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La Filosofía de Sócrates y Platón: El Sabio Ignorante, Resúmenes de Historia de la Filosofía

Filosofía Antigua GriegaFilosofía griegaPlatónSócrates

Este texto sirve como introducción a las filosofías de Sócrates y Platón, donde se analiza cómo Sócrates se consideraba a sí mismo como un sabio ignorante. El autor examina cómo Sócrates se distinguió de otros pensadores de su tiempo, y cómo Platón adoptó este modelo de sabio basado en la ignorancia autoconsciente.

Qué aprenderás

  • ¿Cómo Platón adoptó el modelo de sabio basado en la ignorancia autoconsciente de Sócrates?
  • ¿Cómo se consideraba a sí mismo Sócrates respecto a otros pensadores de su tiempo?
  • ¿Qué significa que Sócrates era un sabio ignorante?

Tipo: Resúmenes

2020/2021

Subido el 06/12/2021

Duaxdxd
Duaxdxd 🇪🇸

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¡Descarga La Filosofía de Sócrates y Platón: El Sabio Ignorante y más Resúmenes en PDF de Historia de la Filosofía solo en Docsity! AUDENS Núm. 1 Revista estudiantil d'analisi interdisciplinária 2019 Sócrates y Platón hoy: un no sé qué que qué sé yo Daniel Mansilla Moro! Resumen: El texto quiere servir de puerta de entrada a las filosofías de Sócrates y de Platón. Más que presentar un resumen de sus contenidos fundamentales, la intención del artículo es proponer un método de lectura, tomando como punto de partida la excepcional riqueza de sus planteamientos. Diremos: en este caso, lo más profundo no se alcanza atendiendo simplemente al contenido, a lo que se dice, sino que es necesario poner atención también en la manera en que se dice; en el diálogo entre contenido y forma se encuentra el oro de sus filosofías. A través de este modo de proceder, la firmeza que se suele asignar a estos autores se desmorona, y la contrariedad y el misterio entran a formar una parte esencial de su programa. Parabras clave: ignorancia, discurso, verdad, texto, diálogo, contradicción, misterio. SÓLO SÉ QUE NO SÉ NADA «Una vez [mi amigo Querefonte] fue a Delfos y tuvo la audacia de preguntar al oráculo [...] si había alguien más sabio que yo. La Pitia le respondió que nadie era más sabio». (PLATÓN, Apología de Sócrates, 21a4 -21a8). Después de recibir esta noticia, Sócrates se lanza a desmentir al dios de Delfos, pues le parece evidente que él no es, ni mm_daniel_aoEyahoo.es 65 de lejos, el que más sabe. «Yo tengo conciencia de que no soy sabio, ni poco ni mucho» (Ibídem, 21b4-5). Pero no es lícito a la divinidad mentir. Efectivamente, tras entrevistarse con los más altos pensadores del momento, Sócrates se ve obligado a concluir que él es más sabio que todos ellos. Inmediatamente se pregunta qué es eso que lo diferencia de los demás y que hace que los supere en sabiduría, y responde: «al menos soy más sabio que él en la misma pequeñez en que lo que no sé tampoco creo saberlo» (Ibídem, 21d3- 9). He aquí la gran paradoja: aquello que hace a Sócrates el más sabio es saber que no sabe nada. ¿Nos está Sócrates tomando el pelo? Es natural que nazca esta impresión, pues son tres contradicciones inherentes al planteamiento las que la producen. Por un lado, ¿Se puede saber que no se sabe nada? ¿No se sabe entonces algo? En segundo lugar, derivada de la anterior, ¿puede alguien ser sabio a causa de la conciencia de la ignorancia? ¿No supone el conocimiento de la ignorancia un desconocimiento? Por último, tras tener noticia de los incontestables desarrollos que Sócrates ha formulado, a propósito de los más elevados temas, aparece la más particular de las contradicciones: ¿Verdaderamente Sócrates no sabe nada? Sócrates muere por defender la idea de su ignorancia autoconsciente. Tecnicismos aparte, la figura del daimon, del dios interior que guía moralmente, por la cual es acusado de inventar nuevas divinidades y condenado a muerte, refleja lo esencial de la ignorancia socrática?. Así pues, cabe considerar que no se trata de una simple impertinencia, y que lo de ser sabio por saber que no se sabe nada tiene una profunda raíz filosófica. Sin ? La persona de Sócrates se encuentra compartida entre él mismo y el daimon. Sócrates no es del todo sí mismo, sino que es también esa voz que está con él en cada ocasión y que le disuade a la hora de actuar, aun