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EL OBJETO, LA FINALIDAD Y EL MÉTODO DE LA CIENCIA POLÍTICA, Transcripciones de Ciencia Política

EL OBJETO, LA FINALIDAD Y EL MÉTODO DE LA CIENCIA POLÍTICA

Tipo: Transcripciones

2021/2022

Subido el 06/07/2022

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¡Descarga EL OBJETO, LA FINALIDAD Y EL MÉTODO DE LA CIENCIA POLÍTICA y más Transcripciones en PDF de Ciencia Política solo en Docsity! NOTAS EL OBJETO, LA FINALIDAD Y EL MÉTODO DE LA CIENCIA POLÍTICA Como lo expresáramos en «Los grandes problemas de la Ciencia Política contemporánea» (San José de Costa Rica, Revista de Ciencias Jurídicas de la U. de G. R., 1964), la Ciencia Política lucha todavía, en primer término, por el reconocimiento de su autonomía científica, y debe realizar grandes esfuerzos para adoptar definitivamente un método propio que la independice de las tendencias historiográficas, jurídicas, económicas y psicológicas que la desvían de su objeto específico y han hecho perder de vista la finalidad de la. misma {pág. 265). En anteriores publicaciones (Introducción a la Política científica, Santa Fe, Imp. de la U. N. Litoral, i939; La enseñanza de la Ciencia Política en la Universidad argentina, Imp. de la U. N. L., 1947, y Necesidad y utilidad de los' estudios de Política científica en las Facultades de Ciencias jurídicas y sociales, Córdoba, Imp. de la U. N. de Córdoba, i962), creemos haber demostrado que el problema fundamental consiste en la posi- bilidad misma de una Ciencia Política con método y objetos propios espe- cíficos. Viene en ayuda de mi tesis, por la autoridad de sus participantes y el prestigio de la entidad que la patrocinó —la Academia Americana de Ciencia. Política y Social, de Filadelfia—, las conclusiones y discusiones registradas en la conferencia sobre el tema, que tuvo lugar en dicha ciudad los días 28 y 29 de diciembre de 1965, publicada a fines de i966,'bajo el título A design for Political, Science: scope, objectives and methods (Un plan para la Cien- cia Política: objeto, finalidades y métodos). -Las exposiciones, como las discusiones promovidas por las mismas, se di- vidieron en tres partes, relativas, respectivamente, al objeto, a las finalidades y al método. El editor. James C. Charlesworth, presidente de, la Academia, resume en un capítulo final de esta importante monografía las enseñanzas, si • no - quieren llamarse conclusiones, de este foro de especialistas en nuestra disciplina. SALVADOR DANA MONTANO I EL OBJETO DE LA CIENCIA POLÍTICA: SU CAMPO, EL DOMINIO DE LA MATERIA Tuvo a su cargo la exposición preliminar sobre el óptimo objeto de esta ciencia el profesor Vernon Van Dyke, de la Universidad de Iowa. Refirióse a las diferentes concepciones sobre el objeto de la Ciencia Política: para unos, es la política, es decir, la actividad política; para otros, el gobierno; para otros, el proceso político («policy process»); finalmente, para otros, el sistema polu tico (pág. i). El enorme caudal de publicaciones sobre la materia y los di' versos enfoques de la misma hacen que sea difícil decir cuál es el objeto actual de la Ciencia Política. Este autor cree, según lo expresa, que el objeto de ella puede expandirse o extenderse {id.) (i). Se limita a examinar los principales, es decir, algunos de los muchos que se le atribuyen. a) La política Es común decir —afirma— que el sujeto de la Ciencia Política (el tema, el asunto propio) es la política. Cita como ejemplo la definición de Edward C. Banfield, que la centra en «los actores (a la vez personas y organizaciones formales) que están orientadas hacia la consecución de fines». Cuando los actores persiguen fines opuestos, o en conflicto, existe un asunto propio de ella. «La política —define— es la actividad (negociación, argumento o discu- sión, aplicación de fuerza, persuasión, etc.) mediante la cual un asunto (an issue), es agitado o establecido» (Banfield y Myerson: Politics, planning and the public Interest, Glencoe, 111., Free Press, 1955, págs. 304 y sig.). El expo- (1) Cuando se estudian nuevas materias o materias antiguas, relacionadas o relati- vas al objeto de una Ciencia, no se puede, en rigor, hablar de la expansión del objeto, sino del aumento del material que sirve para el estudio del mismo. Tal sería, por ejemplo, en orden a nuestra disciplina, el estudio de los factores de poder, incluso del crden internacional, o de las influencias que se ejercen desde el exterior sobre el Go- bierno y el Estado del país en que se hace el estudio. Es obvio que el que aumenta •o cambia no es el objeto, son los datos o los elementos empíricos o de hecho. Cuando «1 profesor VAN DYKE se refiere al objeto actual de la Ciencia Política, pareciera insinuar o significar que éste ha cambiado, que no es el mismo que antes. No creemos que sea así: lo que cambia es el material de observación; los elementos de observa- ción, los métodos de análisis del objeto; este último permanece siempre igual. 176 EL OBJETO, LA FINALIDAD Y EL MÉTODO DE LA CIENCIA POLÍTICA (página 13), y otro de los mérito del método de este autor es el esfuerzo por hacer aplicable el mismo a la política de cualquier nivel. Ninguna de las definiciones o enfoques precedentemente citados, en con- cepto del ponente de este tema, propicia claramente algún cambio en las acti- tudes, al presente vagas, pero ampliamente aceptadas, sobre la concepción de la Ciencia Política {pág. 14), y sugería la conveniencia de extender o expan- dir, en lugar de limitar, el objeto de la misma, especialmente las relaciones entre ella y las ciencias afines o auxiliares, como la Economía, la Sociología, etcétera (2). Distinguió entre el objeto propio y el objeto óptimo. Este último es determinado no sólo por las concepciones acerca del sujeto de la inves- tigación (o de la búsqueda), sino también por la clase de propósitos que el estudioso persigue y las clases de métodos que está dispuesto a emplear» {pá- gina 17). Terminó expresando que no podía hacer recomendaciones acerca de cuál era el objeto óptimo, hasta tanto no fueran resueltas las cuestiones atinentes a la finalidad u objetivos, y al método de esta ciencia. En los comentarios que siguieron a la precedente exposición, el profesor Lee S. Green, de la Universidad de Teñnessee, sostuvo que no debía pre- conizarse ninguna limitación al objeto de la Ciencia Política {pág. 18), es: decir, que ésta puede tener por tal a cualquiera que se proponga. Y, según el ponente, la determinación del mismo debe dejarse librada al criterio de cada estudioso en particular. Nos adelantamos a decir qué discrepamos fun- damentalmente con este punto de vista, que conduciría a la anarquía en el tratamiento de nuestra ciencia {B). Otra cosa, menos radical, es admitir que el objeto de la Ciencia Política no pueda o no deba considerarse definitivo. Ya hemos dicho que, sin duda alguna, como observa Aloys Muller en su Introducción a la Filosofía, ninguna ciencia crea o forma su objeto, pero- cada ciencia lo elabora en cierto modo (Introducción a la Política científi' ca, cit., pág. 11, § 3): el material puede cambiar y, de hecho, cambia, o> mejor, aumenta; el objeto, no (véase nota 12, a, pág. y ob. cit.). El comenta- rista citado destacaba que el profesor Van Dyke focaliza la atención en la. lucha y sostenía que ésta debía ser pública y admitía que esta aproximación al objeto de nuestra disciplina dejaba fuera del dominio de la misma muchas actividades no públicas propiamente dichas, que en rigor deberían conside- rarse tales, porque actúan por consentimiento buena parte del tiempo (pá-- gina 18). Hizo a continuación dos observaciones sobre el punto: i.a Que la; acción por consentimiento a menudo es un resultado de luchas pretéritas. (2) Téngase presente lo que decimos en nota anterior: la ampliación del campo de estudio u observación de nuestra disciplina afecta al material de estudio, no at objeto de nuestra ciencia, o el monto del contenido, no la naturaleza de éste. I 7 9 SALVADOR DANA MONTANO por ejemplo, aquéllas que tuvieron lugar entre el cuerpo representativo y el ejecutivo. 