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guía de comentario de texto, Apuntes de Lengua y Literatura

esta guía te ayudara a poder realizar tus comentarios de texto periodísticos correctamente siguiendo los pasos que te dan

Tipo: Apuntes

2018/2019
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Subido el 19/02/2019

maleg14
maleg14 🇪🇸

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¡Descarga guía de comentario de texto y más Apuntes en PDF de Lengua y Literatura solo en Docsity! 300 euros Fina Fanjul es de Gijón, ama de casa, abuela. También es una defensora de los animales. El pasado noviembre fue con otro centenar de personas a Medinaceli, Soria, para protestar por el Toro Júbilo. Hay Toros de Fuego en muchos sitios, pero el más famoso es el Toro Júbilo. Estas fiestas repugnantes consisten en atar a los cuernos del animal un artilugio de hierro con unas bolas de líquido inflamable que arden como antorchas durante horas. El toro es untado de barro para protegerlo, pero el barro se seca y se cae, y las innumerables chispas les queman la cara, los ojos y el lomo. Además, los cuernos, que son tan sensibles como nuestros dientes, producen también un atroz sufrimiento al recalentarse. El toro, aterrado, intenta inútilmente escapar del fuego; a veces se disloca el cuello o se desnuca en sus agónicos esfuerzos por huir de la hoguera; alguno se ha llegado a suicidar topando contra un muro. El año pasado, sólo un pequeño puñado de 15 o 20 personas consiguieron entrar en el cercado y aferrarse al poste central antes de que ataran allí al pobre toro. Hay un vídeo en YouTube (busca “activistas intentan detener el Toro de Júbilo 2014”) que muestra el increíble coraje de esa gente pacífica que se atreve a plantarse delante de semejante horda de energúmenos: les insultan, les pegan. Ya digo que, como prueba el vídeo, fueron muy pocos los que entraron al ruedo; nuestra abuela Fina no lo logró. Pero de todas formas, ella y los demás, casi un centenar, acaban de ser multados con 300 euros. ¿Soy la única persona a la que escandaliza que se proteja a los torturadores y se persiga a la gente civilizada? Por cierto: un fuerte aplauso para Algemesí, que acaba de votar no volver a matar a las vaquillas de sus fiestas. Quizá haya todavía alguna esperanza. Rosa Montero, 07/04/15 Comentario Crítico El debate sobre la defensa o no de la fiesta de los toros en todas sus modalidades es lo que se cuestiona en este texto periodístico titulado “300 euros” de la columnista Rosa Montero. Está recogido en el periódico generalista de ámbito estatal, El País, define su línea editorial como un periódico progresista. Es posible clasificarlo dentro del subgénero de opinión, en este caso, columna si tenemos en cuenta que Montero es columnista habitual de ese diario. Es expositivo-argumentativo, tipología textual utilizada en la mayoría de los textos de esta índole. Plantea un tema, aporta información objetiva y se posiciona respecto a unos hechos, en este caso predomina la visión personal y un estilo propio muy marcado, por ejemplo mediante la organización en un solo párrafo que utiliza en sus columnas la periodista. En cuanto a las funciones del lenguaje, es posible citar la representativa, presente a lo largo de todo el texto, ya que la autora proporciona los necesarios datos objetivos y reales sobre sobre los que descansa su argumentación: acerca de la defensora de animales Fina Fanjul, los relativos al Toro Júbilo y la manera en que se desarrollan los actos con toros de fuego, la acción que llevó a cabo un grupo de activistas el año pasado y sus repercusiones, etc. Otra de las funciones empleadas es la expresiva, puesto que se hace uso de un grado de subjetividad considerable, propio de la columnista. Montero interviene en su argumentación a través de la primera persona del singular (“Ya digo”, “¿Soy la única…”?, y su opinión queda también de manifiesto a través del uso de términos con valor connotativo (“repugnantes”, “atroz” , ”aterrado”, “agónicos”, etc.). Asimismo, por el interés comunicativo y divulgativo del texto, y la propia tipología, también se encuentra en esta columna la función apelativa. Es relevante el empleo de la primera persona del plural , con la que se trata de captar la atención del lector para hacerlo partícipe del tema tratado (“nuestros dientes”, “nuestra abuela Fina”); una apelación explicita al lector, con la que se le insta a tomar acción: “busca”; y la interrogación retórica “¿Soy la única persona a la que escandaliza que se proteja a los torturadores y se persiga a la gente civilizada?”