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Orientación Universidad
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Don Juan Tenorio Jose Zorrila lengua y literatura, Resúmenes de Lengua y Literatura

Obra completa de don Juan Tenorio Jose Zorrilla lengua y literatura

Tipo: Resúmenes

2018/2019

Subido el 28/11/2019

javimrtnz8
javimrtnz8 🇪🇸

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¡Descarga Don Juan Tenorio Jose Zorrila lengua y literatura y más Resúmenes en PDF de Lengua y Literatura solo en Docsity! José Zorril la Don Juan Tenorio Colección Averroes Colecc ión Averroes Conse jer ía de Educac ión y Cienc ia Junta de Anda luc ía Don Juan Tenorio 5 Escena IV ................................................................... 111 Escena V ....................................................................112 Escena VI ...................................................................112 Escena VII ..................................................................115 Escena VIII.................................................................116 Escena IX ...................................................................118 Escena X ....................................................................122 Escena XI ...................................................................125 Parte segunda .....................................................................127 Acto primero ..................................................................127 Escena I ......................................................................128 Escena II.....................................................................129 Escena III ...................................................................138 Escena IV ...................................................................141 Escena V ....................................................................143 Escena VI ...................................................................146 Acto segundo..................................................................151 Escena I ......................................................................151 Escena II.....................................................................160 Escena III ...................................................................162 Escena IV ...................................................................163 Escena V ....................................................................164 José Zorrilla 6 Acto tercero....................................................................169 Escena I ......................................................................169 Escena II.....................................................................171 Escena III ...................................................................177 Escena última .............................................................178 Don Juan Tenorio 7 PERSONAJES DON JUAN TENORIO. DON LUIS MEJÍA. DON GONZALO DE ULLOA, comendador de Calatrava. DON DIEGO TENORIO. DOÑA INÉS DE ULLOA. DOÑA ANA DE PANTOJA. CRISTÓFANO BUTTARELLI. MARCOS CIUTTI. BRÍGIDA. PASCUAL. EL CAPITÁN CENTELLAS. DON RAFAEL DE AVELLANEDA. LUCÍA. LA ABADESA DE LAS CALATRAVAS DE SEVILLA. LA TORNERA DE ÍDEM. GASTÓN. MIGUEL. UN ESCULTOR. José Zorrilla 10 BUTTARELLI. (A CIUTTI) Buen carnaval. CIUTTI. (A BUTTARELLI.) Buen agosto para rellenar la arquilla. BUTTARELLI. ¡Quia! Corre ahora por Sevilla poco gusto y mucho mosto. Ni caen aquí buenos peces, que son cosas mal miradas por gentes acomodadas y atropelladas a veces. CIUTTI. Pero hoy... BUTTARELLI. Hoy no entra en la cuenta, Ciutti: se ha hecho buen trabajo. CIUTTI. ¡Chist! Habla un poco más bajo, que mi señor se impacienta pronto. BUTTARELLI. ¿A su servicio estás? CIUTTI. Ya ha un año. BUTTARELLI. ¿Y qué tal te sale? CIUTTI. No hay prior que se me iguale; tengo cuanto quiero y más. Tiempo libre, bolsa llena, buenas mozas y buen vino. BUTTARELLI. ¡Cuerpo de tal, qué destino! CIUTTI. (Señalando a DON JUAN.) Y todo ello a costa ajena. BUTTARELLI. ¿Rico, eh? Don Juan Tenorio 11 CIUTTI. Varea la plata. BUTTARELLI. ¿Franco? CIUTTI. Como un estudiante. BUTTARELLI. ¿Y noble? CIUTTI. Como un infante. BUTTARELLI. ¿Y bravo? CIUTTI. Como un pirata. BUTTARELLI. ¿Español? CIUTTI. Creo que sí. BUTTARELLI. ¿Su nombre? CIUTTI. Lo ignoro en suma. BUTTARELLI. ¡Bribón! ¿Y dónde va? CIUTTI. Aquí. BUTTARELLI. Largo plumea. CIUTTI. Es gran pluma. BUTTARELLI. ¿Y a quién mil diablos escribe tan cuidadoso y prolijo? CIUTTI. A su padre. BUTTARELLI. ¡Vaya un hijo! CIUTTI. Para el tiempo en que se vive, es un hombre extraordinario. Mas silencio. D. JUAN. (Cerrando la carta.) Firmo y plego. ¿Ciutti? José Zorrilla 12 CIUTTI. ¿Señor? D. JUAN. Este pliego irá dentro del orario en que reza doña Inés a sus manos a parar. CIUTTI. ¿Hay respuesta que aguardar? D. JUAN. De el diablo con guardapiés que la asiste, de su dueña, que mis intenciones sabe, recogerás una llave, una hora y una seña: y más ligero que el viento aquí otra vez. CIUTTI. Bien está. (Vase.) Escena II DON JUAN y BUTTARELLI D. JUAN. Cristófano, vieni quá BUTTARELLI. Eccellenza! D. JUAN. Senti. BUTTARELLI. Sento. Ma ho imparato il castigliano, se è più facile al signor la sua lingua... D. JUAN. Sí, es mejor; lascia dunque il tuo toscano, y dime: ¿don Luis Mejía ha venido hoy? Don Juan Tenorio 15 el uno del otro en