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La Colonización Española de América: Economía, Política y Sociedad, Apuntes de Historia Contemporánea

Una panorámica de la colonización española de américa entre los años 1415 y 1565, enfatizando el control de costas africanas, islas atlánticas y la mayor parte de américa, la circunnavegación del globo, la dominación de polinesia y el inicio de rutas pacíficas de asia a américa. Se detalla la política de evangelización y la creación de ciudades y reasentamientos, las ventajas económicas y la creación de comunidades indígenas. Además, se abordan los orígenes del mercado americano y la destrucción de la economía indígena.

Tipo: Apuntes

2012/2013

Subido el 02/07/2013

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¡Descarga La Colonización Española de América: Economía, Política y Sociedad y más Apuntes en PDF de Historia Contemporánea solo en Docsity! 1 de 70 TEMA I: HISTORIA DE AMÉRICA HASTA LA COLONIZACIÓN 1. ORIGEN Y DESARROLLO DE LAS SOCIEDADES AMERICANAS Hace 40 mil años se originaron en Asia las migraciones de los mongoles a través del estrecho de Bering. Era una época glaciar, donde se podía transitar de Asia a América hasta que co- menzó el período interglaciar, subieron las aguas y se cortó el paso. Los individuos que pasaron se caracterizaban por su gran movilidad y por la utilización de la piedra, el hueso y la madera. Algunas bandas se desplazaron por el interior del continente, por toda América, desde Alaska hasta el sur de Chile y Argentina. Las regiones más pobladas fueron Méjico y la zona andina. Este período se asemeja al Paleolítico Superior de Europa y Asia. Se organizaron pequeñas bandas de cazadores. En algunas regiones la recolección fue el sistema preferido por el hombre y se establecieron en cuevas y cavernas. En América del NO y Mesoamérica los vestigios más antiguos de la actividad agrícola se han encontrado en Nue- vo Méjico (4.000 a.C.) y en Tamaulipas (3.000 a.C.). Conocían ya la yuca, la batata, el maíz y el frijol. Los pueblos andinos (situados en zonas superiores a los 3.000 m. de altura) cazaban huana- cos, alpacas y llamas, domesticando a los dos últimos para el transporte y para obtener lana. Las propiedades eran de la comunidad y la idea de propiedad privada era sólo para algunos objetos personales. Según aumentaban los grupos, su organización era más compleja con je- fes, chamanes o sacerdotes, ceremonias, rituales. Las técnicas agrarias fueron las de rozas, barbecho largo y la siembra se realizaba con el palo cavador. En los Andes o en Méjico central se practicaba una agricultura más intensiva, basada en el regadío y en la construcción de terrazas en las laderas de las montañas. Apare- cen las primeras aldeas que eran agrupaciones de viviendas de 100 a 250 personas, que se establecían por lo general a orillas de los ríos y lagunas. La cerámica comenzó a desarrollar - se en América del S. Las piezas más antiguas se encontraron en Valdivia en el Pacífico ecua- toriano (3.500 a 2.500 a.C.) y era bien elaborada y pulida y en Puerto Hormiga en el Atlántico colombiano por la misma época, siendo ésta más tosca. 2. DESARROLLO DE LAS CIVILIZACIONES AMERICANAS Comenzaron a desarrollarse las obras públicas gracias a los mecanismos de coacción social. Se comenzó a producir excedentes alimenticios y a almacenarlos. También se produjo un in- cremento del comercio sobre todo los de larga distancia, con productos de gran consumo como los de alfarería. La cerámica comenzó a exportarse. La búsqueda de mejores tierras de cultivo fue muy importante para las migraciones hacia el interior del continente. El maíz hizo posible estos desplazamientos, gracias a su poder alimenticio y a su fácil adaptación. Las co- munidades agrarias se urbanizaron y se asentaron en pueblos y ciudades. Surgen las civiliza- ciones. Hay que destacar a los Olmecas en Mesoamérica y la cultura Chavín en los Andes. Sueles identificarse con el Neolítico europeo o asiático, pero aquí el proceso fue muy lento (4.000 años) y se achaca a que no conocían la rueda. El proceso de urbanización favoreció la estratificación social. Surgen los sacerdotes (con fun- ción religiosa, política y económica). Sus líderes se constituyeron en intermediarios entre los dioses y los hombres. Los olmecas vivieron entre el 1.200 y el 500 a.C. en el país de Ormán y de Hule (culto al jaguar). Fue la más alta cultura de su tiempo con un complejo sistema cere- monial y con un sistema calendárico. Tenían grandes pirámides y túmulos y esculpían enor- mes cabezas gigantes con rocas de basalto. La influencia olmeca se extendió por el valle de Méjico, Chiapas y Guatemala. Chavín de Huantar sintetizó las tradiciones de la costa, el altiplano y la selva. Era un centro 2 de 70 pequeño pero de gran significación religiosa. Era un gran oráculo con fines astronómicos, cu- yos logros se aplicaban a la agricultura. Hoy es un conjunto de ruinas monumentales a 3.000 m de altura. Fue la cuna de dos divinidades adoradas por los pueblos andinos: la serpiente y el cóndor. La cultura Chavín se difundió por la región peruana y desapareció hacia el 300 a.C. En Mesoamérica no se desarrolló la ganadería, pero sí la agricultura, lo que hizo que se bus- caran técnicas de cultivo más sofisticadas. Aumentaron también las prácticas religiosas. Tla- loc, el dios de la lluvia desciende del jaguar olmeca, fue la deidad más importante. Se estable- cieron mercados permanentes en diversos puntos, sobre todo en los centros ceremoniales, aunque en realidad sólo a Tectihuacán se le podía considerar como una ciudad. Su expan- sión se produjo entre el 0 y el 900 d.C. y estaba al N de Texcoco, a 2300 m de altura. Tenía cerca de 40 mil habitantes, llegando a 150 mil en su momento de mayor esplendor. Los cam- pesinos también eran artesanos, especialistas en el trabajo de la obsidiana y la cerámica. La sociedad estaba jerarquizada con una cúspide social constituida por una élite con funciones religiosas, políticas y militares; los artesanos y en la base los campesinos. La decadencia de Teotihuacán fue un proceso lento. 3. LA CULTURA MAYA Destacó en Mesoamérica. Su máxima área de dispersión abarcaba los estados mejicanos de Tabasco, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo y parte de Guatemala, Honduras y El Salvador. Los mayas tuvieron una misma lengua, religión y filosofía. Su cerámica era polícro- ma; utilizaban la falsa bóveda y el calendario, un sistema de escritura jeroglífica y un sofistica- do sistema numérico, de base 20, que tenía también el nº 0. Sus centros cívico-ceremoniales eran verdaderas ciudades-estado. Estaba compuesta su sociedad por un pequeño grupo de reyes-sacerdotes y sus familias y el campesinado. El período de mayor esplendor de los mayas fue durante el VII d.C. y empezó a declinar al fi - nalizar el siglo IX. 4. LAS CULTURAS ANDINAS Se extendieron por parte de América del sur. Los Andes centrales conocieron una etapa de gran dinamismo cultural con distintos estados teocráticos. 5. LA CULTURA TIHUANACO Se desarrollo cerca del lago Titicaca y para algunos autores fue la madre de las civilizaciones de América del Sur. 6. AZTECAS E INCAS El origen de los primeros no se conoce y se caracterizó por movimientos demográficos de los que surgieron algunas ciudades estado, con continuos cambios de alianzas y enfrentamien- tos. Se le incorporaron grupos de Chichimecas del Norte. Los Mexicas (el principal grupo azteca) llegaron al valle de Méjico en 1253 y para asentarse iniciaron una serie de guerras contra los pueblos de la región. Tenochtitlán y Tlatelolco fueron los principales centros mejicanos. En el reinado de Icoatls se inició la expansión hacia la re - gión de los lagos. Tras desastres naturales y malas cosechas aumentó la escasez de sus re - cursos alimenticios. Por ellos se interesaron por los de sus vecinos los Toltecas a los que do- minaron, así como a los demás pueblos del valle de Méjico. Su imperio se extendió hasta Ve- racruz, la Mixteca y Oaxaca. Llegó a tener el imperio azteca más de 200 mil Km2, dividido en provincias. Todas las provincias debían pagar tributo y esclavos para los sacrificios humanos. La sociedad estaba estratificada en forma piramidal. El Tlatoani orador era el principal en la escala social (gobernaba la ciudad y el territorio circundante, con poderes militares, civiles y religiosos). El tlatoani de Tenochtitlán era la cabeza del imperio. La nobleza era el 2º escalón junto a los que integraban el ejército (caballeros jaguar y caballeros águila). Recibían tributos de tierras que les permitían consolidar su riqueza y poder. Podían acceder a la propiedad de 5 de 70 Castilla, desde su participación en la Guerra de los 100 años en lucha contra Inglaterra era considerada la 1ª potencia marítima entre Galicia y Flandes. Los marineros de Lisboa al Es- trecho tuvieron el espacio entre Azores, Madeira y las Canarias como área de experimenta- ción. Pero la gran expansión portuguesa no se dio hacia el Oeste. La tendencia natural de los reinos peninsulares era la conquista de la antigua África cristiana. Aunque el objetivo no era religioso, querían controlar la puerta del Mediterráneo. Al dominar Castilla la orilla norte, Por- tugal decidió controlar la sur. La toma de Ceuta era el primer paso para la conquista del Ma- greb. Portugal fue la 1ª potencia que concibió la idea de realizar un puente marítimo entre Extremo Oriente y el África Central, mediante el establecimiento de una nueva ruta circunnavegando África. Hubo dos proyectos. El 1º dirigido por el infante Enrique el Navegante, dotando a Por- tugal de una política expansionista de largo alcance. Comenzó con el triunfo de doblar el cabo Bojador. Esto lo consiguió Gil Eanes en 1434 y volver a Portugal. Contando ya con la carabe- la (1441) los portugueses bajaron hasta las bocas del río Senegal y descubrieron las islas de Cabo Verde y llegaron al paralelo 16º N. allí se fundó el castillo-factoría de San Juan de la Mina, donde se centralizó todo el comercio. Se había llegado al primer objetivo y entrado en contacto con el África negra, el oro, los escla - vos y algunas especias. Se tardó más de 30 años hasta llegar al Ecuador (1475); una vez que se traspasaba éste, el régimen de vientos se complicaba aún más. Se produjeron ataques de marineros castellanos respondiendo a la guerra peninsular desatada por la sucesión al trono de Castilla entre los partidarios de la princesa Juana (con apoyo portugués) e Isabel. El en- frentamiento se zanjó por el tratado de Alcacobas-Toledo (1479) que otorgaba el reconoci- miento portugués a Isabel a cambio de la exclusividad de la explotación africana. Bartolomé Díaz (1478-88) llegó a doblar el Cabo de Buena Esperanza que comunicaba el Atlántico y el Índico. Sólo 10 años después, Vasco de Gama pudo llegar a la India. Así, los portugueses tuvieron acceso directo a los dos grandes centros exportadores medievales. Castilla que había quedado relegada, sólo tenía Canarias. 3. LAS ISLAS CANARIAS La expansión castellana comenzó con la conquista de las Islas Canarias. Desde la antigüe- dad estas islas eran conocidas como las “Islas Afortunadas”. Luis de la Cerda consiguió la so- beranía de las islas para Castilla. La colonización se efectuó en prolongación con la iniciativa de la reconquista peninsular, mediante el repartimiento de tierras entre los conquistadores. La natural resistencia de los guanches a los castellanos obligó a ordenar numerosas expedicio- nes. Por 1ª vez los castellanos debieron enfrentarse al clima tropical que obligó a modificar hábitos y cultivos. Los guanches supusieron un problema pero rompían la imagen tradicional de infiel, dado que no eran moros, negros ni judíos. 6 de 70 TEMA IV: LA EMPRESA COLOMBINA Y EL DESCUBRIMIENTO 1. CRISTÓBAL COLÓN Pensó alcanzar las Indias navegando hacia Occidente. Le presentó su proyecto al monarca portugués y tras su negativa, lo presentó a los reyes de Castilla y Aragón. Isabel dio esperan- zas a Colón para cuando terminara la guerra de Granada. Colón pedía grandes compensacio- nes que se recogieron en las Capitulaciones de Santa Fe y posteriormente en la Carta de pri - vilegios de Granada en abril de 1492. En ella se otorgaba a Colón los títulos, con carácter vi - talicio y hereditario, de Almirante de la Mar Océana, gobernador y virrey de las tierras descu- biertas y se le concedía una décima parte de los beneficios netos de la Corona y una octava de todas las mercancías de los beneficios del comercio. Por ello se supone que o bien los re- yes no confiaban en el éxito de la empresa o firmaron unas capitulaciones para no cumplirlas. El primer viaje zarpó de Palos de Moguer el 3 de agosto de 1492 formado por tres carabelas: la Pinta, la Niña y la nave capitana, la Santa María, propiedad de Juan de la Cosa. En la ma- drugada del 12 de octubre llegaron a la isla de Guanahani a la que llamó San Salvador. Tomó posesión de la isla en nombre de los RR.CC. Siguió navegando entre las diferentes islas lle- gando al norte de Cuba a la que llamó La Española. Aquí naufragó la Santa María y al ser in- capaz la Niña de transportar a todos los marineros se fundó el primer asentamiento europeo, el Fuerte de la Navidad. El cacique de Haití los recibió amistosamente y les habló de la existencia en el interior de una rica región abundante en oro. Los RR.CC. recibieron a Colón en Barcelona y quedaron satisfechos con la existencia de tie- rras al occidente de Europa. Pero sobre la posesión de dichos territorios se entabló una dis- puta peninsular con Portugal. Juan II reclamaba todas las tierras al sur del paralelo inferior de las Canarias. El rey Fernando pidió auxilio al Papa Alejandro VI y tras conceder varias bulas, se negoció entre los estados peninsulares, con la ventaja para el castellano de tener en su poder las bulas pontificias que culminaron con la firma del “Tratado de Tordesillas” de 1494. En él se mantenía la separación según un meridiano completo situado a 370 leguas de las is- las de Cabo Verde, lo que otorgó a Portugal una pequeña parte de la entonces desconocida Amazonía que dio lugar al gran imperio de Brasil. Colón hizo con otros tres viajes más (1493-1502). El marco del Caribe, especialmente la isla de La Española fue el área de experimentación colonial española a la vez que cabeza de puente durante 3 décadas. El 2º viaje de Colón fue determinante para su futuro y el de la colonización americana. Salió de Cádiz con más de 1500 hombres el 25-9-1493 y tras tocar en Canarias, cruzó el Atlántico en tan solo 3 semanas. Subiendo por las pequeñas Antillas llegó a Puerto Rico y La Española mostrando gran pericia navegando entre las islas. En el Fuerte de Navidad decidió fundar una nueva ciudad, Isabela en la actual República Dominicana, primer asentamiento urbano euro- peo en América. La mayoría de los hombres que fueron lo hicieron con el afán de oro y cuan- do una expedición al interior de la isla fracasó, se asentaron en tierras, trabajando mano de obra servil. La ausencia de oro, tierras y esclavos hizo nacer pronto la animadversión contra Colón. Los cultivos traídos de Castilla no fructificaban, los indios taínos no eran suficientes para abaste- cer la pequeña colonia. La aclimatación al trópico fue muy dura, con fiebres tifoideas y sífilis, lo que redujo en pocos meses la población hispana a la mitad, mientras crecía la mortandad entre la población aborigen. En su travesía caribeña descubrió Jamaica y siguió pensando que Cuba era una península de Catai. Se presentó por todo una posición contra el Almirante que estuvo dirigida por los hom- bres del rey, Boil y Margarit. Al volver de su travesía por el Caribe, Boil y Margarit ya se ha- bían ido para España iniciando la caída del prestigio de Colón en la corte. En la isla, los sol- 7 de 70 dados de Margarit, sin freno, cometieron suficientes abusos para desencadenar la 1ª revuelta indígena que fue resuelta en la batalla de Villa Real. Colón inició el regreso, dejando a su her- mano Bartolomé como su representante a cargo de la dirección de la colonia. Consiguió ser restituido en sus privilegios y preparó un tercer viaje que comenzó en 1498. En él llegó hasta la desembocadura del Orinoco, la isla de Trinidad y las islas de las perlas (es- pecialmente la isla Margarita, lo que debió aportar el primer gran tesoro americano). Este peri- plo hizo comprender a Colón que estaba en una tierras que no eran Asia. Para sustituir a Co- lón fue nombrado un nuevo gobernador, el comendador Francisco de Bobadilla que cuando llegó a La Española supo atraerse a los colonos, apresó a Colón y a sus hermanos y los man- dó de vuelta a Castilla. Allí recobró la libertad y sus derechos económicos, aunque no los polí - ticos. Esa fue la causa de los llamados “pleitos colombinos”, pues el almirante nunca re- nunció a sus prerrogativas y el resto de su vida lo pasó pleiteando así como sus sucesores. Aún hubo un 4º viaje sufragado por la corona deseosa de compensar la ruptura de su propio contrato y en parte como resultado del éxito de Portugal que había llegado a la India median- te su ruta oriental. Recorrió parte de la costa de Centroamérica (Honduras, Nicaragua y Pana- má) sin éxito alguno, aunque encontró manifestaciones de la alta cultura maya. Volvió a Es- paña en 1504 y 2 años después moría en Valladolid sin saber exactamente qué había conse- guido. 2. EL CARIBE: LAS PRIMERAS EXPLOTACIONES El verdadero organizador de la Isla de La Española fue fray Nicolás de Ovando que fue nom- brado gobernador en 1501. Refundó la ciudad de Santo Domingo utilizando el plano de cua- drícula, modelo que siguieron las demás ciudades hispanoamericanas. Intentó una sociedad dual, la república de los castellanos y la república de los indios. Trató de sustituir el principal objetivo, la búsqueda de oro, pero la rápida disminución del oro antillano obtenido por true- que, obligó a la explotación directa de los yacimientos de oro aluvial, mediante el lavado. To- dos los bienes de consumo eran importados de la Península, lo que no aportaba los grandes beneficios esperados por el Almirante lo que condujo a los reyes a pagar el viaje a colonos, dando paso a la iniciativa privada con la autorización de emprender explotaciones. Ovando decidió fomentar la ganadería y el cultivo de la caña de azúcar, lo que hizo entrar a La Española en la era colonial. Se propuso a la corona el sistema de mano de obra forzosa (encomienda y repartimiento de indios que implicaba las atenciones pertenecientes al cuida- do, manutención e instrucción en la fe). Diego Colón (gobernador) estableció un tribunal permanente. La Audiencia de Santo Domin- go (1511) fue el primer tribunas de justicia europeo en América. La sociedad dual de Ovando también se rompió por el lado indígena pues 15 años de domi - nación hispana habían ocasionado una dramática disminución de los nativos en La Española por las guerras, los malos tratos y las enfermedades así como por el cambio de su sistema de vida. Todo ello hizo recrear en las Indias la práctica de la invasión para la captura de escla - vos. Pero las leyes de Burgos garantizaban la libertad de los indígenas. Los dominicos inicia- ron el movimiento en defensa de los nativos con categoría de súbditos de la corona en igual- dad a los hispanos y empezaron a combatir la encomienda. Se decidió finalmente importar esclavos de África. Los portugueses fueron los principales suministradores de esclavos en el XV. Hubo que atraer población hispana por lo que se permitieron expediciones aunque en cada una de ellas iba un oficial real encargado de recaudar el quinto regio, la quinta parte de los beneficios que aportasen la expedición debidos a la Real Hacienda. Los gastos ocasionados corrían a costa de los socios armadores. Las expediciones realizadas hasta 1503 son conocidas como menores, andaluzas o de “reco- nocimiento y rescate”. Sus resultados económicos fueron mediocres. Los únicos beneficios fueron geográficos, al ampliar el conocimiento de las costas caribeñas. 