Docsity
Docsity

Prepara tus exámenes
Prepara tus exámenes

Prepara tus exámenes y mejora tus resultados gracias a la gran cantidad de recursos disponibles en Docsity


Consigue puntos base para descargar
Consigue puntos base para descargar

Gana puntos ayudando a otros estudiantes o consíguelos activando un Plan Premium


Orientación Universidad
Orientación Universidad

El sistema social de Talcott Parsons, Traducciones de Sociología

Excelente libro de Talcott Parsons

Tipo: Traducciones

2019/2020
En oferta
30 Puntos
Discount

Oferta a tiempo limitado


Subido el 29/03/2020

luis-eduardo-torres-moron
luis-eduardo-torres-moron 🇨🇴

5

(2)

3 documentos

1 / 371

Toggle sidebar
Discount

En oferta

Documentos relacionados


Vista previa parcial del texto

¡Descarga El sistema social de Talcott Parsons y más Traducciones en PDF de Sociología solo en Docsity! TALCOTT PARSONS EL SISTEMA SOCIAL PREFACIO... ÍNDICE ANALÍTICO..... . LOS PROCESOS DE CAMBIO DE LOS SISTEMAS SOCIALE: ÍNDICE EL MARCO DE REFERENCIA DE LA ACCIÓN Y LA TEORÍA GENERAL DE LOS SISTEMAS SOCIALES... LOS PRINCIPALES PUNTOS DE REFERENCIA Y COMPONENTES ESTRUCTURALES DEL SISTEMA SOCIAL. LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA SOCIAL L LA ORGANIZACIÓN DE LOS COMPONENTES EN SUBSISTEMAS... LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA SOCIAL II. PUNTOS INVARIABLES DE REFERENCIA PARA LA DIFERENCIACIÓN Y VARIACIÓN ESTRUCTURALES DE LAS SOCIEDADES... LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA SOCIAL III. DIFERENCIACIÓN Y VARIACIÓN EMPÍRICAS EN LA ESTRUCTURA DE LAS SOCIEDADES... 101 EL APRENDIZAJE DE LAS EXPECTATIVAS SOCIALES DE LOS ROLES Y LOS MECANISMOS DE SOCIALIZACIÓN DE LA MOTIVACIÓN... ...132 LA CONDUCTA DESVIADA Y LOS MECANISMOS DE CONTROL SOCIAL ...... ...162 LOS SISTEMAS DE CREENCIAS Y EL SISTEMA SOCIAL; EL PROBLEMA DEL «ROL DE LAS IDEAS»... LOS SÍMBOLOS EXPRESIVOS Y EL SISTEMA SOCIAL: LA COMUNICACIÓN DEL AFECTO. .......... ESTRUCTURA SOCIAL Y PROCESO DINÁMICO: EL CASO DE LA PRÁCTICA MÉDICA MODERNA. . CONCLUSIÓN: EL PUESTO DE LA TEORÍA SOCIOLÓGICA ENTRE LAS CIENCIAS ANALÍTICAS DE LA ACCIÓN..... 5 básica, según la concebimos aquí, requería otros dos volúmenes paralelos a este que el lector tiene en sus manos. Otra de las diferencias entre las dos publicaciones consiste en el hecho de que la mayoría del material de este libro se escribió en su forma última algo después del texto de la monografía. El desarrollo de las ideas teóricas ha progresado tan rápidamente que una diferencia de pocos meses e incluso semanas puede llevar a cambios importantes; por eso hay algunas diferencias en las posiciones adoptadas en las dos publicaciones. Este proceso de desarrollo afecta inevitablemente incluso a la coherencia interna de este libro. No resulta posible trabajar intensivamente en una de sus partes sin que al introducir algunos cambios en ella se produzcan implicaciones que afectan a otros puntos del libro; el proceso de revisión jamás llega a armonizar el conjunto por completo. El lector puede encontrar, en general, una coherencia que no es perfecta. Creo que es mejor correr este riesgo y publicar este libro, que seguir revisándolo indefinidamente. De este modo puede beneficiarse de la crítica, y dentro de un tiempo relativamente corto intentar una revisión. Es de esperar que esa revisión en —digamos— cinco años llevará a cambios sustanciales. Este campo está sometido a un proceso en desarrollo tan rápido como para que esto sea inevitable. Una obra producida en las circunstancias que acabamos de describir debe a otras personas más de lo que es corriente. A quien más directamente debe algo es a Edward Shils, coautor de la monografía Values, Motives and Systems of Action. Es casi imposible separar las contribuciones individuales a la monografía, y buena parte de este pensamiento conjunto se ha vertido en este libro. Muy importante es también mi deuda por Edward Tolman por los muchos y largos debates que sostuvimos durante el proyecto en colaboración, y con Richard Sheldon, que participó en la mayoría de ellos. Naturalmente, en el trasfondo de todo esto se encuentra la enorme influencia de los grandes fundadores de la moderna ciencia social, entre los que destacan las tres figuras principales de mis estudios anteriores —Pareto, Durkheim y Max Weber— y aparte de ellos, especialmente Freud. A lo largo de dos años, la asociación con varios colegas ha tenido para mí una enorme importancia; especialmente, con Clyde y Florence Kluckhohn y, particularmente, con Robert Freed Bales y Francis X. Sutton. No menos importancia han tenido muchos debates con una serie de estudiantes muy capacitados —demasiado numerosos para poder mencionar nada más que a unos cuantos—; pero cabe citar especialmente un subcomité de un seminario sobre estructura social del que formaban parte Francois Bourricaud, Renée Fox, Miriam Massey, el rev. John V. Martin, Robert M. Wilson y el doctor Lyman Wynne, ya que como grupo desentrañamos juntos muchos de los problemas del proceso de la motivación en el sistema social. Una considerable porción de la labor de este libro se realizó como parte del proyecto general sobre los fundamentos teóricos del campo de las relaciones sociales, en conexión con el cual fueron a Harvard los profesores Tolman y Shils. Compartió, por tanto, los beneficios de la ayuda económica que dió al proyecto la fundación Carnegie de Nueva York y el laboratorio de Relaciones Sociales de Harvard. Agradecemos aquí esta ayuda. Finalmente, la secretaria del Departamento de Relaciones Sociales, Weymouth Yelle, supervisó con gran competencia el trabajo material de poner en limpio el manuscrito, que realizaron Seymour Katz y Norman F. Geer. El índice lo preparó Stuart Cleveland. El autor hace constar su gratitud por la eficaz realización de estos indispensables servicios. TALCOTT PARSONS Cambridge, Mass. Febrero 1951. CAPÍTULO 1 EL MARCO DE REFERENCIA DE LA ACCIÓN Y LA TEORÍA GENERAL DE LOS SISTEMAS DE ACCIÓN: CULTURA, PERSONALIDAD Y EL PUESTO DE LOS SISTEMAS SOCIALES El objeto de este volumen es la exposición e ilustración de un esquema conceptual para el análisis de los sistemas sociales dentro de los términos del marco de referencia de la acción. Se ha querido que sea una obra teórica en un sentido estricto. No le conciernen directamente ni las generalizaciones empíricas ni la metodología, aunque contendrá, desde luego, una cantidad considerable de ambas cosas. Naturalmente el valor de un esquema conceptual como el que se expone en esta obra consiste, en última instancia, en demostrar su utilidad en la investigación empírica. Sin embargo, no intentamos establecer en esta obra un resumen sistemático de nuestros conocimientos empíricos —lo que sería necesario hacer en una obra de sociología general—. Se centra en un esquema teórico. El tratamiento sistemático de sus utilizaciones empíricas tendrá que ser emprendido por separado. El punto de partida fundamental es el concepto de los sistemas sociales de acción. En este sentido, la interacción de los actores individuales tiene lugar en condiciones tales que es posible considerar ese proceso de interacción como un sistema (en el sentido científico) y someterlo al mismo orden de análisis teórico que ha sido aplicado con éxito a otros tipos de sistemas en otras ciencias. Los puntos fundamentales del marco de referencia de la acción han sido estudiados por extenso en otro lugar y aquí sólo necesitan ser brevemente resumidos.' El marco de referencia se ocupa de la «orientación» de uno o más actores —en el caso individual fundamental, organismos biológicos— hacia una situación, que comprende a otros actores. El esquema —relativo a las unidades de acción e interacción— es un esquema relacional. Analiza la estructura y procesos de los emas constituidos por las relaciones de esas unidades con sus situaciones, incluyendo otras unidades. En cuanto tal, no le concierne la estructura interna de las unidades, excepto en la medida en que afecte directamente al sistema relacional. La situación, por definición, consiste en objetos de orientación; así la orientación de un actor dado» se diversifica frente a los diferentes objetos y clases de ellos de que se compone su situación. Resulta conveniente, dentro de los términos de la acción, clasificar el mundo de objetos en tres clases: «sociales», «físicos» y «culturales». Un objeto social es un actor, que a su vez puede ser cualquier otro actor individual dado (alter), el actor que se toma a sí mismo como punto de referencia (ego), o una colectividad, que se considera como una unidad a los fines del análisis Cf Especialmente Parsons y Shils, Values, Motives and Systems of Action, en Toward a General Theory of Action. También Parsons, Structure of Social Action, y Essays in Sociological Theory y, desde luego, Weber, Theory of Social and Economic Organization. 7 de la orientación. Los objetos físicos son entidades empíricas que ni «interactúan» con el ego ni «responden» al ego, son medios y condiciones de la acción del ego. Los objetos culturales son elementos simbólicos de la tradición cultural: ideas o creencias, símbolos expresivos o pautas de valor, en la medida que sean considerados por el ego como objetos de la situación y no se encuentren «internalizados» como elementos constitutivos de la estructura de la personalidad del ego. La «acción» es un proceso en el sistema actor-situación que tiene significación motivacional para el actor individual o, en el caso de una colectividad, para sus componentes individuales. Esto quiere decir que la orientación de los procesos de acción correspondientes se relaciona con el logro de gratificaciones o evitación de privaciones del actor relevante, cualesquiera que estas sean a la luz de las estructuras relevantes de la personalidad. Solo en la medida que esta relación con la situación sea motivacionalmente relevante será considerada, en esta obra, como acción en sentido técnico. Se presume que la última fuente de energía o factor «esfuerzo» de los procesos de acción procede del organismo, y consecuentemente que, en un cierto sentido, toda gratificación o deprivación tiene una significación orgánica. Pero aunque se halle enraizada en ellas, la organización concreta de la motivación no puede ser analizada —a los fines de la teoría de la acción— como necesidades orgánicas del organismo. La organización de los elementos de la acción —a los fines de la teoría de la acción— es, sobre todo, una función de la relación del actor con su situación y la historia de esa relación, en el sentido de «experiencia». Así definida, es una propiedad fundamental de la acción no consistir en «respuestas» ad hoc a «estímulos» particulares de la situación; por el contrario, el actor desarrolla un sistema de «expectativas» en relación con los diferentes objetos de la situación. Estas pueden encontrarse estructuradas solo en relación con las propias disposiciones de necesidad del ego y con las posibilidades de gratificación o deprivación dependiente de las diferentes alternativas de la acción que el ego pueda emprender. Pero en el caso de los objetos sociales se añade otra dimensión. Parte de la expectativa del ego —en muchos casos, la parte más crucial— consiste en la reacción probable del alter a la acción posible del ego; reacción que puede anticiparse y, por ello, afectar a las propias elecciones del ego. Ahora bien, diferentes elementos de la situación, en ambos niveles, llegan a tener «significados» especiales para el ego como «signos» o «símbolos» que se convierten en relevantes para la organización de su sistema de expectativas. De un modo particular, cuando existe interacción social, los signos y los símbolos adquieren significados comunes y sirven de medios de comunicación entre los actores. Cuando han surgido sistemas simbólicos que sirven de medio para la comunicación se puede hablar de los principios de una «cultura», la cual entra a ser parte de los sistemas de acción de los actores relevantes. Aquí sólo nos conciernen los sistemas de interacción que llegan a estar diferenciados en un nivel cultural. Aunque el término «sistema social» se pueda utilizar en un sentido más elemental, esta posibilidad puede ser ignorada y —para nuestros fines— podemos concentrar nuestra atención en los sistemas de interacción de una pluralidad de actores individuales orientados hacia una situación y que comprenden un sistema de símbolos culturales entendido en común. Un sistema social —reducido a los términos más simples— consiste, pues, en una pluralidad de actores individuales que interactúan entre sí en una situación que tienen, al menos, un aspecto físico o de medio ambiente, actores motivados por una tendencia a «obtener un óptimo de gratificación» y cuyas relaciones con sus situaciones —incluyendo a los demás actores— están mediadas y definidas por un sistema de símbolos culturalmente estructurados y compartidos. Así concebido, un sistema social es solo uno de los tres aspectos de la estructuración de un sistema total concreto de acción social. Los otros dos aspectos son los sistemas de personalidad de los actores individuales y el sistema cultural que se establece en sus acciones. Cada uno de estos tres sistemas tiene que ser considerado como un foco independiente de organización de los 10 La principal razón de esto es que, en sus formas sociológicamente relevantes, las «motivaciones» se nos presentan como organizadas en el nivel de la personalidad. En este sentido, tratamos de estructuras más concretas que son concebidas como productos de la interacción de los componentes de necesidad genéticamente dados con la experiencia social. Las uniformidades en este nivel son las que tienen significación empírica para los problemas sociológicos. Para utilizar el conocimiento de e: uniformidades no es necesario, en general, desenredar los componentes genéticos y experimentales que les sirven de base. La principal excepción a esta afirmación se presenta en conexión con los problemas de los límites de la variabilidad social en la estructura de los sistemas sociales que pueden estar impuestos por la constitución biológica de la población relevante. Cuando surgen esos problemas es necesario, desde luego, movilizar todo lo que se sabe para enjuiciar las necesidades de gratificación más específicas. Un problema relacionado con el anterior es el de la relevancia no solo de las necesidades de gratificación, sino también de las capacidades o habilidades. Sabemos que éstas son muy diferentes entre los individuos. Pero a los fines teóricos más generales, se puede aplicar la misma regla de parquedad. Lo razonable de este procedimiento se confirma por el conocimiento de que las variaciones individuales son, en general, más importantes que las que existen entre poblaciones grandes, hasta el punto de que es relativamente improbable que las diferencias más importantes de los sistemas sociales a gran escala estén determinadas por diferencias biológicas en las capacidades de sus poblaciones. Para la mayoría de los fines sociológicos, la resultante de los genes y la experiencia vital es adecuada, sin intentar separar los factores. Se ha señalado que incluso la orientación más elemental de la acción en niveles animales, implica signos que son, al menos, el principio de la simbolización. Esto es inherente al concepto de expectativa, que implica algún modo de «generalización» sobre las particularidades de una sustitución-estímulo inmediatamente presente. Sin signos, el aspecto «orientacional» total de la acción no tendría ningún significado, incluyendo las concepciones de «selección» y, a su base, de «alternativas». En el nivel humano se da el paso desde la orientación de signo hacia la verdadera simbolización. Esta es la condición necesaria para que aparezca la cultura. En el esquema básico de la acción, la simbolización se encuentra implicada tanto en la orientación cognitiva como en el concepto de evaluación. Una elaboración más amplia sobre el rol y estructura de los sistemas de símbolos implica considerar la diferenciación en relación con los varios aspectos del sistema de acción, y el aspecto de compartir los símbolos y su relación con la comunicación y la cultura. Este último puede ser considerado en primer lugar. Cualquiera que sea la importancia de los prerrequisitos neurológicos, parece probable que la verdadera simbolización —como algo diferente de la utilización de signos— no puede surgir o funcionar sin la interacción de los actores, y que el actor individual solo puede adquirir sistemas simbólicos mediante la interacción con objetos sociales. Resulta sugestivo que, al menos, este hecho se pueda conectar con el elemento de «doble dependencia» implicado en el proceso de interacción. En las situaciones clásicas de aprendizaje animal, el animal tiene alternativas entre las que puede elegir y desarrolla expectativas que pueden ser «desencadenadas» por ciertos signos o «señales». Pero el signo es parte de una situación que es estable con independencia de lo que el animal hace; el único problema que se le presenta al animal es el de si puede «interpretar» el signo correctamente; por ejemplo, que el tablero negro significa comida, y el blanco sin comida. Pero en la interacción social, las posibles «reacciones» del alter pueden abarcar un orden considerable, y la selección dentro de ese orden depende de las acciones del ego. En este sentido, para que el proceso de interacción se estructure, el significado de un signo tiene que ser abstraído de lo particular de la situación. Es decir, su significado tiene que ser estable mediante un orden más amplio de «condicionales» que comprende las alternativas dependientes no solo de la acción 11 del ego, sino también de la del alter y las posibles permutaciones y combinaciones de la relación entre ellas. Cualesquiera que sean los orígenes y procesos de desarrollo de los sistemas de símbolos, es bastante claro que la complicada elaboración de los sistemas de acción humanos no es posible sin sistemas simbólicos relativamente estables en que la significación no dependa predominantemente de situaciones muy particularizadas. La única implicación más importante de esta generalización es, acaso, la posibilidad de comunicación, porque las situaciones de dos actores no son nunca idénticas, y sin la capacidad de abstraer el significado de las situaciones más particulares la comunicación sería imposible. Pero, a su vez, esta estabilidad de un sistema de símbolos —estabilidad que tiene que dilatarse entre los individuos y a través del tiempo— no podría probablemente mantenerse, a menos que funcionara dentro de un proceso de comunicación en la interacción de una pluralidad de actores. A ese sistema de símbolos compartidos que funciona en la interacción es a lo que llamaremos aquí tradición cultural. Existe una relación fundamental entre este aspecto y la «orientación normativa» de la acción, como a menudo ha sido llamada. Un sistema simbólico de significados es un elemento de orden «impuesto», por así decirlo, en una situación real. Incluso la comunicación más elemental no es posible sin algún grado de conformidad con las «convenciones» del sistema simbólico. Dicho de otro modo: la mutualidad de las expectativas está orientada por el orden compartido de significados simbólicos. En la medida que las gratificaciones del ego llegan a ser dependientes de las reacciones del alter, se establece un criterio condicional acerca de las condiciones que provocarán o no reacciones «gratificantes», y la relación entre estas condiciones y las reacciones se torna, en cuanto tal, parte del sistema significativo de la orientación del ego hacia la situación. La orientación hacia un orden normativo, y el entrelazamiento mutuo de expectativas y sanciones —<ue será fundamental para nuestro análisis de los sistemas sociales— se encuentra enraizado, por tanto, en los fundamentos más profundos del marco de referencia de la acción. Esta relación fundamental es también común a todos los tipos y modos de orientación interactiva. Pero, no obstante, es importante establecer ciertas diferenciaciones en la primacía relativa de los tres elementos modales (catético, cognitivo y evaluativo) que han sido diseñados más arriba. Se puede llamar valor a un elemento de un sistema simbólico compartido que sirve de criterio para la selección entre las alternativas de orientación que se presentan intrínsecamente abiertas en una situación. En un cierto sentido, la «motivación» consiste en la orientación hacia la mejora del equilibrio entre gratificación-privación del actor. Pero ya que la acción sin componentes cognitivos y evaluativos, en su orientación, es inconcebible dentro del marco de referencia de la acción, el término motivación será utilizado en esta obra incluyendo los tres aspectos, no solo el catético. Mas desde este aspecto de la orientación motivacional de la totalidad de la acción, en vista del rol de los sistemas simbólicos, es necesario distinguir un aspecto de «orientación de valor». Este aspecto no se refiere al significado del estado de las cosas esperado por el autor para su equilibrio entre gratificación-privación, sino al contenido de los criterios selectivos mismos. En este sentido, el concepto de orientación de valor es, pues, el instrumento lógico para formular un aspecto central de la articulación de las tradiciones culturales en el sistema de acción. Se sigue de la derivación de la orientación normativa y el rol de los valores en la acción, según se dijo más arriba, que todos los valores implican lo que podría llamarse una referencia social. En la medida en que los valores son culturales, más que puramente personales, son de hecho compartidos. Incluso si son idiosincráticos para el individuo, en virtud de las circunstancias de su génesis, los valores se definen en relación con una tradición cultural compartida; lo idiosincrático consiste en desviaciones de la tradición compartida y se define de esta manera. 12 Ahora bien, junto a la referencia social, los criterios del valor pueden también diferenciarse por sus relaciones funcionales con la acción del individuo. La referencia social implica, desde el lado motivacional, una significación evaluativo de todos los criterios de valor. Pero la relevancia primaria de un criterio puede serlo para las definiciones cognitivas de la situación, para las «expresiones» catéticas o para la integración del sistema de acción como un sistema o parte de él. De ahí que, por el lado de la orientación, se pueda repetir la clasificación tripartita de los «modos» de orientación como criterios cognitivos, criterios apreciativos y criterios morales de orientación de valor. Procede una explanación de estos términos. La clasificación, según se ha dicho, corresponde a la de los modos de orientación motivacional. En el caso cognitivo no existe mucha dificultad. Al aspecto motivacional le concierne el interés cognitivo en la situación y sus objetos; la motivación para definir cognitivamente la situación. Al aspecto de la orientación de valor, por otra parte, le conciernen los criterios por los que evalúa la validez de los enjuiciamientos cognitivos. Algunos de ellos —como los criterios más elementales de lógica o adecuación de la observación— pueden ser universales culturales, en tanto que otros elementos son culturalmente variables. En cualquier caso se trata de una cuestión de evaluación selectiva, de criterios de preferencia entre soluciones alternativas de problemas cognitivos, de interpretaciones alternativas de fenómenos y objetos. El aspecto normativo de la orientación cognitiva no ofrece dificultad. En el caso de la catexis, esto ya no es tan obvio. En un cierto sentido, desde luego, la relación del actor con un objeto o es o no es gratificante de un modo concreto. Pero no hay que olvidar que esa gratificación se presenta como parte de un sistema de acción en que los actores se encuentran, en general, normativamente orientados. No es posible que los criterios normativos de evaluación carezcan de relevancia en esta cuestión. Existe siempre una cuestión sobre lo correcto y apropiado de la orientación en este respecto, por lo que se refiere a la elección del objeto, y la actitud hacia el objeto. Ello, pues, implica criterios por los que se pueden hacer las selecciones entre las posibilidades de significación catética. Finalmente, el aspecto evaluativo de la orientación motivacional también tiene su contrapartida de orientación de valor. A la evaluación le concierne el problema de integrar los elementos de un sistema de acción; fundamentalmente, el problema de «usted no puede comerse el pastel y tenerlo al mismo tiempo». Ambos criterios de valor —el cognitivo y el apreciativo— son desde luego relevantes al respecto. Pero todo acto tiene ambos aspectos: el cognitivo y el catético. En consecuencia, la primacía de los intereses cognitivos no resuelve el problema de integrar la acción concreta sobre la base de los intereses catético y viceversa. Tiene que haber por ello —en un sistema de acción— un foco importantísimo de criterios evaluativos que ni son cognitivos ni son apreciativos, sino que implican una síntesis de ambos aspectos. Parece apropiado llamarles criterios morales. En un cierto sentido, constituyen los criterios en base a los cuales son evaluadas las mismas evaluaciones más particulares. Debe ser claro también que, a partir del carácter general de los sistemas de acción, los criterios morales tienen, en este sentido, una relevancia social peculiar. Esto es así porque todo sistema de acción es concretamente, en un aspecto, un sistema social, si bien el foco de la personalidad es muy importante a ciertos fines. La referencia moral no es en absoluto exclusivamente social, pero sin la referencia social no es posible concebir un sistema de acción concreto como integrado en un sentido total. En particular, desde el punto de vista de cualquier actor dado, la definición de las pautas de derechos y obligaciones mutuos, y de los criterios que los dirigen en su interacción con los otros, es un aspecto crucial de su orientación general hacia su situación. A causa de esta relevancia especial para el sistema social, los criterios morales llegan a ser el aspecto de la orientación de valor que tiene mayor importancia directa para el 15 uniformes sean constitutivos de cada una de las diferentes personalidades de la misma manera. Cada uno de estos roles se encuentra integrado dentro de un sistema de personalidad diferente, y por ello no «significa la misma cosa» en un sentido preciso para dos personalidades. La relación de la personalidad con una estructura de rol uniforme es de interdependencia e interpenetración, mas no de «inclusión», en donde las propiedades del sistema de la personalidad están constituidos por los roles que se estima que le han «hecho». Veremos que existen homologías importantes entre la personalidad y el sistema social. Pero se trata de homologías, no de relaciones macrocosmos-microcosmos; esta distinción es fundamental. Teniendo en cuenta estas consideraciones se desmiente la base de muchas dificultades de la psicología individual para la interpretación motivacional de los fenómenos de masas, o, por el contrario, se ha postulado una «mente de grupo». Se sigue de estas consideraciones que tanto la estructura de los sistemas sociales como los mecanismos motivacionales de su funcionamiento tiene que categorizarse en un nivel independiente tanto de la personalidad como de la cultura. Dicho de un modo provisional, la dificultad surge cuando se intenta considerar la estructura social como una parte de la cultura, o cuando se intenta considerar la «motivación social» como psicología aplicada, en el sentido de que es una aplicación directa de la teoría de