. Esta última interrogación permite, además hablar de la función poética, que se aprecia, por parte, mediante la presencia de otros recursos estilísticos: el símil o comparación (“arden como antorchas”, “son tan sensibles como nuestros dientes”), la metáfora al definir al grupo de activistas que consiguió entrar en el ruedo como un “puñado”, y la ironía al final del texto (“un fuerte aplauso para Algemesí, que acaba de votar no volver a matar a las vaquillas de sus fiestas”), con la que se percibe un sarcasmo, pues aunque de verdad la autora celebre dicha decisión, el tono en que la oración está formulada deja entrever que considera que ha sido tardía y, dada la postura que se deriva de su texto, no parece probable que “aplauda” las poblaciones con tradiciones taurinas, como es el caso de Algemesí. Rosa Montero muestra una intención subjetiva a través de los elemento comunicativos. Los signos de puntuación que se pueden citar son los paréntesis y las comillas: “(busca “activistas intentan detener el Toro de Júbilo 2014”)”, aunque no son el mejor ejemplo de este propósito de la autora. Su actitud subjetiva sí queda de manifiesto con el nutrido léxico valorativo del que hace uso: “pobre”, “increíble”, “horda”, “energúmenos”, “escandaliza”, “torturadores”... La modalidad oracional predominante es la enunciativa afirmativa (“Fina Fangul es de Gijón”, “Hay Toros de Fuego en muchos sitios”, “El toro es untado de barro”, “fueron muy pocos los que entraron al ruedo”, etc.), pero también está presente la dubitativa (“Quizá haya todavía alguna esperanza”), y la interrogativa y la exhortativa mediante la interrogación y la apelación previamente mencionadas, respectivamente. Por último, es importante tener en cuenta las figuras retóricas que han sido citadas con anterioridad. Con todo ello, se confirma el grado de subjetividad del texto. El eje temático de la columna gira en torno a la tauromaquia, más en concreto a los incidentes ocurridos el pasado año en la celebración del “Toro Júbilo” en Medinaceli. Durante el transcurso de la misma, un grupo de activistas protestó en contra de este tipo de actos que fomentan el maltrato animal al producir graves daños en los toros a causa del fuego, aunque sólo un reducido número consiguió entrar en la plaza para tratar de detener la complejas. Así, están presentes en este escrito las coordinadas adversativas ( “...pero el más famoso es el Toro Júbilo”, “...pero el barro se seca y se cae”) que permiten contraponer las ideas, en este caso la generalidad de festividades de toros de fuego contrasta con el caso particular del Toro Júbilo y las medidas de protección con los daños que realmente sufre, respectivamente. Por otro lado, encontramos algunas oraciones subordinadas que permiten expresar ideas más jerarquizadas y complejas. Entre ellas, destacan algunas adjetivas o de relativo: “...que son tan sensibles como nuestros dientes”, “... que muestra el increíble coraje de esa gente pacífica”, “...que acaba de votar no volver a matar a las vaquillas de sus fiestas”, etc. En el nivel textual, se advierte la presencia de diversos tipos de conectores: de oposición o contraste (“pero”), de adición (“además”, “también”, “por cierto”), etc. Es asimismo relevante el empleo de la deixis: espacial (“Gijón”, “Medinaceli”, “Soria”, “Algemesí”, “muchos sitios”), temporal (“el pasado noviembre”, “el año pasado”, “2014”), personal ( “nuestra abuela”,...). Todo ello contribuye a que el texto se perciba como una unidad cohesionada en vez de constituir un conjunto de elementos dispares. Me parece canallesco que existan en este país personas que se regocijan ante el sufrimiento de un toro que corre aterrorizado, y aún lo es más que esta situación en España sea considerada “tradición”. Por fortuna, existen personas como Rosa Montero y los activistas que intervinieron en el acto del Toro Júbilo el año pasado a la que, como ella misma dice, les escandaliza que se proteja a los torturadores y se persiga a la gente civilizada. Cada vez son más las personas que están alzando su voz contra estos crueles festejos, aún a riesgo de ser sancionados con multas que ahora pueden oscilar entre los 100 y los 600 euros, o, en el peor de los casos, hasta con 1.000 o 1.500 euros. Eso, hasta ahora porque con la entrada en vigor de Ley de Seguridad Ciudadana, aprobada el pasado mes de marzo gracias a la mayoría absoluta del PP, y con el rechazo de toda la oposición, el Gobierno ha dado una vuelta de tuerca más contra el activismo social. Protestar sin solicitar previamente permiso para impedir que se lleven a cabo festejos en los que se haga sufrir a un animal puede conllevar ahora multas desorbitadas. Si hay “resistencia a la autoridad” o la Policía asegura que los participantes en estas protestas se negaron a disolver la concentración, la infracción podría ser considerada como "falta grave", que conlleva una sanción de entre 601 a 30.000 euros. O "muy grave", penalizada entre 30.001 a 600.000 euros. Lo ratifica Javier Moreno, cofundador de Igualdad Animal. “Acciones que hemos hecho en Igualdad Animal, como saltar a la Pasarela Cibeles o saltar a plazas de toros, actos siempre pacíficos, que sólo duran unos segundos en los que desplegamos un cartel pidiendo respeto para los animales, con la nueva Ley de Seguridad Ciudadana nos podrían suponer multas de 30.000 a 300.000 euros. Es surrealista que se apliquen estas medidas a quienes defendemos pacíficamente a los animales, y que el maltrato animal que se da en la tauromaquia o en los festejos populares no solo sea legal sino que esté subvencionado con dinero público”. Mientras nuestros legisladores se aplican con ahínco en criminalizar a la ciudadanía por protestar o manifestarse en la calle, maltratar o matar animales sigue saliendo