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escandalo en bohemia sherlock holmes y watson, Resúmenes de Tecnologías de la Información y la Comunicación

sherlock holmes y watson tienen un nuevo caso que involucra a una de las familias reales de bohemia

Tipo: Resúmenes

2022/2023

Subido el 01/06/2023

patrick-jael-ruiz-ruiz
patrick-jael-ruiz-ruiz 🇵🇪

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¡Descarga escandalo en bohemia sherlock holmes y watson y más Resúmenes en PDF de Tecnologías de la Información y la Comunicación solo en Docsity! 0á Un escándalo en Bohemia Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930) 1 http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx Un escándalo en Bohemia Parte 1………………………………………………………..2 Parte 2……………………………………………………….18 Parte 3……………………………………………………….35 4 http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx extraordinarias facultades. Sus habitaciones estaban brillantemente iluminadas. Al levantar la mirada hacia ellas, noté su figura alta y esbelta pasar dos veces, convertida en negra silueta, cerca de la cortina. Estaba recorriendo la habitación rápida, ansiosamente, con la cabeza sumida en el pecho y las manos unidas a la espalda. Para mí, que conocía a fondo cada uno de sus hábitos y de sus estados de ánimo, su actitud y su comportamiento eran reveladores. Estaba trabajando de nuevo. Se había sacudido de sus ensueños toxicómanos y estaba sobre la pista candente de algún nuevo caso. Toqué la campanilla y fui conducido a la sala que por tanto tiempo compartí con Sherlock. No fue muy efusivo. Rara vez lo era; pero creo que se alegró de verme. Casi sin decir palabra, aunque con los ojos brillándole bondadosamente, me indicó un sillón, me arrojó su cajetilla de cigarrillos y señaló hacia una botella de whisky y un sifón que había encima de una cómoda. Entonces se puso de pie frente al fuego y me miró con el detenimiento tan peculiar de él. —El matrimonio le sienta bien —me dijo—. Creo, Watson, que ha aumentado unas siete libras y media desde que no nos vemos. —Siete —contesté yo. —Debí haber pensado un poco más antes de decir eso... Y veo que está ejerciendo de nuevo. No me había dicho que intentaba dedicarse a su profesión. —Entonces, ¿cómo lo sabe? 5 http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx —Lo veo, lo deduzco. ¿Cómo sé que se ha estado exponiendo mucho a la lluvia últimamente y que tiene una criada torpe y descuidada? —Mi querido Holmes —protesté yo—, esto es demasiado. Si hubiera vivido hace unos siglos, habría muerto en la hoguera por brujería. Es cierto que el jueves salí a dar un paseo por el campo y llegué a casa empapado; pero me he cambiado de ropa y no puedo imaginarme cómo deduce esto. En cuanto a Mary Jane, es incorregible y mi esposa la ha despedido; tampoco imagino cómo logró adivinarlo. Holmes sonrió para sí y se frotó las manos largas y nerviosas. —Es la simplicidad misma. Mis ojos me dicen que en la parte exterior de su zapato izquierdo, exactamente donde alumbra mejor la luz, la piel está raspada toscamente en seis lugares, trazando rayas paralelas. Obviamente esto ha sido causado por alguien que trató de quitar el lodo que cubría el zapato, pero lo hizo con positiva torpeza, sin cuidado alguno. De ahí mi doble deducción de que se expuso a la lluvia y de que tiene un espécimen en particular incompetente de la maligna servidumbre londinense. En cuanto al ejercicio de su profesión, si un caballero entra en esta habitación oliendo a yodoformo, con una mancha negra de nitrato de plata en el índice derecho y una prominencia a un lado del sombrero de copa, mostrando dónde ha escondido su estetoscopio, necesitaría ser muy tonto para no declararlo miembro activo de la profesión médica. Pude evitar echarme a reír por la facilidad con que explicaba sus deducciones. 