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Historia Moderna de España y Europa II (siglos XVII-XVIII), Prof. María Elisa Martínez (UCM), Apuntes de Historia

Apuntes de Historia Moderna de España y Europa II (siglos XVII-XVIII), Prof. María Elisa Martínez Vega (UCM), curso 20/21, muy completos.

Tipo: Apuntes

2020/2021
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Subido el 25/03/2021

Jairo-Lastras-Márquez
Jairo-Lastras-Márquez 🇪🇸

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¡Descarga Historia Moderna de España y Europa II (siglos XVII-XVIII), Prof. María Elisa Martínez (UCM) y más Apuntes en PDF de Historia solo en Docsity! Tema 1. EL ABSOLUTISMO Ya sabemos que el siglo XVII es un siglo de crisis. Crisis económica (hambre, peste); crisis social (revueltas campesinas); crisis política y guerra (guerra de los Treinta años (1618-1648); Fronda (1648-1653); ejecución de Carlos I (1649); sustitución de Jacobo II por Guillermo de Orange (1688); desórdenes en los PP BB; crisis religiosas (jansenismo, revocación del edicto de Nantes (1685), quietismo y, finalmente, crisis intelectuales: libertinos, preciosismo, barroco. El absolutismo sale aparentemente reforzado de estas crisis, tanto que se suele identificar con el siglo XVII, que nos muestra su apogeo. Pero el historiador de las ideas Jean Touchard, nos señala que se trata de un absolutismo precario, híbrido y en vías de ser rebasado: - Precario, ya que las causas que lo favorecen tienen que provocar, a más o menos largo plazo, su disolución - Híbrido, porque el absolutismo del siglo XVII hace descansar la noción de soberanía simultáneamente sobre elementos tradicionales (los deberes del monarca, la costumbre, las leyes fundamentales del reino) y sobre elementos nuevos (mercantilismo y utilitarismo) - Anacrónico, porque, aunque reine, no sin luchas, en la mayor parte de Europa, se derrumba en el país más abierto al capitalismo moderno: Inglaterra. - Los historiadores han señalado que los hombres de los siglos modernos concibieron el absolutismo principalmente como la negación del feudalismo. La monarquía absoluta continúa estando limitada por la ley divina y no la ley natural. En el orden económico, el principal acontecimiento del siglo es el desarrollo del comercio y la riqueza en Europa occidental, especialmente en Inglaterra y los PP BB. El centro económico se desplaza desde España e Italia al norte (la inversión de los equilibrios, de la que habla Cipolla). Puede observarse, pues, un paralelismo entre el desarrollo económico (capitalismo) y el desarrollo del pensamiento político. Las principales obras políticas de la época provienen de Inglaterra y de los PPBB: Grocio, Hobbes, Spinoza, Locke, etc. 1. Causas del Absolutismo 1.1. Causas económico-sociales 1. El mercantilismo constituye un poderoso agente de unificación nacional. En su primera fase, - la Inglaterra de Isabel y la Francia de Luis XIV – el absolutismo es el coronamiento normal del mercantilismo. En una segunda fase de desarrollo, el capitalismo mercantil tenderá a minar el absolutismo, levantando contra el poder monárquico a la burguesía que se considera suficientemente poderosa como para exigir ser asociada al ejercicio del poder. 2. Según Roland Mousnier, es precisamente la lucha de clases el principal factor del desarrollo de las monarquías absolutas pues nobleza y burguesía necesitaban por igual del monarca en la sorda lucha que las enfrenta. 1.2. Causas religiosas ▪ El recuerdo de las guerras de religión está todavía vivo. La mayoría de la población solo aspira a la paz que el monarca garantiza y, por esta causa, el absolutismo sale reforzado de los ataques que se le dirigen. ▪ Tanto en Inglaterra como en Francia, se manifiesta un sentimiento común de independencia respecto del Papado: Inglaterra permanece fiel al anglicanismo y el galicanismo, en Francia, es la doctrina oficial de la Monarquía. Ambas doctrinas caminan en la dirección del absolutismo. 1.3. Causas políticas ▪ Los movimientos revolucionarios contribuyen a reforzar el poder, a hacer sentir la necesidad de paz y orden en los círculos gobernantes y en los medios populares. La dictadura de Cromwell sigue a la revolución de 1648 y el absolutismo de Luis XIV está profundamente marcado por el recuerdo de la Fronda. El tema de la paz civil domina todo el pensamiento político del siglo XVII, en especial, el de Hobbes. ▪ Sin embargo, las guerras se suceden a lo largo del siglo, exigiendo una concentración y un reforzamiento del poder. En lo inmediato consolidan el absolutismo, pero, a la larga, contribuyen a minarlo. Y es que, en efecto, el capitalismo, la lucha de clases y las guerras ayudaron a destruir el absolutismo, aunque en un breve periodo lo reforzaran. Pero el mayor peligro para el absolutismo es de otro orden: el progreso científico y el racionalismo. El siglo XVII es una época de revolución científica: Francis Bacon, Kepler, Galileo, Descartes, Pascal, Torricelli, Harvey, Newton. En 1660, se funda la British Royal Society, y, en 1666, la Académie des Sciences. Las consecuencias políticas del progreso científico no son inmediatas y el siglo XVII será una época muy compleja. Los pioneros del racionalismo moderno, Bacon y Descartes, no son revolucionarios en política. Y, mientras unos utilizan las mismas armas del absolutismo para combatirlo, otros, los más numerosos, lo defienden (Grocio, Hobbes y el propio Descartes). El absolutismo también es justificado por el derecho natural 1. La doctrina del ius naturalismo permitía justificar cualquier poder, a condición de que apareciera como razonable y útil a la sociedad. 2. Absolutismo e individualismo en Inglaterra Dos obras dominan la filosofía política inglesa en el siglo XVII: la de Hobbes y la de Locke. El Leviatán de Hobbes (1651) es dos años posterior a la ejecución de Carlos I; y las dos obras maestras de Locke, una filosófica (Ensayo sobre el entendimiento humano) y otra política (Tratados sobre el gobierno civil,) aparecen poco después de la revolución de 1688. La obra de Hobbes y la de Locke, aunque difieran en sus aplicaciones prácticas, proceden de un mismo individualismo, de un mismo utilitarismo y de una misma preocupación por la seguridad y la paz. 2.1. Hobbes Su filosofía es fundamentalmente racionalista y considera la política como una ciencia. Su filosofía es, ante todo, una filosofía del poder, al que permanece fiel. En su política busca el justo medio (la mesotes griega). Defiende la causa del poder absoluto, pero no en nombre del derecho divino de los reyes, sino en nombre del interés de los individuos, de la conservación y de la paz. Seculariza el poder y muestra su utilidad, no su majestad. Los principales puntos de su doctrina son los siguientes: ▪ El estado de naturaleza es un estado de guerra y anarquía. Los hombres son iguales por naturaleza, de la igualdad nace la desconfianza y, de esta, la guerra. No hay propiedad, industria, ciencia, noción de lo justo e injusto, ni sociedad. ▪ Hay un derecho natural. Y las dos primeras leyes naturales consisten en buscar la paz y defenderse por todos los medios que se tengan al alcance (Homo, homini lupus). Para esto, los hombres no disponen de un procedimiento mejor que establecer entre ellos un contrato y trasferir al Estado los derechos que, de ser conservados, obstaculizarían la paz de la humanidad. ▪ La soberanía está basada en un contrato, no entre el soberano y los súbditos, sino entre individuos que deciden darse a un soberano. El contrato, lejos de limitar la soberanía, la funda. ▪ Así, el Estado aparece como una persona, es la suma de todos los intereses particulares. Debe defenderse al ciudadano, este solo abandona sus derechos al Estado para ser protegido. El Estado es quien fundamenta la propiedad, todo ataque al estado es un ataque a la propiedad. El Estado es, a la vez, eclesiástico y civil; el soberano es, pues, el órgano no solo del Estado, sino también de la Iglesia. De esta forma se encuentran afirmados el poder y la unidad del Estado. ▪ Hobbes estima que la soberanía tiene límites: la razón y, en cierta medida, la conciencia profesional del soberano. El deber coincide con la utilidad: no sería razonable que el soberano no buscara el interés del pueblo, que se confunde con el suyo propio. En definitiva, el absolutismo de Hobbes está basado en consideraciones utilitarias. Su pensamiento es, esencialmente, individualista. Lo que fundamenta al absolutismo es el derecho del individuo a su propia conservación. Su obra, en una perspectiva de conjunto, no favorece el absolutismo real, sino que marcha en el sentido del liberalismo y del radicalismo. 2.2. Locke y la teoría de la Revolución inglesa. Locke (1632-1704) es considerado el padre del individualismo liberal. Médico y filósofo, hombre de confianza de Shaftesbury, participó en las luchas de los whigs contra los tories y pasó cinco años de exilio en Holanda, desde 1683 a 1688. Regresó a Inglaterra con Guillermo de Orange y justificará en su tratado la revolución triunfante. Pero, aunque su política debe mucho al acontecimiento histórico, se integra, no obstante, en una filosofía coherente. El fin de la política – el mismo de la filosofía – es la búsqueda de la felicidad, que reside en la paz, la armonía y la seguridad. Así pues, no hay felicidad sin garantías políticas y no hay política que no deba tender a extender una felicidad razonable. Los principales aspectos de su teoría política, expuesta en sus dos Tratados sobre el gobierno civil (1690), son los siguientes: ▪ Contrariamente a Hobbes, Locke estima que el estado de naturaleza es pacífico. La naturaleza no es para él ni feroz, como para Hobbes, ni perfecta, como para Rousseau. ▪ Contrariamente a Hobbes, también, estima que la propiedad privada existe en el estado de naturaleza, que es, pues, anterior a la constitución de la sociedad civil. Esta teoría de la propiedad ocupa, en el pensamiento de Locke, un destacado lugar; atestigua los orígenes burgueses de su pensamiento y contribuye a aclarar su éxito. La propiedad es natural y bienhechora, no sólo para el propietario, sino para el conjunto de la humanidad. El que se apropia de una tierra, mediante su trabajo, no 1 El siglo XVII no inventó el derecho natural, ya que esta noción es tan antigua como la filosofía, pero los nuevos teóricos del derecho natural, como Grocio y Pufendorf, invocan la utilidad general, los derechos del individuo y el estado de naturaleza. Justifican, de esta forma, las ambiciones nacionales y proporcionan a los soberanos armas muy útiles en su lucha contra las pretensiones de la nobleza, que reivindica sus derechos para oponerse a la centralización. se habían extendido por toda Europa, así como las incesantes guerras internacionales, explican la demanda de un gobierno fuerte y lo cierto es que Francia, después de las guerras de las Frondas y contra los Habsburgo, con provincias enteras despobladas por las hambres y las invasiones, necesitaba paz y orden para la ingente acumulación de recursos materiales y humanos pudiera desarrollarse al máximo a salvo de incursiones extranjeras. En las condiciones entonces existentes no se podía conseguir esto con otra forma de gobierno que no fuera la monarquía absoluta. Pero para poder ser de verdad un monarca absoluto, en la Francia del Antiguo Régimen, el rey tenía que reducir a la obediencia o a la impotencia a sus principales rivales: primeros ministros, príncipes de sangre, nobleza de espada, Estados provinciales, Parlamentos y la clase entera de los officiers. 1. Nueva organización del reino, modificaciones y reformas. La monarquía de Luis XIV no se organizó por completo en 1661. En realidad, no cesó de modificarse durante el medio siglo de reinado. 1.1. Después de Mazarino, ya no hubo un primer ministro. A la madre del rey, Ana de Austria, a su hermano y a príncipes tales como Condé no les dio participación en el gobierno central. Su Consejo de Estado – especie de Consejo de ministros, actual -, que tomó las principales decisiones políticas bajo su presidencia, estaba limitado a 5 o 6 miembros que pasaban a formar parte del mismo por decisión real, sin ninguna clase de título o derecho. 1.2. No obstante, los asuntos exteriores, aunque al principio no aparecen separados de los internos, poco a poco, alcanzarían una cierta especialización. La dirección de la política exterior mantuvo una flexibilidad y una diversidad de medios que podrían llegar a sorprender. Así, no interviene siempre el Consejo; el ministro secretario puede despachar directamente con el rey y, por otro lado, es lícito que el rey consulte a otras personas. 1.3. Los ministros del Rey procedían casi en su totalidad de la noblesse de robe (no de sangre) y de la burguesía. Después de sus experiencias con las Frondas decidió deliberadamente no nombrar a nadie que tuviera ya una posición por derecho propio. 1.4. Así, quedaban garantizados los poderes del rey que, en el campo ejecutivo, eran tan amplios como en el legislativo o en el judicial, ya que los Parlamentos – antes órganos de control real – fueron obligados por el rey, en 1673, a aprobar todos los edictos al instante y sin cambiar ni una sola letra. Las protestas se podían hacer después y sólo una vez. Con tales armas en su mano, el rey podía recaudar impuestos y gastar fondos en lo que quisiera. 1.5. Basándose en su autoridad, codificó las leyes en una serie de Ordenanzas que constituyeron la base del Derecho francés, (hasta que Napoleón lo reformó) en lo civil (1667), en lo criminal (1670) y en lo comercial (1673). 1.6. Además de ser el supremo hacedor de leyes, era también el Justicia mayor. Por medio de sus famosas lettres de cachet, podía hacer arrestar, encarcelar o exiliar a cualquier sospechoso, sin someterlo a previo interrogatorio. Su Consejo tenía poderes para sacar causas que se estaban viendo en los Parlamentos y otros tribunales de justicia y así llevarlas mejor en interés de la política. 1.7. El trabajo diplomático adquiere gran valor bajo su reinado. La preocupación por los asuntos fue constante en él y todos los historiadores reconocen su vocación de rey. En el campo militar usaba tanto de la guerra como de la diplomacia, de la negociación abierta o secreta con todos. Desde 1661, la diplomacia francesa había alcanzado un desarrollo extraordinario. Podemos hablar de la “edad de oro” de la diplomacia. Esta diplomacia tendió principalmente, según el propio Luis XIV, a “aumentar el número de mis amigos o a disminuir el de mis enemigos”. El principal medio para alcanzar este fin, el único medio (podría decirse) fue el dinero. Indudablemente, los enormes gastos debidos a motivos diplomáticos fueron una de las causas del desorden financiero de Francia, pero dieron como resultado mantener en la clientela francesa muchísimos partidarios no por simpatía, sino, naturalmente, por interés. Lo que hoy denominaríamos de asuntos exteriores fue un organismo montado, pieza a pieza, según las necesidades del momento, sin plan preconcebido y exento de sistematización; instrumento, pues, sumamente flexible adaptado a un régimen en el que la política exterior, como todo el resto, dependía de la voluntad única del príncipe. Disponiendo de una fuerte marina, un ejército superior, de una notable diplomacia, este instrumento permitió a Luis XIV seguir, en el exterior, una política que lo convirtió, muy rápidamente, en el soberano más poderoso de Europa. 1.8. La política económica era asunto de COLBERT más que del rey. Colbert comprendió que la fuerza militar y en el exterior de Francia dependía del desarrollo económico del país y que este solamente se podía conseguir por medio de una planificación estatal. Tanto es así que llegó a escribir: “Las Compañías Comerciales son los ejércitos del rey, y las manufacturas de Francia, sus reservas”. Dicho de otro modo, el mercantilismo, como se denominaba a esta planificación económica, estaba destinado principalmente a apuntar al poderío del Estado. Si se conseguía también la prosperidad del pueblo, mejor que mejor. A partir de Enrique IV, esta había sido la política de los reyes franceses, siempre que tuvieron la fuerza suficiente para respaldarla, pero alcanzó su perfección bajo el reinado de Luis XIV. Como ya sabemos, el oro y la plata se conseguían con un balance comercial favorable y los planes de Colbert estaban ideados para conseguir esto. Para estimular el comercio, mejoró el transporte interior (se mejoraron los ríos, los puertos, los canales y las carreteras), aunque tuvo poco éxito su intento de derribar las barreras aduaneras internas. Construyó una flota mercante y de guerra. Para hacer la competencia a los ingleses, fundó compañías mercantiles para que colonizaran y comerciaran con todas las partes de la tierra. Sólo hubo una que le sobrevivió y fue la Compañía de las Indias Orientales. Colbert asignó a Francia un lugar seguro en el mapa del comercio mundial. Tuvieron más éxito sus medidas (igualmente al servicio de una balanza comercial favorable) para estimular la industria, con el doble objetivo de vender al extranjero y evitar comprar allí. Para asegurar un abastecimiento de mano de obra cualificada, se concedieron privilegios especiales a los operarios textiles holandeses, a los mineros alemanes y a los expertos italianos en vidrio y seda. La formación profesional fue una de las principales preocupaciones de Colbert. De un modo similar, persuadió a los capitalistas franceses o extranjeros y consiguió de ellos que reavivaran viejas industrias y pusieran en marcha otras nuevas. Se concedieron privilegios tales como monopolios o aranceles elevados. El rey prestaba dinero, locales, bienes de equipo, materias primas y, a veces, su nombre, puesto que se pusieron en marcha varios cientos de manufacturas reales en tiempos de Colbert. Otros incentivos consistían en permitir a grandes centros de manufactura textil de Amiens y Rouen la exención de reglamentaciones gremiales, con lo que estaban en libertad de emplear a los campesinos de las villas circundantes, en trabajos a domicilio. En algunos casos aislados, especialmente en caso de guerra, el Estado nacionalizó la producción de hecho. Colbert puso, en definitiva, la industria francesa bajo un control estrecho, para asegurar la perfección de sus productos. Su ideal consistía en ver a toda la industria francesa regulada estrictamente por los gremios bajo la supervisión del Estado. 1.9. Veinte años de tiranía de Colbert revolucionaron la posición comercial e industrial de Francia en el mundo. A la agricultura se la dejaba de la mano, pues después de todo, no contribuía a incrementar las reservas de oro y plata. Aunque este sector se benefició de la creciente capacidad adquisitiva de ciertos grupos de la comunidad, sus métodos se quedaron anticuados y el índice de productividad era bajo. Por el contrario, las manufacturas francesas comenzaron a proporcionar un renombre que todavía no se ha perdido. 