2.a Que el énfasis sobre la lucha, si se requería esta caracterís- tica con rigurosidad, dejaría fuera del campo de estudios del politicólogo ex- tensas áreas, por ejemplo, el control del ejecutivo por el Congreso (pág. i9). El profesor Greene afirmó que no aceptaba la tesis del profesor Van Dyke acerca de los motines o sediciones y de las revoluciones o sobre las relaciones •entre civiles y militares, que éste excluye del estudio de la Ciencia Política (3). Muchos, dice el profesor Greene, lo 'han hecho, «y el resurgimiento de la desobediencia civil —agregó— nos obligaría a reconsiderar (again), no sola- mente la naturaleza de una lucha política, sino las cuestiones morales que replantean una vez más la cuestión relativa a las verdaderas bases del Esta- •do» {pág. 20). Del mismo modo, a su juicio, debían interesar al político científico las causas y la prevención del delito y el estudio de las cuestiones internacionales, por su relación o su repercusión en los asuntos internos. Respondiendo a la crítica del profesor Van Dyke a la orientación lega- lista de los cultivadores de la Ciencia Política, que descuida la teoría y se limita a la reforma de las instituciones, dijo el profesor Greene que no es absurdo criticar una forma de estudio, porque no se extienda a otros. Maní' festó que aceptar que el foco principal de esta ciencia era el proceso político, ofrecía la dificultad o el inconveniente de que las materias más importantes y significativas quedaban excluidas (pág. 21), pero no expresó cuáles eran •ellas. Terminó diciendo que ninguna orientación o tendencia en la materia puede considerarse definitiva: «Es perfectamente posible —concluyó— que la Ciencia Política pueda alcanzar un confín final; este fin no sería único en la experiencia humana» {pág. 23), lo cual es muy distinto de lo que resulta •de la opinión expresada por el profesor Van Dyke, que alude al objeto, no al contenido mismo o a la finalidad de la Ciencia Política, a que parece refe- íirse el profesor Greene en la parte final de su comentario. El profesor Louis Haertz, de Harvard, comentó, en segundo término, la •comunicación del profesor Van Dyke, compartiendo la opinión de éste en •el sentido de que «ningún concepto singular de la Ciencia Política puede agotar su objeto y de que cualquier punto de vista sobre el dominio propio incluye •ciertas cosas y excluye otras» {pág. 24). Esta relatividad no impide la búsqueda del verdadero objeto de la Ciencia Política. Ella es dificultada porque la res- puesta descansa en una base que es más sociológica que intelectual y en el hecho que un grupo muy considerable de gente pertenece a la profesión de (3) Nosotros pensamos que estos temas deben entrar en el estudio de nuestra dis- ciplina, sin que esto importe un cambio en el objeto de la misma, por las razones expre- sadas en las notas precedentes (véase Los grandes problemas de la Ciencia Política con- temporánea, cit., págs. 277 y sigs. y pígs. 279 y sigs.). 180 EL OBJETO, LA FINALIDAD Y EL MÉTODO DE LA CIENCIA POLÍTICA politicólogos y que lo que les interesa a los que trabajan en ella, cobra un enorme peso de intensidad. La visión relativista del profesor Van Dyke debía apoyarse porque la elaboración de todos los que se dedican a la política, complementa ¡a obra individual de unos y de otros. «Es verdad —dijo— que si nos concentramos en los temas, obviamente subestimamos los fenóme- nos asociados al consentimiento» (id.). «Cada campo, además de ser un pro' blema intelectual, es una materia histórica.» No debemos eliminar cosas o aspectos que encierren el objeto de nuestra disciplina o lo limiten para el futuro. El progreso de la Ciencia Política determinará cuál será el objeto de la misma en el porvenir. Lo que hay que evitar es la anarquía. Refirióse, ade- más, al impacto de los acontecimientos mundiales en los asuntos políticos internos. Ellos han venido a destruir la parroquialización de la política y han producido el nuevo campo cosmopolita del desarrollo político. En tanto que el medio político del politicólogo cambie, ningún concepto del «objeto» de la Ciencia Política será capaz de permanecer absoluto y estable, y la relati' vidad que el análisis justifica será impuesta por la experiencia histórica (pá- gina 27). El profesor Watkins, de Yale, a cuyo cargo estuvo el segundo comentario sobre el «paper» de Van Dyke, dijo que la Ciencia Política estaba relacio- nada con muchas ciencias, sociales o no, pero que ella no podía estudiar a todas o a cualquiera entidad social sustantiva en todos sus aspectos: la econo- mía, el gobierno, la política pública, etc. (pág. 30). A su juicio, ella debía escoger uno de los aspectos significativos, que sea común a la vida social en todas sus manifestaciones, y tratar de agotarlo. Este aspecto era el que el profesor Van Dyke había señalado cuando dijo que el objeto de la Ciencia Política era «ese sistema de interacciones a través del cual, en cualquier so- ciedad, se toman e instrumentan las decisiones de autoridad». A su entender, el objeto esencial de la Ciencia Política es quién hace o toma esas decisiones y cuál es el procedimiento de acuerdo al cual se adoptan. Según Van Dyke, la definición de Easton, que él adopta, abarca tanto la política de consentimiento cuanto la política de lucha. Según el comentarista, ella reconoce las complejas interacciones de coacción y de consentimiento que hay en cualquier clase de actividad pública, es decir, social {pág. 31).. El profesor Watkins distingue el proceso de decisiones del contenido de las mismas. A su juicio, corresponde a la Ciencia Política el primero, no así el segundo, que compete a las dis- tintas ciencias particulares. En los debates o discusiones subsiguientes, el profesor Van Dyke expresó que la Ciencia Política se ocupaba del proceso, pero también, al menos, de algunas clases de política o del contenido (pág. 35). El profesor David Spitz, de la Ohio State University, señaló un aspecto de la cuestión que nos ocupa, 181 SALVADOR DANA MONTANO de la Política científica estaba relacionada con ambas categorías de debe- res (pág. 44). Con ser ya algo de lo que sostenemos que debe ser la Ciencia: Política, no es suficiente (D). Porque el mismo profesor Van Dyke aclaró- en seguida que el pensamiento de Easton, que él sostiene, no llegaba, empero, a definir a la Política como determinadora compulsiva o autoritaria de los valores: «Determinaciones de autoridad (o decisiones públicas, aclaramos) no significa, realmente, la misma cosa que determinación autoritaria (o com- pulsiva) de los valores» (pág. 44). El profesor Spitz preguntó si el Estado podía determinar o decidir cómo se alcanza la salvación (pág. cit.), a lo que- el profesor Watkins recordó que lo había hecho en el pasado. No podemos extraer conclusiones definitivas sobre este delicado aspecto del contenido de- nuestra ciencia del debate que siguió sobre el primer punto de esta confe- rencia. II EL FIN, LA FINALIDAD O EL PROPÓSITO DE LA CIENCIA POLÍTICA Según el relator de esta cuestión, el profesor Hans J. Morgentau, de la. Universidad de Chicago, «el fin de la Ciencia Política es obviamente enten- der la Política de una manera teórica» (pág. 63). Con relación a este punto preséntanse también innumerables problemas. Manifestó que no entraba a con- siderar qué significaba política, objeto de la Ciencia Política, estableciendo dogmáticamente que a ésta concierne «la naturaleza, la acumulación, la dis- tribución, el ejercicio y el control del Poder, en todos los niveles de la inter- acción social, con especial énfasis sobre el poder del Estado» (id.) (8). Tomando como punto de partida que «una teoría científica tiene la fina-- lidad (o el propósito) de poner orden y hacer inteligible un conjunto de fenó- menos sin 'o cual permanecerían desconectados e ininteligibles», y que debía unir el doble testimonio de la experiencia y de la razón, el profesor Morgentau llega a decir que «el mundo político empírico presenta a las teorías tanto* como a las prácticas, con un número limitado de elecciones racionales» (pá- gina 65). Puso mucha atención en-la actitud de los estudiosos con relación al Gobierno y a la acción perturbadora de la influencia o de la presión de éste; sobre aquéllos, mediante la adjudicación de contrastes y prebendas, etc., in- (8) En toda esta discusión no encontramos bien delimitado el campo de la Ciencia: Política y de la Filosofía política, indeterminación que no constribuye, por cierto, ni: a ia acertada concepción ni al progreso de nuestra disciplina (cfr. § D). 