la personalidad. La fórmula correcta es diferente: los fundamentos de la teoría de los sistemas sociales — como los de la teoría de la personalidad y de la cultura— son comunes a todas las ciencias de la acción. Lo cual es verdad para todas ellas, no para algunas de ellas. Pero los modos en que se han de transformar estos materiales conceptuales en estructuras teóricas no son los mismos en los tres focos principales de la teoría de la acción. La psicología, como ciencia de la personalidad, no es la «base» de la teoría de los sistemas sociales, pero es una rama principal del gran árbol de la teoría de la acción; la teoría de los sistemas sociales es otra rama. La base común no es la teoría del individuo como unidad de la sociedad, sino la teoría de la acción como «materia» de que se constituyen tanto los sistemas de la personalidad como los sistemas sociales. La tarea de los últimos capítulos será documentar esta afirmación, desde el punto de vista de analizar ciertos aspectos de la interdependencia de los sistemas sociales respecto de los sistemas de la personalidad y de la cultura. Esta obra se concreta —dentro del marco de referencia de la acción— en la teoría de los istemas sociales. Le conciernen la personalidad y la cultura, pero no en sí misma, sino en cuanto inciden en la estructura y funcionamiento de los sistemas sociales. Dentro de los sistemas de la acción, el sistema social es —según se ha señalado— un foco independiente de análisis teórico y de organización empírica real de la acción. Ya que la organización empírica del sistema es un foco fundamental, tiene que ser la norma, por así decirlo, la concepción de un sistema social empíricamente autosubsistente. Si añadimos la consideración de una duración lo suficientemente larga como para superar el espacio de una vida humana individual normal, el reclutamiento por reproducción biológica y la socialización de la nueva generación se convierten en aspectos esenciales del sistema social. Un sistema social de este tipo, que cumple todos los prerrequisitos funcionales esenciales de una persistencia prolongada, será llamado una sociedad. No es esencial al concepto de sociedad que esta no deba ser, de ninguna manera, empíricamente interdependiente de otras sociedades, sino solo que contenga todos los puntos estructurales y funcionales fundamentales de un sistema que subsis independientemente. Cualquier otro sistema social será llamado un sistema social «parcial». Es obvio que la mayoría de los estudios sociológicos empíricos se refieren más bien a sistemas sociales parciales que a sociedades totales. Lo cual es enteramente legítimo. Utilizando la sociedad como «norma» en la teoría de los sistemas sociales se asegura que el esquema conceptual sitúa explícita y sistemáticamente el sistema social parcial en el ámbito de la sociedad de que es parte. Ello hace 16 improbable que el investigador descuide rasgos esenciales de la sociedad de que forma parte el sistema social parcial; rasgos que son prerrequisitos de las propiedades de este último. Va de suyo que es siempre de la mayor importancia que se especifique el tipo de sistema que se está utilizando como objeto del anál: sociológico —si se trata o no de una sociedad—, y en caso de que no, que se especifique cómo el sistema social parcial se encuentra localizado en la sociedad de que es parte. Antes hemos señalado varias veces que no nos encontramos en posición de desarrollar una teoría dinámica completa en el cargo de la acción y que, en consecuencia, la sistematización de la teoría, en el estadio presente del conocimiento, tiene que hacerse en términos «estructural- funcionales». Es aconsejable una breve elucidación del significado e implicaciones de esta proposición antes de entrar en el análisi tantivo. Se puede dar por sentado que a toda teoría le concierne el análisis de los elementos de uniformidad en los procesos empíricos. Esto es lo que ordinariamente se entiende por interés «dinámico» de la teoría. El problema esencial es el de hasta dónde ha llegado el desarrollo de la teoría para permitir transmisiones deductivas de un aspecto o estadio del sistema a otro, de modo que sea posible decir que si los hechos en el sector A son W y X, los del sector B tienen que ser Y y Z. En algunas partes de la física y la química es posible extender muy ampliamente el campo empírico de ese sistema deductivo. Pero en las ciencias de la acción el conocimiento dinámico de este tipo es muy fragmentario, aunque en modo alguno inexistente. En esta situación existe el peligro de perder todas las ventajas de la teoría sistemática. Pero es posible conservar algunas de ellas y, al mismo tiempo, proporcionar un esquema para que aumente ordenadamente el conocimiento dinámico. El nivel estructural-funcional de sistematización teórica se concibe y emplea aquí como este segundo tipo de teoría. En primer lugar, el empirismo puro y simple se supera mediante la descripción de los fenómenos como partes o procesos de sistemas empíricos sistemáticamente concebidos. La serie de categorías descriptivas empleadas ni es ad hoc ni de mero sentido común, sino que es un sistema de conceptos cuidadosa y críticamente elaborado que se puede aplicar de un modo coherente a todas las partes o aspectos relevantes de un sistema concreto. Esto hace posible la comparabilidad y transmisión de una parte o estadio, o ambas cosas, del sistema a otro, y de sistema a sistema. Resulta muy importante que esta serie de categorías descriptivas sea tal que las generalizaciones dinámicas que expliquen los procesos sean directamente parte del sistema teórico. Esto es lo que esencialmente resuelve el aspecto motivacional del marco de referencia de la acción. Al concebir los procesos del sistema social como procesos de acción en el sentido técnico ya expuesto, es posible conectar con el conocimiento de la motivación desarrollado por la psicología moderna y, de ahí, por así decirlo, ensanchar un enorme espectáculo de conocimientos. Particularmente importante es el aspecto «estructural» de nuestro sistema de categorías. Lo que pasa es que no nos encontramos en situación de poder «captar» las uniformidades de los procesos dinámicos más que de un modo casual. Pero para dar un lugar a las que podamos captar y para encontrarnos en la posición más ventajosa a fin de ampliar nuestro conocimiento dinámico, tenemos que tener un «cuadro» del sistema en que situarlas, de las relaciones dadas de sus partes en un estadio dado del sistema y, donde el cambio ocurrirá, de lo que cambia, en qué cambia y a través de qué orden de estadios intermedios. El sistema de categorías estructurales es el esquema conceptual que proporciona este ámbito para el aná! dinámico. A medida que se amplía el conocimiento dinámico, la significación explanatoria independiente de las categorías estructurales se esfuma. Pero su función científica es, sin embargo, crucial. En consecuencia, a esta obra le concierne primariamente la categorización de la estructura de los sistemas sociales, los modos de diferenciación estructural dentro de esos sistemas y los órdenes de variabilidad de cada categoría estructural entre los sistemas. Precisamente porque nuestro conocimiento dinámico es fragmentario, es muy urgente para la sociología el dirigir la 17 atención cuidadosa y sistemática a estos problemas. Pero al mismo tiempo hay que aclarar que este interés morfológico no es un fin en sí mismo, y que sus resultados constituyen un instrumento indispensable a otros fines. Si tenemos un sistema de categorías suficientemente generalizado para la descripción y comparación sistemáticas de la estructura de los sistemas, tendremos entonces un ámbito dentro del cual podremos movilizar al máximo nuestro conocimiento dinámico de los procesos motivacionales. Pero precisamente en relación con los problemas que son significativos para el sistema social, el conocimiento que tenemos es fragmentario y de valor analítico desigual. El modo más efectivo de organizarlo, a nuestros fines, es ponerlo en relación con un esquema de puntos de referencia acerca del sistema social. Aquí es donde aparece el muy discutido concepto de «función». Tenemos desde luego que «situar» estructuralmente un proceso dinámico en el sistema social. Pero además tenemos que tener una prueba de la significación de las generalizaciones relativas al proceso. Esa prueba de la significación adopta la forma de la relevancia «funcional» del proceso. La prueba consiste en hacer la pregunta siguiente: ¿cuáles serían las consecuencias diferenciales para el sistema de dos o más resultados alternativos de un proceso dinámico? E consecuencias encajarán en estos términos: mantenimiento de la estabilidad o producción de cambio, de integración o quebrantamiento del sistema de alguna manera. Al situar los procesos motivacionales dinámicos en este contexto de significación funcional para el sistema, se da la base para la formulación del concepto de mecanismo, según se ha presentado más arriba. En este sentido, la dinámica motivacional en la teoría sociológica sirve, en primera instancia, para formular los mecanismos que «explican» el funcionamiento de los sistemas sociales, en orden al mantenimiento o ruptura de unas pautas estructurales dadas: proceso típico de transición desde una pauta estructural a otra. Semejante mecanismo es siempre una generalización empírica acerca de la operación de las «fuerzas» motivacionales en condiciones dadas. Ahora bien, la base analítica de generalizaciones puede ser extremadamente variable. A veces, sabemos empíricamente que la cosa marcha de este o aquel modo, en otros casos se necesita un fundamento más profundo para establecer una generalización —como en la aplicación de las leyes establecidas del aprendizaje o en la operación de los mecanismos de defensa en el nivel de la personalidad. Pero la formulación del problema motivacional como mecanismo es esencial para establecer la relevancia del nivel de conocimiento motivacional de que se dispone para resolver los problemas del funcionamiento de un sistema social. Para la utilidad científica de una generalización este problema de la relevancia es tan importante como el de la solidez de la generalización misma. Ahora vamos a diseñar la organización de este volumen. A continuación de la muy breve presentación, en este capítulo, de los puntos fundamentales del marco de referencia de la acción, el siguiente capítulo se ocupará de los componentes y puntos de referencia más esenciales para el análisis de los sistemas sociales como tales, mostrando el modo más general en que estos componentes llegan a estar organizados mediante la institucionalización de los roles. Seguirán tres capítulos sobre la estructura de los sistemas sociales. El primero de ellos se referirá a los tipos principales de subsistema que entran a formar parte de sistemas sociales más complejos; el segundo y tercero intentarán analizar los modos de diferenciación y los órdenes de variación estructural de las sociedades. Cuando hayamos establecido este esquema para el análisis de los procesos sociales en relación con la estructura de los sistemas sociales y su variabilidad, dirigiremos nuestra atención al análisis del proceso mismo. Este análisis cubrirá dos capítulos; el primero se ocupará de los mecanismos de la socialización, es decir, el aprendizaje de las pautas de orientación en los roles sociales; el segundo se ocupará del aná de las tendencias hacia la conducta desviada y de los mecanismos del control social que tienden a enfrentarse con ellas. 20 considerado en el contexto de su significación funcional para el sistema social. Esto es lo que llamaremos su rol. La distinción entre estatus y rol se encuentra en su raíz más íntimamente relacionada con la distinción entre las dos perspectivas recíprocas inherentes a la interacción. De una parte, cada actor es un objeto de orientación para otros actores (y para sí mismo). En la medida en que esta significación de objeto deriva de su posición en el sistema de relación social, es una significación de estatus. De otra parte, cada actor se orienta hacia otros actores. Al hacerlo, el actor está actuando, no sirviendo como objeto —esto es lo que queremos decir cuando hablamos de que está realizando un rol—. Es necesario dejar en claro que estatus y roles, o el conjunto estatus-rol, no son en general atributos del actor, sino unidades del sistema social, aunque la posesión de un estatus concreto pueda ser considerada muchas veces como un atributo. El estatus-rol es análogo a la partícula de la mecánica, no a la masa o la velocidad. En tercer lugar, vamos a referirnos al sentido en que el actor mismo es una unidad del sistema social. Como punto de referencia, el actor individual, que ocupa un estatus o realiza un rol, es siempre una unidad significativa que, sin embargo, a los fines del análisis de lo: sociales, tiene que ser considerado como una unidad de orden más alto que el estatus-rol. El actor, en este sentido, es un conjunto compuesto de estatus y roles. Pero este acto social tiene que ser distinguido de la personalidad, por cuanto en sí misma es un sistema de acción. Esta distinción procede de la irreductibilidad mutua entre la personalidad y los sistemas sociales, como hemos visto en el capítulo anterior. Tenemos, pues, tres unidades diferentes de los sistemas sociales en relación con el actor individual, que van desde la más elemental a la más compleja. La primera es el acto social, realizado por un actor y orientado hacia uno o más actores como objetos. La segunda es el estatus-rol, como el subsistema organizado de actos del actor o actores que ocupan estatus recíprocos dados y actúan recíprocamente dentro de los términos de orientaciones recíproc; dadas. La tercera es el actor mismo, como unidad social; el sistema organizado de todos sus estatus y roles, como objeto social y como «autor» de un sistema de actividades de rol. Finalmente, tenemos una unidad compleja que es la colectividad, como actor y como objeto, entrecruzándose con el actor individual. En este caso, los sectores particulares de los sistemas de acción de los actores individuales relevantes se abstraen de sus otros estatus-roles y son considerados conjuntamente. Parte de la significación del estatus-rol, en cuanto unidad, procede del hecho de que es unidad tanto para el sistema de acción del individuo como para el de la colectividad. Por ello sirve para articular los dos modos entrecruzados de organización de los sistemas sociales. Naturalmente, es en extremo importante poner en claro de cuál de es está hablando cuando una estructura social se descompone en unidades. cuatro unidades se Los prerrequisitos funcionales de los sistemas sociales ' Las relaciones interactivas, analizadas dentro de los términos de estatus y roles, tienen lugar, como hemos visto, en sistemas. Para que uno de estos sistemas constituya un orden persistente o Sobre el problema general de los prerrequisitos funcionales del sistema social, véase Aberle, Cohen, Davis, Levy, Sutton, «The Functional Prerrequisites of a Society», Ethics, IX (enero 1950), 100-111. La presente formulación debe mucho a su trabajo, pero se aparta de él más bien radicalmente. 21 desarrolle un proceso ordenado ? de cambio por etapas, tienen que darse ciertos prerrequisitos funcionales. Procede una breve exposición de estos prerrequisitos funcionales, porque proporcionan la base para un análisis más amplio de los puntos de referencia para analizar la estructura de lo; emas sociale; El problema de los prerrequisitos funcionales es un problema proteico, a causa de la variedad de los diferentes niveles en que puede ser encarado. Nosotros proponemos aquí empezar por el nivel más general y, por tanto, más formal de la teoría de la acción, y proseguir presentando las especificaciones paso a paso. Debe ser posible hacer esto de un modo suficientemente ordenado. El esquema más amplio de este tipo de análisis se puede deducir directamente de las consideraciones acerca de la acción en general que fueron expuestas en el capítulo anterior. La base de ello descansa en la intuición de que los emas de acción se estructuran en torno a tres focos integrativos: el actor individual, el sistema interactivo y un sistema de pautas culturales.* Cada uno de estos focos implica los otros y, en consecuencia, la variabilidad de cualquiera de ellos está limitada por su compatibilidad con las condiciones mínimas de funcionamiento de cualquiera de los otros dos. Desde la perspectiva de cualquier integración de la acción, como el sistema social, existen a su vez dos aspectos de esta interrelación recíproca con cada uno de los otros. Primero, un sistema social no puede estar estructurado de manera que sea radicalmente incompatible con las condiciones de funcionamiento de sus actores individuales componentes, en cuanto organismos biológicos y en cuanto personalidades, o con la integración relativamente estable de un sistema cultural. Segundo, el sistema social, a su vez, en ambos frentes, depende del requisito mismo del «apoyo» proporcionado por los otros sistemas. En este sentido, tiene que haber una proporción suficiente de sus actores componentes adecuadamente motivados para actuar de acuerdo con las exigencias de su sistema de roles, positivamente en la realización de las expectativas y negativamente en la abstención de toda conducta demasiado lesiva, es decir, desviada. Tiene, por otra parte, que evitar las pautas culturales que o fallan al definir un mínimo de orden o plantean a la gente demandas imposibles y, por ello, generan desviación y conflicto en un grado tal que es incompatible con las condiciones mínimas de estabilidad o desarrollo ordenado. Consideremos brevemente a continuación estos problemas. Hemos tratado de dejar en claro que no existe una relación simple entre las personalidades y los sistemas sociales. A causa de este hecho, en el estadio presente del conocimiento, no es posible definir con precisión cuáles son las necesidades mínimas de los actores individuales, hasta el punto de que solo pueden decirse algunas cosas más bien generales. Desde el punto de vista del funcionamiento del sistema social, no son las necesidades de todos los actores participantes las que tienen que ser comprendidas, ni todas las necesidades de uno cualquiera de ellos, sino solo una proporción suficiente de una fracción suficiente de la población. Es un fenómeno muy general, ciertamente, que las fuerzas sociales son directamente responsables de la lesión o destrucción de algunos individuos y algunos de los deseos o necesidades de todos los individuos, y aunque esto puede ser reducido es bastante probable que no pueda ser eliminado en condiciones reales. Para citar un caso muy simple, una guerra no puede ser ganada sin bajas, y la aceptación de la guerra es, a veces, una condición para la supervivencia de un sistema social como tal sistema independiente. Los elementos de esta clase de prerrequisitos funcionales se puede decir que empiezan con los prerrequisitos biológicos de la vida individual, como la nutrición y la protección física. Estos Un proceso ordenado, en este sentido, se contrasta con la desintegración de un sistema. La desintegración, en este sentido, significa desaparición de los límites del sistema en relación con su medio. Cf. Values, Motives and Systems of Action, capítulo 1. Y también en un sentido diferente en torno al medio que no es acción, es decir, los aspectos físicos de la situación. 22 inciden en los problemas sutiles de las condiciones de estabilidad mínima de la personalidad. Parece estar razonablemente bien establecido que existen condiciones mínimas de socialización respecto, por ejemplo, de la relación entre apoyo y seguridad afectivos, sin los que una personalidad que funcione no puede constituirse. El presente quehacer no es intentar el análisis de estos problemas límite, sino solamente aclarar dónde se sitúan en relación con la teoría del sistema social. Estas necesidades mínimas de los actores individuales constituyen una serie de condiciones a la que tiene que estar adaptado el sistema social. Si la variación de este último avanza demasiado en una dirección dada, ello producirá repercusiones que, a su vez, tenderán a dar origen a una conducta desviada en los actores en cuestión, conducta que o bien es positivamente lesiva o bien implica el abandono de actividades funcionalmente importantes. Una tal necesidad, en cuanto prerrequisito funcional, puede ser comparada a un manantial. En la medida que sea inadecuadamente encarada esa necesidad será necesaria una mayor «presión» para realizar ciertas pautas de acción social con que hacerle frente, y se tendrá menos energía disponible para otros fines. En ciertos puntos, para ciertos individuos o clases de ellos, la presión, pues, puede llegar a ser demasiado grande y el manantial puede desbordarse —esas personas participarán en adelante en el sistema interactivo de la personalidad y el sistema social—.* El anverso del prerrequisito funcional de satisfacer una proporción mínima de las necesidades de los actores individuales es la necesidad de asegurar una participación adecuada de una proporción suficiente de estos actores en el sistema social; esto es, motivarlos adecuadamente para las realizaciones que pueden ser necesarias para que el sistema social en cuestión persista O se desarrolle. Esto es así porque una de sus condiciones es que la necesidad de satisfacer las necesidades mínimas de los actores constituye un prerrequisito absoluto. El prerrequisito de la motivación adecuada se subdivide, a su vez, en dos aspectos principales, positivo el uno, negativo el otro. El negativo lo constituye el mínimo de control de la conducta potencialmente lesiva; es decir, de una acción que interfiere la acción de otros en sus roles dentro del sistema social. Puede implicar o acción agresiva hacia otros o simplemente acción que tiene consecuencias deletéreas para otros o para algún aspecto del sistema, sin intención agresiva. Este campo es muy complejo, pero acaso alguno de sus aspectos particulares pueda ser individualizado. Acontece que dentro de los términos de la significación funcional de un sistema social la significación de una acción o clase de ellas tiene que ser entendida no directa y primariamente sobre la base de su motivación, sino sobre la base de sus consecuencias efectivas O probables para el sistema. En este sentido, la persecución del «interés privado» puede ser enormemente lesiva en ciertas circunstancias, aún cuando el contenido de los intereses (por ejemplo, religiosos) pueda ser, en cuanto tal, éticamente aprobado en general. De un modo similar, el conflicto en sí puede ser enormemente lesivo. Si llega a ser suficientemente agudo, el problema funcional para el sistema se traduce en el control del conflicto mismo. En tal caso, los méritos del «caso» de una u otra de las partes pueden llegar a ser de importancia secundaria. Es muy importante, desde luego, no inventar generalizaciones ad hoc sobre estos prerrequisitos que pretendidamente explican ciertas clases de fenómenos sociales concretos. Este procedimiento es especialmente tentador porque estas hipótesis ad hoc pueden servir para perdonar que el investigador no haga el difícil análisis de los equilibrios y procesos internos del mismo sistema social. En sus formas más toscas, este problema ha representado un papel muy prominente en la historia del pensamiento social, como en la vigencia de teorías en que virtualmente todos los fenómenos sociales estaban determinados por la constitución genética de las poblaciones o sus medios geográficos. Es un índice de la creciente madurez de nuestra ciencia el hecho de que estas fórmulas ya no se considera que merecen ni siquiera una seria discusión. El rol positivo de estos factores condicionantes y de los procesos sociales internos están establecidos por completo en términos generales. Pero las fórmulas generales no resuelven los problemas específicos. La tarea consiste en desenredar las pautas complejas de interacción de estas dos clases de factores. 