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La Desintegración del Imperio Romano: Migraciones Germánicas y Caída de Occidente, Monografías, Ensayos de Literatura Medieval

Una detallada reconstrucción de la desintegración del imperio romano de occidente, enfocándose en las grandes migraciones de pueblos germánicos que llevaron a la caída del imperio. Se detalla la situación de estos pueblos frente al limes imperial, las invasiones marítimas de los anglos, jutos y sajones, la invasión de los hunos y su lucha con el emperador valentiniano iii, la muerte de atila y el fin político del imperio romano de occidente.

Tipo: Monografías, Ensayos

2020/2021

Subido el 23/02/2024

vickyvargesp
vickyvargesp 🇦🇷

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¡Descarga La Desintegración del Imperio Romano: Migraciones Germánicas y Caída de Occidente y más Monografías, Ensayos en PDF de Literatura Medieval solo en Docsity! DESINTEGRACIÓN DEL IMPERIO ROMANO 15 cristianos, como en el poema de «Beowulf». Y algo parecido hay que decir respecto a su arte; un arte tendente a la abstracción frente al realismo romano, y de cuya unión surgieron las obras de escultura y de iluminación de manuscritos durante el Medievo. 2.2. LAS GRANDES MIGRACIONES DEL SIGLO v L. Musset mencionó la existencia de tres grandes oleadas migratorias de los pue­ blos germanos sobre Europa desde el año 375 con la invasión de los hunos hasta el 568 con el asentamiento de los lombardos, aunque subrayando la mayor profundidad de la primera, así como su superior impacto traumático en la población romana. La situación de estos pueblos frente al «limes» imperial antes de que en el 375 los hunos emprendieran su marcha hacia Occidente era la siguiente: el río Dniéper consti­ tuía la frontera entre las dos principales ramas del pueblo godo, los visigodos instala­ dos en Dacia y los ostrogodos en el Ponto y actual Ucrania. En esta época, Uiñla (310-380), consagrado obispo en el año 340, creó su alfabeto, tradujo la Biblia al góti­ co e introdujo la Fe arriana entre ellos. La confederación de los alamanos, en la que existía un claro predominio suevo, se hallaba instalada en los cursos medios del Elba y del Saale. Los burgundios ocupaban el valle de Main y las zonas próximas al Rin al este de Maguncia, y los turingios al este del Elba. Los francos, por su parte, estaban asentados en la orilla derecha del Rin Inferior. Los sajones ocupaban la zona entre el Elba y el Ems, los frisones, al oeste de este río, conviviendo con anglos y warnos; los quados, en Moravia. Las tribus vándalas de asdingos y silingos se establecieron en la llanura húngara, al norte del Danubio y en la Silesia media. Finalmente, los lombardos emigraron desde el Elba a Panonia en el siglo v. En el desencadenamiento final de las grandes migraciones de estos pueblos fue­ ron fundamentales las alteraciones y posterior presión de los pueblos nómadas de las estepas rusas, en concreto de los hunos que, tras vencer a alanos, ostrogodos y visigo­ dos, desde el 375 dominarían las estepas del Don y el delta danubiano, encabezando una confederación de pueblos. En el año 376, los visigodos, presionados por los hunos, atravesaron el Danubio. Al emperador Valente no le quedó otro remedio que aceptarlos y mantenerlos a cargo de la annona. Pero el mal funcionamiento del sistema de abastecimientos al que se ha­ llaban supeditados, así como los abusos perpetrados por funcionarios y mercaderes romanos provocaron su sublevación y posterior victoria sobre las legiones romanas en la batalla de Adrianópolis (378), donde murió el propio emperador. Los visigodos se dispersaron entonces por los Balcanes, sembrando el pánico entre la población. Sólo la actitud de Teodosio I (379-395) iba a lograr provisionalmente la paz. El nuevo au­ gusto, de origen hispano, llevó