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El Conde Lucanor PDF, Monografías, Ensayos de Literatura Española

Texto El Conde Lucanor. Examen de Introducción a la Literatura Española en la Universidad Complutense de Madrid

Tipo: Monografías, Ensayos

2015/2016

Subido el 16/03/2016

usuario desconocido
usuario desconocido 🇪🇸

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¡Descarga El Conde Lucanor PDF y más Monografías, Ensayos en PDF de Literatura Española solo en Docsity! El Conde Lucanor 1 El Conde Lucanor Juan Manuel, Infante de Castilla El Conde Lucanor 1 Anteprólogo Este libro fizo don Johan, fijo del muy noble infante don Manuel, dese- ando que los omnes fiziessen en este mundo tales obras que les fuessen aprovechosas de las onras et de las faziendas et de sus estados, et fuessen más allegados a la carrera porque pudiessen salvar las almas. Et puso en él los enxiemplos más aprovechosos que él sopo de las cosas que acaesçieron, porque los omnes puedan fazer esto que dicho es. Et sería maravilla si de cualquier cosa que acaezca a cualquier omne, non fallare en este libro su semejança que acaesçió a otro. Et porque don Johan vio et sabe que en los libros contesçe muchos yerros en los trasladar, porque las letras semejan unas a otras, cuidando por la una letra que es otra, en escriviéndolo, múdasse toda la razón et por aventura confóndesse, et los que después fallan aquello escripto ponen la culpa al que fizo el libro; et porque don Johan se reçeló desto, ruega a los que ley- eren cualquier libro que fuere trasladado del que él compuso, o de los libros que él fizo, que si fallaren alguna palabra mal puesta, que non pongan la culpa a él, fasta que bean el libro mismo que don Johan fizo, que es emen- dado, en muchos logares, de su letra. Et los libros que él fizo son éstos, que él a fecho fasta aquí: la Crónica abreviada, el Libro de los sabios, el Libro de la cavallería, el Libro del infante, el Libro del cavallero et del escudero, el Libro del Conde, el Libro de la caça, el Libro de los engeños, el Libro de los cantares. Et estos libros están en el monesterio de los fraires predica- dores que él fizo en Peñafiel. Pero, desque vieren los libros que él fizo, por las menguas que en ellos fallaren, non pongan la culpa a la su entençión, mas pónganla a la mengua del su entendimiento, porque se atrevió a se en- tremeter a fablar en tales cosas. Pero Dios sabe que lo fizo por entençión El Conde Lucanor 4 Exemplo Iº De lo que contesçió a un rey con un su privado Acaesció una vez que el conde Lucanor estava fablando en su poridat con Patronio, su consegero, et díxol’: -Patronio, a mí acaesçió que un muy grande omne et mucho onrado, et muy poderoso, et que da a entender que es ya cuanto mío amigo, que me dixo pocos días ha, en muy grant poridat, que por algunas cosas quel’acaesçieran, que era su voluntad de se partir desta tierra et non tornar a ella en ninguna manera, et que por el amor et grant fiança que en mí avía, que me quería dexar toda su tierra: lo uno vendido, et lo ál, comendado. Et pues esto quiere, seméjame muy grand onra et grant aprovechamiento para mí; et vós dezitme et consejadme lo que vos paresce en este fecho. -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, vien entiendo que el mío consejo non vos faze grant mengua, pero vuestra voluntad es que vos diga lo que en esto entiendo, et vos conseje sobre ello, fazerlo he luego. Primeramente, vos digo que esto que aquél que cuidades que es vuestro amigo vos dixo, que non lo fizo sinon por vos provar. Et paresçe que vos conteçió con él como contençió a un rey con un su privado. El conde Lucanor le rogó quel’ dixiese cómo fuera aquello. -Señor -dixo Patronio-, un rey era que avía un privado en que fiava mucho. Et porque non puede seer que los omnes que alguna buena andança an que algunos otros non ayan envidia dellos, por la privança et bien andança que aquel su privado avía, otros privados daquel rey avían muy grant envidia et trabajávanse del’ buscar mal con el rey, su señor. Et como quier que muchas razones le dixieron, nunca pudieron guisar con el rey quel’ fiziese ningún mal, nin aun que tomase sospecha nin dubda de’l, nin de su ser- viçio. Et de que vieron que por otra manera non pudieron acabar lo que querían fazer, fizieron entender al rey que aquel su privado que se trabajava de guisar porque él muriese, et que un fijo pequeño que el rey avía, que fin- case en su poder, et de que él fuese apoderado de la tierra que guissaría cómo muriese el mozo et que fincaría él señor de la tierra. Et como quier que fasta entonce non pudieran poner en ninguna dubda al rey contra aquel su privado, de que esto le dixieron, non lo pudo sofrir el coraçón que non El Conde Lucanor 5 tomase de’l reçelo. Ca en las cosas en que tan grant mal ha, que se non pueden cobrar si se fazen, ningún omne cuerdo non deve esperar ende la prueva. Et por ende, desque el rey fue caído en esta dubda et sospecha, estava con grant reçelo, pero non se quiso mover en ninguna cosa contra aquel su privado fasta que desto sopiese alguna verdat. Et aquellos otros que buscavan mal a aquel su privado dixiéronle una manera muy engañosa en cómo podría provar que era verdat aquello que ellos dizían, et enformaron bien al rey en una manera engañosa, segund adelante oidredes, cómo fablase con aquel su privado. Et el rey puso en su coraçón de lo fazer, et fízolo. Et estando a cabo de algunos días el rey fablando con aquel su privado, en- tre otras razones muchas que fablaron, començól’ un poco a dar a entender que se despagava mucho de la vida deste mundo et quel’ paresçía que todo era vanidat. Et entonçe non le dixo más. Et después, a cabo de algunos días, fablando otra vez con el aquel su privado, dándol’ a entender que sobre otra razón començava aquella fabla, tornól’ a dezir que cada día se pagava me- nos de la vida deste mundo et de las maneras que en él veía. Et esta razón le dixo tantos días et tantas vegadas, fasta que el privado entendió que el rey non tomava ningún plazer en las onras deste mundo, nin en las riqu- ezas, nin en ninguna cosa de los vienes nin de los plazeres que en este mundo avié. Et desque el rey entendió que aquel su privado era vien caído en aquella entençión, díxol’ un día que avía pensado de dexar el mundo et irse desterrar a tierra do non fuesse conosçido, et catar algún lugar extraño et muy apartado en que fiziese penitençia de sus pecados. Et que por aquella manera, pensava que le avría Dios merced de’l et podría aver la su gracia porque ganase la gloria del Paraíso. Cuando el privado del rey esto le oyó dezir, estrañógelo mucho, deziéndol’ muchas maneras porque lo non devía fazer. Et entre las otras, díxol’ que si esto fiziese, que faría muy grant deserviçio a Dios en dexar tantas gentes como avía en el su regno, que tenía él vien mantenidas en paz et en justiçia, et que era çierto que luego que él dende se partiese, que avría entrellos muy gran bolliçio et muy grandes contiendas, de que tomaría Dios muy grant deserviçio et la tierra muy grant dapño, et cuando por todo esto non lo dex- ase, que lo devía dexar por la reina, su muger, et por un fijo muy pe- queñuelo que dexava: que era çierto que serían en muy grant aventura, tan- bién de los cuerpos, como de las faziendas. El Conde Lucanor 6 A esto respondió el rey que, ante que él pusiesse en toda guisa en su vol- untad de se partir de aquella tierra, pensó él la manera en cómo dexaría re- cabdo en su tierra porque su muger et su fijo fuessen servidos et toda su tierra guardada; et que la manera era ésta: que vien sabía él que el rey le avía criado et le avía fecho mucho bien et quel’ fallara sienpre muy leal, et quel’ serviera muy bien et muy derechamente, et que por estas razones, fiava en él más que en omne del mundo, et que tenía por bien del’ dexar la muger et el fijo en su poder, et entergarle et apoderarle en todas las fortal- ezas et logares del regno, porque ninguno non pudiese fazer ninguna cosa que fuese deserviçio de su fijo; et si el rey tornase en algún tiempo, que era çierto que fallaría muy buen recabdo en todo lo que dexase en su poder; et si por aventura muriese, que era çierto que serviría muy bien a la reina, su muger, et que criaría muy bien a su fijo, et quel’ ternía muy bien guardado el su regno fasta que fuese de tiempo que lo pudiese muy bien governar; et así, por esta manera, tenía que dexava recabdo en toda su fazienda. Cuando el privado oyó dezir al rey que quería dexar en su poder el reino et el fijo, como quier que lo non dio a entender, plógol’ mucho en su coraçón, entendiendo que pues todo fincava en su poder, que podría obrar en ello como quisiese. Este privado avía en su casa un su cativo que era muy sabio omne et muy grant filósofo. Et todas las cosas que aquel privado del rey avía de fazer, et los consejos que’l avía a dar, todo lo fazía por consejo de aquel su cativo que tenía en casa. Et luego que el privado se partió del rey, fuese para aquel su cativo, et contól’ todo lo quel’ conteçiera con el rey, dándol’ a entender, con muy grant plazer et muy grand alegría, cuánto de buena ventura era, pues el rey le quería dexar todo el reino et su fijo et su poder. Cuando el filósofo que estava cativo oyó dezir a su señor todo lo que avía pasado con el rey, et cómo el rey entendiera que quería él tomar en poder a su fijo et al regno, entendió que era caído en grant yerro, et començólo a maltraer muy fieramente, et díxol’ que fuese çierto que era en muy grant peligro del cuerpo et de toda su fazienda, ca todo aquello que’l rey le dix- iera, non fuera porque el rey oviese voluntad de lo fazer, sinon que algunos quel’ querían mal avían puesto al rey quel’ dixiese aquellas razones por le El Conde Lucanor 9 podrían travar en ello con razón. Et díxole cuál era el fecho et él rogól’ quel’ consejase lo que entendía que devía fazer sobre ello. -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, bien sé yo que vós fallaredes muchos que vos podrían consejar mejor que yo, et a vos dio Dios muy buen entendimiento, que sé que mi consejo que vos faze muy pequeña mengua; mas pues lo queredes, dezirvos he lo que ende entiendo. Señor conde Lu- canor -dixo Patronio-, mucho me plazería que parásedes mientes a un ex- iemplo de una cosa que acaesçió una vegada a un omne bueno con su fijo. El conde le rogó quel’ dixiese que cómo fuera aquello. Et Patronio dixo: -Señor, assí contesçió que un omne bueno avía un fijo; como quier que era moço segund sus días, era asaz de sotil entendimiento. Et cada que el padre alguna cosa quería fazer, porque pocas son las cosas en que algún contrallo non puede acaesçer, dizíal’ el fijo que en aquello que él quería fazer, que veía él que podría acaesçer el contrario. Et por esta manera le partía de fazer algunas cosas quel’ complían para su fazienda. Et vien cred que cu- anto los moços son más sotiles de entendimiento, tanto son más aparejados para fazer grandes yerros para sus faziendas; ca an entendimiento para començar la cosa, mas non saben la manera como se puede acabar, et por esto caen en grandes yerros, si non an qui los guarde dello. Et así, aquel moço, por la sotileza que avía del entendimiento et quel’ menguava la manera de saber fazer la obra complidamente, enbargava a su padre en muchas cosas que avié de facer. Et de que el padre passó grant tiempo esta vida con su fijo, lo uno por el daño que se le seguía de las cosas que se le enbargavan de fazer, et lo ál, por el enojo que tomava de aquellas cosas que su fijo le dizía, et señaladamente lo más, por castigar a su fijo et darle ex- iemplo cómo fiziese en las cosas quel’ acaesçiesen adelante, tomó esta manera segund aquí oiredes: El omne bueno et su fijo eran labradores et moravan çerca de una villa. Et un día que fazían ý mercado, dixo a su fijo que fuesen amos allá para com- prar algunas cosas que avían mester; et acordaron de levar una vestia en que lo traxiesen. Et yendo amos a mercado, levavan la vestia sin ninguna carga et ivan amos de pie et encontraron unos omnes que vinían daquella villa do ellos ivan. Et de que fablaron en uno et se partieron los unos de los otros, aquellos omnes que encontraron conmençaron a departir ellos entre sí et dizían que non les paresçían de buen recabdo aquel omne et su fijo, El Conde Lucanor 10 pues levavan la vestia descargada et ir entre amos de pie. El omne bueno, después que aquello oyó, preguntó a su fijo que quel’ paresçía daquello que dizían. Et el fijo dixo que le parescía que dizían verdat, que pues la vestía iba descargada, que non era buen seso ir entre amos de pie. Et entonçe mandó el omne bueno a su fijo que subiese en la vestia. Et yendo así por el camino, fallaron otros omnes, et de que se partieron dellos, conmençaron a dezir que lo errara mucho aquel omne bueno, porque iva él de pie, que era viejo et cansado, et el moço, que podría sofrir lazeria, iva en la vestia. Preguntó entonçe el omne bueno a su fijo que quel’ paresçía de lo que aquellos dizían; et él díxol’ quel’ paresçía que dizían razón. Entonçes mandó a su fijo que diciese de la vestia et subió él en ella. Et a poca pieça toparon con otros, et dixieron que fazía muy desaguisado dexar el moço, que era tierno et non podría sofrir lazeria, ir de pie, et ir el omne bueno, que era usado de pararse a las lazerias, en la vestia. Estonçe preguntó el omne bueno a su fijo que quél’ paresçié desto que estos dizían. Et el moço díxol’ que, segund él cuidava, quel’ dizían verdat. Estonce mandó el omne bueno a su fijo que subiese en la vestia porque non fuese ninguno dellos de pie. Et yendo así, encontraron otros omnes et començaron a dezir que aquella vestia en que ivan era tan flaca que abés podría andar bien por el camino, et pues así era, que fazían muy grant yerro ir entramos en la vestia. Et el omne bueno preguntó al su fijo que quél’ semejava daquello que aquellos omnes buenos dizían; et el moço dixo a su padre quel’ semejava verdat aquello. Estonçe el padre respondió a su fijo en esta manera: -Fijo, bien sabes que cuando saliemos de nuestra casa, que amos veníamos de pie et traíamos la vestia sin carga ninguna, et tú dizías que te semejava que era bien. Et después, fallamos omnes en el camino que nos dixieron que non era bien, et mandéte yo sobir en la vestia et finqué de pie; et tú dixiste que era bien. Et después fallamos otros omnes que dixieron que aquello non era bien, et por ende desçendiste tú et subí yo en la vestia, et tú dixiste que era aquello lo mejor. Et porque los otros que fallamos dixieron que non era bien, mandéte subir en la vestia conmigo; et tú dixiste que era mejor que non fincar tú de pie et ir yo en la vestia. Et agora, estos que fal- lamos dizen que fazemos yerro en ir entre amos en la vestia; et tú tienes que dizen verdat. Et pues que assí es, ruégote que me digas qué es lo que El Conde Lucanor 11 podemos fazer en que las gentes non puedan travar; ca ya fuemos entramos de pie, et dixieron que non fazíamos bien; et fu yo de pie et tú en la vestia, et dixieron que errávamos; et fu yo en la vestia et tú de pie, et dixieron que era yerro; et agora imos amos en la vestia, et dizen que fazemos mal. Pues en ninguna guisa non puede ser que alguna destas cosas non fagamos, et ya todas las fiziemos, et todos dizen que son yerro; et esto fiz yo porque to- masses exiemplo de las cosas que te acaesçiessen en tu fazienda; ca çierto sey que nunca farás cosa de que todos digan bien: ca si fuere buena