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Orientación Universidad
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Cuentos por telefono, Apuntes de Literatura

Asignatura: Literatura Infantil, Profesor: Fernando Gomez, Carrera: Educación Infantil, Universidad: USAL

Tipo: Apuntes

2015/2016

Subido el 06/01/2016

cristicristicri
cristicristicri 🇪🇸

3.6

(8)

2 documentos

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¡Descarga Cuentos por telefono y más Apuntes en PDF de Literatura solo en Docsity! CUENTOS POR TELÉFONO - GIANNI RODARI d deso 1 ÍNDICE CUENTOS POR TELÉFONO - GIANNI RODARI 2 ÍNDICE CUENTOS POR TELÉFONO - GIANNI RODARI Juan el distraído - Mamá, voy a dar un paseo. - Bueno, Juan, pero ve con cuidado cuando cruces la calle. - Está bien, mamá. Adiós mamá. - Eres tan distraído... - Sí, mamá. Adiós, mamá. Juanito se marcha muy contento y durante el primer tramo de calle pone mucha atención. De vez en cuando se para y se toca. - ¿Estoy entero? Sí - y se ríe solo. Está tan contento de su propia atención, que se pone a brincar como un pajarito, pero luego se queda mirando encantado los escaparates, los coches y las nubes, y , lógicamente, comienzan los infortunios. Un señor le regaña amablemente : - ¡Pero qué despistado eres! ¿Lo ves? Ya has perdido una mano. - ¡ Anda, es cierto! ¡Pero que distraído soy! Se pone a buscarse la mano, pero en cambio se encuentra un bote vacío y piensa : "¿Estará vacío de verdad? Veamos. ¿Y que había dentro antes de que estuviese vacío? No habrá estado vacío siempre, desde el primer día..." Juan se olvida de buscar su mano y luego se olvida también del bote, porque ha visto un perro cojo, y he aquí al intentar alcanzar al perro cojo antes de que doble la esquina, va y pierde un brazo entero. Pero ni siquiera se da cuenta de ello y sigue corriendo. Una buena mujer lo llama: - ¡Juan, Juan!, ¡tu brazo! Pero ¡quiá!, ni la oye. - ¡Qué le vamos a hacer! - suspira la buena mujer -. Se lo llevaré a su mamá. Y se dirige hacia la casa de la mamá de Juan. - Señora, aquí le traigo el brazo de su hijito. - ¡Oh, que distraído es! Ya no sé qué hacer ni qué decirle. - Ya se sabe, todos los niños son iguales. Al cabo de un rato llega otra buena mujer. - Señora, me he encontrado un pie. ¿No será acaso de su hijo Juan? - Sí, es el suyo, lo reconozco por el agujero del zapato. ¡Oh que hijo tan distraído tengo! Ya no sé qué hacer ni qué decirle. - Ya se sabe, todos los niños son iguales. Al cabo de otro rato llega una viejecita, luego el mozo del panadero, luego un tranviario, e incluso una maestra retirada, y todos traen algún pedacito de Juan: una pierna, una oreja, la nariz. - ¿Es posible que haya un muchacho mas distraído que el mío? - Ah, señora, todos los niños son iguales. Finalmente llega Juan, brincando sobre una pierna, ya sin orejas ni brazos, pero alegre como siempre, alegre como un pajarito, y su mamá menea la cabeza, se lo coloca todo en su sitio y le da un beso. - ¿Me falta algo, mamá? ¿He estado atento, mamá? - Sí, Juan, has estado muy atento. 