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estandares historia de españa, Exámenes selectividad de Historia de España

estandares resumidos de selectividad de castilla y leon (97)

Tipo: Exámenes selectividad

2018/2019

Subido el 27/03/2019

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andriius__ 🇪🇸

4.6

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¡Descarga estandares historia de españa y más Exámenes selectividad en PDF de Historia de España solo en Docsity! HISTORIA DE ESPAÑA Bloque 1. La Península Ibérica desde los primeros humanos hasta la desaparición de la monarquía Visigoda (711). Bloque 2. La Edad Media: Tres culturas y un mapa político en constante cambio (711-1474). 1.- Explica las diferencias entre la economía y la organización social del Paleolítico y el Neolítico, y las causas del cambio. La península ibérica fue asiento de comunidades humanas desde fechas remotas. La prehistoria se divide en tres etapas: Paleolítico, Epipaleolítico y Neolítico. 1.- PALEOLÍTICO. La etapa más prolongada en la prehistoria fue el Paleolítico, marcada por la sucesión de glaciaciones. El período más trascendental es el Paleolítico Superior (Desde hace unos 40.000-30.000 años hasta hace 9.000 años). Las glaciaciones son periodos se caracterizaban por un clima más frío que el actual con un medioambiente y unos ecosistemas adaptados a esas circunstancias. Por entonces, las condiciones climáticas de la Península Ibérica eran distintas a la actualidad: hacía más frio y las lluvias eran abundantes. En las cimas de las montañas reinaba un clima polar con nieves perpetuas que formaban glaciares más extensos en las latitudes septentrionales (Pirineos, Cordillera Cantábrica) que en las meridionales (Sierra Nevada). Asimismo, grandes herbívoros de clima frío habitaban la zona bisontes, uros, caballos, ciervos, renos, etc. La economía era depredadora, basada en la caza y la recolección, lo que requería como condición necesaria grupos humanos reducidos que pudieran moverse por amplios lugares. En consecuencia, la forma de vida era nómada -había que seguir a la caza- y se realizaban asentamientos estacionales junto a ríos y en cuevas. Es presumible que no existieran, en los propios grupos, diferencias sociales de importancia, ya que su reducido tamaño y la necesidad de cooperación en la caza reforzarían la cohesión interna y la igualdad entre sus miembros. Las únicas divisiones sociales debían estar causadas por las diferencias de género: hombres dedicados a la caza y mujeres a la recolección y cuidado de ancianos y niños. Se trataba, pues, de una economía recolectora-depredadora basada en la caza, la pesca y la recolección como base de la subsistencia. Los yacimientos más importantes del Paleolítico superior aparecieron en la cornisa cantábrica (Morín, Altamira, Tito Bustillo... etc.) y en el área mediterránea (Parpalló, Malletes, L’Arbreda, etcétera. 2.- MESOLÍTICO (9000-5000 a. de C.) Y NEOLITICO (5000-2500 a. de C.). Hacia el año 9000 a. de C., finalizó la última glaciación (Würm) y se inició la fase climática actual. Los hielos permanentes se retiraron hacia el norte y en la Península ibérica, al igual que en todo el Mediterráneo, el clima se volvió más cálido y seco. Este cambio climático dio comienzo al Mesolítico, que se caracterizó por la pervivencia de la economía depredadora del Paleolítico, pero en un escenario de creciente presión demográfica: al desaparecer los grandes herbívoros de clima frío, la forma de vida cazadora resultaba cada vez más difícil para una población en aumento. En el caso de los grupos cazadores la presión demográfica se da cuando el crecimiento de la población obliga a cazar a un ritmo superior al de la capacidad de reproducción de las especies cazadas, por lo que estas tienden a extinguirse. El crecimiento de población y la disminución de la caza obligaron a pasar de una economía depredadora a otra de producción, basada en la agricultura y la domesticación de animales. Este proceso se conoce como “revolución neolítica”. La gran ventaja de la agricultura, respecto a la caza, es que permite producir más cantidad de alimentos por unidad de superficie y, por lo tanto, posibilita mantener a poblaciones más densas y en crecimiento. Sin embargo, tiene también sus inconvenientes: requiere invertir más esfuerzo y tiempo de trabajo que la caza-recolección y proporciona una dieta alimenticia más pobre. Asimismo, se produce un fuerte impacto medioambiental, los ecosistemas forestales desaparecen tras las intensas deforestaciones y roturaciones que exige la nueva actividad económica. En consecuencia, el hombre dejó de ser nómada para convertirse en sedentario, con lo que acabó agrupándose en comunidades, formando poblados. Los grupos fueron adquiriendo una complejidad creciente y la división social del trabajo -jefes, sacerdotes, guerreros, agricultores, pastores- originó diferencias de riqueza y de poder entre sus miembros. La sedentarización favoreció la generación de excedentes de ibéricos; en cambio, los del norte -galaicos, astures, cántabros y vascones- presentaban un nivel más bajo de desarrollo a causa de su aislamiento geográfico. REINO DE TARTESSOS. El reino de Tartesos es el primer estado de la Península ibérica de cuya existencia histórica se tiene noticia; se extendía desde Huelva hasta la región de Cartagena. Las fuentes griegas llamaron Tartesos a un río - probablemente el Guadalquivir-, o a un extenso territorio situado en el sur de la Península y a una ciudad que, si existió, no ha sido localizada. Tartessos (siglo IX a 550 a. de C.), alcanzó una gran prosperidad, como revelan los tesoros allí encontrados (Carambolo, Aliseda). Tartessos estableció relaciones privilegiadas con las colonias fenicias de la Península (como Gadir), razón de su paulatina transformación en un estado o reino, de base urbana y estructura social aristocrática y guerrera cuya influencia económica y comercial se extendió por todo el sureste peninsular. COLONIZACIONES GRIEGAS Y FENICIAS. En este periodo, paralelamente, aparecieron en etapas sucesivas, los fenicios y los griegos, dos pueblos colonizadores procedentes del Mediterráneo Oriental. Los colonizadores fenicios y griegos llegaron a la Península ibérica atraídos por su riqueza de oro, plata y cobre. En primer lugar, los fenicios -pueblo mercantil muy desarrollado procedente del actual Líbano- establecieron enclaves comerciales por todo el sur del Mediterráneo. La colonia más antigua que fundaron en la Península fue Gadir (Cádiz), Más tarde llegaron los griegos por la vertiente septentrional del Mediterráneo (siglos VII a V a. C.). La fundación de Marsella, en el sur de Francia, constituyó el punto de partida para el establecimiento de colonias en la costa catalana, como Emporion (Ampurias). Tanto los griegos como los fenicios fundaron sus colonias con la intención de comerciar con los nativos y, especialmente, con el reino de Tartesos. La colonización fenicia declinó con la caída de Tiro ante los babilonios siendo sustituidos por los cartagineses o púnicos, herederos de los fenicios, que aparecieron en los siglos VII a III a. de C. (Ibiza, Cartago Nova o Cartagena, Baria en Almería...). Todas estas colonizaciones incorporaron el área de la costa mediterránea y del sur peninsular al devenir histórico del mundo Mediterráneo, un mundo orientalizaste. En suma, hacia los siglos V-IV a. de C., la Península prerromana estaba, así, definitivamente formada: dos grandes áreas lingüísticas —ibérica y céltica (o indoeuropea)— y varias subáreas étnico-culturales; etnias, pueblos y comunidades —en total, en torno a tres millones de habitantes— conocidos por fuentes romanas muy posteriores. Por otro lado, con las visitas de sus gentes, Oriente y Europa enriquecieron el proceso de mestizaje iniciado en ese momento y estimularon la divergencia cultural entre la costa y el interior peninsulares, que se prolongará en la historia de España hasta la aparición del ferrocarril en el siglo XIX. 5. Dibuja un mapa esquemático de la Península Ibérica y delimita en él las áreas ibérica y celta. 3. Define el concepto de romanización y describe los medios empleados para llevarla a cabo. Se entiende por romanización el proceso de imposición y/o adaptación de los pueblos hispanos a las estructuras económicas, sociales, políticas y culturales del Imperio romano (218 A. de C. -476 d. de C.). Se trata, pues, de la asimilación, voluntaria o forzada, de la cultura y forma de vida romanas por parte de los pueblos prerromanos peninsulares. El proceso de romanización de Hispania tuvo dos fases: la conquista militar y la integración de los pueblos hispanos en el Imperio romano. Sin embargo, este fenómeno de aculturación no fue homogéneo, sino que fue un proceso discontinuo con resultados desiguales: a) En el área ibérica (sur y levante), más urbanizada y con formas de organización no muy diferentes de las de Roma, no solo fue más fácil la conquista, sino también su inserción en la civilización romana. b) En el centro y oeste la romanización fue tanto más difícil cuanto menor era su grado de urbanización y desarrollo. c) En el norte, la zona más atrasada y la última en conquistarse, la vida urbana era inexistente y los romanos no consiguieron desarrollarla ni imponer del todo su modelo de vida. En cualquier caso, el proceso de romanización se llevó a cabo en todos los rincones del Imperio a través de los mismos cauces: a) La extensión de la vida urbana. En el sur y levante aprovecharon la amplia red de ciudades preexistentes y se limitaron a transformar sus órganos de gobierno autónomos en órganos dependientes de la administración general romana. En cambio, en el resto de la Península se crearon nuevas ciudades, según el modelo romano, para romper las primitivas formas indígenas de organización económica, social y política. b) EI papel del ejército. El ejército fue uno de los más importantes vehículos de difusión de la civilización romana. Se reclutaron tropas auxiliares entre los pueblos indígenas, lo que facilitaba su contacto con los romanos, y, además, al término de su servicio militar, podían obtener el privilegio de la ciudadanía romana y recibir lotes de tierras. A veces, junto a los campamentos de las legiones, se formaron cenaba, núcleos urbanos habitados por mercaderes, soldados licenciados, mujeres e hijos de soldados, etc., que se convirtieron con el tiempo en municipios romanos. Es el caso, por ejemplo, de León, cuyo nombre deriva de regio, ya que allí estuvo asentada la Regio VII Gemina. c) La fundación de colonias. El asentamiento de ciudadanos romanos en colonias de nueva creación o en tierras confiscadas a los indígenas también extendió el modelo de vida romano. En general, se trataba de soldados veteranos, a los que se entregaban tierras en pago por su servicio militar. Mérida (Emérita Augusta), por ejemplo, fue fundada por orden del emperador Augusto para asentar a los veteranos de las guerras cántabras. d) La concesión de la ciudadanía romana a los indígenas. La obtención del título de ciudadano romano suponía gozar de numerosos derechos y privilegios, por lo que se utilizaba su concesión como reclamo para imponer la dominación romana. Fue un proceso progresivo que se inició con la aristocracia indígena, para asegurarse su apoyo y colaboración. Con esta romanización la población indígena asimiló los modos de vida romanos en diversas facetas (lengua, religión, obras públicas, derecho, administración, urbanismo…). La romanización conllevó cambios radicales para la historia peninsular: latinización (expansión del latín y eliminación de las lenguas ibéricas e indoeuropeas, lo que supuso la unificación lingüística de la Península), creación de estructuras político-administrativas (provincias, gobernadores, ciudades, municipios), principios de derecho, red viaria, grandes infraestructuras, toponimia y onomástica nuevas, idea de ciudadanía, nuevo orden social, cultura romana, nuevos sistemas religiosos (incluido, ya muy tardíamente, siglo III de nuestra era, el cristianismo). Las ciudades peninsulares, tras el impulso romano a la urbanización: Itálica, Córdoba, Tarraco, Hispalis (Sevilla), Emérita Augusta, Cesaraugusta (Zaragoza), se configuraron según el modelo de la propia Roma e incorporaron por ello construcciones características de la vida urbana romana: termas y baños, alcantarillado, teatros (Mérida, Itálica, Sagunto), anfiteatros, templos, basílicas, acueductos (Segovia, Mérida), foros, arcos de triunfo (Bara, Medinaceli), circos, murallas (Lugo, Coria). La amplia red viaria de calzadas construida (Vía Augusta, Vía de la Plata...) y las obras de infraestructura complementarias (puentes, como los de Córdoba y Alcántara, puertos) vertebraron la Península; y con el tiempo, diversos ramales y redes interiores tejieron una especie de gran retícula de comunicaciones Inter peninsulares. 6. Representa una línea del tiempo desde 250 a.C. hasta 711 d.C, situando en ella los principales acontecimientos históricos. En la siguiente página tenéis todos los ejes cronológicos de toda la historia de España. Podéis suprimir algunos acontecimientos y dejar los que están en los apuntes. https://globalhistoria.wikispaces.com/Ejes+cronol%C3%B3gicos 228 a. C.: fundación de Cartago Nova (Cartagena) por los cartagineses. 219: toma de Sagunto por Aníbal. 218: desembarco romano en Ampurias (IIª guerra púnica). Conquista romana (197-19). 197: división de Hispania en Ulterior y Citerior. 19: fin de las guerras cántabras y de la conquista romana. 15: reorganización de Hispania en Lusitania, Bética y Citerior. 74 d. de C.: Vespasiano concede la “ciudadanía latina” a los hispanos. 98-117: Trajano, emperador de Roma. 117-138: Adriano, emperador de Roma. 212: Caracalla concede la ciudadanía romana a los hispanos. s. III: cristianización paulatina de Hispania. 379-95: Teodosio I, emperador; el cristianismo religión oficial. 409: penetración de vándalos, alanos y suevos en la Península. 476: desaparición del imperio romano de occidente. 507-711: instalación de los visigodos en Hispania. 568: Toledo, capital del reino visigodo. 574-81: unificación de la Península por Leovigildo. 589: conversión de Recaredo al catolicismo. 710. Batalla de Guadalete. Rodrigo, último rey visigodo 711. Conquista musulmana: Al-Andalus 8. Explica las causas de la invasión musulmana y de su rápida ocupación de la Península. La presencia de los musulmanes en la Península Ibérica se debió a la confluencia de dos procesos simultáneos: la crisis interna de la monarquía visigoda y el movimiento expansivo del islam desde el año 634. La crisis interna de la monarquía visigoda: La monarquía visigoda adolecía de una gran debilidad, tanto por el excesivo poder de la iglesia y la nobleza, como por el carácter electivo de la Corona. En este marco, las intrigas políticas y las rivalidades entre bandos por la sucesión al trono eran, por lo tanto, frecuentes. El rey visigodo Witiza había asociado al trono a su hijo Agila para que le sucediera, pero cuando aquel murió (710), el duque de la Bética, Roderico, encabezó una revuelta y ocupó el trono, lo que desencadenó una nueva guerra civil entre grupos nobiliarios rivales. Fue entonces cuando el bando Witizano solicitó la ayuda de los musulmanes. El movimiento expansivo del islam: Los musulmanes, en su expansión por el norte de África, habían llegado hasta el Atlántico en el año 707. Ante las disputas internas de los visigodos, el gobernador del norte de África, Musa, concibió la posibilidad de extender sus conquistas por la Península ibérica, para lo cual contaba con el apoyo, como ya se ha dicho, del bando visigodo de los witizanos y del gobernador de Ceuta, el conde Julián. En consecuencia, Musa decidió enviar en el año 711 una expedición dirigida por Tariq, quien, con los barcos del gobernador de Ceuta, consiguió trasvasar hasta Gibraltar (Gabal Tariq, 'monte de Tariq') con unos siete mil hombres, en su mayoría bereberes, a los que poco tiempo después seguirían otros cinco mil. El enfrentamiento decisivo se produjo en la batalla de Guadalete (711), donde fue derrotado el ejército de Roderico, y con la muerte de este se hundió la débil monarquía visigoda. En el año 712, Musa cruzó el estrecho con un nuevo ejército y se unió en Toledo a las tropas de Tariq. En poco tiempo (712-714), se consumó la conquista de casi toda la Península en campañas que iban de sur a norte. Fue prácticamente un paseo militar con escasísimas resistencias, ante el desinterés de la mayoría de la población por defender una monarquía con la que no se identificaba. Un factor importante de la rápida expansión de los musulmanes fue su tolerancia y su respeto hacia los cristianos y los judíos, a los que consideraban sus protegidos por ser también gentes del Libro (los musulmanes también aceptan que Dios reveló su voluntad a través de libros sagrados, por lo que judíos y cristianos son gentes del Libro, ya que comparten con ellos el hecho de haber recibido la revelación de Dios y haberla registrado en un libro sagrado). En cuanto a la ocupación de los territorios conquistados, esta se efectuó mediante dos sistemas: a) Rendición incondicional. Los que opusieron resistencia y fueron sometidos por las armas perdieron sus derechos y sus tierras se repartieron entre los conquistadores. b) Rendición pactada o capitulación. A los que se sometieron voluntariamente a los musulmanes se les respetaron sus derechos y sus tierras, a cambio del pago de los tributos correspondientes. Este fue el procedimiento más habitual. 9. Representa una línea del tiempo desde 711 hasta 1474, situando en una fila los principales acontecimientos relativos a Al Ándalus y en otra los relativos a los reinos cristianos. • 711: penetración musulmana en la Península. • 722: victoria de Pelayo en Covadonga. • 756: proclamación del emirato independiente de al-Ándalus. • ss. VIII-X: surgimiento de los reinos de Asturias y Pamplona y de los condados de Aragón, Sobrarbe, Ribagorza y Barcelona. • 910-1230: reino de León. • 929-1031: califato de Córdoba. • 950: aparición de Castilla como condado independiente. • 1031: desaparición del califato de Córdoba: reinos de taifas. • 1035: Sancho el Mayor (Sancho Garcés III de Pamplona) crea los reinos de Castilla y Aragón. • 1085: toma de Toledo por Alfonso VI de León y Castilla. • 1090-1145: “imperio” almorávide. • ss. xi-xiii: grandes avances territoriales de los reinos cristianos peninsulares. • 1118: toma de Zaragoza por Alfonso I de Aragón. • 1137: unión de Aragón y Cataluña: creación de la corona de Aragón. • 1139: independencia de Portugal. • 1147-1212: reunificación de al-Ándalus por los almohades. • 1162-1512: reino independiente de Navarra. • 1188: nacimiento de las cortes de Castilla y León. • 1212: batalla de Las Navas de Tolosa. • 1229 y 1239: Jaume I conquista Baleares y Valencia. • 1230: unión definitiva de Castilla y León. • 1237-1492: reino nazarí de Granada. • 1240-62: Fernando III toma Murcia, Córdoba, Jaén, Sevilla, Jerez, Cádiz y Niebla. • 1282: Aragón ocupa Sicilia. • 1324: ocupación de Cerdeña por Jaume II. • 1369: Enrique II Trastámara, rey de Castilla. • 1390: los almogávares entregan a Aragón los ducados de Atenas y Neopatria. vasallo del rey castellano al que pagará un tributo. Muhammad se convirtió en el primer emir de la dinastía nazarita. El reino nazarita de Granada, tuvo durante los dos siglos y medio de su existencia una vida muy azarosa. A las frecuentes disputas internas había que añadir la permanente amenaza castellana sobre sus fronteras. Sólo en la segunda mitad del s. XIV conoció el reino de Granada una prolongada época de paz. El reino nazarita pudo pervivir hasta 1492, en que fue conquistado por los Reyes Católicos. En suma, esta tendencia disgregadora, resultado de una sociedad étnicamente muy dividida, impidió la consolidación de una estructura estatal musulmana unitaria, lo que debilitó política y militarmente a Al- Andalus frente al avance cristiano desde el Norte. 