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El Conde Lucanor, Ejercicios de Historia

En el Códice Pu&onrostro figuran dos apólogos, que seguramente no ion obra de O. Juan Manuel, peroestán hermosamente escritos;.

Tipo: Ejercicios

2021/2022

Subido el 10/10/2022

diosa
diosa 🇪🇸

4.2

(19)

82 documentos

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¡Descarga El Conde Lucanor y más Ejercicios en PDF de Historia solo en Docsity! VÓH JfÜAN MANtll-l EL CON1Í&. ^S L U C A N <r\.,'^r^ . )l "J _;:ix.a:',-;-.'=0 .-.-,, >-»- B I b 1. I C) T K C A C A L L L J A SECUNDA SBRIB PROPIEDAD DERECHOS RESERVADOS COPTBIGHT, 1920 BT EDITORIAL «SATURNINO CALLEJA>, S. A. Imp. Jaime Ratés,— .Madrid, PRÓLOGO ESTANDO el año pasado en la corte de su Magestad, vino a mis manos este libro del conde Lucanor, que por ser de autor tan ilustre me aficioné a leerle, y comencé luego a hallar en él un gusto de la proprie- dad y antigüedad de la lengua castellana, que me obligó a comunicarlo a los ingenios curiosos y aficio- nados a las cosas de su nación; porque juzgaba ser cosa indigna que un Príncipe tan discreto y cortesano y de la mejor lengua de aquel tiempo, anduviese en tan pocas manos.» Estas palabras, que Gonzalo Argote de Molina puso a la cabeza de la primera edición del Conde Lucanor en 1575, no han perdido actualidad; el «libro de los buenos consejos» es en nuestros días más famoso que leído, y no ha alcanzado la difusión de que es merece- dor, ni edición crítica, ni popular y legible de él se ha impreso hasta hoy; y quien desee leerlo ha de acudir a los indigestos volúmenes de la Biblioteca de Auto- res Españoles, ya que las lindas impresiones de Krapf 7 DON JUAN MANUEL son costosas y raras como libros de bibliófilo, y la de Knust es inasequible a la mayoría. A dar un texto de lectura fácil y de tamaño cómo- do viene esta edición, que por no estar hecha para «los hombres que saben», carece de todo aparato eru- dito y de todo empeño de exactitud paleográfica; acép- tase en ella, como base, el texto central de Knust, que reproduce el manuscrito más completo, y se moder- niza la ortografía— según uso de esta Biblioteca- siguiendo, en especial, la pauta que ha hecho legible a todos el Calila jf Dimna. Es el Conde Lucanor un «exemplario», pero el más bello que se haya escrito nunca; «comparte con el De- camerón la gloria de haber creado la prosa novelesca de Europa»., con la ventaja, por parte de la obra del nieto del Rey Santo, de estar terminada ya trece años antes de la peste de Florencia (1348), ocasión de que fuesen narrados los cien inmortales cuentos de Boc- caccio. Se desarrolla la obra en forma de conversación en- tre un Príncipe, el Conde Lucanor, y su consejero Pa- tronio; las características de Lucanor apenas se decla- ran en el libro; era señor de vasallos y de estados grandes y estaba en edad no muy moza; las dudas que en su espíritu surgen por asuntos de gobierno o del continuo trato del rnundo, resuélvelas su consejero con ejemplos, de los que extrae a su ñn sendas reflexiones provechosas condensadas en graciosos viesas. Esto en la primera parte, que consta de cincuenta y un ejem- EL CONVK LUCÁNOR en que no jugase papel preponderante; su lealtad a la prudente Doña María de Molina, que tanto le encar- gara Sancho el Bravo en su lecho de muerte, flaqueó más de una vez; y ya se le ve al lado del revoltoso In- fante Don Pedro; ya al de Don Juan el Tuerto; ya al del Infante de la Cerda; ya, en rtn, se «desnatura» has- ta tres veces, y en una llega a hacer alianza con el Rey moro de Granada contra su natural Señor. No eran los tiempos sazón de leales; y los hijos de los Infantes de Castilla, como decía el Arzobispo de Santiago D. Rodrigo del Padrón, «fuera mejor si fue- in mejores, et nunca fallamos que fueran muy bue- nos»; y D. Juan Manuel en su vida era un hombre <le su época, hacía lo que todos; «recelamos—seguía (liciéndole el buen Don Rodrigo—que non queredes fincar sólo, et queredes tacer como los otros». En 1335, por la amenaza de la invasión almohade, apacíguanse un tanto las luchas de Castilla, y Don Juan Manuel, reconciliado con Alfonso XI, aprovecha quizá aquel alto en su constante pelear, y recoge en el Libro de Patronio la experiencia que el tráfago de la vida inquieta había sedimentado en su espíritu, y la varia lectura que había sido su consuelo en el ( hocar de odios, ambiciones e intereses de que era -omillero Castilla toda. Mas pronto se rompe de nuevo la tregua, y Don • Juan, solo con sus vasallos, lucha cuatro años contra el Rey; lógrase, por fin, el 10 de Junio de 1340 cum- plida paz, la «más honrada que nunca se falla tjue la II DON JUAN MANUEL hobiese home en España». Como varón de consejo acompaña al Rey a las gloriosas jornadas del Salado y Algeciras, y al fin de sus días aún se oye su voz autorizada en las Cortes de Alcalá, de las que salió el «Ordenamiento» (i). Era entonces D. Juan tan po- deroso, que «podía ir del regno de Navarra hasta el regno de Granada, posando cada noche en villa cer- cada et castillos suyos». En sus últimos tiempos pla- cíale vivir en Peñafiel, y en los buenos días del otoño bajaría de su castillo, y rodeado de sus deudos y de dis- cretos «fraires predicadores» de su convento, en al- guna olmeda de la ribera del Duratón, contaría el an- ciano, despaciosamente, algún «exemplo», sazonado con avisos y moralidades «de mucha sciencia». La fecha de su muerte se desconoce, pero hubo de acaecer antes de Agosto de 1 349, en que ya se titula- ba Señor de Villena su hijo Fernando (2). El alma de D. Juan Manuel, los hechos de su (i) Varón de consejo y de resolución, tal era el común sentir acerca de D. Juan Manuel; muchos años después de su muerte, cuando Don Fernando, Infante de Castilla, después Rey de Aragón, tenía puesto cer- co a Antequera, habiendo dudas en los caudillos de si aventurarse o no a tomar una áspera sierra que era de moros, exclamó el Infante: «Por cier- to mengua race aquí mi bisabuelo Don Juan Manuel.» Lo cuenta Argote de Molina. (a) Quien desee saber más noticias de la vida del nieto de San Fer- nando, consulte el t. ill de la Hüioria Critica de Amador de lo« Ríos, y no eche en olvido el consejo de Argote: «el lector puede ver la cró- nica del Rey Don Alonso XI, donde muy particular memoria del se hace». La crónica de Alonso XI en la Biblioteca de Rivadeneyra, t. LXVl. El Señor Jiménez Soler prepara hace años un estudio acerca de D. Juan Manuel. 12 KL CONDE LUCANÜH vida, y sobre todo sus obras, nos la muestran tal cual liié, con todos sus defectos— que eran los de su tiem- po— , con todas sus excelsas cualidades, a muy pocos liscernidas; cómo fué su cuerpo, U> sabemos también; II una oscura capilla de la Claustra de la Catedral de AÍurcia figuran su retrato y el de su hija la Reina de Castilla Doña Juana, como orantes en un retablo fir- mado por el pintor modenés del siglo xiv Barnabas de Alutina (i). Don Juan Manuel, de barba y cabellos ca- nos y luengos, viste túnica de grana, está de hinojos ante Santa Lucía; es éste quizá el primer retrato pin- tado que de un escritor español se conserva: sus ojos son hermosos y rasgados, fina y larga la nariz; no- bles las facciones, que expresan inteligencia, energía y desengaño. Mucho escribió D. Juan Manuel -Historia, Caza, PoHtica, Moral, Teología —increíble parece hubiera \ agar para ello quien hizo reales los versos del Ro- mancero Mis arreos son las armas, mi descanso el pelear. (i) Al lado opuesto, y orante también, una dama coronada, Uoia Juana Manuel, hija de Don Juan, y mujer de Enrique II. Creíase en Murcia eran retratos de los Reyes Católicos; al ilustre arqueólogo señor González Simancas se debe la verdadera identificación; el retablo es una obra importantisima ñrinada en Genova por un pintor modeoés llamado Bernabé, que ñrma varios cuadros de f:;^7 a 1)76; nacido en Módena, pintó allí entre 1J04 a 1380, en Genova en 1364, 70, So y 63 en Pisa y en el Piamonte. ( Vid. Tormo, Cultura Esfiaüota (1007), VII, pág. 840.) ' iirrado Kicci {Tht BurlingUm Magarittt, «Bamaba da Modena», No- . ombre de 1913) desconoce la noticia del retablo de Murcia. 13 DON JUAN MANUEL malicia amable, y en muchos cuentos un fondo de hu- morismo raras veces amargo; se ve siempre al gran señor superior a su tiempo, y para quien las cosas de este mundo no guardan secretos, que con mirada se- rena, un tanto escéptica, analiza las acciones de los hombres y adoctrina sin empacho de moral acerca del camino que en la vida se ha de seguir; y todo esto con una expresión limpia de groserías y complacen- cias de bajos gustos; con justeza anota Menéndez y Pelayo que «para no escribir en el siglo xiv como Boccacio o como el Arcipreste de Hita, se necesitaba una exquisita delicadeza de alma, una repugnancia instintiva a todo lo feo y villano, que es condición es- tética, a la par que ética, de espíritus valientes». En el Conde Lucanor—dice Azorin— «todo es sen- cillo, limpio y claro», Don Juan Manuel «lo escribe atentamente con el gesto sereno del Erasmo retratada por Holbein». «Cuando acaba de escribir uno de sus capítulos, se levanta, da unos paseos por la estancia, contempla sus libros, echa un vistazo por la ventana al paisaje. Desde la ventana se descubre el severo 5 noble campo de Castilla; una serranía azulina con ci- mas blancas cierra el horizonte; hasta la línea azul s( extiende una campiña suavemente ondulada por lo! oteros y recuestos.» F. J. Sánxhez Cantón. 