5 ÍNDICE CUENTOS POR TELÉFONO - GIANNI RODARI El edificio que había que romper Hace tiempo, la gente de Busto Arsizio estaba preocupada porque los niños lo rompían todo. No hablamos de las suelas de los zapatos, de los pantalones y de las carteras escolares, no: rompían los cristales jugando a pelota, rompían los platos en la mesa y los vasos en el bar, y si no rompían las paredes era únicamente porque no disponían de martillos. Los padres ya no sabían qué hacer ni qué decirles, y se dirigieron al alcalde. – ¿Les ponemos una multa? – propuso el alcalde. – Muchas gracias – exclamaron los padres -, pero así, los que tendríamos que pagar los platos rotos seríamos nosotros. Afortunadamente, por aquellas partes hay muchos peritos. De cada tres personas una es perito, y todos peritan muy bien. Pero el mejor de todos era el perito Cangrejón, un anciano que tenía muchos nietos y por lo tanto tenía una gran experiencia en estos asuntos. Tomó lápiz y papel e hizo el cálculo de los daños que los niños de Busto Arsizio habían causado rompiendo tantas y tan bonitas cosas. El resultado fue espantoso: milenta tamanta catorce y treinta y tres. – Con la mitad de esta cantidad – demostró el perito Cangrejón – podemos construir un edificio y obligarles a los niños a que lo hagan pedazos; si no se curan con este sistema, no se curarán nunca. La propuesta fue aceptada y el edificio fue construido en un cuatro y cuatro ocho y dos diez. Tenía siete pisos de altura y noventa y nueve habitaciones; cada habitación estaba llena de muebles y cada mueble atiborrado de objetos y adornos, eso sin contar los espejos y los grifos. El día de la inauguración se le entregó un martillo a cada niño y, a una señal del alcalde, fueron abiertas las puertas del edificio que había que romper. Lástima que la televisión no llegara a tiempo para retransmitir el espectáculo. Los que lo vieron con sus ojos y lo oyeron con sus oídos aseguran que parecía – Dios nos libre – el inicio de la tercera guerra mundial. Los niños iban de habitación en habitación como el ejército de Atila y destrozaban a martillazos todo lo que encontraban a su paso. Los golpes se oían en toda Lombardía y en media Suiza. Niños tan altos como la cola de un gato se habían agarrado a armarios tan grandes como guardacostas y los demolieron escrupulosamente hasta que sólo quedó un montoncito de virutas. Los bebés de los parvularios, tan lindos y graciosos con sus delantalitos rosa y celeste, pisoteaban diligentemente los juegos de café reduciéndolos a un finísimo polvo, con el que se empolvaban la nariz. Al final del primer día no quedó ni un vaso entero. Al final del segundo día escaseaban las sillas. El tercer día los niños se dedicaron a las paredes, empezando por el último piso; pero cuando llegaron al cuarto, agotados y cubiertos de polvo como los soldados de Napoleón en el desierto, se fueron con la música a otra parte, regresando a casa tambaleantes, y se acostaron sin cenar. Se habían ya desahogado por completo y no encontraban ya ningún placer en romper nada; de repente, se habían vuelto tan delicados y ligeros como las mariposas, y aunque hubiesen jugado al fútbol en un campo de vasos de cristal no hubiesen roto ni uno solo. 6 ÍNDICE CUENTOS POR TELÉFONO - GIANNI RODARI El perito Cangrejón hizo más cálculos y demostró que la ciudad de Busto Arsizio se había ahorrado dos remillones y siete centímetros. El Ayuntamiento dejó libertad a sus ciudadanos para que hiciesen lo que quisieran con lo que todavía quedaba en pie del edificio. Y entonces pudo verse cómo ciertos señores con carteras de cuero y con gafas de lentes bifocales – magistrados, notarios, consejeros delegados – se armaban de un martillo y corrían a demoler una pared o una escalera, golpeando tan entusiasmados que a cada golpe se sentían rejuvenecer. – Esto es mejor que discutir con mi esposa – decían alegremente -, es mejor que romper los ceniceros o el mejor juego de vajilla, regalo de tía Mirina… Y venga martillazos. En señal de gratitud, la ciudad de Busto Arsizio le impuso una medalla con un agujero de plata al perito Cangrejón. 