pos, tus dos mejores botellas prevénles. BUTTARELLI. Mas... D. JUAN. ¡Chito!... Adiós. Escena III BUTTARELLI BUTTARELLI. ¡Santa Madonna! De vuelta Mejía y Tenorio están sin duda... y recogerán los dos la palabra suelta. ¡Oh!, sí; ese hombre tiene traza de saberlo a fondo, (Ruido dentro.) ¿Pero qué es esto? (Se asoma a la puerta.) ¡Anda! ¡El forastero está riñendo en la plaza! ¡Válgame Dios! ¡Qué bullicio! ¡Cómo se le arremolina chusma... ¡Y cómo la acoquina él solo... ¡Puf! ¡Qué estropicio! ¡Cuál corren delante de él! No hay duda, están en Castilla los dos, y anda ya Sevilla toda revuelta, ¡Miguel! José Zorrilla 16 Escena IV BUTTARELLI y MIGUEL MIGUEL. Che comanda? BUTTARELLI. Presto, qui servi una tavola, amico: e del Lacryma più antico porta due bottiglie. MIGUEL. Si, signor padron. BUTTARELLI. Micheletto, apparecchia in carità lo più ricco che si fa: affrettati! MIGUEL. Già mi affretto, signor padrone. (Vase.) Escena V BUTTARELLI y DON GONZALO D. GONZALO. Aquí es. ¿Patrón? BUTTARELLI. ¿Qué se ofrece? D. GONZALO. Quiero hablar con el hostelero. BUTTARELLI. Con él habláis; decid, pues. D. GONZALO. ¿Sois vos? Don Juan Tenorio 17 BUTTARELLI. Sí; mas despachad, que estoy de priesa. D. GONZALO. En tal caso, ved si es cabal y de paso esa dobla, y contestad. BUTTARELLI. ¡Oh, excelencia! D. GONZALO. ¿Conocéis a don Juan Tenorio? BUTTARELLI. Sí. D. GONZALO. ¿Y es cierto que tiene aquí hoy una cita? BUTTARELLI. ¡Oh! ¿Seréis vos el otro? D. GONZALO. ¿Quién? BUTTARELLI. Don Luis. D. GONZALO. No; pero estar me interesa en su entrevista. BUTTARELLI. Esta mesa les preparo; si os servís en esotra colocaros, podréis presenciar la cena que les daré... ¡Oh! Será escena que espero que ha de admiraros. D. GONZALO. Lo creo. BUTTARELLI. Son, sin disputa, los dos mozos más gentiles de España. D. GONZALO. Sí, y los más viles también. José Zorrilla 20 BUTTARELLI. Cierra el plazo, y es asunto de perder, quien no esté a punto de la primer campanada. D. GONZALO. Quiera Dios que sea una chanza, y no lo que se murmura. BUTTARELLI. No tengo aún por muy segura de que cumplan, la esperanza; pero si tanto os importa lo que ello sea saber, pues la hora está al caer, la dilación es ya corta. D. GONZALO. Cúbrome, pues, y me siento. (Se sienta en una mesa a la derecha y se pone el antifaz.) BUTTARELLI. (Curioso el viejo me tiene del misterio con que viene... Y no me quedo contento hasta saber quién es él.) (Limpia y trajina, mirándole de reojo.) D. GONZALO. (¡Que un hombre como yo tenga que esperar aquí, y se avenga con semejante papel! En fin, me importa el sosiego de mi casa, y la ventura de una hija sencilla y pura, y no es para echarlo a juego.) Don Juan Tenorio 21 Escena VIII DON GONZALO, BUTTARELLI y DON DIEGO, a la puerta del fondo D. DIEGO. La seña está terminante, aquí es: bien me han informado; llego, pues. BUTTARELLI. ¿Otro embozado? D. DIEGO. ¿Ha de esta casa? BUTTARELLI. Adelante. D. DIEGO. ¿La hostería del Laurel? BUTTARELLI. En ella estáis, caballero. D. DIEGO. ¿Está en casa el hostelero? BUTTARELLI. Estáis hablando con él. D. DIEGO. ¿Sois vos Buttarelli? BUTTARELLI. Yo. D. DIEGO. ¿Es verdad que hoy tiene aquí Tenorio una cita? BUTTARELLI. Sí. D. DIEGO. ¿Y ha acudido a ella? BUTTARELLI. No. D. DIEGO. Pero ¿acudirá? BUTTARELLI. No sé. D. DIEGO. ¿Le esperáis vos? José Zorrilla 22 BUTTARELLI. Por si acaso venir le place. D. DIEGO. En tal caso, yo también le esperaré. (Se sienta en el lado opuesto a DON GONZALO.) BUTTARELLI. ¿Que os sirva vianda alguna queréis mientras? D. DIEGO. No: tomad. (Dale dinero.) BUTTARELLI. Excelencia! D. DIEGO. Y excusad conversación importuna. BUTTARELLI. Perdonad. D. DIEGO. Vais perdonado: dejadme, pues. BUTTARELLI. (¡Jesucristo! En toda mi vida he visto hombre más mal humorado.) D. DIEGO. (¡Que un hombre de mi linaje descienda a tan ruin mansión! Pero no hay humillación a que un padre no se baje por un hijo. Quiero ver por mis ojos la verdad y el monstruo de liviandad a quien pude dar el ser.) (BUTTARELLI, que anda arreglando sus trastos, contempla desde el fondo a DON GONZALO y a DON DIEGO, que permanecerán embozados y en silencio.) Don Juan Tenorio 25 AVELLANEDA. Pues se acepta por don Luis, que es muy mi amigo. CENTELLAS. Pues todo en contra se arriesga; porque no hay como Tenorio otro hombre sobre la tierra, y es proverbia su fortuna y extremadas sus empresas. Escena XI DICHOS y BUTTARELLI, con botellas BUTTARELLI. Aquí hay Falerno, Borgoña, Sorrento. CENTELLAS. De lo que quieras sirve, Cristófano, y dinos: ¿qué hay de cierto en una apuesta por don Juan Tenorio ha un año y don Luis Mejía hecha? BUTTARELLI. Señor capitán, no sé tan a fondo la materia que os pueda sacar de dudas, pero diré lo que sepa. VARIOS. Habla, habla. BUTTARELLI. Yo, la verdad, aunque fue en mi casa mesma la cuestión entre ambos, como pusieron tan larga fecha a su plazo, creí siempre que nunca a efecto viniera; así es, que ni aun me acordaba de tal cosa a la hora de ésta. José Zorrilla 26 Mas esta tarde, sería el anochecer apenas, entróse aquí un caballero pidiéndome que le diera recado con que escribir una carta: y a sus letras atento no más, me dio tiempo a que charla metiera con un paje que traía, paisano mío, de Génova. No saqué nada del paje, que es, ¡por Dios!, muy brava pesca; mas cuando su amo acababa su carta, le envió con ella a quien iba dirigida. El caballero, en mi lengua me habló, y me