1.10. En cuanto a la religión, la situación era la siguiente: Aunque los cristianos no estaban amenazados por el peligro externo del pensamiento empírico, concentraron sus mayores esfuerzos en debates internos. Estos eran los principales elementos: • Primero se encontraba el rey, que, en el plano religioso, como en todos los demás, quería ser la máxima autoridad (no tener nada que ver con los herejes dentro de su reino, pero tampoco tener que hacer caso del Papa de Roma). • En segundo lugar, todo se encontraba bajo la influencia de los jesuitas. • En tercer lugar, estaba el Papa. Sus relaciones con el rey estaban gobernadas, por una parte, por su deseo de retener o extender su potestad sobre la Iglesia de Francia y, por otra, por sus movimientos en el flujo continuo de la política internacional del poder. • En cuarto lugar, la ortodoxia religiosa en Francia estaba amenazada por los jansenistas, un movimiento de reforma austero y puritano. • Además, se encontraban los hugonotes. Encontramos en las disputas religiosas, entrelazados con los elementos citados, otros dos puntos de vista que ganaban adeptos día a día: el ultramontanismo y el galicanismo. Los ultramontanos consideraba a la Iglesia como una monarquía absoluta subordinada al Papa, como cabeza visible de Dios en la tierra y creían que los franceses debían someterse obedientemente a las órdenes papales. Por el contrario, el galicanismo hizo valer los derechos de la Iglesia francesa en contra de las interferencias papales. El rey era, por lo general, un galicano a largo plazo, pero podía ser ultramontano a corto plazo. Esto dependía de cómo encajaran los asuntos religiosos en su política global. Hablando en términos generales, Luis hostigó continuamente a los jansenistas; especialmente en los comienzos de su reinado. En 1661, hizo que una asamblea del clero diera a las decisiones papales fuerza de ley en el territorio francés. En el tira y afloja de sus disputas con los jansenistas y el Papa, podía decirse que Luis estaba haciendo una guerra necesaria contra enemigos que constituían amenazas reales para su poder absoluto. Persiguió abiertamente a los hugonotes. Este aproximado millón y medio de protestantes franceses había estado contento con la tolerancia religiosa y la igualdad civil que les garantizó Enrique IV, con el Edicto de Nantes (1598) y, gracias a su perspicacia para los negocios y su habilidad técnica, eran una ventaja para Francia. Los lugares en donde tenían mayor fuerza eran el oeste y el sur. No obstante, el rey los consideraba como un borrón en su soberanía y la Iglesia como un obstáculo para su misión evangélica. En la primera parte de su reinado, se alternaron las persecuciones intermitentes contra los protestantes, con intentos aislados de absorberlos. No queda del todo claro por qué Luis tomó la errónea decisión de eliminar por completo a los protestantes. Es evidente que la Asamblea General del Clero le presionó en este sentido en 1675 y después, en 1680. Cualquiera que sea la explicación, lo cierto es que a los hugonotes se les perseguía cada vez con mayor dureza. Los términos del Edicto de Nantes fueron interpretados estrictamente por los magistrados para mantener a los protestantes alejados de los cargos públicos. Finalmente, en 1685, con el argumento de que el gran número de conversiones lo había hecho redundante, se revocó el Edicto de Nantes. A partir de 1685, ser hugonote era ilegal. Sin embargo, no se consiguió ni eliminar a los hugonotes, ni silenciar a los jansenistas y sus protestas nutrieron las corrientes de crítica que comenzaron a surgir en la segunda mitad del reinado. 1.11. No quedaría completa la relación de triunfos de Luis si no hiciéramos mención de la que, quizás, fue su victoria más crucial sobre el pasado: la subordinación de las fuerzas armadas al Estado. Este proceso que Le Tellier, secretario de Estado para la Guerra, puso en marcha tras la Paz de los Pirineos (1659) y que su hijo Louvois continuó, fue otro aspecto de la victoria de la Corona sobre la nobleza. En el pasado, el ejército del rey sólo contaba con mercenarios reclutados a precio de oro en el país y en las naciones vecinas; es decir, reclutado por una mezcla de vasallaje feudal y contrato comercial, apenas era una institución estatal. Los mandos importantes se hallaban bajo la tutela de tres grandes magnates nobles: el coronel jefe de la infantería, el gran maestre de la artillería y el coronel jefe de la caballería. Bajo el reinado de Luis XIV, estos fueron subordinados al Secretario de Estado para la Guerra y, de este modo, sus prerrogativas desaparecieron. La fortificación de las plazas fronterizas, por Vauban, constituyó un sistema defensivo sólido que se reveló sumamente eficaz a partir de la Guerra de Sucesión española. Además, el antagonismo con Inglaterra y las Provincias Unidas exigía de la monarquía francesa un sostenido esfuerzo para construir una marina potente, capaz de enfrentarse a las flotas rivales. Richelieu había pensado de tal manera; y Colbert trabajó en dicha empresa durante todo su ministerio. Sin embargo, las pérdidas sufridas desde los primeros combates, junto a la falta de tradición firmemente establecida, condujeron a una pronta renuncia, que no llegaron a compensar las actividades de piratería y la guerra de corso establecida por bretones y normandos. El desfavorable balance del Setecientos en el plano colonial es buena prueba de ello. 2. Las instituciones del Absolutismo El ejercicio del gobierno monárquico nunca ha sido objeto de una codificación simple. En la primera mitad del Seiscientos, dos cardenales-ministros sucesivos hicieron prevalecer, durante cierto tiempo, la fórmula de un gobierno monocefálico: el primer ministro recibía una delegación revocable de la autoridad soberana. Luis XIV impuso, a partir del inicio de su reinado personal, en 1661, otra fórmula muy diferente, puesto que descansaba simultáneamente sobre los ministros y los Consejos, sin aceptar la primacía de ninguno de sus ministros. Finalmente, este sistema de gobierno es el que prevalecerá en el siglo XVIII. Todos los historiadores de la monarquía de Luis XIV subrayan la voluntad de decisión manifestada por el Rey y el carácter estrictamente consultivo de los Consejos. Simboliza la figura clásica del monarca apasionado por el poder. Los Consejos, muy flexibles en su composición y atribuciones, tenían la ventaja de proporcionar al soberano las aclaraciones y directrices solicitadas. Sin embargo, los Consejos especializados – como el de Finanzas – tenían la ventaja de poseer mayor capacidad de decisión, ya que aparecían como organismos burocráticos que confrontaban, preparaban los textos y aportaban decisiones. Únicamente el Conseil d’en Haut (consejo del Rey) en el que se trataban los grandes asuntos, es decir, la política exterior, y los consejos más parciales (comercio, etc.) se reducían a una simple función consultiva. El absolutismo es, pues, en primer lugar y ante todo, una organización burocrática perfeccionada. Aparte, esta burocracia puesta al servicio de la voluntad regia por mediación de los ministros y Consejos, el rasgo más importante es, sin duda, la independencia de los ministros entre sí. El absolutismo se define, pues, en el plano de las instituciones de gobierno, como la organización del poder del Rey, puesto que Consejos y ministros funcionaban exclusivamente para facilitar las decisiones del monarca. El absolutismo es, en el sentido indicado, el poder de uno solo. 3. El absolutismo: la Administración 3.1. La voluntad real tropezaba con un doble obstáculo. De una parte, se oponía el particularismo provincial de origen medieval, que perpetuaba en las provincias una considerable masa de hábitos y privilegios y que se mostraba como una expresión de las libertades locales. Dicho particularismo se encuentra alimentado, en primer término, por una resistencia a la unificación, constante a lo largo de todo el Antiguo Régimen. 3.2. La voluntad regia chocaba, por otra parte, en un plano social y no territorial, con el espíritu de independencia de los cuerpos de funcionarios, desde los más modestos en la escala burocrática, hasta los togados de las Cortes soberanas, verdaderos grandes locales, que servían al Rey, al tiempo que protegían su propia autonomía contra las injerencias del poder central y se erigían en defensores de las libertades públicas. Doble resistencia que permite medir la eficacia del poder real de la centralización absolutista, impuesta tanto por el complejo mecanismo de las viejas instituciones como por la creación de los intendentes. Realmente las instituciones tradicionales que representaban al monarca en las provincias estaban en manos, por la lógica misma de la práctica de la venalidad, (compra/venta de cargos y oficios) y la herencia, de un personal que, de hecho, era imposible de dirigir. El remedio a tal situación, de la que eran conscientes tantos los gobernantes como los gobernados, consistió en la creación de los intendentes. 3.3. Los intendentes son la pieza básica de la nueva administración local. Son funcionarios investidos por el rey de autoridad, individual y ejecutiva. Se preocupaban de que los dos viejos sistemas de administración local (los señores feudales y los oficiales burócratas) se sometieran a la autoridad del rey. Procedían de la burguesía. Intendentes de justicia, policía y finanzas, a los nuevos agentes de la monarquía les competía prácticamente toda la administración de cada localidad: ▪ revisar los procesos, incluso de una cámara a otra, solicitar la intervención de Versalles, si la resistencia se mostraba muy poderosa. ▪ Organizar o controlar la policía urbana, la seguridad de los caminos. ▪ Sobre todo, tomar a su cargo las finanzas reales, incluso de la economía regional: asiento y percepción de impuestos; gerencia de los fondos de la Corona y ▪ Vigilancia de ferias y mercados. Sobre los intendentes descansaba la casi totalidad del esfuerzo centralizador. Eran, en suma, verdaderos plenipotenciarios de la autoridad regia, provistos de una cédula que había debido bastarles para imponer sumisión de las autoridades locales. Pero, de hecho, la gran parte de su actividad estuvo absorbida por la lucha contra las autoridades tradicionales. Firma con los holandeses la Paz de Westminster de 1674. Reanuda una política anglicana para recuperar los lazos con sus súbditos. Sobretodo con la gentry. Tenemos a la alta nobleza que son los gentlemen. La gentry es un grupo social constituido por sectores de la media y baja nobleza, elementos de la burguesía y algunos campesinos propietarios de tierras. Las políticas de expropiación a la Iglesia de Roma, llevadas a cabo por los Tudor desde Enrique VIII, que las sacan a pública subasta. Las compran burgueses y algunos campesinos. Ascenso social, una forma de parecer noble es comprar tierras, como señal de estatus, es la primera medida para luego comprar un título o ser ennoblecido por la Corona. El noble vive en la corte, es rentista y también vende lana, comercia. El burgués con tierras es pragmático, capitalista. Compra tierras para rentabilizarlas como negocio. Generalmente cercanas a las urbes. Las dedican a cultivos intensivos, huerta y viñedos. Para luego venderlo. Lo que encarecía era el transporte, pero como están cerca de la ciudad no suben tanto los precios. El conjunto de esta gentry controla aprox el 50% de las tierras de Inglaterra. Serán los protagonistas de la Revolución Gloriosa. Carlos II dará un giro gracias al Conde de Damby, para restablecer el equilibrio de las finanzas y un acercamiento afectivo a los súbditos anglicanos y a Holanda. María entrará en el escenario político. Ella es la hija del primer matrimonio de Jacobo, Duque de York, hermano de Carlos II. Carlos no tenía herederos varones. María es protestante. Su hermana es Ana. Ambas son protestantes contra el catolicismo de Jacobo. Se acuerda el matrimonio de María con el gobernante de Holanda. El estatúder Guillermo III de Orange, Holanda es un patriciado burgués. En 1678 se firma esta alianza. Unos meses más tarde Luis XIV firmará la Paz de Nimega con Holanda que representa el cénit de la política internacional de Luis XIV. Está en la cúspide de su poder. El matrimonio de María y Guillermo no evita otras perturbaciones. Hay un rumor de un complot papista con Carlos II. Hay una corriente antipapista y anticatólica a partir de 1679 entre la población. El rey pronuncia su decisión de disolver el Parlamento. Provoca una grave crisis desde el 79 hasta el 85, en los últimos años del reinado. Además, se mezcla con el problema sucesorio. La oposición hizo grandes esfuerzos para que se aprobase un acta de exclusión para evitar que subiera al trono su hermano Jacobo. Por su flagrante catolicismo, que no llevaba en secreto. Los Lores no validaron esta acta de exclusión. El líder de esta oposición era el Conde de Shaftesbury. Al no ver satisfecho su deseo no le queda más remedio que huir al exilio, a Holanda. Con él va John Locke, quien será el ideólogo de la revolución inglesa, a posteriori. Breve reinado de 3 años de Jacobo II Estuardo. Tiene 52 años cuando sube al trono. 29/10/20 El Acta de Exclusión no había sido aprobada por la Cámara de los Lores. El catolicismo de Jacobo II era visible pero no oficial. Los ingleses se resignan porque el rey tenía ya 52 años, un anciano en la época. En 1685 asciende al trono, muere en 1688. Luis XIV optó por revocar el Edicto de Nantes, el programa de tolerancia religiosa tras las guerras de religión. La posibilidad de que el trono de Francia fuera a parar a un hugonote, como ocurrió con Enrique IV. Enrique abjuró de su calvinismo, se convirtió al catolicismo, pero aprobó el edicto de Nantes que será revocado por Luis XIV. Los ingleses que ya desconfiaban del catolicismo de Jacobo II, pensaron que podía haber un complot entre ambos primos (Jacobo y Luis). Otras actuaciones de Jacobo fue pedir al Parlamento créditos suplementarios. Decreta la anulación del Habeas Corpus y fomenta las conversiones al catolicismo. Pone al país en alerta. Continúa una política pro católica con una declaración de indulgencia, daría facilidades a los funcionarios públicos que desde tiempos de Enrique VIII estaban obligados a jurar un test de obediencia al monarca como jefe de la iglesia anglicana. Autoriza la celebración pública de los actos litúrgicos del culto católico. La cosa no queda ahí, en 1688 la reina da a luz un hijo varón que será bautizado por el rito católico con el nombre de Jacobo Eduardo. La sucesión de dos hijas protestantes María Estuardo, anglicana, queda anulada. Detonante de que estallase la Gloriosa Revolución de 1688. La iniciativa parte de Guillermo de Orange, casado con María Estuardo, y estatúder de Holanda. Salen en barco desde Holanda y a las Islas Británicas. En 1688 las acciones de Luis XIV se dirigen al Imperio. Concretamente la invasión del Palatinado. El peligro de un ejército francés en Holanda se aleja. Mientras, se inicia esta última guerra de la liga de Habsburgo, toda la Europa prácticamente coaligada, 1688-1697. Desembarcan en Torbail. Los acompaña John Locke, que había salido al exilio cuando se produjeron las actuaciones con el Acta de Exclusión. De pensamiento whig. Llegan con un estandarte que ya demostró a los ingleses los objetivos de la política de estas personas que pretendían destituir a Jacobo II. Con un lema: Pro religione protestante pro libero parlamento. Las tropas continuaron hasta Exeter y hasta Salisbury, donde estaba el ejército real que debía de haberle defendido. Pero no plantean batalla. Jacobo II huye y se refugia en Versalles acogido por su primo. Repercusiones más importantes de esta revolución. Un desembarco, una huida, una aceptación de los ingleses de Guillermo III y María Estuardo, primogénita. Esta revolución introduce a Inglaterra en un periodo de estabilidad tras la república de Cromwell, las sucesiones, Jacobo II y el nacimiento de su hijo varón, etc. A partir de 1688 la nación inglesa progresará políticamente, socialmente, con una monarquía parlamentaria, constitucionalista, en un periodo de prosperidad económica. Para un pueblo tan pragmático y utilitarista. No va a volver a haber choques violentos en el desarrollo de la política inglesa en el futuro. Pero tampoco entre los monarcas y el Parlamento, no habrá enfrentamientos. La violencia remitió de inmediato. La vida pública asistió al nacimiento de un nuevo sistema: liberalismo político, parlamentario o monarquía constitucional. Desde 1690 hasta 1700 los choques políticos se polarizan en torno a dos grupos de opinión, que se pueden considerar partidos políticos: los whigs (liberales), partidarios del poder y los tories (conservadores), partidarios del poder de la Corona sobre el legislativo. Decretos que surgen de la Constitución y que marcan un antes y un después. Los poderes del ejecutivo (Corona) se van a reducir tanto que nunca va a poder existir en Inglaterra la posibilidad de volver al absolutismo o a una tiranía: • La ley de derechos del Parlamento. Juran Guillermo y María si quieren ser proclamados monarcas. Bill of Rights (1689). Supremacía del poder legislativo, representantes de la soberanía popular. La ley por encima del rey. • Ley de Asentamiento (1701). Se prevé la sucesión. María y Guillermo no tenían hijos. María muere primero. Guillermo reina solo hasta su muerte. El trono pasaría después a Ana Estuardo, hermana de María. Ana muere en 1702. La ley excluye a cualquier pretendiente más legítimo (Jacobo Eduardo) por su catolicismo en preferencia de un protestante. • Ley de Tolerancia que acaba con la persecución de los disidentes religiosos, católicos, puritanos, etc. Pionera en Europa. La Paz de Augsburgo era un precedente, un acuerdo político, reconocía solo a los protestantes luteranos como súbditos. Pero esta Ley acaba con la disidencia religiosa. Es una primera ley de libertad de culto en Europa. • El poder judicial. La separación de poderes. Mucho antes que Montesquieu hablara de la necesidad de separar los tres poderes. Inglaterra se adelanta en un siglo. Los jueces no podrán sufrir interferencias por parte del ejecutivo. Un sistema judicial más progresista que define por primera vez garantías para los acusados, se suprime la tortura, hay derecho a la defensa, más respetuoso con la libertad de los individuos. • Al rey se le limitan los poderes y se le prohíbe reclutar un ejército. En la redacción de estas leyes tuvo mucho que ver John Locke. Miembro destacado del racionalismo inglés, empirismo. Pero además de filosofo es médico, se involucra en la vida política. Tomó partido con los whigs. Locke que será reclamado como padre de la revolución francesa un siglo después. Conseguir la felicidad de los miembros de la sociedad civil. El gobierno debe procurar la búsqueda del bien común: paz, armonía, seguridad jurídica de los ciudadanos. Influye en la actuación de los nuevos soberanos. Contribuye a este periodo de paz. Bueno también para la economía. En 1690 publica sus dos Tratados sobre el gobierno civil. Las líneas maestras, contrariamente a Hobbes (Leviatán, gobierno absolutista que garantizara la paz), Locke piensa que el estado de naturaleza no es un estado feroz, pero tampoco un estado de perfección como dirá Rousseau. Es un estado pacifico. La propiedad privada existe en el estado de naturaleza. Previa a la sociedad civil. Es algo natural, anterior a la constitución del estado civil. Locke es un burgués, retrata el anhelo de la gentry, de los propietarios, de los nobles, terratenientes. La propiedad confiere a los seres humanos la felicidad. Dice la mayor felicidad no consiste en gozar de los mayores placeres sino en poseer las cosas que confieren los mayores placeres. Para garantizar esos derechos surgidos del Ius Naturalismo, los seres humanos constituyen la sociedad civil. No porque sea necesario crear la propiedad sino para crear un cuerpo legislativo y jurídico que proteja esas propiedades. La conservación de la propiedad es la primera función de las leyes. ¿Y el poder ejecutivo? Es un mero administrador. El rey más que un gobernante, es un administrador. La sociedad civil ofrece leyes que emanan del