce-
mos como metonimia del adjetivo, que se encuadra por-
fectamente dentro del tipo del efecto por la causa: “la páli-
da muerte”, porque hace palidecer a los hombres.
“Envidioso polvo cortesano” (Quevedo), porque hace
envidiosos a los hombres; y de Quevedo también: “¿Qué
mudos pasos traes, oh muerte fríal”: la muerte es (ría por
que enfría al hombre. “El cristal visionario”, de j. M. Caba-
lero Bonald, lo es porque hace ver visiones.
Nace, como la herramienta,
alos golpes destinado,
de una tierra descontenta
y Un insatisfecho arado
Miguel Hernández
La tierra hace descontentos a los hombres y el arado
insatisfechos ya que tienen que trabajar como esclavos en
ella y con él.
La metalepsis consiste en una metonimia traída de muy
lejos. Por ejemplo: decir “espigas” por “años”, ya que “espi-
gas” son “cosechas” y “cosechas” son “años”. Hay un ejemn-
plo semejante en Andrés Fernández de Andrada:
121
Temamos al Scño:, que nos envía
as espigas del año...
es decir, las cosechas, y por tanto, los alimentos.
Otro tipo de metalepsis, citada por Heinrich Tausberg,
consiste en el uso de un adjetivo que es sinónimo de otro
aplicado en un contexto donde la sino: ja no funciona, La
podemos ver ejemplificada en estos versos de César Vallejo:
Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa,
dond nos haces mna falta sin fondo
Aquí podía usarse el adjetivo “honda” o “profunda”
aplicado a “falta”, que es el senticio que propone el verso,
pero el poeta usa “sin fondo” que es sinónimo de esos adje-
Livos en otros contextos pero no cn éste.
CO) Sinécdoque
La sinécdoque supone una inclusión material entre los tér-
minos que establecen la sustitución, Esta inclusión puede enten-
derse de distintas manetas:
a) Uso de la parte por el todo:
u las católicas velas
que el mar de Bretaña surcan
Luis de Góngora
Aquí, “vela” está por “barco”,
Fx este ejemplo de Gerardo Diego describiendo a Gal
cia hay dos sinécdoques de la parte por el todo: la primera:
reduce todo el “pazo” a uno de sus formantes: “piedra”, y
en la segunda por la “mujer” entera usa una parte de su:
cuerpo: “el regazo”: :
La hallarás, piedra lírica, en el pozo,
piedra de ora y verdín, piedra leprosa.
Y donde haya un regazo, Cn el regazo.
Gerardo Diego
122
aquí se está orando a mil pupilas
Césur Vallejo
Se entiende en este ejemplo “a mil ojos”, pero al fijar-
se en las pupilas, la relación llanto-ojo queda desauroma-
tiza y el poeta have que el lector focalice su atención en
el ojo como órgano de la visión, creándose, por tanco, una
nueva relación entre ver y orar.
£) Uso del todo por la parte:
Tí. infanda Libia, en cuyá seca al
murió el vencido reino Lusitano,
Fernando de Herrera
Es decir, “murió una parte del reino”.
£) Uso del género por la especie:
Mortales, ¿habéis visto mayor cos;
Gregorio Silvestre
Aquí, el hombre es apelado con la palabra “mortales
que, como género, incluye también a animales y plantas.
él) Uso de la especie por el género. En este verso de Luis de
Góngora se usa “Judas”, el nombre del individuo, por
todo el género humano:
que no kay Judas que la oya.
€) Uso de una cantidad mayor por otra indefinid:
Mil penas con un gozo se descuentaz,
y mil reproches ásperos se vengan
Gil Polo
Con un sentido hiperbólico tenemos en García Lor-
ca: “mil violines caben en la palma de mi mano”.
$) Uso del singular por el plural: “vemte presas / hemos hecho
/ a despecho / del inglés”, de José de Espronceda.
123
FIN De SEMANA EN 11. CAMPO
A los treinta y cinco años de mi vida,
tan largos, tan cargados. y, 4 fin de cuentas, vanos,
considero el empuje que llevo ya gastado,
la nada de mi vida, el asco de mi mismo o
que me lleva a volcarme suciamente hacia fucra,
neguciar, corizar mí trabajo y mm rabia,
ser cosa entre las cosas yue choca dura y hiere.
Considero mis años, .
considero este mar que aquí brilla tranquilo,
los árboles que aquí dulcemente se mecen,
el aire que aqui tiembla, Jas flores que aquí huclen,
este «aquí» que cs real y, a la vez, cs remoto,
este «aquí> y «ahora mismo» que me dico infles
que soy un crzor y el mundo es siempre hermoso,
hermoso, solo hermoso, tranquilo y bueno, hermoso.
Litotes
Ta lítotes consiste en negar lo contrario de lo que se quiere
afirmar. Normalmen Le se usa para expresar humildad:
Que atras veces amé negar no puedo...
Lope de Vega refuerza la afirmación: “tengo que afirmar...
pero a la vez evitando cacr en la arrogancia.
Dos ejemplos de Luis de Góngora:
Que en un pedazo de anjeo,
ao sin primos al trabajo,
con una espátula vieja
se lo pintó un baticario.
mucho puede la razón
y el tiempo na puede poco!
41,3. Otros fenómenos semánticos
Hay ota serie de expresiones que sin ser tropos, según la E
dición retórica (pues no se basan en la sustitución), afectan cla;
128
ramente a la semántica del poema más que a su constitución
sintáctica, y por tanto deben agruparse mejor en este apartado
que en el de las figuras.
A) Pleonasmo y redundancia
Es el caso, en primer lugas, del pleonasmo y la redundancia
éxica, que contienen uta fuerte anomalía semántica:
Deja que mire el hondo clamor de tus entrañas
donde muero y renuncio a vivir para siempre
Vicente Aleixandre
¿Aquí “morir” y “renunciar a vivir para siempre” son sinónimos, y
su repetición una redundancia; redundancia que refuerza, no obs-
tante, la idea de “morir” como decisión del “yo”, como renuncia volun-
taria: y pone, además, de manifiesto el grado de permanencia que tie-
ne la muerte (que es en realidad una afirmación): “para siempre”.
Dar más información de la requerida carga a las palabras de un
sentido que lray que leer por encima del sentido expresado literal-
mente. En este ejemplo, Jorge Luis Borges habla de los espejos:
Prolongan este yano mundo incierto
En su vertiginosa telaraña;
A veces en la tarde los empaña
131 hálito de un hombre que no ha muerto.
Aquí, el sintagma “un hombre que no ha muerto” es redun-
dante en cuanto que la idea de “hálito” contiene esta significa
ción. Pero precisamente al insistir en ello pone de manifiesto el
carácter “mortal” del hombre y el sintagma se convi
forte en su
contrario: “el hombre que va a morir” y que, por tanto, queda-
£á sin aliento para empañar los espejos.
B) Oxímoron
El oxímoron consiste en la unión sintáctica de dos clemen-
¿Jos que semánticamente son incompatibles e incluso opues-
129
E) otro mundo” es a la vez “el Nuevo mundo” y “el mundo de
ultratumba”.
tos. El ejemplo clásico es la “música callada” de San Juan de la
Cruz.
De su mirada largamente verde Amo el cara
la luz caía como un agua seca. mo e caraprs
S universitario,
Pablo Neruda sin cabras,
con muchachas
. : : us pi
Lope de Vega define el amor con una serte de oxímoros: que pax
pacem
en latín...
Susiega un poco, alrado temeroso,
humilde vencedor, niño gigante,
cobarde matador, firme inconstante,
traidor leal, rendido victorioso.
Ángel Gonzáúle.
El equívoco reside en la palabra “pacem” que es a la vez el acu-
sativo del latín “pax” y la tercera persona del plural del verbo “pacer”
conectando así con las dos isoropías que arrastra la expresión “camn-
pus universitario” (con uno de sns términos en latín): lo campes-
tre y lo culro, la parte animal y la intelectual del hombre.
Déjume en par, pacífico furioso,
villano hidalgo. tímido arrogante,
cuerdo loco, filósofo ignorante,
ciego lince, seguro vauteloso.
Te pongo aquí
C) Dilogía, equívoco y juego de palabras rodeado de nombres: merodeo.
Entiendo la dilogía o juego de palabras como un caso extres Té pongo aquí cercado
mo de homonimia. Consiste en usar una palabra en un contexto e palabras y nubes: me confunda
en que fiene dos significados. Con una denominación algo con*
fusa, a veces su ha llamado “equivoco” a la dilogía, y otras veces.
se ha considerado que el “equívoco” incluye al calambur.
José Ángel Valente
El paralelismo de las construcciones hace que “merodeo” se
pueda leer corno “me rodeo”, con lo cual, el “objeto del poema”
(título del texto en cuestión) deja de ser el “nú” para ser el “gu”
Con la punta de tos dedos
o:mejor dicho, es un “tú” que hay en el “yo”.
pulsas el mundo, le arrancas
auroras, triunfos, colores,
alegrías: es Tu música
La vida es lo que tú focas.
¿De qué nos sirven, amiga,
petos fuertes, yelmos lucios?