la cosa, los malos et aquellos que se les non sigue pro de aquella cosa, dirán mal della; et si fuere la cosa mala, los buenos, que se pagan del bien, non po- drían decir que es bien el mal que tú feziste. Et por ende, si tú quieres fazer lo mejor et más a tu pro, cata que fagas lo mejor et lo que entendieres que te cumple más, et sol que non sea mal, non dexes de lo fazer por reçelo de dicho de las gentes; ca çierto es que las gentes a lo demás siempre fablan en las cosas a su voluntad, et non catan lo que es más a su pro. -Et vós, conde Lucanor, señor, en esto que me dezides que queredes fazer et que reçelades que vos travarán las gentes en ello, et si non lo fazedes, que esso mismo farán, pues me mandades que vos conseje en ello, el mi consejo es éste: que ante que començedes el fecho, que cuidedes toda la pro o el dapño que se vos puede ende seguir, et que non vos fiedes en vuestro seso et que vos guardedes que vos non engañe la voluntad, et que vos con- sejedes con los que entendiéredes que son de buen entendimiento et leales et de buena poridat. Et si tal consejero non falláredes, guardat que vos non arrebatedes a lo que oviéredes a fazer, a lo menos fasta que passe un día et una noche, si fuere cosa que se non pierda por tiempo. Et de que estas cosas guardáredes en lo que oviéredes de fazer, et lo falláredes que es bien et vuestra pro, conséjovos yo que nunca lo dexedes de fazer por reçelo de lo que las gentes podrían dello dezir. El conde tovo por buen consejo lo que Patronio le consejava. El fízolo assí, et fallóse ende bien. Et cuando don Johan falló este exiemplo, mandólo escrivir en este libro, et fizo estos viessos en que está avreviadamente toda la sentençia deste ex- iemplo. Et los viessos dizen así: Por dicho de las gentes, sol que non sea mal, El Conde Lucanor 14 Desta razón non plogo mucho el hermitaño, ca él conosçía muy bien al rey et sabía que era omne muy guerrero et que avía muertos et robados et de- seredados muchas gentes, et sienpre le viera fazer vida muy contralla de la suya, et aun, que paresçía muy alongado de la carrera de salvación; et por esto estava el hermitaño de muy mal talante. Et desque nuestro señor Dios lo vio así estar, enviól’ dezir con el su ángel que non se quexase nin se marabillase de lo quel’ dixiera, ca çierto fuesse que más serviçio fiziera a Dios et más meresçiera el rey Richalte en un salto que saltara, que el hermitaño en cuantas buenas obras fiziera en su vida. El hermitaño se marabilló ende mucho, et preguntól’ cómo podía esto seer. Et el ángel le dixo que sopiese que el rey de Françia et el rey de Inglaterra et el rey de Navarra pasaron a Ultramar. Et el día que llegaron al puerto, yendo todos armados para tomar tierra, bieron en la ribera tanta muchedumbre de moros, que tomaron dubda si podrían salir a tierra. Es- tonçe el rey de Françia envió dezir al rey de Inglaterra que viniese a aquella nave a do él estava et que acordarían cómo avían de fazer. Et el rey de In- glaterra, que estava en su cavallo, cuando esto oyó, dixo al mandadero del rey de Françia quel’ dixiese de su parte que bien sabía que él avía fecho a Dios muchos enojos et muchos pesares en este mundo et que sienpre le pidiera merçed quel’ traxiese a tiempo quel’ fiziese emienda por el su cuerpo, et que, loado a Dios, que veía el día que él deseava mucho; ca si allí muriese, pues avía fecho la emienda que pudiera ante que de su tierra se partiesse, et estava en verdadera penitencia, que era çierto quel’ avría Dios merced al alma, et que si los moros fuessen vençidos, que tomaría Dios mucho serviçio, et serían todos muy de buena ventura. Et de que esta razón ovo dicha, acomendó el cuerpo et el alma a Dios et pidiól’ merçed quel’ acorriesse, et signóse del signo de la sancta Cruz et mandó a los suyos quel’ ayudassen. Et luego dio de las espuelas al cavallo et saltó en la mar contra la ribera do estavan los moros. Et como quiera que estavan cerca del puerto, non era la mar tan vaxa que el rey et el cavallo non se metiessen todos so el agua en guisa que non paresçió dellos ninguna cosa; pero Dios, así como señor tan piadoso et de tan grant poder, et acordándose de lo que dixo en el Evangelio, que non quiere la muerte del pecador sinon que se convierta et viva, acorrió entonçe al rey de Inglaterra, El Conde Lucanor 15 libról’ de muerte para este mundo et diol’ vida perdurable para sienpre, et escapól’ de aquel peligro del agua; et endereçó a los moros. Et cuando los ingleses vieron fazer esto a su señor, saltaron todos en la mar en pos dél et endereçaron todos a los moros. Cuando los françeses vieron esto, tovieron que les era mengua grande, lo que ellos nunca solían sofrir, et saltaron luego todos en la mar contra los moros. Et desque los vieron ve- nir contra sí, et vieron que non dubdavan la muerte, et que vinían contra ellos tan bravamente, non les osaron asperar, et dexáronles el puerto de la mar et començaron a fuir. Et desque los christianos llegaron al puerto, ma- taron muchos de los que pudieron alcançar et fueron muy bien andantes, et fizieron dese camino mucho serviçio a Dios. Et todo este vien vino por aquel salto que fizo el rey Richalte de Inglaterra. Cuando el hermitaño esto oyó, plógol’ ende muncho et entendió quel’ fazía Dios muy grant merçed en querer que fuesse él compañero en Paraíso de omne que tal servicio fiziera a Dios, et tanto enxalçamiento en la fe cathólica. Et vós, señor conde Lucanor, si queredes servir a Dios et fazerle emienda de los enojos quel’ avedes fecho, guisat que, ante que partades de vuestra tierra, emendedes lo que avedes fecho a aquellos que entendedes que fezi- estes algún daño. Et fazed penitençia de vuestros pecados, et non paredes mientes al hufana del mundo sin pro, et que es toda vanidat, nin creades a muchos que vos dirán que fagades mucho por la valía. Et esta valía dizen ellos por mantener muchas gentes, et non catan si an de que lo pueden complir, et non paran mientes cómo acabaron o cuántos fincaron de los que non cataron sinon por esta que ellos llaman grant valía o cómo son pobla- dos los sus solares. Et vós, señor conde Lucanor, pues dezides que queredes servir a Dios et fazerle emienda de los enojos quel’ feziestes, non querades seguir esta carrera que es de ufana et llena de vanidat. Mas, pues Dios vos pobló en tierra quel’ podades servir contra los moros, tan bien por mar como por tierra, fazet vuestro poder porque seades seguro de lo que dexades en vuestra tierra. Et esto fincando seguro, et aviendo fecho emienda a Dios de los yerros que fiziestes, porque estedes en verdadera penitençia, porque de los bienes que fezierdes ayades de todos meresçimiento, et faziendo esto podedes dexar todo lo ál, et estar sienpre en serviçio de Dios et acabar así vuestra vida. Et faziendo esto, tengo que ésta es la mejor manera que vós podedes tomar para salvar el alma, guar- El Conde Lucanor 16 dando vuestro estado et vuestra onra. Et devedes crer que por estar en servicio de Dios non morredes ante, nin bivredes más por estar en vuestra tierra. Et si muriéredes en serviçio de Dios, biviendo en la manera que vos yo he dicho, seredes mártir et muy bien aventurado, et aunque non murades por armas, la buena voluntat et las buenas obras vos farán mártir, et aun los que mal quisieren dezir, non podrían; ca ya todos veyen que non dexades nada de lo que devedes fazer de cavallería, mas queredes seer cavallero de Dios et dexades de ser cavallero del diablo et de la ufana del mundo, que es falleçedera. Agora, señor conde, vos he dicho el mío consejo segund me lo pidiestes, de lo que yo entiendo cómo podedes mejor salvar el alma segund el estado que tenedes. Et semejaredes a lo que fizo el rey Richalte de Inglaterra en el sancto et bien fecho que fizo. Al conde Lucanor plogo mucho del consejo que Patronio le dio, et rogó a Dios quel’ guisase que lo pueda fazer como él lo dizía et como el conde lo tenía en coraçón. Et veyendo don Johan que este exiemplo era bueno, mandólo poner en este libro, et fizo estos viessos en que se entiende abreviadamente todo el enxienplo. Et los viesos dizen así: Qui por cavallero se toviere, más deve desear este salto, que non si en la orden se metiere, o se ençerrasse tras muro alto. Et la estoria deste exiemplo es ésta que se sigue: Exemplo IVº De lo que dixo un genovés a su alma, cuando se ovo de morir Un día fablava el conde Lucanor con Patronio, su consegero, et contával’ su fazienda en esta manera: El Conde Lucanor 19 -Patronio, un omne que da a entender que es mi amigo, me començó a loar mucho, dándome a entender que avía en mí muchos complimientos de onra et de poder et de muchas vondades. Et de que con estas razones me falagó cuanto pudo, movióme un pleito, que en la primera vista, segund lo que yo puedo entender, que paresçe que es mi pro. Et contó el conde a Patronio cuál era el pleito quel’ movía; et como quier que paresçía el pleito aprovechoso, Patronio entendió el engaño que yazía ascondido so las palabras fremosas. Et por ende dixo al conde: -Señor conde Lucanor, sabet que este omne vos quiere engañar, dándovos a entender que el vuestro poder et el vuestro estado es mayor de cuanto es la verdat. Et para que vos podades guardar deste engaño que vos quiere fazer, plazerme ía que sopiésedes lo que contesçió a un cuervo con un raposo. Et el conde le preguntó cómo fuera aquello. -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, el cuervo falló una vegada un grant pedaço de queso et subió en un árbol porque pudiese comer el queso más a su guisa et sin reçelo et sin enbargo de ninguno. Et en cuanto el cuervo assí estava, passó el raposo por el pie del árbol, et desque vio el queso que el cuervo tenía, començó a cuidar en cuál manera lo podría levar de’l. Et por ende començó a fablar con él en esta guisa: -Don Cuervo, muy gran tiempo ha que oí fablar de vós et de la vuestra nobleza, et de la vuestra apostura. Et como quiera que vos mucho busqué, non fue la voluntat de Dios, nin la mi ventura, que vos pudiesse fallar fasta agora, et agora que vos veo, entiendo que a mucho más bien en vos de cu- anto me dizían. Et porque veades que non vos lo digo por lesonja, también como vos diré las aposturas que en vos entiendo, también vos diré las cosas en que las gentes tienen que non sodes tan apuesto. Todas las gentes tienen que la color de las vuestras péñolas et de los ojos et del pico et de los pies et de las uñas, que todo es prieto, et por que la cosa prieta non es tan apuesta como la de otra color, et vós sodes todo prieto, tienen las gentes que es mengua de vuestra apostura, et non entienden cómo yerran en ello mucho; ca como quier que las vuestras péñolas son prietas, tan prieta e tan luzia es aquella pretura, que torna en india, como péñolas de pavón, que es la más fremosa ave del mundo; et como quier que los vuestros ojos son prietos, cuanto para ojos, mucho son más fremosos que otros ojos ningu- El Conde Lucanor 20 nos, ca la propriedat del ojo non es sinon ver, et porque toda cosa prieta co- norta el viso, para los ojos, los prietos son los mejores, et por ende son más loados los ojos de la ganzela, que son más prietos que de ninguna otra ani- malia. Otrosí, el vuestro pico et las vuestras manos et uñas son fuertes más que de ninguna ave tanmaña como vós. Otrosí, en el vuestro buelo avedes tan grant ligereza, que vos non enbarga el viento de ir contra él, por rezio que sea, lo que otra ave non puede fazer tan ligeramente como vós. Et bien tengo que, pues Dios todas las cosas faze con razón, que non consintría que, pues en todo sodes tan complido, que oviese en vos mengua de non cantar mejor que ninguna otra ave. Et pues Dios me fizo tanta merçet que vos veo, et sé que ha en vos más bien de cuanto nunca de vos oí, si yo pu- diesse oír de vos el vuestro canto, para siempre me ternía por de buena ventura. Et señor conde Lucanor, parat mientes que maguer que la entençión del ra- poso era para engañar al cuervo, que sienpre las sus razones fueron con verdat. Et set çierto que los engaños et damños mortales siempre son los que se dizen con verdat engañosa. Et desque el cuervo vio en cuantas maneras el raposo le alabava, et cómo le dizía verdat en todas creó que asíl’ dizía verdat en todo lo ál, et tovo que era su amigo, et non sospechó que lo fazía por levar de’l el queso que tenía en el pico, et por las muchas buenas razones quel’ avía oído, et por los falagos et ruegos quel’ fiziera porque cantase, avrió el pico para cantar. Et desque el pico fue avierto para cantar, cayó el queso en tierra, et tomólo el raposo et fuese con él; et así fincó engañado el cuervo del raposo, creyendo que avía en sí más apostura et más complimiento de cuanto era la verdat. Et vós, señor conde Lucanor, como quier que Dios vos fizo assaz merçet en todo, pues beedes que aquel omne vos quiere fazer entender que avedes mayor poder et mayor onra o más vondades de cuanto vós sabedes que es la verdat, entendet que lo faze por vos engañar, et guardat vos de’l et fare- des como omne de buen recabdo. Al conde plogo mucho de lo que Patronio le dixo, et fízolo assí. Et con su consejo fue él guardado de yerro. El Conde Lucanor 21 Et porque entendió don Johan que este exiemplo era muy bueno, fízolo es- crivir en este libro, et fizo estos viessos, en que se entiende avreviadamente la entención de todo este exiemplo. Et los viessos dizen así: Qui te alaba con lo que non es en ti, sabe que quiere levar lo que as de ti. Et la estoria deste enxemplo es ésta que se sigue: Exemplo VIº De lo que contesçió a la golondrina con las otras aves cuando vio sembrar el lino Un día fablava el conde Lucanor con Patronio, su consejero, et díxol’: -Patronio, a mí dizen que unos mis vezinos, que son más poderosos que yo, se andan ayuntando et faziendo muchas maestrías et artes con que me puedan engañar et fazer mucho damno; et yo non lo creo, nin me reçelo ende; pero por el buen entendimiento que vós avedes, quiérovos preguntar que me digades si entendedes que devo fazer alguna cosa sobresto. -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, para que en esto fagades lo que yo entiendo que vos cumple, plazerme ía mucho que sopiésedes lo que con- tesçió a la golondrina con las otras aves. El conde Lucanor le preguntó cómo fuera aquello. -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, la golondrina vido que un omne senbrava lino, et entendió, por el su buen entendimiento, que si aquel lino nasçiesse, podrían los omnes fazer redes et lazos para tomar las aves. Et luego fuesse para las aves et fízolas ayuntar, et díxoles en cómo el omne senbrava aquel lino et que fuesen çiertas que si aquel lino nasçiesse, que se les seguiría ende muy grant dampno et que les consejava que ante que el lino nasçiesse que fuessen allá et que lo arrincassen. Ca las cosas son El Conde Lucanor 24 cuidava que avría si la olla non le quebrara. Et porque puso todo su pensamiento por fuza vana, non se fizo al cabo nada de lo que ella cuidava. Et vós, señor conde, si queredes que lo que vos dixieren et lo que vós cui- dardes sea todo cosa çierta, cred et cuidat sienpre todas cosas tales que sean aguisadas et non fuzas dubdosas et vanas. Et si las quisierdes provar, guar- datvos que non aventuredes nin pongades de lo vuestro cosa de que vos sintades por fiuza de la pro de lo que non sodes çierto. Al conde plogo de lo que Patronio le dixo, et fízolo assí et fallóse ende bien. Et porque don Johan se pagó deste exienplo, fízolo