Parlamento. Policía para vigilar el cumplimiento de las leyes. Ahí entra el poder judicial. Para juzgar a los malhechores y establecer las penas a los transgresores y delincuentes. El poder legislativo es el poder supremo. Los reyes han de ajustarse a las leyes. La prerrogativa del ejecutivo queda limitada, “es un poder confiado al príncipe para que provea al bien público”. Las leyes tienen que ser justas. Esa justicia está intrínsecamente relacionada con la ley natural. El poder reside en una respuesta moral, del Ius Naturalismo. Cuando el pueblo ha entregado su soberanía al Parlamento ya no la puede volver a reclamar. Puede protestar pero no avala una revolución que ponga en jaque todo este sistema que se está construyendo. El pensamiento de Locke es fundamentalmente laico. Su principal preocupación es la paz, la calma, la seguridad, el orden. Un pensamiento conservador. La defensa de la propiedad privada, un poder que garantice la conservación de las leyes. Esta revolución vuelve a reivindicar, como Hobbes, un pensamiento pragmático, individualista. Pero partiendo de posturas diferentes, Uno las bondades del Leviatán y otro el freno del poder ejecutivo. La gentry ya es un grupo fuerte en el parlamento que se ha podido sacudir la necesidad de protección de la monarquía. Hasta 1697 Guillermo III rey consorte de Inglaterra y estatúder de Holanda se ve obligado por un hecho contundente, un estado permanente de guerra de la Liga de Habsburgo. Tanto Inglaterra como Holanda son contrarios a la política expansionista de Francia. Jacobo II, con los apoyos económicos y diplomáticos de Luis XIV, desembarca en Irlanda. Hay que atacarle para eliminar la posibilidad de su restauración en el trono. Guillermo le derrota en Irlanda en 1692. A partir de entonces Guillermo está dispuesto a frenar la política expansiva de Luis XIV. El parlamento aprovecha para avanzar en sus derechos. Empieza a probar un cuerpo legislativo para avanzar en esta monarquía parlamentaria. La Segunda Ley Trienal que limita a tres años la duración de una legislatura. EL poder legislativo tenía que someterse a refrendo cada tres años. Quiénes pueden votar y ser votados, sólo hombres y con determinado nivel de renta. Sufragio censitario. Obliga también a que las Cámaras, de los Comunes y los Lores, voten el presupuesto real. Se llamará la Lista Civil, el tope de gasto. En principio va a ser muy reducida para que si el rey necesita gastar más tenga que acudir al parlamento. El gobierno del poder ejecutivo queda limitado por unos decretos que emanan del parlamento. El rey en época de los Tudor se hacía asesorar por un grupo de consejeros. Ahora queda establecido por ley. El rey y un gabinete constituido por personas que tienen un poder ejecutivo real. Carlos II ya lo había constituido por su cuenta y riesgo. Esto no es lo mismo. Sólo afecta al poder del ejecutivo. Conjunto de leyes para acabar con la censura: libertad de pensamiento y de expresión. Derecho de reunión. Se ampararán los periódicos. En 1694 muere María, Guillermo gobernará en solitario hasta su muerte. En 1696 tendrá que hacer frente a una conspiración de partidarios de la restauración de Jacobo II. Será derrotada. Y a una grave crisis económica producida por la guerra en Europa, muerte, destrucción y gastos en un continente ya asolado por la crisis económica del siglo XVII. La Paz de Risvick pondrá fin a esa guerra. Muere el último hijo descendiente y varón de Ana. Casada con Jorge I de Dinamarca. El trono de Inglaterra estaba garantizado en su descendencia. Problema de sucesión. En 1701 se aprueba la Ley de Asentamiento que deja fuera de la sucesión a los herederos legítimos de la dinastía Estuardo, prefiriendo ramas colaterales. En 1702 muere Guillermo, el artífice de la gran alianza de La Haya contra Luis XIV. Sin poder ver por unas semanas el comienzo de la guerra de sucesión en España. Repercusiones económicas de la Revolución Gloriosa. Beneficios y poder de los grupos propietarios. Se consolidan en el parlamento, en el ejecutivo (en el Gabinete) y el poder económico y los derechos de propiedad. La burguesía ha hecho una revolución para su propio beneficio y ascenso en el poder. Con más decisión que nunca. Ahora se siente capacitada para defender esa política de poder para controlar el ejecutivo, el legislativo y el judicial (atención al extracto social de los jueces y magistrados). La política exterior inglesa se esfuerza siempre en mantener el equilibrio. Pero como no era posible, Inglaterra siempre había intentado restablecer la armonía en una Europa de potencias absolutistas y despóticas. Es inalcanzable. Era fundamental para controlar los mares que Europa estuviera en paz. Francia, Austria, Prusia y España, amenazan los intereses económicos, mercantiles, del comercio internacional, sobre todo con las colonias. En el Mediterráneo, Atlántico, Índico. Esto lo demuestra la guerra de sucesión española. El Tratado de Utrecht que sanciona el poder del Imperio Británico, que ya habían desbancado a holandeses, portugueses y españoles. Mercantilismo a la inglesa (más tarde vendrá el liberalismo económico propugnado por Adam Smith). De corte proteccionista que vele por los intereses económicos de la nación frente a la competencia. Lo que necesita Inglaterra es una protección a su propia producción, limitar las importaciones, fomentar las exportaciones. Se reflejará en el superávit de la balanza de pagos inglesa. En la línea de favorecer a la burguesía propietaria y capitalista. La otra clave para entender el éxito y lo que se está gestando, una súper potencia que no ha hecho gala aún de su enorme poder imperialista, marítimo, que se verá en el XVIII, será el desarrollo de un sistema financiero vigoroso. Que preste dinero a la Corona cuando lo necesite para sus asuntos de política internacional. Con un banco que pueda prestar a la Corona pero siempre con unas condiciones, que todo el gasto sea para el beneficio del bien común. Se crea el Banco de Londres, que sustituye en preeminencia mundial a la banca de Ámsterdam. Desarrollará una política contra los intereses de Francia, España y Holanda, sus principales competidores. Es la base de cómo Inglaterra se convierte en una gran potencia. A la muerte de Guillermo, le sucede Ana Estuardo, anglicana. No tiene gran interés en la política inglesa. Lo deja en manos del Duque de Malborouhg, marido de su mejor amiga. Destituye a los whighs, disuelve el parlamento, y entran en la Guerra de Sucesión española. Los whighs liberales y contrarios a la guerra obligarán a la reina a destituir al Duque y a firmar la paz. A la muerte de Ana en 1714, tal como había previsto el Acta de Asentamiento, el Parlamento de mayoría whigh ofrece la corona al hijo de Sofía, que había muerto antes que Ana. Jorge I inaugura la dinastía de Hannover. Comienza un nuevo periodo en Inglaterra. LA REPÚBLICA HOLANDESA A MEDIADOS DEL SIGLO XVII La segunda mitad del siglo XVII que, en muchos países europeos, fue testigo de un rápido desarrollo en los campos social, económico y político, en la República holandesa fue un período de consolidación más que de cambio. Sus instituciones y su estructura social continuaron siendo prácticamente las mismas que a principios del siglo XVII. Los grandes estadistas, Jean de Witt y Guillermo III no reorganizaron el sistema político. Es cierto que, en esta segunda mitad del siglo, se produjeron intensos conflictos políticos, pero estos no tuvieron lugar entre personalidades rivales, sino dentro de las clases dirigentes más que entre grupos sociales e importantes principios políticos 2. Ningún otro estado del Antiguo Régimen se podía comparar con la República holandesa, Países Bajos Unidos y Holanda. Durante los ochenta años que precedieron a los tratados de Westfalia (1648) se había formado apresuradamente a base de siete provincias y se disparó después a las alturas de una hegemonía mundial, en las artes, ciencias, los negocios y la colonización, la diplomacia y la guerra. 2 No resulta difícil explicar esta situación. En 1650, la República holandesa había llegado a un punto en su expansión económica por encima del cual no podía fácilmente desarrollarse, pero no había conseguido eliminar de su sistema político las inestabilidades y tensiones que habían dado lugar a peligrosas pugnas. Política interior La política holandesa estaba polarizada entre el príncipe de Orange, por un lado, y los regentes de la poderosa ciudad de 100.000 habitantes que era Ámsterdam, por otro. ▪ Los regentes, con sus miras puestas en el mar, estaban a favor de la paz, porque esta favorecía el comercio y hacía que los impuestos se mantuvieran bajos. Pero, si había que ir a la guerra, ponían su fe y su dinero en la Armada y no en el ejército. ▪ Al extremo opuesto, el partido Orange, preocupado por la tierra, quería un ejército para defenderse de los ataques de España, en la primera mitad del siglo, y de los de Francia, en la segunda. Además, tenían que pensar en el Principado de Orange y todas las restantes propiedades fuera de Holanda, y, durante la guerra civil inglesa, intervinieron a favor de sus parientes, los Estuardo. Esto preocupaba a los regentes de Ámsterdam, obsesionados por el temor de que los orangistas utilizaran el ejército para acabar con las libertades provinciales, conservadas celosamente desde la Edad media; instauraran una monarquía moderna; se dedicaran a atender los intereses de la monarquía con preferencia a los de la nación y malgastaran los ingresos procedentes del comercio en inútiles ataques al exterior. A principios de siglo, la pugna ente el consejero estipendiario, Johan van Oldenbarneveldt, y el staldholder, Mauricio de Orange, había desencadenado la crisis de 1618 5. En 1647, cuando murió el siguiente estatúder, los regentes tomaron las riendas del gobierno y firmaron la paz con España (Tratado de Münster, 1648), para disgusto del heredero Guillermo II, quien se comprometió, en negociaciones secretas destinadas a proporcionar ayuda militar holandesa a los Estuardo exiliados y a luchar contra Mazarino, contra los PP BB del sur. El año crítico fue 1650, cuando Guillermo II encerró a seis líderes del partido Loevenstein 6 (incluido el padre de Johan de Witt), en el castillo del mismo nombre y trató de tomar Ámsterdam por la fuerza. Sin embargo, la tentativa falló y murió a finales de año, fecha que marca el comienzo de la libertad, libertad que duró desde 1650 a 1672 7. El año de 1672 fue otro año de crisis que trajo consigo un nuevo viraje de la política. El partido Orange tomó posesión del poder y gobernó Holanda durante casi todo el resto del siglo. La escena política de Holanda era la siguiente: ▪ En primer lugar, existía una lucha dentro de la clase regente, entre los que estaban arriba y los que quedaban fuera del poder. ▪ En segundo lugar, se encontraba el antagonismo entre las provincias marítimas (Holanda y Zelanda, por una parte), y las provincias de tierra adentro, por otra: ▪ La rivalidad entre el campo y la ciudad también jugaba su papel, así como entre el comercio y la agricultura, la burguesía y la nobleza, el ejército y la armada. Estas disensiones provocaron disputas acerca de la política económica a seguir, así como de la política exterior y planes para la defensa. ▪ En tercer lugar, y, coincidiendo con las ya citadas, estaba la división entre la provincia dominante (Holanda) y todas las demás, que envidiaban su riqueza y no estaban de acuerdo con su preponderancia. ▪ Y, en cuarto lugar, se encontraba la rivalidad entre la clase regente y las clases media y baja. Una crisis económica que originará bancarrotas, desempleo y hambre (como la acaecida en la guerra angloholandesa de 1652-1654) bastaba para atizar el resentimiento de las masas contra la oligarquía patricia. La alianza entre el príncipe y el pueblo en contra de la oligarquía fue siempre muy estrecha. En tiempos de peligro, la masa recurría a la necesidad de la figura del líder. Además, la simpatía entre este y el pueblo estaba fortalecida por los sentimientos religiosos que nacieron de la rivalidad entre la Iglesia y el Estado; ya que los fanáticos seguidores de la iglesia reformada holandesa – provenientes de la clase media y baja – se oponían a los regentes, que no les permitían convertir Holanda en una teocracia, ni eliminar a los disidentes protestantes o católicos, ni acometer una cruzada contra España. Los orangistas supieron aprovecharse de este odio religioso, pues sus enemigos eran los mismos: los regentes y los españoles. Este entramado de intereses encontrados mantuvo la estructura política holandesa unida, impidiendo las desavenencias entre Orange y Ámsterdam partieran la nación en dos bloques antagónicos. Política internacional Período 1650-1672. El panorama internacional, en lo que a los Asuntos Exteriores se refiere, vino marcado por la inhibición temporal de las auténticas potencias europeas. y Holanda tuvo así las manos libres para asumir un papel rector en la diplomacia y la guerra. Este período constituyó una pausa entre la decadencia de España y la preponderancia francesa, cuando Alemania estaba exhausta, a causa de la Guerra de los Treinta Años, y Francia, Inglaterra y España estaban paralizadas en sus respectivas guerras civiles. Fue una tregua momentánea durante la cual las naciones modestas como Holanda, Dinamarca, Inglaterra y Suecia se enzarzaron en pequeñas disputas comerciales, antes de verse envueltas en la posterior conflagración entre Luis XIV y el resto de Europa. 5 Los orangistas encerraron a los dirigentes de Ámsterdam en el castillo de Loevestein, ejecutaron al consejero y, en 1621, reanudaron la lucha contra España, al entrar en la Guerra de los Treinta Años. 6 Denominación que había adoptado el partido de los regentes, desde 1618. 7 Años en los que los lovensteiners gobernaron la República bajo el liderazgo del nuevo consejero estipendiario, Johan de Witt. Entre 1658 y 1660, luchó con éxito contra Suecia, a favor de Dinamarca, y ayudó a impedir el dominio sueco sobre el Báltico y, sobre todo, impidió que Suecia se hiciera con las dos orillas del Sund, lugar de entrada al Báltico, que era la base de todo su auge económico. Las tres guerras sostenidas con la cada vez más agresiva Inglaterra (1652-1654, 1655-1657 y 1672-1674) fueron también debidas principalmente a causas económicas por las Actas de Navegación inglesas y la codicia británica en el dominio de los mares. Del mismo modo, la agresión francesa de 1672 estaba respaldada por intereses económicos, así como por el deseo de Luis XIV de una mayor gloria. Tal agresión iba de acuerdo con las medidas proteccionistas de Colbert de 1667 y su afán por hacer saltar la libre iniciativa holandesa, su habilidad comercial, su capital y su tráfico marítimo que tanto perjudicaba a la economía francesa. Durante estos peligrosos años en que la actividad diplomática holandesa jugó por última vez un papel estelar en el mundo, los PP BB unidos estuvieron gobernados por regentes de Holanda, bajo el liderazgo del consejero estipendiario Johan de Witt. Durante el período de reacción antiorangista, a la muerte de Guillermo II, de Witt y sus partidarios guiaron a la República hacia un feudalismo más acentuado. En 1651, se otorgaron a las provincias mayores poderes sobre las unidades militares a su cargo, con lo que resultó que las fuerzas militares casi se fraccionaron en siete ejércitos separados. Se pretendía con ello que los privilegios de los regentes estuviesen a salvo de los ataques de algún futuro estatúder. De acuerdo con el mismo modo de pensar, los ayuntamientos votaron para nombrar ellos mismos a sus funcionarios, sin interferencias de ningún intruso, es decir, del estatúder. Hubo un nuevo golpe para la familia Orange, cuando, en 1654, los Estados de Holanda pasaron el decreto de retiro, declarando que ningún príncipe Orange podía ser nombrado estatúder o capitán general. Las otras provincias protestaron, pero Oliver Cronwell insistió y esto se convirtió en el único camino que le quedaba a De Witt para finalizar la guerra angloholandesa de 1652-1654. Con la Restauración de los Estuardo en Inglaterra (1660), Holanda pudo revocar el decreto. En 1667, los Estados, por medio del edicto perpetuo, abolieron el cargo de estatúder en la provincia y declararon que este cargo de cualquier otra provincia era incompatible con el puesto de general en jefe de la Unión. Finalmente, las otras provincias aceptaron este último punto en el Acta de concordia (1670) y Guillermo fue admitido en el Consejo de Estado. Por entonces, la situación se iba haciendo adversa para De Witt, tanto en el interior como en el exterior. En la República, se estaba gestando una formidable oposición al poder del partido Loevenstein 8. Las PPUU estaban prácticamente aisladas en el concierto internacional. Las equivocaciones de De Witt sobre Luis XIV y Guillermo III – de quien se creía que frustraría los propósitos de paz del pueblo holandés, al apoyar las ambiciones bélicas de la familia Orange y que pondría en peligro las libertades municipales y provinciales, introduciendo la maquinaria del absolutismo centralista – acarrearon los terribles sucesos de 1672, que se concretaron en el derrocamiento por la fuerza del primer régimen que había prescindido del estatúder, en vez de una transición pacífica. La Revolución de 1672 La invasión de las PP UU por Luis XIV hizo que estas – Holanda y Zelanda – se olvidasen del Edicto Perpetuo y nombrasen a Guillermo estatúder. En La Haya, los Estados Generales lo nombraron general en jefe del ejército como consejero estipendiario y, posteriormente, De Witt fue asesinado. El suceso fue una venganza trágica contra el hombre que había dirigido la República en el período de mayor esplendor económico, intelectual y artístico. Entretanto, a Guillermo III le quedaba la tarea urgente de acabar con el aislamiento diplomático de la República, asegurar la derrota de Luis XIV, forzar al enemigo a evacuar territorio holandés e imponer su control sobre el relajado sistema de gobierno holandés. El fin del período anterior se ha llamado, a veces, la revolución de 1672, pero la acepción de la palabra revolución no es del todo aplicable a este caso. Guillermo ascendió al poder a través de un proceso perfectamente legal y no efectuó cambios básicos en los métodos de gobierno: el dominio de los regentes continuó como hasta entonces. La verdadera innovación en los treinta años de Guillermo, en el cargo de estatúder, fue el apaciguamiento de las disensiones políticas internas del país y de los métodos de arreglar las diferencias surgidas entre los grupos rivales. Por un lado, la política exterior de Guillermo aminoró el conflicto exterior existente entre Orange y Ámsterdam, con su preparación a largo plazo de la coalición defensiva europea contra Luis XIV y con su triunfo definitivo al convencer a los regentes de que aquella era beneficiosa para el comercio y para el protestantismo, así como para toda la totalidad de las PP UU. 8 Se alineaban contra ellos las provincias del interior y la nobleza proorangista, las clases media y baja (especialmente durante las crisis económicas causadas por las guerras angloholandesas), los calvinistas exaltados (a quienes los regentes impedían perseguir a otras confesiones religiosas), los marginados del poder, pertenecientes a familias regentes (que pensaban que tendrían una oportunidad de entrar en la administración en el caso de una restauración de la casa de Orange, y todos aquellos, finalmente, que veían que De Witt estaba poniendo en peligro la seguridad