11. Resume los cambios económicos, sociales y culturales introducidos por los musulmanes en Al Ándalus. Entendemos por Al-Ándalus el territorio peninsular dominado por los musulmanes entre 711-1492. Mientras que en los países europeos en la Alta Edad Media (entre ellos los reinos cristianos de la península) la economía era rudimentaria, rural y de subsistencia, en Al-Andalus se produjo una "economía urbana", basada en el tráfico comercial entre la ciudad y el campo y en el comercio peninsular y extrapeninsular. Esta circunstancia convirtió a Al-Andalus en una de las economías más pujantes del Mediterráneo entre los ss IX-XIV. La base económica siguió siendo la agricultura pero con notables mejoras. Así se perfeccionaron las técnicas del regadío y se generalizó el uso de acequias y norias. Asimismo se introdujeron nuevos cultivos, como el arroz, los agrios, la caña de azúcar, el azafrán o el algodón. La producción agrícola respondía a la demanda de una población urbana, cada vez más sofisticada y cosmopolita, llevando a las ciudades una gran variedad de productos. La industria se localizaba exclusivamente en el ámbito urbano. La gran mayoría de esta industria tenía como materia prima los productos obtenidos del campo: así en las almazaras se obtenía el aceite, en los molinos la harina. Del lino, algodón, etc., se obtenían los hilos que alimentaban una desarrollada industria textil. También existía otro tipo de industrias como la minera: explotación de mercurio de Almadén; la naval: atarazanas de Almería y Tortosa; y la industria de objetos de lujo sobre todo en Córdoba (fabricación de objetos de cristal). El comercio se desarrolló en dos ámbitos complementarios: en primer lugar en el ámbito urbano: la ciudad era el gran pulmón económico donde se producía todo lo necesario para la vida de sus habitantes y donde convergían las redes de los intercambios regionales y de larga distancia. Todos estos productos eran comercializados en los zocos (plaza o conjunto de calles dedicadas al mercado). En segundo lugar en el ámbito exterior: el mundo islámico desempeñó el papel de intermediario entre Europa, África negra y Asia Monzónica. AlAndalus se encontró en un extremo de este circuito comercial, de ahí la aparición de dos importantes rutas: ruta del oro de Sudán, y la ruta hacia Europa, de donde se obtenían esclavos, que después los comerciantes andalusíes exportaban a Oriente. De aquí, Al-Andalus, importaba productos de lujo, especias y esclavos cualificados. Este complejo desarrollo comercial exigía una sólida y abundante moneda que lo respaldara. Para ello se centralizó la acuñación de moneda en Córdoba. Al-Andalus se convirtió en centro distribuidor de oro y plata para toda Europa occidental, metales que utilizaban los países europeos para sus acuñaciones. Esto creó una relación de dependencia monetaria de los países europeos respecto a Al-Andalus. En cuanto a la sociedad andalusí lo más singular fue la variedad de grupos étnico-religiosos que convivieron en un mismo territorio, a veces con grandes tensiones pero mayoritariamente de forma pacífica, hasta el punto de que la convivencia multirracial fue una de las principales características de Al-Andalus. Los principales grupos eran los siguientes: F 0 B 7 Una minoría árabe, que ocupaban los puestos más relevantes de la escala social. F 0 B 7 Los bereberes, grupo racial norteafricano convertido al islamismo. F 0 B 7 Los judíos, que ocupaban profesiones artesanales, comerciales y liberales. Residían principalmente en las ciudades. F 0 B 7 Los eslavos, procedentes del Centro de Europa como esclavos y que acabaron ocupando importantes cargos en la administración y el ejército. F 0 B 7 Los hispanovisigodos, que formaban la mayoría de la población y que tomaron dos posturas distintas: los que se convirtieron al islamismo, conocidos como muladíes; y los que permanecieron en territorio musulmán pero conservando su religión cristiana, conocidos como mozárabes (los musulmanes viviendo en territorio cristiano recibían el nombre de mudéjares). En suma, la estructura socioeconómica andalusí presentaba un fuerte contraste con su entorno europeo por el desarrollo económico y la tolerancia étnico-religioso que se practicaba. En lo que a vida intelectual y cultural se refiere, hablamos de un marco que gozó de enorme prestigio tanto en el mundo islámico como en la Europa medieval cristiana, tomando como modelo y lengua de expresión el árabe al tiempo que se dejaban influir por la culturas persa, hindú y grecorromana. El fenómeno cultural más importante es el de la islamización del pueblo hispanovisigodo y su arabización desde el siglo IX. En el aspecto lingüístico la imposición del árabe permitió a Al-Andalus relacionarse intelectualmente con los centros culturales del Próximo Oriente (Bagdad, Damasco, El Cairo). La relación con Oriente fue un factor fundamental de intercambio y penetración de ideas, libros, costumbres, etc. Así en el ámbito literario destaca la figura de Ibn Hazm quien en su libro “El collar de la Paloma” redacta uno de los mejores tratados sobre el amor de la literatura universal. En cuanto a los estudios filosóficos, aparece, en el siglo XII, la figura de Averroes. También hay que destacar los estudios científicos y técnicos. Así en medicina destacó el judío Maimónides. Este progreso cultural y científico se debió, en parte, a la atmósfera de libertad ideológica que reinó en Al- Andalus durante muchos siglos. Estos libros divulgaron en España y de aquí a Europa la filosofía de la Antigua Grecia. Por otra parte, en sus obras arquitectónicas destacan dos obras arquitectónicas: la mezquita de Córdoba y el Palacio de la Alhambra en Granada. En definitiva, la mayoría de hispanovisigodos aceptaron la civilización musulmana y formaron con sus conquistadores un verdadero Estado con personalidad propia que se convirtió en la vía de transmisión a Occidente de la ciencia griega, de gran parte de la hindú (sistema de numeración) y de la propia aportación del mundo islámico. 12. Describe las grandes etapas y las causas generales que conducen al mapa político de la península Ibérica al final de la Edad Media. Desde la batalla de Covadonga (711) aparece un movimiento de oposición a la presencia islámica y que pretenderá la restauración del reino visigodo de España. A este fenómeno se le denomina Reconquista; esto es, el proceso de ocupación militar de los territorios musulmanes de la península ibérica, siendo el causante del mapa político de la P. Ibérica a lo largo de toda la Edad Media. Así durante los siglos VIII-XV en los reinos hispanos se produce un progresivo avance geográfico hacia el Sur a costa de la incorporación del territorio andalusí y que se hace vertiginoso en el s. XIII. Las fases de esta reconquista son las siguientes: 1º.- Evolución histórica entre los siglos VIII-X. Entre 711 y 725 los musulmanes ocupan toda la península salvo pequeños núcleos cristianos en Asturias y los Pirineos, pero sin que existan fronteras definidas entre ambas religiones ni tampoco entre los distintos núcleos. Estos núcleos son: 1º.- Núcleo asturiano: Formado por astures y por una minoría de hispanovisigodos que eligen como rey Pelayo, quien dirigió la lucha contra los musulmanes en el enfrentamiento de Covadonga. Con Alfonso III se traslada la capital de Oviedo a León, (de ahí el nombre de reino asturleonés), una vez consolidada la orilla derecha del Duero. Sin embargo Castilla, principal frontera con el mundo musulmán, empezó a adquirir fuerza debido al fuerte poder que acumularon sus condes. De esta manera, Castilla se convertirá de hecho en un condado independiente. 2º.- Núcleo pamplonés: Durante los siglos VIII y IX, Pamplona se vio ocupada alternativamente por francos y musulmanes. Expulsados los francos, el rey cristiano Sancho Garcés (905-925) de la familia Arista, expulsó a los musulmanes, afianzando así la pervivencia del reino navarro. 3º.- Núcleo franco: Los francos, a través de la dinastía carolingia, extienden su influencia por los valles pirenaicos, con el fin de evitar las razias musulmanas y asegurar el control de su territorio. Surgen así una serie de condados cuyos condes dependen de la monarquía franca (carolingios): condado de Aragón, Sobrarbe, etc., además de los condados catalanes (Barcelona, Gerona, Ampurias, etc). Algunos investigadores denominan a toda esta zona Marca Hispánica, definido por su condición de territorio fronterizo de los francos. masa de hombres libros, dispuestos a defender sus tierras contra los musulmanes. El resultado fue un predominio de la pequeña y mediana propiedad. Con esta estructura surge un campesinado libre, si bien en periodos posteriores (proceso de señorialización en el siglo XIV) acabarán convirtiéndose en vasallos. La existencia de gran número de hombres libres en los reinos hispánicos ha servido para negar la feudalización del territorio, sin embargo, se olvida con frecuencia que el proceso feudal, como todos los procesos históricos, es lento y que si en el siglo IX son numerosos los libres, en los siglos X y XI disminuyen y en muchos casos al perder sus propiedades por venta o donación pierden, con ellas, la libertad personal. 2ª.-Concejil. Durante el siglo XII se repoblaron muchos núcleos urbanos, denominados concejos, en toda la península, bien de nueva planta, bien por ocupación a los musulmanes. (Concejo= ciudad amurallada con una importante extensión de tierras denominados alfoces. También se denominan Comunidades de Villa y Tierra), durante la segunda mitad del siglo XI y primera del XII. Surgen los grandes concejos preferentemente entre los ríos Duero y Tajo (concejos de Salamanca, Ávila, Segovia, Cuellar, etc.), y en el valle del Ebro (concejos de Zaragoza, Daroca, Alcañiz, etc.). Los monarcas concedieron amplios fueros (conjunto de normas que regulaban todos los aspectos de la vida municipal) a los repobladores que se concentraron en estos amplios términos municipales. A estas ciudades acuden hombres libres, nobles (sobre todo caballeros), etc. A cambio los concejos se comprometen a armar milicias concejiles para el ejército del Rey. Al lado de la repoblación de las ciudades se produjo una repoblación aldeana, con núcleos compuestos de unos diez vecinos. A los nuevos pobladores asentados en el alfoz se les concedía un solar y tierras de cultivo que al cabo de unos años pasaba a ser de su propiedad; asimismo, podían disfrutar de tierras y bienes comunales. La estructura de la propiedad resultante se caracterizaba por el predominio de la propiedad mediana libre y la abundancia de tierras comunales. En el ámbito social aparece una realidad urbana compleja donde la burguesía adquiere una gran relevancia. 3ª.-De las Ordenes Militares (mediados del siglo XII -principios del s. XIII), que actuaron en la cuenca del Guadiana medio, y en la de los ríos Guadalope (afluente del Ebro) y Guadalaviar o Turia. Las Ordenes Militares eran una especie de hermandades de caballeros-monjes cuya misión era combatir a los musulmanes. En este periodo la repoblación de los territorios conquistados es encomendada a las órdenes militares Las más conocidas fueron la de Calatrava en Castilla, la de Alcántara y Santiago en León y la de Montesa en la Corona de Aragón. Se formaron grandes latifundios propiedad de estas Órdenes, donde tuvieron a su cargo numerosos campesinos vasallos. La propiedad, por tanto, fue a parar a manos de la alta nobleza, desapareciendo los campesinos libres. Las estructuras de la propiedad fueron, entonces, los latifundios, dedicados a la explotación ganadera, solución más idónea para una zona rica en espacio y, a la vez, escasa en mano de obra 4ª.-Nobilaria (s. XIII). Se repuebla Andalucía, Extremadura, Murcia y una parte de Valencia. La repoblación continúa el sistema de los grandes latifundios, surgiendo las grandes posesiones nobiliarias tanto laicas como eclesiásticas. Las nuevas tierras conquistadas se dividían mediante el sistema de repartimientos, lo que significa que las tierras e inmuebles arrebatados a los musulmanes fueron entregados por los reyes a quienes participaron en la conquista. Se configuró así un tipo de propiedad de grandes terratenientes y medianos propietarios de tierra cuyo tamaño y valor estaban en función del rango social de quien los recibía. La estructura de la propiedad fue similar a la fase anterior. En la tercera y cuarta fase aparecen las relaciones de dependencia personal (vasallaje) típicas del modelo social feudal. En definitiva, con la repoblación se establecen las bases de la estructura de la propiedad de la tierra que ha predominado en España hasta nuestros días. Asimismo, desde el punto de vista socioeconómico resulta fundamental el triunfo del sistema feudal como modo de producción y como modelo de estructuras jurídico-políticas (vasallaje) y la reaparición de la ciudad como centro industrial-comercial. 13. Explica el origen de las Cortes en los reinos cristianos y sus principales funciones. La España cristiana medieval era un mosaico de núcleos políticos diversos e independientes donde, a partir del s. XIII, fueron destacando Castilla, Aragón y Navarra. Todos estos reinos se fueron organizando paulatinamente bajo la estructura feudal, a partir del momento en que la nobleza y el clero acapararon, en sus señoríos, una importante parte del poder político que correspondía a los monarcas (administración, justicia, etc.). Las relaciones políticas van a convertirse ahora en vínculos personales; dentro de una pirámide feudal de poder. Desde la base (siervos) hasta la cumbre (Rey), el poder asciende o desciende a través de una relación personal que se llama vasallaje. Toda esta estructura, que dejaba pocos poderes al monarca, presuponía que cada reino quedaba convertido en un mosaico de jurisdicciones y distintas justicias. El rey sólo conservó la capacidad de administrar justicia entre los nobles y ciertos derechos exclusivos como la acuñación de moneda y otros. Las distintas jurisdicciones que podían aparecer en un reino son las siguientes: a) Tierras de realengo: gestionadas y administradas directamente por el Rey. b) Tierras de propiedad eclesiástica: gestionadas por la nobleza eclesiástica. c) Tierras de solariego: gestionadas por la nobleza laica. d) Municipios: podían pertenecer a cualquiera de los tres tipos anteriores, pero otras veces los reyes o nobles, a través de los fueros, les concedían el privilegio de autogobernarse lo que les confería el derecho a tener una administración y una justicia independientes. Casi todos los cargos del gobierno municipal acabaron en manos de la alta burguesía. A nivel de la administración real el organismo más importante era la Curia Real, consejo integrado por magnates del clero y la nobleza cuyo cometido era asesorar al rey. Desde 1188 en León y durante el siglo XIII en el resto de los reinos, los monarcas convocaron también a los burgueses a la Curia, en representación de las ciudades: así nacieron las Cortes. Convirtiéndose, consecuentemente, en la única institución con carácter nacional. Existían Cortes en Castilla y en Aragón. Aquí existía una por cada nación, ya que la monarquía aragonesa era pactista (pacto entre las diversas nacionalidades). Así frente a la monarquía castellana que aparece como unitaria, la Corona de Aragón aparece como una "federación" de varios Estados: Cataluña- Mallorca, Aragón y Valencia, con un mismo monarca, pero conservando su personalidad. Las Cortes medievales eran convocadas por el rey y reproducían la estructura estamental de la sociedad, ya que estaban compuestas de tres brazos -en representación de la nobleza, el clero y las ciudades- que deliberaban por separado; en las Cortes de Aragón los brazos eran cuatro, pues la nobleza contaba con uno de ricos hombres y otro de caballeros. Aunque existían diferencias entre unos reinos y otros, las funciones de las Cortes eran esencialmente dos: a) Atender las consultas del rey en asuntos de especial importancia. b) Sobre todo, votar impuestos de carácter extraordinario, lo que era frecuente debido a la insuficiencia de los ingresos fiscales ordinarios para atender los gastos crecientes de la monarquía. El valor de las Cortes fue desigual según los distintos reinos ibéricos: En Castilla no tenían poder legislativo vinculante. Por lo que, poco a poco, nobles y clérigos dejaron de asistir porque ellos estaban exentos del pago de cualquier impuesto que se aprobara. En la Corona de Aragón, las Cortes tuvieron un verdadero poder legislativo por lo que se convirtieron en un organismo de gobierno con mayor fuerza y personalidad. Cada reino de la Corona de Aragón (Aragón, Valencia y Cataluña) tenía sus propias Cortes. En los reinos de la Corona de Aragón, para vigilar el cumplimiento de lo aprobado en las Cortes, se creó una Diputación del General (Generalitat en Cataluña) que reunía a un pequeño grupo de los representantes en Cortes con el fin de velar por el cumplimiento de las leyes. En Navarra las Cortes nacieron tardíamente pero tuvieron gran vitalidad en los siglos XIV y XV. Como la Corona de Aragón las Cortes navarras tenían poder vinculante. Por consiguiente, ni la composición ni las funciones de estas Cortes primitivas son equiparables con las de las Cortes o Parlamentos actuales: ni eran representativas de la voluntad general del reino, ni tenían poder legislativo, ni disponían de instrumentos legales para controlar el poder del monarca. Más bien al contrario, cumplían con las dos obligaciones básicas del vasallo hacia su señor: asistirle con el consejo y prestarle ayuda, en este caso de tipo económico. 14. Compara la organización política de la Corona de Castilla, la Corona de Aragón y el Reino de Navarra al final de la Edad Media. tierra, de modo que le proporcionases dinero o productos que pudiera comercializar. A partir del s. XIII se desarrollaron los señoríos jurisdiccionales. Estas jurisdicciones eran una serie de funciones públicas y derechos (ejemplo: derecho a hacer justicia, a cobrar los impuestos, a establecer una serie de monopolios del señor, etc.) que la monarquía concedía a los nobles feudales (laicos o eclesiásticos) sobre los habitantes de los señoríos que ostentaban. De esta manera, los pobladores de un señorío se convertían en vasallos del señor, quien asumía, entonces, las funciones propias del rey. Esto suponía en el plano político que la autoridad efectiva del rey quedaba limitada por el poder de la nobleza y el clero, titulares de los señoríos. Junto a la estructura feudal del campo, apareció, a partir del s. XI las ciudades (burgos), aunque no fue hasta el siglo XIII cuando empezaron a desarrollarse plenamente. Muchos de estos burgos o municipios obtuvieron fueros del monarca lo que permitió que escaparan al señorío jurisdiccional de los nobles. Los gobiernos municipales quedaron, entonces, en manos de la burguesía urbana. La entrada de representantes de las ciudades en la Curia Real provocó la creación de una nueva institución: las Cortes. La división social en el Medievo cristiano se basaba en una división tripartita, definida por la función esencial que cada grupo o estamento desempeñaba para el conjunto de la comunidad: el clero (oradores), encargado de velar por la salvación de las almas; la nobleza (defensores), cuyo cometido era la defensa de la comunidad; y el estado llano (labradores), al que correspondía trabajar para el mantenimiento de todos. Este reparto de funciones se justificaba como plasmación en este mundo de la voluntad divina de armonía social: 1º.