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Orientación Universidad
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Es el poema del Gilgamesh, Apuntes de Historia del Arte

Asignatura: Historia da Arte Prehistorica e das Altas Culturas, Profesor: , Carrera: Historia del Arte, Universidad: USC

Tipo: Apuntes

2015/2016

Subido el 13/12/2016

maria_gil2862
maria_gil2862 🇪🇸

3.3

(8)

2 documentos

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¡Descarga Es el poema del Gilgamesh y más Apuntes en PDF de Historia del Arte solo en Docsity! La epopeya de Gilgamesh La e po pe ya d e G ilg am es h LA GUILLOTINA 7 Prólogo Entre el tercer y cuarto milenio antes de nuestra era, el fondo del golfo Pérsico se encontraba ciento cincuenta kilómetros más al norte que en la actualidad. El Tigris y el Éufrates, que ahora con- fluyen para formar el Shatt-el-Arab, tenían entonces sus propias desembocaduras. Cuando la civilización nació en Mesopotamia, surgida del pueblo sumerio, las primeras ciudades se levantaron a orillas de los ríos y en el litoral del golfo. Hacia el tercer mile- nio, un segundo pueblo del norte de Mesopotamia, de origen semita, los acadios, se mezcló con los súmeros y, como ocurre a menudo en la historia, los conquistadores fueron a su vez con- quistados por el espíritu superior de los vencidos. Los acadios adoptaron el arte, la ciencia, las instituciones y la escritura del país invadido. Pero como aquellos semitas hablaban un lenguaje más perfecto que el de los súmeros, la lengua acadia se impuso, aunque el idioma sumerio continuó empleándose para el culto religioso y como vehículo cultural. 8 S. N. Kramer ha hecho el balance de los textos sumerios de que se dispone en la actualidad: las nueve décimas partes son de orden económico, pero hay tres mil tablillas enteras o fragmen- tarias que contienen poemas épicos, mitos y oraciones. De estos textos literarios, no todos utilizables, se destacan principalmen- te: la epopeya de Gilgamesh, el poema de la Creación, los mitos de Enki y de Ninhursag, el nacimiento de Nannar, el dios luna, etc. Si esta riqueza literaria ha podido llegar hasta nosotros fue porque los dubshar o escribas la imprimieron, mediante una caña cortada, sobre tablillas de arcilla que luego eran secadas al sol o cocidas al horno. Una vez la tablilla se transformaba en duro ladrillo se convertía en un documento indestructible. En cam- bio, la arcilla de los ladrillos sin cocer que formaban la base de los templos y palacios mesopotámicos volvió al polvo, destruida por el tiempo, el sol, el viento y la lluvia. Las antiguas ciudades no son más que montículos de tierra que esconden las bibliote- cas casi intactas de la civilización asirio-babilónica, los archivos de la vida y del espíritu del primer hombre histórico. Lo que los 9 escribas registraron sobre el blando barro, el fuego lo fijó para el futuro. Recientemente se ha encontrado un interesante documen- to sobre la vida de un pequeño escriba súmero, de un hijo de “la casa de las tablillas” que vivió hace tres mil quinientos años. El texto se compone de dos partes: las penas del discípulo y la es- peranza en un futuro mejor. Por la mañana, temprano, el alumno dice a su madre: Dame mi desayuno; he de ir a la escuela. Mi madre me dio dos panes y salí. En la casa de las tablillas, un celador me dijo: ¿Por qué llegas tarde? Yo estaba asustado, mi corazón latía con fuerza. Me acerqué a mi maestro. Más adelante, el padre del alumno invita a su casa al maes- tro, lo hace sentar en el lugar de honor y le dice: Desata la mano de mi hijo, haz de él un experto. Enséñale todas las delicadezas del arte del escriba… 12 lo que existe en la tierra, tú juzgas soberanamente y como un dios dictas sentencia. Enkidu, su fraternal compañero, es también hijo de una diosa, pero, como Adán, es creado con arcilla y representa la fuerza brutal y el despertar de lo humano tras haber conocido el amor de la mujer. Enkidu pasa así del estado de naturaleza a la civilización, mediante una revolución que se efectúa no sin sacu- didas y dolor. De todas las divinidades del panteón súmero-aca- dio, Ishtar es la que se mezcla más directamente con el destino de los hombres. En el poema, la diosa vive en Uruk, en su tem- plo, el Eanna o Casa del Cielo, rodeada de sus sacerdotisas. En la época