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El trujillato en tres plumas: Vázquez Montalbán, Álvarez y Vargas Llosa, Apuntes de Historia

Dictaduras en América LatinaNarrativa HistóricaLiteratura Hispanoamericana

Este artículo analiza las novelas 'En el tiempo de las mariposas', 'Galíndez' y 'La fiesta del Chivo' de Manuel Vázquez Montalbán, Julia Álvarez y Mario Vargas Llosa respectivamente, las cuales se enmarcan en la categoría del 'trujillato', una literatura que se centra en el período de dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en la República Dominicana. El autor demostrará que estas obras escritas por autores no dominicanos pretenden construir una visión personal y parcial de la historia, respondiendo a intereses concretos y verificables. El título del artículo refleja el nombre propio o sobrenombre del personaje protagónico de cada texto: 'Galíndez', 'Mariposas' y 'Chivo'. El artículo también discute la importancia de la presencia de personajes femeninos norteamericanos en las obras y la relación entre la literatura del trujillato y la nueva novela histórica.

Qué aprenderás

  • ¿Qué intereses concretos y verificables responden las novelas del trujillato escritas por autores no dominicanos?
  • ¿Qué significa el término 'trujillato' en el contexto literario?
  • ¿Cómo se relacionan las novelas del trujillato con la nueva novela histórica?
  • ¿Cómo se construye una visión personal y parcial de la historia en las novelas del trujillato?
  • ¿Qué papel desempeñan los personajes femeninos norteamericanos en las obras del trujillato?

Tipo: Apuntes

2021/2022

Subido el 10/10/2022

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4.6

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¡Descarga El trujillato en tres plumas: Vázquez Montalbán, Álvarez y Vargas Llosa y más Apuntes en PDF de Historia solo en Docsity! REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA Año XXXI, Nº 62. Lima-Hanover, 2do. Semestre de 2005, pp. 211-228 EL TRUJILLATO POR TRES PLUMAS FORÁNEAS: MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN, JULIA ÁLVAREZ Y MARIO VARGAS LLOSA Ana Gallego Cuiñas Universidad de Granada Galíndez (1990), En el tiempo de las mariposas (1995) y La fies- ta del Chivo (2000) se adscriben a la categoría de “novela del truji- llato”: fenómeno literario que, en una primera aproximación axio- lógicamente neutra, se entiende como, de manera espontánea y natural, el corpus de novelas cuya temática se centra en el período del trujillato –dictadura del dominicano Rafael Leonidas Trujillo que se extiende desde 1930 a 1961–, así definido en términos his- tórico-políticos. Una vez realizada la aclaración semántica del sin- tagma, intentaré demostrar en este artículo que dichas novelas es- critas “desde fuera”1, desde la óptica de autores no dominicanos2, pretenden llevar a cabo una construcción que conlleva una parcial re-escritura de la historia, respondiendo a unos intereses concre- tos, empíricamente verificables y por lo tanto desconstruibles. Esta historia es subjetiva, privilegia ciertos hechos mientras condena a otros al silencio y al olvido, por lo tanto planteo de-construir los discursos narrativos para poder establecer las bases de una com- paración que permitirá analizar la visión del trujillato que, desde el exterior, tienen estos escritores3. La primera conexión que existe entre estas tres novelas reposa en la elección de los temas: todos ellos son crímenes y se ubican en las postrimerías de la Era trujillista propiciando la caída del régi- men. La tríada de autores cristaliza en el título el nombre propio o el sobrenombre del eje protagónico de cada texto: “Galíndez”, “Ma- riposas”, que es el “nombre de batalla” de las hermanas Mirabal, y “Chivo”, que alude a Trujillo. El título de un libro siempre merece un análisis particular porque, como enuncia Carlos Reis, “Si en el título de un texto literario están normalmente sintetizados rumbos semánticos cruciales, es competencia sin embargo, del análisis e interpretación explotarlos de forma minuciosa”4. Y el título que al- berga mayores connotaciones y que es más dado al debate es el de La fiesta del Chivo, puesto que el resto no plantea discusión algu- ANA GALLEGO CUIÑAS212 na. Ante todo, llama la atención el vocablo “chivo”. ¿Por qué Chivo? La elección podría deberse a varios motivos: porque el chivo es el plato básico de la comida dominicana, o porque es el apodo con el que se nombró a Trujillo tras su