- LA NOBLEZA: Disfrutó de un mismo estatuto legal privilegiado que la eximía de pagar impuestos y gozaba de privilegios jurídicos, como disponer de tribunales. Por su distinta riqueza se distinguían una alta nobleza o ricos- hombres, en Castilla, y, barones en la Corona de Aragón y Navarra. La baja nobleza estaba formada por caballeros o infanzones (hidalgos). La alta nobleza terminó por controlar amplios dominios territoriales, en los que, además de las rentas que percibían, gozaban de poder jurisdiccional. Dichos señoríos pervivieron hasta el siglo XIX, en que fueron suprimidos. 2º.- EL CLERO: Acaparaba una gran parte de la riqueza territorial, del fisco (a través del diezmo) y de los señoríos jurisdiccionales. Además tenía los mismos privilegios que la nobleza. Había un clero secular (obispos, sacerdotes, arzobispos, etc.) y clero regular (monjes), que era el que vivía sometido a una regla monástica. Socialmente se distinguía el alto clero, generalmente reclutado en las filas de la nobleza, y el bajo clero, más próximo al pueblo. 3º.- LOS CAMPESINOS: Representaban entre el 80 y el 90 % de la población de los reinos cristianos. En principio se diferenciaban por su distinta relación con la tierra en: pequeños propietarios libres, colonos y siervos, pero a medida que se impusieron los señoríos jurisdiccionales terminaban todos adscritos a la gleba. En diversas ocasiones hubo revueltas campesinas. Las más importantes fueron las de los “payeses de remensa”, que afectó a las tierras de Cataluña; y las revueltas irmandiñas, en Galicia. 4º.- LA BURGUESÍA: Es el nombre genérico con que se conoce a la clase social que apareció en las ciudades y cuya característica fundamental era su libertad frente a la jurisdicción señorial. En Castilla tuvo poca importancia porque las ciudades, en su mayoría, eran agrícolas-ganaderas. En Cataluña, por el contrario, apareció una numerosa burguesía formada por comerciantes y artesanos. También en este grupo se distinguieron dos grupos claramente diferenciados: el patriciado, grupo dirigente; y los modestos artesanos y pequeños mercaderes, es decir, el “común”. 5º.- MINORÍAS MARGINADAS: En los núcleos políticos de la España medieval vivían también otros grupos de población: los judíos y los mudéjares, a los que hay que sumar los conversos de origen musulmán (moriscos) y sobre todo judío (judioconversos). Bloque 3. La formación de la Monarquía Hispánica y su expansión mundial (1474-1700). Bloque 4. España en la órbita francesa: el reformismo de los primeros Borbones (1700-1788). 2º.- La expulsión de los judíos: En la sociedad española de fines del siglo XV existían grupos marginados: judíos y musulmanes. Estos grupos planteaban al nuevo Estado un problema pues la convivencia de tres religiones, unido a la existencia de lenguas, tradiciones, legislaciones diferentes hacían difícil la convivencia en un nuevo Estado que necesitaba nexos de unión. Ambos monarcas decidieron que la unidad religiosa era necesaria y actuaron duramente contra las dos minorías religiosas. La religión contribuyó a hacer de la fe cristiana el elemento común y definidor de la “esencia” última de la Península (con exclusión, por ello, de judíos y musulmanes). Así, en 1478, obtuvieron del Papado el permiso para el establecimiento de la Inquisición con el fin de perseguir a los supuestos "falsos conversos" y, a finales de abril de 1492, los Reyes Católicos decretaron la expulsión de sus reinos de todos aquellos judíos que no se bautizaran. La Inquisición sería un instrumento de control político de la monarquía, con jurisdicción, además, sobre ambas coronas, por encima de los distintos ordenamientos de estas. La Inquisición o Tribunal del Santo Oficio se convirtió, entonces, en un sistema de información y represión que permitió silenciar las voces contrarias a los intereses de la monarquía. La intolerancia se abatió pronto sobre España y acabó definitivamente con el mestizaje surgido en los siete siglos de vida en común. La expulsión de los judíos supuso una gran pérdida, además de cuantitativa, cualitativa, pues se trataba de un grupo laborioso que desempeñaba actividades económicas de gran utilidad (comerciantes, prestamistas, etc.). Además se generó entre la población una actitud de rechazo hacia las actividades comerciales (mentalidad antiburguesa). 3º.- El descubrimiento de América: Por último el gran acontecimiento de 1492 fue, sin duda, el descubrimiento de América. Con la desaparición del Imperio Bizantino, al ser conquistada Constantinopla por los turcos en 1453, y la aparición del imperio Otomano se incrementan las dificultades para llegar a Asia por el Mediterráneo, lo que obliga a los europeos a buscar rutas alternativas para conseguir los productos de las Indias: especias y metales preciosos. En este contexto, las rutas atlánticas exploradas por castellanos y portugueses adquieren una nueva dimensión. El objetivo de portugueses y castellanos era encontrar nuevas rutas para acceder a los centros de producción orientales de forma directa, eludiendo al amenazante Imperio Otomano. De esta manera la expansión española por el Atlántico se convierte en eje fundamental de la política exterior de los RRCC. El desarrollo de los acontecimientos fue el siguiente: Cristóbal Colón pretendía llegar a la India por la ruta inexplorada del oeste (pensaba que la distancia era más corta de lo que es en realidad). Rechazado su proyecto por varios países europeos fue aceptado por los RRCC, alcanzando un acuerdo con Colón que se plasmó en las Capitulaciones de Santa Fe, donde Colón obtuvo una serie de concesiones. Así el 12 de octubre de 1492 se descubrió América. Colon realizó en total cuatro viajes a Las Indias sin saber que, en realidad, había llegado a un nuevo continente. Para acabar con la rivalidad entre Castilla y Portugal por el control del Atlántico se establecieron varios tratados entre ambas monarquías que consiguieron resolver los conflictos relativos a los límites de su expansión. El más importante fue el Tratado de Tordesillas que establecía una línea de separación entre las dos grandes potencias y que reservaba para Portugal la ruta que bordea África y una pequeña área en América que se convertiría en el futuro Brasil, para Castilla quedaba el resto de América. 3. Compara los imperios territoriales de Carlos I y el de Felipe II, y explica los diferentes problemas que acarrearon. A la muerte de Fernando el Católico ocupó el trono de la monarquía hispana Carlos I de España y V de Alemania. Heredó por parte de Maximiliano de Austria los territorios patrimoniales de Austria, pertenecientes al Sacro Imperio Romano Germánico; por parte de María de Borgoña los Países Bajos y el Franco Condado; por parte de Isabel la Católica la Corona de Castilla con Navarra y América y por parte de Fernando el Católico, la Corona de Aragón y los territorios italianos. Carlos I: El Imperio Universal (1517-1556): La múltiple herencia de Carlos I pareció concentrar en este monarca, elegido Emperador en 1519, el ideal medieval del imperio: restaurar la Monarquía Universal o Universitas Christiana. Se conoce con este nombre al ideal del emperador Carlos V, que pretendía la unidad religiosa en Europa y la defensa del cristianismo frente a las amenazas de protestantes y el Imperio Turco. Es la idea de toda una Europa unida bajo la fe cristiana, en la dualidad Papa-Emperador. A ello se le opondrían los príncipes alemanes y todas las naciones europeas que no admitían la vieja unidad y menos en un momento en que surgen los "Estados nacionales" en Europa. A todo ello viene a sumarse un nuevo problema: la aparición de protestantismo que proporcionará la base ideológica para el enfrentamiento entre Carlos I y los príncipes alemanes. Esta compleja trama se desarrolla en tres etapas: 1ª.- Carlos I obtuvo grandes victorias en Italia frente a Francia y al Papado (Pavía 1525) que le permitieron ocupar el Milanesado. 2ª.- Tuvo que enfrentarse contra la alianza formada por Francia y los príncipes alemanes luteranos (asociados en la Liga de Smalkalda). 3ª.- Intenta solucionar el problema alemán en sus dos aspectos: militar y religioso. En el primero logrando la derrota de la Liga de Smalkalda en la batalla de Mülhberg (1547). El segundo, logrando convocar el Concilio de Trento en un claro intento de reconciliar a la Iglesia católica con los reformados. Pero no fueron soluciones definitivas en ninguno de los dos campos. En el religioso, porque ambas posturas se radicalizaron. En el militar, porque Francia acudió en auxilio de los príncipes luteranos. Al final de su reinado, Carlos I tuvo que reconocer el fracaso de su idea imperial firmando el Acuerdo de Augsburgo (1555) donde se reconocía la potestad de cada príncipe para elegir su propia religión. Supone, por tanto, la consagración jurídica de la escisión religiosa. Carlos I finalmente abdicó en su hijo, Felipe II. Felipe II: El Imperio hispano. Frente a la idea del Imperio Universal de Carlos I, la época de Felipe II será la del período de hegemonía española (el Imperio hispano). Felipe II aspira a entregar a España el dominio sobre Europa. Sin embargo, todos los países de Europa lucharán para impedir el dominio español. La política exterior de Felipe II se desarrolla en las siguientes etapas: 1ª.- Control de Francia, al obtener los ejércitos españoles la victoria de San Quintín (1557). Esta victoria convierte a Felipe II en el árbitro de la política francesa hasta finales de siglo. 2ª.- Choque contra el Imperio turco-otomano en el Mediterráneo: El poderío de los turcos era cada vez mayor. Esta amenaza provocó la reacción cristiana con la formación de la Liga Santa formada por España, Venecia y el Papado y dirigida por Felipe II. Esta liga tuvo un éxito con la victoria de Lepanto (1571), asestando un fuerte golpe a la supremacía turca en el Mediterráneo. 3ª.- La cuestión de los Países Bajos: Heredados de la casa de Borgoña, los Países Bajos no aceptaban el dominio de un rey extranjero, que se muestra ferviente católico en unos territorios cuya parte norte (Holanda) ha aceptado unánimemente el calvinismo. Además, en esta zona se produce el enfrentamiento entre una mentalidad centralista-absolutista, representada por Felipe II, y otra parlamentaria, defendida por Holanda. La sublevación comienza en 1566, y aunque los tercios españoles obtuvieron éxitos militares importantes, no lograron dominar la resistencia holandesa que contó con el apoyo británico y de los reformados alemanes. 4ª.- Incorporación de Portugal (1580): Felipe II hereda el reino de Portugal a la muerte del rey portugués enarbolando sus derechos dinásticos (su madre pertenecía a la familia real portuguesa). En 1581 las Cortes de Tomar reconocen soberano a Felipe II, que jura respetar todas las libertades portuguesas. Con esta incorporación une, también, a su corona todo el imperio colonial portugués con sus bases en América (Brasil), África y Asia. 5ª.- Enfrentamiento hispano-británico: Al llegar al trono Isabel I, Inglaterra inicia su política de expansión por el Atlántico, creando una poderosa marina, fomentando la piratería contra las naves españolas que vienen de América y apoyando la rebelión de los Países Bajos, para impedir un poder hegemónico en el continente. Felipe II mandará la Armada Invencible contra Inglaterra sufriendo un estrepitoso desastre (1588). Durante los últimos años del reinado de Felipe II la guerra se generalizó y el rey se vio envuelto en un triple enfrentamiento: en Francia que reinicia su política tradicional antiespañola; con los Países Bajos y contra Inglaterra. Estos tres países firmaron el Tratado de Greenwich. Felipe II mantuvo, con grandes dificultades, la supremacía de España, pero ahora el imperio pasaba a la defensiva. 4. Analiza la política respecto a América en el siglo XVI y sus consecuencias para España, Europa y la población americana. Durante el reinado de Carlos I se procedió a la exploración y colonización sistemática del continente americano. Entre las numerosas campañas que se emprendieron destacaron por su importancia las conquistas de los dos grandes imperios del Nuevo Mundo: el imperio azteca de México, conquistado por Hernán Cortés (entre 1519 y 1521), y el Imperio inca de F 0 B 7 1513: descubrimiento del océano Pacífico. F 0 B 7 1517-56: reinado de Carlos I Habsburgo (Carlos V tras su elección como emperador). F 0 B 7 1521: conquista de México por Hernán Cortés. F 0 B 7 1521-38: guerras con Francia en Italia. F 0 B 7 1522: viaje de circunvalación de la tierra (Magallanes-Elcano). F 0 B 7 1533: conquista de Perú por Pizarro. F 0 B 7 1535: virreinato de Nueva España. F 0 B 7 1556-98: reinado de Felipe II. F 0 B 7 1566: rebelión antiespañola en Flandes (hasta 1648). F 0 B 7 1571: batalla de Lepanto. F 0 B 7 1580: unión con Portugal (hasta 1640). F 0 B 7 1588: desastre de la Armada Invencible. F 0 B 7 1598-1621: reinado de Felipe III; “valimiento” (gobierno) del duque de Lerma. F 0 B 7 1609-21: tregua de los Doce Años en los Países Bajos. F 0 B 7 1618-48: guerra de los Treinta Años en Europa. F 0 B 7 1621-65: reinado de Felipe IV; “valimiento” del conde-duque de Olivares (1621-43). F 0 B 7 1626: Olivares proyecta la unión de armas. F 0 B 7 1631-59: guerra entre Francia y España por la hegemonía europea. F 0 B 7 1640: rebeliones de Portugal y Cataluña. F 0 B 7 1643: derrota de los tercios españoles en Rocroi. F 0 B 7 1648 y 1659: tratados de Westfalia y Pirineos: fin de la hegemonía española. F 0 B 7 1665-1700: reinado de Carlos II. Fin de la España de los Austria. 6. Analiza las causas de la guerra de los Treinta Años, y sus consecuencias para la monarquía hispánica y para Europa. Durante el reinado de Felipe IV (1621-1665), su valido el Conde-Duque de Olivares reorientó su política interior y exterior hacia una implicación mucho mayor en los asuntos europeos. Olivares llegó al poder con un verdadero proyecto político: el reforzamiento y renovación de la hegemonía española para lo cual era necesario una intervención decidida en los asuntos europeos. El Conde-Duque de Olivares puso a prueba su nueva política en la guerra de los Treinta Años (1618-1648), el gran conflicto que, iniciado como un conflicto exclusivamente alemán, entre protestantes y católicos liderados por el emperador Fernando II, católico intransigente de la dinastía de los Habsburgo en Austria, derivó en una guerra religión entre católicos (agrupados en la Liga Católica) y protestantes (agrupados en la Unión Evangélica) y acabó convirtiéndose en una guerra general cuando intervienen España, los Países Bajos, Dinamarca, Suecia y Francia, que a pesar de ser una monarquía católica no tuvo escrúpulos en aliarse con los protestantes alemanes y holandeses. La Guerra de los Treinta Años que empezó siendo un conflicto religioso, termina siendo una lucha por la hegemonía europea, que hasta ahora habían ostentando los Habsburgo. Confluyen en ella las tensiones existentes entre las naciones católicas y las reformadas, entre los príncipes alemanes y el emperador (recuérdese que era un Habsburgo y, por tanto, católico), entre los Habsburgo y la dinastía francesa regida por los Borbones. En realidad, durante la Guerra de los Treinta Años se enfrentaron dos concepciones de Europa. Los Habsburgo de España y Alemania representaban una visión tradicional. Querían imponer la reforma católica y la validez de la idea imperial: Europa unida por una fe y bajo un emperador. Frente a esta visión, los países protestantes del Norte y la católica Francia, principalmente querían un ordenamiento nuevo, basado en las ideas renacentistas: individualismo, racionalismo y triunfo de un incipiente nacionalismo. Es decir, Europa dividida en una serie de Estados soberanos que fueran independientes entre sí. Ambas concepciones eran irreconciliables. El Conde-Duque de Olivares no pretendía una política de conquistas y agresiones, pero sí deseaba que se reconociera el papel preponderante de la Monarquía española en el conjunto europeo. Los inicios de la guerra fueron favorables a las tropas católicas hispano- austriacas (Breda). Pero pronto la situación interna de la monarquía española se agravó, no ya sólo en lo demográfico y económico, sino también en lo político con una serie de revueltas internas ocasionadas por el Decreto de Unión de Armas (Cataluña, Portugal, etc.). Así, en poco tiempo las tropas protestantes pasaron a la ofensiva. Además la Francia del cardenal Richelieu se alió con los protestantes y terminó derrotando a las tropas españolas en la batalla de las Dunas y en Rocroi. La guerra de los Treinta Años acabó finalmente con la Paz de Westfalia (1648), que tuvo para España dos consecuencias importantes: 1. El reconocimiento de la independencia definitiva de las Provincias Unidas (Holanda), aunque los Países Bajos católicos siguieron bajo la dominación de la monarquía española. 2. La pérdida de la hegemonía en Europa. En su lugar Francia se erigió como la nueva potencia europea. España continuó la guerra en solitario contra Francia hasta la Paz de los Pirineos (1659), que confirmó el declive de la monarquía hispánica y supuso la cesión a Francia del Rosellón y la Cerdaña y que las mercancías francesas tuvieran paso libre en nuestro territorio. En conclusión, en Westfalia termina la contienda nacida en el siglo anterior con la Reforma luterana. Los protestantes adquieren definitivamente, en sus estados, completa soberanía. El ideal de Carlos I de una Cristiandad unida ha muerto. Nace la Europa moderna, conjunto de naciones en que predominan las del norte, y que están unidas por el común acatamiento a valores nuevos: laicización del pensamiento, confianza en la razón y en la ciencia, en lo que se llamará en el siglo siguiente el progreso y la civilización. En los asuntos internos el reinado de Felipe IV dejó arruinado al país en un estado de agotamiento económico y postración. 7. Compara y comenta las rebeliones de Cataluña y Portugal de 1640. El Estado creado por los Reyes Católicos era una federación de reinos que sólo tenían en común los mismos monarcas. A partir de esta base aparecieron dos concepciones diferentes: la de los que quisieron establecer una monarquía autoritaria y centralista (Castilla) y la otra tendencia era la de los que querían mantener la monarquía no absolutista, pactista y federal. Su mayor fuerza estaba en los reinos de la periferia (Aragón, Portugal, etc). Pues bien, a lo largo del siglo XVII se produjeron varios choques muy violentos entre ambas concepciones y que alcanzó su punto culminante en la crisis de 1640. Desde Carlos I Castilla se había convertido en el sostén de la monarquía y en la principal fuente financiera de su política exterior. Sin embargo, desde 1600, Castilla estaba pasando por una grave crisis demográfica y económica. Por su parte la Corona de Aragón y Portugal habían permanecido muy apartados de la política imperial y habían conservado sus fueros y su autonomía (fundamentalmente sus Cortes). Para acabar con la situación de crisis, el conde duque de Olivares intentó una serie de reformas cuyo objetivo era distribuir los gastos del Imperio entre todos los reinos. Para ello creó el Decreto de Unión de Armas). Se trataba de distribuir los costes del ejército entre los diversos reinos de acuerdo con sus posibilidades respectivas en cuanto a número de hombres y riqueza. Pero la Unión de Armas chocaba con la fórmula institucional y política establecida por los Reyes Católicos (Unión dinástica), que aseguraba la autonomía de los distintos reinos. Para evitar este inconveniente Conde-Duque intentó impulsar un cambio profundo en las estructuras de la monarquía que permitiera construir un país unido y compacto (unitario y centralista). Esta pretensión chocó con la oposición de los reinos periféricos, para quienes los fueron representaban su libertad. En Cataluña el Conde-Duque expuso su proyecto en las Cortes de Barcelona de 1626 y 1632, ante la negativa catalana, el conde-duque decidió llevar la guerra contra Francia (guerra de los Treinta Años). Olivares desplazó el frente de batalla contra Francia a Cataluña, con la esperanza de que ésta, sintiéndose amenazada por el vecino del norte, acabara integrándose en los proyectos de la monarquía. Sin embargo, el resultado no fue el esperado: los continuos abusos de las tropas reales despertaron la ira de los campesinos hasta provocar una sublevación general del Principado en 1640. La revuelta catalana de 1640 recibe también el nombre de guerra de los Segadores, pues fue un grupo de estos, con su irrupción en Barcelona y el asesinato del a. Las alteraciones monetarias como la acuñación de las monedas de vellón de cobre puro (sin contenido en plata). Así se reducía su contenido metálico, pero se aumentaba su valor legal. La Hacienda se beneficiaba de la diferencia entre el valor legal de la moneda y el valor (muy inferior) de su contenido metálico. Esto produjo una inflación galopante que desorganizó toda la economía del país. b. El aumento de impuestos tradicionales y la creación de nuevos impuestos, lo que desincentivaba la inversión en sectores productivos. c. La venta de cargos públicos, en especial los municipales; o la venta de títulos nobiliarios (que eran adquiridos por burgueses que, en el momento de convertirse en nobles, dejaban de pagar impuestos. Todos estos recursos solo sirvieron para poder afrontar las necesidades inmediatas de la Corona, sobre todo los gastos militares y el pago de los crecientes intereses a sus acreedores, pero no fueron suficientes para atajar el progresivo endeudamiento de la Hacienda Real. En suma, la crisis económica que se produjo en el s. XVII supone el traslado del centro de gravedad económica desde el centro (Castilla) a la periferia. Castilla quedó agotada en su mantenimiento del Imperio. 