cuando ésta se diferencia del filósofo. Se trata de un distanciamiento de sí, de un modo dialéctico de existir, a medio camino entre ser uno mismo y no serlo. Tomemos la definición tripartita de conocimiento de Teeteto (20142), para la cual “la opinión verdadera acompañada de una explicación es saber”. Tres son las condiciones que según la misma han de darse para el conocimiento: que se crea algo, que sea verdadero, y que esté justificado. Teniendo esta definición en cuenta, la escisión en la identidad causada por la figura del daimon tiene consecuencias mayores. La creencia, necesaria para el saber, representa un aspecto ético, y supone la entrega de uno mismo a la opinión. Si Sócrates no es plenamente dueño de sí mismo, no será propiamente capaz de darse al discurso. Todo su actuar se ve acompañado de cierta reticencia, cierto recogimiento fluido; así, también el acto de creer adquiere este carácter. La ética socrática es incompatible con la creencia en sentido propio, y, como consecuencia de esto, también es incompatible con el saber, entendido a la manera de la definición tripartita. Lo dialectico de la identidad de Sócrates supone que éste, verdaderamente, no sepa nada, independientemente de que sus desarrollos sean verdaderos y de que se encuentren justificados. 66 mismos? La respuesta, igual que en Sócrates, está en la forma. El grueso de la obra de Platón se encuentra escrito en forma de diálogo. A primera vista no parece un formato adecuado para la filosofía, sino que se trata de un registro más típicamente literario. Sin embargo, es el género que mejor se adecúa al propósito platónico. El término “diálogo” viene a significar cierta relación establecida entre dos “logos”, esto es, entre dos discursos?; representa un estrecho modo de interacción entre dos opiniones, en el que ambas van evolucionando a partir de cómo la otra lo hace. En este sentido, el diálogo representa por sí mismo un modo de escritura distanciado. No se puede considerar que el autor de un texto de este tipo se haya entregado al discurso, pues lo esencial a la obra es estar compuesta por opiniones diferenciadas, puestas en movimiento dialécticamente; el diálogo se encuentra en sí mismo escindido. Frente a otros tipos de textos, en los cuales un único planteamiento se va desplegando de manera unívoca, el diálogo tiene un carácter vivo, dinámico, y, en sí mismo, contradictorio: es lo contrario de las opiniones que en él aparecen lo que mueve la obra: la contradicción actúa como motor. Se trata de un tipo de texto esencialmente misterioso. El diálogo representa la herramienta perfecta para Platón: utilizándolo, se le hace posible escribir sin haberse de entregar por ello al discurso, respetando la máxima socrática de la ignorancia autoconsciente. EL TEXTO DE PLATÓN Una vez preparados con las herramientas necesarias, resulta interesante examinar el proceso de lectura del texto platónico. Quien se dispone a leer a Platón lo hace con actitud científica, buscando en el texto desarrollos que le acerquen al conocimiento; tratará de localizar el discurso propio del $ Etimológicamente, el prefijo “dia-* designa “a través”, “separación”, mientras que es el prefijo “di-* el que refiere a “dos”. En este sentido, “diálogo” no debe interpretarse como “dos discursos”. Sin embargo, dejando de lado su etimología, el significado de la palabra sí queda bien representado por la idea de dos discursos ”, se puestos en relación. De hecho, ambas concepciones, la de “dos discursos” y la del “discurso a tra encuentran íntimamente ligadas en cuanto a su significado, viniendo cada una a referir determinado aspecto de lo que el diálogo es. 69 autor, para comprenderlo y así saber un poco más. Este intento le llevará naturalmente a asociar las ideas de Platón con las de Sócrates: como suyas son las más firmes intervenciones, y no hay interlocutor que lo supere”, Sócrates ha de ser el alter ego del autor. El lector cree haber encontrado en el discurso socrático aquellas ideas que buscaba y que le acercarían al saber. Es entonces cuando debe saltar el primer mecanismo de distanciamiento: Sócrates sólo sabe que no sabe nada. Llegado este punto, el lector se encontrará confuso, y se preguntará: «si a medida que voy conociendo sus discursos siento como