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Conflicto entre el poder de la iglesia y el secular - La Regenta, Resúmenes de Lengua y Literatura

La regenta de Leopoldo Alas Clarin, habla del concepto que tenia clarín de la iglesia y como se ve reflejada en la obra

Tipo: Resúmenes

2020/2021

Subido el 29/04/2021

sharon-manrique
sharon-manrique 🇪🇸

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¡Descarga Conflicto entre el poder de la iglesia y el secular - La Regenta y más Resúmenes en PDF de Lengua y Literatura solo en Docsity! Conflicto entre el poder de la iglesia y el secular En La Regenta muchas páginas están dedicadas a la descripción de la vida religiosa. Se cuenta a través de Alas que es el observador que describe las costumbres religiosas de su ciudad, como lo hace de una manera menos literaria en sus artículos anteriores a 1884. La crítica de la Iglesia y de las costumbres religiosas es constante y sin concesión desde 1875 hasta 1901. La fuerte sátira que es La Regenta tanto de la institución clerical como de la mentalidad de los clérigos y de sus feligreses. La sociología religiosa en la obra es completa, además de la presentación tan viva y humana de esta. El narrador asiste como testigo presencial a todas las ceremonias, ve todo lo que pasa, intenta captar lo que la gente piensa y siente y hasta se introduce dentro de algunos personajes para escuchar su voz interior y calar en su conciencia. Da así la impresión de realidad. Sin embargo, el narrador no es neutral. En Vetusta la religión está en todas partes, pero no para alzar el nivel espiritual de los vecinos, sino porque sí, por estar ahí. La vida de los habitantes de la ciudad a pesar de ser “religiosa” carece de espiritualidad y todo es superficial y banal. hasta los mismo miembros de la iglesia son a veces de dudosa moralidad, llenos de falsedad. Lo que sugieren con fuerza «Clarín» y Zola, es que es una estafa espiritual el que ciertos clérigos utilicen la confesión con fines propios, fines políticos y también a veces fines más o menos lujuriosos. La Iglesia tiene su jerarquía, pero lo que vale para subir no es el mérito espiritual, sino las dotes políticas para imponerse y administrar. Lo que llena la vida de los «santos varones», son la ambición, la envidia, las murmuraciones, las intrigas... Entre ellos, nunca es cuestión de fervor religioso. Lo que expresa Clarín es el vacío de una institución histórica y lo refleja en toda la ciudad de Vetusta. La educación que se recibe en el seminario no ayuda a fortalecer la fe sino, por lo contrario, la desvía, tuerce la conciencia. Don Fermín vino a ser, sin fe auténtica, bueno sobre todo para la defensa de la institución, no del alma de ésta. Las celebraciones religiosas no son religiosas sino que tienen un fin social y pagano. Esa Iglesia totalmente fuera de espiritualidad no puede suscitar sentimientos verdaderamente religiosos. Los espectáculos que dan lugar a las solemnes ceremonias de culto están centradas en las pasiones, ruindades y mezquindades que se congregan en el templo. Durante la Misa del gallo, durante las ceremonias de la Cuaresma, durante la procesión del Viernes Santo, los jóvenes, carlistas y liberales, se entregaban a ideas pecaminosas facilitadas por el contacto de los cuerpos. Nadie se daba cuenta de esto a excepción de el buen don Pompeyo, el único ateo de Vetusta, lo cual es algo sarcástico. En tales condiciones el público católico de Vetusta es un desierto para la oratoria verdaderamente sagrada, para la poesía religiosa del obispo. El magistral dada sermones elaborados a duras penas y carentes de la parte mística de la religión. Lo que denuncia Alas en esas descripciones de las prácticas religiosas de los vetustenses es la falta total, no sólo de sentimiento religioso, sino también de conciencia Conflicto entre el poder de la iglesia y el secular moral, ya que todo se ha vuelto profano. La serpiente de la lujuria se ha introducido en el templo del Señor, de la misma manera que el vacío espiritual de la Iglesia ha invadido toda la ciudad. Los vetustenses, aunque se dicen católicos, viven como perfectos ateos. Esta posición fuertemente crítica Clarín la mantiene durante toda su vida. Lo que Clarín expresa con la acritud del tono, los sarcasmos, las comparaciones, los adjetivos despreciativos, los comentarios fuertes indican que el autor de La Regenta no se siente desligado de una realidad que le amarga y le indigna... y tal vez que le duele. El narrador nos muestra claramente lo que censura, no nos dice directamente lo que hubiera de ser la verdadera religión. Alas tiene tal sentido de lo real y tal sentido de lo humano, que no se puede pensar ni un momento que hubiera elegido a un personaje como portavoz de su propio sentir y de sus propias ideas. Sin embargo, su concepción, o por lo menos algunas de sus ideas religiosas, se encuentran diluidas en la conciencia de ciertos personajes y particularmente en la protagonista, Ana, pues es a través de ella que refleja su visión del mundo y la sociedad. Es indudable que la posición de Ana frente a la religión de los vetustenses coincide con la que expresa el narrador por cuenta propia. Cuando medita cerca de la fuente de Mari-Pepa y se rememora la conversación que acaba de mantener con el Magistral, descubre que la religión verdadera es muy otra cosa que la rutinaria, que la virtud es «el equilibrio estable del alma», que muchas cosas, las artes, la contemplación de la naturaleza, etc., pueden «elevar el alma» . Pero es de notar que, en este caso, Ana da valor de autenticidad a las palabras, hábiles para entusiasmar a un alma pura, pero no del todo sinceras, del Magistral. Ahora bien, el afán de Ana por encontrar la verdadera religión y su rechazo de la conformista observancia de reglas y dogmas exteriores se parecen mucho a la búsqueda de «Clarín». Lo que dice Alas en sus artículos, lo encontramos aquí envuelto en el calor de un sentir, que bien puede ser el del autor atribuido a su personaje. Cuando Ana, en su doloroso camino espiritual, después de sus extravíos místicos, después de sus caídas, llega a «dudar de la Iglesia, de muchos dogmas» , cuando «dudas tremendas» asaltan su espíritu pero sin borrar la aspiración a un absoluto divino, se aproxima a la autenticidad religiosa del autor. Ana, antes de conquistar la verdadera religión, que, para ella, es la religiosa aceptación del dolor , es también víctima de los nervios, de la imaginación, del temperamento. Pues esta es la religión de «Clarín» desde 1878. Es muy posible, casi cierto, que «Clarín» vive de nuevo a través de su personaje algo de su propia «experiencia» mística ya superada. Es decir que se habla sobre los extravíos de Ana, porque para el autor son verdaderamente extravíos. En 1878 piensa, como Balmes, que no hay que fiar demasiado de los poetas, pues ellos comparan la espiritualidad de su alma con la de la Virgen, lo que es visto como llamas ateo a algún religioso. El análisis de los impulsos místicos de Ana, además de revelar un agudo sentido de lo humano, es muy significativo del falso romanticismo que es para él la religión de la imaginación, y la religión del sentimiento. Pero lo más grave es que la
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