Pedro Salinas Armados hombres quercinos,
armados, pero desnudos
Aquí “Locas” tiene dos significados: el musical y el táctil, com. o o
q 5 ? Luis de Góngora
Lo que la “vida” en manos de la amada se convierte en “música:
Agora creo, y en razón lo fundo, O OM ON
“Amarilis indiana, que estoy ¡uerto, 2. Nivel morfosintáctico
pues que vos me escribís del olzo niundo. o
Siguiendo el plan delineado para el nivel sernántico, distin-
Lope de Vega go'en la morfología y sinraxis dos aspectos: el uso especial de sus
130) 131
categorías que hace la poesía y las figuras o alteraciones del usó
normal. ] lay que tener en cuenta que las figuras sintácticas abar»
cticamente Lodas las figuras tradicionales de la retórica:
Por último, incluyo un apartado dedicado a los distintos tipos
de paralelismos y correlaciones (estudiados por Dámaso Alon+
so), y 2 lo que S. R, Levin llamó corplings, que aunque no son
fenómenos exclusivamente sintácticos (ya que afectan también
a la semántica y estructura fónica del poema), sin embargo, su:
manifestación es llamativamente sintáctica, pues aparecen en la
superficie rextual en forma de paralelismos, antítesis, recurren=
morfosintácticas, etc.
4.2.1. Formas gramaticales
Lo primero que hay que analizar en este apartado cs el tipo
de palabras que caracteriza al poema según las categorías mor=
fológicas. Tradicionalmente sc considera que la abundancia de
sustantivos y adjetivos (propios de la descripción) produce un:
alismo, mientras qué;
riumo lento, reposado, y de sensación dl
los verbos proporcionan agilidad y dinamismo al discurso,
Estas estimaciones se harán casi sienpre de manera intuir
va, ya que es difícil establecer la frecuencia real de las categorías
léxicas y su desviación del-uso normal. Isabel Paraíso (1988: 33):
utiliza para ello un método estadístico, comparando la frecuen:
cia de cada categoría con la que ofrece el español “normal”. 4
neutro, medido por Navarro Lomás en sus £studios de Honolaz
gía española (1966). Pero conviene señalar que el peso signifi
cativo de las categorías deponde de la importancia relariva y la:
capacidad semántica de cada una de ellas en la situación y el
contexto. Na es lo mismo la acumulación de adjetivos en un
lugar privilegiado como es el de la rima, que los mismos adjeti,
vos esparcidos cn lugares más “anónimos”.
En cualquier caso, es claro que la aparición abrumadora-0
desaparición de una categoría gramatical tiene un significado
muy marcado. La gran acumulación de sustantivos en el famo:
sa fragmento del Canto espiritual de San Juan de la Cruz (CM
amado, las montañas...”), es lo que crea la sensación de con:
templación y éxtasis. La misrmua intención extática y de coli:
templación cósmica aparece en el final del poema “Se quería:
132
Li . : e
de Vicente Aleixandre, basado en una acumulación de sustan-
tivos:
Día, noche, ponientes, mad:ugadas, espacios,
Ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuar.
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se quería,
, sabedlo.
Para Carlos Bousoño, sin embargo, la idea que se ros trans-
mite aquí no es la de cstarismo, sino todo lo contrario, pues en
su opinión (1970; 1,362-363) la simple reiteración de un sonj-
do, de una categoría gramatical, o de una palabra dan sensación
de movimiento. Esta aftemación nos sirve para ilustrar el carác-
ter puramente psicológico (incluso impresionista) de los efectos
transmitidos por la repetición carcgorial, y la imposibilidad de
legislar sobre el asunto.
Pero además del problema de la cuantificación, ocurre que
las categorías no son homogéneas: hay sustantivos «ue produ-
cen una sensación de dinamismo (por ejemplo, “velocidad”)
mayor que muchos verbos quedarse”). Asi, pues, corresponde
al analista comprobar la frecuencia relativa de las categorías y
contrastar ésta con las posiciones que ocupan y el significado
global que quiere transmitir el poema. Aquí mo limitaré a dar
alguna indicación sobre cada categoría.
A) Sustanrivos
Habrá que determinar, en primer lugar, si predominan los
sustantivos concretos O abstractos, ya que esto incidirá en el tono
«¿del texto, acercándolo al mundo si habla de objetos (nombres
concretos) y alejándolo a un plano puramente conceptual si
¿ Babla de ideas (nombres alstractos).
En este fragmento de un poema de Caballero Bonald que ya
+he citado (pág. 74), se estallece una relación interesante entre
nombres concretos y abstractos:
La madera
mblar de la lámpara, el eristal
133
gre, canción, serpiente) forman claramente parte de su mundo
simbólico:
El juez, con guardia civil,
por los olivares viene.
Sangre resbalada gime
muda canción de serpiente.
Igualmente simbólicas son las realidades que aparecen aquí
sin artículo:
CREÍA YO
Noa todo alcanza Amor, pues que no puedo
romper el gajo con que muerte toca,
Mas poco Muerte puede
si en corazón de Amor su miedo mueze.
Mas poco Mucrle puede, pues no puede
entrar en miedo en pecho donde Amor.
Que Muerte rige a Vida; Amor a Muerte.
Macedonio Fernández
D) Verbos y adverbios
enta todos sis accidentes:
En el verbo hay que tener en £ s
modo (indicativo / subjuntivo), tiempos, personas, voz (paste
va o activa), aspecto, la insistencia de perlfrasis verbales (que
introducen una modalización de las acciones: poder, quere
deber), ercétera. Los problemas de tiempo y persona afectán:
directamente al plano pragmático y allí serán estudiados. Lo:
mismo ocurre con los adverbios, que sitúan la frase en tiempo,
lugar, etc.
Relacionado con las categorías gramaticales está el fenómes
no conocido como “dinamismo expresivo” (Carlos Bousoñs
1970: [, 337-360; López Casanova, 1994: 108-109; Análisis
comentario de textos, 1994: 60-61). El criterio que establece CAE:
los Buusoño para distinguir entre dinamismo positivo y REB%
138
tivo es la velocidad de lectura, que viene condicionada por la
categoría de las palabras: tendrán dinamismo positivo “las par-
tes de la oración que transportan nociones nuevas (verbos prin-
cipales y sustantivos)”, y signo negativo en cuanto al
dinamismo "aquellas palabras que sirven únicamente para mati-
zar, de un modo u otro, a las nociones mismas (adjelivos, adver-
bios, etc.)”.
4.2.2. Diguras morfológicas
Son figuras morfológicas las que alteran la formación o la
categoría de las palabras. La antigua retórica llamaba “enálage”
en general, a toda construcción gramatical no previsible lógi
mente, como la concordancia 2d sensum, el uso de adjetivos
adverbiales, usos de tiempos y modos verbales en funciones no
típicas, etc, Aquí voy a espigar unos cuantos ejemplos de estos
fenómenos, difíciles de clasificar (Mayoral, J. A.. 1993: 81):
sona del verbo
4) Alteración de la p
En los siguientes versos de Ángel González, se usa la segun-
da persona en lugar de la lógica tercera para concordar con el
referente de la metáfora:
Espectáculo ardiente y abregado,
llama que te consumes en tu esfuerzo
Y en Quevedo la primera persona aparece por la tercera para
concordar con el hablante y no con su régimen más inmedialo
hombre”): “Vivo como hombre que viviendo muero”. La cons.
trucción lógica sería “muere” pero el autor quiere hacer hinca-
pié en la individualidad y aislamiento de la vida y muerte pro-
pias.
B) Uña de verbos intransítivos como transitivos
“Porque no sólo el viento las cae”, Claudio Rodríguez, hablan-
do de las hojas de los árboles.
C) Uso del adjetivo por adverbio
Jorge Luis Borges: “La canilla periódica gotea”, por “gotea
periódicamente”.
D) La metábasis o hipóstasis
ra
Consiste en el empleo de una palabra como si pertenea
a otra categoría morfológica que no es la propia. Veamos dos
ejemplos de Pedro Salinas, en que el carnbio de categorías indi-
ca la insuficiencia del lenguaje, además de poner de manifiesto
el proceso arrebmtado del amor cuya discursividad no respera la
gramática:
Tan vertical,
tan gracia inesperada,
tan dúdiva caída
a sentirla de prisa,
segundos, siglos, siempres,
nadas,
En el primer fragmento, los dos sustantivos “gracia y ¿dai
va” cumplen la función de adjetivos al admitir gradación Ganó
y en el segundo cl adverbio “siempre” sc convierte en un sus:
tantivo por su posición sintáctica y por su forma plural.
Podemos considerar la transformación de un nombre prole
pio en común como un caso de cambio de categoría: “Tstoy lle=
no de tántalos”, de Gerardo Diego;
ción de adverbios en “mente”
L
Gongorinamente,
te diré que cres noche,
disfrazada
de claro día azn!..
Manuel Machado
140
E) Alteraciones en la derivación y composición
En la noche y la trasnoche,
y el amor y el trasamor.
Pedro Salinas
Siempre mañana, y nunca mañanamos.
Lope de Vega
Convoca al negro y al blanco,
que bailan el mismo son,
cueripardos y almiprietos
más de sangre que d
icolós Guillén
4.2.3, Uso de la sintaxis
La primera característica de la sintaxis que atrae nuestra aten-
ción es su grado de complicación. Grosso modo podernos hacer
una distinción entre parataxis, que representa el grado menor de
complejidad (oraciones yuxtapuestas y coordinadas), e hipotaxis
(todos los tipos de subordinación). La sintaxis emotiva habi-
tualmente prefiere la parataxis a la hiporaxis (Paraíso, 1988: 30).
La razón está clara: la hipotaxis requiere un dominio sobre el dis-
curso y sus enlaces lógicos que no parece apropiado para un hablar
dominado por la emoción. Pero, por olra parte, la parataxis no
siempre indicará arrcbato o emotividad, sino, en ocasiones, con-
tención y cierto tono menor.
En La voz a ti debida reconocemos la sintaxis del entusias
mo amoroso en el dominio de la parataxis, en la elipsis que va
tínida a una superabundancia de sustantivos e infinitivos, amén
de las exclamaciones omnipresentes. Igual impulso emotivo
Encontramos en estos versos de José de Espronceda:
¡Oh llama santa! ¡celestial anhelo!