16 BL CONDE LUCÁNOR bibliografía DEL Conde Lucanor se conservan cinco códices, ninguno contemporáneo; el íinico completo es el 6376 (ant. S-34) de la Hiblioteca Nacional; consta de las cuatro partes (cinco, contó ha probado Doña María (Joyri). La edición primeps fué publicada por Aryote de Molina en 75 en Sevilla. Reproducciones de ella son: las de Madrid, 1642» oiuttKart, i<S39, y Barcelona, 1853, con prólogo de Milá y Fon- tanals; en estas cuatro ediciones sólo se publicó la primera parte; Kn la Biblioteca de Autores Españoles, t. LI, por Gayangos. • |>ublicó ya el texto completo, dividido en cuatro partes. Tex- to que se reprodujo en dos bellos tomitos por Krapf en Vigo en 1898. Otra imprimió en 1900. En 1900, Adolf Birch-Hirschfeld publicó las notas y texto (del -34 con variantes) que Knust preparaba para publicar una edi- ción crítica, que murió sin terminar; de esto dependen los defec- tos de que adolece la publicación, que, sin embargo, es la única hasta ahora utilizablo; al fin van eruditas ilustraciones sobre el ori(,'en y descendencia de los cuentos; de ellas hemos entresaca- do al(;unas notas. En fin, en 1902, el citado Krapf publicó en Vigo una escrupu- losa edición de la primera parte—más dos interesantes cuentos que no son de D.Juan Manuel— , según un códice que fué de los Condes de Puñonrostro y pertenece hoy a la Academia Es- pañola, quizá la más antigua redacción del Conde Lucanor. Completaremos la edición con estos dos cuentos. Últimamente, en 1914, el Sr. Tenreiro ha publicado un bello arreglo, para niños, de varios cuentos del Conde Lucanor, mo- dernizando el estilo y aun el asunto; y Azoritt ha interpretado maravillosamente los ejemplos de Don lUán, el raposo y el cuer- Conde LMoanor . DON JUAN MANUEL vo, y Don Alonso Pérez de Valdés, en Lecturas españolas. (Vid. en las Páginas Escogidas de esta Biblioteca.) Sobre la vida y obras de D. Juan Manuel véanse la biografía de Argote en su edición, los prólogos de Milá y Fontanals y Ga- yangos a sus impresiones, de Puibusque a su traducción al fran- cés Amador de los Ríos, Historia crít. de la lit. esp., t III, pági- nas 204 y 55; Knust, prólogo y notas a su ed.; M. Goyri de Me- néndez Pidal, Romanía^ XXIX, páginas 600-602, y Rev. de Archi- vos, t. Vn, pág. 320; Bonilla, Anales de la lit., cap. I, pág. 258; Hanssen, Notas a la versificación de D. Juan Manuel; Anales de la Universidad de Chile, 1902; Bulletin Hispanique, t. IV, núm. 4.°; Menéndez y Pelayo, Orígenes de la Novela, 1. 1, y Menéndez Pidal, Antología de prosistas castellanos, Madrid, 1917, páginas 28-30. Es de advertir que se conserva un autógrafo de D.Juan Ma- nuel; es una carta al Rey, en la que se transparenta su alma no- ble y cauta a la vez, publicada en facsímil por el Sr. Jiménez So- ler, en la ^evue Hispanique, t. XIV, pág. 606. 18 Rí. LIBRO DE LOS ENXIEMPLOS DEL >NI)I- LUCANOR ET DE PATRONIO ESTE libro fízodon Johan, fijo del muy noble infante don Manuel, deseando que los homes ficiesen en este mundo tales obras, que les fuesen aprovechosas de las honras, et de las faciendas, et de sus estados; et fuesen más allegados a la carrera por que pudiesen salvar las almas. Et puso en él los enxiemplos más aprovechosos que él sopo de las cosas que acaescie- ron, por que los homes puedan facer esto que dicho es. Et seria maravilla, si de cualquier cosa que acaezca a cualquier homne, non fallare en este libro su semejanza que acaesció a otro. Et porque don Johan vio et sabe, que en los libros contescen muchos yerros en los trasladar —cuidando por la una letra que es la otra, en escribiéndolo, mú- dase toda la razón, et por aventura confóndese—et los que después fallan aquello escripto, ponen la culpa al que fizo el libro; et porque don Johan se receló desto, ruega a los que leyeren cualquier libro que fuere tras- ladado del que él compuso, o de los libros que él fizo, ({ue si fallaren alguna palabra mal puesta, que non 2Í DON JUAN MANtinL pongan la culpa a él, fasta que vean el libro mismo que don Johan fizo, que es emendado, en muchos lu- gares, de su letra. Et los libros que él ñzo, son estos que él ha fecho fasta aqui: La Crónica abreviada, El Libro de los Sabios, El Libro déla Caba- llería, El Libro del Infante, El Libro del Ca- ballero et del Escudero, El Libro del Conde, El Libro de la Caza, El Libro de los Engeños, El Libro de los Cantares. E estos Libros están en el monesterio de los Fraires Predicadores que él fizo en Peñafiel. Pero, desque vieren los libros que él fizo, por las menguas que en ellos fallaren, non pon- gan la culpa a la su entención, mas pónganla a la men- gua del su entendimiento, porque se atrevió a se en- entremeter a fablar en tales cosas. Pero, Dios sabe, que lo fizo por entención que se aprovechasen de lo que él diría las gentes que non fuesen muy letrados, nin muy sabidores. Et por ende, fizo todos los sus li- bros en romance, et esto es señal cierto que los fizo para los legos et de non muy grand saber como lo él es. Et de aqui adelante, comienza el prologo del Libro de los Enxiemplos del Conde Lucanor et de Patronio. 22 EN el nombre de Dios: amen. Entre muchas cosas extrañas et maravillosas que Nuestro Señor Dios fizo, tovo por bien de facer una muy maravillosa; esta es, que de cuantos homes en el mundo son, non ha uno que del todo semeje a otro en la cara; ca como quicr que todos los homes han estas mismas cosas en la cara, los unos que los otros, pero las caras en si mes- mas non semejan las unas a las otras. Et pues en las caras que son tan pequeñas cosas ha en ellas tan grant departimiento, menos maravilla es que haya departi- miento en las voluntades et en las entenciones de los homes. Et asi fallaredes, que ningún home non se se- meja del todo en la voluntad nin en la entención con otro. Et facervos he algunos enxiemplos porque lo en- tendades mejor: Todos los que quieren et desean servir a Dios, to- dos quieren una cosa, pero non lo sirven todo» en una manera, que unos le sirven en una manera et otros en otra. E otrosi, todos los que sirven a los señores, todos los sirven, mas non los sirven todos en una ma- nera. Et los que labran et crian, et trabajan, et cazan, et facen todas las otras cosas, todos las facen, mas non las entienden nin las facen todos en una mane- 23 WN JUAN MANUEL comenzará la materia del libro, en manera de un grand Señor que fablaba con un su consejero. Et dicían al Señor, Conde Lucanor, et al consejero, Patronio. ENXEMPLO I De lo que contesció a un Rey con un su privado. Acaesció una vez, que el conde Lucanor estaba fa- blanilo en su poridad con Patronio, su consejero, et dijol: —Patronio, a mi acaesció que un muy grande hom- ne et mucho honrado, et muy poderoso, et que dá a entender que es cuanto mió amigo, que me dijo po- cos días ha en muy grant poridad, que por algunas cosas quel acaescieran, que era su voluntací de se par- tir desta tierra et non tornar a ella en ninguna ma- nera, et que, por el amor et grant fianza que en mi había, que me quería dejar toda su tierra, lo uno ven- dido, et lo al encomendado. Et pues esto quiere, se- méjame muy grand honra et grand aprovechamiento para mi; et vos decitme et consejadme, lo que vos paresce en este fecho. — Señor conde Lucanor, dijo Patronio, bien en- tiendo que el mió consejo non vos face grant men- gua, pero pues vuestra voluntad es que vos diga lo que en esto entiendo, et vos conseje sobre ello, facer- lo he luego. E primeramente, vos digo, que esto que 26 EL CONDE LÜCASOU aquel que cuidades que es vuestro amigo vos dijo, non lo fizo sinon por vos probar. Et paresce que vos con- teció con ól, commo ronteció a un Rey con un su privado. E el conde Lucanor le rugó, quél dijiesc como fuera aquello. —Señor, dijo Patronio, un rey era que había un privado en que fiaba mucho. Et por que non puede seer que los homes que alguna buena andanza han, que algunos otros non hayan envidia dellos; por la j)rivaiiza et bien andanza que aquel su privado había, otros privados daquel rey habían del muy grant en- vidia et trabajábanse del buscar mal con el rey, su señor. Et como quier que muchas razones le dijieron, nunca pudieron guisar con el rey quel ficiese ningún mal, nin aun que turnase sospecha nin dubda del, nin de su servicio. Et de que vieron que por otra manera non pudieron acabar lo que querían, ficieron entender al rey, que aquel su privado, que se trabajaba de gui- sar porque él muriese, et que un fijo pequeño que el rey habia, que fincase en su poder, et de que él fuese apoderado de la tierra, que faría commo muriese el mozo e que fincaría él señor de la tierra. Et commo que fasta entonce non pudieran poner en ninguna dubda al rey contra aquel su privado, de que esto le dijieron, non lo pudo sofrir el corazón que non to- mase del recelo; ca en las cosas en que tan grant mal ha, que se non pueden cobrar si se facen, ningún homne cuerdo non debe esperar ende la prueba. Et 27 DON JUAN MANUEL por ende desque el rey fué caido en esta dubda et sospecha, estaba con grant recelo, pero non se quiso mover en ninguna cosa contra aquel su privado, fasta que desto sopiese alguna verdad. Et aquellos otros que buscaban mal a aquel su pri- vado, dijiéronleuna manera muy engañosa, en commo podría probar que era verdat aquello que ellos di- cían, et enfermaron bien al rey en una manera enga- ñosa, segund adelante oiredes, como fablase con aquel su privado. Et el rey puso en su corazón de lo facer, et fizólo. Et estando a cabo de algunos