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Analysis of Renewable Energy Sources: Solar and Wind, Monografías, Ensayos de Química Orgánica

Wind EnergyAlternative Energy SourcesSolar EnergyRenewable Energy Technologies

An in-depth analysis of renewable energy sources, focusing on solar and wind energy. It includes information on the technology behind these sources, their advantages and disadvantages, and their current and future applications. Students and professionals in the field of renewable energy, engineering, and environmental science will find this document useful for expanding their knowledge and understanding of these important energy sources.

Qué aprenderás

  • How does the technology behind solar energy work?
  • What are the advantages and disadvantages of using wind energy?
  • What are the current and future applications of solar and wind energy?
  • What are the advantages and disadvantages of using solar energy?
  • What are the key differences between solar and wind energy?

Tipo: Monografías, Ensayos

2020/2021

Subido el 22/09/2021

lizkaira-vivas
lizkaira-vivas 🇨🇴

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¡Descarga Analysis of Renewable Energy Sources: Solar and Wind y más Monografías, Ensayos en PDF de Química Orgánica solo en Docsity! CAPÍTULO 3 INCONSISTENCIAS, DISONANCIAS Y BLOQUEOS (ATISBOS PSICOLÓGICOS SOBRE LA CRISIS ECOLÓGICA) P , P . “La TECNOLOGÍA ES FÁCIL, EL LOGRO ARTÍSTICO ES FÁCIL. PERO LA COOPERACIÓN SOCIAL PARA BUENOS FINES ES DIFICILÍSIMA... TODA VIDA HUMANA ES ELEGIR ENTRE MALES.” Arnold J. Toynbee “CUANDO TENGO QUE ELEGIR ENTRE DOS MALES, NO ELIJO.” Karl Kraus "Sl EL SER HUMANO ESTÁ CONFIGURADO POR SUS CONTEXTOS, LOS CONTEXTOS DEBEN HACERSE HUMANOS." Karl Marx INTRODUCCIÓN En un mundo en el que —según oímos tantas veces— la ecología "está de moda”, donde se entrecruzan tantos discursos con coloración medioambien- tal, sin embargo la destrucción ecológica prosigue implacable. “Todos tienen la boca llena de ecología, pero el desastre sigue en marcha”, escribía en 1984, el gran escritor italiano Leonardo Sciascia: hoy podríamos repetir la misma triste constatación. Casi todo el mundo habla de ecología, pero pocas veces se hace algo para proteger la biosfera; y muchas veces nos parece percibir una peculiar ruptura entre los discursos de los sujetos y las acciones. El perspicaz sociólogo polaco Zygmunt Bauman, como tantas otras veces, mete el dedo en la llaga: Hans Jonas puso la pelota en el tejado de los filósofos: junten sus cabezas y piensen las reglas para una ética de larga distancia. Yo creo que eso es lo p que menos necesitamos. Ya sabemos muy bien qué tenemos que hacer y de qué hemos de desistir. Todos sabemos que las guerras, las hambrunas y la humi- llación son males. Pero, de alguna manera y a pesar de ese conocimiento, todos contribuimos a las guerras, las hambrunas, la contaminación y la humillación. El meollo del asunto es que, aun sabiendo qué hay que hacer (y qué no hay que hacer), carecemos de aquello que podría empujar los asuntos huma- nos en la dirección que deseamos. No es el conocimiento del bien y del mal lo Scanned with CamScanner que falta, sino la destreza y el celo para actuar a partir de ese conocimiento. . €...) Entre el conocimiento y la acción, entre la acción y sus consecuencias se abren abismos espantosos y potencialmente apocalípticos.* ¿Qué está pasando? Para responder a esta pregunta son de suma importancia las perspectivas que la psicología social y otras ramas de la moderna psicología experimental (la psicología del aprendizaje y la psicología cognitiva señaladamen- te) ofrecen para la comprensión de nuestras reacciones, acciones e inacciones frente a la crisis ecológica. , No se defiende aquí, desde luego, ningún reduccionismo psicológico, es decir, no se pretende que todas las claves de los problemas ecológicos se hallen en la psicología de los individuos. Pero dado que muchos efectos ecológicos en gran escala son consecuencia de las acciones agregadas y descoordinadas de muchos individuos, la perspectiva psicológica es un enfoque que probablemente arroje luces importantes, complementando a otros enfoques propios de las ciencias sociales y humanas. Dicho de otra manera: en la medida en que los problemas ecológicos sean problemas de comportamiento, de lo que hacemos y dejamos de hacer —y no cabe duda de que lo son—, estudiar su dimensión psíquica seguramente arrojará resul- tados importantes. Por ejemplo: según muestran numerosas investigaciones, las características físicas de las viviendas y los sistemas de calefacción representan menos de la mitad de las variaciones registradas en cl uso de la energía, mientras que el resto se debe atribuir al comportamiento de los consumidores?. Un enfoque de modificación de la conducta, en este punto como en otros (recogida selectiva y reciclado de basuras, ahorro de agua y de materiales, etc.), puede resultar ecológi- ca y socialmente valioso. Me he valido abundantemente de tres textos para pergeñar el presente capítulo: recomiendo su lectura a quien quisiere ampliar perspectivas. El pri- mero, "Comportamientos humanos y cambios en el medio ambiente: perspec- tivas psicológicas” de Sjóberg, es un artículo sobre psicología y crisis ecológica que abre muchos horizontes al lego?. El segundo —El animal social de Aronson= es un conocido manual de psicología social de apasionante lectura (sin que esta calidad vaya reñida con el rigor científico)*, El tercero de los textos menciona- dos, Los túneles de la mente de Piattelli, es un ensayo de psicología cognitiva tan 5 ameno como profundo”. o - Por otra parte, si existen determinantes psíquicos inconscientes de nues o juicio —y sin duda es asi—, sólo seremos capaces e los sacamos a la luz. Sería necio minusvalorar la omprensión de la dinámica ste texto limitaremos nues- ental “conductista” antes cología del aprendi- tro comportamiento y nuestr de controlarlos si previament no importante contribución del psicoanálisis ala c civilizatoria y la crisis ecológica: sin embargo, ene tra indagación a las ramas de la psicología experim mencionadas (psicología social, psicología cognitiva, psi: zaje).