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Freud El malestar en la cultura, Apuntes de Sociología

Asignatura: fonaments de la sociologia, Profesor: Francesc J. Miguel Quesada, Carrera: Sociologia, Universidad: UAB

Tipo: Apuntes

2013/2014

Subido el 22/04/2014

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4.1

(82)

10 documentos

Vista previa parcial del texto

¡Descarga Freud El malestar en la cultura y más Apuntes en PDF de Sociología solo en Docsity! PARTE DESCRIPTIVA “El malestar en la cultura” es un ensayo publicado en 1930 por Sigmund Freud como continuación de “Totem y Tabú” (1912) y “El porvenir de una ilusión” (1927). ¿Qué dice el texto? El interés del texto queda fijado en investigar y trazar de la forma más aproximada posible la trayectoria evolutiva de la cultura. Partiendo del origen más primitivo de los pensamientos y sensaciones humanas el autor se desenvuelve en el plano interno con el fin de extraer definiciones, características y finalidades de las distintas culturas existentes que bien podrían ser una sola. A lo largo de sus ocho capítulos el autor desenrolla una madeja que gradualmente nos permite la observación de la procedencia de nuestros instintos, su influencia en nuestra felicidad, en nuestro comportamiento con nosotros mismos y con los seres que nos rodean y la manera en que todo ello propone facilidades o adversidades a la integración en una masa colectiva o comunidad de la cual se pueda extraer el concepto de cultura. Partes del texto Podemos dividir el texto en capítulos en tanto el final de cada uno viene relacionado con el inicio del siguiente, quedándonos así ocho partes interrelacionadas, que bien podrían expresar: · El yo y el ello (consciente e inconsciente) · Búsqueda de la felicidad por el yo (métodos, propuestas) · La cultura como origen de todo · Eros frente a Ananké (amor vs. Comunidad) · El instinto de agresividad · El instinto de destrucción. Antagonismo · La aparición del super-yo, el sentimiento de culpabilidad y el remordimiento. Como se puede apreciar la última parte del texto está fusionada (cap. VII y VIII) en cuanto su contenido deja de estar interrelacionado para ser la misma cosa dispuesta en dos partes. ¿Qué se esconde bajo el título? Cuando Freud hace referencia a un malestar en/hacia la cultura expresa la idea de que ésta lo que principalmente hace es reprimir instintos que nunca llegaran a olvidarse, y que pueden (gracias a unos concretos estímulos) volver a brotar debido a su permanente presencia en la vida psíquica del individuo. Al surgir de manera violenta se intenta reprimir la agresividad innata que posee el ser humano y esto, junto con toda una serie de restricciones de distinto ámbito que la cultura “impone” provoca una sensación de malestar u hostilidad frente a la cultura. CAPÍTULOS CAPÍTULO I En el inicio del libro Freud nos introduce en los valores del hombre y en su justo reconocimiento en algunas personas, para de esta forma introducirnos en lo que una de esas personas excepcionales (Romain Rolland) llama un “sentimiento oceánico” como fuente y origen de la religiosidad. Éste se basaría en la unión entre nuestra conciencia y la totalidad del mundo exterior. Freud deja claro desde el primer momento que el solo aporta una supuesta explicación psicoanalítica acerca de dicho sentimiento. Se parte de la obvia existencia del yo (consciente), de nosotros mismos, como algo evidente que escapa a la sufrimiento como una sensación que existe en función de nuestro organismo. Para Freud, el responsable de la reducción de dichas pretensiones es la cultura, que nos “obliga” a reprimir nuestros instintos y que nos roba nuestro objetivo primordial. La intoxicación es mencionada como el método más efectivo, para hacernos inmunes temporalmente a ciertos estímulos desagradables y al tiempo regalarnos sensaciones placenteras (estupefacientes). La satisfacción de nuestros instintos, dado que conlleva felicidad, llega a ser causa de mucho sufrimiento cuando se nos priva de ella, se nos impide satisfacer necesidades. Sin embargo, la insatisfacción de instintos que somos capaces de domar conlleva menos dolor que la de los no inhibidos. Alternativamente, la satisfacción de arrebatos provoca mucho más placer que los instintos dominados. Según Freud, otro método para evitar sufrimiento consistiría en redireccionar los objetivos de nuestros instintos para esquivar la frustración del mundo exterior. Es