9. Explica las causas de la Guerra de Sucesión Española y la composición de los bandos en conflicto. Tras las paces de Westfalia (1648) y de los Pirineos (1659), España había perdido su hegemonía en Europa, pero en el reinado de Carlos II (1665-1700) se convirtió en la víctima favorita de las potencias europeas, en especial de la poderosa y emergente Francia. Además, cuando Felipe IV murió Carlos II era un débil niño de apenas cuatro años de edad. A lo largo de su reinado Carlos II se casó dos veces, pero no obtuvo descendencia con ninguna de ellas. Al finalizar el siglo nadie dudaba de la necesidad de elegir un sucesor para el trono español y se fueron perfilando dos candidatos posibles: 1. El archiduque Carlos de Austria, de la línea austriaca de la Casa de Habsburgo. 2. Felipe de Anjou, de la Casa de Borbón y nieto del rey francés Luis XIV. A pesar de sus problemas económicos, sociales, administrativos y estructurales, la Corona española era apetitosa para el resto de potencias, sobre todo para Francia y Austria, que no dejaron de intrigar en las cortes para intentar imponer sus candidatos al trono. La Corte española se convirtió en un auténtico hervidero de intrigas y luchas por el poder entre facciones rivales. Carlos II, poco antes de su fallecimiento, nombró como heredero a Felipe de Anjou con la intención de asegurar la monarquía española con el apoyo de Francia (cuya hegemonía en Europa era indiscutible) y evitar así su desmembración territorial. Sin embargo, el peligro de unión de las dos Coronas, española y francesa, llevó al resto de potencias a crear en 1701, la Gran Alianza de la Haya. Inglaterra y el Imperio Austriaco declararon la guerra a Francia y a la Monarquía española de Felipe V, provocando la Guerra de Sucesión española. Esta guerra fue al mismo tiempo una contienda europea y una guerra civil española: 1. Como guerra europea se enfrentaron el bando francoespañol y la Gran Alianza antiborbónica (Inglaterra, Austria, Holanda y otros). 2. Como guerra civil española, se puede afirmar que la Corona de Aragón (Aragón, Cataluña y Valencia) fue mayoritariamente partidaria del candidato austriaco, mientras que la Corona de Castilla apoyó a Felipe V. Todos los bandos en conflictos participaron en esta contienda en la defensa de sus intereses: F 0 B 7 Francia: Las aspiraciones de Francia, bajo el reinado de Luis XIV (el “Rey Sol”) eran seguir arrebatando territorios europeos a España y la eliminación de toda posibilidad de cercamiento por unas u otras potencias (lo que le oponía a la dinastía Habsburgo, presente en Viena y Madrid). Además, con la candidatura al trono español Luis XIV obró como si fuera el rey efectivo de España. Esto podría conducir en un futuro a la unión en una misma Corona de dos grandes potencias, Francia y España, cuya hegemonía sería indiscutible. F 0 B 7 Austria: El mantenimiento de la Corona Española en manos de una Habsburgo, suponía mantener la hegemonía dinástica que esta familia había desarrollado en Europa a lo largo del siglo XVI y parte del XVII. Esto conllevaba la defensa del catolicismo como principio rector en la política europea. Esta hegemonía de los Habsburgo suponía mantener el cerco sobre Francia y la posibilidad de iniciar nuevamente las guerras de religión. F 0 B 7 Inglaterra y Holanda: Recelosos tanto de la hegemonía territorial de Francia como de la hegemonía dinástica de los Habsburgo, abogaban por una política de equilibrio continental (balance of power), más acorde en la defensa de sus intereses comerciales tanto continentales como marítimos. F 0 B 7 España: El interés de Carlos II fue mantener la integridad del imperio o al menos salvar la mayor parte de lo que quedaba del mismo (en algunos casos las potencias europeas llegaron incluso a plantear el reparto de los reinos españoles). F 0 B 7 Aragón: Tras la crisis de la Unión de Armas, los Habsburgo habían vuelto a la estructura foral que mantenía intactas las estructuras administrativas de los reinos periféricos (incluidas sus Cortes). El temor a que el candidato francés impusiera en España la política centralista y unitaria que se practicaba en Francia hizo que los países de la Corona de Aragón se inclinaran por el candidato austriaca por cuanto se creía que otro Habsburgo en el trono español sería respetuoso con los fueros. F 0 B 7 Castilla: El argumento esgrimido por los castellanos para apoyar al candidato francés era justo el contrario que el de Aragón. Castilla esperaba que el nuevo candidato impusiera una estructura centralista que obligara a los reinos periféricos a contribuir a la Hacienda Real de la misma manera en que hasta ahora lo había hecho Castilla. La guerra de Sucesión española (1702-1714) que estalló como consecuencia, fue una guerra europea, larga, extenuante. En Europa, las grandes victorias inglesas obligaron a Francia a buscar una salida negociada. En España, la guerra estuvo indecisa durante algunos años, aunque finalmente se inclinó el bando franco-español. La Guerra de Sucesión española finalizó con la firma de la Paz de Utrecht (1713). 10. Detalla las características del nuevo orden europeo surgido de la Paz de Utrecht y el papel de España en él. A pesar de los desmembramientos del s. XVII España era, a principios del siglo XVIII cuando se produce la muerte de Carlos II (1700) una importante potencia territorial. Austria, con un Habsburgo en su trono, quería seguir conservando su tradicional potencia dinástica. Holanda e Inglaterra, potencias marítimas y comerciales, deseaban, por encima de todo, un equilibrio continental que impidiese cualquier hegemonía sobre Europa. Francia, tras aceptar el testamento de Carlos II, quien dejó como heredero al candidato francés Felipe de Anjou frente al candidato austriaco el archiduque Carlos, rompe los pactos previos con las anteriores potencias (repartirse el Imperio español) e inicia una serie de gestos agresivos (pretende utilizar los territorios españoles para su propio beneficio). Las potencias europeas entonces se unen a Austria en la Gran Alianza, en abierta oposición al candidato francés, Felipe de Anjou. Esto supone el inicio de la guerra de Sucesión española. Dentro de la perspectiva interna española, la elección de Felipe V como rey de España presentará el temor de los reinos de Aragón a que el centralismo borbónico, ya ejercido en Francia, suprima sus tradicionales instituciones forales. La Corona de Aragón se aliará, por tanto, con la potencia de la Gran Alianza, en contra del candidato borbónico. Castilla y el resto del territorio peninsular (Navarra) apoyarán, por el contrario, al candidato francés. La guerra de Sucesión (1701-1713/15) acabará con la Paz de Utrecht (1714), que confirma a Felipe V como Rey de España, a cambio de reducir al territorio peninsular los dominios de la Corona española. Por el Tratado de Utrecht, todos los territorios españoles en Italia pasan a Austria (excepto Sicilia que pasa a Saboya). Austria recibe también los territorios españoles de los Países Bajos (Bélgica y Luxemburgo fundamentalmente). Holanda consigue una serie de plazas defensivas para prevenir ataques de Francia y diversas concesiones mercantiles. No obstante, la gran beneficiada de Utrecht será Gran Bretaña. Conseguido el equilibrio continental, queda libre para montar un gran imperio comercial que abarcará todos los continentes. Conseguidos los territorios españoles de Gibraltar y Menorca; dominará, con estas dos bases estratégicas, el Mediterráneo y las rutas del Próximo Oriente. Además, obtiene de España la exclusividad en el comercio de esclavos negros ("Asiento de negros") y el llamado "Navío de permiso", un barco de 500 toneladas que podrá comerciar una vez al año con América; esto significa el inicio de la ruptura del monopolio comercial que España mantenía respecto a América. Francia, por su parte, cedió a Inglaterra grandes territorios e islas en América del Norte (como Terranova). En el plano peninsular, el fin de la guerra y la llegada de los Borbones al trono español, supuso la imposición, en la Corona de Aragón, de los denominados (Biblioteca Real, 1712; Real Academia Española, 1713; etc.); y la creación de reales fábricas para la introducción de nuevas técnicas de fabricación y el impulso a sectores decaídos o inexistentes (Real Fábrica de Paños en Guadalajara, 1717; de tapices en Madrid; etc.). De la labor de ilustrados como Patiño, Campillo y Ensenada emergió una verdadera obra de gobierno: reformas en la administración y la hacienda, impulso al comercio con América y a la construcción naval, fortalecimiento militar de España. A Ensenada, también, se debió la ordenación de carreteras y caminos reales, esto es, el inicio de la construcción de una red vial nacional con centro en Madrid, y el comienzo igualmente de la construcción de una red de canales navegables en Castilla y Aragón. En suma, con los decretos de Nueva Planta España pasa a ser un Estado unitario, centralista y absolutista, dejando atrás la concepción pactista- federal de los siglos anteriores. 12. Explica la política industrial de la monarquía y las medidas adoptadas respecto al comercio con América. Durante la primera mitad del s. XVIII los Borbones procuraron estimular la actividad industrial y comercial según las directrices de la teoría económica del Mercantilismo: intervención del estado en la economía para favorecer su desarrollo. Así se reorganizó el monopolio del comercio con América, se protegió la producción industrial española mediante la prohibición de importaciones o mediante la fijación de aranceles fuertemente proteccionistas. El campo español continuaba con los problemas heredados del sistema señorial medieval. Estos problemas agrarios fueron recogidos en informes que conjuntamente formaron un Expediente General. A partir de este expediente se apuntan diversas soluciones a los problemas de campo. Entre ellos destaca el Informe de la Ley Agraria de Jovellanos. Además se adoptaron algunas medidas reformistas. Así, se intentan repoblar regiones despobladas como la zona de Sierra Morena mediante colonos alemanes (La Carolina). Surgen canales de riego (Canal de Castilla). Por otro lado, los Borbones crearon multitud de fábricas (“Reales Fábricas” de seda, de tapices, cristalería, etc.), con el fin de que sirvieran como escuela de obreros técnicos, para lo que se trajeron técnicos de toda Europa; al tiempo que aplicaron innovaciones técnicas de todo tipo, traídas particularmente de Inglaterra. Su control corría a cargo de representantes del Estado y el objetivo era satisfacer con productos del país la demanda de artículos de lujo (tapices, cristal, etc.) de los estamentos privilegiados e, incluso, exportarlo. De esta manera se dejarían de importar del extranjero y el dinero no saldría de España. Sin embargo, acabaron fracasando por el excesivo control burocrático y por no aplicar técnicas de producción avanzadas, por lo que sus productos resultaban excesivamente caros. No obstante, se trató de una auténtica revolución industrial incipiente que se extiende sobre todo por la periferia: Valencia, Málaga, Cádiz, Barcelona, Santander, Bilbao, etc. Paralelamente, se desarrolló el fomento de la construcción naval en astilleros reales, para facilitar el comercio por mar y la flota de guerra. Hacia 1760, por primera vez en la historia, y en un proceso imparable hasta nuestros días, las regiones del litoral superan a las del interior en población, recursos y nivel de vida. Es un fuerte cambio de gravedad económica del centro a la periferia. En cuanto al comercio, se suprimen las aduanas interiores, se construyen nuevas carreteras y puentes, se construyen puertos marítimos, se organizan compañías de transporte, etc. Esto contribuyó a un aumento en el nivel de intercambios peninsulares. Con el fin de fomentar la industria y el comercio Carlos III crea el Banco de San Carlos, futuro germen del Banco de España. Por lo que respecta a América, en el siglo XVIII con la nueva dinastía, se instauró una explotación económica de tipo colonial; esto es, América se convierte en exportadora de materias primas (y no sólo metales preciosos) como tabaco, cacao, azúcar, etc., e importadora de productos manufacturados peninsulares. Para ello se adoptaron diferentes medidas: F 0 B 7 En un primer momento, se imitaron las prácticas de ingleses y holandeses, y se crearon compañías comerciales privilegiadas y monopolísticas a las que se les cedía, a cambio de pagar una cantidad al Estado, el monopolio sobre ciertas rutas o ciertos productos. Así se fueron organizando varias Compañías Comerciales (Compañía Guipuzcoana de Caracas, C. de la Habana, etc.). El sistema de las Compañías tropezó con la competencia del comercio británico. F 0 B 7 Más adelante, se adoptaron medidas liberalizadoras del comercio con América que permitieron aumentar los intercambios. Así varios decretos autorizaron el libre comercio directo de los puertos peninsulares con los americanos y suprimieron definitivamente el monopolio del puerto de Cádiz. Esto fue un gran estímulo, especialmente para Cataluña. En conclusión, el comercio con América aumentó notablemente a lo largo del siglo, pero América era un mercado excesivo para la escasa capacidad productiva de la industria peninsular. En consecuencia, la mayoría de las manifacturas enviadas a América eran extranjeras, y en la exportación propiamente española predominaban los productos agrícolas. Por otra parte, se calcula que el volumen de contrabando o mercado negro era superior al del comercio legal. 13. Especifica las causas del despegue económico de Cataluña en el siglo XVIII. Ya a fines del siglo XVII se registraron en la economía española los primeros síntomas de recuperación en la periferia peninsular. Barcelona, paradigma de esta recuperación aumenta sus beneficios, triplica el volumen de su comercio, mientras en el interior de Cataluña se instala la nueva industria del hilado y el tejido de algodón. Será el inicio de la Revolución industrial en Cataluña. La población española inicia en el siglo XVIII una fase de crecimiento que se advierte principalmente en las regiones periféricas donde se produce un aumento superior al promedio nacional (incluso superior al 100 %). Este crecimiento se convierte en parte en crecimiento de las ciudades costeras (principalmente Barcelona) que experimenta un importante aumento de la población. Por otro lado, España presenta una estructura agraria que encaja dentro del modelo feudal propio de la Europa Occidental. Sin embargo, el campesino catalán suele disfrutar de una situación favorable debido a que: F 0 B 7 Disponía de una extensión de tierra suficiente porque las tierras del patrimonio familiar no se dividían entre los hijos, sino que pasaban íntegras al hijo mayor. F 0 B 7 Su derecho sobre la tierra era muy amplio: podía comprarla, venderla, heredarla, cultivarla o dejar de hacerlo sin permiso del señor; éste, por otra parte, no puede arrebatarla al campesino ni aun en el caso de que fuera arrendatario. F 0 B 7 Una vez descontado de la cosecha lo que tenía que pagar al Estado, debía entregar al señor una cantidad fija (como derecho señorial o como arrendamiento) que el señor no podía ni modificar ni aumentar caprichosamente. A esto se une la introducción de mejoras técnicas que aumentan la productividad agraria. Estos nuevos cultivos intensivos (ampliación de regadíos) permiten una mayor variedad en la producción introduciéndose cultivos como el arroz, lino, cáñamo, maíz, etc. Asimismo, en el ámbito industrial junto a las “manufacturas reales”, se organizan las fábricas de estampados de algodón (“indianas”) creadas a mediados del siglo XVIII en Cataluña. Especialmente importante es su crecimiento en Barcelona. En cuanto al comercio, sus progresos son muy sólidos en gran parte por la extinción de las aduanas interiores y la abolición del monopolio de la Casa de Contratación en el comercio indiano. Así, a lo largo del siglo XVIII se inicia un proceso de integración de las distintas tierras de España en un único mercado. No obstante, esta integración es lenta e incompleta en el interior y más extensa en zonas costeras. Así, en la segunda mitad del siglo XVIII Cataluña ha constituido un mercado regional integrado y en comunicación marítima intensa con los mercados europeos y americanos. El comerciante de Barcelona representa un nuevo tipo distinto al resto de la península. Por una parte, fueron los que estimularon el movimiento comercial en Cataluña ayudando a la integración de su mercado regional, además practicaron el comercio de importación – exportación con Europa, lentamente fueron penetrando en el americano e incluso lograron abrirse camino en el comercio del interior de la Península, especialmente en la zona de Madrid. 3. Afirmación de las "regalías" (defensa de los derechos del rey para intervenir en las cuestiones eclesiásticas) del Estado frente al poder de la Iglesia. 4. Reformismo económico y social. Elaboración del “Expediente General”, a partir del cual se elaboraron una serie de informes entre los que destacan el del Floridablanca, Campomanes y, sobre todo, el “Informe de la Ley Agraria” de Jovellanos. Asimismo se colonizó áreas de Sierra Morena. 5. Una apertura ideológica hacia Europa que conlleve la modernización del país. 6. Una cierta laicización social que elimine el fanatismo religioso (Inquisición). 