muerte, y, como sabemos, está cargado de una fuerte significación sexual5. Esta denominación del dictador aparece en un famoso merengue caribeño que el pueblo dominicano hizo suyo tras la desaparición física del sátrapa, aco- modando la letra a lo acontecido el 30 de Mayo6. Bernard Diede- rich también utilizó este sobrenombre en la versión inglesa de su obra “La muerte del dictador”: “The Death of the Goat”, que bien le pudo valer de “inspiración” a Vargas Llosa. Y, ¿Por qué fiesta? Puede ser porque el sustantivo aparece en la categoría sintagmáti- ca que canta el merengue, o bien, se ha escogido en honor a las que hacía el dictador donde seleccionaba a sus víctimas-amantes a las que iba a poseer esa misma noche7. Pero la lexía “fiesta” también se ha vinculado a otras narraciones del dictador: “La fiesta del monstruo” (1947) el relato de Borges y Bioy Casares, que tal y co- mo expone el profesor Kristal comparte con La fiesta del Chivo (“monstruo que nunca sudaba”) la narración de la violencia ponzo- ñosa propia de las dictaduras. O incluso La fiesta del rey Acab8, novela publicada en 1959 por el chileno Enrique Lafourcade que se hace eco del ambiente adusto del trujillato, incidiendo en el episo- dio truculento de la muerte de Galíndez. Por otra parte, los tres narradores se embarcan en una tarea investigadora holística con visos de ser exhaustiva y rigurosa. Ju- lia Álvarez contó en sus indagaciones con el apoyo de un amplio material bibliográfico, de la familia Mirabal y de diversos intelec- tuales dominicanos; mas su apego a la verdad histórica no ha sido puesto en tela de juicio, como sucede en el caso de los otros dos es- critores9. Vázquez Montalbán es sorprendido por el enigma históri- co de Galíndez y esto le lleva a documentarse y realizar una im- portante y ardua empresa investigadora10. Este vasto trabajo de compilación ha propiciado un dechado de críticas tales como las de Javier Goñi: “A Vázquez Montalbán le ha salido un denso y deta- llado reportaje, un estupendo reportaje, que se lee con estremeci- miento; pero no es Galíndez la novela que pretende ser. Ahí no hay literatura”11. Lo mismo sucedió con La fiesta del chivo. El compo- nente ficticio y el estético aparecen en ambos textos narrativos, aunque en el del peruano de un modo mucho más exiguo, ya que se reduce simplemente a la historia personal de Urania. En el caso de la novela de Montalbán, los efluvios de intertextualidad no proyec- tan tanto exponer la “verdad”, como las motivaciones subjetivas de cada una de esas supuestas verdades. Es decir, que ya no nos en- contramos con una “hagiografía”, como en muchos libros históricos se ha pretendido, sino con un héroe ambiguo, con un ser humano, y, en este sentido, Galíndez se mueve en los celajes de la nueva novela histórica12 pues revela una visión distinta de la HISTORIA, EL TRUJILLATO POR TRES PLUMAS FORÁNEAS 215 sus experiencias diarias humanizándolas “en vez de escribir una historia hagiográfica de sus vidas”24. Verbigracia, ese famoso fragmento del diario de Mate en el que escribe: Algunas de estas muchachas se acuestan juntas, lo sé. Es lo único que Santicló no tolera. Dice que no está bien. Una vez que una mujer anda con otra mujer, se ha dañado para estar con un hombre. Yo misma tuve un encuentro íntimo y resultó bien. Con Magdalena, la otra noche, después de nuestra conversación25. Bernardo Vega lo explica en un artículo en El Caribe (22 de Enero, 1996): “en la novela, las hermanas Mirabal abandonan el espacio sagrado en que las sitúa la memoria colectiva para crecer como personajes de la ficción, como hijas de la imaginación de una novelista que ha hecho suya las vidas, pasiones, virtudes y flaque- zas de esas tres mujeres, las de sus padres, esposos, hijos y demás seres queridos”. Anteriormente se habían publicado obras sobre las heroínas que reproducían la leyenda, y donde aparecían carga- das de superlativos que las elevaban a ese estadio de mitificación. Tenemos por ejemplo, Tres heroínas y un tirano de Miguel Ángel Aquino, o Minerva, Patria y María Teresa, heroínas y mártires de Gómez Sánchez, donde leemos: “Este sacrificio de las tres herma- nas no fue en vano. Gracias a ellas, y a los héroes y mártires que se inmolaron en aras de la libertad y la justicia, hoy gozamos de unas libertades y una democracia que debemos preservar. Loor a quien loor merece ¡Salve! Minerva, Patria y María Teresa Mirabal están vivas en el corazón de la patria”26. Por ultimo, asistimos a la