¡Sentimiento purísimo! ¡memoría
Acaso triste de un perdido ciclo,
Ouizá esperanza de futura gloria!
¡Huyes y dejas llanto y desconsuelo!
¡Oh mujer! que en imagen ¡lusoria
Tan pura, Lan feliz, tan piucentera,
SE eN e
Brindó el amor a mi ilusión psimera...!
Por contraste, en cl poema de Jos Ángel Valente timado
“Esta imagen de u, la sintaxis reproduce con su yuxtaposición
una serenidad cercana al éxtasis, apoyada también por símbo-
los e imágenes de interiorización. A la vez, los hipérbatos, qué
n nobleza a la dicción, y suponen:
luto después de un movimientó
colocan el verbo al final, das
el descanso conclusivo abso:
mínimo:
Estabas a mi lada .
y más próxima a mí que mis sentidos.
Llablabus desde dentro del amor,
armada de su luz.
Nunca palabras
de amor más puras respirara.
Estaba tu cabeza suavemenle
inclinada hacia mí,
Tu largo peto
y tu alegre cintura.
Hablabas desde dentro del amor,
armada de S1 uz,
en una larde gris de cualquier día.
Memoria de tu voz y de tu cuerpo
mi juventud y mis palabras sean
y esta imagen de tj sobreviva
De la misma manera, la sintaxis conc.
tica, y dé así una e
mundo en ebulli
marmórea. La clave está en €
puá
viceversa:
Fue valiente, fue hermoso, fue arrista.
Juspiró amor, (error y respeto.
142
a de un pocma de
Manuel Machado (“Oliveretto de Eermo”) hace que el cuadra
de crueldad y horror quede compensado por Ja contención artis
stampa creíble del Renacimiento, copia
5u debajo de una forma medida y preció2,
| zeugma final que al relacionar $
| con los objetos artísticos hace del asesinato un artés Y
En pintarie egladiando desnudo
ilustró su pincel Tintoretto.
Machiavelli nos narra su historia
de asesino elegante y discreto,
César Borgia lo ahorcó en Sinigaglia...
Dejó un cuadro, un puñal y un soncto,
Otras veces la sintaxis concisa tiene el efecto de provocar
sugerencias. Veamos un poema de Justo Jorge Padrán, en que
esta concisión está relacionada con el tema del poéma (el silen-
cio):
ALGUIEN SE ACUERDA Y CALLA
Con las alas caídas Dicen dolor las piedras
en la existencia, yace entre el barro. Y añoran
porlos negros cipreses, el perdido retorno
silencioso el olvido. de la risa de un niño.
La música del día Alguien se acuerda y calla,
perdida para siempre. Mas no existen palabras,
Nadie conoce dónde. manos. Sólo la noche
Los círculos del agua eternamente sorda.
desvanccidas sombras.
En cuanto a la sintaxis complicada, cuyo máximo exponen-
“te serían las Soledades de Góngora, tiene el efecto de, al reque-
rir más atención, retardar la lectura, y poner una distancia al
objeto del discurso, que aparece mediatizado por conexiones
lógicas complejas, en pugna con la inmediatez de la percepción.
El soneto de Góngora citado en la página 52 está constituido
por una sola frase, y su carácter reflexivo concuerda con el terna:
el convencimiento racional de la necesidad de abandonar las
Pasiones.
Hay que tener en cuenta, además, los casos de sintaxis des-
plazada o caótica. Ángel González ofrece un ejemplo de sola-
parniento de construcciones sintácricas en que se dan dos dis-
cursos paralelos, a la vez que intenta alcanzar cierto grado de
coherencia entre ellos:
143
Ln este ejemplo de García Lorca, geminación y políptoton
el hambre] en su vejez occidental bien puede
reflejan la intensidad de la mirada:
servir de ejemplo al perro
para que el perro sea
mÁS PETTO
El ntño la mira, mira.
Ángel González HL niño la está mirando. 0
k
El políptoton, situado en posiciones privilegiadas (principio
y final), significa la presencia apremiante de la muerte en et
verso de Quevedo: “muriendo naces y viviendo mueres”,
_ La derivación, que no hay que confundir con el políproton.
juega con derivados de uma misma raíz: :
La tercera vez que aparece “perro” no se trata del animal, sino
del conjunto de características (negativas, en este caso) que se le
atribuyen.
Otras veces la repetición no busca el énfasis, sino que apro-
vecha las homonimias y homofonías de la lengua. Se produce
entonces la antanaclasis o diáfora, que consiste en repetir una
misma palabra en dos sentidos diferente:
Gira gira gira
Molino que mucles las horas Lo
La reina reina cuando reina la oscuridad.
Vicente Huidobro
Vicerde Huidobro
Llévame el conoreros a aduraros; Hoy estoy besando un beso
servir más por servir solo pretendo,
de vos no quiero más que lo que os quiero.
Pedro Salinas
: En el último ejemplo se da una construcción de acusativo
Interno (aunque anómala, ya que “besar” es transitivo), que
: algunos consideran propiamente como "figura etimológico”
: Evivir una vida”), Para otros, sin embargo, es figura etimo-
+ lógica el dar una falsa etimología de uma palabra. Algo de eso A
Scurre cn el siguiente fragmento de Gabriel Celaya donde ie
vemos que se crea uma motivación nueva para la palabra “cora-
zÓn”
Conde de Villamediana
Cuando se repiten los mismos sonidos pero repartidos en dis. :
tintos lexermas tenemos la Águra que se conoce como calambur:
“A este J.opico lo pico”. Ángel González titula “Calambur” 8
isamente ¡lustra la figura:
poema que pres
dore mi sol así las olas y la
espuma que en lu cuerpo canta, canta
más por tus senos que por tu garganta
do re mi sol la si la sol la silla.
¡cómo sormos uno en otro, sin razón, corazonados!
El elemento “razón” que aparece tanto en “razón” como en
Corazón, al unirse con “sin” hace que el “co” de “Corazón” se
entienda como “con”; el corazón es en realidad una “con razón”;
ereúnen así los dos elementos tradicionalmente contrapuestos
de razón y sentimiento.
a Eo Neruda Juega aquí con la etimología de la palabra “aje-
lo” al dar un derivado culto (etimológico, por tanto) de ella
inalienablemente”: — :
Otras repeticiones no afectan al cuerpo léxico completo sing:
que incluyen variantes morfolégicas o léxicas, como es el casgis
del poliproton (o figura etimológica) y la paronomasia, :
El políptoton consiste en la repetición de la misma palabra
con distintos accidentes mortológicos: :
¡Cuánta pena me cuestas y me cuesto!
Miguel Hernández
148 149
Todo estaba vacío, muerlo y mudo,
caído, abandonada y decaído,
todo cra inalienablemente ajeno.
La paronomasia consiste cu la similitud fánica entre dos pala-
bras de significado distinto. En esta ejemplo sirve para relorzar
y dar coherencia a una imagen: “Tlablabas desde el centro del
amor, / armada de su luz”, de ]. A. Valente,
anduve casto, porque ya soy cauto
Lope de Vega
quiero hablaste y hablarme. dejar hablar al mundo
de este dolor que insiste en todo lo que exisie.
Gabriel Celaya
José Antonio Martínez García (1975: 439) señala otro tipo
de paronomasia, en que uno de los elementos de la repetición
no está explícito sino sugerido por el contexto; así en el ejemi
plo que él pone: “por una lengua de Jebrel limados”, de Rafael
Alberti, leemos en “limados” también “lamido:
sugerido por el sintagma “una lengua de lebrel”.
Si la paronomasia Hega a la repetición toral del cuerpo fóniz
co se produce la homonimia, lo que nos lleva al campo de lá
dilogía o la antanaclasis (Martínez García, 1975: 4309). :
La repetición, no de la forma, sino de nn mismo contenido
da lugar a la sinonimia. Cuando se colocan varias palabras sinó:
nimas que matizan un mismo núcleo semántico éstas puedén
situarse en un orden creciente o decreciente. En el caso de que:
se sitúen en un orden creciente podemos hablar de “clímax”,
siempre que no lo confundarmos con el otro tipo de clímax que
consiste en el encadenamiento de anadiplosis.
En esa serie sinonímica: “Y la vida no es noble, mi buena; me.
sagrada”, de García Lorca, no hay gradación ya que aunque.
término más fuerte (“sagrada”) ocupa el último Jugar, evidente:
mente “noble” es más expresivo que “buena”. sá
En estos ejemplo el orden es claramente decreciente, es deci;
de intensificación en la degradación y por tanto hay climax nega:
uvo:
150
que aparece da
Matarte a ti, cuajarón redondo, forma o montículo,
materia vil, vomitadura o escarnio...
Vicente Aleixandre
Cualquier instante de la vida humana
es nueva ejecución, con que me advierte
cuán trágil es, cuán mísera, cuán vana.
Francisco de Quevedo
Un caso especial de sinonimia consiste en unir dos sinóni-
mos complementarios y casi absolutos que llegan a formar un
sintagma fijo: “a imagen y semejanza”. Fray Luis de León reú-
ne dos en este verso:
que ningún accidente
extraño y pcregrino oye y siente.
La repetición innecesaria de conjunciones (especialmente la
conjunción copulativa) crea la figura que conocemos como poli-
síudeton. Su contrario es el asíndeton:
pavorrcalos en la penumbra de las magnolías
y sol. y Jlovia, y luna, y viento, y sombra,
y una alegría profunda como cicuta...
Ricardo Molina
Esta figura sirve a José Ángel Valente para indicar el esfacr-
za, la tenacidad, la persistencia en el tiempo:
Aquí y cada día
y cada hora y
cada segundo me he negado a morir.