asiria, Ishtar era la diosa de la guerra y, al mismo tiem- po, de la fertilidad, el amor y las fuerzas de la naturaleza. Cuan- do en un sueño se revela al rey Asurbanipal para anunciarle la victoria, no deja de recordarle que lo alimentó con su leche. Es como cortesana de los dioses que se ofrece a Gilgamesh, como se ha ofrecido a tantos. Bajo este aspecto, Ishtar presenta una curiosa semejanza con la diosa conocida por el nombre de Kilili 13 sha apati, “Kilili de las ventanas”, porque desde ellas llamaba a los hombres. También se la llamaba Kilili mushirtu, o sea, “Kilili que se asoma”, o bien “diosa de los muros y de las columnas”, y se la pintaba sentada en los rincones oscuros de las murallas de la ciudad. Cuando Ishtar se presenta acompañada de su séqui- to, éste está formado por las hieródulas o prostitutas sagradas adscritas al templo de la diosa. Una prostituta de esta categoría desempeña un papel importante en el poema de Gilgamesh. En la antigüedad asirio-babilónica la prostitución sagrada era muy distinta de la prostitución ordinaria. En el código de Hammu- rabi se detallan los derechos particulares de las hieródulas, “las mujeres de Marduk”, que vivían en comunidad y estaban pro- tegidas contra el escándalo por las mismas leyes que amparaban la reputación de las mujeres casadas. Además de la prostitución permanente, existía en la antigua Babilonia una prostitución sa- grada ocasional. Una vez en su vida, cada mujer babilónica de- bía ir a sentarse en el templo de la diosa de la fecundidad hasta que un extranjero se acercara a ella y, tras arrojar sobre sus ro- 14 dillas una moneda de plata, dijera: “Invoco a Milita en tu favor”. La mujer, entonces, debía seguir al hombre hasta las dependen- cias del templo, y el dinero de esta manera obtenido se conside- raba sagrado. Después de este rito, la mujer volvía a vivir su vida normal. Herodoto nos cuenta que había mujeres tan poco favo- recidas por la naturaleza, que debían esperar años hasta que un hombre les arrojara la moneda. Como la Ilíada y la Odisea, como las canciones de gesta, el poema de Gilgamesh era recitado y fue vastamente conocido entre los pueblos del Asia anterior. No cabe duda que influyó sobre el tipo de héroe del Sansón bíblico y del Hércules griego, y cuando la leyenda se apoderó de la figu- ra de Alejandro Magno, algunas de las hazañas de Gilgamesh le fueron atribuidas. Con los siglos, este gran mito de la fuerza del hombre y, a la vez, del héroe mordido por la conciencia de su vulnerabilidad, fue derribado y esparcido, y la sombra de los si- glos lo cubrió. Gilgamesh empezó a resucitar en Londres en los últimos lustros del siglo XIX, cuando Georges Smith, uno de esos auto- 17 círculos, al tiempo que decían: “El círculo mágico de Ea está en mi mano, la madera del cedro, el arma santa de Ea, está en mi mano, la palma del gran rito está en mi mano.” Y, en los domi- nios de la magia, había la palabra, el número y el símbolo. Para los antiguos asirio-babilónicos, la “doctrina del hombre” se resu- mía en un principio fundamental: una cosa sólo existía cuando llevaba un nombre, es decir, el nombre de una cosa no solamen- te la expresaba sino que era su esencia. En el poema babilónico de la Creación, los primeros versos, que se refieren al Caos, dicen: “Cuando en lo alto el cielo no tenía nombre…” Así, cuando Gil- gamesh afirma que quiere hacerse un nombre, el sentido implícito no es el de que quiere alcanzar la gloria o fama por sus hazañas, sino .de que desea nacer o existir, abrirse al destino del ser. Una epopeya como la de Gilgamesh es la obra anónima de los siglos, y de ahí que en el poema se perciban claramen- te interpolaciones, incorporación forzada de leyendas anteriores, préstamos de la historia nacional y el aluvión de la memoria co- lectiva. Algunos se han preguntado si el poema de Gilgamesh 18 debía ser considerado solamente como la narración de las ha- zañas de un héroe legendario o guardaba un sentido oculto. Si Gilgamesh, como afirman algunas teorías, es un dios solar que sigue el camino de Samash cuando va en busca de la inmortali- dad, ¿no se colige de ello que todo el poema tiene un valor sim- bólico? En una palabra, ¿se puede explicar el poema? Georges Contenau, el gran orientalista, cree que los símbolos se encon- trarán en el poema sólo si el