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El libro de los ejemplos del conde Lucanor, Resúmenes de Literatura Contemporánea

Resumen del libro de los ejemplos del conde lucanor con edicion de juan manuel magan garcia

Tipo: Resúmenes

2020/2021

Subido el 27/10/2021

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¡Descarga El libro de los ejemplos del conde Lucanor y más Resúmenes en PDF de Literatura Contemporánea solo en Docsity! EL LIBRO DE LOS EJEMPLOS DEL CONDE LUCANOR. Y 8U CONSEJERO PATRONO. Edición, introducción y notas Juan Manuel Magán García INTRODUCCIÓN. El fondo y las formas en El Conde Lucanor. Cuando he vuelto a leer El Conde Lucanor para preparar esta edición adaptada para jóvenes lectores me ha asaltado la idea de que, por muchas razones, esta obra maestra de la narrativa castellana medieval es perfectamente comparable con cualquiera de los pórtic y portadas de los templos góticos de la España Cristiana de la época. Del mismo modo que los arquitectos y escultores planteaban verdaderas catequesis en piedra dirigidas a la educación moral y religiosa del pueblo llano, valiéndose para ello de los referentes ordinarios del acervo cultural cristiano, a cuya difusión contribuyeron de manera indiscutible, también la sucesión de cuentos y fábulas del Libro de los Ejemplos de Don Juan Manuel, con similar cadencia y ritmo al de las arcadas, arquivoltas, tímpanos y jambas que sirven de soporte a los grupos escultóricos, describen una cadena de pautas de conducta acordes con análogos planteamientos morales y religiosos, y con idéntica intención didáctica que aquellos impresionantes conjuntos escultóricos. De esta forma, mediante un lenguaje llano, directo y asequible, a través de los sucesivos relatos, define el autor un programa de comportamiento plenamente acorde con las normas sociales imperantes y respetuoso con la sociedad estamental medieval, todo perfectamente adobado para facilitar en lectores y oyentes una asimilación doctrinal tan eficaz como placentera. Así pues, al igual que la arquitectura y escultura góticas, la obra de Don Juan Manuel mantiene un hilo conductor basado en la intencionalidad didáctica, que se refuerza con una estructura compositiva en el relato de cada ejemplo que se repite, capítulo tras capítulo, con igual cadencia y geometría que los soportes arquitectónicos de los grupos escultóricos. Cada título se abre de manera reiterada con el diálogo inicial entre los dos personajes que 2 Por otra parte, así como Don Juan Manuel puede considerarse deudor de múltiples tradiciones de muy diverso origen, a partir de las cuales desarrolló la recreación de sus ejemplos, debe también subrayarse que su obra influyó directamente en la producción literaria posterior. Muchas de sus historias fueron en distintas épocas recreadas por autores de talla. Así, el ejemplo XXXII sirvió de base para el Retablo de las maravillas, de Miguel de Cervantes, y además para El traje nuevo del emperador, del célebre autor de cuentos Hans Christian Andersen. El ejemplo XXXV inspiró La fierecilla domada, de W. Shakespeare; el II, El condenado por desconfiado, de Tirso de Molina... Otros literatos como Ruiz de Alarcón, Azorín y Borges utilizaron también en algunas de sus obras los ejemplos del Conde Lucanor. La influencia de Don Juan Manuel en la literatura posterior viene como consecuencia de la enorme popularidad que alcanzó ya en su tiempo y que se ha mantenido venturosamente viva a lo largo de los siglos. Datos biográficos del autor. Aun cuando lo habitual en la literatura medieval castellana es el anonimato en la autoría en la mayor parte de la producción, en el caso que nos ocupa la historiografía se ha preocupado de perpetuar la memoria del autor, dejando un buen cúmulo de datos sobre su biografía, sin duda debido al alto rango nobiliario del que procedía. Emparentado con las casas reales de Castilla y Aragón, el infante Don Juan Manuel fue un noble castellano de vida sumamente ajetreada. A lo largo de su atareada existencia participó activamente en numerosas intrigas cortesanas, siendo objeto de amenazas de muerte e intentos de asesinato, como consecuencia del papel que jugó tanto en tiempos de paz como en tiempos de guerra, militando en bandos opuestos en las banderías cortesanas, durante los conflictos dinásticos de finales del siglo XII y comienzos del XIV, y en los frentes de batalla, en el contexto de la Reconquista. Había nacido en la villa toledana de Escalona, el 5 de mayo de 1282, hijo del infante don Manuel, hermano del rey Alfonso X, y de doña Beatriz de Saboya. En 1284 falleció su padre, quedando al cargo de su tutoría su primo Sancho IV, que sucederá en el trono a Alfonso X. Heredó de su padre el título de adelantado mayor del reino de Murcia, lo que le obligó a establecerse en tierra de frontera, participando desde muy joven en sucesivas enfrentamientos contra los musulmanes del reino Nazarí de Granada. Casó en tres ocasiones. La primera, cuando contaba tan sólo 17 años, con la infanta de Mallorca doña Isabel, de la que enviudó dos años después. Su segundo matrimonio fue con doña Constanza, hija del rey Jaime II de Aragón. Una de las hijas de este matrimonio, llamada también doña Constanza, comprometerá matrimonio con el rey Alfonso XI de Castilla; pero esta boda nunca se llevará a cabo, lo que provocará la enemistad de Don Juan Manuel con el monarca castellano, al que declarará la guerra, con el apoyo del rey nazarí de Granada. En plena contienda con el monarca, se produce la muerte de su segunda esposa, en 1327. Dos años después casa con doña Blanca Núñez, de quien nacerá su hijo Fernando, así llamado en memoria de su abuelo, el rey Santo Fernando III. Coincidiendo con la primera oleada de la Peste Negra, muere Don Juan Manuel en su villa vallisoletana de Peñafiel, en 1348, tras 64 años de azarosa vida. La obra literaria de Don Juan Manuel. Don Juan Manuel simultaneó su vida cortesana y militar con una intensa actividad creadora en el ámbito literario, combinando tradición y originalidad. No puede considerarse como un autor innovador, si se tiene en cuenta los temas y argumentos de sus obras, en gran parte tomados de tradiciones anteriores. Su gran aportación a la naciente narrativa castellana, como precursor de la novela, radicó en la utilización de un lenguaje marcadamente popular, rico en recursos retóricos, muy asequible para lo que ahora denominamos el 6 gran público, y en el afianzamiento de una actitud claramente comprometida, con su implicación directa y personal en el discurso narrativo de sus relatos, en los que su poderosa individualidad queda reflejada de manera palmaria. En una primera fase, que abarcaría hasta 1326, la producción literaria de Don Juan Manuel se enmarca en un intento por entroncar con la labor de su tío Alfonso X el Sabio. A partir de la lectura de la Estoria de España, sintetiza capítulo a capítulo su contenido en una de sus primeras creaciones, la Crónica abreviada (1321). En otra de sus primeras obras, el Libro de la caza (1321), integra de forma reiterada sucesivos elogios a la obra cultural de su tío. A raíz del conflicto con el rey Alfonso XI, tras el episodio de la frustrada boda de su hija Constanza con el monarca, la actividad literaria de Don Juan Manuel se incrementa notablemente. De esta época son la mayoría de las obras que se han conservado hasta nuestros días: Libro del caballero et del escudero (1326), Libro de los estados (1327/1332), El Conde Lucanor (1335), Libro Enfenido (1336/1338), Libro de las armas (1339) y el Tratado de la Asunción de la Virgen María (1340/1346). Todos ellos tienen en común su intencionalidad didáctica. Criterio de la edición. En su versión definitiva, concluida el 12 de junio de 1335, el Conde Lucanor consta de cinco partes. Se inicia con una colección de ejemplos, a la que siguen tres series de proverbios, para finalizar con un breve tratado doctrinal, las Razones para salvar el alma. La adaptación que presentamos se centra exclusivamente en la primera parte de la obra, que es conocida como el Libro de los Ejemplos. De los cinco manuscritos conservados de la obra, ninguno de los cuales es del siglo XIV, hemos empleado para la presente edición el depositado en la Biblioteca Nacional (ms. 18.415). A partir de su 7 memoria para almacenar buenos momentos y buenos recuerdos de este encuentro con la lectura, con los libros y con nuestra mejor literatura. Deseo dedicar unas líneas de reconocimiento a quienes promueven este tipo de iniciativas, a todos los cuales muestro públicamente mi agradecimiento por su inestimable labor. Y, por supuesto, doy las gracias una vez más a los Centros de Profesores de la provincia, y muy en especial al de Torrijos, que nos ha brindado de nuevo la oportunidad de seguir colaborando en esta tan necesaria labor del fomento de la lectura entre nuestros jóvenes. Dd José Manuel Tofiño Pérez Presidente de la Diputación Provincial 10 DON JUAN MANUEL EL LIBRO DE LOS EJEMPLOS DEL CONDE LUCANOR. Y 8U CONSEJERO PATRONO. 11 Anteprólogo. Este libro hizo don Juan, hijo del muy noble infante don Manuel, deseando que los hombres hiciesen en este mundo obras que les fuesen provechosas para sus honras, sus vidas y sus señoríos, y que les acercasen al camino de la salvación de sus almas. Y puso en él los ejemplos más provechosos que supo de las cosas que acaecieron, para que los hombres puedan hacer esto que dicho es. Y sería raro si sobre cualquier cosa que pueda acaecer a cualquier hombre, non hallare en este libro su semejanza que acaeció antes a otro. Y porque don Juan sabe que en los libros se cometen muchos yerros' al editarlos, porque las letras semejan unas a otras, pensando que una letra es otra, cuando se editan cámbianse el sentido de algunas frases, mudando así algunos pensamientos del autor y confundiendo a los lectores. Y los que después leen aquello, echan la culpa al autor del libro. Y como don Juan se teme que esto pueda con sus libros ocurrir, ruega a los que leyeren cualquier libro de los que él compuso que si hallaren alguna palabra mal puesta, que no le culpen a él, hasta que vean el libro mismo que don Juan hizo, que ha sido enmendado en muchas páginas. Y los libros que él hizo hasta aquí son éstos: la Crónica abreviada, el Libro de los sabios, el Libro de la caballería, el Libro del infante, el Libro del caballero y del escudero, el Libro del Conde, el Libro de la caza, el Libro de los engaños, el Libro de los cantares. Y estos libros están en el monasterio de los frailes predicadores que él hizo en Peñafiel. Pero, cuando vieren los libros que él hizo, por los fallos que en ellos hallaren, non echen la culpa a su intención, mas pónganla a la falta de su entendimiento?, porque se atrevió a entrometerse a hablar s. Pero Dios sabe que lo hizo con la intención de que se sen de lo que él diría las gentes que no fuesen muy letrados ni muy sabidores*. Y por ello, hizo todos sus libros en romance*, y 'Yerros: Erratas, equivocaciones, errores. ” Entendimiento: Capacidad, facultad, saber. 3 Sabidores: Entendidos, expertos, doctos, sabios. 12 Y a esta semejanza, con la merced de Dios, será hecho este libro; y los que lo leyeren, si por su voluntad sintieren placer por las cosas provechosas que en él hallaren, estará bien; y aun los que tan bien no lo entendieren, no podrán excusar que, al leer el libro, por las palabras falagueras* y apuestas que en él hallarán, leer las cosas provechosas con ellas mezcladas, y aunque ellos no lo deseen, se aprovecharán de ellas, así como el hígado y los otros miembros dichos se aprovechan de las medicinas que son mezcladas con las cosas que a ellos agradan. Y Dios, que es cumplido? y cumplidor de todos los buenos hechos, por su merced y por su piedad quiera que los que este libro leyeren se aprovechen de él para servicio de Dios y para salvación de sus almas y aprovechamiento de sus cuerpos; tal y como Él sabe que yo, don Juan, lo digo con esa intención. Y lo que en él hallaren que no está muy bien dicho, no culpen de ello a mi intención, sino échensela a mi falta de entendimiento. Y si alguna cosa hallaren bien dicha o provechosa, agradézcanlo a Dios, pues Él es aquél por quien todos los buenos dichos y hechos se dicen y se hacen. Y pues el prólogo es acabado aquí, de aquí adelante comenzaré el libro, en manera de un gran señor que hablaba con su consejero. Y el nombre del señor es conde Lucanor, y el del consejero, Patronio. * Falagueras: Halagiieñas, gratas, atrayentes. 