externa de la República. Por otro lado, Guillermo no tenía ninguna intención de dirigir al gobierno holandés por los caminos de la democracia y, naturalmente, los regentes estaban de total acuerdo. Los Estados de Holanda pidieron a Guillermo un cambio de gobierno y los cambios que éste hizo distan mucho de ser revolucionarios 9. Cuando las tropas francesas evacuaron las provincias de Utrecht, Gederland y Overijssel, y estas pidieron su reingreso en la Unión (1673-1674), Guillermo les hizo dar su conformidad a una regulación gubernamental que le daba el control de los principales nombramientos de los concejos municipales y los Estados. En estos mismos años, Holanda y Zelanda convirtieron la dignidad de estatúder en hereditaria (1674) y la asamblea general de Estados hizo lo propio con los cargos supremos del ejército (1675). En resumen, la oligarquía regente todavía dominaba la República, pero en provecho de los Orange, no contra ellos. Guillermo nombró un noble en cada provincia, para asegurarse su influencia, y estos, por su parte, tenían un representante en cada ciudad. Sin embargo, la influencia no era todopoderosa; una vez que los franceses abandonaron territorio holandés, los regentes perdieron interés en la guerra y no participaban de los puntos de vista de Guillermo sobre la necesidad de una alianza con la Gran Bretaña, el Imperio y otros estados, para frenar a Luis XIV dondequiera que atacase, no solamente cuando invadiera Holanda. El Tratado de Nimega (1678) se firmó contra sus deseos; fueron los excesos de Luis XIV los que indujeron a Ámsterdam a aceptar de momento los puntos de vista de Guillermo 10. Su reclamación del trono español fue una amenaza para la posición dominante de Holanda en la economía española; esto y la persecución de protestantes dieron la oportunidad a Guillermo, en el campo diplomático, para poder crear la denominada Liga de Augsburgo. En 1688, los regentes votaron a favor del empleo del ejército y la armada para lograr la Gloriosa revolución inglesa y, gracias a las dos guerras antifrancesas: la guerra de la Liga de Augsburgo (1688-1697) y la Guerra de Sucesión española (1702-1713) se produjo una estrecha colaboración entre el estatúder y los regentes. De 1689 en adelante, Guillermo se concentró en su papel de rey de Inglaterra y los asuntos holandeses fueron manejados por Anthoine Heinsius, que llegó a ser consejero estipendiario de Holanda en el mismo año. Durante la década 1690-1700, Guillermo perdió las riendas de la política holandesa. Cuando murió, en 1702, sin descendencia, su heredero era un miembro de la rama familiar de los Nassau, que habían sido tradicionalmente estatúder de Friesland y Gröningen. Los regentes se negaron a nombrarle estatúder y, de este modo, comenzó un nuevo período de interregno, en 1702. Duró hasta 1747, en que finalizó debido a una nueva invasión francesa, al igual que en 1672. Entre Guillermo y Heinsius las Provincias Unidas consiguieron situarse a la cabeza de Europa. El hecho de que las tres grandes conferencias de paz de la época tuvieran lugar en territorio holandés (Nimega (1678), Rijswijk (1697) y Utrecht (1713)) es una prueba de que la República jugó un papel destacado en la diplomacia y la guerra mundiales. Pero ya había pasado su cénit y ya en el siglo XVIII no se la podía considerar como una gran potencia. En la Guerra de Sucesión española, solamente pudo cumplir uno de sus dos objetivos principales: la conservación de los PP BB meridionales como una barrera entre ella y Francia, gracias al apoyo de Inglaterra, en el Tratado de Barrera de 1715, pero fue también Inglaterra quien le hizo fracasar en su segundo objetivo: la salvaguardia de su preponderancia comercial en el Imperio español. Cierto que este comercio se mantuvo fuera del alcance francés, como deseaba, pero fueron los británicos y no los holandeses quienes recibieron Menorca y Gibraltar y el dominio del Mediterráneo juntamente con el navío de permiso y el asiento de negros y el monopolio del Atlántico. LA DECADENCIA ESPAÑOLA (1648-1665) Las desfavorables paces de Westfalia y de los Pirineos no hicieron más que recalcar un sentimiento general de derrotismo. La crisis se manifiesta por el paso de la euforia al pesimismo (el rey viste de luto, no se realizan corridas de toros y el rey preside procesiones en vez de cacerías). El incendio del Palacio del Buen Retiro fue todo un símbolo. Los españoles tenían ya hacia 1640 clara noción de su decadencia. El golpe moral fue muy fuerte porque venía precedido de una etapa de optimismo exagerado. Los ideales de España habían sido aireados de un modo especial durante la época del barroco, se les consideraba eternos e indiscutibles. España defendía la causa de Dios, del bien y de la justicia, de modo que la derrota era impensable. Sin embargo, una realidad brutal se impuso. España no sólo perdió batallas, sino que perdió la guerra. La derrota ante las fuerzas enemigas y la desintegración interior la dejaron convertida en potencia de segundo orden. Se produce, en definitiva, una crisis de la conciencia española. Por eso, la decadencia de España entraña facetas muy especiales y no se la puede analizar como un simple fenómeno de mecánica histórica. • Se manifiesta por una derrota militar, es decir, la incapacidad por mantener la integridad del Imperio, frente al empuje exterior. • Por un fenómeno demográfico, la despoblación de su territorio. • Por un fenómeno económico, la ruina del país y la paralización de sus actividades. 9 Familias proorangistas ocuparon puestos antes en manos de los proloevenstein, unos reemplazaron a otros, pero no había ninguna diferencia social entre ellos. 10 Su creciente belicosidad y la anulación del Edicto de Nantes (1685). El sistema administrativo de los Austrias menores seguía basándose en el régimen polisinodial, es decir, en múltiples Consejos que asesoran al monarca sobre temas especializados. El entrecruce de los Consejos ministeriales y los Consejos territoriales da al sistema una enorme solidez, aunque complica y alarga los trámites. El siglo XVII es, por otra parte, una época de robustecimiento teórico del poder central y la Monarquía se arroga cada vez más funciones y atribuciones. Con ello se produce un verdadero atasco de poder. Las riendas de ese poder, precisamente por ser muchas, se le escapan. Los monarcas de la Casa de Austria recurrieron a validos. - LA QUIEBRA DE LOS IDEALES. La quiebra de los ideales en la España del siglo XVII puede deberse lo mismo a un cambio de mentalidad colectiva que al impulso de los acontecimientos. Hoy por hoy, el proceso evolutivo de aquella centuria no está lo suficientemente estudiado, pero parece claro que tras la generación de 1635 se pasa a otra derrotista y escéptica, pesimista, a la que las ideas de la política oficial ya no le dicen absolutamente nada. Hay que tener en cuenta, para comprender este vuelco de opinión, la soberbia unidad moral de la España del Siglo de Oro y la seguridad enfática del español en su destino y en los ideales que defendía. El agotamiento irá haciendo mella, poco a poco, en el ánimo de muchos. A ello hay que añadir el descontento contra las exigencias fiscales o ante una administración corrompida y cada vez más ineficaz. Y, por último, la fe en el triunfo se deshizo ante una serie creciente e irremediable de derrotas. Todo contribuyó a romper aquella unidad entre Estado y pueblo, entre los ideales proclamados y los ideales compartidos. Y llegó un momento en que los españoles dejaron de creer que todo lo que estaban haciendo merecía la pena. Primero aparecieron las críticas y luego el desengaño y el escepticismo pueden hacernos comprender muchas cosas, desde la deserción de las tropas a partir de 1660 – inconcebible una generación antes –, hasta el abandono de un funcionariado que ya no tiene interés en servir fielmente a un Estado con el que en absoluto se identifica. Por esta razón y, aunque no sea posible demostrarlo con hechos concretos, no es infundado suponer que la decadencia moral tuvo unas repercusiones históricas tan grandes y, si cabe, mayores que la decadencia material. Los españoles no dejan de creer en Dios, ni dejaron de creer que los valores por los que habían luchado eran nobles y elevados. Lo que cambia es la actitud. Más tarde, ya en época de Carlos II, empieza a suscitarse una acción positiva, aunque de signo contrario a la sustentada dos generaciones antes: en vez de idealismo, realismo; en lugar de sueños de grandeza, sentido práctico. CARLOS II (1665-1700) Carlos II, llamado también el Hechizado, nació el 6 de noviembre de 1661. Era hijo de Felipe IV y de Mariana de Austria. A la muerte de su padre heredó todas las posesiones de los Austrias españoles. Fue rey de España de 1665 a 1700. De constitución enfermiza, débil y de poca capacidad mental, hasta 1675 ejerció la regencia su madre, quien confió el gobierno a validos, al jesuita alemán Nithard, hasta 1669, y a Fernando de Valenzuela. De 1677 a 1679 gobernó Juan José de Austria, enemigo de la reina madre, y posteriormente, hasta 1685, el duque de Medinaceli y el conde de Oropesa. A la edad de 18 años, Carlos II se casó en primeras nupcias con María Luisa de Orleans, hija del Duque Felipe de Orleans, hermano de Luis XIV y de Enriqueta Ana de Inglaterra. Diez años más tarde murió la reina y en 1690 tuvo lugar el segundo matrimonio del monarca con Mariana de Neoburgo, hija del elector Felipe Guillermo del Palatinado, Duque de Neoburgo. Carlos II no tuvo descendencia con ninguna de sus dos mujeres, dando lugar al problema sucesorio que trajo como consecuencia el final de la dinastía de los Austrias españoles. POLÍTICA INTERIOR La regencia de Mariana de Austria y el Padre Nithard. El testamento de Felipe IV, que excluía al duque de Medina de las Torres y a Juan José de Austria de la Junta de Gobierno, desencadenó de inmediato una campaña de propaganda dirigida sobre todo contra el nuevo privado de la reina madre, el Padre Nithard. Los esfuerzos de la regente por alejar de la Corte a don Juan José de Austria resultaron vanos, pues su objetivo – y el de ciertos sectores de la nobleza que lo apoyaban, lo mismo que muchas ciudades de Castilla – iba encaminado a gobernar la Monarquía, no tanto por ambición personal como por estar convencido de que era la única persona capaz de implantar las reformas económicas y fiscales que venían demandándose. Pero ni el ideario político de Juan José de Austria era innovador, ni el confesor de la reina carecía de proyectos, ya que, en sus planes de gobierno figuraba: • Sanear el sistema monetario. • Recortar el gasto público. • Reformar el procedimiento recaudatorio de las rentas ordinarias. • Rebajar la presión fiscal de Castilla. Este programa, sin embargo, resultaba inviable, en parte porque la guerra con Francia exigía el concurso de los asentistas para proporcionar el caudal necesario que necesitaba el ejército de Flandes. La firma de la paz con Francia y Portugal, en 1668, suscitó en el pueblo la creencia de que la Corona procedería en breve a rebajar las cargas fiscales. La actitud amenazadora, en los alrededores de Madrid, del ejército acaudillado por Juan José de Austria y reclutado en Cataluña y Aragón con el descontento de una parte de la nobleza y del clero, (a la primera se le exige un donativo voluntario después de haber servido el año anterior con otro de carácter forzoso, y al segundo se le grava con el impuesto de millones, del que hasta entonces había estado exento) obligaron a Mariana de Austria a cesar al valido, ordenando su destierro. Lo que Juan José de Austria no consigue es acceder al gobierno de la Monarquía, pues se le nombra Vicario General de la Corona de Aragón, debiendo desplazarse a Zaragoza, donde residirá hasta 1677. Reformismo económico La caída de Nithard no supuso, no obstante, cambios radicales en el gobierno de la Monarquía. El deseo de la regente y de la Junta de Gobierno de congraciarse con las ciudades castellanas queda de manifiesto con la creación de una Junta de Alivios (1669) encargada de debatir, entre otras cuestiones, las propuestas de las ciudades y de los arbitristas en orden a rebajar la presión fiscal. Esto explica, en parte, la cooperación que la Corona encontró en las oligarquías urbanas durante la mayor parte del reinado, a pesar de que no fueran convocadas en Cortes. Tampoco se convocaron Cortes en el Principado, ni en Valencia, aunque sí en Aragón, en dos ocasiones – 1676 y 1684 – y en Navarra, aquí con cierta periodicidad, lo que no fue óbice para que los reinos colaboraran con el monarca a través de los virreyes, de suerte que se ha hablado de un neoforalismo, de una nueva etapa en las relaciones entre el rey y el reino. Indudablemente, ambas partes procuraron no enfrentarse y buscaron el modo de minimizar sus diferencias. Entre 1670 y 1676, el alza espectacular de los precios, la guerra con Francia y el freno a las reformas fiscales, junto con la privanza de Fernando Valenzuela, en detrimento de la aristocracia, van creando un malestar creciente en Castilla. En los años 1675-1676, se desencadena, asimismo, un conflicto foral entre Aragón y Madrid a causa de la negativa de los ministros a convocar Cortes y a que se desplazara el monarca para jurar los fueros. Y en 1676, la aristocracia cortesana, que venía ausentándose de todos los actos a los que el valido acudía, envía a la regente un manifiesto pidiendo la destitución de Valenzuela y el regreso a la Corte de don Juan José de Austria para que tome las riendas del gobierno. Su entrada triunfal en Madrid, en 1677, pone fin a la influencia de Mariana de Austria. Las décadas finales del siglo XVII ofrecen un panorama muy distinto al de etapas anteriores, ya que, en estos años, se aprecia en los ministros la voluntad de acometer reformas, especialmente de carácter fiscal, que permitan restaurar la riqueza de los vasallos. Pero las esperanzas puestas en el nuevo primer ministro pronto se derrumbaron en Castilla: la situación política internacional y la epidemia de 1677-1679, que afectó a Murcia y Andalucía, impidieron aplicar hasta sus últimas consecuencias sus proyectos fiscales y económicos. La desastrosa situación económica y la crisis política y social heredadas del reinado de su padre Felipe IV, unida a la ineficacia e incapacidad de los gobernantes, acrecentaron la crítica situación de España y en especial de Castilla dando lugar a una serie de devaluaciones monetarias que alcanzaron su cénit con la deflación de la moneda de vellón en 1680 y la posterior caída de la actividad económica. A la muerte de don Juan José de Austria, en medio de los fastos de la celebración de la boda de Carlos II con María Luisa de Orleáns, el cargo de primer ministro recae en el duque de Medinaceli. Durante su ministerio, se llevará a cabo la tan ansiada reforma monetaria, decretada en 1680, poco antes de su nombramiento. Los efectos inmediatos de esta medida fueron desastrosos para la economía del reino, aunque a la larga resultará beneficiosa, pues los precios se estabilizaron. El duque de Medinaceli, además de sanear el sistema monetario y reactivar el comercio, se propuso combatir el fraude fiscal, mediante la Junta de Fraudes. El conde de Oropesa, que sustituyó a Medinaceli, continuó la gestión de su predecesor al completar la reforma monetaria iniciada en 1680. Realizó una política firme de reducción de impuestos y contención del gasto público. La vida del país, no obstante, se caracterizó por una crisis económica endémica, aunque en Aragón y la zona del Mediterráneo se produjo un movimiento de recuperación. La oposición de Mariana de Neoburgo, segunda mujer de Carlos II, al conde de Oropesa, concluye con su cese en junio de 1691. La situación política en aquellas fechas era, desde luego, bastante desoladora, a causa de la guerra con Francia. Los ministros que le suceden apenas introducen cambios significativos en el gobierno de la monarquía. Sus reformas siempre fueron dirigidas a recortar el gasto público, erradicar el fraude fiscal y mejorar la recaudación y administración de las rentas. Las reformas apenas sirvieron para satisfacer los gastos cada vez más crecientes de la Corona, pero, al menos, contribuyeron a crear entre las oligarquías urbanas la sensación de que el monarca no deseaba cargar con nuevos impuestos a sus vasallos, lo que tal vez explique su predisposición a conceder donativos extraordinarios y aportar hombres para el ejército. Revueltas campesinas Sin embargo, la declaración de guerra por Francia, en 1689, y la necesidad de recaudar un donativo vuelven a desencadenar la rebelión de los campesinos catalanes, quienes se dirigen hacia la ciudad condal para imponer sus demandas, aunque son dispersados y finalmente derrotados por el virrey. La revuelta de los barretines preludia la que se desencadena en Valencia, en 1693. También aquí los sectores privilegiados del campo arrastran a los campesinos descontentos, pero, a diferencia del movimiento catalán, las acciones iban dirigidas contra el pago de los impuestos señoriales. Las detenciones, efectuadas por el virrey, provocaron los primeros motines en Villalonga, y la formación de un ejército de agermanados que es derrotado por las tropas reales. A finales de 1693, la situación quedó prácticamente controlada con la captura de uno de los jefes de la revuelta, que fue condenado a muerte en 1694, mientras el resto de los rebeldes fue condenado a galeras. POLÍTICA INTERNACIONAL En el plano internacional, el reinado de Carlos II presenta ciertas características que lo diferencian notablemente del anterior. El monarca español, incapaz de defender la soberanía de los Países Bajos y del Franco Condado, por el control que Luis XIV ejercía sobre Alsacia, Lorena y los cantones suizos, bloqueando el envío de socorros desde Italia, procurará atraerse a Inglaterra y las potencias septentrionales, además de estrechar vínculos, muy distendidos desde 1648, con Viena, para conservar dichos territorios. Esa dependencia de la política exterior de España coincide con cierto desinterés por los negocios centroeuropeos, hasta el punto de que algunos consejeros preferirían abandonar los Países Bajos que enfrentarse a Francia por su conservación. En su lugar, los gobernantes dirigen su mirada hacia el Mediterráneo occidental, cambio de orientación debido, sin duda, a una mayor presencia de las marinas francesa e inglesa en sus aguas, así con la reactivación del tráfico mercantil en la zona, relacionada con un aumento de la actividad cerealista en la Europa meridional. Es de destacar, no obstante, el enfrentamiento hispanofrancés de 1667, provocado por el deseo de Luis XIV de apropiarse de los Países Bajos – o al menos de una parte – con el pretexto de no haber recibido la dote de su esposa María Teresa. Es el inicio de la Guerra de Devolución. Luis XIV se aprovecha del distanciamiento de Madrid y Viena y del conflicto angloholandés por el dominio de los mares, lo que privaba a Madrid de dos poderosos aliados. La guerra coincide, además, con un momento de inestabilidad política en el interior de la monarquía a raíz del enfrentamiento de Juan José de Austria con el padre Nithard. Las acciones militares ordenadas por la reina regente no pudieron impedir una meteórica victoria francesa sobre el Franco Condado y varias plazas fuertes en los Países Bajos, ante la pasividad del emperador, quien, si en un primer momento tantea la posibilidad de formar una alianza antifrancesa con Holanda, Inglaterra, Suecia o Brandeburgo, pronto negocia con París un tratado de repartición de