10 de 70 de orden jurídico. Desde un principio se estableció que los indígenas eran súbditos de la corona de Castilla y que por tanto no podían ser esclavos ni obligados a trabajos forzosos. Además, la Iglesia y la corona insistían en que se cristianizaran. Derrotados los aztecas, había que controlar a la población y al principio la situación jurídica de Cortés no estaba clara, ya que había desobedecido al gobernador de Cuba. Pero cuando le nombraron Gobernador de Nueva España, intentó que en Méjico no se repitiese el saqueo como en las Antillas y para ello convirtió a los soldados en ciudadanos, partiendo de la ciudad y La encomienda. Las tierras de los aztecas pasaron a ser de la corona y de ellas cada soldado obtuvo un solar en la ciudad para su casa y una parcela a las afueras y si deseaba una explotación agrícola o ganadera grande, era posible obtener tierras más lejos de la ciudad, llamadas “mercedes de labor o labranza” y se asignaban como propiedad libre hereditaria. Cortés no era partidario de introducir en Méjico el sistema de repartimiento de indios por ha- ber sido lo que causó los abusos en las Antillas. Además, fray Bartolomé de las Casas tam- bién era contrario al sistema de encomiendas y Carlos V ordenó que no se realizase ninguno. Pero los hombres de Cortés no querían convertirse en labradores y a éste no le quedó más remedio que ceder. De ahí que la encomienda acabara sustituyendo al repartimiento. A cada conquistador o colono se le encomendaba un número de indígenas de los que recibía presta- ciones de dinero o en trabajo, comprometiéndose aquel a prestarles auxilio o protección, así como a preocuparse por su evangelización, pero sin que nada de ello le diera derecho sobre las personas o sobre sus bienes. La corona sólo autorizó la concesión de las encomiendas vi - talicias o por vida, pero nunca hereditarias. La Iglesia no cesó de denunciar los abusos que se cometían con los indígenas hasta conse- guir de la corona en las Leyes Nuevas de 1542 una severa limitación de las Encomiendas en Nueva España y su supresión total en Perú, con lo que la corona se vio obligada a rectificar sus planteamientos iniciales. Así, la encomienda de servicio originaria, en la que mediaba una prestación de trabajo, acabó siendo sustituida por una encomienda de tributo, en virtud de la cual su beneficiario se limitaba a recibir una renta que la corona le satisfacía transfiriéndole una parte de los impuestos que ésta había obtenido previamente de la comunidad indígena pero sin que en ningún caso obtuviera aquél la autoridad sobre ella. El encomendero fue una figura clave en la sociedad colonial de los primeros tiempos. Como representante de la generación de los conquistadores, sus hazañas le hacían acreedor de un inmenso prestigio social. Por ello los que no pudieron recibirlas tuvieron que vincularse a los encomenderos, como sus seguidores o paniaguados. El resultado fue la formación de fuertes lazos de clientela y patronato en el seno de la naciente sociedad colonial, la cuan tendía a concentrarse en núcleos urbanos, lógico, pues los conquistadores necesitaban mantenerse agrupados para asegurar mejor su propia defensa en un medio hostil insuficientemente pacifi - cado y la corona les instaba a ello para facilitar su control. Sea como fuere, las ciudades fue- ron un elemento fundamental en la colonización de América. 11 de 70 TEMA IV: PIZARRO Y LA CONQUISTA DEL PERÚ 1. INICIO EXPANSIÓN AL SUR En 1519 se fundó la ciudad de Panamá y desde ahí se organizaron diversas expediciones. Se exploró Nicaragua y Honduras con conquistadores procedentes de Nueva España. En 1539 se llega a Costa Rica y en 1558 a Veragua. Pero los viajes más importantes fueron hacia el sur. Francisco Pizarro, nombrado por Carlos V gobernador de las tierras que conquistara, al igual que Cortés, pudiendo explotar las debili - dades internas del Imperio Inca que era muy reciente, cuando llegaron los españoles, pues se había producido durante el XV. Este vasto imperio tenía su centro en Cuzco. El monarca an- terior a la llegada de Pizarro fundó dos capitales y a su muerte se desencadenó una guerra civil entre sus dos hijos, Atahualpa y Huascar, quedando al final Atahualpa como monarca. Pizarro hizo prisionero a Atahualpa y éste, temiendo una alianza con su hermano, le mandó matar. Por ello y una vez bautizado, Pizarro le mandó ejecutar. La capital Cuzco fue tomada y saqueada en noviembre de 1533, pero como quedaba el altiplano, en la zona más poblada por los indígenas y lejos de las rutas de comunicación con Panamá, Pizarro decidió fundar Lima con el nombre de Ciudad de los Reyes. Pero al principal problema fue el enfrentamiento de las fuerzas españolas entre sí, enfrentán- dose Pizarro con Almagro. Este al principio atravesó el altiplano boliviano adentrándose en Chile, pero tuvo que volver a Perú al no encontrar riquezas. 2. EXPEDICIONES HACIA COLOMBIA, CHILE Y EL RÍO DE LA PLATA Desde allí se hicieron diversas expediciones hacia Colombia. Se realizó la navegación aguas abajo por el Amazonas en busca del mítico “El Dorado” con Orellana. Hacia el sur se progre- saba por las mesetas de Bolivia, Chile (Valdivia fundó la ciudad de Santiago), pero este terri - torio tardó en colonizarse por la fuerte resistencia de los araucanos. Pese a ello, algunos po- bladores pasaron de las tierras chilenas a las situadas al otro lado de los Andes, fundando Mendoza. Así se penetra en el territorio llamado hoy Argentina al que los españoles habían llegado por vía marítima desde España. Buenos Aires se fundó primero en 1536 y definitivamente en 1580, como puente en la ruta hacia España. Asunción se fundó en el Paraguay en 1537 y desde allí la colonización prosi - guió por el Chaco en busca de minas de plata que encontraron en el altiplano boliviano. A mediados del XVI lo esencial del proceso de la conquista ha terminado. Los españoles han conseguido el control de la más densa América indígena, la de los altiplanos que desde Boli - via y Perú llega a Nueva España (la de los aztecas, mayas, chibchas y los incas). Todo ello se consiguió por la superioridad europea en armas y en tácticas militares, no así en número de hombres en que la diferencia es enorme (la guarnición española en Cuzco, sitiada durante 1 año por Manco Capaz en 1537 no superaba los 200 hombres mientras que los sitiadores eran más de 50 mil). 3. LAS LEYES NUEVAS Y LAS GUERRAS CIVILES En 1542 se aprobaron las “Leyes Nuevas”. Carlos V al volver de Flandes se encontró con que los encomendaderos querían formar su propia aristocracia y con las guerras civiles en Perú entre almagristas y pizarristas. El enfrentamiento de los líderes militares tuvo su origen en la discrepancias surgidas en torno al reparto de los beneficios obtenidos tras el dominio del im- perio inca. Existió un exceso de pobladores españoles (unos 8 mil) cuando no había enco- miendas más que para unos 500 y empleo para otros mil. Por eso se fomentaron expedicio- nes hacia Chile y el Amazonas. Almagro regresó en 1537 de su fracasada expedición a Chile, decidido a reclamar la región de Cuzco por su participación en la conquista. Atacó Cuzco que era gobernada por Hernando Pizarro, a quien apresó. Tras la batalla de Salinas, Almagro fue derrotado y ejecutado. En 12 de 70 1541 Francisco Pizarro fue asesinado por los almagristas. El primer virrey, Don Blanco Núñez de Vela, llegó a Lima dispuesto a cumplir las “Leyes Nue- vas” y a negociar con el inca rebelde Manco Capac. Comenzó embargando un barco de plata con considerar que había sido obtenido con trabajo forzoso indígena; liberó a los indios em- pleados en las tareas de carga y se negó a escuchar a los españoles, los cuales acudieron a Gonzalo Pizarro, que durante estos años se había mantenido al margen de las luchas civiles. Pero sea como fuere, Gonzalo se erigió en cabeza de la protesta: desafió y derrotó a Núñez de Vela. El emperador envió a un pacificador, el religioso Pedro de Lagasca que prometió el indulto a los encomenderos que habían actuado “contra la autoridad real” y ofreció la modifi - cación de las leyes. La guerra de las “Leyes Nuevas” fue la última resistencia, como también ejemplificó cuál iba a ser en adelante la actitud de los funcionarios peninsulares que ejercieron sus funciones en el nuevo continente. 4. LA ECONOMÍA DE LA CONQUISTA. LA HUESTE Los hombres que se habían enrolado en las primeras expediciones habían sido jóvenes, per- tenecientes a casi todos los estratos sociales, desde nobles e hidalgos pobres hasta campesi- nos, siendo éstos los más numerosos. Todos ellos con el deseo de conseguir riqueza y consi - deración social. En las primeras expediciones, la corona costeaba la aventura y a los hombres embarcados se les pagaba su soldada, con la promesa de otorgarles tierras y alguna gratificación por su la - bor. En la expedición de Núñez de Balboa (1509) se creó la 1ª “hueste” de conquista, mode- lo seguido después en la mayoría de las campañas. Era una asociación voluntaria de hom- bres en torno a otro que tomaba la iniciativa y se erigía en su caudillo. Se unían con un objeto concreto que iba más allá del saqueo costero en busca de oro y esclavos. Se pretendía “con- quistar”, ocupar e incorporar territorios para establecerse en ellos. Los soldados podían aban- donar la empresa cuando lo desearan. El jefe se ocupaba de conseguir la autorización oficial necesaria (capitulación) y de proveer los medios financieros precisos para la empresa. Las capitulaciones eran el documento de la corona que especificaba la fecha, límites territoriales de la conquista así como las estipulacio- nes para el reparto del botín o ayuda financiera. Los nuevos territorios así, tenían siempre como titular a la corona española que se quedaba con los terrenos del jefe vencido y con un quinto del botín. Para costear el resto de la expedición el caudillo empleaba su capital personal, créditos o bien se asociaba con otros personajes que aportaban fondos a la empresa y a veces, huestes propias. Reclutaba a sus hombres, los cuales también podían participar en la sociedad con sus bienes. Así, cada soldado se convertía de alguna manera en socio del jefe. La disciplina de estos grupos era muy difícil. Cabía la posibilidad de que en la hueste hubie - sen coincidido diferentes socios con sus propios hombres, como en el caso de Almagro y Pi - zarro. Tras la conquista se procedía al reparto del botín. Según lo aportado por cada uno, según su función o de acuerdo con los méritos contraídos en la expedición. Primero se descontaba la parte del rey (1/5 real) y la cantidad necesaria para saldar los créditos y deudas de la organi- zación. Al caudillo se le daba el cargo de gobernador y capitán general (vitalicio, por dos o tres vidas), alguacilazgos, la tenencia de fortalezas, la facultad de explotar minas y rescatar indios. Los más distinguidos tenían encomiendas de indios. Los hombres de a caballo, en una posición superior a la infantería también se beneficiaron de mayores repartos de tierra. A los primeros les correspondieron las caballerías y a los segundos las peonías. Finalmente, si la conquista conseguía cubrir sus objetivos, los hombres de la hueste se trans- mutaban en colonos y pobladores, fundando pueblos y ocupando los solares y las tierras con- 15 de 70 2. MIGRACIONES Y DESARROLLO DE NUEVOS GRUPOS ÉTNICOS EUROPEOS Y AFRICANOS 2.1. MIGRACIONES INDIAS Las migraciones nativas fueron de forma forzosa o voluntaria. La 1ª tuvo su origen en la aspi- ración española de concentrar a la población india, a fin de velar mejor por su conversión reli- giosa y de paso aprovechar la cada vez más escasa mano de obra indígena en actividades productivas. Se construyeron ciudades y reasentamientos en nuevos núcleos de población: las congregaciones (pueblos de indios) y las reducciones. Esta política se inició en Centro América en 1540 en Yucatán y Méjico Central y en Perú des- de 1560. En Guatemala, por ejemplo, los religiosos dominicos, franciscanos o mercedarios reunían a los indios en poblaciones creadas al efecto en los valles más accesibles. Las venta - jas eran que ellos no tenían que desplazarse para evangelizar, los oficiales de la corona y los encomenderos podían recolectar sus tributos con comodidad y los “pueblos de indios” se constituían en reservas de mano de obra. Otras veces, en las regiones sin recursos, los propios indios se convertían en preciosa mer- cancía. Si había en las proximidades algún centro económico, los indios eran apresados como esclavos y enviados a estos mercados. Este tráfico se dio en la costa de Honduras y en la vertiente pacífica de Nicaragua. Otras veces los indios de las tierras centroamericanas del interior eran obligados a traslados estacionales hacia las plantaciones costeras de añil o de cacao en El Salvador actual. La Encomienda de servicio obligó a movimientos de población hacia las áreas urbanas o ha- cia las haciendas y estancias e igualmente hacia la terrible Mita para el trabajo en las minas del Alto y Bajo Perú. A la vez había movimientos de migración voluntaria como era el caso de los indios que mar- chaban como “forasteros” a las ciudades o cambiaban de comunidad con objeto de evitar la mita y el pago de tributo. 2.2. LA MIGRACIÓN EUROPEA A diferencia con la población india, el nº de emigrantes europeos experimentó un crecimiento progresivo desde los primeros viajes. A mediados del XVI viajaron unos cien mil españoles. Desde ese momento la proporción anual aumentó y hacia 1690 se habían trasladado a Amé- rica 480 mil. A principios del XVIII dada la fuerte natalidad europea, la población española en el nuevo mundo podría haber alcanzado la cifra de casi 800 mil personas, incluyendo a los criollos, de los que más de 1/3 debió instalarse en Méjico. Ya desde el 2º viaje de Colón, todas las personas que viajaban a ultramar, debían inscribirse en un registro y disponer de una licencia o permiso para embarcar. 1º la Casa de Contrata- ción y después el Consejo de Indias, fueron los organismos encargados de supervisar dichos trámites. Además de la cantidad, la monarquía quiso fiscalizar la “calidad” de los españoles que llegaban a dichas tierras. Se prohibió emigrar a gitanos, judíos, morisco e incluso cristia- nos nuevos y personas de dudosa calaña. Excepto en los primeros años en que se concedie- ron indultos a quienes pasaron a trabajar en las Antillas, no existieron colonias penitenciarias. Así pudieron emigrar sin problemas los nacidos en la antigua corona de Aragón y durante al - gunos años, los súbditos europeos (alemanes o genoveses) del Imperio. Los primeros grupos eran de hombres jóvenes generalmente urbanos y con espíritu aventure- ro. Poco a poco llegaron familias de artesanos, labradores, clérigos, funcionarios, mujeres y niños. Durante los primeros años procedían todos del sur (andaluces y extremeños suponían algo más del 50%). A partir de mediados del XVI los emigrantes castellano-leoneses supera- ron a los andaluces y finalmente a lo largo del XVIII gallegos, asturianos, santanderinos, vas- cos y navarros tomaron su lugar. La emigración femenina fue muy débil y desde 1530 estuvo prohibido viajar a los casados sin la esposa. 16 de 70 3. LA TRATA DE NEGROS La introducción de africanos en América se debió a la tradición esclavista europea que se ha- bía mantenido durante la Edad Media. Tal grupo estuvo ya presente en las primeras incursio- nes americanas de conquista, como siervos negros de los expedicionarios e incluso en oca- siones como hombres libres. La muerte de los indígenas en las islas del Caribe hizo que trajeran esclavos de la corona es - pañola para trabajar en las factorías reales (siglo XVI). Eran usados como mano de obra mi- nera, agrícola o en obras públicas. Tras la breve oposición de Cisneros, se permitió la intro- ducción de esclavos previo pago de una licencia por cada negro introducido. Una nueva fuen- te de ingresos para la monarquía. A veces, las licencias se concedieron como privilegio o re- compensa a conquistadores y funcionarios. La corona estableció un sistema de contratos en régimen de monopolio, “asientos” gracias a los cuales comerciantes extranjeros proporcio- naban los esclavos. Es difícil calcular el nº exacto de esclavos llevados a América, porque es imposible saber la cantidad de “piezas” que pudieron ser desembarcadas sin licencia, como contrabando. Así se denominaba a los varones africanos jóvenes y sanos. La corona española concedió más de 120 mil licencias a los largo del XVI y sólo entre 1595 y 1600 entraron unos 25.400 esclavos en Hispanoamérica. Al final del siglo se habían completado unos 400.000. Se prohibió el envío de esclavos negros (negros ladinos) que hubiesen vivido más de un año en la Península, excepción hecha de los esclavos domésticos que constituían todo un símbo- lo de status social para el amo. Sólo se permitió llevar africanos recién importados proceden- tes de la zona de Costa de Oro y el golfo de Guinea. El nº de mujeres negras fue muy inferior. Fueron más numerosos en la zona caribeña y en zonas costeras donde el clima era tropical, más parecido al de sus tierras de origen, donde trabajaban en las plantaciones de azúcar, ta- baco o algodón, así como en las plantaciones de cacao venezolanas y en los yacimientos de oro colombianos, en Lima y costa de Perú o en las ciudades del Río de la Plata. También hay que señalar la presencia de población oriental. Con el Galeón de Manila llegaron a Acapulco filipinos, chinos e indonesios que eran vendidos en América. 4. CRUCES ÉTNICOS Y MESTIZAJE Hay que destacar el gran choque que hubo entre culturas y poblaciones tan distintas como la europea, las indígenas y poco después la negra. Hoy la palabra mestizo define cualquier cru- ce interétnico, pero durante el Imperio el significado era más concreto. La nomenclatura de la época consideraba mestizo al descendiente de español e india. De la misma forma que los cruces con los otros tipos puros eran llamados mulato y pardo, frutos de la unión entre indivi- duos de las étnicas blancas y negra, el primero y negra e india el segundo. Existieron elementos que favorecieron el mestizaje. El escaso nº de mujeres que embarcó en la Península durante los primeros decenios de la aventura americana hubo de ser tan impor- tante como la falta de prejuicios raciales de los conquistadores. La violencia estuvo presente en los primeros contactos. A la “apropiación de las mujeres” por violación o rapto, se añadie- ron otras formas: mujeres ofrecidas como regalo, en prenda de hospitalidad o las adquiridas a modo de botín de guerra, durante los años en que la esclavitud estuvo permitida. Otras veces las relaciones fueron más o menos voluntarias por parte de las nativas, toda vez que podían servir para mejorar su condición social y la de su familia. El concubinato fue una práctica generalizada y supuso un acusado relajo de la monogamia exigida por la moral cató- lica peninsular. Estas formas de convivencia suscitaron la preocupación de la Iglesia y por extensión de la co - rona castellana, de ahí la temprana recomendación de matrimonios interraciales con la finali- dad de sacramentar las relaciones. En 1503 una orden recomienda los matrimonios con hijas de los príncipes y caciques a fin de consolidar las buenas relaciones con los indígenas. A la vez se fuerza a los casados en España a reunirse con sus familias o, en el caso de los enco- 17 de 70 menderos, se promulgan decretos que fuerzan a contraer matrimonio en el plazo de 3 años, también para conseguir la legalización de algunas parejas. Incluso se otorgaba preferencia a los casados en el reparto de mercedes de tierra o cargos civiles y se les hacía rebaja en algu- nos impuestos (almojarifazgo). El nacido mestizo (fuera legítimo o no) era considerado español, siempre que fuera educado junto al padre e indio si se formaba con los indios. Los procesos de legitimación fueron nume- rosos. Los hijos mestizos de los conquistadores llegaron a desempeñar puestos destacados en la nueva sociedad. Cuando el nº de mestizos creció, comenzaron a constituir un grupo aparte y se constituyeron más en una categoría social que étnica. Los matrimonios mixtos con negros, sin estar nunca prohibidos, tampoco fueron incentivados. Primero el temor al Islam y siempre el estigma de la esclavitud explican la ley que recomen- daba el casamiento de parejas de la misma raza. La convivencia con esclavas domésticas dio lugar al nacimiento de los mulatos, doblemente discriminados por ser a la vez ilegítimos y es- clavos. La lucha contra el concubinato afro-indio fue muy cruel y contempló en algún período las pe- nas de castración. La política de separación racial practicada por la corona se vio superada por la realidad, porque la población mestiza continuó creciendo. En el XVII van a constituir un grupo social distinto, en una sociedad colonial cada vez más estratificada, donde estamento social y color conformaron las coordenadas que determinaban la posición social de los indivi- duos. 20 de 70 lonias y la Cámara de Indias integrada por algunos consejeros de Indias y fue la encargada de proponer candidatos para los altos cargos civiles y religiosos y para la concesión de mer- cedes reales. En el XVIII el Consejo de Indias perdió importancia al crear Felipe V cuatro se - cretarías, una de las cuales estaba dedicada asuntos de marina y América y desapareció defi- nitivamente en 1812. 