Me inclino a considerar como un caso de polisíndeton el
reforzamiento del “ni” en este fragmento de Jaime Sabines:
[...] ni la rafz de perlas y de escauzas,
ni tu tío, ni tu chozno, ni tu hipo,
ni mi locura, y ni tus espaldas,
sabrán del empo oscuro que nos corre,
151
Si culpa, el cunccbir; nacer, tormento;
guerra, vivir; la muerte, £in humano;
si después de hombre, ¡erra y vil gusano:
y después de gusano, polvo y viento;
si viento, nada, y nada el fundamento;
Nor, la hermostra; la ambición, tirano;
la fama y gloria, pensamiento vano,
y vano, en cuanto piensa el pensamiento...
Cuando el “ni” se desgasta por su repetición hay que devol.
verle toda su fuerza expresiva añadiéndole la conjunción Y,
que asume el significado copulativo que tiene ni” y deja a ésta
repleta sólo del significado de negatividad. . .
Relacionado con la figuralidad de las conjunciones está el casa
de los poemas que comienzan con “y” (Kayser, 1 976: 252), y que
sos dan la impresión de que el eomnciado continúa desde un ini-
cio anterior, que hemos legado a mitad del discurso, y que por,
tanto, debemos recuperar lo ya dicho por lo que se nos va dicien-
do. Este tipo de poemas es el complemento de los que acaban
bruscamente y en los que debemos considerar que la poesía flu-
ye hacia la vida real, se acaba más allá de lás palabras, en otro
lugar donde ya no estamos presentes como lectores:
Lope de Vega
En todos los sintagmas de este ejemplo falta un verbo que
debe suplir el lector. La elipsis contribuye a la impresión. de la
rapidez con que se produce la desintegración humana. ni
El poema antes citado “Adolescencia” de Vicente Alcixandre 4
puede ser un ejemplo de elipsis a nivel poerático, en que falta- |
ría una frase principal para completar el sentido.
Igualmente, el estilo nominal de algunos versos contempo- !
ráneos, cuyo efecto es el de “instantáneas superpuestas” (Núñez E
Ramos, 1992: 151), puede verse como una ausencia de verbo:
y ya me iré
y se quedarán los pájaros cantando.
Juan Ramón Jiménez
Lo que hay delante de ese primer “y” es toda una vida res
mida en un silencio, en lo que no se puede decir. Puede verse: *
en ello un caso de reticencia, aunque inversa por tratarse dell
principio y no del final de la enunciación. .
El pleonasmo es una repetición innecesaria de elementos sins.
tácticos. En esle ejemplo de Quevedo el pleonasma sirve pará; :
negar el contenido explíciro del verso:
Sí, ta niñez ya fábula de fuentes
El tren y la mujer que llena el cielo.
Tu soledad esquiva en los hoteles
y tá máscara pura de olro signo.
García Lorca
El zeugma consiste en hacer depender varios elementos subor-
dinados de un mismo lexema subordinante que aparece una sola
yez ("quiero unos zapatos, un sombrero y una chaqueta”). Según
esta lógica Irabría una elipsis en todos los miembros menos en
uno. No suena a figura porque es un procedimiento habitual de
la lengua, que evita con ello repeticiones engorrosas. No deci
mos: vi a tu madre y vi a tu hermano”, sino “vi a tm madre ya
tu hermano”. Sin embargo, sí constituye figura cuando la rel
ción semántica entre los miembros subordinados no es perti
hente, o cuando el elemento subordinante que aparece se apli-
Ea propiamente a uno de los miembros, pero no al otro, o cuando
« chlexema elidido debiera sufrir alguna variación morfológica si
aparcciora. Un ejemplo de zeugma en que la única complica
ión es sintáctica es el siguiente de Luis de Góngor:
¡Dichoso yo, que fuera de este abismo,
vivo, me soy sepulero de mí mismo!
El pleonasmo aquí, junto con la afiteración de “mY, produ:
se una sensación de abismo a la que colabora el significado de.
“inclusión de uno en sí mismo”, y la rima que une “abistno'
“nú mismo”: el poeta sigue Hevando en sí el abismo del que creé
habe.
oscapado,
A2) Figuras por supresión
Se entiende por elipsis la ausencia de alguna parte necesaria del
fiase. Es especialmente llamativa cuando lo suprimido es el verbo:
152 153
ninia oracional, y recibe el nombre de cormordtzo. Con ella se
insiste en una sola idca para grabarla más profindamente en el
espíritu del lector. Sirvan de ejemplo estos versos de León Felipe;
Y cn el secreto
quiero del arte nunca;
que sea superior « má mismo — quiera
que el arte siempre
y extraño a mi cerebro...
me guarde su secreto;
gue no sepa yo nunca
cómo y por qué le he hecho; no
que ignore siempre quiero
esu domar a la belleza
con mi hierro...
que venga a mí,
que llaman manera
o procedimiento,
No quiero,
quiero como una gracia
estar del cielo.
Cuando la repetición de lo mismo se hace a base de frases
breves, conlundentes, casi epigramáticas tenemos la figura cono-
cida como percrsio:
¡Ah Cuánto en vano se desea y espera!
¡Ab de cuán cerca el bien huye y se esconde!
¡Ah qué amargo manjar <s su memoria!
¿Ah cómo es la alegría breve y ligera!
¡Ah que el fruto ala flor tarde respondo!
¡Ah cómo vende Amor vara su gloria!
Francisco de Figueroa
Si la enumeración pierde todo rastro de sinonimia y cormien
za a ser un armontonamiento de diversas ideas, una enumera.
ción puramente acumulativa, tenemos la figura que se Mama cons
ión caótica”. La congeries
da sentido cíclico y de insistente repetición a estos versos de
geries y que puede acabar en la “enumerac
León Felipe:
¿Onién lee diez siglos en la Historia
y mo la cierza
al ver las mismas cosas Siempre
con distinta fecha!
158
Los mismos hombres,
las mismas guerras,
los mismos tiranos,
las mismas cadenas,
los mismos esclavos,
las mismas protestas,
las mismos farsantes,
las mismas sectas
y los mismos,
los mismos poetas...
La expolición está a medio camino entre la enumeración sino-
nímica y la puramente acumulativa: consiste cn una enumera-
ción en que no se repite la misma idea, sino que ésta se va mati-
zando en cada frase:
Mientras tú existas,
mientras mi mirada
te busque más allá de las colinas,
mieniras nada
me llene el corazón,
sino es tu imagen, y haya
una remota posibilidad de que estés viva
en algún sirio, iluminada
por una luz cualquiera...
Mientras
yo presienta que eres y te llamas
así, con ese nombre tuyo
tan pequeño,
seguiré como ahora...
Ángel González
Una forma especial de enumeración consiste en la distribu-
ción, cuando cada frase desarrolla uno de los elementos de un
conjunto que puede darse explícitamente al principio y no.
Un ejemplo de poema distributivo es el e [dámaso Alonso que
se titula “Preparativos de viaje”. El texto distribuye cada una de sus
estrofas entre una clase de gente o actitud frente al mundo:
Unos
se van quedando estupefactos |...]
Otros
159
voltean la cabeza a un lado y otro lado [...]
Day algunos
que agitan con angustia los brazos
Otros maldicen a Dios [...]
Algunos llaman con débil voz [...|
Cuando lo que se enumeran son los rasgos o características
de una persona o un objeto, aparece la figua llamada evidentia
o hipotiposis, y que podemos traducir por “descripción”: si es la
física de una persona se llama “retrato”, si de su
descripción física .
carácter se llama “ctopeya”, si de un Jugar “topografía”, de un
tiempo “cronografía”, eto.
La corrección, que puede ir precedida de una dubitación o no;
repite una idea para matizarla o para darle una expresión más apro-
piada. En este ejemplo va precedida de una comimontti
Una sombra se lo comió
el tiempo se lo devoró
el mar ya no lo moja pero du Toussaint Louverture
mejor dicho de la muerte de Toussaint |.cuverture
crece una flor roja.
Juan Gelman
Cuando yo era más joven
(bueno, en realidad, será mejor decir
muy joven).
Juime Gi de Biedma
Relacionada con la corrección está la figura de la paradiás-
tole o subdistinción, que consiste en di
ximos pero de signo afectivo opuesto:
to, no fuerte sino descan: iderado” (Pa
la corrección y la paradiástole estarian
raíso, 1988: 147). Ent
los siguientes ejemplos:
El campo parece, más que joven, adolescente,
Antonio Machado
Sobre tu piedra estoy, no vencido, ligado
Pablo García Baena
160
stinguir significados pá
“No eres sabio sino astús
Se considera Iralituzalmente a la comparación como una figu-
ra de pensamiento cuya forma condensada sería la metáfora
Hay que distinguir, sin embargo, entre comparación y símil dos
fenómenos que a menudo aparecen confundidos. Fs símil ka
comparación de igualdad cuyos dos términos son irreversibles,
es decir, unto sirve para aclarar al otro y no son, por tanto inter.
cambiables, ni adrnite grados. Si decimos “tu voz como una
columna de ceniza”, el segundo elemento “ibustra” al primero y
no podemos decir “ana columna de ceniza es como tu voz”, sin
desvirtuar el sentido original. Por el contrario, la comparación
propiamente dicha admite grados (puede ser de igualdad, su se
sioridad o inferioridad), y en el caso de la de igualdad los dor
minos son intercambiables. Si decimos que “Juan es tan alto
como Antonio”, podemos decir tarabién sin cambiar el sentido
que “Antonio es tan alto como Juan”. :
Ijemplos de corpraración de superioridad:
Ingrata señora
de tos aposentos,
más dulce y sabrosa
que nabo en Adviento
Luis de Góngora
El viento es más paciente gue un asno
Vicente Huidobro
Ejemplos de símil:
Algún ruido distante
como limosna llega a mis oídos
4.4 Padrón
Mas el calor, la vida juvenil y la savía
yue uxtraje de tu seno,
como el sediento niño el dulce jugo extrae
del pecho blanco y lleno...