6 http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx —Cuando le oigo exponer sus razonamientos —comenté—, la cuestión me parece siempre tan ridículamente simple, que me siento seguro de que podría haber hecho fácilmente las mismas deducciones que usted. Sin embargo, a cada nuevo caso que se me presenta de sus aparentemente extraños poderes, me siento desconcertado hasta que me explica el proceso que siguió. Y no obstante, creo tener tan buenos ojos como usted. —Es posible —contestó encendiendo un cigarrillo y dejándose caer en un sillón—. Usted ve, pero no observa. La distinción es perfectamente clara. Por ejemplo, usted ha visto con frecuencia la escalera que conduce del vestíbulo a esta habitación. —Ciertamente. —¿Cuántas veces? —Bueno, varios centenares de ocasiones. —Entonces, podrá decirme cuántos hay. —¿Cuántos escalones? No sé. —¿Ahora comprende? Usted no ha observado, a pesar de haber visto. Eso es lo que quería decirle. Ahora bien, yo sé que hay diecisiete escalones, porque he visto y he observado. Por cierto, ya que está interesado en estos problemitas y que ha sido lo bastante amable como para publicar una o dos de mis experiencias, quizá le guste ver esto —me entregó una hoja de papel grueso, de un suave tono sonrosado, que había estado hasta entonces sobre la mesa—. Me llegó en el correo de la tarde. Léala en voz alta. 9 http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx y que prefiere usar una máscara a mostrar su rostro. Y aquí viene, si no me equivoco, a resolver todas nuestras dudas. Se escuchó el ruido claro de las herraduras de los caballos y el rozar de las ruedas sobre el pavimento, seguidos por el llamado brusco de la campanilla. Holmes silbó. —Son dos caballos, lo deduzco por el ruido de las pisadas —dijo—. Sí —continuó, asomándose por la ventana—. Es un elegante carruaje con dos verdaderos ejemplares equinos. Cuando menos de ciento cincuenta guineas cada uno. En este caso hay dinero, Watson, a falta de otra cosa. —Creo que será mejor que me vaya, Holmes. —De ningún modo, doctor. Quédese donde está. Esto promete ser interesante. Sería una lástima que se lo perdiera. —Pero... un cliente... —No se preocupe por él. Quizá yo necesite su ayuda, o quizás él mismo la requiera. Aquí viene. Siéntese en ese sillón, doctor, y préstenos toda su atención. Unos pasos lentos y pesados, que se habían escuchado en las escaleras y en el corredor, se detuvieron exactamente frente a nuestra puerta. Entonces se escuchó un llamado brusco e imperativo. —¡Pase! —ordenó Holmes. Entró un hombre que difícilmente medía menos de dos metros de estatura, con el pecho y las extremidades de un 10 http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx Hércules. Su apariencia era la de un personaje rico, con una ostentación que en Inglaterra se habría considerado muy cercana al mal gusto. Gruesas bandas de astracán atravesaban las mangas y el frente de su gabán cruzado, mientras que su gran capa de un paño azul índigo, estaba ribeteada y forrada con seda de color rojo subido. La aseguraba a su cuello con un broche que tenía una solitaria y gigantesca aguamarina. Las elegantes botas que se extendían hasta la mitad de la pantorrilla, completaban la impresión de bárbara opulencia que sugería toda su apariencia. Llevaba en la mano un sombrero de ala ancha y su rostro estaba casi oculto tras una gran máscara negra, en forma de antifaz, que parecía haberse colocado en aquel momento, pues, al entrar, todavía tenía levantada la mano hacia la máscara. La parte inferior de la cara, que quedaba al descubierto, revelaba un hombre de carácter fuerte, con labios gruesos y prominentes, y una barbilla larga y puntiaguda que sugería una resolución rayana en la necedad. —¿Recibió usted mi nota? —preguntó con voz áspera y profunda y con acento alemán muy marcado—. En ella le avisaba que vendría. Nos miró a los dos, sin saber a quién dirigirse. —Le suplico que tome asiento —dijo Holmes—. Él es mi amigo y doctor Watson, quien en algunas ocasiones ha tenido la bondad de ayudarme a solucionar mis casos. ¿A quién tengo el honor de dirigirme? —Habla usted con el conde Von Kramm, un noble bohemio. Tengo entendido que este caballero, su amigo, es un hombre de 11 http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx honor y discreción, en cuya presencia puedo hablar sobre un asunto de la más grande importancia. Si no, preferiría hablar a solas con usted. Me levanté para irme, pero Holmes me tomó del brazo y me obligó a volver a instalarme en el sillón. —Los dos o ninguno —dijo—. Puede usted decir ante este caballero cualquier cosa que pueda decirme a mí. El conde encogió sus anchos hombros. —Entonces empezaré por suplicar a ustedes absoluto silencio respecto al asunto que me trae aquí, dentro de los dos próximos años. Al final de ese tiempo, el asunto ya no tendrá importancia. Por el momento debo señalar que no es exagerado afirmar que la cuestión es de tal magnitud que podría influir en la historia europea. —Prometo discreción —aseguró Holmes. —Y yo también. —Ustedes perdonarán esta máscara —continuó nuestro extraño visitante—. La augusta persona que me emplea desea que su agente sea desconocido para ustedes, y debo confesarles que el título que yo mismo me he dado hace un momento no es precisamente el mío. —Lo comprendí, desde luego —dijo Holmes secamente. —Las circunstancias son muy delicadas y deben tomarse todas las precauciones para evitar lo que amenaza ser un inminente escándalo y que podría comprometer seriamente a 14 http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx —Precisamente. Pero ¿cómo...? —¿Hubo un matrimonio secreto? —No. —¿Nada de papeles legales o certificados? —Ninguno. —Entonces, no acierto a comprender a Su Majestad. Si esta joven presentara sus cartas para realizar un chantaje, o con cualquier otro propósito, ¿cómo iba a probar su autenticidad? —Por la escritura. —¡Bah! Falsificada. —Mi papel privado. —Robado. —Mi propio sello. —Imitado. —Mi fotografía. —Comprada. — Estamos los dos en la fotografía. —¡Ah, caramba! ¡Eso sí es terrible! Su Majestad cometió una tremenda indiscreción al fotografiarse así. —Estaba enamorado... loco. —Se ha comprometido muy seriamente. 15 http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx —En aquel entonces era sólo príncipe. Era joven. Aun ahora no tengo más que treinta años. —Esa fotografía debe recobrarse. —Hemos tratado de hacerlo, y hemos fracasado. —Su Majestad tendrá que pagar. Debe ser comprada. —Ella no la venderá. Robada, entonces. —Se han hecho cinco intentos. En dos ocasiones, ladrones a mi servicio han registrado su casa. Una vez le robamos el equipaje cuando iba de viaje. Dos veces la han registrado mujeres pagadas por mí. Sin resultado. —¿No hay rastros del retrato? —Absolutamente ninguno. Holmes se echó a reír. —Es un problemita bastante complicado —dijo. —Y muy serio para mí —contestó el rey en tono de reproche. —Mucho, realmente. ¿Y qué se propone hacer con la fotografía? —Arruinarme. —Pero, ¿cómo? —Estoy a punto de casarme. —Eso he sabido. 16 http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx —Con Clotilde Lothman von Saxe-Meiningen, hija segunda del rey de Escandinavia. Quizá conozca usted los estrictos principios de su familia. Ella misma es la personificación de la delicadeza. Una sombra de duda en cuanto a mi conducta, pondría fin a nuestro compromiso matrimonial. —¿E Irene Adler? —Amenaza con enviarles la fotografía. Y lo hará. Sé muy bien que lo hará. Usted no la conoce, pero tiene un alma de acero. Tiene el rostro de la más hermosa de las mujeres y la mente del más resuelto de los hombres. Para evitar que yo me case con otra mujer, no hay extremos a los que ella no sea capaz de ir... no los hay. —¿Está seguro de que no la ha enviado todavía? —Estoy seguro. —¿Por qué? —Porque me dijo que la enviaría el día que el matrimonio fuera proclamado públicamente. Eso será el próximo lunes. —¡Oh!, entonces nos quedan tres días aún —dijo Holmes con un bostezo—. Es una gran fortuna, pues tengo uno o dos asuntos de importancia que atender por el momento. Su Majestad, desde luego, pasará unos días en Londres, ¿no? —Ciertamente. Me encontrará en el Langham, bajo el nombre de conde Von Kramm. —Entonces lo visitaré para notificarle sobre el progreso de nuestras indagaciones. 