dias, el rey fablando con aquel su privado, entre otras razones muchas que fablaron comenzol un poco a dar a entender que se despagaba mucho de la vida deste mundo et quel páresela que todo era vanidad. Et entonce non le dijo más. Et después a cabo de algunos dias fablando otra vez con aquel su privado, dandol a entender que sobre otra razón comenzaba aquella fabla, tornol a decir que cada dia se pagaba menos de la vida des- te mundo et de las maneras que en él veía. Et esta razón le dijo tantos días et tantas vegadas, fasta que el privado entendió que el rey non tomaba ningún placer en las honras deste mundo, nin en las riquezas, nin en ninguna cosa de los bienes, nin de los placeres que en este mundo habíe. Et desque el rey entendió que aquel su privado era bien caido en aquella en- tención, dijol un día: que había pensado de dejar el mundo et irse desterrar a tierra do non fuese con@s- 28 EL COSDli LUCANOR a SU fijo et al regno, entendió que era caido en grant yerro, e comenzólo a maltraer muy fieramente, et di- jol: que fuese cierto que era en muy grant peligro del cuerpo et de toda su facienda; ca todo aquello quel rey le dijiera, non fuera porque el rey hobiese volun- tad de lo facer, sinon que algunos quel querían mal, habían jiuesto al rey quel dijiese aquellas razones por le probar, et pues entendiera el rey quel placía, que fuese cierto que tenía el cuerpo et su facienda en muy grant peligro. E cuando el privado del rey oyó aquellas razones, fué en muy grant cuita, ca entendió verdaderamente que todo era asi como aquel su cativo lo habia dicho. Et desque aquel sabio que tenía en su casa le vio en tan grant cuita, consejol que tomase una manera como podríe escusar aquel peligro en que estaba. Et la manera fué esta: luego, aquella noche, fuese a raer la cabeza et la barba, et cató una vestidura muy mala et toda apedazada, tal cual suelen traer estos bo- rnes que andan pidiendo las limosnas andando en sus romerías, et un bordón, et unos zapatos rotos et bien ferrados, et metió entre las costuras de aquellos peda- zos de su vestidura una grant cuantía de doblas. Et ante que amaniciese fuese para la puerta del rey, et dijo a un portero que y falló, que dijiese al rey que se levantase porque se pudiese ir ante que la gente des- pertase, ca él allí estaba esperando, et mandol que lo dijese al rey en grant poridat. Et el portero fué muy maravillado cuandol vio venir en tal manera, ct entró 31 DON JUAN MANUEL fijo en SU poder, et entregarle et apoderarle en todas las fortalezas et logares del regno, porque ninguno non pudiese facer ninguna cosa que fuese deservicio de su fijo; et si el rey tornase en algún tiempo, que era cierto que fallaría muy buen recabdo en todo lo que dejase en su poder; et si por aventura muriese, que era cierto, que servirla muy bien a la reina, su mu- jer, et que criarla muy bien a su fijcf'et quel temía muy bien guardado el su regno fasta que fuese de tiempo que lo pudiese muy bien gobernar; et asi, por esta ma- nera, tenia que dejaba recabdo en toda su facienda. E cuando el privado oyó decir al rey que quería dejar en su poder el reino et el fijo, como quier que lo non dijo entender, plogol mucho en su corazón, en- tendiendo que pues todo fincaba en su poder, que podría obrar en ello como quisiese. E este privado había en su casa un su cativo que era muy sabio homne et muy grant filósofo. Et todas las cosas que aquel privado del rey había de facer, et los consejos quel había de dar, todo lo facía por con- sejo de aquel su cativo que tenía en casa. Et luego que el privado se partió del rey, fuese para aquel su cativo, et contol todo lo quel conteciera con el rey, dandol a entender con muy grant placer et muy grand alegría cuanto de buena ventura era, pues el rey le quería dejar todo el reino et su fijo en su poder. E cuando el filósofo que estaba cativo oyó decir á su señor todo lo que le había pasado con el rey, et como el rey entendiera que quería él tomar en poder EL CONDE LUCANOR a SU fijo et al regno, entendió que era caido en grant yerro, e comenzólo a maltraer muy fieramente, et di- jol: que fuese cierto que era en muy grant peligro del cuerpo et de toda su facienda; ca todo aquello quel rey le dijiera, non fuera porque el rey hobiese volun- tad de lo facer, sinon que algunos quel querían mal, habían puesto al rey quel dijiese aquellas razones por le probar, et pues entendiera el rey quel placía, que fuese cierto que tenía el cuerpo et su facienda en muy grant peligro. E cuando el privado del rey oyó aquellas razones, fué en muy grant cuita, ca entendió verdaderamente que todo era asi como aquel su cativo lo habia dicho. Et desque aquel sabio que tenía en su casa le vio en tan grant cuita, consejol que tomase una manera como podríe escusar aquel peligro en que estaba. Et la manera fué esta: luego, aquella noche, fuese a raer la cabeza et la barba, et cató una vestidura muy mala et toda apedazada, tal cual suelen traer estos ho- mes que andan j>idiendo las limosnas andando en sus romerías, et un bordón, et unos zapatos rotos et bien ferrados, et metió entre las costuras de aquellos peda- zos de su vestidura una grant cuantía de doblas. Et ante que amaniciese fuese para la puerta del rey, et dijo a un portero que y falló, que dijiese al rey que se levantase porque se pudiese ir ante que la gente des- pertase, ca él allí estaba esperando, et mandol que lo dijese al rey en grant poridat. Et el portero fué muy maravillado cuandol vio venir en tal manera, et entró 31 DON JUAN MANUEL EJEMPLO II De lo que contesció a un homne bueno con su ñ}o. Otra vez acaesció que el conde Lucanor fablaba con Patronio, su consejero, et dijol: como estaba en grant coidado et en grant queja de un fecho que que- ría facer; ca, si por aventura lo ficiese, sabía que mu- chas gentes le trabarían en ello, et otrosí, si non lo ficiese, que él mismo entendíe, quel podrían trabar en ello con razón. Et díjole cuál era el fecho, et rogol quel consejase lo que entendía que debía facer sobre ello. —Señor conde Lucanor— dijo Patronio — bien sé yo que vos fallaredes muchos que vos podrían con- sejar mejor que yo, et a vos dio Dios muy buen en- tendimiento, que sé, que mi consejo vos face muy pe- queña mengua, mas pues lo queredes, decirvos he lo que ende entiendo. Señor conde Lucanor — dijo Pa- tronio—mucho me placería que parásedes mientes a un ejiemplo de una cosa que acaesció una vegada a un homne bueno con su fijo. E el conde le rogó quel dijiese, que como fuera aquello. Et Patronio dijo: —Señor, así contesció, que un homne bueno había un fijo; e como quier que era mozo segund sus días, 34 BL CONDE LUCASOH era asaz de sotil entendimiento. Et cada que el padre alguna cosa quería facer, porque pocas son las cosas en (|ue algún contrallo non puede acaescer, dicial el fijo: que en aquello que él quería facer, que veía él, que podría acaescer el contrario. Et por e.sta manera le partía de algunas cosas quel cumplían para su fa- cienda. Kt bien crcd que cuanto los mozos son más sotiles de entendimiento, tanto son más aparejados para facer grandes yerros para sus faciendas; ca han entendimiento para comenzar la cosa, mas non saben la manera como se puede acabar, et por esto caen en grandes yerros, si non han quien los guarde dellos. Et asi, aquel mozo por la sotilcza que había del en- tendimiento et quel menguaba la manera de saber fa- cer la obra cumplidamente, embargaba a su padre en muchas cusas que habie de facer. Et de que el padre pasó grant tiempo esta vida con su íijo, lo uno por el daño que se le seguía de las cosas que se le embarga- ban de facer, et lo al, por el enojo que tomaba de aque- llas cosas que su fijo le dicía, et señaladamente lo más, por castigar su fijo et darle ejiemplo como ficiese en las cosas quel acaesciesen adelante, tomó esta ma- nera segimt aquí oiredes: El homne bueno et su fijo eran labradores et mo- raban cerca de una villa. Et un día que facían y merca- do dijo a su fijo: que fuesen amos allá para comprar al- gunas cosas que habían mester: et acordaron de llevar una bestia en que lo trajiesen: et yendo amos a mercado llevaban la bestia sin niaguna carga et iban 35 DON JUAN MANUEL jieron que errábamos; et fu yo en la bestia et tu de pié, et dijieron que era yerro; et agora irnos amos en la bestia, et dicen que facemos mal. Pues en ninguna guisa non puede ser que alguna destas cosas non fa- gamos e ya todas las ficiemos, et todas dicen que son yerros. Et esto fiz yo porque tomases ejiemplo de las cosas que te acaesciesen en tu facienda; ca cierto sey que nunca faras cosa de que todos digan bien; ca si fuere buena la cosa, los malos et aquellos a que se non sigue pro de aquella cosa, dirán mal della; et si fuera la cosa mala, los buenos que se pagan del bien non podrían decir que es bien el mal que tu feciste. Et por ende, si tu quieres facer lo mejor et más a tu pro, cata que fagas lo mejor et lo que entendieres que te cum- ple más, et sol que non sea mal, non dejes de lo facer por recelo del dicho de las gentes, ca cierto es que las gentes a lo demás siempre fablan en las cosas a su voluntad, et non catan lo que es más a su pro. Et vos, señor Conde Lucanor, en esto que me deci- des que queredes facer et que recelades que vos tra- barán las gentes en ello, et si non lo facedes que eso mismo farán, pues me mandades que vos conseje en ello, el mi consejo es este: que ante que comencedes el fecho, que cuidedes toda la pro e el