lector los pone allí después de la lectura. Yo creo, sin embargo, que el hecho de que esta posibili- dad exista es la mayor prueba de que una obra trasciende su lite- ralidad, es válida tanto por lo que da como por lo que recibe. Los eruditos panbabilonistas tienden a sistematizar excesivamente la teoría de que la mitología astral de los antiguos mesopotámi- cos es la clave de su civilización, y consideran el poema de Gil- gamesh como la evolución de un mito solar, que el número de doce tablillas del poema corresponde al número de los meses del año, etc. Ante la realidad del poema, esas hipótesis académicas tienen un valor de curiosidad, y nos suenan un poco como si un 19 sabio, dentro de dos mil años, descubriera en Cristo un mito so- lar porque tuvo doce apóstoles. La epopeya de Gilgamesh es la más famosa creación literaria de la antigua Babilonia. A diferen- cia de otro gran poema babilónico, el de la Creación, cuyos pro- tagonistas son dioses, los héroes del poema de Gilgamesh son seres humanos y la acción se desarrolla en la tierra. Aunque en él los dioses representan ciertos papeles, el hombre ocupa el centro de la escena, con sus eternos problemas: tiempo, poder, amistad, amor, muerte, gloria, inmortalidad… Todos los temas básicos del hombre en el mundo están presentes en el poema, y de ahí su trascendencia y palpitación. Gilgamesh, arrancado a su tempo- ralidad mítica e histórica, podría incorporarse con su profunda vigencia a la actualidad desgarradora de la época moderna. Su ambivalencia de fuerza vencedora en la acción épica y de des- validez moral ante el aguijón de la nada hincado en su ser, le comunican la tensión extrema de la división trágica. La figura de Enkidu, en quien cristalizan las experiencias del amor y de la muerte, tiene casi tanta grandeza y densidad como la de Gilga- Tablilla I. El poeta nos advierte que va a cantar los hechos de un héroe sin par, del constructor de la gran muralla de Uruk. Pero Gilgamesh, el hombre “que ha visto hasta el fondo de todas las cosas” es también un rey tirano, cuyos súbditos piden a los dioses que los liberen del pode- roso rey. Anu suplica a la diosa Aruru que cree un doble de Gilgamesh. La diosa accede y, con barro, modela primero y luego da vida a Enki- du, hombre rudo y salvaje que vive con los rebaños de la llanura, se alimenta como ellos y se convierte también en una carga para el país porque protege a las bestias y las salva de las trampas de los cazado- res. Uno de éstos se queja de la situación a su anciano padre, quien le aconseja que se dirija a Gilgamesh y le pida una hieródula o ramera sagrada del templo para llevársela a Enkidu. El cazador y la mujer es- peran a Enkidu cerca de un aguadero, y sucede lo que el viejo y Gilga- mesh habían previsto. La mujer propone a Enkidu llevarlo a Uruk, para que conozca a Gilgamesh. Éste, mientras tanto, ha sido avisado de la llegada de Enkidu por dos sueños, que su madre, Ninsun, interpreta. En uno de los sueños, un aerolito caía del cielo sobre él; en el otro, un hacha caía también del cielo y Gilgamesh se la ponía al costado. En los dos casos, explica Ninsun, se trata de Enkidu, que se convertirá en ami- go de Gilgamesh. Gilgamesh y la planta de la inmortalidad. Sello cilíndrico. Louvre. 23 (Texto asirio) Columna I Quien ha visto el fondo de las cosas y de la tierra, y todo lo ha vivido para enseñarlo a otros, propagará su experiencia para el bien de cada uno. Ha poseído la sabiduría y la ciencia universales, ha descubierto el secreto de lo que estaba oculto. Quien tenía noticia de lo anterior al Diluvio, emprendió largos viajes, con esfuerzo y fatiga, y sus afanes han sido grabados en una estela. Ha hecho levantar la amurallada Uruk, el sagrado Eanna,1 el puro santuario. Ha visto la muralla, trazada a cordel, y el muro interior, que no tiene rival; 1 “Casa del cielo”, templo de Anu y de su hija, la Diosa Ishtar. 