poner en este libro et fizo estos viessos que dizen assí: A las cosas çiertas vos comendat et las fuizas vanas dexat. Et la istoria deste exiemplo es ésta que sigue: Exemplo VIIIº De lo que contesçió a un omne que avían de alimpiar el fígado Otra vez fablava el conde Lucanor con Patronio, su consegero, et díxole assí: -Patronio, sabet que como quier que Dios me fizo mucha merced en muchas cosas, que estó agora mucho afincado de mengua de dineros. Et como quiera que me es tan grave de lo fazer como la muerte, tengo que avié a vender una de las heredades del mundo de que he más duelo, o fazer otra cosa que me será grand daño como esto. Et averlo he de fazer por salir agora desta lazeria et desta cuita en que estó. Et faziendo yo esto, que es tan grant mío daño, vienen a mí muchos omnes, que sé que lo pueden muy bien escusar, et demándanme, que les dé estos dineros que me cuestan tan caros. El Conde Lucanor 25 Et por el buen entendimiento que Dios en vos puso, ruégovos que me di- gades lo que vos paresçe que devo fazer en esto. -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, paresçe a mí que vos contesçe con estos omnes como contesçió a un omne que era muy mal doliente. Et el conde le rogó quel’ dixiesse cómo fuera aquello. -Señor conde -dixo Patronio-, un omne era muy mal doliente, assí quel’ dixieron los físicos que en ninguna guisa non podía guaresçer si non le feziessen una avertura por el costado, et quel’ sacassen el fígado por él, et que lo lavassen con unas melezinas que avía mester, et quel’ alinpiassen de aquellas cosas porque el fígado estava maltrecho. Estando él sufriendo este dolor et teniendo el físico el fígado en la mano, otro omne que estava ý çerca de’l començó de rogarle quel’ diesse de aquel fígado para un su gato. Et vós, señor conde Lucanor, si queredes fazer muy grand vuestro daño por aver dineros et darlos do se deven escusar, dígovos que lo podiedes fazer por vuestra voluntad, mas nunca lo faredes por el mi consejo. Al conde plogo de aquello que Patronio dixo, et guardóse ende dallí adelante, et fallóse ende bien. Et porque entendió don Johan que este exiemplo era bueno, mandólo es- crivir en este libro et fizo estos viessos que dizen assí. Si non sabedes qué devedes dar, a grand daño se vos podría tornar. Et la istoria deste exiemplo es ésta que se sigue: Exemplo IXº De lo que contesçió a los dos cavallos con el león Un día fablava el conde Lucanor con Patronio, su consegero, en esta guisa: El Conde Lucanor 26 -Patronio, grand tiempo ha que yo he un enemigo de que me vino mucho mal, et esso mismo ha él de mí, en guisa que, por las obras et por las vol- untades, estamos muy mal en uno. Et agora acaesçió assí: que otro omne muy más poderoso que nos entramos va començando algunas cosas de que cada uno de nos reçela quel’ puede venir muy grand daño. Et agora aquel mío enemigo envióme dezir que nos aviniéssemos en uno, para nos de- fender daquel otro que quiere ser contra nos; ca si amos fuéremos ayunta- dos, es çierto que nos podremos defender; et si el uno de nos se desvaría del otro, es çierto que cualquier de nos que quiere estroir aquel de que nos reçelamos, que lo puede fazer ligeramente. Et de que el uno de nos fuere estroído, cualquier de nos que fincare sería muy ligero de estroir. Et yo agora estó en muy grand duda de este fecho: ca de una parte me temo mucho que aquel mi enemigo me querría engañar, et si él una vez en su po- der me toviesse, non sería yo bien seguro de la vida; et si grant amor pusiéremos en uno, non se puede escusar de fiar yo en él, et él en mí. Et esto me faze estar en grand reçelo. De otra parte, entiendo que si non fuéremos amigos assí como me lo envía rogar, que nos puede venir muy grand daño por la manera que vos ya dixe. Et por la grant fiança que yo he en vos et en el vuestro buen entendimiento, ruégovos que me consejedes lo que faga en este fecho. -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, este fecho es muy grande et muy peligroso, et para que mejor entendades lo que vos cumplía de fazer, plaz- erme ía que sopiéssedes lo que contesçió en Túnez a dos cavalleros que bi- vían con el infante don Enrique. El conde le preguntó cómo fuera aquello. -Señor conde -dixo Patronio-, dos cavalleros que vivían con el infante don Enrique en Túnes eran entramos muy amigos et posavan siempre en una posada. Et estos dos cavalleros non tenían más de sendos cavallos, et assí como los cavalleros se querían muy grand bien, bien assí los cavallos se querían muy grand mal. Et los cavalleros non eran tan ricos que pudiessen mantener dos posadas, et por la malquerençia de los cavallos non podían posar en una posada, et por esto avían a vevir vida muy enojosa. Et de que esto les duró un tiempo et vieron que non lo podían más sofrir, contaron su fazienda a don Enrique et pediéronle por merçed que echase aquellos cavallos a un león que el rey de Túnez tenía. El Conde Lucanor 29 avía de comer los atramizes, que son tan amargos et de tan mal sabor, començó de llorar muy fieramente, pero con la grant fambre començó de comer de los atramizes, et en comiéndolos, estava llorando et echava las cortezas de los atramizes en pos sí. Et él estando en este pesar et en esta coita, sintió que estava otro omne en pos de’l et bolbió la cabeça et vio un omne cabo de’l que estava comiendo las cortezas de los atramizes que él echava en pos de sí, et era aquél de que vos fablé desuso. Et cuando aquello vio el que comía los atramizes, preguntó a aquél que comía las cortezas que por qué fazía aquello. Et él dixo que sopiese que fuera muy más rico que él, et que agora avía llegado a tan grand pobreza et en tan grand fanbre quel’ plazía mucho cuando fallava aquellas cortezas que él dexava. Et cuando esto vio el que comía los atramizes, conortóse, pues entendió que otro avía más pobre que él, et que avía menos razón por- que lo devíe seer. Et con este conorte, esforçósse et ayudól’ Dios, et cató manera en cómo saliesse de aquella pobreza, et salió della et fue muy bien andante. Et, señor conde Lucanor, devedes saber que el mundo es tal, et aunque nuestro señor Dios lo tiene por bien, que ningún omne non aya complida- mente todas las cosas. Mas, pues en todo lo ál vos faze Dios merçed et est- ades con vien et con onra, si alguna vez vos menguare dineros o es- tudierdes en afincamiento, non desmayedes por ello, et cred por çierto que otros más onrados et más ricos que vós estarán tan afincados, que se ternién por pagados si pudiessen dar a sus gentes et les diessen aún muy menos de cuanto vos les dades a las vuestras. Al conde plogo mucho desto que Patronio dixo, et conortóse, et ayudóse él, et ayudól’ Dios, et salió muy bien de aquella quexa en que estava. Et entendiendo don Johan que este exiemplo era muy bueno, fízolo poner en este libro et fizo estos viessos que dizen assí: Por pobreza nunca desmayedes, pues otros más pobres que vos veredes. Et la istoria deste exiemplo es ésta que se sigue: El Conde Lucanor 30 Exemplo XIº De lo que contesçió a un deán de Sanctiago con don Illán, el grand maestro de Toledo Otro día fablava el conde Lucanor con Patronio, et contával’ su fazienda en esta guisa: -Patronio, un omne vino a me rogar quel’ ayudasse en un fecho que avía mester mi ayuda, et prometióme que faría por mí todas las cosas que fues- sen mi pro et mi onra. Et yo començél’ a ayudar cuanto pude en aquel fecho. Et ante que el pleito fuesse acabado, teniendo él que ya el su pleito era librado, acaesçió una cosa en que cumplía que la fiziesse por mí, et roguél’ que la fiziesse et él púsome escusa. Et después acaesçió otra cosa que pudiera fazer por mí, et púsome escusa como a la otra; et esto me fizo en todo lo quel’ rogué que’l fiziesse por mí. Et aquel fecho porque él me rogó non es aún librado, nin se librará si yo non quisiere. Et por la fiuza que yo he en vós et en el vuestro entendimiento, ruégovos que me conse- jedes lo que faga en esto. -Señor conde -dixo Patronio-, para que vós fagades en esto lo que vos de- vedes, mucho querría que sopiésedes lo que contesçió a un deán de Sancti- ago con don Illán, el grand maestro que morava en Toledo. Et el conde le preguntó cómo fuera aquello. -Señor conde -dixo Patronio-, en Sanctiago avía un deán que avía muy grant talante de saber el arte de la nigromançía, et oyó dezír que don Illán de Toledo sabía ende más que ninguno que fuesse en aquella sazón; et por ende vínose para Toledo para aprender de aquella sciençia. Et el día que llegó a Toledo, adereçó luego a casa de don Illán et fallólo que estava lley- endo en una cámara muy apartada; et luego que legó a él, reçibiólo muy bien et díxol’ que non quería quel’ dixiesse ninguna cosa de lo porque venía fasta que oviese comido. Et pensó muy bien de’l et fizol’ dar muy buenas posadas et todo lo que ovo mester, et diol’ a entender quel’ plazía mucho con su venida. Et después que ovieron comido, apartósse con él, et contól’ la razón porque allí viniera, et rogól’ muy afincadamente quel’ mostrasse aquella sciençia El Conde Lucanor 31 que él avía muy grant talante de la aprender. Et don Illán díxol’ que él era deán et omne de grand guisa et que podía llegar a grand estado -et los om- nes que grant estado tienen, de que todo lo suyo an librado a su voluntad, olbidan mucho aína lo que otrie a fecho por ellos- et él que se reçelava que de que él oviesse aprendido de’l aquello que él quería saber, que non le faría tanto bien como él le prometía. Et el deán le prometió et le asseguró que de cualquier vien que él oviesse, que nunca faría sinon lo que él man- dasse. Et en estas fablas estudieron desque ovieron yantado fasta que fue ora de çena. De que su pleito fue bien assossegado entre ellos, dixo don Illán al deán que aquella sçiençia non se podía aprender sinon en lugar mucho apartado et que luego essa noche le quería amostrar do avían de estar fasta que oviesse aprendido aquello que él quería saber. Et tomól’ por la mano et levól’ a una cámara. Et en apartándose de la otra gente, llamó a una man- çeba de su casa et díxol’ que toviesse perdizes para que çenassen essa no- che, mas que non las pusiessen a assar fasta que él gelo mandasse. Et desque esto ovo dicho, llamó al deán; et entraron entramos por una es- calera de piedra muy bien labrada et fueron descendiendo por ella muy grand pieça, en guisa que paresçía que estavan tan vaxos que passaba el río de Tajo por çima dellos. Et desque fueron en cabo del escalera, fallaron una possada muy buena, et una cámara mucho apuesta que ý avía, ó estavan los libros et el estudio en que avían de leer. De que se assentaron, estavan parando mientes en cuáles libros avían de començar. Et estando ellos en esto, entraron dos omnes por la puerta et diéronle una carta quel’ enviava el arçobispo, su tío, en quel’ fazía saber que estava muy mal doliente et quel’ enviava rogar que sil’ quería veer vivo, que se fuesse luego para él. Al deán pesó mucho con estas nuebas; lo uno, por la dolençia de su tío; et lo ál, porque reçeló que avía de dexar su estudio que avía començado. Pero puso en su coraçón de non dexar aquel estudio tan aína, et fizo sus cartas de re- puesta et enviólas al arçobispo, su tío. Et dende a tres o cuatro días llegaron otros omnes a pie que traían otras cartas al deán en quel’ fazían saber que el arçobispo era finado, et que esta- van todos los de la eglesia en su eslección et que fiavan, por la merçed de Dios, que eslerían a él, et por esta razón que non se quexasse de ir a lla eglesia; ca mejor era para él en quel’ esleciessen seyendo en otra parte que non estando en la eglesia. El Conde Lucanor 34 Al que mucho ayudares et non te lo conosçiere, menos ayuda abrás de’l desque en grand onra subiere. Et la estoria deste exiemplo es ésta que se sigue: Exemplo XIIº De lo que contesçió a un raposo con un gallo El conde Lucanor fablava con Patronio, su consejero, una vez en esta guisa: -Patronio, vós sabedes que, loado a Dios, la mi tierra es muy grande et non es toda ayuntada en uno. Et como quier que yo he muchos lugares que son muy fuertes, he algunos que lo non son tanto, et otrosí otros lugares que son ya cuanto apartados de la mi tierra en que yo he mayor poder. Et cu- ando he contienda con míos señores et con míos vezinos que an mayor po- der que yo, muchos omnes que se me dan por amigos, et otros que se me fazen consejeros, métenme grandes miedos et grandes espantos et con- séjanme que en ninguna guisa non esté en aquellos míos lugares apartados, sinon que me acoja et esté en los lugares más fuertes et que son bien dentro en mi poder; et porque yo sé que vós sodes muy leal et sabedes mucho de tales cosas como éstas, ruégovos que me consejedes lo que vos semeja que me cumple de fazer en esto. -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, en los grandes fechos et muy dub- dosos son muy periglosos los consejos, ca en los más de los consejos non puede omne fablar çiertamente, ca non es omne seguro a que pueden re- codir las cosas; ca muchas vezes viemos que cuida omne una cosa et recude después a otra; ca lo que cuida omne que es mal, recude a las vegadas a bien, et lo que cuida omne que es vien, recude a las vegadas a mal; et por ende, el que a dar consejo, si es omne leal et de buena entençión, es en muy grand quexa cuando ha de consejar, ca si el consejo que da recude a bien, non ha otras gracias sinon que dizen que fizo su debdo en dar buen consejo; et si el consejo a bien non recude, sienpre finca el consejero con daño et con vergüença. Et por ende, este consejo, en que ay muchas dubdas et muchos periglos, plazerme ía de coraçón si pudiese escusar de non lo dar, El Conde Lucanor 35 mas pues queredes que vos conseje, et non lo puedo escusar, dígovos que querría mucho que sopiésedes cómo contesció a un gallo con un raposo. El conde le preguntó cómo fuera aquello. -Señor conde -dixo Patronio-, un omne bueno avía una casa en la montaña, et entre las otras cosas que criava en su casa, criava siempre muchas galli- nas et muchos gallos. Et acaesçió que uno de aquellos gallos andava un día allongado de la casa por un campo, et andando él muy sin reçelo, violo el raposo et vino muy ascondidamente, cuidándolo tomar. Et el gallo sintiólo et subió en un árbol que estava ya cuanto alongado de los otros. Cuando el raposo entendió que el gallo estava en salvo, pesól’ mucho porque nol’ pu- diera tomar et pensó en cuál manera podría guisar quel’ tomasse. Et en- tonçe endereçó al árbol, et començól’ a rogar et a falagar et assegurar que descendiesse a andar por el campo como solía; et el gallo non lo quiso fazer. Et desque el raposo entendió que por ningún falago non le podía en- gañar, començól’ amenaçar diziéndol’ que, pues de’l non fiava, que él guisaría cómo se fallasse ende mal. Et el gallo, entendiendo que estava en su salvo, non dava nada por sus amenazas nin por sus seguranças. Et de que el raposo entendió que por todas estas maneras non le podía en- gañar, endereçó al árbol et començó a roer en él con los dientes et dar en él muy grandes colpes con la cola. Et el cativo del gallo tomó miedo sin razón, non parando mientes cómo aquel miedo que el raposo le ponía non le podía enpeçer, et espantóse de valde et quiso foir a los otros árboles en que cuidava estar más seguro, que non pudo llegar al monte, mas llegó a otro árbol. Et de que el raposo entendió que tomava miedo sin razón fue en pos él; et assí lo levó de árbol en árbor fasta que lo sacó del monte et lo tomó, et lo