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El militarismo en el Perú, Apuntes de Historia

El militarismo en el Perú, MILITARISMO ES EL GOBIERNO DE LOS MILITARES EN EL PAÍS. LOS MILITARES QUE CONTRIBUYERON EN LA LUCHA POR LA INDEPENDENCIA, SE SINTIERON DUEÑOS DEL PERÚ Y ASPIRARON A LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA. ... GOBIERNO DE JOSÉ DE LA MAR FUE ELEGIDO POR EL CONGRESO COMO EL PRIMER PRESIDENTE CONSTITUCIONAL DEL PERÚ EN 1827

Tipo: Apuntes

2020/2021

Subido el 26/03/2021

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marialexandra-hilaria-roque-sosa 🇵🇪

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¡Descarga El militarismo en el Perú y más Apuntes en PDF de Historia solo en Docsity! EL MILITARISMO EN EL PERÚ Un mal comienzo (1821-1827) POR HERBERT MOROTE 2 ¿Cómo? ¿Tropezáis con uno que miente?, gritarle a la cara: ¡mentira!, y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que roba?, gritarle: ¡ladrón!, y ¡adelante! ¿Es que con eso -me dice uno- se borra la mentira, ni el ladronicio, ni la tontería del mundo? ¿Quién ha dicho que no? La más miserable de todas las miserias, la más repugnante y apestosa argucia de la cobardía es esa de decir que nada se adelanta con denunciar a un ladrón porque otros seguirán robando, que nada se adelanta con decirle a su cara majadero al majadero, porque no por eso la majadería desaparecerá del mundo. Miguel de Unamuno -Vida de Don Quijote y Sancho-. Muy pocos hechos son capaces de decirnos su propia historia sin necesitar comentarios que pongan de manifiesto su sentido John Stuart Mill -Sobre la libertad-. Aquí están los libros de historia moderna, me dijo. Libros que leo para instruirme, y que frecuentemente producen en mí un efecto contrario. Montesquieu -Cartas persas-. Introducción 5 INTRODUCCIÓN Dentro de las varias causas del deterioro económico, cultural y moral con que el Perú comienza su andadura en el siglo XXI, el militarismo es, sin lugar a dudas, la más importante. El militarismo ha controlado casi toda nuestra vida republicana. Antes de la Independencia, en la Colonia, sólo la fuerza militar pudo avasallar a los peruanos durante tres siglos. Y si vamos aún más atrás, comprobaremos que tanto el gobierno incaico como el español estaban organizados en función de su quehacer militar. En suma, la historia de nuestro país está ligada al militarismo, más bien es su prisionera. Y en los pocos momentos en que la democracia intentó gobernar el país, el militarismo pendió como una espada de Damocles sobre la cabeza de sus gobernantes. Tomemos en consideración los siguientes hechos. Uno, la mitad de los 22 gobiernos democráticos del Perú en sus 180 años de independencia han sido depuestos por golpes militaristas. Dos, desde 1904 no ha habido más de dos gobiernos demócratas seguidos que hayan finalizado su mandato legal. Tres, la predominancia militarista no fue un fenómeno del siglo XIX, su hegemonía con relación a los gobiernos democráticos ha sido similar en todos los periodos, incluyendo los últimos 50 años hasta 2001. (Ver Cuadro 1, página 15) Antes de seguir es necesario definir lo que es militarismo. Según el Diccionario Crítico Etimológico de Corominas es la “intrusión militar en lo civil”. El Diccionario de la Real Academia Española dice que es “la preponderancia de los militares, de la política militar o del espíritu militar en una nación”, o el “modo de pensar de quien propugna dicha preponderancia”. De esta última acepción se deriva que no sólo pueden ser militaristas los militares, también puede haber civiles que lo sean, esto es: civiles que propugnan la intrusión militar en el manejo de la nación. Hay muchos ejemplos de civiles militaristas en nuestra historia, el más reciente es Fujimori. Por el contrario, para encontrar un presidente militar no militarista hay que hurgar con denuedo en la historia, quizá el general Introducción 6 La Mar o el mariscal Castilla —en su primer gobierno— pudieron serlo. Desgraciadamente sus ejemplos fueron pocas veces imitados. La palabra militarismo es relativamente nueva; apareció en el siglo XIX cuando la irrupción de los movimientos democráticos se enfrentó al deseo de los militares de mantener su injerencia en el manejo de las naciones. Luego de algunas décadas de uso, la Real Academia Española la reconoció en su diccionario de 1884. Fue por esos años en que la gente se dio cuenta de que los militares no son el gobierno sino sus represores, que el gobierno es de todos y para todos, que el único gobierno válido es el elegido mediante el voto en las urnas y que los militares sólo deben mandar en sus cuarteles. El militarismo, el autoritarismo, la dictadura, el despotismo, el absolutismo, cualquiera que sea su grado de dureza o de blandura, no son otra cosa que manifestaciones de una misma esencia que muchas veces se unen, funden, amalgaman, siendo ocioso el esfuerzo de separarlas en este estudio. Todas tienen un común denominador y un sustento. El común denominador es la falta de respeto por la opinión de la población civil y el derecho que ésta tiene para pronunciarse. Su sustento es el respaldo, uso o manipulación de las instituciones militares, que se benefician de su complicidad y apoyo. Leguía, Franco, Velasco, Fujimori, Castro, Milosevic, el presidente de Yugoslavia, y una larga serie de tiranos, dictadores, autócratas, déspotas, pudieron hacer lo que hicieron gracias al sostén de la fuerza militar. La historia nos enseña que esa clase de gobernantes no es necesaria, antes bien. es perjudicial para llevar a cabo una cruzada nacional ya sea para defenderse de un ataque extranjero o para lograr una mejora interna. Por el contrario, sólo cuando existieron líderes que supieron conducir a la población mediante el consenso y no el sometimiento, las naciones lograron y mantuvieron los objetivos deseados aún después de que sus líderes desapareciesen o dejasen el poder. Gandhi, Churchill, Roosevelt, Adolfo Suárez, Mandela, son ejemplos de ello. Introducción 7 Muchos historiadores, incluyendo Gustavo Pons Muzzo, profesor de gran influencia en la segunda parte del siglo XX —época en que gobernaron los generales Odría y Velasco— y algunos maestros recientes, hacen suyas las conclusiones a las que llegó nuestro gran historiador Jorge Basadre, al señalar tres causas del militarismo: “como reconocimiento nacional a los triunfadores en contiendas decisivas, como escarmiento después de la derrota, o en situaciones de indecisión política y social”. La explicación tan sonada es a todas luces tendenciosa e insuficiente, ya que insinúa justificaciones que disculparían todas las intrusiones militaristas: si se ganase una guerra, como la Independencia; si se perdiese una guerra, como la que perdimos contra Chile, o por cualquier razón que los militares tomen como pretexto para apoderarse del país, tal como sería “salvaguardar la paz y el orden social”, virtudes de las que sólo ellos se creen guardianes y de las que terminan siempre siendo sus violadores. Después de Basadre se ha hablado prematuramente, y también de forma equivocada, de un “Cuarto Militarismo”*, que comprendería los años 1962 a 1980. Período del que se dice, como si éste hubiera evolucionado, que fue un “militarismo institucional” basado en el Centro de Altos Estudios Económicos, CAEM, y el Servicio Nacional de Inteligencia, SIN. Los acontecimientos del comienzo del siglo XXI no hacen sino confirmar que el “militarismo institucional” no existe ni existió. En los gobiernos militaristas siempre hubo un sujeto ambicioso que controló las Fuerzas Armadas en beneficio propio. ¿Ejemplos? Muchos. Ahí tenemos a los generales Pérez Godoy y Velasco, o el dúo Fujimori-Montesinos. En contra de lo generalmente afirmado por algunos intelectuales de izquierda, el militarismo no se debe exclusivamente al deseo de poderes económicos autóctonos o extranjeros. Desgraciadamente para el Perú el militarismo ha sido reclamado muchas veces por la clase media y hasta la marginada, que en muchas ocasiones han pedido “una mano dura para *Germán Núñez, PENSAMIENTO DEL PERÚ REPUBLICANO, Univ. Lima, 1993. R. Chirinos y ML Palacios, HISTORIA DEL PERÚ, Tercer Milenio, Lima, 1997. Introducción 10 la capital. Esta idea de unidad es una de las tantas lamentables aspiraciones de la mayor parte de nuestros gobiernos, de la mayor parte de nuestros intelectuales, de la mayor parte de nuestros historiadores, de la mayor parte de los peruanos. En vez de reconocer, alentar y respetar las diferencias raciales, de lengua, de cultura, de comportamiento, que el Perú manifiesta en cada región geográfica, y dentro de ella en sus diversos grupos sociales, el militarismo ha sido la fuente de inspiración de una pretendida homogeneidad al querer hacer un Perú unido en base de avasallar los diversos estamentos de nuestra sociedad. En el Perú se ha llegado al extremo de minorizar y oprimir a la mayoría indígena, y en el siglo XXI a extender esa actitud hacia sus herederos, los habitantes de las barriadas de las grandes ciudades. El militarismo no concibe un Perú diverso ni plural donde los grupos sociales de cada región incentiven su propia cultura, su manera de ver las cosas, su manera de resolver sus problemas y, sobretodo, su manera de querer modernizarse. Esta forma de pensar nada tiene que ver con el regionalismo obtuso y tribal, que es excluyente y no-integrador. No es, pues, pretender que los arequipeños o piuranos o iquiteños o puneños, por mencionar algunos ciudadanos, se consideren feudos o cotos privados de caza para los caciques locales; por el contrario lo que un integracionismo regional pretende es que los habitantes de cada región participen en el desarrollo de su comunidad y se sientan responsables de su futuro sin que este dependa del gusto, conveniencia o caridad del gobierno central. Este progreso regional haría más fuerte al país. Tomemos dos ejemplos para ilustrar el caso: Estados Unidos y Suiza. Estados Unidos tiene una sociedad plural donde cada etnia, judíos, asiáticos, latinoamericanos, europeos, afro americanos, y tantas otras, mantienen sus tradiciones, lengua, costumbres, y se sienten a la vez orgullosos de ser estadounidenses. También existen grandes diferencias de carácter y manera de ver las cosas dependiendo de la zona geográfica donde se viva, así el punto de vista de un californiano es bastante disímil Introducción 11 del residente de la costa del Este o de un tejano. Pero lo que une a todos es su idea de ver y sentir a Estados Unidos como su país. Suiza, un país mucho más viejo, está compuesto por cantones en los que se habla idiomas diferentes (alemán, francés, italiano), tiene religiones diferentes (42% protestantes, 46% católicos, musulmanes 2% y otros 10%), y costumbres muy diferentes: los sobrios y austeros ginebrinos son bastante opuestos a los bulliciosos residentes de Zurich o de Berna. Sin embargo, esa pluralidad no ha impedido, todo lo contrario, ha fomentado un estado solidario y moderno basado no solamente en el respeto a la idiosincrasia de los residentes de otros cantones sino principalmente en su admiración y aprecio. Debido al militarismo, el Perú, con tantos siglos a la espalda, ha renunciado a aceptar el pluralismo de nuestra nación, por el contrario, un centralismo agobiante y omnipresente dista mucho de reconocer diferencias, las niega o, en el mejor de los casos, las pasa por alto. Los gobiernos actúan como si fueran un Estado Mayor del Ejército. Es decir, en Lima se decide por todos los peruanos en beneficio principalmente de la cúpula del gobierno de turno y sus camaradas. Desde la capital se quiere homogeneizar todo, controlar todo, distribuir todo, como si el Perú fuese un gran cuartel o, en el mejor de los casos, un gran ejército. Este modelo castrense siempre tiene en cuenta la estructura jerárquica que ha sido adoptada por el resto de la sociedad, así: el rico manda y se cree mejor que el menos rico, y éste mejor que el pobre, y el pobre mejor que el miserable, y el miserable mejor que el mendigo. En el pensamiento militar no cabe la democracia sino el mando, no existe el respeto a los subordinados sino el respeto a los jefes. Si en algún momento existe solidaridad social en el Perú, es sólo entre miembros de la misma jerarquía, nunca a favor de las categorías más bajas, a éstas las someten. Las mezquinas ayudas que se les otorgan no se hacen dentro del marco de la solidaridad sino de la caridad o de la limosna. Y esto es muy diferente, porque ser solidario con un grupo social es adherirse a su causa y asumir una responsabilidad con ella, mientras que dar una Introducción 12 caridad o limosna exime al donante de cualquier obligación moral o responsabilidad con la suerte que corre el que la recibe. Es verdad que las características descritas anteriormente no son exclusivas del militarismo, todas las sociedades subdesarrolladas adolecen en un grado u otro de las mismas taras, pero en el Perú el militarismo no sólo ha reafirmado tales defectos, sino que ha dado el ejemplo y la continuidad al ejercerlo, modelarlo e incentivarlo. En cuanto al orden externo el asunto es álgido. Parecería lógico afirmar que las FFAA son garantes de nuestras fronteras. Aparentemente es así, es su misión. Una misión mal cumplida a decir verdad durante toda la República. No hay guerra que no hayamos perdido de una manera u otra. Desde 1821 nos hemos achicado a la mitad al perder territorios en todas nuestras fronteras. Pero, hay que aclarar, estas pérdidas no han sido por falta de valor de los soldados. Ha sido por falta de recursos, escasez de equipamiento, deficiente preparación, y porque para luchar se necesita saber por quién. Si hubiéramos tenido una economía fuerte no sólo nuestro ejército hubiese sido mejor, también hubiéramos tenido recursos para comprar voluntades foráneas, mejorar nuestro sistema de espionaje y tener medios suficientes para ser respetados en el concierto internacional. En muy pocas ocasiones* las guerras las ganan los ejércitos, generalmente las ganan las naciones poderosas. Un país débil y un pueblo explotado no pueden tener un ejército temible. Perú no era más poderoso que Chile ni que Colombia cuando perdió las guerras contra ellos. Ni siquiera en su tiempo más que Bolivia. Debemos haber estado tan mal que hasta Ecuador se atrevió durante dos siglos a plantarnos cara. A pesar de todos los fracasos militares muchos peruanos siguen creyendo que las FFAA son nuestra salvación en caso de peligro, y se les hincha el pecho y vibran de emoción en sus desfiles, reverencian a sus héroes, todos perdedores, y no se atreven a criticar a los militares por temor a ser acusados de traición a la patria. Los militaristas se han erigido * El pueblo de Vietnam fue una gran y honrosa excepción a esta regla. CUADRO 1 GOBIERNOS DEMOCRÁTICOS Y MILITARISTAS1 1821 - 2001 GOBIERNO O PERIODO DURACIÓN MES DE INICIO DEMO- CRACIA MILITA- RISMO Julio, 1821 Protectorado de San Martín. 