184 EL OBJETO, LA FINALIDAD Y EL MÉTODO DE LA CIENCIA POLÍTICA cluso mediante la designación y nombramiento de profesores, que, al parecer, disgustó a no pocos de los participantes de la reunión. Con plausible valentía, tan rara entre nuestros colegas, dije que el Gobierno no transforma o con- vierte a los politicólogos, de asesores, en clientes o partidarios (lo que nos- otros llamamos «los asesoretes», y hemos visto en América latina proliferar, medrar y molestar, especialmente bajo los frecuentes Gobiernos de jacto, sur- gidos de motines, golpes de Estado y revoluciones de palacio). Su función intelectual entonces se envilece. El asesórete deviene un ideólogo partidario, muy peligroso si actúa en tiempos de «revolución», en que no pueden ajus' tarse las consiguientes íesponsabilidades, que justifica, moral o legalmente, lo que el Gobierno está haciendo o quiere hacer. Llama a esto «esta corrupción de la Ciencia Política a través de la afiliación con el Gobierno» {pág. 72). Sólo muy raras individualidades afrontan la impopularidad socrática, el ostracismo social y otros inconvenientes no menos graves, que suelen ser la recompensa de la dedicación constante, invariable, a sostener la verdad en materia poli' tica. Lo sabemos por una triste y larga experiencia en nuestro país. Los poli' ticólogos que se recluyen en lo trivial, o histórico, lo abstracto, lo «objetivo», etcétera (denominaciones u orientaciones utilizadas para capear el temporal), no llenan su función social, no cumplen su deber para con su patria refu- giándose en la «torre de marfil» {pág. 73). Se convierten en sordos, que dan respuestas sobre asuntos o temas acerca de los cuales nadie les ha preguntado nada {pág. 74). El profesor Morgentau distinguió dos clases de problemas políticos: 1. Los perennes (porque tocan a la esencia misma de la vida política, siempre iguales). 2. Los históricos (provocados por situaciones históricas, cambiantes) (pág. 75). Sostuvo que «el contenido de la Ciencia Política no puede ser determinado a pnon ni en abstracto», {pág. cit.). La tendencia contemporánea es contraria: tiende a colocar a la Ciencia Política en el lecho de Procusto (sic), de la deter- minación del objeto de la misma, según criterios metodológicos preestable- cidos. El resultado se resiente de un formalismo académico. En su concepto, la Ciencia Política se relaciona o vincula con el problema del Poder y debe adaptarse a los criterios cambiantes de los tiempos; por ejemplo, en una época en que el Poder se concibe principalmente en términos militares, ella debe poner atención en la variedad de factores que entran en la ecuación del Poder. «Cuando la realidad del Poder —explicó— está perdiendo sus li- mitaciones ¡egales y morales, debe destacar esta realidad. Cuando la Ley y la moralidad no cuentan para nada, debe asegurarles su recto lugar» {pág. 77). Sostuvo que, desde Platón y Aristóteles hasta Marx y Calhoun, las contribu- ciones sobre la Ciencia Política ha respondido a las exigencias de su hora {pá- gina citada). «Las ideas políticas tienen consecuencias políticas» (pág. 78). Son 185 SALVADOR DANA MONTANO factores reales de la ecuación política. Hay que cultivarlas, esclarecerlas, di- fundirlas y aplicarlas. Ellas tienden a convertirse en prácticas. La función del político científico, como la del intelectual en general, es muy grande y deli- cada en este terreno (pág. j9). Coincidimos ampliamente: ya en i939, en uno de nuestros primeros ensayos sobre esta ciencia, decíamos que «la cáte- dra de Política, si aspira a ser, como debe serlo, directora del pensamiento •científico, con el cbjeto y finalidad señaladas {o sea, la de servir de guía para la consecución de un Estado mejor organizado, más justo, más equitativo), no puede limitarse a ser mero testigo de la evolución política: debe ser actora. Ella no puede ser, en orden al progreso de la materia, mero instrumento de «xposición de ajenas teorías, sino instrumento de elaboración de otras mejo- res» (Introducción, a la política' científica, cit., pág. 45). El segundo comentarista de la precedente exposición fue el profesor Nor- man Palmer. Dijo que «el grado (o extensión) en que la Ciencia Política debe servir a la política pública (o a la conducción social) es una cuestión que admite muchas respuestas y muchos puntos de vista» {pág. 88). «El fin de la Ciencia Política es dar un objetivo a la Ciencia Política. Ello implica prestar la debida atención a la teoría y a la práctica, a las antiguas aproximaciones como a las nuevas, a los problemas políticos de la Humanidad actual o del mañana, cuan- to a los grandes temas de la política que parecen inoportunos» {pág. 9i). De •este modo, el propósito o la finalidad es más amplio o más extenso que la inteligencia teórica de la política. Ella ofrece amplio campo para la investi- gación y la creación, sin aspirar a ser una «ciencia maestra» o a «descubrir la verdad de la sociedad para siempre» (id.). El tercero fue el profesor Paul N. Ilvisaker, de la Fundación Ford, quien calificó a la opinión del profesor Morgentau como «un sermón» dogmático (página 92), expresando su disenso con la misma en lo que refería a sus apre- ciaciones sobre los políticos científicos (pág. 93). Según este profesor, «la Cien- cia Política es, después de todo, un instrumento del hombre para perfeccionar la condición humana» (pág, 93). Hago notar que la discusión que siguió a estas exposiciones se hizo sin la presencia del profesor Morgentau, cuya ausen- cia deploró el profesor Palmer {pág. 95), pero los participantes en el debate coincidieron en criticar la posición del mismo. El profesor Spitz dijo que no aceptaba su concepción del Poder, pero que tenía que defender algunas par- tes de su posición {pág. 107). Hizo la distinción entre «analista político» y «científico político» (pág. io9), pero antes había expresado que el político científico debía ser crítico más que conformista {pág. 108). El profesor Mor- gentau le contestó en la reunión del día siguiente. Dijo que no importaba si era optimista o pesimista, sino si era justo o injusto en sus apreciaciones (página 133). Refiriendo a la actitud de los profesores alemanes en 1933, 186 EL OBJETO, LA FINALIDAD Y EL MÉTODO DE LA CIENCIA POLÍTICA editada por Herbert J. Storing: Essays on the scientific study of Politics •(New York, Holt, Rinehart 5í Winston, i9Ó2). El comentarista cree que no todo método es igualmente útil para estudiar cualquier clase de problema (pá- gina 181). Por eso, el profesor Deutsch recomienda el método de confronta- ción de los resultados obtenidos por diversos métodos y se resiste a admitir •e! método llamado de investigación pura (pág. 182). «Si el método no es •el vínculo de unión (de la Ciencia Política), debiera serlo» (pág. 184). El profesor Harold Guetzkow, de la Universidad del Northwerten, que le siguió en el comentario, dijo que la acumulación de elementos de hecho, o datos, podía perturbar la creación de teorías: 1.° Limitando la visión de la vida política, como ella es, no como podría ser. 2.0 Abrumándonos con lo inadecuado de nuestro lenguaje natural para la construcción de teorías; y terminó expresando la esperanza que los computadores heurísticos del futuro, para la elaboración de doctrinas o teorías, superarán los límites del dato y aun ios límites de nuestra cultura, para elaborar y desarrollar una Ciencia Política para la Humanidad (pág. I 9 I ) . El tercer comentarista fue el profesor Roland Young, de la misma Uni- versidad, quien dijo que «la política deviene no sólo lucha, en los términos •del profesor Van Dyke, sino también manipulación» (pág. 195). Le parecía que la Ciencia Política debía estar interesada en la creación y en el mante- nimiento del orden (pág. cit.). «El problema constante que enfrenta la so- ciedad es el desarrollar y mantener un sistema de orden, y este problema —me parece (dijo)— que es el objeto particular de la ley de la Ciencia Po- lítica» (id.). Las formas antiguas de control social están amenazadas en todo •el mundo (pág. i96). Los elementos a que se refirió el profesor Deutsch ofre- cen instrumentos no disponibles antes para comprender cómo opera este •sistema (id.). En la discusión o debate subsiguiente, el profesor Young preguntó si el .