25 En la exposición de los prerrequisitos funcionales de los sistemas sociales no ha sido corriente incluir el tratamiento explícito de los prerrequisitos culturales, pero la necesidad de hacerlo se sigue directamente de las premisas principales de la teoría de la acción, según se ha dicho más arriba. La integración de las pautas culturales, tanto como su contenido específico, implica factores que, en cualquier tiempo dado, son independientes de los otros elementos del istema de la acción y, sin embargo, tienen que estar articulados con ellos. Esa integración impone «imperativos» en los otros elementos, y estos, a su vez, sobre aquella. Esta zona principal del problema funcional del sistema social puede subdividirse siguiendo las mismas líneas que en el caso del problema motivacional. En primer lugar, existen condiciones sociales mínimas necesarias para la producción, mantenimiento y desarrollo de los sistemas culturales en general y de tipos particulares de sistema cultural. Se puede presumir que el quebrantamiento del sistema de comunicación de una sociedad es, en última instancia, tan peligroso como el quebrantamiento de su sistema de orden en el antedicho sentido de la integración motivacional. Este es un aspecto de la «anomia» que merece un análisis mucho más explícito que el que ha recibido hasta ahora. El ejemplo específico más obvio lo proporciona quizá el rol del lenguaje. Sabemos con bastante seguridad que el individuo no desarrolla un lenguaje espontáneamente sin soportar un proceso de aprendizaje socialmente estructurado en relación con los otros. Es bastante seguro que este proceso tiene que formar parte de un sistema de relaciones sociales que se encuentra ordenado dentro de ciertos límites, aunque pueda ser difícil especificar en detalle esos límites. Es probable, en conjunto, que muchos grupos protohumanos fracasen al hacer la transición al nivel sociocultural humano a causa de su fracaso en cumplir los prerrequisitos de la aparición del lenguaje o de algunos otros aspectos funcionalmente esenciales de la cultura. En este sentido, un sistema social no es posible sin lenguaje ni sin algunas otras pautas mínimas de cultura, tales como el conocimiento empírico necesario para enfrentarse con las exigencias de la situación, ni sin pautas suficientemente integradas de simbolismo expresivo y de orientación de valor. Un sistema social que conduce a un quebrantamiento demasiado drástico de su cultura (por ejemplo, impidiendo los procesos de su adquisición) estaría expuesto a una desintegración tanto social como cultural. No conocemos con exactitud los límites culturales de la «sociedad humana», hasta el punto de que los antedichos límites están por determinar con exactitud. Ahora bien, respecto de ciertos tipos más específicos de pauta cultural tenemos un conocimiento relativamente detallado —por ejemplo, más adelante haremos una exposición de la ciencia moderna desde este punto de vis . En cualquier caso, la determinación de estas condiciones es un campo importante de la investigación sociológica. Apuntemos ahora una nota final sobre la orientación del problema general. La cultura puede estar «incorporada», desde luego, en forma física con independencia de los actores particulares (por ejemplo, el conocimiento en los libros), pero es un principio cardinal de la teoría de la acción que la cultura no es meramente «situacional» en relación con la acción, sino que llega a ser directamente constitutiva de las personalidades, en cuanto tales, a través de lo que los psicólogos de la personalidad suelen llamar ahora «internalización». Los prerrequisitos culturales mínimos de un sistema social se puede decir, por ello, que operan, al menos en parte, a través de las funciones de la cultura para la personalidad. Sin los recursos culturales requeridos que tienen que ser asimilados a través de la internalización, no es posible que surja un nivel humano de personalidad y, en consecuencia, que se desarrolle un tipo humano de sistema social. El otro aspecto del problema de los prerrequisitos culturales lo constituyen los recursos y organizaciones culturales adecuados para el mantenimiento del sistema social. Sobre esto ya hemos dicho algo anteriormente, pero se pueden añadir algunas notas. El conocimiento instrumental quizá sea el tipo más obvio de ejemplo. Sin un mínimo de saber técnico que haga 26 posible tratar con el medio físico y con otros seres humanos no sería posible una sociedad humana. Esto, a su vez, presupone el lenguaje. Pero consideraciones similares se pueden aplicar también a otros sectores de la cultura, a las ideas existenciales no-empíricas, a los sistemas de símbolos expresivos y, sobre todo, a las pautas de orientación de valor, acerca de las cuales mucho habrá que decir en las páginas siguientes. Se puso de manifiesto antes que las tendencias a la conducta desviada por parte de los sectores componentes plantean «problemas» funcionales para el sistema social, en el sentido de que estas tienen que ser contrarrestadas por mecanismos de control, a menos que tengan que seguirse consecuencias disfuncionales. El caso paralelo, en el lado cultural, lo constituye el mantenimiento de ciertas pautas culturales, como partes integrantes del sistema de acción en marcha, que impone ciertas tensiones. Esto puede ser cierto en ambos niveles: el de la personalidad y el del sistema social. Los casos más obvios son los de una pauta de orientación de valor y de creencias cognitivas con las que es difícil conformarse motivacionalmente. Esa dificultad pudiera atribuirse a un conflicto con la realidad. De este modo, dentro del área comprendida por la ciencia médica reconocida, el mantenimiento y la acción de ciertas creencias de la «Christian Science» pueden imponer una seria tensión al actor, especialmente cuando este no pueda ignorar el punto de vista médico. O la cuestión puede ser la dificultad de alcanzar una motivación conformativa, como en el caso en que ciertos tipos de socialización producen sentimientos profundamente antiautoritarios, hasta el punto de que, al menos, ciertas clases de autoridad no pueden ser toleradas por algunas personas. De un modo particular, un ideal utópico, cuando es aceptado e institucionalizado, impone tensiones en el sistema social. Aunque los límites en este caso como en los otros casos no sean en general conocidos, se puede decir que el sistema social tiene que ser capaz de mantener un mínimo de cultura en marcha, pero viceversa, cualquier cultura dada tiene que ser compatible con un sistema social en un grado mínimo si sus pautas no han de extinguirse y si el sistema social tiene que continuar funcionando como tal. El análisis de los mecanismos que median entre las pautas culturales y los sistemas de acción concretos en su aspecto motivacional constituye una de las áreas más importantes de problemas de la teoría de la acción y especialmente de la teoría de los sis sociales. Esta cuestión será examinada más ampliamente en los capítulos 8 y 9. La integración institucional de los elementos de la acción Un sistema de acción concreto es una estructura integrada 7 de elementos de la acción en relación con una situación. Esto quiere decir, esencialmente, integración de elementos motivacionales y culturales o simbólicos conjuntados en una cierta clase de sistema ordenado. El análisis de los rasgos generales de la acción en el capítulo anterior combinado con el análisis inmediatamente precedente de los prerrequisitos funcionales de los sistemas sociales, da como resultado ciertas especificaciones que pueden conducirnos a los rasgos estratégicos de esta estructura ordenada. Es inherente a un sistema de acción que esta se encuentre, por así decirlo, «normativamente orientada». Ello se sigue, según se vió, del concepto de las expectativas y su posición en la teoría de la acción, especialmente en la fase «activa» en que el actor persigue metas. Las expectativas, Nos concierne aquí el tipo de sistema que «mantiene sus límites», como ha sido llamado (Values, Motives and Systems of Action, op. cit.). Apuntamos allí que para este tipo de sistema el concepto de integración tiene una doble referencia: a) a la compatibilidad de los componentes del sistema entre sí, de modo que el cambio no sea necesario antes de que el equilibrio pueda ser alcanzado, y b) al mantenimiento de las condiciones de la distintividad del sistema dentro de los límites frente a su medio. La integración puede referirse a un equilibrio móvil (es decir, un proceso ordenado de cambio del sistema), tanto como a un equilibrio estático. 27 pues, en combinación con la «doble dependencia» (como ha sido llamada) de los procesos de interacción crea el problema crucialmente imperativo del orden. Pueden ser distinguidos, a su vez, dos aspectos de este problema del orden: el orden en los sistemas simbólicos que hace posible la comunicación y el orden en la mutualidad de la orientación motivacional hacia el aspecto normativo de las expectaciones, es decir, el problema del orden de Hobbes. El problema del orden, y por ello el de la naturaleza de la integración de los emas estables de la interacción social (o lo que es igual, de la estructura social), se centra en la integración de la motivación de los actores con los criterios normativos culturales que integran el sistema de acción, en nuestro contexto interpersonalmente. Estos criterios son, en los términos empleados en el capítulo anterior, pautas de orientación de valor, y como tales son una parte particularmente crucial de la tradición cultural del sistema social.* La orientación de un actor hacia la acción dependiente de otro comporta inherentemente una orientación valorativa, porque los elementos de dependencia implican la relevancia de un sistema de alternativas. La estabilidad de la interacción depende, a su vez, de la condición de que los actos de valoración particulares por ambas partes deben estar orientados por criterios comunes, puesto que solo sobre la base de esos criterios es posible el «orden» en los contextos motivacional y de la comunicación. Existe un orden de modos posibles de orientación, en el sentido motivacional, hacia un criterio de valor. Quizá la distinción más importante sea entre la actitud de «conveniencia» en un polo, donde la conformidad o la no-conformidad es una función de los intereses instrumentales del actor, y en el otro polo la «introyección» o internalización del criterio, de manera que actuar en conformidad con este llega a ser una disposición de necesidad en la propia estructura de la personalidad del actor, relativamente independiente de cualquiera de las consecuencias instrumentalmente significativas de esa conformidad. Esta última tiene que ser considerada como del tipo básico de integración de la motivación con una estructura normativa pautada de valores. Para justificar esta última proposición es necesario penetrar algo en la naturaleza de los procesos de interacción. En el caso de un actor concreto (ego) existe enseguida un sistema de expectativas relativo a otro dado (alter). Con respecto a la acción del alter, esto implica para el ego esperanzas y ansiedades; es decir, que algunas de las reacciones posibles del alter serán favorables desde el punto de vista del ego y otras desfavorables. En términos generales, existe una base psicológica justificada para decir que la orientación del ego tenderá por equilibrio a orientarse hacia estimular las reacciones favorables, que producen gratificación, y evitar las provocaciones de reacciones desfavorables, que producen deprivación. Generalmente, en la medida en que los criterios normativos sobre cuya base están interactuando el ego y el alter son compartidos y claros, la acción del ego estimulará reacciones favorables por parte del alter, de acuerdo con los criterios en cuestión, y desfavorables, desviándose de ellos (y, desde luego, viceversa). El resultado de esta circunstancia es la tendencia a coincidir de la dimensión conformidad-desviación y de la favorable-desfavorable o gratificación-deprivación. Dicho de otra manera, la condición básica para que pueda estabilizarse un sistema de interacción es que los intereses de los actores tiendan a la conformidad con un sistema compartido de criterios de orientación de valor. Existe, a su vez, una doble estructura de esta «unión». En primer lugar, en virtud de la internalización del criterio, la conformidad con este tiende a ser para el ego de significación personal, expresión o instrumental, o ambas cosas. En segundo lugar, la estructuración de las reacciones del alter ante la acción del ego, como sanciones, es una función de su conformidad con el criterio. Por ello, la conformidad, como modo directo de cumplimiento de sus propias $ Los otros componentes de la tradición cultural plantean problemas algo diferentes que serán considerados en la siguiente sección. 30 constituidos la colectividad tiende a disolverse. Si se da esta vinculación queda mucho campo para el cumplimiento de los intereses privados. La vinculación con los valores comunes significa, considerada motivacionalmente, que los actores tienen «sentimientos» '? comunes que apoyan las pautas de valor, lo cual significa que la conformidad con las expectativas relevantes es considerada como una «buena cosa», relativamente independiente de cualquier «ventaja» específica instrumental que se pueda obtener con esa conformidad, por ejemplo, evitando las sanciones negativas. Más aún, esta vinculación con los valores comunes, en tanto que puede encajarse con las necesidades de gratificación inmediatas del actor, tiene siempre también un aspecto «moral», por cuanto de alguna manera esta conformidad define las «responsabilidades» del actor en el sistema de acción social en que participa. El foco específico de la responsabilidad es naturalmente la colectividad que está constituida por una orientación de valor común particular. Finalmente, resulta bastante claro que los «sentimientos» que apoyan esos valores comunes no son de ordinario, en su estructura específica, la manifestación de propensiones constitucionalmente dadas del organismo. En general, son aprendidas o adquiridos. Más aún: la parte que estos juegan en la orientación de la acción no es predominantemente la de objetos culturales que son conocidos y «adaptados», sino la de pautas culturales que han llegado a estar internalizadas; constituyen parte de la estructura del sistema de la personalidad del actor mismo. sos sentimientos o «actitudes de valor», como pueden ser llamados, son, en consecuencia, puras disposiciones de necesidad de la personalidad. Solo en virtud de la internalización de valores institucionalizados tiene lugar una auténtica integración motivacional de la conducta en el sistema social; solo así los «más profundos» estratos de la motivación quedan pertrechados para el cumplimiento de las expectativas de rol. Solo cuando esto ha tenido lugar en un alto grado es posible decir que un sistema se encuentra altamente integrado, y que los intereses de la colectividad y los intereses privados de sus miembros constituyentes se aproximan '! a la coincidencia. Esta integración de una serie de pautas de valores comunes con la estructura de la disposición de necesidad internalizada de las personalidades constituyentes es el fenómeno central de la dinámica de los sistemas sociales. Se puede decir que el teorema dinámico fundamental de la sociología es el siguiente: la estabilidad de cualquier sistema social, exceptuando el proceso de interacción más evanescente, depende hasta cierto punto de esa integración. Este es el punto principal de referencia de todo análisis que pretenda ser un análisis dinámico del proceso social. La significación de la integración institucional, en este sentido, constituye la base del puesto de la teoría específicamente sociológica entre las ciencias de la acción y la razón de por qué la teoría económica y otras versiones de los esquemas conceptuales que dan preponderancia a la orientación de meta instrumental racional, no pueden proporcionar un modelo adecuado para el análisis dinámico del sistema social en términos generales. Se ha puesto de manifiesto repetidamente que la reducción de la dinámica motivacional a términos racionales instrumentales conduce derechamente a la tesis hobbesiana que es una reducción ad absurdum del concepto de un sistema social. Esta reducción fue llevada a cabo en forma clásica por Durkheim en su obra De la división del trabajo. Pero el excelente análisis funcional de Durkheim ha sido reforzado enormemente, desde entonces, por las implicaciones del conocimiento psicológico moderno en lo 19 El termino «sentimientos» denota aquí modos o pautas de orientación catética y/o evaluativa culturalmente organizados hacia objetos particulares o clases de objetos. Un sentimiento implica, pues, la internalización de pautas culturales. La coincidencia exacta debe ser considerada como un caso límite, semejante a la famosa máquina sin fricción. Aunque la integración completa de un sistema social de motivación con una serie completamente consistente de pautas culturales es empíricamente desconocida, la concepción de este sistema social integrado tiene una alta significación teórica. 31 que se refiere a las condiciones de socialización y las bases de la seguridad y estabilidad psicológicas de la personalidad, así como por los análisis empíricos y teóricos de los sistemas sociales como tales. La teoría de la conducta institucional, que es esencialmente una teoría sociológica, tiene precisamente la más alta significación en la ciencia social porque sitúa los problemas de la dinámica social en un contexto de estructura institucional, y porque diseña las implicaciones del teorema de la integración institucional que hemos expuesto hace un momento; por ello, esta teoría es capaz de cualquier esquema conceptual que utilice tan solo los elementos motivacionales de la orientación de la meta racional instrumental puede ser una teoría adecuada solo para ciertos procesos relativamente especializados dentro del andamiaje de un sistema social institucionalmente estructurado. El teorema básico de la integración institucional, como cualquier teorema básico, explica muy pocas cosas en detalle. Proporciona más bien un punto de referencia con relación al cual es posible presentar sucesivamente, de una manera ordenada, las dimensiones más pormenorizadas que son necesarias antes de que pueda acometerse un análisis adecuado de los procesos complejos del análisis de la conducta. Esta exposición sigue un método deductivo. En consecuencia, debe quedar claramente entendido que las aplicaciones empíricas de este esquema conceptual solo serán posibles cuando se haya alcanzado un estadio de elaboración mucho más avanzado. Existen, sobre todo, dos direcciones principales por las que tiene que caminar esa posterior elaboración. En primer lugar, la conducta de rol institucionalizada se ha definido como la conducta orientada hacia una pauta de orientación de valor o sistemas de ellas. Pero existen muchas diferentes clases de tales pautas y muchos diferentes modos en los que las expectativas de rol pueden encontrarse estructuradas en relación con ellas. En lugar de esta fórmula en extremo general es necesario, pues, hacer un inventario diferenciado de estas posibilidades diferenciales, al menos de algunas de las más importantes. En segundo lugar, el «caso ideal» supersimplificado representa la integración motivacional completa con una pauta de valor dada, en el sentido de que esta pauta, en tanto que internalizada, se piensa que produce una disposición de necesidad a la conformidad con ella, lo cual asegura una motivación adecuada para la conducta conforme. Esto es, desde luego, un modelo demasiado simplificado. Antes de acercarnos a niveles reales es necesario analizar las complicaciones que comportan las posibilidades de disposiciones de necesidad tanto alienativas como confirmativas, de conflictos y ambivalencia, etc. El resto de este capítulo constituye una introducción a la elaboración de los aspectos culturales de este problema. Sin embargo, antes de abordar estas consideraciones, procede una breve exposición de las implicaciones del teorema de la integración institucional en la articulación de la estructura social de los roles con la estructura de la personalidad. El punto de partida es el que ha sido establecido antes: que la expectativa de rol se estructura en un contexto de interacción específico. Cualquiera que sea el grado de extensión a que llegue la motivación adecuada para el cumplimiento de tales expectativas, allí donde sea uniforme una serie de expectativas para quienes desempeñen el «mismo» rol, existirá toda clase de razones para llevarnos al convencimiento de que, en términos de la personalidad, la significación motivacional de esta conducta uniforme no puede ser la misma para todas las personalidades implicadas. Y ello por tres razones importantes. Primera, el rol en cuestión es solo uno de los varios en que cada individuo se encuentra implicado. Aunque las expectativas de cada uno puedan ser idénticas respecto de este rol, los sistemas totales de roles solo en un caso límite serían idénticos. En cada caso el rol particular tiene que encajar, pues, en un sistema total diferente de expectativas de rol. Supuesto que todos los roles diferentes en los que se encuentra implicado un individuo son interdependientes dentro de su ema 32 motivacional, la combinación de elementos motivacionales que produce la conducta uniforme será diferente para las diferentes personalidades. Segunda, las implicaciones de los roles no agotan la orientación o el sistema de interés de cualquier personalidad. Esta tiene focos de interés internos o «narci: s» e individualmente creativos, y orientaciones hacia aspectos no-sociales de su situación. De nuevo, solo en un caso límite serían idénticos estos aspectos no-sociales de la orientación total para dos personalidades diferentes. Ya que este sector no-social de su personalidad es interdependiente del sector social, las diferencias en esta zona tienen que tener repercusiones en el campo de la motivación social. Finalmente, y tercera, es necesario creer que es estrictamente imposible que la distribución de las diferencias constitucionales de la población de un sistema social complejo se correspondan directamente con la distribución de los roles. En consecuencia, la relación entre la base constitucional de la conducta de rol y la conducta exterior será diferente en los diferentes individuos respecto del mismo rol. El cumplimiento de una serie de expectativas dada impondrá una «tensión» mayor en un actor que en otro. Por todas estas razones y algunas otras no es posible hacer inferencias directamente desde la estructura de la personalidad respecto de la conducta de rol. Las uniformidades de la conducta de rol, tanto como sus diferenciaciones, son problemáticas, incluso dadas las constituciones de la personalidad de los participantes en el sistema social. El análisis de la dinámica motivacional de la conducta de rol implica, por ello, la formulación de mecanismos específicos en relación con el nivel sociológico del problema. No es posible la mera «extrapolación» desde los mecanismos de la personalidad de un participante a cualquiera de los otros muchos participantes en el sistema social. Esta circunstancia representa enorme complicaciones para el quehacer del sociólogo, pero desgraciadamente sus implicaciones no pueden ser soslayadas. Ahora bien, estas consideraciones no deben de producir la impresión de que lo que se llama ordinariamente conceptos «psicológicos» no tienen relevancia para la teoría sociológica. Tenemos que dejar para el capítulo final el problema de la dimensión del término «psicológico». Pero las categorías motivacionales deben jugar un papel central en la teoría sociológica; esto tiene la mayor importancia. Los elementos dinámicos de las personalidades y de los sistemas sociales están hechos, esencialmente, con el mismo «material». Sin embargo, este material tiene que ser conceptualmente organizado de manera diferente a los fines del análisis de los dos tipos de sistemas. Los puntos de referencia para la clasificación de las pautas institucionales Hasta ahora, en este capítulo, hemos realizado dos cosas importantes. En la primera sección esquematizamos los problemas básicos funcionales de un sistema ordenado de relaciones sociales. Esto definió una serie de «imperativos» que se imponen a la variabilidad de los sistemas sociales si se han de cumplir las condiciones mínimas de estabilidad, lo cual será de primordial importancia al analizar los Órdenes de variación de las estructuras sociales y las bases de su diferenciación interna. En segundo lugar, en la sección siguiente hemos analizado la naturaleza de la unidad estructural más importante del sistema social (el estatus-rol), y puesto de manifiesto la naturaleza de la integración de los componentes elementales de la acción que estaban implicados en él. El paso siguiente consiste en empezar a establecer las bases para tratar sistemáticamente de la diferenciación de los roles. Esto implica el análisis cuidadoso de los puntos de referencia respecto de los cuales los roles llegan a estar diferenciados. Porque solo mediante un análisis sistemático de estos puntos de referencia es posible cualquier derivación ordenada de las bases y órdenes de 35 no se interferirá con el logro de una meta. Este tipo secundario se diferencia del tipo de la primacía de los intereses catéticos como tales en la clasificación primaria en que la orientación no lo es hacia el problema específico del ajustamiento como tal, sino en un nivel más alto de la organización de la acción, hacia un orden evaluativo entre potencialidades de gratificación. De ahí que pueda haber un auténtico sistema de valores instrumentales, del mismo modo que puede haber en este sentido un auténtico sistema de valores expresivos; es decir, la definición de un orden en que los intereses de gratificación tienen primacía, pero, sin embargo, un orden que organiza los diferentes componentes de la orientación de la acción en relaciones determinadas recíproca: Existe una tercera posibilidad lógica de la estructuración del orden; principalmente, aquella en que no tienen primacía ni los intereses cognitivos ni los catéticos, sino los evaluativos. En la medida en que este sea el caso, el foco se encuentra en el sistema del orden mismo, no en las metas que los trascienden ni en los intereses de la gratificación del actor. Esto puede ser llamado el aspecto «moral» de la ordenación de la acción y los valores culturales que tienen primacía en relación con él pueden ser llamados valores morales. Este foco integrativo puede ser relativo a los problemas integrativos de cualquier sistema o subsistema de acción. Sin embargo, en términos generales, es importante distinguir los dos focos principales: los aspectos integrativos de la personalidad y los de los sistemas sociales. El foco del sistema social (incluyendo, desde luego, cualquier subsistema; por ejemplo, una colectividad) puede ser llamado la orientación «relacional» de la acción, en tanto que el foco de integración de la personalidad puede ser llamado el «ego-integrativo». Esto tiene desde luego una significación importante en relación con el sistema de relaciones sociales a causa de la importancia especialísima del elemento del orden, que ha sido varias veces mencionada. Ciertamente este es el elemento (en un sentido «derivativo») de evaluación y de pautas de valor culturales, sacado a la luz por la institucionalización. La institucionalización aporta un elemento «superañadido», además de la primacía de las orientaciones de valor de los actores, que es integrativo para un aspecto específicamente social del ordenamiento de la acción. Porque a causa de lo complementario de las expectativas, la significación de la acción de un actor nunca puede ser evaluada sólo en términos de sus valores «personales» independientemente del sistema relacional en que se encuentre implicado. Sus orientaciones de acción, esto es, las elecciones que hace entre alternativas, inevitablemente inciden sobre los intereses «personales» de los otros actores con los que se encuentra en interacción, y de las colectividades de que es miembro, en la medida en que estos intereses no pueden ser discriminados distributivamente. En la medida en que su «responsabilidad» hacia estos intereses definidos de los otros y de las colectividades sea evaluada, el actor se enfrenta con un problema «moral». Las pautas de orientación de valor que definen su orientación son valores morales. El tipo de acción en que las consideraciones morales tienen primacía, en el contexto social, es aquel en que el actor se encuentra en un rol de responsabilidad específica para los intereses de una colectividad. Pero incluso cuando este no sea el caso, el aspecto moral es un aspecto o componente muy importante de la orientación de los actores en los roles sociales generalmente, porque ello define los límites institucionales de lo permitido para la acción. Tipos de institucionalización relativa al sistema social Según hemos visto, existen siempre ciertos rasgos comunes en el fenómeno de la institucionalización de las pautas culturales, en virtud de la cual estas pautas llegan a estar integradas con los intereses motivacionales de los actores individuales. Sin embargo, las distinciones que hemos hecho en la sección anterior nos proporcionan una base para diferenciar 36 tres modos o tipos de institucionalización sobre la base de sus diferentes relaciones con la estructura del sistema social mismo. Antes hemos aclarado que la institucionalización misma es por naturaleza un fenómeno evaluativo, un modo de organización del sistema de acción. En este sentido, las pautas que están institucionalizadas implican por naturaleza un elemento de orientación de valor sobre el nivel del tema social; es decir, implican obligaciones morales de parte de los actores, en el sentido social-integrativo, en cuanto que distinto del ego-integrativo. Pero las pautas de valor institucionalizadas pueden ser también clasificadas sobre la base de los diferentes modos de relación de las obligaciones en cuestión con el sistema de relación social mismo. Como hemos visto, el sistema social es esencialmente una trama de relaciones interactive Las instituciones más centrales son, por ello, las directamente constitutivas de las pautas de relaciones mismas, a través de la definición de los estatus y roles de las partes en el proceso interactivo. Esta primera categoría será llamada instituciones relacionales. En segundo lugar, los actores particulares, individuales o colectivos, actúan sobre la base de intereses que pueden ser independientes, en un grado mayor o menor, de las pautas moral-integrativas del sistema social, es decir, la misma colectividad total. De ahí que, en términos del sistema social, es la regulación de la persecución de estos intereses más bien que la definición constitutiva de las metas y medios. Los intereses instrumentales, expresivos y ego-integrativos pueden estar implicados en cualquier combinación. Pero existen distintos problemas de institucionalización en esta zona. Esta clase de instituciones pueden ser llamadas regulativas. Finalmente, existe una tercera clase, aún más periférica a la estructura de la relación social como tal. Este