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El tipo de habla en los santos inocentes, Monografías, Ensayos de Literatura

Artículo libre sobre un aspecto de los santos inocentes de Miguel Delibes

Tipo: Monografías, Ensayos

2016/2017

Subido el 25/01/2022

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¡Descarga El tipo de habla en los santos inocentes y más Monografías, Ensayos en PDF de Literatura solo en Docsity! Bulletin Hispanique Lengua y habla en las novelas de Miguel Delibes Manuel Alvar Citer ce document / Cite this document : Alvar Manuel. Lengua y habla en las novelas de Miguel Delibes. In: Bulletin Hispanique, tome 85, n°3-4, 1983. pp. 299-323; doi : https://doi.org/10.3406/hispa.1983.4510 https://www.persee.fr/doc/hispa_0007-4640_1983_num_85_3_4510 Fichier pdf généré le 08/05/2018 Resumen El novelista no pretende destruir el lenguaje sino que lo engrandece. Lejos de ser cárcel, la lengua es libertad : la de usarla personalmente, como cualquier instrumento. Delibes elige escribir como se habla, y sus personajes hablan como saben : así lo demuestran ejemplos sacados de varias novelas. El novelista hace neta distinción entre el lenguaje rural y el popular, de carácter urbano barrioba- jero, entre los que sitúa el coloquial de las ciudades. El mundo rural de intereses limitados, tiene un lenguaje en extremo matizado y preciso, mientras que en la ciudad, donde se funden multitud de intereses y metasistemas, la semántica se hace más deslizante (El Príncipe destronado). Dentro del habla urbana, los diferentes grados de cultura definen lo que se puede llamar lingüística social o dialectología vertical (El disputado voto del señor Cayo). Los libros compuestos en torno a la caza son un filón inagotable para el diccionario : Delibes se convierte en etnólogo, folklorista, dialectólogo y etimologista. Las preocupaciones lingüísticas de Delibes le llevan al mundo de la teoría (Parábola del náufrago) : excepto en lenguajes técnicos de alta especialización, la palabra no es nunca entidad unívoca. El libro plantea los problemas de las lenguas artificiales, del « babelismo » o de los lenguajes de grupos (el contracto) y desemboca en una desilusión total. Résumé Le romancier ne prétend pas détruire le langage, il le grandit. Loin d'être une prison, la langue est liberté : celle d'en faire un usage personnel, comme n'importe quel instrument. Delibes choisit d'écrire comme on parle, et ses personnages parlent en fonction de leur savoir : des exemples tirés de divers romans en apportent la démonstration. Le romancier distingue nettement le langage rural du langage populaire (des bas quartiers urbains) et place entre les deux le langage parlé des villes. L'univers rural, aux intérêts limités, a un langage extrêmement nuancé et précis. En revanche, en ville, où se brassent quantités d'intérêts et de méta- systèmes, le sémantisme se fait plus fluide (El Príncipe destronado). A l'intérieur du parler urbain, les divers niveaux de culture déterminent ce qu'on peut appeler une linguistique sociale ou une dialectologie verticale (El disputado voto del señor Cayo). Les livres composés autour du thème de la chasse constituent un filon inépuisable pour le dictionnaire : Delibes s'y fait ethnologue, folkloriste, dialectologue, étymologiste. Les préoccupations linguistiques de Delibes le conduisent à l'univers de la théorie (Parábola del náufrago) : en dehors de langages techniques hautement spécialisés, le mot n'est jamais univoque. Le livre pose les problèmes des langues artificielles, du « babélisme » ou des parlers de groupe (le contracté), et débouche sur une totale désillusion. LENGUA Y HABLA EN LAS NOVELAS DE MIGUEL DELIBES 301 entes de ficción, como, con palabras distintas de las mías, señaló Francisco Umbral 3. Hablando con César Alonso de los Ríos, el narrador cuenta cómo descubrió la vieja fórmula del «escribo como hablo », que era el canon que postularon los grandes clásicos del siglo xvi y que se había perdido por mil complicados barroquismos. La literatura no es engolamiento y grandilocuencia, sino usar la lengua para unos fines de comunicación que, desde el Génesis, no han sido la declamación ni el gorgorito. Bien cerca de Valladolid nació aquel prodigio al que llamamos Bernai Díaz del Castillo y él, soldado sin letras (es un humilde decir), al escribir su Verdadera historia deja caer, lisa y llanamente, unas palabras que para mí son ejemplares : en cuanto a la retórica [de su historia], que va según nuestro hablar de Castilla la Vieja, y que en estos tiempos se tiene por