7. Una preocupación por el avance de la ciencia, considerada como la base de una renovación técnica en la que apoya el resurgimiento económico. En suma, el período del Despotismo Ilustrado con sus planteamientos críticos despejo el camino, sin pretenderlo a las grandes transformaciones liberales del siglo XIX. 15. Representa una línea del tiempo desde 1700 hasta 1788, situando en ella los principales acontecimientos históricos. F 0 B 7 1 00-46: reinado de Felipe V (dinastía Borbón). F 0 B 7 1 02-14: guerra de Sucesión española. F 0 B 7 1 07-16: centralización y reforma de la administración territorial española. Creación de las secretarias de estado. F 0 B 7 1 14: fin de la guerra de Sucesión. España cede los Países Bajos y sus territorios en Italia a Austria, Sicilia a Saboya, y Gibraltar y Menorca a Gran Bretaña. F 0 B 7 1 33-61: pactos de familia con Francia. F 0 B 7 1 33-38: guerra de Sucesión polaca. España recupera militarmente Nápoles y Sicilia. F 0 B 7 1 38-54: etapa de gobierno reformista de José del Campillo y del marqués de la Ensenada. F 0 B 7 1 46-59: reinado de Fernando VI. F 0 B 7 1 49 y ss.: construcción de una red vial de carreteras y de canales navegables. F 0 B 7 1 56-63: guerra de los Siete Años. España obtiene Luisiana. F 0 B 7 1 59-88: reinado de Carlos III. Plena Ilustración española. F 0 B 7 1 65-86: creación de sociedades económicas de amigos del país. F 0 B 7 1 66: motín de Esquilache. Expulsión de los jesuitas. F 0 B 7 1 69-75: colonización de Sierra Morena. F 0 B 7 1 76-83: guerra de Independencia estadounidense. España recupera Menorca y Florida. F 0 B 7 1 77-92: gobierno de Floridablanca. F 0 B 7 1 77-89: expediciones científicas a Chile, Perú, Nueva Granada y Nueva España. F 0 B 7 1 78: decreto de libre comercio para América. F 0 B 7 1 88-1808: reinado de Carlos IV; Godoy, jefe del gobierno, 1792-1808. Bloque 5. La crisis del Antiguo Régimen (1788-1833): Liberalismo frente a Absolutismo. Bloque 6. La conflictiva construcción del Estado Liberal (1833-1874). Bloque 7. La Restauración Borbónica: implantación y afianzamiento de un nuevo Sistema Político (1874-1902). Bloque 8. Pervivencias y transformaciones económicas en el siglo XIX: un desarrollo insuficiente. 1.- Describe la Guerra de la Independencia: sus causas, la composición de los bandos en conflicto y el desarrollo de los acontecimientos. La guerra de la Independencia (1808-1814) es el nombre con el que se designa la resistencia armada llevada a cabo por el pueblo español ante la ocupación de España por Napoleón. Significa el principio del fin del Antiguo Régimen y el inicio de un proceso que culminará, veinte años más tarde, con la revolución liberal. Los antecedentes más inmediatos al conflicto se encuentran en 1807 con la firma entre España y Francia del Tratado de Fontainebleau, en virtud del cual se permitía a las tropas francesas su paso por España para conquistar Portugal, país aliado de Inglaterra, para obligar a que cumpla el Bloqueo Continental que Napoleón había impuesto a Inglaterra. Con este pretexto Napoleón dispuso sus tropas en distintas partes de España, lo que levantó serias sospechas sobre su intención de ocupar la Península. Godoy, valido de Carlos IV, ante esta situación pretendió trasladar a la familia real a Andalucía; sin embargo, el Motín de Aranjuez (marzo de 1808) frustra estos planes. El pueblo saquea la residencia de Godoy, exigiendo su destitución, F 0 B 7 Libertad de trabajo, demoliendo, de esta forma, otros de los pilares de la sociedad estamental: la vieja regulación gremial de la producción de bienes económicos. F 0 B 7 Libertad de los propietarios para cercar, vender o arrendar sus fincas sin limitaciones. Libertad de industria, de comercio, de circulación, etc. F 0 B 7 Se requería la abolición de los privilegios feudales que tenían la nobleza y el clero y la consideración de toda la población como ciudadanos iguales ante la ley. c) Características de la Constitución de Cádiz: F 0 B 7 La Constitución del 12 recoge los principales derechos individuales: igualdad jurídica, inviolabilidad del domicilio, libertad de imprenta para los libros no religiosos, sufragio, etc. F 0 B 7 Se establecía el principio de soberanía nacional, es decir, que la autoridad suprema residía en el conjunto de la nación representada en las Cortes. F 0 B 7 La estructura del Estado corresponde a la de una monarquía limitada, basada en una división estricta de poderes: el legislativo correspondía al rey junto con la Cortes; el ejecutivo, al rey que presidía el Gobierno; y el judicial, a los tribunales de justicia. El sufragio es universal masculino e indirecto. Pero para ser diputado es necesario disponer de un determinado nivel de renta. F 0 B 7 La administración de Justicia se independiza y la Constitución prohíbe expresamente la intervención de las Cortes o del rey. Además, se establece la elaboración de códigos de derecho civil, criminal y comercial. F 0 B 7 Se crea la milicia nacional y se establece la obligatoriedad del servicio militar. F 0 B 7 No se reconocía, en cambio, la libertad de culto, sino que se imponía el catolicismo como religión oficial y única, concesión clara del sector liberal al absolutista. En conclusión, la Constitución de 1812 representó el primer intento serio de racionalizar el Estado y el ejercicio del poder sobre la base de los principios del liberalismo, por lo que se convierte en la referencia obligada y permanente de todo el liberalismo posterior. 3.- Detalla las fases del conflicto entre liberales y absolutistas durante el reinado de Fernando VII. El reinado de Fernando VII (1814-1833) supuso un intento de conservar a toda costa el absolutismo. Una de las primeras decisiones de Fernando VII como Rey fue la anulación de la Constitución de 1812, dando inicio a una fuerte represión de los liberales. El reinado de Fernando VII se suele dividir en tres etapas: 1ª.- El sexenio absolutista (1814-1820).- El Tratado de Valençay (1813) firmado por Fernando VII con Napoleón supone el fin de la guerra con Francia y devuelve la corona a Fernando VII quien regresó a España en un clima de entusiasmo popular. Desde ese mismo momento los partidarios del absolutismo le incitaron a restaurar el viejo orden de cosas. En este sentido el monarca recibió un documento de manos de los absolutistas conocido como Manifiesto de los Persas, en el que se animaba al monarca a restaurar la monarquía absoluta. La primera medida de Fernando VII fue el Decreto de 4 de mayo de 1814, por el cual abolió la Constitución de 1812. Se vuelve por tanto al Antiguo Régimen. Esta restauración absolutista suponía, al mismo tiempo, la condena de los políticos liberales y el restablecimiento de las instituciones y privilegios de 1808, tales como la Inquisición o el absolutismo, ambos recuperados, y la abolición de la Desamortización, entre otros. Además, Fernando VII inició las persecuciones contra los liberales, lo que le obligó a pasar a la clandestinidad y a formar sociedades secretas siempre dispuestas a la conspiración. Durante estos seis años, la característica común en la labor de gobierno fue la permanente inestabilidad debido a los continuos pronunciamientos militares protagonizados por los liberales, destacando los golpes fallidos de Díaz Porlier en La Coruña (1815) y el del general Lacy en Cataluña (1817) y uno triunfante a cargo del oficial Rafael del Riego en Sevilla (1820). El protagonismo de los militares como árbitros de la vida política compensaba el escaso desarrollo y la debilidad de la burguesía en España, que por sí sola carecía de fuerza para defender sus pretensiones políticas y económicas por vías legales. El pronunciamiento de Riego del 1 enero de 1820 triunfó. Ante esta situación, Fernando VII se ve obligado a aceptar la Constitución. 2º.- Trienio constitucional (1820-1823).- Volvieron los exiliados y aparecieron las denominadas "Sociedades Patrióticas". También salieron a la calle multitud de periódicos, sobre todo los de tendencia liberal. Las nuevas Cortes liberales se esforzarán por desmantelar el Antiguo Régimen acometiendo toda una serie de medidas entre las que cabe mencionar: La definitiva supresión de la Inquisición, se vuelve a abolir el régimen señorial, se retoma la desamortización, esta vez dirigida a los mayorazgos, se acometen reformas eclesiásticas (reducir el clero regular), se confecciona el primer Código Penal, se crea una Milicia Nacional formada por ciudadanos armados dispuestos a defender la Constitución, etc. Sin embargo, este periodo también se caracterizó por su continua inestabilidad debido a dos fenómenos: • se produce la división de los liberales en: moderados o doceañistas que creían imprescindible la colaboración de la monarquía en el proceso reformista; y los exaltados o veinteañistas, más jóvenes que los primeros y protagonistas del triunfo de la Revolución de 1820, quienes opinaban que el monarca sólo debía realizar funciones ejecutivas, y que la revolución debía seguir avanzando hasta aplicar en su totalidad la Constitución. • Las constantes intrigas del Rey, intentando apoyarse en cortes extranjeras para implantar de nuevo el absolutismo. Los absolutistas reclaman la ayuda de la Santa Alianza. Al final, el Congreso de Verona decide la intervención en España y las potencias de la Santa Alianza (organización de todas las monarquías absolutas) encargaron al rey Francés el restablecimiento del Antiguo Régimen en España. En abril de 1823 Francia envió un ejército denominado "Los Cien Mil Hijos de San Luis". El 1 de octubre de 1823 Fernando VII implanta de nuevo el absolutismo, iniciando su 3ª y última etapa, con el nombre de "Década Ominosa". 3º.- Segundo período absolutista o “década ominosa” (1823-1833).- Fernando VII declaró nulos todos los actos del Gobierno durante el Trienio Liberal. El retorno al absolutismo da lugar a una durísima represión contra los liberales y a una oleada de emigración de éstos hacia Francia e Inglaterra, donde los exiliados conspiran y mantienen contactos con el liberalismo europeo. Ahora bien, desde 1826 se advierte en la actitud del rey una cierta suavización respecto a los liberales más moderados debido a la necesidad de buscar apoyos en el problema de la sucesión al trono. Ello produce una reacción entre los absolutistas que da lugar a la formación de los "apostólicos" o "realistas puros", facción ultraabsolutista que aglutina sus fuerzas en torno al infante don Carlos hermano de Fernando VII, de ahí que se les conozca también con el nombre de carlistas. En definitiva, el reinado de Fernando VII supone, dentro de la historia de España, la transición entre el Antiguo Régimen y el Liberalismo. 4.- Representa una línea del tiempo desde 1788 hasta 1833, situando en ella los principales acontecimientos históricos. 1793-95: guerra contra la Francia revolucionaria. Paz de Basilea (1795). 1795-1808: política exterior de alianza con Francia; guerra permanente con Gran Bretaña. 1805: batalla de Trafalgar, destrucción de la armada española. 1807: España autoriza la entrada de tropas francesas en su territorio. 1808: motín de Aranjuez contra Godoy. Fernando VII, rey de España. Levantamiento contra las tropas francesas en España. 1808-13: guerra de Independencia. Napoleón en España. Reinado de José Bonaparte. 1812: aprobación de la Constitución de Cádiz.. 1814: regreso de Fernando VII. Restauración del absolutismo (1814-20). 1816-24: segunda fase en la independencia americana. 1817-18: San Martín logra la independencia de Chile. 1819: proclamación de la república de Colombia. 1820-23: trienio constitucional en España. Fernando VII no había tenido descendencia en sus tres primeros matrimonios. A los pocos meses de casarse por cuarta vez, su esposa, María Cristina, quedó embarazada, planteándose abiertamente el problema de la sucesión al trono. Fernando VII queriendo garantizar la descendencia en su futuro hijo o hija hace publicar (1830) la PRAGMATICA SANCION, que eliminaba la Ley Sálica (ley borbónica que impedía reinar a las mujeres) y restablecía la línea sucesoria de las Partidas, favorable a la sucesión femenina. Protestada por los carlistas como un atentado a los derechos del infante don Carlos, se convierte en un conflicto de primera magnitud cuando en octubre nace la infanta Isabel, convertida en heredera. En 1833 Fernando VII murió dejando como heredera a su hija. Su hermano Carlos considerándose el legítimo heredero iniciará su asalto al trono. Comienza así la 1ª Guerra Carlista (1833-40), una guerra civil donde se enfrentaron los absolutistas a ultranza y los liberales. Apoyos sociales: por un lado, los liberales y sectores de la aristocracia partidarios de las reformas políticas y económicas, que apoyaban a la nueva reina, en quien veían la única posibilidad de cambio. Se unieron en él los sectores moderados y parcialmente reformistas del absolutismo, los liberales moderados, los progresistas e incluso los revolucionarios, muchos de ellos recién retornados del exilio. Por otro lado, los absolutistas intransigentes, que apoyaban a Don Carlos María Isidro (hermano de Fernando VII) y a sus descendientes en los siguientes estallidos bélicos. Socialmente, estaba encabezado por una parte de la nobleza y por miembros ultraconservadores de la administración y del Ejército, la mayoría del campesinado e importantes sectores del artesanado gremial, que temían que los cambios sociales y económicos que podían traer los gobiernos moderados o liberales terminaran por hundir sus talleres frente a la gran industria. Ideológicamente, en el bando carlista se alinearon los absolutistas más intransigentes Todos los Manifiestos iniciales en apoyo de Don Carlos revelan que los objetivos del levantamiento eran: la defensa del Altar (Dios, Patria, Rey, Fueros) y del Trono y el legitimismo, que se concretaba en la defensa del derecho sucesorio masculino en favor del Infante. La restauración del poder de la Iglesia y de un catolicismo excluyente de cualquier otra creencia. Así pues, el carlismo defendía a ultranza el mantenimiento de las viejas tradiciones del Antiguo Régimen, en abierta oposición a una modernidad identificada con la revolución liberal. El bando liberal o cristiano, era mucho más variado, si bien la mayoría defendía los postulados liberales recogidos en la Constitución de 1812. En el aspecto geográfico, el carlismo triunfó sobre todo en las zonas rurales, y especialmente en el Norte, en el País Vasco, Cataluña y el Maestrazgo aragonés y valenciano. Una de las razones de ese arraigo fue la defensa de los fueros, que pronto fueron enarbolados por Don Carlos como uno de sus principios programáticos, frente a las pretensiones liberales de uniformidad y centralización política y jurídica. Los fueros, asociados al Antiguo Régimen y por tanto defendibles fácilmente desde la óptica ultraconservadora, significaban un conjunto de privilegios para las poblaciones vasca y navarra, y una promesa de recuperación de sus antiguas «libertades» para catalanes, aragoneses y valencianos, perdidos con los Decretos de Nueva Planta. Con frecuencia se ha presentado la cuestión foral como el rasgo más definitorio del movimiento carlista. Pero la historiografía actual relativiza su importancia ya que ni en todos los territorios donde arraigó el carlismo existía una acentuada conciencia foral, ni esta se canalizó en exclusiva a través del carlismo. A nivel internacional, recibieron el apoyo de Austria, Rusia, Prusia, Nápoles y los Estados Pontificios, curiosamente los estados más tradicionalistas y afines al Antiguo Régimen. Por el contrario el apoyo al bando liberal fue casi total en las ciudades, tanto por parte de la burguesía de negocios (comerciantes, industriales, financieros) como de las llamadas capacidades: intelectuales, profesores, abogados, médicos, etc. A nivel internacional, obtuvieron la ayuda de los estados más próximos, es decir, Francia, Portugal y Reino Unido. 7.- Especifica las causas y consecuencias de las dos primeras guerras carlistas. Fernando VII no había tenido descendencia en sus tres primeros matrimonios. A los pocos meses de casarse por cuarta vez, su esposa, María Cristina, quedó embarazada, planteándose abiertamente el problema de la sucesión al trono. Fernando VII queriendo garantizar la descendencia en su futuro hijo o hija hace publicar (1830) la PRAGMATICA SANCION, que eliminaba la Ley Sálica (ley borbónica que impedía reinar a las mujeres) y restablecía la línea sucesoria de las Partidas, favorable a la sucesión femenina. Protestada por los carlistas como un atentado a los derechos del infante don Carlos, se convierte en un conflicto de primera magnitud cuando en octubre nace la infanta Isabel, convertida en heredera. En 1833 Fernando VII murió dejando como heredera a su hija. Su hermano Carlos considerándose el legítimo heredero iniciará su asalto al trono. Comienza así la 1ª Guerra Carlista (1833-40), una guerra civil donde se enfrentaron los absolutistas a ultranza y los liberales. El movimiento carlista desencadenó tres conflictos armados (los dos primeros durante el reinado de Isabel II) que representaron un grave problema para la estabilidad política de España durante gran parte del siglo XIX. -Iª GUERRA CARLISTA (1833-40). Fue la más extensa y destacada de las tres. A lo largo de sus siete años de duración podemos distinguir hasta cuatro fases marcadas por la iniciativa de uno u otro bando (las 2 primeras de iniciativa carlista, las 2 siguientes de iniciativa isabelina) y la considerable cifra de muertos, hasta 200.000 según algunas fuentes: 1. La formación del foco de insurrección vasconavarro (1833-35); en la que los carlistas se hicieron fuertes en País Vasco y Navarra de la mano de Zumalacárregui. No obstante, las tropas carlistas no lograron ocupar ninguna zona urbana. 2. Al frente del general Cabrera los carlistas ocupan el Maestrazgo e intentarán lanzar incursiones fuera de los núcleos que controlaban. No obstante, el ejército carlista fracasará de nuevo en su intento de tomar Bilbao. 3. La iniciativa isabelina y el Convenio de Vergara (1837-39); los isabelinos toman la iniciativa de la mano del general Espartero y los carlistas, fundamentalmente los afines al general Maroto, se muestran cada vez más partidarios de alcanzar la paz. Esta se materializó a través del Convenio de Vergara celebrado entre Espartero y Maroto, el cual supuso el fin de las hostilidades en el País Vasco y Navarra. Carlos María Isidro se exilió a Francia. 4. El final de la guerra en el Maestrazgo (1839-40); los enfrentamientos se extendieron algunos meses más en la zona del Maestrazgo, donde el general Cabrera mostró su rechazo hacia el abrazo de Vergara entre Maroto y Espartero. Finalmente, este último pondrá fin a la resistencia carlista con la toma de Morella (Castellón). incluso, simpatizantes del incipiente socialismo y aspiraba a tener su base social en las clases populares, aunque sin desdeñar a destacados intelectuales. Publicó su programa en un Manifiesto en 1849, con los siguientes principios: defensa de la soberanía nacional y sufragio universal, libertad de conciencia, derecho de reunión y asociación, instrucción primaria universal y gratuita, e intervención del Estado en otros ámbitos de la asistencia social. Por su oposición a la monarquía de Isabel II no participó nunca en su sistema político. Su ideario quedará recogido principalmente en la Constitución de 1869. La Unión Liberal, encabezada por el general O’Donnell, se constituyó en los años cincuenta como partido de centro. Se nutría principalmente del ala derecha del Partido Progresista y, sobre todo, del ala izquierda del Partido Moderado. Como todo partido con vocación centrista, aspiraba a convertirse en una alternativa política tan distante del progresismo radical como del moderantismo reaccionario. Se trataba, pues, de una posición política ecléctica y pragmática. Al margen de la corriente ideológica del liberalismo y del sistema político de Isabel II pervivía aún el carlismo, aunque nunca aparecen configurados como un partido hay que decir de ellos que su ideología es absolutista. Su masa social es la alta nobleza partidaria del Antiguo Régimen, el alto clero y una gran masa de campesinos del norte de España que quieren defender sus derechos al creer que están amenazados por el estado liberal. En el otro extremo estaban los republicanos: con un ideario muy parecido al demócrata. Eran una izquierda moderada apoyada por la pequeña burguesía. Eran antimonárquicos. Había dos tendencias principales: Centralistas y Federalistas. 10.