19 http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx alcoba y salió cinco minutos después, ya cuidadosamente arreglado y limpio, y como siempre, vestido con su traje de casimir. Se metió las manos en los bolsillos, extendió las piernas frente a la hoguera y se echó a reír alegremente durante varios minutos. De vez en cuando lanzaba alguna exclamación ininteligible, para después continuar riendo como un loco, hasta que quedó inmóvil, exhausto, sobre la silla. —¿De qué se ríe? —De una cosa graciosa. Estoy seguro de que usted no podría nunca adivinar cómo empleé la mañana o qué terminé por hacer. —No puedo imaginarlo. Supongo que ha estado vigilando los hábitos y, probablemente, la casa de la señorita Irene Adler. —Exactamente, pero me ocurrieron cosas en verdad extraordinarias. Salí de la casa poco después de las ocho de la mañana, disfrazado como mozo de caballeriza, sin trabajo. Hay una maravillosa simpatía y camaradería entre los miembros de esta profesión. Pronto encontré Briony Lodge. Es una villa amplia, con un jardín en la parte posterior, con una gran estancia a la derecha, muy bien amueblada, con largas ventanas que llegan casi hasta el suelo, aseguradas con esos aldabones ingleses que hasta un niño puede abrir. A más de eso no era un edificio nada notable. Observé que se podía entrar a una de las ventanas por el techo de la caballeriza. Di varias vueltas 20 http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx alrededor de la casa y la examiné desde todos los ángulos, pero sin notar ninguna otra cosa que despertara mi interés. Estuve vagando por la calle un rato y me fui acercando hasta el lado del jardín, en tanto que los mozos atendían a los caballos. Me presté a ayudarlos y recibí como compensación dos peniques, un vaso de vino, un poco de tabaco corriente y toda la información deseable acerca de la señorita Adler, para no decir nada de media docena más de personas del barrio, en quienes no tengo el más mínimo interés, pero cuyas biografías fui obligado a escuchar. —¿Y qué me dice de Irene Adler? —pregunté. —¡Oh!, ha vuelto locos a todos los hombres de esa parte de la ciudad. Es la muchacha más bonita que hay en este planeta, en opinión de los mozos. Vive tranquilamente, canta en conciertos, sale a pasear todos los días a las cinco y vuelve a cenar exactamente a las siete. Raras ocasiones sale a otra hora, excepto cuando canta. Tiene un solo visitante masculino, aunque es un visitante muy constante. Es un tipo alto, guapo y atrevido; nunca la visita menos de una vez al día y a veces lo hace dos. Es un tal señor Godfrey Norton. ¿Ve la ventaja de ser el confidente de un cochero? Mis amigos improvisados lo han llevado varias veces a su casa en Inner Temple y saben todo lo que se puede saber respecto a él. Mientras escuchaba todo esto, yo pensaba en mi plan de campaña. Este Godfrey Norton es evidentemente un factor importante en el asunto. Supe que era abogado. No pude menos de preguntarme qué relación existía entre ellos y cuál era el objeto 21 http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx de sus frecuentes visitas. ¿Era Irene su cliente, su amiga o su amante? En el primer caso, probablemente le había entregado la fotografía a él, para que se la guardara. Si era lo último, resultaba menos probable. Y de esta cuestión dependía que continuara trabajando en Briony Lodge o que volviera mi atención a las habitaciones de este caballero en el Temple; era un punto delicado y ampliaba el campo de mis investigaciones. Me temo que le estoy aburriendo con estos detalles, pero tengo que explicarle estas pequeñas dificultades para que comprenda la situación. —Le escucho con gran interés —contesté. —Estaba todavía estudiando mentalmente la cuestión, cuando un coche se detuvo frente a Briony Lodge y un caballero descendió de él. Era un hombre notablemente apuesto, moreno, de facciones regulares y espeso bigote... evidentemente se trataba del caballero de quien había oído hablar. Parecía tener mucha prisa. Gritó al cochero que lo esperara y pasó