pidió noticias de don Luis. Dijo que entera sabía de ambos la historia, y que tenía certeza de que al menos uno de ellos acudiría a la apuesta. Yo quise saber más de él, mas púsome dos monedas de oro en la mano, diciéndome así, como a la deshecha: «Y por si acaso los dos al tiempo aplazado llegan, ten prevenidas para ambos tus dos mejores botellas.» Largóse sin decir más, y yo, atento a sus monedas, les puse en el mismo sitio donde apostaron, la mesa. Don Juan Tenorio 27 Y vedla allí con dos sillas, dos copas y dos botellas. AVELLANEDA. Pues, señor, no hay que dudar; era don Luis. CENTELLAS. Don Juan era. AVELLANEDA. ¿Tú no le viste la cara? BUTTARELLI. ¡Si la traía cubierta con un antifaz! CENTELLAS. Pero, hombre, ¿tú a los dos no les recuerdas? ¿O no sabes distinguir a las gentes por sus señas lo mismo que por sus caras? BUTTARELLI. Pues confieso mi torpeza; no le supe conocer, y lo procuré de veras. Pero silencio. AVELLANEDA. ¿Qué pasa? BUTTARELLI. A dar el reló comienza los cuartos para las ocho. (Dan.) CENTELLAS. Ved, ved la gente que se entra. AVELLANEDA. Como que está de este lance curiosa Sevilla entera. (Se oyen dar las ocho; varias personas entran y se reparten en silencio por la escena; al dar la última campanada, DON JUAN, con antifaz, se llega a la mesa que ha preparado BUTTARELLI en el centro del escenario, y se dispone a ocupar una de las dos sillas que están delante de ella. Inmediatamente después de él, José Zorrilla 30 D. LUIS. Ni yo; que aunque nada más fue el empeño entre los dos, no ha de decirse ¡por Dios! que me avergonzó jamás. D. JUAN. Ni a mí, que el orbe es testigo de que hipócrita no soy, pues por doquiera que voy va el escándalo conmigo. D. LUIS. ¡Eh! Y esos dos ¿no se llegan a escuchar? Vos. (Por DON DIEGO y DON GONZALO.) D. DIEGO. Yo estoy bien. D. LUIS. ¿Y Vos? D. GONZALO. De aquí oigo también. D. LUIS. Razón tendrán si se niegan. (Se sientan todos alrededor de la mesa en que están DON LUIS MEJÍA y DON JUAN TENORIO.) D. JUAN. ¿Estamos listos? D. LUIS. Estamos D. JUAN. Como quien somos cumplimos. D. LUIS. Veamos, pues, lo que hicimos. D. JUAN. Bebamos antes. D. LUIS. Bebamos. (Lo hacen.) D. JUAN. La apuesta fue... D. LUIS. Porque un día dije que en España entera Don Juan Tenorio 31 no habría nadie que hiciera lo que hiciera Luis Mejía. D. JUAN. Y siendo contradictorio al vuestro mi parecer, yo os dije: Nadie hade hacer lo que hará don Juan Tenorio. ¿No es así? D. LUIS. Sin duda alguna: y vinimos a apostar quién de ambos sabría obrar peor, con mejor fortuna, en el término de un año; juntándonos aquí hoy a probarlo D. JUAN. Y aquí estoy. D. LUIS. Y yo. CENTELLAS. ¡Empeño bien extraño, por vida mía! D. JUAN. Hablad, pues. D. LUIS. No, vos debéis empezar. D. JUAN. Como gustéis, igual es, que nunca me hago esperar. Pues, señor, yo desde aquí, buscando mayor espacio para mis hazañas, di sobre Italia, porque allí tiene el placer un palacio. De la guerra y del amor antigua y clásica tierra, y en ella el emperador, con ella y con Francia en guerra, José Zorrilla 32 díjeme: «¿Dónde mejor? Donde hay soldados hay juego, hay pendencias y amoríos.» Di, pues, sobre Italia luego, buscando a sangre y a fuego amores y desafíos. En Roma, a mi apuesta fiel, fijé, entre hostil y amatorio, en mi puerta este cartel: «Aquí está don Juan Tenorio para quien quiera algo de él.» De aquellos días la historia a relataros renuncio: remítome a la memoria que dejé allí, y de mi gloria podéis juzgar por mi anuncio. Las romanas, caprichosas, las costumbres, licenciosas, yo, gallardo y calavera: ¿quién a cuento redujera mis empresas amorosas? Salí de Roma, por fin, como os podéis figurar: con un disfraz harto ruin, y a lomos de un mal rocín, pues me querían ahorcar. Fui al ejército de España; mas todos paisanos míos, soldados y en tierra extraña, dejé pronto su compaña tras cinco o seis desafíos. Nápoles, rico vergel de amor, de placer emporio, vio en mi segundo cartel: «Aquí está don Juan Tenorio, Don Juan Tenorio 35 dobla a dobla, una por una. En tan total carestía mirándome de dineros, de mí todo el mundo huía; mas yo busqué compañía y me uní a unos bandoleros. Lo hicimos bien, ¡voto a tal!, y fuimos tan adelante, con suerte tan colosal, que entramos a saco en Gante el palacio episcopal. ¡Qué noche! Por el decoro de la Pascua, el buen Obispo bajó a presidir el coro, y aún de alegría me crispo al recordar su tesoro. Todo cayó en poder nuestro: mas mi capitán, avaro, puso mi parte en secuestro: reñimos, fui yo más diestro, y le crucé sin reparo. Juróme al punto la gente capitán, por más valiente: juréles yo amistad franca: pero a la noche siguiente huí, y les dejé sin blanca. Yo me acordé del refrán de que quien roba al ladrón ha cien años de perdón, y me arrojé a tal desmán mirando a mi salvación. Pasé a Alemania opulento: mas un provincial jerónimo, hombre de mucho talento, me conoció, y al momento José Zorrilla 36 me delató en un anónimo, Compré a fuerza de dinero la libertad y el papel; y topando en un sendero al fraile, le envié certero una bala envuelta en él. Salté a Francia. ¡Buen país!, y como en Nápoles vos, puse un cartel en París diciendo: «Aquí hay un don Luis que vale lo menos dos. Parará aquí algunos meses, Y no trae más intereses ni se aviene a más empresas, que a adorar a las francesas y a reñir con los franceses.» Esto escribí; y en medio año que mí presencia gozó