-surgimiento de nuevos materiales (de hecho) y de nuevas técnicas en la Ciencia Política no plantea el problema de si se está desarrollando una clase nueva de teoría política, que puede verificar científicamente sus proposiciones o si esas nuevas técnicas pueden ser integradas dentro de la teoría política •desarrollada hasta aquí (pág. i9j). Esto nos lleva, en primer término, a la cuestión relativa a la naturaleza de la Ciencia Política. Según el mismo, ésta no es única; no existe una Ciencia Política como tal; todos tratamos de !os problemas del Poder o, más particularmente, quisiera decir, de los problemas del orden. Decía así —explicó— porque le parecía que si mirába- mos a! problema del orden, podíamos ver el conflicto político en toda clase de situaciones o relaciones, desde el individuo hasta la organización interna- <cional. El orden, a su entender, era un elemento más útil que el Poder, y tenía 189 SALVADOR DANA MONTANO el mérito, o la ventaja, de ser aplicable al estudio de las sociedades no occi' dentales (id.). Afirmó que creía que era casi imposible entender nuestro sis-- tema de gobierno sin atender a sus raíces históricas, no sólo a Aristóteles,, como había sugerido el profesor Morgentau, sino también al Derecho romanor por el tremendo impacto que él tuvo en la organización de la autoridad pú- blica y privada, que hemos construido. «Las ideas legales romanas han es- tructurado nuestro pensamiento político y nuestras instituciones... La Ley" ha sido desarrollada (o concebida) como un instrumento de control» (pág. i98).. En los tiempos modernos, el control por medio de la Ley ha sido compa- rado por otras clases de control y, como señaló Karl Deutsch, estos controles- pueden ser eludidos. Uno de los factores perturbadores de ese desarrollo es- que esas técnicas de investigación pueden ser también utilizadas como téc- nicas de control (id.). De la política puede pasarse a la comunicación, y es- posible controlar la acción, controlando las comunicaciones. «Esto nos lleva. a establecer ulteriormente que la política es simplemente una forma de con^ trol para establecer el orden público. Algunas de las técnicas de investiga- ción descritas por K. Deutsch son aplicables, particularmente, al control de; las comunicaciones» (pág. cit.). «Existen áreas —agregó— en las que las- for' mas antiguas de control continúan operando, y estas son las áreas, me parece,, que requieren nuestra atención especial como políticos científicos. Ellas pre- sen tan problemas teóricos e intelectuales acerca de la naturaleza del orden a. crear, tanto como los problemas de acumular información mediante los méto- dos de investigación. La inadecuación de los controles existentes, primero de- todo, ofrecen un problema intelectual que aparentemente radica en el hecho- de que los controles existentes están esencialmente basados en la tierra (nar ción, etc.). «Las viejas teorías o métodos de participación parecen ser ínade^- cuados, y no hemos construido nuevos tipos de instituciones representativas- que la hagan posible a fin de que las masas urbanas participen inteligente- mente en el proceso político» (pág. i99). La necesidad básica, a su juicio,, consistía en desarrollar teorías que tuvieran su base o raíz en la historia y la cultura propias, y considerar al proceso como una constante acumulación de- conocimiento, y al proceso político como un constante reajuste de los nuevos- factores mediante los cuales es creado y mantenido el orden (pág. 200). El profesor Eulau, de Stanford, sostuvo que había que distinguir entre- métodos y técnicas: «El método refiere a todos los patrones de análisis, me- diante los cuales pueden hacerse inferencias» {pág. 204). La técnica refiere a los medios de hacer observaciones y de recoger datos (id.). La elección de- las técnicas depende siempre del nivel del análisis en el que se trata de con- ducir la investigación (id.). Respondiendo a una pregunta de! profesor Spitz, el profesor Deutsch.- 19o EL OBJETO, LA FINALIDAD Y EL MÉTODO DE LA CIENCIA POLÍTICA expresó que la Ciencia Política parecía estar siguiendo los pasos de la Eco- nomía, en el sentido de devenir cada vez más humana y más humanitaria (pá' gina 233). «De Platón a Tomás de Aquino —dijo— fue principalmente (la Ciencia Política) una ciencia moral, vinculada con la justicia». Después de Machiavello, ella se concentró en el análisis del Poder, desvinculándose un poco o mucho de los escrúpulos y las exigencias morales. El profesor Mor' genthau se había referido a la exigencia de valores en la Ciencia Política, que es un requisito inseparable para muchos modernos politicólogos, como Cari Friedrich y otros citados en mi cursillo de Córdoba (11). El aludido- profesor dijo, a continuación, que el método cuantitativo no era aplicable a los temas políticos centrales, que requieren la preservación de los valores, esto es, una elección (una alternativa) (pág. 234). Esto era lo que provocaba el conflicto o la lucha política: «De este modo tenemos el conflicto político- —agregó— y estos conflictos son el verdadero corazón de la vida política. Ellos actúan en una dimensión que no es accesible al análisis cuantitativo, para los cuales este análisis es irrelevante. Porque uno puede decir, hasta cierto- punto, que cierta porción de iibertad debe ser sacrificada por causa del orden y de la autoridad, pero éste es del mismo tipo de decisión, sobre una base colectiva, que un individuo debe hacer en los grandes pasos de su vida. El debe decidir qué es más importante para él, y por penoso o moralmente am' biguo que ello pueda ser, él debe sacrificar otro valor» (pág. 234). Añadió que las bases fundamentales de la Política no están sujetas al cambio histórico (id.). «En el campo de la moralidad —afirmó— no ha habido progreso, al menos- desde los comienzos de la civilización occidental.» Y cuando el profesor Deutsch le argüyó que hay algunas pruebas de que ha habido progreso en el desarrollo de la civilización humana, en general, el profesor Morgenthau le replicó que pensara en el tratamiento de los prisioneros en Vietnam (pá' gina 205), y Deutsch admitió que «el error fundamental del totalitarismo con' sistió en pasar por alto o no prestar suficiente atención a esa característica de la necesidad humana de valores. El totalitarismo presume que un valor puede ser sacrificado completamente... La aproximación constitucional a la po ' lítica implica que hay límites a la privación de uno de los principales valores- que puede imponerse a un pueblo» (pág. 236), tales, a nuestro juicio, la liber^ tad personal, la justicia sociales. (11) Véase lo que decimos acerca del punto en Necesidad y utilidad de los estu> dios de Política científica, cit., págs. 55 y sigs., especialmente en págs. 75 y sigs. SALVADOR DANA MONTANO incluiría la administración pública, el personal administrativo, el gobierno local y metropolitano, la mayor parte del gobierno estatal (?), administra- ción comparada, etc. Las relaciones internacionales comprenderían la diplo-- macia, derecho y gobierno internacional, poder político y su historia, demo- grafía y economía (id.). Esta rarísima distribución nos revela el peligro de extender, en lugar de precisar, el objeto propio de la Ciencia Política. Se incluyen materias propias del Derecho positivo (Derecho constitucional, administrativo, internacional, etcétera), de la Ciencia del Estado {Teoría general del Estado; Ciencia de- la Administración, etc.) y miscelánea de naturaleza tan distinta de la Cien- cia Política como la Economía. En otros términos, una mezcla de ciencias- sociales y políticas, pero no Ciencia Política propiamente dicha. 4.a ¿Tiene el estudio del Gobierno un fin limitado? En su concepto el Gobierno toda todo y es afectado por todo. Si quod omnes tangit ab ómnibus aprobetur, no podemos establecer límites al Gobierno, que es el elemento que aprueba y sanciona, tanto como el que inicia o promueve (pág. 241).. Esto no significa que pueda hacerlo todo, es decir, que sea totalitario. $.*• ¿Puede ponerse límites al estudio de las relaciones internacionales?* Dejamos de lado este aspecto, porque es obvio que ellas nada tienen que ha- cer, como división de la Ciencia Política, aunque no descartamos que debart estudiarse, como factores de poder, al estudiar el imperialismo y temas corre- lacionados con la influencia del exterior sobre el gobierno interior (14). 6.a El estudio del Gobierno, ¿debe limitarse al Gobierno público y legal o extenderse a las entidades o sistemas extragubernamentales? Sostiene que deben estudiarse como parte del mismo proceso cualquier sistema de con- trol del pueblo, insistiendo en que, bajo el pluralismo político, existen con^ troles plurales, aunque éstos se distingan de las presiones plurales (pági- na 243). 