más agradable, porque no van razones hermoseadas ni policía dorada, que suelen poner los que han escrito, sino todo a las buenas llanas, y que debajo de esta verdad se encierra todo bien hablar 4. Delibes ha descubierto esta grand lección en un paisano suyo que escribía cuatrocientos años atrás, y es que ser clásico es ser vida y no arqueología, algo que no veremos, pero esperamos que algún día sea nuestro novelista. Al menos quede aquí una buena declaración de principios : A raíz del Nadal empiezo a leer un poco obras de ficción y entonces llego al convencimiento de que, abandonando la retórica y escribiendo como hablo, tal vez pueda mejorar la cosa Así fue como entré en ese cambio del lenguaje, o de técnica, o de las dos cosas a que te refieres. En El camino me despojé por vez primera de lo postizo y sali a cuerpo limpio. Si en el asunto mejoro o no, yo no soy quien para decirlo 5. Sí, « salí a cuerpo limpio » es decir « todo a las buenas llanas », máxima lección del buen hablar. Por eso los personajes de Delibes hablan como saben, no como les imponen. Ahi están los registros 3. Miguel Delibes, Madrid, 1970, p. 63. 4. Edic. Biblioteca Autores Españoles, cap. ccxn, p. 303. 5. Conversaciones, p. 124. 302 BULLETIN HISPANIQUE — tan diferentes — que usan el triste de don Eloy y la criatura natural que es la Desi. Como arribes de riada, el pensionista y la sirviente conviven una Navidad y el recuerdo les atenaza ; entonces las evocaciones tienen un mismo valor íntimo, pero se enuncian de manera harto diferente. Diríamos la distinta formalización de unos mismos contenidos : habla el hombre que está ya en el último tramo y responde la moza que apenas si empieza a vivir : Hace muchos años, en tal día como hoy [...] nos disfrazábamos y el tío hacía un concurso de chistes y otro de poesía y otro de villancicos y en cada uno daba un duro de plata de premio [...] Allá en mi pueblo, en tal noche como hoy, Marcos, mi medioher- mano, que era inocente, hacía una zambomba con el cuerpo del lechón y nos daba la murga 6. El caso más complejo de enmarañamiento lingüístico es el del bedel cazador. Lorenzo es un hombre de pueblo y su habla tiene rasgos populares, pero es empleado en un centro docente y tiene una cierta cultura mal asimilada ; además es cazador y maneja con soltura el habla del grupo y luego — de emigrante — su sistema lingüístico de raíz norteña, es decir arcaizante, choca con otro de cuño meridional, es decir innovador. Los desajustes libran batalla en este azacaneado funcionario y no serán de poca monta a la hora de tomar decisiones. Pero sobre esto volveremos. Lorenzo hablaría como las gentes de su tierra, usando y abusando de caer por 'tirar, derribar, cobrar' {caímos dos liebres, no caigo ninguna), quedar por 'dejar', candar por 'cerrar' {la boca o la cartera), mancar por 'lastimar, dañar' {un zapato), pero empleaba también los coloquialismos léxicos, sintácticos o fraseológicos de su estrato social {gibar 'fastidiar', abollarse 'entristecerse', cabrearse 'enfadarse, amoscarse', ponerse de mal café, [colocarse] tras mío y santas pascuas 'asunto concluido', subirse a la parra 'montar en cólera', salir de naja 'escaparse, huir precipitadamente', etc.), pero por su condición de seminstruído, escribe una jerga de los más ramplones medios de comunicación {usual- mente, inusual, constatar, y ese auténtico galimatías que a los 6. La hoja roja, O.C., t. III, p. 347. Los ejemplos pueden multiplicarse cuanto se quieran, pero quiero aducir el más completo de las páginas 408-410. LENGUA Y HABLA EN LAS NOVELAS DE MIGUEL DELIBES 303 locutores y periodistas les resultan los tiempos verbales sirviera, manejara, atendiera, salió todos con valor de perfecto absoluto o indefinido). Y, cuando llega a Chile, la lengua — precisamente por comprensible — le resulta sorprendente ; Delibes lo denuncia desde su conciencia de creador, aunque tal vez los términos de su ecuación no sean comparables ; sí lo son los resultados a que se llega en la parcela lingüística de que estamos tratando 7 : Se ríe de la forma de hablar de aquellos hombres y acaba cogido en su propia trampa. Este paso insensible de un lenguaje que de entrada manifiesta aborrecer y acaba captándose, revela, por otra parte, la facilidad con que los españoles perdemos lo que consideramos tan esencial y que, en otro orden de cosas, lo hemos comprobado con esta invasión de cafeterías, cocacola, pantalones vaqueros... El Diario de un emigrante empieza el 24 de enero ; el 15 de marzo Lorenzo y su mujer embarcan en Barcelona, llegan a Buenos Aires el 