* Scanned with CamScanner UN MUNDO VULNERABLE “analfabetos emocionales, que, enfrentados a textos demasiado grandes”, son ya incapaces de reconocer que lo que tienen ante sí son textos. Seis millones [el número de las víctimas judías del Holocausto, J.R.] no es para nosotros más que un simple número, mientras que la evocación del asesinato de diez perso- nas quizá cause todavía alguna resonancia en nosotros, y el asesinato de un solo ser humano nos llena de horror.!5 Los ejemplos de nuestra experiencia cotidiana pueden multiplicarse. Ahí van algunos de los más sencillos. Un pequeño ahorrador suscribe un "inocen- te” plan de ahorro con una entidad bancaria: la cartera del fondo de inversiones cuyas participaciones está comprando resulta incluir acciones de empresas eléctricas propietarias de centrales nucleares o de empresas fabricantes de armamento, con lo que nuestro pequeño ahorrador, sin comerlo ni beberlo, se encuentra involucrado en la militarización y nuclearización del mundo. Un enamorado decide comprarle una alfombra hindú artesana a su amante: no sabe que el hermoso y barato objeto ha sido tejido por alguno de los aproximada- mente cien mil niños que trabajan en las fábricas de alfombras hindúes en régi- men de servidumbre; sus dedos ágiles y aguda vista, así como su capacidad de resistir horas y horas sentados en la misma postura, los hace muy rentables en esta ocupación. Una chica adquiere un frasco de perfume francés: ello supone colaborar involuntariamente con la multinacional que en Egipto emplea por un pago irrisorio a miles de menores en la recolección nocturna de la flor del jaz- mín. Un aficionado a las buenas ensaladas compra en el supermercado tres latas de un atún en aceite muy barato: ignora que las artes de pesca empleadas para capturar el sabroso animal prenden al mismo tiempo a muchos delfines que perecen vanamente en la misma pesca. Con su compra, está contribuyendo a la extinción absolutamente gratuita del mamífero quizá más inteligente después del ser humano. Ninguno de estos ejemplos es inventado. Pertenecen a nuestra cotidianidad en las sociedades ricas de comienzos del siglo XXI. Para que nosotros podamos ser “pos- tindustriales” en el Norte, la mayoría tiene que seguir sometida a relaciones "industrial -esclavistas” en el Sur, o ni siquiera eso, porque en la época de la mun- dialización del capitalismo y el desempleo estructural creciente incluso ser explota- do se convierte en un privilegio. El juicio moral que merece una situación así puede ser severísimo: así, según Anders en un texto de 1988, si tiene algún sentido calificar “al” ser humano de “pecador” (como el cristianismo, al que usted, a diferencia de má, pertenece), hoy esta pecamino- sidad sólo puede estribar en esta su indiferencia hacia los efectos indirectos de su acción, en este no-saber aceptado de buen grado. El “pecado” consiste hoy en el aprovechamiento de nuestra ceguera ante los efectos de nuestra acción. Consiste en nuestra ceguera voluntaria ante ellos. Y, finalmente, en que fomen- temos o engendremos esta ceguera en los demás, o en el hecho de que no la com- batimos.1é a Scanned with CamScanner JORGE RIECHMANN ANONIMATO Y DESTRUCTIVIDAD Como bien saben los psicólogos sociales, los efectos de la atenuación del senti- miento de responsabilidad pueden ser devastadores: las personas sumidas en un anonimato desindividuador tienden u actuar más agresivamente que quienes no son sujetos anónimos!”. Estudios sobre violencia colectiva han arrojado una fuerte rela- ción entre el tamaño del grupo y el grado de violencia ejercida. Se diría que las per- sonas “sin rostro”, disueltas en una multitud o en otras situaciones de anonimato, tienden a ser menos conscientes de sí mismas y a infringir las prohibiciones con- tra las acciones destructivas y agresivas. A la inversa, las personas bien integradas en redes sociales tienden a establecer relaciones cooperativas y de reciprocidad con sus seme- jantes; lo cual, en particular, favorece que desarrollen comportamientos ecológicamen- te benignos!!. Desde el trasfondo de nuestras reflexiones anteriores sobre "la acción en el laberinto”, todo esto arroja una luz sombría sobre la relación existen- te entre la mundialización de un capitalismo ecocida y destructor de los vínculos sociales, y la extensión de comportamientos anómicos y violentos en todo el mundo (tanto en las sociedades sobredesarrolladas como en las subdesarrolladas). Silas consideraciones anteriores van bien encaminadas, de todo ello se segui- ría un deber moral de luchar por avanzar hacia una sociedad más sencilla y descentra- lizada, si queremos guiar poco a poco a la acción humana fuera del laberinto. Este es un problema delicado que aquí no se puede abordar con el necesario deteni- miento. Sólo dos palabras para evitar malentendidos: no abogo poruna huida en des- bandada, sino por una retirada controlada. El estadio de complejidad y peligrosidad alcanzado por nuestras modernas sociedades del riesgo no nos permite otra cosa: cualquier “primitivización” súbita de las sociedades industriales tendría conse- cuencias catastróficas para nosotros, el resto de las especies vivas y las generacio- nes futuras!?. Para desactivar las hombas de relojería químicas y nucleares, por ejemplo, no se necesita menos, sino más inteligencia tecnológica (y mucha más sabiduría moral) que la que montó esas bombas. Necesitamos retirarnos (frenar y luego reducir la demografía, reconstruir el sistema productivo según el modelo de los ciclos naturales, etc.): pero nunca en la forma