3. ÓRGANOS ADMINISTRATIVOS EN LAS INDIAS En un primer momento, durante los viajes colombinos, la organización se llevó a cabo me- diante un régimen dual, de acuerdo a las capitulaciones de Santa Fe. Colón, como almirante mayor de Castilla, tomaba los títulos y funciones de virrey y gobernador de las nuevas tierras por él descubiertas, con carácter vitalicio y hereditario. Sus prerrogativas eran inmensas pero los graves desórdenes producidos bajo sus gobierno, aconsejaron a los reyes (o fueron utili - zados como pretexto) para modificar el sistema para garantizar el orden. El régimen de rea- lengo se fu imponiendo a partir de 1500 por medio de gobernadores, nombrados por el rey con carácter temporal y con responsabilidad sólo ante el soberano. 3.1. LOS VIRREINATOS El cargo de virrey, con antecedentes en las coronas peninsulares fue creado en América, cuando se tuvo conciencia de la extensión de los nuevos territorios y de la importancia de las culturas en ellos asentadas. Fue el medio más claro de evidenciar la soberanía real y de esta- blecer una autoridad superior. El origen de esta institución, aragonesa o castellana, puede si- tuarse en la Baja Edad Media. Cabe hacer una distinción, sin embargo, entre el título de virrey otorgado a Colón con sentido patrimonial y que se mantuvo en su familia hasta 1536 y el vi - rreinato con sentido territorial, al frente del cual se hallaba una autoridad nombrada por el so- berano con carácter temporal. El virrey tenía amplias atribuciones. Éstas eran más restringidas en materia de Hacienda, puesto que no podía autorizar gastos extraordinarios. Generalmente les asesoraban Juntas, expertas en materias específicas (hacienda, guerra) o la Audiencia con la cual constituía el Real acuerdo. Como gobernador era la cabeza de la administración territorial con poderes sobre el nombramiento de cargos, el fomento de la colonización, el reparto de encomiendas, las obras públicas y la fundación de escuelas y universidades. Era también presidente de la Audiencia, ejerciendo la firma de sentencias. Inspeccionaba todo el sistema económico. Final- mente, era la cabeza del Patronato de Indias, estableciendo el control sobre la Iglesia en In- dias. Era el representante directo y superior del monarca y para dicho cargo, éstos nombra- ban a hombres de su confianza que hasta el XVIII pertenecían a la alta nobleza y a partir de entonces también se incorporó a burócratas. Los dos virreinatos primeros fueron los de Nueva España en Méjico, la antigua Tenochtitlán y Perú, con capital en Lima. Ya en el XVIII la paulatina extensión territorial de los colonos hizo imposible el control virreinal sobre toda Sudamérica. Por ello se creó el virreinato de Nueva Granada (1717) en Santa Fe de Bogotá y en el último cuarto del XVIII el del Río de la Plata con capital en Buenos Aires. Las grandes atribuciones puestas en manos de los virreyes les confería e éstos unos poderes que era necesario tener controlados. Tan amplios poderes se hallaban frenados en la práctica por la duración limitada del cargo (15, 6 ó 3 años) y por la obligación de rendir cuentas de su labor de gobierno en un “juicio de residencia” (obligatorio para todos los funcionarios). Jun- to con el nombramiento, el virrey recibía una Instrucción que le servía de guía y al terminar su mandato redactaba una Memoria o resumen del mismo. Con el juicio de residencia, el juez abría dos sumarios, uno público y el segundo secreto, to- mando declaración a todos aquellos que tenían algún agravio que presentar contra la autori- dad fiscalizada. Una modalidad de este sistema de control fue la visita, juicio de residencia en plena gestión de la autoridad, motivado por algunas denuncias graves. El visitador suspendía el desempeño del cargo mientras durara el juicio. Los inconvenientes de las visitas fueron ma- 21 de 70 yores que los juicios de residencia. 3.2. AUDIENCIAS Y GOBERNACIONES La 2ª división territorial de la Administración indiana correspondía a las Audiencias que eran instituciones jurídicas de carácter colegiado con facultad gubernativa, disfrutando la prerroga- tiva de gobierno administrador. Las gobernaciones fueron unidades provinciales de adminis- tración centralizada, integradas en el virreinato. Aunque hubo gobernaciones prácticamente autónomas como Nueva Granada, Venezuela, Guatemala, Río de la Plata. La creación del cargo de gobernador, usualmente unido al de capitán general, tuvo su origen en los momentos mismos del descubrimiento y conquista, y así lo ostentaron Colón, Balboa, Cortés, Pizarro y otros. Tenían el derecho de disponer de las tierras y los nativos. Como la gobernación se había revelado una institución muy adecuada para la administración y defen- sa de las zonas fronterizas, las autoridades las mantuvieron, pero fueron gradualmente buro- cratizándolas. Al tiempo que la política de los reyes, temerosos de la constitución de un nuevo feudalismo indiano, tendía a recortar el período del cargo, antes vitalicio. El cargo de gobernador era designado directamente por el rey a propuesta del Consejo de In- dias por un período de 3 a 8 años. Le estaba encomendada la administración del territorio, el reparto de tierras y la encomienda de indios, la capacidad judicial de primera instancia, la ca- pitanía general del ejército y la designación de autoridades menores (tenientes de goberna- dor, alcaldes mayores y comendadores). En zonas rurales se nombraban corregidores de in- dios, quienes en Méjico y Perú estaban destinados al gobierno de comarcas y poblaciones nativas. El origen de las Audiencias es dual. Herederas de las castellanas y también como órgano de gobierno creado en el primer momento de la colonización. Inicialmente estuvo integrada ex- clusivamente por letrados, sus funciones eran las mismas señaladas para los virreyes, con excepción de la representación real y poder apelar ante la corona sus disposiciones. El siste- ma colegiado no dio buenos resultados, siendo común el enfrentamiento entre miembros de la Audiencia, lo que ocasionó que los presidentes de las Audiencias fueran conformándose como órgano supremo rectos de la Audiencia. De este modo se llegó al nombramiento de presidentes gobernadores. Sus funciones, durante el mandato de 8 años eran equiparables a las del virrey en su respectivo territorio. Durante los 3 siglos del imperio español se crearon las siguientes Audiencias: Virreinado de Nueva España y Virreinado de Perú. 3.3. LOS CABILDOS (O MUNICIPIOS) Dentro del esquema institucional de las Indias, el Cabildo fue el órgano representativo del mu- nicipio o comunidad de vecinos, a pesar de que la representatividad no era auténticamente popular. Estaba constituido por alcaldes ordinarios y regidores. Sus funciones eran las de re- dactar las ordenanzas municipales y dirigir la políticas de abastos, obras públicas y reparto de tierras. El régimen municipal indiano fue una transposición del castellano. Al existir una gran distancia entre las ciudades, éstas fueron en realidad el núcleo organizativo de la colonización y los ca- bildos su primer administrador. El cabildo estaba compuesto por uno o dos alcaldes y un nº variable de concejales o regidores. Sus funciones eran la fiscalización de los presupuestos y las rentas municipales, la consecución de un sistema de abastecimiento de víveres adecuado, la persecución de la delincuencia y la administración de justicia. Los cargos de los cabildos fueron electivos y anuales. Se creó el cargo de corregidor, quien presidía el concejo y podía perseguir la parcialidad de los regidores. Con el tiempo y sobre todo en los mayores municipios creció el nº de funciona - rios con trabajos específicos, como el de escribano, el procurador general (representante de los vecinos), el alguacil mayor (jefe de policía), el alférez real (pregonero y abanderado municipal), el receptor de penas (recaudador de tasas y multas), el fiel ejecutor (inspector del comercio municipal) y el alcalde de la hermandad (jefe de policía para zonas rurales). 22 de 70 Una modalidad puesta en práctica para los momentos trascendentales fue la de los cabildos abiertos. Pero la mayor peculiaridad municipal americana fueron los cabildos de indios que contaban con autonomía frente a los órganos coloniales. Su origen fueron los diversos siste- mas de evangelización que buscaban una mejor cristianización y occidentalización de las po- blaciones indígenas mediante la concentración en lugares determinados, gobernándose al modo castellano. Las reducciones peruanas y las agregaciones novohispanas estaban inte- gradas exclusivamente por indios, teniendo prohibida su permanencia en estos poblados los blancos, negros y mestizos. La composición de sus cabildos fue semejante a la de los hispa- nos. También en las grandes ciudades, necesariamente de población mixta, la población nati- va constituyó su propio municipio independiente. El cabildo no fue sólo una institución para el gobierno local, sino el único medio legal que la población americana tenía para influir en la legislación emanada de la Península. 3.4. LAS INTENDENCIAS En la 2ª ½ del XVIII la corona llevó a cabo una reestructuración de los órganos de administra- ción y gobierno en América. Se reforzó el sistema de reclutamiento y autodefensa, lo que lo- gró recuperar territorios perdidos y en el último cuarto de siglo, emprender una real política expansiva. Al mismo tiempo la corona reafirmó su autoridad sobre la Iglesia, recortando su poder y riqueza. Se expulsó a los jesuitas (1767), desaparecieron los tribunales de jurisdic - ción eclesiástica y se trató de revitalizar el cobro de diezmos. La mayor reforma se dio en la administración civil. Se crearon los nuevos virreinatos de Nue- va Granada y de Río de la Plata, se reformó la práctica de las visitas y se combatió la muy ex- tendida venta de cargos que había llevado al control por la élite criolla de las grandes audien- cias indianas. La mayor innovación fue la creación de las intendencias. El intendente fue inicialmente en- cargado del cobro de toda clase de tributos. Existieron dos clases de intendentes: los de Ha- cienda y Guerra y los de Provincia. Sustituyeron a los alcaldes mayores y los corregidores y en ocasiones tuvieron el rango de gobernadores provinciales. Los intendentes fueron parte de la nueva burocracia asalariada. Los ambiciosos objetivos perseguidos con su implantación en la administración indiana no fueron totalmente conseguidos. 25 de 70 2.1. TRIBUTOS INDÍGENAS Y OTROS IMPUESTOS Los miembros de la sociedad india debían pagar un gravamen como vasallos. Se trataba de un impuesto directo (una capitación) similar al que debían costear los campesinos castella- nos, en moneda o en especie que era abonada a la corona o a los encomenderos. Todos los indios cabeza de familia eran tributarios aunque los límites de edad y sexo fueron muy variables. Las mujeres y jóvenes menores contribuían con la ½ del tributo aunque en Perú se eximió a las mujeres a partir de 1618. la inmunidad se extendía a los enfermos, inca- pacitados, a la élite nativa y a otros grupos. La 1ª operación que se realizaba era la tasación por la que se asignaba la cantidad que debía pagar en atención a la riqueza de la zona y a su población. Los caciques y autoridades nati - vas se encargaban de repartir la cifra entre su subordinados. En Perú se utilizaron las unida- des de tributación incas y se sostuvo la autoridad tradicional de los curacas, sus jefes locales. La más importante modificación se produjo cuando el virrey Toledo exigió parte del tributo en metálico para obligar a los indígenas a ofrecerse como mano de obra en las minas y en efec- to, los curacas se vieron obligados a enviar indios de su comunidad a las minas para reunir la proporción exigida en plata. En Méjico las autoridades nativas también mantuvieron sus atri - buciones hasta la reforma de mediados del XVI cuando pasaron a recibir un salario. Con esta medida quedaron eliminadas las categorías sociales aztecas. Los tributos de las localidades sometidas a la corona eran recaudados por los funcionarios reales. Los encomenderos se encargaron de recoger los pagos de sus demarcaciones hasta 1668, conducida en adelante por los funcionarios estatales. Conforme las encomiendas fue- ron revirtiendo en la corona, los beneficios fiscales aumentaron. Los funcionarios que cobra- ban el tributo eran inspeccionados por los oidores de las audiencias, aunque ello no evitó que corregidores y alcaldes extrajeran ganancias ilícitas. El tributo era recogido al menos 2 veces al año, en junio y diciembre. Si era en especie, las mercancías se vendían en pública subasta organizada por el factor local de la Real Hacienda y el dinero obtenido pasaba a las arcas reales. El montante obtenido se pagaba el costo de la administración india: el sueldo de los corregidores de indios, los párrocos y doctrineros, los je- fes de comunidades indias. La mayor parte fue para los encomenderos durante muchos años. Este sistema permitió todo tipo de abusos. Durante muchos años no hubo legislación que limi- tara la exacciones tributarias. Tanto los corregidores como los alcaldes indios cargaban dere- chos y pagos extraordinarios ilegales alegando gastos especiales. Otras veces no respetaban las exenciones o bien obligaban a formas de trabajo forzado. Las crisis de mortalidad agrava- ron la situación de los indios, pues la cifra global del impuesto no variaba. Lo mismo sucedía cuando las cosechas eran malas. Las comunidades indígenas desarrollaron mecanismos que les permitiera hacer frente a los impuestos, creando “cajas de comunidad” con reservas financieras. Otras huían de sus pobla- ciones para no ser controladas. De esta forma el sistema de tributación contribuyó más a la desintegración de la sociedad indígena tradicional. Otros impuestos que recaían sobre los indios fueron el requinto que consistía en traspasar a la corona un 20% del tributo ordinario que se pagaba a los encomenderos. El gravamen ins- taurado por Felipe II para sufragar los costos de la Armada Invencible se siguió cobrando des- pués en Perú, Nueva Granada y Tierra Firme. En Méjico existía el impuesto de Juzgado Ge- neral de Indios. También les eran reclamados el Medio Real de Fábrica y el Medio Real del Hospital. Para la construcción de la catedral y del Hospital Real de indios en Méjico. La población peninsular de América estuvo exenta de pagar impuestos directos, un privilegio del que sólo disfrutaba la nobleza metropolitana pues la élite criolla no pudo hacer gala de ningún tipo de prerrogativa fiscal que pusiera en evidencia su especial categoría social: todos los españoles de las Indias se vieron obligados a afrontar algunos tributos, entre ellos el diez- mo. Sólo los eclesiásticos se vieron libres del diezmo. La Bula de Cruzada de origen religioso, 26 de 70 fue un impuesto que pasaba íntegramente a la Hacienda Real. Hacia fines del XVI, negros, in- dios y otros grupos desfavorecidos pagaban 2 reales de plata. Los españoles pagaban 8 rea- les y encomenderos, funcionarios civiles o religiosos cotizaban con 2 a 10 pesos según la cla - se de indulgencia garantizada y el poder adquisitivo del contribuyente. 3. IMPUESTOS AL COMERCIO: ALCABALAS Y ALMOJARIFAZGOS También se introdujeron impuestos directos que se cobraban sobre el valor de las mercancías en los puertos españoles y americanos, así como en las aduanas interiores. El almojarifazgo se instituyó en época de Colón. A principios del XVI los comerciantes debían pagar en los puertos americanos un 7,5% sobre el precio de los productos importados de Europa. Cual - quier producto transportado por el Atlántico estaba gravado. Los libros tenían exención siem- pre que no estuvieran incluidos en el Índice. Así que, un bien americano que llegaba a la Pe- nínsula debía abonar un 15% como producto importado y el 10% de la alcabala castellana. Por el contrario, antes de ser vendida en las Indias una mercancía despachada en Sevilla o Cádiz debía pagar un 7,5% y en 1566 las cargas aumentaron. Por otra parte, los derechos que se cargaban en América no se saldaban sobre la base de los precios sevillanos, sino so- bre los valores (varias veces más elevados) que las mercancías alcanzaban al ser vendidas en América. El tráfico intercolonial también debía satisfacer almojarifazgo en las aduanas inte- riores. El almojarifazgo era el impuesto que se pagaba por los géneros o mercancías que salían del reino, por lo que se introducían en él o por aquellos con que se comerciaba de un puerto a otro dentro de España. En todas las grandes ciudades había Almojarifes. Toda mercancía re- gistrada pagaba almojarifazgo y la no registrada era decomisada. En los puertos americanos desde 1624 los artículos de exportación se dividieron en varias clases de acuerdo con el peso de las cajas y embalajes. Desde fines del XVII hasta la reforma de Carlos III utilizaron medidas de volumen. Ningún sistema empleado evitó el fraude. Un carácter distinto tuvo la avería (gastos de defensa). Hacia 1550 se estableció un sistema de convoyes para proteger la flota de Indias contra piratas y corsarios. Se instauró la avería como contribución regular para sufragar tales gastos de defensa. Toda mercancía debía pa- gar un porcentaje sobre su valor, tanto los comerciantes privados como la propia corona. Co- menzó siendo el 2,5%, aunque fue sufriendo incrementos y hubo años en que llegó al 30%. Por fin se acordó que los comerciantes pagaran una cifra al año, en lugar del porcentaje so - bre el valor de las mercancías. La alcabala era un impuesto castellano tradicional que gravaba al menos con un 10% el valor de cualquier compraventa. En América se introdujo tarde y más atenuado. Sobre las mercan- cías importadas se cobraba 2 veces: al llegar al puerto americano y sobre su posterior venta. Otro impuesto menos fue el de los derechos de toneladas (cada tonelada embarcada debía pagar una cantidad fija en reales). Todos los funcionarios pagaban la mesada un mes de sueldo en el momento de tomar pose- sión del cargo. 