corriendo frente a la doncella que le abrió la puerta, con la confianza de un hombre que está en su propia casa. Estuvo en el interior de la casa, aproximadamente una hora. Durante este tiempo pude verlo a través de los cristales de las ventanas que corresponden a la sala, dando vueltas de un lado a otro y moviendo los brazos como si hablara con gran excitación. No vi a Irene Adler durante ese tiempo. Por fin salió, con aspecto más agitado del que traía al llegar. Al subir al coche 24 http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx caballero dándome las gracias por el otro, y el sacerdote, enfrente de mí, haciéndome una leve caravana. Era la posición más extraña en que me había encontrado en mi vida, y el pensar en ello fue lo que me produjo el acceso de risa que sufrí hace un momento. Parece que había cierta informalidad en su licencia y que el sacerdote se negaba terminantemente a casarlos sin un testigo. Mi aparición en la iglesia evitó al novio tener que echarse a correr por las calles en busca de un padrino. La novia me dio un soberano y pienso usarlo en la cadena de mi reloj, en recuerdo de la ocasión. —Las cosas han tomado un curso inesperado —dije yo—, ¿y entonces qué pasó? Bueno, encontré que mis planes estaban muy seriamente amenazados. Parecía que la pareja se disponía a partir de inmediato y eso exigía medidas rápidas y enérgicas de mi parte. En la puerta de la iglesia, sin embargo, se separaron. Él se dirigió al Temple y ella a su propia casa. —Saldré al parque a las cinco, como de costumbre —dijo ella al separarse de su flamante marido. No oí más. Partieron en diferentes direcciones y yo me marché para hacer mis propios arreglos. —¿Cuáles son? —pregunté. —Un poco de fiambre y un vaso de cerveza —ordenó Sherlock al ver entrar a la sirvienta, haciendo caso omiso de mi pregunta—. He estado tan ocupado que no he tenido tiempo de 25 http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx pensar en comer. Y estaré aún más ocupado esta tarde. Por cierto, doctor, quiero su cooperación. —Encantado de servirle. —¿No le importa faltar a la ley? —No, en lo más mínimo. —¿Ni correr el riesgo de ser arrestado? —No, si es por una buena causa. —¡Oh, la causa es excelente! —Entonces soy el hombre que necesita. —Ya sabía yo que podía contar con usted. —Pero, ¿qué es lo que desea de mí? —Cuando la señora Turner haya traído lo que le pedí, me explicaré con más claridad —dijo. Un momento después entraba nuestra patrona con la frugal comida ordenada por mi amigo y éste se lanzaba hambriento sobre ella—. Tendremos que discutir el asunto mientras como, pues no dispongo de mucho tiempo. Son casi las cinco. Dentro de dos horas tenemos que entrar en acción. La señorita, o más bien la señora Irene, vuelve a las siete de su paseo. Debemos estar en Briony Lodge para recibirla. —¿Y qué haremos entonces? —Usted debe dejar las cosas en mis manos. Ya he arreglado lo que va a ocurrir entonces. Hay un solo punto en el que debo insistir. Usted no debe intervenir, pase lo que pase. ¿Entendido? 26 http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx —¿Debo ser neutral? —No debe hacer absolutamente nada. Probablemente habrá algunos incidentes desagradables. No intervenga en ellos. Los sucesos concluirán en que me conduzcan a la casa. Cuatro o cinco minutos después se abrirá una de las ventanas de la sala. Usted entonces se acercará a esa ventana abierta. —Sí. —Se fijará en mí, pues para entonces estaré al alcance de su vista. —Sí. —Y cuando levante mi mano... así... arrojará a la habitación lo que le voy a dar. Y al mismo tiempo lanzará el grito de: ¡Fuego! ¿Me entiende? —Perfectamente. —No es nada notable —dijo extrayendo de su bolsillo un rollo con la forma de un habano—. Es un ordinario cohete de humo, que estalla por sí solo al chocar contra el suelo. Su misión se concreta a eso. Al dar el grito, atraerá probablemente cierto número de curiosos. Pero usted debe caminar tranquilamente hacia la esquina de la calle y esperarme allí. Yo me reuniré con usted diez minutos