2 Cumplido: Satisfecho, agradado. 15 Ejemplo IL. De lo que aconteció a un rey con un su privado”. Acaeció una vez que el conde Lucanor estaba hablando confidencialmente con Patronio, su consejero, y le dijo: — Patronio, un muy gran hombre amigo mío, mucho honrado y muy poderoso, me dijo muy discretamente, hace pocos días, que por algunas cosas que le habían sucedido, que tenía pensamiento de marchar de esta tierra y nunca más volver a ella; y que por la amistad y gran confianza que en mí tenía, que me quería dejar toda su hacienda. Y pues esto quiere, paréceme muy gran honra y gran aprovechamiento para mí. Decidme vuestro parecer y aconsejadme en ello. — Señor conde Lucanor —dijo Patronio—, bien entiendo que mi consejo no os será de gran utilidad, pero, pues vuestra voluntad es que os diga lo que en esto entiendo y os aconseje sobre ello, así lo haré luego. Primeramente os digo que lo que vuestro amigo os dijo, solo lo dijo por probaros; y parece que os sucedió con él como aconteció a un rey con un su privado. El conde Lucanor le rogó que le dijese cómo fuera aquello. — Señor —dijo Patrono—, había un rey que tenía un privado en quien mucho confiaba. Y porque no puede ser que los hombres que algo bueno tienen no tengan quien de ello no hayan envidia, por las bondades de aquel privado otros privados muy gran envidia le tenían y se afanaban en enemistarle con el rey, su señor. Por más que lo intentaron, nunca lograron que el rey recelara de su privado ni del servicio que le prestaba. Y de que vieron que de otra manera no podían conseguirlo, hicieron entender al rey que aquel su privado estaba empeñado en lograr su muerte, para que entronizase un hijo pequeño que el rey tenía, con la intención de eliminar luego al rey mozo y apoderarse entonces del trono. Hasta entonces no habían podido hacer dudar al rey de la lealtad de su privado, pero de que esto 1 Privado: persona de total confianza del rey, que asume tareas de gobierno. 16 le dijeron, comenzó el rey a recelar. No obstante, dado que en los asuntos importantes conviene ser cautos y prevenir los males cuando aún tienen remedio, cuando el rey cayó en esta duda y sospecha, aunque recelaba de su privado, no quiso disponer nada contra él hasta que sobre aquellas acusaciones averiguase la verdad. Y quienes buscaban mal a su privado dijéronle al rey una manera muy engañosa de cómo podría probar que era verdad aquello que ellos decían, según adelante oiréis. Y el rey puso en su corazón de lo hacer, e hízolo. Y estando al cabo de algunos días el rey hablando con aquel su privado, entre otras razones muchas que hablaron, comenzó a darle a entender que estaba muy desencantado de la vida de este mundo y que le parecía que todo era vanidad. Y después, al cabo de algunos días, hablando otra vez con su privado, volvióle a decir que cada día despreciaba más la vida de este mundo y las cosas que en él veía. Y esta razón le dijo tantos días y tantas veces, hasta que el privado entendió que el rey no mostraba ningún aprecio en las honras de este mundo, ni en las riquezas, ni en ninguna cosa de los bienes ni de los placeres de este mundo. Poco después, dijo el rey a su privado que había pensado irse a tierra donde no fuera conocido y buscar algún lugar apartado en el que hacer penitencia de sus pecados, para alcanzar el perdón y la gracia de Dios, para ganar así la gloria del Paraíso. Cuando el privado del rey esto le oyó decir, procuró apartarle de aquellos pensamientos, diciéndole muchas razones por las que no lo debía hacer. Y, entre otras, le dijo que si esto hiciera, que haría muy gran deservicio a Dios, dejando tantas gentes como había en su reino bien mantenidas en paz y en justicia, y que era cierto que luego que él partiese, que habría entre ellos muy gran bullicio y muy grandes contiendas, de que tomaría Dios muy gran deservicio y su reino muy gran daño. Y añadió que su marcha sería además en gran daño para la reina, su mujer, y para su hijo muy pequeñuelo que dejaba. A esto respondió el rey que, antes que él partiera de aquella tierra, pensó la manera de dejar a buen recaudo su reino y de que su mujer y su hijo fuesen servidos y toda su tierra guardada; y que la 17 Y entendiendo don Juan que estos ejemplos eran muy buenos, hízolos escribir en este libro e hizo estos versos que dicen así: No os engañéis, ni creáis que, endonado, hace ningún hombre por otro su daño con agrado. Y otros que dicen así: Por la piedad de Dios y por buen consejo, sale hombre del peligro y cumple su deseo. 20 Ejemplo HH. De lo que aconteció al hombre bueno** con su hijo. Una vez acaeció que el conde Lucanor hablaba con Patronio, su consejero, y díjole cómo estaba muy preocupado por algo que quería hacer. Pues, si por ventura lo hiciese, sabía que muchas gentes le criticarían; y si no lo hiciese, él mismo entendía que le podrían criticar con razón. Y díjole cuál era el hecho y rogóle que le aconsejase lo que entendía que debía hacer sobre ello. — Señor conde Lucanor —dijo Patronio—, bien sé yo que mi consejo poco os es menester; mas pues lo queréis, deciros he lo que al respecto entiendo. Mucho me placería que escucharais un ejemplo de una cosa que ocurrió una vez a un hombre bueno* con su hijo. El conde le rogó que le dijese cómo fuera aquello, y Patronio dijo: — Señor, así aconteció a un hombre bueno que tenía un hijo que, aunque mozo, tenía fino entendimiento. Cada vez que el padre alguna cosa quería hacer, decíale el hijo algún inconveniente. Y, de esta manera, le impedía hacer algunas cosas muy provechosas. Y bien creed que cuanto más sutiles de entendimiento son los mozos, tanto más son propensos para cometer grandes errores. Porque tienen entendimiento para comenzar las cosas, mas no saben la manera como se pueden y deben acabar, y por esto caen en grandes yerros'*, si no tienen quien les aconseje. Y así, aquel mozo entorpecía a su padre en muchas cosas que debía hacer. El padre, harto de las impertinencias de su hijo, y principalmente por darle ejemplo de cómo había de comportarse, hizo lo que aquí adelante oiréis. '% Hombre bueno: Término empleado en la época para designar a las personas ajenas a los estamentos nobiliario y eclesiástico. 1% Hombre bueno: Término empleado en la época para designar a las personas ajenas a los estamentos nobiliario y eclesiástico. 1* Yerros: Errores. 21 El hombre bueno y su hijo eran labradores y moraban cerca de una villa. Y un día que había mercado, dijo a su hijo que fuesen ambos allá, para comprar algunas cosas que habían menester. Y acordaron de llevar una mula en que trajesen la compra. Y yendo al mercado, llevaban la mula sin ninguna carga e iban ambos a pie, y encontraron unos hombres que venían de camino. Y, después de saludarse y alejarse los unos de los otros, aquellos hombres que encontraron comenzaron a hablar entre sí y decían que no les parecía razonable lo de aquel hombre y su hijo, pues llevaban la mula descargada y ellos iban a pie. El hombre bueno, después que aquello oyó, preguntó a su hijo que qué le parecía aquello que decían. Y el hijo dijo que le parecía que decían verdad, pues ya que la mula iba descargada, no era lógico ir ellos a pie. Y entonces mandó el hombre bueno a su hijo que subiese en la mula. Y yendo así por el camino, hallaron otros hombres, y cuando se alejaron de ellos, comenzaron a decir lo mal que obraba aquel hombre bueno, porque iba él a pie, siendo viejo, y el mozo, que podría caminar sin fatigas, iba en la mula. Preguntó entonces el hombre bueno a su hijo que qué le parecía lo que aquellos decían; y él díjole que le parecía que tenían razón. Entonces mandó a su hijo que bajase de la mula y subió él en ella. Y a poco rato toparon con otros, y dijeron que hacía muy mal dejar ir a pie al hijo, pues era tierno y estaba fatigado, e ir el padre en la mula, siendo como era un hombre curtido por la vida. Entonces preguntó el hombre bueno a su hijo que qué le parecía aquello que decían. Y el mozo dijo que, según él pensaba, que decían verdad. Entonces mandó el hombre bueno a su hijo que subiese en la mula, para que no fuese ninguno de ellos a pie. Y yendo así, encontraron otros hombres y comenzaron a decir que aquella mula en que iban era tan flaca que apenas podría andar bien por el camino, y pues así era, que hacían muy gran yerro ir ambos en la mula. Y el hombre bueno preguntó a su hijo que qué le parecía aquello que aquellos hombres decían; y el mozo dijo a su padre que le parecía verdad. Entonces el padre respondió a su hijo en esta manera: 22 Ejemplo II. Del salto que hizo el rey Ricardo de Inglaterra en la mar contra los moros. Un día se apartó el conde Lucanor con Patronio, su consejero, y díjole así: — Patronio, yo confío mucho en vuestro entendimiento, y sé que lo que vos no entendéis, o a lo que no podáis dar consejo, no hay ningún otro hombre que lo pueda acertar. Por tanto, os ruego que me aconsejéis lo mejor que entendáis en lo que ahora os diré: Vos sabéis muy bien que yo no soy ya muy mancebo, y acaecióme así: que desde que fui nacido hasta ahora, que siempre me crié y viví en muy grandes guerras; unas veces contra cristianos y otras contra moros, y, las más, siempre las hube contra reyes, mis señores y mis vecinos. Y cuando peleé contra cristianos, siempre cuidé que nunca se levantase ninguna guerra por mi culpa, fue inevitable recibir muy gran daño muchos que no lo merecieron. Y tanto por esto, como por otras faltas que yo hice contra nuestro señor Dios, y también, porque veo que por nadie ni por nada, no puedo un solo día salvarme de la muerte, y porque estoy convencido que, naturalmente, dada mi edad, no puedo vivir muy por mucho tiempo, y sé que he de ir ante Dios, que es juez implacable, que me ha de juzgar por las buenas obras o malas que hubiere hecho; y sé que si, por mi desventura, fuere hallado en cosa por la que Dios me haya de condenar, tengo por cierto que en ninguna manera podré excusar de ir a las penas del Infierno irremediablemente. Y si Dios me hiciera merced de hallarme merecedor de escogerme para ser compañero de sus siervos y ganar el Paraíso, sé por cierto que a este bien y a este placer y a esta gloria, no se puede comparar ningún otro placer del mundo. Y pues Infierno y Paraíso no se cobra sino por las obras, os ruego que me aconsejéis la manera mejor por la que, a vuestro entender, pueda hacer enmienda a Dios de los errores que contra Él hice y pueda, así, haber su gracia. 25 — Señor conde Lucanor —dijo Patronio-, mucho me placen todas estas razones que habéis dicho, señaladamente porque decís que queréis hacer enmienda a Dios de los errores que hiciste, guardando vuestro estado y vuestra honra; porque ciertamente, señor conde Lucanor, si vos quisiereis dejar vuestro estado y tomar vida de orden” O haceros ermitaño, no podríais excusar que no os ocurriesen dos cosas: la primera, que seríais muy mal juzgado de todas las gentes, pues todos dirían que lo hacíais por despecho; y la otra es que os sería muy penoso sufrir las asperezas de la vida conventual, y si después la tuvieseis que dejar o vivir en ella no guardando sus reglas, sería muy gran daño para vuestra alma y gran vergilenza para vuestra fama. Mas pues este bien queréis hacer, me placería que conocieseis lo que mostró Dios a un ermitaño muy santo de lo que había de acontecer a él y al rey Ricardo de Inglaterra. El conde Lucanor le rogó que le explicase aquello. — Señor conde Lucanor —dijo Patronio-, un ermitaño era hombre de muy buena vida, y hacía mucho bien, y sufría grandes trabajos por ganar la gracia de Dios. Y por ello hízole Dios tanta merced que le prometió y le aseguró que alcanzaría la gloria de Paraíso. El ermitaño agradeció esto mucho a Dios; y estando ya de esto seguro, pidió a Dios por merced que le mostrase quién había de ser su compañero en el Paraíso. Y Nuestro Señor le mandó recado algunas veces con el ángel que no hacía bien en preguntarle tal cosa, pero tanto insistió en su petición, que tuvo por bien nuestro señor Dios de responderle, y envióle respuesta por su ángel que el rey Ricardo de Inglaterra y él serían compañones** en el Paraíso. Aquella respuesta no agradó mucho al ermitaño, pues él conocía muy bien al rey y sabía que era hombre muy guerrero y que había causado muertes y robos, y a muchas gentes había desheredado, y siempre había tenido una vida muy contraria a la suya, y que parecía muy alejado de la carrera de salvación; y por todo esto estaba el ermitaño de muy mal talante. 