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Orientación Universidad
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Declamaciones poéticas, Ejercicios de Artes escénicas

Declamación poética destinada a la asignatura de artes escénicas

Tipo: Ejercicios

2022/2023

Subido el 10/10/2023

carlos-ivars-ortega
carlos-ivars-ortega 🇪🇸

1 documento

Vista previa parcial del texto

¡Descarga Declamaciones poéticas y más Ejercicios en PDF de Artes escénicas solo en Docsity! EXTREMODURO – Los Sueños (La ley innata) No hay nada en el espejo Y persigo mis reflejos Igual que en los sueños De andar desorientado Voy cayendo en picado Es igual que un mal sueño La vida es roja si te vas Y me derrota igual que en los sueños Y olvido y ya no sé qué hacer No dejo de correr como en sueños Te estaba dando un beso Y mis labios no eran esos Igual que un mal sueño La gente está que trina Y la letra se me olvida Es igual que en mi sueño La vida es roja si te vas Y me derrota igual que en los sueños Y olvido y ya no sé qué hacer No dejo de correr como en sueños Si no te vuelvo a ver No quiero despertar La realidad no me abandona Busco un mundo mejor Y escarbo en un cajón Por si aparece entre mis cosas Buscando mi destino Viviendo en diferido Sin ser Ni oír Ni dar Y a cobro revertido Quisiera hablar contigo y así Sinto-nizar No hay día que me levante Y no haya muertos delante Es peor que un mal sueño Hoy han dicho en la tele Que han muerto tres mujeres Y que han sido ellos Que un hombre-bomba entró en un bar Dispuesto a dialogar Con sus muertos Que bombardean una ciudad Y algo ha salido mal Por supuesto Una bomba inteligente Ha matado al presidente Pensó que era bueno Y dicen por la tele Que han muerto más mujeres Y que han sido ellos La vida es roja si te vas Y me derrota igual Que en los sueños Y olvido y ya no sé qué hacer No dejo de correr Como en sueños Si no te vuelvo a ver No quiero despertar La realidad no me abandona Busco un mundo mejor Y escarbo en un cajón Por si aparece entre mis cosas Buscando mi destino Viviendo en diferido Sin ser Ni oír Ni dar Y a cobro revertido Quisiera hablar contigo y así Sintonizar KASE O (Violadores del verso) – Triste Me tuerzo, me inclino, me caigo, me hundo. Se derrumba mi mundo sin rumbo. No es fijo ese dónde al que me dirijo Y a cada segundo confundo. Llegan lágrimas aquí de lo profundo Tengo dudas que duelen si pregunto Tengo miedos que atormentan lentamente A los sueños de mi corazón vagabundo De lo que no se llevó el viento; De lo que quedó tras el tiempo. Me quedo con el aroma de las rosas Porque hay cosas de las que me arrepiento Tengo que volver a aprender a pensar, Tengo que volver a aprender a olvidar, Tengo que volver a aprender a vivir, Tengo que vivir y volver a aprender a amar. A mi marcha. Animar al Ibarra. Limpiarle la cara de escarcha. Descorchar. Soportar la avalancha. Borrar todo rastro de mancha. No hay orden. No por aquí cerca. Conozco el percal: la vida terca y perra Guerra mental. ¡Des-piér-ta-te ya! Vivo sin vivir en mí. Sigo sin poder sentir. No sé lo que tengo que hacer, Daría lo mismo si volviera a nacer. No sé. Quizás quisiera no ser. Lo que querría es dejar de toser. Más que existir, subsisto Más que embestir, resisto. ¡Joder! No amo, ni siento, ni padezco. No veo que crezca. Creo que envejezco. Lento de reflejos. Lejos del mejor beso que probé estoy. Tengo mi alma en la sombra esperando una luz. Quiero bajar de la cruz. Siento que pierdo la juventud. Rezo en la noche por mi salud. Triste: solo tengo ojos para mí Triste: solo tengo ojos para mí Triste: solo tengo ojos para mí Triste: solo tengo ojos para mí Jaime Gil de Biedma “Contra Jaime Gil de Biedma” De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso, dejar atrás un sótano más negro que mi reputación -y ya es decir-, poner visillos blancos y tomar criada, renunciar a la vida de bohemio, si vienes luego tú, pelmazo, embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes, zángano de colmena, inútil, cacaseno, con tus manos lavadas, a comer en mi plato y a ensuciar la casa? Te acompañan las barras de los bares últimos de la noche, los chulos, las floristas, las calles muertas de la madrugada y los ascensores de luz amarilla cuando llegas, borracho, y te paras a verte en el espejo la cara destruida, con ojos todavía violentos que no quieres cerrar. Y si te increpo, te ríes, me recuerdas el pasado y dices que envejezco. Podría recordarte que ya no tienes gracia. Que tu estilo casual y que tu desenfado resultan truculentos cuando se tienen más de treinta años, y que tu encantadora sonrisa de muchacho soñoliento -seguro de gustar- es un resto penoso, un intento patético. Mientras que tú me miras con tus ojos de verdadero huérfano, y me lloras y me prometes ya no hacerlo. Si no fueses tan puta! Y si yo no supiese, hace ya tiempo, que tú eres fuerte cuando yo soy débil y que eres débil cuando me enfurezco… De tus regresos