después. Espero haberme explicado con claridad. —Sí. Yo debo permanecer neutral, acercarme a la ventana abierta, para observarlo, y arrojar este objeto a una señal suya, 29 http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx —¡Bah! Deben haberlo hecho individuos que no saben buscar. —¿Y cómo va a buscar usted? —Yo no buscaré. —¿Qué hará, entonces? —Haré que ella me muestre dónde está. —Se negará a hacerlo. —No podrá. Pero ya oigo el rumor de las ruedas. Es su carruaje. Ahora cumpla mis órdenes al pie de la letra. Mientras decía eso, las luces de los faroles laterales de un carruaje trazaron la curva de la avenida. Era un carruaje pequeño, que se detuvo a las puertas de Briony Lodge. En el momento en que lo hizo, uno de los hombres que se encontraban en la esquina corrió para abrir la portezuela, con la esperanza de ganarse una moneda, pero fue empujado por otro de los vagabundos, que había echado a correr con la misma intención. Una feroz reyerta se inició con aquel incidente. Los dos hombres que antes habían estado flirteando con las sirvientas, se pusieron a defender a uno de los jovenzuelos, logrando con su intervención solamente hacer más grande el escándalo. El afilador se entrometió también en el asunto y dio el primer golpe, dirigido a uno de los guardias. Un instante después, la dama que había descendido de su carruaje, era el centro de un pequeño nudo de hombres que se lanzaban puñetazos y patadas a diestra y siniestra. Holmes se introdujo en la multitud para proteger a la dama; pero en el momento en 30 http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx que llegaba a su lado, lanzó un grito, cayó al suelo y la sangre empezó a manar abundantemente de su rostro. Al verlo caer, los guardias se echaron a correr en una dirección y los vagabundos en otra, mientras que un grupo de personas mejor vestidas, que habían observado la pelea sin tomar parte en ella, se acercaron para ayudar a la muchacha y para atender al herido. Irene Adler, como la seguiré llamando, había corrido hacia los escalones de su casa, pero al llegar a lo alto de ellos, se detuvo, con su figura excepcional claramente delineada por las luces del vestíbulo, volviendo la mirada hacia la calle. —¿Está mal herido el caballero? —preguntó. —Está muerto —dijeron varias voces. —No, no. Todavía está con vida —gritó alguien—. Pero morirá antes de que pueda ser conducido al hospital. —Es un hombre valiente —dijo una mujer—. Se habrían llevado el bolso de la señorita y su reloj, si no hubiera sido por él. Esos hombres deben formar una pandilla peligrosa. ¡Ah! Ya empieza a respirar. —No lo podemos dejar tirado en la calle. ¿No podríamos meterlo en su casa, señora? —Desde luego. Tráiganlo a la sala. Hay un sofá aquí. Pasen por acá, por favor. Lenta y solemnemente mi amigo fue conducido al interior de Briony Lodge y acostado en la habitación principal, mientras yo observaba todo desde mi puesto, cerca de la ventana. Las lámparas habían sido encendidas, pero los cortinajes no fueron 31 http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx corridos, de tal modo que podía ver claramente a Holmes, tendido en el sofá. Yo no sé si mi amigo es capaz de un sentimiento así, pero sí sé que yo me sentí profundamente avergonzado y arrepentido de la falta que estábamos cometiendo cuando vi a aquella hermosísima criatura, contra quien estábamos conspirando, inclinarse en un gesto lleno de gracia y bondad sobre el anciano lastimado. Pero habría sido la más negra traición a Holmes fallarle en el asunto que me había encomendado. Traté de endurecer mi corazón y saqué de mi chaqueta el cohete de humo. Después de todo, pensé, no le estamos haciendo un daño real. Sólo estamos impidiendo que haga daño a otros. Holmes estaba sentado ahora en el sofá y lo vi moverse como quien necesita desesperadamente una bocanada de aire. Una doncella corrió y abrió la ventana. En el mismo instante lo vi levantar una mano. Era la señal. Arrojé el cohete a la habitación y grité al mismo tiempo: —¡Fuego! La palabra apenas había salido de mi boca, cuando toda la multitud de espectadores —caballeros, mozos, sirvientas y vagabundos— se unieron en un grito general de ¡Fuego, fuego! Gruesas nubes de humo salieron de la habitación por la ventana abierta. Percibí por el rabillo del ojo la carrera de varias personas en el interior de la casa y, un momento después, escuché la voz de Holmes asegurando que era una falsa alarma. Deslizándome por entre la multitud de curiosos y gritones, logré alejarme del lugar y llegué hasta la esquina de la calle. 