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Orientación Universidad
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Expedición a orán 1732, Apuntes de Historia Moderna

Asignatura: història moderna del pais valencià, Profesor: , Carrera: Història, Universidad: UV

Tipo: Apuntes

2012/2013

Subido el 27/06/2013

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¡Descarga Expedición a orán 1732 y más Apuntes en PDF de Historia Moderna solo en Docsity! LA EXPEDICIÓN CONTRA ORÁN DEL AÑO 1732. EL EMBARQU DE TROPAS POR EL PUERTO DE ALICANTE ARMANDO ALBEROLA ROMÁ Universidad de Alicante Durante la edad moderna, y sobre todo en el siglo XVIII, la ciudad de Alicante se perfila como uno de los principales enclaves comerciales del Mediterráneo español. Su puerto, considera- do en el siglo XVII como uno de los más impor- tantes de España, se convierte en el Setecientos en punto de reterencia obligado para los navíos procedentes del norte del continente curopco y del propio Mediterráneo. Estrechamente vincula- do con su entorno rural, del que obtenía produe- tos que posteriormente eran exportados, las exce- lentes condiciones naturales de la rada alicantina influyeron favorablemente en el desarrollo de las actividades mercantiles que marcaron cl devenir de la ciudad, Así, desde el siglo XVl, el puerto alicantino actuó como un eficaz enclave exporta- dor de las mercancías castellanas hacia Italia, a la vez que se constituyó en receptor y redistribuidor de productos arribados desde diferentes lugares de la geografía mediterránea mediante la navegas ción de cabotaje", Por ello, no debe extrañar que la ciudad de Alicante se convirtiera en un intere- sante centro de atracción para comerciantes y mercaderes extranjeros, que se asentaron cn el núcleo urbano y establecieron compañías comer- ciales, y que además el puerto fuera empleado para diseñar acciones que desbordaron el marco estrictamente comercial. Precisamente en este úl- timo contexto cabe inscribir la reconquista de Orán, tema objeto de este breve artículo? Los Tratados de Utrech firmados en el año 1713 pusieron fin a la Guerra de Sucesión a la co- rona española, conflicto que desde cl verano de 1705 había asolado las tierras peninsulares pese a que las hostilidades se habían roto en el continen- te europeo en la primavera de 1701. Las cláusulas contenidas en estos tratados representaron, por un lado, una considerable merma de los territo- rios hasta entonces pertenecientes a la monarquía hispánica y, por otro, supusieron la consagración 191 de Inglaterra como nueva potencia hegemónica dentro del concierto internacional merccd « la aplicación de un eficaz sistema de equilibrio, de- nominado balance of powers. hecho a su medida y conveniencia, Adcmás de la cesión por parle española de determinadas ventajas de tipo comercial a Ingla- terra, lo que más repercusiones negativas desper- tó fueron las pérdidas territoriales. Así, Gibraltar y Menorca pasaron a pertenecer a Inglaterra; los Países Bajos, el Milanesado y Cerdeña fueron anexionadas por el Imperio; Sicilia se convirtió en territorio saboyano aunque posteriormente sería objeto de trueque con Cerdeña y, en última ins- tancia, Portugal vio engrandecidos sus territorios brasileños hasta las orillas del Mar de la Plata. Con cllo, fundamentalmente y por lo que hace a las posesiones estriclamente mediterráneas, se dislocaba la vieja comunidad hispánica asentada a ambas orillas del Mediterráneo occidental!. La pérdida de las posesiones italianas siem- pre fue sentida por Felipe V, máxima cuando en la corte española dejaban notar su presencia e in- fluencia buen número de súbditos italianos entre los que descollaba sobremanera el futuro carde- nal Julio Alberoni, a la sazón enviado del duque de Parma. La llegada a España de Isabel de Far- nesio, heredera del ducado parmesano y con de- techos al de Toscana, para contraer matrimonio con el monarca español tras las hábiles gestiones desplegadas por Alberoni, se reveló decisiva para determinar las iniciativas y acciones a emprender en el Mediterráneo. El rápido nacimiento de los infantes Carlos y Felipe, el creciente influjo que la nueva reina ejercía sobre Alberoni y las conexiones familiares que ésta tenía con los territorios italianos fueron factores