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Orientación Universidad
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Nietzsche y la Crisis de la Educación en el Siglo XIX, Apuntes de Educación Avanzada

Federico Nietzsche, joven profesor de la Universidad de Basilea, reflexiona sobre la situación de la educación en Alemania durante el siglo XIX, donde dominan dos tendencias opuestas: la extensión de la cultura y su debilitamiento. Nietzsche critica el uso político de la cultura y la superficialidad en la educación, y plantea la importancia de la crítica y la renovación de la acción y la cultura. Este texto invita a pensar nuestra propia educación y prácticas pedagógicas de una manera distinta.

Tipo: Apuntes

2018/2019

Subido el 15/07/2022

carlos-sader-gomez-perez
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¡Descarga Nietzsche y la Crisis de la Educación en el Siglo XIX y más Apuntes en PDF de Educación Avanzada solo en Docsity! En el siglo XIX, Nietzsche se preguntaba por las dos tendencias opuestas que dominaban las realidades educativas de la Alemania de ese entonces. Ahora se muestra, la vigencia de su propuesta y reflexionar sobre la actual situación del sistema educativo del país. Este texto de Niezsche nos invita a pensar que los “nuevos” problemas y discursos sobre la educación no son tan nuevos y en eso, este texto es lúcidamente actual e invita a pensar nuestra Escuela, nuestras prácticas pedagógicas y discursivas de una manera distinta, sin afán, para los que gusten de perder el tiempo pensando empiezan sus desencuentros con el mundo académico–, Federico Nietzsche, joven profesor de la Universidad de Basilea, pronunció cinco conferencias sobre lo que pensaba que era la situación de la educación en la Alemania de su época es preciso tomarse en serio lo que Nietzsche dice, «pero no al pie de la letra» (Kouba, 2009, 15). El mismo Nietzsche lo advierte en una carta a Carl Fuchs: «No es necesario ni deseable que alguien tome partido por mí. Al contrario, una dosis de curiosidad, como la que nos inspira una planta extraña, acompañada de una resistencia irónica, me parecería una posición incomparablemente más inteligente en relación a mi persona» (Friedrich Nietzsche, carta a Carl Fuchs, 29 de julio de 1888, citado por Safranski, 2002, 15). e e. ra Ll ' y | Ary , - ¿MÍTICA ¡OS Valores 2 1al Ultura europea. A ; e y YITALISMO Ml A Yo 5 dao! sa “YY la vida h e TF a 97 La división del trabajo en las ciencias tiende prácticamente hacia el mismo objetivo, al que aspiran aquí y allá conscientemente las religiones, es decir a una reducción de la cultura, o, mejor, a su aniquilación despiadadamente la apisonadora de esa pseudocultura. "una ciencia que devora como un vampiro a sus criaturas" Los estudios superiores, en opinión de Nietzsche, han terminado convertidos en una fábrica de producción de profesionales que son capaces de practicar la "fidelidad del detalle" o "del recadero", gentes sin la más mínima posibilidad de ofrecer una opinión calificada sobre cualquier tema que vaya algo más allá de su reducida esfera de especialidad, por ejemplo incapaces de tener una opinión en el campo de los problemas de la cultura y de la ciudadanía. Dirá que esa tarea de síntesis ha caído por desgracia en manos del periodismo –hoy diríamos de manera más amplia los medios de comunicación, aunque también la llamada literatura de superación, la verdadera "filosofía" del hombre moderno–. Nietzsche designa a la prensa como "viscoso tejido conjuntivo" que ha terminado por ser quien "establece las articulaciones entre todas las formas de vida, todas las clases, todas las artes, todas las ciencias, y que es sólido y resistente como suele serlo precisamente el papel periódico". Por nuestra parte, hoy tendríamos que mencionar el papel de la radio, la principal vocera de la improvisación cultural en nuestra época. a pesar de su diagnóstico, ese filósofo pesimista y provocador que fue Federico Nietzsche, mantenía aún su confianza en el trabajo del pensamiento y en sus efectos prácticos, y por eso reclamará por la existencia de un lugar para la crítica de la educación y de la sociedad, más allá de la falsa oposición entre "los servidores de lo evidente" –quienes declaran que todo marcha de maravilla– y los "solitarios" –prisioneros de su propia lucidez no comunicada–, y designará a ese lugar como el de los "combatientes" –"aquellos que están henchidos de esperanza" Pues hasta el presente, por lo menos en el caso de la universidad colombiana, extender ha seguido siendo sinónimo de debilitar la cultura, y de someterla al régimen de Nuestro Señor el Mercado, por la vía de la multiplicación incontrolada de las formaciones profesionales, el ofrecimiento de toda clase de títulos con pocos requisitos, la promoción de una formación acelerada (estudiantes con acumulación semestral de cinco y seis materias, según lo que puedan pagar), y de manera suave y disimulada la expulsión de la crítica como fundamento del pensar. La conexión entre este orden social y la economía es más que evidente. El premio Nobel de economía Joseph E. Stiglitz (2016) lo deja muy claro en su último libro: observar las políticas económicas a través de las lentes del aprendizaje, para bien o para mal, las políticas gubernamentales tienen efectos directos e indirectos sobre el aprendizaje. ¿Quién va a ser el osado, entre los especialistas de la pedagogía, que se oponga a este discurso tan fuertemente blindado sin colocarse, de inmediato, en las filas de los desertores del progreso, sin convertirse en un reaccionario conservador? La apuesta aquí consiste en intentar cuestionar esa lógica economicista de la educación, tratar de explorar otras vías para pensar tanto la educación como el arte del aprender. : «La finalidad de la educación de los hijos es poner en el mundo hombres más libres de lo que somos nosotros. Ninguna reflexión es tan importante como la