1 año, 2ms Setiembre, 1822 *Junta Gubernativa, presidida por el general José de la Mar. Otros miembros: Manuel Salazar y Baquíjano, y el general Felipe Antonio Alvarado. 5 meses Febrero, 1823 Golpe de Balconcillo seguido por la presidencia de Riva- Agüero. 4 meses Junio, 1823 Supremacía de Bolívar en el Perú 3 años, 7ms Enero, 1827 * Fin del bolivarismo y presidencia del general José de la Mar. 2 años, 5ms Junio, 1829 Etapa de los “señores de la guerra” iniciado con el golpe del general Agustín Gamarra. Entre otros protagonistas de esta etapa se encuentran los generales Orbegoso, Salaverry, Santa Cruz, Nieto, Menéndez, Vivanco, La Fuente y Vidal. 15 años, 10ms Abril, 1845 Primer gobierno del mariscal Ramón Castilla 6 años Abril, 1851 *Presidencia de Rufino Echenique 3 años, 9ms Enero, 1855 Después de 11 meses de rebelión Castilla derrota al presidente Echenique. Segundo Gobierno de Castilla. 7 años, 9ms Octubre, 1862 *Presidencia del general San Román, fallece el 4/4/1863 de muerte natural. Asume el gobierno el vicepresidente general Juan Antonio Pezet. 3 años, 1mes Noviembre, 1865 Revolución y gobierno del coronel Mariano Ignacio Prado, seguido por los golpistas general Pedro Diez Canseco. 2 años, 9ms Agosto, 1868 *Gobierno del coronel José Balta, murió asesinado en la revolución de los coroneles Gutiérrez. 4 años Agosto, 1872 Presidencia de Manuel Pardo y Lavalle, primer presidente civil. 4 años Agosto, 1876 Presidencia del general Mariano Ignacio Prado 3 años, 4ms Diciembre, 1879 Guerra con Chile. El presidente Mariano Ignacio Prado “viaja” al extranjero cuando la ocupación chilena era inminente. Posteriores gobiernos del general Luis La Puerta, Nicolás de Piérola y a la vez del contralmirante Lizardo Montero (Norte), Pedro del Solar (Sur) y Francisco García Calderón (Lima). Finalmente, el “Presidente Regenerador” Miguel Iglesias negoció la paz. 4 años, 3ms Marzo, 1884 Gobierno del “Presidente Provisorio,”general Miguel Iglesias. 2 años, 3ms Junio, 1886 Luego de su insurrección asume la presidencia el general Andrés Avelino Cáceres. 4 años, 2ms Agosto, 1890 Gobierno del general Remigio Morales Bermúdez, a su fallecimiento ocupa la presidencia el segundo Vicepresidente, el coronel Justiniano Borgoño. 4 años Agosto, 1894 Segundo gobierno del general Andrés Avelino Cáceres. 7 meses Marzo, 1895 Revolución y gobierno de Nicolás de Piérola. 4 años, 6ms 1 Se ha considerado militaristas a los civiles que utilizaron la fuerza para apoderarse del gobierno, como Piérola, Leguía y Fujimori. También a los militares que avasallaron el congreso para obtener el título de “Presidente Constitucional”, como Riva-Agüero, Benavides y Odría. Introducción 16 DURACIÓN MES DE INICIO (Cont.) GOBIERNO O PERIODO DEMO- CRACIA MILITA- RISMO Setiembre, 1899 Presidencia de Eduardo López de la Romaña. 4 años Setiembre, 1903 Presidencia de Manuel Candamo. Enferma y muere en ejercicio de la presidencia. 1 año Setiembre, 1904 Primer gobierno de José Pardo y Barreda. 4 años Setiembre, 1908 Presidencia de Augusto B. Leguía. 4 años Setiembre, 1912 *Presidencia de Guillermo Billinghurst. 1 año, 5ms Febrero, 1914 Golpe militar encabezado por el coronel Oscar R. Benavides. 1año, 1mes Marzo, 1915 *Segundo gobierno de José Pardo y Barreda. 4 años, 4ms Julio, 1919 Revolución de Augusto B, Leguía apoyado por las Fuerzas Armadas, su “oncenio”. 11 años, 1mes Agosto, 1930 Turbulentos años posteriores al derrocamiento de Leguía. Gobierno del general Luis Miguel Sánchez Cerro. 2 años, 8ms Abril, 1933 Luego del asesinato de Sánchez Cerro, el general Oscar R. Benavides se hace elegir presidente. 6 años, 8ms Diciembre, 1939 Presidencia de Manuel Prado. 5 años, 7ms Julio, 1945 *Presidencia de José Luis Bustamante y Rivero. 3 años, 3ms Octubre, 1948 Gobierno de Manuel A. Odría iniciado con un golpe militar. 7 años, 9ms Julio, 1956 *Presidencia de Manuel Prado 6 años Julio, 1962 Luego de un golpe militar, asume la presidencia el general Ricardo Pérez Godoy, seguido por el general Nicolás Lindley 1 año Julio, 1963 *Presidencia de Fernando Belaúnde 5 años. 3ms Octubre, 1968 Luego de un golpe militar, gobierno de general Juan Velasco Alvarado, seguido por el gobierno del general Francisco Morales Bermúdez 11años, 9ms Julio, 1980 Presidencia de Fernando Belaúnde 5 años Julio, 1985 Presidencia de Alan García 5 años Julio, 1990 *Presidencia de Alberto Fujimori 1 año, 9ms Abril, 1992 Auto golpe del presidente Fujimori. 8 años, 7ms Noviembre, 2000 El congresista Valentín Paniagua asume la presidencia debido a la fuga a Japón de Fujimori. 8 meses Julio, /2001 --Presidencia de Alejandro Toledo-- --- 180 AÑOS DE INDEPENDENCIA 78 años, 3ms 101 años, 9ms COMENTARIOS. - El periodo más largo de democracia ha durado 14 años 5 meses (1899- 1914) - El promedio de duración de los 22 gobiernos democráticos ha sido de 3 años 7 meses. - *La mitad de los gobernantes demócratas fueron depuestos por la fuerza, incluyendo el auto golpe de Fujimori. - Los gobiernos militaristas han gobernado el 57% de los 180 años de la república. Esta predominancia no ha variado los últimos 50 años (1951-2001) - Desde 1904 no ha habido más de dos gobiernos demócratas que hayan finalizado su mandato legal. Introducción 17 AGRADECIMIENTOS Alfredo Bryce Echenique alentó este ensayo desde su concepción y durante su proceso; sus lecturas fueron un acicate importante para su culminación. Gracias, Alfredo. Agradezco las sugerencias y comentarios de Frederick Nunn, erudito en la materia desde su cátedra de -Historia y Estudios Latinoamericanos- en las universidades de Oregón y Arizona. También agradezco a Julio Ortega sus lecturas y apoyo. Las correcciones de mi esposa Elisabeth, han sido muy útiles en la revisión final del texto. También colaboró en ello mi antiguo amigo Alberto Perales. Juan Carlos Méndez Guédez, escritor venezolano, ha colaborado en la búsqueda de material imprescindible para este ensayo en los archivos y bibliotecas en Madrid. Juan Carlos, gracias por tu paciencia y eficacia. Así mismo, agradezco muy sinceramente la lectura y comentarios de Juan Luis Conde y de los amigos en España y en el Perú a quienes envié el borrador de este ensayo. I EL MAL COMIENZO* * Ver Cuadro 2, Pág. 46 “Eventos importantes desde la llegada de la Expedición Libertadora de San Martín hasta el arribo de Bolívar”. El primer golpe de estado 20 dos diputados vii formaron la Junta que trató de administrar el Perú y culminar la lucha libertadora. Mientras los congresistas discutían las más variadas leyes y disposiciones, la Junta Gubernativa se esforzaba por mantener alejado al enemigo y unidos a los jefes del ejército peruano con los jefes de las tropas argentinas, chilenas y colombianas que vinieron a auxiliarnos, todo esto bajo una penuria económica casi insalvable. La primera expedición contra el ejército realista terminó en un fracaso total. Las fuerzas enviadas a liberar la zona sur del Perú, llamada “Intermedios”, fueron derrotadas con poco esfuerzo por el formidable general español Jerónimo Valdés. Las razones de la derrota fueron muchas: el lado patriota estaba mal organizado, las fuerzas auxiliares, llamadas así por venir en nuestro auxilio, luchaban cada cual con bandera propia y con jefes que no respetaban la autoridad del comandante de la expedición, Rudecindo Alvarado. El español Valdés se ensañó con los patriotas y en dos batallas, la última en Moquegua el 27 de enero de 1823, de la expedición de tres mil patriotas quedaron sólo setecientos cincuenta sobrevivientes. Las noticias llegaron a Lima muy pronto y la Junta Gubernativa dispuso inmediatamente nuevas medidas para armar otra expedición. Sin embargo, los militares acantonados en Balconcillo encabezados por Andrés Santa Cruz y Agustín Gamarra, y manipulados por el inefable “niño Pepito”, no lo permitieron, se rebelaron y dirigieron un manifiesto a la nación ⎯que transcribimos al final de este capítulo viii — conteniendo frases que serán repetidas posteriormente en muchos golpes de Estado. Entre ellas: que el ejército “no ha podido ser un mero espectador”, que los anima un “espíritu patriótico en defensa de la libertad e independencia” y que “el ejército está dispuesto a sacrificarse enteramente”. Por supuesto se erigen como únicos intérpretes del sentir del pueblo. Así, sobre la confianza, manifiestan que “Es notorio que la Junta Gubernativa no la ha merecido jamás”. Terminan El primer golpe de estado 21 el manifiesto imponiendo como presidente a Riva-Agüero —que al dejar el gobierno meses después será reo de alta traición— porque, según ellos, “su patriotismo tan conocido, su constancia, su talento, y todas sus virtudes garantizan su nombramiento del jefe que necesitamos”. Lógicamente piden “amplios poderes” para el presidente a fin de que pueda resolver la crítica situación y, como siempre, alegan que “Es una emergencia”, aunque, como sucedería en todas las revoluciones de nuestra historia, los golpistas dejaran al país en una situación peor que la de “emergencia” que encontraron. Uniendo hechos a sus palabras, los cabecillas levantaron a las tropas acantonadas en la hacienda Balconcillo y se dirigieron al Congreso. A su vez, las milicias cívicas, de la que el futuro presidente era coronel, también se sublevaron en Bellavista. Para terminar de amedrentar al parlamento, Riva-Agüero “movilizó sus agentes vinculados con el hampa limeña que salieron a vocear su nombre” ix . Mientras que el ofendido Congreso discutía, los amotinados apresaron a los miembros de la Junta Gubernativa y amenazaron a los congresistas. Poca maniobrabilidad le quedó al Congreso Constituyente, rebajado a “congresito”, tal como lo llamaron burlonamente los españoles. No había nada más que discutir, José de la Riva-Agüero fue elegido primer Presidente del Perú a punta de sablazos. El primer gobierno democrático del Perú había durado muy poco, como ya dijimos, sólo ciento cincuenta y siete días. A pesar del atropello algunos asambleístas se defendieron con dignidad. Francisco Luna Pizarro, Presidente del Congreso, dejó constancia por escrito de que no tenían libertad suficiente para deliberar, otros quince diputados se adhirieron a su protesta —entre los cuales figuraban Francisco Javier Mariátegui y Mariano José Arce—, muchos otros diputados simplemente se ausentaron. Al final, de los 76 diputados electos, sólo 32 — Hipólito Unanue y Manuel Pérez de Tudela entre ellos— eligieron el 28 de El primer golpe de estado 22 febrero de 1823 a Riva-Agüero Presidente del Perú, pero lo hicieron de forma tan precipitada y rastrera que no le fue señalada ni sus atribuciones ni la duración de su mandato. Es más, le dieron el trato de coronel de ejército aunque sólo había sido de milicias. Como esto le supo a poco al “niño Pepito”, el “congresito” le otorgó, cuatro días más tarde, un grado más alto, pero no el de general de brigada ni de división, tampoco el de mariscal, sino el de ¡Gran Mariscal! ¡Nuestro primer Gran Mariscal! x . Un inicio precoz de otorgar altos grados militares a gente sin preparación ni méritos. Los limeños, que todavía lo seguían llamando “niño pepito”, festejaron con gran alegría el nombramiento de un Gran Mariscal que hasta ese momento no había soltado un tiro en favor de la Independencia. Tampoco lo haría después. Esta es la historia del primer Gran Mariscal del Perú, nuestro primer Presidente. Los principales eventos de este periodo hasta la llegada de Bolívar aparecen en el Cuadro II, página 46. El primer presidente del Perú 25 Sobre esta oscura etapa, Riva-Agüero tiene la osadía de contar que en París, en 1808, ganó la estimación de algunas personas del entorno de Napoleón y que el Gabinete francés le pidió nada menos que “trazase las medidas de dominación en América por parte de Francia” xiii . Todo esto podría ser cierto si él fuese un latinoamericano con reputación, buena educación y experiencia, pero resulta que en 1808 el presunto asesor y confidente de Napoleón tenía veinticinco años, en el mejor de los casos estaría recién desembarcado en Francia y no habría acabado sus estudios navales. Lo peor es que escribió estas fantásticas historias a nadie menos que al ministro de Asuntos Exteriores inglés George Canning siendo ya Riva-Agüero Presidente del Perú. Le escribió también a Canning que en ese año, 1808, envió a Inglaterra una carta firmada con seudónimo informando de “los planes más reservados de Bonaparte con respecto de Europa y América”13. Es curioso que Basadre haya transcrito la carta sin hacer ningún comentario sobre un contenido a todas luces falso y ridículo. Tampoco sustenta Basadre la afirmación de que Riva-Agüero tomase parte en algunos encuentros13 contra la invasión napoleónica a España. Posiblemente el deseo del historiador de ensalzar al primer presidente le evitó mayores comprobaciones. Hay fechas que no coinciden en la historia de Basadre: por un lado, Riva- Agüero aparece en 1808 como espía voluntario de Inglaterra en Francia; por otro, también ese año, pelea en España contra Francia en “algunos encuentros” 13; finalmente, aparece al año siguiente en Lima, después de haber sufrido en su camino de regreso, cárceles, fugas y persecuciones en Montevideo, Buenos Aires y Mendoza, por razones que ni Riva-Agüero ni Basadre esclarecen, ya que un licenciado del ejército español, como hubiera sido él, no debería haber tenido problemas con las autoridades virreinales. Sea cual fuese la verdad de ese periplo, el caso es que a los veintiséis años José de la Riva-Agüero regresó a Lima más rico, ya que su padre había muerto dejándole un palacete y una gran herencia. Si no fue espía hasta ese El primer presidente del Perú 26 momento, la aspiración a serlo lo atraía y estuvo dispuesto a practicar el oficio lo más pronto. Las historias de Europa que cuenta Riva-Agüero se extienden por Lima y tienen como respuesta la precavida vigilancia de parte de las autoridades. A partir de ese momento el “niño Pepito” se sentirá constantemente perseguido, algunas veces con razón. Sin embargo, su aversión al virreinato no le impidió ingresar al Tribunal Mayor de