de la caída libre, sino a lo sumo en la forma de la voladura controlada, y preferiblemente en la, forma de una retirada, ordeno- da, cuidando a nuestros heridos (todos san nuestros, en esta guerra no hay enemi- go) y evitando toda tentación de "política de tierra quemada L , No obstante, el mismo Juan Ramón Capella indica, en un paso de Los ciudada- nos siervos posterior a los que antes citábamos, que a estas e o aguie ignorancia en lo relativo a la crisis ecológico- social notesiya admisi e: e IO Naturaleza no es un problema imaginario sino ses y ne ivo y de profundo calado, como muestran los estudios de e Lona as mucha y buena investigación sobre e Pr a deta NON e ha s casos particulares des 1 n econ o eecuencias sea muy difícil o incluso imposible, sin e argo a grandes T e: ría preci er par: ajar la crisis mb: de a preciso hacer para at asgos sabemos lo que se: e gr za principal contra la > Scanned with CamScanner UN MUNDO VULNERABLE ecológica (o para reducir la desigualdad social, aunque no €s ése el tema priorita- rio de estas páginas). Hay suficiente conocimiento científico acumulado (por los científicos naturales y sociales) como para proporcionar máximas generales de conducta cuyo impacto eco- lógico-social sea inequívocamente positivo, aunque ello no excluya ocasionales efec- tos laterales imprevistos. Son máximas que —para habitantes de países ricos como el nuestro— rezarían por ejemplo: "recicla los materiales y trabaja para que el reciclado se generalice entu comunidad”, "emplea con la máxima eficiencia la energía”, “redu- ce tu consumo de carne y aumenta el de cereales y verduras”, “no poseas un automóvil privado”, “evita viajar en avión salvo casos de extrema necesidad”, “oponte activa- mente a la manipulación de las conciencias por la propaganda comercial”, etc. ¿Que para la mayoría de los problemas ecológicos hacen falta soluciones colec- tivas, en el nivel de las grandes reformas estructurales? Sin duda, pero eso es otra cuestión (a la que ya nos referíamos al evocar “la inmoralidad de orden superior” en el capítulo anterior, y ala que volveremos al final de este capítulo). Retengamos, de momento, lo siguiente: pese a la laberinticidad de la acción humana en las sociedades industriales contemporáneas, en lo que atañe a la crisis ecológica tenemos aún hilos (o hileras de miguitas de pan, si se prefiere) de los que puede razonable- mente suponerse que guían fuera del laberinto. Si ello es así, tendremos que ampliar nuestro análisis. Además del carácter crecientemente laberíntico de la acción humana, si el "argumento de la ignorancia” no puede en general justificar la inac- ción o la acción errada, ¿qué otros fenómenos psíquicos tienen relevancia para nuestra forma de abordar la crisis ecológica? UN PROBLEMA GENERAL: INCONSISTENCIA ENTRE VALORES (O ACTITUDES) Y COMPORTAMIENTO A menudo las discrepancias entre los valores declarados (en investigaciones demos- cópicas, por ejemplo), o las actitudes, y los comportamientos reales son tremendas. Este es un problema que ocupa a sociólogos y psicológos desde hace decenios. Los estudios de psicología social muestran que las relaciones entre los valores y las actitu- des generales declaradas discursivamente, por un lado, y la conducta efectiva, por otro, no suelen ser muy intensas?!. Por ejemplo: aunque la gran mayoría tanto de los varones como de las mujeres en Alemania Occidental piensan que las tareas domésticas han de realizarlas porigual los hombres y las mujeres (en una encuesta de 1988, sólo el 17 por ciento de los hom- bres y el 19 por ciento de las mujeres piensa que el trabajo doméstico es cosa funda- mentalmente de la mujer), en realidad son las mujeres quienes realizan solas la inmensa mayoría de ese trabajo (en otra encuesta de 1990, el 95 por ciento de.las mujeres alemanas occidentales declaran que realizan solas el trabajo doméstico)”. Otro ejemplo conexo, que toca más de cerca nuestro tema: enun sondeo, y pues- tos ante la disyuntiva de “impulsar el desarrollo aunque ello implique problemas de 73 Scanned with CamScanner ISE EU CAMBIOS EN LOS VALORES Y CAMBIOS EN LA CONDUCTA on frecuencia disociados de la con- Si ello es así, si por un lado los valores están e . . incentivos ducta y por otro lado los comportamientos cotidianos son sensibles a ] ó positivos y negativos ("premios” y “castigos”), entonces puede tener más interés intentar modificar directamente las conductas de las personas (en lo que hace a sus repercusiones medioambientales) que intentar cambiar sus valores subrayar que a menudo los cambios en los valores siguen a los cambios en la conducta, y no al revés, como se piensa comúnmente. (Esta causalidad contraintuitiva no se le escapaba al perspicaz filósofo Blaise Pascal, quien decía que para creer en Dios lo mejor es empezar a aficionarse al agua bendita.) Las razones de que así suceda (que hallaremos en la teoría de la disonancia cognitiva) serán examinadas más abajo. En cualquier caso, para obtener cambios en hábitos de conducta arraigados no bastan las apelaciones de autoridades influyentes —ni siquiera cuando tienen toda la razón de su lado—, si se mantienen iguales el resto de las condiciones. En los casos de smog grave en San Francisco, ni los más dramáticos llamamientos de las autoridades conseguían reducir los flujos de tráfico automovilístico3?, Por todo ello es tan importante que la estructura moldeadora de la acción (los costes y beneficios de diversos tipos que afectan a la acción individual) oriente hacia conductas ecológicamente correctas. Al menos en ciertos casos, puede ser útil que el marco en que se desarrolla la acción “premie" la conducta correcta y “castigue” la incorrecta —pues las "reglas del juego” social pueden incentivar ciertos comporta- mientos y desanimar otros. Esta es precisamente la idea que se halla debajo de las propuestas de impuestos y tasas