tocante a la herencia de las cualidades» (Nietzsche, 2004, verano de 1876, 17 [28], 51). Me he referido antes a cierta pérdida contemporánea de la idea de la educación como «formación», una pérdida que viene propiciada por el predominio de las voces autorizadas y expertas que componen el discurso de la sociedad del aprendizaje. La conversación educativa está enteramente subyugada por voces expertas y especializadas. En una conversación conducida por voces preeminentes (la de los expertos, los científicos o los técnicos), esas otras voces «menores» constituyen una especie de voz «suplementaria» (un párergon) difícil de entender. S La voz de Nietzsche, al introducirla en esta conversación educativa enteramente dominada por voces expertas, abre una grieta en su seno por la que se cuelan algunas cosas. Probablemente con la voz de Nietzsche asistimos al nacimiento de una reflexión sumamente incómoda para buena parte del pensamiento y la filosofía contemporáneas, también para la pedagogía. Pues para Nietzsche el objetivo de la cultura es educar al animal humano para liberar en él una segunda naturaleza o una especie de naturaleza más natural. Criticando las instituciones de la cultura de la Alemania de su tiempo, percibe que la educación no es sino un sistema de medios para arruinar las excepciones a favor de la regla: «La educación: un sistema de medios para arruinar la excepción a favor de la regla. La formación: un sistema de medios para disponer el gusto contra la excepción, a favor de los mediocres» (Nietzsche, 2009, 16 [6], 672). La civilización es una especie de olvido de sí (de lo animal e instintivo del hombre), pues es gracias a este olvido como resulta posible el nacimiento del animal humano en tanto que humano, y donde los seres humanos pueden entenderse a sí mismos como seres racionales y morales. Pero este comienzo trae como consecuencia la degeneración de la vida humana y de la cultura. La civilización desvincula al ser humano de su inicio animal, produciéndose un vacío que la civilización misma tratará de llenar mediante la ficción de un relato según el cual el mundo es una especie de orden moral y racional. En ese punto, los discursos de la civilización y del cristianismo comparten su interés por el mejoramiento moral del ser humano a base de control y procesos de domesticación pastoral del rebaño: Llamar a la domesticación del animal ‘mejoramiento’ suena a nuestros oídos casi como una broma. Cualquiera que sepa lo que sucede en una casa de fieras dudará que en ellas la bestia ‘mejore’. Es debilitada, es hecha menos dañina, es convertida, mediante el efecto depresivo del miedo, mediante las heridas, mediante el hambre, en una bestia enfermiza. –Lo mismo ocurre con el humano domesticado que el sacerdote ha ‘mejorado’– (Nietzsche, 2013, 94). El nuevo lenguaje del aprendizaje del que antes hablábamos parece, en este sentido, enteramente fundado en una imagen de la «persona educada» que instituye una especie de maquinaria antropológica según la cual lo «humano» se forja contra lo «no humano» que hay en nosotros: nuestra parte animal, es decir, no moral y no racional. De modo que lo que llamamos «ser humano educado» no es sino el «sujeto civilizado», donde la «civilización» ha establecido un pacto con el olvido: el olvido del comienzo animal de lo humano. El «afuera» de lo humano se produce (y esto significa que, en rigor, «se fabrica»), dirá Agamben (2005, 52), por medio de un dispositivo de exclusión de algo que está dentro (nuestra parte animal), de modo que lo inhumano se construye como animalización de lo humano, lo que produce una serie de imágenes que históricamente están bien documentadas: semi-hombre, enfant-sauvage, Homo Feres; pero, igualmente: esclavo, bárbaro, extranjero, y La posición de Nietzsche con respecto a la educación depende enteramente de su crítica de la cultura. Para él, la verdadera liberación del hombre no se alcanza, como hemos visto, abandonando la animalidad, sino superando formas demasiado humanas de moralidad y de racionalidad. Nietzsche niega la creencia en el progreso, pero, al mismo tiempo, tampoco aboga por el retorno a una naturaleza originaria, ni propende un regreso romántico a un supuesto origen más elevado o más puro. Así pues, lo que Nietzsche pretende es estudiar la cultura, no como un fenómeno racional y moral, sino como un fenómeno de la vida. Lo interesante de la cultura no es que a través de ella el ser humano se libere o se emancipe de la animalidad, sino justo todo lo contrario: que se reencuentre con ella. Por eso, para la reflexión de Nietzsche sobre la educación el núcleo fundamental es el encuentro, la relación, entre el maestro y el discípulo, una relación problemática pues supone una articulación paradójica entre la autoridad de aquél y la autonomía del discípulo. Todo reside en la cuestión de esa vitalidad y de su articulación con las fuerzas vivas de la juventud. Poner a los jóvenes en contacto con ese pasado vivo es volverles inactuales, intempestivos, anacrónicos. Y de eso se trata: de que no den el salto por encima de la cultura para insertarse en el medio social y del trabajo. Se trata de transformarles en lo que son: en individuos. Si alguien se preguntase por el modelo educativo que Nietzsche reivindicaría, la respuesta es mucho más fácil de responder de lo que imaginamos. Se trataría de algo, en verdad, anacrónico, como no podía ser de otro modo: una comunidad de amigos, de verdaderos espíritus libres, formando escuelas filosóficas al estilo de los griegos. Si un verdadero deseo de libertad y emancipación pasa por ir contra la historia, una escuela à la Nietzsche no podría ser de otro modo. En Nietzsche atisbamos entonces una filosofía, y una política que, en relación a la educación, busca la verdadera emancipación del individuo (Astor, 2014, 114- 115), la transformación del hombre en individuum.
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