París, no hubo lance extraño, ni hubo escándalo ni daño donde no me hallara yo. Mas, como don Juan, mi historia también a alargar renuncio; que basta para mi gloria la magnífica memoria que allí dejé con mi anuncio. Y cual vos, por donde fui la razón atropellé, la virtud escarnecí, a la justicia burlé, y a las mujeres vendí. Mi hacienda llevo perdida tres veces: mas se me antoja reponerla, y me convida mi boda comprometida Don Juan Tenorio 37 con doña Ana de Pantoja. Mujer muy rica me dan, y mañana hay que cumplir los tratos que hechos están; lo que os advierto, don Juan, por si queréis asistir. A esto don Luis se arrojó, y escrito en este papel está lo que consiguió: y lo que él aquí escribió, mantenido está por él. D. JUAN. La historia es tan semejante que está en el fiel la balanza, mas vamos a lo importante, que es el guarismo a que alcanza el papel: conque adelante. D. LUIS. Razón tenéis, en verdad. Aquí está el mío: mirad, por una línea apartados traigo los nombres sentados, para mayor claridad. D. JUAN. Del mismo modo arregladas mis cuentas traigo en el mío: en dos líneas separadas, los muertos en desafío, y las mujeres burladas. Contad. D. LUIS. Contad. D. JUAN. Veinte y tres. D. LUIS. Son los muertos. A ver vos. ¡Por la cruz de San Andrés! Aquí sumo treinta y dos. José Zorrilla 40 D. LUIS. Ven acá. (Habla DON LUIS en secreto con GASTÓN y éste se va precipitadamente.) D. JUAN. ¿Ciutti? CIUTTI. ¿Señor? D. JUAN. Ven aquí. (DON JUAN habla en secreto con CIUTTI, y éste se va precipitadamente.) D. LUIS. ¿Estáis en lo dicho? D. JUAN. Sí. D. LUIS. Pues va la vida. D. JUAN. Pues va. (DON GONZALO, levantándose de la mesa en que ha permanecido inmóvil durante la escena anterior, se afronta con DON JUAN y DON LUIS.) D. GONZALO. ¡Insensatos! ¡Vive Dios que a no temblarme las manos a palos, como a villanos, os diera muerte a los dos! D. JUAN. Veamos. D. LUIS. D. GONZALO. Excusado es, que he vivido lo bastante para no estar arrogante donde no puedo. D. JUAN. Idos, pues, Don Juan Tenorio 41 D. GONZALO. Antes, don Juan, de salir de donde oírme podáis, es necesario que oigáis lo que os tengo que decir. Vuestro buen padre don Diego, porque pleitos acomoda, os apalabró una boda que iba a celebrarse luego; pero por mí mismo yo, lo que erais queriendo ver, vine aquí al anochecer, y el veros me avergonzó. D. JUAN. ¡Por Satanás, viejo insano, que no sé cómo he tenido calma para haberte oído sin asentarte la mano! Pero di pronto quién eres, porque me siento capaz de arrancarte el antifaz con el alma que tuvieres. D. GONZALO. ¡Don Juan! D. JUAN. ¡Pronto! D. GONZALO. Mira, pues. D. JUAN. ¡Don Gonzalo! D. GONZALO. El mismo soy. Y adiós, don Juan: mas desde hoy no penséis en doña Inés. Porque antes que consentir en que se case con vos, el sepulcro, ¡juro a Dios!, por mi mano la he de abrir. José Zorrilla 42 D. JUAN. Me hacéis reír, don Gonzalo; pues venirme a provocar, es como ir a amenazar a un león con un mal palo. Y pues hay tiempo, advertir os quiero a mi vez a vos, que o me la dais, o ¡por Dios, que a quitárosla he de ir! D. GONZALO. ¡Miserable! D. JUAN. Dicho está: sólo una mujer como ésta me falta para mi apuesta; ved, pues, que apostada va. (DON DIEGO levantándose de la mesa en que ha permanecido encubierto mientras la escena anterior, baja al centro de la escena, encarándose con DON JUAN.) D. DIEGO. No puedo más escucharte, vil don Juan, porque recelo que hay algún rayo en el cielo preparado a aniquilarte. ¡Ah...! No pudiendo creer lo que de ti me decían, confiando en que mentían, te vine esta noche a ver. Pero te juro, malvado, que me pesa haber venido para salir convencido de lo que es para ignorado. Sigue, pues, con ciego afán en tu torpe frenesí, mas nunca vuelvas a mí; no te conozco, don Juan. Don Juan Tenorio 45 D. LUIS. Vamos. (Al salir se presenta una ronda, que les detiene.) Escena XIV DICHOS y UNA RONDA DE ALGUACILES ALGUACIL. ¡Alto allá! ¿Don Juan Tenorio? D. JUAN. Yo soy. ALGUACIL. Sed preso. D. JUAN. ¿Soñando estoy? ¿Por qué? ALGUACIL. Después lo verá. D. LUIS (Acercándose a DON JUAN y riéndose.) Tenorio no lo extrañéis, pues mirando a lo apostado, mi paje os ha delatado, para que vos no ganéis. D. JUAN. ¡Hola! Pues no os suponía con tal despejo, ¡pardiez! D. LUIS. Id, pues, que por esta vez, don Juan, la partida es mía. D. JUAN. Vamos, pues. (Al salir, les detiene otra ronda que entra en la escena.) José Zorrilla 46 Escena XV DICHOS y UNA RONDA ALGUACIL. (Que entra.) ¡Ténganse allá! ¿Don Luis Mejía? D. LUIS. Yo soy. ALGUACIL. Sed preso. D. LUIS. ¿Soñando estoy? ¡Yo preso! D. JUAN. (Soltando la carcajada.) ¡Ja, ja, ja, ja! Mejía, no lo extrañéis, pues mirando a lo apostado, mi paje os ha delatado para que no me estorbéis. D. LUIS. Satisfecho quedaré aunque ambos muramos. D. JUAN. Vamos. Conque, señores, quedamos en que la apuesta está en pie. (Las rondas se llevan a DON JUAN y a DON LUIS; muchos los siguen. EL CAPITÁN CENTELLAS, AVELLANEDA y sus amigos, quedan en la escena mirándose unos a otros.) Don Juan Tenorio 47 Escena XVI EL CAPITÁN CENTELLAS, AVELLANEDA y CURIOSOS AVELLANEDA. ¡Parece un juego ilusorio! CENTELLAS. ¡Sin verlo no lo creería! AVELLANEDA. Pues yo apuesto por Mejía. CENTELLAS. Y yo pongo por Tenorio. José Zorrilla 50 D. LUIS. Ahora acertadamente habló el vulgo: y ¡juro a Dios que, a no ser porque mi primo, el tesorero real, quiso fiarme, Pascual, pierdo cuanto