30 y el 2 de abril entran en Santiago. En tan pocos días, el emigrante ha cobrado conciencia de su propia condición y, en el mundo que siente hostil, sólo la lengua viene a ser el asidero para salvaguardar su propia personalidad, y el manadero de nostalgias ; después será la amargura de la soledad. Valgan estos dos textos ; uno del día 5 de abril, recién llegados ; otro del 3 de septiembre, cuando la incomunicación parcial va abriendo fisuras en el alma que se creía fuerte 8 : De regreso, la chávala se emperró en poner la radio a ver si cogíamos España. La cogimos y sólo de sentir el habla de allá se me puso el corazón como una pasa. [...] Va para tres meses que no oigo hablar español como Dios manda. Se dice pronto. Entre tanto, la colisión se va produciendo : el primer chilenismo 9 se usa a distancia, cuando trata de reproducir la lengua del tío Egidio (boletos, plata), lo mismo que afloran otros en labios 7. Conversaciones, p. 189. 8. Diario de un emigrante, t. II, p. 212 y 301, respectivamente. 9. Digo chilenismo porque es de Chile de donde procede el léxico de Lorenzo, bien que muchos términos sean americanismos de más amplia difusión. 306 BULLETIN HISPANIQUE sean las de allá, con ese gusto a bravio que le enciende a uno la sangre » (p. 232). Pero las cosas no tienen remedio, un viernes 3 de septiembre se escribe : « Dentro de 30 años uno ha amasado unos pitos, se compra un carro que le zumba el bolo y para allá [...] Porque por vueltas que se le dé, como está aquí provisorio» (p. 301). Y entre el desafío y la claudicación, una larga teoría de aceptaciones, que van señalando la aclimatación de la lengua a una nueva realidad, por más que el hombre se quede como el alma de Garibay, pendiente de un cielo que ha perdido y sin apoyar los pies en una tierra que no le pertenece. Se ha producido una nueva fusión del narrador con su criatura. Resulta sorprendente la capacidad de vocabulario que Delibes captó en ese contacto; es él quien aprendió para que Lorenzo escribiera, pero no deja de ser importante la postura que el novelista había tomado, y que iba a condicionarle aquella novela que todavía no existía ni en proyecto, pero ya sabemos la razón : Diario de un cazador salía el mismo día que yo cogía el avión para Chile. Me llevaron el primer ejemplar al aeropuerto. De manera que mi lectura del Diario de un cazador durante la travesía me dejó tan reciente la conciencia de Lorenzo que, cuando me enfrenté con Sudamérica, lo vi todo a través de los ojos del cazador 14. Alguna vez Delibes dice que « este lenguaje rural — porque no tiene que ver con el popular — sigue aún llamándome la atención » 15. Necesitamos aclarar o matizar : el novelista distingue entre rural (o habla de campesinos, cazadores, rateros, pescadores y admira en ellos « la propiedad con que definen sus problemas o la topografía que les circunda») y popular (o habla urbana de carácter barriobajero). Pero entre ambos registros hay otro, el coloquial de las ciudades, tan distanciado de la vulgaridad como del arcaísmo conservador. Algo que puede ser un proceso de integración lingüística, del mismo modo que en la urbe se cumple otro proceso de integración social, porque el lenguaje urbano es « expresión de unos comportamientos que son opuestos a los rurales y que hacen hablar a la vida de la ciudad de una manera 14. Conversaciones, p. 188. 15. Ibidem, p. 185. LENGUA Y HABLA EN LAS NOVELAS DE MIGUEL DELIBES 3 07 específica » ; frente al estatismo de la sociedad rural, que se caracteriza lingüísticamente por la limitación de intereses, el ciudadano « participa en muchas representaciones simultáneas y es miembro de una serie de estratos»16. Es decir, los personajes rurales de Delibes tienen un mundo muy limitado y a él condicionan las posibilidades de expresión que, por afectar a un orbe restringido, son enormemente matizadas y precisas. Por el contrario, la ciudad funde multitud de intereses y unifica diversidad de metasistemas que conviven y se condicionan mutuamente; entonces la semántica puede hacerse más deslizante y los significados resultan más imprecisos. Poseemos una obra de Delibes que nos resulta muy ilustrativa, me refiero a El príncipe destronado. Se trata de la lengua, los diversos niveles de lengua, en una familia burguesa : el grupo social se define por sus hábitos (« papá mondaba delicadamente una naranja auxiliándose del tenedor y del cuchillo, sin tocarla con un dedo », p. 67), por las referencias a un status que denuncian ciertos elementos ambientales (leen París-Match, tienen un cenicero de Murano, el suelo