7.a ¿Debemos prestar mayor atención o poner más énfasis en la teoría del desarrollo político? Aclara que no se refiere al desarrollo de las socie- dades primitivas sino que se refiere a los ajustes o arreglos hechos^en so- ciedades avanzadas, en los regímenes altamente sofisticados, para acomodar el gobierno presente a las actuales necesidades y condiciones (pág. 243). A su juicio, sí. 8.a El estudio del Gobierno, ¿es parte de la Sociología? Destaca la sim- patía que despierta en los Estados Unidos, entre los jóvenes sociólogos polí- (14) Una excelente prueba de este último criterio lo ofrece la monografía del pro- fesor de la Universidad de Edimburgo KOHN MACMURRAY : The conditions of jreedom- in modern society (London, Faber & Faber, 1951). 194 EL OBJETO, LA FINALIDAD Y EL MÉTODO DE LA CIENCIA POLÍTICA ticos, la tesu. de Giddings, por ejemplo, que cree que la Sociología es el género de la Ciencia Política, la especie, o una de las especies, y de Ross, que dice que el Estado es solamente una forma de control social, y de los pluralistas, que aseveran que el Estado es solamente una de las asociaciones que dominan nuestras vidas (págs. 243-4). Para decidir el punto debemos saber qué es la Sociología. ¿Cómo descubrir lo que es este «salmagundi»? (salpicón). Así lo demuestra lo que se enseña en los Departamentos de Sociología de las Universidades del Norte. El Gobierno es algo distinto, in- trínsecamente de la sociedad, de manera que, antes de decidir la respuesta, habría que consolidar, definir y delimitar ambas disciplinas. Cuestiones relativas al método 9.a Los métodos, ¿se relacionan primariamente con el tema u objeto del estudio o con el que los estudia, como persona? (pág. 244). Dijo el presidente de la Academia que también había creadores sobre método en el campo del Gobierno, pero no encontraba en la múltiple lite- ratura reglas apropiadas sobre metodología {!). i o. Las nuevas aproximaciones en el estudio del Gobierno, ¿deben o podrían ser sintentizadas, o sería mejor que fueran hechas independiente- mente? (pág. 245). Los diferentes métodos empleados distorsionan la imagen del objeto. 11. Los conceptos ¿pueden ser «reified» (rectificados)? ¿Qué es el hecho político? ¿Es algo conocible, si nunca ha existido?' Nosotros hemos sostenido que no se puede construir una teoría política con simples ideas o conceptos, sino con hechos, ideales y pensamientos (Loy grandes problemas de la Ciencia Política, contemporánea, cit., § 4, pági- nas 271 y sigs.), y por esto mismo, que es necesario, una visión general de doctrinas, teorías, conceptos y términos empleados, que la Historia y la experiencia han demostrado que se habían elaborado sin tener en cuenta la realidad, confundiéndola con nuestros ideales o deseos (§ 10, págs. 289 y siguientes) o que han dejado de coincidir con la realidad. 12. ¿Podemos desarrollar una nueva terminología? (pág. 246). Con lo' dicho anteriormente hemos contestado a esta pregunta. El presidente de la Academia americana dice que, así como en el campo de la Física, «movi- miento» y «velocidad» no significan ya la misma cosa que antes, en el campo- de la Filosofía política el liberalismo spenceriano significa ahora algo com- pletamente diferente al liberalismo del New Deal. Los términos ((democra- cia» y «justicia» son variables, ambiguos (pilares en las llamadas «democra' i9 5 SALVADOR DANA MONTANO cías populares»). Los ejemplos de imprecisión en el vocabulario político pue- den formar una larga lista. Que Dios nos ampare de usar el lenguaje man- darinal, exclamó Mr. Charlesworth, que se jactó de emplear el lenguaje del hombre de la calle {pág. 246). Agregó que con frecuencia se produce un de- fecto de comunicación en nuestros intercambios intelectuales, especialmente por las discusiones y confrontaciones polarizadas, y sugirió a la Asociación que preside la preparación de un breve diccionario político, tal como nosotros hacíamos en Los grandes problemas citados al propiciar un «Lexicón» poli- tico mundial (pág. 289). 13. ¿Deberíamos destacar el método actuarial? El presidente recomendó que se enseñara a los alumnos que las cosas ge- neralmente verdaderas eran verdaderas y que las filosofías no deben elabo- rarse sobre excepciones (pág. 247). El principiante —agregó— tiende a noti- ciarse y establecer las diferencias entre los fenómenos; el avezado, el estu- dioso maduro, a establecer las similitudes. 14. ¿Debemos estimular un uso mayor del método del caso? (pág. 247). Recuerdo, a este propósito, la ovación que siguió a mi afirmación de que este método podía, a lo más, producir buenos profesionales (abogados), para defender más o menos bien un asunto, pero no hombres sabios, conocedores de los principios e ideas fundamentales de cualquier disciplina jurídica o so- cial, en la Universidad de Puerto Rico, hace muchos años. Los jóvenes estaban hartos de estudiar casos jurisprudenciales. El presidente Charlesworth dijo que había libros sobre casos en Derecho, Sociedades, Finanzas, Administración pú- blica, Comercio, etc. Distinguió entre entrenamiento profesional y educación: «Algunas partes de nuestra disciplina especialmente la A. P., pone énfasis en • el entrenamiento más que en la educación» (pág. 248). No obstante, el presi- dente concluyó diciendo que si se separa, como él piensa que debe hacerse, el Gobierno de la S. P., el método del caso poco debía recomendarse en el campo del Gobierno. 15. Los computadores, ¿pueden analizar el contenido de la prosa? Afirmó que creía que no (pág. 248). Cuestiones relativas a la finalidad del la Ciencia Política Si es verdad que el Gobierno es afectado por todo lo que toca y que lo toca todo, debe seguirse que los estudiantes del mismo no pueden delimitar la finalidad de su disciplina anticipadamente (pág. 248). Es también verdad —afirmó— que la metodología atañe más claramente al estudiante como i96 EL OBJETO, LA FINALIDAD Y EL MÉTODO DE LA CIENCIA POLÍTICA «1 mejor defensor de la democracia no es el que adula al pueblo y le dice que todo lo que hace o desea está bien, sino el que descubre sus defectos y las desviaciones de su aplicación en la práctica; el que distingue entre lo que es propio del sistema democrático y lo que es producto de los regímenes demo- cráticos mal organizados o que carecen de las bases democráticas (ecológi- cas, como dice el presidente Charlesworth) que deben sustentarlo (América, tierra de hombres libres. La defensa espiritual del sistema democrático, Santa Fe, Imp. de la U. M. del Litoral, 1940). Mis últimos libros (La crisis de la cultura occidental; La crisis argentina y la educación común y superior; Las xausas de la inestabilidad política en América latina; Tres ensayos de Historia de las ideas políticas) desarrollan y comprueban esta tesis en Occidente, en la Argentina y en América. SALVADOR DANA MONTANO COMENTARIOS SOBRE LAS DIVERSAS OPINIONES EMITIDAS (A) La lucha, el conflicto, la oposición, entra como elemento diferencial de la acti- -vidad política o como elemento esencial del fenómeno político propiamente dicho en no pocas definiciones. El autor de L'essence du politique (París, 1965), Mr. Julien Freund, •dice que la política es una lucha tendiente a establecer un orden, en nombre de una opinión. Entran en esta descripción, o definición, tres cosas de naturaleza distinta: el medio es la lucha; el fin, el orden; la legitimación de éste es la opinión. Pero, como •observa el profesor Friedrich, el Poder, que se basa exclusivamente sobre el consenti- miento (o la opinión de la mayoría), como el que se basa exclusivamente sobre la fuerza, es un Poder marginal. En su opinión, el Poder (legítimo) se basa sobre ambos factores (Die politische Wissenschaft, Freiburg, Karl Alber, 1961, pág. 24 de nuestra traducción). En otros términos, el conflicto, la lucha, la oposición, no bastan para definir al fenó- meno político. Hay que buscar otros elementos adecuados a ella, que lo integran. E! profesor J. D. B. Miller, de la Universidad de Canberra (Australia), en su libro The nature of Politics (Londres, Herald Duckworth, 1962), en el mismo orden de ideas, • dice: «La esencia de la situación política, como opuesta a la situación de avenencia (o acuerdo) y de rutina, es que alguien intenta hacer algo acerca de lo cual no existe acuerdo, y está tratando de utilizar alguna forma de gobierno como medio y como una protección. Las situaciones políticas surgen del desacuerdo» (pág. 