es el caso en que el contenido de las instituciones implicadas consiste solamente en pautas de orientación cultural como tales, no directamente de obligaciones para la acción exterior. Se trata de una cuestión de creencias, de sistemas particulares de símbolos expresivos, e incluso de pautas de orientación de valor moral cuando se halla implicada en la acción solo la «aceptación» más que la obligación. Estas serán llamadas instituciones culturales. Vamos a comentar brevemente cada una de estas tres clases de instituciones. La naturaleza y significación de las instituciones relacionales tiene que ser entendida sobre la base del paradigma fundamental de la interacción social, y el modo en que se ha llegado al teorema de la integración institucional. Hemos visto que esa integración institucional, en cuanto internalización de pautas de valores comunes, es una condición de la estabilidad del proceso de interacción. Pero una especificación más amplia de esta condición nos lleva a ver que el contenido de las pautas comunes de orientación de valor tiene que ser tal que las orientaciones recíprocas de los actores que interactúan se mezclen entre sí. Existe toda una variedad de pautas diferentes según la cual esa mezcla es concebible, pero en cualquier sistema dado de relaciones interactivas las pautas tienen que haber sido seleccionadas entre estas posibilidades de manera que sean compatibles con la estabilidad del proceso de interacción. El contenido de estas pautas de orientación de valor será examinado en la sección siguiente. Estas se centran en torno a las posibilidades fundamentales de organizar las actitudes mutuas de los actores, lo que esencialmente quiere decir selección entre las posibilidades inherentes de orientación mutua. Estas instituciones relacionales se encuentran desde luego diferenciados tanto para los roles diferentes dentro del ema social como para los diferentes sistemas sociales; estas diferenciaciones serán analizadas en los capítulos siguientes. Pero esencialmente constituyen el centro estructural del sistema social, y la institucionalización de las pautas de orientación de valor implicadas en el mecanismo primario de la estabilización del sistema social mismo. En virtud de la internalización de estas pautas de orientación de valor primarias, ciertos componentes fundamentales de la estructura de la disposición de necesidad y por ello de los intereses de los actores en un sistema social están determinados. Pero estas disposiciones de 37 necesidad más directamente integradas con la estructura relacional no agotan las necesidades e intereses de los actores individuales. Esta última tiene intereses que, dentro de ciertos límites, pueden variar con independencia de la estructura relacional como tal, con respecto a la cual las pautas institucionales básicas del sistema social son más condicionales que constitutivas. Lo cual se puede decir, según hemos advertido antes, de todos los tipos básicos de intereses (el instrumental, el expresivo y el ego-integrativo). El reverso de la significación condicional de esas pautas para la acción del individuo (y la sub-colectividad) es su significación regulativa desde el punto de vista del sistema social. Hay dos aspectos primarios de esta función regulativa de las instituciones. Primero, estas se ocupan de la definición de los criterios de valor de acuerdo con la cual se definen las direcciones de la actividad aceptable en la persecución de los intereses «privados». Constituyen un elemento en la definición de las orientaciones de meta. Segundo, se ocupan de la definición de los límites de la elección en la persecución de la realización de las metas y valores en cuestión. Tomemos como ejemplo, en primer lugar, el caso instrumental. En la sociedad norteamericana contemporánea la búsqueda de lucro financiero se considera que es un tipo de meta apropiado tanto para el individuo como para cierto tipo de colectividad, v. gr., una «firma comercial». Por otra parte, de acuerdo con los valores del socialismo no se considera que esto sea una dirección legítima de búsqueda de intereses, o al menos solo dentro de límites muy concretos. Pero incluso dentro de nuestra propia «economía comercial» existe cierta especificación en los términos de valor de las metas de la producción técnica con los que el interés del lucro puede legítimamente estar fusionado. Muchas cosas para las que podía existir un mercado pueden o bien no ser producidas en absoluto con ánimo de lucro (por ejemplo, cierto tipo de diversiones moralmente censurables), o solamente bajo grados diversos de rigidez en su regulación, como en el caso de armas o ciertos servicios de utilidad pública. En consecuencia, en el sentido de la selección de metas dentro de la esfera de la actividad orientada por intereses «privados» existe una serie de limitaciones institucionalizadas en la persecución de las metas y las condiciones en que estas pueden ser perseguidas. Esencialmente, el mismo tipo de consideraciones se aplica a la selección de medios para la persecución de intereses privados. Son las más notorias las limitaciones para la elección de medios para la persecución de intereses privados. Son las más notorias las limitaciones para la elección de medios que implican intereses ajenos. La fórmula más general consiste en la exclusión o regulación estricta de alcanzar una meta mediante el ejercicio de la fuerza o el fraude de otros. Pero en muchas sociedades existen todavía limitaciones más radicales a la «libertad» individual; por ejemplo, en los Estados Unidos, la prohibición de que nadie pueda infringir mediante contrato no solo la libertad personal de otros, sino incluso la propia; independientemente de las ganancias que a uno se le pueden ofrecer, uno no puede venderse como esclavo. Existe una serie similar de instituciones regulativas para los intereses expresivos. Como hemos visto, las actividades expresivas no se reparten directamente en la forma medios-fines, como en el caso de las actividades instrumentales. Por ello no procede aquí la distinción entre metas y medios. Pero, en parte, esas instituciones regulan las actividades expresivas especificando los contextos y relaciones legítimas para ellas. Así, con respecto a las actividades eróticas, el incesto y la homosexualidad son considerados drásticamente como tabúes en la mayoría de las sociedades, y la actividad heterosexual normal es regulada tanto la selección de la pareja (dentro del matrimonio) como en la ocasión (exigencia de intimidad). De un modo similar, el sentimiento agresivo hacia otros solo puede ser expresado en general dentro de límites estrictamente definidos, y muchos tipos de agresión son tabúes casi absolutos. Naturalmente, matar miembros del propio grupo tiene que estar prohibido y drásticamente penado en toda sociedad, excepto en condiciones muy especiales. 40 1. Cognitivo. 2. Catético. 3. Evaluativo. B. Modos de orientación de valor de la acción. 1. Cognitivo. 2. Apreciativo. 3. Moral (integrativo del sistema). a. Ego-integrativo (personal) b. Colectivo-integrativo (social-relacional) C. Tipos de pauta cultural. 1. Sistemas de creencias (primacía de la significación cognitiva). 2. Sistemas de simbolismo expresivo (primacía catética). 3. Sistemas de niveles de orientación de valor (primacía evaluativa). D. Tipos de intereses de la acción (primacía de un modo motivacional combinado con el tipo correspondiente de pauta cultural). 1. Intereses cognitivos (en «saber»). 2. Intereses ajustativos (en asegurarse gratificación de los objetos). 3. Intereses integrativos (en minimizar y solucionar conflictos). E. Tipos de orientación de la acción evaluativa (síntesis evaluativa o integrativa con primacía de un tipo de interés). 1. Instrumental (dada la catexis de una meta, primacía cognitiva). a. Investigativa (solución de un problema cognitivo como meta). b. Creativa (nuevas formas simbólicas expresivas como meta). c. Aplicada (uso del saber —primacía del interés cognitivo—, en interés de cualquier meta no definida en a y b). 2. Expresivo («exteriorización» de una disposición de necesidad en una pauta de simbolismo expresivo). 3. Moral. a. Ego-integrativo. b. Colectivo-integrativo. E. Tipos de institución, incorporando pautas de orientación de valor. 1. Instituciones relacionales (que definen expectativas de rol recíprocas con independencia del contenido del interés). 2. Instituciones regulativas (que definen los límites de la legitimidad de la persecución de intereses «privados» con respecto a metas y medios). a. Instrumental (integración de metas privadas con valores comunes y definición de medios legítimos). b. Expresiva (que regulan las acciones, situaciones, personas, ocasiones y cánones del gusto expresivos permisibles). c. Moral (que definen las áreas permisibles de responsabilidad moral para la persona y la sub-colectividad). 3. Instituciones culturales (que definen las obligaciones de aceptar las pautas culturales — convirtiendo la aceptación privada en deber institucionalizado—). a. Creencias cognitivas. b. Sistemas de símbolos expresivos. c. Obligaciones morales privadas. 41 Las alternativas pautadas de orientación de valor como definiciones de las pautas relacionales de expectativa de rol La «pareja» de un rol en una relación social es un objeto social. En consecuencia, para desarrollar un esquema sistemático de los puntos de referencia para el análisis de las orientaciones en los roles es esencial, en primer lugar, analizar las alternativas básicas de selección que sean particularmente significativas para definir el carácter de las relaciones con ese objeto social y que son constitutivas del carácter de la misma pauta de relación, más bien que de su «contenido» (como interés: sus aspectos culturales o motivacionales en cualquier otro sentido que el de constitutivo de las pautas relacionales). Lo que sigue queda planteado desde el punto de vista de que existe —en un nivel dado de generalidad— una serie de alternativas que se encuentra estrictamente definida y delimitada: además, las primacías relativas dadas a las elecciones entre ellas pueden ser consideradas como constitutivas de la pausa de las instituciones relacionales.'? Hay que aclarar tanto como sea posible lo que se intenta hacer exactamente en lo que sigue. Nos concierne la pauta del subtipo colectivo-integrativo del tipo moral de orientación de la acción evaluativa (E-3-b en el esquema). Dentro de este apartado, nos concierne analizar la estructura de las relaciones de un actor con objetos sociales, para identificar los puntos de referencia que definen los límites de variabilidad estratégicamente significativos de esta categoría de orientaciones. Expondremos un número limitado de esos límites que pueden ser definidos, en su forma más simple, como alternativas polares de posibles selecciones en la orientación. Estas alternativas serán definidas sobre la base de las primacías relativas entre los tipos de posibilidades de orientación que han sido expuestos en las secciones anteriores. Hay que insistir de nuevo en que estamos tratando aquí del foco de la pauta de las instituciones sociales. Nos conciernen, en este sentido, las relaciones de primacía entre las posibilidades de orientaciones de la acción evaluativas y los modos correlativos de orientación de valor; y no los tipos de interés ni los tipos de pauta cultural en cuanto tales. El primer problema es, pues, el de las relaciones de primacía entre orientaciones instrumentales, expresivas y morales (incluyendo los subtipos de la última). En términos motivacionales se puede presumir que el interés «último» de cualquier actor es conseguir una gratificación óptima. El camino más directo hacia la gratificación en un sistema de acción organizado es a través de las orientaciones expresivas; de ahí que, respecto de la orientación expresiva, tanto los modos instrumentales como morales de la orientación impongan renunciaciones o disciplina. El objeto social es siempre, efectiva y potencialmente, en algún grado, un objeto de catexis. Por ello la pauta de las orientaciones hacia esos objetos es siempre un problema de si —en ciertos aspectos relevantes— es posible que la orientación expresiva se traduzca a los términos de intereses de gratificación relativamente inmediata, o hay que renunciar en favor de ciertos tipos de intereses evaluativos (instrumentales o morales). La primera puede ser definida como alternativa de «afectividad»; la segunda, de «neutralidad afectiva». Esta alternativa básica está enraizada en la naturaleza de los temas de acción. Ningún actor puede subsistir sin gratificaciones y, al mismo tiempo, ningún sistema de acción puede estar organizado o integrado sin la renunciación a algunas gratificaciones de las que se dispone en una situación dada. La polaridad de afectividad- neutralidad afectiva formula la pauta de la acción respecto de esta alternativa básica, en las orientaciones directas hacia los objetos sociales con los que interactúa un actor en un rol, y en su relevancia para la estructura de las expectativas de su acción en ese rol. Esta primera pareja de alternativas se centra en lo permisible o no-permisible de los intereses ajustativos inmediatos del actor por la actividad expresiva. A la segunda pareja de alternativas le 12 Una exposición más extensa del siguiente esquema conceptual se puede encontrar en Values, Motives and Systems of Action, capítulo 1. 42 concierne el mismo problema intrínseco, pero abordado desde el otro extremo: lo permisible de su persecución de cualesquiera intereses «privados» del actor 15. como algo distinto de los compartidos con los otros miembros de la colectividad en algo que realiza un rol. En este sentido, no solo sus orientaciones expresivas, sino también las instrumentales y ego-integrativas y los correspondientes intereses, se definen como «privados», en la medida en que no coinciden con los que se reconocen como colectivos por la colectividad. Un rol puede definir, pues, como legítimas ciertas áreas de persecución de intereses privados, y en otras áreas obligan al actor a perseguir los intereses comunes de la colectividad. La primacía de la primera alternativa puede ser llamada «auto-orientación»,; la segunda, «orientación colectiva». Ambas parejas de alternativas plantean un importante problema de orientación. Se puede decir correctamente que así como todo actor tiene que tener gratificaciones inmediatas y disciplina aceptada, así también todo rol facilita la persecución de intereses privados y asegura los intereses de la colectividad. Ello no constituye una paradoja, porque —definidas como una cuestión de primacía en la orientación de las expectativas de los roles— estas alternativas se aplican a contextos de selección específicamente relevantes, no necesariamente a cada aspecto específico dentro del rol. En este sentido, donde la persecución instrumental efectiva de una cierta clase de metas se encuentra institucionalizada como parte del rol, solo tiene que estar subordinada la gratificación de los intereses expresivos que pudieran interferirse con el logro de esas metas; el rol se define en términos afectivamente neutrales en este contexto, pero no necesariamente en todos los demás. En el dilema de ejecución relevante una de las alternativas es prescriptiva. Pero descripción es siempre relativa a un contexto especificado en que surge el dilema. De modo similar, solo podremos hablar de un rol colectivamente orientado cuando la persecución de ciertos intereses privados que sean posibilidades relevantes en un tipo de situación dado se subordinen a los intereses colectivos. Así el que ostenta un cargo público tiene interés en su propio bienestar financiero, que puede tomar en consideración al decidir, por ejemplo, sobre diferentes empleos, pero se espera que no tenga en cuenta ese interés en sus decisiones específicas que afectan a la política estatal en el caso de que se presente potencialmente un conflicto entre ambos. Esta es la subordinación de un valor personal (o ego- integrativo) instrumental. A las dos primeras parejas de alternativas les concierne el problema expresión-disciplina, que confronta todos los sistemas de acción en dos niveles: primero, la obligación de aceptar la disciplina por el actor individual frente a sus intereses expresivos, cuya gratificación, en este contexto de rol, sería sentida como lesiva; segundo, el mismo dilema vuelve a aparecer en relación con la persecución de cualquier clase de intereses privados, independientemente del grado de disciplina en el sentido de la personalidad frente a la definición de las obligaciones hacia la colectividad. En este contexto, ciertamente, la persecución más disciplinada de intereses privados puede ser, con frecuencia, enormemente disfuncional para la colectividad. A la tercera pareja de alternativas le concierne no la subordinación o la libertad respecto de ciertos criterios de valor (cualquiera que sea su contenido), sino el tipo de criterio de valor que se define como relevante para la expectativa de rol. Aquí tenemos que recurrir a las relaciones de primacía entre los modos de orientación de valor mismos, ya que estos definen tipos de criterios por los que se evalúan las orientaciones de la acción. A este fin se puede ignorar la categoría moral, puesto que no es un tipo «autónomo»; por el contrario, le concierne la orientación hacia la integración de un sistema social, dada una obligación hacia los criterios implicados. De ahí que la alternativa básica sea entre la primacía de los niveles cognitivo y apreciativo. ¿Qué quiere decir esto en el presente contexto? 13 Esto comprende los intereses de una subcolectividad, como actor, en una colectividad más incluyente. 45 objeto. Este problema de la incidencia relativa de «fusiones» y «segregaciones» de los tipos de orientación de la acción veremos que tiene la mayor importancia para el aní de la estructura social. Cuando se toman en consideración muchas diferencias empíricas resultará posible derivar permutaciones y combinaciones muy complejas en este respecto. Pero en el actual nivel de generalidad el punto de partida debe ser de nuevo los tipos evaluativos de orientación de la acción como tales. Aquí tiene una cierta especificidad una orientación o interés instrumentales o expresivos, hasta orientaciones morales. De ahí que una consecuencia del dilema de la definición del rol como orientado hacia un objeto social en términos específicos, es decir, en términos de un interés instrumental o expresivo específico. Ello será una definición de la dimensión de la significación del objeto (del alter) para el ego. Supuesto que se define en los términos de una pauta de valor moral, ello quiere decir que el ego queda autorizado e incluso obligado a reducir la relevancia de este objeto particular o clase de ellos a estos límites. De ahí que el peso de la prueba descanse en él, lo que sugerirá que el ego tiene obligaciones frente al objeto en cuestión que trascienden a la especificidad de la relevancia. La alternativa consiste en tratar el objeto como significante en una pluralidad indefinida de contextos de orientación específicos. Esto siempre implica un elemento moral porque por definición ello implica el problema de la integración evaluativa de los diferentes componentes de la orientación total con el objeto. Por el contrario, al situar juntos esa pluralidad de intereses específicos en una única relación-objeto ello implica siempre un componente moral en la orientación (adviértase: esta puede ser solo ego-integrativa, no relacional. Ello no implica ninguna consideración para el bienestar del objeto —un orden de variación que se conceptualiza como auto-orientación frente a orientación-colectiva). De ahí que la antítesis clara del tipo de orientación de interés segregado, específico, sea un modo difuso en que el peso de la prueba se encuentra del lado de la exclusión de un interés o modo de orientación fuera del margen de las obligaciones definidas por la expectativa de rol. Esta prueba puede reforzarse invocando una obligación más alta en una escala de prioridad evaluativa. Como en los casos de las otras parejas de alternativas, es esencial aquí retener la idea de la relatividad de esta conceptuación. Al igual que en las otras, esta se aplica al punto de elección de las direcciones de la orientación. Al llegar a este punto se presenta el problema de reducir la relevancia y de ahí la obligación hacia un interés específico (definible en varios niveles de generalidad) o de admitir la relevancia posible en los términos de una evaluación integrativa y sometida a una escala de prioridad, de cualquier contingencia que pudiera surgir. Si ha sido correcta la derivación de estas cinco parejas de alternativas a partir de las posibilidades de combinar los componentes básicos del sistema de acción, si ellos se encuentran de hecho en el mismo nivel de generalidad y agotan las posibilidades lógicas relevantes en ese nivel, se puede sostener que constituyen un sistema. Entonces en el nivel relevante que, como veremos, solo es uno el que necesita ser considerado, sus permutaciones y combinaciones producirán un sistema de tipos de posibles pautas de expectativa de rol, en el nivel relacional, especialmente definiendo la pauta de orientación hacia los sectores en la relación de rol. Este sistema consistirá en treinta y dos tipos, que a su vez pueden ser agrupados en un número más reducido de tipos más fundamentales. Estos problemas serán tratados en el capítulo siguiente. Para mayor comodidad del lector, estas cinco parejas de conceptos que serán llamadas las variables-pautas, pueden ser esquematizadas de la siguiente manera: L El dilema gratificación-disciplina. Afectividad frente a neutralidad afectiva. TL El dilema interés privado frente a interés de la colectividad. Auto-orientación frente a orientación colectiva. 46 uL La elección entre tipos de criterios de orientación de valor. Universalismo frente a particularismo. IV. La elección entre «modalidades» del objeto social. Adquisición frente a adscripción. v. La definición de la dimensión del interés en el objeto. Especificidad frente a difusividad. Si bien estas cinco variables-pautas se centran en el aspecto relacional de la estructura de los roles del sistema social, ello no quiere decir que sean irrelevantes para la definición de las pautas de las instituciones regulativas y culturales. Estas instituciones no pueden existir aunque solo sea a causa del elemento de consistencia de la pauta que tiene que entremezclarse con un sistema de orientaciones de valor en una tradición cultural. Pero para nosotros, el sistema de instituciones relacionales es el corazón de la estructura social. Y ello facilitará el desarrollo del análi: partiendo de este corazón. El cuerpo principal del libro se divide en dos partes principales. Después de haber diseñado los principales componentes del sistema social en el capítulo 2, los tres capítulos siguientes, del 3 al 5, se refieren a la elaboración del análisis de la estructura social, llevándolo a un punto de considerable refinamiento de detalle. El capítulo 6, sobre los mecanismos de la socialización, vuelve al paradigma central de la interacción. Este y los tres siguientes capítulos se refieren principalmente a los elementos del paradigma diseñado en el capítulo 2. Los refinamientos de análisis de la estructura social desarrollados en los capítulos 3 a 5 no se utilizan directamente en su mayor parte. Se sugiere que el lector no pierda esto de vista a medida que avanza, y continuamente vuelva a los elementos conceptuales fundamentales del capítulo 2. Puede suceder que el lector encuentre los capítulos 3 a 5 confusos; se le aconseja que lea cuidadosamente el resumen presentado en el capítulo 6, volviendo entonces a los capítulos 3 a 5, cuando haya terminado el capítulo 10. 47 CAPÍTULO 3 LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA SOCIAL IL LA ORGANIZACIÓN DE LOS COMPONENTES EN SUI Los dos capítulos anteriores han sido diseñados para preparar el fundamento de la tarea del presente capítulo. En el primero se desarrolló un esquema del marco de referencia general de la acción y se mostró el carácter de sus componentes y de los tipos de sistema en que se organizan estos componentes. El segundo capítulo avanzó en ese desarrollo refiriéndose a los rasgos de la acción que son más directamente relevantes para el sistema social; analizó los problemas y prerrequisitos funcionales básicos de los sistemas sociales, los puntos de referencia en relación con los cuales tienen que ser analizados sus componentes, y la naturaleza y lugar de esos mismos componentes en el esquema de la acción, los tipos de orientación de la acción de los roles, instituciones y sus pautas de valor componentes. Ahora podemos dar un primer paso importante hacia la exposición del modo en que estos componentes se organizan para constituir un sistema social. Comenzaremos analizando ciertos rasgos de lo que se puede llamar un «contexto relacional» de los tipos de orientación de la acción, en relación con el cual estas acciones tienen que estar institucionalizadas. Hasta ahora solo hemos tratado de estos tipos de orientación de la acción evaluativos cruciales en el contexto de roles particulares; no hemos considerado sus combinaciones en sistemas de interacción recíproca diferenciados. De esto es de lo que nos vamos a ocupar aquí. Una vez hecho esto entraremos en algunos pormenores sobre el análisis de los puntos de referencia que sirven para diferenciar objetos; es decir, la diferenciación de sus complejos de cualidad adscriptivos que son significativos para la estructura de los roles y de sus tipos-pauta adquisitivo: En el siguiente capítulo situaremos los resultados de este análisis en el ámbito de los problemas funcionales principales del sistema social; problemas que pueden ser clasificados, respectivamente, como el asignativo y el integrativo, y que serán posteriormente subclasificados. Finalmente podremos plantear la cuestión de la constitución efectiva de una estructura de los roles sistemáticamente diferenciada que esté adecuada a las exigencias funcionales de una sociedad. Su punto de partida será la consideración de las combinaciones de las variables-pautas, de que se habló en la última sección del capítulo anterior. Estos elementos-pauta primarios de la estructura de los roles se verá que necesariamente están desigualmente distribuidos en las diferentes partes del mismo sistema social. Finalmente, las pautas primarias serán relacionadas con otras estructuras «adaptativas» que salvan la distancia, por así decirlo, entre el formalismo más bien abstracto de las pautas primarias y los problemas de aj| específicos de la acción en situaciones particulares dentro del sector relevante del sistema social. Se hará patente que a partir de estos mismos puntos es posible realizar el análisis tanto de las bases de diferenciación interna dentro de la estructura de un sistema social dado, como de la definición de los órdenes de variación entre los sistemas sociales. 