7 ÍNDICE CUENTOS POR TELÉFONO - GIANNI RODARI El país con el “des” delante Juanito Pierdedía era un gran viajero. Viaja que te viaja, llegó al país con el “des” delante. - ¿Pero que clase de país es éste? -preguntó a un ciudadano que tomaba el fresco bajo un árbol. El ciudadano, por toda respuesta, sacó del bolsillo una navaja y se la enseñó bien abierta sobre la palma de la mano. - ¿Ve esto? - Es una navaja. - Se equivoca. Esto es una “desnavaja”, es decir, una navaja con el”des” delante. Sirve para hacer crecer los lápices cuando están desgastados, y es muy útil en los colegios. - Magnífico -dijo Juanito-. ¿Qué más? - Luego tenemos el “desperchero”. - Querrá decir el perchero. - De poco sirve un perchero si no se tiene un abrigo que colgarle. Con nuestro “desperchero” todo es distinto. No es necesario colgarle nada, ya está todo colgado. Si tiene necesidad de un abrigo, va allí y lo descuelga. El que necesita una chaqueta no tiene por qué ir a comprarla: va al desperchero y la descuelga. Hay el desperchero de verano y el de invierno, el de hombre y el de mujer. Así nos ahorramos mucho dinero. - Una auténtica maravilla. ¿Qué más? - Luego tenemos la máquina “desfotográfica”, que en lugar de hacer fotografías, hace caricaturas, y así nos reímos. Luego tenemos el “descañón”. - ¡Brrrrr, qué miedo! - ¡Qué va! El “descañón” es lo contrario al cañón, y sirve para deshacer la guerra. - ¿Y cómo funciona? - Es sencillísimo; puede manejarlo incluso un niño. Si hay guerra, tocamos la destrompeta, disparamos el descañón y la guerra queda deshecha rápidamente. - Qué maravilla el país con el “des” delante. 10 ÍNDICE CUENTOS POR TELÉFONO - GIANNI RODARI El camino de chocolate Una vez,tres hermanitos de Barletta se encontraron, yendo por el campo, con un camino muy liso y de color marrón. - ¿Qué será?—dijo el primero. - Madera no es— dijo el segundo. - Ni carbón—dijo el tercero Con el fin de saberlo,los tres se arrodillaron y dieron una chupadita. Era chocolate, era un camino de chocolate. Empezaron a comer un pedacito y luego otro; llegó la noche y los tres hermanitos todavía permanecían allí comiéndose el camino de chocolate hasta que no quedó siquiera un pedacito. Ya no quedaba ni chocolate ni camino - ¿Dónde estamos?—preguntó el primero. - No estamos en Bari—dijo el segundo. - Ni en Mofetta—añadió el tercero. No sabían que hacer. Por fortuna apareció por el lugar un campesino montado en un carrito. - Yo os llevaré a casa—dijo el campesino. Y los llevó hasta Barletta, hasta la puerta de su casa. Al descender del carro advirtieron que éste era de bizcocho. Y entonces, sin esperar a que se lo dijeran, empezaron a comérselo y no dejaron ni las ruedas ni los barrotes. En Barletta nunca había habido tres hermanitos con tanta suerte... y quién sabe cuándo los volverá a haber. 11 ÍNDICE CUENTOS POR TELÉFONO - GIANNI RODARI Los hombres de mantequilla Juanito Pierdedía, gran viajero y famoso explorador, llegó una vez al país de los hombres de mantequilla. Si les daba el sol se derretían, por lo que tenían que estar siempre a la sombra, y vivían en una ciudad en la que en lugar de casas había frigoríficos. Juanito se paseaba por las calles y los veía asomados a las ventanillas de sus frigoríficos, con una bolsa de hielo en la cabeza. En el portillo de cada frigorífico había un teléfono para hablar con el inquilino. - Oiga. - Diga. - ¿Con quién hablo? - Soy el rey de los hombres de mantequilla. Todos de nata de primera calidad. Leche de vaca suiza. ¿Se ha fijado bien en mi frigorífico? - ¡Caramba, es de oro macizo! ¿Pero no sale nunca de ahí? - En invierno, cuando hace bastante frío, y en un automóvil de hielo. - ¿Y si por casualidad sale el sol de improvisto mientras Vuestra Majestad está paseando? - No puede hacerlo, no está permitido. Lo haría encarcelar por mis soldados. - ¡Buf!