1 Vida de orden: Tomar los hábitos de alguna orden religiosa. '* Compañones: Compañeros. 26 Y viendo nuestro señor Dios su malestar, envióle a decir con el ángel que no se quejase ni se maravillase de lo que le dijera, pues cierto era que más servicio hacía a Dios y más merecía el rey Ricardo en un salto que saltara, que el ermitaño en cuantas buenas obras hiciera en su vida. El ermitaño se extrañó mucho de aquello, y preguntóle cómo podía ser. Y el ángel le dijo que supiese que el rey de Francia y el rey de Inglaterra y el rey de Navarra pasaron a Ultramar'”. Y el día que llegaron al puerto, yendo todos armados para tomar tierra, vieron en la ribera tanta muchedumbre de moros, que dudaron si podrían desembarcar. Entonces el rey de Francia envió a decir al rey de Inglaterra que viniese a aquella nave donde él estaba para acordar lo que habían de hacer. Y el rey de Inglaterra, que estaba en su caballo, cuando esto oyó, dijo al mandadero” del rey de Francia que le dijese de su parte que bien sabía que él había hecho a Dios muchos enojos y pesares en este mundo y que siempre le había pedido tener ocasión para desagraviarle, y que, alabado sea Dios, ahora tenía oportunidad de demostrarle a Dios sus ansias de obtener su perdón; pues si allí muriese, ya que antes de su partida había hecho penitencia y se mostraba arrepentido, Dios salvaría su alma, y que si los moros fuesen vencidos, aquella victoria muy bien aprovecharía a Dios, y serían todos muy de buena ventura. Y de que esta razón ovo dicha, encomendó el cuerpo y el alma a Dios y pidióle que le socorriese; y santiguóse con signo de la santa Cruz y mandó a los suyos que le ayudasen. Y luego dio de las espuelas al caballo y saltó en la mar hacia la ribera donde estaban los moros. Y como quiera que estaban cerca del puerto, y la mar era bien profunda, el rey y el caballo quedaron bajo el agua sumergidos; pero Dios, piadoso y poderoso, acordándose de lo que dijo en el Evangelio, que no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva, socorrió entonces al rey de Inglaterra, libróle de la muerte y diole vida ' Ultramar: Aquí se refiere a Tierra Santa. % Mandadero: Recadero. 27 Ejemplo IV. De lo que aconteció a un genovés que hablaba con su alma. Un día hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, y contábale lo que sigue, de esta manera: — Patronio, loado sea Dios, yo tengo mi hacienda en bastante buen estado y en paz, y tengo cuanto necesito, según mis vecinos y mis iguales, y por aventura más. Y algunos aconséjanme que comience un hecho de muy gran aventura, y yo deseo hacer lo que me aconsejan; pero por la confianza que en vos tengo, no lo quise comenzar hasta que hablase con vos y Os rogase que me aconsejaseis lo que hiciese en ello. — Señor conde Lucanor dijo Patronio—, para que vos hagáis lo que más os cumple, placeríame mucho que supieseis lo que ocurrió a un genovés. El conde le rogó que le contase aquello. Patronio le dijo: — Señor conde Lucanor: un genovés era muy rico y muy afortunado, según sus vecinos. Y aquel genovés enfermó muy gravemente, y de que entendió que no podía escapar de la muerte, hizo llamar a parientes y a sus amigos. Y cuando reunió a todos en una hermosa sala desde donde se contemplaba la mar y la tierra, envió por su mujer y sus hijos, e hizo traer ante sí todo su tesoro y todas sus joyas. Y cuando todo lo tuvo ante sí, comenzó en manera de trebejo?' a hablar con su alma en esta guisa”: — Alma, yo veo que tú quieres salir de mí, y no sé por qué lo haces. Pues si tú quieres mujer e hijos, bien los ves aquí delante; y si quisieres parientes y amigos, ves aquí muchos y muy buenos y honrados; y si quieres un gran tesoro de oro y de plata y de piedras preciosas y de joyas y de paños y de mercancías, tú tienes aquí tanto 2 En manera de trebejo: En broma. 2 En esta guisa: Así. 30 de ello que poco puedes echar en falta; y si tú quieres naves y galeras que te proporcionen bienes y fama, allá las tienes, en la mar ves desde mi palacio; y si quieres tierras y huertas muy hermosas y muy deleitosas, contempladlas desde estos ventanales; y si quieres caballos y mulas, y aves y canes para cazar, y juglares para alegrarte y solazarte, y muy buena posada, de todas estas cosas a ti no te faltarán ninguna. Y pues tú tienes tanto y aún así no te sientes satisfecha, pues de mí quieres salir en busca de lo desconocido, vete con la ira de Dios; muy necio será quien de ti se duela si algún mal te sobreviene. Y vos, señor conde Lucanor, pues, a Dios gracias, estáis en paz y con bien y con honra, creo que no acertáis en meteros en las aventuras que os aconsejan, poniendo en riesgo cuanto tenéis, pues puede que aquellos consejeros que tal os aconsejan no busquen más que someteros a su voluntad cuando, por ventura, la fortuna os dé la espalda, de modo que haréis vos su voluntad tal y como ahora ellos hacen lo que vos ordenáis. Porque quienes tal os aconsejan aspiran a acrecentar sus haciendas de los despojos de la vuestra, lo que no acaecerá si permanecéis como hasta ahora en paz y sosiego, sin necesidad de embarcaros en inciertas aventuras, como así decía el genovés a la su alma. Mas, seguid mi consejo y tendréis en paz y sosiego a vuestra honra y fortuna, y no os metáis en cosa que todo lo tengáis que arriesgar. Al conde satisfizo mucho el consejo que Patronio le daba. E hízolo así y hallóse confortado. Y cuando don Juan halló este ejemplo, túvolo por bueno y no quiso hacer versos de nuevo, sino que puso allí un refrán que dicen las viejas en Castilla. Y el refrán dice así: Quien bien sentado esté, no se levante. 31 Ejemplo V. De lo que aconteció al cuervo con el raposo?. Otra vez hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, y díjole así: — Patronio, un hombre que da a entender que es mi amigo, me comenzó a loar”* mucho, sugiriendo que había en mí muchas bondades, merecimientos y buenas cualidades. Y cuando con estas razones me halagó a más no poder, me planteó un negocio en el que, a primera vista, según lo que yo puedo entender, parece que me será muy provechoso. Y contó el Conde a Patronio cuál era el negocio que le propuso. Y como quiera que parecía el asunto provechoso, Patronio entendió el engaño que escondido había entre tantos halagos. Y así, dijo al Conde: — Señor conde Lucanor, sabed que este hombre os quiere engañar, dándoos a entender que el vuestro poder es mayor de cuanto es en verdad. Y para que vos podáis guardaros de este engaño que os quiere hacer, me gustaría que supieseis lo que aconteció a un cuervo con un raposo”. Y el Conde le preguntó cómo fuera aquello. — Señor conde Lucanor —dijo Patronio—, el cuervo halló una vez un gran pedazo de queso y subió en un árbol para poder comer el queso más a gusto y sin recelo de nadie. Y en cuanto el cuervo así estaba, pasó el raposo por el pie del árbol, y desde que vio el queso que el cuervo tenía, comenzó a pensar de qué manera lo podría conseguir. Y así, comenzó a hablar con el cuervo de este modo: — Don Cuervo, muy gran tiempo ha que oí hablar de vos y de la vuestra nobleza y elegancia. Y aunque mucho os busqué, no fue la voluntad de Dios ni mi ventura que os pudiese hallar hasta ahora. Y 2 Raposo: Zorro. a Loar: Alabar, adular. 2 Raposo: Zorro. 32 Ejemplo VI. De lo que aconteció a la golondrina con las otras aves. Un día hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, y díjole: — Patronio, me dicen que unos vecinos, que son más poderosos que yo, se andan reuniendo y están tramando cómo me podrán engañar y hacerme gran daño. Y yo no lo creo y no tengo miedo de ello. Y os quiero preguntar, pues tenéis buen juicio, si creéis que debo hacer alguna cosa sobre esto. — Señor conde Lucanor —dijo Patronio—, para que en esto hagáis lo que yo entiendo que os conviene, me gustaría mucho que supieseis lo que aconteció a la golondrina con las otras aves. El conde Lucanor le preguntó cómo fuera aquello. — Señor conde Lucanor —dijo Patronio—, la golondrina vio que un hombre sembraba lino, y entendió, por su buen entendimiento, que si aquel lino naciese, podrían con él hacer redes y lazos los hombres para cazar a las aves. Y reunió a las aves y las avisó sobre aquella siembra, diciéndolas fuesen ciertas que si aquel lino naciese, que les ocasionaría muy gran daño; y que les aconsejaba que antes que el lino naciese, que fuesen allá y que lo arrancasen, ya que las cosas son fáciles de arreglar en el comienzo, pero después son mucho más complicadas de resolver. Y las aves no hicieron caso y no lo quisieron hacer; y la golondrina les insistió muchas veces, hasta que vio que las aves no hacían aprecio alguno a su consejo, y que el lino era ya tan crecido que las aves no lo podrían arrancar en modo alguno. Y cuando vieron las aves que el lino era crecido, y nada podían hacer para evitar el daño que la golondrina les había explicado, arrepintiéronse mucho, pero el arrepentimiento les vino cuando ya nada podían hacer para prevenir el peligro. Y antes de esto, cuando la golondrina vio que las demás aves no querían poner remedio en aquel daño que les venía, habló con los hombres y se ganó su confianza para ella y para toda su especie. Y 35 desde entonces viven las golondrinas en paz con los hombres, mientras que a las demás aves que no quisieron remediar el peligro, cázanlas cada día con redes y con lazos. Y vos, señor conde Lucanor, si queréis remediar este daño que decís que os puede venir, tomad precauciones antes que el daño os pueda sobrevenir. Pues no es cuerdo el que ve el peligro cuando lo tiene encima, sino el que sabe prevenirlo y poner remedio a tiempo. Gustó mucho al conde este consejo, y actuó según Patronio le aconsejó y mucho le aprovechó. Y porque entendió don Juan que este ejemplo era muy bueno hízole poner en este libro, e hizo estos versos que dicen así: Desde el principio debe el hombre prevenir el daño que le pueda sobrevenir. 36 Ejemplo VII. De lo que aconteció a una mujer que se llamaba doña Truhana. Otra vez hablaba el conde Lucanor con Patronio de este modo: — Patronio, un hombre me propuso algo y me dijo la manera de conseguirlo. Y os digo que aquello tiene tantas ventajas que, si Dios quiere y todo sale como me dijo, me reportará mucho beneficio. Y contó a Patronio la manera cómo podría ser. Cuando Patronio escuchó aquello, respondió al Conde en esta forma: — Señor conde Lucanor, siempre oí decir que era demostrar buen juicio atenerse a las cosas ciertas y no a las vanas ilusiones, ya que muchas veces a los que se fían de las ilusiones, sucédeles lo que aconteció a doña Truhana. Y el Conde preguntó cómo fuera aquello. — Señor Conde —dijo Patronio—, una mujer de nombre doña Truhana, que era bastante más pobre que rica, un día iba al mercado y llevaba una olla de miel en la cabeza. Y yendo por el camino, comenzó a pensar que vendería aquella olla de miel y con la ganancia compraría una partida de huevos; y de aquellos huevos nacerían gallinas; y, después, de aquellos dineros que las gallinas valdrían, compraría ovejas; y así fue comprando de las ganancias que haría, hasta que hallóse por más rica que ninguna de sus vecinas. Y con aquella riqueza que ella pensaba que acumularía, ideó cómo casaría sus hijos y sus hijas, y cómo iría por la calle acompañada de yernos y nueras, y cómo la envidiarían por haber llegado a tener tan gran riqueza, siendo tan pobre como solía ser. Y pensando en esto comenzó a reír con gran placer, pensando en su buena suerte. Y, de pronto, dio con la mano en su frente, y entonces cayóle la olla de la miel en tierra, y quebróse. Cuando vio la olla rota, comenzó a llorar desconsoladamente, pensando que había perdido todo lo que soñaba que habría, si la olla no se le hubiera quebrado. Y 37 Al conde satisfizo aquello que Patronio dijo, y siguió el consejo y le fue muy bien. Y porque entendió don Juan que este ejemplo era bueno, mandólo escribir en este libro e hizo estos versos que dicen así. Si no sabéis qué debéis dar, con muy poco os podéis quedar. 