comió. Et vós, señor conde Lucanor, a menester que, pues tan grandes fechos avedes a pasar et vos avedes de partir a ello, que nunca tomedes miedo sin razón, nin vos espantedes de valde por amenazas, nin por dichos de ningu- nos, nin fiedes en cosa de que vos pueda venir grand daño, nin grand peri- glo, et puñad siempre en defender et en anparar los lugares más postrimeros de la vuestra tierra; et non creades que tal omne como vós, teniendo gentes et vianda, que por non seer el lugar muy fuerte, podríedes tomar peligro El Conde Lucanor 36 ninguno. Et si con miedo o con reçelo valdío dexardes los lugares de cabo de vuestra tierra, seguro sed que assí vos irán levando de logar en logar fasta que vos sacassen de todo; ca cuanto vós et los vuestros mayor miedo et mayor desmayo mostrássedes en dexando los vuestros logares, tanto más se esforçarán vuestros contrarios para vos tomar lo vuestro. Et cuando vós et los vuestros viéredes a los vuestros contrarios más esforçados, tanto desmayaredes más, et assí irá yendo el pleito fasta que non vos finque cosa en el mundo; mas si bien porfidiardes sobre lo primero, sodes seguro, como fuera el gallo si estudiera en el primero árbol; et aun tengo que cumpliría a todos los que tienen fortalezas, si sopiessen este exiemplo, ca non se espantarían sin razón cuando les metiessen miedo con engaños, o con cavas, o con castiellos de madera, o con otras tales cosas que nunca las farían sinon para espantar a los cercados. Et mayor cosa vos diré porque beades que vos digo verdat. Nunca logar se puede tomar sinon subiendo por el muro con escaleras o cavando el muro; pero si el muro es alto, non podrán llegar allá las escaleras. Et para cavarlo, vien cred que an mester grand vagar los que lo an de cavar. Et assí, todos los lugares que se toman o es con miedo o por alguna mengua que an los cercados, et lo demás es por miedo sin razón. Et çiertamente, señor conde, los tales como vós, et aun los otros que non son de tan grand estado como vós, ante que comencedes la cosa, la devedes catar et ir a ella con grand acuerdo, et non lo pudiendo nin diviendo escusar. Mas, desque en el pleito fuéredes, non a mester que por cosa del mundo tomedes espanto nin miedo sin razón; siquier devédeslo fazer, porque es çierto que de los que son en los periglos, que muchos más escapan de los que se defienden, et non de los que fuyen. Siquier parat mientes que si un perriello quel’ quiera matar un grand alano, está quedo et regaña los dientes, que muchas vezes escapa, et por grand perro que sea, si fuye, luego es tomado et muerto. Al conde plogo mucho de todo esto que Patronio le dixo, et fízolo assí, et fallósse dello muy bien. Et porque don Johan tovo este por buen exiemplo, fízolo poner en este li- bro, et fizo estos viessos que dizen assí: Non te espantes por cosa sin razón, mas defiéndete bien como varón. Et la estoria deste exiemplo es ésta que se sigue: El Conde Lucanor 39 El conde le preguntó cómo fuera aquello. -Señor conde -dixo Patronio-, en Boloñia avía un lonbardo que ayuntó muy grand tesoro et non catava si era de buena parte o non, sinon ayuntarlo en cualquier manera que pudiesse. El lonbardo adoleçió de dolençia mortal, et un su amigo que avía, desque lo vio en la muerte, consejól’ que se confes- sase con sancto Domingo, que era estonçe en Bollonia. Et el lonbardo quísolo fazer. Et cuando fueron por sancto Domingo, entendió sancto Domingo que non era voluntad de Dios que aquel mal omne non sufriesse la pena por el mal que avía fecho, et non quiso ir allá, mas mandó a un fraire que fuesse allá. Cuando los fijos del lonbardo sopieron que avía enviado por sancto Do- mingo, pesóles ende mucho, teniendo que sancto Domingo faría a su padre que diesse lo que avía por su alma, et que non fincaría nada a ellos. Et cu- ando el fraire vino, dixiéronle que suava su padre, mas cuando cumpliesse, que ellos enbiarían por él. A poco rato perdió el lombardo la fabla, et murió, en guisa que non fizo nada de lo que avía mester para su alma. Otro día, cuando lo levaron a en- terrar, rogaron a sancto Domingo que predigasse sobre aquel lonbardo. Et sancto Domingo fízolo. Et cuando en la predigaçión ovo de fablar daquel omne, dixo una palabra que dize el Evangelio, que dize assí: «Ubi est te- saurus tuus, ibi est cor tuum». Que quier dezir: «Do es el tu tesoro, ý es el tu coraçón». Et cuando esto dixo, tornósse a las gentes et díxoles: -Amigos, porque beades que la palabra del Evangelio es verdadera, fazet catar el coraçón a este omne et yo vos digo que non lo fallarán en el cuerpo suyo et fallarlo an en el arca que tenía el su tesoro. Estonçe fueron catar el coraçón en el cuerpo et non lo fallaron ý, et fal- láronlo en el arca como sancto Domingo dixo. Et estava lleno de gujanos et olía peor que ninguna cosa por mala nin por podrida que fuesse. Et vós, señor conde Lucanor, como quier que el tesoro, como desuso es di- cho, es bueno, guardad dos cosas: la una, en que el tesoro que ayuntáredes, que sea de buena parte; la otra, que non pongades tanto el coraçón en el El Conde Lucanor 40 tesoro porque fagades ninguna cosa que vos non caya de fazer; nin dexedes nada de vuestra onra, nin de lo que devedes fazer, por ayuntar grand tesoro de buenas obras, porque ayades la gracia de Dios et buena fama de las gentes. Al conde plogo mucho deste consejo que Patronio le dio, et fízolo assí, et fallóse ende bien. Et teniendo don Johan que este exiemplo era muy bueno, fízolo escrivir en este libro et fizo estos viessos que dizen assí: Gana el tesoro verdadero et guárdate del falleçedero. Et la istoria deste exiemplo es ésta que se sigue: Exemplo XVº De lo que contesçió a don Lorenço Suárez sobre la çerca de Sevilla Otra vez fablava el conde Lucanor con Patronio, su consegero, en esta guisa: -Patronio, a mí acaesçió que ove un rey muy poderoso por enemigo; et desque mucho duró la contienda entre nos, fallamos entramos por nuestra pro de nos avenir. Et como quiera que agora estamos por avenidos et non ayamos guerra, siempre estamos a sospecha el uno del otro. Et algunos, también de los suyos como de los míos, métenme muchos miedos, et dízenme que quiere buschar achaque para ser contra mí; et por el buen en- tendimiento que avedes, ruégovos que me consejedes lo que faga en esta razón. -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, éste es muy grave consejo de dar por muchas razones: lo primero, que todo omne que vos quiera meter en contienda ha muy grant aparejamiento para lo fazer, ca dando a entender que quiere vuestro servicio et vos desengaña, et vos apercibe et se duele de El Conde Lucanor 41 vuestro daño, vos dirá siempre cosas para vos meter en sospecha; et por la sospecha, abredes a fazer tales aperçibimientos que serán comienço de contienda, et omne del mundo non podrá dezir contra ellos; ca el que dix- iere que non guardedes vuestro cuerpo, davos a entender que non quiere vuestra vida; et el que dixiere que non labredes et guardedes et bastescades vuestras fortalezas, da a entender que non quiere guardar vuestra heredat; et el que dixiere que non ayades muchos amigos et vassallos et les dedes mucho por los aver et los guardar, da a entender que non quiere vuestra onra, nin vuestro defendimiento; et todas estas cosas non se faziendo, seríades en grand periglo, et puédese fazer en guisa que será comienço de roído; pero pues queredes que vos conseje lo que entiendo en esto, dígovos que querría que sopiésedes lo que contesçió a un buen cavallero. El conde le rogó quel’ dixiesse cómo fuera aquello. -Señor conde -dixo Patronio-, el sancto et bienaventurado rey don Ferrando tenía cercada a Sevilla; et entre muchos buenos que eran ý con él, avía ý tres cavalleros que tenían por los mejores tres cavalleros d’armas que en- tonçe avía en el mundo: et dizían al uno don Lorenço Suárez Gallinato, et al otro don García Périz de Vargas, et del otro non me acuerdo del nombre. Et estos tres cavalleros ovieron un día porfía entre sí cuál era el mejor cavallero d’armas. Et porque non se pudieron avenir en otra manera, acordaron todos tres que se armassen muy bien, et que llegassen fasta la puerta de Sevilla, en guisa que diessen con las lanças a la puerta. Otro día mañana, armáronse todos tres et endereçaron a lla Villa; et los mo- ros que estavan por el muro et por las torres, desque vieron que non eran más de tres cavalleros, cuidaron que vinían por mandaderos, et non salió ninguno a ellos, et los tres cavalleros passaron la cava et la barvacana, lle- garon a lla puerta de la villa, et dieron de los cuentos de las lanças en ella; et desque ovieron fecho esto, volbieron las riendas a los cavallos et tornáronse para la hueste. Et desque los moros vieron que non les dizían ninguna cosa, toviéronse por escarnidos et començaron a ir en pos ellos; et cuando ellos ovieron avierto la puerta de lla villa, los tres cavalleros que se tornavan su passo, eran ya cuanto alongados; et salieron en pos dellos más de mil et quinientos omnes a cavallo, et más de veinte mil a pie. Et desque los tres cavalleros vieron que vinían cerca dellos, bolbieron las riendas de los cavallos contra ellos et El Conde Lucanor 44 Exemplo XVIº De la repuesta que dio el conde Ferrant Gonsáles a Muño Lainez, su pariente El conde Lucanor fablava un día con Patronio en esta guisa: -Patronio, bien entendedes que non so yo ya muy mançebo, et sabedes que passé muchos trabajos fasta aquí. Et bien vos digo que querría de aquí adelante folgar et caçar, et escusar los trabajos et afanes; et porque yo sé que siempre me consejastes lo mejor, ruégovos que me consejedes lo que vierdes que me cae más de fazer. -Señor conde -dixo Patronio-, como quier que vos dezides bien et razón, pero plazerme ía que sopiéssedes lo que dixo una vez el conde Ferrant Gonsáles a Muño Lainez. El conde Lucanor le rogó quel’ dixiesse cómo fuera aquello. -Señor conde -dixo Patronio-, el conde Ferrant Gonsáles era en Burgos et avía passados muchos trabajos por defender su tierra. Et una vez que estava ya como más en assossiego et en paz, díxole Muño Lainez que sería bien que dallí adelante que non se metiesse en tantos roídos, et que folgasse él et dexasse folgar a sus gentes. Et el conde respondiól’ que a omne del mundo non plazdría más que a él folgar et estar viçioso si pudiesse; mas que bien sabía que avían grand guerra con los moros et con los leoneses et con los navarros, et si quisies- sen mucho folgar, que los sus contrarios que luego serían contra ellos; et si quisiessen andar a caça con buenas aves por Arlançón arriba et ayuso et en buenas mulas gordas, et dexar de defender la tierra, que bien lo podrían fazer, mas que les contesçería como dezía el vierbo antigo: «Murió el onbre et murió el su nombre»; mas si quisiéremos o1bidar los viçios et fazer mucho por nos defender et levar nuestra onra adelante, dirán por nos, depués que muriéremos: «Murió el omne, mas non murió el su nombre». Et pues viziosos et lazdrados, todos avemos a morir, non me semeja que sería bueno si por viçio nin por la folgura dexáremos de fazer en guisa que depués que nos muriéremos, que nunca muera la buena fama de los nuestros fechos. El Conde Lucanor 45 Et vós, señor conde, pues sabedes que avedes a morir, por el mi consejo, nunca por viçio nin por folgura dexaredes de fazer tales cosas, porque, aun desque vos murierdes, siempre finque viva la fama de los vuestros fechos. Al conde plogo mucho desto que Patronio le consejó, et fízolo assí, et fal- lósse dello muy bien. Et porque don Johan tovo este exiemplo por muy bueno, fízolo escrivir en este libro et fizo estos viessos que dizen assí: Si por viçio et por folgura la buena fama perdemos, la vida muy poco dura, denostados fincaremos. Et la istoria deste exiemplo es ésta que se sigue: Exemplo XVIIº De lo que contesçió a un omne que avía muy grant fambre, quel’ con- vidaron otros muy floxamente a comer Otra vez fablava el conde Lucanor con Patronio, su consegero, et díxole assí: -Patronio, un omne vino a mí et díxome que faría por mí una cosa que me cumplía a mí mucho; et como quier que me lo dixo, entendí en él que me lo dizía tan floxamente quel’ plazdrié mucho escusasse de tomar del aquella ayuda. Et yo, de una parte, entiendo que me cumpliría mucho de fazer aquello que me él ruega, et de otra parte, he muy grant enbargo de tomar del aquel ayuda, pues veo que me lo dize tan floxamente. Et por el buen entendimiento que vós avedes, ruégovos que me digades lo que vos paresçe que devo fazer en esta razón. El Conde Lucanor 46 -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, porque vós fágades en esto lo que me semeja que es vuestra pro, plazerme ía mucho que sopiésedes lo que contesçió a un omne con otro quel’ conbidó a comer. El conde le rogó quel’ dixiesse cómo fuera aquello. -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, un omne bueno era que avía seído muy rico et era llegado a muy grand pobreza et fazíasele muy grand ver- güença de demandar nin envergoñarse a ninguno por lo que avía de comer; et por esta razón sufría muchas vezes muy grand fanbre et muy grand laz- eria. Et un día, yendo él muy cuitado, porque non podía aver ninguna cosa que comiesse, passó por una casa de un su conosçiente que estava co- miendo; et cuando le vio passar por la puerta, preguntól’ muy floxamente si quería comer; et él, por el grand mester que avía, començó a lavar las manos, et díxol’: -En buena fe, don Fulano, pues tanto me conjurastes et me afincastes que comiesse conbusco, non me paresçe que faría aguisado en contradezir tanto vuestra voluntad nin fazervos quebrantar vuestra jura. Et assentósse a comer, et perdió aquella fambre et aquella quexa en que estava. En dende adelante, acorriól’ Dios, et diol’ manera cómo salió de aquella lazeria tan grande. Et vós, señor conde Lucanor, pues entendedes que aquello que aquel omne vos ruega es grand vuestra pro, dalde a entender que llo fazedes por com- plir su ruego, et non paredes mientes a cuanto floxamente vos lo él ruega et non esperedes a que vos afinque más por ello, sinon por aventura non vos fablará en ello más, et seervos ía más vergüença si vós lo oviéssedes a ro- gar lo que él ruega a vos. El conde tovo esto por bien et por buen consejo, et fízolo assí, et fallósse ende bien. Et entendiendo don Johan que este exiemplo era muy bueno, fízolo escrivir en este libro et fizo estos viessos que dizen assí: En lo que tu pro pudieres fallar, nunca te fagas mucho por rogar. El Conde Lucanor 49 maneras: la una es que si viene a omne algún enbargo en que se puede po- ner algún consejo; la otra es que si viene algún enbargo en que se non puede poner ningún consejo. Et en los enbargos que se puede poner algún consejo, deve fazer omne cuanto pudiere por lo poner ý et non lo deve dexar por atender que por voluntad de Dios o por aventura se endereçará, ca esto sería tentar a Dios; mas, pues el omne ha entendimiento et razón, todas las cosas que fazer pudiere por poner consejo en las cosas quel’ acaesçieren, dévelo facer; mas en las cosas en que non puede poner ý ningún consejo, aquellas deve omne tener que pues se fazen por voluntad de Dios, que aquello es lo mejor. Et pues esto que a vos acaesçió es de las cosas que vienen por voluntad de Dios, et en que se non puede poner con- sejo, poned en vuestro talante que, pues Dios lo faze, que es lo mejor; et Dios lo guisará que se faga assí como lo vós tenedes en coraçón. El conde tovo que Patronio le dezía la verdat et le