- dijo Juanito. Y se fue a otro país. 12 ÍNDICE CUENTOS POR TELÉFONO - GIANNI RODARI -¡Señor! ¡Señor! -¿Qué queréis? -¿Por qué no nos enseña cómo se hace para estar así en el aire? Pero el señor refunfuñaba y proseguía su lectura. Al atardecer, con un ligero si1bido, la sombrilla se fue volando, el desconcertante individuo aterrizó en la calle cerca de su motocicleta, se subió a ella y se marchó. ¿Quién sería aquel tipo y dónde compraría aquella sombrilla? 15 ÍNDICE CUENTOS POR TELÉFONO - GIANNI RODARI Historia del reino de Comilonia En el lejano y antiguo país de Comilonia, al este del ducado de Bebebién, reinó en primer lugar Comilón el Digeridor, así llamado porque después de haberse comido los fideos roía también el plato y lo digería como si tal cosa. Le sucedió en el trono Comilón II, llamado Tres Cucharas, porque comía el caldo del potaje utilizando a la vez tres cucharas de plata: dos las sostenía él con sus manos y la tercera se la aguantaba la Reina, y pobre de ella si no estaba llena. Después de él, en este orden, subieron al trono de Comilonia, que estaba colocado en el extremo de una mesa servida noche y día: Comilón III, llamado Entremeses; Comilón IV, llamado Chuleta a la Parmesana; Comilón V, el Famélico; Comilón VI, el Desgarrapavos; Comilón VII, llamado ¿Queda Más Todavía?, que devoró incluso su corona, a pesar de que era de hierro; Comilón VIII, llamado Corteza de Queso, que no encontró ya nada que comer en la mesa y se tragó el mantel; Comilón IX, llamado Quijada de Acero, que se comió el trono con todos los cojines; Así terminó la dinastía 16 ÍNDICE CUENTOS POR TELÉFONO - GIANNI RODARI Vamos a inventar los números - ¿Por qué no inventamos los números? - Bueno, empiezo yo. Casi uno, casi dos, casi tres, casi cuatro, casi cinco, casi seis. - Es demasiado poco. Escucha estos: un remillón de billonazos, un ochete de milenios, un maravillar y un maramillón. - Yo entonces me inventaré una tabla. tres por uno, concierto gatuno, tres por dos, peras con arroz tres por tres, salta al revés tres por cuatro, vamos al teatro tres por cinco, pega un brinco tres por seis, no me toquéis tres por siete, quiero un juguete tres por ocho, nata con bizcocho tres por nueve, hoy no llueve tres por diez, lávate los pies. - ¿Cuánto vale este pastel? - Dos tirones de orejas. - ¿Cuánto hay de aquí a Milán? - Mil kilómetros nuevos, un kilómetro usado y siete bombones. - ¿Cuánto pesa una lágrima? - Depende: la lágrima de un niño caprichoso pesa menos que el viento, y la de un niño hambriento pesa más que toda la tierra. - ¿Cuánto mide este cuento? - Demasiado. - Entonces inventémonos rápidamente otros números para terminar. Los digo yo, a la manera de Modena: unchi, doschi, treschi, cuara cuatrischi, mi mirinchi, uno son dos. Yo entonces voy a decirlos a la manera de Roma: unci, dusci, trisci, cuale cualinci, mele melinci, rife rafe y diez. 17 ÍNDICE CUENTOS POR TELÉFONO - GIANNI RODARI El ratón que comía gatos Un viejo ratón de bibliotecas fue a visitar a sus primos, que vivían en un solar y sabía muy poco del mundo. - Vosotros sabéis poco del mundo - les decía a sus tímidos parientes -, y probablemente ni siquiera sabéis leer. - ¡Oh, cuántas cosas sabes!