40 Ejemplo IX. De lo que aconteció en Túnez a dos caballeros que vivían con el infante Enrique. Un día hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, en esta guisa: — Patronio, hace mucho tiempo que tengo un enemigo que me hizo mucho mal y yo a él, de modo que por las obras y por los sentimientos, estamos muy enfrentados. Y ahora sucede que otro hombre muy más poderoso que nosotros está haciendo algunas cosas de las que cada uno de nosotros tememos que nos podrá venir muy gran daño. Y mi enemigo me ha mandado decir que nos aliemos, para defendernos de ese poderoso enemigo común, para defendernos del mal que nos quiere hacer. Si ambos estuviéramos unidos sería más sencillo defendernos, mientras que si permanecemos enfrentados será fácil para nuestro enemigo destruirnos en poco tiempo. Y yo ahora tengo muchas dudas al respecto: por una parte me temo mucho que aquel mi enemigo me quiere engañar, y aprovecharse de que hacemos las paces para mejor acabar conmigo; por otra, entiendo que si no fuéremos amigos tal y como él me pide, nos puede venir muy gran daño, como ya os dije. Y por la gran confianza que en vos y en el vuestro buen entendimiento tengo, os ruego que me aconsejéis lo que debo en este asunto hacer. — Señor conde Lucanor —dijo Patronio—, este hecho es muy grave y peligroso, y para que mejor entendáis lo que os conviene hacer, me gustaría que supieseis lo que aconteció en Túnez a dos caballeros que vivían con el infante don Enrique. El Conde le preguntó cómo fuera aquello. — Señor conde —dijo Patronio—, dos caballeros que vivían con el infante don Enrique en Túnez eran muy amigos y posaban siempre en la misma posada. Y estos dos caballeros tenían sendos caballos, y así como los caballeros tenían una estrecha amistad, sus caballos, por el contrario, eran enemigos declarados. Y pasado un tiempo, viendo 41 que aquello no tenía solución, contaron lo que ocurría a don Enrique y pidiéronle por merced que echase”* aquellos caballos a un león que el rey de Túnez tenía. Don Enrique habló con el rey de Túnez y fueron los caballos a muy bien precio comprados; metiéronlos en el corral donde estaba el león, y cuando los caballos se vieron allí, antes que el león saliese de la jaula donde estaba encerrado, comenzaron a pelearse lo más bravamente del mundo. Y estando ellos en su pendencia, abrieron la puerta de la jaula del león. Y de que salió al corral y los caballos lo vieron, comenzaron a sentir mucho pánico, y poco a poco fuéronse arrimando el uno al otro. Y desque” fueron entrambos unidos, estuvieron así un buen rato, y entrambos enfilaron hacia el león y atacáronlo a mordiscos y coces con tanta furia, que el león no tuvo más remedio que refugiarse en su jaula. Y acabaron los caballos sanos, que no les hizo ningún mal el león. Y después fueron aquellos caballos tan bien avenidos y tan buenos amigos, que comían en un mismo pesebre y dormían en una misma cuadra. Y esta estrecha unión y amistad tuvieron entre sí por el gran miedo que tuvieron del león. — Y vos, señor conde Lucanor, si entendéis que aquel vuestro enemigo tanto teme a aquel otro que tanto mal puede ocasionar, y tanto os necesita pues está dispuesto a olvidar la enemistad que a ambos os enfrenta, y entiende que sin vos no se puede bien defender, pienso que así como los caballos se fueron poco a poco apoyando el uno en el otro hasta que perdieron el miedo y se sintieron bien seguros el uno del otro, así debéis vos, poco a poco, tomar confianza con aquel vuestro enemigo. Y si hallareis en él siempre lealtad, de modo que seáis bien cierto que nunca, por bien que le vaya, en ningún momento os hará ningún daño, entonces haréis bien y os será provechoso ayudaros para evitar que nadie os destruya y os conquiste. Pero si viereis que aquel vuestro enemigo es de tal calaña que habiéndole ayudado y socorrido frente a un peligro, después de ponerse a salvo, se levanta contra vos y os ataca, si así fuere, mal haríais en poneros a su lado. % Echase: Aquí, vendiese para servir de alimento. % Desque: Desde el momento en que. 42 desesperarse. Y con este consuelo, esforzóse y ayudóle Dios, y logró salir de aquella pobreza. Y, señor conde Lucanor, debéis saber que, pues en todo os hace Dios merced y gozáis de bienes y de honra, si alguna vez os escasearan los dineros o atravesarais algunos apuros, no os desaniméis por ello. Al Conde le agradó mucho aquello que Patronio dijo, y se sintió muy aliviado; ayudóse él y ayudóle Dios, y salió muy bien de aquella penuria en que estaba. Y entendiendo don Juan que este ejemplo era muy bueno, hízolo poner en este libro e hizo estos versos que dicen así: Por pobreza nunca desmayéis, pues otros más pobres que vos veréis. 45 Ejemplo XI. De lo que aconteció a un deán de Santiago con don Illán, el gran maestro que moraba en Toledo. Otro día hablaba el conde Lucanor con Patronio y contábale sus cosas de esta manera: — Patronio, un hombre vino a rogarme que le ayudase en un hecho que necesitaba mi ayuda, y prometióme que haría por mí cuanto fuere menester. Y yo comencéle a ayudar cuanto pude en aquello. Y antes que todo hubiere terminado, viendo él que ya su problema había acabado, necesité de su ayuda y roguéle que me auxiliase, y él púsome excusa. Y después volví a necesitar su ayuda, y púsome excusa otra vez; y así hizo en todo lo que le rogué que él hiciese por mí. Y por la confianza que yo tengo en vos y en vuestro entendimiento, os ruego que me aconsejéis lo que debo hacer. — Señor Conde —dijo Patronio—, para que vos hagáis en esto lo que vos debéis, mucho querría que supieseis lo que aconteció a un deán* de Santiago con don Illán, el gran maestro que moraba en Toledo. Y el Conde le preguntó cómo fuera aquello. — Señor Conde —dijo Patronio—, en Santiago había un deán que tenía fama de saber el arte de la nigromancia*, y oyó decir que don Illán de Toledo sabía mucho más que nadie en aquella materia. Y acordó viajar hasta Toledo para aprender de aquella ciencia. Y el día que llegó a Toledo, buscó enseguida la casa de don Illán y hallólo que estaba leyendo en una cámara? muy apartada; y luego que llegó a él, recibiólo muy bien y díjole que no quería que le informase del objeto de su visita hasta que hubiesen comido. Hízole aposentar lo mejor Deán: Canónigo que preside el Cabildo de una catedral. Eclesiástico de gran influencia. * Nigromancia: Práctica supersticiosa para adivinar el futuro. 2 Cámara: Aposento, habitación. 46 posible, ordenando que se le diese todo lo que necesitara, dándole a entender que le placía mucho su visita. Y después que hubieron comido, apartóse con él, y contóle la razón de su llegada, y rogóle muy encarecidamente que le enseñase aquella ciencia, que él tenía muchas ganas de aprender. Y don Illán díjole que él era deán y hombre muy respetado y que podía llegar a las más altas dignidades de la Iglesia; y mucho temía que, pues las personas suelen pronto olvidar los favores recibidos, él también echaría en el olvido el favor que le haría enseñándole cuanto quería saber. Y el deán le prometió y le aseguró que, siempre que en su mano estuviese, nunca olvidaría el favor que le iba a hacer y siempre estaría dispuesto a concederle cuantos favores le pidiera. Y en esta conversación estuvieron desde que hubieron yantado* hasta que fue hora de cenar. Entonces, dijo don Illán al deán que aquella ciencia no se podía aprender sino en lugar muy apartado y que después esa noche le mostraría dónde debían estar hasta que hubiese aprendido todo lo que él quería saber. Bajaron ambos por una escalera de piedra muy bien labrada, y fueron descendiendo por ella muy gran trecho, de modo que parecía que estaban tan bajo que pasaba el río Tajo por encima de ellos. Y cuando terminó la escalera, hallaron una muy buena estancia, donde había una cámara muy a propósito, en la que estaban los libros y el escritorio en que habían de leer. Se sentaron y estaban deliberando por cuáles libros habían de comenzar, cuando entraron dos hombres por la puerta y diéronle al deán una carta que le enviaba el arzobispo, su tío, en que le hacía saber que estaba muy enfermo y que se marchase enseguida a Santiago si quería verle con vida. Al deán mucho pesó la noticia; lo uno, por la enfermedad de su tío; y lo otro, por tener que dejar su estudio que acababa de comenzar. Prefirió no dejar su estudio tan pronto, e hizo sus cartas de repuesta y enviólas al arzobispo, su tío. Y a los tres o cuatro días llegaron otros hombres, que traían otras cartas al deán en que le hacían saber que el arzobispo había * Yantar: Comer. 47 Ejemplo XII. De lo que aconteció al gallo con el raposo. El conde Lucanor hablaba una vez con Patronio, su consejero, de este modo: — Patronio, vos sabéis que, a Dios gracias, mis dominios son extensos, pero los tengo muy dispersos; poseo muchos lugares muy bien defendidos y otros que no lo están tanto. Y cuando tengo contienda con reyes y con vecinos que son más poderosos que yo, algunos de los que tengo por amigos y consejeros métenme grandes miedos y aconséjanme que de ningún modo resida en mis dominios más apartados, sino que me acoja en mis lugares con mejores defensas y mejor situados. Y porque yo sé que sois muy leal y sabéis mucho de estas cosas, os ruego que me aconsejéis lo que os parece que más me conviene en esto. — Señor conde Lucanor —dijo Patronio—, en los hechos de más importancia y en los más dudosos son muy peligrosos los consejos; y en cualquier materia, dar consejo es aventurado, pues nadie sabe cómo pueden acabar las cosas: muchas veces pensamos que terminará de un modo y después acaba de otro muy distinto; lo que pensamos que acabará mal termina bien; y otras veces, cuando creemos que algo terminará bien, acaba mal. Y, en consecuencia, quien da consejo, si es persona leal y de buena intención, lo hace sufriendo, pues sabe que si el consejo que da es acertado no recibe más gratificación que escuchar algún halago, pero si no lo es, siempre acaba el consejero humillado y perjudicado. Por ello, este consejo que me pide sobre cosa tan grave y dudosa mucho me gustaría excusarlo de dar, pero pues me pedís consejo y no os lo puedo negar, mucho querría que supieseis lo que sucedió a un gallo con un raposo. El Conde le preguntó cómo fuera aquello. — Señor Conde —dijo Patronio—-, un hombre bueno tenía una casa en la montaña, en la que solía criar muchas gallinas y muchos gallos. Y acaeció que uno de aquellos gallos andaba un día alejado de 50 la casa por un campo. Y andando él muy tranquilo, lo vio el raposo y se le acercó muy escondidamente, intentándolo cazar. El gallo sintiólo y subióse en un árbol que estaba algo alejado de los otros. El raposo entendió entonces que el gallo estaba a salvo, y pesóle mucho no poderle alcanzar. Pensó de qué forma podría atraparlo; y entonces se acercó al árbol y comenzóle a halagar, rogándole que descendiese del árbol pues mucho le gustaba verle a andar por el campo con la gallardía con que solía; pero el gallo no lo quiso hacer. Y cuando el raposo entendió que de ningún modo le podía engañar, comenzóle a amenazar diciendo que, pues de él no se fiaba, pronto se arrepentiría de ello. Y el gallo, entendiendo que estaba a salvo, no hacía caso de sus amenazas ni de sus halagos. Y cuando el raposo comprendió que por todas aquellas maneras no le podía engañar, se dirigió al árbol y comenzó a roer en él con los dientes y a dar en él muy grandes golpes con la cola. Y al cautivo gallo le entró miedo sin razón, no reparando que aquel miedo que el raposo intentaba meterle no le podía perjudicar en nada. Y espantóse en balde y quiso huir a los otros árboles en que pensó que estaría más seguro. Y de que el raposo entendió que tomaba miedo sin razón, fue en pos de él; y así lo llevó de árbol en árbol hasta que lo sacó del monte, lo agarró y se lo comió. Y vos, señor conde Lucanor, pues tan grandes hazañas debéis acometer, es menester que nunca toméis miedo sin razón, ni os espantéis en balde por amenazas, ni por lo que nadie os que os pueda venir gran daño, ni gran peligro. Y así, procurad siempre defender y amparar los lugares más lejanos de vuestros dominios. Y si por miedo o por recelo vano dejáis los lugares más apartados de vuestros dominios, estad seguro que os irán llevando de lugar en lugar hasta que os dominen del todo; porque cuanto vos y los vuestros mayor miedo y mayor desmayo mostraseis abandonando vuestros lugares, tanto más se esforzarán vuestros contrarios para tomaros lo vuestro. Y cuando vos y los vuestros viereis a vuestros contrarios más envalentonados, tanto más os debilitaréis, y así os irán acobardando y arrebatando vuestras tierras hasta que no os quede nada. Pero si os 51 defendéis porfiadamente desde el principio, estaréis bien seguro, como lo estaría el gallo si no hubiera abandonado el primero árbol. Reparad que si un perrillo al que le quiera matar un gran alano*, permanece quieto y enseñando los dientes, mejor escapará que si sale huyendo, en cuyo caso acabará siendo apresado y muerto. Al Conde gustó mucho todo esto que Patronio le dijo; hízolo así y le fue en ello muy bien. Y porque don Juan tuvo este por buen ejemplo, hízolo poner en este libro e hizo estos versos que dicen así: No te espantes por cosa sin razón, mas defiéndete de todo corazón. 