de la habitación es de tarima encerada, la pitillera es de oro, pgs. 71, 73), y, también por unos amores ilícitos muy bien caracterizados dentro del grupo. Pero con la casa se vinculan los hijos, las criadas, el chofer, los novios. Todos van estableciendo unos recursos bien diferenciados por la pertenencia a un conjunto o por las relaciones con las individuos de otro. Vítora y la Domi, las criadas, denuncian continuamente su origen por vulgarismos y ruralismos (« Si no lloras al lavarte la cara, te bajo conmigo a por la leche donde el señor Avelino », p. 13 ; « di/a buenos días », p. 14 ; « ¡ Concho !, eso digo yo, pero ¿ por qué todo lo malo tiene que tocar/a a una? », p. 25 ; « el crío este tiene cada cacho salida », p. 109 ; «yo no sé qué hacer con esta cría ; me se duerme toda, no hago vida de ella », p. 143) y, lógicamente, el niño aprende la lengua de las criadas, pues, dentro de la doctrina de Platón, ellas son nuestros primeros maestros de retóricas («Me se ha mojado el cañón. Sécame/e», p. 15; «vio salir un demonio de los infiernos a por él », p. 67 ; « como no me 1 6. Niveles socioculturales en el habla de Las Palmas, Las Palmas de Gran Canaria 1972, p. 242. 308 BULLETIN HISPANIQUE se hace bola », p. 156) y junto a ellas la jerga infantil que traen los hermanos (colé, tele, chiflar 'gustar apasionadamente'). Y así se va formando una lengua coloquial en la que, como diría Mamá con sentido ambiguo : « en esta casa son muchos los que dicen cosas inconvenientes. Luego nos extrañamos de que los niños hablen lo que no deben » (p. 72). Este conglomerado nada simple se hace más complejo aún con gentes que, del mismo nivel, son ajenas a la familia. Para no repetir quiero fijarme sólo en Femio, el novio de la Vito, que irrumpe en la casa con su uniforme de soldado. Para un niño lleno de fantasías, esa inesperada presencia es una descarga de emociones, pero nos interesa su registro idiomático. Se trata de un hombre plebeyo, don Juan de criadas en los paseos domingueros, chulo y engreído ante la moza llegada del pueblo. Su lengua se acomoda a este conjunto de relaciones, en las que el mundo de una sexualidad incipiente le produce reacciones de macho rijoso. Su lengua, soez y ambigua, pretende dominar a la novia : « Si tú tienes hoy mala leche, yo la tengo peor. — No enseñes esas cosas a la criatura [...] — I Qué jodio chico ! No piensa más que en matar, parece un general [...] Parla como una persona mayor. Vaya pico que se gasta. [...] ¿ El andoba? No se ahorca por cien millones, ya ves tú» (pgs. 103-105). Gitanismos (gicho), coloquialismos (quitó hierro, te lo tomas por donde quema), eufemismos de transparente contrasentido (tengo lo otro), ambigüedades (tu papá apunta por lo fino, me gusta lo blanco, deslizando la mano por el escote), vulgarismos {aquí, por la tercera persona), jergalismos {barbo 'duro'), etc. Todo, acompañado del gesto suficiente del chulo (« sacó otro Celta y lo encendió entornando los ojos y haciendo pantalla con las manos», p. 108), sirve para caracterizar a un hombre, que se identifica por el registro de su habla más que por cualquier otro motivo. En otro nivel se sitúa el habla de los padres. Son, ya lo sabemos, gentes de posición más que acomodada. Los lingüistas dirían que su idiolecto se adapta en cada momento a las necesidades expresivas y participa de los condicionantes geográficos17 y de los de 17. Por ejemplo, leísmo y laísmo : « A ese pazguato o a esa pazguata difícilmente podrás convencerles » (p. 75). LENGUA Y HABLA EN LAS NOVELAS DE MIGUEL DELIBES 311 visto ya, hacerse cada uno de los personajes para que las criaturas sean retazos de vida, y no le nazcan muertas. Delibes nos ha dado unos niveles de lengua determinados por esa serie de realizaciones a la que llamamos habla. Esto, en sí, es importante, pero no resulta ser todo. En la ciudad coexisten todos esos registros que motivan la heterogénea estructura lingüística de una urbe, pero en otra novela, El disputado voto del señor Cayo, las cosas funcionan de manera diversa. De una parte, el lenguaje ciudadano, zafío, tosco, paupérrimo; de otra, el rural, exacto, • matizado, riquísimo. Sólo una crítica miope ha podido ver en esta novela una anécdota externa y no enterarse de su preciso planteamiento. Es — y lo veremos luego más ampliamente — la lucha de la ciudad contra el campo o, con palabras que suenan bien a los oídos de un humanista, el menosprecio de corte y alabanza de aldea, bien que no en unos planos utópicos, sino en una realidad que, al fin, acaba desesperanzadamente. La elección como personajes