- suspiraban aquéllos. - Por ejemplo, ¿os habéis comido alguna vez un gato? - ¡Oh, cuántas cosas sabes! Aquí son los gatos los que se comen a los ratones. - Porque sois unos ignorantes. Yo he comido más de uno y os aseguro que no dijeron ni siquiera “¡Ay!” - ¿Y a qué sabían? - A papel y a tinta en mi opinión. Pero eso no es nada. ¿Os habéis comido alguna vez un perro? - ¡Por favor! - Yo me comí uno ayer precisamente. Un perro lobo. Tenía unos colmillos… Pues bien, se dejó comer muy quietecito y ni siquiera dijo “¡Ay!” - ¿Y a qué sabía? - A papel, a papel. Y un rinoceronte, ¿os lo habéis comido alguna vez? - ¡Oh, cuántas cosas sabes! Pero nosotros ni siquiera hemos visto nunca un rinoceronte. ¿Se parece al queso parmesano, o al gorgonzola? - Se parece a un rinoceronte, naturalmente. Y ¿habéis comido un elefante, un fraile, una princesa, un árbol de Navidad? En aquel momento el gato, que había estado escuchando detrás de un baúl, saltó afuera con un maullido amenazador. Era un gato de verdad, de carne y hueso, con bigotes y garras. Los ratoncitos corrieron a refugiarse, excepto el ratón de biblioteca, que, sorprendentemente, se quedó inmóvil sobre sus patas como una estatuilla. El gato lo garró y empezó a jugar con él. - ¿No serás tú quizás el ratón que se come a los gatos? - Sí, Excelencia… Entiéndalo usted… Al estar siempre en una biblioteca… - Entiendo, entiendo. Te los comes en figura, impresos en los libros. - Algunas veces, pero sólo por razón de estudio. - Claro. También a mí me gusta la literatura. Pero ¿no te parece que deberías haber estudiado también un poquito de la realidad? Habrías aprendido que no todos los gatos están hechos de papel, y que no todos los rinocerontes se dejan roer por los ratones. Afortunadamente para el pobre misionero, el gato tuvo un momento de distracción porque había visto pasar una araña por el suelo. El ratón de biblioteca regresó en dos saltos con sus libros, y el gato se tuvo que conformar con comerse la araña. 20 ÍNDICE CUENTOS POR TELÉFONO - GIANNI RODARI El semáforo azul Una vez, el semáforo que hay en la plaza del Duomo de Milán hizo una rareza. De improviso, todas sus luces se tiñeron de azul y la gente no sabía a qué atenerse. -¿Cruzamos o no cruzamos? ¿Estamos o no estamos? Por todos sus ojos, en todas direcciones, el semáforo propagaba la insólita señal azul, de un azul tan azul comono no lo había estado nunca el cielo de Milán. Mientras esperaban a ver qué pasaba, los automovilistas gritaban y tocaban el claxon, los motociclistas hacían rugir el tubo de escape y los peatones más gordos gritaban: -¡Usted no sabe quién soy yo! Los ingeniosos decían irónicamente: - El verde se lo habrá comido el alcalde para hacerse una casita en el campo. - El encarnado lo han utilizado para teñir a los peces de los jardines. - ¿Sabéis que hacen con el amarillo? Lo añaden al aceite de oliva. Finalmente llegó un guardia y se situó en medio del cruce para dirigir el tráfico. Otro guardia buscó la cajita de los mandos para reparar la avería, y quitó la corriente. El semáforo azul, antes de apagarse, tuvo tiempo de pensar: “¡Pobrecitos! Les había dado la señal de “vía libre” para el cielo. Si me hubiesen entendido, ahora todos sabrían volar. Pero quizá les ha faltado valor”. 