Cuentas como contador y juez del ramo de suerte y loterías, aunque tiempo después denunciase en un panfleto anónimo las irregularidades de ese organismo. Tenía por entonces treinta años. Era lógico que lo atrajesen las sociedades secretas tan de moda en tiempos difíciles como aquellos, es así como de día acudía a su burocrático trabajo para el virreinato y de noche conspiraba contra el virreinato en la Logia de Lima, que se reunía en su palacete y de la que llegó a ser Gran Maestro. Como es sabido la masonería fue uno de los factores que más impulsó la independencia de América, no hubo libertador que no estuviera apoyado por ella. Riva-Agüero, desde la logia, mantuvo contacto con los movimientos patriotas de Buenos Aires y Santiago de Chile. Sobre esto, Mariano Felipe Paz Soldán, quizá el mayor estudioso de los archivos de Riva-Agüero, dice: “no cesaba de escribir a San Martín, O’Higgins y demás caudillos de la independencia, con una constancia admirable, y que sería digna del mayor elogio si no se penetrara en sus más insignificante cartas un conocido empeño de aparecer como principal agente, para adquirirse crédito con el objeto de su engrandecimiento” xiv . La labor de Riva-Agüero como espía fue defectuosa y en una oportunidad su correspondencia cayó en manos del gobierno; no debió ser muy importante lo hallado cuando se limitaron a echarlo del Tribunal Mayor de Cuentas y confinarlo un tiempo a Tarma. Pero no todo lo que hizo el “niño Pepito” fue burdo, su paso por la logia debe de haber sido lo suficientemente instructiva para que a los 35 años El primer presidente del Perú 27 (1818) publicase en Buenos Aires, también de forma anónima, el folleto Manifestación histórica y política de la revolución en América. Esta pieza independentista fue más conocida como Las veintiocho causas, esto es: las razones por las que era necesaria la rebelión; entre las que menciona: -La administración virreinal está corrompida. -El gobierno es caótico y falto de método. -Resulta humillante ser gobernados por déspotas. -Los gobernadores y jefes militares españoles son ladrones públicos. -No se respeta el derecho de las gentes. Las acusaciones al virreinato bien se pueden aplicar a muchos gobiernos militaristas peruanos, incluido el de fin del siglo XX. En su tiempo, la valiente protesta de Riva-Agüero causó gran efecto entre la élite peruana, pero ni este escrito ni ningún otro fue suficiente como para que tomase las armas, tal como afirma Bonillaxv. Otras publicaciones de las tantas que hizo son más dadas a defender su figura o realzar su imagen, como el folleto que escribió en 1820: Origen de que los mandones y tiranos del Perú me consideren enemigo de ellos. No obstante el título, parece ser que —sea por medio de su dinero o su encanto personal, o porque tenía ideas monárquicas— Riva-Agüero mantuvo estrechos contactos con jefes realistas que le sirvieron para enterarse del movimiento de sus tropas. Paz Soldán dice14: “Su más terrible arma era la intriga para sembrar la discordia y la desconfianza entre los mismos jefes españoles”. Esa terrible arma la siguió usando después de la independencia. En cualquier caso, el prestigio que ganó Riva-Agüero ante San Martín hizo que lo nombrase Presidente del Territorio de Lima, puesto equivalente a Prefecto, y coronel de las milicias civiles. El pueblo limeño, que lo seguía llamando “niño Pepito”, se alegró por esos nombramientos. Hasta ese momento José de la Riva-Agüero había mantenido una actitud favorable hacia la causa nacional siendo recompensado por ello. Pero eso El primer presidente del Perú 30 sus muertos, heridos o desertores debían ser cubiertos por soldados peruanos. Más adelante veremos cómo nuestra juventud indígena fue arrancada de sus hogares para servir a los colombianos y forzados a ir a vivir en aquel país después de la Independencia. El efímero gobierno de Riva-Agüero nombró a Guisse Jefe de la Escuadra, decretó la fundación de la Escuela Militar y recibió a varios diplomáticos extranjeros que reconocían por primera vez al Perú independiente. Estos eventos los cuenta Basadre dentro de una larga lista de “obras” de gobierno, cuando no eran más que meras intenciones o rezagos de un trabajo que San Martín y la Junta Gubernativa habían iniciado y gestionado, tal como el empréstito de Inglaterra de un millón doscientas mil libras esterlinas del que se benefició y que el gobierno de Riva-Agüero dilapidó en gran parte. Construir un país requiere muchos años, destruirlo pocos meses. San Martín había comenzado la construcción de un país democrático y libre, al dar, dentro de muchas otras disposiciones, libertad a los negros que nacieran en el Perú o que se enrolasen en el ejército. En los pocos meses que estuvo Riva-Agüero como presidente, estos decretos fueron letra muerta, y se restableció la esclavitud que luego continuó varias décadas. Detrás de este retroceso había un interés personal porque Riva-Agüero era un gran terratenientexix. Él y sus amigos se beneficiarían del trabajo de sus esclavos. Otro de los fracasos del Gran Mariscal fue la segunda expedición a “Intermedios”. Como se recordará, la derrota de la primera expedición fue su principal acusación contra la Junta Gubernativa que derrocó. Él, en la segunda, tuvo el mismo fracaso sólo que más estrepitoso. En esta oportunidad Riva-Agüero en vez de enviar 3,000 hombres, envió 5,000xx, y en vez de tener jefes argentinos o chilenos, tuvo ingleses y un Sucre que, cuando más se le necesitaba, dio excusas para no acudir en ayuda. Tampoco llegaron los refuerzos chilenos. La segunda expedición fue aniquilada por las fuerzas realistas, pocos se salvaron. No obstante, el general Santa Cruz, El primer presidente del Perú 31 jefe de la expedición, dijo que los patriotas derrotaron a los españoles en la batalla de Zepita y los militares nos hacen festejar ese “triunfo” hasta nuestros días. El “triunfo” de Zepita es el inicio de una serie de “triunfos” que realmente fueron descalabros. Basadre dice que en Zepita nuestro ejército “quedó dueño del campo e infligió al enemigo mayores pérdidas, pero no aprovechó los resultados del encuentro” xxi . Dellepiane, acucioso historiador militar, resume el final de la batalla: “En la noche del 25 de agosto, en tanto que Valdés se retiraba satisfecho del desempeño de su cometido; el general Santa Cruz, en medio de la algazara que producía entre sus tropas el recojo de trofeos, comprendió, seguramente, que el derrotado era él” xxii. La verdad es que la segunda expedición fue derrotada totalmente, “la retirada hizo cundir el pánico entre sus tropas (...) los sobrevivientes retrocedieron una y otra vez, y que debido a esto la expedición la bautizaron en su tiempo como La campaña del talón”21. Lo peor de la segunda expedición a “Intermedios” fue que Riva-Agüero dejó a Lima indefensa. Esta había sido otra de las acusaciones que utilizó para destituir a la Junta Gubernativa. Las medidas que tomó Riva-Agüero para proteger Lima del asedio de las fuerzas realistas no fueron suficientes y la capital cayó el 13 de junio de 1823 forzando al gobierno y al Congreso a abandonar la capital sin ofrecer resistencia, y establecerse en el Callao ante el espanto de los limeños que se quedaron. Los temores se confirmaron cuando el general español Canterac y sus tropas saquearon desde templos a residencias modestas pasando por la Biblioteca Nacional y el palacio de Torre Tagle. Mientras esto sucedía, las medidas que tomaba Riva-Agüero en el Callao no convencían a nadie. Su incapacidad militar quedó en evidencia. La anarquía cundió y Sucre aprovechó la ineficacia del gobernante para influir en el maltrecho Congreso logrando finalmente que destituyeran al presidente, luego de obtener la aprobación del mismo Riva-Agüero. En esa oportunidad el El primer presidente del Perú 32 pueblo no quiso respaldar a su “niño Pepito”, mucho había padecido por su causa. La crítica situación por la que atravesaba el Perú, la incapacidad de Riva- Agüero y la manipulación del Congreso por los golpistas bolivarianos se palpa al revisar las fechas de estos acontecimientos: el 13 de junio de 1823 Canterac toma Lima, el 17 el gobierno y el Congreso se instalan en el Callao, ese mismo día el Congreso nombra a Sucre Jefe Supremo Militar; dos días después, el 19, el Congreso envía con plenos poderes a dos diputados, Sánchez Carrión y Joaquín Olmedo, para invitar a Bolívar a tomar el mando del Perú; el 22 el Congreso retira los poderes militares de Riva-Agüero sobre la zona de guerra, al día siguiente, el 23, el Congreso, luego de consultar con Riva-Agüero, lo destituye y le da un pasaporte para que se vaya a un lugar que se determinaría. Aquí habría acabado el descalabro peruano si no fuese porque Riva-Agüero se retracta y no reconoce su destitución luego de haberla aceptado verbalmente frente al presidente del Congreso y dos de sus secretarios que fueron a notificarlo. Es más, Riva-Agüero confirmó xxiii su aceptación en una carta al presidente del Congreso, en la que decía: Enterado de la suprema resolución del soberano Congreso acerca de mi cesación absoluta en el cargo de Presidente de la República espero se sirva admitirme el soberano Congreso la más sincera expresión de mi gratitud, tanto por aliviarme de un peso superior a mis débiles fuerzas, como por la salvación que debe esperar bien pronto la patria, teniendo las riendas del gobierno una persona que reúna las cualidades para salvarla. Soy un americano, amo la libertad y respeto las leyes; así me prestaré gustoso á tomar un fusil siempre que el soberano Congreso considere amenazada la salud del Estado. Entretanto, consiga yo en el seno de mi familia, y en medio de la vida privada, restablecer mi salud que se haya bastante quebrantada. El primer presidente del Perú 35 Tener dos presidentes al mismo tiempo parece caótico, inaceptable. Años después tuvimos siete a la misma vez, todos militares lógicamente, uno de ellos el incombustible Riva-Agüero xxv . Pocos jefes de estado del Perú son comparables, en cuanto a villanía y egoísmo, a nuestro primer presidente el Gran Mariscal José de la Riva- Agüero. En los meses que estuvo en Trujillo estableció comunicación con el virrey La Serna y le ofreció su ayuda para constituir el Reino del Perú con un rey español elegido por el rey de España, y un regente que sería el virrey La Serna. Ese reino se adheriría a la Constitución Española, en ese momento absolutista, y establecería comercio privilegiado con España. Es decir, le ofreció todo al virrey con tal de eliminar a sus enemigos: el Congreso, Bolívar y la presidencia de Torre Tagle. Al mismo tiempo que negociaba con el virrey, Riva-Agüero, olvidándose de que no fue leal con San Martín, le envió una invitación para que regresara al país a luchar contra el virrey y contra Bolívar. La respuesta no se hizo esperar, San Martín contestó su negativa en estos términos: “¿Cómo ha podido usted pensar que los ofrecimientos del general San Martín fueran jamás dirigidos a un particular [Riva-Agüero firmaba como presidente a pesar de haber sido destituido por el Congreso] y mucho menos a su despreciable persona? Dice usted que iba a ponerse a la cabeza de un ejército que está en Huaráz, ¿y habrá un oficial capaz de servir contra su patria y, más que todo, a las órdenes de un canalla como usted?. Eh, basta, un pícaro no es capaz de llamar por más tiempo la atención de un hombre honrado” xxvi . También los jefes derrotados de “Intermedios” que apoyaban a Riva- Agüero suplicaron a San Martín para que viniera. Esta vez la respuesta de San Martín fue más ecuánime: “Sin perder un sólo momento cedan de las quejas o los resentimientos que puedan tener; reconózcase la autoridad del Congreso, malo, bueno o como sea, los pueblos lo han jurado; únanse El primer presidente del Perú 36 como es necesario y con este paso desaparezcan los españoles del Perú y después, [añadió proféticamente] matémonos unos contra otros, si este es el desgraciado destino que espera a los patriotas.” xxvii . Negociar con el virrey la entrega del Perú y a la vez invitar a San Martín para que regresara a combatir el virreinato no era suficiente embrollo para Riva-Agüero, también negociaba con Bolívar. El Libertador tenía el encargoxxviii del Congreso de terminar de la mejor y más rápida manera con la rebelión del presidente rebelde, que contaba con tropas muy necesarias para la lucha contra las fuerzas realistas. Bolívar creó un cerco alrededor de Riva-Agüero que le permitió enterarse de sus conversaciones con el virrey, pero consciente de la escasez de recursos de los patriotas lógicamente no quiso ni pudo entablar guerraxxix contra Riva-Agüero y le ofreció en varias oportunidades que, si suspendía su rebelión, el Congreso mantendría su título de Gran Mariscal, le ofrecería un retiro honroso en la Gran Colombia o una embajada en el extranjero y acordaría amnistía general a todos los militares que lo apoyaban. Pero Riva-Agüero demoró la aceptación de la generosa oferta utilizando maniobras dilatorias mientras proseguía con sus conversaciones con el virrey La Serna. Mientras que en el Perú el prestigio de Bolívar aumentaba, el de Riva- Agüero disminuía. Sus mismos colaboradores empezaron a sospechar que negociaba a sus espaldas con el virrey. Es así como el coronel La Fuente, jefe de sus coraceros, recibió, estando en Santa, una correspondencia para enviar a Riva-Agüero que le pareció dudosa, al abrirla encontró una carta de los realistas dando cuenta de los planes monárquicos del Gran Mariscal. Sorprendido e indignado, el coronel La Fuente, con el apoyo del mayor Ramón Castilla, llevó sus tropas a Trujillo y apresó al presidente traidor. Tuvo suerte el Gran Mariscal de que no le aplicaran la ley del 19 de octubre de 1823 xxx que lo declaraba “reo de alta traición y sugeto (sic) al rigor de las leyes por el horroroso atentado cometido en Trujillo contra la El primer presidente del Perú 37 representación nacional, y por enormes delitos que notoriamente ha marcado su administración desde que usurpó el mando supremo de la república, erigiéndose en tirano de ella” y decretaba que se considere benemérito de la patria al que lo “aprehendiese vivo o muerto”. No fue la única vez que se le condenaría a Riva-Agüero al paredón, cinco años más tarde también se hizo acreedor a ser fusiladoxxxi, esta vez por condenar, en una insólita y desafortunada proclama desde su exilio en Chile, la defensa bélica peruana contra la inminente invasión ordenada por Bolívar para anexar a la