novelescos de esos politiquillos de tres al cuarto no es oportunismo, sino necesidad. Se trata de dar el testimonio lingüístico de un grupo social ; que esté políticamente marcado puede ser condicionante, pero no determinante : en cualquier grupo político hay gentes bien y mal habladas, y, lógicamente, abundarán los elementos negativos en gentes que se creen liberadas de una tradición, por más que estén aherrojadas por otros prejuicios. Ahora bien, la lengua de esos jóvenes hirsutos y violentos hay que buscarla donde pueda darse ; de ahí la determinación ideológica, y social, de unas gentes concretas. ¿ Sólo se oye ese lenguaje tabernario en un partido político? Pensemos en lo que es el pasotismo, vacío de cualquier contenido, para que la observación superficial aparezca de inmediato superada. Lo que Delibes refleja son unos hábitos lingüísticos más amplios que los de un grupo, por más que no sean generales ; por eso su interés aquí y ahora. Pero constreñidos en unos conjuntos digamos progresistas, juveniles, liberados, etc., los hábitos son exclusivamente urbanos. Porque, lejos de la moral, lo que ese lenguaje representa es incultura, pobreza mental, negación del pensamiento. Todo que signifique raciocinio está eliminado de unas estructuras que, de 3 1 2 BULLETIN HISPANIQUE pobres, se tambalean, y la muletilla, el taco, la repetición, son los recursos buscados para salvar el edificio cuarteado. Todos estos ataques a la libertad, sí, a la libertad de la lengua, no son sino el resultado de una intransigencia que no respeta a la libertad de los demás (« el alcalde anda como encabronado. Dice que no cede el salón de sesiones ni a San Pedro bendito que baje del cielo, que nos arreglemos en el teleclub y que si queremos concentración de masas, a la Plaza. Chorradas, tu verás », p. 12). Palabrería y más palabrería. Cuando no los términos efímeros de una moda pasajera ( — « Joder, era demasié, ¿no ? — Tampoco es eso, tío », p. 11), el machismo hispánico que suele confundir las circunvoluciones cerebrales con el esperma (« ¡ Ostras !, si es lo justo sacar al Camacho, la Rabal, la Ana Belén y la tira, diciendo que van a votar comunista porque sí, porque les sale de los huevos, que baje Dios y lo vea », p. 21) o que demasiado temeroso de la divinidad, la mezcla — quien lo diría — no con los pucheros, sino con los acolitillos de candidato. No merece la pena convertir estas páginas en un diccionario de malas palabras, y no porque a estas alturas actúe el temor del tabú, sino porque la sordidez del vocabulario ha dejado de significar otra cosa que la pretensión de mostrar una aparente libertad a cambio de abdicar de la propia independencia. Queda, sin embargo, el testimonio de Delibes sobre algo que no puede ignorarse ni silenciarse. Frente a esta denigración de la lengua, el señor Cayo es la voz de la tierra. Tierra quiere decir fidelidad a unos usos, respeto a la herencia, identificación con lo que es inalienablemente propio. Hay un breve diálogo que nos puede servir de aclaración y ejemplo ; la historia lingüística frente a la creación del argot : El señor Cayo que desde hacía un rato golpeaba la azada contra el suelo, la levantó finalmente, la inspeccionó y dijo como para sí : — A esta azada hay que mangarla. — Mangar, ¿ es poner mango ? — Natural. — En la ciudad, mangar es robar (p. 100). He dicho que frente a la imprecisión y la pereza, el lenguaje rural es matizado y vario. Los señoritos llevan su incultura y su LENGUA Y HABLA EN LAS NOVELAS DE MIGUEL DELIBES 313 ignorancia a cuestas y descubren que van a redimir al redentor, pero esto ahora no importa, sí su manifestación lingüística. El novelista, como tantas veces, se ha convertido en su propio personaje ; lo conoce, conoce el mundo y conoce la manera de expresar los dos orbes complementarios. Entonces escribe, con la precisión que el rústico hubiera narrado, si se lo hubiéramos pedido : El señor Cayo, penduleando la escriña, ascendió por la senda, bordeada ahora de cerezos silvestres y, al alcanzar el teso, se detuvo ante la cancilla que daba acceso a un corral sobre cuyas tapias de piedra se asomaban dos viejos robles. En un rincón, al costado, se levantaba un cobertizo para los aperos y, al fondo, en lugar de tapia, la hornillera con una docena de dujos. Dentro de la cerca, las abejas bordoneaban por todas partes (p. 87). El señor Cayo hubiera narrado así y el Rafa no hubiera salido de su pobreza léxica. Ni hubiera salido ni salió : bastaría seguir leyendo por esas páginas (hasta la 93 cuando menos) para ver en el labriego la