más estimo! PASCUAL. ¿Pues cómo? D. LUIS. ¿En servirme estás? PASCUAL. Hasta morir. D. LUIS. Pues escucha. Don Juan y yo en una lucha arriesgada por demás empeñados nos hallamos; pero, a querer tú ayudarme, más que la vida salvarme puedes. PASCUAL. ¿Qué hay que hacer? Sepamos. D. LUIS. En una insigne locura dimos tiempo ha: en apostar cuál de ambos sabría obrar peor, con mejor ventura. Ambos nos hemos portado bizarramente a cual más; pero él es un Satanás, y por fin me ha aventajado. Púsele no sé qué pero, dijímonos no sé qué sobre ello, y el hecho fue que él, mofándome altanero, me dijo: «Y si esto no os llena, pues que os casáis con doña Ana, Don Juan Tenorio 51 os apuesto a que mañana os la quito yo.» PASCUAL. ¡Ésa es buena! ¿Tal se ha atrevido a decir? D. LUIS. No es lo malo que lo diga, Pascual, sino que consiga lo que intenta. PASCUAL. ¿Conseguir? En tanto que yo esté aquí, descuidad, don Luis. D. LUIS. Te juro que si el lance no aseguro, no sé qué va a ser de mí. PASCUAL. ¡Por la Virgen del Pilar! ¿Le teméis? D. LUIS. No, ¡Dios testigo! Mas lleva ese hombre consigo algún diablo familiar. PASCUAL. Dadlo por asegurado. D. LUIS. ¡Oh! Tal es el afán mío, que ni en mí propio me fío con un hombre tan osado. PASCUAL. Yo os juro, por San Ginés, que con toda su osadía, le ha de hacer, por vida mía, mal tercio un aragonés; nos veremos. D. LUIS. ¡Ay, Pascual, que en qué te metes no sabes! José Zorrilla 52 PASCUAL. En apreturas más graves me he visto, y no salí mal. D. LUIS. Estriba en lo perentorio del plazo, y en ser quién es. PASCUAL. Más que un buen aragonés. no ha de valer un Tenorio. Todos esos lenguaraces, espadachines de oficio, no son más que frontispicio y de poca alma capaces. Para infamar a mujeres tienen lengua, y tienen manos para osar a los ancianos o apalear a mercaderes. Mas cuando una buena espada, por un buen brazo esgrimida, con la muerte les convida, todo su valor es nada. Y sus empresas y bullas se reducen todas ellas, a hablar mal de las doncellas y a huir ante las patrullas. D. LUIS. ¡Pascual! PASCUAL. No lo hablo por vos, que aunque sois un calavera, tenéis la alma bien entera y reñís bien ¡voto a bríos! D. LUIS. Pues si es en mí tan notorio el valor, mira Pascual, que el valor es proverbial en la raza de Tenorio. Y porque conozco bien Don Juan Tenorio 55 y la haré ser bien casada. Mas en tanto... PASCUAL. No habléis más. Yo os conozco desde niños, y sé lo que son cariños, ¡por vida de Barrabás! Oid: mi cuarto es sobrado para los dos: dentro de él quedad; mas palabra fiel dadme de estaros callado. D. LUIS. Te la doy. Y hasta mañana juntos con doble cautela, nos quedaremos en vela. D. LUIS. Y se salvará doña Ana. PASCUAL. Sea. D. LUIS. Pues vamos. PASCUAL. ¡Teneos! ¿Qué vais a hacer? D. LUIS. A entrar. PASCUAL. ¿Ya? D. LUIS. ¿Quién sabe lo que él hará? PASCUAL. Vuestros celosos deseos reprimid: que ser no puede mientras que no se recoja mi amo, don Gil de Pantoja, y todo en silencio quede. D. LUIS. ¡Voto a...! José Zorrilla 56 PASCUAL. ¡Eh! Dad una vez breves treguas al amor. D. LUIS. Y ¿a qué hora ese buen señor suele acostarse? PASCUAL. A las diez; y en esa calleja estrecha hay una reja; llamad a las diez, y descuidad mientras en mí. D. LUIS. Es cosa hecha. PASCUAL. Don Luis, hasta luego pues. D. LUIS. Adiós, Pascual, hasta luego. Escena III DON LUIS D. LUIS. Jamás tal desasosiego tuve. Paréceme que es esta noche hora menguada para mí... y no sé qué vago presentimiento, qué estrago teme mi alma acongojada. ¡Por Dios que nunca pensé que a doña Ana amara así ni por ninguna sentí lo que por ella...! ¡Oh! Y a fe que de don Juan me amedrenta, no el valor, mas la ventura. Parece que le asegura Satanás en cuanto intenta. No, no; es un hombre infernal, Don Juan Tenorio 57 y téngome para mí que si me aparto de aquí, me burla, pese a Pascual. Y aunque me tenga por necio, quiero entrar; que con don Juan las preocupaciones no están para vistas con desprecio. (Llama a la ventana.) Escena IV DON LUIS y DOÑA ANA D.ª ANA. ¿Quién va? D. LUIS. ¿No es Pascual? D.ª ANA. ¡Don Luis! D. LUIS. Doña Ana. D.ª ANA.. ¿Por la ventana llamas ahora? D. LUIS. ¡Ay, doña Ana, cuán a buen tiempo salís! D.ª ANA. Pues ¿qué hay, Mejía? D. LUIS. Un empeño por tu beldad, con un hombre que temo. D.ª ANA. Y ¿qué hay que te asombre en él, cuando eres tú el dueño de mi corazón? D. LUIS. Doña Ana, no lo puedes comprender, José Zorrilla 60 D. JUAN. ¿Y los caballos? CIUTTI. Con silla y freno los tengo ya. D. JUAN. ¿Y la gente? CIUTTI. Cerca está. D. JUAN. Bien, Ciutti; mientras Sevilla tranquila en sueño reposa creyéndome encarcelado, otros dos nombres añado a mi lista numerosa. ¡Ja!, ¡ja! CIUTTI. ¡Señor...! D. JUAN. ¿Qué? CIUTTI. ¡Callad! D. JUAN. ¿Qué hay, Ciutti? CIUTTI. Al doblar la esquina, en esa reja vecina he visto a un hombre. D. JUAN. Es verdad: pues ahora sí que es mejor el lance: ¿y si es ése? CIUTTI. ¿Quién? D. JUAN. Don Luis. CIUTTI. Imposible. D. JUAN. ¡Toma! ¿No estoy yo aquí? CIUTTI. Diferencia va de él a vos. Don Juan Tenorio 61 D. JUAN. Evidencia lo creo, Ciutti; allí asoma tras de la reja una dama. CIUTTI. Una criada tal vez. D. JUAN. Preciso es verlo, ¡pardiez!, no perdamos lance y fama. Mira, Ciutti: a fuer de ronda tú con varios de los míos por esa calle escurríos, dando vuelta a la redonda a la casa. CIUTTI. Y en tal caso cerrará ella. D. JUAN. Pues con eso, ella ignorante y él preso, nos dejarán franco el paso. CIUTTI. Decís bien. D. JUAN. Corre y atájale, que en ello el vencer consiste. CIUTTI. ¿Mas si el truhán se resiste? D. JUAN. Entonces, de un tajo, rájale. José Zorrilla 62 Escena VI DON JUAN, DOÑA ANA y DON LUIS D. LUIS. ¿Me das, pues, tu asentimiento? D.