a cabo un pacto con el pueblo godo en el año 382, insta­ lando a los ostrogodos en Panonia como federados del Imperio y a los visigodos en Mesia Inferior. El foedus les convertía en tropas ai servicio de Roma a cambio de reci­ bir provisiones a cargo de la annona. Sin embargo, las rapiñas por Tracia y Macedonia fueron frecuentes en los años inmediatos cada vez que las provisiones escaseaban o que se deseaba presionar al emperador con el fin de que otorgara nuevas concesiones y honores a sus jefes. A pesar de ello la situación pudo mantenerse hasta la muerte de Teodosio. Tras su desaparición, el acuerdo, que conllevaba no la fidelidad de los go- 16 HISTORIA UNIVERSAL. ALTA EDAD MEDIA dos al Estado romano sino a la persona del emperador, quedó roto. A su muerte el Imperio se dividió entre sus hijos: Arcadio recibió Oriente y Honorio, Occidente. Este último, por su corta edad, cedió de hecho el poder a un militar de origen vándalo, Stili- cón, quien tuvo que enfrentarse continuamente a los ataques de los bárbaros, en espe­ cial a ios protagonizados en Tracia y Macedonia por el visigodo Alarico, sin duda, el caudillo más relevante del momento. En el año 405 grupos de ostrogodos, vándalos y alanos entraron en Italia. Aunque Stilicón consiguió aniquilar a la mayoría, a Honorio no le quedó otro remedio que trasladar su corte a Rávena. El 31 de diciembre del 406 los suevos, vándalos y alanos lograron romper la frontera del Rin y extenderse por las Gaiias. La apertura de este nuevo frente bélico y el asesinato de Stilicón en el 408 iban a dejar desprotegida a Ita­ lia durante algún tiempo. Su falta de defensa fue aprovechada por Alarico y sus gue­ rreros, quienes llegaron a asediar Roma en tres ocasiones hasta su toma final (410). El incendio y saqueo de Roma provocaron un hondo impacto psicológico en todo el orbe romano, ya que la ciudad se había mantenido inviolada desde la invasión celta acaeci­ da ocho siglos antes. El enorme impacto que produjo el saqueo de Roma abrió una profunda polémica entre autores cristianos y paganos, destacando en ella las reflexiones venidas por San Agustín en su De Civitate Dei. Pero Alarico no tenía intención de permanecer en Ita­ lia, sino pasar al norte de África. Su muerte, poco antes de que terminara ei año, acaba­ ría con su sueño a la par que iba abrir un nuevo periodo en el caminar del pueblo visi­ godo. En efecto, su sucesor Ataúlfo decidió remontar la Península itálica y asentarse en el sur de la Galia. Su objetivo y el de sus inmediatos sucesores no era ya la destruc­ ción dei Imperio, sino llegar a un entendimiento, a una política de amistad, con las au­ toridades romanas. En este contexto hay que situar tanto ei matrimonio de Ataúlfo con la hermana del emperador, Gala Placidia (414), prisionera de los visigodos desde el saqueo de Roma, como úfoedus suscrito por el rey Walia con ei Imperio (418), por el que quedaban asentados de manera estable ai sur de la Galia, entre Toulouse y el Atlántico, a cambio de combatir el bandolerismo rural, los «bagaudas», y luchar con­ tra los suevos, vándalos y alanos que habían entrado en Hispania en el 409. De esta manera nacía el primer reino bárbaro en tierras del Imperio. En el otoño del año 409 los vándalos, suevos y alanos atravesaron el Pirineo. Du­ rante dos años la Península ibérica sufrió sus depredaciones, a las que se sumaron el hambre y la peste, según relató el obispo de Aquae-Flaviae, Hidacio (388-470) en su Crónica, que abarca los años 409-468. Sólo desde el año 411 estos pueblos iban a co­ menzar a instalarse de un modo permanente. Los suevos se acantonaron en Gallaecia, así como los vándalos asdingos; los alanos se desperdigaron por la Cartaginense y Lu- sitania, y los vándalos silingos en la Bética. El número de invasores fue pequeño: unas 200.000 personas, de las cuales