encariñada precisión de un vocabulario, el saber apo- sado de generaciones y generaciones, el amor al trabajo bien hecho. El contraste no tiene color : la libertad lingüística, también es libertad humana. Y no saberlo es herir al hombre. A cambio, y como compensación, cuanto se le ofrece es prohibirle un trabajo que no es amargo sino gustoso. Aún hemos de considerar una última cuestión a la que habíamos apuntado : el metalenguaje de los cazadores. Para entendernos — y aun cuando el término no deja de tener valoraciones distintas — llamo metalenguaje a lo que en lingüística se dice lengua de segundo grado, que sería el conjunto específico de saberes de una determinada actividad, profesión, etc. Sin salir de un ejemplo de Miguel Delibes, pavo en la lengua de primer grado es 'ave gallinácea oriunda de América, etc.', pero en otra de segundo grado, será la acepción familiar de 'hombre soso o incauto' o, la jergal, de 'moneda o billete de cinco pesetas'. Del mismo modo, hay tantos metalenguajes como oficios o actividades, y el de los cazadores es de singular importancia, tanta, que incluso disponemos de un Diccionario de la caza19. Delibes ha visto las cosas en su nivel preciso : 19. Ministerio de Agricultura, Vocabulario español de la caza, Madrid, 1950. 316 BULLETIN HISPANIQUE Abro un Atlas de los que redactamos los dialectólogos, y Delibes tiene razón. Ganga y ortega son distintas : la primera es la Pte- rocles alchata y como ganga es conocida, cuando se logra conocer, en Navarra y Aragón ; la segunda o Pterocles orientalis es chorla en puntos salpicados de Zaragoza, Huesca y Teruel, pero churra y torra en la provincia de Zaragoza25 y no hablemos de los nombres de la becada, porque a lo mejor nos complican más las cosas. Y si nos vamos a la Andalucía oriental, churra es nombre que salió alguna vez al preguntar por la fúlica, aunque los dialectólogos sabían que se trataba de otro pájaro26. Baste con un botón de muestra : podríamos aprender con Juan Gualberto, el Barbas, perdicero taimado y sentencioso, o con Ursino, el Montaraz, hombre de menos saberes, aunque nada lerdo, pero esto sería el cuento de nunca acabar y los apuntes dejarían de ser apuntes. Lo único cierto es la verdad de estas gentes : tienen su lengua, la mejor que para ellos puede existir y la usan sabiéndola. Qué duda cabe — y no es juicio mío, sino de Fray Luis de León — que en el campo vive el mejor hablar. Por más ajustado, por más preciso, para transmitir una realidad por ahí está, sin ambigüedades y con total precisión ; no olvidemos lo que — antes — enseñaban en la escuela : el nombre designa a la cosa, el adjetivo la califica y el verbo la anima. Pero no se pueden mezclar caóticamente nombres, adjetivos y verbos, porque eso es lo que hacen los malos escritores ; sólo un nombre, un adjetivo o un verbo son precisos — e insustituibles — en cada ocasión. Y el río de la lengua, si así se utiliza, correrá diáfano y sin embarrarse, como en la verdad de esas criaturas rurales que Delibes nos ha regalado. Delibes no tiene razón cuando dice que le cuesta trabajo escribir. Delibes tiene razón cuando dice que le gusta escribir de caza. Desde fuera vemos que acierta siempre, y eso es lo que importa. Y acierta porque posee muchos registros de la lengua y sabe cómo usarlos porque sabe dónde tañer para que el instrumento suene sin desafinar. La lengua es un vehículo de comunicación con los lectores y, además, es la transmisión del alma de los personajes que inventa : lejos la destrucción del instrumento, y cada vez más cui- 25. Atlas lingüístico y etnográfico de Aragón, Navarra y Rioja, t. IV, mapa 502. 26. Atlas lingüístico y etnográfico de Andalucía, t. II, mapa 421. LENGUA Y HABLA EN LAS NOVELAS DE MIGUEL DELIBES 3 1 7 dado el afinamiento que se exige para que nada se descompase. Su hallazgo « escribo como hablo » es lo que hace — lo diría Una- muno — que sus libros hablen como hombres, porque son hombres de carne y hueso las criaturas que han nacido. También hay hombres que hablan como libros, pero el novelista no tiene la culpa de la falta de personalidad de los seres. El ha puesto el registro y ha pulsado : hay adecuación del hombre con su lengua, como la hubo antes del hombre con el paisaje en el que sus ojos se entreabren. Pero no se acaban aquí sus preocupaciones lingüísticas. Otras hay que nos llevan al mundo de la teoría. La Parábola del náufrago es una novela despiadada (por el tirano), piadosa (por el narrador que cuenta). El hombre está urgido por otros hombres y la palabra es el mundo de su evasión ; la palabra como