Gran Colombia los territorios de Jaén y Maynas. Regresando a su apresamiento en 1823, de algún modo Riva-Agüero consiguió que sus carceleros lo embarcasen a Guayaquil, allí convenció a un comerciante que le pagase el pasaje a Inglaterra. El exilio no fue razón suficiente para que se extinguiesen sus ansias de poder. Lo primero que hizo Riva-Agüero al llegar a Londres fue justificarse con una Exposición acerca de su conducta pública en el tiempo que ejerció la Presidencia del Perú. Luego levantó una campaña de prensa difamando a Bolívar y finalmente preparó una expedición de mercenarios que saldría de Bruselas para invadir el Perú y coronarse él, Riva-Agüero, como rey xxxii o hacer coronar a un príncipe alemán o un pariente cercano de Fernando VII. Parece increíble que un hombre en sus cabales pudiese haber tenido la osadía de concebir tal empresa pensando coronarse rey del Perú, pero la personalidad de Riva-Agüero traspasa cualquier límite de cordura. Un par de años antes, Luna Pizarro ya había advertido su megalomanía en carta xxxiii a un amigo: “Cierto pájaro que algunas veces usted oyó cantar, no con agrado, recuerdo que calificaba usted de poco veraz y de iluso o visionario, se ha hecho Jefe y trabaja por ocupar la silla consular persuadido a que sólo él es hombre. Como los reyes de Europa se persuaden que ellos han nacido para gobernar los pueblos”. El primer presidente del Perú 40 formar la Confederación Perú-Boliviana, Riva-Agüero fue uno de los siete presidentes que tuvo el Perú en 1838. Veremos en su momento como esta situación acabó cuando los militares llamados “restauradores”, con la ayuda de los chilenos, derrotaron a los defensores de la Confederación Perú- Boliviana acabando con la anarquía y el riesgo de un nuevo desmembramiento del Perú. Una de las primeras medidas del presidente restaurador, el mariscal Agustín Gamarra, fue ajustar las cuentas a sus enemigos y con un decreto los borró de la lista militar, es decir los dejó en el limbo, sin reconocimiento ni sueldo. Entre los despojados estaba el gran mariscal José de la Riva- Agüero. Este decreto fue más tarde confirmado por una ley del Congreso. El “niño Pepito” perdió unos galones que nunca mereció ya que no participó en ningún acto de guerra por la Emancipación ni por ninguna otra causa. La pérdida del mariscalato no fue para siempre, los peruanos tenemos gran corazón, en especial Ramón Castilla cuyo primer gobierno deseó restañar las heridas de tantas rebeliones y motines. Es así como, dentro de un programa de apaciguamiento general, el Congreso dicta una resolución el 13 de octubre de 1849 xxxv por la que “atendiendo a los eminentes servicios que el gran mariscal José de la Riva-Agüero prestó a la causa de la Independencia, debiéndole reconocer como fundador de ella” le concedía el sueldo integro de Gran Mariscal. Riva-Agüero murió en 1858 a la edad de 75 años. Los últimos años se dedicó a administrar su crecida fortuna y a escribir. Con un pie en la tumba publicó Memorias y documentos para la historia de la Independencia del Perú y las causas del mal final que ha tenido esta. Estas memorias las escribió bajo el seudónimo de P. Pruvonena que había venido utilizando para atacar a cuanto ser viviente creía que se había opuesto a los altos destinos a los que estaba designado. Su furibunda crítica la dirigió en especial contra Castilla que le había restaurado el mariscalato, contra San El primer presidente del Perú 41 Martín que lo había protegido y contra Bolívar que le dio la oportunidad de salir honrosamente de su rebeldía. Cuenta Basadre que fue tan injusto y desmedido lo que escribió Riva-Agüero, que su bisnieto, José de la Riva- Agüero y Osma tuvo que admitirlo con vergüenza “pese a los arraigados sentimientos de lealtad a su linaje que caracterizaban a este gran historiador” xxxvi . Curiosamente el bisnieto también se amparó en su senectud para atacar a la democracia y defender al fascismo. Pocos años antes de su muerte, Riva-Agüero hizo su testamento xxxvii indicando las numerosas propiedades que tenía antes de contraer matrimonio, contradiciendo así su carta de 1823 al Congreso en la que declaró que no tenía propiedades porque “todos mis bienes los he oblado a la patria”. También su testamento refleja las desavenencias con su esposa la princesa Arnoldina Carolina Irene, quien harta de su marido se había ido a vivir a Bélgica, para reclamar desde allí los derechos a la fortuna del Gran Mariscal. Riva-Agüero pasó por alto la dote que recibió de su mujer y dejó todos sus bienes a los cinco hijos que tuvo con ella, a la princesa no le dejó nada. Es más, hasta de la pensión, que desde su separación recibía la princesa, ordenó que se dedujeran los regalos que en un momento le dio, declarando “que se considere como si no lo hubiese yo otorgado”. No podía ser de otra manera, hasta en su último documento Riva-Agüero imprimió su sello. 4. – RIVA-AGÜERO VISTO POR LOS HISTORIADORES. La vida del gran mariscal Riva-Agüero debiera ser materia de estudio y divulgación por representar la maléfica combinación de dos males: el militarismo, en ese tiempo a nivel de caudillismo, y el limeñismo veleidoso y artero. Su vida se caracterizó por el sentimiento ególatra, el desprecio a las instituciones democráticas, y la utilización de la calumnia como arma. El único valor que tiene para nosotros hoy es haber dejado un ejemplo de lo Riva-Agüero visto por los historiadores 42 que no debe ser un presidente ni un militar. Desgraciadamente la Historia se enseña pero no se aprende. La mayoría de los historiadores menciona que no fue traición entablar negociaciones con el virrey porque tanto San Martín —por su interés de establecer una monarquía constitucional— como Bolívar —por estrategia para ganar tiempo— también establecieron conversaciones con el enemigo. En vez de hacer énfasis en el golpe militar y en los males que ocasionó, Riva-Agüero es visto por nuestros historiadores como el primer presidente que tuvo el Perú, y quizá por ese hecho es tratado con simpatía e indulgencia. Basadre cubre extensamente la labor de Riva-Agüero dando la impresión de que los decretos en sus cuatro meses de gobierno fueron obras cuando sólo eran intenciones. Sobre su personalidad, Basadre dicexxxviii: Considerábase Riva-Agüero como adalid de la libertad y de la independencia peruanas frente a la ocupación extranjera (…) Le movían, junto con sentimientos nacionalistas, atávicos vínculos a la metrópoli [Madrid], olvidados en horas juveniles, pero nunca extintos. Sobre su capa de conspirador se había puesto la banda presidencial; pero sin quitarse la aristócrata casaca de marqués. Su espíritu de casta se conmovía ante la lucha que no resultaba fácil, sino larga y cruenta, y tras de cuyo final vislumbrábase que predominarían, si no los extranjeros, en el mejor de los casos, nacionales indeseables. Además, Riva-Agüero sentía una sensación de chasco y escamoteo. Él había sido el prohombre de la revolución peruana si San Martín no lo hubiera eclipsado, y ahora se sentía desplazado por Bolívar. Como Satán, no quiso ser tan sólo el Arcángel preferido. Al pecar, fue el suyo el pecado de Satán, la soberbia. Riva-Agüero visto por los historiadores 45 alejamiento de varios diputados. La desmoralización del Congreso fue tal que cuando Canterac tomó Lima, nueve parlamentarios se pasaron a las fuerzas realistas. Riva-Agüero recibió el mismo pago, puesto que su destitución fue prácticamente otro golpe de Estado. El Congreso que lo echó del gobierno estaba reducido a 28 representantes de los 79 elegidos y sometido a los intereses de Sucre y Bolívar. Por nuestra parte creemos que Riva-Agüero debe ser visto y enseñado no tanto como el primer presidente del Perú, sino como el primer golpista, el iniciador del bochornoso y desgraciado militarismo que nos ha llevado a estar como estamos y ser lo que somos: un país sin tradición democrática. Riva-Agüero tenía, además, toda la picardía limeña, esa cualidad tan perversa como inútil que en repetidas ocasiones ha hundido al país y que, sin embargo, es fomentada y hasta inculcada en nuestra educación. 46 CUADRO 2 EVENTOS IMPORTANTES DESDE LA LLEGADA DE LA EXPEDICIÓN LIBERTADORA DE SAN MARTÍN HASTA EL ARRIBO DE BOLÍVAR. SETIEMBRE 1820 – SETIEMBRE 1823 FECHA EVENTO AÑO 1820 7, setiembre Llegada a la bahía de Paracas de la Expedición Libertadora comandada por San Martín. AÑO 1821 4, mayo Conferencia de Punchauca, hacienda cercana a Lima. Los realistas amenazan a San Martín con entregar el poder a un descendiente de los incas. Fracaso de las negociaciones. 2-6, julio El virrey La Serna y las fuerzas realistas parten de Lima con dirección a los Andes. 27, julio Proclamación de la Independencia, pronunciada por San Martín en Lima. 15 octubre Frustrado golpe militar contra San Martín. Las recíprocas acusaciones entre varios jefes argentinos y el coronel venezolano Tomás Heres, terminaron con la deportación de este último. AÑO 1822 24, mayo Sucre derrota a los españoles en la batalla de Pichincha, gracias al apoyo de San Martín, que envia una fuerza de 1,622 hombres comandada por el coronel Santa Cruz. 11, julio Bolívar entra a Guayaquil y lo incorpora a Colombia. 14, julio Sin enterarse de la maniobra de Bolívar, San Martín se embarca en el Callao con dirección a Guayaquil. 25, julio En ausencia de San Martín, Riva-Agüero encabeza el motín que apresa y deporta a Bernardo Monteagudo, ministro y brazo derecho del Protector. 26, julio San Martín llega a Guayaquil para dos días de conferencia con Bolívar. Sin buenos resultados, San Martín regresa al Perú el 28 de julio, llegando a mediados de agosto. 20, setiembre Luego de instalado el Congreso Constituyente, San Martín renuncia y parte del Perú en la madrugada del día 21. 21, setiembre El congreso nombra una Junta Gubernativa formada por el general José de la Mar, el general Felipe Antonio Alvarado y Manuel Salazar y Baquíjano. AÑO 1823 19-21, enero Derrota de la expedición patriota a Intermedios, dirigida por el general Rudecindo Alvarado y Guillermo Miller. 26, febrero Golpe de estado, llamado “motín de Balconcillo”. Los golpistas apresan a los miembros de la Junta Gubernativa, y hacen que el congreso nombre presidente a Riva-Agüero el 28 de febrero. 18, junio Las fuerzas realistas dirigidas por Canterac toman Lima. La presidencia y el congreso se refugian en el Callao. Los realistas se quedaron en Lima hasta el 16 de julio 23, junio El congreso destituye al presidente Riva-Agüero. Sucre es encargado del mando militar y político. Luego Sucre delega el mando político a Torre Tagle. En agosto el congreso ratifica la delegación hecha por Sucre y nombra presidente a Torre Tagle. 1, setiembre Bolívar entra en Lima con gran pompa y es aclamado por autoridades y pueblo. 47 BIBLIOGRAFÍA Y NOTAS DEL CAPÍTULO I i Mariano Felipe Paz Soldán, HISTORIA DEL PERÚ INDEPENDIENTE. Editorial América, Madrid, 1919. p. 110 “ (…) El 7 de setiembre de 1821 se le presentó [a Riva-Agüero] la mejor ocasión para probar sus dotes que poseía como tribuno del pueblo; por todas partes se le veía perorando al pueblo y entusiasmando á la gente de color, que obedecía ciegamente a su niño Pepito.” ii “El 20 de setiembre de 1822, luego de un Te Deum en la Catedral, San Martín instaló el Congreso. Lo hizo solemnemente, poniéndose de pie, despojándose de la banda bicolor y diciendo: “Al deponer la insignia que caracteriza el Jefe Supremo del Perú no hago sino cumplir con mis deberes y con los votos de mi corazón. Si algo tienen que agradecerme los peruanos, es el ejercicio del supremo poder que el imperio de las circunstancias me hizo obtener. Hoy que felizmente lo dimito, yo pido al Ser Supremo el acierto, luces y tino que necesita para hacer la felicidad de sus representados: Peruanos: Desde este momento queda instalado el Congreso Soberano y el pueblo reasume el supremo poder en todas partes”. Fuente: José Antonio del Busto, COMPENDIO DE HISTORIA DEL PERÚ. Librería Studium, Lima 1983. p. 355. iii José Antonio del Busto, ob. cit. p. 355. iv Jorge Basadre, HISTORIA DE LA REPÚBLICA DEL PERÚ, Sétima Edición, Corregida y aumentada, Editorial Universitaria, Lima 1983. Volumen I, p. 6. v La irresponsable ambición de los militares quedó en evidencia desde los mismos inicios de la República: a escasos tres meses de la proclamación de la Independencia corrieron rumores de un golpe contra San Martín. Nunca quedó claro quienes fueron sus cabecillas por la gran cantidad de acusaciones y contra acusaciones entre el general Gregorio de Las Heras, el coronel Cirilo Correa, el coronel Enrique Martínez, el coronel Antonio Deza, el comandante Santiago Sánchez, el comandante Santiago Aldunate y el comandante Eugenio Necochea. Muchos de ellos pertenecían a la logia masónica de San Martín. Fuente: Rubén Vargas Ugarte, HISTORIA GENERAL DEL PERÚ, V. VI, pp. 206-207. vi Con esta acción San Martín inauguró la práctica de comprar lealtades de posibles golpistas. La municipalidad de Lima otorgó premios por medio millón de pesos, que se repartieron entre varios militares y civiles que servían con San Martín, entre ellos: Alvarado, Las Heras, Guisse, Tomás Heres, Miller, Necochea, Paroissien, y muchos más, tocándole a cada uno 25,000 pesos. El Protector fue también magnánimo al obsequiar a Bernardo O´Higgins que estaba refugiado en el Perú la hacienda Montalván y Cuiba cuyo valor era de medio millón de pesos. Un siglo después esta hacienda pertenecería al polémico dueño del periódico La Prensa, el millonario Pedro Beltrán, que fue candidato a la presidencia en los tiempos de Odría y Prado. Fuentes: 1) Virgilio Roel: HISTORIA DEL PERÚ, editada por Juan Mejía Baca, Lima, 1980, tomo VI p. 240. 2) Vargas Ugarte, ob. cit. p. 187. vii Junto a La Mar, los otros miembros de la Junta Gubernativa fueron: Manuel Sala- zar y Baquíjano y Felipe Antonio Alvarado. Bibliografía y notas del capítulo I 50 xv Heraclio Bonilla y Karen Spalding, LA INDEPENDENCIA EN EL PERÚ: LAS PALABRAS Y LOS HECHOS. Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1981. p. 106. xvi Fue depuesto por una coalición de “elementos enemistados con Monteagudo por sus medidas contra los españoles, por su arrogancia o por sus costumbres libertinas". Fuente: Basadre, ob. cit, p. 19. xvii Mariano Felipe Paz Soldán, ob. cit, p. 114. xviii Durante las conferencias entre Larrea y Gual para resolver el asunto de los “reemplazos” peruanos, Colombia alegaba haber traído al Perú 13,000 soldados, para la lucha por la independencia. Fuentes: M. Paz Soldán, ob. cit. p. 116 y Jorge Basadre, ob. cit. p. 236. xix Jorge Basadre, ob. cit. p. 159. xx La fuerza expedicionaria llegó a tener 7,000 hombres. Celia Wu, GENERALS AND DIPLOMATS, GREAT BRITAIN AND PERÚ, 1820-40, Cambridge, Centre of Latin American Studies, University of Cambridge, 1991. xxi Jorge Basadre, ob. cit. p. 33. xxii Teniente Coronel Carlos Dellepiane, HISTORIA MILITAR DEL PERÚ. Librería e Imprenta Gil, Lima, 1931, V. I, p.175. xxiii ARCHIVO RIVA-AGÜERO, ob. cit. pp. 360-361. Esta carta, dice Paz Soldán, no fue cursada, es decir, la firmó y no la envío al Congreso. xxiv Vargas Ugarte, ob. cit. p. 278. Quizá por error de imprenta la cifra total de diputados que menciona Vargas Ugarte es de 91 diputados cuando fueron 79 titulares y 38 suplentes, tal como detalla Basadre y otros. xxv Los siete presidentes que el Perú tuvo en 1838 fueron: el general Andrés Santa Cruz que luchaba en el centro en calidad de Presidente de la Confederación Perú- Boliviana. El Estado del Norte del Perú tenía dos presidentes, uno el general Orbegoso y el otro el gran mariscal Riva-Agüero respaldado por Santa Cruz. El Estado del Sur tenía como presidente al general Pío Tristán. El mariscal Domingo Nieto luchaba por su cuenta donde podía con un dudoso título de Jefe Supremo. Otro presidente “itinerante” era el general Francisco de Vidal, finalmente en Lima regía el mariscal Agustín Gamarra como Presidente de la República. xxvi Indalecio Liévano Aguirre, BOLÍVAR. Edición Cultura Hispánica, Madrid, 1983. Basadre no da su opinión sobre la verosimilitud de esta carta, aunque dice que “algunos consideran apócrifa”. Jorge Basadre, ob. cit. p. 30. Nosotros creemos que es auténtica, porque en una carta de Tomás de Heres al Simón Bolívar el 4 de diciembre de 1823, hablando sobre el posible interés que tuviera San Martín en regresar al Perú, Heres dice: “…me ha dicho Guido antes de ayer, que San Martín no creerá nada a Riva Agüero porque lo conoce harto bien. Y efectivamente, aquí hay una carta original de San Martín del 24 de Noviembre en que contestando á Riva Agüero otra de Agosto en que lo llama ofreciéndole dos ejércitos, le dice cuantos insultos caben en medio pliego”. Daniel Florencio O´Leary, LA EMANCIPACIÓN DEL PERÚ SEGÚN LA CORRESPONDENCIA DEL GENERAL HERES CON EL LIBERTADOR. Editorial América, Madrid, 1919. p. 39. xxvii Jorge Basadre, ob. cit. p. 34. xxviii ARCHIVO RIVA-AGÜERO, ob. cit. p. 379. xxix Sobre la peligrosa situación en la que se encontraba el Perú, Virgilio Roel dice lo siguiente: “Por el mes de setiembre Riva-Agüero mantenía un poder Bibliografía y notas del capítulo I 51 efectivo mayor que el de Bolívar, ya que mientras éste sólo ejercía su autoridad sobre las tropas estacionadas en Lima, Riva-Agüero tenía mando sobre todas las fuerzas acantonadas en el norte y por Huaylas mantenía relaciones con todas las partidas montoneras de la sierra central; así mismo ejercía autoridad sobre los restos del ejército de Santa Cruz... y era tenido como jefe supremo por la escuadra comandada por el Almirante Guisse”. Virgilio Roel, ob. cit. pp. 326-327. xxx Decreto por el que se ordena la aprensión vivo o muerto de Riva-Agüero. DON JOSÉ BERNARDO TAGLE PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DEL PERÚ POR CUANTO EL SOBERANO CONGRESO, SE HA SERVIDO DECRETAR LO SIGUIENTE: EL CONGRESO CONSTITUYENTE DEL PERÚ En consecuencia del decreto del 8 del presente en que se declara traidor a Don José de la Riva Agüero reo de alta traición y sugeto al rigor de las leyes por el horroroso atentado cometido en Trujillo contra la representación nacional, y por enormes delitos que notoriamente ha marcado su administración desde que usurpó el mando supremo de la república, erigiéndose en tirano de ella. Ha venido en decretar y decreta: 1. Que todas las autoridades de la República y súbditos de ella de cualquier calidad que sean, son obligadas a perseguir a Riva Agüero por todos los medios que estén a su alcance. 2. Que al que lo aprendiese vivo o muerto se le considere benemérito de la patria, y el gobierno le conceda los premios a que se hace acreedor el que libra a un país de un tirano. Tendréis lo entendido y dispondréis de lo necesario a su cumplimiento, mandándolo imprimir, publicar y circular. Dado en la sala del congreso de Lima a 19 de agosto de 1823.” Siguen firmas. Fuente: ARCHIVO RIVA-AGÜERO, publicado por la Comisión del Sesquicentenario de las batallas de Junín y Ayacucho. Lima 1976, p. 383. xxxi En la proclama Riva-Agüero declaraba “sin atenuantes que era impolítica la guerra con Colombia (…) al gobierno no pudo menos de alarmarle este documento, en el que todos echaron una tentativa para desacreditar a La Mar. Salazar y Baquíjano, haciéndose intérprete de la más sana opinión, ordenó que pasase una nota a los intendentes de provincia, a fin de que fusilasen a Riva- Agüero y al general Ramón Herrera, luego que pisase el territorio nacional”. Vargas Ugarte, ob.cit. p. 152. xxxii Jorge Basadre, ob. cit. p. 39 xxxiii El texto de la carta de Luna Pizarro a Joaquín Campino, febrero de 1823, aparece en: J. Basadre, Vargas Ugarte, y Paz Soldán, obras citadas. xxxiv Basadre, ob. cit. p. 40. xxxv Basadre, ob. cit. p. 40. xxxvi Basadre, ob. cit. Volumen IV, p. 28. xxxvii ARCHIVO RIVA-AGÜERO. Testamento, ob. cit. pp. 151-158. xxxviii Basadre, ob. cit. p. 38. xxxix Pedro Dávalos y Lisson. HISTORIA REPUBLICANA DEL PERÚ, Librería en Imprenta Gil, Lima, 1937. V. III, pp. 242, 243. Bibliografía y notas del capítulo I 52 xl Vargas Ugarte, ob. cit. p. 189. xli Mariano Felipe Paz Soldán, ob. cit. p. 111. xlii Paz Soldán, ob. cit. p. 165. xliii Paz Soldán, ob. cit. p. 163. El costo de la independencia en 1824 55 ca, se podía presagiar con acierto que estaban contados los días del virrey La Serna. Así pues, el virreinato del Perú estaba perdido, sólo la tozudez de las auto- ridades españolas y la ambigüedad de la poderosa élite criolla de Lima y de los terratenientes provincianos, mantenía un ejército realista todavía activo. Sobre este punto es importante destacar que la independencia del Perú se obtuvo no por el esfuerzo de los criollos*, hijos de españoles nacidos en el Perú, sino muy a pesar de ellos. Tampoco las masas ayudaron a la empresa. Éstas desconfiaban de los criollos y de los mestizos. Los mestizos por su parte se hicieron a un lado para dejar que ganase el mejor, pero sin arriesgar en la apuesta. Prácticamente la independencia fue impuesta, primero, por la expedición libertadora de San Martín, y luego por el genio militar de Bolí- var, ambos jefes vistos con buenos ojos por Inglaterra y ayudados por ella con eficientes súbditos reclutados por los patriotas y en forma de préstamos para financiar las campañas. Algún lector se podrá sorprender de estas afirmaciones ya que los libros de texto escolares y universitarios lamentablemente nos han enseñado otra his- toria4, la historia de los héroes, de los precursores, de la importancia de la participación peruana en la independencia, pues bien, esa contribución fue irrelevante e ínfima. Esta opinión es respaldada por los historiadores extran- jeros. El estadounidense David P. Werlich5, por ejemplo, dice que los pe- ruanos fueron “revolucionarios a regañadientes” y añade: El papel que el Perú jugó en el drama de la independencia Latinoa- mericana fue el de un espectador interesado en el Acto Final. Las guerras por la independencia en todas las colonias españolas fueron guerras civiles entre los criollos independentistas contra criollos pro realistas. Y en ninguna parte el sentimiento pro realista fue más fuer- te que en el Perú. A pesar de las desventajas del sistema colonial, en * Ahora se llama criollo aquel que ha nacido en el Perú, generalmente al costeño mestizo. El costo de la independencia en 1824 56 Lima se concentraba una desproporcionada fuente de beneficios que seguía existiendo del antiguo régimen. Había dentro de los peruanos más de 100 nobles y muchos burócratas imperiales. Aún más, la re- belión de Tupac Amaru II asustó a la clase alta criolla y desalentó cualquier discrepancia dentro de las élites que podrían haber llevado a las clases oprimidas a rebelarse nuevamente. Hace ya varios años que modernos historiadores ⎯como Heraclio Bonilla6 entre otros peruanos y extranjeros⎯ han puesto sobre la mesa una historia más veraz dejando de lado el romanticismo chauvinista que ha cubierto nuestra historia oficial con mitos difíciles, quizá ya imposibles de borrar de nuestra memoria colectiva. Hasta la llegada de San Martín las únicas rebeliones serias contra los espa- ñoles habían sido las de los indígenas, no las confabulaciones de los señori- tos de Lima o de provincias. Estos preferían seguir bajo el virreinato que arriesgarse a enfrentar las reivindicaciones de los indígenas y mestizos, no digamos de los esclavos. Sobre esto, Macera dice que los miembros de la alta clase criolla e incluso los criollos menos privilegiados no estaban muy seguros de lo que podía ocurrirles, “cuando desaparecida la cobertura im- perial tuvieran que enfrentar a solas a sus poblaciones indias”7. Sólo cuando los criollos vieron la posibilidad de un continuismo económi- co-social fue cuando se decidieron a participar en el movimiento indepen- diente, y aún así lo hicieron tratando de arriesgar lo menos posible. Los españoles sabían muy bien esto y lo usaron durante muchos años para conseguir el respaldo de los dirigentes del país y de los vecinos de las prin- cipales ciudades. Es más, cuando vieron que podían perder la guerra pre- tendieron utilizar el fantasma de una rebelión indígena generalizada para intimidar a los criollos. Hay un pasaje poco conocido que ejemplifica esta posición: en un momento en que las negociaciones entre San Martín y el El costo de la independencia en 1824 57 virrey La Serna para una salida negociada fracasan, el Protector los amena- za con una guerra sin cuartel que necesariamente le daría la victoria debido a la difícil situación de los españoles. Los realistas reaccionaron a la ame- naza diciendo8: Que se hallaban muy lejos de creerse en el caso desesperado que se suponía, pero que si llegase a suceder, es decir, que no pudiesen con- tinuar por más tiempo sosteniendo la causa española en aquellos do- minios, estaban resueltos a proclamar el imperio de los incas y ayu- dar a los indios a sostenerlo, antes de consentir que lo ocupasen los súbditos rebeldes que no tenían más derechos que los que había ad- quirido de sus antepasados los españoles. Dijo Valdés: que por este pensamiento tenían a su lado, en clase de ayudante de campo, al des- cendiente más inmediato de los incas, a quien proclamarían empera- dor dando con esto principio a una nueva guerra y a un nuevo orden de cosas, cuyo resultado no sería fácil de prever. ¿Cuánto más podría haber durado el virreinato? No es arriesgado estimar que podría haber sobrevivido cinco años más, exagerando diez, ya que po- cas veces se han dado tantas circunstancias para predecir la derrota de un ejército, y las tropas del virrey La Serna a pesar del valor y experiencia de sus jefes no podían ser la excepción, todo jugaba en contra de ellos: el desgaste de las campañas en la sierra, su aislamiento y el acoso incesante de las valientes montoneras indígenas ⎯sucesoras de continuas rebeliones como las de Tupac Amaru y Pumacahua⎯ a las que pocos historiadores han dado suficiente relevancia a la hora de relatar las campañas finales por la independencia. No sorprende que la predicción de la derrota ya la hubiesen formulado los mismos jefes españoles como el general Jerónimo Valdés, su más laureado militar, quien en su exposición al rey Fernando VII sobre “Las causas que El interés de Bolívar por el Perú 60 que ya había ejercido el siglo anterior en desmérito, principalmente, de la Gran Colombia. Mucho antes de sus triunfos en Venezuela y Colombia, leemos cartas que escribió desde Jamaica el año 1815, en las que hace referencia tanto a la historia de la conquista del Perú por los españoles, como alusiones a su ri- queza y a sus clases sociales. Esas cartas también muestran algunas estrate- gias que utilizará después en su campaña libertadora. Por ejemplo, en la carta12 a Maxwell Hyslop encontramos —dentro de algunas referencias tan- genciales que hace sobre el Perú— su increíble desparpajo para disponer de territorios y pueblos ajenos, en esta oportunidad Panamá y Nicaragua, años más tarde serían Guayaquil y el Alto Perú. Así, argumentando su pedido de ayuda a Inglaterra para independizar Venezuela y América del Sur, escribe: Los montes de la Nueva Granada son de oro y de plata, un corto número de mineralogistas explotaría más minas que las del Perú y Nueva España, ¡qué inmensas esperanzas presenta esta parte del Nuevo Mundo a la industria británica! (…) Ventajas tan excesivas pueden ser obtenidas por los más débiles medios: veinte o treinta mil fusiles; un millón de libras esterlinas; quince o veinte buques de gue- rra; municiones, algunos agentes y los voluntarios militares que quieran seguir las banderas americanas; he aquí cuanto se necesita para dar la libertad a la mitad del mundo y poner al universo en equi- librio. (…) Con estos socorros pone a cubierto el resto de América del Sur y al mismo tiempo se puede entregar al gobierno británi- co las provincias de Panamá y Nicaragua, para que forme de es- tos países el centro del comercio del universo por medio de la apertura, que rompiendo los diques de uno y otro mar, acerque dis- tancias más remotas y hagan permanente el imperio de Inglaterra sobre el comercio. El interés de Bolívar por el Perú 61 En otra carta 13 , que después fue conocida como la Carta de Jamaica, hace un sesudo análisis de los países de América del Sur y las probabilidades que tienen para resolver los problemas políticos, económicos y sociales. Sobre el Perú dice entre otras cosas lo siguiente: (…) El virreinato del Perú, cuya población asciende a millón y me- dio de habitantes, es sin duda el más sumiso y al que más sacrificios se le han arrancado para la causa del rey, y bien que sean vanas las relaciones concernientes a aquella proporción de América es indu- dable que no está tranquila, ni es capaz de oponerse al torrente que amenaza a las más de sus provincias. (…) Chile puede ser libre. El Perú, por el contrario, encierra dos elementos enemigos de todo género justo y liberal: oro y esclavos. El primero lo corrompe to- do; el segundo está corrompido por sí mismo. El alma de un sier- vo rara vez alcanza a apreciar la sana