dava buen consejo, et fízolo assí, et fallóse ende bien. Et porque don Johan tovo este por buen enxiemplo, fízolo escrivir en este libro et fizo estos viessos que dizen assí: Non te quexes por lo que Dios fiziere, ca por tu bien sería cuando Él quisiere. Et la estoria deste exienplo es ésta que se sigue: Exemplo XIXº De lo que contesçió a los cuervos con los búhos Fablava un día el conde Lucanor con Patronio, su consejero, et díxol’: -Patronio, yo he contienda con un omne muy poderoso; et aquel mio ene- migo avía en su casa un su pariente et su criado, et omne a quien avía fecho mucho bien. Et un día, por cosas que acaesçieron entre ellos, aquel mio enemigo fizo mucho mal et muchas desonras aquel omne con quien avía tantos debdos. Et veyendo el mal que avía reçebido et queriendo catar El Conde Lucanor 50 manera cómo se vengasse, vínose para mí, et yo tengo que es muy grand mi pro, ca éste me puede desengañar et aperçebir en cómo pueda más ligera- mente fazer daño aquel mío enemigo. Pero, por la grand fiuza que yo he en vos et en el vuestro entendimiento, ruégovos que me consejedes lo que faga en este fecho. -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, lo primero vos digo que este omne non vino a vos sinon por vos engañar; et para que sepades la manera del su engaño, plazerme ía que sopiéssedes lo que contesçió a los búhos et a los cuervos. El conde le rogó aquel’ dixiesse cómo fuera aquello. -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, los cuervos et los búhos avían entre sí grand contienda, pero los cuervos eran en mayor quexa. Et los búhos, porque es su costumbre de andar de noche, et de día estar ascondidos en cuebas muy malas de fallar, vinían de noche a los árboles do los cuervos albergavan et matavan muchos dellos, et fazíanles mucho mal. Et passando los cuerbos tanto daño, un cuervo que avía entrellos muy sabidor, que se dolía mucho del mal que avía reçevido de los búyos, sus enemigos, fabló con los cuervos sus parientes, et cató esta manera para se poder vengar. Et la manera fue ésta: que los cuervos le messaron todo, salvo ende un poco de las alas, con que volava muy mal et muy poco. Et desque fue assí mal- trecho, fuesse para los búhos et contóles el mal et el daño que los cuervos le fizieran, señaladamente porque les dizía que non quisiessen seer contra ellos; mas, pues tan mal lo avían fecho contra él, que si ellos quisiessen, que él les mostraría muchas maneras cómo se podrían vengar de los cuer- vos et fazerles mucho daño. Cuando los búhos esto oyeron, plógoles mucho, et tovieron que por este cuervo que era con ellos era todo su fecho endereçado, et començaron a fazer mucho bien al cuervo et fiar en él todas sus faziendas et sus porida- des. Entre los otros búhos, avía ý uno que era muy biejo et avía passado por muchas cosas, et desque vio este fecho del cuervo, entendió el engaño con que el cuervo andava, et fuesse para’l mayoral de los búyos et díxol’ quel’ fuesse çierto que aquel cuervo non viniera a ellos sinon por su daño et por El Conde Lucanor 51 saber sus faziendas, et que lo echasse de su compaña. Mas este búho non fue creído de los otros búhos; et desque vio que non le querían creer, par- tiósse dellos et fue buscar tierra do los cuervos non le pudiessen fallar. Et los otros búhos pensaron bien del cuervo. Et desque las péñolas le fueron eguadas, dixo a los búhos que, pues podía volar, que quería ir saber do estavan los cuervos et que vernía decírgelo porque pudiessen ayuntarse et ir a los estroir todos. A los búyos plogo mucho desto. Et desque el cuervo fue con los otros cuervos, ayuntáronse muchos dellos, et sabiendo toda la fazienda de los búhos, fueron a ellos de día cuando ellos non buellan et estavan seguros et sin reçelo, et mataron et destruyeron del- los tantos porque fincaron vençedores los cuervos de toda su guerra. Et todo este mal vino a los búhos porque fiaron en el cuervo que natural- mente era su enemigo. Et vós, señor conde Lucanor, pues sabedes que este omne que a vos vino es muy adebdado con aquel vuestro enemigo et naturalmente él et todo su li- nage son vuestros enemigos, conséjovos yo que en ninguna manera non lo trayades en vuestra compaña, ca çierto sed que non vino a vos sinon por engañar et por vos fazer algún daño. Pero sí él vos quisiere servir seyendo alongado de vos, de guisa que vos non pueda enpesçer, nin saber nada de vuestra fazienda, et de fecho fiziere tanto mal et tales manzellamientos a aquel vuestro enemigo con quien él ha algunos debdos, que veades vós que non le finca logar para se poder nunca avenir con él, estonce podredes vós fiar en el, pero siempre fiat en él tanto de que vos non pueda venir daño. El conde tovo este por buen consejo, et fízolo assí, et fallóse dello muy bien. Et porque don Johan entendió que este exiemplo era muy bueno, fízolo es- crivir en este libro et fizo estos viessos que dizen assí: Al que tu enemigo suel’seer, nunca quieras en él mucho creer. Et la istoria deste exienplo es ésta que se sigue: El Conde Lucanor 54 Estonçe preguntó el rey si sabía él do avía este tabardíe; et el golfín le dixo que sí. Entonce le mandó el rey que, pues él sabía do era, que fuesse él por ello et troxiesse tanto porque pudiesse fazer tanto cuanto oro quisiesse. El golfín le dixo que como quier que esto podría fazer otri tan bien o mejor que él, si el rey lo fallasse por su serviçio, que iría por ello: que en su tierra fallaría ende asaz. Estonçe contó el rey lo que podría costar la compra et la despensa et montó muy grand aver. Et desque el golfín lo tovo en su poder, fuesse su carrera et nunca tornó al rey. Et assí fincó el rey engañado por su mal recabdo. Et desque vio que tardava más de cuanto devía, envió el rey a su casa por saber si sabían de’l algunas nuebas. Et non fallaron en su casa cosa del mundo, sinon un arca cerrada; et desque la avrieron, fallaron ý un escripto que dizía assí: «Bien creed que non a en el mundo tabardíe; mas sabet que vos he en- gañado, et cuando yo vos dizía que vos faría rico, deviérades me dezir que lo feziesse primero a mí et que me creeríedes.» A cabo de algunos días, unos omnes estavan riendo et trebejando et es- cribían todos los omnes que ellos conosçían, cada uno de cuál manera era, et dizían: «Los ardides son fulano et fulano; et los ricos, fulano et fulano; et los cuerdos, fulano et fulano». Et assí de todas las otras cosas buenas o contrarias. Et cuando ovieron a escrivir los omnes de mal recado, es- crivieron ý el rey. Et cuando el rey lo sopo, envió por ellos et asseguróles que les non faría ningún mal por ello, et díxoles que por quél’ escrivieran por omne de mal recabdo. Et ellos dixiéronlo: que por razón que diera tan grand aver a omne estraño et de quien non tenía ningún recabdo. Et el rey les dixo que avían errado, et que si viniesse aquel que avía levado el aver que non fincaría él por omne de mal recabdo. Et ellos le dixieron que ellos non perdían nada de su cuenta, ca si el otro viniesse, que sacarían al rey del escripto et que pornían a él. Et vós, señor conde Lucanor, si queredes que non vos tengan por omne de mal recabdo, non aventuredes por cosa que non sea çierta tanto de lo El Conde Lucanor 55 vuestro, que vos arrepintades si lo perdierdes por fuza de aver grand pro, seyendo en dubda. Al conde plogo deste consejo, et fízolo assí, et fallóse dello bien. Et beyendo don Johan que este exiemplo era bueno, fízolo escrivir en este libro, et fizo estos viessos que dizen assí: Non aventuredes mucho la tu riqueza, por consejo del que a grand pobreza. Et la istoria deste exiemplo es ésta que se sigue: Exemplo XXIº De lo que contesçió a un rey moço con un muy grant filósofo a qui lo acomendara su padre Otra vez fablava el conde Lucanor con Patronio, su consegero, en esta guisa: -Patronio, assí acaesçió que yo avía un pariente a qui amava mucho, et aquel mi pariente finó et dexó un fijo muy pequenuelo, et este moço críolo yo. Et por el grand debdo et grand amor que avía a su padre, et otrosí, por la grand ayuda que yo atiendo de’l desque sea en tiempo para me la fazer, sabe Dios quel’ amo como si fuesse mi fijo. Et como quier que el moço ha buen entendimiento et fío por Dios que sería muy buen omne, pero porque la moçedat engaña muchas vezes a los moços et non les dexa fazer todo lo que les cumpliría más, plazerme ía si la moçedat non engañasse tanto a este moço. Et por el buen entendimiento que vós avedes, ruégovos que me digades en qué manera podría yo guisar que este moço fiziesse lo que fuesse más aprovechoso para el cuerpo et para la su fazienda. El Conde Lucanor 56 -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, para que vós fiziésedes en fazienda deste mozo lo que al mío cuidar sería mejor, mucho querría que so- piéssedes lo que contesçió a un muy grand filósofo con un rey moço, su criado. El conde le preguntó cómo fuera aquello. -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, un rey avía un fijo et diolo a criar a un filósofo en que fiava mucho; et cuando el rey finó, fincó el rey su fijo moço pequeño. Et criólo aquel filósofo fasta que passó por XV años. Mas luego que entró en la mancebía, començó a despreçiar el consejo daquel que lo criara et allegósse a otros consegeros de los mançebos et de los que non avían tan grand debdo con él porque mucho fiziessen por le guardar de daño. Et trayendo su fazienda en esta guisa, ante de poco tiempo llegó su fecho a logar que también las maneras et costumbres del su cuerpo, como la su fazienda, era todo muy empeorado. Et fablavan todas las gentes muy mal de cómo perdía aquel rey moço el cuerpo et la fazienda. Yendo aquel pleito tan a mal, el filósofo que criara al rey et se sintía et le pessaba ende mucho, non sabía qué fazer, ca ya muchas vezes provara de lo castigar con ruego et con falago, et aun maltrayéndolo, et nunca pudo fazer ý nada, ca la moçedat lo estorvava todo. Et desque el filósofo vio que por otra manera non podía dar consejo en aquel fecho, pensó esta manera que agora oiredes. El filósofo començó poco a poco a dezir en casa del rey que él era el mayor agorero del mundo. Et tantos omnes oyeron esto que lo ovo de saber el rey moço; et desque lo sopo, preguntó el rey al filósofo si era verdat que sabía catar agüero tan bien como lo dizían. Et el filósofo, comoquier quel’ dio a entender que lo quería negar, pero al cabo díxol’ que era verdat, mas que non era mester que omne del mundo lo sopiesse. Et como los moços son quexosos para saber et para fazer todas las cosas, el rey, que era moço, quexávase mucho por veer cómo catava los agüeros el filósofo; et cuanto el filósofo más lo alongava, tanto avía el rey moço mayor quexa de lo saber, et tanto afincó al filósofo, que puso con él de ir un día de grand mañana con él a los catar en manera que non lo sopi- esse ninguno. Et madurgaron mucho; et el filósofo endereçó por un valle en que avía pieça de aldeas yermas; et desque passaron por muchas, vieron una corneja El Conde Lucanor 59 yo tomo del esta sospecha et que me vo guardando de’l, que él, otrosí, que fará esso mismo, et que assí irá cresçiendo la sospecha et el desamor poco a poco fasta que nos aviemos a desabenir. Et por la grant fiança que yo en vos he, ruégovos que me consejedes lo que bierdes que más me cumple de fazer en esto. -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, para que desto vos podades guardar, plazerme ía mucho que sopiésedes lo que conteció al león et al toro. El conde le rogó quel’ dixiesse cómo fuera aquello. -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, el león et el toro eran mucho ami- gos, et porque ellos son animalias muy fuertes et muy reçias, apoderávanse et enseñorgavan todas las otras animalias: ca el león, con el ayuda del toro, apremiava todas las animalias que comen carne; et el toro, con el ayuda del león, apremiava todas las animalias que pacen la yerva. Et desque todas las animalias entendieron que el león et el toro les apremiavan por el ayuda que fazían el uno al otro, et vieron que por esto les vinía grand premia et grant daño, fablaron todos entre sí qué manera podrían catar para salir desta premia. Et entendieron que si fiziesen desabenir al león et al toro, que serían ellos fuera de la premia de que los traían apremiados el león et el toro. Et porque el raposo et el carnero eran más allegados a la privança del león et del toro que las otras animalias, rogáronles todas las animalias que trabajassen cuanto pudiessen para meter desabenimiento entre ellos. Et el raposo et el carnero dixeron que se trabajarían cuanto pudiesen por fazer esto que las animalias querían. Et el raposo, que era consegero del león, dixo al osso, que es el más es- forçado et más fuerte de todas las vestias que comen carne en pos el león, quel’ dixiesse que se reçelaba que el toro andava catando manera para le traer cuanto daño pudiesse, et que días avié que gelo avían dicho esto, et como quier que por aventura esto non era verdat, pero que parasse mientes en ello. Et esso mismo dixo el carnero, que era consejero del toro, al cavallo, que es el más fuerte animal que a en esta tierra de las bestias que pacen yerva. El osso et el cavallo cada uno dellos dixo esta razón al león et al toro. Et como quier que el león et el toro non creyeron esto del todo, aún tomaron El Conde Lucanor 60 alguna sospecha que aquellos que eran los más onrados del su linage et de su compaña, que gelo dizían por meter mal entrellos, pero con todo esso ya cayeron en alguna sospecha. Et cada uno dellos fablaron con el raposo et con el carnero, sus privados. Et ellos dixiéronles que como quier que por aventura el osso et el cavallo les dizían esto por alguna maestría engañosa, que con todo esso, que era bien que fuessen parando mientes en los dichos et en las obras que faría dallí adelante el león et el toro, et segund que viessen, que assí podrían fazer. Et ya con esto cayó mayor sospecha entre el león et el toro. Et desque las animalias entendieron que el león et el toro tomaron sospecha el uno del otro, començáronles a dar a entender más descubiertamente que cada uno dellos se reçelava del otro et que esto non podría ser sinon por las malas voluntades que tenían escondidas en los coraçones. Et el raposo et el carnero, como falsos consejeros, catando su pro et ol- bidando la lealtad que avían de tener a sus señores, en logar de los desen- gañar, engañáronlos; et tanto fizieron, fasta que el amor que solía seer entre el león et el toro tornó en muy grand desamor; et desque las animalias esto vieron, començaron a esforçar a aquellos sus mayorales fasta que les fizieron començar la contienda, et dando a entender cada uno dellos a su mayoral quel’ guardava, et guardávanse los unos et los otros, et fazían tor- nar todo el daño sobre el león et sobre el toro. Et a la fin, el pleito vino a esto: que como quier que el león fizo más daño et más mal al toro et abaxó mucho el su poder et la su onra, pero sienpre el león fincó tan desapoderado dallí adelante que nunca pudo enseñorar las otras vestias nin apoderarse dellas como solía, también de las del su linage como de las otras. Et assí, porque el león et el toro non entendieron que por el amor et el ayuda que el uno tomava del otro, eran ellos onrados et apoderados de todas las otras animalias, et non guardaron el amor aprove- choso que avían entre sí, et non se sopieron guardar de los malos consejos que les dieron para sallir de su premia et apremiar a ellos, fincaron el