decir, buscar sustitutivos a nuestros instintos por ejemplo en el arte, el cine, etc. Pero no podemos olvidar que no todo el mundo tiene las capacidades suficientes como para ello y que, aún teniéndolas, no constituye una armadura infranqueable, en cuanto la mayoría de los seres sólo trabajan por necesidad y de aquí se derivan muchos problemas sociales. Otro mecanismo sería el de buscar ilusiones reconocidas como tales, pero que cuya interacción con el mundo real no impida su disfrute. Se trata de buscar distracciones fuertes en el terreno de la imaginación. Sin embargo, esta ligera narcosis no es más que un hogar fugaz y sin suficiente poder. Otro procedimiento ve en la realidad al más poderoso enemigo y por ello hay que romper toda relación con ella. Dentro de este procedimiento caben posibilidades individuales, colectivas (religiones, por ejemplo), rebeldías, etc. A pesar de que Freud no considera completa esa “enumeración” de métodos en busca de la felicidad aún queda uno más: el arte de vivir. El fin sigue siendo un destino independiente, y para ello traslada el proceso a su interior pero sin alejarse del mundo exterior y hallando la felicidad en las vinculaciones afectivas con los objetos. De esta forma se concentra en el cumplimiento positivo de la felicidad, apartando conceptos negativos. Es esa orientación vital que gira en torno al amor, que da el placer más intenso pero que nos pondrá más que nunca a merced del sufrimiento en ciertas ocasiones. Sin embargo esta técnica tiene más aspectos: la belleza, que aún sin ser útil ni cultural en sentido estricto alivia muchos displaceres y nos protege. Conclusiones: Alcanzar la felicidad es algo imposible, pero no por ello podemos dejar de lado nuestro esfuerzo por hacerla real. El individuo ha de saber adaptarse a su economía en cada situación junto con el resto de los factores, y también depende de su fuerza para modificar el mundo exterior según sus anhelos. Ya queda de manifiesto la importancia psíquica en el individuo para imponer su visión en el mundo, y aquellos que no sean capaces de vivir entre las limitaciones que nos impone el mundo y el inconsciente serán los neuróticos. La religión viene a modificar este “juego” y a imponer su camino hacia la felicidad, obligando al hombre a un infantilismo y delirio colectivo que no alcanza más que evitar algún que otro neurótico. Hay muchos caminos para la felicidad, pero ninguno la asegura con suficiente certeza. CAPÍTULO III Este capítulo comienza haciendo un breve recordatorio a las tres fuentes del sufrimiento humano según Freud: el dominio de la Naturaleza, nuestro cuerpo perecedero y nuestra incapacidad de regular nuestras relaciones (familia, Estado y sociedad). A pesar de que las dos primeras son irrefutables a nuestra opinión se nos escapa a la comprensión el porqué del fracaso de nuestras instituciones y organizaciones en lo que se refiere a bienestar. Tal vez aquí también hallemos algo de nuestra constitución psíquica. El autor nos sorprende con la idea de que con unas condiciones más parecidas a las de antaño nuestra miseria no sería tal cual es con la actual cultura. ¿Dónde está el por qué de esta hostilidad? Tenemos tres puntos de partida: · El cristianismo, que siempre abandona la vida terrenal a favor de la vida sobreterrenal. · El descubrimiento de pueblos primitivos que vivían sin cultura y se creían felices, únicamente obedeciendo a la Naturaleza y sus necesidades más básicas. · Cuando descubrimos que la causa de la neurosis procede del rechazo a lo cultural, queremos huir de la cultura. Hemos de tener en cuenta que hay personas que sufren más que otras las restricciones de la cultura. A pesar del enorme avance tecnológico que el hombre experimenta, ello no le lleva a ser más feliz, incluso cuando con este avance ha podido interpretar a la perfección muchos aspectos de la Naturaleza (una de las fuentes de sufrimiento). Precisamente por esto nos resulta dificil discernir si los hombres pasados eran más felices o no que los actuales, así como la parte que en ello tenía el componente cultural. En cualquier caso el concepto de felicidad nunca deja de ser enormemente subjetivo. Definición de Cultura Hablaremos de cultura como la suma de producciones e instituciones que nos aleja de nuestros antecesores animales (la Naturaleza) y que atiende a dos fines: proteger al hombre contra la Naturaleza y regular las relaciones humanas. Comenzamos por el hecho