instrumento para alcanzar una libertad imposible, que sólo puede florecer en la conciencia íntima de cada uno. Jacinto San José Niño (y no está mal el simbolismo de los tres componentes) vive un mundo en el que la persona está asfixiada por las consignas y los principios instrumentados. Jacinto San José Niño, en un mundo al que han castrado hasta el aire que lleva la voz, quiere ser hombre libre. Y monta su propia teoría, la del hombre acosado, pero que aún no sabe que será cubierto un día por el toisón de los borregos. Antes de llegar a la degradación del sólo « ¡ Beeeeeeeeeé ! », con que el libro acaba, Jacinto San José Niño intenta salvarse en la palabra, pero la palabra será su perdición. En un reconocimiento médico, ya no absurdo, sino más allá de los límites de la paranoia, llega a la conclusión de que no diferencia un cero de una O, si esto ocurre en cosas de tan de poca monta ¿ Qué de particular tiene que las palabras confundan y que cada uno dé a la misma palabra significados distintos ? Si la imaginación del hombre es tan débil que no acierta a inventar un garabato que diferencia claramente el cero de la O, Jacinto, todo ha de ser confusión, convéncete, porque hay mucha gente interesada en armarla (la confusión) porque de ella (de la confusión) sacan tajada los vivos, ¿ te das cuenta ?, y la única oportunidad de convivencia que se nos dio a los humanos, la Torre de Babel, la desperdiciamos bien tontamente (p. 80). 318 BULLETIN HISPANIQUE Aquí se plantean los primeros problemas lingüísticos de nuestro hombre. Se trata de que la palabra sea una entidad unívoca para que la comprensión sea unánime. Es decir, se suscita la cuestión del cambio semántico : cada individuo no da « a la misma palabra significados distintos», porque entonces la comunicación sería imposible, lo que ocurre es que cada hombre está inserto en un grupo o varios grupos sociales que se comportan de manera distinta ante la lengua común y, al trasladar esos metalenguajes desde los límites parciales en los que es comprendido, hasta otros mucho más amplios, y que participan de otros intereses, se produce un desajuste. Pero no se trata de un individuo que modifique la lengua, sino de un grupo que puede condicionarla. Lógicamente, sólo unos pocos lenguajes muy técnicos se situarán en un plano abstracto en el que las palabras tengan una aséptica significación; fuera de ellos, el hombre incluye valoraciones psíquicas que vienen a dar complejidad al signo lingüístico y puede ocurrir que, a través de ellas, se vayan resquebrajando las primitivas unidades. Estos hechos, que son normales y poco catastróficos, a un ser sometido a presiones inhumanas le llevan a desconfiar de las posibilidades, y aun del valor, de la comunicación. Piensa en la Torre de Babel, como total negación del intercambio, o, dentro de cierta racionalidad en una lengua artificial que, por nueva, aún no tenga más valores que los puramente denotativos. Genaro, el hombre degradado a condición perruna, en su vida de social reunía a un grupo esperantista : la idea subyacente era que « merced a un idioma universal, los hombres del mundo entero podrían, al fin, cambiar impresiones, perfeccionarse mutuamente y, a la postre, quizás entenderse a despecho de los prohombres» (p. 81). El planteamiento del problema, tal y como Jacinto lo formula, era la base de cualquier lengua artificial : internacionalidad e invariabilidad léxica. Pero esto se puede entender en una sociedad teóricamente libre, no en cualquiera de las nuestras, que están condicionadas por la garrulería de los prohombres, ni tampoco es posible en el mundo limitado por la tiranía de don Abdón. En el primer caso, el escepticismo de Jacinto afecta a la esencia misma del lenguaje, tal y como el hombre se sirve de él : cierto que es un espléndido instrumento de comunicación, pero, tan pronto como hablan los LENGUA Y HABLA EN LAS NOVELAS DE MIGUEL DELIBES 32 1 bien la lengua común — sirve como defensa de ese grupo y, por tanto, debe quedar incomprendida por los demás ; su creación es voluntaria. Es decir, se trata de disponer de un instrumento de defensa y no de un lenguaje especial como puede ser el de los carpinteros, albañiles, soldados o estudiantes. Claro que se diferencia del argot por no pertenecer a los bajos fondos sociales, sino a un grupo que busca marginarse para poder sobrevivir. No es ocasión de discutir las ideas de Jacinto sobre eufonía, comprensión, ahorro de tiempo, repristinación de valores y alguna otra cuestión. A veces resultan muy triviales ; otras son inconsistentes ; las