ecológicas, que penalizarían el sobreconsumo de energía y recursos naturales y la expulsión de contaminantes. Las recompensas son con frecuencia un medio poderoso para imprimir el rumbo de conducta deseado, y una información frecuente y concreta, por ejemplo acerca del consumo de energía (un medio de refuerzo), es muy 33 31. Hay que importante Seguro que al lector o lectora no le costará imaginar, por ejemplo, cómo podría reestructurarse un sistema de transportes de forma que cumpliese con requisitos de racionalidad ecológica y ofreciese un sistema “correcto” de incen- tivos para las decisiones individuales: en tal sistema el transporte colectivo sería más cómodo y barato que el automóvil privado, los centros de las ciudades estarían cerrados a los automóviles privados, quedarían prohibidos los vuelos en avión a distancias cortas, los trenes y tranvías serían más baratos que los autobuses, etc. En definitiva: la consciencia ecológica no se transforma de manera inmediata ni automática en acción favorable al medio ambiente; los valores y actitudes favo- rables al medio ambiente no dan de sí, de modo necesario, comportamiento influido por criterios ecológicos. Vamos a continuar examinando las razones de que suceda así. 76 Scanned with CamScanner UN MUNDO VUELRERARES A COSTES PERSONALES, BEN : rv EPICIOS $ : BLEMAS DELLA ACCIÓN COLECTIVA OCIALES: LOS PROBLE Es un hecho evidente - que casi toda nuestra vida, como habitantes de las naciones industriales, está organizada de modo antiecológico, así como lo están las "infra- estructuras” (en un sentido muy lato de la expresión) de diversos tipos en que Nuestra vida se apoya. Dicho de otra forma: si uno decide comportarse ecológica- mente, en muchos casos ello le resultará sencillamente imposible (¿cómo voy al trabajo en transporte público si no hay transporte público que me lleve hasta allí?) O le acarreará penas y sinsabores considerables (¿reciclaré el papel usado de mi hogar si el contenedor de papel más cercano está a varios kilómetros de distan- cia?). Medítese un momento, por ejemplo, en la enorme influencia que el modelo de urbanismo tiene en el comportamiento ambiental individual. Con un tipo dé urba- nismo compacto, buenos transportes públicos, sistemas de reciclado eficientes, objetivos sociales de eficiencia energética (incorporados a la normativa industrial y de construcción de viviendas, por ejemplo), etc, el comportamiento de la mayo- ría estará de antemano encarrilado hacia pautas ecológicas. Por el contrario, con un tipo de urbanismo disperso (chalés con jardín y piscina individual, fomento del automóvil privado, etc.), el comportamiento individual ecológicamente benigno será en muchos casos sencillamente imposible, en otros difícil o casi heroico. Las “infraestructuras” y los sistemas de incentivos en los que se desenvuelve nuestra vida nos conducen a actuar mal. Como se ha observado muchas veces, menudo un comportamiento favorable al medio ambiente acarrea más costes per- sonales que un comportamiento irresponsable, mientras que los beneficios del comportamiento ecológicamente consciente no suelen ser individuales, sino colectivos. Este tipo de dilemas (costes personales, beneficios sociales) es de los que les gusta estudiar a los teóricos de la acción colectiva34, La cooperación social para lograr buenos fines, nos advertía Toynbee en la cita que encabeza este ensayo, es dificilísima. Los cambios hechos por el hombre en la biosfera amenazan la integridad de los sistemas de mantenimiento de la vida, que resultan esenciales para la supervivencia humana. (...) El problema ambiental frecuentemente es invisible al ojo; trabaja lenta, silenciosamente, sin dramatismo; cuando es diagnostica- do a menudo requiere acciones que entran en confl religiosos profundamente arraigados, estilos de vida y sistemas económicos. En otras palabras, la crisis es potencialmente letal Porque sólo podemos hacerle frente con niveles de cooperación internacional desconocidos en la historia universal, 35 icto con valores sociales y El dilema “costes personales, beneficios sociales” fue formulado clásicamen- te en el famoso artículo de Carre tt Hardin “The Tragedy of the Commons”, "La tragedia de los espacios colectivos”, Publicado originalmente en 196836 Har din Scanned with CamScanner a estructura análoga a la de todos los vecinos argumentaba que muchos problemas ecológicos tienen un: hora no vienen al siguiente: imaginemos una dehesa o ejido comunal, al alcance de un pueblo de ganaderos. Durante siglos, y por razones que a. de caso, cada pastor sólo llevaba a pastar un número limitado de cabezas de ganado, y de este modo los pastos de todos se regeneraban (no se sobrepasaba su capacidad de sustentación, si se quiere emplear el lenguaje de la ecología moderna). Pero, si en cierto momento se eliminan las restricciones al número de cabezas de ganado por pastor, ¿qué ocurrirá? Cada uno puede hacerse la composición de lugar siguiente: si los demás no aumentan el número de sus reses, que yo lo haga con las mías tendrá un efecto global despreciable, la dehesa no sufrirá. Si por el contrario los demás aumentan sus reses y yo no lo hago, la dehesa será esquilmada de todas maneras y encima yo saldré perdiendo. Conclusión: de perdidos, al río. La mera “racionalidad” egoísta de cada individuo, en una situación como ésta, acarrea la ruina de todos: pues todos aumentarán el número de reses en esos pastos hasta esquilmarlos. : Sin mucho esfuerzo, el lector o lectora descubrirán en el mundo real muchas situaciones de crisis ecológico-social inducidas por mecanismos semejantes (sobreexplotación de pesquerías o de bosques, contaminación, etc,). Tiene mucha importancia reparar en que hay situaciones en las que sólo podemos elegir mal, en que todas las alternativas que se nos ofrecen son malas. ¿Qué hacer en tales circunstancias? ¿Seguir el