sólo 56.000 podían ser considerados guerreros útiles. Pero la resistencia en Hispania era escasa por la ausencia de tropas romanas, limitán­ dose las autoridades peninsulares a mantenerse en la Tarraconense. Por elfoedus del 418, Walia, además de devolver a Gala Placidia, se había com­ prometido, como ya se ha señalado, a hacer la guerra a estos pueblos. Los resultados no tardaron en llegar, al vencer en seguida a ios alanos y a los vándalos silingos. Los supervivientes se sometieron a la autoridad de Gundérico, rey de los asdingos. En el 419 estalló la guerra entre los suevos gobernados por Hermérico y los vándalos de DESINTEGRACIÓN DEL IMPERIO ROMANO 19 gún Jordanes, por romanos, visigodos, burgundios, francos ripuarios y salios, sajones del Alto Loira, alanos y armoricanos le derrotaron. De lo acaecido en la batalla apenas se sabe nada; incluso, las descripciones de la muerte en ella de Teodorico no coinci­ den. De lo que no hay duda, en cambio, es de que Aecio finalmente alejó a los adversa­ rios más peligrosos de Atila para permitir su retirada de la Galia sin dificultades, quizá con el deseo de renovar las relaciones de amistad con los hunos y así poderles utilizar en el futuro como fuerza de contención frente a otros enemigos del Imperio. Aecio, sin embargo, no había tenido en cuenta la posibilidad de que Atila se si­ guiera mostrando tenaz a la hora de exigir la entrega de Honoria, como así ocurrió. Al año siguiente irrumpió en el valle del Po. saqueando Aquilea, Padua, Vicenza, Vero- na. Brescia, Bérgamo y Milán. Se han aducido dos motivos de desigual relieve para explicar que Atila no emprendiera la conquista de Roma. Uno, que los chamanes le desaconsejaran esta operación, recordándole el ejemplo de Alarico, muerto al poco tiempo de llevar a cabo el saqueo de la ciudad. Otro, la embajada romana encabezada por el papa León I, quien le habría convencido para no penetrar en la capital, quizá con la promesa del envío de Honoria y del pago de algún tributo. La realidad histórica de la embajada está fuera de discusión, a pesar de que el Pontífice no la mencionara en nin­ guno de sus escritos. Las fuentes que recogen la entrevista en el río Mincio están lle­ nas de leyendas, en las que San Pedro y San Pablo ocupan un lugar destacado. Pero lo realmente relevante es, por un lado, que Aecio y el emperador confiaran la embajada a León I, lo que demuestra la consolidación cada vez mayor del poder espiritual frente al de un Imperio próximo a derrumbarse; y, por otro, que Atila, inesperadamente, se dejara persuadir y se retirara. No obstante, en la decisión del caudillo huno debieron repercutir dos hechos más: que el emperador de Oriente, Mauricio, estaba atacando sus cuarteles en Panonia; y el cansancio de las tropas hunas, molestas además por la lejanía de su base de operaciones y las epidemias que las estaban diezmando. Como conclusión no puede decirse otra cosa que la campaña de Italia no le reportó beneficio alguno: no existe referencia a la entrega del posible tributo prometido; Honoria no le fue entregada; el saldo de muertos se ha calculado en varios millares. En el año 453, nada más regresar a Panonia, Atila se apresuró a preparar el ataque contra el emperador de Oriente por haberse negado a pagar los tributos acordados con su antecesor Teodosio. Pero su muerte, ocurrida durante la noche de bodas con una nueva esposa, la germana Udico, a causa de un nuevo ataque de epistaxis, enfermedad que sufría desde hacía años, pondría fin a sus propósitos y llevaría la tranquilidad a Constantinopla y también a Occidente. Con su muerte la disgregación del conglome­ rado de pueblos y grupos que le obedecían fue fulminante. El temible y heterogéneo Imperio de los Hunos había desaparecido. 