león et el toro tan mal de aquel pleito, que assí como ellos eran ante apoderados de todos, así fueron después todos apoderados dellos. El Conde Lucanor 61 Et vós, señor conde Lucanor, guardatvos que estos que en esta sospecha vos ponen contra aquel vuestro amigo, que vos lo non fagan por traer a aquello que troxieron las animalias al león et al toro. Et por ende, conséjo- vos yo que si aquel vuestro amigo es omne leal et fallastes en él sienpre buenas obras et leales et fiades en él como omne deve fiar del buen fijo o del buen hermano, que non creades cosa que vos digan contra él. Ante, vos consejo quel’ digades lo que vos dixieren de’l, et él luego vos dirá otrosí lo que dixieren a él de vós. Et fazed tan grant escarmiento en los que esta fal- sedat cuidaren ordir, porque nunca otros se atrevan a lo començar otra vegada. Pero si el amigo non fuere desta manera que es dicha, et fuere de los amigos que se aman por el tiempo, o por la ventura, o por el mester, a tal amigo como éste, sienpre guardat que nunca digades nin fagades cosa porque él pueda entender que de vos se mueva mala sospecha nin mala obra contra él, et dat passada a algunos de sus yerros; ca por ninguna manera non puede seer que tan grant daño vos venga a desora de que ante non veades alguna señal çierta, como sería el daño que vos vernía si vos desabiniésedes por tal engaño et maestría como desuso es dicho; pero al tal amigo sienpre le dat a entender en buena manera que, assí como cumple a vos la su ayuda, que assí cumple a él la vuestra; et lo uno faziéndol’ buenas obras et mostrándol’ buen talante et non tomando sospecha de’l sin razón, nin creyendo dicho de malos omnes et dando alguna passada a sus yerros; et lo ál, monstrándol’ que assí como cumple a vos la su ayuda, que assí cumple a él la vuestra. Por estas maneras durará el amor entre vós, et sere- des guardados de non caer en el yerro que cayeron el león et el toro. Al conde plogo mucho deste consejo que Patronio le dio, et fízolo assí, et fallóse ende bien. Et entendiendo don Johan que este exiemplo era muy bueno, fízolo escrivir en este libro et fizo estos viessos que dizen assí: Por falso dicho de omne mintroso non pierdas amigo aprovechoso. Et la istoria deste exienplo es ésta que se sigue: El Conde Lucanor 64 Exemplo XXIVº De lo que contesçió a un rey que quería provar a tres sus fijos Un día fablava el conde Lucanor con Patronio, su consegero, et díxole assí: -Patronio, en la mi casa se crían muchos moços, dellos omnes de grand guisa et dellos que lo non son tanto, et beo en ellos muchas maneras et muy estrañas. Et por el grand entendimiento que vós avedes, ruégovos que me digades, cuanto vós entendedes, en qué manera puedo yo conosçer cuál moço recudrá a seer mejor omne. -Señor conde -dixo Patronio-, esto que me vós dezides es muy fuerte cosa de vos lo dezir ciertamente, ca non se puede saber çiertamente ninguna cosa de lo que es de venir; et esto que vós preguntades es por venir, et por ende non se puede saber ciertamente; mas lo que desto se puede saber es por señales que paresçen en los moços, también de dentro como de fuera; et las que paresçen de fuera son las figuras de la cara et el donaire et la color et el talle del cuerpo et de los miembros, ca por estas cosas paresçe la señal de la complisión et de los miembros prinçipales, que son el coraçón et el meollo et el fígado; como quier que estas son señales non se puede saber lo çierto; ca pocas vezes se acuerdan todas las señales a una cosa; ca si las unas señales muestran lo uno, muestran las otras el contrario; pero a lo más, segund son estas señales, assí recuden las obras. Et las más çiertas señales son las de la cara, et señaladamente las de los ojos, et otrosí el donaire; ca muy pocas vezes fallesçen éstas. Et non ten- gades que el donarie se dize por seer omne fermoso en la cara nin feo, ca muchos omnes son pintados et fermosos, et non an donarie de omne; et otros paresçen feos, que an buen donario para seer omnes apuestos. Et el talle del cuerpo et de los miembros muestran señal de la complisión et paresçe si deve seer valiente o ligero, et las tales cosas. Mas el talle del cuerpo et de los miembros non muestran çiertamente cuáles deven seer las obras. Et con todo esto, éstas son señales, et pues digo señales, digo cosa non çierta, ca la señal sienpre es cosa que paresce por ella lo que deve seer; mas non es cosa forçada que sea assí en toda guisa. Et éstas son las señales de fuera, que siempre son muy dubdosas para conosçer lo que vós me preguntades. Mas para conosçer los moços por las señales de dentro que El Conde Lucanor 65 son ya cuanto más ciertas, plazerme ía que sopiésedes cómo provó una vez un rey moro a tres fijos que avía, por saber cuál dellos sería mejor omne. El conde le rogó quel’ dixiesse cómo fuera aquello. -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, un rey moro avía tres fijos; et por- que el padre puede fazer que regne cual fijo de los suyos él quisiere, des- pués que el rey llegó a la vegez, los omnes buenos de su tierra pidiéronle por merçed que les señalasse cuál daquellos sus fijos quería que regnasse en pos él. Et el rey díxoles que dende a un mes gelo diría. Et cuando vino a ocho o a dies días, una tarde dixo al fijo mayor que otro día grand mañana quería cavalgar et que fuesse con él. Otro día, vino el in- fante mayor al rey, pero que non tan mañana como el rey, su padre, dixiera. Et desque llegó, díxol’ el rey que se quería vestir, quel’ fiziesse traer los paños. El infante dixo al camarero que troxiesse los paños; el camarero preguntó que cuáles paños quería. El infante tornó al rey et preguntól’ que cuáles paños quería. El rey díxole que el aljuva; et él tornó al camarero et díxole que el aljuva quería el rey. Et el camarero le preguntó que cuál al- mexía quería, et el infante tornó al rey a gelo preguntar. Et assí fizo por cada vestidura, que sienpre iva et vinía por cada pregunta, fasta que el rey tovo todos los paños. Et vino el camarero, et le vistió et lo calçó. Et desque fue vestido et calçado, mandó el rey al infante que fiziesse traer el cavallo, et él dixo al que guardava los cavallos del rey quel’ troxiesse el cavallo, et el que los guardava díxole que cuál cavallo traería; et el infante tornó con esto al rey, et assí fizo por la siella et por el freno et por el espada et las espuellas; et por todo lo que avía mester para cavalgar, por cada cosa fue preguntar al rey. Desque todo fue guisado, dixo el rey al infante que non podía cavalgar, et que fuesse él andar por la villa et que parasse mientes a las cosas que vería porque lo sopiesse retraer al rey. El infante cavalgó et fueron con él todos los onrados omnes del rey et del regno, et ivan ý muchas trompas et tabales et otros strumentos. El infante andido una pieça por la villa, et desque tornó al rey, preguntól’ quél’ paresçía de lo que viera. Et el infante díxole que bien le paresçía, sinon quel’ fazían muy grand roído aquellos estrumentes. El Conde Lucanor 66 Et a cabo de otros días, mandó el rey al fijo mediano que veniesse a él otro día mañana, et el infante fízolo assí. Et el rey fizo todas las pruevas que fiziera al infante mayor, su hermano, et el infante fízolo, et dixo bien como el hermano mayor. Et a cabo de otros días, mandó al infante menor, su fijo, que fuesse con él de grand mañana. Et el infante madurgó ante que el rey despertasse, et es- peró fasta que despertó el rey; et luego que fue espierto, entró el infante et omillósele con la reverençia que devía. Et el rey mandól’ quel’ fiziesse traer de bestir. Et el infante preguntó qué paños quería, et en una vez le preguntó por todo lo que avía de bestir et de callar, et fue por ello et tráxo- gelo todo. Et non quiso que otro camarero lo vestiesse nin lo calçasse sinon él, dando a entender que se ternía por de buena ventura si el rey, su padre, tomasse plazer o serviçio de lo que él pudiesse fazer, et que pues su padre era, que razón et aguisado era de fazer cuantos serviçios et omildades pudi- esse. Et desque el rey fue vestido et calçado, mandó al infante quel’ fiziesse traer el cavallo. Et él preguntóle cuál cavallo quería, et con cuál siella et con cuál freno, et cuál espada, et por todas las cosas que eran mester paral’ cavalgar, et quién quería que cavalgasse con él, et assí por todo cuanto cumplía. Et desque todo lo fizo, non preguntó por ello más de una vez, et tráxolo et aguisólo como el rey lo avía mandado. Et desque todo fue fecho, dixo el rey que non quería cavalgar, mas que cavalgasse él et quel’ contasse lo que viesse. Et el infante cavalgó et fueron con él todos como fizieran con los otros sus hermanos; mas él nin ninguno de sus hermanos, nin omne del mundo, non sabié nada de la razón porque el rey fazía esto. Et desque el infante cavalgó, mandó quel’ mostrassen toda la villa de den- tro, et las calles et do tenía el rey sus tesoros, et cuántos podían seer, et las mezquitas et toda la nobleza de la villa de dentro et las gentes que ý mora- van. Et después salió fuera et mandó que saliessen allá todos los omnes de armas, et de cavallo et de pie, et mandóles que trebejassen et le mostrassen todos los juegos de armas et de trebejos, et vio los muros et las torres et las fortalezas de la villa. Et desque lo ovo visto, tornósse paral rey, su padre. El Conde Lucanor 69 Et como quier que estava preso, sabiendo Saladín la grand vondat del conde, fazíale mucho bien et mucha onra, et todos los grandes fechos que avía de fazer, todos los fazía por su consejo. Et tan bien le consejava el conde et tanto fiava de’l el soldán que como quier que estava preso, que tan grand logar et tan grand poder avía, et tanto fazían por él en toda la tierra de Saladín, como farían en la suya misma. Cuando el conde se partió de su tierra, dexó una fija muy pequeñuela. Et el conde estudo tan grand tiempo en la prisión, que era ya su fija en tiempo para casar; et la condesa, su muger, et sus parientes enviaron dezir al conde cuantos fijos de reys et otros grandes omnes la demandavan por ca- samiento. Et un día, cuando Saladín vino a fablar con el conde, desque ovieron acor- dado aquello porque Saladín allí viniera, fabló con él el conde en esta manera: -Señor, vós me fazedes a mí tanta merçed et tanta onra et fiades tanto de mí que me ternía por muy de buena ventura si vos lo pudiesse servir. Et pues vós, señor, tenedes por bien que vos conseje yo en todas las cosas que vos acaesçen, atreviéndome a la vuestra merçed et fiando del vuestro entendi- miento, pídovos por merçed que me consejedes en una cosa que a mí acaesçió. El soldán gradesçió esto mucho al conde, et díxol’ quel’ consejaría muy de grado; et aún, quel’ ayudaría muy de buena mente en que quiera quel’ cumpliesse. Entonçe le dixo el conde de los casamientos quel’ movían para aquella su fija et pidiól’ por merced quel’ consejasse con quién la casaría. Et Saladín respondió assí: -Conde, yo sé que tal es el vuestro entendimiento, que en pocas palabras que vos omne diga entendredes todo el fecho. Et por ende vos quiero con- sejar en este pleito segund lo yo entiendo. Yo non conosco todos estos que demandan vuestra fija, qué linage o qué poder an, o cuáles son en los sus cuerpos o cuánta vezindat an convusco, o qué mejoría an los unos de los El Conde Lucanor 70 otros, et por ende que non vos puedo en esto consejar çiertamente; mas el mio consejo es éste: que casedes vuestra fija con omne. El conde gelo tovo en merced, et entendió muy bien lo que aquello quería dezir. Et envió el conde dezir a la condessa, su muger, et a sus parientes el consejo que el soldán le diera, et que sopiesse de cuantos omnes fijos dalgo avía en todas sus comarcas, de qué maneras et de qué costumbres, et cuáles eran en los sus cuerpos, et que non catassen por su riqueza nin por su po- der, mas quel’ enviassen por escripto dezir qué tales eran en sí los fijos de los reyes et de los grandes señores que la demandavan et qué tales eran los otros omnes fijos dalgo que eran en las comarcas. Et la condessa et los parientes del conde se marabillaron desto mucho, pero fizieron lo quel conde les envió mandar, et posieron por escripto todas las maneras et costumbres buenas et contrarias que avían todos los que deman- davan la fija del conde, et todas las otras condiçiones que eran en ellos. Et otrosí, escrivieron cuáles eran en sí los otros omnes fijos dalgo que eran en las comarcas, et enviáronlo todo contar al conde. Et desque el conde vio este escripto, mostrólo al soldán; et desque Saladín lo vio, como quier que todos eran muy buenos, falló en todos los fijos de los reyes et de los grandes señores en cada uno algunas tachas: o de seer mal acostumbrados en comer o en vever, o en seer sañudos, o apartadizos, o de mal reçebimiento a las gentes, et pagarse de malas compañas, o enbar- gados de su palabra, o alguna otra tacha de muchas que los omnes pueden aver. Et falló que un fijo de un rico omne que non era de muy grand poder, que segund lo que paresçía del en aquel escripto, que era el mejor omne et el más complido, et más sin mala tacha de que él nunca oyera fablar. Et desque esto oyó el soldán, consejó al conde que casasse su fija con aquel omne, ca entendió que comoquier que aquellos otros eran más onrados et más fijos dalgo, que mejor casamiento era aquel et mejor casava el conde su fija con aquél que con ninguno de los otros en que oviesse una mala tacha, cuanto más si oviesse muchas; et tovo que más de preçiar era el omne por las sus obras que non por su riqueza, nin por nobleza de su li- nage. El conde envió mandar a la condessa et a sus parientes que casassen su fija con aquel que Saladín le mandara. Et como quier que se marabillaron mucho ende, enviaron por aquel fijo de aquel rico omne et dixiéronle lo El Conde Lucanor 71 que el conde les envió mandar. Et él respondió que bien entendía que el conde era más fijo dalgo et más rico et más onrado que él, pero que si él tan grant poder oviesse, que bien tenía que toda muger sería bien casada con él, et que esto que fablavan con él, si lo dizían por non lo fazer, que tenía que le fazían muy grand tuerto et quel’ querían perder de balde. Et ellos dix- ieron que lo querían fazer en toda guisa, et contáronle la razón en cómo el soldán consejara al conde quel’ diesse su fija ante que a ninguno de los fi- jos de los reyes nin de los otros grandes señores, señaladamente porquel’ escogiera por omne. Desque él esto oyó, entendió que fablavan verdadera- mente en el casamiento et tovo que, pues Saladín lo escogiera por omne et le fiziera allegar a tan grand onra, que non sería él omne si non fiziesse en este fecho lo que pertenesçía. Et dixo luego a lla condessa et a los parientes del conde que si ellos querían que creyesse él que gelo dizían verdaderamente, quel’ apoderasen luego de todo el condado et de todas las rendas, pero non les dixo ninguna cosa de lo que él avía pensado de fazer. A ellos plogo de lo que él les dizía, et apo- deráronle luego de todo. Et él tomó muy grand aver, et en grand poridat, armó pieça de galeas et tovo muy grand aver guardado. Et desque esto fue fecho, mandó guisar sus vodas para un día señalado. Et desque las vodas fueron fechas muy ricas et muy onradas, en la noche, cuando se ovo de ir para su casa do estava su muger, ante que se echassen en la cama, llamó a la condessa et a sus parientes et díxoles en grant poridat que bien sabién que el conde le escogiera entre otros muy mejores que él, et que lo