50 Un actor dado (ego) se encuentra, pues, dentro de lo que puede llamarse un «complejo instrumental», enfrentado con cuatro tipos principales de problemas al ordenar sus relaciones con los alter significativos. Existe, en primer lugar, el problema de «poner a disposición»: el establecimiento de los términos en que su producto no consumido por él mismo se pone a disposición de otros. En segundo lugar, tenemos el problema de la «remuneración»: el establecimiento de los términos en que el ego recibe los productos significativos de las actividades de los otros actores (individualmente, o colectivamente como organizaciones). En tercer lugar, el problema del acceso del ego a los bienes, y la regulación de sus relaciones con los competidores, efectivos y potenciales, para la utilización de los mismos bienes. Común a estos problemas de intercambio tenemos el de la definición de los derechos a las posesiones y sus límites, y su diferenciación según la clase de posesión. Finalmente, existe el problema de las relaciones cooperativas con los otros en el mismo proceso «productivo», que puede comprender el asumir autoridad sobre algunos otros o el aceptar la sumisión a la autoridad de otros, o ambas cosas. Estos elementos y sus relaciones se presentan en el diagrama siguiente. EL PROBLEMA DE LOS DERECHOS DEL EGO Y DEL ALTER ALAS POSESIONES Problema de acceso a los Problemas de «poner a dis- bienes (el alter como «pro- posición» (el alter como veedor» de bienes) «consumidor» Sa A Orientación < de met iécnica insu menta LT o A Problema de cooperación Problema de remuneración ¿los alter como «compaño- 105») (los alter como «uentes de ingresos Estos problemas del contexto relacional pueden fundirse entre sí, de cualquier manera, en la misma relación concreta, o pueden segregarse cuando implican relaciones diferentes con diferentes alter que tienen roles diferentes de los del ego y cara a él. Los modos en que estas diferenciaciones tienen o no tienen lugar proporcionan criterios muy importantes para la clasificación de los diferentes tipos de estructura social, y serán analizados después. Este paradigma proporciona también importantes puntos de referencia para analizar la organización y dinámica de sistemas sociales complejos. El acceso a los «mercados» y a los bienes es una de las condiciones más importantes para la persecución de cualquier tipo de actividad instrumentalmente orientada (en la medida en que se dé esta condición se dará la especialización), en tanto que la «remuneración» que se recibe a través del sistema relacional tiene, evidentemente, una importancia crucial para la motivación de ese tipo de actividad instrumental. Lo que hemos hecho en las páginas anteriores es describir, desde el punto de vista del rol del ego como punto de referencia, el esquema principal del la estructura de un sistema diferenciado de actividad instrumentalmente orientado, que comprende una pluralidad indefinida de actores interactuando. En la medida en que se desarrolla ese sistema, las pautas institucionales de los roles componentes tienen que hacer algo más que describir las orientaciones de valor de los actores componentes. Las pautas institucionales constituyen más bien una serie de pautas de 51 orientación de valor relativas a una situación de interacción específicamente estructurada; definen las expectativas de la acción del ego del modo siguiente: 1) en el proceso de cumplimiento de sus propias metas técnicas; 2) en las relaciones de intercambio con una serie de alter relativas a disponibilidad, remuneración y bienes, y 3) en relaciones cooperativas con los alter. (Cada uno de estos puntos, desde luego, puede subdiferenciarse). Concretamente, en tal tema existe necesariamente un componente de orientación relacional y, en la medida en que los intereses de los actores no son todos los intereses en las metas comunes, un componente regulativo, especialmente con referencia al establecimiento de los términos y a los derechos a las posesiones. Puede haber también elementos de institucionalización cultural; por ejemplo, con referencia a las creencias comunes. El problema específicamente sociológico, con referencia a ese subsistema de acción social, se refiere a las clases de orientación de valor que se encuentran institucionalizadas en él, y a los grados y modos en que se institucionalizan para definir los roles de los actores componentes. A este problema le conciernen los mecanismos de aprendizaje de estas pautas, y del control social cuando existen tendencias a desviarse de ellas. Con especial referencia a estos factores, el análisis sociológico de ese sistema le concierne su impacto sobre los procesos dentro del sistema, por ejemplo, el reclutamiento y cambio de estatus de las personas; y le conciernen también los procesos de cambio en la estructura institucional del sistema mismo; por ejemplo, una mayor elaboración de la división del trabajo. Ahora bien, el mismo paradigma es común a ciertas áreas de problemas de otras ciencias sociales, especialmente la economía y la ciencia política. El problema económico es doble. De una parte, dentro de una estructura de los roles institucional dada, le conciernen los procesos de asignación de los recursos, es decir, la «fuerza laboral» y bienes dentro del sistema. De otra parte le conciernen, en términos motivacionales, los procesos de equilibrio entre ventajas y costo, con especial referencia al establecimiento de los términos y dentro de una estructura de roles dada y una serie de condiciones de poder dada. La ciencia política, por otra parte, se ocupa de las relaciones de poder dentro del sistema institucional y de un aspecto más amplio del establecimiento de los términos. Estos problemas serán expuestos con más amplitud en el capítulo próximo, después que se haya elaborado una fundamentación más extensa para ello. Tenemos un paradigma casi paralelo del contexto relacional implicado en un sistema diferenciado de acciones expresivamente orientadas. Se recordará que en este caso la significación motivacional de la acción viene dada en la gratificación inmediata de una disposición de necesidad, es decir, a través de la acción misma, no a través del logro de una meta más allá del proceso de acción particular. Esa orientación se encuentra organizada, desde luego, sobre la base de una pauta cultural de orientación de valor tanto como sobre la base de su significación motivacional; por ello es expresiva y no solo catética. El caso de la orientación motivacional más directamente relevante aquí es aquel en que el alter es un objeto catético y esta significación catética es el foco primario de la orientación por el lado motivacional. Aquí el ego tiene un problema homólogo al de la disponibilidad: asegurarse la «aceptación» del alter respecto de su orientación, de su disposición favorable para servir como objeto de tipo relevante del interés expresivo por parte del ego. Esto es lo que se puede llamar el problema de la «receptividad» del alter a la orientación del ego. Desde luego, este problema solo surge cuando desde el punto de vista del ego, el alter es un objeto «apropiado» para él.! En segundo lugar, la interacción expresiva no es, sin embargo, generalmente, una «calle de dirección única». El alter no solo es un objeto receptivamente pasivo, sino que la gratificación de la disposición de necesidad del ego puede depender de la «respuesta» activa del alter. Por ejemplo, Desde luego, algunas orientaciones expresivas no requieren receptividad, por ejemplo, un «héroe» puede ser «venerado» incluso sin ser consciente de la identidad de muchos de sus admiradores. 52 puede no ser importante «amar» al alter como objeto, pero puede ser muy importante «ser amado». La respuesta parecería, pues, que es homóloga a la remuneración en un sistema instrumental. Es probable que las características psicológicas de los intereses expresivos sean tales que, con más frecuencia que en el caso instrumental, la receptividad y la respuesta se encuentran y hay que buscarlas en el mismo objeto social. Sin embargo, la diferenciación en este respecto no es en absoluto desconocida incluso en una relación de objeto íntimamente «afectiva». El caso más conocido es quizá la necesidad de ser amado sin la capacidad de amar a su vez. Pero la separación de los dos elementos en la relación con dos objetos diferentes no es en absoluto desconocida para la experiencia clínica.!* Además, no hay que olvidar que la categoría de orientación expresiva no se reduce en absoluto a semejantes relaciones íntimas. Ello puede ser, por ejemplo, una cuestión de actitudes hacia las colectividades. La acción expresiva no se orienta hacia el logro de una meta fuera de la situación y proceso de la acción inmediata misma, en el mismo sentido que en la acción instrumental. Pero esto no quiere decir que los objetos en otra situación que la inmediata sean diferentes desde el punto de vista expresivo. Por el contrario, un margen indefinido de objetos situacionales pueden ser significativos para el ego como objetos de catexis y como símbolos expresivos que proporcionan un contexto u «ocasión» apropiados para la actividad expresiva. Esta comprende materias tales como lo apropiado de un tiempo y lugar para una actividad expresiva, la significación de los objetos físicos del entorno, incluyendo las configuraciones de simbolismo expresivo (por ejemplo, obras de arte), la presencia y rol de terceras partes y la relación con colectividades como objetos sociales. De ahí que la selección y regulación de los componentes de la ocasión, en este sentido, constituya una importante tercera zona de problemas del sistema relacional del ego de la orientación expresiva. Los diferentes aspectos y objetos de la situación, fuera del objeto focal, se encuentran simbólicamente integrados con ese objeto focal y con su significación en las pautas de la orientación del ego, y por ello es necesario «encajarlos» en el interés central expresivo. En un aspecto importante se puede hablar de esto como de la necesidad de una pauta de «estilo» integrado para el contexto de las actividades expresivas. Hay que aclarar que los mismos objetos sociales de la situación pueden funcionar tanto como objetos de orientación instrumental que como objetos simbólicos catético-expresivos. De un modo particular, los procesos de adquisición de objetos que son significativos en el contexto expresivo se pueden analizar mejor, generalmente, en términos instrumentales y no como tales procesos de actividad expresiva. Finalmente, existe también una clara homología expresiva de la categoría instrumental cooperativa en el aspecto catético-expresivo de la integración del ego con el alter; cuando esta integración se encuentra institucionalizada la llamaremos solidaridad;? cercana a ella tenemos lo que llamaremos lealtad. Esta lealtad tiene dos aspectos. En el sentido puramente catético el alter puede ser un objeto de adhesión. Esto significa que la relación con el alter es la fuente, no simplemente de gratificación ad hoc para el ego, desorganizadas y aisladas, sino de un sistema organizado de gratificaciones que comprende expectativas de continuación en el futuro y desarrollo de la significación gratificatoria del alter. En el caso normalmente integrado —como entre actores individuales— existirá un sistema, desde luego, una adhesión mutua. Lo que hace la adhesión es organizar en un sistema integrado una pluralidad de disposiciones de necesidad en relación con un objeto particular. l El problema de la interpretación de las orientaciones ambivalentes hacia el mismo objeto presenta complicaciones que serán consideradas más adelante. Cf. capítulo 7. 2 Véase más adelante, pp. 100 y ss. 55 istema responde en gran medida a la idiosincrasia del actor, porque ninguna otra persona ocupa exactamente el mismo lugar en la sociedad total. Su organización y estabilización integrativa como sistema con su organismo fisiológico y su situación ambiental particular presenta un foco integrativo distintivo no reducible ni al de cualquier otro individuo ni al del sistema social. La integración de las estructuras del sistema relacional de un actor, que en los casos más importantes constituye sus roles, representa uno de los focos más importantes de la teoría de la personalidad. Pero a nosotros solo nos concierne directamente esto: el problema integrativo correlativo del sistema relacional mismo como tal sistema, ya que, como entre objetos sociales o actores, este es por definición un sistema social. El punto central de este problema son las condiciones de orden en ese sistema; en esos sistemas, en general, y en cada tipo diferenciado particular de tal sistema. En este momento estamos interesados en las bases de la diferenciación estructural. Hay que recordar que estamos considerando esta estructura, en los términos del sistema relacional, como un sistema de roles, y por ello nos concierne la relevancia de la diferenciación o tipos de pauta de rol. Sobre la base de los dos paradigmas que hemos presentado antes y las relaciones entre ellos parece que hay que considerar dos órdenes de variabilidad. Al primero le conciernen las diferenciaciones e integraciones dentro de cada uno de los sistemas de orientación. Al segundo le conciernen las posibilidades de segregación y fusión de los componentes de ambos en el mismo rol. Algunas de las variables-pautas que hemos diseñado en el capítulo anterior nos proporcionan una base para clasificar estas posibilidades. Tres de ellas —universalismo-particularismo, afectividad-neutralidad y especificidad-difusividad— son relevantes para nuestro problema en el nivel más elemental. La cuarta y quinta encajan en otros contextos que consideraremos en su debido lugar. La definición de un rol sobre la base de la neutralidad afectiva excluye cualquier interés expresivo % de tener primacía en la estructura de la orientación y le da esa primacía o a las consideraciones instrumentales o a las morales. Esto no significa que el actor no reciba, concretamente, cualquier gratificación directa al realizar ese rol; lo que significa es que, en la definición de las expectativas de rol, estos intereses, sean los que sean, tienen que subordinarse en caso de conflicto a uno o a ambos de los otros tipos de consideración. Si no hay conflicto, esa es otra cuestión. Pero en sí misma, esta variable no discrimina entre orientaciones instrumentales y morales, ni entre intereses colectivos y privados. Solo sirve para discriminar la legitimidad de las primacías relativas de las orientaciones expresivas y no expresivas Ahora bien, existen importantes respectos en que la discriminación entre instrumentales y ego-integrativas es secundaria, si no diferente, desde el punto de vista del ordenamiento del sistema social. El problema funcional en estos términos consiste en la integración moral a nivel social; no a nivel de la personalidad. Pero esto nos lleva a un terreno todavía no elaborado. Esta variable define muy claramente la primacía relativa entre las orientaciones expresiva e instrumental. Será conveniente ahora examinar la aplicación de la variable especificidad-difusividad. La especificidad en una expectativa de rol, segrega del resto del contexto relacional un elemento específico de un complejo instrumental o expresivo. Así, el contenido del rol puede reducirse al proceso «productivo» mismo, sin referencia a la responsabilidad por facilitar o utilizar los bienes o a la regulación de las relaciones cooperativas; o se puede referir a la gratificación de una disposición de necesidad sin referencia al contexto de ocasiones o su combinación con otros en Y La extensión en que un interés catético se encuentra o no integrado con una pauta de simbolismo expresivo puede ser omitida a los fines del a que sigue. En general, presumiremos que existe esa integración y consideraremos el nivel evaluativo de la orientación de la acción. 56 una adhesión. Parece que las posibilidades de segregación en el campo expresivo son intrínsecamente más limitadas que en el instrumental. Ahora bien, en cualquier caso la difusividad se refiere a esa fusión de aspectos relacionales o disposiciones de necesidad relevantes en un solo «haz». El punto importante que hay que recordar es que una variable-pauta en el presente contexto define expectativas de rol, es decir, derechos y obligaciones vis a vis de los otros, y por ello la estructuración de las sanciones. En consecuencia, un rol «específico» es aquel en que se espera que las obligaciones se reduzcan a un contenido relacional específicamente definido, en tanto que en un rol «difuso» la expectativa consiste en que ninguna demanda obligatoria que proceda de una dependencia de la situación será irrelevante a priori; su irrelevancia tiene que ser justificada sobre la fase de un conflicto con una obligación más alta en una escala de prioridad. Hay algo de relatividad al definir lo que es un aspecto segregado que puede dar lugar a confusión, a menos que sea claramente reconocido. En el caso instrumental ello procede del hecho de que cualquier deseado estado futuro de las cosas puede ser concebido como una meta. En consecuencia, cuando hablamos de la meta productiva (o «funcional») de una orientación instrumental —disponibilidad, remuneración adecuada, etc.— todas ellas pueden servir de meta, o que hay que considerar como meta «técnica» en el centro de un sistema instrumental de división del trabajo, según está indicado en el paradigma se refiere a la posición del ego en el tema de la división del trabajo. Lo que es una meta técnica desde el punto de vista del ego, visto desde la perspectiva del sistema más amplio, puede ser la realización de una función de ofrecer (por ejemplo, el ego puede ser un «vendedor» o alguna otra función. Esto no debe ser una seria fuente de dificultades si se tiene siempre una idea clara del marco de referencia a que pertenece una afirmación. El caso expresivo es algo diferente. El sistema en el que tiene que encajarse una gratificación de disposición de necesidad, tiene que estimarse que comprende otras disposiciones de necesidad del mismo actor tanto como sus relaciones con los objetos. De aquí que una «fusión» pueda significar o bien la organización de un sistema de disposiciones de necesidad relativo al mismo objeto, o bien la organización de un sistema de objetos relativo a la gratificación de la misma disposición de necesidad o a ambas cosas. Parece claro que una orientación de objeto que comprende elementos expresivos e instrumentales, definidos como positivamente esperados, más bien que solo legitimados permisivamente en la expectativa de rol, debe ser considerada como difusa. Sin embargo, esto no parece que sea posible, a menos que la difusividad estuviese ya implicada o en el lado instrumental o en el expresivo. El caso más obvio es aquel en que una expectativa instrumentalmente específica estuviese ligada con una expresivamente difusa, en la orientación con otra persona o con una colectividad. La solidaridad de que hablamos antes por extenso contiene necesariamente un componente de este carácter difuso. Pero faltando la orientación colectiva implicada en la solidaridad podemos hablar de la obligación de lealtad hacia el alter o hacia una colectividad, según fue definida antes, cuando la orientación instrumental encaja en el contexto de una relación difusa de significación expresiva recíproca. También es evidente que existen relaciones importantes de la variable universalismo- particularismo con ese contexto. Los niveles que dirigen las orientaciones instrumentales, sí la meta es dada, son inherentemente universalistas, según hemos visto. Estos niveles tienen que ver con los criterios intrínsecos, relacionalmente indiferentes del logro efectivo de una meta. La primacía de una orientación instrumental, incluso si es difusa, tiene siempre por ello una primacía de criterios universalistas. Lo mismo se puede decir de una orientación expresiva, pero no es necesario. Ello depende aquí de que la orientación sea inherentemente hacia un objeto específico o hacia una clase de objetos universalistamente definidos. Si cualquier objeto de una clase definida en general es apropiado, el criterio es universalista. 57 Ahora bien, en el caso expresivo la orientación tiene más probabilidad de ser particularista, lo cual es especialmente sin duda así, a menos que el objeto sea un objeto cultural, abstracto, que contenga la propiedad de universalidad dentro de sí mismo, o una clase de otros objetos en su significación simbólica. Acaso, por ejemplo, el amor universal en el sentido religioso sea un caso de adhesión universalistamente definida a todos los hombres sin discriminación. Es evidente, sin embargo que es extremadamente difícil realizar esto. Se puede suponer que la orientación universalista probablemente se refiere a la abstracción de la «humanidad», es decir, un símbolo más que a todos los seres humanos concretos. El Cuadro 1 presenta una clasificación cruzada de los valores de estas tres variables-pautas, dando lugar a ocho tipos. Se puede ver que existe una correspondencia considerable, aunque no completa, con el resultado del análisis de los paradigmas instrumental y expresivo. El cuadro está formulado de tal manera que la variable neutralidad-afectividad se utiliza coherentemente para discriminar la primacía de las orientaciones instrumental y expresiva, respectivamente, y la variable especificidad-difusividad para distinguir la limitación con un componente específico del sistema relacional respecto de la integración del sistema en cuestión como sistema. Estas líneas de discriminación parecen ser bastante claras. La principal dificultad que presentan es que la clasificación no tiene en cuenta las combinaciones de elementos instrumentales y expresivos en la misma pauta de expectativa de rol. La mejor manera de hacerlo parece ser la de concebir esa pauta combinada como abarcando dos apartados del cuadro; por ejemplo, el apartado relativo a la variable afectiva y a la neutral en que la combinación de las otras dos variables es todavía la misma. Ese tipo combinado puede ser subdiferenciado según que se dé la primacía al elemento instrumental o al expresivo. Esto es muy importante en el caso de los apartados 6 y 8, que definen, por lo que a estas variables se refiere, los muy importantes casos en que una adhesión difusa se integra con expectativas de realizaciones instrumentales recíprocas. El principal ejemplo es el de los roles familiares. Surge otra complicación cuando el interés primario es expresivo de una parte e instrumental de otra. Esto se podría decir, por ejemplo, de la relación entre auditorio y artistas en una diversión comercial, en que el miembro del auditorio se encuentra gratificando directamente una disposición de necesidad, en tanto que los artistas se encuentran en un rol profesional? En este sistema asimétrico de interacción de rol parece necesario clasificar por separado los dos roles. Así, el rol del artista en el caso anterior pertenecería al apartado 1 y el del espectador al 3. Resulta significativo que la pareja complementaria se encuentre en dos apartados adyacentes entre las ocho posibilidades. No sería posible formar parejas complementarias de pautas de rol por combinaciones al azar de los ocho apartados. Para explicar la integración de esta pauta de interacción parece necesario presumir que existe institucionalización de una pauta común de simbolismo expresivo entre el realizador y su audiencia; pauta que estaría internalizada en la personalidad del realizador. La orientación instrumental de este último a «salir adelante» y/o a una remuneración operaría dentro de esta matriz de orientación de valor. Este problema será analizado con más detalle en el capítulo 9, pp. 380 y ss. 60 Las modalidades de objetos como focos de expectativas de rol La sección anterior se ocupó de las diferenciaciones en las pautas relevantes para la estructuración de las relaciones sociales y, por tanto, de los roles. En este sentido, las bases de la diferenciación se encontraron en la estructura motivacional de la orientación del actor y en los criterios de valor culturales que se realizan en su orientación de la acción. Ahora es necesario examinar la relevancia de la diferenciación dentro del mismo objeto que puede servir de foco para la diferenciación selectiva de la orientación; es decir, las primacías relativas entre las alternativas. Se recordará que nos concierne aquí la estructura de la pauta del rol y por tanto, las orientaciones mutuas de los actores entre sí. El objeto relevante es siempre, a este fin, un objeto social. Todo esto sugiere de inmediato la utilidad de fundamentar el análisis en torno a la variable- pauta de adscripción-adquisición, ya que esta no es más que la formulación de la diferenciación más significativa para la construcción del mundo de objetos sociales. Al orientarse hacia un actor como objeto hay que dar la primacía (incluyendo a la personalidad propia del ego), de una parte a sus atributos o cualidades, independientemente de las realizaciones específicas esperadas o, de otra parte, la primacía puede ser dada a sus realizaciones, completas en proceso o esperadas en el futuro. Se recordará que el contexto relevante es siempre la evaluación como un todo en sus respectos relevantes. Esta evaluación puede ser aplicada a la selección del objeto de entre las alternativas posibles, o a la estructuración de las expectativas relativas al objeto, una vez que se establece una relación; es decir, el «tratamiento» que el actor recibe en un rol. Hay que aclarar la naturaleza de la diferenciación general. El principal problema de esta sección es examinar su relevancia desentrañando algunas de las consideraciones más empíricas que se encuentran implicadas en cada una de las dos alternativas principales. Empezaremos con el análisis de los complejos de cualidad o criterios adscriptivos. Parece esencial diferenciar al principio dos clases de criterios de este tipo. Arbitrariamente los llamaremos primario y secundario. Los criterios primarios son los que son lógicamente anteriores al sistema social. Los secundarios, los que se derivan de los rasgos relevantes de los sistemas sociales. En ambos casos, a los fines de aclarar su relevancia para la estructura social, resulta útil hacer otra distinción inicial: criterios clasificatorios y criterios relacionales. Entendemos por criterios clasificatorios los que orientan al actor hacia el objeto en virtud del hecho de que este pertenece a una clase universalistamente definida que como clase tiene especial significación para el ego. De otra parte, entendemos por criterios relacionales aquellos por los que se sitúa el objeto como objeto Particular en una relación específica significativa para el ego y por ello para otros objetos significativos. Así, el sexo del objeto es un criterio clasificatorio, en tanto que una relación biológica específica para el ego (por ejemplo, la de padre) es relacional. La relevancia de esta distinción para relacionar criterios adscriptivos con la incidencia de la variable universalismo- particularismo parece ser obvia. Los criterios adscriptivos primarios relevantes pueden ser clasificados como atributos de los organismos (del ego y del alter) o atributos de personalidades (de nuevo, del ego o del alter). Las colectividades quedan excluidas, ya que solo pertenecen a la clase secundaria. De la misma manera, quedan excluidos los objetos físicos y culturales. Estos son por definición, irrelevantes en este contexto, aparte de sus relaciones con los objetos sociales. Los objetos culturales — cuanto internalizados, son parte de la personalidad; en cuanto pautas institucionalizadas, son parte del sistema social— son secundarios. Los objetos físicos que no sean los organismos de los actores, solo son indirectamente relevantes En este sentido, pueden estar implicados en los criterios relacionales, a causa de la relación del objeto con su medio ambiente, como en el caso de la localización espacial. 