libertad; se enfurece en los tumultos o se humilla en las cadenas. (…) Supongo que en Lima no tolerarán los ricos la democracia. Cuando Bolívar menciona los esclavos y siervos del Perú, aludía principal- mente a los indígenas. Respecto a los limeños, Bolívar tenía suficiente co- nocimiento de que el virreinato del Perú contaba con el apoyo de la aristo- cracia criolla, cuyo mayor temor no era la autoridad virreinal sino un levan- tamiento indígena que acabase con sus privilegios. Más adelante, en agosto de 1821, cuando todavía estaban tibios los muertos de su victoria en la batalla de Carabobo y la proclama de la independencia del Perú por San Martín resonaba en los balcones limeños, Bolívar envía una carta14 a Santander, vicepresidente encargado de la presidencia de Co- lombia, en la que pide tropas para independizar al Perú cuando ningún pe- ruano consideraba siquiera la posibilidad de pedir su intervención: El interés de Bolívar por el Perú 62 Pero cuidado, amigo, que me tenga Ud. adelante 4 o 5,000 hombres para que el Perú me dé dos hermanas de Boyacá y Carabobo. No iré si la gloria no me ha de seguir, porque yo estoy en el caso de perder el camino de la vida o de seguir siempre el de la gloria. Para llenarse de gloria en el Perú y desmembrarlo tenían que ocurrir prime- ro dos eventos: uno, que San Martín fracasara, y dos, poder atravesar Quito, llamado después Ecuador, que estaba en poder de los españoles. Bolívar se encargó de allanar ambos obstáculos. En octubre de 1821, a pocos meses de la carta de Bolívar a Santander arriba indicada, se produce en Lima, en condiciones sumamente oscuras, un in- tento de rebelión contra San Martín en las que participa el coronel venezo- lano Tomás Heres15. Puesto al descubierto en su reprobable complot, Heres acude a San Martín y acusa a sus acusadores de ser ellos los que propicia- ban su derrocamiento, argumento bastante inverosímil dado que esos milita- res eran argentinos y habían acompañado al Protector en sus varias hazañas, entre ellos estaban los jefes de su estado mayor Gregorio de Las Heras y Rudecindo Alvarado. Puestos cara a cara por San Martín los que mutua- mente se acusaban, se dejó claro que los rumores que decía haber escucha- do el venezolano Heres, no fueron confirmados por las personas involucra- das 16 . El resultado de este embrollo terminó con el dictamen del Protector que, de manera generosa, dio las gracias por los servicios prestados al coro- nel venezolano y lo alejó de Lima, enviándolo a Guayaquil. Este oficial fue acogido con estimación por Bolívar y, luego del retiro de San Martín, vino nuevamente al Perú con las tropas colombianas sirviendo de ojos y oídos del Libertador. El uso de infiltrar agentes en fuentes enemigas era parte im- prescindible de la estrategia de Bolívar, tal como escribe en su carta al in- glés Hyslop transcrita en un párrafo anterior. Pichincha y Guayaquil, dos caras de la misma moneda 65 años transcurridos desde su realización un estudio especial bas- tante amplio, siendo preciso para conocerla recurrir a las obras con- sagradas a la historia (…) en las cuales han descollado los historiado- res colombianos, venezolanos y argentinos, no estando a la zaga al- gunos chilenos, sin duda por el eficaz estímulo y decidido apoyo prestado por sus gobiernos. (…) ¿Llegará la época en la cual el Pe- rú pueda presentar también al conocimiento de la cultura uni- versal sus títulos históricos, o será siempre preciso, como pasa con la batalla de Pichincha, ir a desentrañar la verdad de su ac- tuación empeñosamente desfigurada en su desmedro, en las páginas de extranjeros no todos nobles, sinceros y amantes de la justicia? La situación de Sucre en Ecuador era precaria, no había podido incursionar en el interior, había sido derrotado por el español Aymerich en Huachi, a unos 130 kms de Quito, y forzado a replegarse a Guayaquil. Desde allí Su- cre envió reiteradas cartas a San Martín pidiendo ayuda, finalmente éste accedió cuando no Sucre, si no la Junta de Gobierno de Guayaquil fue la que solicitó los refuerzos. Semanas más tarde, al enterarse San Martín de las serias pretensiones de Bolívar para apoderarse de Guayaquil, decide dar marcha atrás con la ayuda militar a Sucre, y a comienzos de marzo de 1822 ordena a Santa Cruz, que ya estaba en Cuenca, ir a Guayaquil y ponerse a las órdenes del general La Mar, que había sido nombrado por el gobierno de Lima comandante general de esa plaza 21 . Terrible situación para Santa Cruz: por un lado recibía la presión de Sucre, que le hacía ver que sin su ayuda la causa patriota en Ecuador estaba perdi- da; por otro, tenía la obligación de cumplir con las órdenes de sus jefes. Después de muchas vacilaciones, demoras y correspondencias, Santa Cruz recibe la autorización de Lima de continuar su auxilio a Sucre. En ese mo- Pichincha y Guayaquil, dos caras de la misma moneda 66 mento se selló la independencia de Ecuador y la pérdida de Guayaquil para el Perú. La división comandada por Santa Cruz partió desde Piura, tomaron la ciu- dad de Saraguro, donde se encontraron con las tropas colombianas, más adelante independizaron Cuenca y, finalmente, llegaron a Pichincha ya bajo el comando de Sucre. El total de los efectivos era 3,200 22 , la mitad de ellos enviados desde el Perú. En la batalla de Pichincha, el 24 de mayo de 1822, la división peruana fue colocada por Sucre a la vanguardia resistiendo los primeros violentos ata- ques realistas hasta que se les unieron el resto de las fuerzas. En otras pala- bras, en la batalla de Pichincha Sucre envió a los peruanos al sacrificio para atraer y desgastar al enemigo antes de cercarlo y derrotarlo. Durante las va- rias secuencias de la batalla, encontramos explicaciones desconcertantes por parte de Vargas Ugarte 23 , tales como: Unas dos horas tuvo que esperar Santa Cruz para que se le unie- se Sucre con el grueso del ejército: en ese momento comenzó el enemigo a desplegar sus tiradores y para contenerlos fueron enviados los cazadores del Payá a los cuales reforzó Santa Cruz con el Truji- llo. El fuego se sostuvo con viveza de una y otra parte, y como arre- ciase la acometida de los contrarios, Santa Cruz comprendió que era necesario de empeñar otros cuerpos en el ataque y dio aviso a Sucre (…) se sostuvieron por más de media hora [El Payá y el Trujillo] hasta que, agotadas las municiones, debieron replegarse para ceder su puesto al Piura (…) formado en su mayor parte por reclu- tas y que entonces recibía su bautismo de fuego, [El Piura] flaqueó en el avance, pero Santa Cruz lo hizo entrar de nuevo en combate. Sucre había encomendado a Córdova envolver al enemigo con dos compañías del Alto Magdalena, pero lo escabroso del terreno dificultó la maniobra. Pichincha y Guayaquil, dos caras de la misma moneda 67 En la batalla de Ayacucho sucedió lo mismo: allí el sacrificio le tocó a las bisoñas tropas peruanas comandadas por La Mar que fueron formadas fren- te a la temible y experimentada división del general español Jerónimo Val- dés. Este comentario no pretende restar méritos al valor y sacrificio que también exhibieron las fuerzas colombianas en las batallas a las que hemos hecho referencia, sólo intentamos subrayar la igual importancia del ejército peruano en aquellas victorias. El parte de guerra de Sucre, maquillado como siempre para dar mayor real- ce a los vencedores, indica que en Pichincha la división peruana tuvo 91 muertos y 67 heridos de un total de 300 muertos y 150 heridos del lado pa- triota. Lo cierto fue que las bajas peruanas en su corta campaña por la in- dependencia de Ecuador llegaron a 850 24 de los 1,622 peruanos que fueron a ayudar a Sucre. Luego de la batalla de Pichincha las tropas de Santa Cruz desearon retirarse a Guayaquil y consolidar la posición peruanista de la Junta, tal como les fue ordenado desde Lima, pero Bolívar, que había llegado a Quito para festejar la victoria, los retuvo con argucias mientras él enviaba a la división del ge- neral Salom25 a Guayaquil para intimidar a la Junta y preparar el arribo del Libertador. Así, semanas más tarde, cuando las menguadas pero victoriosas tropas peruanas por fin entraron en Guayaquil se dieron cuenta de la ma- niobra en la que habían caído y, al no poder enfrentarse a las casi intactas fuerzas colombianas, se vieron obligados a embarcar de regreso al Perú. Las autoridades de Guayaquil nunca creyeron que el Libertador se atreviese a tanto, a pesar de que la ocupación estuvo anunciada por él desde comien- zos del año 1822, aprovechando que San Martín se mantenía precariamente en Lima por falta de apoyo de la aristocracia limeña y su propia inacción. Así pues, en una carta desde Cali, Bolívar dio un aviso contundente al pre- sidente de la Junta de Gobierno de Guayaquil, anunciado su intención de Pichincha y Guayaquil, dos caras de la misma moneda 70 prueban que años antes fue separada de Quito y transferida al Perú. El 7 de julio de 1803 el rey de España expidió una cédula en la que desprende Gua- yaquil de la Real Audiencia de Quito, y por consiguiente de Nueva Grana- da, y anexa el puerto al virreinato del Perú. Esta cédula real respondía a las recomendaciones de la “Junta de fortificaciones de América” 31 que informó de la necesidad de incrementar las defensas y consideró que era más fácil que Guayaquil recibiese ayuda por mar desde Lima que desde Santa Fe de Bogotá. De la cédula de 1803 parte un sinnúmero de interpretaciones que reflejan el desconcierto que también suscitó el cambio de virreinato en los territorios afectados. El virreinato de Nueva Granada quiso entender que la medida era sólo en lo militar. Por otro lado, Abascal, el virrey del Perú, no se apresuró en ejercer su mandato sobre el puerto, excepto en el aspecto militar que prácticamente había venido ejerciendo siempre. Para poner punto final a la polémica entre virreinatos, el 10 de julio de 1806 —o sea tres años antes que la fecha del uti possidetis— el rey de España confirma que la segregación de Guayaquil del virreinato de Nueva Granada “era absoluta”30. A pesar de esta cédula el virreinato de Nueva Granada apeló al Consejo de Indias. Aparentemente este Consejo favoreció el recla- mo de Nueva Granada sin que esta opinión afectase a las cédulas reales en vigor. Hay más documentos, pero para seguir con la explicación acudiremos al historiador norteamericano Michael Hamerly, quien por encargo de la Junta de Guayaquil publicó en 1973 el libro “Historia social y económica de la antigua provincia de Guayaquil” 32 . Hamerly dice sobre este asunto: Un buen número de investigadores, tanto norteamericanos como ecuatorianos, han sostenido equivocadamente que la costa [se re- fiere a Guayaquil] estaba sometida a Lima sólo en lo militar, puesto que, según ellos, un decreto posterior, de 9 noviembre de Pichincha y Guayaquil, dos caras de la misma moneda 71 1807, prohibía expresamente al virrey del Perú interferir en las otras ramas del gobierno. Estos historiadores no han podido exhibir el texto de esta segunda cédula para fortalecer su tesis, puesto que este asunto nunca pasó entonces de las cámaras del Consejo de Indi- as. Según palabras de la corona, esta “resolución real no se la podría comunicar a América debido a la próxima ocupación de Madrid por los franceses”, tal era la pesadez de la máquina burocrática. (…) Es- paña no notificó hasta 1819 a Lima, Guayaquil, Quito y Bogotá de su decisión de reintegrar la costa de Ecuador a la jurisdicción de Qui- to y Nueva Granada. Santiago de Guayaquil fue informado de mane- ra no oficial de que “debe agregarse esta Provincia al Tribunal de Quito, en lo civil, y criminal y Real Hacienda, y en lo militar al Vi- rrey de Lima” a principios del año 1820, y la notificación oficial no se recibió hasta ya bien entrado, el mismo año. (…) Es necesario hacer una distinción entre los dos períodos de depen- dencia al Perú, el primero, de anexión parcial de 1804 y 1810; y el segundo de subordinación completa entre 1810 y 1820. Lo que obli- gó al virrey del Perú a hacer efectiva, en todas las ramas del gobier- no, la anexión decretada en 1803, fue la segunda revolución de Quito de 1810. En todo caso la dependencia de Lima fue beneficiosa para Gua- yaquil. La costa escapó a la década de lucha que diezmó poblaciones y causó estragos en las economías de las provincias rebeldes: cuando Guayaquil se declaró independiente en 1820, era una provincia prós- pera y mejor poblada, con su éxito asegurado. (…) Esta disyuntiva [el escoger entre Perú o Colombia] era en realidad solamente académica, puesto que la costa no podría haber mantenido su independencia entre dos vecinos mucho más poderosos y pobla- dos, y, por temperamento, expansionistas. La decisión final de los Pichincha y Guayaquil, dos caras de la misma moneda 72 porteños quedará como una hipótesis más para los historiadores, puesto que Simón Bolívar, el 13 de Julio de 1822, incorporó uni- lateralmente la Provincia Libre a Colombia. Los guayaquileños nunca se lo perdonaron. La arbitrariedad demostrada por Bolí- var en 1822 fue una de las razones para que se uniesen a Juan José Flores, a quien le tenían aún menos cariño, para destruir en 1830, la quimérica creación del Libertador. No cabe duda, pues, que si nos atenemos estrictamente al principio de uti possidetis, Guayaquil debía pertenecer a Perú ya que en año de 1809 for- maba parte de su territorio. Pero un principio aún mayor que el uti posside- tis es el derecho que tienen los pueblos a su autodeterminación, esto es, el derecho de elegir pertenecer al país que deseen, en este caso una gran ma- yoría de los guayaquileños preferían el Perú que Quito, ya que habían man- tenido tensas fricciones con esa Real Audiencia. Varios eran los motivos de la pugna, algunos de ellos persisten hasta nuestros días. Los pobladores del puerto de Guayaquil, alegres, vivaces, emprendedores, poco se asemejaban a los andinos habitantes de la capital, conservadores y cautos. Las comuni- caciones entre ambas ciudades eran escasas y precarias. Por otro lado, la relación con el Perú era más que una mera cercanía territorial, Guayaquil era un importante astillero naval, y el Perú su primer cliente. Además, siempre había dependido del Perú en el orden eclesiástico y militar, y ese contacto intenso hizo que durante la Colonia los guayaquileños mirasen a Lima como un centro de cultura, de poder económico y de modernidad, frente al atraso de Quito enclavado en los Andes. Dice el colombiano Lié- vano33 que no era difícil justificar la lealtad de los