barato, por no decir gratis. El desinterés que ha habido por parte de los sucesivos gobiernos por regular a nivel estatal la indefensión en la que se encuentran los animales en España es generalizado. El pasado mes de noviembre de 2014, sin llegar más lejos, el pleno del Congreso tumbaba con los votos del PP la propuesta del PSOE de crear una ley integral contra el maltrato animal, una iniciativa que impulsó Pedro Sánchez a raíz de la polémica suscitada por la celebración otro año más del Toro de la Vega de Tordesillas. Siguen sin contemplarse como ilegales este tipo de espectáculos que causan infinito sufrimiento a los animales, ahí sigue tan campante nuestra ‘Fiesta Nacional’, declarada por el Congreso, con el apoyo del PP y del Gobierno de Rajoy, “Patrimonio Cultural Inmaterial". La persecución ejercida contra los antitaurinos siempre ha sido brutal. Por todo ello, creo que deberíamos tomar como referente la actuación ejemplar de Nietzsche en 1889. Hacia principios de ese año, el filósofo cruza la plaza Carlo Alberto y se topa con un cochero que azota con el látigo a su caballo, rendido, agotado, resignado, doblegado en el suelo. Nietzsche, hondamente dolido, herido en lo más profundo de su alma, se arroja sobre el caballo y lo abraza. Unos dicen que le susurró palabras que solo él, el caballo, podía oír. Otros dicen que permaneció en silencio, llorando, quizá hablándole sin pronunciar palabra. Pero todos coinciden en que fue un episodio crucial en la vida del filósofo alemán: el momento en el que perdió lo que la humanidad llama “razón” y, de alguna forma, rompió para siempre con esa misma humanidad, que lo consideró desde entonces un perturbado. Permaneció junto al caballo hasta que fue detenido por desórdenes públicos. Podemos pensar que en aquel momento Nietzsche pedía perdón al caballo en nombre de la humanidad, en nombre de Descartes. Queremos pensar que le pidió perdón porque la humanidad, al construir su relación con los animales, eligiera a Descartes frente a, por ejemplo, Pitágoras. Porque se apoyara en Descartes y no en Pitágoras para interpretar el “dominio” que, según el Génesis, Dios otorgó a los humanos sobre los demás animales. Hay palabras en el Génesis que nos podrían haber permitido construir esa relación sobre el respeto, sobre una premisa de protección de los “superiores” sobre los “débiles”, incluso sobre el amor. Pero los humanos optaron por interpretar que podemos ejercer de dueños y señores de cuanto nos rodea, y la historia de la humanidad es la del uso a su antojo y el abuso del resto de los animales. En ese proceso, Descartes es causa y efecto: definió a los animales no humanos como máquinas vivientes, “machina animata”, seres carentes de alma y, por tanto, incapaces de experimentar dolor ni emoción alguna. Así, sus quejidos no serían tales, solo el chirrido propio de un mecanismo que funciona mal, igual que el chirrido de la rueda de un carro no significa que el eje sufra, sino que no está engrasado. Descartes nos puso en bandeja olvidar a Pitágoras, que siglos antes había dado nombre a los primeros vegetarianos; que consideraba a los animales poseedores de un alma similar a la humana, y con idéntica capacidad de amor y de sufrimiento. Podría establecerse una analogía entre ese Nietzsche considerado y los activistas que luchan sin tregua por los derechos animales, conscientes de que es una actitud retrógrada no reconocer los mismos, pues al igual que los seres humanos poseemos unos derechos que nos son inherentes por el simple hecho de ser humanos, los animales también deberían tenerlos, pues también son seres vivos dotados de sentimientos, tal como demuestran diversos estudios científicos. Son cientos, miles de años de creencia en la superioridad, de permiso para dominar, de impunidad en el uso y la explotación de otros. Y mientras la sociedad avanza y deja atrás viejas creencias, como esa que hasta el mismo siglo XX no dudaba de la superioridad de los blancos sobre todos los demás hombres, ni de la superioridad de los hombres frente a todas las mujeres, los animales no humanos esperan su turno para recuperar algo tan básico como su derecho a existir y a no ser maltratados, un principio básico que sin duda ha de ser adoptado en los tiempos venideros si de verdad se quiere alcanzar ese progreso que todo el mundo exige, pero por el que nadie parece estar luchando. En definitiva, creo que ese futuro pasa por abrazar, como Nietzsche al caballo de Turín, a los demás animales. Por pedirles perdón en nombre de la humanidad y en nombre de Descartes. Por reconocerles sus derechos como antes se los reconocimos a otros humanos a quienes creímos menos valiosos. Por luchar contra el espejismo como lo hacemos contra el racismo o el sexismo. Por considerar que no puede haber razón sin empatía. Porque solo respetando a un animal no humano, experimentando como propios sus intereses y su sufrimiento, podremos decir que nos interesamos de verdad por la vida y que somos realmente humanos. Solo luchando juntos, los más fuertes en primera línea, protegiendo a los más débiles, podemos tener esperanza en nuestro futuro.
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