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Definicion de Niñez en Psicologia, Apuntes de Psicología

Psicológica definición de niñez texto

Tipo: Apuntes

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Subido el 25/10/2019

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¡Descarga Definicion de Niñez en Psicologia y más Apuntes en PDF de Psicología solo en Docsity! Definición de Niñez Se denomina niñez a la fase del desarrollo de la persona que se comprende entre el nacimiento de la misma, y la entrada en la pubertad o adolescencia. Entre el momento del nacimiento y aproximadamente hasta los 13 años, una persona se considera niño o niña. La niñez, también llamada infancia es la etapa donde el ser humano realiza el mayor porcentaje de crecimiento. A su vez, la niñez está subdividida en tres etapas: lactancia, primera infancia y segunda infancia. En la lactancia al individuo se lo denomina lactante (hasta los dos años aproximadamente), mientras que en la primera infancia (de los dos hasta los seis años) se lo denomina infante. En la segunda infancia (hasta la entrada en la pubertad) el concepto ahora sí es el de niño o niña. En la infancia se producen desarrollos significativos en el ser humano. En cuanto a lo físico se aumenta en promedio dos kilos cada año. A los diez años un niño pesa entre tres y cuatro veces más del peso que registró al nacer. Crece en estatura cada año entre siete y trece centímetros. En cuanto al cerebro, este alcanza el 80% de su tamaño, si se lo compara con el de un adulto. Por otra parte, en la motricidad o desarrollo motor, el niño logra de a poco la posición erecta de su cuerpo y caminar sin obstáculos, o superando a estos mismos. Logra controlar esfínteres, aunque pueden registrarse “escapes” de orina por ejemplo, aunque el niño tiene ya la capacidad de informar a sus padres que necesita ir al baño. Sentarse, tomar objetos, comenzar a realizar garabatos, lanzar objetos sin perder equilibrio, son algunas otras cosas que el niño desde su primera infancia logra realizar, y que con el paso del tiempo optimiza. La niñez en La Historia La niñez ha sido vista de diferentes formas a lo largo de la historia. Hubo una época en que se veía al niño como "adulto pequeño", es decir no se conocía la infancia. Entre los siglos XVI y XVII la diferencia entre el niño y el adulto radicaba en el tamaño físico y en la experiencia. No se alejaban de su casa para ir a la escuela. En Inglaterra o Francia, los niños dormían junto a los adultos, usaban la misma ropa, trabajaban en las mismas faenas y compartían los mismos juegos. La vida de los niños y de los adultos estaban mezcladas, no estaban separadas por edad. La función de la familia era la transmisión de la vida, de los bienes y de los apellidos, pero apenas penetraba en la sensibilidad del niño. En cuanto a la educación, sólo era para la vida. En este lugar de adulto pequeño, el niño, era parte del engranaje de una sociedad y se educaba para ser adulto, para ayudar a conservar el grupo social. Al desintegrarse esa cohesión, se vuelca la mirada al sujeto individual. Dentro de esa concepción empieza a configurarse el niño como sujeto, como ser real capaz de percibir el mundo de una manera diferente a la del adulto. Luego aparecen dos formas totalmente opuestas de ver al niño. Como "esencialmente malos": en el siglo XV surge a partir del postulado de San Pablo donde “el pecado original de Adàn y Eva era heredado por todos”, el niño es entendido como lleno de maldad. Se les exigía el control de los impulsos a muy temprana edad Los impulsos de los niños eran malos y debían ser reprimidos por la educación, su meta era enseñar la ética, la decencia y las normas sociales idealizadas por la comunidad. Se recurría a castigos corporales. Otras de las formas en que fue mirado el niño: como "esencialmente bueno". En el año 1762, Jean Jacques Rousseau postula: los impulsos naturales deben aceptarse como son, “el nace bueno, es la sociedad quien lo corrompe”. Según esta mirada la infancia debía estar dedicada a disfrutar de las actividades físicas, los juegos y a las fantasías inmediatas. El objetivo de la educación era fortalecer el juicio independiente. El término “niño” ha tomado su acepción moderna recién en el siglo XVII. Antes, no se sabían distinguir las diversas edades, y el término de niño se aplicaba muchas veces incluso a los adolescentes de 18 años. Sólo en los siglos XVII y XVIII aparecen palabras de sentido más limitado, como “bambin” o “marmot”, a las que el siglo XIX añadiría la de “bebé”. Esta conquista del niño ha sido paulatina y solo hasta principios del siglo XX, con los aportes de la psicología cognitiva y del psicoanálisis, con los conceptos de desarrollo evolutivo, con la mirada hacia la infancia para descubrir los orígenes de los complejos y los caracteres, con la plenitud de la conciencia histórica del hombre, es que la noción de niño llega a configurarse como un estatuto digno de ser mirado y estudiado desde todas las disciplinas. Los saberes modernos privilegiaron la infancia como objeto de investigación científica y de intervención social y tuvieron como efecto una ampliación y complejización de la mirada sobre la infancia, la cual se convirtió en la etapa de mayor importancia en la vida del ser humano. Mientras distintas disciplinas científicas se preocupan por entender y conocer más sobre el niño y las etapas de su desarrollo evolutivo, la situación social y económica fue dando lugar a la aparición de la idea del niño como propiedad, se le veía como un ser inferior, cuyo destino debía ser controlado por los adultos; se le exigía una actitud conformista y pasiva, y se le valoraba únicamente por su capacidad de trabajo. Así surgió también la necesidad de crear leyes para regular el trabajo infantil. En el contexto del interés superior del niño, la Convención Internacional de los Derechos del Niño establece su protección en cualquier trabajo que obstaculice su desarrollo integral, y ubica a niñas, niños y adolescentes como principales destinatarios de las políticas sociales. Esto deja claro que la sobrevivencia económica de la familia no puede ser excusa para justificar el trabajo infantil. No es a las niñas, niños y adolescentes a quienes compete suplir las carencias familiares. Aunque la concepción del niño en el plano psicológico, ético y jurídico ha evolucionado, la realidad económica y social que dio lugar a la idea del niño como propiedad o recurso económico persiste y sirve de sustento ideológico a la práctica del trabajo y la explotación económica de millones de niñas, niños y adolescentes en todo el mundo. Hace 100 años, los niños tenían una significativa presencia como fuerza laboral en los países industrializados (en algunos casos de hasta un 50%), trabajando jornadas laborales de hasta 13 horas diarias. Actualmente el problema no ha sido resuelto, y se carece de información suficientemente confiable acerca del número real de niñas y niños en esta situación. En América Latina, las niñas y los niños trabajan mayoritariamente en el sector informal de la economía, con frecuencia invisibilizados en talleres caseros de reparación, en la producción artesanal de bienes de consumo, como vendedores ambulantes en las calles, o bien en los basureros recolectando desechos. Entre los años 30 y la década de los 50 el conductismo dictaminó que lo que verdaderamente cuenta en el desarrollo es lo que viene de afuera: el aprendizaje. La psicología navega entre dos alternativas: el niño viene a este mundo dotado de estructuras innatas y posee mecanismos propios para el desarrollo de las mismas o bien el niño es una "tabula rasa" y todo, lo adquiere en contacto con el medio. La educación debía formar al niño para que fuera una persona educada, la educación moral revestía mayor importancia que la adquisición de conocimientos y habilidades. El adulto debía crear ambientes donde adquiriera las normas aprobadas por la sociedad, era el ambiente quien determinaba la conducta.
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