desmitificación de los conjurados del 30 de mayo en La fiesta del Chivo y a la del propio Trujillo, sobre todo por sus problemas de próstata: Ahí estaba: la mancha oscura se extendía por la bragueta y cubría un pedazo de la pierna derecha. Debía de ser reciente, estaba aún mojadito, en este mismo instante la insensible vejiga seguía licuando. No lo sintió, no lo estaba sintiendo. Lo sacudió un ramalazo de rabia. Podía dominar a los hombres, poner a tres millones de dominicanos de rodillas, pero no controlar su esfínter27. De esta forma, a través de los goznes de la desmitificación se produce un movimiento centrífugo, que hace que estas imágenes se proyecten transformadas hacia un espacio universal, contrario al efecto centrípeto que provoca la mitificación y que han perpetuado las novelas dominicanas durante medio siglo. Este efecto, precisa- mente, es el que hace que los lectores quisqueyanos se hayan acer- cado a estas obras con claros prejuicios. No obstante, la recepción de las mismas en Santo Domingo fue desigual. Galíndez, aunque aparece en 1990 respaldada por un éxito tremendo (un gran núme- ro de ediciones y galardonada con varios premios), tuvo más bien una acogida aséptica entre los dominicanos: la mayoría de referen- ANA GALLEGO CUIÑAS216 cias en periódicos y revistas literarias son meramente descriptivas, y a pesar de que la editora que puso en circulación el libro anunció que “en la obra se revelan nombres de reputadas figuras domini- canas vinculadas de alguna manera y en distintos grados a esos hechos nunca esclarecidos”28, no tuvo mucha resonancia. Esta reacción puede deberse a distintas causas: al más obvio, que Vázquez Montalbán no es un escritor demasiado conocido por los insulares, a que el asesinato de Galíndez no es tan “sentido” por los dominicanos por ser un emigrante español, o bien porque se puso a la venta días antes de la reelección de Balaguer29, el cual sale bastante mal parado en la obra y pudo poner en marcha un mecanismo de silenciamiento de la misma30. En el tiempo de las mariposas también fue precedido por un reconocido éxito de librería y crítica. En EE.UU. fue “libro notable del año 1995” y mantuvo en Argentina, “país donde vio la luz la primera edición en español, un puesto en los primeros lugares de venta por más de diez semanas, aparte de una gran profusión de crítica y reportajes en todos los periódicos y revistas de ese país”31. Las críticas y reseñas en Santo Domingo fueron en su mayoría po- sitivas32, principalmente las que partían de movimientos feminis- tas, que la utilizaron como baluarte de sus consignas. El éxito también se arracimó en torno a La fiesta del Chivo, ro- tundo in extremis, “la acogida por parte de la crítica fue unánime- mente entusiasta, calificada la novela de “magistral” y “espléndi- da” o, para citar a Miguel García-Posada de El País (11-3-2000), de “narración poderosa” escrita por Vargas Llosa “con su instinto de novelista nato”33. Sin embargo, en Santo Domingo la polémica es- taba servida y sorprende “tanto por la vehemencia con la que fue sostenida como por algunas de las censuras que fueron formula- das”34. En cierta manera era esperable, pues los dominicanos eran conscientes de que la novela de Vargas Llosa iba a proyectar in- ternacionalmente la realidad histórica y actual de la República Dominicana35. Pero no sólo fueron latentes los prejuicios instigados por la mitificación del tiranicidio, ya sean por las versiones oficia- les o por las del imaginario colectivo, sino también por el hecho de que en una novela se retratasen hechos y personas reales, algunos de ellos o sus familias aún vivos y conocidos por todos los domini- canos36. Frauke Geweeke en su artículo sobre la recepción del texto en Santo Domingo pone de manifiesto la imposibilidad de acercar- se a la obra del dominicano desde un “estado de inocencia”37, sólo factible para aquellos que no conozcan en absoluto o no hayan vi- vido el trujillato. Como consecuencia, no se hicieron esperar la al- gazara de críticas y corrieron ríos de tinta (casi literalmente)38, tanto la de aquellos que preconizaban la novela, como la de los que la anatematizaron39: se suceden las denuncias de falsificación de hechos y datos históricos40, de plagio41, de trujillistas42 y familiares de los conjurados, en efecto encumbrados por la población43 que EL TRUJILLATO POR TRES PLUMAS FORÁNEAS 217 sostenían que Vargas Llosa había tratado desconsideradamente a los “héroes del 30 de Mayo”. Pero, repito, el proceso