14). «La política, pues, versa sobre el desacuerdo y el conflicto, y la actividad política es aquélla que intenta promover o resistir el cambio, en el aspecto de la posible resistencia.» Aclara que, a pe- sar de ello, la política no es siempre necesariamente violenta y tajante. También los políticos pueden ponerse de acuerdo. «La actividad política —agrega— proviene del •desacuerdo y concierne al uso del Gobierno (del Poder) para resolver el conflicto en la i99 SALVADOR DANA MONTANO dirección del cambio o en la de la prevención del mismo» (pág. 16). «La política es un reflejo de las divergencias entre los miembros de la sociedad» (pág. 17). Existen mu- chas bases sociales —explica— o motivos de organización social, para la divergencia: desigualdades, injusticias, puntos de vista distintos, etc. La política surge porque las- divergencias existentes en la sociedad se prestan para los desacuerdos o divergencias- acerca de lo que el Gobierno debe hacer o dejar de hacer sobre determinados asuntos o cosas (pág. 18). Como se nota fácilmente, la línea divisoria entre el fenómeno político- propiamente dicho y la actividad partidaria se pierde de vista en esta definición. Paré- cenos que ¡o político se confunde con lo partidario a la política. Al sintetizar las diver- sas partes de su libro, el autor nos dice que la política concierne al conflicto y al des- acuerdo: si éstos no están presentes de alguna manera o medida, la situación no es- política, y cualquier acción o resolución que se tome a este respecto no será política propiamente dicha. Es aplicable a esta parte de la conclusión la observación que el profesor Van Dyke hace sobre el particular: de admitirse la misma, muchas actividades, gubernativas, que son esencialmente políticas, quedarían al margen de esta calificación. «Si hubiera acuerdo general —dice el profesor Miller— no necesitaríamos la política : sería suficiente la administración de las cosas.» Advertimos que esto es lo que sostiene el marxismo, consecuente con su idea capital de la desaparición del Estado como instru- mento de clase. Finalmente, el profesor Miller dice que la política es un asunto relativo- a la expresión, defensa, establecimiento y modificación de los desacuerdos sociales. «La cualidad básica de Ja actividad política es el tratamiento de los desacuerdos a través de procedimientos e instituciones más o menos formalizadas.» Esto nos conduce a con- cluir que en los regímenes autocráticos o totalitarios no puede existir actividad política propiamente dicha porque no se admiten desacuerdos o disentimientos. El eminente profesor francés Burdeau, en una monografía publicada en la Resista de Derecho Español y Americano, de Madrid (núm. 8, abril-junio 1965), dice: «Lo político- está tan profundamente inserto en lo social que de ello no se puede extirpar sin que la sociedad se disuelva. En efecto, cualquiera que sea la definición que se dé a la política, siempre se concluye que lo político es lo que mantiene agregados los hombres para alcanzar un fin determinado. El hecho de que, por otra parte, la política sea lo que más les divide, no contradice en nada la proposición precedente porque si la política es lucha, el objeto de la lucha sigue siendo la determinación de los fines que los agrupa y de la autoridad que unifica. Mantenemos, por tanto, la idea de que lo político es aquello por lo que un grupo existe y se desarrolla en tanto como unidad colectiva» (pá- gina 12). La función política es, pues, en el orden social, una función vital, como la nutrición y la reproducción en el orden orgánico. Ella no se puede mantener o subsistir si no se reducen las tensiones sociales que la desgarran, suprimiendo las antinomias, que ella encierra y entrelazando las fuerzas de disociación suscitadas por la ceguera y por el egoísmo de sus miembros. En .síntesis: la lucha, el conflicto, siempre la lucha. (B) Por la misma razón hemos rechazado, como peligrosa y atentatoria contra los. derechos humanos universalmente reconocidos, la teoría que afirma la perfecta legiti- midad de todos los fines que el Estado pueda proponerse (como lo hace, entre otros, Falchi, en í fini dello Stato e la funcione del potere, 1915, cap. III), que se resuelve- sustancialmente en la negación de un fin unitario del Estado (véase A. FERRACCIU : «Sus 2OO EL OBJETO, LA FINALIDAD Y EL MÉTODO DE LA CIENCIA POLÍTICA una recente concezione del fine dello Stato», en Riv. Dir. Pub., año VII, parte I, pági- nas 341 y sigs., citados en nuestra Teoría general del Estado, Valencia, Imprenta de la Universidad de Carabobo. 1963, págs. 148 y sig.). La Ciencia Política debe tener, y tiene, un objeto propio, y no puede adoptar el que le plazca a cada estudioso o investigador en particular. (C) Los más modernos y más autorizados cultivadores de la Ciencia Política contempO' ranea hacen hincapié en el énfasis que debe ponerse en la Ciencia Política en los valores. Podríamos decir que es la tendencia u orientación más destacada en nuestra disci- plina en la actualidad. Sin admitir la confusión de la Política y de la Moral, es innega- ble que la Etica entra como ingrediente principalísimo en la formulación de los principios que la Ciencia Política persigue, descubre y formula. El profesor Miller, en la obra citada, dice: «El problema de los valores ha causado más discusión entre los políticos científicos que entre ninguna otra clase de científicos, y tengo la convicción que lo que digo sobre esto será mejor recibido que lo que anteriormente he dicho sobre cual- quier otro tema. Quizá será mejor si fundo mi posición dogmáticamente, desde que el terreno está de este modo tan bien trillado» (pág. 278). «Dije al final del primer capítulo que la diversidad como tal no contenía dentro de sí misma ninguna obligación moral clara... El pueblo se indigna moralmente frente a un gran número de desigualdades y procura eliminarlas; mucha de la dinámica de la política proviene de esta indignación» (página 279). Esto quiere decir que la moral es un móvil de la acción política, como puede serlo, y lo es, el interés, el ideal, la pasión, etc. Más adelante se pregunta: «Si la política, en este sentido, es no-moral y la moralidad es diversa (o mudable), aun cuando exista gran coincidencia sobre sus principios, ¿qué podemos decir sobre los valores en política?» «Paréceme —contesta el profesor Miller— que sólo hay dos caminos por los cuales podemos tratar de arrimar juicios morales sobre la política, en nuestra calidad de estudiosos de la misma. Primero, podemos utilizar el sistema moral que nos atrae como miembros de nuestra sociedad. Haremos esto en todo caso. El prurito de hacer juicios morales es un impulso humano básico. El pueblo que lee u oye lo que nosotros decimos sobre ella (un régimen, una política, una ley), puede coincidir o disentir, como elija; puede disputar sobre la moralidad más apropiada para apli- car, o puede aceptar nuestra moralidad; puede introducir nuevas pruebas acerca de que nuestro juicio es válido o no. Nosotros no habremos alterado esa política al decir que es buena o que es mala, y no hemos caído en el error de pensar que, porque no nos gusta, ella desaparecerá» (pág. 280). «El otro camino por el que podemos hacer juicios morales sobre la política es hacer de ella misma un valor, esto es, de- cir que la actividad política, siendo el medio por el cual se expresan los deseos bá- sicos humanos, es buena en sí (en el terreno que es mejor que los deseos del pueblo sean escuchados a que no sean expresados o sean ignorados). Si adoptamos este punto de vista —concluye—, diremos que cualquiera que promueva la actividad política debe ser bien venido» (pág. 281). «La política —dice el profesor Miller en sus con- clusiones— no encierra valores (o no acarrea valores consigo); en su conjunto, los valores usados en política son los mismos de la sociedad en la cual se practican y no derivan de las operaciones políticas, pero puede decirse que ella constituye un valor en sí, porque la alternabihdad de la política es el acuerdo compulsivo, en el 201 SALVADOR DANA MONTANO En su Introducción a" la obra de Max Weber (Eí Político y el Científico), Raymond Aron dice: «El vínculo entre la ciencia y la política de Max Weber aparece igual- mente estrecho si se considera el otro aspecto; no ya la relación causal, sino los valo- res : referencia a los valores en el caso de la ciencia, afirmación de los valores en