24 ha contemplado el dintel, que data de siempre, se ha acercado al Eanna, templo de Ishtar, que ni hombre ni rey podrán nunca igualar. Ha paseado por las murallas de la ciudad de Uruk y mirado la base, su sólida fábrica, toda ella construida con ladrillos cocidos y formada por siete capas de asfalto. (Falta el resto de la columna. Un fragmento hitita corresponde, en parte, con la deteriorada porción inicial de la columna II, y parece contener algo del texto del final de la primera columna. De este fragmento se deduce que algunos dioses intervinieron en la creación de Gilgamesh, a quien dotaron de dimensiones sobrehu- manas. Finalmente, Gilgamesh llega a Uruk.) 27 ¡Deja que luchen, y haya paz en Uruk!” Tras haber Aruru oído este ruego, su espíritu vio una imagen de Anu. La diosa Aruru se mojó las manos, y tomó arcilla y empezó a modelarla y a dar forma a Enkidu, el valiente héroe, el campeón de Ninurta.3 Su cuerpo está todo cubierto de vello, lleva el pelo tan largo como el de una mujer, sus guedejas son ásperas como campos de cebada; no conoce a la gente ni conoce el país, y va ataviado como el dios Sumuqan.4 Con las gacelas, en el llano, se alimenta de hierba, con las bestias se abreva, con los rebaños se deleita bebiendo. 3 Dios de las batallas y, también, primitivamente, divinidad de las aguas. 4 Dios de los rebaños. 28 Un día, un cazador, un trampero al acecho, se topó con él delante del aguadero. U n día, dos días, tres días se topó con él delante del aguadero. Al ver al cazador su rostro se contrajo, y luego regresó con sus bestias a su casa, donde mudo quedó, asustado y quieto, turbado el corazón y sombrío el rostro. El miedo hizo nido dentro de sus entrañas, su rostro era el de un hombre que llega de muy lejos. Columna III El cazador abrió la boca para hablar, y dijo a su padre: “Padre mío, un hombre ha llegado de los montes, el peso de su fuerza se siente en el país 29 y tiene el vigor de un paladín de Anu; recorre sin cesar el país con sus rebaños se pavonea siempre por toda la comarca, y a los sitios de agua planta sus pies. ¡Estoy tan asustado que no oso acercármele! Ha llenado las zanjas que yo había abierto, ha destruido las trampas que yo había armado, ha hecho que escapen de mis manos las bestias y también me impide cazar en la llanura”. El padre respondió y dijo al cazador: “Hijo mío, Gilgamesh reina en Uruk, nadie en el país lo ha vencido jamás, nadie lo aventaja en poder y fuerza, tiene el vigor de un paladín del dios Anu. Así, pues, orienta tu rostro hacia Uruk y habla a Gilgamesh de la fuerza de ese hombre. Y entonces, te dirá: “Ve y toma, cazador, una ramera del templo, llévala contigo 32 Dos días estuvieron sentados junto al agua. y entonces el rebaño llegó para abrevarse. Columna IV Llegaron las bestias y aplacaron su sed. Y Enkidu, que había nacido en los montes, pacía en los prados con sus gacelas, bebía en los aguaderos junto con los rebaños, sí, con las bestias deleitábase bebiendo. La ramera lo vio, vio al rudo mocetón, al bruto llegado de las tierras altas. “¡Ahí está, ramera! ¡Descubre tus senos, desnuda tu pecho, y que posea tu belleza! ¡No tengas vergüenza! ¡Acepta su ardor! Así que te vea querrá poseerte. Quítate el vestido y que yazga sobre ti, 33 efectúa con el bruto tarea de mujer, y su rebaño que medra en el llano huirá de él, Porque el hombre tu amor habrá conocido”. La ramera descubrió sus senos, su cuerpo, y él acercóse y poseyó su belleza. Sin vergüenza, la mujer aceptó su vigor: quitóse su vestido, y sobre ella él descansó. Seis días y siete noches Enkidu conoció a la mujer, se allegó a la ramera, hasta que, cansado de yacer con ella, decidió salir en busca de sus bestias; pero al verlo las gacelas emprendieron la huída, los rebaños del llano se apartaban de su cuerpo. Enkidu tuvo miedo, temblaron sus miembros, inmóvil se quedó, mientras huía su rebaño. Enkidu no podía correr como antes, mas su espíritu ahora era sabio, comprendía. 34 Volvió a sentarse a los pies de la ramera, y levantó los ojos para mirar a la mujer, dispuesto a escuchar lo que ella dijese. La ramera habló así al hombre, a Enkidu: “¡Eres sabio, oh Enkidu, eres bello como un dios! ¿Por qué andorrear por el llano con las bestias? ¡Ven conmigo! Te llevaré a la amurallada Uruk, al gran templo, morada de Anu y de Ishtar, donde vive Gilgamesh, el esforzado héroe, que es como un fiero toro en medio de su gente”. Así dijo la mujer, y él acepta sus palabras, porque su corazón anhela un amigo. El divino Enkidu contesta a la ramera: “¡Vamos, mozuela, condúceme al templo puro y sagrado de Anu y de Ishtar, donde vive Gilgamesh, el esforzado héroe, 37 Antes que tú descendieras de los cerros, Gilgamesh, en Uruk, te ha visto en sus sueños, y al levantarse ha ido a