dapno que se vos puede ende seguir, et que non vos fiedes en vues- tro seso, et que vos guardedes que non vos engañe la voluntad, et que vos consejedes con los que entendié- redes que son de buen entendimiento, et leales et de buena poridat. Et si tal consejero non falláredes, 38 EL coyDE LUCAXOn ced por que él falle en mi tal merescimiento, por que me deba escoger para ser compañero de los sus sier- vos et ganar el paraíso; sé cierto, que a este bien, et a este placer, et a esta gloria, non se puede comparar ningún otro placer del mundo. Et pues este bien et este mal tan grande non se cobra sinón por las obras, ruégovos que segund el estado que yo tengo, que cuidedes et me consejedes la manera mejor que en- tendiéredes que pueda facer enmienda a Dios de los yerros que contra Él fiz, et pueda haber la su gracia. —Señor conde Lucanor— dijo Patronio —mucho me place de todas estas razones que habedes dicho, et señaladamente, porque me dijiestes que en todo esto vos consejase segund el estado que vos tenedes, ca si de otra guisa me lo dijiéredes por me probar segund la prueba que el rey fizo a su priuado, que vos conté el otro día en el ejemplo que vos dije; mas pláceme mucho porque decides que queredes facer emienda a Dios de los yerros que ficiestes, guardan- do vuestro estado et vuestra honra; ca ciertamente, señor conde Lucanor, si vos quisiéredes dejar vues- tro estado et tomar vida de orden o de otro aparta- miento, non podríades escusar que vos non acaescie- sen dos cosas: la primera, que seríades muy mal jud- gado de todas las gentes, ca todos dirían que lo facíades con mengua de corazón et vos despagábades de vevir entre los buenos; et la otra es, que sería muy grant maravilla, si pudiésedes sofrir las asperezas de la orden, et si después la hobiésedes a dejar o vevir 41 DON JUAN MANUEL en ella non la guardando como debíades, seervos hía muy grant daño paral alma et grant vergüenza et grant denuesto paral cuerpo et para la fama. Mas pues esto, bien queredes facer, placerme hía que sopiésedes lo que mostró Dios a un ermitaño muy sancto de lo que había de contecer a él et al rey Richalte de Englaterra. E el conde Lucanor le rogó quel dijiese que como uera aquello. —Señor conde Lucanor—dijo Patronio— un er- mitaño era homne de muy buena vida, et facía mucho bien, et sufría grandes trabajos por ganar la gracia de Dios. Et por ende, fizol Dios tanta merced quel pro- metió et le aseguró que habría la gloria de paraíso: e el ermitaño gradesció esto mucho a Dios; et seyendo ya desto seguro, pidió a Dios por merced quel mos- trase quien había de seer su compañero en paraíso. Et como quier que el Nuestro Señor le enviase decir algu- nas veces con el ángel que non facía bien en le de- mandar tal cosa, pero tanto se afincó en su petición, que tovo por bien Nuestro Señor Dios del responder et envióle decir con su ángel que el rey Richalte de Inglaterra et él serian compañeros en paraíso. E desta razón non plogo mucho al ermitaño, ca él conoscía muy bien al rey et sabía que era homne muy guerrero et que había muertos, et robados, et deshe- redados muchas gentes, et siempre le viera facer vida muy contralla de la suya et aún, que parescía muy alongado de la carrera de salvación: et por esto esta- ba el ermitaño de muy mal talante. 42 EL CONDE LUCANOR Et desque Nuestro Señor Dios lo vio asi estar, en- viol decir con el su ángel; que non se quejase nin se maravillase de lo quel dijiera, ca cierto fuese que más servicio ficiera a Dios et más meresciera el rey Richal- te en un salto que saltara, que el ermitaño en cuantas buenas obras ficiera en su vida. E el ermitaño se maravilló ende mucho, et pregun- tol como podia esto seer, Et el ángel le dijo: que sopiese que el rey de Fran- cia, et el rey de Inglaterra et el rey de Navarra pasa- ron a Ultramar. Et el día que llegaron al puerto, yen- do todos armados para tomar tierra, vieron en la ri- bera tanta muchedumbre de moros que tomaron dub- da si podrían salir a tierra. E estonce el rey de Francia envió decir al rey de Inglaterra que viniese a aquella nave a do él estaba et que acordarían como habían de hacer. Et el rey de Inglaterra que estaba en su caballo cuando esto oyó, dijo al mandadero del rey de Fran- cia, quel dijiese de su parte, que bien sabía que él ha- bía fecho a Dios muchos enojos et muchos pesares en este mundo et que siempre le pidiera merced quel tra-- jiese a tiempo quel ficiese emienda por el su cuerpo, et que, loado a Dios, que veía el día que él deseaba mucho; ca si allí muriese, pues había fecho la emienda que pidiera ante que de su tierra se partiese, et esta- ba en verdadera penitencia, que era cierto quel habría Dios merced al alma, et que, si los moros fuesen ven- cidos, que tomaría Dios mucho servicio, et serían to- dos muy de buena ventura. 43 DON JUAN MANUEL ciendo esto podedes dejar todo lo al, et estar siempre en servicio de Dios et acabar así vuestra vida. Et fa- ciendo esto, tengo, que ésta es la mejor manera qué vos podedes tomar para salvar el alma guardando vuestro estado et vuestra honra. Et debedes crer que por estar en servicio de Dios non morredes ante, nin vivredes más por estar en vuestra tierra. Et si murié- redes en servicio de Dios, viviendo en la manera que vos yo he dicho, seredes mártir et muy bien aventura- do, et aunque non murades por armas, la buena volun- tat et las buenas obras vos farán mártir, et aun los que mal quisieren decir, non podrían; ca ya todos velen que non dejades nada de lo que debedes facer de Caballe- ría, mas que queredes seer caballero de Dios et deja- des de ser caballero del diablo et de la ufana del mun- do que es fallescedera. E agora, señor conde, vos he dicho el mió consejo segund me lo pidiestes, de lo que entiendo como podedes mejor salvar el alma se- gund el estado que tenedes. Et semejaredes a lo que fizo el rey Richalte de Inglaterra en el salto e buen fe- cho que fizo. E al conde Lucanor, plogo mucho del consejo que Patronio le dio, et rogó a Dios quel guisase que lo pu- diese facer como él dicía et como el conde lo tenía en corazón. Et veyendo don Johan, que este ejemplo era bueno, mandólo poner en este libro, et fizo estos viesos en que se entiende abreviadamente todo el enjiemplo. Et estos viesos dicen así: 46 KL CONDE LUCANOR Qui por caballero se toviere, Mas debe desear este salto, Que non si en la orden se metiere, O se encerrase tras muro alto (i). EXEMPLO IV De lo que dijo un genovés a su alma, cuando se hobo de morir. Un dia fablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, et contabal su facienda en esta manera: — Patronio, loado a Dios, yo tengo mi facienda asaz en buen estado et en paz, et he todo lo que me cum- ple segund mis vecinos et mis agúales, et por aventu- (i) El modo de iniciarse el cuento, y lo que constituye su fondo ideal, es muy semejante al tema que Tirso de Molina desarrolló eaiaCoiidtnado ^or desconfiado. (Vid. sobre los orígenes de esta obra capital del Teatro español, el discurso de recepción en la Real Academia Española de don Uamún Menóndez Pidal, lyoa); según Menéndez y Pelayo, «Don [uan Manuel trató el tema a lo caballeresco, Tirso a lo teológico>. Las raíces del cuento están en Egipto, y una de las versiones más antiguas y cora- l>letas es la leyenda de 8. Pafnucio, uao de los padres del yermo. La cruzada en que sucede este hecho que cuenta Patronio fué la terce- ra; coustó de dos expediciones, una por tierra, de Federico I ffarbarro- y<i, emperador de Alemania, en 1189; marítima otra, en 1190, mandada por Felipe Augusto de Francia y por Ricardo Corazón de León, de Ingla- terra. Nárrase por extenso esta cru7:ada en los capítulos CXCIV y ss. del Libro IV de La gran Conquista dt ultramar (tomo XLIV de la 6b. de AA. E£.), obra seguramente muy leída por Don Juan Manuel; pero en ella no encuentro referencia del salto del Rey de Inglaterra. El núcleo del cuento, tomado de una antigua narración, D* saltu Ttm- plarii. SeRÚn Knust. 4/ DON JUAN MANUEL ra más. Et algunos consénjanme que comience un fe- cho de muy grant aventura, et yo he grant voluntat de facer aquello que me consejan; pero por la fianza que en vos he, non lo quise comenzar fasta que fabla- se con vusco, et vos rogase que me consejásedes lo que ficiese en ello. —Señor conde Lucanor—dijo Patronio— para que vos fagades en este fecho lo que vos más cumple, pla- cerme hía que sopiésedes lo que conteció a un genués. E el conde le rogó quel dijiese como fuera aquello. E Patronio le dijo: —Señor conde Lucanor: un genués era muy rico et muy bien andante segund sus vecinos. Et aquel ge- nués adolesció muy mal, et de que entendió que non podía escapar de la muerte, fizo llamar a sus parientes et a sus amigos; et desque todos fueron con él, envió I)or su mujer et por sus fijos: et asentóse en un pala- cio muy bueno donde parescía la mar et la tierra; et fizo traer ante si todo su tesoro et todas sus joyas, et de que todo lo tovo ante si, comenzó en manera de trebejo a fablar con su alma en esta guisa: —Alma, yo veo que tu te quieres partir de mí, et non sé por que lo faces; ca si tu quieres mujer et fijos, bien los vees aquí delante tales de que te debes tener por pagada; et si quisieres parientes et amigos ves aquí muchos et muy buenos et mucho honrados; et si quieres muy grant tesoro de oro, et de plata, et de piedras preciosas, et de joyas, et de paños, et de mer- 48 EL CONDE LUCANOR mi amigo, me comenzó a loar mucho, dándome a en- tender