de desmitifica- ción más importante que llevó a cabo el peruano-español es el del dictador, que aparece totalmente humanizado en la obra a través de su cáncer de próstata y su apego a la familia44. Igualmente se precipitaron las valoraciones negativas en cuanto a la calidad esté- tica y literaria de la novela, de la mano del crítico Diógenes Céspe- des. Pero también tuvo cabida en esta vorágine periodística la críti- ca positiva de la obra. Y es que sin lugar a dudas, Vargas Llosa tocó heridas que aún no estaban restañadas. “Apunta, en tono burlón el periodista Carlos Francisco Elías (15-4-2000) (que Var- gas Llosa) se atrevió, siendo además extranjero, a romper el velo insular de acero que desde décadas nos cubre y a mirar por la ren- dija de ese amasijo de sangre e infamia que todavía implica para nosotros la Era de Trujillo”45. En esto coincide José Israel Cuello: Vargas Llosa ha contribuido “al inicio impostergable de la contem- plación de nuestras intimidades, a la ventilación necesaria de las partes dañadas que tiene el alma dominicana, pendientes de un curetaje que sólo el oxígeno de su conocimiento es capaz de secar”46 y será la novela que persevere en la mente de todos. Se une a él Pedro Conde, que habría de asegurar que La fiesta del Chivo es el acontecimiento sociológico literario más importante ocurrido en el país desde la muerte de Trujillo, exponiendo a los trujillistas a su propio asco, a su propia vergüenza. Otro nexo importante de unión entre las novelas lo encarna la presencia en la estructura de los textos de un personaje protago- nista femenino con raíces norteamericanas “gringas” o “medio gringas”, que se interesa por la materia trujillista y realiza una investigación que la lleva a viajar al país. Muriel Colbert en Ga- líndez, una “gringa” universitaria que intenta resolver un crimen y se documenta para esclarecer la desaparición del nacionalista vas- co Jesús de Galíndez47. También tenemos a la “gringa dominicana” de En el tiempo de las mariposas, reportera que viaja a Santo Do- mingo para entrevistar a Dedé la única hermana Mirabal viva que no participó en la actividad política48. Por último, el personaje fe- menino de Vargas Llosa: Urania Cabral, que también podríamos calificar de “gringa dominicana”, la cual regresa a los 49 años des- de Nueva York a Santo Domingo (se fue a los 14 años). Desde fue- ra, ha tenido éxito en la vida: es abogada, ha trabajo para el Banco mundial y ahora lo hace en un importante bufete de Nueva York. Pero desde dentro, sabemos que Urania está obsesionada con el régimen trujillista y no cesa de leer libros sobre él. Refleja por tan- to, la propia experiencia investigadora de Vargas Llosa49, como Muriel la de Vázquez Montalbán y la “gringa dominicana” la de Álvarez. ANA GALLEGO CUIÑAS220 das por su destino trágico. El tiempo cronológico de la novela se inicia en 1994 con la narración de Dedé, que recuerda el catálogo de felices momentos de la familia Mirabal, a la par que desvela las diferentes personalidades de sus hermanas: “Minerva siempre se preocupaba por lo que estaba bien o mal. Y María Teresa, ay, Dios, todavía era una niña cuando murió, pobrecita... La dulce Patria, para quien la religión era siempre tan importante” (pág. 17-18). Después, se van imbricando las narraciones personales de cada una de las cuatro hermanas siguiéndose la una a la otra de forma continuada, rememorando el pasado y revelando su infancia, ado- lescencia, sus primeros amores, matrimonios y todos los aspectos de su vida privada. María Teresa, se descubre al lector por un diario que guarda desde que tenía siete años, y que fue un regalo de su primera co- munión. En él vierte sus sentimientos y narra su aciaga experien- cia en prisión, cargada de un hondo lirismo. La última confesión de Mate en su diario reza: La siguiente es la anotación de un diario de lo que me ocurrió el 16 de Abril de 1960 en La 40. Soy una prisionera política, pero prefiero no dar mi nombre. Igualmente, he tachado los nombres de otras personas por- que temo causar dificultades a gente inocente (y de hecho en el libro aparecen como tachados con tinta negra, no olvidemos que las dosis de realismo en la novela son muy altas). Por favor, tampoco publiquen esto en los periódicos, porque me preocupa mi privacidad” (En el tiempo de las mariposas, pág. 334). En otra posición tenemos a Patria, la mayor de las hermanas, que se caracteriza por su religiosidad exacerbada y por un confor- mismo recalcitrante que