de que nosotros vemos como cultural todo aquello que nos es útil, ya sea bienes o actividades (como ejemplo el fuego, ...). Todos los bienes son un elemento cultural, y ayudan al hombre a acercarse más a su ideal de omnipotencia: el Dios (en la medida de que un ideal humano nunca llega a ser del todo). De esta manera, reconocemos el nivel cultural de un país como muy alto cuando todo está preparado para su mayor utilidad. No obstante, tenemos aún otros objetivos frente a la cultura. Así, centramos como algo cultural cosas que carecen de la menor utilidad a simple vista: la belleza. Sin embargo, una vez se le pide al hombre la aplique y respete en todo lo que le rodea, se espera además de la cultura orden y limpieza. Tomando como punto de partida la Naturaleza, analizamos dos aspectos muy diferentes, la limpieza que no se le exige y cuya ausencia parece incompatible con nuestra cultura y cuerpo, así como el orden copiado a la Naturaleza, actuando de organizador de tiempo, lugar y modo para ahorrar dudas e indecisiones en nuestros actos. Como inversa, este orden que pudiera evitar pérdidas de energía y demás es en el hombre irregular y espontáneo, al tiempo que descuidado. De cualquier manera, no ocupan estos tres aspectos un papel esencial en el rol cultural, aunque no llegan a ser meros accesorios. Freud, basándose en la dirección que concede la vida humana a las ideas, sitúa a los sistemas religiosos como elemento esencial de dichas ideas. Este elemento se rodea de especulaciones y finalmente de “construcciones ideales” del hombre. El hecho de su interrelación dificulta su estudio y hace proponer una Sin embargo, encontramos objeciones a esa técnica: un amor repartido comete una injusticia frente al objeto amado, luego no todos merecen ser amados. El impulso que constituyó la familia sigue influenciando la cultura, en su forma primitiva y como un cariño coartado. En ambos casos trata de unir a un cada vez mayor número de seres con mayor intensidad que el trabajo, y establecen nuevas relaciones con entes hasta ahora extraños. Dicho amor coartado tiene su origen en el amor sexual y sigue manteniéndolo ahí en el ello. Sin embargo, el amor se opone a la cultura y ésta le plantea restricciones al primero. No es fácil distinguir el motivo de la discusion: 1) Un conflicto entre la familia y la comunidad social, en tanto esta última tiende a “robar” a la figura paterna de su familia, que por el contrario tiende a aislar el individuo de empresas más vastas. 2) La oposición de las mujeres a la cultura, ya que representan los intereses de la familia y la vida sexual. La obra cultural en cambio se centra cada vez más en el masculino, obligándole a cumplir más tareas y con ello a la distribución de su líbido, dejando en un segundo término la mujer y la vida sexual. Por esto la mujer se muestra hostil ante la cultura. Igual que la limitación de la vida sexual se nos presenta la ampliación del ámbito de acción. El tabú, la ley y las costumbres han de restringir tanto al hombre como a la mujer. (Partimos del totemismo que prohibió la elección de un objeto incestuoso). No todas las culturas progresan igual, pero si se ven necesitadas de sustraer al individuo energía psíquica de su sexualidad (como una forma de explotación cualquiera). El temor a la sublevación lleva a tomar medidas más duras, como el aprendizaje temprano de contención de los anhelos sexuales en el individuo para acostumbrar al mismo individuo adulto a dicha contención. Pero claro, la imposición de un ideal para todos pasa por alto la capacidad sexual del individuo para discernir en dicha imposición, privandolos a la mayoría del goce sexual. Así, la cultura da a entender que se ven las relaciones sexuales como un mero instrumento de reproducción y como una unión única entre hombre y mujer. Cierto es que sólo los más débiles han acatado esta restricción mientras los màs fuertes la aceptaron con condiciones. La sociedad ha tenido que dejar pasar muchas agresiones que según sus estatutos debía haber perseguido, pero no podemos dejarnos llevar por una corriente contraria, creyendo que dicho comportamiento no es peligroso ya que no logra todos sus objetivos. Freud expresa un conflicto porque el amor es siempre individual y la comunidad no lo es, y por ello el amor consiste en elevar a alguien de la comunidad. CAPÍTULO V Los neuróticos son aquellos que peor soportan las frustraciones sexuales que mencionamos antes, al