que había en mi muchos compHmientos de honra et de poder e de muchas bondades. Et de que con estas razones me falagó cuanto pudo, movióme un pleito, que en la primera vista, segund lo que yo puedo entender, que paresce que es mi pro. Et contó el conde a Patronio cual era el pleito quel' movía; et como quier que parescía el pleito apro- vechoso, Patronio entendió el engaño que yacía as- cendido so las palabras fremosas. Et por ende dijo al conde: - Señor conde Lucanor, sabet que este homme vos quiere engañar, dándovos a entender que el vuestro poder et el vuestro estado es mayor de cuanto es la verdat. Et para que vos podades guardar deste enga- ño que vos quiere facer, placerme hía que sopiésedes lo que contesció a un cuervo con un raposo. E el conde le preguntó como fuera aquello. —Señor conde Lucanór— dijo Patronio --, el cuer- vo falló una vegada un grant pedazo de queso et su- bió en un árbol porque pudiese comer el queso más a su guisa et sin recelo et sin embargo de ninguno. Et en cuanto el cuervo así estaba, pasó el raposo por el pié del árbol, et desque vio el queso que el cuer- vo tenía, comenzó a cuidar en cual manera lo podría llevar del. Et por ende comenzó a fablar con él en esta guisa: —Don Cuervo, muy grant tiempo ha que oí fablar de vos et de la vuestra nobleza, et de la vuestra apos- 51 DON JUAN MANUEL tura. Et como quiera que vos mucho busqué, non fué la voluntad de Dios nin la mi ventura, que vos pudiese fallar hasta agora, et agora que vos veo, en- tiendo que ha mucho más bien en vos de cuanto me dicían. Et porque veades que non vos lo digo por le- sonja, tan bien como vos diré las aposturas que en vos entiendo, tan bien vos diré las cosas en que las gentes tienen que non sodes tan apuesto. Todas las gentes tienen que la color de las vuestras péñolas et de los ojos et del pico, et de los pies, et de las uñas, que todo es prieto, et porque la cosa prieta non es tan apuesta como la de otro color, et vos sodes todo prieto, tienen las gentes que es mengua de vuestra apostura, et non entienden como yerran en ello mu- cho; ca como quier que las vuestras péñolas son prie- tas, tan prieta et tan lucia es aquella i)retura, que torna en iridia commo péñolas de pavón, que es la más fremosa ave del mundo; et como quier que los vuestros ojos son prietos, cuanto para ojos, mucho son más fremosas que otros ojos ningunos, ca la pro- piedat del ojo non es sinón ver, et porque toda cosa prieta conorta el viso para los ojos, los prietos son los mejores, et por ende son más loados los ojos de la gancela, que son más prietos que de ninguna otra animalia. Otrosí, el vuestro pico et las vuestras ma- nos et uñas son fuertes más que ninguna ave tamaña como vos. Otrosí, en el vuestro vuelo habedes tan grant ligereza, que vos non embarga el viento de ir contra él por recio que sea, lo que otra ave non pue- 52 SL CONDE LUCAÑOR de facer tan ligeramente como vos. Et bien tengo qüCj pues Dios todas las cosas face con razón, que non consiiitiría ijue, pues en todo sodes tan complido, que hubiese en vos mengua de non cantar mejor que nin- guna otra ave. Et pues Dios me fizo tanta merced que vos veo, et sé que ha en vos más bien de cuanto nunca de vos oí, si yo pudiese oir de vos el vuestro canto, para siempre me ternía por de buena ventura. Et, señor conde Lucanor, parat mientes, que ma- guer que la entención del raposo era para engañar al cuervo, que siempre las sus razones fueron con ver- dat. Et set cierto que los engaños et daños mortales siempre son los que se dicen con verdat engañosa, Et des que el cuervo vio en cuantas maneras el ra- poso le alababa, et como le dicía verdat, creyó que asíl dicía verdat en todo lo al, et tovo que era su amigo, et non sospechó que lo facía por llevar del el queso que tenía en el pico, et por las muchas buenas razones quel había oido, et por los falagos et ruegos quel ficiera porque cantase, abrió el pico para cantar. Et des que el pico fué abierto para cantar, cayó el queso en tierra, et tomólo el raposo et fuese con él, et así fincó engañado el cuervo del raposo, creyendo que había en sí más apostura et más complimiento de cuanto era la verdad. Et vos, señor conde Lucanor, como quier que Dios vos fizo asaz mercet en todo, pues veedes que aquel homne vos quiere facer entender que habedes ma- yor poder et mayor honra e más bondades de cuanto 53 DON JUAN MANUEL habían y puesto consejo. Pero el repintimiento fué a tiempo que non podía tener ya pro. Et ante desto, cuando la golondrina vio que non querían poner recabdo las aves en aquel daño que les vinía, fuese paral homne et metióse en su poder et ganó del seguranza para si et para su linaje. Et des- pués acá viven las golondrinas en poder de los hom- nes et son seguras dellos. Et las otras aves que se non quisieron guardar, témanlas cada día con redes et con lazos. —Et vos, señor conde Lucanor, si queredes ser guardado deste dapno que decides que vos puede ve- nir, a{)ercibitvos et ponet y recabdo, ante que el daño vos puede acaescer, ca non es cuerdo el que vee la cosa desque es acaescida, mas es cuerdo el que por una señaleja o por un movimiento cualquier entiende el daño quel puede venir et pone y consejo porque nol acaezca. Et al conde plogo esto mucho, et fizólo segund Pa- tronio le consejó et fallóse ende bien. , Et porque entendió don Johán, que este enxiemplo era muy bueno, fizólo poner en este libro et fizo es- tos viesos que dicen así: En el comienzo debe homne partir El daño que non le pueda venir (i). (i) En Esopo figura ya esta fábula; ha sido aprovechado el asunto eu casi todas las lileraturas. Es muy bella la versión de La Fontaine, L'Hi- rondelh et les pttiU oiseaux, fábula VIII del Libro I: La golondrina no se Mmete al hombre, sino que, como más' fuerte que ios pajarillos, emrgra. 56 EL CONDE LUCANOR ENXEMPLO VII De lo que contescló a una mujer quel dician dofla Truhana. Otra vez fablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero en esta guisa: —Patronio, un homne me dijo una razón et amos- tróme la manera como podría seer. Et bien vos digo que tantas maneras de aprovechamiento ha en ella que, si üios quiere que se faga así como me lo dijo, que sería mucho mi pro; ca tantas cosas son que nas- cen las unas de las otras, que al cabo es muy grant fecho además. Et contó a Patronio la manera como podría seer. Et desque Patronio entendió aquellas razones, res- pondió al conde en esta manera: — Señor conde Lucanor, siempre oí decir que era buen seso atenerse homne a las cosas ciertas et non a las vanas fiuzas, ca muchas veces a los que se atie- nen a las Huzas, contésceles lo que contesció a doña Truhana. Et el conde preguntó como fuera aquello. —Señor conde—dijo Patronio — , una mujer fué que había nombre doña Truhana et era ákaz más pobre que rica; et un día iba al mercado et llevaba una olla de miel en la cabeza. Et yendo por el camino, comen- zó a cuidar que vendería aquella olla de miel et que 57 DON JUAN MANUEL compraría una partida de huevos, et de aquellos hue- vos nascirían gallinas et depués de aquellos dineros que valdrían compraría ovejas, et así fué comprando de las ganancias que faría, que fallóse por más rica que ninguna de sus vecinas. Et con aquella riqueza que ella cuidaba que había, asmó como casaría sus fijos et sus fijas, et como iría guardada por la calle con yernos et con nueras et commo dirían por ella como fuera de buena ventura en llegar a tan grant riqueza, seyendo tan pobre com- mo solía seer. Et pensando en esto comenzó a reir con grand pla- cer que había de la su buena andanza, et riendo dio con la mano en su frente, et entonce cayol la olla de miel en tierra et quebróse. E cuando vio la olla que- brada, comenzó a facer muy grant duelo, teniendo que había perdido todo lo que cuidaba que habría si la olla non la quebrara. Et porque puso todo su pen- samiento por fiuza vana, non se fizo al cabo nada de lo que ella cuidaba. Et vos, señor conde, si queredes que lo que vos di- jieren et lo que vos cuidardes sea todo cosa cierta, cred et cuydat siempre todas cosas tales que sean aguisadas et non fiuzas dubdosas et vanas. Et si las quisierdes probar, guardatvos que non aventuredes nin pongades db lo vuestro cosa de que vos sintades por fiuza de la pro de lo que non sodes cierto. E al conde plogo de lo que Patronio le dijo, et fi- zólo así et fallóse ende bien. 58 EL CONDE lüCANOR Et porque entendió don Johán, que este ejiemplo era bueno, mandólo escribir en este libro et fizo estos viesos, que dicen asi: Si non sabedes que debedes dar, A grand daño se vos podría tomar (i). ENXEMPLO IX De lo que contescló a los dos caballeros con el Icón. Un día fablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, en esta guisa: —Patronio, grant tiempo ha que yo he un enemigo de que me vino mucho mal, et eso mismo a él de mi en guisa que por las obras et las voluntades estamos muy mal en uno. Et agora acaesció así; que otro hom- ne muy más poderoso que nos entramos, va comen- zando algunas cosas de que cada uno de nos recela quel puede venir muy grand daño. Et agora aquel mió enemigo envióme decir que nos aviniésemos en uno, para nos defender daquel otro que quiere ser contra nos, ca si amos fuéremos ayuntados, es cierto que nos podremos defender, et si el uno de nos se desvaría del otro, es cierto que cualquier de nos que quiera estroir aquel de que nos recelamos, que lo puede facer ligeramente. Et de que el uno de nos fue- \i) Proce<1e drl Gtsla Romauotum. 