los territorios de la Monarquía Hispánica, por el cual, en el caso de que muriese el rey de España, Francia recibiría los Países Bajos, el Franco Condado, Navarra, las islas Filipinas, Nápoles, Sicilia y los presidios del norte de África, obteniendo Leopoldo I el resto de posesiones de la Monarquía. La traición de Leopoldo I a la Corona española, junto a los éxitos franceses, alarmaron a Inglaterra y Holanda, que ponen fin a sus diferencias, formalizando seguidamente con Suecia la Triple Alianza, para frenar las ambiciones de Luis XIV. En la práctica, su estrategia se orientará a conseguir de Mariana de Austria que acceda a otorgar a Francia ciertas concesiones en los Países Bajos (cesión de Lille y otras plazas) a cambio de recuperar el Franco Condado. El acuerdo dio origen a la Paz de Aquisgrán (1668). España tampoco se verá libre del conflicto francoholandés de 1672, cuando el ejército francés penetre en los Países Bajos y en el Franco Condado. Este ataque provocará, además, la intervención del emperador, no tanto en apoyo a Madrid como en defensa de la estabilidad política de Alemania. En 1676, la revuelta de Mesina brindará a París la oportunidad de abrir un nuevo frente, esta vez en el Mediterráneo, más con la intención de obtener ventajas en las negociaciones de paz, que, de instalarse en la isla, en cuyo socorro acudirán con presteza España y Holanda, logrando expulsar a los franceses. El balance de esta larga contienda se saldará definitivamente en la Paz de Nimega (1678), a favor de Francia y Holanda. La primera engrandece sus fronteras a costa de España con la adquisición de todo el Artois, el Franco Condado y la región marítima de Flandes, mientras la segunda recupera los territorios conquistados y mantiene sus privilegios comerciales con Francia. Tras la Paz de Nimega, el Rey Sol emprenderá una nueva acción diplomática encaminada a aislar a España y el emperador (política de reuniones, 1681-1683). Precisamente, en 1683, y, a pesar del matrimonio de Carlos II con una princesa francesa, las tropas de Luis XIV se adentran en el Luxemburgo, sitiando la fortaleza de la capital ducal defendida por los españoles. Finalmente, Luxemburgo cae en 1684 y Madrid, a su pesar, se ve obligado a ceder este ducado en las negociaciones llevadas a cabo en Ratisbona. En Ratisbona, España firmó una tregua de veinte años con Francia, tregua que fue rota en 1690 al concluirse una alianza entre España, Inglaterra, los Países Bajos y el Imperio dando lugar a la Guerra de los Nueve Años, que duraría hasta 1697. Los ejércitos franceses ocuparon una serie de plazas catalanas e incluso se apoderaron de Barcelona en 1697. En esta tercera guerra contra Francia, España intervino en las filas de la Liga de Augsburgo, junto al Imperio, Austria, Suecia y el Papado. La guerra finalizó con la paz de Ryswick. La primera derrota seria de la política exterior de Luis XIV, que se vio obligado a ceder a España plazas en Cataluña. Flandes y Luxemburgo, mostrando así su interés por conseguir para los Borbones la sucesión al trono español. La paz de Ryswick es más una tregua que una paz duradera, como se desprende de las maniobras diplomáticas de Luis XIV y de Leopoldo I, para asegurarse el trono español. FIN DEL REINADO La crisis interna del reinado de Carlos II había ido propiciando la descentralización de los territorios de la Corona de Aragón mediante un programa neoforalista y el desarrollo de las estructuras económicas, aprovechando para ello su posición geográfica y sus recursos naturales. A finales del siglo XVII, la colaboración entre los reinos y la Corona es un hecho indiscutible, como también lo es la primacía adquirida por la aristocracia en las decisiones políticas. La paz de Ryswick con Francia, permitió, además, reiniciar las reformas fiscales y económicas que habían sido postergadas. La Ilustración recuperó muchos de los ingredientes que caracterizaron a la cultura renacentista: renace el interés humanista por la naturaleza y por el hombre, se valora la razón como instrumento de conocimiento y se recuperan fórmulas de organización racionalizada en el plano político y económico. Las promesas renacentistas renacen a fines del siglo XVII ayudadas por la mitigación de los extremistas religiosos y por las aportaciones tecnológicas. Frente a una concepción del mundo basada en presupuestos derivados de la revelación se desarrolla un criticismo demoledor que abrirá paso a las nuevas concepciones llamadas a formar la cosmovisión ilustrada. Frente a lo sobrenatural se potencia lo natural, frente a la revelación, la razón, frente a la salvación futura la felicidad presente, frente al dogma, la duda y frente a lo absoluto, lo relativo. 1. Las Etapas de la Ilustración. Al afectar la Ilustración a variadas manifestaciones del espíritu humano, no es fácil establecer etapas en la historia de su desarrollo. Tras el prometedor comienzo de la "pre-ilustración", este movimiento sufre un pasajero eclipse en los primeros años del siglo XVIII, tal vez como consecuencia de la Guerra de Secesión Española. A partir de 1730 y al amparo de una recuperación económica, se observa de nueva un alza (1734). Autores como Pope, Voltaire y Montesquieu publican sus obras en esa época. Próxima la década de los cincuenta, se observa una relativa recesión en el espíritu ilustrado. No faltan toques de pesimismo, como los que se registran en Voltaire y que pone de manifiesto en sus obras: Zadig (1747) y Candide (1759). El momento en que la Ilustración se desarrolla con mayor pujanza es la década de 1760. Es a partir de esa fecha cuando la burguesía decide pasar de la contemplación a la acción y en el que las convicciones adquiridas por la fuerza de la razón cobran impulso que sólo puede darles la fuerza de la emoción y de los sentimientos. Las conquistas de la razón ilustrada se sistematizan, y así lo prueba la publicación de la Enciclopedia, ahora la Ilustración sale de sus círculos íntimos a la plaza pública. El concepto de naturaleza se transforma, pasa a identificarse con la realidad ecológica y paisajística. La Ilustración se hace pre-romántica, en un viraje tal y como lo manifiestan las obras de Rousseau, el Contrato Social y Emilio. La crítica superficial a las instituciones tradicionales se transforma en un compromiso activo ante el mundo. El último cuarto de siglo viene marcado por el establecimiento de una "ortodoxia" ilustrada, por una tensión revolucionaria creciente. Los años siguientes a 1760 marcan el momento de máxima influencia mundial de la cultura francesa, y el inicio de su recesión. Inglaterra toma el relevo ya que su influencia fue decisiva desde el siglo XVII. 2. Las ideas políticas Inglaterra aparece en la base del pensamiento político del siglo XVIII. El espíritu de la Revolución Gloriosa generó en el resto de Europa un amplio interés, al que contribuyeron las ideas de Montesquieu y Voltaire. Carlos Luis de Secondat, barón de Montesquieu (1689-1755) había permanecido dos años en Inglaterra antes de publicar sus Consideraciones sobre la causa de la grandeza y decadencia de los romanos (1734). En 1748 publicó El Espíritu de las leyes, obra que concibió como un intento de filosofía de la historia, con la que propuso explicar la existencia de determinadas leyes en cada país. Su interés se centró en definir las circunstancias que influyen en que las leyes de cada pueblo sean como son. Las relacionó con las costumbres, el clima, religión, etc. y así constituyen un sistema de interacciones derivado de la naturaleza de todas las realidades que integran la totalidad social. Distingue tres tipos de gobierno: • Gobierno Republicano, el pueblo o parte de él posee el poder soberano. Dentro de él hay 2 subtipos: - República Democrática: todos los ciudadanos ejercen el poder soberano. - República aristócrata: el poder soberano está en manos de pocas personas (aristócratas) • Gobierno monárquico: una sola persona, el monarca, ejerce el poder soberano. Gobierna según unas leyes fundamentales elaboradas por los poderes intermedios. • Gobierno despótico: una sola persona gobierna sin más criterios que su voluntad. De todos ellos, Montesquieu se inclina por una monarquía aristocrática, virtuosa y moderada. Destaca igualmente su aportación teórica a la configuración de los mecanismos capaces de moderar los excesos del poder, tales como la separación de poderes, que contribuye a la mejor estructuración de una determinada sociedad. Si cada poder recae en cada uno de los grupos sociales (rey, aristócratas y pueblo) que integran una sociedad determinada se conseguiría el equilibrio político. Otro factor que moderará al poder será la existencia de cuerpos intermedios: parlamento y nobleza, entre el rey y el pueblo, capaces de moderar al poder. También contribuye a alejar el fantasma del despotismo la descentralización del poder. Su pensamiento se configura como afín a los moderados ideales de la burguesía, lo que facilitó extraordinariamente la adopción de sus puntos de vista por los contemporáneos. Uno de los más importantes publicistas de la Ilustración fue Francisco María Arouet Voltaire (1694-1778) quien popularizó en Francia la imagen de una Inglaterra libre. Sus ideas políticas han quedado oscurecidas por sus opiniones religiosas. Entendió la política desde la óptica del rico burgués, de ahí, sus elogios a las riquezas y el lujo. No creyó en la igualdad, le parecía algo antinatural y quimérico. La jerarquía social le parecía beneficiosa. Cuando habla de libertades se referirá siempre a las civiles no a las políticas. No confiaba en los cuerpos intermedios, prefería un gobierno fuerte que asegurará la libertad que garantiza la propiedad. Su aportación principal vino del compromiso personal con la reforma política: luchó contra los abusos, las rutinas y las contradicciones de la administración. Defendió una monarquía fuerte que pusiera cotos a los abusos de determinados grupos sociales, en especial de la nobleza, la cual ponía freno al ascenso de la burguesía. Vemos en los grandes divulgadores del pensamiento ilustrado un pragmatismo utilitarista al servicio del tercer estado, en continuo ascenso social y económico. Las utopías igualitarias que florecen en el siglo XVIII olvidan por lo general toda connotación democrática. Frente a estos pensadores, están los llamados "pensadores solitarios", que defenderán una especie de comunismo moralizante. Entre ellos destaca Jean Jacques Rousseau, cuya principal aportación al pensamiento político se expresó por sus obras Discurso sobre el origen de la desigualdad (1753) y el Contrato social (1762). En ésta última obra, Rousseau se pregunta cómo el hombre que ha nacido libre vive encarcelado por la vida social. Considera que todo orden social nace de un acuerdo entre los hombres, de una convención. Idea muy semejante a la de contrato de Hobbes y Grocio. El paso del estado natural al civil es beneficioso, legítimo y necesario para el individuo. La libertad que pierde como individuo queda compensada por las grandes ventajas de la vida civil. En ese cuerpo social resultante reside la soberanía popular cuyas funciones son: • Legislativa: el cuerpo social, que nace del contrato de los individuos, decide lo que quiere hacer. • Ejecutiva: la ejecución de la voluntad general expresada en las leyes corresponde al gobierno. Los gobernantes serán servidores de un pueblo que no cede por ello su soberanía. Distingue Rousseau tres tipos de gobierno distintos entre sí según se combine la soberanía y el gobierno: • Democracia: el pueblo se gobierna por sí mismo, en ella se identifican gobierno y soberanía. • Aristocracia: el pueblo soberano es el legislador y el gobierno el ejecutor. • Monarquía: la soberanía reside en el pueblo, pero la ejecución de las leyes se confía al monarca o rey. Es la fórmula más eficaz, siempre y cuando el monarca no se interese sólo por su propio provecho. En su Discurso sobre el origen de las desigualdades, ofreció una visión muy distinta de lo que más tarde expuso en El Contrato Social. Para él, los hombres son desiguales a nivel físico (edad, salud, carácter) y por política o moral. Estas últimas no tienen más fundamento que la decisión humana y son contrarias al derecho natural, ya que, según ella, todos los hombres son moralmente iguales. El paso del hombre salvaje al civilizado es consecuencia de los propios progresos que el hombre ha hecho y de los conocimientos que ha adquirido. El paso decisivo fue la introducción del derecho de propiedad, a partir de ese momento, la igualdad desaparece, la libertad se convierte en esclavitud y surge la guerra entre los hombres. Los propietarios ofrecen una fórmula para que esto se evite, el pacto social que para Rousseau será un contrato entre dos grupos sociales: propietarios y desposeídos. El contrato y la ley servirán pues para perpetuar la injusticia. En el Contrato, la sociedad era beneficiosa para el hombre, en su Discurso, la sociedad lleva a los hombres " a odiarse mutuamente, a prestarse en apariencia muchos servicios y, en realidad, a hacerse todos los daños imaginables". Mientras el Contrato se inscribe en la trayectoria de la Ilustración, el Discurso rompe por completo sus pautas. No es de extrañar que Rousseau fuera rechazado por las instituciones religiosas y políticas y por sus propios colegas ilustrados. Su pensamiento político no tiene valor intrínseco, pero ejerció entre sus contemporáneos una enorme influencia. Despertó a los ilustrados de sus frívolas disquisiciones y les obligó a un compromiso social que paulatinamente se encauzó hacia la revolución o la contrarrevolución. Rousseau representa el paso a una nueva mentalidad precursora del romanticismo y del pensamiento irracionalista del siglo XIX. Sus ideales de igualdad, libertad y fraternidad entre los hombres llegaron a América llevados por Lafayette y se reflejaron en la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de los revolucionarios franceses (1791). EL REFORMISMO BORBÓNICO EN EL SIGLO XVIII (1700-1788) Felipe V El siglo XVIII un cambio dinástico comienza en España con la llegada de los Borbones al poder que, además de provocar el conflicto internacional de la Guerra de Sucesión tendrá importantes consecuencias en la organización del Estado, pues se implanta el absolutismo monárquico y se avanza en la reforma de las instituciones. Tanto Felipe V como Carlos III impulsaron reformas en varios campos siguiendo el modelo francés con el objetivo de racionalizar la Administración como forma de fortalecer el Estado y la propia monarquía, además de estimular el crecimiento económico. Los principios de la Ilustración y el Despotismo Ilustrado fueron seguidos por una nueva generación de pensadores, políticos y funcionarios que supieron diagnosticar los problemas de la sociedad española e intentaron resolverlos. Sin embargo, los principios de la sociedad estamental y la oposición de los grupos privilegiados frustraron esta modernización. El Tratado de Utrecht (1713): la guerra concluyó a cambio de importantes concesiones: • Felipe V era reconocido por las potencias europeas como Rey de España, pero renunciaba a cualquier derecho a la corona francesa. • Los Países Bajos españoles y los territorios italianos (Milán, Nápoles y Cerdeña) pasaron a Austria. El reino de Saboya se anexionó Sicilia. • Inglaterra obtuvo Gibraltar, Menorca y el navío de permiso (derecho limitado a comerciar con las Indias españolas) y el asiento de negros (permiso para comerciar con esclavos en las Indias). El Tratado de Utrecht marcó el inicio de la hegemonía británica. En España las tropas de Felipe V ejercieron una evidente superioridad. La resistencia de los reinos de la Corona de Aragón fue sofocada progresivamente. Cuando se firmó el Tratado de Utrecht, únicamente resistía Barcelona, algunas otras ciudades de Cataluña y las Baleares. Los ejércitos borbónicos sitiaron durante meses Barcelona hasta que las tropas de Felipe V acabaron tomándola en septiembre de 1714. En 1715 ocuparían Mallorca. Reinado La llegada de la nueva dinastía borbónica con Felipe V (1700-1746) propició importantes cambios en la estructura del Estado. Felipe V incapaz de desempeñar sus funciones, delegó en validos como el cardenal Alberoni o el barón de Rippedá, sustituidas después por una burocracia española absolutista y reformista, entre los que destacó José Patiño. Su reinado estuvo interrumpido por un breve reinado de su hijo (1724) Luis I. 1.1. Centralización: el objetivo era, siguiendo el modelo francés, la uniformización y la centralización. a) Creación de una nueva Administración central: el sistema de consejos fue relegado, pero no suprimido. El Consejo de Castilla pasó a serlo de todo el reino, y el más importante. Los secretarios se transformaron en técnicos con gran poder de decisión en sus ámbitos y se convierten en un antecedente del cargo de ministro: las cinco secretarías más importantes eran la de Estado, de Guerra, de Marina e Indias, de Gracia y Justicia y de Hacienda. b) El nuevo orden territorial: los Decretos de Nueva Planta: estos decretos se aplicaron a Valencia y Aragón en 1707, a Mallorca en 1715 y a Cataluña en 1716 (la Corona de Aragón no apoyó a Felipe V, por lo que impuso esta medida como castigo, y así aprovechó para centralizar el reino), y suprimían no solo los fueros y las instituciones de estos reinos, sino que imponían las leyes, los cargos y las instituciones de Castilla. Los virreyes fueron suprimidos, el catalán fue relegado de los tribunales, se suprimieron las aduanas y puertos secos entre reinos que obstaculizaban el comercio, se les impuso un nuevo sistema tributario con un impuesto único. A pesar de todo, la uniformidad no fue total. En los reinos de la corona de Aragón conservaron buena parte de su derecho civil y el reclutamiento de tropas no pudo llevarse a cabo por la oposición popular. El País Vasco y Navarra, por su parte, conservaron sus fueros y aduanas, ya que apoyaron a Felipe en la guerra de sucesión. En el caso de Navarra eso implicaba mantener sus Cortes y el Virrey. Las Cortes pasaron a ser únicas (con la excepción de Navarra) y casi no se convocaron: sólo en tres ocasiones en todo el siglo con motivo de la jura del heredero al trono. 1.2. Reformas administrativas: Felipe V impuso una nueva administración territorial en todo el reino. Como hemos visto, los virreinatos desaparecieron y el territorio se dividió administrativamente en provincias y capitanías generales. Se adoptó el cargo de Intendente, que ya existía en Francia, como representante real para dirigir cada uno de ellos una provincia en cuya capital residían. Son antecedente de los Gobernadores Civiles del siglo XIX. Sus funciones eran amplias y variadas: recaudación de impuestos, reclutamiento de tropas, el orden público, vigilancia de las autoridades locales, supervisión de las obras públicas y el fomento de la producción en su provincia. Los Capitanes Generales: para territorios “más delicados” (por ejemplo, en los reinos de la antigua corona de Aragón) se nombraron, en lugar de intendentes, capitanes generales que reemplazaron a los virreyes. Tenían funciones militares y judiciales, pues generalmente presidían la Audiencia correspondiente. También hubo cambios importantes en la organización del ejército: ya durante la Guerra de Sucesión se suprimieron los tercios, sustituidos por una nueva unidad de combate, el regimiento. El objetivo era la creación de un ejército permanente mediante un triple reclutamiento: - Voluntarios, sobre todo extranjeros. - Levas obligatorias de vagos y maleantes. - La quinta o quintas, reemplazo de varones de todos los pueblos que suponían una quinta parte del ejército. Era precisa también una poderosa Armada, para defender los intereses españoles en las Indias y el mediterráneo. Se fundaron tres departamentos marítimos: El Ferrol, Cartagena y Cádiz, donde se construyeron astilleros. 