2.4. EL FINAL POLÍTICO DEL IMPERIO ROMANO DE OCCIDENTE La muerte de Atila, sin embargo, no iba a significar más que un levísimo respiro. La inestabilidad del poder romano se acentuaba progresivamente: Valentiniano III mandaba ejecutar a Aecio pocos meses después, y el propio emperador moría asesina­ do en el año 454. En las décadas siguientes, hasta el destronamiento del último emperador romano 20 HISTORIA UNIVERSAL. ALTA EDAD MEDIA de Occidente, Rómulo Augústulo, en ei año 476, fue consumándose la descomposi­ ción dei poder imperial, convertido ya en una pura ficción. De hecho, el poder se en­ contraba reducido a una parte de Italia. La presencia vándala en África, el principal granero de Roma, y en ei Mediterráneo occidental dificultaba enormemente el aprovi- sionamiente triguero de la capital. La propia Roma, que ya había cedido su papel de corte a Rávena, era asaltada por los vándalos en el año 455, sin que ninguna autoridad civil o eclesiástica pudiera detener entonces el empuje bárbaro como lo había conse­ guido poco antes León I con Atila. Tras la desaparición de la dinastía Teodosiana, los siguientes titulares del Impe­ rio de Occidente carecieron de fuerza y prestigio, depositando ei poder de hecho en los grandes jefes militares de ascendencia gemánica. Entre ellos destacaron Ricimero, quien ostentó el poder entre los años 456 y 472, y Odoaero, nombrado rey por las pro­ pias tropas imperiales, quien lo mantuvo hasta la entrada de los ostrogodos en Italia en ei año 489. Sólo el emperador Mayoriano (457-465), impuesto por Ricimero, repre­ sentaría un último mtento, aunque sin éxito, de restablecer la dignidad imperial al combatir a francos, visigodos y vándalos. El destronamiento de Rómulo Augústulo en el año 476 por su antiguo protector Odeacro ponía fin a cualquier nuevo intento de restauración del Imperio romano de Occidente. El caudillo héruio remitió a Constantinopla, la «Segunda Roma», las insig­ nias imperiales en señal de acatamiento al único emperador con poder efectivo que que­ daba, Zenón, con el deseo de seguir ejerciendo el poder militar en la parte occidental mientras que la clase senatorial italiana mantendría la administración civil. Pero ei futu­ ro del panorama político en Occidente iba a ser otro. Desde el año 481, ios francos, hasta esos momentos un pueblo de segunda categoría, se lanzarían desde su núcleo de Tournai a ocupar un puesto fundamental en la Galia. Su protagonista fue Clodoveo (482-511), quien acabó con los restos del dominio romano en la zona tras su victoria en el 486 sobre el duque galorromano Siagrio, y su posterior conquista del área entre el Somme y el Loi­ ra; Por su parte, los ostrogodos, bajo el mando de Teodorico el Grande (493-526) se asentarían en Italia con ei propósito de crear una entidad política basada en un sistema de alianzas de los pueblos germánicos para luchar contra B izando. La creación de estos nuevos reinos y la puesta en marcha de sus proyectos, de mayor o menor éxito, lograrían que el perfil de Europa fuera distinto a partir del siglo vr. Bibliografía Bravo, G. (coord.) (2001): La caída del Imperio romano y la génesis de Europa, Madrid. Bussagli, M. (1998): Atila, Barcelona. Dawson (1991): Los orígenes de Europa, Madrid. — (1962): // Passaggio dalVAntichitá al Medioevo in Occidente, «IX Semana de Estudios Altomedievales de Spoleto». Marrou, H. I. (1980): ¿Decadencia romana o Antigüedad tardía? Siglos lll-W, Madrid. Mazzarino, S. (1961): El fin del Mundo Antiguo, México. Musset, L. (1973): Las invasiones. Las oleadas germánicas, Barcelona. Remondon, R. (1971): La crisis del Imperio romano. De Marco Aurelio a Anastasio, Barcelona. Sanz Serrano, R. (1995): Las migraciones bárbaras y la creación de los primeros reinos de Occidente, Madrid. Simón, M. y Benoit, A. (1972): El judaismo y el cristianismo antiguo, Barcelona.
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