contar a su madre lo que había soñado: “Madre, esta noche he tenido un sueño: he visto un cielo sembrado de estrellas que caía sobre mí como un vasallo de Anu; traté de levantarlo, mas era muy pesado, traté de zafarme, mas no pude moverlo. La gente de Uruk reunió se en tomo: los artesanos, los valientes, todos mis amigos le rindieron homenaje y besaron sus pies. Entonces lo abracé como se abraza a una mujer, lo levanté y fui a ponerlo a tus pies”. Ninsun la avisada, madre de Gilgamesh, la mujer que todo lo sabe, dice a su hijo: “Las estrellas del cielo son tus compañeros; 38 el que cayó sobre ti como un vasallo de Anu y trataste de levantar mas era muy pesado, e intentaste rechazar, mas no pudiste mover, y luego trajiste hasta mi presencia, he hecho de él tu compañero; lo abrazaste como un hombre abraza a su esposa, Columna VI es un rudo camarada y sostén de su amigo; el peso de su fuerza se siente en el país. ¡Tiene el vigor de un vasallo de Anu! Aquel que abrazaste como si fuera una esposa, nunca te dejará. Tal es, Gilgamesh, la explicación de tu sueño”. 39 De nuevo Gilgamesh se dirige a su madre: “Madre, anoche tuve otro sueño. En Uruk un hacha cayó del cielo, y había mucha gente mirándola, inclinada. y era un hacha, madre, de doble filo, que coloqué a tus pies; sobre ella me incliné como si fuera una esposa, y tú me la has dado para que me acompañe”. La madre de Gilgamesh, sabia mujer que lo conoce todo, contesta a su hijo: “El hacha que has visto significa un hombre sobre el cual te inclinaste como si fuera una esposa, y yo he hecho de él un compañero tuyo, y lo he llevado a tu presencia; es un rudo compañero y sostén de su amigo, el peso de su fuerza se siente en el país, Tablilla II. Texto muy mutilado. La hieródula emprende la tarea de ini- ciar a Enkidu a una vida humana y civilizada. Más tarde, mientras am- bos se encaminan hacia Uruk, Enkidu se topa con un campesino que le revela la verdadera condición del hombre que debe ganarse la vida al precio de mil fatigas. Enkidu y la hieródula entran en Uruk. Se supone que es a causa de la mujer que Gilgamesh y Enkidu luchan. Gilgamesh, a pesar de su fuerza, es vencido por Enkidu; pero éste manifiesta su ad- miración ante la resistencia del rey de Uruk, y se hacen amigos. El árbol sagrado en una impresión de un cilindro de Susa, Louvre. 43 (Falta la columna I) Columna II (Texto babilónico. La narración, más abreviada que en la ver- sión asiria, reanuda, desde los primeros versos, el texto asirio de la columna IV.) Mientras Gilgamesh contaba su sueño, Enkidu estaba sentado cerca de la cortesana, y la acariciaba y la desvestía. ¡Enkidu olvidábase del lugar de su nacimiento! Durante seis días y siete noches Enkidu gozó de la ramera. Entonces ella abrió la boca y dijo a Enkidu: “Al mirarte, Enkidu, advierto que eres como un dios. ¿Por qué te juntas, en la llanura, 44 con las bestias salvajes? ¡Ven conmigo! Te conduciré hasta Uruk de vastas plazas, al sagrado templo, morada del dios Anu. ¡Levántate, Enkidu! Te conduciré al sagrado templo, morada del dios Anu. En Uruk vive Gilgamesh lleno de fuerza. Lo estrecharás entre tus brazos como si fueras una esposa, lo amarás como a ti mismo. ¡Vamos! Levántate del suelo, que es el lecho de los pastores”. Enkidu escuchó con placer estas palabras y el consejo de la mujer penetró en su corazón. Ella tomó uno de sus vestidos y se lo puso al hombre; con otra prenda se vistió ella. 47 lleno el cuerpo de bienestar y el rostro resplandeciente. Le cortaron la maraña de vello de su cuerpo, se frotó con aceite, como hacen los hombres. Púsose vestidos, ¡parecía un novio! Tomó su arma, atacó a los leones, y así los pastores descansaron por la noche. Atrapó lobos, capturó leones, y de los pastores que descansaban Enkidu fue el protector… (Faltan algunos versos) 48 Columna IV Enkidu levantó los ojos y vio al hombre. Dijo a la ramera: “¡Moza, llama a ese hombre! ¿A qué viene aquí?” La ramera llamó al hombre, el cual acercose a Enkidu, que lo vio y dijo: “Hombre, ¿a qué has venido? ¿Cuál es el objeto de tu penoso viaje?” El hombre abrió la boca y contestó: “En la Morada de la Reunión son detenidos, en verdad, los destinos de los hombres. El hombre se ve abrumado de trabajo en la ciudad. ¡Los campos son lugares de gemidos! ¡Por orden del rey de Uruk 49 se arrastra al pueblo a los cultivos! ¡Por orden de Gilgamesh, rey de la amurallada Uruk, se arrastra al pueblo a los cultivos! La mujer impuesta por la suerte, es pronto fecundada por el hombre, y luego ¡la muerte! Por orden del dios ha sido decretado que, desde el seno de su madre, tal sea su destino”. Al oír tales palabras, Enkidu palideció. 