fiziera porque el soldán le consejara que casasse su fija con omne et pues el soldán et el conde tanta onra le fizieran et lo escogieran por omne, que ternía él que non era omne si non fiziesse en esto lo que pertenesçía; et que se quería ir et que les dexava aquella donzella con qui él avía de casar, et el condado: que él fiava por Dios que él le endereçaría porque entendies- sen las gentes que fazía fecho de omne. Et luego que esto ovo dicho, cavalgó et fuesse en buena ventura. Et en- dereçó al regno de Armenia, et moró ý tanto tiempo fasta que sopo muy bien el lenguaje et todas las maneras de la tierra. Et sopo cómo Saladín era muy caçador. El Conde Lucanor 74 Entonçe dio el soldán muchos dones et muy ricos al conde et a su yerno; et por el enojo que el conde tomara en la prisión, diol’ dobladas todas las rentas que el conde pudiera levar de su tierra en cuanto estudo en la prisión, et enviól’ muy rico et muy honrado et muy bien andante para su tierra. Et todo este bien vino al conde por el buen consejo que el soldán le dio que casasse su fija con omne. Et vós, señor conde Lucanor, pues avedes a consejar aquel vuestro vasallo en razón del casamiento de aquella su parienta, consejalde que la prinçipal cosa que cate en el casamiento que sea aquél con quien la oviere de casar buen omne en sí; ca si esto non fuere, por onra, nin por riqueza, nin por fi- dalguía que aya, nunca puede ser bien casada. Et devedes saber que el omne con vondad acreçenta la onra et alça su linage et acreçenta las riqu- ezas. Et por seer muy fidalgo nin muy rico, si bueno non fuere, todo sería mucho aína perdido. Et desto vos podría dar muchas fazañas de muchos omnes de grand guisa que les dexaren sus padres et muy ricos et mucho on- rados, et pues non fueron tan buenos como devían, fue en ellos perdido el linage et la riqueza; et otros de grand guisa et de pequeña que, por la grand vondad que ovieron en sí, acresçentaron mucho en sus onras et en sus faziendas, en guisa que fueron muy más loados et más preçiados por lo que ellos fizieron et por lo que ganaron, que aun por todo su linage. Et assí en- tendet que todo el pro et todo el daño nasçe et viene de cuál el omne es en sí, de cualquier estado que sea. Et por ende, la primera cosa que se deve catar en el casamiento es cuáles maneras et cuáles costumbres et cuál en- tendimiento et cuáles obras a en sí el omne o la muger que a de casar; et esto seyendo primero catado, dende en adelante, cuanto el linage es más alto et la riqueza mayor et la apostura más complida et la vezindat más açerca et más aprovechosa, tanto es el casamiento mejor. Al conde plogo mucho destas razones que Patronio le dixo, et tovo que era verdat todo assí como él le dizía. Et veyendo don Johan que este enxiemplo era muy bueno, fízolo escrivir en este libro, et fizo estos viessos que dizen assí: Qui omne es, faz todos los provechos; qui non lo es, mengua todos los fechos. El Conde Lucanor 75 Et la istoria deste enxiemplo es ésta que se sigue: Exemplo XXVIº De lo que contesçió al árvol de la Mentira Un día fablava el conde Lucanor con Patronio, su consejero, et díxole así: -Patronio, sabet que estó en muy grand quexa et en grand roído con unos omnes que me non aman mucho; et estos omnes son tan reboltosos et tan mintrosos que nunca otra cosa fazen sinon mentir a mí et a todos los otros con quien an de fazer o de librar alguna cosa. Et las mentiras que dizen, sábenlas tan bien apostar et aprovéchanse tanto dellas, que me traen a muy grand daño, et ellos apodéranse mucho, et an gentes muy fieramente contra mí. Et aun creed que si yo quisiesse obrar por aquella manera, que por aventura lo sabría fazer tan bien como ellos; mas porque yo sé que la men- tira es de mala manera, nunca me pagué della. Et agora, por el buen en- tendimiento que vós avedes, ruégovos que me consejedes qué manera tome con estos omnes. -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, para que vós fagades en esto lo mejor et más a vuestra pro, plazerme ía mucho que sopiéssedes lo que contesçió a la Verdat et a la Mentira. El conde le rogó quel’ dixiesse cómo fuera aquello. -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, la Mentira et la Verdat fizieron su compañía en uno, et de que ovieron estado assí un tiempo, la Mentira, que es más acuçiosa, dixo a la Verdat que sería bien que pusiessen un árbol de que oviesen fructa et pudiessen estar a la su sonbra cuando fiziesse calen- tura. Et la Verdat, como es cosa llana et de buen talante, dixo quel’ plazía. Et de que el árbol fue puesto et començó a naçer, dixo la Mentira a la Ver- dat que tomasse cada una dellas su parte de aquel árbol. Et a la Verdat plógol’ con esto. Et la Mentira, dándol’ a entender con razones coloradas et apuestas que la raíz del árbol es la cosa que da la vida et la mantenençia al El Conde Lucanor 76 árbol, et que es mejor cosa et más aprovechosa, consejó la Mentira a la Verdat que tomasse las raízes del árbol que están so tierra et ella que se aventuraría a tomar aquellas ramiellas que avían a salir et estar sobre tierra, comoquier que era muy grand peligro porque estava a aventura de tajarlo o follarlo los omnes o roerlo las vestias o tajarlo las aves con las manos et con los picos o secarle la grand calentura o quemarle el grant yelo, et que de todos estos periglos non avía a sofrir ningunos la raíz. Et cuando la Verdat oyó todas estas razones, porque non ay en ella muchas maestrías et es cosa de grand fiança et de grand creençia, fiósse en la Men- tira, su compaña, et creó que era verdat lo quel’ dizía, et tovo que la Men- tira le consejava que tomasse muy buena parte, tomó la raíz del árbol et fue con aquella parte muy pagada. Et cuando la Mentira esto ovo acabado, fue mucho alegre por el engaño que avía fecho a su compañera diziéndol’ mentiras fermosas et apostadas. La Verdat metiósse so tierra para vevir ó estavan las raízes que eran la su parte, et la Mentira fincó sobre tierra do viven los omnes et andan las gen- tes et todas las otras cosas. Et como es ella muy fallaguera, en poco tiempo fueron todos muy pagados della. Et el su árbol començó a cresçer et echar muy grandes ramos et muy anchas fojas que fazían muy fermosa sonbra et paresçieron en él muy apuestas flores de muy fermosas colores et muy pa- gaderas a paresçencia. Et desque las gentes vieron aquel árbol tan fermoso, ayuntávanse muy de buena mente a estar cabo de’l, et pagávanse mucho de la su sombra et de las sus flores tan bien coloradas, et estavan ý siempre las más de las gentes; et aun los que se fallavan por los otros logares dizían los unos a los otros que si querían estar viçiosos et alegres, que fuessen estar a la sombra del árbol de la Mentira. Et cuando las gentes eran ayuntadas so aquel árbol, como la Mentira es muy fallaguera et de grand sabiduría, fazía muchos plazeres a las gentes et amostrávales de su sabiduría; et las gentes pagávanse de aprender de aquella su arte mucho. Et por esta manera tiró a sí todas las más gentes del mundo: ca mostrava a los unos mentiras senziellas, et a los otros más sotiles, mentiras dobladas, et a otros, muy más sabios, mentiras trebles. El Conde Lucanor 79 Exemplo XXVIIº De lo que contesció a un emperador et a don Alvar Háñez Minaya con sus mugeres Fablava el conde Lucanor con Patronio, su consegero, un día et díxole assí: -Patronio, dos hermanos que yo he son casados entramos et biven cada uno dellos muy desbariadamente el uno del otro; ca el uno ama tanto aquella dueña con qui es casado, que abés podemos guisar con él que se parta un día del lugar onde ella es, et non faz cosa del mundo sinon lo que ella quiere, et si ante non gelo pregunta. Et el otro, en ninguna guisa non pode- mos con él que un día la quiera veer de los ojos, nin entrar en casa do ella sea. Et porque yo he grand pesar desto, ruégovos que me digades alguna manera porque podamos ý poner consejo. -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, segund esto que vós dezides en- tramos vuestros hermanos andan muy errados en sus faziendas; ca el uno nin el otro non devían mostrar tan grand amor nin tan grand desamor como muestran a aquellas dueñas con qui ellos son casados; mas como quier que lo ellos yerran, por aventura es por las maneras que an aquellas sus mugeres; et por ende querría que sopiésedes lo que contesçió al emperador Fradrique et a don Alvar Fáñez Minaya con sus mugeres. El conde le preguntó cómo fuera aquello. -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, porque estos exiemplos son dos et non vos los podría entramos dezir en uno, contarvos he primero lo que contesçió al emperador Fradrique, et después contarvos he lo que contesçió a don Alvar Háñez. -Señor conde, el emperador Fradrique casó con una donzella de muy alta sangre, segund le pertenesçía; mas de tanto, non le acaesçió bien, que non sopo ante que casasse con aquélla las maneras que avía. Et después que fueron casados, comoquier que ella era muy buena dueña et muy guardada en el su cuerpo, començó a seer la más brava et la más fuerte et la más rebessada cosa del mundo. Assí que si el emperador quería comer, ella dizía que quería ayunar; et si el emperador quería dormir, queriese ella El Conde Lucanor 80 levantar; et si el emperador querié bien alguno, luego ella lo desamava. ¿Qué vos diré más? Todas las cosas del mundo en que el emperador to- mava plazer, en todas dava ella a entender que tomava pesar, et de todo lo que el emperador fazía, de todo fazía ella el contrario sienpre. Et desque el emperador sufrió esto un tiempo, et vio que por ninguna guisa non la podía sacar desta entençión por cosa que él nin otros le dixiessen, nin por ruegos, nin por amenazas, nin por buen talante nin por malo quel’ mostrasse, et vio que sin el pesar et la vida enojosa que avia de sofrir, quel’ era tan grand daño para su fazienda et para las sus gentes, que non podía ý poner consejo; et de que esto vio, fuesse para’l Papa et contól’ la su fazienda, también de la vida que passava, como del grand daño que binía a él et a toda la tierra por las maneras que avía la emperadriz; et quisiera muy de grado, si podría seer, que los partiesse el Papa. Mas vio que segund la ley de los christianos non se podían partir, et que en ninguna manera non podían bevir en uno por las malas maneras que la emperadriz avía, et sabía el Papa que esto era assí. Et desque otro cobro no podieron fallar, dixo el Papa al emperador que este fecho que lo acomendava él al entendimiento et a la sotileza del emperador, ca él non podía dar penitençia ante que el pecado fuesse fecho. Et el emperador partióse del Papa et fuesse para su casa, et trabajó por cu- antas maneras pudo, por falagos et por amenazas et por consejos et por de- sengaños et por cuantas maneras él et todos los que con él bivían pudieron asmar para la sacar de aquella mala entençión, mas todo esto non tobo ý pro, que cuanto más le dizían que se partiesse de aquella manera, tanto más fazía ella cada día todo lo revesado. Et de que el emperador vio que por ninguna guisa esto non se podía en- dereçar, díxol’ un día que el quería ir a la caça de los çiervos et que levaría una partida de aquella yerva que ponen en las saetas con que matan los çiervos, et que dexaría lo ál para otra vegada, cuando quisiesse ir a caça, et que se guardasse que por cosa del mundo non pusiesse de aquella yerva en sarna, nin en postiella, nin en lugar donde saliesse sangre; ca aquella yerva era tan fuerte, que non avía en el mundo cosa viva que non matasse. Et tomó de otro ungüento muy bueno et muy aprovechoso para cualquier llaga et el emperador untósse con él ant’ella en algunos lugares que non estavan sanos. Et ella et cuantos ý estavan vieron que guaresçía luego con ello. Et El Conde Lucanor 81 díxole que si le fuesse mester, que de aquél pusiesse en cualquier llaga que oviesse. Et esto le dixo ante pieça de omnes et de mugeres. Et de que esto ovo dicho, tomó aquella yerva que avía menester para matar los çiervos et fuesse a su caça, assí como avía dicho. Et luego que el emperador fue ido, començó ella a ensañarse et a en- braveçer, et començó a dezir: -¡Veed el falso del emperador, lo que me fue dezir! Porque él sabe que la sarna que yo he non es de tal manera como la suya, díxome que me untasse con aquel ungüento que se él untó, porque sabe que non podría guaresçer con él, mas de aquel otro ungüento bueno con que él sabe que guarescría, dixo que non tomasse de’l en guisa ninguna; mas por le fazer pesar, yo me untaré con él, et cuando él viniere, fallarme ha sana. Et só çierta que en ninguna cosa non le podría fazer mayor pesar, et por esto lo faré. Los cavalleros et las dueñas que con ella estavan travaron mucho con ella que lo non fiziesse, et començáronle a pedir merçed, muy fieramente llorando, que se guardasse de lo fazer; ca çierta fuesse, si lo fiziesse, que luego sería muerta. Et por todo esto non lo quiso dexar. Et tomó la yerva et untó con ella las llagas. Et a poco rato començól’ a tomar la rabia de la muerte, et ella repin- tiérase si pudiera, mas ya non era tiempo en que se pudiesse fazer. Et murió por la manera que avía porfiosa et a su daño. Mas a don Alvar Háñez contesçió el contrario desto, et porque lo sepades todo como fue, contarvos he cómo acaesçió. Don Alvar Háñez era muy buen omne et muy onrado et pobló a Ixcar, et morava ý. Et el conde don Pero Ançúrez pobló a Cuéllar et morava en ella. Et el conde don Pero Ançúrez avía tres fijas. Et un día, estando sin sospecha ninguna, entró don Alvar Háñez por la pu- erta; et al conde don Pero Ançúrez plógol’ mucho con él. Et desque ovieron comido, preguntól’ que por qué vinía tan sin sospecha. Et don Alvar Háñez díxol’ que vinía por demandar una de sus fijas para con que casase, mas que quería que gelas mostrasse todas tres et quel’ dexasse fablar con cada una dellas, et después que escogería cuál quisiesse. Et el conde, veyendo El Conde Lucanor 84 Et acaesçió que una vez, seyendo don Alvar Háñez en su casa, que vino a él un so sobrino que vivía en casa del rey, et plógol’ mucho a don Alvar Háñez con él. Et desque ovo morado con don Alvar Háñez algunos días, díxol’ un día que era muy buen omne et muy complido et que non podía poner en él ninguna tacha sinon una. Et don Alvar Háñez preguntól’ que cuál era. Et el sobrino díxol’ que non fallava tacha quel’ poner sinon que fazía mucho por su muger et la apoderava mucho en toda su fazienda. Et don Alvar Háñez respondiól’ que a esto que dende a pocos días le daría ende la repuesta. Et ante que don Alvar Háñez viesse a doña Vascuñana, cavalgó et fuesse a otro lugar et andudo allá algunos días et levó allá aquel su sobrino consigo. Et después envió por doña Vascuñana, et guisó assí don Alvar Háñez que se encontraron en el camino, pero que non fablaron ningunas razones entre sí, nin ovo tiempo aunque lo quisiessen fazer. Et don Alvar Háñez fuesse adelante, et iba con él su sobrino. Et doña Vas- cuñana vinía en pos dellos. Et desque ovieron andado assí una pieça don Alvar Háñez et su sobrino, fallaron una pieça de vacas. Et don Alvar Háñez començó a dezir: -¿Viestes, sobrino, qué fermosas yeguas ha en esta nuestra tierra? Cuando su sobrino esto oyó, maravillóse ende mucho, et cuidó que gelo dizía por trebejo et díxol’ que cómo dizía tal cosa, que non eran sinon va- cas. Et don Alvar Háñez se començó mucho de maravillar et dezirle que reçelava que avía perdido el seso, ea bien beié que aquéllas yeguas eran. Et de que el