27 de 70 TEMA X: LA IGLESIA EN LAS INDIAS 1. INTRODUCCIÓN La Iglesia ha estado presente en el desarrollo histórico americano, desempeñando un papel decisivo en el proceso de colonización, organización y occidentalización. Debía suministrar la debida dirección espiritual al creciente nº de europeos que emigraba a los nuevos territorios y debía laborar por la conversión de nativos y la erradicación de las idolatrías. Pero los intere- ses de europeos y aborígenes eran opuestos y la implantación de la organización eclesiástica europea en Indias motivó el enfrentamiento entre el clero secular y el regular. Las instancias políticas participaron y utilizaron las instituciones religiosas. La Iglesia trataba de potenciar la occidentalización y sumisión de los indios y asegurar la obediencia de todos a la corona. Al igual que los monarcas portugueses para los territorios africanos, los RR.CC. pidieron al Papa la concesión de una serie de privilegios para la evangelización de las tierras. El papado les otorgó mediante sucesivas bulas que culminaron con la bula Universalis Eclesia que con- cedía el derecho de patronato al rey castellano. El Patronato era la institución de un nº variable de privilegios que, en recompensa por la su- fragación de algunos gastos o tareas que debía realizar la Iglesia, eran concedidos por ésta a los fundadores de capilla, beneficio o templo. Uno de los privilegios más significativos y tras- cendentales del patronato americano fue el que concedía al rey la facultad de presentación de todos los cargos eclesiásticos, lo que llevaba aparejada la obligación de sufragar los gas- tos del clero y la edificación, organización y control de establecimientos religiosos y de benefi- cencia. El Patronato Real condujo a una progresiva injerencia del poder civil en el campo eclesiástico, llegando a unirse la autoridad real a la labor religiosa. Por todo ello, la Iglesia en Indias no fue independiente del Estado. Este, en la persona del monarca, era la cabeza recto- ra de la administración y de los nombramientos eclesiásticos, de la financiación de las dióce- sis y órdenes y guía de sus actividades jurídicas, sociales, culturales y educativas. La culmi- nación de esta nacionalización de la Iglesia fue la necesidad de un placet o pase regio en las bulas y breves papales dirigidos a las diócesis indianas, lo que suponía la aprobación por el rey de toda disposición vaticana dirigida a aplicarse en América. La labor y administración de la Iglesia fue cada vez más dominada por la corona. La jerarquía eclesiástica, por supuesto no se vio conforme. Esta nacionalización de la Iglesia en América quiso ser completada por Felipe II cuando pidió al Papa la creación de un patriarcado ameri- cano. En ningún momento el papado estuvo dispuesto, temiendo la aparición de una nueva Iglesia nacional a semejanza de lo ocurrido con la anglicana. Los Papas hicieron todo lo posi- ble para frenar el control de la corona hispana sobre la Iglesia en América. Trataron de adop- tar la institución de una nunciatura bajo el control directo del papado. Pero la respuesta real fue firme, vetando el envío de un nuncio a La Española (RR.CC.), procediendo a la expulsión de un legado papal enviado en secreto a la isla (Carlos V) o negándose siquiera a discutirlo (Felipe II). La autoridad pontificia era ejercida en América por el rey, lo que se llamó Regio Vi- cariato. 2. EL CLERO REGULAR Y LAS MISIONES La organización del clero regular, agrupado respectivamente en las órdenes religiosas ope- rantes en España, respondía a la doble circunstancia de la regla de cada una de las órdenes. El General de la orden residente en Roma, pero los religiosos de América quedaban bajo la obediencia del vicario respectivo residente en España. Desde ½ del XVI, las principales órde- nes ya estaban establecidas en Indias. El territorio se dividió en provincias, eligiendo cada una de las órdenes un provincial de las mismas. El clero regular fue durante mucho tiempo casi exclusivamente de origen peninsular. El com- ponente criollo tuvo una incorporación tardía. La diferencia de las distintas órdenes fue nota- 30 de 70 co. Las doctrinas eran protoparroquias, establecidas en poblaciones indígenas dentro del te- rritorio controlado por las autoridades españolas, generalmente compuesto por población in- dia encomendada. Estaban bajo la autoridad eclesiástica del doctrinero, un religioso cuya la- bor era atraer al numeroso contingente indígena a la religión católica. Objetivamente hay que diferenciar entre las dimensiones religiosa y social de su labor, si llevaron su doctrina a todos los rincones, también facilitaron la dominación de las nuevas clases terratenientes hispanas. En tercer lugar, las misiones se situaban en territorios no controlados por las autoridades es- pañolas. El misionero era un religioso que debía conjugar un férreo adoctrinamiento y un am- plio criterio para saber moderar su intervención ante personas ajenas a la cultura occidental. Gozaban de un amplio margen de maniobra, sin dependencia de la jerarquía superior. El sis- tema de misiones fue durante el XVI una cadena de sangrientos fracasos, pagando con sus vidas los misioneros ante los levantamientos indígenas. La jerarquía eclesiástica no tuvo una labor fácil en el ejercicio de su autoridad, sus relaciones con el clero regular causaron con frecuencia enfrentamientos de difícil resolución al mantener los religiosos una obediencia superior al provincial de su orden que al obispo de la diócesis donde ejercían el apostolado. 5. LOS CONCILIOS AMERICANOS Y LA LUCHA CONTRA LOS IDÓLATRAS Un marco de actuación mayor lo constituyeron los sínodos y concilios diocesanos. En ellos no sólo se determinaron cuestiones doctrinales (especialmente la evangelización de los nati - vos), sino que se debatió sobre cuestiones tan problemáticas como los casamientos consan- guíneos y la poligamia india, planificándose la intervención del clero secular y regular en su expansión por zonas rurales y de frontera. La celebración de 11 concilios provinciales en 80 años, sin reunirse ninguno en el siguiente siglo y medio. En el mismo período reseñado se ce- lebraron 25 sínodos. Los centros de reunión conciliar fueron Lima y Méjico. Había escasos efectivos del clero secular, por lo que se en el primer cuarto del XVI se vio la necesidad de potenciar las vocaciones religiosas en los mismos lugares donde se ejercía la labor apostólica. Se intentó crear un clero indígena que explicara la doctrina en su propio len- guaje y con su propia imaginería. La creación del colegio de Tlatelolco resultó un fracaso dada la escasa vocación religiosa indígena y la incomprensión de los votos eclesiásticos, es- pecialmente el de la castidad. La explicación doctrinal de los escasos sacerdotes indígenas pecaba de excesiva distorsión expositiva. Por todo ello el concilio mejicano de 1555 cerró las puertas de los seminarios a la población indígena. Las mismas razones que operaron para ello se dieron para evitar la ordenación de mestizos. El único sector poblacional fue el de los propios descendientes de españoles. El clero criollo inició pronto un ascenso en nº y en la je - rarquía. Una de las funciones de los obispos fue el desempeño del cargo de inquisidor general. La América española recibió la Santa Hermandad desde principios del XVI, pero hasta 1570 no se crearon los Tribunales permanentes en Méjico y Lima. Su función igual que en la Penínsu- la era evitar la corrupción del catolicismo entre los hispanos. La Inquisición en la América hispana no tuvo la labor social que en España. 31 de 70 TEMA XI: LA ECONOMÍA COLONIAL 1. FORMACIÓN DEL MERCADO AMERICANO Y LA DESTRUCCIÓN DE LA ECONOMÍA INDÍGENA Uno de los Móviles de la conquista y colonización del Nuevo Mundo fue el deseo de los con- quistadores de obtener cantidades importantes de metales preciosos y riquezas fáciles, como vía rápida de ascenso social y fue necesario recurrir a la explotación del trabajo indígena para arañar algunas riquezas, especialmente las provenientes de los yacimientos aluviales de oro. La sed inicial de riquezas, mitigada momentáneamente con el saqueo de los tesoros de los templos y palacios indígenas, tuvo que canalizarse en búsqueda de nuevas oportunidades. Hasta el descubrimiento de los yacimientos de Potosí y Zacatecas en la década de 1540, la agricultura y la ganadería ocuparon un lugar destacado. En el Perú, las primeras encomien- das y las mercedes y repartos de tierra, respetaron la organización incaica (en las tierras altas se sembraban patatas o se criaba ganado y en los valles más bajos, el maíz y otros productos hortícolas) Una vez descubiertos los yacimientos de Potosí, los repartos dejaron de tener en cuenta la complementariedad de los distintos pisos ecológicos para regirse únicamente por criterios de rentabilidad. El avance y el asentamiento de los conquistadores en los territorios indígenas desestructura- ron sus sistemas económicos. Los repartos de tierras (peonía y caballerías) afectaron las po- sesiones de las altas jerarquías indígenas y las de los templos. Uno de sus resultados fue la disminución de la producción agraria indígena ante la obligada reconversión de los cultivos lo- cales por cereales, vid, olivo, azúcar y otras especies de origen europeo. La producción indí- gena también se vio afectada por los avances de la ganadería y de las malas hierbas de ori - gen europeo asociadas al cultivo de los cereales sobre las tierras de labor. Las relaciones de redistribución permitían que algunos excedentes de las comunidades indí- genas mas una parte de la producción de lo que podríamos llamar tierras de realengo, fueran concentradas por el poder central para proceder luego a su redistribución. La presencia española también quebró la mayor parte de los circuitos comerciales indígenas de larga distancia, arrinconando la producción nativa en el interior de las comunidades, lo que potenció el autoconsumo. Sin embargo, la transformación de las encomiendas y la conmuta- ción del pago de los tributos inicialmente fijados en especie y en trabajo por pagos en dinero, aumentaron la vinculación de las comunidades con el mercado, donde podía obtener el circu- lante necesario para el pago del tributo y otros impuestos. 2. LA FORMACIÓN DE LOS ESPACIOS COLONIALES La incorporación de las colonias ibéricas como satélite o periferia del sistema capitalista mun- dial estaba en la base del actual subdesarrollo latinoamericano. El sistema imperial, basado en la ex tracción de plata, con la consiguiente descapitalización de los territorios coloniales, era una causa de atraso económico. En las colonias americanas se organizaron espacios económicos más o menos amplios en torno a la explotación de uno o más productos dominantes que orientaban un crecimiento ha- cia afuera y mantenían los intercambios con la metrópoli. En los espacios peruano y novohis- pano, la producción dominante se centró en la minería de plata. El historiador mexicano Lu- cas Alamán afirmaba que "Sin la minería ni la agricultura, ni el comercio interior, ni ninguna ocupación industriosa prosperan"; la población disminuye o se estaciona, el consumo decae y a todo esto sigue el aniquilamiento del comercio exterior". Entre 1561 y 1600, el 85% del valor total de las exportaciones coloniales correspondieron a productos mineros (mayormente oro y plata). Por dominante no se entiende el carácter mayoritario de la producción minera sino su papel organizador de la producción del espacio. La producción de plata no significa que su aporte a la renta fuera mayor que el de la agricultura o la manufactura, ya que el valor de la producción de estas últimas sobrepasaba ampliamente el del sector minero. También se observa que el 32 de 70 nivel de ocupación de la población activa en la agricultura y la manufacture era mucho más elevado que el de la minería. Dentro de cada espacio se produjo una especialización regional del trabajo en función de la cual, cada región tenía un determinado nivel de participación y des arrollo. De modo que los centros mineros funcionaron como verdaderos polos de crecimiento del espacio y el abasteci- miento de la mano de obra, materias primas, insumos, alimentos y ropas a los reales de mi - nas fue generalmente el motor que dinamizó el crecimiento de las economías regionales. Za- catecas, importante yacimiento del N. de la Nueva España fue polo impulsor del desarrollo re- gional. Es destacable con la excepción de algunos puertos exportadores vinculados al comer- cio internacional, que la intensidad de los intercambios de cada región con otras del mismo espacio, superara la intensidad de los intercambios con los mercados exteriores La metrópoli articuló una red de comunicaciones (basada inicialmente en el sistema de flotas y galeones) para conectarse directamente con los principales puertos exportadores. Vedó el acceso al continente a las otras potencias europeas mediante el establecimiento del monopo- lio. Se prohibía a las colonias o se les ponía la mayor cantidad de trabas posibles, la relación con otros espacios americanos. Esas trabas solían justificarse por la competencia que el co- mercio intercolonial significaba para la producción metropolitana y el comercio sevillano, be- neficiario del monopolio. El mercado interno colonial estaba impulsado por los centros mineros, las principales ciuda- des y los centros administrativo-comerciales, surgidos a iniciativa metropolitana. El desarrollo del mercado interno no es contradictorio con la dominación colonial, sino que por el contrario, es tributario de la misma. 3. LA MINERÍA DE LA PLATA. ZACATECAS Y POTOSÍ. EL MÉTODO DE PATIO Y EL MERCURIO Siguiendo el antiguo derecho castellano, la propiedad de las minas era de la Corona, que ce- día a los mineros el derecho de explotación. Estos derechos se hacían efectivos con la explo- tación continua de los yacimientos y el pago del quinto real. La minería tenía una gran capaci - dad de arrastre sobre la economía nacional. Para evitar las grandes explotaciones se prohibió a los particulares poseer minas contiguas, aunque se permitía a las compañías mineras explotar hasta cuatro minas y tres a los que hu- bieran descubierto alguna veta. Las décadas posteriores a la conquista estuvieron bajo el signo del oro, tanto en el Caribe como en el continente. La plata comenzó a tener un papel protagónico tras el descubrimiento de POTOSÍ (1545) y de ZACATECAS (1546) y especialmente a partir de la década de 1570, cuando se difundió el método de amalgamación con MERCURIO O MÉTODO DE PATIO. En la zona andina de América del Sur se encontraban las minas o placeres más importantes: Nueva Granada, Ecuador, Perú y Chile; muchos de ellos continuaron en explotación durante todo el periodo colonial. Pese a la importancia del oro, el metal por excelencia del imperio español fue la plata. Duran- te los siglos XVI y XVII la producción estuvo dominada por los riquísimos yacimientos de Po- tosí, en el Alto Perú (hoy Bolivia). En el XVIII, la Nueva España ocupó ese lugar, ya que entre 1700 y 1770 la plata acuñada en Méjico se cuadruplicó. Junto a Zacatecas hay que destacar Guanajuato, Luis de Potosí, Real del Monte o Sombrerete. Los yacimientos de Potosí estaban a mas de 4000 metros de altura, y la mayor parte de las minas mexicanas fuera del área de dominación del antiguo imperio azteca en territorio de los belicosos indios chichimecas, muy reacios a someterse a la dominación hispana. Los proble- mas para abastecer de forma regular a los reales de minas con alimentos, insumos, mineros y mano de obra eran abundantes. La dificultad aumentaba en el N. de la Nueva España por la falta de vías de comunicación. Los Métodos de explotación en las minas variaban de una región a otra. En Méjico era fre- 35 de 70 4.2. LA MANUFACTURA La manufactura colonial se estructuró inicialmente en torno a la producción doméstica y arte- sanal, un sistema extremadamente fragmentado basado en la transformación de productos de la tierra. La mayor parte de los productos se elaboraban in situ. Su origen debe buscarse en la primitiva economía doméstica indígena y en las técnicas aportadas por los colonos, tras la conquista. El crecimiento de las ciudades, de las haciendas y de los centros mineros, reva- lorizó el papel de las manufacturas y junto al surgimiento de talleres urbanos encontramos un número importante de artesanos en las haciendas y en los reales de minas. La situación cam- bió cuando en la segunda mitad del XVIII, la Real Hacienda comenzó a cobrar directamente las alcabalas. Un tema importante es el de la competencia entre las manufacturas coloniales y las europeas y la forma en que esa concurrencia afectaba al pacto colonial. Las manufacturas europeas y las americanas no fueron importantes durante los siglos XVI y XVII. En el XVIII, a consecuen- cia de la Revolución Industrial inglesa, la echa entre unas y otras comenzó a aumentar. La producción europea tenía un serio inconveniente para conquistar los mercados coloniales: las enormes distancias americanas, agravadas por los accidentes geográficos y el mal estado de los caminos que aumentaban considerablemente el coste del transporte y repercutían de for- ma negativa en el precio de venta final del producto. Sólo en los puertos, los precios de los productos importados eran más asequibles. Las manufacturas importadas se centraron en textiles de alta calidad, herramientas y otros productos de hierro, papel y medicines. Las manufacturas locales, en parte explotadas por los mismos indígenas se dedicaban básicamente al abastecimiento de la demanda popular. En el XVIII, las reformas borbónicas quisieron convertir a las colonias en mercados capaces de absorber los excedentes de la producción manufacturera española. También existían algu- nas manufacturas americanas que no competían con la producción europea, debido a su pro- pia naturaleza. Este era el caso de la fabricación de carretas y otros medios de transporte, la construcción privada y de obras públicas y la transformación de productos alimenticios. Una de las necesidades básicas del mundo colonial era el vestido, que provocó un importante desarrollo del sector textil. Solían emplear trabajo indígena y su producción se destinaba bási- camente al autoconsumo del núcleo familiar o de la comunidad, que eran los propietarios de los husos, telares y demos medios de producción. La producción artesanal que no solía competir con la anterior, estaba presente en las ciuda- des y en general en los medios hispanos y su tamaño dependía de la importancia del merca- do. En las ciudades era notable la presencia de los gremios. No todos eran iguales. Los había ricos e importantes, como el de plateros, junto a otros más pobres como los zapateros. La mayor parte de los gremios permitió el surgimiento de cofradías, que combinaban sus objeti- vos religiosos con la ayuda mutua a los miembros del gremio. La producción artesanal no cubría toda la demanda urbana y minera, lo que permitió desde el XVI el desarrollo de los OBRAJES. Los obrajes textiles se pueden clasificar en función del nú- mero de telares y la cantidad de trabajadores empleados. Los obrajes también se pueden cla - sificar en función de su propietario: la corona, particulares o comunidades indígenas. La producción textil especialmente la de los obrajes, se centraba en la producción de telas burdas y de baja y media calidad: sayales, sargas, paños, mantas y ponchos. El sector se es- pecializó en la producción de textiles de lana y en menor medida de algodón. Pese a la importancia del sector textil, había otras manufacturas importantes como los astille- ros. La construcción, mantenimiento y reparación de buques fue una actividad destacada en Guayaquil, la Habana y Asunción del Paraguay. En los tres puertos la actividad constructora fue importante y se vio favorecida por la disponibilidad de maderas, brea y textiles en sus res- pectivos hinterlands. 