- Resume las etapas de la evolución política del reinado de Isabel II desde su minoría de edad, y explica el papel de los militares. El reinado de Isabel II se caracterizó por la alternancia en el Gobierno de progresistas y moderados, en un clima de inestabilidad política acentuado por los continuos pronunciamientos militares. Su reinado se divide políticamente en los siguientes periodos: 1º.- Las regencias de María Cristina y Espartero (1833-1843). - Es etapa coincide con la minoría de edad de la reina por lo que actuaron como regentes en primer lugar su madre María Cristina (1833-1840), y el general Espartero. Durante el periodo de las regencias se alternaron en el poder moderados y progresistas. En conjunto, fue una etapa fundamental en la implantación del liberalismo en España, no sólo en el ámbito político (triunfo sobre los carlistas, promulgación de la Constitución de 1837, etc.), sino también en el económico (abolición del régimen señorial, desamortización eclesiástica, etc.). 2º.- El reinado personal de Isabel II (1843-1868). - Se divide a su vez en las siguientes fases: 2.1.- La década moderada (1844-1854). - Fue una época de predominio absoluto de los moderados al frente de Narváez. En este periodo el régimen dio un giro notable hacia posiciones conservadoras, que quedaron fijadas en la Constitución de 1845. Para la Constitución de 1845 la base del Estado son la monarquía y las Cortes (soberanía conjunta o compartida). Por otro lado, la base electoral fue muy restringida, a causa del carácter censitario del sufragio, calculándose en un 1 % las personas que podían ejercer el voto. Al hacerse con el poder los moderados van a partir de un objetivo fundamental: acabar con la inestabilidad política ejerciendo para ello un férreo control que garantizase el orden (aparición de la censura en la prensa, creación de la Guardia Civil, se trata de cuerpo militar con funciones civiles que garantice el orden público; política centralizadora, así aparecen: la Ley de Enjuiciamiento Civil, un nuevo Código Penal, etc.); asimismo se crea el Banco de España que centraliza las finanzas españolas. Asimismo, el régimen moderado llevó a cabo una política de acercamiento a la Iglesia (cuyas relaciones estaban muy deterioradas tras la desamortización de Mendizábal), firmándose el Concordato de 1851. 2.2.- La revolución de 1854 y el bienio progresista. - Se trató de un pronunciamiento iniciado por el general O´Donnell en Vicálvaro (Vicalvarada). La Corte entrega el poder a Espartero que lo compartirá con el general O´Donnell. Al lado de Espartero se colocan los "progresistas puros", que rechazan toda alianza con los moderados; junto a O´Donnell se sitúa la "Unión Liberal" (partido de ideología ecléctica. Los progresistas iniciaron la tarea de afianzar el liberalismo y ampliar las libertades fundamentales. El bienio supuso un nuevo impulso para las transformaciones económicas de signo liberal (segunda fase desamortizadora, ley de ferrocarriles, etc.) 2.3.- La era O´Donnell y la crisis del régimen. (1856-1868).- Tras una serie de conflictos populares, el general Espartero fue sustituido por O’Donnell en el gobierno. Los rasgos más esenciales de la era O´Donnell son referibles al eclecticismo que preside la dirección política del país (Unión Liberal). Así se restaura la Constitución de 1845 y, a la vez se mantienen algunas reformas. El sistema parlamentario aparece esencialmente viciado, ya que no son los votantes los que deciden los cambios políticos, sino grupos y camarillas políticas que actúan sobre la Corona y que lograban encargos de formar nuevo gobierno o decretos de disolución (manipulación de las elecciones), que comportaban mayorías sumisas. Así pues, los moderados volvieron a ocuparse del gobierno, presentándose en estos momentos como un régimen muy cercano a la dictadura. El rasgo más sobresaliente de este periodo fue la activa política exterior con que O’Donnell pretendió devolver a España el prestigio internacional que había perdido. Sin embargo estas misiones obtuvieron pobres resultados y cuantiosas pérdidas económicas y humanas. La crisis política provocará la alianza entre progresistas (Espartero había sido sustituido de la jefatura por otro general Prim) y demócratas que establecerán, en una reunión celebrada en Ostende (Pacto de Ostende), las bases de un programa común que preveía el destronamiento eventual de Isabel. A este pacto se unen los unionistas, puesto que al morir O´Donnell ocupa el caudillaje de la Unión Liberal el general Serrano menos dispuesto a mantener el trono de Isabel II. Sobre estas bases, sobreviene la Revolución de Septiembre de 1868, que derrocará a Isabel II. 11.- Compara las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz, y especifica los objetivos de una y otra. A lo largo del reinado de Isabel II se produce la sustitución de la economía feudal, propia del Antiguo Régimen, por un sistema económico capitalista basado en la propiedad privada. Esto también afectará al ámbito agrario. En el Antiguo Régimen gran parte de las tierras eran inalienables, debido sobre todo a dos circunstancias: las propiedades de la Iglesia y las de los municipios estaban en “manos muertas”, ya que los clérigos o los regidores municipales no tenían capacidad legal para venderlas; y lo mismo ocurría con las vinculadas a mayorazgos, pues estos pertenecían al linaje familiar y debían transmitirse íntegros de un titular a otro. La eliminación de las trabas legales heredadas del Antiguo Régimen era una condición necesaria para liberalizar el mercado de la tierra. En consecuencia, a partir de 1836 se adoptaron tres medidas fundamentales: a) La supresión de los mayorazgos (1836), que transformó los bienes vinculados a ellos en propiedades plenas y libres en poder del titular de la familia correspondiente. b) La abolición del régimen señorial (1837), que transformó las tierras de los señoríos en propiedades plenas y libres de sus legítimos dueños. c) Las desamortizaciones. Consistió en poner en el mercado, previa expropiación forzosa y mediante una subasta pública, las tierras y bienes que hasta entonces no se podían enajenar (vender, hipotecar o ceder) y que se encontraban en poder de las llamadas «manos muertas», es decir, la Iglesia católica y las órdenes religiosas y los llamados baldíos y las tierras comunales de los municipios. Aunque se dieron algunos precedentes a finales del siglo XVIII, el verdadero proceso de desamortización se desarrolló a partir de 1837 en dos fases, a cada una de las cuales se la conoce por el nombre del ministro que la decretó: la desamortización de Mendizábal y la de Madoz. 1ª.- La desamortización eclesiástica de Mendizábal (1837-1849): Como medida previa, en 1835 se disolvieron las órdenes religiosas y sus fincas se declararon bienes nacionales, es decir, propiedad del Estado. La desamortización de Mendizábal (1837) se inició en una etapa de gobierno progresista. Consistió fundamentalmente en la venta por subasta de las tierras expropiadas a la Iglesia, por lo que se la conoce también como desamortización eclesiástica. Sus objetivos, determinados por la crítica situación que atravesaba el país (primera guerra carlista y estado ruinoso de la Hacienda), fueron esencialmente tres: a) Sanear la hacienda mediante la amortización parcial de la deuda pública b) Financiar la guerra civil contra los carlistas. El proletariado surge con la nueva organización del trabajo producida por el proceso de industrialización. El limitado proceso de industrialización en España supuso que el número de obreros fuese menor que en Europa, concentrándose en Cataluña y aumentando su presencia a medida que la industrialización se expandía a otras zonas (País Vasco, Asturias, Valencia,...). Las jornadas laborales eran de 12 a 14 horas (todos los días del año) en establecimientos insalubres. Mujeres y niños eran habitualmente empleados en las fábricas (cobraban un salario inferior al de los hombres). Esta precaria situación explica la aparición de los movimientos obreros. 13.- Compara el Estatuto Real de 1834 y las Constituciones de 1837 y 1845. El principal objetivo político de la revolución liberal era el desmantelamiento de la monarquía absoluta y la implantación de una monarquía parlamentaria y constitucional. Tras los intentos fallidos de las Cortes de Cádiz y el Trienio Liberal, esto se consiguió definitivamente en el reinado de Isabel ll. Los documentos jurídico-constitucionales más importantes redactados en este periodo fueron: El Estatuto Real de 1834: Promulgado en los comienzos del reinado, el Estatuto Real representaba una solución de compromiso entre el absolutismo y el liberalismo. No era propiamente una constitución, sino una carta otorgada, ya que se trataba de una concesión de la reina en un acto de soberana voluntad. Sus características más importantes son: a) En lo sucesivo las Cortes serían bicamerales, compuestas por un Estamento de Próceres, designados por el propio monarca, y un Estamento de Procuradores, elegibles, aunque para ser candidato a tal cargo era requisito imprescindible disponer de un cierto nivel de patrimonio. b) Ambas cámaras tenían una función más consultiva (propia del Antiguo Régimen) que legislativa, pues eran convocadas, suspendidas y disueltas por el monarca, y solo podían deliberar sobre asuntos planteados por él mismo. Además, la ley electoral que siguió al Estatuto establecía un sufragio censitario tan restrictivo que el número de electores se reducía a 16.000 individuos (el 0,15 % de la población total). Por tanto, era evidente que el Estatuto sólo favorecía a los estamentos privilegiados de la sociedad: burguesía y nobleza, terratenientes, etc. La Constitución de 1837: En 1836 un pronunciamiento progresista (el de los sargentos de la Guardia Real de la Granja) obligó a la regente María Cristina a proclamar la Constitución de Cádiz y a nombrar un nuevo Gobierno que convocó elecciones a Cortes Constituyentes, para reformar el texto de 1812. La composición política de las nuevas Cortes reflejaba un absoluto predominio de los progresistas, que podrían haber aprovechado la situación para elaborar una nueva Constitución completamente a su medida. Sin embargo, el resultado fue un nuevo texto constitucional, tan distante de la Constitución gaditana como del Estatuto Real, para que pudiera ser aceptada de igual modo por progresistas y moderados. La verdadera importancia de la Constitución de 1837 radica en que implantaba definitivamente el régimen constitucional en España, estableciendo un sistema parlamentario similar al francés o al belga. Su contenido presentaba semejanzas con la Constitución de Cádiz, características del ideario progresista: el principio de la soberanía nacional, el reconocimiento de un amplio repertorio de derechos de los ciudadanos, la división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial), el importante papel de las Cortes o la limitación del poder de la monarquía. Pero, para atraerse el apoyo de los moderados, recogía también aspectos fundamentales defendidos por el moderantismo, que recordaban al Estatuto Real de 1834. Cortes Bicamerales, con un Senado integrado por miembros de designación real y un Congreso de Diputados elegidos por sufragio directo; concesión de importantes poderes al rey, como convocar y disolver las Cortes; vetar las leyes de forma definitiva, etc. La nueva ley electoral que siguió a esta Constitución amplió el cuerpo electoral, pero mantuvo el sufragio censitario (sólo podía votar el 5% de la población). Este fue el marco constitucional donde pudieron redactarse leyes como la de desamortización de los bienes de la Iglesia. La Constitución moderada de 1845: Tras las tumultuosas regencias de la Reina Regente y del general Espartero, se disuelve el Senado, se proclama la mayoría de edad de la Reina Isabel II, y se convocan nuevas elecciones a Cortes, con victoria de los moderados liderados por el general Narváez, quienes deciden reformar la Constitución de 1837 por otra más acorde a sus ideas. El verdadero objetivo de los moderados era ajustar el sistema político a las pretensiones de su partido para garantizar su ejercicio del poder. Es la obra cumbre del moderantismo. Anuló, entonces, los aspectos más progresistas de la Constitución de 1837: sustituyó la soberanía nacional por la soberanía conjunta del rey y las Cortes, se aumentaron los poderes del rey, etc. Las Cortes se organizan en dos cámaras: el Congreso de los Diputados y el Senado. En cuanto al censo electoral, se restringió aún más, ya que se duplicó la cantidad mínima de contribución para tener derecho a voto (400 reales), con lo que no llegaba siquiera al 1 % de la población total. En conclusión, el texto de 1845 estableció el modelo de Constitución conservadora y consolidó el poder de los moderados, que garantizaban el control del país por parte de la oligarquía agraria y financiera. 14.- Describe las características esenciales de la Constitución democrática de 1869. El deterioro del régimen isabelino, deslegitimado y sumido en una deriva autoritaria desde 1864, se había visto agudizado por la crisis económica de 1866. La oposición comenzó a unirse para derribar a la reina. Los progresistas, con Juan Prim a la cabeza, y los demócratas suscribieron con este fin el Pacto de Ostende en 1866. Más tarde, los republicanos y los unionistas, liderados por Serrano tras la muerte de O’Donnell, se incorporaron a este bloque, que se vio así reforzado con la incorporación de un gran número de mandos militares. El 18 de septiembre de 1868 estalló la Revolución conocida como “La Gloriosa”. El almirante Topete levantó la escuadra fondeada en la bahía de Cádiz. Poco después se forzó el exilio de la reina. Comenzó así el Sexenio Democrático, un período de seis años en el que se ensayaron diversas alternativas políticas tendentes a la democratización del país. Los revolucionarios de 1868 deseaban implantar una auténtica democracia y convocaron elecciones para redactar una nueva Constitución. Éstas dieron una amplia mayoría a progresistas, unionistas y demócratas. Con esta composición, las Cortes redactaron la Constitución de 1869. Se trata de un texto con curiosos influjos del constitucionalismo radical de impronta francesa, pero también norteamericana. Es una Constitución rígida (el Título XI está dedicado a regular la reforma) y de mayor extensión que las tres anteriores: 112 artículos, de los cuales nada menos que 31 aparecen agrupados bajo la rúbrica “De los españoles y sus derechos”, que es la que corresponde al Título I. Allí aparecen los derechos que ya figuraban en las Constituciones de 1837 y 1845, pero con mayor detalle y mejor técnica jurídica. Además, encontramos, por vez primera, los derechos de reunión (artículo 18) y asociación (artículo 19). Y vemos también proclamada, rompiendo la tradición de los textos anteriores, una tímida libertad de cultos para los extranjeros y para los españoles que profesaren otra religión diferente a la católica (artículo 21). La estela norteamericana se aprecia claramente en el artículo 29, con su compromiso a favor de los derechos no escritos: “La enumeración de los derechos consignados (…) no implica la prohibición de cualquier otro no consignado expresamente”. En materia organizativa, la Constitución mantiene el bicameralismo, aunque el Senado pasa a ser electivo. La aceptación de la Monarquía como forma de gobierno de la Nación (artículo 33) va precedida de la solemne reafirmación de la soberanía nacional (artículo 32) y, en consecuencia, desaparece la posibilidad de veto y queda estatuida la convocatoria obligatoria de las Cortes con reunión de al menos cuatro meses por año. La Constitución de 1869 definió un nuevo sistema político basado en el liberalismo democrático. La Carta Magna estableció también una clara división de poderes y el principio de la soberanía nacional, defendido por progresistas y demócratas, abandonando la noción doctrinaria de soberanía compartida (Rey y Cortes) que inspiró la Constitución moderada de 1845. En una interpretación radical de este principio, próxima a la soberanía popular, se instauró el sufragio universal masculino, directo en la elección de diputados e indirecto en la de senadores. Aunque el Estado se comprometía a mantener el culto y el clero católicos, se declaró la libertad de culto y la aconfesionalidad del Estado. Sin embargo, la opción por la monarquía como forma de Estado frustró las aspiraciones de los republicanos y las reivindicaciones básicas de los sectores populares no se vieron reflejadas en su articulado, que atendió a los intereses de las clases medias progresistas. En suma, el texto elaborado por las Cortes de 1869 es considerado como la primera Constitución democrática de nuestra historia, que se anticipó en El modelo ideal de parlamentarismo era, para Cánovas, el británico. Se basaba en la existencia de dos grandes partidos que aceptaran turnarse en el poder, con el fin de evitar la atomización parlamentaria y garantizar las mayorías. Ambos debían aceptar pasar a la oposición si perdían la confianza regia y parlamentaria, y respetar la obra legislativa de sus antecesores. Se trataba, en definitiva, de aplicar la doctrina inglesa de la balanza de poderes, según la cual la estabilidad se basaba en el equilibrio de fuerzas opuestas de igual poder: Corona y Parlamento; partido gobernante y partido en la oposición. De este modo, el proyecto político de Cánovas tenía tres vértices: el Rey y las Cortes, como instituciones fundamentales legitimadas por la historia; el bipartidismo, como sistema idóneo de alternancia en el poder, y una Constitución moderada, como marco jurídico del sistema. Para Cánovas, la historia había convertido al rey y a las Cortes en las dos instituciones fundamentales de España. Se retorna a los planteamientos del liberalismo doctrinario y su defensa de la soberanía compartida entre el rey y las Cortes, que constituían la base ideológica del antiguo Partido Moderado. La plasmación jurídica del régimen de Cánovas se observa en la nueva Constitución de 1876. Se trata de una Constitución de carácter moderado y basada en lo esencial en la de 1845. Sin embargo, era una constitución elástica con un articulado poco preciso. Así podrían variar las leyes ordinarias sin tener que cambiar la Constitución, lo que ofrecía estabilidad al sistema político. Cánovas una vez redactada la Constitución diseño, siguiendo el modelo inglés, un sistema bipartidista: su partido será el conservador y recoge la herencia de moderados y unionistas, apoyándose en las clases altas; y la herencia de los progresistas lo recogerá el partido liberal liderado por Práxedes Mateo Sagasta que será apoyado por la burguesía industrial y gran parte de la población urbana. Ambos líderes y ambos partidos son representantes de un eclecticismo político que permitirá establecer un turno pacífico. El resto de los partidos (carlistas, republicanos, etc.) pasan a formar la oposición del sistema de la Restauración. Cánovas además establece el "turno a la inglesa", por el que conservadores y liberales se turnan pacíficamente en el poder, con la finalidad de mantener una estabilidad política. Sin embargo, todo el engranaje político ideado por Cánovas en realidad era una auténtica farsa. Las elecciones no funcionaban libremente, sino que eran siempre manejadas desde el poder y, en definitiva, el turno de partidos en el gobierno era pactado de antemano. Así, una vez acordado el cambio de gobierno se convocaban elecciones y se amañaban para que arrojaran resultados favorables al nuevo partido que iba a gobernar. Para asegurarse los resultados electorales los dos partidos aceptaban el juego trucado de las elecciones. No obstante, aunque la opinión de los votantes no importaba la farsa debía venir legitimada a través del sufragio. Aquí intervenía un nuevo entramado de corrupción que tenía su protagonista en la figura del cacique. Los dos partidos tenían su propia red organizada para asegurarse los resultados electorales. Se trataba de una red piramidal: Oligarquía madrileña (altos cargos políticos), el gobernador civil en las capitales de provincia y, por último, los caciques locales en las comarcas, pueblos y aldeas. Dado el analfabetismo generalizado y el férreo control que los «caciques» y «notables» ejercían sobre los pueblos, conseguir el resultado pactado era bien sencillo, y de esta forma se obtenía, invariablemente, una holgada mayoría para el partido gobernante, que podía actuar así sin dificultad. El cacique era un personaje destacado en el pueblo o comarca rural que regula el movimiento político en su ámbito y controla los votos, a veces por métodos tan deshonestos como el “pucherazo”, definido por la Academia de la Lengua como “fraude electoral que consiste en computar votos no emitidos en la elección”. En conclusión, el sistema político implantado por la Restauración era una fachada institucional para ocultar el verdadero control del poder por parte de una reducida oligarquía. 