34 http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx casa. No me decidí a apoderarme de la fotografía de inmediato, porque el cochero había entrado a la sala y me estaba observando fijamente. Me pareció más seguro esperar. La precipitación puede arruinar todo. Nuestra misión está prácticamente terminada. Mañana llamaré al rey, y con usted, si quiere venir, iremos directamente a la casa de nuestra amiguita. Nos llevarán a la sala para esperar, pero lo más probable es que cuando llegue no nos encuentre a nosotros ni a la fotografía. Será una satisfacción para Su Majestad recobrarla con sus propias manos. —¿Y cuándo iremos, dice usted? —A las ocho de la mañana. Aún no se habrá levantado, de tal modo que tendremos el campo libre. Además, debemos apresurarnos, porque este matrimonio puede significar un cambio completo en su vida y en sus hábitos. Debo telegrafiar al rey sin demora. Habíamos llegado a Baker Street y nos habíamos detenido frente a la puerta. Mientras él buscaba las llaves en su bolsillo, pasó alguien diciendo: —Buenas noches, señor Sherlock Holmes. Había varias personas en la calle en ese momento, pero el saludo parecía proceder de un joven delgado que venía en un carruaje abierto, pero que continuó su camino de inmediato. —He oído antes de ahora esa voz —dijo Holmes, siguiendo con la mirada el carruaje, iluminado apenas por la luz del farol callejero—. Pero no sé quién pueda haber sido ese jovencito. 35 http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx III Dormí esa noche en Baker Street y estábamos gozando de nuestra taza de café y nuestras tostadas mañaneras, cuando el rey de Bohemia entró precipitadamente en la habitación. —¿De verdad la ha obtenido? —gritó tomando a Sherlock Holmes de los hombros y mirándolo ansiosamente a la cara. —Todavía no. —Pero, ¿tiene esperanzas? —Sí las tengo. —Entonces, venga. Estoy impaciente por partir. —Necesitaremos un coche. —Tengo mi carruaje afuera, esperando. —Entonces eso simplificará las cosas. Descendimos y partimos de nuevo hacia Briony Lodge. —Irene Adler se ha casado —comentó Holmes. —¡Casado! ¿Cuándo? —Ayer. —Pero, ¿con quién? —Con un abogado inglés apellidado Norton. —Pero... ella no puede amarlo. —Tengo profundas esperanzas de que lo ame. 36 http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx —¿Por qué? —Porque salvaría a Su Majestad de todo temor de futuras molestias. Si la dama ama a su esposo, no ama a Su Majestad. Y si no ama a Su Majestad, no hay razón para que se interponga en los planes de Su Majestad. —Es cierto. Y, sin embargo... bueno, quisiera que hubiera sido de mi clase y posición. ¡Qué reina tan magnífica habría sido! —lanzó un suspiro y se sumió en un malhumorado silencio que no fue interrumpido hasta que llegamos a Serpentine Avenue. La puerta de Briony Lodge estaba abierta y una dama anciana se encontraba en lo alto de los escalones. Nos miró con expresión sardónica, mientras descendíamos del carruaje. —El señor Sherlock Holmes, ¿supongo —dijo. —Yo soy el señor Holmes —contestó mi compañero con expresión interrogadora y asombrada. —Desde luego. Mi señora me aseguró que era muy probable que viniera usted a buscarla. Salió esta mañana con su esposo, en el tren de las 5:15. Partió hacia el continente. —¡Qué! —Sherlock Holmes retrocedió tambaleándose, pálido de ira y de sorpresa—. ¿Quiere decirme que ha salido de Inglaterra? —Sí, para no volver nunca. —¿Y los papeles? —Preguntó el rey con voz ronca—. ¡Todo está perdido!
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