guardo una impresión confusa de pánico, de pena y descontento, y la desesperanza y la impaciencia y el resentimiento de volver a sufrir, otra vez más, la humillación imperdonable de la excesiva intimidad. A duras penas te llevaré a la cama, como quien va al infierno para dormir contigo. Muriendo a cada paso de impotencia, tropezando con muebles a tientas, cruzaremos el piso torpemente abrazados, vacilando de alcohol y de sollozos reprimidos. ¡Oh innoble servidumbre de amar seres humanos, y la más innoble que es amarse a sí mismo! Miguel Hernández “Elegía a Ramón Sijé” Yo quiero ser llorando el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas, compañero del alma, tan temprano. Alimentando lluvias, caracolas y órganos mi dolor sin instrumento, a las desalentadas amapolas daré tu corazón por alimento. Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento. Un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado. No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida. Ando sobre rastrojos de difuntos, y sin calor de nadie y sin consuelo voy de mi corazón a mis asuntos. Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la madrugada, temprano estás rodando por el suelo. No perdono a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta, no perdono a la tierra ni a la nada. En mis manos levanto una tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes sedienta de catástrofes y hambrienta. Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes. Quiero minar la tierra hasta encontrarte y besarte la noble calavera y desamordazarte y regresarte. Volverás a mi huerto y a mi higuera: por los altos andamios de las flores pajareará tu alma colmenera de angelicales ceras y labores. Volverás al arrullo de las rejas de los enamorados labradores. Alegrarás la sombra de mis cejas, y tu sangre se irán a cada lado disputando tu novia y las abejas. Tu corazón, ya terciopelo ajado, llama a un campo de almendras espumosas mi avariciosa voz de enamorado. A las aladas almas de las rosas del almendro de nata te requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero. Ángel González “Me basta así” Si yo fuese Dios y tuviese el secreto, haría un ser exacto a ti; lo probaría (a la manera de los panaderos cuando prueban el pan, es decir: con la boca), y si ese sabor fuese igual al tuyo, o sea tu mismo olor, y tu manera de sonreír, y de guardar silencio, y de estrechar mi mano estrictamente, y de besarnos sin hacernos daño —de esto sí estoy seguro: pongo tanta atención cuando te beso—;                                 entonces, si yo fuese Dios, podría repetirte y repetirte, siempre la misma y siempre diferente, sin cansarme jamás del juego idéntico, sin desdeñar tampoco la que fuiste por la que ibas a ser dentro de nada; ya no sé si me explico, pero quiero aclarar que si yo fuese Dios, haría lo posible por ser Ángel González para quererte tal como te quiero, para aguardar con calma a que te crees tú misma cada día a que sorprendas todas las mañanas la luz recién nacida con tu propia luz, y corras la cortina impalpable que separa el sueño de la vida, resucitándome con tu palabra, Lázaro alegre, yo, mojado todavía de sombras y pereza, sorprendido y absorto en la contemplación de todo aquello que, en unión de mí mismo, recuperas y salvas, mueves, dejas abandonado cuando —luego— callas... (Escucho tu silencio.                     Oigo constelaciones: existes.                         Creo en ti.                                     Eres.                                           Me basta). Gata Cattana “Como aman los pobres” No aman de igual forma los ricos y los pobres. Los pobres aman con las manos. Los pobres aman en la carne y con gula, en las peores estampas, en condiciones famélicas y con todo en su contra. Los pobres aman sin bonitos decorados. Entienden de lunes y de tedios domingueros y de gastos imprevistos de facturas y de angustias que embisten mes a mes a quemarropa. El amor de los pobres no sale por la ventana aunque el dinero entre por la puerta, (que nunca entra), (aunque no haya ventanas). Los pobres han aprendido a amarse a oscuras por eso mismo han aprendido a amarse malalimentados, malvestidos, malqueridos, porque el hambre agudiza el ingenio y en sus jardines también crecen las flores (aunque no haya jardines). Los pobres han aprendido a aprovechar los vis a vis, entre jornada y jornada de trabajo, (aunque no haya trabajo) y saben darse placeres nunca tasados de valor incalculable y han aprendido a disfrutar las circunstancias y la sopa de sobre, el viejo colchón y la cuesta de enero. Y parece que su amor se yergue indestructible a pesar de, a pesar de las miles de plagas, de los sueños frustrados y fracasos andantes, de las crisis cíclicas y de hambrunas y de guerras, más valiente que Heracles, más Odiseo que Odiseo. Y parece que su amor se extiende y se multiplica al ritmo que se multiplican los pobres, al ritmo que se