35 Alano: Perro de enorme fortaleza y agresividad. 52 Ejemplo XIV. De lo que aconteció a un lombardo en Bolonia. Un día hablaba el conde Lucanor con Patronio y díjole: — Patronio, algunos hombres me aconsejan que junte el mayor tesoro que pudiere, pues esto es lo que más que ninguna otra cosa me interesa. Y os ruego que me digáis vuestro parecer en ello. — Señor conde —dijo Patronio—, aunque a los grandes señores os es preciso contar con mucho dinero para muchas cosas, y principalmente porque no debéis dejar de cumplir vuestras obligaciones por carecer de dineros, sin embargo no entendáis que por conseguirlos os podéis apartar de cumplir con vuestros deberes para con vuestros vasallos, y para con la protección de vuestra honra y fama, pues si así actuarais podría sucederos lo aconteció a un lombardo* en Bolonia. El conde le preguntó cómo fuera aquello. — Señor conde —dijo Patronio—, en Bolonia había un lombardo que reunió un gran tesoro del que desconocía su procedencia, pues sólo miraba aumentar su caudal de cualquier manera que pudiese. El lombardo enfermó de una dolencia mortal, y un amigo que tenía, cuando lo vio que moría, aconsejóle que se confesase con santo Domingo, que estaba entonces en Bolonia. Y el lombardo quísolo hacer. Y cuando fueron por santo Domingo, entendió el santo que no era voluntad de Dios que aquel mal hombre se librase de penar por el mal que había hecho, y no quiso ir, mas mandó a un fraile que fuese a confesarle. Cuando los hijos del lombardo supieron que se había mandado llamar a santo Domingo, pesóles mucho, temiendo que el santo haría a su padre que diese cuanto tenía por la salvación de su alma, y que 36 Y ombardo: Natural de la región italiana de Lombardía. Aquí, usurero, prestamista. 55 nada heredarían ellos. Y cuando el fraile vino, dijéronle que su padre estaba indispuesto, mas cuando mejorase un poco lo mandarían avisar. A poco rato perdió el lombardo el habla, y murió, de modo que no hizo nada de lo que era menester por salvar su alma. Al día siguiente, cuando lo llevaron a enterrar, rogaron a santo Domingo que predicase en el entierro. Y santo Domingo hízolo así. Y cuando en la predicación hubo de hablar de aquel hombre, dijo una palabra que dice el Evangelio, que dice así: «Ubi est tesaurus tuus, ibi est cor tuum». Que significa: «Donde está tu tesoro, allí está tu corazón». Y cuando esto dijo, dirigiéndose a las gentes, díjoles: — Amigos, para que veáis que la palabra del Evangelio es verdadera, buscad el corazón a este hombre; yo os digo que no lo hallarán en el cuerpo suyo, sino que lo hallarán en el arca donde tenía su tesoro. Entonces fueron a buscar el corazón en el cuerpo y no lo hallaron allí, y halláronlo en el arca, como santo Domingo dijo; y estaba lleno de gusanos y olía peor que cosa ninguna, por mala que fuese ni por podrida que estuviese. Y vos, señor conde Lucanor, recordad que, como antes os he dicho, aunque es bueno atesorar riquezas, procurad en ello dos cosas: la una, que el tesoro que reunáis sea de buena procedencia; la otra, que no deseéis tanto aumentar vuestro tesoro que hagáis ninguna cosa que no debáis de hacer, ni pongáis en riesgo vuestra honra, ni vuestro deber. Procurad reunir un gran tesoro de buenas obras, para así alcanzar la gracia de Dios y la buena fama entre las gentes. Al conde agradó mucho este consejo que Patronio le dio; hízolo así y le fue muy bien. Y sabiendo don Juan que este ejemplo era muy bueno, hízolo escribir en este libro e hizo estos versos que dicen así: Gana el tesoro verdadero y desprecia el perecedero. 56 Ejemplo XV. De lo que aconteció a un muy buen caballero. Otra vez hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, en estos términos: — Patronio, en cierta ocasión me ocurrió que tuve un rey muy poderoso por enemigo; y como mucho duró la contienda, acordamos una tregua en provecho de ambos. Pero, aunque ahora estemos en paz y no hayamos guerra, siempre estamos recelando el uno del otro. Y algunos, tanto de los suyos como de los míos, métenme muchos miedos, y dícenme que quiere buscar achaque” para atacarme; y por el buen entendimiento que tenéis, os ruego que me aconsejéis lo más conveniente en este asunto. — Señor conde Lucanor —dijo Patronio-, el consejo que me pedís es muy complicado de dar por muchas razones. Lo primero, porque cualquiera que os quiera meter en contienda lo tiene muy fácil, pues dando a entender que quiere vuestro servicio y que se duele de vuestro daño, os dirá siempre cosas que os hagan sospechar de vuestro aliado; y por la sospecha, estaréis obligados a tomar medidas que darán comienzo a la contienda, sin que nadie pueda decir nada en contra de quien os aconsejó. Porque quien os aconsejare que no temáis por arriesgar la vida, os dará a entender que no aprecia vuestra vida; y el que os aconsejare que no tengáis a punto y bien abastecidas vuestras fortalezas, os dará a entender que nada le preocupan vuestras posesiones y dominios; y quien os aconsejare que no mantengáis muchos amigos y vasallos bien aprovisionados de cuanto necesiten, os dará a entender que nada le interesan vuestra honra ni vuestra protección. Y no haciendo todas estas cosas estaríais en gran peligro, y puede que a punto de ser atacado. Y pues queréis mi consejo en esto, os digo que querría que supieseis lo que aconteció a un muy buen caballero. El conde le rogó que le dijese cómo fuera aquello. 7 Achaque: Aquí, excusa, pretexto. 57 Y vos, señor conde Lucanor, pues veis que estos son miedos y espantos, y es contienda que, aunque la comencéis, no la podéis acabar; cuanto más sufriereis estos miedos y estos espantos, tanto seréis más esforzado, y además, haréis mejor. Pues dado que tenéis a buen recaudo lo vuestro y no os pueden hacer cosa de que gran daño os venga, os aconsejo que no perdáis la calma. Y pues gran golpe no podéis recibir, esperad antes que os hieran, y veréis que estos miedos y reparos que os infunden son infundados. Pensad también que tanto esos amigos vuestros como los del rey don Fernando no desean la guerra ni la paz, sino solamente el alboroto, durante el cual puedan robar vuestras tierras y atacaros a vos y alos vuestros para quitaros lo que tenéis y lo que no tenéis, pues no temerán que los castiguéis por lo que hagan. Por lo cual, aunque vuestros enemigos hagan algo contra vos, serán ellos culpables y no os costará mucho vencerles, pues conseguiréis la ayuda de Dios y el respaldo de todo el mundo. Al conde agradó este consejo que Patronio le daba; hízolo así y le fue bien. Y porque don Juan pensó que este ejemplo era muy bueno, mandólo escribir en este libro e hizo estos versos que dicen así: Mirad que por temor no os hagan combatir, pues siempre vence quien sabe sufrir. 60 Ejemplo XVI. De lo que dijo una vez el conde Fernán González a Nuño Laínez. Hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, un día, y díjole así: — Patronio, vos sabéis que tengo cierto litigio con un vecino que es hombre muy poderoso y muy honrado, a propósito de la propiedad de cierta villa; y tenemos acordado ir a ella y quien de nosotros allá vaya primero se quedará con la villa, y el otro la perderá. Vos sabéis cómo tengo ya toda mi gente reunida y preparada, y confío, si Dios quiere, que si yo fuese quien primero llegue, será para mí motivo de gran honra y provecho. Sin embargo, no puedo ahora emprender este negocio, pues me hallo enfermo. Y más que perder aquella villa me pesa que sea mi vecino quien la gane y acreciente con ello su honra y su hacienda. Y por la confianza que en vos tengo, os ruego que me digáis lo que pensáis que en esto se puede hacer. — Señor conde Lucanor —dijo Patronio—, aunque tenéis razón de quejaros por la situación en que os encontráis, para que en otras ocasiones tales como esta acertéis lo mejor siempre, me agradaría que supieseis lo que aconteció a don Pero Meléndez de Valdés. El Conde le rogó que le dijese cómo fuera aquello. — Señor conde Lucanor —dijo Patronio—, don Pero Meléndez de Valdés era un caballero muy honrado del reino de León, que tenía por costumbre, cada vez que le ocurriera alguna desgracia, decir siempre: «¡Bendito sea Dios; pues Él lo permite, será por mi bien!» Y este don Pero Meléndez era consejero del rey de León; y otros sus contrarios, por gran envidia que le tenían, acusáronle de cosas muy graves y tanto a mal le pusieron con el rey, que acordó mandarlo matar. Y estando don Pero Meléndez en su casa, llególe recado del rey que fuera de inmediato ante él. Y los que le habían de matar estábanle 61 esperando a media legua* de su casa. Y queriendo cabalgar don Pero Meléndez para ir al encuentro con el rey, cayó de una escalera y rompiósele una pierna. Y cuando sus gentes que debían ir con él vieron lo ocurrido, pesóles mucho aquello y comenzaron a echarle en cara su confianza en Dios, diciéndole: — ¡Ea!, don Pero Meléndez, vos que decís que lo que Dios hace, bien hecho está, aguantad ahora este bien que Dios os ha hecho. Y él díjoles que tuvieran por cierto que, aunque lo ocurrido era penoso, ya verían cómo, pues Dios lo permitió, aquello era por su bien. Y por más que hicieron, nunca le pudieron persuadir de su idea. Y los que le estaban esperando para matar a don Pero por mandado del rey, cuando vieron que no venía y supieron lo que le había acaecido, volvieron con el rey y contáronle la razón por la que no habían podido cumplir su mandato. Don Pero Meléndez estuvo gran tiempo que no pudo cabalgar, y mientras él así estaba maltrecho, supo el rey que aquello de lo que habían do a don Pero Meléndez fue todo muy gran falsedad. Prendió a aquellos que se lo habían dicho y fue a ver a don Pero Meléndez. Contóle la falsedad que de él le dijeron, y cómo le mandara él matar, y pidióle perdón por su error e hízole mucho bien y mucha honra en desagravio. Y mandó luego hacer muy gran justicia a aquellos que con tal falsedad le acusaron. Y así libró Dios a don Pero Meléndez, pues no tenía culpa de nada, y fue verdadero el dicho que él siempre solía decir: «Que todo lo que Dios hace, bien hecho está.» Y vos, señor conde Lucanor, por esta desgracia que os vino ahora, no os quejéis, y tened por cierto en vuestro corazón que todo lo que Dios hace, bien hecho está; y si lo así pensáis, Él os procurará todo bien. Pero debéis entender que las cosas suceden de dos maneras: unas veces nos vienen contrariedades en las que podemos poner remedio; otras, no admiten remedio alguno. Y en las que se puede poner remedio, debemos hacer cuanto podamos y esté en nuestras manos, y no debemos dejarlo todo a la voluntad de Dios, ni menos * Legua: Antigua medida de longitud usada en Castilla que equivale a 5.572,7 metros. 