21 ÍNDICE CUENTOS POR TELÉFONO - GIANNI RODARI La palabra “llorar” Esta historia todavía no ha sucedido, pero seguramente sucederá mañana. Dice así. Mañana, una buena anciana maestra condujo a sus discípulos, en fila de dos, a visitar el museo del Tiempo Que Fue, donde se hallan recogidas las cosas de antes que ya no sirven, como la corona del rey, la cola del traje de la reina, el tranvía de Monza, etc. En una pequeña vitrina, un poco polvorienta, había la palabra “Llorar”. Los alumnos de Mañana leyeron el cartelito, pero no lo entendieron. - Señora, ¿qué significa? - ¿Es una joya antigua? - ¿Pertenecía quizás a los etruscos? La maestra les explicó que antiguamente aquella palabra era muy empleada, y hacía daño. Les mostró un frasquito en el que guardaban unas lágrimas: quién sabe, quizás las derramó un esclavo al ser golpeado por su amo, quizás un niño que no tenía hogar. - Parece agua -dijo uno de los discípulos. - Pero picaba y quemaba -dijo la maestra. - ¿La hacían hervir acaso antes de utilizarla? En realidad, los colegiales no lo entendían, es más, ya empezaban a aburrirse. Entonces la buena maestra les acompañó a visitar otras secciones del Museo donde había cosas más fáciles de entender, como: las rejas de una prisión, un perro guardián, el tranvía de Monza, etc, cosas todas ellas que ya no existían en el feliz país de Mañana. 22 ÍNDICE CUENTOS POR TELÉFONO - GIANNI RODARI El autobús número 75 Una mañana, el autobús número 75, que va desde Monteverde Vecchio hasta Piazza Fiume, en lugar de pasar por el Trastevere pasó por el Gianicolo, giró por Vía Aurelia Antica y unos minutos después corría por entre los prados de las afueras de Roma, como una liebre en vacaciones. A aquella hora, los viajeros eran casi todos empleados de oficina y leían el periódico, incluso los que no lo habían comprado, porque lo leían a espaldas de su vecino. Un señor, al volver la página, levantó la vista un momento, miró a la calle y se puso a gritar: - Cobrador, pero ¿qué pasa? ¡Traición, traición! Los otros viajeros también alzaron la vista del periódico y las protestas se convirtieron en un ruidoso coro: - ¡Por aquí se va a Civitavechia! - ¿Pero qué hace el conductor? - Ha enloquecido, ¡atadlo! - ¡Vaya un servicio público! - Son las nueve menos diez y a las nueve en punto tengo que estar en el Palacio de Justicia -gritó un abogado-. Si pierdo el proceso, demando a la compañía. El cobrador y el chófer intentaban calmar a los pasajeros diciendo que ellos no sabían nada, que el autobús no obedecía a los mandos y hacía lo que le parecía. En aquel momento el autobús salió del camino y fue a detenerse a la entrada de un bosquecillo fresco y perfumado. - ¡Oh, pamporcinos! -exclamó alegremente una señora. - Ahora no es el momento de pensar en pamporcinos -protestó el abogado. - No importa -declaró la señora-, llegaré tarde al ministerio y me echarán una bronca, pero me da igual, y ya que estoy aquí quiero disfrutar cogiendo pamporcinos. Por lo menos hará diez años que no lo hacía. Bajó del autobús, aspirando con la boca abierta el aire de aquella extraña mañana, y se puso a coger un ramito de pamporcinos. En vista de que el autobús no quería saber nada del regreso, los viajeros fueron bajando uno tras otro para estirar las piernas o para fumarse un cigarrillo, y mientras, su malhumor desaparecía como la niebla al sol. Uno cogía una margarita y se la ponía en el ojal, otro descubría una fresa todavía sin madurar y gritaba. - La he encontrado yo. Voy a dejar aquí mi tarjeta, y cuando la fresa esté madura vendré a recogerla, y será mejor que la encuentre. En efecto, sacó una tarjeta de la cartera, la atravesó con un palillo y clavó el palillo junto a la fresa. La tarjeta decía: “Doctor Julio Granitos”. Dos