buscar sustitutos para estas que luego les deparan sufrimiento. Al colocar el progreso cultural como dependiente de la líbido, que va y viene, lo hemos situado como un trastorno general. Pero la cultura significa relación con un cada vez mayor número de personas, y una relación amorosa no presenta interés alguno por el mundo exterior. Podríamos pensar en una cultura formada por parejas que, satisfecha su sexualidad, quedan unidas por un vínculo laboral o de intereses, pero esto nunca ha ocurrido. La cultura necesita de más vínculos, identificaciones entre los individuos a través de la líbido de fin inhibido. Ello exige una oposición y restricción a la vida sexual, pero se desconoce el motivo. En la línea mostrada al final del capítulo IV, la idea de amar al colectivo surge como un derroche de amor, algo que es visto como la pérdida de algo precioso y al tiempo que sacrificios, por lo que su entrega no puede ser aleatoria, ha de ser merecida. Pudiendo llegar a ser injusto, puesto que el amor se supone como una muestra de preferencia hacia las personas cercanas. En cualquier caso, si tuviera que repartir mi amor a todos los elementos del mundo, habría de dar una parte ínfima a cada uno. Además, Freud se plantea el amor al prójimo como lo hacemos todos, es decir, preferimos amar al prójimo tal y como el prójimo nos ame a nosotros, para así no derrochar amor en personas que no lo merecen. Pero como ocurre con muchas sentencias pasadas, es simplemente mejor creerlas, porque sí. Con esto el autor nos sitúa en los rasgos “buenos” y “malos” que el ser humano posee, un ser entre cuyos instintos se encuentra una buena parte de agresividad. Por ello el prójimo deja de ser tan sólo un objeto de amor para serlo también de satisfacción agresiva. Como prueba el hecho de que el hombre en su estado más primitivo (y por tanto el original) era bastante agresivo, y con el suficiente estímulo sigue siéndolo. La presencia de dicha agresividad incordia nuestras relaciones sociales, porque la razón se ve superada por los instintos en la cultura. Ésta última tiende por ello a limitar sus manifestaciones, pero no alcanza a las declaraciones más sutiles de agresividad. La lucha y la competencia en la sociedad son esenciales, pero sirven de excusa a la hostilidad. *Con respecto a ello, los comunistas piensan que el problema es que la propiedad privada corrompe la Naturaleza, es decir, haciendo colectivo todo y cubrir todas las necesidades de cada persona, se eliminaría la hostilidad. Claro es que la propiedad no es la base de la agresividad, puesto que esta ya se manifiesta cuando aún se es infante. Además, con esa libertad nacerían problemas de índole sexual respecto a la privacidad de relaciones sexuales y probablemente se eliminaría la familia, semilla de la cultura. Lo único que sacamos en claro es el trabajo que al hombre le cuesta deshacerse de esa agresividad. Freud explica también que dicho instinto se reduce siempre y cuando aparte de un grupo de personas más afectivo, el hombre encuentre otro grupo con el que desahogar su instinto (así surge el narcisismo de las pequeñas diferencias entre países colindantes). Al suponer la ausencia de agresividad para el hombre otra restricción, la hostilidad frente a la cultura aumenta, puesto que se opone a su satisfacción. Por último, reseñar el hecho de que si bien el hombre primitivo no tenía este tipo de limitaciones sí se le presentaban otras que pudieran ser aún más fuertes, y que no todos tenían las mismas posibilidades. Es posible que poco a poco cambiemos nuestra cultura de acuerdo con nuestras pretensiones, pero sin dejar de lado las dificultades inherentes a ella. CAPÍTULO VI Partimos aquí de una comparación de Schiller donde el hambre constituye los instintos del individuo y el amor, que tiende hacia los objetos para conservar la especie. Con ello quedan opuestos los instintos del yo y los de los objetos. Freud designó la energía de los últimos como “líbido”, quedando instintos libidinales Podríamos organizarlo en pasos: · Renunciamos a los instintos por miedo a la autoridad exterior · Llega la autoridad interior · Renunciamos otra vez ahora por miedo a la conciencia moral · Aparecen la culpabilidad y el castigo Si bien al principio es la moral la que nos hace renunciar, luego estas renuncias inducen una moral más severa y se va formando un ciclo entre renuncias y conciencia. Cabe mencionar que cada parte de agresión que olvidamos