62 Lavóse las manos y sentóse a comer, y perdió aquella hambre y aquella angustia en que estaba. Poco después quiso Dios ofrecerle el modo de cómo salir de tanta pobreza y necesidad. Y vos, señor conde Lucanor, pues entendéis que aquello que aquel hombre os ofrece os será de gran provecho, dadle a entender que lo aceptáis tan sólo por agradarle, y no dudéis aceptarlo enseguida, sin esperar que él insista en su ofrecimiento; de lo contrario seguramente no insistirá y perderéis la oportunidad, y os resultará luego muy humillante si tenéis que pedirle lo que voluntariamente ahora os ofrece. El conde tuvo esto por bien y por buen consejo, e hízolo así, y le fue bien. Y entendiendo don Juan que este ejemplo era muy bueno, hízolo escribir en este libro e hizo estos versos que dicen así: En lo que tu pro* pudieres hallar, nunca te hagas mucho de rogar. 4 Pro: Provecho, beneficio. 65 Ejemplo XVIII. De lo que aconteció a don Pero Meléndez de Valdés. Hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, un día, y díjole así: — Patronio, vos sabéis que tengo cierto litigio con un vecino que es hombre muy poderoso y muy honrado, a propósito de la propiedad de cierta villa; y tenemos acordado ir a ella y quien de nosotros allá vaya primero se quedará con la villa, y el otro la perderá. Y vos sabéis cómo tengo ya toda mi gente reunida y preparada; y confío, si Dios quiere, que si yo fuese quien primero llegue, será para mí motivo de gran honra y provecho. Y sin embargo, no puedo ahora emprender este negocio, pues me hallo enfermo. Y más que perder aquella villa me pesa que sea mi vecino quien la gane y acreciente con ello su honra y su hacienda. Y por la confianza que en vos tengo, os ruego que me digáis lo que pensáis que en esto se puede hacer. — Señor conde Lucanor —dijo Patronio—, aunque tenéis razón de quejaros por la situación en que os encontráis, para que en otras ocasiones tales como esta acertéis lo mejor siempre, me agradaría que supieseis lo que aconteció a don Pero Meléndez de Valdés. El conde le rogó que le dijese cómo fuera aquello. — Señor conde Lucanor —dijo Patronio—, don Pero Meléndez de Valdés era un caballero muy honrado del reino de León, que tenía por costumbre, cada vez que le ocurriera alguna desgracia, decir siempre: «¡Bendito sea Dios; pues Él lo permite, será por mi bien!» Y este don Pero Meléndez era consejero y privado* del rey de León; y otros sus contrarios, por gran envidia que le tenían, acusáronle de cosas muy graves y tanto a mal le pusieron con el rey, que acordó mandarlo matar. Y estando don Pero Meléndez en su casa, llególe recado del rey que fuera de inmediato ante él. Y los que le habían de matar estábanle * Privado: Persona de gran confianza y muy allegada. 66 esperando a media legua” de su casa. Y queriendo cabalgar don Pero Meléndez para ir al encuentro con el rey, cayó de una escalera y rompiósele una pierna. Y cuando sus gentes que debían ir con él vieron lo ocurrido, pesóles mucho aquello y comenzaron a echarle en cara su confianza en Dios, diciéndole: — ¡Ea!, don Pero Meléndez, vos que decís que lo que Dios hace, bien hecho está, aguantad ahora este bien que Dios os ha hecho. Y él díjoles que tuvieran por cierto que, aunque lo ocurrido era penoso, ya verían cómo, pues Dios lo permitió, aquello era por su bien. Y por más que hicieron, nunca le pudieron persuadir de su idea. Y los que le estaban esperando para matar a don Pero por mandado del rey, cuando vieron que no venía y supieron lo que le había acaecido, volvieron con el rey y contáronle la razón por la que no habían podido cumplir su mandato. Y don Pero Meléndez estuvo gran tiempo que no pudo cabalgar; y mientras él así estaba maltrecho, supo el rey que aquello de lo que habían acusado a don Pero Meléndez fue todo muy gran falsedad, y prendió a aquellos que se lo habían dicho. Y fue a ver a don Pero Meléndez, y contóle la falsedad que de él le dijeron, y cómo le mandara él matar, y pidióle perdón por su error e hízole mucho bien y mucha honra en desagravio. Y mandó luego hacer muy gran justicia a aquellos que con tal falsedad le acusaron. Y así libró Dios a don Pero Meléndez, pues no tenía culpa de nada, y fue verdadero el dicho que él siempre solía decir: «Que todo lo que Dios hace, bien hecho está.» Y vos, señor conde Lucanor, por esta desgracia que os vino ahora, no os quejéis, y tened por cierto en vuestro corazón que todo lo que Dios hace, bien hecho está; y si lo así pensáis, Él os procurará todo bien. Pero debéis entender que las cosas suceden de dos maneras: unas veces nos vienen contrariedades en las que podemos poner remedio; otras, no admiten remedio alguno. Y en las que se puede Y Legua: Antigua medida de longitud usada en Castilla que equivale a 5.572,7 metros. 67 les ocurriera ir contra ellos. Y como tanto daño lo habían hecho, les propuso que si ellos quisiesen, que él les mostraría muchas maneras de cómo se podrían vengar de los cuervos y hacerles mucho daño. Cuando los búhos esto oyeron, mucho les agradó, y agradecieron al maltrecho cuervo su ayuda, haciendo por él todo el bien que podían, y comenzaron a confiar en él todos sus bienes y sus confidencias. Entre los otros búhos, había allí uno que era muy viejo y tenía gran experiencia, y cuando vio lo que estaba sucediendo, entendió el engaño con que el cuervo andaba, y fuese para el mayoral* de los búhos, y díjole que tenía por cierto que aquel cuervo no había venido a ellos sino para hacer daño, y que lo echase de allí. Mas este búho no fue creído de los otros búhos; y viendo que no le querían creer, marchóse y fue en busca de tierras donde los cuervos no le pudiesen hallar. Y cuando las plumas le crecieron de nuevo, dijo el cuervo a los búhos que, pues podía volar, que quería ir a ver dónde estaban los cuervos, para volver e informarles, e ir luego a destruirlos a todos. A los búhos gustó mucho aquello. Cuando el cuervo marchó con los otros cuervos, reuniéronse muchos de ellos, y sabiendo dónde los búhos anidaban, fueron a ellos de día, cuando ellos no vuelan, y los hallaron despreocupados, y mataron y destruyeron a tantos de ellos que resultaron vencedores los cuervos en aquella guerra. Y todo este mal vino a los búhos porque confiaron en el cuervo que naturalmente era su enemigo. Y vos, señor conde Lucanor, pues sabéis que este hombre que a vos vino es muy amigo de vuestro enemigo, y naturalmente él y todo su linaje son enemigos vuestros, yo os aconsejo que en ninguna manera lo tengáis en vuestra compañía, pues estad seguro que no vino a vos sino por engañar y por haceros algún daño. 48 Mayoral: Jefe de la bandada. 70 El Conde tuvo este por buen consejo; hízolo así, y hallóse por ello muy bien. Y porque don Juan entendió que este ejemplo era muy bueno, hízolo escribir en este libro e hizo estos versos que dicen así: Al que tu enemigo suele ser, nunca quieras en él mucho creer. 71 Ejemplo XX. De lo que aconteció a un rey con un hombre que le decía que sabía hacer alquimia. Un día hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, en esta manera: — Patronio, un hombre vino a mí y dijo que me haría lograr muy gran beneficio y honra, y para ello había menester que yo aportase alguna cantidad, prometiéndome que al final alcanzaría diez veces más de de lo que le adelantase. Y por el buen entendimiento que Dios en vos puso, os ruego que me digáis lo que viereis que me conviene hacer en ello. — Señor Conde, para que hagáis en esto lo que fuere vuestro mayor provecho, me placería que supieseis lo que aconteció a un rey con un hombre que le decía que sabía hacer alquimia”. El Conde le preguntó cómo fuera aquello. — Señor conde Lucanor —dijo Patronio—, érase un hombre muy gran golfín* que tenía muchas ganas de enriquecer y de salir de la mala vida que pasaba. Y aquel hombre supo que un rey, que no era demasiado juicioso, estaba aprendiendo a hacer alquimia. Y aquel golfín tomó cien doblas** y limólas, y de aquellas limaduras hizo, con otras cosas que puso con ellas, cien pellas*?, y cada una de aquellas pellas pesaba tanto como una dobla. Y se fue a la villa donde moraba aquel rey. Vistióse de ropas muy a propósito y llevó aquellas pellas y vendiólas a un especiero*. Y el especiero preguntó que para qué eran aquellas pellas, y el golfín díjole que para muchas cosas, principalmente para hacer alquimia. Y vendióle todas las pellas por * Alquimia: Procedimiento para lograr transmutar una materia en otra, de manera especial para fabricar oro a partir de la mezcla de otros metales de escaso valor. % Golfín: Ladrón. * Dob' loneda de oro que se acuñó en Castilla durante la Edad Media. % Pella: Masa de metales fundidos en forma de bola. 3% Especiero: Persona que comercia en especias. 72 Ejemplo XXI. De lo que aconteció a un muy gran filósofo con un rey mozo. Otra vez hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, en esta forma: — Patronio, tenía yo un pariente a quien mucho apreciaba, y aquel mi pariente finó* y dejó un hijo muy pequeñuelo, al que he criado yo. Y por el gran cariño que tenía a su padre, y también por la gran ayuda que yo espero de él a su tiempo, sabe Dios que le amo como si fuese mi hijo. Y aunque el mozo es muy juicioso y confío en Dios que será muy buen hombre, mucho me agradaría que su mocedad no lo malogre. Y por la gran inteligencia que vos tenéis, os ruego que me digáis de qué manera podría yo lograr que este mozo hiciese lo que le fuese más provechoso. — Señor conde Lucanor —dijo Patronio—, para que os hagáis idea de lo que a mi entender sería lo más acertado, mucho querría que supieseis lo que aconteció a un muy gran filósofo con un rey mozo, su pupilo*. El Conde le preguntó cómo fuera aquello. — Señor conde Lucanor —dijo Patronio—, un rey tenía un hijo y confiólo para educar a un filósofo en quien confiaba mucho; y cuando el rey finó, este su hijo era aún un mozo pequeño. Y criólo aquel filósofo hasta que cumplió quince años. Y cuando el infante empezó a dejar de ser ya un niño comenzó a despreciar los consejos de quien lo criaba y fióse de otros consejeros mozos que nada se preocupaban por alejarle del mal. Y después de algún tiempo por estos derroteros, empezó el jovencísimo rey a arruinar su cuerpo y su hacienda. Yendo aquello tan a mal, el filósofo que criaba al rey ya no sabía qué hacer. Muchas veces probó castigarlo, sin ningún resultado, pues la mocedad > Finó: Falleció. % Pupilo: Alumno. 75 todo lo estorbaba. Hasta que al sabio filósofo se le ocurrió hacer lo que ahora oiréis. Comenzó poco a poco a decir en palacio que él era el mayor agorero** del mundo. Y cuando el rey mozo lo supo, preguntóle si era verdad que sabía adivinar el futuro tan bien como se decía. Y el filósofo díjole que era verdad, mas que no era menester que se supiese. Y como los mozos son tan impacientes para saber y para hacer todas las cosas, el rey, que era mozo, se mostraba muy impaciente por comprobar las cualidades adivinatorias del filósofo, Y como éste le daba largas, más crecía en el rey mozo el ansia por comprobar sus cualidades. Tanto in: al filósofo, que acordaron de ir el día siguiente de madrugada, sin que nadie más lo supiese, a demostrarle cómo sabía interpretar el canto de las aves y adivinar sus mensajes. Madrugaron mucho. El filósofo se encaminó a un valle en el que había algunas aldeas abandonadas, y después que pasaron por muchas, vieron una corneja que estaba graznando en un árbol. Y el rey mozo mostróla al filósofo, y él hizo como que la entendía. Y otra corneja comenzó a cantar en otro árbol, y ambas cornejas estuvieron así graznando, a veces la una y a veces la otra. Y después que el filósofo escuchó esto un buen rato, comenzó a llorar muy fieramente y rasgó sus vestidos en señal de duelo. Cuando el rey mozo esto vio, quedó sobresaltado y preguntó al filósofo que por qué hacía aquello. Respondióle que más quería ser muerto que vivo, pues no sólo los hombres, sino también las aves, sabían ya cómo, por su mal proceder, tenía el rey mozo perdidos todos sus dominios, y su hacienda y su cuerpo maltrechos. Y el rey mozo preguntóle cómo era aquello. Y él díjole que aquellas dos cornejas habían concertado casar al hijo de la una con la hija de la otra; y que la corneja que comenzó a graznar primero, que decía a la otra que pues ya hacía tiempo que aquel casamiento se había concertado, que debían casar a sus hijos cuanto antes. Y la otra corneja díjole que aunque aquello verdad era, 36 Agorero: Quien posee dotes adivinatorias, especialmente prediciendo males o desdichas. 