6i . DON JUAN MANUEL re estroido, cualquier de nos que fincare sería muy ligero de estroir. Et yo agora esto en muy grand duda de este fecho, ca de una parte me temo mucho que aquel mi enemigo me querría engañar et si él una vez en su poder me toviese, non sería yo bien seguro de la vida, et si grant amor pusiéremos en uno no se puede escusar de fiar yo en él et él en mi. Et esto me face estar en grant recelo, E de otra parte, entiendo que si non fuéremos amigos asi como me lo envía rogar, que nos puede venir muy grand daño por la manera que ya vos dije. Et por la grant fianza que yo he en vos et en el vuestro buen entendimiento, rué- govos que me consejedes lo que faga en este fecho. —Señor conde Lucanor—dijo Patronio— , este fe- cho es muy grande et muy peligroso, et para que me- jor entendades lo que vos cumple de facer, placerme hía que sopiésedes lo que contesció en Túnez a dos caballeros que vivían con el infante don Enrique. Et el conde le preguntó como fuera aquello. —Señor conde—dijo Patronio— , dos caballeros que vivían con el infante don Enrique en Túnez, eran entramos muy amigos et posaban siempre en una misma posada, Et estos dos caballeros non tenían más de sendos caballos, et así como los caballeros se querían muy grant bien, así los caballos se querían muy grand mal. Et los caballeros non eran tan ricos que pudiesen mantener dos posadas, et por la mal- querencia de los caballos non podían posar en una posada, et por esto habían de vevir vida muy enojo- 62 EL CONDE LUCANOR sa. Et de que esto les duró un tiempo et vieron que non lo podían más sofrir, contaron su facienda a don Enrique et pediéronle por merced que echase aque- llos caballos a un león que el rey de Túnez tenía. Et don Enrique les grádeselo lo que decían muy mucho e fabló con el rey de Túnez. Et fueron los ca- ballos muy bien pechados a los caballeros. Et metié ronlos en un corral do estaba el león. E cuando los caballos se vieron en el corral, ante que el león sa- liese de la casa do yacía encerrado, comenzáronse a matar lo más buenamente del mundo. Et estando ellos en su pelea, abrieron la puerta de la casa en que estaba el león, et de que salió al corral et los caba- llos lo vieron, comenzaron a tremer muy fieramente et poco a poco íuéronse llegando el uno al otro. Et desque fueron entramos juntados en uno, estovieron así una pieza, et enderezaron entramos al león et pa- ráronlo tal a muesos et a coces que por fuerza se hobo de encerrar en la casa donde saliera. Et fincaron los caballos sanos, que les non fizo ningún mal el león. Et después fueron aquellos caballos tan bien avenidos en uno, que comían muy de grado en un pesebre et estaban en uno en casa muy pequeña. Et esta avenencia hobieron entre sí por el grant recelo que hobieron del león. —Et vos, señor conde Lucanor, si entendedes que aquel vuestro enemigo ha tan grand recelo de aquel otro de que se recela, et ha tan grant mester a vos porque forzadamente haya de olvidar cuanto mal pasó 63 DON JUAN MANUEL —Señor conde Lucanor—dijo Patronio— , para que vos conortedes, cuando tal cosa vos acaesciere, sería muy bien que sopiésedes lo que acaesció a dos hom- nes que fueron muy ricos. E el conde le rogó quel dijiese como fuera aquello. —Señor conde Lucanor— dijo Patronio—, de estos dos homnes el uno dellos llegó a tan grand pobreza quel non fincó en el mundo cosa que pudiese comer. Et desque fizo mucho por buscar alguna cosa que co- miese, non pudo haber cosa del mundo sinón una es- cudiella de atramices. Et acordándose de cuan rico solía ser e que agora con fambre era et con mengua había de comer los atramices que son tan amargos et de tan mal sabor, comenzó de llorar muy fieramente, pero con la grant fambre comenzó de comer de los atramices et en comiéndolos estaba llorando et echa- ba las cortezas de los atramices en pos de si. Et él es- tando en este pesar et en esta coita, sintió que estaba otro homne en pos del et volvió la cabeza et vio un homne cabo del, que estaba comiendo las cortezas de los atramices que él echaba en pos de si, et era aquel de que vos fablé de suso. Et cuando aquello vio el que comía los atramices preguntó a aquel que comía las cortezas que porque facía aquello. Et él dixo que sóplese que fuera muy más rico que él, et que agora había llegado a tan grand pobreza et en tan grand fambre quel placía mu- cho cuando fallaba aquellas cortezas que él dejaba. Et cuando esto vio el que comía los atramices, conor- 66 EL CONDE LÜCANOR tose, pues entendió que otro había más pobre que él, et que había menos razón porque lo debía seer. Et con este conorte esforzóse, et ayudol Dios, et cató manera en como saliese de aquella pobreza, et salió della et fué muy bien andante. Et vos, señor conde Lucanor, debedes saber que el mundo es tal, et aun que Nuestro Señor Dios lo tiene por bien, que ningún homne non haya cum- plidamente todas las cosas. Mas, pues en todo lo al vos face Dios merced et estades con bien et con hon- ra, si alguna vez vos menguaren dineros o estudier- des en afincamiento non desmayedes por ello et cred por cierto que otros más honrados et más ricos que vos, estarán afincados, et que se temían por pagados si pudiesen dar a sus gentes et les diesen aun muy menos de cuanto vos les dades a las vuestras. Et al conde plogo mucho desto que Patronio le dijo, et conortose et ayudóse él, et ayudol Dios, et sa- lió muy bien de aquella queja en que estaba. Et entendiendo don Johán, que este ejiemplo era muy bueno, fizólo poner en este libro et fizo estos viesos, que dicen así: Por pobreza nunca desmayedes, Pues otros más pobres que vos veedes (l). (i) Recuérdese la décima de Calderón en La vida ts sutXo: «Cuentan de un sabio que un día— tan pobre y misero estaba— que sólo se susten- taba—de unai hierbas que cogia».—Jornada I, escena II, que es una ajustada adaptación de este consejo. 67 DON JUAN MANUEL EJEMPLO XI De lo que contescló a un Deán de Sanctiago con D. YUán, el grand maestro de Toledo. Otro día fablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, et contabal su facienda en esta guisa: —Patronio, un homne vino a me rogar quel ayu- dase en un fecho que había mester mi ayuda, et pro- metióme que faría por mi todas las cosas que fuesen mi pro et mi honra. Et yo comencel a ayudar cuanto pude en aquel fecho. Et ante que el pleito fuese aca- bado, teniendo él que ya el su pleito era librado, acaesció una cosa en que cumplía que la ficiese por mi, et roguel que la ficiese et él púsome escusa. Et después acaesció otra cosa que pudiera facer por mi, et púsome escusa como a la otra; et esto me fizo en todo lo quel rogué quél ficiese por mi. Et aquel fecho porque él me rogó, non es aun librado, nin se librará si yo non quisiere. Et por la fiuza que yo he en vos et en el vuestro entendimiento, ruégovos que me con- sejedes lo que faga en esto. —Señor conde— dijo Patronio— , para que vos fa- gades en esto lo que vos debedes, mucho querría que sopiésedes lo que contesció a un Dean de Sanctia- go con don Yllán, el gran maestro que moraba en Toledo. 68 EL CONDE LUCÁNOR Pero puso en su corazón de non dejar aquel estudio t^n aína, et fizo sus cartas de repuesta et enviólas al Arzobispo su tío. Et dende a tres o cuatro días, llegaron otros ho- mes a pié que traían otras cartas al deán en quel fa- cían saber que el Arzobispo era finado, et que estaban todos los de la eglesia en su esleccion et que fiaban por la merced de Dios que esleerían a él, et por esta razón que non se quejase de ir a la eglesia, ca mejor era para él en quel esleyesen seyendo en otra parte que non estando en la eglesia. Et dende a cabo de siete o de ocho días, vinieron dos escuderos muy bien vestidos et muy bien apare- jados, et cuando llegaron a él, besáronle la mano et mostráronle las cartas en como le habían esleído por Arzobispo. Et cuando don YUán esto oyó, fué al elec- to et dijol, como grádesela mucho a Dios porque estas buenas nuevas le llegaran a su casa, et pues Dios tan- to bien le ficiera quel pedía por merced que el dea- nadgo que fincaba vagado que lo diese a un su fijo. E el electo, dijol: quel rogaba quél quisiese consentir que aquel deanadgo, que lo hobiese un su hermano, mas que él le faría bien en la iglesia en guisa que él fuese pagado, et que le rogaba que se fuese con él para Sanctiago et que llevase con él aquel su fijo E don Yllán dijo que lo faría. E tuéronse para Sanctiago: e cuando y llegaron, fueron muy bien recebidos et mucho honradamente. Et desque moraron y un tiempo, un día llegaron al 71 DON JUAN MANUEL Arzobispo mandaderos del Papa con sus cartas en comol daba el Obispado de Tolosa, et quel daba gra- cia que pudiese dar el Arzobispado a qui quisiese. E cuando don Yllán oyó esto, retrayéndol mucho afincadamente lo que con él había pasado, pidiol mer- ced quel diese a su fijo: et el Arzobispo le rogó que consentiese que lo hobiese un su tio, hermano de su padre: et don Yllán, dijo que bien entendíe quel facía grand tuerto, pero que esto que lo consintía en tal que fuese seguro que se lo emendaría adelante. Et el Arzobispo le prometió en toda guisa que lo faría así, et rogol que fuese con él a Tolosa et que llevase su fijo. Et desque llegaron a Tolosa, fueron muy bien re- cebidos de condes et cuantos homes buenos había en la tierra. E desque hobieron y morado fasta dos años, llegáronle mandaderos del Papa con sus cartas en como le facía el Papa Cardenal et quel facía gracia que diese el Obispado de Tolosa a qui quisiese. E en- tonce fué a él don Yllán et dijol que, pues tantas ve- ces le había fallescido de lo que con él pusiera, que ya aquí non había logar del poner escusa ninguna que non diese alguna de aquellas dignidades a su fijo. Et el Cardenal rogol quel consentiese que hobiese aquel Obispado un su tio, hermano de su madre, que era homne bueno anciano; mas, que pues él Cardenal era, que se fuese con él para la Corte, que asaz había en que le facer bien. Et don Yllán quejóse ende mu- cho, pero consintió en lo que el Cardenal quiso e fue- se con él para la Corte. 