Rosalía de Castro
El símil puede usar otro tipo de enlaces aparte del “como”:
141
La noche se afianza
sin respiro, lo mismo que un esfuerzo.
Jaime Gl de Biedma
Adolescente taj en días idénticos a nubes
Luis Cernuda
También la comparación de superioridad puede adoptar for:
mas más complicadas que el tradicional “más... que”:
pues que le hurtáis el laherinto a Creta,
a Dédalo los altos pensamientos,
la furia al rear, las llamas al abismo...
Lope de Vega
En el siguiente ejemplo de Claudio Rodríguez tenemos un
símil por analogía en que se combinan cuatro términos:
cono es la calma un yelmo para el río
el dolor es brisa pura el álamo.
La paradoja y el dilema también añaden elementos a la oras
ción. Consiste la paradoja en un enunciado aparenlernente con
tradictorio:
Los pájaros dejaban bruscamente
temblorosas las ramas
cayéndose hacia el cielo, arvebatados
por una fuerza cxlraña
Ángel González
Lo contrario de la paradoja, y por tanto rambién figura, és
la tautología, es decir, la afirmación de una verdad evidente. Ux:
ejemplo combinado de paradoja y tautología se encuentra en el
inicio de un poema de Ángel González:
Ayer fue miércoles todo cl día,
porla tarde se puso casi hunes;
162
El primer verso es una tautología, pero cobra sentido cuan-
do aparece la paradoja del segundo verso: que un miércoles se
vuelva lunes. En primer lugar, nos obliga a leer “día” no como
el periodo de veinticuatro horas, sino como opuesto a “tarde”.
Después persiste la paradoja, que hay que reducir entendiendo
que la tarde del miércoles adoptó las características que se aso-
cian al “Innos”. La palabra “día” queda así quebrada, pierde su
sentido tradicional de unidad de medida del tiempo y se nos
ofrece en cambio la relarividad esencial de éste, lo cual cobra
sentido si seguimos leyendo el poema.
1gnalmente existencial es ojemplo de García Lorc
No te conoce el niño ni la tarde
porque te has muerto para siempre.
La siguiente taurología de Luis de Góngora tiene un efecto
cómico, y puede que no menos existencial:
Acuérdate de mis ojos,
que están, cuando estoy ansente,
encima de la nariz
y debajo de la frente,
En el dilema, de dos posibilidades que se ofrecen, el resulta
cual sea la elección:
do es igualmente negativo o positivo
Que vele o duerma, media vida es tuya:
si velo, te lo pago con el día,
y si duermo, no siento lo que vivo
Lope de Vega
, B2) Figuras por supresión
Ta reticencia consiste en cortar bruscamente la enunciación
: por diversos motivos: miedo a hablar, emoción que impide seguir,
+ Imposibilidad de decir, ete.:
Morir 23... Una flor hay en el sueño
—que al despertar ya no está en muestras manos
de'aromas y colores imposibles...
Y un día sin aurora la corlamos.
163
AALTAS HORAS
En esta noche de noviembre y frío,
inacabable, porque el sueño tarda.
muy avanzada ya la madrugada,
alos cuarenta años de mi vida,
quiero dejarme de literaturas
para cantar al fin lo que me importa.
Quedarme sin tabaco, qué fastidio.
'ernando Ortiz
Ta licencia consiste en dirigirse al auditorio con una libertad
excesiva. Es lo que hace, por ejemplo, Jaime Gil de Biedma reto-
mando las palabras de Baudelaire: “Hipócrita lector, mon ser
blable, mon freré” Y de una manera más suave Antonio Macha-
do: “Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito”.
Hay dos figuras que consisten en la sustitución de la perso:
na del hablante o del oyente y cuyas implicaciones se verán por:
extenso en la parte dedicada a la pragmática. Son la personifa
cación y el apóstro.
Muclias veces se ha considerado la personificación como la
atribución de cualidades humanas a animales u objetos inani-
mados, pero esto no es una figura, sino el efecto que deriva de
La aplicación de diversos tropos. Por ejemplo, si decimos que “el
prado ríe” estamos haciendo wna metáfora que produce el efec;
to de humanizar el “prado”. Siguiendo la tradición clásica sólo
podemos hablar de personificación cuando ponemos un dis:
curso en boca de un ser carente de el (animal u objeto). El ejeti:
plo típico es el de las fábulas de animales, La “Protecía de Tajo”
de Eray Luis de León es otra buena muestra «de este procedi:
miento. Y hablando de ríos que hablar
Alegre el río retrata
el ciclo, verdece el suelo,
y alaire, al campo y al ciclo,
dice con su voz de plata:
«vivir es supremo bien,
y, mejor que inteligente,
hay que ser bueno y valicnto,
mirar claro y hablar bien».
Manuel Machado
168
El apóstrofe consiste en apartar bruscamente el discurso del
oyente 1 oyentes para dirigirlo a otro interlocutor no presente,
que puede ser otra persona, una cosa, entidad abstracta, etc.
Esproriceda cambia en una sola octava tres veces de interlocu-
tor (Teresa, lágrimas y vosotros; cuatro si consideramos “Oh
dolor!” corno un apóstrofe):
¡Oh Teresa! ¡Ob dolor! Lágrimas mías,
jal!, ¿dónde estáis, que no corróis a mares?
¿Por qué, por qué como en mejores días,
no consoláis vosotras mis pesares?
¡Oh*, los que 10 sabéis las agunías
de un corazón que penas a millares
jay!, desgarraron y que ya no llora,
¡piedad tened de mi tormento ahora!
Como vemos, esta figura se presta sobre todo a la expresión
de fuertes pasiones.
Y, por fin, toda la serie de figuras que tienen como base la
interrogación y la exclamación, y que contienen igualmente
implicaciones pragmáticas.
Se considera figura la interrogación, en primer lugar, cuan-
do sirve para establecer una afirmación más fuierte y, por tanto,
como la afirmación a la que sirve, no requiere respuesta. Es lo
que tradicionalmente se conose como “interrogación retórica”:
Yo supe de dolor desde mi infancia,
mi juventud... ¿fue juventud la mía?
Rubén Darío
¿Quién me diera el pacífico murmullo
de tus olmos mecidos mansamente,
de tus palomas el sentido arzullo,
y el grato son de lu escondida fuente?
- José de Zorrilla
Sin embargo, encontramos otra serie de figuras interroga-
tivas que sí reclaman una respuesta, La primera es la comuni-
cación o dubitatio, cuando el hablante se dirige a su auditorio
para pedir consejo sobre qué decir o cómo decirlo. Normal-
169
mente se usa para exagerar la dificultad del tema que se está
tratando:
¿con qué lengua us diré nu sentimiento,
ya que tengo de hablaros osadía?
Lope de Vega
Cuando es el propio poeta el que da respuesta a sus preguntas
tenemos la figura de la estocinario o subjectio. El vérmino más
empleado es subjectio aunque algunos la distinguen de la primera
por que en la suhjectío el pocta lanza una pregunta a su auditorio
y la responde él mismo, mientras que en la rarocinatio el poeta se
pregunta y responde a sí mismo. El matiz es muy fino y muchas
veces es difícil separarlas, como en este fragmento de Manuel
Machado (en que tenemos que suplir la forma interrogativa):
Besos, ¡pero no darlos! Gloria... ¡la que me deben! |...]
¡Ambición!, no la rengo. ¡Amor!, no lo he sentido,
Esta figura abunda en el Guillén de Cánrico, que consigue
devolver la extrañeza y la esencia a lo cotidiano y concreto a trar
vés de estar siempre cuestionándolo:
Un balcón, los cristales,
Unos libros, la mes.
¿Nada más esto? Sí,
Maravillas concretas.
¿Y las rosas? Pestañas
'erradas: horizonte
Final. ¿Acaso nada?
Pero quedan los nombres.
éxte de Carmen Conde:
Ejemplo claro de ratiocinatio
¿Ceniza tí algún día? ¿Ceniza esta locura
que estrenas con la vida recién brotada ai mundo?
¡Tú no te acabas nunca, tú no te apagas nunca!
En cuanto a las exclarnaciones, que pueden ser admiracivas;
imprecativas, deprecarivas, optativas, ete., tendrán cambién gras
dos de figuralidad. Pero destaca la sentencia conciusiva, nor-
malmente exclamativa, que se coloca al final de una narración
o descripción y clausura el poema condensando su significado,
y que conocemos con el nombre de epifonema:
Huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, ama: el daño;
ercer que un cielo en un infierno cabe;
dar la vida y el aja a un desengaño:
esto es amor. Quien lo probó lo sabe.
Lope de Vega
A veces el epifonema, en lugar de cerrar claramente el senti-
do, de resumirlo o epitomizarlo, lo que hace es abrirlo al enig-
ma, como el epifonema final del poema introductorio de Cam-
tos de vida y esperanza:
La virtud está en ser tranquilo y derte;
con el fuego interior todo se abrasa;
se triunla del reacor y de lu muerte,
y hacia Belén... ¡la caravana pasa!
4.2.5. Paralelismos, correlaciones, emparejamientos
Muchos han visto en las repeticiones a todo nivel una de las
características fundamentales de la poesía, especialmente desde
que Jacobson lanzó su teoría de la recurrencia como forma de
manifestación de la proyección del principio de equivalencia
sobre el eje sintagmático. Lna mirada a la poesía popular sirve
para poner de manifiesto la omnipresencia de fenómenos de
repetición; y la retórica tradicional se había extendido sobre este
Lecho especialmente en lo que toca a la distribución y simerría
de los periodos oracionales.