guayaquileños a Lima: (…) la ciudad de los virreyes era la más importante capital de América Meridional por sus palacios, el poderío económico de su aristocracia –que hacía posible la existencia de 6,000 coches–, y por Pichincha y Guayaquil, dos caras de la misma moneda 75 Pichincha fue un triunfo de todos y no exclusivamente de los vene- zolanos, por eso Guayaquil se había negado a jurar la constitu- ción de Colombia incluso inmediatamente después del triunfo en Pichincha el 24 de mayo, y esta negativa era del pueblo guaya- quileño entero no sólo de Olmedo como jefe civil o suya [se refiere a La Mar] como jefe militar. Ante la amenaza de Bolívar algunas autoridades de Guayaquil se refugiaron en barcos peruanos surtos en la bahía. El 13 de julio de 1822, a dos días de su llegada, Bolívar, sin discusión ni consenso de ninguna índole, declara que la ciudad es presa de anarquía y notifica a la Junta Gubernativa “que acoge bajo la protección de la República de Colombia al pueblo de Gua- yaquil, encargándose del mando político y militar de esta ciudad y su provincia”31. Típica proclama de los “salva patrias” que alegando protegerlas acaban apoderándose de ellas. San Martín nunca creyó que el Libertador llegaría a tal extremo, así pues, cuando la goleta Macedonia ancló frente a Guayaquil y recibió abordo la visita de los edecanes de Bolívar, tuvo que contener mal su enfado al oír que lo invitaban a desembarcar “en territorio colombiano”. El mensaje no podía ser más claro: Bolívar no estaba dispuesto a negociar ni el puerto ni la gloria. El 26 de julio de 1822, San Martín desembarcó en Guayaquil al toque de trompetas y clarines que acompañaban las salvas de cañones de las tropas colombianas. El puerto había sido engalanado con banderas de Argentina, Colombia y Perú. Con este fausto recibimiento Bolívar quería confirmar que él era el dueño de casa y el Protector un visitante, un visitante impor- tante, pero un visitante al fin. Puede causar asombro y rechazo el desparpajo que mostró Bolívar al apo- derarse por la fuerza de Guayaquil sin importar lo que pensasen sus pobla- Pichincha y Guayaquil, dos caras de la misma moneda 76 dores ni el Protector del Perú, claro que al recordar la actitud de los dictado- res frente al derecho de los demás encontramos que es una actitud generali- zada en ellos. Los dictadores, llámense Bolívar, Odría o Fujimori, han justi- ficado lo injustificable o simplemente han hecho lo que han querido sin justificar nada. Sigamos. Lo conversado en la conferencia de Guayaquil no pasó a la historia como un diálogo secreto o misterioso, pues, aunque en partes del encuentro los líderes estuvieron solos, Bolívar se encargó de enviar notas detalladas de las discusiones al Gobierno de Bogotá. El general argentino, alto, sobrio, parco en el hablar, austero en el vestir, despojado de Guayaquil, un territorio que debió proteger, y sin tropas que le secundaran, se enfrentaba a un venezolano exultante, locuaz, uniformado con ostentación, rodeado de una gloriosa división y dueño de casa. En ningún momento de las conversaciones San Martín protestó por la pér- dida de Guayaquil. Sobre este espinoso asunto se limitó a salvar la cara y pidió que se celebrasen comicios libres para que el pueblo decidiese su fu- turo, solicitud que Bolívar concedió, confiado que en el peor de los casos la presencia de sus tropas y sus agentes conseguirían la adhesión a Colombia. Para forzarnos a un relato imparcial sobre el primer día del encuentro recu- rriremos a un historiador colombiano decididamente pro-bolivariano como es de esperar. Indalecio Liévano escribe 37 lo siguiente: En el curso de la conversación se han revelado ya las serias diferen- cias que separan a los dos grandes hombres. San Martín, frío y re- alista —con ese realismo que sirve para apreciar los hechos in- mediatos—, no ha podido ocultar sus temores ante los grandes cam- bios que estaban ocurriendo en el Nuevo Mundo, y no ha vacilado en proclamar su franca predilección por un régimen político capaz de congelar esos cambios y de permitir la supervivencia del viejo orden de las cosas. Bolívar ha demostrado, en cambio, el optimismo ca- Pichincha y Guayaquil, dos caras de la misma moneda 77 racterístico de los conductores acostumbrados a sentir el respal- do de los pueblos tras de sus decisiones. Lo que a San Martín le preocupaba principalmente era mantener el orden de las cosas cuando desapareciese el virreinato. Quizá puede ser discutible su idea de una monarquía constitucional pero, como Hobbes, lo que más temía era el caos. Caos que también Bolívar llegó a temer pocos años después. Por lo tanto discrepamos con Liévano al acusar al Protector de ser realista y “apreciar los hechos inmediatos”, sugiriendo su falta de visión. La historia de revoluciones y gobiernos autoritarios en Colombia y Perú, que fatídica- mente han azotado nuestras naciones, era lo que San Martín quería evitar. Bolívar, en cambio, decía ser partidario de ir adelante sin consultar antes la opinión de la gente confiado en “sentir el respaldo de los pueblos tras de sus decisiones”. Lo resaltante es que su estrategia no funcionó, ocho años después de la Conferencia de Guayaquil ningún país independizado por Bolívar fue “tras de sus decisiones”, todos se rebelaron contra ellas y lo repudiaron. Sigamos leyendo al colombiano Liévano: (…) Aunque el Protector tenía un especial interés por tratar el pro- blema, para él decisivo, de la cooperación militar colombiana, el am- biente de pugnacidad que suscitaron sus propuestas políticas le pare- ció poco apropiado para enfrentar este tema y se refirió a él en térmi- nos muy generales antes de dar por terminada aquella tarde la con- versación. Perdido Guayaquil, San Martín intentó en el segundo día obtener de Bolívar la otra razón de su viaje: una cooperación militar en condiciones similares a la que había obtenido de Chile. Este país había proporcionado tropas y di- nero a su campaña, pero sin intervenir en su dirección. Desgraciadamente en 1822 Chile ya no estaba en condiciones de seguir ayudando a su campa- Pichincha y Guayaquil, dos caras de la misma moneda 80 vado y cortés, recibiendo en uno de los ángulos del salón los saludos y los homenajes; y a Bolívar, más alegre que nunca, danzando con el entusiasmo que por el baile siempre se caracterizó. Hacia la madru- gada, San Martín hizo a comunicar a Bolívar su deseo de retirarse y, acompañado por él, salieron discretamente y se dirigieron al muelle donde estaba todo preparado para la partida (…) y San martín subió silenciosamente a la lancha que debía conducirlo al Macedonia. Al amanecer del día 28, el barco levaba anclas rumbo al Perú (…). Ese día la Declaración de la Independencia del Perú hecha por San Martín en Lima cumplía exactamente un año, el Protector no debió haber festejado la conmemoración del prematuro evento. Liévano termina el capítulo de la Conferencia de Guayaquil exclamando: “¡Había llegado la hora de Colombia!”. El historiador colombiano tenía razón. Lograda la independencia de Ecuador y previsto el retiro de San Martín del gobierno, Bolívar tenía las puertas abiertas para ir al Perú. No importaba si los peruanos lo quisieran o no, el Libertador sabía que no po- dían lograr la independencia sin su apoyo. A partir de ese momento se dedi- có con ahínco a formar un ejército para su campaña y a socavar los gobier- nos peruanos que sucedieran a San Martín. 4.- BOLÍVAR PREPARA EL ABORDAJE. Después de la conferencia de Guayaquil Bolívar viajó por el sur de Ecuador y con disgusto encontró la buena imagen que el Perú tenía en las poblacio- nes de Cuenca y Loja, sea porque la mayoría de sus habitantes eran quechua parlantes, o por la proximidad que tenían con los departamentos de Piura y Cajamarca con los que ejercían comercio. Si el temor a ver un Perú fuerte había sido hasta ese momento el resultado de un ejercicio teórico, luego de Bolívar prepara el abordaje 81 este viaje la misión de debilitar al Perú fue tomando fuerza en él hasta lle- gar a ser una obsesión con rasgos de paranoia: (...) los pueblos del sur de Colombia tienen a su espalda al Perú que los pretende ganar por seducción, si triunfa San Martín, como puede suceder, [y] al ejército real que pretende conquistarlos por la fuer- za 39 . Más tarde ni la renuncia de San Martín lo tranquilizó, y escribe a Santander lo siguiente 40 : Había pensado ir a Bogotá por ceder a las instancias de usted y por- que conocía la razón para ello; pero he cambiado de resolución y ya no pienso más que en levantar 4,000 hombres para mandarlos o llevarlos al Perú. Digo llevarlos porque no sé a quién confiárselos en un país muy difícil y muy enredado, que no tiene qué comer y es carísimo; que no tiene agua y está helado; que no tiene go- bierno y todos mandan. Después, el 27 de octubre, le escribe 41 desde Cuenca a Rafael Urdaneta, mi- nistro de Guerra de la Gran Colombia: San Martín se fue para Chile y ha dejado el Perú a todos los horrores de la guerra civil y de la anarquía: yo preferiría que los peruanos se des- pedazasen vencedores a que sean subyugados por los españoles; por- que aquel caso nos haría menos daño que el último. Es sumamente interesante ver que para Bolívar, tanto un posible triunfo de los peruanos aunque después viniese una guerra civil, como la victoria de las fuerzas del virrey fuesen consideradas perjudiciales. El mal menor para Colombia, según él, sería la victoria de los patriotas, a no ser, como vere- mos después, que fuese él quien independizase el Perú. Bolívar prepara el abordaje 82 En una carta 42 a Santander, fechada el mismo día que la carta a Urdaneta transcrita arriba, el Libertador es más explícito: Se dice que una expedición de 4 o 5,000 hombres marchó por mar a tomar Cuzco por los puertos del Sur. Las tropas de Colombia han tenido la dicha de quedarse en Lima: todo esto me agrada infini- to y Vd. sabrá más por el correo que espero mañana. Mientras tanto, yo creo que puedo ir sin peligro a Bogotá, para volver luego a enten- der los límites con el Perú, que es de mucha trascendencia, por- que la provincia de Maynas dada por el rey al Perú envuelve por nuestra espalda todo el Sur de Colombia. También necesitamos de impedir el efecto de la seducción de ese partido federal que, como las sirenas, encanta a los hombres para perderlos. Más en mi tiempo no será así. (…) El Perú con todo lo que nos debe sólo piensa en nuestra ruina. Sus diarios nos consumen; San Martín y otros de sus jefes han ido despedazándome por las cosas de Guayaquil. En fin, todo esto después de haber sido tratados con una generosidad sin límites. ¿Qué será luego que entremos a disputar intereses de todo género?. Al día siguiente, el 28 de octubre de 1822, le escribe una larga carta a La Mar, que ejercía la presidencia de la Junta Gubernativa nombrada por el Congreso Constituyente. El tenor de la carta, a pesar de las cortesías, tiene un tono autoritario y de padrinazgo que indica la forma arrogante de alguien que se consideraba dueño de la situación. Al comienzo, como si La Mar fuese su subordinado y no el jefe del gobierno de una nación independiente, le increpa por no haber recibido noticias suyas como si fuera esa una obli- gación. Después le da consejos específicos no solicitados y, finalmente, se ofrece ir al Perú a ayudarlo, como si La Mar, nacido en Cuenca y testigo de Bolívar prepara el abordaje 85 Por supuesto que La Mar no se dejó intimidar por esta carta y prefirió en esa oportunidad ignorar la amenaza de guerra que seis años más tarde Bolí- var cumplió. Pero a la siguiente carta del Libertador, en la que ofrece “lle- varle 6,000 hombres”, La Mar le respondió diciendo que no necesitaba hombres sino fusiles. Además, consideró un acto de indisciplina y hasta traición que la división colombiana al mando de Paz del Castillo, que trajo San Martín de Guayaquil, se negase a participar en la expedición de Inter- medios. Esa negativa fue sin duda ordenada por Bolívar, tal como vimos en su carta a Santander: “Las tropas de Colombia han tenido la dicha de que- darse en Lima: todo esto me agrada infinito”. Paz del Castillo siguió incordiando a la Junta Gubernativa con varios pretextos, especialmente por el asunto de los “reemplazos” que veremos más adelante. Hartos de las continuas reclamaciones de Paz del Castillo, el Perú terminó con devolverlo con sus tropas a Guayaquil en enero de 1823, causando el consiguiente enojo de Bolívar, tal como le cuenta a Santan- der 45 : Por fin ha vuelto nuestra división del Perú sana y salva, pero carga- da de maldiciones de nuestros enemigos peruanos (…) aquella gente no se entiende ni yo la entiendo. He llegado a pensar que es goda (…) Por estas y otras miserables negativas se ha venido Casti- llo. Sería muy arriesgado opinar si el fracaso de la primera expedición a Inter- medios se debió a la ausencia de la división colombiana, pero sin duda esta importante aportación debió haber sido echada de menos ya que la superio- ridad numérica de los patriotas se hubiera incrementado en 30%. La segun- da expedición a Intermedios tampoco contó con la colaboración colombia- na, a pesar de que las autoridades peruanas contaban con ella. El fracaso de estas expediciones quizá pudieron haber tenido resultados diferentes a los Bolívar prepara el abordaje 86 que el Liberador pronosticara si éste las hubiese apoyado oportunamente y no torpedeado. Conforme pasan los días, la impaciencia del Libertador se hace insoporta- ble, espera que La Mar lo llame y éste no contesta sus cartas o las hace muy protocolarias. El general La Mar me escribe dos bellas cartas, y no respon- de a mis ideas 46 , se queja Bolívar a Santander. A fines de febrero ya tiene las fuerzas casi listas para llevarlas al Perú, pero La Mar sigue sin llamarlo. En una carta 47 a Sucre le dice: Reservado: estoy resuelto a llevar al Perú 6,000 hombres de un po- rrazo, en lugar de estar haciendo sacrificios parciales e inútiles. Con estos 6,000 hombres se puede hacer mucho; allá hay otros tantos, y yo puedo levantar más con los recursos del país alguna misión del Perú (…) Esto es todo lo que hay por ahora: estoy esperando de una hora a otra en que me llamen. Días más tarde la impaciencia de Bolívar explota, y en una carta a Santan- der acusa irresponsablemente a La Mar de ser un traidor españolista, un “godo” 48 : Mucho tengo que hablar a Vd. y no sé por dónde empezar. Del Perú nada sé oficialmente, y apenas tengo una idea confusa de su situa- ción actual, que según parece, es la más lamentable. Su