decisivos para que las ambiciones de la Farnesio se orientaran hacia la recuperación de las antiguas posesiones españolas en la península itálica al objeto de poder instalar en ellas a sus dos hijos. La labor desarrollada por Alberoni desde el gobierno para poder hacer frente a estos deseos consistió, fundamentalmente, en reorgani- zar la maquinaria estatal y las finanzas de la mo- narquía, así como impulsar de nuevo el comercio y el tráfico con el continente americano. Para ello se valió de individuos de indudable valía, cntre los que cabe destacar a José Patiño. Éste resultó ser un excelente colaborador de Alberoni y consi- guió, desde su puesto de Intendente General de Marina para el que fue nombrado cl 28 de enero de 1717, poner en marcha una serie de iniciativas tendentes a recuperar y reorganizar la antigua flo- ta española, prácticamente desaparecida tras la Guerra de Sucesión”. La empresa requería, cier- tamente, tiempo y medios económicos pero la im- paciencia de Alberoni y de la reina aceleró sobre- manera los proyectos y trastocó todas las previ- siones. Esta primera fase del rcinado de Felipe Y es calificada como de iredenmtismo mediterráneo, caractorizándose por la escasa cobertura diplomá- tica y la reacción violenta a las cláusulas de Utre- ch. Se saldó con los intentos de reconquistar Cer- deña y Sicilia en los años 1717 y 1718, intentos desbaratados tras la firma de la denominada Cua- druple Alianza y la destrucción de parte de la fo- ta hispana en cl cabo Passaro por la escuadra in- glesa mandada por el almirante Bing. Estos he- chos, a la postre, supusieron un apartamiento temporal de José Patiño de las instancias de po- der y precipitaron la caída del cardenal Alberoni, consumada a primeros de diciembre del año 1719, Sin embargo, tras asumir en los meses de mayo y noviembre de 1726 las Secretarías de Ma- rina e Indias y de Hacienda respectivamente, co- rrespondería a José Patiño la ardua tarea de con- ciliar los intereses personales de la Farnesio con las aspiraciones irredentistas de Felipe V para in- cardinarlos en un ambicioso plan mediterráneo, Para ello se proponía la recuperación por la fuer- za de las armas de Nápoles, Sicilia y Orán además de utilizar, igualmente, las bases de Mallorca, Ibi- za y Berbería. Con ello perseguía poner freno a las incursiones de piratas norteafricanos y asimis- mo, incomodar a la supcrioridad exhibida por In- glaterra desde Utrech una vez que sinticra ame- nazadas las posesiones de Menorca y Gibraltar”. por tanto, en este contexto general donde se inscribe la recuperación de la plaza de Orán, per- dida en 1708 en plena Guerra de Sucesión por la defección del conde de Santa Cruz, responsable de la flota española del Mediterráneo. La empresa, no obstante, no resultó fácil como consecuencia del estado de postración en que se hallaba la armada española tras los efectos 192 de la contienda sucesoria. Á este estado habría que añadir las continuas maniobras desplegadas por Francia al objeto de evitar un renacimiento de la flota hispana que pudiera amenazar sus pro- pios intereses. Pese a estas dificultades se con truyeron algunas unidades en Cataluña, Guipúz- coa y Galicia, se compraron barcos a Génova o se recurrió a otros medios con el fin de suplir las carencias. Así, el interés por resolver esta silua- ción y por iniciar una activa política de fomento de las construcciones navales es observable desde 1713, año en que José Patiño se hizo cargo de la Superintendencia de Cataluñaó. Consciente de las dificultades que entrañaba el no disponer de unos adecuados astilleros distribuidos por la geografía peninsular, Patiño no dudó en emplear el fleta- mento de todo tipo de embarcaciones para incor- porarlas al real servicio? y, a tenor de las exigen- cias crecientes de la política [elipista, el número de navíos Metados se fue incrementando conside- rablemente conforme avanzaba el tiempo hasta alcanzar cotas elevadas en la década de los trein- ta. Los planes de reorganización de la marina española fueron puestos en marcha, de manera definitiva y sio trabas de ningún tipo, tras el as- censo de Patiño a la Secretaría de Marina e 1n- dias una vez supcrado cl desastre del cabo Passa- ro y el período de marginación a que fue someti- do durante el gobierno