se incorpora al super-yo, que se vuelve más agresivo frente al yo (Ej: el niño ve su agresión incrementada ante la negativa a hacer tal o cual cosa). La relación entre el yo y el super-yo es la vuelta de algo que en principio era uno y luego se exteriorizó. Así, la primera restricción del super-yo equivale a nuestra agresión al objeto. Podríamos concluir que la rigurosidad con que se educa al niño determina una mayor o menor influencia en el super-yo infantil, al tiempo que también afecta todo el entorno. Vemos que el niño reacciona agresivamente a sus primeras limitaciones desde su super-yo respondiendo a la agresividad que ya en su día demostró la autoridad paterna. Por otro lado tenemos que niños educados muy suavemente pueden llegar a tener conciencias muy duras. Si partiéramos del complejo de Edipo, veríamos que la agresión no fue reprimida, sino ejecutada (la misma agresividad que coartada origina la culpabilidad, es ahora la que provoca culpabilidad en otra forma). ¿Quiere decir eso que de cualquier manera nos sentiremos culpables? Tal vez. Ante la dificultad de responder, hemos de aclarar que a la culpabilidad que surge de un acto la llamamos remordimiento. Claro que presuponemos que antes del acto ya había una conciencia que luego origine esa culpabilidad. Suele ocurrir que un instinto se hace suficientemente poderoso como para imponerse a la conciencia cuando se dan esas situaciones (una vez satisfecho el instinto vuelve a su posición original). Este remordimiento también procede de dicho complejo de Edipo, en cuanto hubieron satisfecho su instinto (de odio) este volvió a la normalidad y afloró el amor por su padre, así como la culpabilidad. Esto se mantendría a lo largo de la historia. Así sacamos dos cosas: la influencia del amor en la conciencia y el carácter negativo de la culpabilidad. Tanto si matamos al padre como si no nos sentiremos culpables, dada la ambigüedad entre el Eros y el instinto de destrucción. Este sentimiento aumentará al mismo tiempo que la comunidad del hombre, manifestándose en el complejo de Edipo en la familia y en masas mayores como nexo de unión cada vez más acentuado entre los hombres. Si cultura es sinónimo de transición entre familia y Humanidad, conlleva sin remedio un ensalzamiento de la culpabilidad. CAPÍTULO VIII En este último capítulo Freud señala el sentimiento de culpabilidad como el problema más importante de la evolución cultural. El precio pagado por el progreso es la pérdida de felicidad y el aumento de dicho sentimiento de culpa. Así, el autor define finalmente algunos términos: Super-yo ! Instancia psíquica inferida por nosotros Conciencia ! Una de las funciones que le atribuimos al super-yo (actividad censora) Sentimiento de culpa ! Rigor de la conciencia Este último término existe antes que los dos primeros, conllevando una necesidad de castigo y una manifestación instintiva del yo que se torna masoquista bajo la influencia del yo-sádico. Además producto directo de la dialéctica entre la necesidad de amor paternal y la satisfacción de los instintos, provocando una inhibición que desemboca en agresividad. Por otra parte volvemos al remordimiento, como una reacción del yo en un caso especial del sentimiento antes mencionado (necesidad de castigo). Por tanto puede ser anterior a la conciencia moral. Luego Freud nos propone una hipótesis provisional: · Desde la literatura analítica, toda satisfacción instintual defraudada provoca un aumento de la culpabilidad. Él propone aplicarla sólo a los instintos agresivos. Según esto, la neurosis no serían más que satisfacciones sustitutivas de deseos sexuales no realizados. Su estudio es declarado interesante por el autor, partiendo de que el impulso instintual supone represión, observamos: elementos libidinales (que serán los síntomas) componentes agresivos (sentimiento de culpa) La lucha que ya comentamos entre el Eros y la muerte la aplica a: · El proceso cultural · La evolución del individuo · El secreto de la vida orgánica Al mismo tiempo, hace una relación analógica o paralela entre el super-yo individual y el colectivo, que tienen objetivos similares: la inclusión del individuo en la masa humana y la creación de una unidad colectiva a partir de individuos. No obstante, hay diferencias entre ambos: *La evolución del individuo tiene como fin principal el principio del placer (felicidad), donde la inclusión en
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