la vincula ineluctablemente a los desig- nios de Dios: Yo hice como dijo el Señor. A los dieciséis años me casé con Pedrito Gon- zález y nos establecimos para el resto de nuestras vidas. O así pareció que sería, durante dieciocho años. Mi hijo se transformó en un hombre, mi hija desarrolló un cuerpo alto y esbelto como el de la floreciente mi- mosa al final del sendero. Pedrito adquirió cierta gravedad, se convirtió en un hombre importante en la región. ¿Y yo, Patria Mercedes? Como toda mujer de su casa, me fundí en lo que amaba, emergiendo de vez en cuando para respirar. Me refiero a un viaje sola a pasar la noche con una amiga, a un arreglo especial de mi cabello, quizá a un vestido ama- rillo (En el tiempo de las mariposas, pág. 197). Pero terminará experimentando la misma transformación que las hermanas. De repente todo cambia para Patria: la escena se sitúa en 1959 cuando iban creciendo los rumores de una invasión y Trujillo había declarado el estado de emergencia. Allí, fue testigo de una masacre en la que murió un joven campesino, hecho que suscita la afloración de su instinto maternal: “No me quedaré sen- tada viendo cómo mueren mis hijos, Señor, aunque eso es lo que Tú en tu gran sabiduría hayas dispuesto” (pág. 216). En ese mo- EL TRUJILLATO POR TRES PLUMAS FORÁNEAS 221 mento, nace la Patria aguerrida que se alza contra la religión y lu- cha para que el marido le permita unirse a la revolución. Patria es la única que se vale de un discurso que mantiene una relación ale- górica entre la narrativa personal y la política, una de los rasgos principales de la ficción en buena parte de las novelas latinoameri- canas. Por último: Minerva, el reto más complicado para Julia Álva- rez. Nacida en 1926 ella fue la hermana más politizada y la única que se confrontó con Trujillo cara a cara. En un principio, estable- ce una relación ambivalente con Trujillo, que habría de tornarse en un odio atroz a medida que adquiere conciencia política. Pero el odio de Minerva por “El Benefactor” se manifiesta abiertamente cuando ésta, ya adulta, se ve obligada a ir a una de sus famosas fiestas. Minerva recuerda la fama de Trujillo: “Hemos oído las his- torias. Jóvenes drogadas, luego violadas por El Jefe” (pág. 102). En la fiesta ocurre lo inevitable: Minera abofetea a Trujillo por propa- sarse con ella. “Minerva repite un gesto alegórico presente en la fundación de la nación dominicana: el de Mencía, la esposa de En- riquillo, que rechaza a Valenzuela, el conquistador español. O también como la leyenda de la mujer dominicana que abofetea a un soldado haitiano durante la ocupación de 1821 a 1844”59 . La novela de Julia Álvarez contiene una fuerte carga alegórica residente en la feminidad de las protagonistas, tal y como prueba Valerio-Holguín. La dimensión alegórica del cuerpo de las Mirabal se manifiesta como cuerpo político. En el capítulo dos, estando Mi- nerva en el colegio, su mejor amiga Sinita le revela su secreto: Trujillo es el responsable de los crímenes políticos del país. Esa misma noche Minerva tiene su primera menstruación. Así, el acce- so a la conciencia política concuerda con la transformación de su cuerpo: la sangre se vincula con la violencia como crítica feminista al patriarcado de Trujillo. En esta línea, la menstruación de las mujeres encarceladas es también una menstruación política en tanto alegoría de la situación del movimiento clandestino. Allí casi todas han cesado de menstruar, lo que viene a significar que las actividades políticas del movimiento también se han paralizado60. Me detengo en este hecho porque esta misma metáfora de la sangre aparece en La fiesta del Chivo. Trujillo un día cuando iba hacia San Cristóbal es víctima de su nostalgia sexual. Al pasar frente a la casa de una antigua amante, la bella Moni, se detiene para hacerle el amor, pese a que ella se encuentra con su marido. Pero los designios de la sangre son inescrutables: Moni le dice que no puede atenderlo por estar con el período menstrual61. Trujillo se va enfurecido. Esta imagen de la sangre como violencia se repite en la cruenta escena en la que Urania está con Trujillo. El dictador frustrado, decide borrar la humillación con sangre: la misma que sus furiosos dedos desataron en la lastimada vulva de la niña y ANA GALLEGO CUIÑAS222 luego más tarde, la de la incómoda doncella. La sangre llama a la sangre. De esta forma enlazamos con el tercer personaje protagónico de este triángulo “foráneo” que se asimila a La fiesta del