17.- Especifica las características esenciales de la Constitución de 1876. Antonio Cánovas del Castillo fue el artífice de la Restauración borbónica y el ideólogo del sistema político de la Monarquía parlamentaria. Para ello Cánovas lo primero que hizo fue preparar el retorno a España y al trono de Alfonso XII (Borbón, hijo de Isabel II). Para ello había redactado y hecho firmar al príncipe Alfonso el Manifiesto de Sandhurst, en el que exponía al pueblo español sus ideales religiosos y sus propósitos conciliadores. Pero los militares se adelantaron y se pronunciaron en Sagunto donde el general Martínez Campos, proclamó rey de España a Alfonso XII. El nuevo sistema político ideado por Cánovas tenía por objetivo construir un sistema político estable y sólido que permitiera superar definitivamente el desorden y la inestabilidad que habían definido la política española en el XIX. El modelo ideal de parlamentarismo era, para Cánovas, el británico. Se basaba en la existencia de dos grandes partidos que aceptaran turnarse en el poder, con el fin de evitar la atomización parlamentaria y garantizar las mayorías. Ambos debían aceptar pasar a la oposición si perdían la confianza regia y parlamentaria, y respetar la obra legislativa de sus antecesores. Se trataba, en definitiva, de aplicar la doctrina inglesa de la balanza de poderes, según la cual la estabilidad se basaba en el equilibrio de fuerzas opuestas de igual poder: Corona y Parlamento; partido gobernante y partido en la oposición. De este modo, el proyecto político de Cánovas tenía tres vértices: el Rey y las Cortes, como instituciones fundamentales legitimadas por la historia; el bipartidismo, como sistema idóneo de alternancia en el poder, y una Constitución moderada, como marco jurídico del sistema. La plasmación jurídica del sistema político ideado por Cánovas se observa en la nueva Constitución de 1876. En diciembre se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal. A estas elecciones no concurrieron ni carlistas, ni republicanos. El resultado fue la Constitución de 1876, de carácter moderado y basada en lo esencial en la de 1845, aunque con algunos derechos proclamados en la Constitución de 1869 pero recortados. Su gran ventaja radicaba en su elasticidad; es decir su articulado poco preciso era compatible con Gobiernos de muy distinto signo político. Así, podrían variar las leyes ordinarias sin tener que cambiar la Constitución, lo que ofrecía estabilidad al sistema político. Sus principales características eran las siguientes: F 0 B 7 La declaración de derechos y deberes es amplia, y recoge casi todas las conquistas de 1869. Pero, como en 1845, su concreción se remite a las leyes ordinarias, y éstas, en su mayor parte, tendieron a restringirlos, especialmente los derechos de imprenta, expresión, asociación y reunión. F 0 B 7 Respecto a los poderes del Estado, la Constitución vuelve al principio de soberanía compartida, al establecer que la potestad de hacer las leyes reside en «las Cortes con el Rey». La Corona puede vetar una ley por una legislatura. F 0 B 7 Las Cortes son bicamerales, con una Cámara Alta (Senado), con un carácter elitista y conservador, y el Congreso de los Diputados elegidos por sufragio directo, aunque la Constitución no fija el sistema de votación, por lo que será el partido gobernante el que decida, a través de la ley electoral, si el sufragio debe ser censitario o universal. F 0 B 7 El poder ejecutivo lo ejerce la Corona. El rey elige libremente al jefe de Gobierno, sancionaba y promulgaba las leyes, convocaba, disolvía y suspendía las Cortes. El centralismo se acentúa también al quedar bajo control del Gobierno ayuntamientos y diputaciones y ser suprimidos los fueros vascos. F 0 B 7 La cuestión religiosa se resuelve mediante el reconocimiento de la confesionalidad católica del país y la garantía del sostenimiento del culto y del clero, pero se reconoce la libertad individual de culto. En suma, el régimen institucional creado por esta Constitución era prácticamente igual que el del reinado de Isabel II. Sin embargo, esta Constitución por su flexibilidad se mantuvo vigente durante 45 años, lo que garantizó una cierta estabilidad gubernamental no exenta de conflictos. 18.- Resume el origen y evolución del catalanismo, el nacionalismo vasco y el regionalismo gallego. El origen de los regionalismos y nacionalismos como movimientos políticos debe buscarse en la negativa, por parte del sistema canovista, a aceptar otros intereses que no fueran los de los partidos del turno (Conservador y Liberal). Los más importantes son: EL NACIONALISMO CATALÁN. - En el s. XIX se reavivaron los sentimientos de diferenciación política y cultural con respecto a otras regiones de España; a ello contribuyeron determinados factores económicos como el desarrollo del proceso de industrialización y el avance de la urbanización en Cataluña, en contraste con el resto del país, más agrario, rural y atrasado. Los momentos que configuraron la formación del regionalismo y del nacionalismo catalán fueron los siguientes: F 0 B 7 Rechazo de cualquier autoridad impuesta, defensa utópica de la autonomía individual total y abolición del Estado con todas sus instituciones (gobierno, ejército, policía, etc.) F 0 B 7 Supresión de la propiedad privada y defensa del colectivismo, entendido como articulación armónica de pequeñas unidades económicamente autosuficientes donde la propiedad de los factores y medios de producción (tierra, máquinas, capital) sería colectiva. F 0 B 7 anticlericalismo, negación de la religión y de la Iglesia. El movimiento socialista: La corriente marxista del movimiento obrero se organizó en 1879 alrededor de un pequeño núcleo de trabajadores de imprenta madrileños (Pablo Iglesias) seguidores de las doctrinas de Marx y Engels que decidieron pasar a la acción y constituir en 1879 el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Aprovechando la Ley de Asociaciones de 1887 y la mayor concentración obrera de Cataluña se creó en 1888 la Unión General de Trabajadores (UGT), que, aunque estatutariamente independiente del Partido Socialista, estaba inspirada por él. Las ideas básicas del programa socialista eran: F 0 B 7 transformación de la propiedad individual en propiedad social o de la sociedad entera. F 0 B 7 posesión del poder político por la clase proletaria. F 0 B 7 rechazo del terrorismo, esa "política demoledora", de los anarquistas que era considerada por los socialistas una falsa vía para la liberación de los trabajadores. F 0 B 7 el objetivo de los socialistas era la revolución, la toma del poder de forma violenta por la clase proletaria. Pero hasta que llegara el momento oportuno de llevarla a cabo era preciso atravesar una larga fase de organización y propaganda, durante la cual la lucha del PSOE debería ser pacífica y legal, participando en el juego político y presentándose a las elecciones, más que para ganar votos, para difundir el mensaje marxista, ya que la clase trabajadora sólo triunfaría cuando fuera más fuerte. En cualquier caso, tanto el PSOE como la UGT fueron hasta inicios del siglo XX grupos minoritarios, en comparación con los anarquistas. Los sindicatos católicos: En 1879 el jesuita Antonio Vicent fundó los Círculos Católicos, a imitación de los Círculos obreros franceses. En la práctica eran casinos populares, para apartar a los obreros de la taberna, y contaban con el apoyo de los patrones. Pero su implantación fue muy escasa debido sobre todo a su «amarillismo» -término derivado del color de la bandera del Vaticano-, es decir, su actitud colaboracionista hacia los patronos y opuesta a los sindicatos obreros reivindicativos. 20.- Describe el origen, desarrollo y repercusiones de la tercera guerra carlista. La tercera guerra carlista tuvo lugar entre los años 1872 y 1876. Se inició con el levantamiento en armas de los partidarios de Carlos VII contra la monarquía constitucional de Amadeo I. No obstante la guerra se prolongó durante la Iª República y el reinado de Alfonso XII. Esta guerra civil se desarrolló sobre todo en las Provincias Vascongadas, Navarra y Cataluña. Además de la defensa del orden y el catolicismo, la restauración por parte del pretendiente en de los fueros abolidos por los decretos de Nueva Planta por Felipe V, influyó en la fuerza del levantamiento en Cataluña y en menor medida en Valencia y Aragón. También se alzaron algunas partidas poco activas por Andalucía, así como el resto del territorio peninsular, especialmente en áreas montañosas. Esta nueva guerra fue un importante factor de desestabilización de la monarquía democrática de Amadeo y de la Primera República. Finalmente, este conflicto entró en su última fase por diversos motivos: F 0 B 7 El propio desgaste militar de las tropas carlistas. F 0 B 7 El desarrollo de una mayor capacidad militar y ofensiva por parte del nuevo régimen, con campañas decisivas como la de la comarca de El Maestrazgo, que culminaba con la toma de Cantavieja; la dominación de Cataluña, con la ocupación de La Seo de Urgel; y la culminación de la guerra en el norte, con la ocupación de Montejurra y la entrada en Estella (febrero de 1876). A finales del mes de febrero de 1876, el pretendiente al trono Carlos VII cruzó la frontera de Francia y finalizó la última guerra carlista. Para las provincias vascongadas y Navarra, el final de esta guerra supuso la definitiva desaparición de parte de los fueros, con la ley abolitaria del 21 de julio de 1876. El fin del gobierno foral en el País Vasco hizo que el gobierno de Antonio Cánovas pactase el llamado Primer acuerdo económico vasco, en el que se seguía dando cierta libertad económica a esta región, permitiendo a las autoridades locales recaudar ellos mismos los impuestos. Estos cambios políticos dieron lugar a un gran crecimiento económico e industrial del País Vasco, que se convirtió en una de las regiones más avanzadas e industrializadas del país. Por otra parte, la derrota y posterior supresión de los fueros aumentó el sentimiento foralista vasco, dando lugar años después a la creación del Partido Nacionalista Vasco en 1895 por Sabino Arana, que defendería las ideas católicas del carlismo y, de manera independiente de este movimiento, que propugnaba el regionalismo, pasaría a defender el nacionalismo. Desde la óptica Alfonsina, la victoria legitimó aún más el gobierno de la Restauración, que se vio reforzado con la promulgación de la Constitución de 1876. La tercera guerra civil del siglo XIX acabó con un asimilamiento del bando perdedor sin hacer agravios al vencido. El carlismo como amenaza militar desapareció definitivamente después de casi medio siglo de luchas intermitentes. Con este nuevo logro se consolidó aún más el sistema canovista. 21.- Explica la política española respecto al problema de Cuba. En Cuba existía un movimiento liberal de cierta importancia, compuesto por pequeños y medianos propietarios de tierras y clase media en general. En principio solo aspiraban a una mayor autonomía de la isla que les permitiera adoptar decisiones acordes con sus intereses, pero la insensibilidad española ante sus peticiones empujó a este sector del reformismo a la revolución independentista. En 1868 se inició en Cuba la guerra de los Diez Años (con el “grito de Yara”). El gobierno intentó abolir la esclavitud y conceder reformas políticas pero los sectores económicos españoles con intereses en Cuba se negaron. Esta guerra acabó con la Paz de Zanjón ya en el periodo de la Restauración. En ella el gobierno español ofreció algunas concesiones a los rebeldes cubanos. Sin embargo, la mayoría de los políticos españoles eran contrarios a conceder ningún tipo de autonomía a Cuba, ya que para ellos autonomía e independencia eran equivalentes. Tan tajante actitud provocó que disminuyeran cada vez más las filas de los partidarios cubanos de la autonomía y aumentaran las de los independentistas. Las tensiones aumentaron al hacerse patente la oposición cubana a los fuertes aranceles proteccionistas que España imponía para obstaculizar el comercio con Estados Unidos (principal comprador de productos cubanos). Así, en 1895 estalló la revuelta bajo la dirección de José Martí, quien fundó el Partido Revolucionario cubano. La insurrección comenzó en la parte oriental de la isla y entre sus dirigentes contó con Antonio Maceo y Máximo Gómez, que consiguieron extender el conflicto a la parte oriental. El gobierno (presido por Cánovas) respondió enviando el ejército bajo el mando de Martínez Campos. La falta de éxitos decidió el relevo de Martínez Campos por Valeriano Weyler, representante de la línea dura, cuyo objetivo era la victoria militar sin negociaciones. La dificultad de proveer de alimentos y asistencia médica produjo una elevada mortalidad civil y militar. El nuevo gobierno liberal decidió probar una estrategia de conciliación y negociación, concediendo a Cuba la autonomía, el sufragio universal, la igualdad de derechos y la autonomía arancelaria. Pero las reformas eran tardías y los independentistas (apoyados por EE UU) se negaron a aceptar el fin de las hostilidades. La clave del conflicto fue la intervención de Estados Unidos, cuyos intereses económicos en la isla desempeñaron un papel de primer orden. Finalmente, tuvo lugar la voladura del acorazado Maine en 1898. Enviado a la bahía de la Habana con el fin de proteger a los residentes estadounidenses en Cuba, explotó en extrañas circunstancias; con este pretexto, Estados Unidos declaró la guerra a España (a la que responsabilizaba del suceso). Los motivos que explican este proyecto expansionista estadounidense son: F 0 B 7 El interés económico en las minas y en las plantaciones de azúcar cubanas. F 0 B 7 El interés geoestratégico en afianzar el control militar sobre el mar Caribe. que el de España), mientras que la esperanza media de vida no llegaba a los 35 años. Esto se debía a: F 0 B 7 Permanentes crisis de subsistencias a lo largo del siglo XIX, al menos doce, por escasez de trigo. Las malas condiciones climáticas, unidas a una agricultura atrasada con bajos rendimientos y a un deficiente sistema de transportes no permitían que la alimentación básica llegara a todas las poblaciones. F 0 B 7 La segunda causa de mortalidad fueron las epidemias (enfermedades contagiosas), pese a que la peste bubónica había desaparecido prácticamente en el siglo XVIII, eran frecuentes el cólera, tifus o la fiebre amarilla. F 0 B 7 También enfermedades endémicas como la tuberculosis, la viruela, el sarampión, la escarlatina o la difteria, hicieron estragos entre una población debilitada por la escasa alimentación y afectadas por condiciones de vida propias del subdesarrollo (falta de higiene, malas viviendas, mínima o nula atención sanitaria, etc.) F 0 B 7 Las escasas oportunidades de trabajo, provocaron una fuerte emigración a América Latina. El minifundismo forzó a emigrar a parte de la población en Galicia, cornisa cantábrica y Canarias (Andalucía y Extremadura, a pesar de las deplorables condiciones de vida, muestran un tasa de emigración baja). Los principales países receptores fueron Argentina, México, Brasil y Cuba. Es la emigración a países nuevos, en los que todo está por hacer y las oportunidades para hacer negocios es muy grande. Por otra parte, el éxodo rural (movimiento asociado a la revolución agrícola e industrial) fue menor que en el resto de Europa pues España apenas modernizó su agricultura e inició un industrialización lenta, escasa y tardía por lo este movimiento se retrasó hasta la centuria siguiente. En 1900 la gran mayoría de la población española era todavía rural. De hecho, a finales de siglo XIX solo Madrid y Barcelona estaban en torno al medio millón de habitantes. Todo ello definía, para España, un modelo demográfico típico del Antiguo Régimen. Según el modelo europeo de transición demográfica, el paso de un régimen demográfico antiguo a otro moderno se produjo en casi toda Europa durante el siglo XIX, en correspondencia con la revolución industrial. Al contrario que en el continente, en España perviven los rasgos caracterísiticos del régimen antiguo: altas tasas de natalidad y mortalidad, con crecimientos vegetativos lentos. Así, la transición al régimen demográfico moderno no se produjo hasta el siglo XX, en paralelo al desarrollo económico. Cataluña fue una excepción porque industrialmente estaba a la cabeza de España y, así, va a iniciar su transición al régimen demográfico moderno como en el resto de Europa. De 1787 a 1900 la población aumentó un 145%, sólo por debajo de Gran Bretaña. La fuerte industrialización de Cataluña produjo la llegada de inmigrantes, tanto regionales como del resto peninsular de forma constante. Desde mediados del siglo XIX el área de Barcelona recibió inmigrantes de las zonas agrarias, que elevaron sus tasas demográficas, pero la situación de exceso de mano de obra, que generaba pobreza, hizo retrasar el descenso de las tasas de mortalidad frente a otras zonas industriales. 24.