gobierno es tan infame que aún no me ha escrito una palabra; sin duda re- suelto a hacer una infamia con aquel miserable pueblo. (…) Todo allí es desconcierto, no hay gobierno ni ejército. El presidente La Mar ha sido siempre godo, y los demás jefes del ejército han sido siempre godos, y lo mismo el comandante de la marina del Ca- llao. En estas circunstancias, voy a hacer un extraordinario esfuerzo para meter en Lima 3,000 hombres nuestros a las órdenes del general Valdés. Estas tropas, sin que nadie las haya pedido, van entrar a Bolívar prepara el abordaje 87 allí como puedan, con el fin de impedir la entrega de Lima y el Ca- llao. (…) Yo también he deseado irme en esta primera expedición, y creo que sería utilísimo; pero también creo que si yo no saco la se- gunda expedición no sale nunca. (…) Esté Vd. cierto que si no va- mos ahora al Perú perderemos todo lo que hay allí sin remedio; y yendo podemos aprovechar todos sus recursos: trescientas leguas de terreno, 300,000 habitantes [se refiere a la zona independizada, porque el Perú tenía un millón y medio de habitantes] una excelente plaza de armas como el Callao y los prestigios de una capital como Lima. Desde la salida de San Martín en setiembre de 1822 hasta el golpe de estado de Riva-Agüero contra La Mar el 27 de febrero del año siguiente, Bolívar estuvo en continua correspondencia con varios personajes de la oposición al gobierno peruano, incluyendo, como era de esperar, con Riva-Agüero, quien en cartas al Libertador desacredita a la Junta Gubernativa en “térmi- nos dramáticos” 49 cuando era precisamente él y los militares que lo apoya- ban las causas principales del fracaso gubernamental. La caída inminente de la Junta Gubernativa presidida por La Mar fue bien recibida por Bolívar: creyó liberarse de la oposición a sus pretensiones terri- toriales. Así, en la carta 50 a Santander del 14 de febrero de 1823 le dice: (…) yo me persuado que esta indiferencia [de los peruanos] nace del miedo que nos tenían, pensando que los queríamos conquistar por lo que se había visto en Guayaquil. Los peruanos son muy graciosos nos tienen usurpadas dos provincias [se refiere a Jaén y Maynas]; a Buenos Aires cuatro [se refiere a las provincias del Alto Perú] y disputan a Chile a Chiloé, y después tienen miedo que los con- quisten, porque siempre el ladrón tiene miedo de la justicia. 90 CUADRO 3 CRONOLOGÍA DE ALGUNOS EVENTOS IMPORTANTES EN EL PERÚ, ESPAÑA, Y OTROS PAÍSES (1776 - 1821) AÑ O PERÚ ESPAÑA OTROS PAÍSES 1776 1780 1783 1788 1789 1804 1808 1810 1812 1814 1815 La revolución de Tupac Amaru es suprimida san- grientamente. El virrey Fernando Abascal, al igual que otros virreyes de América, no reconoce a José I y se declara fiel a los herederos españoles. Se elige diputados a las Cortes de Cádiz Rebelión de indígenas en Huánuco. Rebelión de Pumacahua. Desde hace algunos años el virrey Abascal refuerza a las tropas realistas de Ecua- dor, Chile, y Argentina. De 1759 a 1788 reina Carlos III. Ante la dificultad que suponía de- fender posibles rebeliones en Améri- ca, su ministro, el conde de Aranda, le recomienda la formación de tres reinos americanos ( Perú, México y Tierra Firme) bajo príncipes españo- les. Reinado de Carlos IV, su valido Godoy hace similares recomenda- ciones a las de Aranda. Napoleón invade España, hace abdi- car a Carlos IV y a su hijo Fernando VII para imponer a su hermano mayor como rey bajo el nombre de José I. El gobierno leal a la corona y las Cortes se instalan en Cádiz, las fuerzas armadas inglesas les dan protección. Promulgación en Cádiz de la consti- tución liberal. Regresa Fernando VII, “el deseado“, y jura la constitución liberal. Fernando VII apresa o fusila a los liberales e impone el regreso al abso- lutismo. Su gobierno deja de intere- sarse por la suerte de las colonias americanas. EE.UU. Declaración de la independencia Reino Unido. William Pitt es nombrado primer minis- tro del. Los ingleses se apoderan de las islas Malvi- nas, 1786 Francia. Revolución france- sa Francia. Napoleón se nom- bra emperador. México. El cura Hidalgo encabeza el movimiento patriota Argentina. La revolución del 10 de mayo depone al vi- rrey. Chile. Se inicia la revolu- ción patriota el 18 de se- tiembre. Francia. Abdica Napoleón. Regresa al poder y final- mente es derrotado en Wa- terloo (1915) Reino Unido. Los ministros de Relaciones Exteriores, primero R. Stewart, y luego G. Canning apoyan velada- mente la lucha de los patrio- tas contra España. Nota #3 91 AÑ O PERÚ ESPAÑA OTROS PAÍSES 1816 1817 1819 1820 1821 El virrey Pezuela reemplaza a Abascal. Las conspiraciones se hacen frecuentes en Lima. Una de ellas, la del Convictorio de San Carlos termina con la renuncia de su rector Tori- bio Rodríguez de Mendoza Llega a Paracas la Expedi- ción Libertadora comanda- da por San Martín. La cúpula militar realista depone al virrey Pezuela. La Serna es nombrado vi- rrey. Proclamación de la Inde- pendencia por San Martín. Fernando VII se rodea de una co- rrupta “camarilla” que se hace cargo del gobierno. El peruano Pando ejerce varios cargos diplomáticos del gobierno español. El peruano José Pando es nombrado secretario de Fernando VII, ahora conocido como el “rey felón”. Las fuerzas que iban a ser enviadas a “pacificar” América se rebelan co- ntra Fernando VII, el movimiento liberal retoma las Cortes y se restau- ra la constitución de 1812. Este periodo liberal dura hasta 1823, cuando otras potencias europeas invaden España para restablecer el absolutismo de Fernando VII. Argentina. Proclama ofi- cialmente su independencia en Tucumán. Chile. Los españoles son derrotados por San Martín en la batalla de Chacabuco. Colombia. Logra su inde- pendiza después de la bata- lla de Boyacá. Colombia. El vicepresidente general Santander asume el mando provisional de la Gran Colombia para permi- tir que Bolívar obtenga la independencia de Quito y Perú. Bibliografía y notas del capítulo II 92 BIBLIOGRAFÍA Y NOTAS DEL CAPÍTULO II 1 Ricardo Mariátegui Oliva. HISTORIA DEL PERÚ, Empresa tipográfica Salas e Hijos, Lima 1947, p. 10. 2 “Bolívar quería Dominar América. Ha pasado a la categoría de hecho histórico, pro- bado e indiscutible, que ambicionaba someter el Continente a su despótica férula: la planteada expedición a Chiloé, la promesa de llevar sus armas a Buenos Aires, ponen en evidencia la exageración de sus miras. El Congreso de Panamá; la desmembración del Perú; la absorción de Guayaquil y Quito por la Gran Colombia, y su sistema de gobier- no vitalicio con derecho a elegir sucesor, se presentan en tangible contradicción con sus sonoros discursos y atildadas oraciones.” Teniente Coronel Carlos Dellepiane, HISTO- RIA MILITAR DEL PERÚ, Librería e Imprenta Gil, Lima 1931. 3 La historiadora peruana Celia Wu ha comentado con nitidez el papel que desempeñó la Gran Bretaña en la independencia del Perú en su libro GENERALS AND DIPLOMATS: GREAT BRITAIN AND PERU, 1820-40. Centre of latin American Studies, University of Cambridge, 1991. Un párrafo de este libro dice lo siguiente: At the very start of the nineteenth century there was no good reason to suppose that Great Britain would re- frain from annexing territory in Spanish America. 4 Un ejemplo típico es el libro para estudiantes de secundaria de Rocío Chirinos y M. L. Palacios HISTORIA DEL PERÚ, Tercer Milenio, Lima, 1997. En él aparece lo siguien- te: “La independencia no la hicieron algunos extranjeros; el Perú se batió en las gue- rras de la independencia (...) El aporte peruano a la causa independiente destaca por encima de cualquier opinión infundada de lo contrario. Antes de la venida de San Mar- tín, los peruanos habían intentado, aunque infructuosamente, consumar por cuenta propia la obra de la independencia. A fines del siglo XVIII se produjo la rebelión indí- gena de Tupac Amaru (...)” No dice el libro que precisamente esas revoluciones indígenas fueron las que amedren- taron a los criollos que prefirieron apoyar al virreinato. La conciencia de lo que era peruano se limitaba a los criollos, fue San Martín quien decretó que los indios también eran peruanos. Otro historiador peruano, Enrique Chirinos Soto, niega con un sofisma perverso la poca participación de los peruanos. Con total desparpajo y cinismo dice lo siguiente: “Histo- riadores de los países vecinos suelen reprocharnos a los peruanos que no nos batiése- mos en las guerras de la independencia al modo de los patriotas de Caracas o Buenos Aires. La verdad es todo lo contrario. La verdad es que el Perú se batió más que ningu- no, porque se batió al mismo tiempo a favor y en contra de la independencia”. HISTO- RIA DE LA REPÚBLICA, Editorial A. Ch, Bogotá, 1991, 4ª Edición, p. 18. 5 David P. Werlich, PERU. Southern Illinois University Press, 1978. 6 Heraclio Bonilla y Karen Spalding, LA INDEPENDENCIA EN EL PERÚ: LAS PALA- BRAS Y LOS HECHOS. Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1981. 7 Pablo Macera, VISIÓN HISTÓRICA DEL PERÚ. Editorial Milla Batres, Lima 1978. 8 Indalecio Liévano Aguirre, BOLÍVAR. Ediciones Cultura Hispánica, ICI. Madrid, 1983. p. 216. 9 El mariscal de campo Don Jerónimo Valdés, EXPOSICIÓN QUE DIRIJE AL REY DON FERNANDO VII EL MARISCAL DE CAMPO DE DON JERÓNIMO VALDÉS SOBRE LAS CAUSAS QUE MOTIVARON LA PÉRDIDA DEL PERÚ, DESDE VITO- RIA, 12 DE JULIO DE 1827. Publicada por su hijo el Conde de Torata bajo el título Bibliografía y notas del capítulo II 95 38 El viaje a Paita demoraba seis días normalmente, Basadre, ob. cit. p. 136. El viaje de San Martín del Callao a Guayaquil en la rápida goleta Macedonia le tomó 12 días. Ver Cuadro 2, página 45. 39 José Agustín de la Puente Candamo, HISTORIA GENERAL DEL PERÚ, Editorial Brasa, Lima, 1993, p. 380. 40 Carta al general Francisco de Paula Santander, Cuenca, 27 de octubre de 1822, Simón Bolívar, OBRAS COMPLETAS. Editorial Lex, La Habana, 1950. 41 Carta a Rafael Urdaneta, Cuenca, 27 de octubre de 1822. Simón Bolívar, OBRAS COMPLETAS. Editorial Lex, La Habana, 1950. 42 Carta a Francisco de Paula Santander, Cuenca, 27 de Octubre de 1822. Simón Bolí- var, OBRAS COMPLETAS. Editorial Lex, La Habana, 1950. 43 Carta a La Mar, Cuenca, 23 de octubre de 1822. Simón Bolívar, OBRAS COMPLE- TAS. Editorial Lex, La Habana, 1950. 44 Carta “Confidencial” a La Mar, Loja, 14 de octubre de 1822. Simón Bolívar, OBRAS COMPLETAS. Editorial LEX, La Habana, 1947. 45 Carta al general F. de P. Santander, Quito, 30 de enero de 1823. Simón Bolívar, OBRAS COMPLETAS. Editorial LEX, La Habana, 1947. 46 Carta a Santander. Ibarra, 23 de diciembre de 1822. Simón Bolívar. OBRAS COM- PLETAS. Editorial Lex, La Habana 1950. 47 Carta a Sucre. Guayaquil, 19 de febrero de 1823. Simón Bolívar. OBRAS COMPLE- TAS. Editorial Lex, La Habana, 1947. 48 Carta a Santander. 12 de marzo de 1823. Simón Bolívar. OBRAS COMPLETAS. Edi- torial Lex, La Habana, 1947. 49 “He recibido anoche una carta de Riva Agüero. Presidente del departamento de Lima, sujeto que, según la opinión pública, es el personaje que más capacidad, patriotismo, actividad y celo por la patria (…) la carta de Riva Agüero debe tenerse en cuenta como la expresión imparcial del estado del Perú, y que el gobierno de Colombia debe creer a un hombre que pasa por el primero de su patria. El Perú, pues, debe darse por perdido, según la expresión propia confesión del mejor de sus hijos”. De la carta de Bolívar a Santander desde Guaranda, el 3 de febrero de 1823. Simón Bolívar. OBRAS COMPLE- TAS. 1947. 50 Carta a Santander. Guayaquil, 14 de febrero 1823. Simón Bolívar. OBRAS COMPLE- TAS. Editorial Lex, La Habana 1947. 51 Durante las conferencias entre Lara y Gual para resolver el asunto de los “reempla- zos” peruanos, Colombia alegaba haber traído al Perú 13,000 soldados, para la lucha por la independencia. Fuentes: M. F. Paz Soldán, HISTORIA DEL PERÚ INDEPEN- DIENTE, Editorial América, Madrid, 1919. p 116, y Jorge Basadre, ob. cit. p. 236. 52 M. F. Paz Soldán, ob.cit. p. 109. 96 III BOLÍVAR SEDUCTOR Y GENIO DE LA GUERRA Simón Bolívar sólo estuvo tres años en el Perú. Llegó como Libertador en setiembre de 1823, a los cinco meses era Dictador, a los tres años iba a ser Presidente Vitalicio. Nos dio la independencia en 15 meses, a los 20 empe- zó a cercenar nuestro territorio por la mitad. Apenas llegó abortó nuestra primera constitución, una constitución liberal fruto de debates parlamenta- rios, más adelante nos impuso sin debate alguno “su” constitución boliva- riana. Trajo a sus amigos militares colombianos y venezolanos que mango- nearon el Perú, y deportó a los parlamentarios civiles peruanos opuestos a sus ideas aristocráticas, centralistas y vitalicias. Fue recibido como Liber- tador por la puerta grande. “Sin imaginarse que no regresaría más al Pe- rú” 1 salió a hurtadillas para apagar las revueltas que en Colombia y Vene- zuela pedían su cabeza. Cuando llegó se rezaba en las iglesias 2 : De ti viene todo lo bueno, Señor: nos diste a Bolívar, gloria a Ti, gran Dios. ¿Qué hombre es este, cielos, que con tal primor de tan altos dones tu mano adornó? Lo futuro anuncia con tal precisión que parece el tiempo ceñido a su voz. Bolívar seductor y genio de la guerra 97 De ti viene todo lo bueno, Señor: nos diste a Bolívar gloria a Ti, gran Dios. Al año y pocos meses el clérigo José Joaquín de Larriva interpretó el sentir del pueblo diciendo 3 : Cuando de España las trabas de Ayacucho rompimos otra cosa no hicimos que cambiar mocos por babas. Nuestras provincias, esclavas quedaron de otra nación, mudamos de condición pero sólo fue pasando del poder de don Fernando* al poder de don Simón. Más tarde, desenmascarada su imagen, el pueblo repetía este estribillo 4 : Dicen que el año veintiocho irse Bolívar promete, como permitiera Dios que se fuera el veintisiete. Lejos del Perú, y abolida su presidencia vitalicia, Bolívar afinó su genio, y en revancha pretendió por la fuerza apropiarse de Jaén y Maynas. En su proclama 5 del 3 de julio de 1828 azuzó a sus compatriotas contra los perua- nos con frases muy meditadas que nos hacen recordar al famoso discurso de Antonio en el JULIO CÉSAR de Shakespeare. ¡Ciudadanos y soldados! La perfidia del gobierno del Perú ha pasado todos los límites y hollado todos los derechos de sus vecinos de Bo- livia y Colombia (…) Referiros el catálogo de crímenes del go- bierno del Perú, sería demasiado, y vuestro sufrimiento no podía escucharlo sin un horrible grito de venganza; pero yo no quiero * Fernando VII era el rey de España.
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