Sin duda, las más llamativas de las repeticiones ocurren en las
estructuras sintácricas, pres envuelven a la vez fenómenos mor-
fológicos, léxicos, semánticos y tónicos, Hasta tal punto es esto
así que para algunos, como 5. R. Levin (1977), puede Lasarse en
ellas una teoría o al menos una gramática de la poesía. Son las
repeticiones, en definitiva, poderosas técnicas de construcción
171
global de los pocmas que prestan a éstos coherencia y unidad,
Empezaremos, por los compling: o “emparejamientos de S. R,
Levin, por ser el fenómeno más abarcador y el intento más ambi-
cioso de dar una idea global del funcionamiento de la poesía.
S.R Tevin (1977) distingue entre paradigmas del tipo lo
clases de posición, formados por todas las palabras que pueden
ocupar la misma posición en una frase, y paradigmas del tipo II,
formados por palabras que sa relacionan por su significado o su,
estructura fonética, Cuando convergen equivalencias del tipo I
y Il, es decir, cuando palabras equivalentes por el significado o
el sonido ocupan posiciones sintácticas equivalentes tenemos un
complingo “emparcjamiemto”. Hay que atender, además, al hecho
de que en poesía hay ciertas posiciones privilegiadas por la trá-
dición literaria, posiciones convencionales (rima, lugar de los
acentos, etc.), que se superpondrían a las posiciones sintácticas
lógicas o del lenguaje estándar. . .
Se puede ver un ejemplo de la aplicación de c método en:
el soneto que analiza Lázaro Carrete: como apéndice del volu-
men de Levin. Aquí me va a servir de ilustración el inicio de la
“Leranía de nuestro señor Don Quijote”, de Rubén Darío:
Rey de los hidalgos, señor de los tristes,
que de fuerza alientas y de ensueños vistes,
coronado de áureo yelmo de ¡Iusión;
que madio ha podido vencer todavía,
por la adarga al brazo, toda fantasía,
y la lanza en ristre, toda corazón.
Tendríamos, para empezar, un emparejamiento en el primer
verso, pues su estructura sintáctica se repite, se dan posiciones
equivalentes: nombre+sintagma preposicional; y estas posicio:
nes están ocupadas por palabras relacionadas sernánticamente;
“Rey” y “señor” remiten ambas al mundo de las relaciones de
poder y más en concreto al mundo de la caballería (ya que saber
mos que se está hablando de Don Quijote). La relación entre
“hidalgo” y “triste” no es tan evidente, pero como los criterio;
para formar paradigmas del tipo TT son bastante libres en S. Ri
Levin siempre podemos encontrar un lazo de unión entre dos
términos. Podríamos decir, incluso, que el hecho de ocupar posi
ciones equivalentes hace ya equivalentes. al menos en aparien?
cia, a elementos que no lo son de por sí. Sospecharíamos que
172
pasa esto en nuestro ejemplo si no fuera porque efectivamente
encontramos una relación entre “hidalgo” y “trisce”, en este Caso;
no natural, sino cultural: Don Quijote es un “hidalgo”, pero
constamumente lo vemos auto-nombrarso “el caballero de la tris:
te figura”, luego, los dos sustantivos tienen en común dl apli-
carse al mismo personaje. Pero, es más, el sustantivo “triste” apa-
rece siempre acompañando a “caballero” y nos trae esta palabra
a la mente. Al contrastarlo aquí con “hidalgo” Rubén Darío pone
de manifiesto el conflicto del personaje de ser realmente un hidal-
go que pretende ser caballero. La expresión “Señor de los tris-
tes” tiene también algo de superlativo, así que el conflicio de
Don Quijote entre su condición real (hidalgo) y su condición
ideal (caballero) lo hace el más triste de lo tristes. Esto res
en la “ilusión” del verso 3, por lo que podíamos decir que se for-
ma otro coupling, siendo aquí la posición equivalente el hecho
de ocupar el último lugar del verso (posición de rima).
El segundo verso constituye otro “emparcjamiento” con un pará-
lelismo perfecto: sintagma prep. + verbo en segunda persona.
“Ensueño” recoge el sentido de “ilusión” antes liberado por
., el verso anterior, pero aquí el “ensueño” resulta no ser tristeza
sino “fuerza”; podemos decir que la relación entro las dos pala-
bras es metonímica, de causa a efecto: la ilusión engendra fuer
2a (y engendraría tristeza también, según el verso anterior). A la
vez, sí nos fijamos en una posición convencional como es la de
la sílaba en la que recac el acento, vemos que ésta está ocupada
(excepto en “vistes”) por un diptongo creciente en que la vocal
abierta es “e”: “fuerza”, “alientas”, “ensueños”, “Fuerza” y “ensue-
«ños tienen la misma forma en su sílal»a acentuada, lo que los
emparenta fónicamente, y la vocal cerrada de la sílalya acentua-
da de “alicntas” se refleja en “vistes”.
Por lo que respecta al verso tercero, ya he hablado del empa-
rejamiento de “ilusión” con “tristes”. “Coronado”, por ocupar
una posición convencional privilegiada (principio del verso), se
empareja con la misma posición privilegiada del primer verso por
una relación metonímica evidente: “Rey”-“Coronado”, con lo
que los versos primero y tercero forman corpling por su princi-
Pío y final. Por otra parte, “Coronado” se empareja también con
la última posición privilegiada (final del verso anterior): “coro-
: Marse” es una especie de “Vestir”, [levar una prenda, A la vez “Coro-
nado” se empareja con la palabra que ocupa el primer lugar del
173
Aquí una misma estructura sintáctica progresiva se repite en
cada conjunto, La ordenación paratáctica o correlativa de estos
mismos conjuntos (con alguna anomalía sintáctica) sería: “aves;
urbes, flores, hombres, / volved, seguid, creced, dejad, / vuestró
canto, el movitniento, al blando viento, el criste llanto”.
Hay que tener en cuenta que estas técnicas pueden abarcar
un poema entero y entonces habría que estudiarlas como estruc-
turadoras del poema, no meramente en el nivel morfosintácti-
co. Es normal, por ejemplo, en el Siglo de Oro que la correla=::
ción afecte a la estructura entera del soneto. Y en la sextina, la
última estrofa de tres versos puede considerarse como la rec
lección de los elementos diseminados que han ido formando la:
rima de las estrofas.
Pero estas técnicas no son privativas de la artificiosa poesía
barroca. Las podemos encontrar en poetas actuales, según seña-
la Dámaso Alonso. Así, <l final del poema de Vicente Aleixan-
dre “Se querían” (pág. 133) es una recolección (no ordenada)
de los elementos diseminados a lo largo del poema.
Otro ejemplo más reciente nos lo ofrece el final de un poe:
ma de Vicente Valero, con epifonema conclusivo, además:
Subre la mesa el pan, el vino, las palabras,
el domingo, los sueños, el humo, los rumores.
¿y siesta mesa fuera la mosa verdadera?
Estruernras sintácticas emparentadas con el paralelismo son:
el quiasmo y la antítesis. El quiasmo no consiste más que en un
paralelismo invertido, es decir, los elementos equivalentos no
ocupan posiciones paralelas sino simétricas: .
su boca dio, y sus ajos cuanlo pudo,
al sonoro cristal, al cristal mudo
Luis de Góngora
Fl quiasmo está en el segundo verso, pero además hay pré:
sente una correlación en estos dos versos, ya que la “boca” se dá;
“al sonoro cristal” (agua), mientras que los ojos se entregan a
mirar a Galarea dormida (“cristal mudo”). Añádase a esto un
caso de antítesis entre “sonoro” y “mudo”.
178
En este ejemplo de Bécquer el quiasmo pone de:relievé las
notas de color fúnebre que podían pasar desapercibidas de otra
manera como epítetos esperable
Allí rodearon
sus pálidos restos
de amarillas velas
y de paños negros
Además, el quiasmo refuerza la sensación de “rodear” y des-
iza la escena haciendo que sean “colores” y no “objetos” los
que cercan al cadáver.
Es antítesis (Molino y Tamine, 1982: 220-222) la oposición
de dos elementos o más que ocupan posiciones equivalentes (para-
lelas, correlacionadas, en quiasmo, posición de rima, erc.), Pue-
den darse oposiciones en otras posiciones no fijas a lo largo de un
poema, pero lo que hace llamativa la figura es la relación entre la
equivalencia de la posición y el contraste del contenido:
re:
y pierdo mucho en perderte
y guno mucho en amarto
Lope de Vega
¡Que la vida se tome la pena de matarme,
ya que yo no me tomo la peua de vivir!...
Manuel Machado
En los versos de Lope la oposición “perderfganar” está clara,
pero no lo está tanto la oposición “perderfamar”, que no fot-
man verdaderos opuestos en el sistema de la lengna. Los térmi-
nos lógicos opuestos serían: “odiar/amar”; pero como evidente-
mente la mujer que habla “no odia” al interlocutor (y de ahí uno
de los acicrtos expresivos del poema), el “amar” se convierte en
un “seguir teniéndote”.
Igualinente, cn el ejemplo de Machado “vivir” no es exacta-
mente opuesto a “matarme” sino a “morir”, de ahí que al con-
traponetlo a un verbo transitivo reciba cierto matiz de transiti-
vidad también, y entonces entendamos que la vida supone nn
esfuerzo o un trabajo (“una pena”), ya que hay que vivir algo,
no simplemente dejarse vivir.