ª ANA. Consiento. D. LUIS. ¿Complácesme de ese modo? D.ª ANA. En todo. D. LUIS. Pues te velaré hasta el día. D.ª ANA. Sí, Mejía. D. LUIS. Páguete el cielo, Ana mía, satisfacción tan entera. D.ª ANA. Porque me juzgues sincera, consiento en todo, Mejía. D. LUIS. Volveré, pues, otra vez. D.ª ANA. Sí, a las diez. D. LUIS. ¿Me aguardarás, Ana? D.ª ANA. Sí. D. LUIS. Aquí. D.ª ANA. Y tú estarás puntual, ¿eh? D. LUIS. Estaré. D.ª ANA.. La llave, pues, te daré. D. LUIS. Y dentro yo de tu casa, venga Tenorio. D.ª ANA.. Alguien pasa. A las diez. Don Juan Tenorio 65 (A los suyos, que se la tapan a DON LUIS.) D. LUIS. ¡Oh! D. JUAN. (Le sujetan los brazos.) Sujeto atrás: más. La empresa es, señor Mejía, como mía. Encerrádmele hasta el día. (A los suyos.) La apuesta está ya en mi mano. (A DON LUIS.) Adiós, don Luis: si os la gano, traición es; mas como mía. Escena VIII DON JUAN D. JUAN. Buen lance, ¡viven los cielos! Éstos son los que dan fama: mientras le soplo la dama él se arrancará los pelos encerrado en mi bodega. ¿Y ella? Cuando crea hallarse con él..., ¡ja!, ¡ja! ¡Oh!, y quejarse no puede; limpio se juega. A la cárcel le llevé y salió; llevóme a mí, y salí; hallarnos aquí era fuerza..., ya se ve: su parte en la grave apuesta defendía cada cual. José Zorrilla 66 Mas con la suerte está mal Mejía, y también pierde ésta. Sin embargo, y por si acaso, no es demás asegurarse de Lucía, a desgraciarse no vaya por poco el paso. Mas por allí un bulto negro se aproxima..., y, a mi ver, es el bulto una mujer. ¿Otra aventura? Me alegro. Escena IX DON JUAN y BRÍGIDA BRÍGIDA. ¿Caballero? D. JUAN. ¿Quién va allá? BRÍGIDA. ¿Sois don Juan? D. JUAN. ¡Por vida de...! ¡Si es la beata! ¡Y a fe que la había olvidado ya! Llegaos, don Juan soy yo. BRÍGIDA. ¿Estáis solo? D. JUAN. Con el diablo. BRÍGIDA. ¡Jesucristo! D. JUAN. Por vos lo hablo. BRÍGIDA. ¿Soy yo el diablo? D. JUAN. Creoló. BRÍGIDA. ¡Vaya! ¡Qué cosas tenéis! Vos sí que sois un diablillo... Don Juan Tenorio 67 D. JUAN. Que te llenará el bolsillo si le sirves. BRÍGIDA. Lo veréis. D. JUAN. Descarga, pues, ese pecho. ¿Qué hiciste? BRÍGIDA. ¡Cuanto me ha dicho vuestro paje...! ¡Y qué mal bicho es ese Ciutti! D. JUAN. ¿Qué ha hecho? BRÍGIDA. ¡Gran bribón! D. JUAN. ¿No os ha entregado un bolsillo y un papel? BRÍGIDA. Leyendo estará ahora en él doña Inés. D. JUAN. ¿La has preparado? BRÍGIDA. Vaya; y os la he convencido con tal maña y de manera, que irá como una cordera tras vos. D. JUAN. ¡Tan fácil te ha sido! BRÍGIDA. ¡Bah! Pobre garza enjaulada, dentro la jaula nacida, ¿qué sabe ella si hay más vida ni más aire en que volar? Si no vio nunca sus plumas del sol a los resplandores, ¿qué sabe de los colores de que se puede ufanar? No cuenta la pobrecilla diez y siete primaveras, José Zorrilla 70 yo os creía un libertino sin alma y sin corazón. D. JUAN. ¿Eso extrañas? ¿No está claro que en un objeto tan noble hay que interesarse doble que en otros? BRÍGIDA. Tenéis razón. D. JUAN. ¿Conque a qué hora se recogen las madres? BRÍGIDA. Ya recogidas estarán. ¿Vos prevenidas todas las cosas tenéis? D. JUAN. Todas. BRÍGIDA. Pues luego que doblen a las ánimas, con tiento saltando al huerto, al convento fácilmente entrar podéis con la llave que os he enviado: de un claustro oscuro y estrecho es; seguidle bien derecho, y daréis con poco afán en nuestra celda. D. JUAN. Y si acierto a robar tan gran tesoro, te he de hacer pesar en oro. BRÍGIDA. Por mí no queda, don Juan. D. JUAN. Ve y aguárdame. BRÍGIDA. Voy, pues, a entrar por la portería, Don Juan Tenorio 71 y a cegar a sor María la tornera. Hasta después. (Vase BRÍGIDA, y un poco antes de concluir esta escena sale CIUTTI, que se para en el fondo esperando.) Escena X DON JUAN y CIUTTI D. JUAN. Pues, señor, ¡soberbio envite! Muchas hice hasta esta hora, mas, ¡por Dios que la de ahora, será tal, que me acredite! Mas ya veo que me espera Ciutti. ¿Lebrel? (Llamándole.) CIUTTI. Aquí estoy. D. JUAN. ¿Y don Luis? CIUTTI. Libre por hoy estáis de él. D. JUAN. Ahora quisiera ver a Lucía. CIUTTI. Llegar podéis aquí. (A la reja derecha.) Yo la llamo, y al salir a mi reclamo la podéis vos abordar. D. JUAN. Llama, pues. CIUTTI. La seña mía sabe bien para que dude en acudir. José Zorrilla 72 D. JUAN. Pues si acude lo demás es cuenta mía. (CIUTTI llama a la reja con una seña que parezca convenida. LUCÍA se asoma a ella, y al ver a DON JUAN se detiene un momento.) Escena X DON JUAN, LUCÍA y CIUTTI LUCÍA. ¿Qué queréis, buen caballero? D. JUAN. Quiero. LUCÍA. ¿Qué queréis? Vamos a ver. D. JUAN. Ver. LUCÍA. ¿Ver? ¿Qué veréis a esta hora? D. JUAN. A tu señora. LUCÍA. Idos, hidalgo, en mal hora; ¿quién pensáis que vive aquí? D. JUAN. Doña Ana Pantoja, y quiero ver a tu señora. LUCÍA. ¿Sabéis que casa doña Ana? D. JUAN. Sí, mañana. LUCÍA. ¿Y ha de ser tan infiel ya? D. JUAN. Sí será. LUCÍA. ¿Pues no es de don Luis Mejía? D. JUAN. ¡Ca! Otro día. Hoy no es mañana, Lucía: Don Juan Tenorio 75 D. JUAN. No en verdad; a las diez aquí estaré. Adiós, pues, y en mí te fía. LUCÍA. Y en mí el garboso galán. D. JUAN. Adiós, pues, franca Lucía. LUCÍA. Adiós, pues, rico D. Juan. (LUCÍA cierra la ventana. CIUTTI se acerca a DON JUAN a una seña de éste.) Escena XII DON JUAN y CIUTTI D. JUAN. (Riéndose.) Con oro nada hay que falle: Ciutti ya sabes mi intento: a las nueve en el convento; a las diez, en esta calle. (Vanse.) José Zorrilla 76 Acto tercero P r o f a n a c i ó n DON JUAN, DOÑA INÉS, DON GONZALO, BRÍGIDA, LA ABADESA y LA TORNERA. Celda de DOÑA INÉS. Puerta en el fondo y a la izquierda Escena I DOÑA INÉS y LA ABADESA ABADESA. ¿Conque me habéis entendido? D.