36 de 70 TEMA XII: EL TRABAJO EN LA AMÉRICA COLONIAL 1. EL TRABAJO. FORMAS DE TRABAJO INDÍGENA. LA MITA Y LA ENCOMIENDA Durante todo el periodo colonial, el régimen laboral indiano se distingue por la coexistencia del trabajo forzado, del trabajo libre o asalariado y del trabajo esclavo. El trabajo forzado ad- quirió las formas de REPARTIMIENTO y ENCOMIENDA y ésta, hasta casi finales del XVI fue la fórmula utilizada para resolver el problema de la falta de mano de obra, mas tarde sustitui- da por el repartimiento. La ENCOMIENDA era una institución de inspiración feudal que esta- blecía la servidumbre a los señores a cambio de la protección que éstos brindaban a los sier- vos. En la América colonial, la encomienda de una comunidad de indios se entregaba a los españoles como recompense de sus servicios prestados a la corona. A cambio de una peque- ña cantidad anual en oro o bien en especie y de pequeñas prestaciones pagaderas por los in- dios, el encomendero debía proteger y adoctrinarlos. Para esto último, debía pagar un cura. En principio los indígenas encomendados eran libres y la encomienda era una posesión ina- lienable e intransferible y no una propiedad. Al morir los encomenderos, las encomiendas de- bían volver al monarca. Pero en la practica, la encomienda se transforma en un sistema de explotación y control de los indígenas por los colonos encomenderos. Debido a la presión la- boral la mala alimentación y a las terribles epidemias que sufrió la población indígena la enco- mienda terminó por destruir gran parte de la mano de obra nativa. La Corona, preocupada, promulgó las Leyes Nuevas (1542) que prohibían la concesión de nuevas encomiendas. Para paliar la situación de falta de mano de obra, se decretó en 1549 la abolición del trabajo no pa - gado en las listas de tributos indígenas, además de la implantación de un sistema de alquiler de mano de obra indígena, previo pago de un jornal. Se volvía al sistema de Repartimiento, pero el nuevo, sistema de REPARTIMIENTO consistía en la facultad otorgada a los alcaldes mayores para sacar de los poblados indígenas un 2 % de la población adulta para el cultivo de campos, servicios urbanos y obras públicas. Este sistema de trabajo remunerado era rota- torio y afectó a los indios encomendados y no encomendados. Las encomiendas no desaparecieron, sino que en muchos lugares se consolidaron. Los servi- cios personales prohibidos en 1599, se mantuvieron hasta el XVIII. El jornal que se pagaba al indio, no cubría sus necesidades, por lo que a fines del XVI la situación empeoró ante el des- censo demográfico de la población indígena debido a las epidemias del último cuarto de siglo. A principios del XVII los mestizos y los indios desarraigados "forasteros", aumentaron el con- tingente laboral. La corona legisló un nuevo régimen para los trabajadores: el contrato debía hacerse por escrito, se le debía dar casa y servicios religiosos. Se suprimieron los reparti - mientos salvo en Nueva España, para las labores mineras (1632). El Estado insistió en la ne- cesidad de que los trabajadores indígenas fueran remunerados con unos jornales mas justos. Mención aparte merece el trabajo de las minas, a partir de mediados del XVI. La Corona ne- cesitaba fomentar la minería porque no podía prescindir de la remesa de metales preciosos, por lo que tolerará el trabajo forzoso retribuido durante todo el período colonial. En el Virreina- to del Perú y en el de Nueva España se practicó el régimen de Encomienda de servicio perso- nal. Para ello se recurrió a un régimen de trabajo distinto denominado MITA en Perú y COA- TEQUIL en Méjico. La MITA consistía en el aporte por las comunidades indígenas de trabaja- dores para el trabajo de las minas. Su origen se remonta al imperio incaico y fue puesta en practica cuando se descubrieron las minas de plata de Potosí (Alto Perú) y de mercurio en Huancavélica (Perú). El virrey de Perú, Francisco Toledo reorganizó la Mita en 1573. Debían entregar los curacas un cierto número de varones comprendidos entre los 18 y los 50 años, durante un año, para trabajar en las minas de Potosí. Los cálculos del virrey se basaban en una leva de 13.500 hombres anuales. Una vez en Poto- sí ésta se dividía en tres partes, trabajando cada parte una semana por cada de descanso. La Mita exponía a los indios a un excesivo trabajo, lo que producía la disminución de la pobla- ción andina. El indígena que abandonaba el territorio afectado por la mita, desaparecía para él la obligación de prestar el servicio. Esto provocaba el éxodo de mitayos en las provincias afectadas por las levas y en consecuencia, esta huida traía consigo la desarticulación del tra- 37 de 70 bajo agrícola y de la vida familiar. El indio se podía librar de la mita siempre y cuando tuviera suficiente dinero para pagar a un sustituto o a sus propios curacas. La imposición de la mita fue arduamente debatida en España, ya que atacaba el criterio de bien público que requería el reclutamiento, por lo que se abolió en 1812. Aún así, en 1601, mediante una Real Orden, la Corona expresó su deseo de que la mita o cualquier otro tipo de trabajo, se realizara de forma voluntaria a cambio de un salario, surgiendo así los sistemas de naboría (Caribe) o laborío (Méjico) y yanaconazgo (Perú). Los NABORÍAS y YANACONAS existían en minería, sobre todo en las minas de Zacatecas y Potosí, mezclados con esclavos, indígenas y mitayos. 2. LA ESCLAVITUD. LA TRATA Y SUS CIFRAS Otra forma de trabajo compulsivo es la esclavitud denominado "Rescate", consistente en ob- tener de los caciques indios aquéllos indígenas que tenían como esclavos para, una vez en poder de los conquistadores, enseñarles la fe de Cristo y salvarles de ser sacrificados por los sacerdotes. Bajo esta justificación se escondía una realidad, que era el comercio de esclavos. Otras formulas empleadas para la obtención de esclavos fueron el recibirlos en concepto de tributo de las encomiendas por los delitos que pudieron cometer. La esclavitud por guerra era la fórmula idónea admitida por la Corona castellana; a medida que aumentaba su volumen comenzaron a alzarse voces en contra de ella y en defensa de la libertad de los nativos. A partir de la cédula de 2 de agosto de 1530, la Corona encomendó a las Audiencias de Indias que nombraran a procuradores para solicitar judicialmente la libertad de los indios y abogar por la sustitución del trabajo de los indios por el de los negros. Tanto los franciscanos como los dominicos y jerónimos estimaron al negro como solución idó- nea para suplantar la mano de obra indígena. La esclavitud negra fue la mercancía que se ofrecía desde el momento en que los portugueses arribaron a las costas tropicales de África. En un principio la Corona concedió con cautela las licencias para importar esclavos negros, pero pronto éstas se generalizaron de forma alarmante en las Antillas. El sistema seguido por la Corona fue el de establecer un régimen de ASIENTOS (contratos) monopolistas concedien- do al mejor postor, mediante subasta el monopolio real sobre la distribución de las licencias. El control de tráfico de esclavos fue llevado por la Corona. El sistema de asientos de negros se mantuvo durante todo el XVII. De 1595 a 1640 el sistema fue llevado por los portugueses y a partir de la sublevación de Portugal, fue llevada predomi- nantemente por holandeses. La unión dinástica entre las Coronas portuguesa y española, permitió que los portugueses disfrutaran del monopolio. Las bases de aprovisionamiento eran: el archipiélago de Cabo Verde, isla de Santo Tomé, el Golfo de Guinea y Angola con un promedio de 2.800 personas anuales, siendo absorbidas en su mayor parte por Méjico y Perú. Al permitir la Corona la entrada de africanos sólo por los puertos habilitados de Carta- gena y Veracruz, favoreció el comercio ilegal de esclavos. Este duplicó y triplicó las cuotas permitidas, dado que países como Holanda, Inglaterra, Francia y Dinamarca habían consegui- do establecer sus propias factorías en las costas africanas. El contrabando de negros se reali- zaba en gran parte por el puerto de Buenos Aires y por las costas venezolanas y también por los puertos habilitados de Cartagena y Veracruz. Holanda reemplazó a Portugal en el suministro de esclavos. Inglaterra, con sus bases en Bar- bados y Jamaica, también se benefició del comercio de esclavos. En 1651 la Corona levantó la prohibición de la trata de negros e intentó que fueran los comer- ciantes del Consulado sevillano los que practicaran. Ante la falta de entusiasmo de los comer- ciantes hispalenses, se hizo cargo de la venta de licencias la Casa de la Contratación. En 1662 se volvió al sistema de asientos. Domingo Grillo y Ambrosio Lomelín, comerciantes ge- noveses, actuaron en régimen de monopolio. Con el cambio de Casa reinante en España, fueron comerciantes franceses los que controlen el monopolio de asiento de negros, median- 40 de 70 TEMA XIII. EL COMERCIO 1. COMERCIO INTERIOR. LAS REDES LOCALES Y REGIONALES El comercio colonial no era sólo comercio trasatlántico. En América existían importantes flujos mercantiles no sólo locales sino también regionales e intercoloniales, orientados básicamente al abastecimiento de las ciudades y centros mineros y que favorecían los contactos entre re- giones situadas a gran distancia las unas de las otras. El verdadero motor de estos flujos era la necesidad de las oligarquías locales y regionales de contar con la plata suficiente para po- der pagar las importaciones de productos europeos y hacer frente a otros gastos no menos importantes. La necesidad de comunicar a las ciudades entre sí y también a los centros productores con sus mercados locales y regionales, dio origen a una importante actividad económica vincula- da con el comercio interior. La cría y venta de mulas, así como la fabricación de carretas y otros medios de transporte movilizaban una cantidad no despreciable de recursos y daban trabajo a numerosas personas. Fue necesario construir una red de postas y posadas. Por lo general el mal estado de los caminos dificultaba enormemente las comunicaciones. La necesidad de plata que tenían las economías regionales para poder pagar las importacio- nes de productos europeos, impulsaba la circulación de mercancías y el comercio de larga distancia en el interior del continente. Dada la existencia de aduanas interiores, que gravaban con la alcabala el comercio colonial, y el alto costo de los fletes sólo determinados productos recorrían esos circuitos. En los circuitos interregionales se trató de aprovechar al máximo las rutas marítimas, dado el menor impacto de sus fletes en comparación con los terrestres sobre el precio de venta de las mercancías. Un circuito muy frecuentado era el del Caribe, que permitía comunicar a colonias tan dispares como Méjico, Venezuela, Panamá o Cuba. El centro del circuito era Veracruz. El cacao, procedente de Maracaibo y Caracas fue un producto de gran importancia. otro negocio importante fue la redistribución de los rezagos, las manufacturas europeas que los comercian- tes de las flotas no habían logrado vender. Otra zona de gran movimiento era el Pacifico o Mar del Sur con dos subcircuitos, el mexicano y el peruano, funcionando Panamá como punto divisorio entre ambos. Acapulco era el gran distribuidor de los productos orientales que traía el "galeón" de Manila. En 1591 la Corona prohibió el comercio entre ambos virreinatos. Tal medida tenía como principal objetivo evitar que la plata peruana se canalizara a través de Acapulco a las Filipinas y el Oriente. Ataques de piratas obligaron a un repliegue de las rutas. Inicialmente el metal potosino se en- viaba en recuas de mulas hasta el puerto de Arica, desde donde se embarcaba con destino a El Callao. Desde allí la Armada del Mar del Sur lo remitía a Panamá. Posteriormente se deci- dió efectuar todo el transporte a lomo de mula, pues ganaba en seguridad. El comercio local ponía en contacto a las mercancías con el mayor número de consumidores y a las ciudades con os territorios circundantes encargados de abastecerlas de productos frescos (carne, productos lácteos y vegetales). Un punto importante del comercio local son los abastos de víveres y otros productos necesarios para la vida cotidiana. En las ciudades de una cierta importancia existían mercados donde estos productos eran comercializados y en torno a los cuales giraba gran cantidad de gente: vendedores y compradores, vigilantes, ins- pectores, jueces. También existían mataderos en las afueras de las ciudades donde se faenaban las reses. Era frecuente que los indígenas tuvieran sus mercados propios. Importantes capitales que movían el comercio minorista, también existían. No sólo hay que considerar las mercancías vendidas a lo largo del año, sino también el mercado inmobiliario urbano. Eran numerosas las tiendas que se vendían o alquilaban, especialmente en los cen- tros urbanos, siendo las propiedades que estaban cera de la plaza mayor, las mas cotizadas. 41 de 70 2. EL COMERCIO EXTERIOR. EL MONOPOLIO Y EL SISTEMA DE FLOTAS Y GALEONES Inicialmente el comercio con los nuevos territorios se desarrolló de acuerdo a lo estipulado en las capitulaciones de Santa Fe, que garantizaban el Monopolio de Colón. Pronto se modifica- ron. En 1493 se había instalado una aduana en Cádiz para centralizar los negocios con las posesiones ultramarinas y tres años después del descubrimiento se autorizó a los súbditos de los Reyes Católicos, castellanos y aragoneses a comerciar con los nuevos territorios. En 1503 Sevilla se constituyó en el eje de la economía atlántica. la Casa de Contratación se estableció a orillas del Guadalquivir, lo que le permitió controlar directamente las relaciones comerciales con las colonias. En 1522 se creó la casa de Contratación de La Coruña. Tras los repetidos ataques contra los buques mercantes castellanos, se hizo necesaria la pro- tección de las embarcaciones provenientes de las indias. Entre los ataques mas importantes destaca la captura por el corsario francés Juan Fleury en 1523, de parte del tesoro que Cor- tés había obtenido de los aztecas. Desde entonces los caudales de indias comenzaron a na- vegar protegidos por EMBARCACIONES ARMADAS. LAS FLOTAS surgieron en 1543, quedando definitivamente organizadas y regularizadas vein- te años después cuando aumentaron las remesas de plata desde las colonias y hubo que re - doblar las condiciones de seguridad. mientras la Armada de Nueva España se dirigía a Méji - co, la FLOTA DE LOS GALEONES debía garantizar las comunicaciones con Tierra Firme y especialmente con el Perú. Por los metales preciosos exportados, junto con algunas materias primas, especialmente productos tintoreros las colonias se beneficiaban del retorno de manu- facturas europeas (especialmente textiles de calidad y papel) hierro, mercurio, especies y al - gunos productos alimenticios de origen peninsular (trigo, aceite, vino). La eficacia del sistema es que durante el siglo y medio en que se mantuvo activa las flotas, fueron atacadas únicamente en tres ocasiones. Las flotas también pretendían mantener el monopolio, bajo cuyo signo se desarrolló el comercio colonial durante la mayor parte del im- perio. La existencia del monopolio, base del sistema mercantil establecido entre la metrópoli española y las colonias americanas, suponía una doble restricción. Por un lado, la posibilidad de comerciar con las colonias y residir en ellas, se limitaba a los súbditos españoles. Los ex - tranjeros tenían prohibido el usufructo de tales derechos. El otro aspecto era que todo el co- mercio y el tráfico colonial se centralizara en Sevilla a fin de controlar mejor los intercambios y recaudar los impuestos con un mínimo de fraude y evasión. El monopolio sevillano supuso la exclusión de los restantes puertos peninsulares del comercio colonial. En 1778 se aprobó el Reglamento de comercio Libre. Sevilla se convirtió en una gran ciudad europea con casi 130.000 habitantes a principios del XVII. El sistema de Flotas y Galeones se estructuró en torno a unas pocas cabeceras. La única eu- ropea estaba en Sevilla. Las Canarias y Cuba (La Habana) se constituyeron también en pun- tos neurálgicos del sistema, ya que sus puertos y defensas hacían más fácil el control y per- mitían el avituallamiento de víveres y agua. En 1525 la corona autorizó a Gran Canaria, Tene- rife y La Palma para negociar directamente con América. En 1717 con el traslado de la Casa de Contratación de Sevilla a Cádiz, los gaditanos vieron fi - nalmente cómo su largo sueño se convertía en cabecera de la "Carrera de indias, en realidad. Sin embargo, Sevilla estaba mejor protegida que Cádiz y que cualquier otro puerto de su bahía, tanto de las fuertes tormentas atlánticas como de los piratas ingleses y beréberes. Al mismo tiempo Sevilla era un mercado mucho mayor y más rico. En la ciudad había poderosas casas comerciales nacionales y extranjeras y un fuerte consulado. En América, las flotas tenían como principal destino el puerto de Veracruz en la Nueva Espa- ña, mientras que los "GALEONES" debían llegar a Tierra Firme para desde allí, poner en con- tacto al virreinato del Perú con la metrópoli. Su cabecera inicialmente ubicada en Nombre de Dios, fue transferida posteriormente a Portobelo en el istmo de Panamá. Las mercancías se trasladaban al Pacifico, mitad del camino a lomo de mula, la otra mitad aprovechando el curso 42 de 70 navegable del río Chagre, hasta llegar a Panamá, la verdadera cabecera del sistema. Nombre de Dios y Portobelo sólo tenían actividad cuando llegaba la flota procedente de España o ha- bía que despachar las riquezas peruanas. LAS FLOTAS Y GALEONES eran unas flotillas de buques mercantes convoyados por otros navíos de guerra que les brindaban protección. La defensa se financiaba con el impuesto de la avería, que gravaba a las mercancías transportadas en las flotas las necesidades defensi- vas hacían muy lento el viaje, cuya duración hasta Veracruz o Portobelo tenía un promedio de dos a tres meses de duración. Las embarcaciones sueltas, por el contrario, podían cubrir el mismo recorrido en tan sólo 3 semanas. Teóricamente la periodicidad de ambas flotas era anual. Las flotas debían zarpar e España en abril y los galeones en agosto. En la segunda mitad del XVII se despacharon 25 flotas a Nueva España y 16 a Tierra Firme, lo que significa una flota cada dos años hacia Veracruz y cada tres a América del Sur. En los primeros 40 años del XVIII los plazos entre flota y flota aumentaron a tres años en el caso de Méjico y casi seis para Tierra Firme. Fueron numerosos los inmigrantes peninsulares que se desplazaron a América a bordo de sus embarcaciones. En el XVII el número de inmigrantes era de cerca de 450.000. 