1/9
4.3. Nivel fónico
Tradicionalmente se ha considerado el nivel fónico como el
determinante de la pocsía, sobre todo porque en él se da cabi-
da al más peculiar de los fenómenos poéticos: el ritmo. Sin
embargo, no es cierto que el ritmo se limite a Lo puramente acús-
tico, ya que las estructuras sintácticas, la repetición de lexemas
y semas crean un ritmo que también puede ser apreciado en la
prosa. o
Tacluyo aquí cl estudio de las características gráficas del poe-
ma en cuanto que la grafía, cs de suponer, refleja la lectura que
se debe hacer de una obra, o, en el caso de los poemas van-
guardistas, la sustituye.
4.3.1. El sonido en poesía
A) Onomatopeya y simbolismo fónico
Se entiende por onomatopeya la reproducción en el signif-
cante del sonido que se asigna a la realidad referida, y es un caso:
de motivación del signo lingúístico. Se consideran onomatopé-
yicas on español palabras que significan sonidos animales (mugir,
maullax, el piído, etc.) o de objetos (el “tio-tac” del reloj). Ent
porsta, el fenómeno de la onomaopeya se tiende a incluir en el
más amplio del simbolismo fónico en general (Paguini, 1978;
35-38) y puede consistir cn una imitación originaria de los soni
dos (las onomatopeyas idiomáticas que hemos visto), o en la ela.
boración de elementos fónicos en un contexto que los convier-
te en onomatopéyicos, Ls decir, la poesía sobrepasa el límite de
las onomatopeyas idiomáticas y a su semejanza crea motivacio-
nes de sonido y sentido que no existen en el código. 1 lay un
ejernplo de onomatopeya directa en Antonio Machado, en qué
el sonido substituye al objeto (el reloj) hasta el punto de que el
poeta establece un diálogo con él:
Tic tic, tio-tic... Ya te he oído,
e... Siempre igual,
monótono y aburrido.
Tie-tic, tic-c, el latido
de un corazón de metal.
180
La sustitución es apropiada porque el pacta quiere hacer resal-
tar el ciclo repetitivo del tiempo, su monotonía, lo cual queda
más claro con ura onomaropeya que “desrcaliza” el reloj como
objeto para volverlo a su ser inicial: tiempo repetido que pasa,
Nótese, además, cómo Machado traiciona la onomatopeya idio-
inática y la convierte en “tic-tic” para enfarizar la repetición de
lo igual,
En el siguiente verso de Blas de Otero hay una onomatope:
ya directa, “izas!”, que contagia la ya de por sí bastante onoma-
topéyica “rizados”, que contiene la misma sílaba:
Y te expondrán, nos expondremos todos
aser trigados ¡zas! por una
Y he aquí un ejemplo de onomatopeya directa creada por el
poeta y no contemplada en el sistem:
Ro-r0 10-10-10
Mnerden los frenos
TO-TO-rO-TO-TO
las ruedas del tranvía
que rueda cuesta abajo.
Hay una curva
y el carruaje rechina,
diia
Xavier Bóveda
Las onomatopeyas indirectas (o simbolismo fónico) consis-
ten en la elaboración dle parrones fónicos (no directos) que secuer-
dan o evocan el contenido o el referente expresado. Como seña
la Pagnini (1978: 38): “Es preciso no olvidar nunca que la
expresividad del fonema no directamente onomatopéyico es un
fenómeno de contingencia contextual”. Es decir, determinados
sonidos alcanzan un efecto onomatopéyico sólo porque se rela-
jonan con el contenido que expresan; fuera de esa relación no
transmiten ninguna impresión onomatopéyica, o, unidos a atro
significado, transmiten una sensación fónica de signo distinto.
Sila aliteración de /s/ sirve en Garcilaso para evocar el susurro
de abcjas, en Gabriel Celaya representa el entrechocar de hue-
sos (con la colaboración del sonido /k/):
181
Se me aprietan de frío las venas ayer Írescas;
los huesus suenan secos.
y por tanto, puede tener un eftero onomatopéyico o no. Con-
siste en la repetición de un mismo sonido consonántico a lo lar-
go de un verso o más. Es bastante corriente en el modeznismo,
enamorado de las sonoridades, y he aquí un ejemplo de Rubén
Darío:
Otro ejemplo de simbolismo fónico es este de José Martí que
usa la repetición de la vibrante (1) para transmitir la trepidación
de la carrera. La rapidez aparece aquí expresada por el carácter
esdrújulo de “rápida”:
Francas fanfarrias de cobres sonoros
De los que arrastra en rápida carrera.
La repetición de los sonidos /£/ y /r!, y la omnipresencia de
la vocal “a” en la primera parte del verso lo hacen aliterativo, a
la vez que colaboran en un efecto onomatopéyico que imira los
sonidos de los instrumentos.
Un ejemplo de repetición de consonantes sin un efecto sim
bálico o mimético aparente es este de Gil de Biedma:
Molino y Tamine (1982: 80), por su parte, piensan que:la:
colaboración de sonido y sentido no está Lanto dirigida a crear
efectos fónicos especiales como a establecer un enlace entro pala:
bras que de otra manera no lo tendrían, y a trazar vínculos de
sentido que liberen un campo de asociaciones semánticas. Vea-
mos un ejemplo de José Martí:
e latido
Sí! yo también, desnuda la cabeza de mucha muerte insomne.
De tocado y cabellos, y al tobillo
Una cadena lurd:
En el siguiente verso de Blas de Otero la repetición de los
sonidos /a,b,r,l/ hace que la simultaneidad de la llegada de abri!
En el segundo verso tenemos un entrelazamiento de sonidos y el verdecer de los árboles se refleje en la estrucrura del lenguaje:
en las palabras que se refieren al cuerpo. Las dos sílabas que abren!
“tocado” están en “Cabellos” y “TObillo”, y a la vez estas dos
palabras comparten las sílabas finales: “caBEITOS” y “toBL,
LLO”; este juego de analogías y repericiones entre palabras que
significan los extremos del cuerpo humano refuerzan la idea de
completirud que tiene la expresión (aquí evitada) “de la cabeza:
alos pies”. O siguiendo con el mismo pocia, podemos ver la
idea de degradación que une a todas las palabras que comien;
zan con el sonido /b (1,e)/:
y sucedió que abiil abrió sus árboles.
La función arquitectónica (Molino y Tamine, 1982: 76-77),
ya no simbólica, de la aliteración la pudemos ver en muchos de
los Versos libres” de José Mart:
Y ala COPA QUE PASA, SE la aPUra!;
-... manCIIAdo el peCHO
De una SANGRE inviSTble, - Sigue ale GRE;
Sobre sus Vicios negros, parecían Cual RICO CAzacior RECORRE el soto.
Esos gusanos de pesado VIEntre
Y ojos VIScosos, que en hecionda cuba
De purdo lodo Jentos se re VUELcan!
C) Armunía vocálica
Y yo pasé sereno entro los Vlles... 2
Consiste en la colocación eufónica de las vocales del verso,
o en su relación simbólica con el significado, según se trate de
vocales claras, oscuras, abiertas, cerradas, etc. Un ejemplo archi-
conocido, ya no de armonía, sino d arquestación vocálica, es
el que señaló Dámaso Alonso en el verso de Góngora: “Infame
B) Aliteración
Si la onomatopeya es resultado de la interacción entre soni:
do y sentido, la alireración es un fenómeno puramente fónico,
182 183
Que me da su mano [ranca.
Y para ef cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Carda ni ortiga cultivo:
Cultivo una rosa blanca,
o descubren tus agravios,
que me glosan tu dolor
o me infunden tu alegría,
que me jloran tu agonía
u me inundan de Ti amor.
Luis Martínez Kleiser José Martí
La redondilla, por ser una estrofa de versos breves y por la
proximidad de sus rimas, se presta al sonsonete, Es lo que ocur
rre en la primera muestra. El poeta, que tiene ante sí un patrón:
que ofrece efectos ríomicos evidentes, lleva hasta el extremo estas
posibilidades convirtiendo sus estrofas en un juguete sonoro,,
pero vano. En primer lugar, la distribución de los acentos en:
cada verso acaba siendo fatigosa por su repetición. Cada verso
tiene sólo dos acentos: el obligatorio y otro acento medio que
en los dos primeros versos cae en la cuarta sílaba y en los res-
tantes en la tercera. Después, las repeticiones paralelísticas n8
hacen más que reforzar el efecto de monotonía, y para colmo:
las rimas no ofrecen tampoco variedad. Además de ser rimas
esperables, son lo que se llama rimas carcgoriales, con lo que el
efecto de sorpresa (que forma parte también del ritono) es nulo;
Únase a esto que el color de las vocales acentuadas sutre tam:
bién de uniformidad: “Dlcen / Dicen / conFlEsan; desCUbrer;
/inFUNden / ¡NUNdan; GLOsan / TLOran”. El efecto, pot
tanto, es el sipio y un empobrecimiento de las posibilidades fit:
micas que ofrece el patrón métrico usado,
El poema de Martí aprovecha igualmente las posibilidades
de la repetición y del paralelismo que ofrece la estrofa, pero lo
hace con más sabiduría. En primer lugar, distancia la repetición:
de las palabras, así el “cultivo” y “blanca” del principio sólo tiez
nen su respuesta al final y en la misma posición, lo que oftecs
una estructura equilibrada al poema, introduciendo además uni
par de distorsiones para «ue la repetición no sea tan evidente;
la anadiplosis: cultivo / cultivo; y el cambio del artículo (la 1
una). El paralelismo de las frases: “Para el amigo sincero...” y “Y
para el cruel que me atranca...”, está también sabiamente arde;
nado: el primero divide armoniosamente la sintaxis en dos vet:
sos que se distribuyen las funciones de oración. principal / subo:
dinada de relativo; el segundo, por el contrario, establece ult
encalalgamiento que refuerza el sentido de crueldad al quedas
188
“arranca” en posición final. Después, la riqueza de acentos pro-
porcionada por el patrón mátrico está mejor aprovechada. Alter-
nan los versos con dos y tres acentos, y varían también las posi-
ciones de los acentos en el verso. Así, el paralelismo entre “amigo”
y “cruel” viene reforzado por estar en versos de la misma este
tura: con dos acentos len cuarta y séptima), pero hay que notar
PMA que acento cae en “amigo” (llano) y la bruta-
y que cae en “cruel”, que además de ser un
monosílabo, constituye un caso de sinéresis, con un efecto caco-
fónico. El color vocálico contribuye a la potenciación del ritmo:
el verso primero y al último se abren (vocálicarnento), * ,
progresión como si se tratara de la flor. Y frente a los sonidos
claros (de franqueza) de “me da su mano franca”, están los soni-
dos cerrados, opacos, agudos de “cruel” y “corazón”. Las rimas
no son todas categorialos: “blanca” y “franca” lo son entre sí
pero no lo son con “arranca”, que además es su opuesto semáno
fico. “Lampoco lo son “enero” y “sincero” y sí lo son “vivo” y “cul.
tivo”, Ninguna de las rimas es esperable y constituyen una sor-
presa. Así, el riesgo de repetir la misma rima en dos redondillas
anca) queda compensado por la riqueza de ellas.