52 (Faltan unos 9 versos) Columna VI Contra Gilgamesh se lanzó Enkidu, greñudo. Se levantó contra él, y midieron sus fuerzas en la gran plaza. Enkidu obstruyó la puerta con su pie, y Gilgamesh no pudo entrar. Se asieron entrambos, como dos fieros toros se lanzaron uno contra otro. Hicieron astillas la puerta, tumbaron el muro. Gilgamesh y Enkidu 53 se agarraron; como dos toros fieros se lanzaron uno contra otro. Hicieron astillas la puerta, tumbaron el muro. Gilgamesh tuvo que hincar una rodilla en el suelo. Su cólera aplacose, su pecho se aquietó; cuando su pecho se hubo aquietado, Enkidu habló así a Gilgamesh: “¡Unico entre todos tu madre te parió, la fogosa vaca del establo, la divina Ninsun que ha elevado tu cabeza por encima de la de los otros hombres! 54 ¡Enlil te nombró rey del pueblo!” 57 (Antigua versión babilónica.) Columna I (Texto mutilado o perdido. Gilgamesh ha decidido emprender una expedición contra el monstruo Huwawa (en asirio Humba- ba), que vive en el Bosque de los Cedros. Enkidu trata inútilmen- te de disuadirlo de su proyecto.) “¿Por qué deseas hacer tal cosa?” … … … se besaron y sellaron su amistad. (El resto, perdido o mutilado) 58 Columna II (Faltan unos 25 versos) Los ojos de Enkidu se llenaron de lágrimas, se golpeó el pecho, suspirando tristemente. Sí, los ojos de Enkidu se llenaron de lágrimas, se golpeó el pecho, suspirando tristemente. Con el rostro sombrío, Gilgamesh dijo a Enkidu: “¿Por qué están llenos de lágrimas tus ojos? ¿Por qué te golpeas el pecho y suspiras tristemente?” Enkidu abrió la boca y dijo a Gilgamesh: 59 “La mujer que yo amaba, amigo mío, ha echado sus brazos a mi cuello y se ha despedido de mí. Mis brazos cuelgan, flojos, y mi fuerza se ha convertido en debilidad”. Gilgamesh abrió la boca y dijo a Enkidu: Columna III (Algunos versos perdidos) El fiero Huwawa vive en el bosque. Vamos, tú y yo, a darle muerte, para librar del mal al país… (Laguna) 62 su boca es fuego, su aliento es muerte. Desde sesenta leguas puede oír a las vacas salvajes del bosque. ¿Quién se atrevería “a adentrarse en el bosque? Para proteger a los cedros e inspirar terror a los mortales, Enlil lo creó; el decaimiento hace presa en quien se adentra en el bosque”. (Sigue la versión babilónica) Gilgamesh abrió la boca y dijo a Enkidu: “¿Quién, amigo mío, saldrá vencedor de la muerte? Sólo los dioses viven eternamente al lado de Shamash; los hombres tienen contados sus días; todo cuanto hacen no es más que viento. Tú, ahora, temes a la muerte. ¿Qué se ha hecho de tu poder heroico? 63 Deja, pues, que vaya delante; a pesar de lo que diga tu boca, temes acercarte. Si caigo, fundaré mi gloria. La gente dirá: ‘Gilgamesh cayó luchando contra Huwawa…’ ” (Laguna) Estoy decidido. a penetrar en el Bosque de Cedros, quiero fundar mi gloria. Pero, antes, quiero dar trabajo a los herreros, que forgen nuestras armas delante de nosotros”. Señalaron un lugar a los herreros, los cuales fundieron su equipo: fundieron hachas de tres talentos cada una, 64 fundieron también puñales de dos talentos cada uno, y uno y otro tuvieron a su lado una lanza de treinta minas, la empuñadura de oro de sus puñales pesaba treinta minas. Gilgamesh y Enkidu llevaban cada uno diez talentos de armas. …se reúne el pueblo. …en la calle de la amurallada Uruk. …Gilgamesh se sienta delante de Enkidu y dice: (Laguna) Columna V “Yo, Gilgamesh, quiero ver a ése de quien se habla y de cuyo nombre está lleno el país. ¡Lo venceré en el Bosque de los Cedros! 