el de la acción... La ciencia de la cultura selecciona en el infinito de los fenómenos hu- manos lo que se refiere a los valores, valores de los contemporáneos o valores del historiador, y elabora, o bien la historia, si el. sabio fija su atención en la secuencia única de los hechos o las sociedades, o bien las diversas ciencias sociales que conside- ran las consecuencias regulares o los conjuntos relativamente estables» (11-12 y sig. de la edición española «Alianza editorial», Madrid, 1967). De acuerdo a esta concepción, las ciencias de la cultura, incluso la política cien- tífica, son la comprensión de la manera cómo habían vivido los hombres, del sentido que habían dado a su existencia, de la jerarquía que habían establecido entre los valores (id., pág. 13). De ahí que en La enseñante de la Ciencia Política en la Uní' versidad Argentina, dijéramos que la orientación, y en gran parte, el contenido mismo y el método de esta ciencia nuestra, dependía, entre otras cosas, de la cos- movisión o filosofía del mundo y de la vida y de su concepción peculiar sobre el hombre y la sociedad civil y política. Si el orden es más importante que la libertad humana, si la autoridad del Estado es superior a la dignidad del hombre, o vice- versa, orienta y aún determina la orientación, el objeto y la finalidad de la Ciencia Política. De ahí la importancia que tiene, a nuestro juicio, una exacta predetermina- ción del objeto. La objetividad científica no puede significar nunca indiferencia ante los valores. La pluralidad de los valores y el carácter parcial de las verdades cientí- ficas hacen que sea menester ponerse de acuerdo acerca de la jerarquía de los va- lores a atender, como fines a realizar. ¿Puede considerarse superado el esquema que utilizó M. Weber, de hecho y valor, de medio y de fin? Creemos, sinceramente, que no, y que los medios deben orde- narse a los fines y los hechos a los valores. El eminente profesor Burdeau, en su ya citada obra, sostiene que el segundo rasgo característico o específico de la Ciencia Política es que ella «es un proceso de creación de valores» (pág. 23). «En este sentido, la política consiste en "una asig- nación (o atribución) autoritaria de valores" en una sociedad determinada (como quiere Easton en The polihcal system, pág. 134)-» Agrega que la política no inventa los valores; la mayoría de ellos, los más fundamentales, están inscritos en la conciencia o en la naturaleza humana; la actividad política les asigna una dimensión o les atri- buye una jerarquía (escala de valores adoptados) que no tienen en el universo moral o en los imperativos biológicos de donde proceden: «La política los eleva al rango de finalidades, en virtud de las cuales se han establecido las relaciones de poder» (id.), de finalidades, en virtud de las cuales se han establecido las relaciones de poder» (id.).. Aprovechamos la oportunidad de hacer esta referencia a los fines para decir que la Ciencia Política, en nuestro concepto, es una ciencia de medios, no de fines. Según el ya citado profesor Dunhan, fue Aristóteles, que sin discusión es el padre de la política científica, quien elaboró el concepto, según el cual, para cada ocasión, sólo- hay un acto que le corresponde adecuadamente, al cual llamó por esto el medio. Los 204 EL OBJETO, LA FINALIDAD Y EL MÉTODO DE LA CIENCIA POLÍTICA medios, en nuestro concepto, deben coincidir, en naturaleza y calidad, con los fines que se pretenden realizar por su intermedio. Siendo los fines de la sociedad política fines morales, los medios que ella busca y con los que opera no pueden dejar de ser igualmente medios morales. Si el fin perseguido es, por ejemplo, democrático, los medios empleados para alcanzarlos no pueden ser antidemocráticos. La Ciencia Polí- tica, en nuestro concepto, no puede concebirse meramente como un arte o una téc- nica para alcanzar el Poder, de cualquier modo, o para mantenerse en él, a despecho del bien común. Su fin es servir a la colectividad; no el servirse de ella. De lo con- trario, deviene un arte: el arte del golpe de Estado; o una técnica, la técnica de la razón de Estado. La inmoralidad de uno y otro supuesto no requiere demostración. El Estado moderno, lamentablemente, es el Estado secularizado, despojado en su base de la ueencia en valores absolutos, excepto la creencia en la razón. Por ello, se declara prescindente, neutral o laico. La secularización no es la causa, sino el efecto. La creencia en la razón ha sustituido, o mejor, ha sucedido, pero no ha podido reemplazar a la religión, que es la creencia en la fe. En su origen, la creen- cia en la razón procede o surge de la religión (véase la obra del profesor Heimann: Reason and faith in modern society, Edinburg & London, Oliver Si Goyd, 1961). Citaremos, por último, la opinión del profesor Hallowell, expuesta en su mono- grafía sobre la Moral y la Política que integra el volumen editado por el profesor Paul G. Steinbicker, de la Universidad de St. Louis, Readings in Pohtical Science, Westminter, Ma., The Newman Press, 1965. El autor propónese en ella estudiar si el cultor de la Ciencia Política o del Go- bierno tiene algo que ver con la Moral. El editor, al presentar este trabajo, recuerda que los estudios de Política científica, como disciplina separada de la Moral, comen- zaron recién a fines del siglo XIX. La sentencia de lord Acton, según la cual la gran cuestión o el problema magno de la Política no era descubrir qué es lo que dispone o hace el Gobierno, sino cómo o qué debería hacer, fue cada día más y más ignorada. La respuesta a la misma implica una indiferencia, real o supuesta, o una indiferencia, verdadera o fingida, entre el fenómeno político y la Moral. Según algunos científicos, el politicólogo limitaría su tesponsabilidad a describir y explicar el fenó- meno político, dejando a otros el juicio sobre la bondad o maldad del mismo. Se- ñala como representante de este punto de vista al profesor Catlin, quien dice: «La función del político científico no es ya la de evaluar las buenas o malas consecuen- cias de las técnicas particulares de gobierno, entendemos, del mismo modo que no es función del químico, como tal, emitir juicios éticos sobre el uso que otros hom- bres hacen del conocimiento y de la destreza científicos.» Recuerda que el profesor Whyte, de Harvard, dijo también que «los politicólogos deberían dejar la Etica a los filósofos y limitarse, principalmente, a la descripción y análisis de la conducta polí- tica». El profesor Hallowell contestó a esta posición positivista, o materialista, de nuestra disciplina, en el número de la misma revista correspondiente al mes de agosto de 1944. El editor termina diciendo que, veinte años más tarde, la diversidad de puntos de vistas sobre este aspecto de la Ciencia Política está todavía en pie. El profesor Hallowell señala el hecho de que los autores norteamericanos que se han ocupado de la Metodología de la Ciencia Política han devenido crecientemente posi- 205 SALVADOR DANA MONTANO tivistas, no sólo en su pensamiento metodológico, sino también en sus estudios des^ cnptivos. Cita, como ejemplos, al profesor Munro, quien dijo que «la Ciencia Política,, para convertirse en una ciencia, debería, ante todo, obtener una sentencia de divorcio» de los filósofos, los juristas y los psicólogos, con los cuales ha permanecido larga^ mente en un estado de matrimonio de compañerismo poligámico, en detrimento de su propia indagación de la verdad». Muchos otros, según el autor de la monografía co- mentada, han llegado a la misma conclusión. Indica como el más representativo al profesor Catlin, en su Science and method of Politics (1927), para quien el estudio» de la Política devendrá científico solamente cuando el estudio de los medios se divorcie rigurosamente de la consideración de los fines. El profesor Hallowell se de- clara contrario a estas ideas, y cita, en apoyo de su modo de considerar el problema de las relaciones ético-estaduales, las expresiones del profesor Whyte: «Cuando la forma americana de gobierno y nuestro estilo de vida democrático pende de la balanza. del conflicto armado, los políticos científicos se sienten impulsados, más que nunca, a defender estos valores. Escriben volúmenes para defender nuestro sistema y ata' car los de nuestros enemigos. Hacen Filosofía política y Etica política: la simple- Política es olvidada» (pág. 692). «Indudablemente —dice el profesor