de Ripperdá". Así, entre 1726 y 1736 se construyeron o adquirieron una cincuentena de buques de guerra, con la consi- guiente alarma del embajador inglés Kcenc:; pero fue a partir de 1730 cuando, como consecuencia de la firma de tratados de paz con Francia e Tn- glaterra, se inició una febril actividad flctadora de barcos mercantes para emplearlos en el transpor- Le El mantenimiento de la política de rearme por parte española sumió en profundas preocupa- ciones a las distintas cancillerías europeas, que no acertaban a «adivinar con certeza el motivo y des- tino final de la misma. Durante largo tiempo se mantuvo en secreto el destino de la gran expedi- ción que se aprestaba hasta que, próxima ya su partida desde el puerto de Alicante, se hizo públi co que consistía en recuperar el enclave norteafri- cano perdido en 1708. LA REUNIÓN Y EMBARQUE DE LAS TROPAS La elección del puerto de Alicante como base de agrupamiento y como punto de partida de la expedición estaba sobradamente justificada Su rada ofrecía las condiciones más idóneas para el atraque de buques de gran calado: amplitud, profundidad, suelo rocoso que permitía un ancla- sable de la empresa, tuvo lugar a las sico de la mañana del día 18 de abril de 1732 estando presi- dida por el protocolo propia de estas ocasiones: salvas de ordenanza, formación de dos regimicn- tos que custodiaron el paso de Montemar por las calles de la ciudad, salutación de los oficiales, re- gimiento de honores, etc”, Pese a que el ritmo en los preparativos no decayó, los problemas fundamentales siguieron sin tencr solución. Así, las tartanas —barcos fun- damentales para el transporte de las caballerías— continuaban siendo escasas, no pasando de trein- ta y cuatro las ancladas en el puerto de Alicante y sin expectativas de que en el de Barcelona las cosas fueran mucho mejor. Sin embargo la exis- tencia de scis gabarras de unos treinta pics de lar- go remediaba algo la situación, ya que podían transportar hasta una docena de caballos y, ade- más, resultaban útiles a la hora de desembarcar compañías de soldados. Estas gabarras o ponto- nes fueron acondicionados con un cañón de 8 li- bras, una batería de seis cañones con metralla y con un puente portátil de quince pies de largo al objeto de facilitar los desembarcos%, A primeros de mayo se comenzaron a resol- ver los problemas de carencia de bugues para transporte al confirmarse la disposición de más de sesenta gabarras procedentes de Sanlúcar y Cá- diz. Igualmente comenzaban a tencr visos de so- lución las dificultades de intendencia, aunque se agravaron los de residencia llegándose incluso a plantear la utilización de las mansiones de los cónsules de Francia e Inglaterra como alojamien- los para altos oficiales de la armada, aungue no e llegara a tal extremo” A lo largo del mes de mayo hubo un conti- nuo trasiego de buques de guerra y transporte cn la rada alicantina. El día ocho entraba en el puer- to el “Galicia” procedente de Barcolona, tras sos- tener un encuentro con corsarios berberiscos en las costas de Peñíscola. Dos días más tarde arri- baba cl “Tlércules” comandando un convoy inte- grado por 32 navíos, todos ellos extranjeros salvo una taríana española, en los que embarcaron el segundo regimiento de España, el tercer batallón del regimiento Suizo y abundante munición de guerra y boca. El día once hizo su aparición e) “Andalucía”, navío de guerra acompañado de diez gabarras españolas, dos tartanas y catorce barcos ingleses cargados de harina y municiones. Los dos barcos de guerra citados anteriormente partieron hacia Barcelona el día 15 de mayo para escoltar un convoy de tropas y municiones, res- tando en Alicante el “Andalucía”. Mientras tanto seguían entrando en el puerto de Alicante galeras transportando marincría, A fines de mes se con- gregaban 25 barcos destinados al acarrco de bue- yes y carneros, cantidad ciertamento signilicativa y que hizo exclamar al cónsul de Francia. “Cola fait croire que cést veritablement a Oran qwen ira. Tl semble que dans tout autre endroit il ne serolt_pas necessaire de tent de lourage Wy bes- tau EL EMBARQUE DE LA EXPEDICIÓN Y LAS DIFICULTADES DE ULTIMA HORA Tas tropas que componían el ejército que co- mandaba el conde de Montemar se evalúan, se- gún diferentes fuentes de la