severo dictamen de Karl Kraus y, puestos ante la tesitura de elegir entre dos males, no elegir? Creo que la única salida es esforzarnos por cambiar el marco dentro del cual elegimos, cambiar las “reglas de juego”. Si se quiere en forma de consigna: “no hay que contentarse con cambiar la sociedad, hay que cambiar de sociedad” (es un eslogan ecologista de la campaña electoral de René Dumont a la presidencia de la República Francesa en 1974., en los arranques de la ecología política allende los Pirineos). Ello nos remi- te de nuevo al nivel insoslayable de la acción colectiva, de la lucha mancomunada contra el mal social. Pero nos interesa demorarnos un rato más en el nivel de la psique individual. Vamos a examinar más de cerca sus capacidades cognitivas. LIMITACIONES INTRÍNSECAS DE LOS PROCESOS COGNITIVOS: NUESTRAS MENTES Y LA INFORMACIÓN Si la psicología social nos llamaba la atención sobre la importancia de los contextos (sociales, culturales, normativos, etc.), la psicología cognitiva alerta sobre las limi- taciones intrínsecas de nuestra psique a la hora de deliberar y actuar. La moderna psi- cología cognitiva ha mostrado que importantes fuentes de prejuicios y distorsiones son inherentes a los procesos reflexivos. Para poder contrarrestar estas limitaciones, “túneles de la mente” (según la expresión de Piattelli) o sesgos cognitivos intrínsecos tenemos que empezar por tomar consciencia de ellos. Me voy a permitir citar de nuevo un paso del iluminador artículo de Lennart Sjóberg (cl énfasis es mío): 78 Scanned with CamScanner tendencia a término medio es que nuestras impresiones tardan en cambiar, lo que supone otro aspecto de la estabilidad percibida que ya hemos comentado*. 4. EFECTO DE REPRESENTATIVIDAD O "INDUCCIÓN POPULAR”: LA ANÉCDOTA QUE SE CONVIERTE EN CATEGORÍA Una fuente de deformación cognitiva adicional es el llamado efecto de representati- vidad: a menudo atribuimos excesiva importancia a los detalles de un caso deter- minado, pasando por alto los factores básicos y los antecedentes de carácter general. Dicho de otro modo: sobrevaloramos los casos particulares y las experiencias personales en relación con las informaciones más generales y objetivas. Consideramos la realiza- ción efectiva de un tipo de acontecimiento, o de situación, mucho más frecuente, cuanto más fácil nos resulta imaginarlo mentalmente, y cuanto más nos impresiona emotiva- mente*, Manteniéndose constantes los demás factores, a la mayoría de la gente la influye más profundamente un ejemplo vívido, elaro y personal, que un abundan- te material estadístico. Tenemos gran tendencia a considerar representativo a un aislado y único incidente, a convertir la anécdota en categoría. Los cambios lentos pueden no percibirse porque quedan absorbidos, por decirlo así, en un contexto general, mientras que se atribuye una importancia exagerada a cambios determinados de carácter secundario. La gente tiene una necesidad, fácil de entender, de considerar que su entorno es seguro. Si los cambios son lentos y graduales, y sus efectos tardan en advertirse, como los cánceres debidos a la contaminación, el olvido de la información básica gene- ral y la voluntad de tomar los deseos por realidades puede hacer que muchas personas ignoren lo que ocurre en su entorno*?, 5. EFECTO DE DISPONIBILIDAD Otro sesgo o distorsión cognitiva familiar a los psicólogos es el llamado efecto de dispo- nibilidad: la tendencia a sobrevalorar todo lo que es nuevo y espectacular, con frecuencia debida a la atención excesiva que le prestan los mass-media (donde funcionan pode- rosos factores específicos de distorsión que no podemos analizar ahora). La disponibilidad puede hacer que la gente pase por alto acontecimientos importantes y preste mayor atención a toda clase de circunstancias triviales. Junto con la representatividad, puede dar lugar a que la gente preste demasia- da atención a sus experiencias personales y demasiada poco a los conocimien- tos más abstractos, generalmente disponibles*8. 6. MECANISMOS DE AQUIESCENCIA Y SEGREGACIÓN Una parte importante de la inercia cognitiva que nos caracteriza parece tener que ver con dos mecanismos bien conocidos de "pereza mental”: por aquiescencia, aceptamos los problemas dentro de la formulación con que se nos aparecen, fr Scanned with CamScanner JORGE RIECHMANN i j ermitirían sin generar espontáneamente versiones alternativas (que acaso p resolver el problema con mayor facilidad). Por segregación, aislamos el pro- blema de su contexto global y hacemos que ocupe el centro exclusivo de nues- tra atención*. En lugar de tomar en consideración todos los pros y los con- tras, en vez de construir mentalmente las distintas situaciones globales posibles, estamos inclinados a limitarnos a las acciones y decisiones que tie- nen un efecto inmediato sobre la situación (considerada además dentro de su marco inmutable: aquiescencia). Resultan obvias'las dificultades que tales mecanismos plantean cuando se trata de hacer frente a los problemas ecoló- gicos. 