más, quedan ajenas a la cuestión de qué es un argot o una lengua de grupo. Lo curioso es que Jacinto, pienso que sin saberlo, al rechazar las palabras esdrújulas estaba volviendo a los manaderos de nuestra historia lingüística, eliminando las palabras cultas (de tradición eclesiástica, literaria, etc.) para volver a unos hontanares estrictamente populares. Por otra parte, había establecido — lo creía al menos — un nuevo orden para la Humanidad : menos palabras y más cortas. Para él, «todo intento de comprensión por la palabra es una utopía» (p. 98), pero utopía y mayor resultaba querer que su código tuviera aceptación universal cuando, si se salía de su mundo, tan inmensamente pequeño, la palabra en su integridad es uno de los pocos lujos permitidos a los mortales. Convocó un congreso de contracto, se anotó su discurso en el libro de actas y ahí acabó todo : se planteó una cuestión gramatical, se discutió, se injuriaron los participantes y se llegó a una nueva y desalentadora conclusión : « Ha sido un fraco. Lo siento. Los hornos no tenemos remo ». (Lo que en cristiano, sin mucho esfuerzo es : « Ha sido un fracaso. Lo siento. Los humanos no tenemos remedio »). No se había inventado gran cosa, y lo poco no servía para nada. Y es que difícilmente se pueden resolver los problemas universales desde el fondo de un pozo, cuando, además, tiene tapiada la boca. Jacinto San José Niño no anda solo en sus aspiraciones de crear un lenguaje esotérico. Todos recordamos al zapatero Belarmino de Pérez de Ayala. Pero las pretensiones de los dos personajes son harto distintas : Jacinto parte de una desconfianza inicial que le lleva a rehuir el uso de las palabras ; todo su intento es acortarlas y 322 BULLETIN HISPANIQUE procurar decir lo menos posible ; sin embargo, Belarmino parte de una postura optimista : como los poetas, busca el sentido mítico de las palabras y, con ellas, no destruye sino que crea su mundo. Jacinto pretendería llegar, si ello fuera posible, a la mudez total, mientras que Belarmino es un filósofo que contempla el mundo y extrae de él contenidos simbólicos, populares o de etimología inte- lectualizada de las palabras; da sentido a las onomatopeyas, construye significaciones metafóricas y crea y recrea los mil problemas de la etimología popular. Tras Belarmino están Max Mü- 11er y Pierre Janet27, tras Jacinto, un mundo hostil que lo degradará a condiciones borreguiles. Son dos tipos distintos de novela (la intelectual y la sociológica, digámoslo sin más pretensión que las de caracterizar grosso modo), que tienden también a muy otros fines, y dan fe de ello las posturas teóricas de estos personajes. Simplemente, distintos. Delibes ha recogido un mundo lingüístico riquísimo y variado en la boca de las gentes del pueblo : es la verdad de su obra. Pero el desaliento, la total desesperanza del novelista está en esa crueldad de ver al hombre como enemigo del hombre. Entonces no hay invento posible, sino la mordaza enmudecedora o, peor aún, el sarcasmo con que el desdichado de Jacinto llegará a la desilusión total. Nadie sabe qué es lo justo y qué es lo razonable, porque justicia y razón son tan variopintas como la historia y las palabras. Jacinto habla consigo mismo y nos deja el desaliento total que es la novela entera : Cada cual maneja su historia y sus palabras, y, como son suyas, puede hacer filigranas con ellas si quiere para acomodarlas a lo que le conviene, Jacinto, convéncete, porque el defecto de la historia. ¿ Sabes cual es ?, pues sólo uno, mira, que la escriban los vivos, Jacinto, eso, que la historia deberían escribirla los muertos,' pero hay una dificultad, Jacinto, ¿ sabes ?, como tienen las manos tan frías no pueden ni agarrar el palillero, no saben, pero es lo que digo, Jacinto,- ¿ por qué no les alfabetizamos? 27. Carlos Clavería, Apostillas al lenguaje de Belarmino, apud Cinco estudios de literatura española moderna, Salamanca, 1945. LENGUA Y HABLA EN LAS NOVELAS DE MIGUEL DELIBES 323 Hemos llegado al final : Delibes, convertido en cada una de sus criaturas, ha utilizado el instrumento lingüístico que permitía crear seres de carne y hueso. Ha sido fiel al principio augustiniano de que en el interior de cada uno de nosotros hay una verdad, buena o mala, pero verdad. Sin embargo, trasplantado a un plano de universalidad, sólo el desencanto le sirve para formular su intento de teoría general. Pensemos en tantos casos de su obra : fe en los hombres y desconfianza en el Hombre. Manuel ALVAR, Universidad Complutense, Madrid.
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