3. EL CONTRABANDO. LAS EXPORTACIONES DE PLATA Y LA CUANTIFICACIÓN DEL TRAFICO Junto a la palabra "contrabando" se utilizaron otras semejantes para definir las continuas vio- laciones en materia comercial y haciéndistica que se producían de las Leyes de Indias: co- mercio ilícito, comercio interlope. Por ello, la amplitud de los fraudes cometidos por los comer- ciantes de la carrera de Indias en detrimento de la Real Hacienda, hace que se pueda hablar de contrabando. Si bien, el comercio realizado por los extranjeros estaba prohibido dentro de los limites del Imperio español, no era ilegal en sus propios países de origen. A pesar de las prohibiciones existentes, comenzó a ser cada vez más frecuente durante el XVIII que el mo- narca o las autoridades coloniales españolas autorizaran en circunstancias concretas y deter- minadas el comercio de los mercaderes extranjeros en las colonias americanas. La existencia del monopolio sevillano imponía serias restricciones a los mercaderes europeos para negociar con las colonias de la monarquía hispana. En un principio dichas restricciones intentaron superarse desde el mismo centro del sistema, Sevilla y Cádiz, donde se instalaron nutridas colonias de comerciantes extranjeros que a través de testaferros españoles o de al- gunas otras estratagemas como el casamiento con mujeres españolas, quebraban la barrera de disposiciones legales que les impedían comerciar con las colonias. En 1686 los comer- ciantes franceses dominaban ampliamente las exportaciones de manufacturas de la carrera de Indias, seguidos por los genoveses, los ingleses, holandeses, flamencos, hamburgueses y finalmente los españoles con sólo el 5,5%. Sin embargo, el papel de los españoles habría que considerar las exportaciones de productos agrarios y metalúrgicos que entre 1720 y 1751 su- pusieron casi el 46% del valor total de las exportaciones y el hierro, acero y sus derivados, su- peraron otro 5%. Durante mucho tiempo a los comerciantes extranjeros les resulto más rentable y también mas seguro enviar sus mercancías a través de la "carrera de Indias". Se argumentaba que las flo- tas estaban bien protegidas y pilotadas. Los seguros también eran menores. En el contraban- do no sólo estaban involucrados los comerciantes extranjeros, sino que también participaban numerosos mercaderes establecidos en las colonias y las autoridades americanas en todos sus niveles. La demanda colonial de manufacturas no solía distinguir entre productos ingresa- dos legalmente a América de aquellos que no habían pagado los impuestos correspondien- tes, que generalmente eran los mismos. Desde las islas antillanas en poder de Holanda, Gran Bretaña y Francia, comenzarían un im- portante comercio "clandestino" con las colonias hispanas, especialmente con aquellas más cercanas como Nueva España, Venezuela y las colonias del Caribe. El renovado interés de acceder directamente a los mercados americanos, propició la elabora- 45 de 70 poblados indígenas con el fin de facilitar una mejor conversión, una mejor recaudación del tri - buto, un perfecto control y una mejor protección del indio contra las agresiones externas. Se elaboró en el XVI un estatuto particular para los indios; un compromiso entre el paternalis- mo de los misioneros, la voluntad de control de los gobernantes y la presión de los colonos, lo que dio lugar a la creación de la república de los indios, una institución de carácter eminente- mente rural, creando nuevos asentamientos, denominados "reducciones", bajo la iniciativa y dirección de las Ordenes Mendicantes. Reducciones y Congregaciones impusieron la funda- ción de nuevos pueblos de indios con el fin de que fueran capaces de mantenerse por si mis- mas y de satisfacer el pago del tributo. Los pueblos de indios se configuraron con una estructura institucional castellana, pero bajo la administración indígena, dirigidos por el cacique o curaca. La tarea de los caciques consistía en obtener el tributo de los indios, distribuir el trabajo y el gobierno de la comunidad indígena, según su tradición. El casco urbano del pueblo de indios se configuró a imagen y semejanza de los pueblos es- pañoles. El lugar central era una plaza mayor. En sus inmediaciones estaban las tierras de resguardo, concedidas a perpetuidad a la comunidad, gratuitas e inalienables. Un tercio de estas tierras estaba dedicada a la explotación agrícola de subsistencia, otro tercio a pastos y el resto a cultivos comerciales destina dos a la venta. El desarrollo de la ganadería y su con- sumo proporcionó una mejora en su dieta alimenticia. Frente a los abusos e incumplimientos llevados a cabo en la república de indios, podemos destacar como aspectos positivos la recuperación demográfica. Desde el punto de vista cultu- ral se instituyeron y consolidaron una serie de culturas mixtas indocoloniales. No todos los in - dios habitaban en los pueblos de indios, muchos de ellos se sintieron atraídos por la sociedad española urbana y otros trabajaron a jornal en las explotaciones rurales. Otros grupos erra- ban por su territorio en pequeñas bandas, viviendo de la caza o de la recolección y sin tener casi contacto con la población sedentaria, fuera indígena o europea. En muchos casos sufrie- ron la esclavitud, por parte de los españoles, encubierta bajo el término de servidumbre. 2.1. LA REPUBLICA DE LOS ESPAÑOLES Fue también una unidad que no sólo integró a los españoles, sino también a los inmigrantes europeos, africanos y a los siervos indígenas asimilados. Es decir, a todos aquellos que ha- blaban castellano, se vestían y se comportaban al estilo europeo. La sociedad española en América fue esencialmente urbana, siendo la ciudad su lugar preferencial. Al principio de la conquista los españoles erigieron sus ciudades en zonas pobladas de una población indígena densa. En los centros ceremoniales y administrativos indígenas que des- truyeron los españoles construyeron nuevos asentamientos. Fundaron ciudades en lugares desiertos motivados por la extracción de minerales, las denominadas ciudades mineras y ciu- dades portuarias radicadas en las costas, denominadas comerciales como Veracruz, Cartage- na, Panamá, Callao, Lima, Buenos Aires... La urbanización en la América española fue rápida y espectacular. Los conceptos arquitectó- nicos empleados eran los mas nuevos de la arquitectura urbana del Re nacimiento. La ciudad colonial se organizó alrededor de una plaza mayor cuadrada o rectangular, con el ayunta- miento, la iglesia y las oficinas públicas. Alrededor de la plaza se trazaron calles paralelas y perpendiculares entre si. 3. EL COMPORTAMIENTO DE LAS OLIGARQUÍAS (ENCOMENDEROS Y TERRATENIENTES) La posesión de la tierra fue una "merced real" por haber conquistado territorios para la Coro- na o haber realizado alguna acción digna de premio. Debido a la abundancia de tierras y a fin de convertir las mercedes en unidades productivas y rentables, era necesario conseguir la en- comienda, es decir, la mano de obra indígena. Las Leyes Nuevas promulgadas por la Corona en 1542, provocaron las primeras reacciones 46 de 70 de los conquistadores-encomenderos, al sentir amenazada su situación económica y social. Se produjeron motines y protestas. En Perú se llegó a una guerra civil. Los amotinados fueron acaudillados por Gonzalo Pizarro que mas tarde fue ajusticiado. A pesar de la derrota, los conquistadores y sus hijos no se resignaron a obedecer a las autoridades coloniales y volvie- ron a ignorar las leyes de tal manera que ni la encomienda se suprimió ni el conquistador-en- comendero logró su perpetuidad. La aristocracia encomendera consiguió la revocación de las Leyes Nuevas en 1546. La disminución de la población indígena, el aumento de los descen- dientes de los encomenderos (aunque la encomienda era heredada sólo por el hijo mayor), y el surgimiento de otros sectores sociales, motivó un descenso en la importancia de las enco- miendas en ciertas regiones. El deseo de poseer tierra se convirtió en casi una obsesión cuando ya los Cabildos no tenían la potestad de concederla. La única solución fue la ocupa- ción ilegal de la tierra que había en los términos pertenecientes a las comunidades indígenas, ya muy diezmadas. Ante tal situación, Felipe II puso en marcha una especie de reforma fiscal. Decidió vender los cargos de los Cabildos ocupados por los encomenderos que fueron adqui- ridos ) por los comerciantes; instauró la alcabala y el tributo real del requinto a los in dios e in - tentó legalizar, mediante un pago a la Hacienda, la ocupación de las tierras. Para llevar a cabo la reforma territorial asumió la Corona, todas las tierras que no tenían propietario y las dividió en tres bloques: para los Cabildos para las comunidades indígenas y para las merce- des reales. Las tierras de mercedes reales fueron asignadas al mejor postor; alas ocupadas ilegalmente fueron legalizadas por sus propietarios mediante las "composiciones" que consistían en un pago a la Real Hacienda. Las propiedades territoriales se vieron aumentadas en tamaño y va - lor gracias al matrimonio entre familias terratenientes y mediante el mayorazgo. El mayor terrateniente del mundo colonial fue la Iglesia, en particular las Ordenes religiosas. Sobresalieron los Jesuitas por la inmensa propiedad territorial que poseían y los Franciscanos por todo lo contrario. 4. MUJERES, MESTIZOS Y OTROS GRUPOS SOCIALES Un número de mujeres se fue trasladando después de la conquista. En principió las mujeres constituían entre el 5 y el 17% del número total de inmigrantes, durante las dos primeras dé- cadas del XVII para aumentar algo después al 29%. El matrimonio era de uno de los pilares de la sociedad hispanoamericana como fundamento de la familia y como base para la legitimación de los descendientes. Por ello se dio un alto va- lor social a la familia. Las uniones consensuales origen del mestizaje, fueron numerosas a pe- sar de los esfuerzos de la Corona y de la Iglesia para imponer sus cánones a favor del matri- monio. Se van a desarrollar importantes redes familiares desde fines del XVI. El papel de la mujer fue meramente instrumental al estar inmersa en una sociedad controlada por los hom- bres. Necesitaban el consentimiento legal del marido para realizar cualquier actividad (como compraventa, participación en sociedades, etc.). El sistema hereditario era bilateral heredan- do los hijos los bienes del padre y de la madre. El marido podía administrar la dote pero no podía dividirla ni malgastarla. La maternidad fue la función preeminente, de la mujer. La tasa de fecundidad era muy eleva - da. A fines del XVI las actividades de las mujeres variaban. Las criollas y mestizas trabajaban en la administración de pequeñas tiendas como propietarias o atendiendo el establecimiento de los cónyuges. Las estancias y haciendas también eran administradas por ellas cuando ca- recían de parientes varones. La educación formal de la mujer era muy minoritaria, por lo que el número de analfabetas era muy elevado. El sistema de educación femenina no cambió hasta el S XVIII con la ilustración. La posición y el papel históricos de la mujer indígena en la sociedad colonial fue el resultado de una acomodación gradual entre las costumbres precolombinas y otras peninsulares. Las sociedades azteca e inca eran patriarcales. Las mujeres de la alta nobleza compartían la si- 47 de 70 tuación de sus maridos y su vida era muy superior a la de la mujer campesina. Esta, aparte de sus ocupaciones domésticas, realizaba tareas agrícolas, la preparación de bebidas y medi- cinas, tejía. Las mujeres indias tuvieron un papel relevante en la conquista de América, no sólo por su unión con los españoles, sino también porque fueron sus intérpretes, aliadas, etc. Las mujeres que se quedaron en las zonas urbanas adoptaron la cultura e instituciones espa- ñolas y sobre todo tuvieron los mismos derechos legales que las mujeres españolas. Las negras esclavas, igual que los hombres de su clase, tenían unos derechos conocidos por las Siete Partidas, tales como la libertad de casarse y de no ser separadas de sus familias y de comprar su libertad. El abuso sexual por parte de sus amos y la abundancia de hijos ilegíti - mos fue la norma en la etapa colonial a pesar de que los matrimonies legítimos eran alenta - dos por la Iglesia. Aunque las mujeres negras se casaban con esclavos, también se casaban frecuentemente con hombres libres: Las mulatas se relacionaban más con hombres de otros grupos étnicos pero se casaban den- tro de su propio grupo, ya que su movilidad social estaba limitada por la "limpieza de sangre". A principios de la conquista, la diferencia de razas entre españolas e indias no supuso obstá- culo alguno y fue decisivo para un desarrollo rápido del mestizaje, la escasez de mujeres blancas, pero aunque se dieron los matrimonios mixtos, éstos no supusieron la tónica gene- ral, a pesar de que la Iglesia los favoreció. La llegada de las mujeres blancas, la posterior po- lítica de separación de indias y españoles y la obsesión peninsular por la limpieza de sangre que se trasladó a América, representaron un obstáculo para las uniones legales entre espa- ñoles e indias (la de españolas con indios, fueron mínimas). Esto no es óbice para que el con- cubinato y la barraganía se impusieran como la forma mas común de unión entre españoles e indias. La primera generación de mestizos fue en su mayor parte absorbida por el grupo paterno, tanto los nacidos de matrimonies legales como los reconocidos o legitimados por sus padres y por tanto considerados españoles. Con el paso del tiempo la palabra "mestizo" terminó con- siderándose como sinónimo de ilegitimo por ambas sociedades y acabó constituyéndose el mestizo como un grupo social en sí mismo cada vez más desacreditado. Fue la Corona espa- ñola, desde el XVI la que contribuyó a la inestabilidad social de los mestizos, al empezar a restringir sus derechos, mermando su posición legal al prohibirles vivir en pueblos de indios, al inhibirles tener o cargar indios, de portar armas o de prohibirles ejercer cualquier oficio real o público. Con respecto a los mulatos, la posición de la Corona fue mucho mas dura, prohibiendo los matrimonios mixtos entre blancos y negras, para evitar la libertad de las niñas que nacieran de estas uniones. 50 de 70 reflejan una caída muy importante en la recaudación fiscal. y en el caso de la Nueva España, la mayoría de las interpretaciones se realizó teniendo en cuenta únicamente la recaudación de la Caja Real de la Ciudad de Méjico, cuando a lo largo de los XVI y XVII y a ida que au- mentaba la actividad minera, se fueron creando nuevas Cajas reales en Zacatecas, Durango, Guadalajara, Pachuca, Luis, Guanajuato y Sombrerete Al mismo tiempo y en el conjunto del continente aumentaron considerablemente los gastos de la administración, lo que limitaba los sobrantes que se podían remitir a la metrópoli. La MINERÍA ofrece un panorama desigual, tanto en el caso del oro como en el de la plata. En la Nueva España, la caída en la producción de plata de algunos grandes centros mineros como Zacatecas parece haber sido compensada con la puesta en explotación y el crecimiento de otros reales de minas ubicados mas al Norte, lo que posibilitó la apertura de nuevas Cajas Reales. En el Perú, Potosí seguía siendo el de mayor minería. Las cifras de recaudación del quinto real en Potosí disminuyen constantemente. Queda por ver si la imagen declinante vinculada a los datos de las series fiscales y no a cifras concretas de producción, no está fuertemente afectada por la generalización del fenómeno de la corrupción administrativa en el XVII pe- ruano y el aumento del contrabando que se nutría fundamentalmente de plata sin quintar. 3. VARIEDAD EN LAS RESPUESTAS REGIONALES RURALIZACIÓN Y AUTOCONSUMO Ciertos estudios recientes sobre economías regionales del espacio peruano muestran una imagen contradictoria con algunas zonas afectadas negativamente por el descenso de la pro- ducción potosina y la consiguiente caída de los precios en ese mercado. Pero también se ob- serva la existencia de otras regiones en donde la producción y venta de mercancías no cesó de crecer a lo largo del XVII. En varias regiones del continente se produjo un avance del mundo rural a costa de las ciuda- des y los mercados urbanos; la mayoría de las principales ciudades del continente no dejaron de crecer a lo largo del XVII. Esa ruralización se observa en la Nueva España, que vio como en el primer tercio del XVII las exportaciones de productos agrarios alcanzaron dl 35%, algo inusual. América Central también asistió a un importante avance de ruralización y de produc- ción de autoconsumo, que se vio complementada por la fragmentación política y económica. Resulta difícil explicar por qué frente a estímulos externos similares, tanto los dos grandes es- pacios coloniales (Nueva España y Perú) como las diversas subregiones tuvieron comporta- mientos tan diferenciados entre si. Ello demuestra una cierta autonomía en el funcionamiento de las economías regionales donde lo determinante en su comportamiento viene dado bási- camente por la estructura de las economías internas, su grado de mercantilización y el tama- ño de los merca dos. Esto ocurre por ejemplo con el peso, que en ciertas regiones y productos tuvo la participación de las pequeñas explotaciones campesinas, de las comunidades indígenas y de las hacien- das de religiosos (sobre todo jesuitas) en la producción agraria. Ante el descenso de los pre- cios de los productos vendidos en el mercado, resulta factible que algunas de esas explota- ciones decidiesen incrementar en la medida de lo posible su producción, para poder compen- sar de ese modo la baja de precios y mantener, con el aumento de las ventas los niveles de ingresos conocidos, destinados a la subsistencia de sus familias o instituciones Por el contrario, en aquellas regiones o productos dominados por las gran des empresas con- troladas por los españoles, cuando se producía una caída en la rentabilidad de las explotacio - nes, la respuesta más lógica o esperada era la disminución o incluso el abandono de la activi - dad. Este fue el caso de Cochabamba donde predominaban las grandes haciendas agrícolas laicas dedicadas a la producción de trigo cuya rentabilidad cayó en el XVII. Otro problema se desarrolló ampliamente en el XVII, ya que algunas actividades económicas que tradicionalmente habían tenido un desarrollo considerable entraron en crisis. Se trataba de aquellas que permitieron la temprana consolidación de las oligarquías locales como el co- 51 de 70 mercio de exportación trasatlántico, y la producción para el abastecimiento del sistema de flo- tas y galeones o de los reales de minas. De este modo, la crisis que afectó la actividad de la carrera de Indias, también pudo haber repercutido en la actividad de ciertas grandes empre- sas agrarias destinadas a abastecer a los principales centros administrativo-comerciales, así como algunos enclaves mineros. Las oligarquías desarrollaron nuevas estrategias que les permitieran mantener su nivel de actividad económica y la búsqueda de nuevos mercados en el interior. Los mecanismos de venta compulsiva de mercancías a los indígenas y a otros sectores de la población conocidos genéricamente como repartos, fueron practicados desde el comienzo de la colonización española en Indias y parece probado que su expansión se aceleró en la se- gunda mitad del XVII. Las elites mexicanas desplegaron una importante ofensiva económica sobre las regiones del Sur del virreinato, caracterizadas por su importante población indígena. Por otro lado, el desarrollo del comercio directo con otras naciones europeas y del contraban- do con la metrópoli permitió la expansión de las relaciones mercantiles atlánticas. Las oligar- quías regionales trataban de no pagar los gravosos impuestos aduaneros, tanto en las colo- nias como en la Península, y de acceder directamente a nuevos centros comerciales para ob- tener mejores precios. Para ello, era frecuente que se asociaran con comerciantes extranjeros y con las autoridades coloniales, dado el clima de corrupción generalizada que existía en de- terminados niveles de la administración. Ante la quiebra del sistema de flotas y galeones y del régimen de monopolio al comercio di- recto con puertos extranjeros, pudo desarrollarse inicialmente en condiciones mucho mas fa- vorables, aceptando los comerciantes europeos como pago de sus mercancías no sólo meta- les preciosos sino también otros bienes de producción americana. Si a fines del XVI e inicios del XVII, la prosperidad de muchas de los negocios de los empre- sarios españoles en América estaba fuertemente vinculada al éxito de las iniciativas de la me- trópoli, en el resto del XVII y en buena parte, del XVIII, la posibilidad de prosperar o de mante - nerse en el mismo nivel, estaba al margen o incluso en contra de la política de la Corona. Si bien las oligarquías americanas encontraron respuestas originales para enfrentar la nueva situación, la independencia no aparecía entre sus opciones. 