Chivo: Ura- nia, la cual simboliza a las mujeres vejadas durante el trujillato62 y que vive hasta el extremo un trauma sexual que le cercena la vida. Lo primero que nos dice Vargas Llosa de ella es que no le gusta su nombre porque da idea de un mineral, de un planeta. Se trata de un guiño del autor ya que no se refiere a esto sino a una de las musas del Olimpo griego, hija Mnemosyne, la diosa de la memoria y, como consecuencia, de la historia63. Y éste es el papel que juega Urania en el discurso narrativo: la memoria. Helena Araujo64 la compara con Ifigenia, nacida en Grecia que debe ser conducida por su padrea a Aulide y allí inmolada en un ritual propiciatorio. An- tes del sacrificio la diosa Artemisa se apiada y la rescata transpor- tándola a un templo donde se consagra como sacerdotisa. Vemos que la similitud es palpable, Urania también es sacrificada por su padre. Urania Cabral “es el personaje femenino más complejo y mejor logrado de toda la narrativa de Vargas Llosa... En la novela en la cual lo personal está íntimamente imbricado con lo político la hu- millación de Urania representa el ultraje de la sociedad dominica- na por la dictadura”65. Pero esta historia “no convence ni por la psicología del personaje ni por la estructura de la narración ni tampoco por la función que le corresponden”66, es un personaje fal- to de identidad movido por resortes que no terminan de calar en el lector. Y aunque Vargas Llosa anuncie que la ha introducido en la obra para darle una perspectiva contemporánea, no lo aprovecha para presentar los remanentes del trujillismo en la sociedad domi- nicana actual, que aún son muchos. Pero tampoco dan cuenta de ese neotrujillismo ni Vázquez Montalbán ni Julia Álvarez. Asom- brosamente, la caída de la dictadura y la llegada de la democracia no consiguen eliminar el peso de la ideología trujillista en la socie- dad dominicana –de ahí la persistencia de la representación litera- ria de esta tiranía– por lo que narrar a Trujillo es narrar la actua- lidad de la República, asunto que ha sido, curiosamente, soslayada “desde fuera”, pero no “desde dentro”. Sea como fuere, la cuestión es que los tres autores han contri- buido notablemente a catapultar literariamente la figura y el per- sonaje de Trujillo, poniendo en tela de juicio los valores canoniza- dos atribuidos por los dominicanos a las personas que participaron en estos episodios del trujillato. Este enfoque es introducido por voces femeninas silenciadas y relegadas al ostracismo por las plu- mas insulares, que despliegan un rosario de perspectivas y punto de vista que –en mayor o menor medida– difieren de la historio- grafía oficial y enriquecen el discurso literario dominicano abrien- do una veda dialógica en el binomio dentro/ fuera. El Trujillo de EL TRUJILLATO POR TRES PLUMAS FORÁNEAS 225 20. Las hermanas Mirabal “se yerguen como los símbolos más altos de la trage- dia de la mujer dominicana en aquel tiempo de silencio opresivo” (El Caribe, 22 de Enero de 1996). 21. U. Eco, Apocalípticos e integrados, Barcelona, Lumen, 1985, pág. 249. 22. M. Vázquez Montalbán, Galíndez, Barcelona, Seix Barral, 1990, pág. 225. 23. Un sector de la crítica en Santo Domingo no veía con agrado que una de las hermanas Mirabal tuviese una relación lésbica. De hecho, esta cuestión la mencionaron varios de los escritores que entrevisté durante una estancia en la isla en 2003. 24. Vid. El caribe 6 de Mayo de 1995. 25. J. Álvarez, En el tiempo de las mariposas, Madrid, Alfaguara, 2001, pág. 327. 26. F. Gómez Sánchez , Minerva, Patria y María Teresa, heroínas y mártires ,Santo Domingo, Búho, 1999. 27. M. Vargas Llosa, La fiesta del Chivo, Madrid, Alfaguara, 2000, pág. 165. 28. Quizás se puede apreciar esta nota como mera estrategia de marketing, aunque realmente corresponde con la realidad textual de la obra. 29. Roberto Cassá señala a este respecto: “A cuarenta años de la eliminación física de Rafael Leonidas Trujillo, se mantienen no pocos aspectos del legado dejado por la dictadura que dirigió”1. Después de la caída del dictador, la iz- quierda no encontró una vía de legitimación de sus presupuestos debido a la poca experiencia política, al desconocimiento del esqueleto teórico de la misma, y a las continuas luchas internas. Los trujillistas, en cambio, fueron recomponiéndose y hallaron en Balaguer el líder que podía favorecer sus in- tereses. Un líder que presentaba un programa político con briznas progresi- vas y democráticas, encubriendo un autoritarismo sustentado en la ilegali- dad y la corrupción que reemplazaba al crimen trujillista. 