ª INÉS. Sí, señora. ABADESA. Está muy bien; la voluntad decisiva de vuestro padre tal es. Sois joven, cándida y buena; vivido en el claustro habéis casi desde que nacisteis; y para quedar en él atada con santos votos para siempre, ni aún tenéis, como otras, pruebas difíciles ni penitencias que hacer. ¡Dichosa mil veces vos! Dichosa, sí, doña Inés, que no conociendo el mundo, no le debéis de temer. Don Juan Tenorio 77 ¡Dichosa vos, que del claustro al pisar en el dintel, no os volveréis a mirar lo que tras vos dejaréis! Y los mundanos recuerdos del bullicio y del placer no os turbarán tentadores del ara santa a los pies; pues ignorando lo que hay tras esa santa pared, lo que tras ella se queda jamás apeteceréis. Mansa paloma enseñada en las palmas a comer del dueño que la ha criado en doméstico vergel, no habiendo salido nunca de la protectora red, no ansiareis nunca las alas por el espacio tender. Lirio gentil, cuyo tallo mecieron sólo tal vez las embalsamadas brisas del más florecido mes, aquí a los besos del aura vuestro cáliz abriréis, y aquí vendrán vuestras hojas tranquilamente a caer. Y en el pedazo de tierra que abarca nuestra estrechez, y en el pedazo de cielo que por las rejas se ve, vos no veréis más que un lecho do en dulce sueño yacer, y un velo azul suspendido José Zorrilla 80 me entretiene alguna vez. Y hoy la echo menos... acaso porque la voy a perder, que en profesando es preciso renunciar a cuanto amé. Mas pasos siento en el claustro; ¡oh!, reconozco muy bien sus pisadas... Ya está aquí. Escena III DOÑA INÉS y BRÍGIDA BRÍGIDA. Buenas noches, doña Inés. D.ª INÉS. ¿Cómo habéis tardado tanto? BRÍGIDA. Voy a cerrar esta puerta. D.ª INÉS. Hay orden de que esté abierta. BRÍGIDA. Eso es muy bueno y muy santo para las otras novicias que han de consagrarse a Dios, no, doña Inés, para vos. D.ª INÉS. Brígida, ¿no ves que vicias las reglas del monasterio que no permiten...? BRÍGIDA. ¡Bah!, ¡bah! Más seguro así se está, y así se habla sin misterio ni estorbos: ¿habéis mirado el libro que os he traído? D.ª INÉS. ¡Ay!, se me había olvidado. BRÍGIDA. ¡Pues me hace gracia el olvido! Don Juan Tenorio 81 D.ª INÉS. ¡Como la madre abadesa se entró aquí inmediatamente! BRÍGIDA. ¡Vieja más impertinente! D.ª INÉS. ¿Pues tanto el libro interesa? BRÍGIDA. ¡Vaya si interesa! Mucho. ¿Pues quedó con poco afán el infeliz! D.ª INÉS. ¿Quién? BRÍGIDA. Don Juan. D.ª INÉS. ¡Válgame el cielo! ¡Qué escucho! ¿Es don Juan quien me le envía? BRÍGIDA. Por supuesto. D.ª INÉS. ¡Oh! Yo no debo tomarle. BRÍGIDA. ¡Pobre mancebo! Desairarle así, sería matarle. D.ª INÉS. ¿Qué estás diciendo? BRÍGIDA. Si ese horario no tomáis, tal pesadumbre le dais que va a enfermar; lo estoy viendo. D.ª INÉS. ¡Ah! No, no: de esa manera, le tomaré. BRÍGIDA. Bien haréis. D.ª INÉS. ¡Y qué bonito es! BRÍGIDA. Ya veis; quien quiere agradar, se esmera. José Zorrilla 82 D.ª INÉS. Con sus manecillas de oro. ¡Y cuidado que está prieto! A ver, a ver si completo contiene el rezo del coro. (Le abre, y cae una carta de entre sus hojas.) Mas, ¿qué cayó? BRÍGIDA. Un papelito. D.ª INÉS. Una carta! BRÍGIDA. Claro está; en esa carta os vendrá ofreciendo el regalito. D.ª INÉS. ¡Qué! ¿Será suyo el papel? BRÍGIDA. ¡Vaya, que sois inocente! Pues que os feria, es consiguiente que la carta será de él. D.ª INÉS. ¡Ay, Jesús! BRÍGIDA. ¿Qué es lo que os da? D.ª INÉS. Nada, Brígida, no es nada. BRÍGIDA. No, no; si estáis inmutada. (Ya presa en la red está.) ¿Se os pasa? D.ª INÉS. Sí. BRÍGIDA. Eso habrá sido cualquier mareíllo vano. D.ª INÉS. ¡Ay! Se me abrasa la mano con que el papel he cogido. Don Juan Tenorio 85 D.ª INÉS. (Lee.) «Nuestros padres de consuno nuestras bodas acordaron, porque los cielos juntaron los destinos de los dos. Y halagado desde entonces con tan risueña esperanza, mi alma, doña Inés, no alcanza otro porvenir que vos. De amor con ella en mi pecho brotó una chispa ligera, que han convertido en hoguera tiempo y afición tenaz: y esta llama que en mí mismo se alimenta inextinguible, cada día más terrible va creciendo y más voraz.» BRÍGIDA. Es claro; esperar le hicieron en vuestro amor algún día, y hondas raíces tenía cuando a arrancársele fueron. Seguid. D.ª INÉS. (Lee.) «En vano a apagarla concurren tiempo y ausencia, que doblando su violencia, no hoguera ya, volcán es. Y yo, que en medio del cráter desamparado batallo, suspendido en él me hallo entre mi tumba y mi Inés.» BRÍGIDA. ¿Lo veis, Inés? Si ese horario le despreciáis, al instante le preparan el sudario. José Zorrilla 86 D.ª INÉS. Yo desfallezco. BRÍGIDA. Adelante. D.ª INÉS. (Lee.) «Inés, alma de mi alma, perpetuo imán de mi vida, perla sin concha escondida entre las algas del mar; garza que nunca del nido tender osastes el vuelo, el diáfano azul del cielo para aprender a cruzar: si es que a través de esos muros el mundo apenada miras, y por el mundo suspiras de libertad con afán, acuérdate que al pie mismo de esos muros que te guardan, para salvarte te aguardan los brazos de tu don Juan.» (Representa.) ¿Qué es lo que me pasa, ¡cielo! que me estoy viendo morir? BRÍGIDA. (Ya tragó todo el anzuelo.) Vamos, que está al concluir. D.