52 de 70 TEMA XVI: LA EXPANSIÓN EUROPEA EN EL SIGLO XVIII. A comienzos de este siglo, la colonización europea se orientó en dos grandes direcciones: el mundo americano y el Océano Indico. El continente africano estuvo aún poco afectado por la ola conquistadores desempeñando un papel primordial en las grandes luchas del siglo, debi- do a que ingleses, españoles, franceses, holandeses, portugueses y daneses se disputaban las bases y zonas proveedoras de esclavos. Los dominios españoles seguían formando el mas vasto de todos los imperios coloniales; in- cluía el archipiélago de las Filipinas en el Extremo Oriente; América del Sur y Central, excepto Brasil y las Guayanas, las mayores islas y archipiélagos del Caribe, principalmente Cuba y Puerto Rico. Por último, en los primeros años del siglo, la dominación española en Méjico se extendió hacia el Norte, ocupando California, Texas, Arizona y Nuevo Méjico. El imperio colonial portugués contaba con Brasil, algunos archipiélagos atlánticos (Azores y Madeira) y algunas factorías en la costa africana (Luanda) y en la India (Goa). Dinamarca, país con larga tradición marinera, tenía una mínima presencia en América; en 1666 ocupa Saint Thomas y funda su colonia en 1671. De ella extrajera azúcar, algodón, índi - go y otros productos tropicales. En el XVIII coloniza Saint John, otra de las Islas Vírgenes y compra la isla de Saint Croix a los franceses. La caña de azúcar fue el cultivo mas floreciente de estas islas. Holanda se introduce en el nuevo mundo con un concepto de colonización totalmente dispar al practicado por España. El modelo holandés es comprar y vender a los que en ultramar pro- ducen para comerciar con Asia, no con América. En el Caribe poseen la isla de Curacao, don- de establecen el primer depósito extranjero de mercancías europeo; más tarde ocupan Aruba Buen Aire y Tobago. En el continente Araya, con el fin de recoger sal para la salazón de pes- cado; fueron expulsados y se asientan en Surinam y mas tarde entrando por Pernambuco, ocupan el noroeste de Brasil creando la Nueva Holanda siendo en 1ó54 expulsados del terri - torio. En el último cuarto del XVII, franceses e ingleses le arrebataron casi todas las factorías que ésta quitó antes a Portugal en la costa occidental africana. En América del norte la des - pojaron de Nueva Amsterdam (Actual NY), perdiendo al final Tobago. El dominio colonial francés comprendía algunos asentamientos en África y en la India; en América se asentó en Canadá y en las Antillas. Su primer asentamiento francés en América se realizó en 1564 cuando una colonia hugonote funda Carolina, luego destruida. En 1603 realizó un asentamiento en la Nouvelle France (Canadá). Por su parte, los ingleses se habían asentado en Virginia. Se estableció Inglaterra en Cristóbal en el Caribe; Guadalupe y la Marti - nica son ocupadas por franceses, que también adquirieron Sainte Domingue (Haití). Los in- gleses arrebata ron a España Jamaica y adquirieron las antiguas lucayas, denominándolas Bahamas Island. A raíz de la caída holandesa como potencia ultramarina, franceses e ingleses organizan sus propias compañías de tráfico de negros, la Compagnie de Guinée y la Royal África Company. Las posesiones inglesas no eran ni tan extensas ni tan importantes como las de España y Francia. Inglaterra poseía en el continente americano doce colonias y a principios del XVIII poseía algunas islas de las Antillas: Jamaica, bermudas Bahamas y Barbados. La firma del tratado de Utrecht (1713) puso en manos de Gran Bretaña como gran vencedora de la guerra de Sucesión, lo que antes estaba en mano francesas. España concedió a la South Sea Com- pany el "asiento de negros", convirtiéndose la isla de Jamaica en el centro de distribución de esclavos de todo el continente. también se le adjudicó el "Navío de Permiso" que acompañó a cada flota. A Portugal su aliada se le devolvió la colonia del Sacramento. En la segunda mita del XVIII Rusia entró en la escena americana. Su centro de operaciones fue la península de Kamchatka, ocupada en 1701. De las expediciones organizadas por Cata- lina II, no se tienen noticias. Los rusos mantuvieron su presencia en Alaska hasta 1867 fecha en que estos territorios fueron adquiridos por EE.UU. 55 de 70 La Ley del Timbre y la Quebec Act, decretada por Jorge III, motivan las causas inmediatas de la Revolución. La Unión política se centró en un Congreso Continental, reunido en Filadelfia el 5 de Septiembre de 1775 donde se enfrentaron moderados y radicales, ganando estos últi - mos. El segundo Congreso asumió algunas funciones de un gobierno nacional y poderes so- beranos. Se creó un ejército cuya jefatura recayó en G. Washington, que estableció los cana- les de financiación y recabó ayuda de otros países. La respuesta británica fue el envió de tro - pas. En 1776 apareció un libelo titulado "Common Sense" de Tomas Paine, que acusaba al rey de tiranía. Fue Carolina del N. la que el 12 de Abril de 1776 dio instrucciones a sus representan- tes en el Congreso para que se asociaran con los de mas delegados a fin de declarar la inde- pendencia. Virginia forzó la discusión sobre la misma. Nombrose una comisión para preparar la declaración de independencia presidida por Thomas Jefferson. El 4 de julio de 1776 el. Congreso declaró la independencia en un documento memorable que contenía los principios políticos sobre los que se basaba su separación de la Metrópoli. El Tratado de París que puso fin a la guerra, se firmó en 1783 en Versalles. Inglaterra reconocía la independencia de los Estados Unidos y les cedía el conjunto de los territorios entre el Mississippi y los montes Alle- ghany. En 1789 se proclamó la Constitución de los Estados Unidos y su programa político descansó en la unión de todos los Estados. 2.1. FRANCIA A partir de Utrecht (1713) entró en una fase colonizadora de pleno desarrollo, no pudiendo culminarla a causa de la pérdida de Canadá en manos inglesas. El sistema de gobierno era similar al del XVII. Un gobernador general residente en Quebec asistido por tres lugartenientes residentes en Montreal, Trois Rivieres y Cabo Bretón. La cir - cunscripción base de la vida canadiense era la parroquia. La vida económica no era florecien - te, dependiendo de la Metrópoli, cubriendo escasamente la agricultura las necesidades de los colonos. En cambio, si eran florecientes las pesquerías extendidas desde Quebec hasta Cabo Bretón y Terranova y el comercio de pieles. La colonización franco-inglesa de América del Norte fue simultanea. El primer enfrentamiento surge de la posesión de Acadia en el XVII, ocupada por los ingleses y devuelta a Francia en 1632 por el tratado de Saint Germain. Al finalizar la guerra de Sucesión de España, Francia perdió Acadia y Terranova que fueron cedidas a Inglaterra y renunció además a sus derechos sobre la bahía de Hudson. Los problemas comienzan cuando en el fuerte Necesidad el joven George Washington dispa- ró contra un parlamentario francés (1755). La guerra fue inevitable. En 1763 se firmó el Trata- do de París que puso fin a la guerra en Europa y América. Francia cedió a Inglaterra el Canadá sin ninguna cláusula atenuante. En 1763 el territorio co- lonial francés quedó reducido a 36.000 km2. Las Antillas seguían siendo la base de su dominio colonial. Gracias a los edictos reales de 1767 y 1784 conocieron una época de auge comercial alcanzando la cuarta parte del comer- cio exterior francés. 56 de 70 TEMA XVII. LA EVOLUCIÓN DE LAS VARIABLES ECONÓMICAS DURANTE EL SIGLO XVIII 1. LA ECONOMÍA A LO LARGO DEL SIGLO Suele presentarse al imperio español en el XVIII en América como un periodo de claro creci- miento económico, especialmente en Méjico, el Río de la Plata y Venezuela y algo menos en Perú. En este siglo se produjo una considerable reactivación de la actividad económica. Esta tuvo lugar en la segunda mitad del Siglo, coincidiendo con las reformas borbónicas, como la creación de las intendencias o el establecimiento del Reglamento de comercio libre de 1778. Sin embargo, el mayor impulso al crecimiento económico se dio en la primera mitad del siglo y no en la segunda. Se produjo un importante cambio en la economía americana, basado en la recuperación de la minería de plata altoperuana y novohispana. En el imperio portugués también se observa una expansión sin precedentes en las exportaciones de oro brasileño. Todos estos datos se sa- ben por el hecho de disponer de una documentación elaborada por los intendentes, mucho más precisa que la de la primera mitad del siglo. Gálvez en Nueva España y Areche en Perú, hicieron estadísticas coloniales que ganaron en seriedad y precisión a las anteriores. Un claro ejemplo de la situación puede ser el Bajío mexicano. Mientras Guanajuato era el principal centro minero regional de plata, en Querétaro se elaboraban textiles de lana y en San Miguel, Celaya y Salamanca se desarrollaron otras importantes manufacturas textiles. El ritmo del crecimiento demográfico de la región parece que fue mayor que el del resto de Nue- va España. A lo largo de este siglo se modificaron o desaparecieron algunos de los condicionamientos sobre los que descansaba el sistema colonial español. El monopolio de Andalucía terminaría ante la ofensiva de las potencias europeas rivales, vinculadas al desarrollo capitalista y la in- dustrialización. La minería de plata dejó de ser la producción dominante en el interior de los dos grandes espacios coloniales en beneficio de otros productos de origen agrario. Sin em- bargo, hasta finales del XVIII, el mercado interno fue complementario y no contradictorio con la inserción de la economía colonial en los mercados internacionales. Lo cierto es que el sistema colonial en su conjunto dejó de ser monoexportador gracias a una mayor especialización regional, básicamente en las áreas tropicales y subtropicales, impulsa- da por la expansión de la demanda europea. Estos cambios fueron favorecidos por la atlanti - zación del mundo occidental, así como por las mejoras en las técnicas de navegación a vela y los avances tecnológicos que redujeron las distancias entre América y Europa. Este acerca- miento se vio potenciado por la apertura de la ruta del Cabo de Hornos, que permitía a los na- vegantes europeos acceder a los puertos coloniales del Pacifico español. Méjico se convirtió en la principal colonia del Imperio gracias al crecimiento de su importante sector minero y a la recuperación demográfica. Producía las dos terceras partes de las rentas obtenidas por la corona española en sus posesiones imperiales. Junto al desarrollo minero de los reales del Norte, se produjo un importante crecimiento agrícola, especialmente en las re- giones de Guanajuato, Guadalajara y Valladolid. Sin embargo, el crecimiento de algunas re- giones fue paralelo al estancamiento de vastas zonas del centro y Sur del país, siendo el caso de Puebla-Tlaxcal, el más notable de los conocidos. El mayor ritmo de crecimiento se dio en algunas posesiones del Caribe, como Cuba. Con bas- tante retraso en comparación a las colonias francesas, inglesas y holandesas, las Antillas es- pañolas pasaron de la ganadería extensiva, su producción tradicional, a la agricultura tropical de plantación. Cuba estaba a la cabeza de la transformación, basada en el tabaco y el azú- car. Nueva Granada, cuyo crecimiento dependía de las exportaciones de oro y de los contac- tos con la economía británica a través de Jamaica y Venezuela se orientaba al mercado mun- dial mediante sus exportaciones de cacao. El virreinato peruano fue una de las primeras víctimas del reformismo borbónico. En este siglo 57 de 70 se separaron los virreinatos de Nueva Granada y el Río de la 1 Plata. Sin embargo, gracias a las cantidades crecientes de plata del Cerro de Pasco, la producción argentífera peruana se reactivó. 2. DEMOGRAFÍA, PRODUCCIÓN, PRECIOS Y EXPORTACIONES 2.1. POBLACIÓN El XVIII atravesó una fase de crecimiento que puede situarse entre el segundo tercio del XVII y los comienzos del XX. Entre 1750 y 1800, América Central y América del Sur crecieron a una tasa promedio anual del 0,8 %. A finales del periodo colonial, la población americana se estimaba en 13 millones de personas, de las cuales casi la mitad estaban en Méjico. Durante todo el siglo, la población siguió siendo predominantemente indígena, con un alto porcentaje de blancos y negros, aunque no en estado puro. Había diferencias regionales, ya que cuanto más al sur, mayor era la participación indígena, aumentando por el contrario la presencia de los blancos en los territorios norteños. En el Perú, había en 1792 algo más de un millón de personas. El crecimiento del mundo ur - bano también permite medir la recuperación demográfica y constatar una vez más la mayor vitalidad de las diferentes regiones mexicanas frente al Perú. A principios del XVIII comenzó un proceso de crecimiento urbano centrado en las ciudades más grandes, que responde bási- camente al aumento de la población mestiza, a la recuperación de los indios, al incremento de la inmibración blanca y negra y al crecimiento vegetativo de la población ya urbanizada. Méjico estaba a la cabeza de las ciudades americanas, seguida de La Habana. Desde el comienzo de la colonización, el aporte migratorio de los blancos fue escaso y lo si- guió siendo durante todo el XVIII. El peso de la emigración española recayó en las provincias cantábricas: Galicia, Asturias, Santander, País Vasco y Navarra, junto con los catalanes y ca- narios. Los yacimientos de oro descubiertos en Brasil aumentaron la demanda de esclavos negros en la colonia portuguesa, por lo que entre 1701 y 1760 eran casi de un millón. En la América española la importación de esclavos no fue tan intensa como en la portuguesa, pese a los asientos firmados con los franceses e ingleses. Al imperio español en 1789 se le autorizó el libre comercio de esclavos con Cuba Santo Do- mingo, Puerto Rico y Venezuela. La expansión azucarera cubana requirió de grandes contin- gentes de mano de obra esclava. 2.2. LA PRODUCCIÓN AGRARIA La población experimentó un importante crecimiento durante el XVIII. Entre 1770-90, se pro- dujo en Nueva España un crecimiento espectacular en la recaudación de los diezmos, obser- vándose un fenómeno similar en Chile y Paraguay. Sin embargo, la falta de estudios sistemá- ticos sobre los diezmos, impide determinar con total precisión si el sustancial crecimiento se debió al incremento de la producción agropecuaria o a una mayor efectividad recaudadora. El incremento de la demanda urbana, lógica consecuencia del crecimiento de las ciudades, afectó a la producción de alimentos. Un caso claro fue la producción de trigo en el Valle Cen- tral de Chile, orientada básicamente al abastecimiento del Perú. La demanda urbana y minera afectó también a otros centros cerealísticos, como Cochabamba en el Alto Perú y el Bajío al norte de Méjico. Respecto a las exportaciones, la minería seguía dominando ampliamente. Si excluimos los metales preciosos, las principales mercancías que se exportaban eran productos tintóreos, azúcar, cueros, tabaco y cacao. Entre 1717 y 1738 las exportaciones de tabaco suponían el 40% de las exportaciones no metálicas y las de cacao casi el 30%. El gran boom del cacao venezolano coincidió con el dominio de la monopolista Compañía Guipuzcoana de Caracas. 60 de 70 TEMA XVIII. LAS REFORMAS BORBÓNICAS Una vez consolidado el gobierno de Felipe V, tras la guerra de Sucesión, comenzaron a desa- rrollarse una serie de reformas, cuyos principales objetivos eran incrementar la recaudación fiscal, reforzar los lazos de dominación entre la metrópoli y sus colonias americanas e introdu- cir nuevos y más eficientes criterios de gobernabilidad en las posesiones coloniales. Las reformas borbónicas se ubican cronológicamente en la 2ª 1/2 del XVIII asociadas a la fi - gura de Carlos III, el rey ilustrado. Sin embargo, se realizaron a lo largo de todo el siglo y más en la 1ª 1/2 que en la 2ª. Fueron un conjunto de medidas administrativas centradas especial- mente en la economía y la administración pública. Las reformas económicas afectaron a la minería, a la agricultura y especialmente al comercio colonial, a la Real Hacienda y la fiscali - dad. Se crearon nuevos virreinatos, se introdujeron las intendencias y superintendencias y se intentó acabar con los corregimientos (y con los abusos de los corregidores) Las reformas borbónicas, acopladas al importante proceso de crecimiento económico americano de la pri- mera mitad del XVIII tenía como uno de sus principales objetivos replantear el funcionamiento del Imperio español. En este sentido, las colonias debían dejar de ser únicamente proveedo- ras de metales preciosos para convertirse en abastecedoras de otras materias primas y a la vez mercados consumidores. El débil estado de las manufacturas peninsulares impidió, salvo algunas excepciones como la de los textiles catalanes, que este suero modernizador se hicie- ra realidad. El principal objetivo de las reformas era fiscal. Se pretendía reforzar por todos los medios el potencial recaudatorio de la Real Hacienda, ante las crecientes demandas de la corona. Entre mediados y finales del XVIII, el aumento de la presión fiscal, unido a una mejor gestión y un mayor control, permitieron triplicar las rentas públicas. Esto fue particularmente visible en Mé- jico, donde los ingresos tributarios pasaron de seis a dieciocho millones de pesos. Otro de los objetivos de las reformas era militar, dadas las continuas y crecientes agresiones de las potencias europeas rivales. Ingleses y rusos se tornaban cada vez mas peligrosos en las costas del Pacifico norte. ingleses y franceses redoblaban la tensión desde sus colonias en la costa atlántica de América del Norte y en el Caribe. 3. LAS REFORMAS ADMINISTRATIVAS Y LA CREACIÓN DE INTENDENCIAS en el primer caso, destaca la instauración de las Secretarlas, siguiendo el modelo francés que rápidamente entraron en colisión con el tradicional Consejo de Indias. También fueron cons- tantes las tensiones entre los distintos grupos de poder que se movían en torno a la corte y tenían intereses en América. En 1714 se crearon las Secretarlas de Estado, Marina, Guerra, Hacienda y Gracia y Justicia con independencia del lugar del Imperio en que se hubieran origina do. El cambio suponía una modificación radical respecto al Consejo de Indias, que atendía de forma exclusiva todo lo concerniente al mundo colonial. En un principio, los asuntos americanos fueron atendidos por la Sección de Marina, quedando el Consejo de Indias como uno de sus órganos consulti - vos. En 1754 Fernando VI separó la Secretaria de Indias de la de Marina y en 1787, Carlos III creó dos Secretarías de Despacho de Indias, una para atender los asuntos eclesiásticos y de gracia y justicia y la otra competente en lo relacionado con guerra, hacienda, comercio y na- vegación. Sin embargo, en 1790, Carlos IV suprimió ambas Secretarlas y volvió al original sis- tema francés de cinco secretarias. En la Nueva España, los informes de Gálvez sirvieron para poner de manifiesto las enormes dificultades que impedían aplicar las reformas ensayadas y el funcionamiento de una certera administración colonial. Esta visita fue posteriormente completada por las de Areche al Perú, Gutiérrez de Pieñeres a Nueva Granada y León Pizarro a Quito. Hay que destacar el surgimiento de dos nuevos virreinatos: el de Nueva Granada creado en 1717 y el del Río de la Plata (o Buenos Aires). También se otorgó un mayor poder de decisión a ciertas autoridades regionales dentro de los virreinatos. 