época entre los vein- tiséis mil y treinta mil hombres, componiendo el grueso de estas fuerzas la infantería. Respecto de la armada, a cuyo frente se encontraba don Fran- cisco Cornejo, las cifras que se barajan coinciden en señalar un número máximo de 600 barcos de diferentes tipos y tonelaje”. Según Laugier de “lassy, que establece en 525 el número de bu- ques", fueron empleados 214 en el acomodo de los diferentes cuerpos expedicionarios: 46 navíos, 22 fragatas, 45 saetías, 10 pingues, 6 balandras, 2 urcas, 76 tartanas, 2 polucras, 3 paquebotes y 2 gabarras. La artillería, municiones, víveres y per- trechos se cargaron en otros 213 buques, reser- vándose 57 para las tarcas propias del desembar- co en las costas oranesas*, A partir del año 1720 la ciudad de Alicante puede decirse que comenzó a superar las secuelas que, en su trama urbana, dejó la Guerra de Suce- sión. Sin embargo, es a partir de la década de los treinta de este siglo XVTT cuando conoció, en palabras de Ramos Hidalgo, el inicio de un vigo- roso proceso de urbanización y ampliación del pa- rímetro urbano*, A la vez, y restañadas las heri- das del conflicto sucesorio, el ritmo demográfico se tornó ascendente manteniéndose en esa línca hasta mediados de la centuria. El gran auge de las actividades mercantiles, sobre todo a través dol puerto, dotó a la ciudad de cierto aire populoso y cosmopolita que, evidentemente, se vería alte- rado por la aparición y estancia de navíos de gue- rra. Es indudable que el enorme movimiento de tropas afectó sobremanera al normal desarrollo de la vida ciudadana. Los jesuitas Juan Bautista Maltés y Lorenzo López deseriben muy gráfica- mente en su Crónica la situación en que se vio in- mersa Alicante. “A esta sazón confluyó a esta ciudad tanto gentío de fuera, assí de cavalleros y personas de media esfo- ra, como de varios paysanos, que lormuban otro exer- cito, el qual con tanta tropa de militares parecía en la ciudad una confusa Babilonia (...). Eran de ver los in- numerables vagageros que traían para el abasto quan- tas vituallas eran necosarias. y podía apcteces el gus- to. Por cl mar venían también dulces y vinos estrange- ros: de mado que nada faltaba para la nocesidad y para el regata” 195 De todos modos, para evitar el posible desabaste- cimiento de productos de primera necesidad y la previsible alza incontrolada de los precios, el ca- bildo ciudadano arbitró las oportunas medidas co- rrectoras. A tal efccto nombró comisarios a tres vecinos de la ciudad con el fin de que se desplaza- ran a las diferentes villas y ciudades de la gober- nación para establecer, de común acuerdo con las autoridades de estos núcleos, un eficaz sistema de abastecimiento diario a la ciudad de Alicante”, Igualmente se dictaron las órdenes precisas que penmiticran la entrada de vinos procedentes de otros lugares ajenos a la gobernación alicantina, decisión absolutamente imprescindible por cuanto la ciudad gozaba desde el año 1510 del denomina- do Privilegio de inhúbición del vino forastero; esto es, la facultad de impedir el acceso al mercado de todos los vinos elaborados fuera de los límites de su jurisdicción”, No parece que se padecieran n cesidades entro la población, aunque la excesiva acumulación de gentes de muy variada condición y las precarias condiciones de salubridad propias del núcleo urbano% desataron una epidemia de celiología no definida por las fuentes, pero que motivó cl internamiento de ua buen número de soldados en el Hospital del Rey”. Entretanto, las abundantes deserciones ob- servadas en el seno del cuerpo expedicionario, so- bre todo por lo que hace a la infantería, aconseja- ron el inicio del embarque de tropas y bastimen- tos, tareas que comenzaron el día 2 de junio, se- gún la puntual información suministrada por el cónsul de Francia. En primera instancia ocuparon los navíos los contingentes de caballería clogiosa- mente tratados por el informante*, dilatándose la operación hasta el día 8 del mismo mes como consecuencia del fuerte viento reinante. Las noti- cias recibidas por el conde de Montemar de que el contingente reunido en Cataluña había partido del puerto de Barcelona ese mismo día ocho, le decidió a embarcar a los 22 batallones acantona- dos en la ciudad, operación que se ultimó al día