multiplican los infortunios y los desastres naturales que golpean siempre en las casas de los pobres. Y ese amor está a la altura de Urano, a la altura de Urano y de Gea juntos, y es la única arma que tienen los pobres para defenderse. Por eso han aprendido a cultivar flores y a cantar bien sus penas y han inventado las mejores obras y los mejores instrumentos. Por eso entienden de arte y saben encontrarlo donde lo haya, aunque no lo haya, (que siempre lo hay). Y han aprendido a aprovechar el carisma y la jerga, y a escribir poemas inmortales sobre amores complicados, y saben de cosquillas, y saben de boleros y saben de desnudos y de darlo todo, que no es más que lo puesto, las manos y la lengua la forma de otear al horizonte y los cánticos en contra del patrón. Yo siempre he amado de esta manera. Yo te amo como aman los pobres y me temo que durante mucho mucho tiempo esto seguirá siendo así. Sor Juana Inés de la Cruz “Hombres necios que acusáis” Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis: si con ansia sin igual solicitáis su desdén ¿por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal? Combatís su resistencia y luego, con gravedad, decís que fue liviandad lo que hizo la diligencia. Parecer quiere el denuedo de vuestro parecer loco al niño que pone el coco y luego le tiene miedo. Queréis, con presunción necia, hallar a la que buscáis, para pretendida, Thais, y en la posesión, Lucrecia. ¿Qué humor puede ser más raro que el que, falto de consejo, él mismo empaña el espejo y siente que no esté claro? Con el favor y el desdén tenéis condición igual, quejándoos, si os tratan mal, burlándoos, si os quieren bien. Opinión, ninguna gana; pues la que más se recata, si no os admite, es ingrata, y si os admite, es liviana. Siempre tan necios andáis que, con desigual nivel, a una culpáis por crüel y otra por fácil culpáis. ¿Pues cómo ha de estar templada la que vuestro amor pretende si la que es ingrata, ofende, y la que es fácil, enfada? Mas, entre el enfado y pena que vuestro gusto refiere, bien haya la que no os quiere y quejáos en hora buena. Dan vuestras amantes penas a sus libertades alas, y después de hacerlas malas las queréis hallar muy buenas. ¿Cuál mayor culpa ha tenido en una pasión errada: la que cae de rogada, o el que ruega de caído? ¿O cuál es más de culpar, aunque cualquiera mal haga: la que peca por la paga, o el que paga por pecar? Pues ¿para qué os espantáis de la culpa que tenéis? Queredlas cual las hacéis o hacedlas cual las buscáis. Dejad de solicitar, y después, con más razón, acusaréis la afición de la que os fuere a rogar. Bien con muchas armas fundo que lidia vuestra arrogancia, pues en promesa e instancia juntáis diablo, carne y mundo. Miguel de Medina “Las miserias de sus crímenes” Quisiera saber por qué estoy en esta cárcel metido, tratado como un bandido que no quiero ser ni soy. ¿Por qué me condena hoy la sociedad corrompida? Si delito ha cometido el que no gozó jamás, el que goza más y más  tendrá culpas más atroces, que son delitos los goces  mientras lloran los demás. Paso la noche y el día soñando siempre con verte. Y si aborrezco la vida, me causa pavor la muerte. Morir, ¿debería de morir? No, ¡jamás! Mas si no puedo vivir como viven los demás, aumentaré en uno más la lista de los que gimen. Y sepan los que me oprimen que sólo mi vida arrastro por escupirles en el rostro las miserias de sus crímenes. La Raíz – Entre poetas y presos Somos mil manos haciendo un túnel Desde las minas hasta las nubes Somos cizallas contra el candado Final de un cuento nunca acabado Somos la fuerza de la estampida Somos el mundo patas arriba Somos hijos de unos pocos Locos que dibujaron la salida Caballo en Troya y en sus castillos Cientos de gritos contra el pestillo Somos el preso libre entre rejas Pasamontañas, rompecabezas Somos el llanto y la carcajada Los empujones a la alambrada Somos los que fueron tanto siendo nada Y en ese pozo de ley y de orden De sucias sombras, de certidumbre Pasa que ustedes nos odian Pasa que ustedes nos odian porque Somos los hijos de los versos De los poetas y los presos La voz que grita entre los huesos De las cunetas para despertar Al universo Somos el odio contra el garrote La disidencia que sale a flote La noche al raso del fugitivo Somos el puño con el latido La primavera más valenciana Somos la escuela multiplicada Somos los que fueron tanto siendo nada Y en ese pozo de ley y de orden De sucias sombras, de certidumbre Pasa que ustedes nos odian Pasa que ustedes nos odian porque Somos los hijos de los versos De los poetas y los presos La voz que grita entre los huesos De las cunetas para despertar Al universo Él soñó siempre con verte Gloria a ti, a ti, mujer de preso Le causó pavor la muerte Gloria a ti, a ti, mujer de preso Él soñó siempre con verte Gloria a ti, a ti, mujer de preso Le causó pavor la muerte Gloria a ti
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