61 En consecuencia, tenemos los atributos clasificatorios y relacionales del organismo. Los primeros son sus rasgos biológicos o, como a veces se dice, «físicos». Dos de ellos, a causa de su universalidad y de su relevancia para ciertos problemas intrínsecos funcionales de los sistemas sociales, se destacan de entre los dem: on el sexo y la edad o, dicho de un modo más preciso, el estadio del ciclo vital biológico. El hecho de que todas las poblaciones humanas sean clasificables según el sexo en dos categorías y solo en dos (con excepciones despreciables) constituye un foco crucial de la orientación hacia los individuos humanos. De modo similar acontece con la edad. Además de estas dos categorías, nos podemos referir solo a una categoría residual que engloba numerosos rasgos físicos o somáticos, tales como el peso, la estatura, la figura, el color de la piel y de los ojos y todas las otras categorías conocidas. Los rasgos que se manifiestan solo o principalmente en la conducta, y los que como base fisiológica o elemento adquirido socioculturalmente solo pueden ser distinguidos mediante un análisis complicado, si es que pueden distinguirse de alguna manera, es mejor considerarlos como rasgos de la personalidad más que del organismo; por ejemplo, la «inteligencia». Volviendo a la categoría relacional, parece que hay tres atributos relacionales primarios del organismo que des n por su significación primaria: la «posición biológica», la localización espacial territorial y la localización temporal. Por posición biológica entendemos el lugar del alter respecto del ego en las concatenaciones de ascendencia y reproducción sexual, lo que a veces se llama la «estructura biológica del parentesco». El hecho esencial es el origen por reproducción bisexual. El alter está siempre relacionado con el ego, si se puede trazar alguna relación, a través de líneas específicas de descendencia de unos antepasados comunes específicos, con la posibilidad desde luego de que se halle implicada más de una línea. Por razones que serán expuestas en los capítulos siguientes, la posición biológica es un criterio adscriptivo fundamental en todas las sociedades conocidas, que define el foco de la estructura social conocido como familia. La localización territorial es igualmente importante. Por ella entendemos, dada la posición espacial del ego como organismo en un momento dado, la relación con este de la posición en el espacio en que se encuentra localizado el alter. Desde luego, cuando el ego mismo es objeto, la identidad de la posición espacial es en sí misma un hecho crucial. En este sentido, el ego no puede estar espacialmente separado de «sí mismo». Supuesto que todos los actores individuales son organismos no se puede prescindir de este foco de orientación; hay que considerarlo siempre implícita o explícitamente; siempre crea un «problema para la acción. Si el ego y el alter no se encuentran en el mismo lugar tiene que haber mecanismos físicos específicos que les permitan comunicarse; por ejemplo el correo o el teléfono. O si la comunicación no puede facilitar el logro de las metas del ego, este tiene que ser capaz de alguna manera de «alcanzar» al alter en el lugar en que se encuentre localizado, o conseguir un cambio de localización, o ambas ci Es bastante claro que la localización territorial en este contexto es siempre un atributo relacional del organismo de un actor. Aunque obviamente influido por las acciones pasadas y sometido a la alteración a través del curso de una acción proyectada, en cualquier momento del tiempo se trata simplemente de un hecho dado. Aunque la localización territorial relativa forme parte de toda acción, tiene una significación crucial en dos contextos. Uno es el de la localización residencial. La pluralidad de roles de cualquier actor individual implica una distribución de tiempo entre ellos, y las condiciones son tales que los segmentos de tiempo no son lo suficientemente largos como para permitir más que una limitada movilidad espacial en el curso del cambio de unos a otros, O al menos de algunos de ellos; por ejemplo, trabajo y familia. Esto significa que las principales «bases de operaciones» de la acción de un individuo tienen que encontrarse dentro de un área territorial limitada, aunque los traslados de un lugar a otro a través de medios mecánicos hayan ampliado considerablemente esos límites. Este requisito de la base de operaciones se encuentra en la raíz del agrupamiento que llamamos comunidad». Una comunidad es esa 62 colectividad de miembros que comparten un área territorial común como base de operaciones de sus actividades cotidianas. El segundo contexto crucial es el del uso de la fuerza. La fuerza opera en el actor a través del organismo, limitando su libertad (por ejemplo, de movimiento o comunicación) o dañándole. Para utilizar la fuerza contra un actor es necesario «alcanzarlo» en el lugar en que está o le gustaría estar. Supuesto que el uso de la fuerza es un medio extremo de prevención de la acción (un hombre muerto no actúa), y supuesto que como un componente del poder, la utilización de la fuerza tiene que estar controlada en una sociedad, la organización territorial de la fuerza y su eventual utilización es siempre un foco de la estructura de la sociedad Las relaciones de tiempo pueden ser consideradas como la tercera serie de criterios relacionales relativos al organismo. Toda acción es, desde luego, en uno de sus aspectos principales, una secuencia temporal. Para la interacción, la implicación crucial reside en que el impacto de la acción del ego sobre el alter está siempre localizado específicamente en esa secuencia. «Cronometrar» las acciones es siempre posible dentro de ciertos límites, pero cuando un acto ha sido realizado sus consecuencias penetran en la secuencia temporal, tanto como parte de la «experiencia» del ego como de la del alter. En consecuencia, el ego se encuentra siempre relacionado con el alter en el tiempo, en el sentido de que ambos coexisten en un continuum temporal, y el estado relevante de cualquiera de ellos para la orientación de la interacción es el estado «en el momento». Pero la acción no está solo «localizada» en el tiempo, sino que «se distribuye» a través del tiempo. Las consecuencias de acciones pasadas se encuentran situacionalmente dadas y por tanto tienen siempre una significación adscriptiva. Sin embargo, la acción misma, en cuanto implica una expectativa, está orientada hacia el futuro. La medición de «lo que durará» y «a qué hora es» son inherentemente partes de cualquier problema de acción. En relación con la estructuración de la acción, la relevancia más importante de estas consideraciones lo es acaso para la proliferación de las orientaciones instrumentales en los sistemas. A mayor complejidad del ema instrumental, mayor complejidad de las metas, que como metas son significativas al presente, capaces de ser logradas solo en un futuro más o menos distante. Un sistema social instrumentalmente elaborado es aquel en que las orientaciones se encuentran «ampliadas-en-el- tiempo» en un alto grado. Sus miembros no pueden simplemente vivir «para el momento». De un modo particular, la significación del alter para el ego tiene claramente una dimensión temporal muy importante. Volviendo ahora a la personalidad (la propia del ego o del alter) como objeto, nos encontramos con el inmenso campo de los rasgos de la personalidad. Es discutible el grado de legitimidad de tratar estos rasgos como criterios adscriptivos primarios, ya que se encuentran muy íntimamente ligados con el sistema social mismo. Siempre es más o menos arbitraria su clasificación. Pero provisionalmente los podemos situar aquí. La distinción más importante dentro de la categoría clasificatoria parece ser la de los rasgos que son primariamente significativos para las realizaciones y aquellos que no lo son. A lo primero se puede llamar «capacidades de realización». Admitimos que es difícil trazar la línea de separación; probablemente hay que referirla al contexto, pero es una línea importante. Rasgos tales como fuerza física o agilidad, inteligencia o responsabilidad, son modos primarios de formular la clase de realizaciones que se pueden esperar en ciertas condiciones. De otra parte, algunos rasgos como la jovialidad o el «atractivo» parecen ser relativamente independientes de las realizaciones específicas. En cualquier caso es importante subrayar que las capacidades de realización son atributos que pueden funcionar como criterios adscriptivos. Aun cuando frecuentemente una realización pasada sirve de criterio empírico, las personas que se considera que tienen el rasgo en cuestión, o que lo tienen en el grado requerido son clasificadas juntas, sin embargo; la pertenencia a esta clase se 65 Para resumir, podemos decir que la variable adscripción-adquisición define el eje principal de diferenciación de los actores en un sistema social en su condición de objetos de orientación, como algo distinto de su condición de actores cuyas orientaciones tienen que ser analizadas. Ya que todos los estatus en un sistema social tienen que ser incorporados por el actor individual, aunque solo por el hecho de nacer, estos criterios son relevantes en primer lugar para clasificar las discriminaciones mediante las cuales se distribuyen los actores entre los estatus y roles del sistema social. Definen, pues, los criterios para ser elegido y, por tanto, los roles en que puede o no aparecer el ego frente al alter. Además, definen las pautas de consideración diferencial dentro de un rol, una vez que el actor es su incumbente. Son focos para la definición de las expectativas para decidir entre evaluaciones alternativas. Constituyen el esquema para definir en qué respectos es significativo el actor como objeto (de nuevo ambos, ego y alter), en el sentido que es relevante para la orientación del ego. La solidaridad de la colectividad Hasta ahora hemos tratado de la estructura de los complejos de rol, considerando primero la diferenciación de los diferentes roles que componen ese complejo sobre la base del contenido de la orientación de las expectativas y, por tanto, sobre la base de la selección entre las modalidades básicas de los objetos de las orientaciones: cualidad y realización. Queda por examinar la relevancia del problema de lo que hay de específicamente común de las pautas de orientación de valor de los participantes en un sistema de interacción social. Ello constituye un aspecto primario de la integración de ese sistema. En un aspecto o sentido, cualquier sistema efectivamente existente se encuentra «integrado», desde luego, porque sus partes tienen de alguna manera que «entremezclarse». Esto se puede decir de un sistema de roles en el mismo sentido que de cualquier otro tipo de s Avanzando un paso más tenemos, como hemos visto, un aspecto normativo, en cualquier sistema de interacción social. En este sentido; existe un elemento de orientación de valor común en cualquier sistema de interacción social. Estos valores pueden ser, por ejemplo, criterios cognitivos que dirigen la comunicación, o criterios apreciativos que señalan lo apropiado de los símbolos expresivos. Pero ahora nos con cierne el próximo nivel «más alto» de integración: el «moral» en su relevancia relacional o para el sistema social. En este nivel no está determinado por el hecho de la interacción sola, o por la presencia de valores comunes en el sentido más general, sí esta implicada o no una «cuestión moral» en una elección dada de alternativas de orientación. El problema puede consistir simplemente en un problema instrumental de eficiencia, o en un problema expresivo de elección y aptitud del objeto apropiado. Solo tenemos una cuestión moral cuando las alternativas implican una presunción de relevancia para la «integridad» o la «solidaridad» de un sistema de interacción cuando la preservación de esa integridad o solidaridad sea un valor en sí mismo. La quinta de las variables- pautas constituye la conceptualización de esta alternativa con respecto a la integración de los sistemas sociales. El caso de la auto-orientación es aquel en que, en la elección en cuestión, la alternativa que se escoge se siente que es o se define como indiferente, por lo que se refiere a la integridad de un sistema social de acción valuado. De otra parte, el caso de la orientación colectiva es aquel en que esa integridad está implicada por definición hasta el punto de que el actor que elige una parte está violando sus responsabilidades hacia el sistema como unidad y sus miembros participantes. Solo cuando el sistema de acción implica solidaridad, sus miembros * Es evidente que la presente concepción de las pautas que definen la moralidad y solidaridad sociales, en este sentido, es congruente con el concepto de Summer de las mores y con el de Durkheim de coerción moral. 66 definen ciertas acciones como exigidas en interés de la integridad del sistema mismo, y otras acciones como incompatibles con esa integridad; el resultado es que las sanciones se organizan en torno a esta definición. Ese sistema será llamado una «colectividad». La orientación colectiva, por así decirlo, plantea de suyo la «cuestión de confianza»: « ¿Es usted o no uno de los nuestros? Su actitud en esta cuestión es decisiva.» Hay que señalar que la solidaridad, en este sentido, implica ir más allá de la «lealtad», según se ha definido este concepto antes. La lealtad es, por así decirlo, el precursor institucionalizado de la solidaridad; es «colmarse» de motivación para estar de acuerdo con los intereses o expectativas del alter más allá de los límites de cualquier obligación institucionalizada o acordada. La orientación-colectiva, de otra parte, convierte esta «propensión» en una obligación institucionalizada de la expectativa de rol. Entonces, tanto si el actor «siente así» O no, está obligado a actuar de cierta manera y se arriesga que se le apliquen sanciones negativas si no lo hace. Es en extremo importante distinguir claramente sobre la relatividad de los conceptos de solidaridad y colectividad y, por tanto, acerca de la aplicabilidad de la variable sí mismo- colectividad. Solo en un caso límite una colectividad constituye un agregado de personas como individuos totales —el de una sociedad completamente autosubsistente—. Lo usual es más bien el agregado de personas participantes en un sistema interactivo particular organizado como tema de roles complementarios; por ejemplo, un sistema social parcial. En consecuencia, un actor puede ser miembro de tantas colectividades como roles tenga —no existe ninguna limitación inherente a su número—. Con respecto a las personas de una colectividad se sigue que algunas pueden ser completamente separadas, sin superposición, en tanto que otras serán colectividades más o menos incluyentes. Así, en los Estados Unidos los residentes de una ciudad son también residentes de un Estado y, a su vez, también de los Estados Unidos; los residentes tienen, pues, el rol de «ciudadano» en cada uno de los niveles de organización gubernativa; es decir, son miembros de las tres colectividades. Todo rol, en la medida en que está institucionalizado, implica una pauta de obligaciones solidarias; en este sentido, comporta la condición de miembro en una colectividad al menos. Pero en la orientación particular dentro del rol estas obligaciones pueden o no estar implicadas. El margen de las alternativas de orientación en relación con las cuales no hay tales obligaciones se define por el concepto de auto-orientación; si las hubiera se definiría por el de orientación- colectiva En este sentido, para poner un ejemplo conocido, los participantes en un mercado comercial son miembros de una colectividad —el Estado— que tiene «normas jurídicas» En sus orientaciones particulares hacia los otros participantes en el intercambio, efectivos o potenciales, pueden estar, dentro de ciertos límites, «auto-orientados»; por ejemplo, con referencia a negociar acuerdos sobre precios particulares. Pero más allá de estos límites, las obligaciones de solidaridad llegan a invocarse en forma de insistencia en la docilidad ante ciertas reglas comunes; por ejemplo, con respecto a reprimir la falsa representación fraudulenta de la naturaleza de los productos. La obligación de aceptar estas reglas es un elemento de orientación-colectiva de rol total. Cuando hablamos del sistema de relaciones de mercado como de relaciones «dirigidas por el propio interés» entendemos que dentro de lo que está definido como permitido dentro de esa serie de reglas (formales e informales), se toman las decisiones en bases que son consideradas como irrelevantes o indiferentes en relación con las obligaciones de solidaridad. Reiterando este punto crucial: toda institucionalización implica tanto valores comunes como otros valores. Las obligaciones hacia la colectividad son, en consecuencia, un aspecto de todo rol institucionalizado. Pero en ciertos contextos de elección de orientación estas obligaciones pueden ser latentes, en tanto en otros se encuentran «activadas», en el sentido de que el actor encara la elección o bien eligiendo la alternativa: que está de acuerdo con estos valores o bien aceptando las sanciones negativas que acompañan a la violación. 67 Tenemos otro aspecto de latencia que es particularmente aplicable a las orientaciones- colectivas u obligaciones solidarias, pero que también es relevante en otros contextos. Muchas obligaciones dependen de ciertas condiciones situacionales específicas. Si no se presentan esas condiciones las obligaciones pueden permanecer latentes —por ejemplo, un profesor tiene la obligación de enseñar—,; si alguien le conociera en los meses de verano y no le viera enseñando no llegaría obviamente a la conclusión de que estaba violando su obligación de enseñar o no «se daría cuenta» de ello. Lo que ocurre es que la obligación está, latente cuando la Universidad no se encuentra en «período académico». En consecuencia, la prueba mejor para el reconocimiento de una obligación es la reacción del actor en la situación específica a la que se aplica la obligación. Una prueba, desde luego secundaria y no siempre de fiar, es la respuesta verbal a una «pregunta como esta: « ¿Qué haría usted en esta o la otra situación?» La conformidad con las expectativas de la orientación-colectiva puede ser llamada «responsabilidad» como miembro de la colectividad. Pero representa un paso más en esta elaboración, concebir la colectividad «actuando como una unidad» o «de concierto». Esa acción es, en un sentido latente, una propiedad constitutiva de cualquier colectividad —como mínimo, un sistema que nunca «se defienda a sí mismo», es decir, que no movilice cierta resistencia ante las amenazas a su integridad, no podría llamarse colectividad en este sentido—. Pero sólo en ciertos tipos de situaciones será movilizada o activada esta propiedad latente de acción concertada. Una colectividad en que los intereses expresivos tengan primacía en su orientación hacia una acción continuada concertada, a falta de mejor término, puede llamarse una Gemeinschaft, aquella en que los intereses instrumentales tengan primacía será una «organización» en el sentido antes definido. En la medida en que ambos tipos tengan reglas explícitas y formalizadas y órganos diferenciados de instrumentación de una acción colectiva (comprendiendo la interpretación y reforzamiento de las reglas) se trata de una «asociación».” Cuando se alcanza el nivel de asociación en la organización de las colectividades, o se acercan al mismo, ello ciertamente implica una diferenciación interna de los roles tanto con respecto a las funciones de la colectividad como unidad, como de lo que puede ser llamado su división primaria del trabajo. Esta diferenciación es aproximadamente el eje «responsable» de las posibilidades de «acción concertada». Internamente, a esto se puede llamar un rol de liderazgo. Cuando le conciernen especialmente las relaciones de la colectividad y sus miembros que se encuentran fuera de ella con otras personas y colectividades, se puede llamar un rol «representativo». En base al examen de la división del trabajo que hemos hecho antes, debe estar claro que los roles de liderazgo son siempre difusos, si bien caben muchas diferencias de especificación en relación con las «contribuciones» especializadas a un sistema de acción cooperativa. La responsabilidad, en este sentido, nunca puede reducirse a la realización eficiente de una función especializada, pero implica, en algún sentido, coordinar una variedad de factores y dependencias en interés de las metas colectivas. Como muchas de estas distinciones implicadas en esta exposición, esta es muy relativa. Pero centrarse en el contexto relacional —como algo distinto de una meta técnica— es el criterio esencial de un rol ejecutivo o de liderazgo. En el polo límite de una fluidez completamente institucionalizada, un sistema de interacción social no comprendería ninguna colectividad en el sentir técnico de esta exposición; solo sería un complejo ecológico. Pero este es, en definitiva, un caso límite. Ninguna sociedad efectiva se acerca a ello. Los os relevantes que, en concreto, se acercan a ello con ciertas clases de sistemas sociales parciales dentro de una sociedad institucionalizada, tales como grupos pequeños Esta terminología es similar, aunque en una versión algo modificada, a la de Max Weber. Cf. The Theory of Social and Economic Organization, capítulo 1. Cuadro 2b. Tipos de componentes de la orientación de valor de la expectativa del rol social de adquisició universalista Especificidad Adquisición Especificidad Adscripción Difusividad Pautas —> de adscripción universalista Universalismo AFECTIVIDAD NEUTRALIDAD Expectativa de expresiones afe. tivas hacia una clase de objetos designados sobre la base de ad- quisición 2 Expectativa de acción disciplina- da específica en relación con una clase de objetos designados sobre La base de adquisición 3 Expectativa de expresiones afes vivas difusas hacia clases de obje- tos sobre la base de adquisición 4 Expectativa de acción disciplina- da difusa hacia clases de objetos sobre la base de adquisición 9 Expectativa de expresión afectiva específica hacia clase de objetos sobre la base de cualidades 10 Expectativa de acción disciplina- éa específica hacia clases de obje- tos sobre la base de cualidades 11 Expectativa de expresión afecti- va difusa hacia clase de objetos sobre la base de cualidades | 12 Expectativa de acción disciplina- da difusa hacia clase de objetos sobre la base de cualidades Particularismo AFECTIVIDAD NEUTRALIDAD S Expectativa de expresión afectiva específica cara a un objeto parti- cular o una relación en particular sobre la base de realización 6 Expectativa de acción discipli- nada específica hacia un objeto en una relación particularista para el ego sobre la base de reali- zaciones 7 Expectativa de expresión afectiva específica hacia objeto en rela- ción particularista con ego sobre la base de realización 8 Expectativa de acción disciplina- da difusa hacia objeto en rela- ción particularista con ego sobre la base de realización 13 Expectativa de expresión afecti- va difusa hacia objeto en rela- ción particularista con ego sobre la base de cualidades 14 Expectativa de acción discipli- nada específica hacia objeto en relación particularista con ego sobre la base de cualidades 15 Expectativa de expresión afec- tiva difusa hacia objeto en rela- o 1 particularista con ego sobre la base de cualidades 16 Expectativa de acción disciplina- da difusa hacia objeto en rela- ción particularista con ego sobre la base de cualidades 70 <— Pautas de adquisición particularista Especificidad Adquisición Difusividad Especificidad Adscripción Difusividad < Pautas de adscripción particularista 71 La primera sección de este capítulo estableció ciertos tipos elementales de subsistemas sociales a partir de la organización de los tipos de orientación de la acción en los diferentes sistemas relacionales. Este análisis partió del polo de las orientaciones motivacionales. Las utilizó no en el nivel más elemental, sino en el de la organización con elementos culturales que han sido llamados, en el capítulo 2, orientación de la acción evaluativa. Las dos variables-pautas de afectividad-neutralidad y especificidad-difusividad fueron las más directamente relevantes para ese foco motivacional y se puede decir que son la nota clave de la relevancia de la orientación de valor en ese nivel. La variable universalismo-particularismo sirvió para introducir otras especificaciones en la estructuración de estas orientaciones, sobre todo a causa de su relevancia para la primacía de los elementos cognitivos en las orientaciones instrumentales, una vez que se presume que las metas son dadas. Esta consideración, combinada con su relevancia para la estructura de la personalidad que será examinada en el capítulo 5, justifica agrupar esta pareja de variables. Pueden ser consideradas, ciertamente, como los ejes principales de la organización de la acción con respecto hobbesiano del orden. Formulan la necesidad del equilibrio en dos aspectos fundamentales. De una parte, el actor tiene que tener gratificaciones; sin ellas ni puede subsistir ni estar adecuadamente motivado para la realización de los roles sociales. De otra parte tiene también que aceptar una disciplina, en interés de su propio equilibrio prolongado entre gratificación y deprivación, y en interés social (el de su realización de rol). En segundo lugar, en su referencia psicológica, la variable especificidad-difusividad formula, en primer lugar, la significación de las lealtades difusas, pero al mismo tiempo formula, por el contrario, la necesidad de limitar esas lealtades, en interés de las realizaciones instrumentales y clases de gratificaciones que no se pueden integrar con las adhesiones. En relación con las colectividades, la solidaridad con su difusión de la responsabilidad hacia la colectividad, que implica difusividad, es la contrapartida institucionalizada de la lealtad entre los individuos sin institucionalización. Tenemos que retener que estamos tratando aquí del contexto del sistema social, no de la acción en general. Por tanto, estas dos variables se ocupan de los mecanismos que median entre las necesidades y capacidades de las personalidades que, como actores, componen los sistemas sociales, y la estructura de los sistemas sociales mismos. Figura 1 Agrupamiento de variables pautas Orientación de valor ic ig, ef ls : % (ón Orientación-colectiva Auco-orientación Ea eS 45d, SS La Orientación-motivacional 7 Las otras variables son el universalismo-particularismo y la adscripción-adquisición. Estas variables se refieren, a diferencia de las otras, al sistema social como tal. Según hemos visto, les conciernen, respectivamente, el tipo de normas de valor que entran en la estructura del sistema social, y los modos en que las características de los actores como objetos de orientación se «tienen en cuenta» en el proceso selectivo a través del cual se constituyen las estructuras sociales. Ambas parejas de variables son constitutivas de la estructura del sistema relacional; de no ser así no serían relevantes para este análisis. Pero a la segunda pareja le concierne más el polo del tema social de referencia funcional. Hay un sentido en el que la adecuación motivacional de un tema social con las necesidades de los individuos puede ser tenida en cuenta más de cerca sobre la base de la primera pareja, ignorando la segunda. Pero esto no es verdad si nos referimos a las bases de diferenciación y variabilidad estructurales de los sistemas sociales. En un sentido, la segunda pareja tendrá primacía para el análisis de la variabilidad de los sistemas sociales como tipos estructurales, siendo las combinaciones de la primera pareja, por así decirlo, resultantes del hecho de que una sociedad dada se encuentra estructurada de un modo dado con respecto a la segunda pareja. De otra parte, para el análisis de los problemas ajustativos y de la personalidad y de la variabilidad de estos fenómenos dentro de una estructura social dada, la primera pareja tendrá la primacía. Finalmente, la quinta variable de auto-orientación y orientación-colectiva ha sido situada «en el medio». Esto es así a causa de que esta variable no tiene significación primaria estructural, sino más bien integrativa. Es, ciertamente, al igual que las otras, un componente de la estructura de los sistemas sociales; de no ser así, no la situaríamos en este lugar. Pero los puntos de referencia de esta variable son «internos» al sistema social mismo, son relacionales por así decirlo, en tanto que los puntos de referencia de las otras cuatro variables son «externos», en el sentido de referirse a rasgos de los componentes de la acción que son lógicamente anteriores a su organización en sistemas sociales. Cuadro 2c. Tipos principales de orientación de valor de actitudes personales Yspecificidad AFECTIVIDAD: NTUTRALIDAD A Acoritud de recibir y responder Actitud de aprobación Disposición de recibir y respon- der a la actitud del alter de ex- pectativa de gratificaciones mu- Disposición a aprobar la acción del alter dentro de una esfera con- dicional específica sobre sus tea Difusividad tuas dentro de una estera o con- texto específicos lizaciones en base a un criterio Actitud de amor D Actitud de estima Disposición a recibir y corres- ponder a una ahesión afectiva «difusa hacia el alter y a aceptar la obligación de lealtad que le acompaña Disposición a evaluar al alter como personalidad total relariva a una serie de criterios 75 responsable. En consecuencia, se subraya el «aprovechar la mayoría» de las oportunidades expresivas utilizando el orden social como una especie de «escenario» para una representación teatral. La pauta hispanoamericana parece ser la aproximación más cercana a este tipo Se pueden señalar una o dos relaciones interesantes entre estos cuatro tipos. La primera implica un orden de «tensión» que puede situarse más o menos en los apartados 3, 1, 2, 4 de arriba abajo. Este orden cambia, sin embargo, cuando nos centramos en la responsabilidad hacia el sistema social como tal; es decir, cuando subrayamos la orientación-colectiva. Aquí parece que hay dos parejas. Los apartados 2 y 3 subrayan esa responsabilidad por que un sistema de ese tipo es el centro de la atención. Los apartados 1 y 4, de otra parte, tienden a ser más «individualistas», pero con muy diferentes tipos en los dos casos. En el primer caso tenemos una especie de individualismo de «adquisición de meta» que no se liga a un nexo particularista como en el apartado 2, en que se subrayan las tendencias a la adquisición para excluir el subordinar la unidad de adquisición al sistema en ningún sentido, y el foco adscriptivo en un ideal absoluto falta. En el caso del apartado 4, de otra parte, el individualismo tiene un foco expresivo porque tiene que tener lugar dentro de un esquema considerado como dado. Las relaciones que tienen este carácter serán examinadas con más detalle más adelante. Sin embargo, es esencial situar estas pautas culturales ideales en su contexto adaptativo en relación con los problemas funcionales de los sistemas sociales. De un modo muy general las diferenciaciones entre los tipos de sistema social no se corresponden con este orden de diferenciación de pauta de valor cultural, sino solo de un modo muy general. Las estructuras sociales efectivas no son tipos de pauta de valor, sino resultados de la integración de pautas de valor con los otros componentes del sistema social. 