76 que ahora ella era mas rica que la otra, y que, a Dios gracias, durante el reinado de este rey mozo seguirían abandonándose muchas más aldeas de su reino en aquel valle, y que hallaría en las casas abandonadas muchas culebras y lagartos y sapos y otros tales bichos que se crían en los lugares abandonados, por lo que abundaría su comida y sería más rica que ella, por lo que aquel casamiento no sería entre iguales. Y cuando la otra corneja esto oyó, comenzó a reír y respondióle que no había razón para no celebrar la boda, pues si Dios daba larga vida a aquel rey mozo, ella igualmente llegaría a ser muy rica, pues también en su valle no cesaban de abandonarse aldeas. Y por estas razones convinieron ambas cornejas que se celebrara enseguida el casamiento. Cuando el rey mozo esto oyó, disgustóse mucho y comenzó a pensar cómo había sido posible la ruina de su reino. Y cuando el filósofo comprobó la tristeza y la preocupación que al rey mozo atormentaba, y que se le veía arrepentido, diole muchos buenos consejos, de modo que en poco tiempo mejoró su reino y recobró la salud de su cuerpo. Y vos, señor Conde, pues criaste este mozo y querríais que encarrilase su vida correctamente, procurad que con buenas palabras y buenos ejemplos comprenda cómo debe comportarse; pero en ningún caso lo intentéis castigándole ni maltrayéndole, pues la forma de ser de la mayoría de los mozos es tal, que enseguida aborrecen al que los castiga, y más aún si es hombre de elevada posición, ya que lo interpretan como menosprecio, sin darse cuenta de su error, pues no hay tan buen amigo en el mundo como el que castiga al mozo para evitar su desgracia, mas ellos no lo entienden así, sino al contrario. Y si por desventura esto sucediere, surgiría entre vos y él enemistad tal que sólo os traería perjuicios a ambos en adelante. Al Conde gustó mucho este consejo que Patronio le dio; hízolo así y le fue muy bien. Y como a don Juan le agradó mucho este ejemplo, hízolo poner en este libro e hizo estos versos que dicen así: Nunca por las malas al mozo vencerás; sólo por las buenas lo lograrás. 77 animales hicieron con el león y el toro. Y por tanto, os aconsejo yo que si aquel vuestro amigo es hombre leal y de buenas obras, que os fiéis de él como el hombre debe fiarse del buen hijo o del buen hermano, que no creáis cosa que os digan contra él. Y haced tan gran escarmiento en los que esta falsedad urdieren, que nunca otros se atrevan a repetirlo ninguna otra vez. Al Conde gustó mucho este consejo que Patronio le dio; hízolo así y le fue muy bien. Y entendiendo don Juan que este ejemplo era muy bueno, hízolo escribir en este libro e hizo estos versos que dicen así: Por falso dicho de hombre mentiroso no pierdas nunca amigo provechoso. 80 Ejemplo XXIII. De lo que aconteció a la hormiga. Otra vez hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, en esta manera: — Patronio, a Dios gracias, yo soy bastante rico, y algunos aconséjanme que pues lo puedo hacer, que sólo me dedique a los placeres, a comer y beber y holgar, que suficiente tengo para mi vida, y aún de sobra para dejar a mis hijos bien heredados. Y por el buen entendimiento que tenéis, os ruego que me aconsejéis lo que os parece que debo hacer. — Señor conde Lucanor —dijo Patronio—, como quiera que el holgar y tomar placer es bueno, para que os hagáis idea en esto lo que es más provechoso, me placería que supieseis lo que hace la hormiga para mantenimiento de su vida. Y el conde le preguntó cómo era aquello, y Patronio le dijo: — Señor conde Lucanor, ya veis cuánto pequeña cosa es la hormiga; podía pensarse que no debe tener mucha inteligencia, pero veis cómo cada año, al tiempo que los hombres cosechan los campos, sallen ellas de sus hormigueros y van a las eras y traen cuantos granos pueden para su mantenimiento, y métenlo en sus casas. Y cuando llegan las primeras lluvias, sacan el grano fuera de sus hormigueros; y las gentes dicen que lo sacan para secarlo, y no saben lo que dicen, pues no es así la verdad. Porque bien sabéis vos que cuando las hormigas sacan la primera vez el grano fuera de sus hormigueros, es cuando vienen las primeras lluvias del invierno; si cada vez que lloviese, hubiesen de sacar el pan para secarlo, pesada labor tendrían, y demás que no podrían tener sol para secarlo, pues en el invierno no hace tanto sol. La verdad por la que ellas lo sacan la primera vez que llueve es ésta: ellas meten cuanto pan pueden guardar en sus casas de una vez, preocupadas por almacenar cuanto encuentran. Y cuando lo tienen ya a salvo, miran si tienen suficiente para todo el año. Cuando viene la 81 lluvia y se moja, el grano comienza a germinar y ellas ven que si el pan nace en los hormigueros, en lugar de aprovecharse de ello, sus granos mismos las matarían, y serían ellas ocasión de su daño. Y entonces sácanlo fuera y comen el corazón del que sale la semiente y dejan todo el grano entero. Y después, por mucha lluvia que caiga, el grano no podrá germinar, y así se aprovechan de él todo el año. Y también veréis que aunque tengan muchas provisiones, cada vez que buen tiempo hace no dejan de acarrear cualquier hierbita que hallan. Y esto hacen por si aquello que tienen no fuere suficiente para su abastecimiento; y mientras pueden, no quieren estar ociosas ni perder el tiempo que Dios les da, pues se pueden aprovechar de él. Y vos, señor conde, pues la hormiga, que es tan mezquina cosa, tiene tal entendimiento y hace tanto por su mantenimiento, bien debéis pensar que no es bueno para nadie, y menos para los que han de regir un gran estado y gobernar a muchos, querer siempre vivir de las rentas; pues os aseguro que, por muy abundantes que sean las rentas, si solo se saca y nada se pone, poco ha de durar. Así pues, mi consejo 1 es éste: que si queréis comer y holgar, que lo hagáis siempre manteniendo vuestra dignidad y guardando vuestra honra, y procurando y teniendo cuidado de que nunca os falte nada de lo que podáis necesitar, pues mucho tuviereis y generoso quisierais mostraros, no os faltará ocasión de regalar, para aumento de vuestra fama y honra. Al conde gustó mucho este consejo que Patronio le dio; hízolo así y hallóse satisfecho. Y porque a don Juan gustó este ejemplo, hízolo poner en este libro e hizo estos versos que dicen así: No comas siempre lo que has ganado; vive tal vida que mueras honrado. 82 rey preguntóle qué le parecía lo que había visto durante el paseo. Y el infante respondióle que todo le había parecido bien, salvo el gran ruido de aquellos instrumentos. Días después, mandó el rey al hijo mediano que acudiese ante él a la mañana siguiente, de madrugada; y el infante hízolo así. Y el rey hizo todas las pruebas que hiciera al infante mayor, su hermano; y el infante hízolo y dijo lo mismo que su hermano mayor. Y a cabo de otros días, mandó el rey al infante menor, su hijo, que fuese con él de madrugada. Y el infante madrugó antes que el rey despertase, y esperó hasta que despertó el rey. Y cuando despertó, entró el infante y humillósele con la reverencia que debía. Y el rey mandóle que le hiciese traer sus vestidos. Y el infante preguntó qué vestidos quería, preguntando de una sola vez por todo lo que necesitaría de vestir y de calzar, y fue por ello y trájoselo todo. Y no quiso que ningún camarero lo vistiese ni lo calzase, pues deseaba hacerlo él mismo, para dar a entender que se tendría por muy satisfecho si el rey, su padre, pudiera servirse de él, y que pues su padre era, tenía motivos para hacerle cuantos servicios pudiese. Una vez vestido y calzado, el rey mandó al infante que le hiciese traer el caballo. Y él preguntóle cuál caballo quería, y con cuál silla y con cuál freno, y cuál espada, y preguntó por todas las demás cosas que eran menester para cabalgar, y quién quería que cabalgase con él, y todo lo demás. Y hecho todo esto de una sola vez, trájolo y preparólo todo como el rey lo había mandado. Una vez todo preparado, dijo el rey que no quería cabalgar, mas que cabalgase él y que le contase lo que viese. Y el infante cabalgó y fueron con él todos, como hicieran con sus otros hermanos. Ni él, ni ninguno de sus hermanos, ni nadie sabía la razón por la que el rey hacía aquello. Y durante el paseo, el infante mandó que le mostrasen toda la villa, las calles, el sitio donde guardaba el rey sus tesoros, y cuántos podían ser, y todos los edificios nobles de la villa y las gentes que allí moraban. Y después salió fuera y mandó que saliesen allá todos los hombres de armas, de a caballo y de a pie, y mandóles que se ejercitaran y le mostraran sus habilidades con las armas y en los 85 ejercicios tácticos; y visitó las murallas y las torres y las fortalezas de la villa. Y cuando todo lo hubo visto, volvióse para el rey, su padre. Y cuando volvió era ya muy tarde. Y el rey le preguntó por las cosas que había visto. Y el infante le dijo que si no le ofendiese, le diría su opinión de cuanto había visto. Y el rey le mandó que le dijese su opinión sin tapujos. Y el infante le dijo, obligado por la lealtad que a su rey debía, que a su parecer no todo estaba tan bien como debía, pues si así fuese, dada su excelente situación, sus enormes riquezas, sus numerosos y bien preparados guerreros, aquel reino debiera ser dueño de todo el mundo. Al rey gustó mucho aquello que el infante le dijo. Y cuando llegó el momento en que había de dar respuesta a su pueblo, díjole que aquel hijo pequeño les daba por rey. Y vos, señor Conde, si queréis saber cuál mozo sería mejor, reparad en estas tales cosas, y así podréis intuir qué tipo de persona podrá llegar a ser cada uno. Al Conde gustó mucho lo que Patronio le dijo. Y porque don Juan tuvo este por buen ejemplo, hízolo escribir en este libro e hizo estos versos que dicen así: Por obras y maneras podrás conocer en los mozos qué personas llegarán a ser. 86 Ejemplo XXV. De lo que aconteció al conde de Provenza con Saladín, que era sultán de Babilonia. El conde Lucanor hablaba una vez con Patronio, su consejero, en esta manera: — Patronio, un vasallo me dijo el otro día que quería casar una parienta suya, y así como él me aconsejaba lo mejor posible cuando así se precisaba, me pedía por merced que le aconsejase en esto lo que entendía que más le convenía, y díjome todos los pretendientes que aquella manceba tenía. Y pues yo querría para éste es hombre lo más acertado, y yo sé que vos sabéis mucho de tales cosas, os ruego que me digáis lo que pensáis sobre el asunto, para yo aconsejarle lo mejor posible. — Señor conde Lucanor —dijo Patronio—, para que podáis bien aconsejar a cualquier persona de tenga que casar a alguna parienta, me placería mucho que supieseis lo que aconteció al conde de Provenza con Saladín, que era sultán de Babilonia. El conde Lucanor le rogó que le dijese cómo fuera aquello. — Señor conde Lucanor —dijo Patronio—, un conde hubo en Provenza que fue muy buen hombre y deseaba mucho que Dios salvara su al alma y ganase la gloria del Paraíso, haciendo tales obras que aumentasen su honra y sus dominios. Y para que esto pudiese cumplir, preparó un buen número de combatientes y marchó para Tierra Santa de Ultramar, con la ilusión de que, pasara lo que pasara, sería siempre un hombre bienaventurado, pues lo que ocurriera sería en servicio de Dios. Y como los designios de Dios son muy sorprendentes y muy insondables, y Nuestro Señor tiene por bien tentar muchas veces a sus fieles, y si salen triunfantes de aquella tentación, siempre Nuestro Señor procura que los sufrimientos aumenten la honra y el provecho de quienes tienta; por esta razón tuvo Nuestro Señor a bien tentar al conde de Provenza, y consintió que fuese preso en poder del sultán. 