67 ¡Concédeme tu protección!” Y, dirigiéndose a Enkidu, dijo: Columna VI “Voy a emprender un viaje desconocido; si triunfo, te celebraré en la alegría de mi corazón, te haré sentar en un trono”. Los herreros trajeron las espadas, el arco y el carcaj, y los pusieron entre las manos del héroe… … … … Los ancianos se acercaron a él y le dieron consejos sobre el viaje: 68 “No confíes, ¡oh Gilgamesh!, sólo en tu fuerza, marcha con ojo alerta y ten cuidado. Que Enkidu vaya delante de ti; él conoce la ruta, ha recorrido el camino hasta el desfiladero del bosque de Huwawa. El que va delante protege a su compañero; prepara tu viaje y sé prudente. ¡Que Shamash te dé la victoria, que tus ojos puedan ver lo que tu boca ha anunciado, que ante ti el sendero sea llano y la montaña se abra a tu paso! ¡Que el dios Lugalbanda,8 durante la noche, diga la palabra que te alegre y no se aleje de ti, para que tu deseo se cumpla! ¡Que se establezca tu gloria de joven héroe y que te sea dado, como lo has resuelto, 8 Dios tutelar de Gilgamesh. 69 lavarte los pies en el río de Huwawa! En tus horas de calma, cava un pozo, para que puedas tener agua pura en tu odre. ¡Ofrece agua fría a Shamash! ¡No olvides nunca a Lugalbanda!” Enkidu abrió la boca y dijo a su amigo: “Ya que has resuelto ponerte en camino, que tu corazón no se asuste; ten confianza en mí; sígueme, pues conozco la morada de Huwawa y también los lugares que frecuenta”. (Versión asiria) Columna I Gilgamesh . entonces contestó a Enkidu con las siguientes palabras: “Levántate, amigo mío, y vamos a Egalmah, 72 y extirpado del país el mal que tú aborreces, hasta el día que tú has fijado … ruego que tu esposa, la divina Aya, avive en tu memoria el recuerdo de mi hijo”. Tablilla IV Tablilla IV. Texto muy incompleto. Gilgamesh y Enkidu llegan al bosque de cedros. Los dos amigos hablan de las dificultades de la lucha. Gilga- mesh reconforta a Enkidu, en quien ha hecho presa el miedo. La pseudo escena de la “tentación”. Sello cilíndrico. Museo británico. 77 y tampoco se levanta al onceavo ni al doceavo día, en que habla a Gilgamesh: “Un dios me ha cobrado ojeriza porque en Uruk me asustó la idea de luchar…” (Laguna) Enkidu toma de nuevo la palabra y habla así a Gilgamesh: “Amigo mío, no podremos llegar hasta el corazón del bosque. Mis manos están sin fuerza y mis brazos cuelgan inertes”. Gilgamesh contesta así a Enkidu: “Amigo mío, ¿seremos cobardes, cuando tú aventajas en la lucha a todo el mundo? (Laguna) 78 (Enkidu, restablecido, y Gilgamesh siguen caminando hacia el bosque.) Gilgamcsh dice: “Amigo mío, iremos juntos; no pienses en la muerte. El hombre valiente en quien se confía, y que va adelante y protegerá su cuerpo y salvará a su amigo, por sus hazañas ganará un nombre inmortal”. Al llegar a la entrada del bosque, los dos amigos dejaron de hablar. Tablilla V 82 Columna II (La víspera del combate, por la noche, Gilgamesh tiene un sueño, que cuenta a Enkidu.) “He tenido otro sueño. Habíamos subido a la cumbre de una montaña, y la montaña se derrumbó, y nosotros éramos como moscas de cañaveral, ¡nosotros que hemos nacido en la llanura!” Enkidu interpretó así el sueño a su compañero: “Amigo, el sueño es favorable, es un magnífico sueño; amigo mío, la montaña que has visto es Humbaba; venceremos a Humbaba y daremos al viento su cadáver, pisaremos sus despojos”. 83 Al cabo de cuarenta horas tomaron algún alimento, al cabo de sesenta horas descansaron, y luego cavaron un foso frente al dios sol. Gilgamesh, desde el talud, esparció harina dentro del foso, diciendo: “¡Oh montaña, tráenos sueños!” y la montaña les trajo sueños. (Laguna) Columna III Gilgamesh permanecía sentado con la cabeza entre las rodillas, pero el sueño, destino de la humanidad, lo venció. Despertóse, al filo de la medianoche, se levantó y dijo a su amigo: “¿Me has llamado, amigo mío? ¿Qué me ha despertado? ¿No me has tocado? ¿A qué se debe mi angustia? 84 ¿No ha pasado un dios? ¿Por qué me siento tan débil? Amigo mío, he tenido otro sueño, un sueño en verdad extraordinario. Diríase que un gran grito llenaba los cielos, la tierra resonaba, se oscureció el mundo, las tinieblas se extendieron, brilló un relámpago, corrió el fuego, las nubes se hincharon y llovió muerte. Luego se extinguieron la claridad y el fuego, y todo lo que había caído se convirtió en cenizas. ¡Ea! Bajemos a la llanura, donde tomaremos una decisión”. (Las columnas V y VI son inutilizables. Se intercalaba aquí otro sueño y luego venía la descripción del combate contra Humbaba. Sigue un fragmento hitita.) Emprendieron el camino, luego hicieron alto, y el sueño que vierte la noche se esparció sobre Gilgamesh, 87 “¡No me aniquiles, oh Gilgamesh! Tú eres mi amo; yo seré tu esclavo. [Olvídate de todas mis amenazas! (Laguna) Entonces Enkidu preguntó a Gilgamesh: “¿Qué