me hago un poco más sabio, ¿cómo va a ser un ignorante quien los stá pronunciando?» Este extrañamiento representa un momento crucial del texto platónico, esencial al mismo e imprescindible para su comprensión. Dos son las vías posibles para quien se encuentra en esta encrucijada. Por un lado, cabe la opción de obviar la dificultad; la contradicción, en sus tres aspectos previamente expuestos! , no tiene ningún tipo de sentido, y la razón de que Sócrates mantenga esa actitud no es más que el querer hacerse notar; nos está tomando el pelo. La otra opción es adentrarse en el misterio. Quien opte por esta última vía seguirá haciéndose preguntas. Experimentará el choque entre su intención de aprender las sabias tesis de Platón y la actitud distante del que prometía desvelarlas, Sócrates. Sólo puede estar sucediendo una cosa: el discurso platónico no se corresponde con los desarrollos de Sócrates. Sin embargo, si él no es el portavoz del autor, nadie más puede serlo. Ahora salta el segundo dispositivo de distanciamiento, el propio de la forma literaria empleada. El mundo entero del diálogo aparece ante el lector. Sócrates deja de ser el sabio dispensador de verdades, y adquiere un carácter mucho más modesto, el de personaje dentro del cosmos platónico. El discurso de Platón no se limita a identificarse con el de Sócrates, sino que va más allá; queda disuelto en el universo autónomo que % Se está haciendo una lectura unívoca del papel de Sócrates en los diálogos de Platón. En realidad, el papel del filósofo no siempre es el de director de la conversación, y, aunque no abundan, hay diálogos en los que es él quien es guiado, e incluso a quien se deja en ridículo. Esto, sin embargo, no afecta al núcleo de la argumentación que se está desplegando, pues en general Sócrates sí es la autoridad central de los textos platónicos. 10 ¡) ¿Se puede saber que no se sabe nada?, ii) ¿No supone el conocimiento de la ignorancia un desconocimiento?, iii) ¿Verdaderamente Sócrates no sabe nada? 70 representa la obra dialógica. Así, también los discursos de Menón, Protágoras, Glaucón, y los demás, son discursos de Platón. Y no sólo eso: también la etílica intromisión de Alcibíades en casa de Agatón (Banquete, 212d), lo extraño de la consideración de Dionisidoro a propósito de Ctesipo, según la cual éste es hijo de su perro y hermano de sus cachorros (Eutidemo, 298€), y la desolación que Jantipa debió sentir al ser obligada a abandonar el lecho de muerte de su marido (Fedón, 60a): todo ello forma parte de eso que Platón quiere decir. Un universo entero ha de ser comprendido para alcanzar la propuesta platónica, y no basta con entender este o aquel argumento concreto; exige enfrentarse a un todo que es más que la suma de sus partes. El discurso, siempre parcial, no logra alcanzar la plenitud propia de aquello a que el texto de Platón hace referencia: sólo la dialéctica puede hacerlo. DESVELAR EL MISTERIO Muy bien: Platón desarrolla una filosofía basado en el distanciamiento. Sin embargo, semejante proyecto exige ser justificado, sobre todo vistas las complicaciones que implica. Así, cuando Sócrates se pregunta qué es lo que lo hace más sabio, y responde que, frente a los demás, que creen saber algo, él es consciente de su ignorancia, hay que cuestionarle: ¿cómo que no sabemos nada? ¿¡Y tú qué sabrás!? No es capricho de Sócrates, ni de Platón, la necesidad de desapegarse de las opiniones, sino que es la naturaleza misma de las cosas la que nos llama a comportarnos de esta manera. Así, el ejercicio del distanciamiento llega como culminación de cierta problemática metafísica: la verdad de los seres pide que nos mantengamos al margen de las palabras'!. Los nombres se encuentran enfrentados y los unos afirman que son ellos los que se asemejan a la verdad, y los otros que ellos ¿con qué criterio lo vamos a discernir o a qué recurrimos? Desde luego, no a otros distintos — pues no los hay=—, con que habrá que buscar, evidentemente, algo ajeno a los nombres que nos aclare sin necesidad de nombres cuáles de ellos son los verdaderos; que nos demuestre claramente la verdad de los seres (Crátilo, 438d). 11 El término “palabra se utilizará como equivalente a “discurso” y “opinión”. 71
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