76 CAPÍTULO 4 LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA SOCIAL HI. PUNTOS INVARIABLES DE REFERENCIA PARA LA DIFERENCIACIÓN Y VARIACIÓN ESTRUCTURALES DE LAS SOCIEDADES El capítulo anterior nos hizo avanzar un paso más hacia la concepción de un sistema social operante. En vez de tratar solo de los componentes más elementales de este sistema —como se hizo en el capítulo 2—, puso de manifiesto cómo estos componentes elementales pueden estar organizados en complejos relacionales y colectividades, y cómo la estructura de estos complejos puede variar en torno a los focos fundamentales de cristalización del sistema social. La tarea del presente capítulo es mostrar cómo estos «subsistemas» se reúnen para constituir sistemas sociales más complejos aproximándose al nivel de concreción que le concierne al sociólogo empírico. La norma de esta exposición es la edad según se la ha definido antes; es decir, el sistema social que es potencialmente, o «en principio», auto-subsistente. Esto es esencial, porque solo con referencia a esta norma pueden ser analizados los problemas de diferenciación de un sistema total. Sin embargo, los resultados del análisis serán aplicables a cualquier sistema social parcial, toda vez que pueda ser satisfactoriamente «localizado» dentro de la sociedad de la que es parte, y determinados sus límites con el resto de la sociedad. Tendremos que empezar analizando otra nueva serie de puntos de referencia: los focos funcionales para la diferenciación estructural del sistema social. Estos puntos de referencia pueden ser considerados como derivativos —en el requerido nivel de concreción— de los puntos de referencia para el análisis de las orientaciones de la acción antes examinado, estableciendo muchas conexiones específicas con ese análisis precedente. Los focos de cristalización de la estructura social Un sistema social —respecto de sus componentes estructuralmente significativos es un sistema diferenciado—. A nuestros fines, podemos presumir que lo que está diferenciado es la unidad de estructura a la que se ha referido la mayor parte de la exposición anterior: el rol, comprendiendo tanto las significaciones de objeto de los actores como sus pautas de orientación. De ahí que al foco fundamental para el análisis del sistema, como sistema diferenciado, le conciernan los modos en que los roles —dentro del sistema— están diferenciados, y, a su vez, estos roles diferenciados integrados unos con otros, es decir, «mezclados» para formar un sistema en funcionamiento. Al mismo tiempo, no son solo los roles los que están diferenciados. Los actores individuales y colectivos tienen que estar distribuidos entre los varios roles y agrupamientos de roles en el sistema social. Además, en la medida en que los roles implican orientaciones T instrumentales tiene que haber bienes, y en la medida en que implican orientaciones expresive recompensas. La diferenciación del sistema social puede ser considerada, pues, bajo dos rúbricas principales. Primera, se trata de un sistema de roles diferenciados. Tienen que ser analizados los tipos de que se compone, cómo están distribuidos dentro del sistema social y cómo están integrados entre sí. Esto es lo que queremos decir cuando hablamos de la estructura social en el sentido más estricto del término. Segunda, dada la estructura de los roles, tenemos que analizar, sin embargo, los procesos de distribución de elementos «muebles» como, por ejemplo, entre estatus y roles. Este proceso de distribución de objetos significativos dentro del sistema de roles será llamado signación.' Hay tres contextos del problema de la asignación que tendremos que considerar: 1) la asignación de las personas, es decir, de los actores, entre los roles; 2) la asignación de los bienes, y 3) la asignación de las recompensas. A ciertos fines, las dos últimas pueden ser consideradas al mismo tiempo como constituyendo la asignación de las posesiones. Cada una de ellas será considerada por turno, pero antes es necesario decir algunas co: obre la significación general de la misma asignación. Según hemos dicho, la asignación es esencialmente un concepto económico, y en el uso que aquí hacemos del término le concierne el aspecto «económico» del sistema social, pero considerado en un sentido más amplio que el habitual en la ciencia económica. El concepto básico es el dilema de la escasez que es siempre relativa a la demanda. A su vez, esta es una versión del dilema todavía más general de las incompatibilidades entre dos o más cosas que, desde algún punto de vista, son ambas deseadas. Los casos más obvios de asignación son los de entidades cuantificables, que de alguna manera tienen que ser divididas entre pretensiones y pretendientes. El dinero es, desde luego, el caso tipo, ya que la pregunta de « ¿cuánto?» tiene un significado absolutamente inequívoco. Pero incluso cuando la cuantificación solo alcanza el nivel de una ordenación, surge esencialmente el mismo problema básico. La distribución de tipos de rol dentro del sistema social ha sido separada de los tres problemas de asignación de elementos «muebles» dentro del sistema. No obstante, hay un aspecto asignativo en esta distribución que es, en un sentido, el reverso de las otras tres asignaciones. Los roles —desde el punto de vista del funcionamiento social— son los mecanismos primarios a través de los cuales se cumplen los prerrequisitos funcionales esenciales del sistema social. Existe el mismo orden de relación entre roles y funciones relativo al sistema en los sistemas sociales, que existe entre Órganos y funciones en el organismo. No existe —con ciertas excepciones que señalar— un número inherentemente limitado de roles que tenga que ser asignado entre los pretendientes. Sin embargo, si el rol ha de cumplir las funciones requeridas en el sistema social, tiene que estar adaptado a las capacidades y necesidades de los incumbentes. La estructura de los roles tiene que estar adaptada a la condición de la posibilidad deque el mismo individuo combine una serie dada de roles en su propia capacidad; por ejemplo con respecto a las limitaciones del tiempo, a las exigencias de localización geográfica de las actividades, con respecto a la compatibilidad psicológica, como en el caso de exigirse acción decisi pensamiento reflexivo del incumbente del mismo rol. Sometida a estas condiciones, la realización de varias funciones esenciales al sistema llega a estar asignada entre la población del sistema a través de las pautas de sus roles, y tiene que estar adaptada al material humano, según hicimos notar. Pero precisamente porque en los sistemas sociales a gran escala, la misma estructura de los roles es el elemento más estable, es más conveniente, a la mayoría de los fines, considerar una estructura de los roles dada como el Tomamos el término de la ciencia económica y quiere decir esencialmente la distribución en la perspectiva de la significación funcional para el sistema. 80 recompensas pueden o no ser las mismas posesiones en otros aspectos. Pero en cualquier caso, analíticamente, la distinción es crucial. Las recompensas tienen siempre que ser entendidas como parte del complejo del simbolismo expresivo, no como parte del complejo instrumental medios- fines. Una posesión ha sido definida como una entidad que es transferible de un actor a otro, que puede cambiar de manos a través del proceso de intercambio. Esta entidad —la posesión como tal— es siempre un derecho o conjunto de derechos. Dicho de otra manera, es una serie de expectativas sobre conductas y actitudes sociales. Como tal, nunca es un objeto físico, sino que ste siempre en derechos en, o relativos a objetos físicos, sociales o culturales; derechos de uso o control de disposición. En última instancia, el derecho del ego implica la obligación negativa del alter de abstenerse de interferir en el uso o control del ego del objeto de sus derechos de posesión; a veces, puede requerir realizaciones positivas del alter, tales como renunciamiento de un modo de control que «pertenece por derecho» al ego. Es cierto que los objetos físicos cambian de manos, pero para el sistema social este no es un fenómeno esencial, sino derivativo. En innumerables casos de transferencia de posesiones, en un sentido físico nada cambia de manos, o solo una entidad simbólica; por ejemplo, una «pieza de papel». Esto es cierto incluso con respecto a los derechos en objetos físicos, en que, como en el caso de la tierra, el objeto «sigue en su sitio» y lo que cambia es la relación con él del anterior «propietario», de una parte, y del nuevo, de otra parte. Pero muchos de los objetos más importantes en que existen derechos de posesión no son físicos en absoluto; pueden ser objetos culturales, por ejemplo, el «libro» que ha escrito un autor. Otra clase enormemente importante es la de las posesiones relacionales; equivalen a la incumbencia de posiciones dadas en el sistema social a las que se adhieren ciertas ventajas y que pueden ser renunciadas en favor de otros. Así la elegibilidad para un estatus (por ejemplo, un «empleo»), o la pretensión de obtener los servicios de otro, pueden ser posesiones. Todo sistema social tiene que tener mecanismos para la asignación de las posesiones como bienes, porque su posesión es deseable y son inherentemente limitados en relación con la demanda. La siguiente cuestión se refiere a las fuentes de esta escasez, y las implicaciones de estos hechos para el sistema social. A nuestros fines presentes, es suficiente clasificar estas fuentes en relacionales y no-relacionales. Las fuentes no-relacionales son intrínsecas al sistema social como tal. Se refieren, por ejemplo, a las limitaciones físicas y biológicas en la disponibilidad de objetos físicos, o al hecho de que —aunque pueden ser producidos— ello tiene un costo en el sentido económico del término. Todo este tema ha sido tratado tan completamente en la literatura de la ciencia económica que no es necesario detenernos más en ello. Consideraciones similares se aplican a cierta clase de posesiones culturales que como bienes pueden ser importantes. Así, un conocimiento técnico especializado solo puede ser adquirido mediante el trabajo y, también frecuentemente, mediante el acceso a otros bienes especiales, tales como los servicios de los profesores y varios tipos de equipo; por ejemplo, libros. Cuando ese conocimiento solo puede ser alcanzado mediante un costo, o mucho más efectivamente mediante la utilización de esos bienes, el poseedor del conocimiento especializado puede adquirir derechos en él como una posesión; por ejemplo, el derecho a utilizar un título universitario, que incluso puede ser —como en el caso del título de licenciado en Medicina— un prerrequisito para la práctica de una profesión concreta. Un caso intermedio es el de las posesiones físicas que —por razones físicas— son intrínsecamente incapaces de aumento y no pueden, por tanto, ser producidas en ningún caso. El ejemplo más conocido es el del espacio en la superficie de la tierra. Una localización particularmente deseable —por ejemplo, Un local de negocios en la ciudad— tiene, por tanto, que estar asignada a algún usuario, excluyendo a muchos competidores. Lo mismo es 81 esencialmente cierto respecto de las limitaciones del tiempo. A causa de la finitud de la duración de la vida humana es estrictamente imposible que cualquiera «encuentre el tiempo» para hacer todo lo que podría querer hacer. Solo estas dos bases de limitación intrínseca son suficientes para evitar la noción a veces expuesta de que nos encontramos en las cercanías de una «economía de la abundancia», en que la escasez —en el sentido económico— empezaría a no tener sentido. Ahora bien, la limitación más fundamental es la directamente relacional como algo distinto del carácter indirectamente relacional de las limitaciones de espacio y tiempo a la libertad de la acción. La limitación relacional descansa sobre el hecho de que es inherente a la naturaleza de la acción social que la gratificación de las iones de necesidad del ego dependa de la acción del alter, y viceversa. El sistema de acción de cada actor es un sistema finito de posibilidades limitadas. Por ello, el alter por la naturaleza de la cosa no puede hacer todo lo que el ego pudiera querer que hiciese, y viceversa. Las posesiones relacionales —en el sentido de derechos de cualquier actor a contar con ciertas acciones (y actitudes) recíprocas de los otros— tienen por la naturaleza de la cosa que estar organizadas en un sistema pautado. Todo actor tiene que distribuir sus acciones significativas para los otros de un modo determinado, como por ejemplo, entre los varios pretendientes, entre tipos de acción, y entre ocasiones, y esta organización determinada tiene que ser mutua. Por ejemplo, el ego no puede —en el sentido de lo que entendemos por rol ocupacional— «trabajar para» un número indefinido de clientes y patronos. El que elegir se refleja en el hecho de que no todo alter que pudiera gustar de tener sus servicios pueda hacerlo. En la medida en que le concierne el problema de la asignación de los bienes, llamaremos a este problema básicamente relacional —siguiendo a Hobbes— el problema del poder. Con una cualificación, la propia definición famosa del poder, de Hobbes, «los medios presentes de un hombre para cualquier bien futuro», encuadra el caso. Añadiríamos la cualificación de que esos medios constituyen su poder, en la medida en que estos medios son dependientes de sus relaciones con los otros actores; la obligación correlativa es la del alter de respetar los derechos del ego. De ahí que, en un aspecto, toda posesión de bienes 1 es posesión de poder; porque es — al menos en un sentido dependiente e implicado— un control sobre las acciones de los otros, al menos en el sentido de facultad para contar con su no-interferencia. Hay una graduación completa entre este aspecto negativo, dependiente del poder, y el aspecto positivo: la capacidad del ego para influir en la acción de los otros en interés de alcanzar su meta positiva por encima del mero contar con su esperada no-interferencia. El poder y sus bases pueden ser muy específicos y particularizados. Así, la posesión de una parcela particular de tierra puede no tener otras implicaciones sociales que el «poder» de impedir que la invadan. Pero la significación del poder en el sistema social, además de la institucionalización de los derechos a posesiones particulares, depende del hecho de su generalización y, como su consecuencia, de su cuantificación. Esta generalización y cuantificación es una cuestión de grado con niveles muy diferentes de desarrollo en diferentes stemas sociales. Parece depender, sobre todo, de tres condiciones. La primera es la significación inherente de lo que hemos llamado problema de intercambio en todos los sistemas de roles diferenciados. A más alto grado de diferenciación del sistema de roles más extensa tiene que llegar a ser la red de relaciones de intercambio; y tiene que haber procesos de establecimiento de los términos entre los incumbentes de los diferentes roles. En estos procesos de establecimiento de los términos es donde surge la oportunidad de ejercer el poder y donde reside su significación para las adquisiciones de meta. Este es esencialmente otro modo de afirmar el carácter inherentemente relacional de las posesiones, incluyendo los bienes. La significación del poder para la realización de cualquier orientación de meta dada de uno o más actores dentro del sistema social es una función de la extensión del sistema de relaciones de intercambio efectivas O potenciales mediante el cual se ramifica. 82 La segunda condición es la incidencia de orientaciones universalistas dentro del sistema social. Esta y la elaboración de la diferenciación de los roles están inherentemente ligadas. A más extensión del contexto relacional de una orientación instrumental en que tienen lugar libremente procesos de intercambio —y de ahí pueden llegar a tener una significación funcional primaria—, más esencial es para estos procesos estar gobernados por reglas generalizadas que en su aplicabilidad trasciendan la particularidad de cada serie específica de relaciones dentro de la cual tienen lugar. Solo con esta condición puede ser superada la restricción del orden de los intercambios que en sí misma conduciría a la constricción de la diferenciación de los roles. Si más estrechamente particularista es la estructura institucional, mayores serán las barreras a la extensión de la influencia del ego sobre el alter por encima del orden de las asociaciones particulares en que se encuentra implicado. La ruptura de los lazos particularistas es la primera condición para la extensión del sistema de poder. Pero esta ruptura sola conduce a la inestabilidad, a la que solo se puede hacer frente o volviendo a las restricciones particularistas o mediante la institucionalización de normas universalistas. La tercera condición es lo que puede ser llamado un gradiente de efectividad o «drasticidad» de los medios. Toda institucionalización de relaciones de intercambio —según hemos puesto de manifiesto en el último capítulo— implica la definición de límites legitimados a la elección de medios. La base funcional fundamental de la necesidad de esta institucionalización reside en el hecho de que recurrir a ciertos medios daría al ego «demasiado poder», en el sentido de que —a menos que su poder pueda ser generalizado a los otros— el ego podría alcanzar sus fines a expen: del alter. En las relaciones de intercambio individuales hay, sobre todo, dos cl de medios que constituyen el foco de esta regulación institucional: el fraude y la fuerza. El análisis hobbesiano pone de manifiesto en forma clásica por qué su uso no regulado conduciría a la «lucha de todos contra todos». Ahora bien, existe un tercer problema igualmente básico en el control de la organización supuesto que muchísimas metas no serían alcanzadas sin ese control. Lo cual es cierto, desde luego, en el uso de la fuerza? La cuestión esencial es que el poder puede ser incrementado a corto plazo avanzando a lo largo del gradiente de medios cada vez más drásticos. Pero, desde luego, ya que el poder, siendo relacional, es por definición relativo el ego puede incrementar su poder recurriendo a medios más drásticos, solo mientras el alter falle al tomar «contramedidas» recurriendo a los medios correspondientes de su parte. Este recurso interactivo a medios cada vez más drásticos es la fuente de la «lucha por el poder» y del carácter inherente de círculo vicioso de esta lucha. Este círculo solo puede ser roto mediante algún tipo de control que opere en un conflicto sobre las dos partes. La generalización y cuantificación del poder en los sistemas sociales se presenta en dos modos o direcciones principales interdependientes, pero distintos, que pueden ser llamados respectivamente el económico y el político. El tipo económico consiste en la extensión del orden de relaciones de intercambio efectiva o potencialmente disponibles, y de ahí, del orden de cualquier elección de cualquier actor dado en cuanto a la adquisición y disposición de derechos de posesión a los bienes —y, desde luego, a las recompensas en la medida en que son «negociables»—. Esta extensión solo es posible en condiciones relativamente definidas con rigidez que comprenden, en el lado negativo, primariamente la «emancipación» de implicaciones particularistas y difusas en el contexto del intercambio, para que tengan primacía criterios de eficiencia instrumental; y en el lado positivo, la institucionalización de las restricciones al recurso a medios para obtener ventajas que serían lesivos para la operación de ese sistema de intercambio En un nivel un tanto sutil, la capacidad para jugar con los sentimientos de los demás es otro medio de alcanzar metas que tiene que estar sometido a control institucionalizado. Ahora bien, este problema pertenece primariamente al apartado de la institucionalización del simbolismo expresivo y el sistema u recompensas, en vez de a la organización y asignación de los bienes. 85 que la orientación del actor hacia ella es primariamente instrumental (y no en sí misma un «objeto de meta» último). Es una recompensa en la medida en que la orientación del actor (es decir, la base de su interés) es predominantemente expresiva. Esto quiere decir que en la medida en que el interés del ego se encuentra en el alter, porque el objeto puede ser «obtenido del» alter, la orientación hacia el alter debe ser considerada como instrumental. Solo cuando el alter mismo —-en algún aspecto relevante— es el objeto, es expresiva. La relación del ego con el alter como medio hacia una meta (por ejemplo, la madre como fuente de alimentos) es una relación en cuyos términos los derechos cara al alter deben ser clasificados como bienes. Este ejemplo pone de manifiesto el carácter fundamental de la independencia reciproca de los seres humanos entre sí y en un contexto instrumental. Todos los objetos —como objetos de catexis— pueden funcionar como recompensas, y el problema de la asignación de derechos a su posesión puede entrar dentro de los procesos asignativos del sistema social. Esto es verdad de manera obvia en los «bienes de consumo», en la terminología de la ciencia económica. Estos bienes son objetos catéticos en el sentido de su significación para los procesos de gratificación del actor, y son símbolos expresivos. En este último aspecto vienen a ser evaluados sobre la base de su conformidad con criterios apreciativos tanto como por su rol inmediato de gratificantes de disposición de necesidad. En esta conexión es donde, sobre todo, muchos artefactos físicos son más significativamente objetos culturales que físicos, porque su pauta estilística es más importante que cualquier otro aspecto de ellos. Un buen ejemplo sería el estilo de los trajes o del mobiliario. Pero lo mismo que en el caso de los bienes, quizá incluso más, los aspectos relacionales del sistema de recompensas adquieren una significación central Del mismo modo que la reacción del alter ante la acción del ego puede tener una significación instrumental fundamental para que se alcancen o no las metas del ego, así también las reacciones del alter pueden tener una significación expresiva fundamental cuando el alter es un objeto catético. Hemos visto en el último capítulo que existe una generalización a partir de la catexis de actos particulares por parte del alter, respecto de las actitudes del alter. Esto implica el establecimiento de expectativas, en ambos lados, de que las acciones hacia el otro encajarán en una cierta pauta. Cuando la catexis es positiva implica una vinculación y cuando existe un criterio evaluativo común de simbolismo expresivo, hemos hablado de una relación de «lealtad» entre el ego y el alter. La expectativa de una pauta continua de actitud por parte del alter, con las expectativas de la conducta apropiada, puede ser considerada como una posesión relacional del ego. Esta posesión es intrínsecamente transferible, en el sentido de que el elemento de dependencia significa que cualquiera de las partes puede «traicionar» su lealtad hacia la otra si las expectativas no se cumplen (o por otros motivos). El cumplimiento de sus expectativas por el alter solo puede ser, en consecuencia, condicionalmente explicado por el ego, y no es una propiedad intrínseca de la situación del ego. Además, la mayoría de las actitudes hacia los actores son susceptibles de ser transferidas de un actor a Otro. Esto es cierto, sobre todo, porque, desde un punto de vista, la catexis de cualquier actor es el resultado de una selección entre posibilidades. Hay siempre una referencia comparativa, implícita si no explícita, en una relación de lealtad, de este tipo: «Yo soy más leal a A que a B a causa de sus significaciones respectivas para conmigo». Esta puede ser una evaluación totalmente particularista; por ejemplo, porque A es mi madre, mientras B solo es mi primo, o porque A tiene un orden más alto que B de acuerdo con un criterio universalista de evaluación (tiene, pongamos por caso, un nivel más alto de competencia técnica en un campo relevante). Pero, en cualquier caso, esta evaluación diferencial es, por así decirlo, el reverso de la dependencia de una lealtad particular; es decir, la última depende de que el ego mantenga su posición de acuerdo con los criterios evaluativos. 