siguiente. Sin embargo, el cónsul no se aventura todavía, en su carta del día 4 de junio, a citar a Orán como destino final de la expedición aunque deja entrever que el objetivo se sitúa en cl conti- nente africano”. La fecha de partida sigue sicn- do, asimismo, una incógnita, aunque sus cálculos efectuados en función del tiempo que pudieran tardar en arribar los buques procedentes de Bar- celona lc hacen predecir el día 15 de ese mismo mes de junio. Lo cierto es que no anduvo desen- caminado, en esta ocasión, el cónsul. El día seis Felipe V firmaba un manificsto en Sevilla en el que disponía lo siguiente «(...) he resuelto no dilatar el de recobrar la im- portante plaza de Orán (...). Para el logro de este im- portante fin he mandado juntar en Alicante un exerci- 196 10 de hasta treinta mil Infantes y Cavallos, proveíddos de todos los Viveres. Antilleria. Municiones y pertre- chos correspondientes «1 cualquier ardua empresa. baxo las ordenes del Capitan General conde de Mon- temar (...) de cuyas experiencias y valor me prometo cualquier exito favorable y glorioso, para que embar- cados en el considerable número de embarcaciones prevenidas (...) pasen inmediatamente a la recupera- ción de la plaza de Orán"* Sin embargo los problemas, lejos de ulanar- se, persistieron puesto que el Capitán General de Valencia, principe de Campoflorido se tropezó con la firme decisión de los capitanes de los bar- cos mercantes flctados que se negaban a partir si antes no se les satisfacian las cantidades acorda- das en concepto de flete. El problema no era nue: vo. Desgraciadamente la Real Hacienda había re- sultado ser una mala pagadora a lo largo de los meses de preparación del contingente armado y había acabado con la paciencia de quienes habían visto como sus buques eran requisados para el real servicio. El anuncio de que las cantidades ]lc- gadas a Alicante para hacer frente a esos pagos no alcanzarían para todos los fletados desencade- nó la polémica. Los capitanes y patrones ingleses amenazaron con no hacerse a la mar, obligando a Campoflorido a dispensarles un trato preferen- tc. Ante esta situación, el cónsul de Francia nego- ció directamente con el Capitán General la igual- dad de trato para con sus compatriotas. Ánte los negativos resultados de la gestión se produjo, la víspera del embarque definitivo, un plante total por parte de los franceses tras negarse a partir sin hacer cobrado lo estipulado. Ante el cariz toma- do por los acontecimientos intervino el propio conde de Montemar quien, tras empeñar su pala- bra de honor como garantía del cobro de lo adeu- dado, rogó al cónsul de Francia que convenciera a sus compatriotas. Lejos de solucionarse, la sí- tuación se tornó más compleja al persistir las acti- tudes y anunciarse el empleo de la fuerza por par- te de los responsables españoles. Así, el cónsul inglós fue amenazado con la expulsión, junto con sus familiaros, si los capitanes ingleses se negaban a purtir. Paralelamente, el Capitán General de la flota y los oficiales de su Estado Mayor, acompa- ñados de soldados, recorricron las calles de la po- blación arrestando a todos los capitanes que en- contraron para, posteriormente, obligarlos a em- barcarse. Por este procedimiento accedió a los buques la mayoría de capitanes, donde sufrieron malos tratos y amenazas por la actitud que habían mantenido". En la tarde del día 10 de junio arribaron a Alicante algunos de los navíos procedentes de Barcelona y, en opinión del cónsul, el resto “arrivora selon les apparences dans tom ce jour vu demaja matin tout as plus tard, ainsi il paroit que toute la flotíe pourra mettre a la voile ou aprés de- main vendredí ou le samedy 14 de ce mois. Je crois quan compte qu'elle jra a Oran” Ti 15 de junio zarpó de Alicante la flota mandada por don Francisco Cornejo con el ejér- cito de Memtemar a bordo y, tras cierto retraso 4 la altura del cabo de Palos motivado por la caren- cia de vientos propicios, se dirigió a la costa nor- teafricana. El desembarco frente a Orán se pro- dujo el día 29 del mismo mes de junio, aunque la conquista de la plaza no se consumó hasta el día dos del mes siguiente*, quedando aquella al man- do del marqués de Santa Cruz en calidad de go- bernador. Culminada la conquista, las noticias de los hechos llegaron hasta la ciudad de Alicante, NOTAS U Para el conocimiento de la ciudad de Alicante durante el si- glo XVII, y en especial el papel desempeñado por el puer- to. resulta imprescindible la consulta de GIMÉNLZ 1.