empleados del Ministerio de Instrucción hicieron una pelota con sus periódicos, y empezaron a jugar un partido de fútbol. Y cada vez que le daban una patada a la pelota gritaban: 25 ÍNDICE CUENTOS POR TELÉFONO - GIANNI RODARI - ¡Al diablo! En suma, no parecían los mismos oficinistas que un momento antes querían linchar a los empleados de la compañía de autobuses. Estos, por su parte, se habían repartido una tortilla y hacían un picnic en el prado. - ¡Atención! -gritó luego de improviso el abogado. El autobús, dando una sacudida se estaba marchando solito, a poca velociedad. Apenas tuvieron el tiempo justo para subirse, siendo la última la señora de los pamporcinos, que protestaba: - ¡Eh, eso no vale! Apenas había empezado a divertirme. - ¿Qué hora es? -preguntó alguien. - ¡Huf, qué tarde debe ser! Y todos se miraron la muñeca. Sorpresa: los relojes señalaban todavía las nueve menos diez. Al parecer, durante el rato que duró la excursión, las manecillas no habían corrido. Había sido un tiempo de propina, un pequeño extra, como cuando se compra un paquete de jabón en polvo y dentro hay un juguete. - ¡Pero esto no puede ser! -decía asombrada la señora de los pamporcinos, mientras el autobús marchaba ya por su ruta habitual y corría por la calle Dandolo. Todos quedaron asombrados. Pero en la parte superior del periódico, que de nuevo tenían ante sus ojos, estaba escrita con toda claridad la fecha de aquel día: 21 de marzo. Y todo es posible en el primer día de primavera. 26 ÍNDICE CUENTOS POR TELÉFONO - GIANNI RODARI El caramelo instructivo En el planeta Bih no hay libros. La ciencia se vende y se consume en botellas. La historia es un líquido colorado como una granada; la geografía, un líquido color verde menta; la gramática es incolora y sabe a agua mineral. No hay escuelas; se estudia en casa. Los niños, según la edad, han de tomarse cada mañana un vaso de historia, algunas cucharadas de aritmética, etcétera. ¿Vais a creerlo? Son caprichosos igualmente. -Vamos, sé bueno -dice mamá-; no sabes lo rica que está la zoología. Es dulce, dulcísima. Pregúntaselo a Carolina -que es el robot electrónico de servicio. Carolina se ofrece generosamente para probar antes el contenido de la botella. Se echa un poquitín en el vaso, se lo toma y lo paladea: -¡Huy!, ya lo creo que está rica- Exclama. E inmediatamente comienza a recitar la lección de zoología: -”La vaca es un cuadrúpedo rumiante que se alimenta de hierba y nos proporciona el chocolate con leche”. -¿Has visto? – pregunta mamá, triunfante. El pequeño colegial se queja. Todavía sospecha que no se trate de zoología, sino de aceite de hígado de bacalao. Luego se resigna, cierra los ojos y engulle su lección de un solo trago. Aplausos. Naturalmente también hay, como es lógico, algunos colegiales diligentes y estudiosos: es más, golosos. Se levantan por la noche para tomarse a escondidas la historia-granada y se beben hasta la última gota del vaso. Se vuelven muy sabios. Para los niños de los parvularios hay caramelos instructivos: tienen sabor de fresa, de piña, de cereza, y contienen algunas poesías fáciles de recordar, los nombres de los días de la semana y la numeración hasta diez. Un amigo mío cosmonauta me ha traído uno de estos caramelos como recuerdo. Se lo he dado a mi pequeña e inmediatamente ha empezado a recitar una poesía cómica en el idioma del planeta Bih, que decía más o menos: anta anta pero pero penta pinta pim peró, y yo no me he enterado de nada. 27 ÍNDICE
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