87 más honrado que él, y que si él tan gran poder hubiese, se casaría con la mujer que quisiera; dando a entender que estaba siendo objeto de burla, por lo que se sintió muy ofendido. Y ellos le respondieron que había sido elegido entre todos los demás pretendientes por consejo del sultán, habiendo quedado en la elección por encima de los hijos de los reyes y de los otros grandes señores. Cuando él esto oyó, comprendió que hablaban con total formalidad y pensó que, pues Saladín lo había escogido, colmando su honra, que no sería él hombre cabal si no aceptase tan generoso ofrecimiento. Y dijo luego a la condesa y a los parientes del conde que si querían que creyese que se lo decían sinceramente, que le hiciesen entrega de todo el condado, sin antes decirles ninguna cosa de lo que él había pensado de hacer. Ellos se mostraron conformes y le hicieron entrega del condado y de todas sus rentas; y él tomó gran cantidad de dinero y con todo secreto armó unas galeras, guardando también otra gran cantidad de dinero. Y hecho todo esto, mandó preparar sus bodas para un día señalado. Y celebradas las bodas con todo lujo y opulencia, llegada la noche, cuando el joven esposo se hubo de ir para su casa donde estaba su mujer, antes que se echasen en la cama, llamó a la condesa y a sus parientes y díjoles en gran secreto que bien sabían que el conde lo había preferido frente a otros más nobles porque el sultán le aconsejó que casara a su hija con un hombre, y que, pues el sultán y el conde tanta honra le habían hecho y lo habían elegido por esta razón, no se tendría él por muy hombre si no hiciera lo que era obligado; por ello les dijo que había de partir, dejándoles aquella doncella, que había tomado en matrimonio, así como el gobierno del condado, pues confiaba en que Dios le guiaría de tal manera que todo el mundo pudiese ver que se había portado como un hombre. Y luego que esto hubo dicho, cabalgó y se fue a la buena ventura. Y se dirigió al reino de Armenia, y moró allí el tiempo necesario para aprender muy bien el lenguaje y todas las costumbres de aquella tierra. Y supo cómo Saladín era muy cazador. 90 Y él tomó muchas buenas aves“ y muchos buenos canes”, y se fue en busca de Saladín; y ordenó que cada una de sus galeras se amarrase en un puertos diferente, mandando que ninguna saliese a la mar hasta que él lo dispusiese. Y cuando llegó al sultán, fue muy bien recibido, pero no le besó la mano ni le hizo ninguna reverencia de las que son debidas por cortesía. Y Saladín mandóle proporcionar todo lo que hubo menester, y él agradecióselo mucho, mas no quiso tomar del ninguna cosa y dijo que no había venido en busca de nada, que sólo había llegado hasta él atraído por su fama. Pidióle poder vivir algún tiempo en su casa, para aprender cuanto pudiera de sus cualidades y de las de sus gentes; y pues sabía que el sultán era muy cazador, que él traía muchas aves y muy buenas, y muchos canes, y si así lo deseaba, que tomase de aquello lo que quisiese, y con lo que le dejara, que iría con él a cazar y se pondría a su disposición para cuanto quisiese. Esto agradeció mucho Saladín, y tomó lo que tuvo por bien de lo que él traía, mas de ninguna manera logró que el otro tomase de él ninguna cosa, ni le dijese ninguna cosa de sus intenciones, ni adoptase ningún compromiso. Y de este modo vivió en la casa de Saladín un gran tiempo. Y como Dios, cuando es su voluntad, acarrea las cosas que Él quiere, consintió que se lanzaran los halcones tras unas grullas; y fueron a matar a una de las grullas a un puerto de la mar donde estaba una de las galeras que el yerno del conde allí pusiera. Y el sultán, que montaba un buen caballo, y él otro, alejáronse tanto de las gentes que les acompañaban, que nadie vio por donde iban. Y cuando Saladín llegó donde los halcones peleaban con la grulla, descendió enseguida del caballo para ayudarlos. Y el yerno del conde que venía con él, de que le vio pie en tierra, llamó a los de la galera. Y el sultán, que estaba concentrado en la pelea de sus halcones, cuando vio la gente de la galera en derredor de sí, se sobresaltó. Y el yerno del conde echó mano a la espada y dio a entender que le quería 5 Aves: Aquí se refiere a aves de cetrería (halcones, azores, gavilanes...). % Canes: Aquí se refiere a perros de caza. 91 herir con ella. Y cuando Saladín esto vio, comenzóse a quejar mucho diciendo que esto era muy gran traición. Y el yerno del conde le dijo que no demandase ayuda de Dios, pues bien sabía que nunca él le había reconocido por su señor, ni le debía ninguna lealtad. Y dicho esto, apresólo en la galera y contóle que él era yerno del conde, y que era aquél que él escogiera, entre otros muchos, por hombre para casarse con la hija del conde. Y pues él por hombre lo escogiera, que bien entendía que no fuera él hombre si esto no hiciera; y que le pedía por merced que pusiese a su suegro en libertad, para que de este modo entendiese que el consejo que él le diera fue bueno y verdadero, y como daba buenos frutos. Cuando Saladín esto oyó, agradeció mucho a Dios, y alegróse más porque acertó en su consejo más que si le hubiera sucedido cualquier otro buen suceso, por grande que fuese. Y dijo al yerno del conde que lo pondría en libertad enseguida. Y el yerno del conde confió en el sultán, sacólo de la galera y fuese con él. Y mandó a los de la galera que se alejasen del puerto tanto que no los pudiese ver nadie. Y el sultán y el yerno del se entretuvieron un buen rato con sus halcones, y cuando las gentes allí llegaron hallaron a Saladín muy alegre. Y nunca dijo a nadie nada de cuanto le había acontecido. Y una vez que llegaron a la villa, fue Saladín a la casa donde estaba el conde preso y llevó consigo al yerno del conde. Y cuando el sultán vio al conde, comenzóle a decir con muy gran alegría: — Conde, mucho agradezco a Dios por la merced que me hizo en acertar tan bien como acerté en el consejo que os di en el casamiento de vuestra hija. He aquí a vuestro yerno, que os ha librado de la prisión. Entonces le contó todo lo que su yerno había hecho, la lealtad y el gran esfuerzo que hiciera en tomarle preso y en confiar luego en él. Y el sultán y el conde y cuantos esto supieron, loaron mucho la inteligencia y el esfuerzo y la lealtad del yerno del conde. Otrosí%, $ Otrosí: Asimismo, también. 92 Ejemplo XXVI. De la compañía que hicieron la Mentira y la Verdad. Un día hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, y díjole a: — Patronio, sabed que estoy muy disgustado con unos hombres que no me aprecian mucho. Son tan farsantes y tan mentirosos que nunca otra cosa hacen sino mentir, a mí y a cualquiera con quien tienen que hacer cualquier cosa. Y las mentiras que dicen, aprovéchanse tanto de ellas, que me causan muy gran daño, pues ellos aumentan su poderío a costa de enfrentar a las gentes contra mí. Yo bien sé que la mentira es mala, y nunca me he valido de ella. Y ahora, por el buen entendimiento que tenéis, os ruego que me aconsejéis el modo de actuar con estos hombres. — Señor conde Lucanor —dijo Patronio—, para que actuéis en esto correctamente, placeríame mucho que supieseis lo que aconteció a la Verdad y a la Mentira. El conde le rogó que le dijese cómo fuera aquello. — Señor conde Lucanor —dijo Patronio—, la Mentira y la Verdad decidieron vivir juntas, y de que hubieron estado así un tiempo, la Mentira, que es muy inquieta, dijo a la Verdad que estaría bien que plantasen un árbol del que hubiesen fruta y pudiesen estar a su sombra cuando hiciese calor. Y la Verdad, como es sencilla y de buen talante, dijo que le placía. Y de que el árbol fue puesto y comenzó a crecer, dijo la Mentira a la Verdad que se repartiesen entre ambas su parte de aquel árbol. Y a la Verdad le pareció bien. Y la Mentira, dándole a entender con lindas razones que la raíz del árbol es la cosa que da la vida al árbol y le mantiene en pie, y que es mejor cosa y más provechosa, aconsejó la Mentira a la Verdad que tomase las raíces del árbol que están bajo tierra, que ella se conformaría con las ramitas que habían de salir y estar sobre tierra, pues aquella parte del árbol corría muy gran peligro, porque estaba a merced de ser talada por los hombres, o roída 95 por las bestias, o arañada por las aves con las garras y con sus picos, o secada por el sol, o quemada por las heladas; y que de todos estos peligros no corría ninguno la raíz. Y cuando la Verdad oyó todas e razones, porque no hay en ella malicia, fióse de la Mentira, su compañera, y creyó que era verdad lo que le decía. Y pensando que la Mentira le animaba a quedarse con la mejor parte, tomó la raíz del árbol y con aquella se dio por satisfecha. Y cuando la Mentira esto hubo acabado, mucho se alegró con el engaño que había hecho a su compañera, diciéndole tan lindas mentiras. La Verdad metióse bajo tierra para vivir donde estaban las raíces, que eran su parte, y la Mentira vivió sobre tierra donde viven los hombres y todas las otras c Y como es la Mentira es muy simpática, en poco tiempo se ganó la admiración de todos. Y su árbol comenzó a crecer y a echar muy grandes ramos y muy anchas hojas que hacían muy hermosa sombra y aparecieron en él muy vistosas flores de muy hermosos colores. Y cuando las gentes vieron aquel árbol tan hermoso, reuníanse muy plácidamente bajo sus ramas, celebrando mucho su fresca sombra y sus primorosas flores; y aun las gentes de otros lugares decíanse los unos a los otros que si querían estar cómodos y alegres, que fuesen a reposar a la sombra del árbol de la Mentira. Y cuando las gentes estaban reunidas bajo aquel árbol, como la Mentira es muy halagiieña y sabia, les hacía pasar muy buenos ratos y mostrábales de su sabiduría; y a las gentes placíales mucho aprender de la Mentira sus enseñanzas. Y de esta manera se ganó la confianza de todo el mundo. Mostraba a los más simples mentiras sencillas, y a los más sutiles, mentiras dobladas, y a los más sabios, mentiras triples. Y debéis saber que la mentira sencilla es cuando un hombre dice a otro: «Don Fulano, yo haré tal cosa por vos», y él miente de aquello que le dice. Y la mentira doble es cuando uno jura y perjura, y mientras garantías y certezas va otorgando y dando, él ya pensado tiene y sabe cómo cuanto dice y afirma por verdad tornará en mentira y en engaño. Y la mentira triple, que es mortalmente engañosa, es la que miente y engaña diciendo la verdad. 96 Y tanta sabiduría tenía la Mentira en estos asuntos y tan bien sabíala enseñar a los que se congregaban a la sombra de su árbol, que cuantas cosas emprendían todas las acababan con mentiras y engaños, y no había por aquella tierra ningún hombre que el arte de engañar no supiese. Y tanto por la hermosura del árbol como por lo que de la Mentira aprendían, mucho estimaban las gentes estar a aquella sombra y aprender lo que la Mentira les mostraba. Y estando la Mentira tan feliz, la despreciada Verdad estaba escondida bajo tierra, y la gente nada sabía de ella, ni la apreciaba, ni la quería buscar. Y ella, viendo que no se podía mantener más que de aquellas raíces del árbol, que era la parte que le aconsejara tomar la Mentira, y a falta de otro alimento, no tuvo más remedio que ponerse a roer y comer las raíces del árbol de la Mentira. Y como el árbol tenía muy buenas ramas y muy anchas fojas que hacían muy gran sombra y muchas flores de muy apuestos colores, antes que pudiesen dar frutos, perdió todas sus raíces, pues las hubo de comer la Verdad, ya que no tenía ninguna otra cosa de la que alimentarse. Y cuando las raíces del árbol de la Mentira fueron todas comidas por la Verdad, estando la Mentira a la sombra de su árbol con todas las gentes que aprendían sus enseñanzas, vino un viento y lo derribó; cayó sobre la Mentira y quebróla de muy mala manera; y todos los que estaban aprendiendo sus enseñanzas, fueron todos muy mal heridos, y acabaron todos muy mal parados. Y por el lugar donde estaba el tronco del árbol salió la Verdad que estaba escondida, y cuando salió halló que la Mentira y todos los que a ella se habían acercado estaban descalabrados y muy malheridos, y se encontraban tan mal por haberse fiado de las enseñanzas que aprendieron de la Mentira. Y vos, señor conde Lucanor, daos cuenta que la mentira tiene muy grandes ramas, y que sus flores, que son sus dichos y sus ideas y sus halagos, son muy placenteros y muy apreciados por la gente, pero todo ello no es más que sombra y nunca produce buen fruto. Por consiguiente, si vuestros enemigos usan de las sabidurías y de los engaños de la mentira, guardaos de ellos cuanto pudiereis y no procuréis su compañía, ni tengáis envidia de la felicidad que logran 97
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