Ó- PEZ. E.: Alicante en el siglo Y VII Economía de una cíu- dad portuaria cn el Antiguo Régimen. institució “Alfons el Magnánim". Valencia, 1981 ? En relación con este tema del papel desempañado por el puerto de Alicante durante el reinado del primer borbón, ya realicé una aproximación en mi trabajo "El port d'Alacant en la política meditorránia de Folip V: la reconquesta d'Orá , en Homenatge al doctor Scbastiá García Martinez cultura, Educació ¡ Ciencia de la Generalitat . 1988. Volumen IL, pp. 285-297. En el Nletamento de barcos realizado por la Real Hacienda tras la reconquista de la plaza argelina con el lin de poder abastecerla regularmen- te de los productos de primera necesidad. Recientemente me he ocupado el papel del puerto alicantino cn las expedicio- nes mediteyráneas en el artículo “En torno a la política revi- sionista de Felipe V: los [letamentos de buques extranjeros en el puerto de Alicante y su empleo en la cxpodición a Si- cilia del año 1718”, en Revista de Historia Moderna, m.2 10 (Alicante, 1991). pp. 21 3 En torno a esta cuestión ver la excelente síntesis realizada por JOVER ZAMORA, J, M, y HERNÁNDEZ SANDOI- CA, H.: “España y los Tratados de Utrecl”, en La época de los primeros borbones. La nueva monarquía y su posición en Furopa. Madrid, 1987, pp. 340 y ss. Respecto a la Guerra S ver KAMEN, H.: La Guerra de Sucesión en 1700-1715. Bareclona, 1974. Un excelente estudio acerca de los avatares del conflicto suecsorio en la ciudad de Alicante así como de lus consecuencias posteriores on PRA- DELLS NADAL, J.: Del foralismo al centralismo. Alicante, 1700-1725, Universidad-Caja de Ahorros Provincial. Alican- 10, 1904 Valen este trabajo analizaba. fundamentalmente ama. 197 donde fueron celebradas con salvas de cañones y un solemne Tedeum en la colegial de San Nico- lás%, A partir de ese instante la ciudad que tan importante papel había desempeñado como lugar de reunión de toda la flota, se convirtió en un en- clave de cierta relevancia desde donde abastecer a Orán de todos aquellos artículos de primera ne- cesidad de que carecía la plaza africana% a la vez que se consolidaba el puerto aliantino como el más importante del Mediterráneo español junto con los de Barcclona y Málaga. +IOVER ZAMORA: ]. M.: Política mediterránea y política atlántica en la España de Feijóo, Oviedo, 1956, pág. 9 5 Para una visión general de este asunto ver OZZANÁM, D.: “Los instrumentos de la política exterior”. en JOVER ZA- MORA. J. M. (dir.): La época de los primeros borbones. La nueva monarquía y su posición en Europa. Madrid, 1987, pp. 459 y ss. En torno a la figura de Patiño ver el ya clásico trabajo de BETHENCOURT MASSIEU, A.: Patiño en la política internacional de Felipo Y, Estudios y Documentos, 1. Valladolid, 1954, * DOMÍNGUEZ ORTIZ, A jociedad y Estado en, ol siglo XVI español. Barcelona, 1976, pp. 55:56. Acerca de la po- Loa de Albcioni. ver VALSECH E Ta política ¡abia na de Alberoni. Aspecios y problemas”, cn Cuadernos de investigación histórica. Madrid (1978). n. 2. pp. 479-492, A Alberola Romá: “En torno a la recia a de Poli po Wo. ? BETHENCOURT MASSIEU, A.: Patíño e pp. 8-9 y 2:23. ¿Una visión de toda esta problemática de la lota española durante el siglo XVII se puede hallar en FERNÁNDEZ DURO, A.: La armada española, Madrid, 1895-1903, 9 vo- lúmenes (hay reedición en facsímil publicada por cl Museo Naval. Madrid, 1972-1973). WAI.KER, G.: Política españo» la y comercio colomiul (1700-1789). Bareciona, 1979. PÉ- REZ MALLAINA, P, E.: “La marina de guerra en dos co- wienzos del siglo XVI11”, en Revista general de marina, Maz drid (1980), pp. 137-155. MERINO NAVARRO, J. P.: La armada española en el siglo XVIII. Madrid. 1981. PÉREZ. MALLAINA, P. L.: Politica naval española en el Atlántico. 1700-1715. Sevilla, 1982. MAR . VALVERDE, C “Constitución y organización de la armada de Felipe Y", en Temas de Historia Militar Madrid, 1983. vol. T, pp. 365-311. % MERCADER RIBA. J Felip Y i Catalunya. Barcelona. 1985 (2. cd.), pág. en la política...
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