30. En una conversación con el editor José Israel Cuello éste me comentó que Balaguer no se pronunció públicamente sobre la obra pero sí lo hizo políti- camente ya que en un mismo decreto promocionó hacia cargos más elevados a dos de los participantes en el asesinato de Galíndez, que en la novela apa- recen como Emilio Ludovico Fernández, embajador de Francia, y Minerva Buendía, embajadora en Berna. Prueba palpable de que el trujillismo se ha revitalizado con el paso de los años. 31. Vid. Listín Diario, 18 de Enero de 1996. 32. Registramos sólo una crítica más incisiva en El Caribe, 6 de Mayo de 1995. 33. F. Geweeke, op. cit., pág. 151. 34. Ibíd. 35. Estos sentimientos fueron alimentados por comentarios de Vargas Llosa, el cual dejaba traslucir que salían mal parados en su texto tanto el dictador como sus correligionarios, y el mismo pueblo entero que había sucumbido ante Trujillo. 36. El mismo Vargas Llosa es consciente de ello y declara: “Es lógico que haya mucha gente que no va a sentirse encantada, gentes que participaron en el trujillismo, se beneficiaron, cometieron crímenes y andan sueltos por el mundo. Me sentiría muy preocupado si se sintieran contentas, los antiguos asesinos, imagínese” en Tiempo de hoy, 13 de Marzo de 2000. 37. Geweeke cita las palabras de Tomás Eloy Martínez (15-4-2000): “Hay que acercarse a La fiesta del chivo en estado de inocencia: es decir, dejándose llevar por el autor sin preguntarle a cada paso qué es mentira y qué es ver- dad o por qué aquel o este personaje, inspirado en algún bufón o en alguna víctima del trujillismo, difiere de la figura real” en op. cit. pág. 152. ANA GALLEGO CUIÑAS226 38. “De la novela se habló y se escribió antes de ser escrita, y antes de ser no- vela se novelaba sobre ella, pobre criatura. Se la concibió como infamia an- tes de ser concebida, y durante el proceso de gestación corrieron rumores perversos. Antes de nacer enfrentó resistencia, y el parto, ya se sabe, fue se- guido con morbosa curiosidad” enuncia Pedro Conde. 39. “La fiesta del Chivo ahonda en las trivialidades como reflejo de su concep- ción individualista neoliberal” o “Vargas Llosa calla sobre monopolios, go- biernos yankis e Iglesia Católica como los grandes beneficiarios de aquella tiranía” en ¡Despertar! 30 de Abril de 2000. Esto lo suscribe también Anti- noe Fiallo que en un congreso llegó a hacer una comparación ideológica en- tre Balaguer y Vargas Llosa, donde presentaba más concomitancias que di- similitudes. 40. Caso de Urania Cabral, pues no se conocen referencias históricas a violacio- nes de hijas de ministros. Vargas Llosa, a decir del historiador Bernardo Vega en la presentación del libro en la isla, hiperboliza detalles sin impor- tancia e incurre en falsas atribuciones de responsabilidades criminales a personas históricas que son “innecesarias, porque desmienten la “verdad histórica” en lo que atañe a la integridad moral de estas mismas personas”, no obstante, añade que en conjunto “sigue muy de cerca la realidad históri- ca” en El Siglo, 30 de Abril de 2000. 41. Como sucedió con el escritor Lipe Collado que lo acusa de plagio de su obra Después del viento: “resulta que ni antes ni ahora le he imputado haberme plagiado sino haber saqueado intelectualmente y haberse apropiado de la atmósfera y de la ideología de mi novela...” en El Siglo, 23 de Septiembre de 2000. Acusa a Vargas Llosa de haberle robado el personaje de Urania, tema “transido”, como dice Geweeke, y manido. 42. Pongo como ejemplo el de Fon Bernard que declara a propósito de la obra del peruano: “Es un catálogo de salacidades, un vertedero de inmundicias, colectadas por alguien poseedor de un olfato resistente a los malos olores. Es el final sporque el tema del dictador latinoamericano ya está agotado–, del boom novelístico de los años sesenta del pasado siglo. Trujillo es su Néme- sis” en Hoy 15 de Abril de 2000. 43. Particularmente la familia de Antonio de la Maza, o el hijo del general Félix Hermida: “Solicito públicamente al señor Mario Vargas Llosa se retracte so- bre la notoria equivocación y/o confusión contenida en su libro, refiriéndose a mi padre ya fallecido, el general E. N. Félix Hermida, o al mío propio” en La Nación, 1 de Junio de 2000. 