61 de 70 3.1. EL SISTEMA DE INTENDENCIAS Seguía el modelo francés. Constituyó una de las piedras angulares en los intentos de cons- truir una nueva administración. De acuerdo con Gálvez, se quería limitar las atribuciones de los virreyes a las esferas gubernativa y militar y dejando todo lo referente a la hacienda, la economía y la gestión administrativa en manos de técnicos especializados. Sus reformas co- menzaron con éxitos parciales con el sistema de intendencias. Se ensayo inicialmente en la metrópoli y después en Cuba. Posteriormente se difundiría por casi todo el territorio ameri - cano, aunque con resultados muy desiguales. Mientras en la Nueva Granada no fue posible establecer el sistema de intendencias, Estas tuvieron bastante éxito en Venezuela. Su princi- pal objetivo era la descentralización administrativa, la mejora en la gestión y el mayor control por parte de los órganos de gobierno metropolitanos, tratando de desligar a las autoridades coloniales de los estrechos vínculos establecidos con las oligarquías locales. Las reformas también alcanzaron a los órganos de Justicia, especialmente a las AUDIEN- CIAS. Se suprimieron viejos tribunales y se crearon otros nuevos. También se insistió en la moralización de las ya existentes, ante la excesiva corrupción que las caracterizaba. Se nom- braron nuevos oidores, la mayor parte de origen peninsular y pertenecientes al nuevo funcio- nariado ilustrado. Todos estos cambios iban generando nuevas tensiones, entre los principales afectados. Cier- tos grupos de las oligarquías locales, desplazados por la llegada de los nuevos burócratas y técnicos, fueron acumulando agravios, algunos de los cuales se manifestarían con el estallido de los movimientos emancipadores. Sin embargo, no se puede plantear lineal y esquemática- mente que las reformas borbónicas condujeran automáticamente a la independencia de las colonias americanas. 3.2. LA LIBERALIZACIÓN DEL COMERCIO Y EL REGLAMENTO DE 1778 Las reformas ensayadas en el terreno comercial incidieron en la transformación del comercio interregional americano y favorecieron el desarrollo de centros exportadores de productos pri - marios al margen de la minería tradicional. La ruptura paulatina de los espacios coloniales, comenzó a dar sus frutos en Venezuela y en Cuba, que fue ron las dos únicas regiones capa- ces de expandir claramente su economía al margen de las exportaciones de minerales. Las reformas incidieron, Sin embargo, más profundamente sobre las importaciones que sobre las exportaciones. Se asiste a un progresivo abaratamiento en los precios de las manufacturas importadas, junto a un aumento considerable en el volumen de las importaciones. En lo que se refiere al sistema monopólico que regía el comercio trasatlántico, la primera re- forma fue el proyecto par la flota de 1711. Pero las reformas iniciales fueron de escasa pro- fundidad, centrándose en los impuestos que gravaban los intercambios comerciales, pero no en la organización del trafico. Las reformas más importantes afectaron a la Casa de Contrata - ción, que en 1717 y pese a la oposición existente, se ordenó su traslado de Sevilla a Cádiz. También se pretendió racionalizar su estructura y su gestión administrativa. Con todo, la refor- ma más importante consistió en la organización y establecimiento de un servicio regular de avisos o buques correo que mantuviera comunicaciones regulares entre la metrópoli y sus co- lonias. En 1720 se publicó el "Proyecto para Galeones y Flotas del Perú y Nueva España y para Na- víos de Registro y Avisos". Si el tiempo lo permitía, las flotas y los galeones debían zarpar el 1 de junio y el 1 de Septiembre, respectivamente, sin esperar a que los comerciantes comple- tasen sus cargas. Se reglamentaba el tiempo de viaje y la duración de las escalas en las colo - nias, de un modo estricto. Entre las principales disposiciones del Proyecto de 1720 figura la creación de los navíos de registro o buques que podían navegar directamente hacia los puertos atlánticos sin necesidad de adecuarse al ritmo de la flota y siempre y cuando tuvieran la licencia real preceptiva. El funcionamiento de los navíos de registro supondría en el medio plazo un golpe definitivo para 62 de 70 el sistema de flotas y galeones, al poder garantizar el abastecimiento regular del mercado americano. El ritmo de las reformas comerciales se intensificó en la segunda mitad del XVIII. Se estable- ció un servicio regular de correos marítimos con la finalidad de facilitar las comunicaciones con las colonias, Cada mes debía salir un navío de aviso en dirección a América del N. y cada dos meses otro hacia América del Un alto más tarde se permitió el comercio entre las islas de Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico, Isla Margarita y Trinidad, así como con los puertos españoles de Cádiz, Sevilla, Alicante, Cartagena, Málaga, Barcelona y Santander, La Coruña Y Gijón. Simultáneamente se abolieron una serie de impuestos que gravaban el comercio y se autorizaron los intercambios de productos locales entre las islas comprendidas en el decreto. Como la última medida permitió una importante reactivación del comercio, se decidió extender gradualmente la autorización a otros puertos. Estas medidas repercutieron en un crecimiento de la actividad mercantil que se mantuvo du- rante buena parte de la centuria, básicamente tras la sanción del "Reglamento y aranceles reales para el comercio libre de España a Indias", del 12 de octubre de 1778, símbolo por ex- celencia de las reformas mercantiles. En el Reglamento se fundieron todas las normativas an- teriores. Autorizaba el comercio colonial a los puertos de España. En América, Méjico y Vene- zuela inicialmente excluidos, fueron incorporados a las concesiones del Reglamento. Un espíritu reformista inspiró la redacción del reglamento. La mención al "comercio libre y protegido" podría parecer contradictoria. El Reglamento no autorizaba la libertad de comercio, sino que tan sólo introduce una serie de disposiciones tendentes a facilitar la actividad mer- cantil de los españoles (europeos o americanos) ya que los extranjeros seguían teóricamente excluidos del comercio colonial. El Reglamento suprimía la Casa de Contratación y creaba una serie de juzgados de arribada, responsables del despacho de las embarcaciones en los puertos habilitados. Únicamente mantuvo los impuestos de alcabalas y almojarifazgos, eliminando los restantes impuestos y tributos que venían gravando al comercio colonial, como el de palmeo, tonelada, San Telmo, extranjería. Las repercusiones de la aplicación del reglamento variaron. En Méjico afectó se- riamente a los comerciantes del Consulado de la capital, ya que la competencia de nuevos mercaderes incrementó el volumen de las mercaderías importadas y produjo un descenso de los precios. La presencia en los mares americanos de los conflictos bélicos europeos, repercutió en el co - mercio colonial y en la forma en la que éste se desarrollaba. La duración de los conflictos am- plió las medidas liberalizadoras. En 1797 se autorizó a los mercaderes españoles a comerciar en barcos de potencias neutrales. Las guerras napoleónicas y el posterior proceso emancipa- dor conducirían al final del comercio colonial, al menos en la forma tradicionalmente conocida y de las reformas mercantiles implementadas por los Borbones. 4. LA REAL HACIENDA Y EL AUMENTO DE LA PRESIÓN FISCAL En materia económica las reformas borbónicas no se limitaron a la Real Hacienda, pero si se observa en gran parte de ellas estaban presentes importantes motivaciones fiscales. La Real Hacienda había sido uno de los mecanismos claves en el esquema colonial de la corona es- pañola. En el XVIII, Méjico proporcionaba las dos terceras partes de las rentas americanas y se había convertido en la colonia más importante del Imperio, desplazando al Perú. Las ren- tas mexicanas se triplicaron en la segunda mitad del XVIII. Su aumento fue superior al creci - miento de la población o la producción, de modo que podría pensar que fueron las mejoras in - troducidas en la gestión tributaria junto con la mayor presión fiscal, las responsables directas de la mayor recaudación. En el XVIII se incrementó el monopolio fiscal ejercido por la Real Hacienda al pasar a su ad- 65 de 70 ya citado Reglamento de Comercio Libre de 1778, abandonaron la Península para establecer- se en los nuevos puertos abiertos al trafico; en compensación se crearon nuevos consulados de mercaderes de funcionamiento opuesto a los intereses de los monopolistas de Méjico y Lima. Con todo, la reforma más impopular decretada por Carlos III contra el elemento criollo fue su limitación para ocupar altos cargos oficiales y su reemplazo por funcionariado peninsu- lar que invadió todos los altos organismos de las sedes virreinales y provinciales. En el documento denominado Memorial de Méjico se señala que los criollos no habían de es- tar marginados en el desempeño de cargos públicos en Indias, porque eran fieles al rey y tan capaces física e intelectualmente como los españoles europeos. En los cabildos de Arequipa, La Paz, Cochabamba y Quito se decretaron medidas contra las reformas de cierres de adua- nas, reducción de alcabalas y expulsión de funcionarios, combatiendo así, desde bases esco- lásticas, el despotismo ilustrado con el fin de contrarrestar el centralismo borbónico, el milita- rismo y el mercantilismo. Las relaciones Iglesia-Estado se vieron afectadas en este siglo a raíz de la aplicación de la doctrina regalista. En la Península se aplicó desde 1707 y en Ultramar a partir de 1760, al im- plantar la "Regalía soberana patronal", también conocida como "Regio vicariate", en virtud de la cual el monarca asume plena jurisdicción canónica, pero no como mera concesión papal, sino como atributo de su propio poder personal, convirtiéndose la Regalía Soberana en una institución civil de signo antipapal cuyo fin era mejorar la organización y administración ecle- siásticas, terminar con las discordias entre las distintas órdenes religiosas, detener la relaja- ción de costumbres en amplios sectores del clero. Se celebraron Concilios provinciales en Méjico, Lima, Santa Fe de Bogotá y Charcos. Se restringieron la inmunidad eclesiástica, el derecho de asilo, la jurisdicción del fuero eclesiástico y otros privilegios tradicionales como la disminución de exenciones tributarias y privilegios económicos. 2. LA EXPULSIÓN DE LOS JESUITAS La Compañía de Jesús se instaló en las colonias portuguesas de Ultramar en 1549 y en las españolas entre 1568-72. A mediados del XVIII sus componentes se encontraban en todos los lugares del continente siendo muy apreciados no sólo en educación con sus escuelas y colegios en todas las ciudades importantes de Hispanoamérica, sino también en la posesión de una vasta red de empresas que controlaban la ganadería, la industria textil, las haciendas americanas, vinícolas, etc., siendo las más famosas las reducciones del Paraguay. Bajo la tu- tela de la Compañía de Jesús, los indios de las misiones se organizaron en una sociedad pa- ralela donde los bienes eran comunes y se defendieron con fuerzas militares de los cazado- res de esclavos brasileños y de los colonos españoles. La formación de esta nueva sociedad iba contra la política seguida por la Corona, en la que la evangelización del indio estaba liga - da a su integración en la sociedad colonial. En Portugal el Ministro Pombal consiguió que el monarca José I decretase en 1759 la expul- sión de los jesuitas en todos sus reinos y la confiscación de todos sus bienes, pasando sus iglesias a los obispos y sus bienes fueron adquiridos por la aristocracia criolla. En España la expulsión fue decretada por Carlos III a raíz del motín de Esquilache en Madrid en 1766. Cerca de 5000 religiosos tuvieron que abandonar América, provocando una crisis que, en al- gunos casos, ha sido interpretada como catastrófica. El daño que se le hizo a las misiones, a la educación y a la cultura, fue irreparable. Y en la enseñanza el problema fue mas grave to - davía, ya que eran excelentes educadores. La expulsión de la Compañía, aunque enriqueció algunos colonos por la desamortización de sus bienes, produjo un gran resentimiento contra el Estado, por parte de un gran número de influyentes familias americanas que consideraban el hecho como un acto claro de despotis- mo. 66 de 70 3. INFLUENCIA DE LA INDEPENDENCIA DE LOS ESTADOS UNIDOS Y DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA EN LA EMANCIPACIÓN AMERICANA La independencia norteamericana corresponde a un momento histórico inscrito en el cuadro de las "revoluciones de respuesta" de los pueblos , frente a la presión del Despotismo Ilustra- do lo mismo que la Revolución francesa. La emancipación hispánica hay que inscribir la en el nacionalismo surgido como reacción a Napoleón. La influencia de la independencia de Estados unidos se dejó notar en la insurrección que des- de 1780 se expandía en el Virreinato del Pera en contra de las aduanas interiores, las cre - cientes alcabalas y en contra de las reformas borbónicas. Los centros del movimiento eran Cuzco, Arequipa, La Paz y Cochabamba. El descontento criollo no era de la misma clase que el de los indios y la revuelta antifiscal fue sobrepasada por la rebelión india. 3.1. ALZAMIENTO DE TUPAC AMARU Perú, a lo largo del XVIII fue escenario de periódicas sublevaciones indias que culminaron con la conducida por José Gabriel Tupac Amaru, un educado cacique descendiente de la fa- milia real inca. En la década de 1770 Tupac Amaru empezó una movilización pacifica para obtener algunas reformas mediante la utilización de los tribunales españoles. Como no obtu- vo respuesta al grito de "Viva e buen Rey, muera el mal gobierno" condujo a sus seguidores a la insurrección. El movimiento comenzó en Cuzco, declarando la guerra a muerte a los españoles. Sus objeti - vos eran la supresión de los corregidores, las alcabalas, la mita en Potosí y las aduanas. Los criollos ante los acontecimientos, hicieron causa común con los españoles, para defender su herencia. El movimiento fracasó. Tupac Amaru pretendía acabar con los privilegios de los blancos y poner fin al sometimiento de los indios. Se trataba esencialmente de objetivos de carácter social. Entre los indios faltó solidaridad. A las revueltas indias les faltó además la di - rección criolla. A partir de 1809 el proceso emancipador comenzó lentamente a radicalizarse. Estados Uni- dos fue ejemplo de libertad y su republicanismo, fuente de inspiración : El comercio con Amé- rica del Norte no sólo proporcionaba productos y servicios, sino también la entrada de libros e ideas. El trabajo de Tomas Paine, los discursos de Jefferson, Adams y Washington, circula- ban con toda libertad por el continente suramericano. La Constitución Federal y la declaración de independencia fueron tomadas como primer modelo jurídico y literario para la redacción de las propias constituciones nacionales. 3.2. LA REVOLUCIÓN FRANCESA El modelo de revolución aportado por Francia contó con menos adeptos que el de EE.UU. La Revolución francesa despertó grandes simpatías en el continente, especialmente los Dere- chos de Hombre y la idea de libertad; la idea de igualdad no fue bien vista por los criollos. No obstante, el ejemplo francés encontró algunos imitadores y se produjeron algunas conspi- raciones. La de Venezuela estalló en la Guaira, haciendo un llamamiento a la igualdad y a la libertad, a la armonía entre las clases, la abolición del tributo indio y de la esclavitud de los negros y el establecimiento de la libertad de comercio. Los conspiradores atacaban "el mal gobierno colonial" e invocaban el ejemplo de las ex colonias inglesas. La conjura no llegó a producirse al ser descubierta y castigada. 3.3. LA INDEPENDENCIA DE HAITÍ durante el reinado de Luis XIV, la corona española cedió a Francia la parte occidental de la isla de Santo Domingo. A fines del XVIII, se había convertido en la colonia más productiva de las Antillas en cuanto a producción de azúcar. En gran medida debido a la demanda de los recién independizados Estados Unidos, el cultivo de la caña obligó a los plantadores france- ses, en los años que precedieron a la Revolución en la isla, a importar 30.000 esclavos africa- nos anuales. Los plantadores dependían de los capitalistas metropolitanos. Los plantadores descontentos, 67 de 70 se organizaran en el club Massiac en París para conspirar contra el sistema colonial francés y así obtener un cierto grado de autonomía política. Sobre este fondo social y de diferenciación de clases, el estallido de la Revolución Francesa profundizó las divisiones que había en los estratos superiores en las sociedades francesas del Caribe, comenzando las luchas en la Martinica y en Haití. La negativa de los blancos a reconocer los derechos de los mulatos hai- tianos a participar en el gobierno de la colonia, produjo el inicio de la rebelión de los mulatos en Port-au-Prince y una semana después, la de los esclavos. La rebelión esclavista era tan peligrosa para los propietarios blancos como para los mulatos libres y firmaron una tregua. El Decreto de la Asamblea Legislativa de 1792 que proclamaba la ansiada igualdad entre mu- latos y blancos, pareció calmar a la isla y en 1793 se decretó la abolición de la esclavitud. La colonia española de Santo Domingo había sido entregada a Francia por el Tratado de Basilea (1795) pero no fue ocupada debido a los desórdenes que estaban ocurriendo en la zona fran- cesa (por los ingleses). Las dudas coloniales de la República francesa habían desaparecido cuando ascendió al trono imperial Napoleón que inició la reestructuración del sistema colonial francés. En él, mulatos y negros se ven discriminados, lo que les hizo continuar la lucha. Para ello cuentan con la ayu- da de los británicos, quienes bloquearon con su escuadra los puertos haitianos. En 1804 el general Dessalines, proclamó la independencia de Haití y se autodesignó emperador, confor- mándose el segundo estado independiente de América y el primero negro del continente americano Dessalines decretó el exterminio de todos los blancos residentes en el país, salvo el clero y algunos extranjeros juzgados útiles a la nueva sociedad y de nuevo invadió la parte española de la isla. Dos alternativas se presentan en Haití: el liberalismo o la dictadura y con ella la división del país. La parte sur cayó bajo el control de Alexandre Periou, mulato culto que se mantuvo en el poder hasta su muerte. En la parte Norte gobernaba Henry Christophe, de raza negra, toman- do el nombre de Henry I. Gobernó despóticamente, suicidándose mas tarde. Pierre Boyer consiguió reunificar la isla de Haití. Estos acontecimientos también influyeron en la respuesta que la clase criolla otorgó al intento insurgente de unos de los más importantes ideólogos de la emancipación americana: Francis- co de Miranda que estuvo al servicio de Inglaterra y que ante la amenaza que suponía la unión de los gobiernos de Madrid y París, trató de impedir que Napoleón se hiciera dueño de Hispanoamérica. El medio para evitarlo era provocaría independencia de la América españo- la. El caso de Haití fue un aviso y un ejemplo. Los hispanoamericanos pronto tendrían que en- frentarse a la crisis de la Metrópoli y a la quiebra del control imperial. La Guerra de la Inde- pendencia española y las experiencias americanas, serán el embrión del proceso emancipa- dor de Hispanoamérica.
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