1.3. El regalismo: al igual que en Francia, los Borbones aplicaron una política regalista que culmina con el concordato de 1753, que concedía el derecho de patronato universal, y que estuvo vigente hasta el siglo XIX: el rey presentaba al Papa sus candidatos a obispo y otros cargos. Además, el Estado ingresaba en sus arcas las rentas de los obispados que quedasen vacantes en lugar de enviarlas al papado. territorios a las instituciones castellanas. Castilla fue fiel a Felipe V. Los corregimientos, pero también las audiencias y chancillerías, que funcionaban, se mantienen. Y se reforma lo que no. El centro de poder es Castilla. Se trasplantan sus instituciones, el régimen de los corregimientos. Desde tiempos de los Reyes Católicos, cuando Isabel, aún infanta, decide contraer matrimonio con Fernando, futuro Rey de Aragón, le planteó unas capitulaciones matrimoniales muy duras, que luego se dulcificaron. Le obligaban a residir en Castilla. No podía estar en sus territorios. Aragón se administraba a través de un virreinato. A través de un altísimo funcionario que tenía que rendir cuentas al rey, con poderes muy amplios, un alter ego del rey. Los Países Bajos por ejemplo no eran virreinatos eran gobernaciones. Los primero que hace Felipe V es eliminar el virreinato de Aragón. Será dividido en provincias. Al frente de cada una se nombra un capitán general en calidad de gobernador. Máxima autoridad política y militar, recordemos que estamos en guerra. Se implementan 3 instituciones: Capitanías Generales. Los territorios de la Corona de Aragón fueron organizados en capitanías generales igual que en el resto del país. Los capitanes generales ostentaban en su circunscripción el máximo poder político. Además, eran los jefes supremos del ejército. Sin embargo, en un primero momento, los asuntos financieros fueron entregados desde muy pronto a los intendentes. Esto se hacía para no concentrar todos los poderes en una sola persona. Para evitar cualquier veleidad. Este nuevo gobierno territorial se construyó sobre la base del capitán general y la audiencia provincial, tribunal de la justicia real. Por encima estaban las chancillerías de Valladolid y de Granada. Por encima de ellas estaba el Consejo Real que administraba justicia en nombre del rey en todo el territorio. El capitán general no tenía conocimientos jurídicos. Con esta colaboración vemos una nueva fórmula de gobierno mancomunado. De común acuerdo. Actúan conjuntamente, La Audiencia actúa como un órgano consultivo, asesor. Juntos formaban el Real Acuerdo. Para evitar un abuso de poder. La asesoría era en funciones gubernativas. En temas de administración de justicia, la audiencia actuaba por separado, era presidida por un presidente llamado regente, no por el capitán general. El territorio español quedó dividido en 11 capitanías generales con sus respectivas audiencias. Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca. Castilla, Sevilla, Granada, Extremadura, Galicia, Asturias y Canarias, por la lejanía. El resto entra dentro de la gran Castilla. Navarra conservará su peculiar organización judicial y administrativa. Como una dádiva del rey Felipe a cambio de la fidelidad que habían mostrado. Navarra era un reino. Las Vascongadas y Asturias forman parte de la gran Castilla. La siguiente institución son los corregimientos, inferior en grado administrativo. Felipe V sustituye las administraciones paralelas de la Corona de Aragón, merindades, distritos, bailías, etc., por los corregimientos castellanos. Es la cabeza de varios ayuntamientos. Es una institución intermedia administrativa, pero también tiene funciones judiciales. El corregidor representaba oficialmente los intereses de la Corona en el nivel territorial. Antes de llegar a la audiencia provincial el pleito pasaba por mano del corregidor. Se unía también la función fiscal. Recaudaban los impuestos en nombre del rey. El corregidor había sido una figura clave durante los Austrias. Tiene funciones gubernamentales, judiciales, fiscales. En la Alta Edad Moderna no existe una diferenciación de poderes claramente delimitada. La separación de poderes no llega hasta las revoluciones liberales. Solo existía de forma clara en Inglaterra. No existe un mapa de los corregimientos españoles, los límites eran confusos. También intervenían los corregidores en la elección de los procuradores en las cortes. Sólo 18 ciudades tenían voto en cortes. El procedimiento de elección se realizaba en los ayuntamientos por insaculación. Se metían los nombres en su saco y se extraía un nombre. El corregidor metía en el saco nombres de funcionarios afines al rey. De esta manera había una manipulación. Los Borbones en el siglo XVIII hacen pequeños retoques legislativos. Principalmente dos novedades. En una tesitura de guerra pueden imponer estos criterios. Por un lado, el trasplante de la Corona de Aragón a los modelos castellanos. Por otro, la venta de corregimientos. Una de las vías para cambiar de estamento, aunque seguía siendo difícil, para el ennoblecimiento de la burguesía, era la compra-venta de títulos nobiliarios y a través del servicio a la Corona, convirtiéndose en grandes funcionarios. Leales servidores del monarca, que algún día les conceda un título de nobleza. Los gastos militares son tremendos, el rey necesita llenar las arcas reales. En Valencia el primer ayuntamiento de nueva planta se constituyó en 1718. Pero el proceso se había iniciado en 1707, durante la guerra de sucesión. Lo mismo en Aragón. Cuando se incorporan a la causa borbónica. El primer ayuntamiento que se incorpora en 1711 en Zaragoza. Se establece conforme a la práctica y estilos de los ayuntamientos de Castilla. En Cataluña hay una primera etapa coetánea a la guerra, de 1700 a 1714. Cuando Felipe entra en Barcelona se percibe como una ocupación militar. Las tropas ocupan el principado de Cataluña, entran triunfantes en Barcelona. En enero de 1716 de promulgó el Decreto de la Nueva Planta de Cataluña. Sustituyó el modelo catalán por el castellano. En la cúspide de esta administración aparece el corregidor. El Decreto de Nueva Planta de Aragón de 1711, dividió Aragón en 13 corregimientos. En Valencia, se establecieron 10 en 1711. En Cataluña, por un decreto de 1716, se dividió en 12 corregimientos. En Mallorca uno sólo. En total, 36 corregimientos en los territorios de la antigua Corona de Aragón. En Castilla, antes de los Borbones, estaba dividida en 68 corregimientos. Cuando acabe el siglo habrá 83 corregimientos. Navarra y Vascongadas continuaron su división administrativa habitual en merindades (Vizcaya). En Álava se llaman hermandades y en Guipúzcoa alcaldías mayores. Se estableció que hubiera dos tipos de corregimientos: letrados y de capa y espada. Letrados eran los juristas y de capa y espada eran los militares. Se establecía un escalafón en tres niveles, de abajo arriba se llamaban: entrada (6 años), ascenso (6 años) y término (6 años). Se ascendía por antigüedad y mérito. En total 18 años. Lo normal era que los letrados fueran ascendidos a las plazas de la audiencia o inclusive de la chancillería. Los corregidores de capa y espada que eran dignos de mérito se le procuraban salidas proporcionadas a su carrera militar, por ejemplo, para dirigir alguna unidad del ejército español. Estas reformas “muestran la tendencia centralizante de la nueva monarquía borbónica”. Se dice que es una institución francesa, una copia de las intendencias francesas, creadas por su abuelo. No es exactamente así. Esta institución de intendencia existía ya en Castilla en la Baja Edad Media. Los intendentes eran quienes proporcionaban todos los pertrechos de guerra. No hay que trasplantar la institución francesa a España. En España ya existían. Primera promoción de intendentes, altos funcionarios, en el escalón más bajo de esta administración territorial. No hay una delimitación clara de los poderes. Algunos poderes del intendente chocan con los del capitán general. El paso decisivo será en 1711 cuando Felipe V dividirá el territorio español en 20 intendencias. Estos oficiales reales eran designados para las tareas de finanzas, de recaudación de impuestos. Tareas de policía, de represión de los delitos. Tareas de justicia. Hay un choque de tareas y jurisdicciones. Funciones de guerra. Pero el capitán general es quien supervisa todo en nombre del rey. Desde el primer momento hubo quejas y encontronazos, intromisión en las funciones entre capitanes generales e intendentes. Su función primordial fue encargarse del abastecimiento de las tropas. En 1711 estamos aún en guerra. Con el tiempo estos intendentes se convertirán en el nervio de la administración borbónica, los ojos y oídos del rey. Pero a medida que va desapareciendo la actividad bélica irá entrando en decadencia. Pero se mantuvieron en Aragón, Valencia y Cataluña porque no se había terminado la guerra. En 1721 fueron suprimidas las intendencias de todas las provincias donde no hubiera tropas. Pero subsisten las de ejército en Aragón, Valencia y Cataluña, porque Felipe V desconfía de una posible sublevación. Carlos de Austria no firmó el tratado de Utrecht y mantuvo su esperanza de ocupar el trono de España. Aparte de la política revisionista del rey. Esta situación se va a mantener hasta 1749, fecha en que el ministro Ensenada reorganizó las intendencias y las atribuciones de los intendentes. Se extendían de nuevo a todo el país, una en cada provincia del reino. A cada una iría unido el corregimiento. Funciones: se les recomienda la supervisión del gobierno de la provincia, pero esa era la función de los corregidores, llegan las quejas. Los intendentes tenían la misión secreta de vigilar a los corregidores en sus distritos, que se soliviantarán por ver sus funciones invadidas. Así llegamos a los motines de 1766. Los intendentes fueron duramente atacados por los amotinados. Primero se colgaban pasquines en las fachadas y en las puertas donde se acusaban a las autoridades, esto es a los intendentes. En tiempos de paz tenían la función de abastecer a la población civil. Como había crisis de abastecimiento la población se levantaba. Les culpaban del hambre de la población. Una vez pasados los motines y las sublevaciones, un real decreto de Carlos III tuvo que reestructurar El 13 de noviembre de 1766, separaba definitivamente intendencias y corregimientos. Asignaba a los intendentes exclusivamente los asuntos de guerra e intendencia. Los corregidores se ocupaban de policía y justicia. Policía incluía también obras públicas, urbanismo, sanidad, etc. Regímenes especiales. Navarros y vascos quedan dotados de cierta autonomía. Por encima del ordenamiento está el rey. Navarra conserva sus cortes, único territorio que las conserva. Tenía un virrey. No había capitanías generales. En Vizcaya y Guipúzcoa el rey estaba representado por un corregidor. A lo largo del siglo el gobierno central llevará a cabo un proceso de erosión de esta autonomía. Conservaban sus propias fronteras económicas. Pero el rey fue estimulando estudios que criticaran los mitos forales. Ya desde Godoy se empezaron a aplicar medidas que contravenían los fueros, alegando la situación de España al borde de una crisis y de la amenaza territorial que suponía Bonaparte. A pesar de todo las instituciones vascas llegaron intactas a la etapa final del Antiguo Régimen. Los intendentes se convirtieron en los principales agentes de la tendencia uniformadora y centralizadora borbónica. Preparó la división que ya en el periodo de Isabel II se haría en provincias, por parte de Javier de Burgos. Administración local. El nivel más bajo de la administración. Cuando llegan los Borbones a España, el estado de anquilosamiento de la administración local, por el desgaste producido por la lucha entre el estado absoluto y los intentos de mantener cierta autonomía del poder municipal. Desde los Reyes Católicos habían pasado a formar parte del Estado, los reyes nombran y destituyen a los alcaldes. Siempre hubo tensiones, como el episodio comunero, las ciudades reclamaban su soberanía. Los comuneros se levantan porque el rey ha de permanecer al frente del reino. El rey está ausente, es la excusa que utilizan para el levantamiento. Tensiones hubo siempre. El absolutismo regio terminó por imponerse sobre el régimen municipal desde la Alta Edad Moderna. Los ayuntamientos nunca recuperarán el poder autonómico que tenían desde la Baja Edad Media. La acción de los monarcas va minando la independencia local. Es la decadencia del municipio como órgano local autónomo. Escasa o nula participación de los vecinos en el gobierno local. Ceden su libertar a cambio de seguridad, de orden, de paz. Una cesión irreversible. Los vecinos al menos en Castilla en la Baja Edad Media participaban en el concejo abierto “democrático”, no tienen poder, pero participan en las asambleas. Se ha ido perdiendo en el XVI y XVII. Los ayuntamientos serán controlados por las oligarquías en función de las rentas o el estatus social. Es a ellos a quienes nombran los reyes y les dan la titularidad de los oficios concejiles. Debiéndoles este título serán leales a los reyes. Esta oligarquización es la norma en los siglos XVI y XVII. Cuantitativamente en el XVII irán desapareciendo elementos burgueses de la vida municipal, por la crisis, los reyes nombrarán entonces a miembros de la baja nobleza. La monarquía ilustrada de los Borbones eliminará las diferencias regionales. Eliminan las instituciones propias de Aragón. Trasplantan el modelo castellano a todo el territorio nacional. El municipio castellano será el modelo, que ha cedido su autonomía al poder real. Dos acciones: someter a un férreo control a los ayuntamientos nombrando a los alcaldes. La base democrática que había habido en la Baja Edad Media se pierde. Es una tendencia que ya habían aplicado los Austrias, mayores y menores. Y una política mucho más intervencionista en materia de haciendas locales. Los arbitrios o impuestos municipales habían sido gestionados de forma más independiente por los ayuntamientos. Eso se va a terminar. La Nueva Planta confirmó la tendencia aristocrática en la selección de aspirantes. Uno de los mayores méritos era el nivel de riqueza de los pretendientes al cargo. En el XVIII se va teniendo la costumbre de comprar y vender los oficios concejiles y de otros niveles de la administración. Realmente estaban comprando el título. El interés de la burguesía de comprar estos títulos para ascender socialmente. Novedades de la segunda mitad del XVIII con Carlos III. Había tenido que hacer frente a los motines. Entonces cambió de política, españolizó la corte. Hay entonces una tímida reforma, un intento democratizador en los municipios. Los amotinados habían instigado a las masas populares para atacar a los que consideraban responsables sobre todo en el tema de los abastecimientos, no había grano, la población se moría de hambre. Democratizar significaba que tuvieran acceso a los cargos ciudadanos independientemente de su nivel de renta. Es un tímido avance, más bien una intencionalidad. Para ello se estableció un régimen de incompatibilidades, para evitar el nepotismo, el tráfico de influencias o la propia transmisión patrimonial de oficios de padres a hijos. Se incluyen tres nuevas figuras: diputados del común, síndicos personeros y alcaldes de barrio. Diputados del común intervienen en los servicios de abastos, había sido la principal queja. Eran los máximos responsables del servicio de abastos y de los mercados públicos, vigilaban los precios. Funciones de policía urbana. El sistema de alistamiento por quintas, es decir al llegar a una determinada edad los muchachos tenían que alistarse. Síndicos personeros. Defensa de los intereses del común de los vecinos en el ayuntamiento o cabildo. Tenía voz, pero no voto. Para recomendar actuaciones en beneficio del vecindario. Ya desde el 1766, al terminar los motines. A partir de 1768 se crea una nueva institución: los alcaldes de barrio. Realizan los censos de los vecinos. La matrícula. Estamos en época protoestadística. Para saber los vecinos susceptibles de pagar impuestos. Y por interés militar. También garantizan el orden público. Posible choque de competencias con los diputados del común. Publican los bandos. Por ejemplo, en lo referente al alumbrado o la limpieza. El asfaltado de las calles y el enlosado de las aceras. Las 4000 farolas que alumbran Madrid con la llegada de Carlos III. El enlosado de las aceras corría a cargo de los vecinos, con excepción de los conventos de monjas de clausura, o la beneficencia pública, como orfanatos, centros de acogida. Centros de recogida de las basuras que había impuesto Esquilache. También visitar y reconocer las tiendas, los bodegones, las costerías, por ejemplo, para velar las normas que prohibían el juego. Y sobre todo que se observaran los precios vigentes. También tenían que recoger a los niños pobres y abandonados y llevarlos a los hospicios y centros de acogida. Por orden del Marqués de Esquilache se daba la instrucción a estos hospicios para que les enseñaran algún oficio. También vigilar la presencia de vagos y ociosos para llevarlos al ejército o a la marina, a los que estuvieran en condiciones físicas aceptables. La principal riqueza en esta época son los hombres y mujeres. Por tanto, el estado no se permite que haya personas ociosas. El XVIII es de crecimiento demográfico, la marginación aumenta. Estamos en un país católico. La institución privada que es la Iglesia Católica que crea la beneficencia cumpliendo el mandato bíblico. Se recoge también a las mujeres que no tienen oficio o que ejercen la prostitución. Hay un intento de reinserción social. Una rehabilitación. Se les enseña un oficio. Hay un conjunto de normativas para incentivar el trabajo manual. Se dignifica el trabajo porque la sociedad necesita de sus hombres y mujeres. Los resultados de estas tímidas reformas fueron más bien mediocres, no consiguieron solucionar la grave situación económica de los ayuntamientos, que tuvieron que recurrir a vender las tierras de propios, siguiendo una práctica que se había iniciado en el XVI. Tenían más gastos que ingresos. A medio y largo plazo es una condena. Las tierras comunales servían para el aprovechamiento de los vecinos. Permitía que algunas familias pudieran sobrevivir. O viudas que no tenían otro modo de vida que ir a recolectar, a espigar. A medio y largo plazo significa la ruina de los ayuntamientos. No se pudo solucionar la grave crisis económica de los ayuntamientos. Tampoco se alteró la estructura tradicional. Los ayuntamientos siguieron estando en manos de las oligarquías, que eran quienes tenían el voto. Incluso en manos de la hidalguía, la nobleza en sus escalones más bajos. Estas medidas no contribuyeron a mejorar la indiferencia general. Los oligarcas mostraron desde el primer momento una enorme hostilidad hacia estos nuevos cargos que procedían del estamento popular. Javier Guillamón afirma que “aunque la introducción de estos nuevos cargos tiene técnicamente un componente democrático el absolutismo lo que hizo fue una concesión graciosa” tras los motines. Fue una regalía de la corona a la plebe para satisfacerla, mostrar el espíritu del rey para con el pueblo y mantener el