44. Incluso se retrata llorando. Esto provocó un –insólito– debate fortísimo en Santo Domingo acerca de si estaba documentado históricamente este dato o no. Se negaba la posibilidad de que el mito en extremo virilizado de Trujillo hubiera llorado en algún momento. Vargas Llosa se defendió alegando que lo hizo para humanizar al dictador y hacerlo más verosímil. 45. F. Geweeke, op. cit., pág. 154. 46. En El Caribe, 2 de Mayo de 2000. 47. Emigra al final de la guerra civil a Santo Domingo en 1939 donde residió durante seis años, como profesor, escritor, periodista especializado en políti- ca internacional y defensor de la causa vasca; allí conoció de primera mano los entresijos de la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo. En 1946 pasó a Nueva York como delegado del Partido Nacionalista Vasco y representante del Gobierno Vasco en el exilio. Desaparecido en 1956 de Nueva York des- pués de haber defendido una tesis de doctorado sobre la dictadura de Truji- llo en la República Dominicana. EL TRUJILLATO POR TRES PLUMAS FORÁNEAS 227 48. Patria, Minerva y Teresa (Mate), las otras tres hermanas Mirabel, asumen un compromiso político para tratar de acabar, junto con sus maridos, con el régimen dictatorial. Como enemigas del régimen, son acosadas y persegui- das por los esbirros trujillistas que finalmente las encarcelarán con los otros tantos opositores a la dictadura. La familia Mirabal sufre en carne viva la desgracia de las tres hermanas a causa del acoso y las represalias por parte del Servicio de Inteligencia Militar. La novela llega a su clímax con la des- cripción del asesinato de las tres hermanas Mirabal, acaecido el 25 de No- viembre de 1960, faltando tan sólo unos meses para el derrocamiento de Trujillo. 49. El peruano presentó el libro en Santo Domingo en el mismo hotel en el que se alojaba Urania: Hotel Jaragua, donde también él mismo se hospedaba siempre que visitaba la isla. Este hotel también fue escenario de muchas de las sonadas “fiestas” de Trujillo. 50. ¿Por qué? Vázquez Montalbán cae en la trampa de los clichés que han per- petuado en Occidente las relaciones de género construidas sobre la base del poder de “lo masculino” (la razón, la fuerza) en detrimento de “lo femenino” (la sensibilidad, la debilidad). 51. En “Entrevista a Manuel Vázquez Montalbán...” op. cit., pág. 76. 52. Ibíd., pág. 79. 53. F. Valerio-Holguín, “En el tiempo de las mariposas de Julia Álvarez: una reinterpretación de la historia” en Chasqui: revista de literatura latinoame- ricana ,no.27-1, 1998, pág. 94. 54. Ibíd. Esto entronca también con las ideas expresadas por Doris Sommer que describe una sociedad dominicana patriarcal y populista que está íntima- mente vinculada a la tierra; en One Master for Another. Populism as Pa- triarcal Rhetoric in Dominican Novels, New York, University Press of Ame- rica, 1983. 55. R. Berroa, “Recordar para vivir: historia, alegoría y dialéctica en la crónica de Pedro Mir”, op. cit., pág. 47. 56. “The novels of the ‘Trujillato’ present a masculinism/nationalism revisited, revolutionary in intent but suspiciously familiar and patriarcal in content and form.” C. Bados Ciria, “In the Time of Butterflies, by Julia Álvarez His- tory, Fiction, Testimonio and the Dominican Republic” en Monographic Re- view, no. 13,1997, pág. 407. Mi traducción al español. 57. F. Valerio-Holguín, “En el tiempo de las mariposas...”, op. cit., pág. 93. 58. Pero hay que poner el énfasis en que el arte masculino del trujillato es un arte realista por excelencia. La afición por el realismo entre los escritores y lectores dominicanos se pone en evidencia en las múltiples obras escritas sobre el trujillato. Julia Álvarez se apodera de este realismo en su obra y así intenta transgredir el coto cerrado de los escritores dominicanos. 59. Cfr. F. Valerio-Holguín, “ En el tiempo de las mariposas...”, op. cit., pág. 94. 60. “Vinimos por nuestra menstruación –empecé a decir, mirando la pared para detectar el micrófono...Hasta que pregunté en forma metafórica: –¿Habrá quedado alguna actividad en nuestras viejas células?– Quedan unas pocas vivas, claro. Pero lo más importante es que están surgiendo otras nuevas. Deben dar un descanso a su cuerpo. Verán que la actividad menstrual vuel- ve a comenzar el año próximo” (En el tiempo de las mariposas, pág. 265). 61. Esto, a su vez, nos recuerda a una escena de Pedro Páramo: Dolores Precia- do menstruará el día de su noche de boda, impidiéndole mantener relaciones sexuales con el también patriarca Pedro Páramo. La mujer responde a la violencia, se enfrenta a ella, con su sangre.
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