dice, pues, Humbaba? No lo escuches”. (Laguna) Columna VI (Laguna. Texto asirio) Y cortaron la cabeza de Humbaba. Tablilla VI 92 Cuando entres en nuestra casa, los que están sentados en los tronos besarán tus pies, se inclinarán ante ti los reyes, los príncipes y los señores; los montañeses y la gente del llano te ofrecerán sus tributos; tus cabras serán fértiles y tus ovejas parirán mellizos; tu asno irá más cargado que tu mula; tus caballos de .carrera serán famosos y tus bueyes, bajo el yugo, no tendrán rival”. Gilgamesh abrió la boca y dijo estas palabras a la divina Ishtar: “¿Y qué tendré que darte si me caso contigo? ¿He de darte aceite para ungir tu cuerpo y vestidos, pan y vituallas? …alimento para tu divinidad, …bebida que convenga a tu realeza? ¿Qué ganaría yo casándome contigo? No eres más que una ruina que no da abrigo, 93 una puerta que no resiste a la tormenta, un palacio que los héroes han saqueado, una trampa mal disimulada, pringue que ensucia a quien la toca, un odre lleno de agua que moja a su acarreador, un trozo de cal que se desprende de la muralla, un amuleto incapaz de proteger en país enemigo, una sandalia que hace tropezar a quien la calza. ¿A qué amante has sido fiel? ¿Cuál de tus pastores te ha gustado siempre? ¡Acércate! Te leeré la interminable lista de tus amantes. Damuzi, el amante de tu mocedad, fue, año tras año, objeto de tus torturas. Has amado al Pájaro-pastor de abigarrado plumaje y le has roto un ala, y ahora grita: ‘¡Mi ala!’, en el bosque. Amaste al León admirable y fuerte, pero hiciste cavar para él siete veces siete trampas. 94 Amaste al Semental que se enardece en la batalla, pero lo sometiste a brida, espuela y látigo, lo destinaste a galopar catorce horas diarias y le diste a beber agua lodosa. Y para su madre, la divina Silili, fuiste motivo de llanto. Amaste al pastor que sin cesar quemaba incienso para ti y cada día te sacrificaba cabritos, pero lo golpeaste y lo convertiste en chacal, y ahora sus propios zagales lo persiguen y sus perros desgarran su piel. Has amado a Ishullanu, el jardinero de tu padre, quien te llevaba cestos de dátiles y cada día adornaba tu mesa. Lo has mirado y, acercándotele, le has dicho: ‘¡Oh mi Ishullanu, deja que palpe tu vigor, extiende tu mano y acaríciame!’ Ishullanu te contestó: 97 La diosa Ishtar tomó la palabra y contestó así al dios Anu, su padre: “He almacenado grano para el pueblo y habrá provisión de forraje para las bestias, en el caso de que la tierra sea estéril durante siete años”. (Algunos versos truncos. De ellos se colige, sin embargo, que Anu accede a crear el Toro Celeste, el cual mata a centenares de hom- bres con dos o tres resoplidos.) Enkidu agarró al Toro Celeste por los cuernos. El Toro Celeste echó espuma sobre el rostro del héroe, lo azotó con su gran cola. Entonces Enkidu abrió la boca y dijo a Gilgamesh: “Amigo mío, hemos triunfado…” 98 (Faltan unos 15 versos) Entre la cerviz y los cuernos hincó su espada. Muerto el Toro Celeste, le arrancaron el corazón y lo ofrendaron al dios Shamash. Luego se sentaron, como dos hermanos. Entonces la diosa Ishtar subió a la muralla de Uruk, subió hasta las almenas y lanzó su maldición: “¡Malhaya Gilgamesh, porque me ha insultado dando muerte al Toro Celeste!” Cuando Enkidu oyó estas palabras de Ishtar, arrancó las partes del Toro Celeste y se las arrojó a la cara, diciendo: “Si te agarro, haré contigo lo que he hecho con el toro. Y colgaré sus entrañas a tu cuello, como una guirnalda”. 99 La diosa Ishtar llamó a las hieródulas del templo, y sobre las partes del toro todas gimieron. Pero Gilgamesh convocó a todos los artesanos para que admirasen el tamaño de los dos cuernos, que formaban una masa de treinta minas de lapislázuli y cuya cavidad tenía una anchura de dos dedos. Seis medidas de aceite, lo que cabía en cada uno de ellos, ofreció Gilgamesh a su dios, Lugalbanda; le ofreció los dos cuernos, como vasos de ungüentos que colgó en el templo de la divinidad. Luego los dos amigos purificaron sus manos en el Éufrates y se pusieron otra vez en camino, atravesando la gran calle de Uruk. A su paso todo el mundo los miraba. Gilgamesh dijo entonces a los servidores de su palacio: “¿Quién señorea entre los héroes? ¿Quién es el más glorioso entre los hombres?”
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