sobrino vio que don Alvar Háñez porfiava tanto sobresto, et que lo dizía a todo su seso, fincó mucho espantado et cuidó que don Alvar Háñez avía perdido el entendimiento. Et don Alvar Háñez estido tanto adrede en aquella porfía, fasta que asomó doña Vascuñana que vinía por el camino. Et de que don Alvar Háñez la vio, dixo a su sobrino: El Conde Lucanor 85 -Ea, don sobrino, fe aquí a doña Vascuñana que nos partirá nuestra con- tienda. Al sobrino plogo desto mucho; et desque doña Vascuñana llegó, díxol’ su cuñado: -Señora, don Alvar Háñez et yo estamos en contienda, ca él dize por estas vacas, que son yeguas, et yo digo que son vacas; et tanto avemos porfiado, que él me tiene por loco, et yo tengo que él non está bien en su seso. Et vós, señora, departidnos agora esta contienda. Et cuando doña Vascuñana esto vio, como quier que ella tenía que aquéllas eran vacas, pero pues su cuñado le dixo que dizía don Alvar Háñez que eran yeguas, tovo verdaderamente ella, con todo su entendimiento, que el- los erravan, que las non conosçían, mas que don Alvar Háñez non erraría en ninguna manera en las conosçer; et pues dizía que eran yeguas, que en toda guisa del mundo, que yeguas eran et non vacas. Et començó a dezir al cuñado et a cuantos ý estavan: -Por Dios, cuñado, pésame mucho desto que dezides, et sabe Dios que quisiera que con mayor seso et con mayor pro nos viniéssedes agora de casa del rey, do tanto avedes morado; ca bien veedes vós que muy grand mengua de entendimiento et de vista es tener que las yeguas que son vacas. Et començól’ a mostrar, también por las colores, como por las façiones, como por otras cosas muchas, que eran yeguas et non vacas, et que era ver- dat lo que don Alvar Háñez dizía, que en ninguna manera el entendimiento et la palabra de don Alvar Háñez que nunca podría errar. Et tanto le afirmó esto, que ya, el cuñado et todos los otros començaron a dubdar que ellos erravan, et que don Alvar Háñez dizía verdat que las que ellos tenían por vacas, que eran yeguas. Et de que esto fue fecho, fuéronse don Alvar Háñez et su sobrino adelante et fallaron una gran pieça de yeguas. Et don Alvar Háñez dixo a su sobrino: -¡Ahá, sobrino! Estas son las vacas, que non las que vos dizíades ante, que dizía yo que eran yeguas. El Conde Lucanor 86 Cuando el sobrino esto oyó, dixo a su tío: -Por Dios, don Alvar Háñez, si vos verdat dezides, el diablo me traxo a mí a esta tierra; ca çiertamente, si éstas son vacas, perdido he yo el entendi- miento, ca, en toda guisa del mundo, éstas yeguas son et non vacas. Don Alvar Háñez començó a porfiar muy fieramente que eran vacas. Et tanto duró esta porfía, fasta que llegó doña Vascuñana. Et desque ella llegó et le contaron lo que dizía don Alvar Háñez et dizía su sobrino, maguer a ella paresçía que el sobrino dizía verdat, non pudo creer por ninguna guisa que don Alvar Háñez pudiesse errar, nin que pudiesse seer verdat ál sinon lo que él dizía. Et començó a catar razones para provar que era verdat lo que dizía don Alvar Háñez, et tantas razones et tan buenas dixo, que su cuñado et todos los otros tovieron que el su entendimiento, et la su vista, errava; mas lo que don Alvar Háñez dizía, que era verdat. Et aquesto fincó assí. Et fuéronse don Alvar Háñez et su sobrino adelante et andudieron tanto, fasta que llegaron a un río en que avía pieça de molinos. Et dando del agua a las vestias en el río, començó a dezir don Alvar Háñez que aquel río que corría contra la parte onde nasçía, et aquellos molinos, que del otra parte les vinía el agua. Et el sobrino de don Alvar Háñez se tovo por perdido cuando esto le oyó; ca tovo que assí como errara en el conosçimiento de las vacas et de las yeguas, que assí errava agora en cuidar que aquel río vinía al revés de como dizía don Alvar Háñez. Pero porfiaron tanto sobresto, fasta que doña Vas- cuñana llegó. Et desquel’ dixieron esta porfía en que estava don Alvar Háñez et su so- brino, pero que a ella paresçía que el sobrino dizía verdat, non creó al su entendimiento et tovo que era verdat lo que don Alvar Háñez dizía. Et por tantas maneras sopo ayudar a la su razón, que su cuñado et cuantos lo oy- eron, creyeron todos que aquella era la verdat. Et daquel día acá, fincó por fazaña que si el marido dize que corre el río contra arriba, que la buena muger lo deve crer et deve dezir que es verdat. El Conde Lucanor 89 E al conde plogo mucho destas cosas que Patronio le dixo e tovo que le dezía verdad e muy buen seso. E entendiendo don Juan que estos enxemplos heran muy buenos, fízolos escrivir en este libro e fizo estos versos que dizen assí: En el comienço deve omne mostrar a su muger cómo deve passar. Exemplo XXVIIIº De lo que contesçió a don Llorenço Suárez Gallinato El conde Lucanor fablava un día con Patronio, su consegero, en esta guisa: -Patronio, un omne vino a mí por guarescer comigo e como quier que yo sé que él es en sí buen omne, pero algunos dízenme que ha fecho algunas co- sas desaguisadas; e por el buen entendimiento que vós avedes, ruégovos que me consegedes lo que vos parece en esta razón. -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, para que vós fagades en esto lo que yo cuido que vos más cumple, plazerme hía que supiésedes lo que con- tesció a don Llorenço Suárez Gallinato. El conde le preguntó cómo fuera aquello. -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, don Llorenço Suárez bivía con el rey de Granada e desque vino a la merced del rey don Fernando, preguntóle el rey un día que pues él tanto deservicio avía fecho a Dios con los moros, que si cuidava que le avría Dios nunca merçed del alma; e él díxole que nunca fiziera cosa porque cuidase que le abría Dios merced del alma, sinon porque matara una vez un clérigo misacantano. E esto tuvo el rey por muy estraño e preguntóle cómo podría esto ser. E él díxole que biviendo con el rey de Granada, que el rey fiava de’l mucho e era guarda del su cuerpo; e yendo un día con el rey que andava por la villa, El Conde Lucanor 90 oyó roído de omnes que davan bozes, e porque él hera guarda del rey, que diera de las espuelas al cavallo; e llegó a do fazían aquel roído e falló un clérigo que estava revestido. E devedes saber que este clérigo fuera cristiano e tornárase moro, e un día, por fazer plazer a los moros, díxoles que si quisiesen, que él les daría aquel Dios en que los cristianos fiavan e tenían por Dios. E los moros le rogaron que gelo diese. E entonces el clérigo traidor fizo unas vestimentas e fizo un altar e dixo una misa e consagró una hostia; e desque fue consagrada, diola a los moros, e los moros andávanla rastrando por el lodo e faziendol’ muchos escarnios. E cuando don Llorenço Suárez esto vio, como quier que él bivía con los moros, menbrándose cómo era cristiano e creyendo sin dubda que aquel era verdaderamente el cuerpo de Dios e que pues Christo muriera por redemir los nuestros pecados, que sería él de muy buena ventura si muriese él por le vengar e por le sacar de aquella desonra que aquella falsa gente cuidavan que le fazían; e por el gran duelo e pesar que desto ovo, endereçó al traidor del clérigo e renegado que aquella traición fazía, e cortóle la cabeça. E de- cendió del cavallo e fincó los hinojos en el suelo e adoró el cuerpo de Dios; e la hostia, que estava de’l alóngada, saltó del lodo donde estava en la falda de don Lorenço Suárez. E cuando los moros esto vieron, ovieron ende grande pesar e metieron mano a las espadas e a palos e piedras e binieron contra don Llorenço Suárez por lo matar; e él metió mano a la espada con que descabeçara el mal clérigo, e començóse a defender. E cuando el rey oyó este ruido e bio que querían matar a don Llorenço Suárez, mandó que non le fiziesen ningún mal, e preguntó qué fuera aquello. E los moros, con muy gran quexa e braveza, dixéronle cómo pasara aquel fecho. E el rey se quexó e le pesó desto mucho, e preguntó muy sañudamente a don Lorenço Suárez por qué lo fiziera; e don Lorenço Suárez le dixo que bien sabía que él non era de la su ley, enpero que el rey esto sabía que fiava del su cuerpo e que le escogiera para esto cuidando que hera leal, e que por miedo de muerte non dexaría de lo guardar; e pues si él lo tenía por tan leal, que cuidava que faría esto por él, que era moro, que parase mientes, si él leal hera, qué devía fazer si era cristiano por guardar el cuerpo de Dios, que es rey de los reyes e señor de los señores, e que si por esto le mandase matar, que nunca bería él mejor día. El Conde Lucanor 91 E cuando el rey esto oyó, plúgole mucho de lo que don Llorenço Suárez fiziera e amóle e precióle e fizo mucho más de’l de allí adelante. E vós, señor conde Lucanor, si sabedes que aquel omne que conbusco quiere guarecer es buen omne en sí et podedes de’l fiar, cuanto por lo que vos dizen que fizo algunas cosas sin razón, non lo devedes por eso partir de vuestra compañía; ca por aventura aquello que los omnes cuidan que fue sin razón non lo fue, assí como cuidó el rey que don Llorenço Suárez fiziera desaguisado en matar aquel clérigo, e don Lorenzo Suárez fizo el mejor fecho del mundo. Mas si bós sopiésedes que lo que él fizo es tan mal fecho, faríades bien de lo non querer para vuestra compañía. E al conde plogo mucho desto que Patronio le dixo, e fízolo assí e fallóse ende bien. E entendiendo don Juan que este enxemplo hera muy bueno, fízolo escrivir en este libro et fizo estos viessos que dizen assí: Muchas cosas parescen sin razón, et qui las sabe, en sí buenas son. Et la istoria deste exienplo es ésta que se sigue: Exemplo XXIXº De lo que contesçió a un raposo que se echó en la calle et se fizo muerto Otra ves fablava el conde Lucanor con Patronio, su consegero, et díxole así: -Patronio, un mío pariente bive en una tierra do non ha tanto poder que pueda estrañar cuantas escatimas le fazen, et los que han poder en la tierra querrían muy de grado que fiziesse él alguna cosa porque oviessen achaque para seer contra él. Et aquel mío pariente tiene quel’ es muy grave cosa de sofrir aquellas terrerías quel’ fazen, et querría aventurarlo todo ante que so- El Conde Lucanor 94 -Patronio, a mí contesçe con un omne assí: que muchas vezes me ruega et me pide quel’ ayude et le dé algo de lo mío; et comoquier que cuando fago aquello que él me ruega, da a entender que me lo gradesçe, luego que otra vez me pide alguna cosa, si lo non fago assí como él quiere, luego se en- saña et da a entender que non me lo gradesçe et que a olbidado todo lo que fiz por él. Et por el buen entendimiento que habedes, ruégovos que me con- sejedes en qué manera passe con este omne. -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, a mí paresçe que vos contesçe con este omne segund contesçió al rey Abenabet de Sevilla con Ramaiquía, su muger. El conde preguntó cómo fuera aquello. -Señor conde -dixo Patronio-, el rey Abenabet era casado con Ramaiquía et amávala más que cosa del mundo; et ella era muy buena muger et los mo- ros an della muchos buenos exiemplos; pero avía una manera que non era muy buena: esto era que a las vezes tomava algunos antojos a su voluntad. Et acaesçió que un día, estando en Córdova en el mes de febrero, cayó una nieve; et cuando Ramaiquía la vio, començó a llorar. Et preguntól’ el rey por qué llorava. Et ella díxol’ que por que nunca la dexava estar en tierra que viesse nieve. Et el rey, por le fazer plazer, fizo poner almendrales por toda la xierra de Córdova; porque pues Córdova es tierra caliente et non nieva ý cada año, que en el febrero paresciessen los almendrales floridos, que semejan nieve, por le fazer perder el deseo de la nieve. Otra vez, estando Ramaiquía en una cámara sobre el río, vio una muger descalça bolviendo lodo cerca el río para fazer adobes; et cuando Ramai- quía lo vio, començó a llorar; et el rey preguntól’ por qué llorava. Et ella díxol’ que porque nunca podía estar a su guisa, siquier faziendo lo que fazía aquella muger. Entonçe, por le fazer plazer, mandó el rey fenchir de agua rosada aquella grand albuhera de Córdova en logar de agua, et en lugar de tierra, fízola El Conde Lucanor 95 fenchir de açúcar et de canela et de gengibre et espic et clavos et musgo et ambra et algalina, et de todas buenas espeçias et buenos olores que pudían seer; et en lugar de paja, poner cañas de açúcar. Et desque destas cosas fue llena el albuhera de tal lodo cual entendedes que podría seer, dixo el rey a Ramaiquía que se descalçase et que follasse aquel lodo et que fiziesse ado- bes del cuantos quisiesse. Otro día, por otra cosa que se le antojó, començó a llorar; et el rey pregun- tól’ por qué lo fazía. Et ella díxol’ que cómo non lloraría, que nunca fiziera el rey cosa por le fazer plazer. Et el rey veyendo que, pues tanto avía fecho por le fazer plazer et conplir su talante, et que ya non sabía qué pudiesse fazer más, díxol’ una palabra que se dize en el algaravía desta guisa: «v. a. le mahar aten?», et quiere dezir: «¿Et non el día del lodo?», como diziendo que pues las otras cosas olvidava, que non devía olvidar el lodo que fiziera por le fazer plazer. Et vés, señor conde, si veedes que por cosa que por aquel omne fagades, que si non le fazedes todo lo ál que vos dize, que luego olvida et des- gradesçe todo lo que por él avedes fecho, conséjovos que non fagades por él tanto que se vos torne en grand daño de vuestra fazienda. Et a vos, otrosí, conséjovos que, si alguno fiziesse por vos alguna cosa que vos cumpla et después non fiziere todo lo que vós querriedes, que por esso nunca lo desconozcades el bien que vos vino de lo que por vos fizo. El conde tovo este por buen consejo et fízolo assí et fallósse ende bien. Et teniendo don Johan éste por buen enxiemplo, fízolo escrivir en este libro et fizo estos viessos que dizen assí: Qui te desconosçe tu bien fecho, non dexes por él tu grand provecho. Et la istoria deste exienplo es ésta que se sigue: El Conde Lucanor 96 Exemplo XXXIº Del juizio que dio un cardenal entre los clérigos de París et los fraires menores Otro día fablava el conde Lucanor con Patronio, su consegero, en esta guisa: -Patronio, un mío amigo et yo querríamos fazer una cosa que es pro et onra de amos; et yo podría fazer aquella cosa et non me atrevo a la fazer fasta que él llegue. Et por el buen entendimiento que Dios vos dio, ruégovos que me consejedes en esto. -Señor conde -dixo Patronio-, para que fagades lo que me paresçe más a vuestra pro, plazerme ía que sopiésedes lo que contesçió a los de la eglesia catedral et a los fraires menores en París. El conde le preguntó cómo fuera aquello. -Señor conde -dixo Patronio-, los de la eglesia dizían que pues ellos eran cabeça de la eglesia, que ellos devían tañer primero a las oras. Los fraires dizían que ellos avían de estudiar et de levantarse a matines et a las horas en guisa que non perdiessen su estudio, et demás que eran exentos et que non avían por qué esperar a ninguno. Et sobresto fue muy grande la contienda, et costó muy grand aver a los avogados en el pleito a entramas las partes. A cabo de muy grand tiempo, un Papa que vino acomendó este fecho a un cardenal et mandól’ que lo librasse de una guisa o de otra. El cardenal fizo traer ante sí el proçesso, et era tan grande que todo omne se espantaría solamente de la vista. Et desque el cardenal tovo todos los scriptos ante sí, púsoles plazo para que viniesen otro día a oír sentençia. Et cuando fueron ante’l fizo quemar todos los proçesos et díxoles assí:
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