72 BL CONDE LUCANOK Et desque y llegaron, fueron muy bien recebidos de los cardenales et de cuantos en la Corte eran et moraban y muy grand tiempo. Et don Yilán añncando cada día al Cardenal quel ficiese alguna gracia a su fijo et él poníal sus escusas. Et estando así en la Corte finó el Papa: et todos los cardenales esleyeron aquel Cardenal por Papa. E es- tonce fué a él don YUán et dijol que ya non podía po- ner escusa de non complir lo quel había prometido. E el Papa le dijo que non lo afincase tanto, que siem- pre habría lugar t- n quel ficiese merced segund fuese razón. Et don YUán se comenzó a quejar mucho, re- trayéndol cuantas cosas le prometiera et que nunca le había complido ninguna, et diciendol que aquello recelara él la primera vegada que con él fablara, et pues a aquel estado era llegado et nol cumplía lo quel prometiera que ya non le fincaba logar en que atendiese del bien ninguno. E deste aquejamiento se quejó mucho el Papa et comenzol a maltraer dicien- dol: que si más le afincase quel faría echar en una cárcel, que era hereje et encantador, e que bien sabía él que non había otra vida nin otro oficio en Tole- do, do él moraba, sinon vivir por aquella arte de ni- gromancia. Et desque don YUán vio cuanto mal le gualardo- naba el Papa lo que por él había fecho despedióse del: et solamente nol quiso dar el Papa que comiese por el camino. E estonce don YUán dijo al Papa que pues al non tenía de comer, que se habría de tornar a las per- 73 DON JUAN MANUEL SÍ Otros lugares que son ya cuanto apartados de la mi tierra en que yo he mayor poder. Et cuando he con- tienda con mios señores et con mios vecinos que han mayor poder que yo, muchos homnes que se me dan por amigos et otros que se me facen consejeros, má- tenme grandes miedos et grandes espantos et conse- janme que en ninguna guisa non esté en aquellos lu- gares mios apartados, sinón que me acoja et esté en los lugares más fuertes et que son bien dentro en mi poder: et porque yo sé que vos sodes muy leal et sabedes mucho de tales cosas como estas, ruégovos que me consejedes lo que vos semeja que me cumple de facer en esto. —Señor conde Lucanor—dijo Patronio — , en los grandes fechos et muy dubdosos son muy periglosos los consejos, ca en los más de los consejos non puede horane fablar ciertamente, ca non es homne seguro a que pueden recodir las cosas, ca muchas veces veemos que cuida homne una cosa et recude después otra, ca lo que cuida homne que es mal recude a las vegadas a bien, et lo que cuida homne que es bien recude a las vegadas a mal et por ende el que ha a dar consejo, si es homne leal et de buena entención, es en muy grant queja cuando ha de consejar, ca si el consejo que dá recude a bien non ha otras gracias sinón que dicen que fizo su debdo en dar buen consejo; et si el consejo a bien non recude, siempre finca el consejero con daño et con vergüenza. Et por ende este consejo en que hay muchas dubdas et muchos periglos pía- 76 BL CONDE LUCANOR ccrme hía de corazón si pudiese escusar de non lo dar, mas pues queredes que vos conseje, et non lo puedo escusar, dígovos que querría muy mucho que sopié- sedes cómo contesció a un gallo con un raposo. E el conde le preguntó como fuera aquello. —Señor conde—dijo Patronio— , un homne bueno había una casa en la montaña, et entre las otras co- sas que criaba en su casa criaba siempre muchas ga- llinas et muchos gallos. Et acaesció que uno de aquellos gallos andaba un día alongado de la casa por un campo et andando él muy sin recelo, violo el ra- poso et vino muy ascondidamente cuidándolo tomar. Et el gallo sintiólo et subió en un árbol que estaba ya cuanto alongado de los otros. Et cuando el raposo entendió que el gallo estaba ya en salvo, pésol mucho porque nol pudiera tomar et pensó en cual manera podría guisar quel tomase. Et entonce enderezó al ár- bol et comenzol a rogar et a falagar et asegurar que descendiese a andar por el campo como solía; et el '^allo non lo quiso facer. Et desque el raposo enten- dió que por ningún falago non le podía engañar, co- menzol a menazar diciendol que pues del non fiaba que él guisaría como se fallase ende mal. Et el gallo entendiendo que estaba en salvo non daba nada por sus amenazas nin por sus seguranzas. Et des que el raposo entendió que por todas estas maneras non le podía engañar, enderezó al árbol et comenzó a roer en él con los dientes et dar en él muy grandes colpes con la cola. Et el cativo del gallo tomó 77 DON JUAN MANUEL miedo sin razón, non parando mientes en como aquel miedo que el raposo le ponía non le podía empecer, et espantóse de valde et quiso foir a los otros árboles en que coidaba estar más seguro, que non pudo llegar al monte, mas llegó a otro árbol. Et de que el raposo entendió que tomaba miedo sin razón, fué en pos él et así lo llevó de árbol en árbol fasta que lo sacó et lo tomó, et lo comió. Et vos, señor conde Lucanor, ha menester que pues tan grandes fechos habedes a pasar et vos habe- des de parar a ello, que nunca tomedes miedo sin ra- zón, nin vos espantedes de valde por amenazas, nin por dichos de ningunos, nin fiedes en cosa de que vos pueda venir grant daño, nin grand periglo, et pug- nad siempre en defender et en amparar los lugares más postrimeros de la vuestra tierra et non creades que tal homne como vos teniendo gentes et vianda, que por non seer el lugar muy fuerte, podriedes to- mar peligro ninguno. Et si con miedo o con recelo valdío dejardes los lugares de cabo de vuestra tierra, seguro sed que así vos irán llevando de logar en logar fasta que vos saquen de todo; ca cuanto vos et los vuestros mayor miedo et mayor desmayo mostráse- des en dejando los vuestros logares, tanto más se es- forzarán vuestros contrarios para vos tomar lo vues- tro. Et cuanto vos et los vuestros viéredes a los vues- tros contrarios más esforzados, tanto desmayaredes más, et asi irá yendo el pleito fasta que non vos finque cosa en el mundo; mas, si bien porfiáredes sobre lo 78 EL CONDE LUCANOR tnandades consejo, paresce mucho a lo rjuc contesció a un homne que tomaba perdices. E el conde le rogó quel dijiese como fuera aquello. —Señor conde—dijo Patronio— , un homne paró sus redes a las perdices; et desque las perdices fueron caldas en la red, aquel que las cazaba llegó a la reí en (j\ie yacían las perdices: et, así como las iba tomando, matábalas et sacábalas de la red; et en matando las perdices, dabal viento en los ojos tan recio quel facía llorar. Et una de las perdices que estaba viva en la red comenzó a decir a las otras: —Vet, amigas, lo que face este homne! c®mo quie- ra que nos mata, sabet que ha grand duelo de nos, et por ende está llorando! Et otra perdiz que estaba y, más sabidora que ella, et que con su sabiduría se guardara de caer en la red, respondiol así: —Amiga, mucho gradesco a Dios porque me guar- dó, et ruego a Dios que guarde a mi et a todas mis amigas del que rae quiere matar et facer mal, et me da a entender quel pesa del mió daño. Et vos, señor conde Lucanor, siempre vos guardat del que vierdes que vos face enojo et da a entender quel pesa por ello porque lo face; pero si alguno vos ficier enojo, non por vos facer daño nin deshonra, et el enojo non fuere cosa que vos mucho empesca, et el homne fuer tal de que hayades tomado servicio o ayuda, et lo ficiere con queja o con mester, en tales Jugares, conséjovos yo que cerredes el ojo en ello, CtmdeLMOoHor. 4 DON JUAN MANUEL pero en guisa que lo non faga tantas veces, dende se vos siga daño nin vergüenza; mas, si de otra ma- nera lo ficiese contra vos, estrañadle en tal manera porque vuestra facienda et vuestra honra siempre fin- que guardada. E el conde" tovo por buen consejo este que Patro- nio le daba et fizólo así et fallóse ende bien. Et entendiendo don Johán, que este ejiemplo era muy bueno, mandólo poner en este libro et fizo estos viesos, que dicen asi: Quien te mal faz mostrando grand pesar, Guisa como te puedas del guardar (i). EJEMPLO XIV Del miraslo que fizo Sancto Domingo cuando predicó sobre el locrero. Un día fablaba el conde Lucanor con su consejero Patronio, en su facienda, et díjole: —Patronio, algunos homnes me consejan que ayun- te el mayor tesoro que pudiere et que esto me cumple más que otra cosa para que quier que me contesca. Et ruégovos que me digades lo que vos paresce en ello. (i) Figura en el Libro de los Gatos, Rivadeneyra, tomo Ll, pág. 544; dice la moraleja, de los prelados y señores que coa dolor hipócrita tiraai- san a sus subditos. Origen ariental. 