ª INÉS. (Lee.) «Acuérdate de quien llora al pie de tu celosía y allí le sorprende el día y le halla la noche allí; acuérdate de quien vive sólo por ti, ¡vida mía! y que a tus pies volaría si le llamaras a ti.» Don Juan Tenorio 87 BRÍGIDA. ¿Lo veis? Vendría. D.ª INÉS. ¡Vendría! BRÍGIDA. A postrarse a vuestros pies. D.ª INÉS. ¿Puede? BRÍGIDA. ¡Oh!, sí. D.ª INÉS. ¡Virgen María! BRÍGIDA. Pero acabad, doña Inés. D.ª INÉS. (Lee.) «Adiós, ¡oh luz de mis ojos! Adiós, Inés de mi alma: medita, por Dios, en calma las palabras que aquí van: y si odias esa clausura, que ser tu sepulcro debe, manda, que a todo se atreve por tu hermosura don Juan.» (Representa DOÑA INÉS.) ¡Ay! ¿Qué filtro envenenado me dan en este papel, que el corazón desgarrado me estoy sintiendo con él? ¿Qué sentimientos dormidos son los que revela en mí? ¿Qué impulsos jamás sentidos? ¿Qué luz, que hasta hoy nunca vi? ¿Qué es lo que engendra en mi alma tan nuevo y profundo afán? ¿Quién roba la dulce calma de mi corazón? BRÍGIDA. Don Juan. José Zorrilla 90 BRÍGIDA. La ha fascinado vuestra repentina entrada, y el pavor la ha trastornado. D. JUAN. Mejor: así nos ha ahorrado la mitad de la jornada. ¡Ea! No desperdiciemos el tiempo aquí en contemplarla, si perdernos no queremos. En los brazos a tomarla voy, y cuanto antes, ganemos ese claustro solitario. BRÍGIDA. ¡Oh, vais a sacarla así! D. JUAN. Necia, ¿piensas que rompí la clausura, temerario, para dejármela aquí? Mi gente abajo me espera: sígueme. BRÍGIDA. ¡Sin alma estoy! ¡Ay! Este hombre es una fiera; nada le ataja ni altera... Sí, sí; a su sombra me voy. Escena V LA ABADESA ABADESA. Jurara que había oído por estos claustros andar: hoy a doña Inés velar algo más la he permitido. Y me temo... Mas no están aquí. ¿Qué pudo ocurrir a las dos, para salir Don Juan Tenorio 91 de la celda? ¿Dónde irán? ¡Hola! Yo las ataré corto para que no vuelvan a enredar, y me revuelvan a las novicias..., sí a fe. Mas siento por allá fuera pasos. ¿Quién es? Escena VI LA ABADESA, y LA TORNERA TORNERA. Yo, señora. ABADESA. ¡Vos en el claustro a esta hora! ¿Qué es esto, hermana tornera? TORNERA. Madre abadesa, os buscaba. ABADESA. ¿Qué hay? Decid. TORNERA. Un noble anciano quiere hablaros. ABADESA. Es en vano. TORNERA. Dice que es de Calatrava caballero; que sus fueros le autorizan a este paso, y que la urgencia del caso le obliga al instante a veros. ABADESA. ¿Dijo su nombre? TORNERA. El señor don Gonzalo de Ulloa. ABADESA. ¿Qué puede querer...? Abralé, José Zorrilla 92 hermana: es comendador de la Orden, y derecho tiene en el claustro de entrada. Escena VII LA ABADESA ABADESA. ¿A una hora tan avanzada venir así...? No sospecho qué pueda ser..., mas me place, pues no hallando a su hija aquí, la reprenderá, y así mirará otra vez lo que hace. Escena VIII LA ABADESA, DON GONZALO y LA TORNERA, a la puerta D. GONZALO. Perdonad, madre abadesa, que en hora tal os moleste; mas para mí, asunto es éste que honra y vida me interesa. ABADESA. ¡Jesús! D. GONZALO. Oíd. ABADESA. Hablad, pues. D. GONZALO. Yo guardé hasta hoy un tesoro de más quilates que el oro, y ese tesoro es mi Inés. ABADESA. A propósito. D. GONZALO. Escuchad. Se me acaba de decir Don Juan Tenorio 95 Escena IX LA ABADESA, DON GONZALO y LA TORNERA TORNERA. Señora... ABADESA. ¿Qué es? TORNERA. Vengo muerta. D. GONZALO. Concluid. TORNERA. No acierto a hablar... He visto a un hombre saltar por las tapias de la huerta. D. GONZALO. ¿Veis? Corramos: ¡ay de mí! ABADESA. ¿Dónde vais, comendador? D. GONZALO. ¡Imbécil!, tras de mi honor, que os roban a vos de aquí. José Zorrilla 96 Acto cuarto E l D i a b l o a l a s p u e r t a s d e l C i e l o DON JUAN, DOÑA INÉS, DON GONZALO, DON LUIS, CIUTTI, BRÍGIDA, ALGUACILES 1º. y 2.º Quinta de DON JUAN TENORIO cerca de Sevilla y sobre el Guadalquivir. Balcón en el fondo. Dos puertas a cada lado. Escena I BRÍGIDA y CIUTTI BRÍGIDA. ¡Qué noche, válgame Dios! A poderlo calcular no me meto yo a servir a tan fogoso galán. ¡Ay, Ciutti! Molida estoy; no me puedo menear. CIUTTI. ¿Pues qué os duele? BRÍGIDA. Todo el cuerpo y toda el alma además. CIUTTI. ¡Ya! No estáis acostumbrada al caballo, es natural. BRÍGIDA. Mil veces pensé caer. ¡uf!, ¡qué mareo!, ¡qué afán! Veía yo unos tras otros ante mis ojos pasar Don Juan Tenorio 97 los árboles como en alas llevados de un huracán, tan apriesa y produciéndome ilusión tan infernal, que perdiera los sentidos si tardamos en parar. CIUTTI. Pues de estas cosas veréis, si en esta casa os quedáis, lo menos seis por semana. BRÍGIDA. ¡Jesús! CIUTTI. ¿Y esa niña está reposando todavía? BRÍGIDA. ¿Y a qué se ha de despertar? CIUTTI. Sí, es mejor que abra los ojos en los brazos de don Juan. BRÍGIDA. Preciso es que tu amo tenga algún diablo familiar. CIUTTI. Yo creo que sea él mismo un diablo en carne mortal porque a lo que él, solamente se arrojara Satanás. BRÍGIDA. ¡Oh! ¡El lance ha sido extremado! CIUTTI. Pero al fin logrado está. BRÍGIDA. ¡Salir así de un convento en medio de una ciudad como Sevilla! CIUTTI. Es empresa tan sólo para hombre tal. Mas, ¡qué diablos!, si a su lado la fortuna siempre va,
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