Wolfgang Kayser (1976: 340-345) distingue entre los siguien
tes tipos de ritmo, usando criterios no sólo métricos sino tam-
bién sintácticos (lama kola a los miembros que forman un perio-
do sintáctico y que están encerrados entre dos pausas
a) Ritmo fluido (fiessender Ryrbimus), caracterizado por la ten-
dencia a la continuación del movimiento, relativa debili-
dad de los acentos, kvedad y semejanza de las pausas y fuer
te correspondencia de los hola, Su da sobre todo en los versos
cortos. Revela cicrta intimidad, no grandes reflexiones ni
pensamientos, y una disposición emotiva. Ejemplo de ollo
es una de las deliciosas “barquillas” de Lope de Vega:
Igual en las fortunas,
mayor en las congojas,
pequeño cn las defensas,
incitas a las ondas,
advierte que te llevan
a dar entre las rocas
de la soberbia envidia,
naufragio de las honras...
189
Este fragmento de Manuel Machado nos enseña tam-
bién la relación entre verso corto y ligereza fluida:
Los placeres
van de prisa:
una risa
y otra risa,
y mil nombres de mujeres,
y mil hojas de jazonín
desgranadas
y ligor
b) Ritmo caudaloso (Sirómender Rythmus). Se caracteriza
igualmente por una continuidad de movimiento, pero en
dimensiones mayores: mayor aliento y mayor tensión. Los
acentos se destacan más y son más diferenciados; la ten”
sión tiene momentos culminantes, las pausas son más dif
renciadas, los Lola más largos (por ejemplo, las “Elegías
de Duino”, de Rilke). Ejemplos españoles pueden ser los
poemas de Vicente Aleixandre, o muchos de los que for:
man los Versos libres de José Maní:
Odia el mar. sólo hermoso cuando gime
Del barco domador hajo la hendonte
Quilla, y como fantástico demonio,
De un manto negro colosal tapado,
Encórvase a los vientos de la noche
Ante el sublime vencedor que pasa...
c) Ritmo constructivo. Los kela Lienen una estructura más
uniforme y regular que en el caudaloso; todas las unidas
des rítmicas son más independientes de suerte que el
movimiento comienza constantemente de nuevo. El poe-
ta está más firme y sosegado que el vate del ritmo cau:
daloso, Se relaciona generalmente con poemas estróficos
de amplio aliento. De Jos dos grandes poemas de Gón:
gora, las “Soledades” corresponderían al ritmo caudalo:
so, mientras que el “Polifemo” tendería al ritmo cons
CUCTIVO,
d) Ritmo de danza. Se distingue del ritmo fluido por el mayor;
vigor de los acentos, la mayor exactitud de los kola y la.
190
mayor importancia de las pausas, que aquí son más difo-
renciadas. Frente a la suave fluidez del primero, encon.
tramos una fuerte tensión. Podemos ver un ejemplo de
este tipo de ritmo en los Versos sercillos de José Martí, tan
aplos para la música, en que los acentos están más mar-
cados y la tensión es mayor, aunque la distinción entre
este Lipo de ritmo y el fluido no deja de presentar difi-
cultades:
Mi amor del aire se azota;
Eva es rubia, falsa es Eva:
viene una nube, y se leva
Mi «mor que gime y que llora,
Se lleva mi amor que llora
Esa nube que
Eva mo ha sido treidora:
Eva me consolará.
Una vez hecha esta distinción entre métrica y ritmo, vamos
a adentrarnos en la parte más técnica y controlable, Para la expli-
cación que sigue doy por supuesto un conocimiento básico de
la métrica española por parte del lector.
En primer lugar, cuando nos enfrentamos a un pocma, hay
que preguntarse si conserva la métrica regular, si está en verso
libre, si es un poema en prosa o es una mezcla de ellos.
A) Méxrica regular
Antes de empezar con la descripción detenida de los clemen-
tos que forman parto de la métrica tradicional, un apunte de la
valoración que el poema recibe de su situación histórica. Debemos
tener en cuenta lo que significa adoptar la técnica clásica en la épo-
<a comemporánea, que ha roto con ella, así como romper con ella
en la época en que dominaba. Respecto al Primer caso es curiosa
la elección que hace Jaime Gil de Biedma de la sextina como estro -
fa para su poema “Apología y petición”, Además de un alarde de
virtuosismo, el poeta, al tener que repetir las mismas palabras-rimas,
conyierte el terna de “España” en algo obsesivo, circularmente infer-
nal, como los demonios que quiere expulsar. Ejemplo de mptura
en la época clásica lo 1cnemos cuando Garcilaso y Boscán se ven
atacados por introducir el verso endecasflabo en el imperio del
labo y el arte mayor.
AD El verso
Los factores que hay que tener en cuenta en el verso se des-
criben a continuación:
Ala) Número de sílabas
Sabemos que los versos españoles se identifican por el núme-
ro de sílabas de que constan. Como regla gencral se puede decir
que los versos breves dan un aire más ligero al poema y favores
cen una recitación más rápida. mientras que los versos largos
ofrecen un aspecto más solemne y exigen una escansion Das
reposada. Ahora bien, hay una serie de fenómenos que afectan
al cómputo silábico de los versos. ,
En primer lugar, están los me aplasmos. Los metap! ano sn
figuras que alteran el cuerpo fónico de la palabra para as aprarlo
alas necesidades de la métrica. Por adición tenemos la prótas
epéntesis y parágoge, según se añada un sonida al principio, en
medio o al final de la palabra. Por supresión tenemos la aféresis,
síncopa y apócope según se septima un sonido al punciolo medio:
a final de la palabra, Por alteración del orden de los sonidos tene:
mos la metátesis y el desplazamiento del acento, .
La sinalefa consiste en unir en una sola s(laba fa vocal final
de una palabra y la inicial de la siguiente. Honesamento na :
puede considerar figura porque es ina tendencia masas cs
lengua. Sin embargo, hay que reconocer que la abund lancia de
sinalefas hace más fluido el verso, y como opina Domínguez
Caparrós (1993: 68) puede lener un 1so expresivo al ensáñ?
char su capacidad para el contenido conceptual. Compárense:
estos dos fragmentos, uno sin sinalefas y otro con abundancia
de ellas, para calibrar su aportación al ritmo y a la melodía dé
verso:
Bien sé que soy aliento fugitivo;
ya sé, ya temo, ya también espero...
Quevedo
Siempre está en Vanto esta ánima mezquina
Garcilaso
192
Mientras que en el primer ejemplo el aliento (“fugitivo”) se
ve cortado a cada paso, en el segundo el llanto se va deslizando
melodiosamente a lo largo del verso; incluso la fuerza de los
acentos queda disminuida por las sinalefas para dar fluidez al
verso.
€
sando una de las vocales que entran en la sinalefa está fuer-
temente acentuada debe violentarse la pronunciación de manera
que su timbre y su fuerza no queden alterados por el concurso de
la otra vocal. Es lo que pasa con este ejemplo de Pedro Salinas, en
que la exclamación se hace más exclamativa por la sinalefa:
qué ansia de repetirse
en esto que está siendo!
Si la sinalefa puede pasar desapercibida por constituir un ras-
go natural de la lengua, no ocurre lo mismo con el fenómeno
contrario, el hiato (también llamado “dialefa”), que contribuye
fuertemente a la expresividad (Domínguez Caparrós, 1993: 69).
Consiste éste en la ruptura de una sinalefa. Los hiatos retardan
y encrespan el verso y exigen un esfuerzo articulatorio por par
te del lector, al romper la tendencia narural a la sinalefa. A veces
pueden tener una función icónica, como señala Herrera en sus
Anoraciones (Gallego Morell, 1972: 349-350) cuando dice que
Garcilaso usó hiato (él lo llama diéresis) en este verso: “de áspe-
ta corteza se cubrían” para denotar “la aspereza de los miembros
y la repugnancia de la transformación”; y añade que él mismo
lo 1só en sus versos con fines similares. Por ejemplo, en éste:
“Divídenme de vos, oh | alma mía” para “mostrar lo que se sien-
te y duele la división y apartamiento”.
Á veces el hiato es facilitado porque una de las vocales lleva
un acento fuere:
Con él mi alma, en el celeste fuego
Herrera
Aquí no se hace sinalefa entre “mi alma” ya que “alma” tiene
un marcado acento, que resulta reforzado aún más por cl hiato.
Efectos similares a la sinalefa y al hiato tienen la sinéresis y
la diéresis respectivamente, con la diferencia de que ninguna de
193