7. DISTORSIONES DE LA PERCEPCIÓN DE PROBABILIDAD Existen algunas de distorsiones cognitivas importantes relacionadas con la percep- ción de probabilidad%. En primer lugar, la tendencia a sobrevalorar los “escenarios” o construcciones intelectuales coherentes puede tener su importancia en relación con los problemas ecológicos. Se ha estudiado la notable distorsión en la percepción de la probabilidad según la cual los “escenarios” coherentes se consideran más probables que sus partes componentes, lo cual desde luego es absurdo desde el punto de vista de la teoría matemática de la probabilidad. Pero “a la gente le impresionan mucho los "escenarios" coherentes que parecen funcionar como 'teorías” informales, las cua- les pueden crear fuertes prejuicios cuando se trata de considerar informaciones nuevas”51, Una vez formados estos “escenarios” o sistemas de creencias interna- mente coherentes, adquieren en cierto sentido vida propia, y se establece una con- siderable resistencia a las pruebas empíricas que indiquen lo contrario. Lo “típico” nos parece altamente probable, con independencia de las probababilidades objetivas de que aparezca en una situación concreta. La, narración prevalece sobre la razón: una historia plausible y bien explicada puede hacer que consideremos “objetivamente” probables acontecimientos a los que instantes antes no hubiéramos concedido ni la más mínima probabilidad*?. : Un segundo sesgo cognitivo relativo a la percepción de la probabilidad estriba en nuestra tendencia a percibir la representación estadística de males o des- gracias por su lado bueno33. Eso quiere decir que si nos aseguran, por ejemplo, que la probabilidad de que se produzca un accidente nuclear grave en Europa Occidental es de un accidente cada cincuenta años, tenderemos irracionalmen- te a pensar que han de pasar cincuenta años antes de que ocurra ningún acci- dente. Un tercer “daltonismo probabilístico” es el siguiente: por debajo de cierto límite, las probabilidades nos parecen equivalentes. Una probabilidad del 8 por ciento y una del 1 por ciento nos parecen "lo mismo”. Lo que en realidad nos impresiona son sólo los grandes saltos de probabilidad, y sólo cuando están próxi- mos a dos extremos opuestos. Para la intuición espontánea, el yiesgo es algo que “existe” o “no existe”: y si existe, entonces casi da lo mismo cuál sea?*1, 82 Scanned with CamScanner 8. EXCESO DE CONFIANZA Un último factor conocido de distorsión cognoscitiva es el exceso de confianza55. “La gente está demasiado segura de que ya conoce la respuesta a las cuestiones, lo que la hace menos dispuesta a asumir nueva información e interesarse por los nue- vos modos de considerar el mundo"5*, En resumidas cuentas: las investigaciones en psicología cognitiva muestran que, a causa de limitaciones cognitivas intrínsecas a los seres humanos (entre ellas, nuestra limitada capacidad de asimilar y manejar información), tendemos a no per- cibir claramente las restricciones ecológicas, y a considerarlas con un nivel exagerado de confianza; tendemos a sobrevalorar la experiencia local (en el tiempo y en el espacio) y a infravalorar los principios más generales que podrían ayudar a superar las limitaciones de la experiencia personal; infravaloramos el cambio y las nuevas informaciones, mien- tras que por el contrario esperamos “más de lo mismo”, haciendo gala de una notable pereza cognitiva. LOS PELIGROS DEL CAPILLISMO El psicólogo social Irving Janis estudió lo que el llamó groupthink (pensamiento grupal), que podría traducirse por el término capillismo*”?. Los grupos relativa- mente cohesionados y aislados de otros puntos de vista discordantes con los suyos con frecuencia deforman la realidad y toman decisiones erróneas. Según Janis, el capillismo es "el modo de pensar que las personas adoptan cuando la búsqueda de la coincidencia se hace tan dominante, en un pequeño grupo cohesionado, que tienden a descartar consideraciones realistas para otras líneas alternativas de acción”. Los grupos atrapados en el capillismo se perciben típicamente a sí mismos como invulnerables e infalibles, están cegados por el optimismo, y se parapetan cuidadosamente contra las intromisiones discordantes de la realidad. Es muy verosímil que los conflictos de los años setenta y ochenta en torno a la energía nuclear no puedan entenderse cabalmente sin considerar (además de las relacio- nes de propiedad y de poder, y los intereses económicos en juego) el capillismo de los pequeños grupos de tecnócratas que desarrollaron los planes nucleares. (Claro que los fenómenos de capillismo pueden viciar también el pensamiento y la acción de los grupos ecologistas y antinucleares; pero las consecuencias sociales en uno y otro caso son incomparables. El capillismo de los resistentes puede conducirlos-a la impotencia y al aislamiento. El capillismo de los gobernantes puede producir catástrofes socio-ecológicas cuyo verdadero alcance sólo hemos comenzado a barruntar en los últimos decenios del siglo XX.) De manera más general, nunca deberíamos subestimar la fuerza del impulso de inte- gración en el grupo, probablemente uno de los más poderosos en un animal tan radi- calmente social como lo es el ser humano. Discrepar tiene costes psicológicos que nos cuesta mucho aceptar: esto se muestra una y otra vez en la vida social. Un ejemplo Scanned with CamScanner JORGE RIECHMANN buscando una justificación interna y cambiando para ello sus creencias y actitudes. Ecologistas y antinucleares harán bien en tener en cuenta este fenómeno contrain- tuitivo. Otra implicación importante de la teoría de la disonancia cognitiva, en rela- ción con las propuestas de modificación de la conducta (en sentido ecológica- mente favorable) mediante un sistema de “premios” y “castigos” (tasas e impuestos ecológicos, desgravaciones fiscales ecológicas, etc.) es la siguiente: para conseguir una modificación duradera de actitudes y conductas, es mejor un premio pequeño que uno muy grande (pues, de nuevo, al haber poca justificación externa para la modificación de la conducta, la gente tenderá a producir una jus- tificación interna, cambiando sus actitudes). Por ejemplo, el transporte colecti- vo en tren es ecológicamente preferible al transporte colectivo en autobús. Si se actúa con instrumentos fiscales para abaratar los precios del tren respecto al autobús, la rebaja mínima suficiente para que la gente prefiera efectivamente el tren al autobús será la que produzca una modificación de actitudes más profunda y duradera. En definitiva: la teoría de la disonancia cognitiva parece explicar, para toda una serie de problemas y fenómenos (algunos de ellos contraintuitivos), por qué nos mentimos a nosotros mismos y reprimimos