orden público. La agricultura Fue durante el siglo XVIII la base de la economía española. Apenas hubo modernización y si aumentó la producción fue porque se pusieron más tierras en cultivo, sin embargo, se mantenían unas estructuras de propiedad de tipo feudal y los rendimientos agrícolas seguían siendo muy bajos. En cuanto a la propiedad, gran parte de las tierras cultivables estaba en manos de la nobleza y de la Iglesia y se les denomina “manos muertas”, porque no se podían vender ni repartir y además los grandes propietarios mantenían ciertos derechos señoriales de origen feudal sobre las tierras de los campesinos. Esta situación explica que los ilustrados se plantearan la necesidad de una reforma agraria a la que se opondría la nobleza y el clero. Después de pensar el plan, Pedro decidió que era más factible conseguir su objetivo por el Mar Negro y lanzó un ataque contra el puerto de Azov en el verano de 1695, pero la mala preparación de la campaña y la baja moral del ejército decidieron la contienda a favor de los otomanos, que conservaron sus posiciones. El zar aprendió de este desastre y durante el invierno logró construir una gran flota que le sirvió para conquistar Azov en julio de 1696. Dos años después pudo afirmar que dominaba el Mar Negro. Esta victoria generó un sentimiento de revancha en el Sultán Otomano y, por tanto, un estado latente de guerra, que en cualquier momento podía estallar, tal como sucedió años después. Pedro el Grande sabía que no tenía un ejército capaz de hacer frente a los turcos. Rusia no podía enfrentarse en solitario a un imperio tan poderoso porque más pronto que tarde caería bajo su dominio. Necesitaba que otros países de Europa apoyaran su política y fueran sus aliados en caso de una confrontación bélica. La mejor manera de convencer a unos extraños de un plan concreto y de conseguir aliados es entrevistarse directamente con los interlocutores. Con este objetivo, el zar inició un viaje por Europa para visitar los siguientes países: Francia, Alemania, Países Bajos, Suecia, Inglaterra y Austria. Estableció contactos diplomáticos en Alemania del Norte, Holanda, Inglaterra y Viena, pero no consiguió el objetivo que perseguía: formar una alianza contra los turcos. Sin embargo, aprendió mucho de las formas de vida, la economía y la política europeas. Tuvo la oportunidad de trabajar en astilleros ingleses y holandeses, donde le enseñaron las más modernas técnicas de construcción de barcos. Vio cómo se organizaba un ejército moderno y conoció las fábricas de armas y de artillería pesada. En este sentido, el viaje fue muy instructivo. El Zar comprobó que las reformas se podrían llevar a cabo, pero que exigían tiempo y dedicación. La estabilidad en el trono y las reformas En Rusia se había extendido la idea de que el zar iba a cambiarlo todo. Una facción del partido más nacionalista ruso se sublevó en 1698 contra la política reformista, lo que provocó que Pedro el Grande tuviera que acelerar su vuelta a Rusia y suspender su viaje por Europa. Los problemas políticos exigían su presencia. Pedro aplastó la revuelta y se reafirmó en su proyecto de buscar por todos los medios la forma de modernizar la nación rusa, tomando como modelo a las naciones europeas occidentales. El viaje a Europa convenció al zar de que había costumbres que debían imponerse en Rusia con el fin de transformar la sociedad anclada en un pasado que ya no tenía nada de glorioso. Entre las reformas más importantes de Pedro el Grande se encuentran la creación del Santo Sínodo, que aseguraba la separación entre la iglesia y el Estado, y la ampliación del número de contribuyentes mediante la recaudación de los impuestos por parte de los varones de cada familia. También estableció una división provincial del territorio, que a su vez se subdividieron en distritos y cantones, que fue el primer paso para establecer una sociedad completamente estructurada. Impuso los monopolios sobre la sal, el tabaco, la resina y la potasa; y estimuló la iniciativa privada con la ayuda estatal. Además, fomentó el desarrollo industrial en los Urales, en los sectores minero y metalúrgico. Estas reformas económicas ayudaron a Pedro el Grande a sostener su agresiva política exterior, que exigía muchos recursos y grandes esfuerzos a económicos a los rusos. Sin embargo, todos estos cambios se realizaron como fruto de un gobierno absolutista, con formas autoritarias, y una actitud y modos de actuar que no fueron aceptados ni por una aristocracia que veía cómo se esfumaban sus privilegios ancestrales, ni por un pueblo que percibía que los cambios no les generaban beneficios algunos. Se vio obligado a soportar graves sublevaciones y disturbios. En el ámbito militar, Pedro el Grande impuso la leva obligatoria para conseguir un ejército estable y adiestrado. Su trato con la nobleza fue reservado, distante y desconfiado, porque la consideraba un lastre para la modernización de Rusia y sabía que no podía apoyarse en este estamento para llevarla hacia la modernidad. Entre las reformas más radicales destacan las que afectaban a las costumbres de la población. Por ejemplo, se obligó a que los hombres se cortaran la barba porque en su viaje por Europa había visto que los hombres de Estado, los grandes políticos y empresarios no solían llevar barba y cuidaban su aspecto externo. Impuso que aquel que deseara seguir luciendo una barba copiosa tendría que pagar un impuesto anual de 100 rublos, una cantidad elevada. Las mujeres debían quitarse el velo que cubría la cara y asistir a las reuniones sociales con el ánimo de aprender, participar activamente en las discusiones y seguir los modos y costumbres europeas. Es decir, que la mujer rusa debía de abandonar su estatus de sumisión absoluta y total al poder del hombre y comenzar a tener una cierta autonomía. Los éxitos en el Báltico Pedro el Grande pronto se dio cuenta de que la conquista del Báltico abriría las puertas a Rusia para mantener un intercambio económico, político y cultural fluido y permanente con las naciones occidentales europeas. Para realizar el proyecto sabía que tenía que enfrentarse con la potencia hegemónica que controlaba la zona: Suecia, que además contaba con aliados importantes y muy interesados en el control del Báltico, como Polonia y Dinamarca. Estas dificultades no arredraron a Pedro el Grande, que inició un conflicto que se prolongó hasta 1721, conocido en Rusia como «Guerra del Norte», y que supuso su consagración como zar. Las hostilidades comenzaron con el siglo XVIII, en 1700, cuando los rusos sufrieron una gran derrota en el puerto fluvial de Estonia, que consiguieron dominar cuatro años después. Desde esa cabeza de puente lograron conquistar los territorios dominados por Suecia y sus aliados Ingria, Carelia, Estonia y Livonia, y consiguieron una importante y decisiva victoria en la batalla de Poltava, donde el invencible rey Carlos XII de Suecia fue derrotado en 1709. Estos éxitos permitieron que Rusia lograra asentarse en el Báltico Oriental y conquistar Riga, Reval y Viborg. Tras la decisiva victoria de Poltava en 1709, la guerra continuó con nuevos éxitos de los ejércitos rusos. Finalmente, Pedro el Grande hizo firmar a sus enemigos el Tratado de Nystad en 1721. Rusia se quedó con todos los territorios conquistados del Báltico y Pedro I se ganó el sobrenombre de «El Grande», con el que se ha identificado desde entonces. Los éxitos del norte contrastaron con los fracasos en el sur, donde los rusos fueron derrotados en el Prut por los turcos, perdieron Azov y todo el territorio anteriormente conquistado y, por consiguiente, la salida al mar Negro. Pedro I no quería firmar la paz, pero su mujer Catalina le convenció de que era mejor una paz que seguir sufriendo reverses que pondrían en peligro su permanencia en el trono. Después de las campañas del Báltico y su decisiva victoria, Pedro el Grande fundó San Petersburgo y destinó grandes recursos a su construcción y embellecimiento para convertirla en una ciudad emblemática de la nueva Rusia con la que soñaba el Zar. Imitó a otros países europeos y favoreció la instrucción pública y creó los primeros institutos superiores, como la Escuela Politécnica y la Academia de Ciencias, que se asentaron en la nueva ciudad. San Petersburgo se convirtió en un importante centro cultural, símbolo de la modernidad que Pedro el Grande quería, y doce años después se erigió como capital de Rusia. La construcción de San Petersburgo requirió un grandioso esfuerzo económico y la participación de unos cuarenta mil trabajadores que se vieron obligados a soportar unas duras condiciones climáticas. Muchos de ellos murieron sin ver concluida la obra. Durante el largo proceso de construcción de San Petersburgo, se prohibió iniciar o continuar cualquier otra obra en toda en Rusia. Para convertir la ciudad en un centro económico y político de primer orden, el zar obligó a todos los hombres ricos a construirse una casa de al menos dos pisos por familia. Los éxitos en la política interna y en el exterior se vieron empañados por los conflictos familiares. En el año 1718, Pedro el Grande se vio forzado a condenar a muerte a su hijo y heredero Alexis, acusado de traición al haberse convertido en el líder de la oposición formada por la aristocracia conservadora rusa que intentaba bloquear y retrotraer el proceso de reforma del zar. Consolidada la posición hegemónica en el Báltico, Pedro el Grande decidió conquistar parte de los territorios de Persia que eran colindantes con Rusia, durante los años 1722 y 1723. Su dominio se extendió desde Bakú a Derbent, y consiguió la cesión de las provincias ribereñas del Mar Caspio que era una gran fuente de riqueza y recursos naturales. Después de vivir una vida plena, entregada a la modernización de Rusia, y de haber fundado un auténtico imperio que dominaría el Oriente de Europa, Pedro el Grande murió en San Petersburgo, ciudad que encarnaba todos sus sueños, en 1725. Le sucedió su esposa Catalina I, donde Rusia era gobernada por primera vez por una mujer. Catalina I Catalina I fue Zarina de Rusia de 1725 a 1727. Su nombre original era Marta Skavronska y se cree que era una campesina polaca nacida en Letonia en 1684, cuando era una provincia de Suecia. Fula le hija de Samuel Skavrosnky y Elisabeth Moritz. En 1703, cuando Pedro el Grande fundó San Petersburgo y trasladó allí la corte, se convirtió Marta en su amante, casándose en secreto en 1707, luego ella se convirtió a la religión ortodoxa y tomó el nombre de Catalina Alekséievna. Con su esposa Pedro I tuvo once hijos de los que sobrevivieron Ana e Isabel. A pesar de que él estuviera casado todavía con Eudoxia Lopukhina, a quien había encerrado en un convento y con quien tenía un hijo, Alejo Petrovich, al que ejecutó finalmente, Pedro I se casó manera oficial con Catalina, siendo su segunda esposa. Dio a Catalina el título de Emperatriz. Así Catalina I fue la primera mujer en Rusia que obtuvo este título, porque hasta entonces la esposa del Zar era conocida sólo como su esposa y nada más. En 1724, fue nombrada corregente. Al morir el emperador en 1725 ella tuvo que resistirse a la oposición del clero y de los boyardos, que estaban en su contra las reformas realizadas, y a la del pueblo que apoyaba los derechos del príncipe Pedro, hijo del zarevich Alejo Petróvich. La nobleza nueva del círculo de Pedro I, con Menshikov a la cabeza, y sus colaboradores burgueses la apoyaron, y la guardia la proclamó Emperatriz. Fue el inicio de una época de la Historia de Rusia caracterizada por continuos golpes de estado, intrigas del corte y por el gobierno de favoritos. Durante su reinado continuó la obra de su esposo, apoyada sobre todo por Ménschikov, que era el virtual gobernador, y siguiendo el consejo de amigos y favoritos. En 1726 creó un consejo privado al que concedió la mayoría de los plenos poderes que hasta entonces tenía el Senado, lo que produjo disensiones en la nobleza que no tardó en dividirse en varios partidos, mientras Catalina trataba de aproximarse a ellos nombrando sucesor al príncipe Pedro. Encontró a sus cuatro hermanos y los llevó a Rusia, dándoles los recién creados títulos de condes y condesas. En política exterior soportó la liga austro-española, para sostener contra Inglaterra a su yerno, el Duque de Holstein, casado con la princesa Ana, padres del futuro Pedro III. Junto con los países escandinavos formó la Liga de los Neutrales para garantizar la seguridad del transporte marítimo en el Atlántico durante la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, lo que colaboró al aislamiento internacional de Inglaterra. Fundó la Academia de ciencias de San Petersburgo, entre cuyo profesorado contrató a los matemáticos Leonhard Euler y Daniel Bernoulli. En general sus políticas fueron razonables y prudentes. Finalmente, murió en 1727, con 43 años, siendo sustituida por: Pedro II Al morir Catalina I, Pedro II fue proclamado en mayo de 1727 emperador de Rusia. De hecho, se convirtió en zar por casualidad: los herederos de Pedro I (Pedro y Pablo) murieron jóvenes y Pedro se convirtió en el único sucesor al trono. Sin embargo, por las leyes, no podía gobernar en solitario antes de alcanzar la edad de dieciséis años. El nuevo zar tenía únicamente doce años y la tutela pasó a las manos del antiguo compañero de su abuelo Pedro I, Alexandr Ménshikov. Formalmente de los asuntos de Estado se ocupó el Consejo Supremo Privado, un organismo de consulta con ocho representantes de las familias más influyentes del país. El zar asistió a las sesiones del Consejo tan solo una vez en casi tres años y todas las decisiones importantes estuvieron a cargo de Ménshikov. En verano de 1727 Ménshikov enfermó y estuvo alejado del zar durante varias semanas. Los enemigos del tutor de Pedro II se aprovecharon de su ausencia y mostraron al zar los protocolos del juicio que se hizo a su padre, Alejo. En los protocolos, entre los que mandaron torturar a Alejo figuraba el nombre de Alexandr Ménshikov. Pedro II lo acusó de alta traición y del robo del tesoro imperial, y lo desterró a Siberia. La destitución de Ménshikov no dejó a Pedro II sin el cuidado de adultos experimentados. El poder pasó a la familia de los boyardos Dolgorúkov. Ellos se llevaron a Pedro II de San Petersburgo a Moscú. Así la antigua ciudad rusa volvió a convertirse en la capital del imperio. Los Dolgorúkov también quisieron incorporarse a la familia del emperador y así se preparó el matrimonio de Pedro II con la princesa Catalina Dolgorúkova. La fecha de las nupcias se fijó para el treinta de enero de 1730. En la madrugada del mismo día Pedro II murió de viruela. Así acabó el linaje masculino de la dinastía Románov. En los casi tres años del reinado ficticio de Pedro II no se tomaron importantes decisiones en la política del país. Es más, las reformas de su abuelo, Pedro I, se echaron atrás. En particular, las Fuerzas Armadas, especialmente la Marina de guerra, perdieron capacidad combativa. Los aristócratas regresaron al poder y desplazaron a los cortesanos sin títulos nobiliarios que habían sido promovidos en la época de Pedro I. Uno de los resultados del gobierno de Pedro II fue el fortalecimiento del poder del Consejo Supremo Privado. Tras la muerte del emperador, sus miembros (los boyardos Dolgorúkov y Golitsin) prepararon un plan para despojar a los monarcas rusos del poder absoluto. Este plan estuvo cerca de cumplirse al comienzo del reinado de Ana I, que asumió el poder tras la muerte de Pedro II. Ana I, Iván VI, Isabel I y Pedro III A la muerte de Pedro II, que no dejó herederos directos, se reunió el “Consejo Privado Supremo” y escogió a Ana I como emperatriz. A cambio, ella accedió a firmar unas Condiciones que suponían un intento de establecer una monarquía constitucional. La intención de los miembros del Consejo, compuesto por los más grandes boyardos era poner en el trono a alguien fácilmente influenciable y que aceptara dócilmente firmar decretos que limitaran el poder imperial. Pasados 37 días, la emperatriz romperá las Condiciones en público, disolverá el Consejo siendo sus miembros destituidos y enviados a Siberia. Aprovechando la simpatía que generó en los regimientos y en la Guardia imperial, es bajo su apoyo que Ana se impuso como una verdadera autócrata. Una de sus primeras medidas consistió en activar una policía secreta que utilizó durante todo su reinado para intimidar y aterrorizar a quien se opusiera a su política. Desconfiando de la nobleza rusa, la alejó de las posiciones de poder que ofreció a personalidades de las regiones alemanas. Ana estableció una alianza con Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico y llevó al Imperio Ruso a participar de la Guerra de Sucesión Polaca, imponiendo en el trono de Polonia a su candidato Augusto III. El año 1735 atacó al Imperio otomano, pero Carlos VI firmó una paz aparte que obligó a Rusia a suspender las hostilidades y a devolver todas las conquistas a excepción de Azov. Además, durante su gobierno, se inició la expansión de Rusia hacia el Asia Central. Financió la Segunda Expedición a Kamchatka por la que Vitus Bering descubrió, entre otras tierras, Alaska. Murió el 28 de octubre de 1740, al igual que su antecesor, sin dejar herederos directos, y nombró a su sobrino nieto Iván, Iván VI, que solamente contaba con unos meses de vida, como su sucesor, por lo que estuvo bajo dos regencias, la de Ernst Johann von Biron (duque de Curlandia), y la de su madre. Trece meses después, un golpe de estado llevó al trono a Isabel I, hija de Pedro I, en 1741, encarcelando al zar y a su familia. Isabel I, hija de Pedro I y Catalina I, Realizó numerosas reformas: abolió la pena de muerte, estableció el Senado, creó un Consejo político supremo, suprimió las aduanas internas, fundó la Universidad de Moscú y la Academia Imperial de las Artes y reorganizó el comercio interior. También amplió los poderes de la nobleza (restringidos por Pedro I de Rusia), lo que hizo empeorar las condiciones de vida del campesinado. En política exterior, apoyó militarmente a María Teresa I de Austria, durante la Guerra de Sucesión austriaca. Durante la Guerra de los Siete Años, integró una coalición con Austria, España, Francia, Sajonia y Suecia contra Federico II de Prusia y sus aliados, Inglaterra, Portugal y Hanóver. Su alianza con María Teresa favoreció a Austria en su disputa con Prusia por la supremacía sobre los Estados alemanes y por el dominio de Silesia. Bajo su mando, el poderío ruso infligió grandes pérdidas al ejército prusiano. Sin embargo, su muerte en 1762 haría cambiar el curso del conflicto y dio lugar al milagro de la Casa de Brandenburgo. Su nieto Pedro, hijo de su hermana Ana Petrovna, el cual adoptó como su hijo, fue nombrado zar de Rusia, como Pedro III, donde tuvo un muy breve reinado. Cuando llega al trono en enero de 1762, Rusia estaba en guerra con la Prusia de Federico II el Grande y Pedro pronto firmó un tratado de paz en el que sacrificó todas las ventajas que había obtenido Rusia durante la guerra de los Siete Años (Prusia Oriental y Pomerania), lo que contrarió a muchos nobles rusos. En el interior, le aguardaba una ingente tarea de reconstrucción hacia la modernidad. Convertirla en una potencia. No podía dejar esa iniciativa en manos privadas, tenía que ser una tarea estatal. “el príncipe es al Estado lo que la cabeza es al cuerpo”. Efectuó pocos cambios al sistema administrativo. Duró hasta 1806 el directorio general. Simplemente elevó la eficiencia del sistema que había implantado su padre. Era un déspota ilustrado. Veía