86 Las posesiones-recompensas relacionales presentan, pues, un problema asignativo lo mismo que los bienes, a través del problema del poder, y de manera homóloga. Las condiciones en que el ego tiene un derecho a cierta actitud de lealtad de parte del alter no se pueden abandonar al azar y quedar inestructuradas. A causa de la significación crucial de la orientación mutua de ego y alter en interacción para el sistema social, se puede decir que las recompensas relacionales tituyen el centro del sistema de recompensas de la sociedad. La institucionalización de la posesión de las recompensas relacionales mismas es el primer principio de su organización. Los objetos de recompensa físicos y culturales, pues llegan a estar constituidos como un sistema de recompensas integrado en primera instancia, a través de su ciación simbólica con las recompensas relacionales; es decir, en el nivel del simbolismo expresivo.* Antes de presentar algunas consideraciones sobre esta integración será mejor plantear la cuestión de si existe alguna base de generalización y cuantificación en el sistema de recompensas que sea comparable con la del sistema de bienes. Esto plantea la cuestión de la base de la clasificación de las recompensas relacionale: Este es, a su vez, el problema de la clasificación de los tipos fundamentales de vinculación y, por tanto, de lealtad. Ya que estas se encuentran tan profundamente implicadas en la estructura fundamental de las actitudes de la personalidad, parece justificado adoptar como base de esta clasificación las dos variables-pautas de afectividad-neutralidad y especificidad-difusividad. Esto produce —como se puso de manifiesto en el último capítulo— el siguiente cuadro: ESPECIFICIDAD: DIFUSIVIDAD Afectividad Ea Amor Neutralidad Aprobación Estima Las bases de la significación de esta clasificación han sido expuestas al hablar en el último capítulo del contexto relacional de la orientación de la acción expresiva. Aquí vamos a señalar algunas implicaciones para la estructura del sistema de recompensas. Parecen existir conexiones empíricas inherentes entre vinculaciones de amor difusas y particularismo. Esto quiere decir que a través de las vinculaciones de amor, un actor solo es probable que se ligue a un pequeño círculo de personas «próximas» a él. No obstante, el mismo orden de vinculación puede estar implicado —como hemos visto— en su integración con las colectividades, comprendiendo las más grandes, como la nación. Pero un rasgo muy importante de esta vinculación con una colectividad es que no constituye una base de recompensas diferenciales, como entre los que comparten la condición de miembros, aunque pueda haber, desde luego, recompe diferenciales en forma de estatus y otras cosas simbólicamente significantes dentro de la colectividad —sino que es diferente de la significación de la condición de miembro como tal—. Además, las vinculaciones de amor se reducen a amistades «casuales» al descender en el orden de precedencia de la obligación, pero precisamente en virtud de este descenso no constituyen una recompensa focalmente significativa en la mayoría de las situaciones desde el punto de vista de la personalidad. Las actitudes de receptividad y responsividad, en contextos específicos expresivamente significativos, son considerablemente más susceptibles de generalización. A causa de su especificidad, ciertamente son en ciertos respectos comparables con la pauta del intercambio 4 Estetipo de integración simbólica será analizado con detalle en el capítulo 9. 87 económico. Es bien sabido que, en ciertz una mutua gratificación erótica puede encajar en este contexto, aunque esta no sea nunca la pauta central de la institucionalización de esta clase de recompensas. De modo similar ocurre con el tipo de actividad expresivamente orientada que podemos llamar de recreo o diversión. Con toda probabilidad, ciertamente, lo que pensamos corrientemente que es una amistad debe ser situado probablemente en esta categoría. Se trata de una clase de «penumbra recreativa», cuyo centro pertenece a otro nivel. En las sociedades que tienen una primacía de las orientaciones expresivas es probable que el foco primario del sistema total de recompensas haya de buscarse en este nivel (de amor y receptividad-respuesta). En este caso, la institucionalización tenderá a prescribir los límites y la dimensión de las obligaciones implicadas en las legítimas vinculaciones de amor, tanto como a definir el orden de legitimidad de los intereses y actividades expresivos. Es de esperar en esta sociedad la proliferación de las actividades recreativas y artísticas. Ahora bien, parece que habrá muchas mayores posibilidades de generalización donde el equilibrio se incline, desde la afectividad, al lado afectivamente neutral. Por razones evidentes, las recompensas en forma de actitudes de aprobación y estima deben ser más prominentes en las sociedades y subsistemas en que o el universalismo o los valores adquisitivos, o ambos, sean prominentes. Se presenta un interesante paralelo en la distinción entre poder económico y político, de una parte, y recompensas de aprobación y estima, de otra. La aprobación es una actitud enfocada a un contexto específico: un complejo de cualidad o un tipo de realización. Por eso es susceptible de abstracción en un grado relativamente más alto que otros rasgos del objeto. Podemos aprobar O admirar una realización competente, incluso aunque estemos muy lejos de admirar otras cosas de la persona en cuestión. Las recompensas de aprobación tienen claramente una mayor importancia para el sistema de recompensas de una sociedad que institucionaliza valores universalistas- adquisitivos y que ofrece un lugar prominente a los roles definidos en estos términos y a los específicamente funcionales. Sin embargo, la gran diferencia respecto del poder económico reside en el hecho de que no existe una cuantificación simbólica de los objetos de aprobación comparable a la del dinero en simplicidad y falta de ambigiiedad. Esta, no obstante, es una razón principal de por qué el dinero tiende a adquirir un estatus tan prominente como símbolo de cualidades o adquisiciones aprobadas en esa situación. Se trata de un símbolo especialmente apropiado. El caso de la estima es mucho más análogo al del poder político. La aprobación puede ser dada sin implicar una ordenación generalizada. La estima, por el elemento de difusividad, hace que la segregación de contextos particulares sea mucho más difícil. De ahí que exista una tendencia, al menos, a una ordenación jerárquica en términos de estima. Esta ordenación jerárquica puede ser llamada prestigio que es la estima relativa en que se encuentra un individuo en un sistema total ordenado de evaluación diferenciada. Existe, pues, un sentido en que todos los elementos del sistema de recompensas relacionales llegan a estar integrados sobre la base de un sistema de ordenación en términos de estima, del mismo modo que el control de los bienes está ordenado en un sistema de poder político. Este sistema de ordenación en términos de estima es lo que podemos llamar el sistema de estratificación de la sociedad. Es la resultante general de muchas bases particulares de evaluación diferencial. Los objetos de recompensa no relacionales pueden estar integrados, naturalmente, con el sistema de prestigio, en un aspecto de su significación, como símbolos expresivos. De ahí que muchos elementos del «estilo de vida» lleguen a ser importantes, entre otras cosas, como símbolos de prestigio en el sistema de la estratificación. Es necesario plantear otra cuestión general. En términos generales, la neutralidad afectiva significa —como vimos en el último capítulo— primacía o de las orientaciones instrumentales o de las morales. En el caso de la aprobación y la estima tiene que significar lo segundo porque 90 Existe desde luego una amplia variedad de problemas funcionales referentes a la relación que se da entre los roles del liderazgo y el resto de la colectividad; problemas que han sido intensamente estudiados en otros campos del saber. Siguiendo a Max Weber, aquí podemos poner el acento principal sobre la base de la legitimidad de la «autoridad» para actuar «obligando» a la colectividad como unidad y, por tanto, a sus miembros. La autoridad, para obligar y coercionar a un miembro de la colectividad, tiene, en este aspecto, el mismo carácter fundamental que la autoridad para asumir su obligación convenida. Dicho de otra manera, el punto de partida primario para el anál de la variabilidad reside en la naturaleza de las pautas de orientación de valor que definen este aspecto de los roles. Estos focos funcionales de cristalización de la estructura del sistema social expuestos en esta sección se pueden ver en el cuadro 3 en su relación con l: la situación. Cuadro 3. Paradigma para el análisis de los sistemas sociales Prerrequisitos de la estructura social: 1) Recursos motivacionales para los requisitos de la conducta de los roles. 2) Recursos y condiciones de la situación. 3) Acumula- ción cultural: conocimientos, artefactos, etc. Estructura de los objetos de la situa- ción (que entran en las definiciones de las expectativas de los roles) Focos funcionales para la estructuración del sistema social Focos selectivos de elecciones alternativas para la estructura. ción de las expectacivas de los roles (varables-pautas) Organismos Ego como personalidad Alter como personalidad Colectividades Objetos físicos Objetos culturales Objetos sociales. orientados a la selectividad por modalidades de cualidad o reali- zación Todos los obje- tos como de sig- nificación cog- nitiva-catética y como medios y condiciones ins- trumentales 1. Focos asignativos a) Distribución de ti- pos de contenido de rol 6) Distribución de per- sonas enure roles, in- cluyendo miembros en colectividades 9) Distribución de bie- nes, entre roles y ac- tores d) Distribución de re- compensas entre ro- les y actores . Focos integrativos a) Solidaridades de sub- colectividades £) Solidaridad de la sociedad toral (Re- lación de la cul- tura) P 1. Primariamente relevan- tes para la pauta de la estructura de los estatus. a) Universalismo. — particularismo 0) Adscripción — ad- quisición Primariamente relevan- tes para la orientación de la actitud dentro de los roles a) Afectividad — neu- cralidad afectiva 0) Especificidad — di- fusividad » y . Primariamente relevan- tes para la integración de la colectividad a) Auto-orientación — orientación colectiva La diferenciación interna de los sistemas sociales variables-pautas y con la estructura de Hemos alcanzado el punto en que tenemos que intentar la elaboración de las bases para la descripción estructural de un tema social como un todo, mostrando las bases de la 91 diferenciación de las unidades entre sí, los órdenes de esa diferenciación y las relaciones estructurales de las unidades que constituyen el sistema. Clasificaremos estas posibles fuentes de diferenciación estructural en los siguientes seis apartados: INSTITUCIONES RELACIONALES 1. La categorización de las unidades-actor como objetos de orientación. Su diferenciación y distribución clasificatoria, es decir, sus roles-objeto (estatus), dentro del sistema social. a. Actores individuales como objetos. b. Actores colectivos como objetos. 2. La clasificación de tipos de orientación de los roles y su distribución dentro del sistema social. a. Roles de actores individuales. b. Roles de actores colectivos. INSTITUCIONES REGULATIVAS 3. La «Economía» de relaciones instrumentalmente orientadas; clasificación y distribución de bienes y la organización del sistema del poder. 4. La «Economía» de relaciones expresivamente orientadas; la clasificación y distribución de recompensas y la organización del sistema de recompensas. INSTITUCIONES CULTURALES 5. El sistema de la orientación cultural. La pautación de las orientaciones culturales en relación con la estructura social; ideología, creencias religiosas, sistemas de símbolos expresivos y su síntesis, incluyendo los mecanismos de reforzamiento e instrumentación positiva. INSTITUCIONES RELACIONALES Y REGULATIVAS 6. Las estructuras integrativas. Integración relacional-social (moral); el sistema social como colectividad; normas regulativas y su reforzamiento. Roles que institucionalizan responsabilidades especiales para con los intereses colectivos. Sostenemos que rellenando el esquema anterior con el detalle requerido de formulaciones adecuadamente conceptualizadas de hechos empíricos constituye una descripción adecuada de un sistema social concreto, dependiendo la cantidad de detalles requeridos del problema en cuestión. Esto implica desde fuego que dentro de cada uno de los seis apartados principales, existe una clasificación adecuada de los órdenes de posible variabilidad y, por tanto, que los hechos que corresponden a cada apartado y subclases apropiadas pueden ser reunidos para describir el sistema coherentemente. Elaborar al menos los puntos de partida de estas subclasificaciones será la tarea principal de la presente sección Pero antes de entrar en ello, es necesario apuntar algunas notas sobre el rationale de la clasificación como un todo. El rasgo más conocido de la clasificación quizá sea la distinción entre la primera y la segunda categorías: la clasificación de los actores como objetos, y la clasificación de los tipos de orientación de los roles. La utilización de esta distinción y su relevancia para el análisis de la estructura social, junto con la relevancia del concepto de «posesiones» para las categorías tres y cuatro, hace posible clarificar algunos problemas indescifrables hasta ahora. 92 A la clasificación de las unidades-objetos le concierne lo que a veces se ha llamado «categorización» en el análisis de la estructura social, lo que se llamó en el último capítulo cualidades adscriptivas y capacidades de realización. Vimos que a la variable adscripción- adquisición le conciernen las modalidades de los objetos; se trata del eje principal en torno al cual tiene que ser elaborada la clasificación de este apartado. Categorías de la estructura social como las diferenciaciones de edad y sexo entran claramente aquí. Pero con la misma claridad hay que incluir a los actores individuales y colectivos, prestando desde luego la debida atención a las diferencias. Ha sido evidente a lo largo del desarrollo del presente esquema conceptual, a partir del capítulo 1, que las colectividades tienen que ser consideradas, en ciertos contextos, como actores.> Si, en general, esto es cierto, se siguen dos conclusiones obvias para el presente contexto. Primera, son objetos lo mismo que los actores individuales y tienen que ser incluidas en cualquier clasificación de los objetos sociales. Segunda, la clasificación y distribución de tipos de colectividades —que para el sistema social en cuestión son sus subcolectividades— tienen que ser consideradas como parte de la estructura del sistema social. Al segundo apartado principal le concierne la clasificación y distribución de los tipos de orientación de los roles. Como hemos visto, estas son las unidades básicas del sistema social. Pero son unidades desde una de las dos posibles perspectivas —la de las orientaciones de los actores—, siendo la otra perspectiva la de la posición de objeto de los mismos actores. El intento de combinar ambas en la formulación del concepto de rol sin hacer patente la diferencia de perspectiva ha sido la fuente de considerables dificultades en el análisis de las estructuras sociales. El punto esencial consiste en que, quizá, la unidad total de la estructura social es una relación interactiva. Esta relación comprende, al menos, dos actores, cada uno de ellos en dos capacidades: primera, como un actor que se orienta; segunda, como un objeto; pero el mismo actor no opera en ambas capacidades dentro de la misma relación desde el mismo punto de referencia de orientación £ En una relación de orientación completamente «libre», el ego es libre de «definir» al alter como un objeto de la manera que le parezca, dentro de límites que «tengan sentido». Pero aquí estamos hablando de estructuras sociales. Se da por sentado que la estructura social, mediante la institucionalización, pone límites al orden de la orientación legitimada de un actor en un estatus dado de ego. Por la misma razón exactamente pone límites a los órdenes dentro de los cuales el actor puede legítimamente definir al alter como un objeto. Dicho de otra manera, el alter como objeto se encuentra institucionalmente «categorizado». Solo sobre algunos de los significados intrínsecamente posibles permitidos del alter como objeto se puede actuar en este sistema social particular, o en su parte relevante. Al primer apartado le concierne, pues, la categorización del alter. ¿Qué es el alter, en un sentido «existencial», dentro de este sistema social y sus partes relevantes? El segundo apartado trata de exactamente los mismos actores concretos, pero como egos; trata de la estructuración de sus orientaciones hacia el mundo de objetos dado —el alter—. Cada actor es un «haz» en cada respecto. Para cada relación social en que se encuentra implicado tiene —en este sentido— lo que puede ser llamado un rol de objeto y un rol de orientación. Del mismo modo que, sobre la base de la orientación, no es una entidad unitaria individual (tiene, por ejemplo, un rol instrumental hacia un objeto y un rol expresivo hacia otro), así también en sus roles de objeto puede «dividirse» (puede ser un objeto adscriptivamente significativo para uno, y un objeto adquisitivo para otro, etc.). Esta separación del rol de objeto y del rol de orientación implica, por supuesto, un tipo 3 Este punto de vista se expone por extenso en Values, Motives and Systems of Action. El ego, a ciertos fines, puede ser localizado como un objeto para sí mismo —pero este caso especial no afecta a las afirmaciones anteriores—. 95 Esta es una clasificación más bien elaborada, pero una más simple no haría Justicia a la complejidad del tema. En cualquier caso, está sistemáticamente derivada y debe servir para ordenar empíricamente materiales descriptivos. Desde un punto de vista, no es una clasificación tan elaborada como parece al incorporar variables generalmente significativas que han representado un papel crucial a lo largo del desarrollo del presente esquema conceptual; variables tales como adscripción-adquisición, universalismo-particularismo a través de su relación con la distinción relacional-clasificatoria, y la clasificación de tipos de orientación de la acción. En virtud de estas conexiones se puede dar una significación generalizada al detalle de esta clasificación. Por supuesto, queda la tarea de clasificar los órdenes posibles y significativos de variación con referencia a cada uno de estos focos, y algunas de sus combinaciones. Por ejemplo, la posición biológica en combinación con la edad y el sexo, proporciona los puntos de referencia para la clasificación de las posibilidades efectivas de estructura familiar. Si enfocásemos este problema de la clasificación de tipos concretos solo sobre la base de las combinaciones y permutaciones lógicamente posibles, enseguida llegaríamos a una complejidad imposible. Por tanto, será necesario buscar las posibilidades de simplificación; problema que abordaremos en el próximo capítulo. II. CLASIFICACIÓN DE TIPOS DE ROL-ORIENTACIÓN A. Actores individuales. 1. Primacía de intereses «privados» (auto-orientación). a. Instrumentales —orientación hacia el alter primariamente como fuente de bienes—; esto es, adquisición de derechos a posesiones o servicios instrumentales, «contractuales» o cooperativos. b. Expresivos —orientación hacia el alter como fuente de recompensas—; esto es, derechos a posesiones relacionales y otras posesiones simbólicas de ellas. c. Morales —orientación hacia el alter sobre la base de la «moralidad privada»—, esto es, sus respectivos criterios ego-integrativos. Estos pueden o no ser desviados respecto de los criterios morales colectivos institucionalizados. 2. Primacía de obligaciones colectivas (orientación-colectiva). El rol del ego es el de miembro de la colectividad. a. Primacía instrumental de la orientación con realización de funciones instrumentales sancionadas como obligación hacia la colectividad. La orientación hacia el alter dentro de la colectividad primariamente como colega «cooperante»; hacia cualquier alter extraño, el ego adquiere un rol representativo. Los bienes son para la colectividad, no individualizados. b. Primacía expresiva con realización de funciones expresivas sancionadas como obligación hacia la colectividad. La orientación hacia el alter dentro de la colectividad como «camarada» con quien se comparten sentimientos de reciprocidad; orientación Mera de la colectividad en un rol representativo. Las recompensas son para la colectividad, no individualizadas. En el caso de un individuo simbolizan estatus y servicios en o hacia la colectividad. (En los dos casos anteriores, el foco no se encuentra en los límites de lo permitido a los intereses privados, sino en las obligaciones positivas de cumplimiento de las expectativas como miembro. Pero el foco no se encuentra en la significación de la colectividad en el sistema social 96 superior, que corresponde a B más adelante; se encuentra en la orientación del ego hacia la colectividad.) c. Primacía moral. Expectativa de contenido expresivo e instrumental de las obligaciones hacia la colectividad (por ejemplo, la mayoría de los roles familiares). Si la primacía rotunda y claramente se produce en una u otra dirección, este tipo entra en el tipo a o b. Las recompensas y los bienes son para la colectividad y la orientación hacia cualquier alter extraño lo es en un rol representativo. La obligación hacia la colectividad no es simplemente una cuestión de «realización del deber», sino de solidaridad en el sentimiento. B. Colectividades como actores. 1. Primacía de «intereses privados», esto es, de la colectividad particular frente al sistema social más amplio. a. Instrumentales —orientación hacia otros actores, colectivos e individuales, primariamente como bienes (incluyendo miembros futuros como contribuyentes de «servicios») e incluyendo incremento de la posición de poder de la colectividad como una meta posible—. b. Expresivos —orientación hacia otros actores, colectivos e individuales, primariamente como recompensas, incluyendo sobre todo incremento del prestigio de la colectividad como un foco—. c. Morales —orientación hacia otros actores, colectivos e individuales, sobre la base de sus criterios morales respectivos y de la posibilidad o carencia de solidaridad con ellos, esto es, de fusión en una colectividad más amplia—. 2. Primacía de obligaciones colectivas hacia una colectividad más amplia de la que la primera se define como parte. Primacía de las «funciones» de la subcolectividad para la colectividad más amplia. a. Primacía instrumental de la orientación, con funciones instrumentales en favor de la colectividad más amplia sancionadas como obligaciones hacia esta; por ejemplo, las obligaciones del Ejército hacia el Estado del que es una organización. b. Primacía expresiva de la orientación con funciones expresivas para la colectividad más amplia sancionadas como obligaciones; por ejemplo, el coro como parte de la organización de la Iglesia. c. Primacía moral —esencialmente paralela al caso individual—. Es evidente que la anterior clasificación está organizada en torno a los tipos de orientación evaluativa de la acción, y la variable de la orientación a la colectividad y a uno mismo. Esta — como algo distinto de la categoría I— no es simplemente una clasificación de los focos de cristalización, sino de los tipos efectivos de orientación de los roles porque le concierne el edificio de la misma estructura relacional, no las propiedades de los objetos que entran en esas relaciones, como en el caso del apartado 1. Se trata, por tanto, de hecho, de una clasificación de las posibilidades de variación de las estructuras sociales. III. LA «ECONOMÍA» DE LAS ORIENTACIONES INSTRUMENTALES (Aquí los roles instrumentalmente orientados de los tipos delineados en el apartado II, A y B, son concebidos como integrados a partir de complejos diferencia dos. Estos son de tres tipos: 1) complejos «ecológicos» de división del trabajo sin organización como colectividades; 2) colectividades, y 3) la economía instrumental del sistema social como un todo considerado como 97 un sistema ecológico, La cuarta posibilidad —el ema social como un todo, como una colectividad instrumentalmente orientada— no requiere un tratamiento especial, porque su estructura fundamental es la misma que la de cualquier otra colectividad.) A. El «complejo ecológico instrumental», de acuerdo con cualquier ego dado como punto de referencia. 1. Rol técnico del ego. 2. Estructuración de las relaciones de «disposición» del ego. 3. Estructuración de las relaciones de «remuneración» del ego. 4. Estructuración de las relaciones de gestión de bienes del ego. 5. Estructuración de las relaciones cooperativas del ego. (La variabilidad estructural se presenta especialmente en relación con la segregación de una de las funciones respecto de todas las demás, o la fusión de una o más de ellas dentro del mismo rol. Segregación extrema: el rol técnico; fusión extrema: el artesano sin organización, el rol profesional independiente.) (El contenido del rol técnico o su contrapartida —la fusión— varían enormemente, y estos roles tienen siempre que ser clasificados por el contenido de la meta de «producción», que es tan vario como pueden serlo las «funciones» a favor o de los actores o del sistema social. El sistema social —dentro de los límites de lo permitido a los intereses privados— puede ser concebido como un «tejido sin costura» de estos complejos ecológicos instrumentales, cada uno de ellos con un ego como centro de referencia. Algunos de estos grupos de complejos pueden ser individualizados como «mercados» o «campos de competencia, etc., esto es, como unidades.) B. La «organización» o subcolectividad instrumentalmente orientada (1I-B 2a), como sistema de roles instrumentales diferenciales. 1. Roles técnicos diferenciados —«contribuciones» al proceso cooperativo de producción—. 2. «Roles políticos» adopción de decisiones con respecto a las orientaciones hacia una meta de la organización, «qué producir, cantidades, cronometraje, «relaciones públicas», etc. 3. Roles administrativos o de «instrumentación». a. Internos a la organización. Asignativos —presupuesto, bienes, etc. — Supervisivos —«ver que se hacen las cosas» (autoridad instrumental)—. b. Externos a la organización (representativos). Funciones de disposición. Funciones de asegurar renta y bienes. Roles estableciendo o instrumentando la cooperación. (Excepto en la medida en que la colectividad es un «órgano» o una «agencia» de una colectividad más incluyente, estas colectividades constituyen focos de complejos ecológicos respecto del sistema social superior. Operan dentro del orden de lo permitido a la auto- orientación para las colectividades —que puede ser diferente según el tipo de colectividad. Cada una es el punto de referencia de ese complejo. De modo similar, hay diferenciación de contenido funcional respecto del sistema social, y agrupamiento como en «industrias» o «instituciones de educación superior». Estos términos pueden designar o una clase de estatus de actores o un complejo ecológico, o ambas cosas.) C. La economía instrumental como sistema diferenciado e integrado.
Docsity logo



Copyright © 2024 Ladybird Srl - Via Leonardo da Vinci 16, 10126, Torino, Italy - VAT 10816460017 - All rights reserved