Hallowell— el surgimiento del fascismo y nuestra participación en la guerra contra el mismo, que podría decidir nuestro destino como individuos y como pueblos, focalizó nuestra atención como estudiosos, como nunca habia ocurrido antes, o en los años más- próximos, sobre los valores del sistema de vida democrática. No pocos vacilarían en. dedararse defensores de la democracia y de los valores relacionados con ella.» El autor se pregunta si con esa confesión habrían traicionado su deber como observa- dores científicos del proceso político. ¿Significaba, acaso, que, al hacerlo así, no tenían- derecho a formular juicios de valor? La actitud opuesta fue propia de la segunda, mitad del siglo pasado: «La eficacia técnica y la certeza (o exactitud) mecánica de- vinieron los ideales de esa época, y fueron los ideales no sólo de los científicos, sino también el idea! socialmente dominante de la burguesía satisfecha, cuyos deseos primarios fueron la certidumbre, la seguridad y la estabilidad, a diferencia de Ios- de sus revolucionarios progenitores del siglo xvn» (pág. 21). «Con el énfasis cre- ciente del empirismo, prestóse menos atención a los problemas metaftsicos. Los hom- bres comenzaron a preguntar "cómo" más frecuentemente que "por qué"» {id.). «El efecto de esta tendencia hacia el positivismo fue minar la creencia en las verdades y el valor trascendente. Los juicios de valor fueron considerados como expresión de pre- ferencias subjetivas más que de verdades objetivas» (pág. 22). Los estudiosos de las- ciencias sociales adheridos a esta tendencia abandonaron la noción de verdad y de valor objetivos. «Actualmente —afirma el profesor Hallowell— el positivismo es una actitud que proviene de la metodología de las ciencias físicas, pero necesariamente no es sinónimo de método científico». Los que piensan como el profesor Whyte, según aquél, plantean el siguiente problema: «si la perspectiva positivista es sufi- cientemente adecuada para quienes observan y tratan de entender el fenómeno polí- tico y si, al descartar los valores, como reglas objetivas, no se elimina mucho, que es pertinente,- sino esencial, para comprender cualquier proceso o conducta política». El profesor Hallowel considera que el político científico debe realizar especulacio»- 206 EL OBJETO, LA FINALIDAD Y EL MÉTODO DE LA CIENCIA POLÍTICA como hechos políticos.» ¿Qué debe entenderse por tales hechos?, ¿por qué son poli' ticos? Piensa este autor que la Política es una ciencia de la Práctica, una Política experimental, una Praxeología. En cambio, Brunello rechaza la posibilidad de cons- truir una Ciencia Política sobre meros hechos (pág. 23). Ya había dicho en su pri- mer artículo que para hacer Ciencia Política propiamente dicha había que unir el dato empírico en la especulación filosófica. Nada más practico que la Política, y, sin embargo, hay política especulativa. Lo especulativo no puede despreciarse o subesti- marse, desdeñándose, como hace el empirismo positivista, pues con frecuencia el orden especulativo del pensamiento prevé anticipadamente perspectivas y aspectos de la realidad que luego se hallan en la experiencia. Tampoco debe abusarse de la especu- lación, prescindiendo de todo dato empírico. «El dato empírico sin la especulación —dice Claude Bernard— no es susceptible de interpretación. El cálculo especulativo completa lo parcial y relativo de los datos empíricos.» Brunello entiende que re- chazar por completo el uso de la especulación es atar de pies y manos la marcha progresiva del pensamiento, reduciéndolo a seguir atado a la tierra, sujeto o a la zaga de la experiencia. También rechaza la posibilidad de que puede elaborarse una ciencia Política apriorísticamente, sobre la base de ideales o principios abstractos, cualesquiera ellos fueren (pág. 25). «Una política racional digna de ese nombre —dice— debe ser, sobre todo, una política realista, que tenga como fundamento propio la naturaleza inmutable del hombre, cuya diferencia específica es la razón» (id.). Por último, rechaza la opinión de Ottaviano, quien piensa que la definición lógica de nuestra disciplina no interesa (pág. 33). Interesa, afirma Brunello, porque es menester diferenciar nuestra ciencia de las afines y de las auxiliares, con las que frecuente- mente se la confunde: La Ciencia Política no es una Sociología política ni un Derecho político ni una Filosofía política. El profesor español Xifra Heras sostiene ideas radicalmente distintas o contrarias a las precitadas. En su obra Introducción a la Política (Barcelona, Bredsa, 1965), el profesor de la Universidad de Barcelona se plantea el problema de la existencia de una Filosofía política, es decir, «de una disciplina que llegue a aprehender el sentir íntimo del ser y del devenir políticos» (pág. 14) y sostiene que en las ciencias so- ciales hay que prescindir de la búsqueda de lo absoluto y permanentemente mejor (¿ideal?) y ceñirse a las circunstancias de lugar y de tiempo, a fin de descubrir lo mejor para un momento y un espacio concretos. En otros términos, niega la posibili- dad de la existencia de una Ciencia Política, universal, concebida como la ciencia de la organización ideal del Estado, para afirmar, en cambio, la de un arte político. Según su tesis, «los principios políticos no son de semejanzas, sino de reacciones» (página 14). En su opinión, «no es posible aplicar conceptos universales a situaciones concretas». El confusionismo terminológico, que supone uno de los lastres más pesa- dos de las ciencias sociales, es resultado de aplicar una misma denominación a conceptos instituciones y fenómenos políticos muy diversos, propios de situaciones o de sistemas concretos y distintos. «Los principios cambian y las palabras permane- cen y se adaptan. Incluso las ideas políticas constantes o permanentes, como poder, libertad, orden, etc., se matizan históricamente, plasmando significados diversos. El profesor Nikolai, en su Miseria de la dialéctica (Méjico, Cajica, 1958), opina 2O9 SALVADOR DANA MONTANO que la política es un arte que requiere habilidad técnica y no un esquema que pueda llenarse con fórmulas (pág. 421). La ciencia y la política a su juicio, viven en esfe- ras distintas, lo que obstaculiza el abrazo salvador de ambas cosas: la ciencia puede esperar, la política, no. Además, la ciencia tiene dos inconvenientes graves: i.° Está dialectizada. 2.0 Está oficializada (págs. 42 y sigs.). De ahí el peligro del monopolio estatal de la enseñanza, sobre todo de )a superior o universitaria, sede en la que se tratan o deben tratarse estos problemas políticos, y de donde deben salir las solu- ciones nacionales de los mismos. «Todo doctnnarismo •—opina Nikolai— es anticien- tífico : por ser estacionario, se vuelve pronto conservador y reaccionario» (pág. 426). Sin embargo, cree que los dialécticos cederán su puesto a los técnicos en el Go- bierno y en la política: «El orden y la regularidad que existen en las fábricas y las. grandes Empresas comerciales, reinará un día también en el Estado. Lo esencial será entonces qué principios reemplazarán a los príncipes y a sus modernos sustitutos que todavía quieren gobernar en el viejo sentido» (pág. 410). Para él será el reino de la razón. Para Renán sería el de la Filosofía. (E) A nuestro juicio, esta cuestión o aspecto del asunto está estrecha e indisolu- blemente relacionada con el anterior, el relativo al objeto de la Ciencia Política. Según sea éste será la finalidad o el objetivo de la misma. Conviene recordar a este pro- pósito la síntesis que el profesor Avery Leiserson hiciera en un artículo escrito para la revista Political Reseach, traducido al español y publicado en la REVISTA DE ESTU- DIOS POLÍTICOS, de Madrid (núm. 121, enero-febrero 1962, págs. 131-6), titulado, «¿Están trabajando los políticos científicos en problemas importantes?». La direc- ción normativa e idealista propia de la primera concepción o enfoque de nues- tra disciplina, asigna a la Ciencia Política la misión, la finalidad de suministrar los. principios de organización ideal del Estado, tal como nosotros la concebimos. La pura- mente descriptiva o expositiva de la segunda, la confunde a la Ciencia Política con la doctrina del Estado o teoría política, y la última confunde la finalidad de la Ciencia- Política con la de otras disciplinas, como la Sociología, la Moral, la Filosofía, etc. 2 I O
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