- Describe la evolución de la industria textil catalana, la siderurgia y la minería a lo largo del siglo XIX. En España, durante el siglo XIX, se trató de impulsar, como en otros países de Europa, el proceso de revolución industrial con el objeto de transformar la vieja estructura económica, esencialmente agraria, en otra nueva, basada en el desarrollo de la industria y el comercio. No obstante, en España se produjo un desarrollo industrial inferior al de otros países con mayor tradición industrial. Los sectores que se desarrollan son: Industria textil catalana: Antes de 1830 el único sector que puede considerarse algo industrializado es el textil centrado en Cataluña, de larga tradición en el tratado de la lana e implicado con el algodón desde el último tercio del XVIII. Las empresas se constituían con capital autóctono y eran de tamaño mediano. Es en Cataluña donde la iniciativa empresarial de la burguesía hará llegar las primeras máquinas de hilado inglesas y donde por vez primera se instalan motores de vapor. De 1830 a 1850 experimentará una gran modernización técnica, un ejemplo será la fábrica Bonaplata en Barcelona, aunque también serán centros importantes Sabadell y Tarrasa. A mitad de siglo representaba el 60% del sector industrial. El área catalana recibió apoyo constante del Estado mediante leyes arancelarias que impidieran la entrada de algodones ingleses y franceses y estableciendo el monopolio de venta de algodón catalán no sólo en el resto del país sino en las Antillas españolas. De ahí que la pérdida de Cuba provocara una movilización seria de la burguesía catalana contra el gobierno central. A esa industria textil catalana se asocia otra de carácter químico para los tintes que evoluciona hacia la producción de cementos. Asociada a la textil nace también la industria papelera catalana. Industria siderúrgica: se estableció cerca de las zonas mineras, razón por la cual se localizó principalmente en el norte de España. Hubo algunas plantas en: F 0 B 7 Málaga (1830-60) pero como no había carbón mineral, recurrían al vegetal mucho más caro. Vivió su apogeo durante las Guerras Carlistas en el Norte. F 0 B 7 En Asturias (1850-70) las cuencas de Mieres o Langreo no progresaron por carbón de baja calidad. F 0 B 7 Y, por último, en Vizcaya, donde la familia Ybarra fundó la empresa de Altos Hornos de Vizcaya en 1882. La introducción del convertidor Bessemer que transformaba el hierro en acero, estimuló la demanda de hierro vasco y, además, contaba con la ventaja de la proximidad a la costa. Durante la segunda mitad del siglo XIX se crearon en tierras vascas un gran número de sociedades mineras de capital extranjero y, en ocasiones, nacional cuya producción se destinó principalmente a la exportación (en especial, a Inglaterra) por la escasa demanda interior. Los beneficios de la industrialización vasca permitieron la aparición de una importante industria de bienes de equipo que se diversificó en construcciones mecánicas, navales y metalúrgicas, fomentando a su vez compañías eléctricas, químicas y de seguros, y reclamando grandes aportaciones de capital representadas por los Bancos Bilbao y Vizcaya. La minería: España era rica en reservas de hierro, plomo, cobre, mercurio y cinc; y además gozaba de otra ventaja: la proximidad de los yacimientos a zonas portuarias, lo que facilitaba el transporte. Con la llegada de la revolución industrial tales recursos eran una riqueza potencial que no se utilizaban por la escasez de iniciativas empresariales, de conocimientos técnicos suficientes y de capitales españoles. Finalmente, la Ley de Minas de 1868 facilitó la llegada de capitales extranjeros que se hicieron pronto con el control de la mayoría de las explotaciones importantes (Río Tinto Gulf Company, Franco-Belge des Mines de Somorrostro, etc.). España, por tanto, se convirtió en exportadora de materias primas, que a finales de siglo representaban uno de los capítulos más importantes de la balanza comercial. 25.- Compara la revolución industrial española con la de los países más avanzados de Europa. España accede al proceso industrializador mal y tarde porque llegar a un proceso de revolución industrial, al menos en su primera fase, suponía el desarrollo de una revolución agraria que nunca se dio en el país. Teóricamente los beneficios obtenidos del sector primario financiarían la industrialización, pero, al estar el campo controlado por una burguesía poco emprendedora y una nobleza todavía de mentalidad rentista, será el Estado el que deba financiar el proceso industrializador, bien con sus escasos fondos o bien legislando a favor de la entrada de capitales extranjeros. Sin duda, el fracaso del Revolución industrial española se basó en la escasa capacidad productiva de las manufacturas tradicionales; en la inexistencia de un mercado nacional con buenas comunicaciones y en la escasez de capitales españoles que, en una gran parte, se destinaron a comprar las tierras desamortizadas. Así en España se produce un desarrollo industrial inferior al de otros países con mayor tradición industrial. De esta manera España quedó relegada como potencia industrial a uno de los puestos más bajos de Europa. En el “fracaso de la Revolución Industrial en España” incidieron numerosos factores, tanto heredados como nuevos, entre los que destacan los siguientes: F 0 B 7 La escasa capacidad productiva de las manufacturas tradicionales (con la excepción de Cataluña), que abastecían mercados locales de bajo consumo F 0 B 7 La inexistencia de un mercado nacional, con buenas comunicaciones y unificado, que facilitara los intercambios comerciales F 0 B 7 La escasez de capitales españoles, que en gran parte se destinaron a la compra de tierras desamortizadas y no a la creación de nuevas industrias. Pero, además, los nuevos propietarios de esas tierras tampoco invirtieron en el comercio con Europa por ser necesario un trasbordo de las mercancías al llegar a la frontera. Además, como la construcción del ferrocarril estaba protegida por el Estado, que ofrecía subvenciones por kilómetro de vía construido, los trazados se planificaron más por el beneficio de las subvenciones que por la eficacia de la línea. 27.- Compara los apoyos, argumentos y actuaciones de proteccionistas y librecambistas a lo largo del siglo XIX. En la consolidación de un Estado moderno la reformas fiscales y arancelarias eran fundamentales. La primera porque implicaba la abolición de los privilegios estamentales e imponía la igualdad ante la ley, la segunda porque se defendía la producción nacional o se abrían a una política librecambista de acuerdo con el capitalismo liberal. Dado que durante el siglo XIX la primacía industrial correspondió a Gran Bretaña, todas las naciones europeas, en mayor o menor medida, trataron de proteger sus industrias de la fuerte competencia inglesa. La política arancelaria se debatía entre un proteccionismo para proteger y fomentar el desarrollo de la producción interna para lo cual pedían aranceles a los productos del exterior y un librecambismo que permitía la libre entrada de productos extranjeros para estimular la competitividad. El proteccionismo era defendido por tres sectores importantes: los industriales del algodón catalanes, los empresarios siderúrgicos vascos y los propietarios y productores cerealistas castellanos que así se aseguraban la venta de sus cosechas a cualquier precio. Los intereses de estos grupos fueron apoyados desde el gobierno por los partidos moderados y conservadores, pues entendían que los granos castellanos, el algodón catalán y la siderurgia del norte no podían competir con el extranjero. Según ellos, abrir los mercados implicaría cierre de fábricas, paro y escasez, ante la escasa competitividad de los productos españoles. El librecambismo era defendido por un grupo menos definido social y económicamente. No obstante, era defendido fundamentalmente por comerciantes y las compañías ferroviarias que consideraban que el proteccionismo obstaculizaba la vinculación con el mercado internacional, frenaba la especialización y la introducción de nuevas tecnologías. De hecho, los gobiernos liberales progresistas se identificaron con el librecambismo y pretendían legislar con respecto al comercio exterior según los principios del liberalismo económico. Con el proteccionismo las empresas del país tendían a prácticas monopolizadoras, cuyas consecuencias eran el aumento de precios, el descenso de la demanda, el freno del crecimiento y menores posibilidades de las empresas para ser competitivas. La intervención del Estado en esta época fue fuerte y se basó en la implantación de aranceles y en el intervencionismo para reducir los riesgos de las inversiones privadas. Para proteger la producción nacional se dispusieron aranceles y para incentivarla se otorgaron privilegios fiscales, subsidios, primas y pedidos de la Administración. A pesar de que algunas medidas fueron nocivas para la economía, la intervención estatal fue decisiva para la implantación de la tecnología y la mejora del transporte. Con respecto a las actuaciones, en la España del siglo XIX la política seguida fue, fundamentalmente, proteccionista, con algunas excepciones. La primera reforma arancelaria importante se dio durante el reinado de Fernando VII, con el Real Arancel General de 1836, que prohibía la importación de más de 600 artículos. Esta política proteccionista se mantuvo hasta la Regencia de Espartero en que estableció un arancel en 1841 menos restrictivo y lo mismo sucedió con el Arancel de 1849. En pleno Sexenio Democrático, en 1869, la reforma arancelaria de Laureano Figuerola, se inclinó hacia el librecambismo, aunque únicamente puede ser considerado como tal en relación con los que le precedieron, pues, en realidad, las tarifas que se aplicaban a las importaciones no se suprimieron, solo se bajaron. Durante la Restauración, Cánovas del Castillo vinculó prácticamente el proteccionismo a la política del partido conservador, evitando un enfrentamiento con catalanes y vascos, mientras los progresistas se inclinaban hacia el librecambismo. 28.- Explica el proceso que condujo a la unidad monetaria y a la banca moderna. Una de las reformas básicas del Estado liberal en España durante el siglo XIX fue el control de la banca y la emisión de moneda. Así, al mismo tiempo que se iniciaba la transición a un sistema monetario moderno con la aparición de la peseta, se emprendía también la implantación de un nuevo sistema bancario. Modernización del sistema bancario español: El primer banco nacional es el Banco de San Carlos, que funcionó entre 1782 y 1820 y fue creado, fundamentalmente, para conceder préstamos a la corona. En 1820 los liberales crean un nuevo banco: el Banco de San Fernando. Esta institución tenía capacidad para emitir billetes de banco que sólo servían en Madrid. De este banco se sirve Mon-Santillán (década moderada) para recaudar los impuestos y para controlar la tesorería del gobierno. Además, servirá para financiar la actividad industrial y el ferrocarril. Pero no sólo en Madrid se crean bancos con capacidad emisora de billetes válidos. En 1845 se funda el Banco de Barcelona y a partir de 1855 se instituyen bancos en Bilbao, Santander, Málaga, etc. En 1844 se crea el Banco de Isabel II, en Madrid, que tendrá una capacidad emisora de billetes mayor que el Banco de San Fernando. Además, el Banco de Isabel II tiene la prioridad para abrir sucursales en otras capitales de provincia. Esta tendencia implica que los billetes de banco comienzan a servir en varias ciudades. Pero la competencia entre los dos grandes bancos madrileños crea problemas. Para evitarlos se hace necesario fusionar los dos bancos. Surge así el Nuevo Banco de San Fernando con monopolio de emisión de billetes de banco en Madrid. En 1856 pasaría a denominarse simplemente Banco de España. Esta institución tendrá prioridad para abrir sucursales en toda España, como las de Valencia, Alicante, etc., y será, también, emisor de billetes. Su labor principal será la financiación del ferrocarril y de la industria. En 1874 se concede el monopolio de emisión de billetes al Banco de España, con lo que se unifica la moneda y se extiende su validez a todo el país. Por último, tras el desastre colonial de 1898, se repatrió a España gran parte de los capitales situados en Cuba, Puerto Rico y Filipinas y se inició una nueva fase de desarrollo bancario, con fundaciones tan importantes como la del Banco Hispano Americano en 1901 Sistema monetario: Durante el primer tercio del siglo XIX existía en España una diversidad anárquica de monedas, pesos y medidas que entorpecía el comercio interior y los intercambios. Las leyes de 1848 y 1864 implantaron el sistema bimetálico de oro-plata. La moneda básica era el Escudo. Sin embargo, la reforma definitiva en el sistema monetario llegaría con la revolución de 1868 y la implantación de la peseta, basada en un sistema decimal, como unidad monetaria. El uso de la peseta tardó en generalizarse, pero a finales del XIX ya era la unidad monetaria utilizada en todos los intercambios económicos. Bolsa de valores: En 1831 comienza a funcionar la Bolsa de Madrid, que tratará de financiar las nuevas empresas españolas a través del ahorro privado. Bloque 9. La crisis del Sistema de la Restauración y la caída de la Monarquía (1902-1931). F 0 B 7 1912: protectorado hispano-francés sobre Marruecos. Asesinato de Canalejas. F 0 B 7 1914: mancomunidad de Cataluña. F 0 B 7 1917: juntas militares de defensa. Asamblea de parlamentarios. Huelga general. F 0 B 7 1920-23: pistolerismo sindical y patronal en Barcelona. F 0 B 7 1921: asesinato de Dato. Desastre militar de Annual (Marruecos). F 0 B 7 1922: expediente Picasso: exigencia de responsabilidades en Marruecos. F 0 B 7 1923 (sept.): golpe de estado del general Primo de Rivera. F 0 B 7 1923-25: directorio militar. F 0 B 7 1924: consejo económico nacional. Creación de la Compañía Telefónica Nacional. F 0 B 7 1925: desembarco hispano-francés en Alhucemas (Marruecos). Directorio civil. F 0 B 7 1926: España abandona la Sociedad de Naciones. Plan de confederaciones hidrográficas. F 0 B 7 1927: fin de la guerra de Marruecos. Convocatoria de la asamblea nacional consultiva. Creación de Campsa (monopolio de distribución de gasolina) e Iberia (aviación comercial). F 0 B 7 1928-29: oposición creciente a la dictadura. F 0 B 7 1929: exposiciones internacionales de Sevilla y Barcelona. F 0 B 7 1930: dimisión de Primo de Rivera. Gobierno Berenguer. Intento de insurrección republicana en Jaca (dic.): fusilamiento de Galán y García Hernández. F 0 B 7 1931: gobierno del almirante Aznar. Elecciones municipales: victoria republicana en las ciudades. Caída de la monarquía y proclamación de la Segunda República (14 abril). 3. Especifica la evolución de las fuerzas políticas de oposición al sistema: republicanos y nacionalistas. En 1902, Alfonso XIII llega al trono y se inicia la segunda etapa de la Restauración, en la que se intentó modernizar el sistema político, pero el miedo a la democratización plena frenó la reforma del sistema, y éste entró en su quiebra. En este contexto los partidos marginados del sistema de la Restauración que habían tenido muy poco peso hasta este momento, inician un progresivo apoyo social que les hacer ganar protagonismo en la nueva escena política: a) Republicanismo: fue la fuerza de oposición más importante en las primeras décadas del siglo XX. Su ideario, algo confuso, defendía el progreso, la justicia social, el desarrollo de la ciencia y la extensión de la enseñanza, con un carácter anticlerical; si bien, desde posiciones menos radicales que los socialistas o anarquistas. Representaban el anhelo de intelectuales y algunos sectores de las clases medias (pequeña burguesía mercantil) a una democratización política que identificaban con el régimen republicano. Se abrió a una renovación ideológica con la inclusión de las doctrinas del nuevo liberalismo democrático, más sensible a las reformas sociales, para intentar mejorar la vida de las clases medias y obreras. Durante el reinado de Alfonso XIII, el viejo republicanismo del siglo anterior se extinguió y surgieron los dos grandes partidos republicanos: el Partido Radical y el Reformista. 1. Partido Radical: Liderado por Lerroux. Las características de este partido eran la demagogia, el anticlericalismo y el populismo supuestamente revolucionario. 2. Partido Reformista: Fundado por Melquiades Álvarez, republicano, al que se acercaron Azaña, Ortega y Gasset y otras personalidades de la cultura española, debido a su preocupación por la cultura y la educación. Evolucionó hacia posiciones monárquicas. Representaba un republicanismo más moderado. b) Nacionalistas: El nacionalismo catalán era el de mayor relevancia en las primeras décadas del siglo XX. Estuvo dominado por la Lliga Regionalista, fundada en 1901. Esta formación política propugnaba que se debía aunar regeneración política, modernización económica y autonomía para Cataluña. La Liga era el partido que defendía los intereses de la burguesía catalana, no contando con el apoyo de la clase obrera ya que no atendía a las reformas sociales. Practicó una política pactista colaborando en ocasiones con los partidos del turno, tanto con el Partido Conservador como con el Partido Liberal. La izquierda catalanista tardó más tiempo en organizarse y no tuvo un papel destacado hasta la creación en 1922 de Estat Catalá, bajo la dirección de Francesc Macià, que se convirtió en la expresión del nacionalismo radical no conservador. El nacionalismo vasco sufrió un duro y largo enfrentamiento tras la muerte de Sabino Arana (1903), fundador y líder del Partido Nacionalista Vasco (PNV): por un lado, el sector independentista y defensor de las ideas aranistas; y, por otro; un sector más moderado, liberal y posibilista que optaba por la autonomía vasca dentro de España. Con la nueva estrategia del sector moderado autonomista, el nacionalismo vasco se expandió desde Vizcaya al resto de las provincias vascas, se aproximó a la burguesía industrial, amplió sus bases sociales y se consolidó como la fuerza mayoritaria en el País Vasco. Menos importancia tuvo el nacionalismo gallego, cuya actividad fue poco más allá del fomento de la cultura y la lengua gallegas, sin que se consolidara como fuerza política, a pesar de algunos intentos de escasa relevancia. c) Carlistas: Tienen cada vez menos fuerza y apoyo social. Continúan los partidos formados por Vázquez de Mella y Ramón Nocedal además del Requeté. En 1931 se unen formando la Comunión Tradicionalista. d) Partido Socialista Obrero Español: Defiende posiciones de izquierda más allá del republicanismo, aunque pactaron electoralmente con ellos. Este partido estaba cada vez más dispuesto a participar en el juego político parlamentario, sin renunciar, por ello, a la revolución social. El PSOE obtiene su primer diputado en 1910: es Pablo Iglesias, fundador del partido. Unión General de Trabajadores, su sindicato, elige de presidente a Largo Caballero en 1918. En este año obtienen buenos resultados electorales en las municipales; Julián Besteiro es elegido diputado a Cortes. En 1921 se produce en su seno la escisión del Partido Comunista. e) Anarquistas: En 1907 crean el sindicato Solidaridad Obrera y en 1910 se llaman Confederación Nacional del Trabajo (CNT). Sus pilares ideológicos eran tres: apoliticismo, unidad sindical y voluntad de acabar con el capitalismo. Además de la huelga general revolucionaria no descartaban el empleo de acciones directas. Su implantación en el campo fue muy grande y su número de afiliados creció espectacularmente. Para 1931 eran, sin discusión, la primera fuerza sindical. 4. Explica las repercusiones de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa en España. En 1914 se inicia la segunda fase del reinado de Alfonso XIII. Este periodo coincide con el estallido de la Primera Guerra Mundial y alcanzó su punto más crítico con la crisis de 1917, para entrar en un declive progresivo del sistema que finalizó con la implantación autoritaria de la dictadura (1923). Ante la Primera Guerra Mundial la postura oficial de España fue la neutralidad. Sin embargo, la sociedad se dividió entre germanófilos (partidarios de los imperios centrales) integrados por ejército y clases altas y, en general, los representantes de valores como el orden y la autoridad y los aliadófilos (partidarios de Francia e Inglaterra) integrados por las clases medias, grupos republicanos y obreros, ya que para ellos estos países representaban los ideales de la democracia. La guerra convirtió a los países contendientes en importadores ante la reconversión militar de sus industrias. España, gracias a su neutralidad se convirtió en suministradora de productos. Esto genero un aumento de las exportaciones españolas lo que provocó inflación e incluso escasez de algunos productos de primera necesidad. Por otra parte, este crecimiento generó grandes beneficios empresariales que no repercutieron en aumentos salariales equivalentes, lo que provocó un empobrecimiento de las clases trabajadores, que aumentaron su oposición al sistema. Sin embargo, la necesidad de mantener la producción, para satisfacer la demanda exterior, explica que los patronos fueran paulatinamente haciéndose más propensos a la negociación que al enfrentamiento con los obreros. Esto, a su vez, se tradujo en un crecimiento espectacular de la afiliación obrera a los sindicatos. Asimismo, el triunfo de la revolución bolchevique de 1917 insufló un notable entusiasmo en las organizaciones obreras, para las que Rusia se convirtió en un mito. La presión del movimiento obrero, cada vez más fuerte, desembocaron en la adopción de
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