82 EL CONnii lAWANOH —Señor conde—dijo Patronio -, como quier que a los grandes señores vos cumple de haber algún teso- ro para muchas cosas et señaladamente porque non dejedes por mengua de haber, de facer lo que vos cum|)l¡er; pero non entendades que este tesoro debe- des ayuntar en guisa que pongades tanto el talante en ayuntar grant tesoro por que dejedes de facer lo que debedes a vuestras gentes et para guarda de vuestra honra, et de vuestro estado, ca si lo ficiésedes podervos hía acaescer lo que contesció a un lombar- do en Bolonia. E el conde le preguntó como fuera aquello. —Señor conde—dijo Patronio— , en Bolonia había un lombardo que ayuntó muy grand tesoro et non cataba si era de buena parte o non, sinón ayuntarlo (11 cuakiuier manera que pudiese. E el lombardo ado- leció de dolencia mortal, et un su amigo que había, desque lo vio en la muerte, consejol que se confesase con Sancto Domingo, que era estonce en Bolonia. Et el lombardo quísolo facer-. Et cuando fueron por Sancto Domingo, entendió Sancto Domingo que non era voluntad de Dios que aquel mal homne non sufriese la pena por el mal que había fecho, et non quiso ir allá, mas mandó a un fraire que fuese allá. E cuando los fijos del lombardo sopieron que había enviado por Sancto Domingo, pe- soles ende mucho, teniendo que Sancto Domingo fa- ría a su padre que diese lo que había por su alma, et que non fincaría nada a ellos. Et cuando el fraire 83 DON JUAN MANUEL mí; et por el buen entendimiento que habedes, ruégo- vos que me consejedes lo que faga en esta razón. —Señor conde Lucanor dijo Patronio— , este es muy grave consejo de dar por muchas razones; lo primero, que todo homne que vos quiera meter en contienda ha menester muy grant aparejamiento para lo facer, ca dando a entender que quiere vuestro servicio et vos desengaña, et vos apercibe, et se due- le de vuestro daño, vos dirá siempre cosas para vos meter en sospecha; et por la sospecha habredes a fa- cer tales apercibimientos que serán comienzo de con- tienda, et homne del mundo non podrá decir contra ellos; ca el que dijiere que non guardedes vuestro cuerpo, davos a entender que non quiere vuestra vida, et el que dijiere que non labredcs, et guardedes, et bastescades vuestras fortalezas, da a entender, que non quiere guardar vuestra heredat, et el que dijiere que non hayades muchos amigos et vasallos et les de- des mucho por los haber et los guardar, da a enten- der, que non quiere vuestra honra, nin vuestro defen- dimiento: et todas esta» cosas non se faciendo, sería- des en grand periglo, et puédese facer en guisa que sería comienzo de roido; pero pues queredes que vos conseje lo que entiendo en esto, dígovos, que querría que sopiésedes lo que contesció a un buen caba- llero. E el conde le rogó quel dijiese como fuera aquello. —Señor conde—dijo Patronio—, el sancto et bien- aventurado rey don Ferrando tenía cercada a Sevi- 86 RL CONDE LüC.ANOn lia; et entre muchos buenos que eran y con él, había y tres caballeros que tenían por los mejores tres ca- balleros d'armas que entonce había en el mundo: et decían al uno don Lorenzo Suarez Gallinato, et al otro don García Periz de Vargas, et del otro non me acuerdo del nombre. Et estos tres caballeros hobieron un día porfía entre sí cual era el mejor caballero d'ar- mas. Et porque non se pudieron avenir en otra ma- nera acordaron todos tres que se armasen muy bien, et que llegasen fasta las puertas de Sevilla, en guisa que diesen con las lanzas a la puerta. Et otro día de mañana, armáronse todos tres et en- derezaron a la villa; et los moros que estaban por el muro et por las torres, desque vieron que non eran más de tres caballeros cuidaron que vinían por man- daderos, et non salió ninguno a ellos, et los tres ca- balleros pasaron la cava, et la barbacana, e llegaron a la puerta de la villa, et dieron de los cuentos de las lanzas en ella; et desque hobieron fecho esto volvie- ron las riendas a los caballos et tornáronse para la hueste. Et desque los moros vieron que non les dicían nin- guna cosa, toviéronse por escarnidos et comenzaron a ir en pos dellos; et cuando ellos hobieron abierto la puerta de la villa, los tres caballeros que se tornaban su paso, eran ya cuanto alongados; et salieron en pos dellos más de mil et quinientos homes a caballo, et más de veinte mil a pié. Et desque los tres caba- lleros vieron que vinían cerca dellos, volvieron las «7 DON JUAN MANUEL riendas de los caballos contra ellos et asperáronlos. Et cuando los moros fueron cerca dellos, aquel caba- llero de que olvidé el nombre, enderezó a ellos et fuelos a ferir. Et don Lorenzo Suarez et don García Periz estudieron quedos; et desque los moros fueron más cerca don García Periz de Vargas fuelos ferir; et don Lorenzo Suarez estudo quedo, et nunca fué a ellos fasta que los moros le fueron ferir; et desque lo comenzaron a ferir, metióse entrellos et comenzó a facer cosas maravillosas d'armas. Et cuando los del real vieron aquellos caballeros entre los moros, fuéronles acorrer. Etcomo quier que ellos estaban en muy grand priesa et ellos fueron feri- dos, fué la merced de Dios que non murió ninguno dellos. Et la pelea fué tan grande entre los cristianos et los moros, que hobo de llegar y el rey don Ferran- do: et fueron los cristian(AS ese día muy bien andantes. Et desque el rey se fué para su tienda, mandólos prender diciendo que mcrescían muerte, pues que se aventuraran a facer tan grant locura, lo uno en meter la hueste en rebato sin mandado del rey, et lo al, en facer perder tan buenos tres caballeros. Et desque los grandes homnes de la hueste pidieron merced al rey por ellos, mandólos soltar. Et desque el rey sopo que por la contienda que en- trellos hobiera fueron a facer aquel fecho, mandó lla- mar cuantos buenos homnes eran con él, para judgar cual dellos lo ficiera mejor. Et desque fueron ayunta- dos, hobo entrellos grand contienda, ca los unos di- EL CONDE LUCANOfí Et porque don Johán tovo este ejiemplo, que era muy bueno, mandólo escribir en este libro et fizo es- tos viesos, que dicen así: Por queja non vos agan ferir, Ca siempre vence quien sabe sofrir (i). EJEMPLO XVI De la repuesta que dio el C«nde Ferrant Oonsales a Ñafio Lay- net, tu pariente. El conde Lucanor fablaba un día con Patronio, su consejero, en esta guisa: — Patronio, bien entendedes que non so yo ya muy mancebo, et sabedes que pasé muchos trabajos fasta aquí. Et bien vos digo, que querría de aquí adelante folgar, et cazar, et escusar los trabajos et afanes; et porque sé que siempre me consejastes lo mejor, rué- güvos que me consejedes lo que vierdes que me cae más de facer. —Señor conde—dijo Patronio ~, como quier que vos decides bien et razón, pero placerme hía que so- piésedes lo que dijo una vez el conde Ferrant Gonsa- les a Ñuño Laynes. (i) Mención de este hecho eu la Crónica tUl tanto Rty Don P*rnaMd0, cap, LX. Fernán Pire» de Guzmáu afirma que el caballero de quien don Juan Manuel u» recordaba el nombre, era Payo do Correa, Adelantado de Cazorla, y Lope García de Salazar cree fu<5 Alonso Tello, criado de Rey. (Cf. Puibusque.) 91 DON JUAN MANUEL E el conde Lucanor le rogó quel dijiese como fuera aquello. — Señor conde -dijo Patronio— , el conde Ferrant Gonsales era en Burgos et había pasados muchos tra- bajos por defender su tierra. Et una vez que estaba ya como más en asosiego et en paz, díjole Ñuño Lay- nes: que sería bien que dallí adelante, que non se metiese en tantos roídos et que folgase él, et que de- jase folgar a sus gentes. Et el conde respondiol que a homne del mundo non plazdría más que a él folgar et estar vicioso si pudiese; mas, que bien sabía, que había grand guerra con los moros et con los leoneses et con los navarros, et si quisiesen mucho folgar, que los sus contrarios que luego serían contra ellos: et si quisiesen andar a caza con buenas aves por Arlanzón arriba et ayuso et en buenas muías gordas, et dejar de defender la tierra, que bien lo podrían facer, mas que les contes- cería como decía el vierbo antiguo: «Murió el hombre et murió el su nombre»: mas, si quisiéremos olvidar los vicios et facer mucho por nos defender et llevar nuestra honra adelante, dirán por nos depués que muriésemos: «Murió el homne, mas non murió el su nombre». Et pues viciosos et lazdrados, todos habe- rnos a morir, non me semeja que sería bueno si por vicio nin por la folgura dejáremos de facer en guisa que después que nos muriéremos, que nunca muera la buena fama de los nuestros fechos. Et vos, señor conde, pues sabedes que habedes a 92 EL COSÜF. LUCANun morir, por el mi consejo nunca por vicio nin ijor fol- gura dejaredes de facer tales cosas, porque, aun des- que vos murierdes, siempre viva la fama de los vues- tros fechos. E al conde plogo mucho desto que Patronio le con- sejó, et fizólo así, et fallóse dello muy bien. Et porque don Johán, tovo este ejiemplo por muy bueno, fizólo escribir en este libro et fizo estos viesos, que dicen así: Si por vicio et por folgura la buena fama perdemos, La vida muy poco dura; denostados quedaremos (i). EJEMPLO XVII De lo que coiitescló a un homne que había muy grant tambre, quel convidaron otras muy flojamente a comer. Otra vez, fablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, et díjole así: - Patronio, un homne vino a mí et díjome que fa- ríd por mí una cosa que me cumplía a mí mucho: et como quier que me lo dijo, entendí en él que me lo decía tan flojamente quel plazdríe mucho si yo escu- sase de tomar del aquella ayuda. Et yo de una parte (i) Se refiere de modo muy semejante en la Crónica General, sopar- te, cap. XVIII, y con muy semejantes palabras en el foima dt Fernán GoHíáUx, pi>r ejemplo, estrofa .^47 (ed. Riv. LVIl, pág. 400), cEl vicio- so e el lacerado amos han de morir > 93>
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