ciertos conocimientos, en qué condiciones los hacemos, y cómo llegamos a creernos nuestras propias mentiras. ¿CAMPAÑAS MASIVAS EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN? Contra lo que podría pensarse, los efectos de las campañas de masas destinadas a cambiar las actitudes de la gente por adoctrinamiento explícito no suelen ser muy impor- tantes. Lo cual no implica, por supuesto, que los efectos de los mal llamados medios de comunicación de masas sobre las actitudes, emociones e intelecciones de las gentes sean poco importantes: son por el contrario de una importancia extrema, difícil de exagerar. He dicho “mal llamados medios de comunicación de masas” porque, obviamente, la función primordial de la televisión no es comunicar ni informar sino distraer, entretener, divertir, Decíamos que los efectos de las campañas de masas destinadas a cambiar las actitudes de la gente por adoctrinamiento explícito no suelen ser muy importantes. En efecto: por una parte, la gente es en general reacia a ser adoctrinada o manipu- lada explícitamente. Pero además, la teoría de la disonancia cognitiva permite explicar una fuente adicional de resistencia: si las personas están comprometidas con una actitud, la información en sentido contrario suscita disonancia; a menudo, la manera más sencilla de reducir la disonancia será rechazar o distorsionar la nueva información. Cuanto mayor es el compromiso de una persona con su actitud, mayor es su tendencia a rechazar la nueva información o argumentación disonan- te9?. No se producirá cambio de actitudes, sino más bien zapping. Lennart Sjóberg ha escrito al respecto: 86 Scanned with CamScanner | UN MUNDO VULNERABLE Los efectos de lus compañas de masas destinadas a cambiar la conducta del publico suelen ser marginales (Meguire 1985). Es posible que influyan modestamente en las opiniones y las actitudes, pero esto dista mucho de ser un cambio de comportamiento (Condelli y colaboradores, 1984; Syme y colabora- dores, 1987), especialmente si la conducta deseada supone un sacrificio o abstenerse de un placer. Un incentivo más fuerte en favor de la acción o la abstinencia, creado por la legislación o una política de precios, tiene más probabilidades de dar resultado, como ocurrió con el empleo de los cinturo- nes de seguridad en los automóviles, que aumentó considerablemente después de que se promulgaran leyes que lo hacían obligatorio”, Aquí tenemos, de nuevo, argumentos en el sentido de intentar la modificación de las conductas antes que la modificación de las actitudes (con la fuerte probabilidad de que, si las conductas cambian, las actitudes también lo hagan después). ¿CUÁNDO QUIERE LA GENTE AYUDAR? El tiempo y el espacio son factores clave en lo relativo a las reacciones ante el medio ambiente. Diversas investigaciones han mostrado que las personas se sienten menos implicadas emocionalmente en los acontecimientos lejanos en el tiempo y en el espacio”!. En la medida en que esto es así, los conocidos mecanismos de expul- sión o “externalización” de problemas ecológico- sociales desde el centro a las periferias (entendiendo estos términos en sentido no geográfico, sino más general), desde el Norte hacia el Sur, de los poderosos a los desfavorecidos, de los varones a las muje- res, de los seres humanos actuales a la Naturaleza y a las generaciones futuras, etc., facilitan que los habitantes del centro (entendido en ese sentido no geográfico) pue- dan desentenderse emocionalmente de las consecuencias de sus actos. Por consiguien- te, los procesos de formación de consciencia moral se ven dificultados no sólo por la laberinticidad de la acción (como veíamos al comienzo de este capítulo), sino también por el desplazamiento de problemas desde el centro a las periferias. Hay factores harto conocidos que inhiben la tendencia a prestar ayuda en situa- ciones críticas: se trata del anonimato (ya lo vimos antes), la definición de la situa- ción como “no de emergencia” o “notan peligrosa”, la ausencia del sentimiento de responsabilidad, los excesivos costes personales de nuestra intervención, la incer- tidumbre sobre si lo que hacemos servirá realmente para algo y la distancia emo- cional hacia las víctimas”, A la inversa, podemos enunciar algunas condiciones que incrementarán la disposición de la gente a cambiar y actuar personalmente en una situación de crisis ecológica y/o social: 1. cierto consenso social en torno a la definición de la situación como real- mente crítica, de emergencia; 2. sentimiento de implicación, de responsabilidad personal; LR Scanned with CamScanner ctamente afectadas; 3. empatía para con las personas más dire as fectos positivos ngibles. 4.convicción de que la propia acción va a tener € ytang en el sentido de estas condicio- Toda modificación de la situación social que vaya : avecinan. nes favorecerá respuestas solidarias de los individuos en las crisis que se PROBLEMAS ESTRUCTURALES Y RESPONSABILIDAD INDIVIDUAL: ARGUMENTOS EN FAVOR DE LA COHERENCIA A lo largo de este capítulo he analizado varios de los factores que contribuyen a diluir la responsabilidad individual y dificultar el comportamiento moralmente adecuado, en lo que hace a los problemas ecológicos. Las discrepancias entre dis- curso y comportamiento, omnipresentes como hemos visto, se dan también entre los sectores más concienciados ambientalmente: también aquí, por desgracia, hay mucho trecho del dicho al hecho, demasiadas veces. A menudo, en estos sectores ecológicamente más conscientes, tales discrepancias y contradicciones se justifi- can minimizando los efectos de la conducta individual: lo fundamental, se nos dice, no son los cambios personales que yo podría introducir en mi vida (cuyos efectos globales serían despreciables, ante la magnitud mundial de los problemas a los que nos enfrentamos), sino los cambios estructurales que realmente vayan a la