la situación en su conjunto. Trabajaba con ahínco, ya que veía a los miembros del directorio general sólo dos o tres veces al año, tenía un carácter consultivo. El rey no les reúne, sabe que su misión es dirigir los designios del estado. La tarea constante del rey era fundamentalmente la economía. Puso sus ojos en estimularla y reparar el daño de la guerra de sucesión austriaca. Con pensamiento mercantilista, proteccionista, intervencionista, militarista, mineralista. En 1752 escribe “la base del comercio y de la industria es impedir que el dinero salga del país”. Esto es, comprando productos de fuera. La clave es fabricar en el país las cosas que solían comprar en el extranjero. El estímulo para el progreso económico sólo podía venir del Estado. En Prusia no hay una potente burguesía, no hay grandes ciudades y menos industriales. Hay una nobleza aristocrática, terratenientes latifundistas. “Ninguna tierra sin señor” era el lema. Se fundamenta sobre una masa campesina adscrita al territorio, en un régimen de servidumbre. No hay iniciativa privada que debería de provenir de una burguesía que no hay. El Estado sustituye esa ausencia de iniciativa privada. Bismarck más adelante tomará las riendas de la industrialización mecanizada, de las fábricas. Para convertir a Alemania en la gran potencia, como Gran Bretaña o Japón. Tampoco había burguesía, no había un desarrollo urbano potente. El único poseedor del capital es el Estado y al frente de él el rey. Proporcionaba la mayor parte del mercado, abastecía a los ejércitos, era el principal comprador. La iniciativa estaba encabezada por el rey. Hizo uso de los recursos mercantilistas, con aranceles, sobre todo externos. Para frenar las importaciones. Algunos territorios europeos como Francia, que era la cuna de la fisiocracia, que era partidaria de liberar el comercio del grano. Adam Smith ya hablará del libre tránsito, laissez faire, laissez passer. La única que practica el libre cambio es Gran Bretaña. El resto tendrá que esperar a mediados de siglo para que empiecen tímidamente la industrialización en España y Portugal. En Alemania habrá que esperar hasta la década de los 70. Federico funda compañías de comercio ultramarino, la Compañía de Prusia y la Compañía de XXX. No eran competidoras que las grandes compañías inglesas. En el interior del país sí que liberó el comercio reduciendo los aranceles. Para evitar las crisis provocadas por el hambre y las malas cosechas. Facilitó el tráfico de mercancías, construyó puertos, puentes, caminos, mejoró el Oder como vía navegable. Para la madera, los productos de las minas, y los textiles. Sobre todo, de Silesia. Para facilitar el tráfico de mercancías el estado tuvo que asumir también las actividades crediticias. Se instaló un banco en Berlín con sucursales en otras ciudades. El capital lo proporcionaba el rey. El resultado fue un considerable desarrollo industrial y una amplia diversificación de productos. Lo hizo sin endeudarse. Su balanza de pagos fue favorable. Consiguió un incremento de la renta nacional. Prusia era un país agrario. El servicio estatal gastó mucho dinero en la agricultura, contrató a especialistas, incluso extranjeros. Expertos que enseñaban a los campesinos tradicionales a introducir nuevos métodos de cultivo. Obtuvieron éxito en las granjas enclavadas en los dominios del patrimonio real. Pero las tierras propiedad de los junkers, de los nobles terratenientes, quedaron al margen de esta iniciativa gubernamental. Que eran la mayoría de los territorios de Prusia. Quizá lo más efectivo fue la política de estabilizar el precio del grano. Construyendo silos para guardar el grano en época de grandes cosechas para ponerlo a disposición en épocas de malas cosechas o de guerras, evitando movimientos especulativos. Hizo mucho también para ayudar a repoblar el campo prusiano con extranjeros. Parecido a lo que hará Carlos III en Sierra Morena. Con concesiones económicas, en forma de exenciones fiscales. Fue la razón de que la población prusiana se duplicara de 2,5 millones hasta los 5 millones de habitantes. Permitió aumentar el número de efectivos del ejército. De 83.000 hasta más de 200.000 soldados. La balanza de pagos pasó de 500.000 talers (antecedente del dólar) a más de 3 millones de superávit. El tesoro del estado aumentó de 8 a 51 millones. Federico el Grande es la encarnación del déspota ilustrado. La mayor parte de sus energías se emplearon en construir y enriquecer el estado y en la tarea de proporcionar hombres y dinero al ejército. Duplica la población para tener más mano de obra y para servir al rey en el ejército. Él mismo era un intelectual. Hablamos de élites ilustradas que ponen apellido a las grandes culturas europeas. Despreciaba a la gente común. Eso es lo que es la Ilustración, sólo tiene en cuenta a las minorías formadas en las academias, en las universidades, en los salones. Presta atención al pueblo en tanto en cuento proporciona bienestar al estado. Movido por este interés promovió un plan de educación elemental. Para mejorar el nivel de instrucción del pueblo llano. A finales del Antiguo Régimen los prusianos eran probablemente el pueblo mejor escolarizado e instruido de toda Europa. Produjo toda una generación de jóvenes entusiasmados con la Ilustración. Goethe, Schiller, Kant, etc. Federico estaba entusiasmado con la Ilustración francesa. El alemán lo considera una lengua semibárbara. Mantiene una estricta distancia entre los intelectuales y el estado. “Ellos (los intelectuales) deben descubrir y nosotros (el estado) practicar”. Un aumento de la burocracia y del funcionariado público al servicio del estado. Unos funcionarios que irán adquiriendo preponderancia. En Prusia, este fenómeno que era europeo, estas élites burocráticas se convertirán en un contrapeso a las élites aristocráticas. La burocracia irá envejeciendo con sus funcionarios, se va a anquilosar, se corrompe. Se da una gran contradicción. Los burócratas llegarán a sentirse tan poderosos que diseñarán su propia política en ocasiones en oposición al rey. Ese núcleo de la administración central abandonará su papel porque Federico no les reunía. El rey se apoyó en las cámaras provinciales militares. Le interesan los asuntos de la guerra que prefiere consultar con ellos. En eso basa su gobierno interior. Esto estimuló el renacer del poder local de los junkers. Justo lo contrario de lo que había pretendido. Al haberse convertido la burocracia en algo hostil al rey. Por eso se volvió hacia la nobleza a la que animaba a participar en política. Que elevasen sus sugerencias a Berlín, donde estaba el rey. También les coloca en las altas judicaturas, y no les pone trabas a administrar sus tribunales locales. La revitalización del poder de los nobles y XXX fueron dos de los métodos que utilizó Federico para evitar la obstrucción de la burocracia. Realizaba viajes para controlar su correa de transmisión que eran sus nobles. Con su control de los asuntos públicos los junkers podían paralizar cualquier movimiento modernizador. Por eso la vida prusiana se impregnó de conservadurismo. • El ejército: Federico → rey soldado. Va a mantener su posición de principal destinatario de los esfuerzos de la nación. Recordemos la enemistad con Austria. A final de siglo, éste quedó retrasado respecto al adiestramiento y la equipación, por ej., si lo comparamos con el de Luis XIV. • Inmovilismo social: Estructura social entre nobles y campesinos (régimen de servidumbre). Modelo social muy conservador. Los junkers fueron aumentando sus posesiones, mientras que los campesinos mantuvieron su posición. • Consecuencias fiscales del ejército: retrasaron el progreso. Sistema económico de los Hozenzoller → mercantilismo. Mientras que Francia y GB desde mediados del XVIII caminaban hacia el liberalismo económico. Era el Estado el que suplía las carencias. Se protegió la producción propia → sistema controlador, con aranceles. Esta red de controles se convirtió en un obstáculo para el progreso. Impuesto sobre el comercio interior. Regulación estatal de los gremios. Gran brecha entre mundo urbano y el rural. • El sistema de Federico (como un cuartel militar: orden y todos obedecen) impidió la modernización social. Lo peor: la ausencia de burguesía. Los grupos intermedios (funcionariado medio) estaban demasiado ocupados en su ascenso social, por lo que no criticaron el sistema. El rígido sistema se mantuvo por inercia. Los sucesores de Federico el Grande se vieron imposibilitados por el resurgir de la nobleza. Se convirtió en el primer estamento del Estado. A su muerte, obtuvieron el control absoluto del Estado. A finales del Antiguo Régimen, Prusia era una aristocracia (cuando la nobleza tiene poder) más que una monarquía. El AR vio una Prusia en decadencia. Durante los 20 años siguientes a su muerte, se acumularon sus fallos hasta que fueron derrotados por Napoleón. Fue necesaria esta crisis para que Prusia se planteara el comienzo de las reformas. Se realizarán entre 1806-19 → Reformas de Stein y Hardenberg. Reestructuración de la organización política y económica prusiana, y del sistema de producción, de inspiración liberal. Después del desastre militar con Napoleón, se firmó el segundo tratado de Tilsit. Que desmembró su territorio (perdió la mitad) y tuvo que pagar fuertes indemnizaciones. Por tanto, quedó fuera del círculo de grandes potencias, aunque a lo largo del XIX volvió a recuperar ese puesto. LA MONARQUÍA AUSTRIACA EN EL XVIII Anteriormente, se hicieron muchos intentos para unificar la zona, aunque fracasaron. La fragmentación política que representaba el SIRG hasta el XVIII era anacrónica. Los Habsburgo controlaban solo sus territorios, no podían actuar en los colindantes. Se vieron obligados a una política de absolutismo centralista, siguiendo el modelo francés en el XVII, y prusiano en el XVIII. Pero cuando intentó imitar a sus vecinos, es demasiado tarde, ya que carecía del poder suficiente. La importancia de Austria le vino dada por sus procesos expansionistas. Necesitaba una expansión hacia el sureste en la búsqueda de los puertos calientes. Le llevó a enfrentarse con los otomanos. Recuperaron la totalidad de Hungría. Los turcos habían destruido el poder magiar (húngaro), y era una provincia sometida a su poder. Adquirió nuevos territorios a costa de España en el norte de Italia, y en los Balcanes. Además, recordemos que tenían territorios en los PPBB. Por tanto, era un estado heterogéneo, de muchos pueblos y religiones. Aunque esto no mermaba su poder, ya que en el XVIII no estaba desarrollado el nacionalismo (a excepción del pueblo húngaro, que siempre reivindicó su autonomía). Los únicos denominadores comunes eran la dinastía Habsburgo, y la lengua. El auge de Prusia se convirtió en un gran rival a medida que se fue engrandeciendo. Su crecimiento vino en detrimento de Austria. Iniciado el siglo XVIII, nos remontamos al reinado de Carlos VI, candidato a reinar en España. Este rey, a la muerte de Leopoldo sin herederos, es elegido nuevo emperador. Aunque deja a su esposa y colaboradores en Barcelona en plena guerra de Sucesión, se desplaza a territorio germánico y toma posesión imperial. Acaba renunciando a la Corona española. Se abrió con la firma del Tratado de Passarowitz, recuperación de gran parte de tierras húngaras. El auge de la Contrarreforma significó el renacimiento de una vida artístico- religiosa impulsada por las órdenes religiosas, y también por el Emperador y la aristocracia austriaca. Carlos VI era un gran amante de la cultura barroca. Rechazó toda la revolución científica, y los principios ilustrados, ya que entran en conflicto con Dios. Entre 1723-25 los pocos protestantes que hubo en Austria fueron expulsados. Es un ejemplo de cómo la intolerancia y la desconfianza hacia el progreso, estaba instalada en Austria. Cualquier espíritu de evolución se obstaculizó. La Iglesia era el principal propagandista del reino desde los púlpitos, predicando la sumisión al poder. Es una de las razones de la falta de desarrollo económico. Hay que sumarle que Austria está situada junto a la ruta fluvial del Danubio, cuyo recorrido llega a los Balcanes. Pero el comercio europeo miraba al oeste. Austria estaba a la espalda de Europa. Tenía puertos que eran una ventana al Mediterráneo, aunque estaban muy mal comunicados. Las conexiones eran muy deficientes. Otra carencia era la flota. Austria era un imperio terrestre, por lo que no tenía una flota propiamente dicha. A esto añadimos la falta de carreteras (constante en Europa) y ríos no navegables, todo ello lastraba su desarrollo. Austria, por tanto, no tenía nada que hacer contra Francia o Inglaterra. Tampoco tenía mano de obra, en parte por la pérdida de población tras la Guerra de los 30 años, que no se recuperó hasta la tercera década del XVIII. Campo férreamente controlado por el régimen señorial → sistema medieval. Y los campesinos, en régimen de servidumbre, no pueden hacer nada. Ciudades inexistentes, las pocas que hay, en decadencia. Todos estos factores fueron la causa de la debilidad de los Habsburgo, y la pobreza del reino. Su poder era demasiado pequeño para llevar a cambio reformas importantes. Por tanto, con Carlos VI se continuó en el absolutismo. En la Corte, en Viena, se elaboran las decisiones. Todos los demás territorios no cuentan. Eran administrados por cancillerías independientes. Hay otros organismos centrales como la tesorería, o de consejo general. Todos están supervisados por un consejo privado, aunque con carácter consultivo. Carlos VI contribuyó a la construcción del Estado dedicando sus esfuerzos para obtener de Europa la obtención de la Pragmática Sanción (1713), que provocó una guerra (Guerra de sucesión de Austria). Era un acuerdo privado de los Habsburgo, que se convirtió en ley, según la cual el trono pasó a su hijo mayor. Pero éste murió inesperadamente, y queda una hija, María Teresa, nacida en 1717, que se convirtió en la única heredera al trono imperial. Carlos se vio obligado a hacer arreglos para facilitar esta sucesión, necesitó que esta ley fuese aprobada por los distintos reinos europeos. María Teresa de Austria La última soberana de los Habsburgo. Con su matrimonio, Francisco III duque de Lorena, la dinastía pasó a llamarse Casa de los Habsburgo-Lorena. Al morir su padre en 1740, tuvo que hacer frente a una dificilísima situación. No hay crédito, no hay burguesía, ni ejército potente, ni experiencia. Además, formación de una coalición europea para extinguir la dinastía austriaca. Tuvo que buscar un apoyo: la nobleza húngara, a la que correspondería garantizando un gobierno autónomo. Esto fue lo que salvó a la monarquía austriaca. Sobrevivió a la Guerra de Sucesión Austriaca. Ésta transformó a Prusia a una potencia de primer orden. Administración central María Teresa se atuvo en Austria parcialmente a los principios ilustrados. Mediante una serie de reformas administrativas, hizo un estado burocrático unido por una administración central. Alrededor de ésta, organizaciones provinciales, y por debajo, locales. Hungría y Bélgica quedaron al margen de esta centralización. Las fuerzas armadas austriacas, el servicio civil, la economía, etc., necesitaban una modernización urgente. Tras la muerte del emperador Francisco III del SIRG, fue cuando se realizaron las principales reformas, con su hijo José II. El objetivo era el centralismo, perfeccionar la máquina del absolutismo centralista. El canciller Haugwitz propuso un aumento del ejército a causa de la debilidad mostrada en la Guerra de Sucesión, tras la que perdió Silesia, de gran importancia. Requería un gran presupuesto. Creó un plan de impuestos de 10 años, al terminar la guerra (1748). Las contribuciones en especie fueron sustituidas por metálico. La nobleza y el clero, por primera vez, tendrían que colaborar. Igual pasó con los campesinos. Por otra parte, la emperatriz llevó a cabo una reforma del código penal. Al directorio general presidido por Haugwitz le serán arrebatadas competencias, como, por ejemplo, asuntos de política internacional. Pero a cambio se hizo a cabo de la tesorería y del comercio. Se creó una oficina suprema de justicia, encargada de los asuntos judiciales. Funcionó tan mal durante la Guerra de los 7 años que cambió de liderazgo: Caunwitz pasó a ser el nuevo canciller. En 1761 le cambió el nombre: Cancillería conjunta de Austria y Bohemia. Le quitó la competencia de las finanzas, que las atribuyó a una tesorería independiente. La administración quedó así: Cancillería de Estado, Oficina de Justicia, Tesorería, Oficina de cuentas, Consejo supremo (guerra). Como colofón, creó el Consejo de Estado, por encima de todos, como órgano consultivo. Absolutismo burocrático: distribución de las competencias. Administración provincial y local En el nivel territorial (landers) se instaló un equipo administrativo (gubernium) bajo las órdenes del Directorio. Se encargaba de asuntos fiscales y militares. Servicio militar obligatorio similar al prusiano. La justicia, separada, encargada de los tribunales provinciales. A nivel local, se dividía en distritos. Al frente, un funcionario civil (jefe de distrito), responsable ante el gubernium. Fueron aumentando sus competencias, hasta el punto que las dietas perdieron las suyas. Por tanto, quedaron instituciones paralelas bajo el control real. Los nobles se alejaron de las asambleas, una vez perdidas las atribuciones. La Corona, por tanto, fue avanzando en sus medidas a expensas de la nobleza. Esto permitió a la Corona su sustitución por profesionales ilustrados. Para ello había que reformar la educación. Relaciones con la Iglesia: recordemos que Austria era muy católica. Estaba en su programa reducir su poder. Regalismo: el rey controla los asuntos eclesiásticos. Las escuelas y universidades, antes en sus manos, eran un lastre. También controlaba la prensa, amén de sus numerosos privilegios, entre los que destacan los judiciales: tenían sus propios tribunales. Era, por tanto, un poder muy peligroso contra la Ilustración. María Teresa ejerció una política de acoso para disminuir su rango, lo que le causaba grandes problemas de conciencia. Por lo que fue su hijo y Caunwitz quienes la convencieron a llevar a cabo estas medidas. En 1765 se acometieron dos grandes campañas: primero para cortar sus vínculos con Roma, y la segunda, para reducir su poder y aumentar su productividad (gravándola con impuestos). La economía fue evolucionando de ideas mercantilistas a fisiocráticas. Austria y Bohemia tuvieron un mercado común, se creó una muralla arancelaria para proteger su producción. Mejoras de las comunicaciones. Pero la calidad de los productos austriacos no podía competir con Francia, GB ni los turcos. Bohemia se convirtió en la zona más industrializada tras la pérdida de Silesia. Zonas como Carintia estaban muy atrasadas. El perfil cimentado en la agricultura de Austria fue otra de las razones por las que su industrialización fue lenta. Los campesinos dependientes de los señores tenían una condición de servidumbre. Además, tenían que pagar impuestos en especie. Plan de la Corona: emancipación del siervo (que no llegó hasta mediados del XIX) para colocarlo bajo su amparo. De todas estas medidas, Hungría quedó excluida por lo que vimos, aunque la reina terminó actuando sobre ésta fuera de sus instituciones. Lo hizo para colonizar las zonas de los Balcanes, y vigilar de cerca al Imperio Otomano. En resumen, se consolidó el dualismo austro-húngaro, que duró hasta 1918.
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