raíz de los problemas. "En un mundo en el que se emplean unos 400.000 litros de agua para fabricar un automóvil es ridículo decirle a la gente que utilice el agua de cocer los huevos para regar los tiestos a fin de ahorrar”?3, Siendo verdadero este último argumento (el nivel de los grandes cambios estructurales, la remodelación o reconstrucción ecológica de nuestras economías, es lo prioritario), parece sin embargo que minimizar los efectos de la conducta individual no está justificado: en este último tramo del capítulo intentaremos ver por qué. En primer lugar, ya se indicó en la introducción que comportamientos indivi- duales diferentes pueden tener un impacto ambiental espectacularmente distinto: los efectos agregados de estos diferentes comportamientos individuales deberían ser también espectacularmente diferentes. Así, como vimos, diversas investigaciones han mostrado que en casas idénticas, ocupadas por individuos con características sociodemográficas semejantes, los más ahorradores pueden consumir dos o tres veces menos energía que los más dispendiosos. EL PODER DE LOS BUENOS EJEMPLOS Un segundo e importante argumento en esta línea es el que podríamos llamar argu- mento del poder de los buenos ejemplos. Si en la transición hacia la sociedad sustenta- ble no necesitaremos vanguardias ominiscientes, en cambio son inexcusables las minorías ejemplares. Veamos por qué. 88 Scanned with CamScanner ESTAMOS EN GUERRA CONTRA LA NATURALEZA, PERO NO LO RECONOCEMOS En los últimos decenios, la psicología social experimental ha acumulado numero- sas pruebas de la gran importancia que los factores situacionales y contextuales tie- nen para la acción humana. Las mismas personas actúan de forma distinta en dis- tintas situaciones. Pero “si el ser humano está configurado por sus contextos”, indicaba Karl Marx en la cita que rememoramos al comienzo de este capítulo, entonces "los contextos deben hacerse humanos”. Lo que suele hacerse en un grupo social determinado, las costumbres y prácticas habituales, así como las expectati- vas socialmente vigentes respecto al comportamiento exigible, tienen una influen- cia determinante sobre la conducta efectiva. De aquí se derivan dos importantes consecuencias: la primera se refiere a las oportunidades de influencia de las “minorías concienciadas” capaces de mostrar de manera ostensible y consecuente 92 Scanned with CamScanner UN MUNDO VULNERABLE un comportamiento ecológicamente ejemplar. Tal influencia puede ser grande — desproporcionadamente grande— a poco que tales minorías se organicen adecua- damente para ganar legitimidad social, haciendo visibles sus valores y comporta- i alternativos. di e eegrada consecuencia sería subrayar la especial responsabilidad moral de los sociales —elites— que de hecho están hoy dotados de may: N poder y capaci- dad de influencia (los “gobiernos” en sentido amplio, incluyendo aquí a los altos fun- cionarios de la Administración, los líderes de la comunicación de masas, etc.), y ques pudiendo en buena medida encauzar la respuesta social ante la crisis ecológica, % general no cubren ni los mínimos necesarios, cuando no actúan agravando todavía:más la situación. Algunos de los terribles efectos de esta irresponsabilidad son ya visibles hoy, y otros se irán haciendo más evidentes en los años venideros. La historia pedirá cuentas a estos gobernantes indignos de las tareas que se les han encomendado. Vale la pena detenerse un último momento en este asunto. En 1970, Robert Heilbroner observaba que la crisis ecológica era "un desafío extraordinario que puede provocar una reacción también extraordinaria. Como el reto lanzado por la guerra, el desafío ecológico afecta a todas las clases sociales y, por consiguiente, puede bastar para impulsar cambios sociológicos que, en circunstancias corrien- tes, serían inconcebibles”??. La comparación con una situación bélica parece per- tinente, y la han retomado diversos autores en varias ocasiones, entre ellos Lester R. Brown83, En efecto: con los datos científicos y los análisis racionales en la mano, nos hallamos "en guerra contra la naturaleza”, y necesitaríamos “hacer las paces con el planeta"**, Lo grave es que la definición de la realidad socialmente vigente en las sociedades industrializadas de comienzos del siglo XXI insiste en que no hay problemas importantes, que se están tomando las medidas oportunas para hacer frente al desafío y que en definitiva "todo está bajo control” (el mantra que repiten obsesivamente en cada situación de crisis aguda las "elites gubernamentales” en sentido amplió a las que antes me refería). Como observaba Heilbroner hace más de 35 años, en tiempos de guerra se acti- van resortes extraordinarios de solidaridad y abnegación, y se aceptan medidas nece- sarias pero impopulares que no se aceptarían en tiempos “normales”. Pero la condi- ción para que esto pueda suceder es que la definición de la situación que la sociedad acepta sea “guerra”, o "situación extraordinaria de grave crisis”, en lugar de “aquí no pasa nada”. De ahí la enorme responsabilidad con que apechugan las "elites gubernamentales” de hoy en día. ¿Para cuándo el día en que el Presidente del Gobierno, flanqueado por todos sus ministros y ministras, comparezca grave y solemne en la televisión para diri- girse a toda la nación, en la hora de máxima audiencia, diciendo: nos hemos estado engañando colectivamente, nos hallamos en una situación gravísima, estamos en gue - Tra contra la naturaleza y ello exige tomar medidas excepcionales? Urge redefinir las convenciones socialmente vigentes sobre la realidad, para hacernos cargo entre todos de la realidad y la gravedad de la crisis ecológica: de ahí la importancia de una Pedagogía social crítica, a todos los niveles, en el momento presente. segmentos Scanned with CamScanner '
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