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HISTORIA MODERNA II, Apuntes de la parte social y económica, Apuntes de Historia Moderna

Apuntes de la asignatura Historia Moderna II del grado en Historia de la USC. Solo está la parte social y económica, que es el bloque que entra siempre como parte de la materia expositiva (los otros dos bloques, política y cultura, formarán parte de la misma en función de lo que decida cada profesor/a). Los apuntes no están hechos en base a la explicación concreta de ningún profesor, sino que sigue las líneas generales de lo que tanto Lopo como Saavedra dieron y están completados con la bibliografía específica recomendada para la asignatura. Por lo tanto, estos apuntes son válidos para cualquiera de los profesores (como así ha quedado constatado el año pasado), aunque siempre es recomendable tener en cuenta las cuestiones concretas que mencione cada uno en clase para complementar. Para cualquier cuestión o explicación que sea necesaria sobre la materia, no dudéis en contactarme.

Tipo: Apuntes

2022/2023

Subido el 21/12/2023

Pablo_Molejón
Pablo_Molejón 🇪🇸

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¡Descarga HISTORIA MODERNA II, Apuntes de la parte social y económica y más Apuntes en PDF de Historia Moderna solo en Docsity! HISTORIA MODERNA II - USC APUNTES DE LA PARTE SOCIAL Y ECONÓMICA PABLO MOLEJÓN FONTÁN 1 HISTORIA MODERNA II PABLO MOLEJÓN FONTÁN 1 DINÁMICAS POBLACIONALES EN LA BAJA EDAD MODERNA (1650-1800) LAS CLAVES DE LAS CIFRAS DEMOGRÁFICAS El periodo que analizamos en esta asignatura empieza al principio de lo que a grandes rasgos será el lento proceso de recuperación económica y demográHica de la crisis Hinisecular (iniciada con carácter general entre 1570 y 1590) que sucedió al periodo de la revolución de los precios (aproximadamente 1480-1570/90). La crisis había causado enormes estragos a nivel económico y demográHico en prácticamente todo el continente, seguidos de una ligera recuperación a partir de 1630 y de un estancamiento entre 1660 y 1690 aproximadamente. Obviamente, esto es una descripción general ya que, como sabemos, a la hora de hablar no solo de demograHía sino también de agricultura o industria, existen enormes desequilibrios territoriales. Por ejemplo, en el centro, este y sur de Europa, la población permaneció estancada prácticamente todo el siglo: si su índice de población en 1600 era 100, solo habrá crecido hasta 105 en 1700, algo que tiene que ver no solo con un crecimiento vegetativo a partir de 1630/40 sino también con las catástrofes demográHicas experimentadas previamente en estas regiones. En cambio, en el norte y el noroeste del continente, la población pasó de índice 100 en 1600 a 128 cien años después, algo que tiene que ver con que entre 1590 y 1650 la población en aquellas regiones continúa creciendo, si bien de manera menos pronunciada que antes de 1590, y solo se estanca a partir de la segunda mitad del siglo y hasta la década de 1690-1700. A nivel general, vamos a distinguir entre un crecimiento mucho menos pronunciado entre 1650 y 1700, con enormes diferencias regionales; y un crecimiento bastante más exponencial y generalizado (si bien con desequilibrios igual) a partir del siglo XVIII, como muestra la gráHica. Por otra parte, ya en el siglo XVIII, la población crecerá de manera extraordinaria y exponencial en la mayoría de países europeos. En la primera mitad del siglo, las dinámicas territoriales del crecimiento demográHico (diferenciación noroeste-centro/sur) permanecerán constantes, si bien existen excepciones, naturalmente. A partir de la segunda mitad del siglo, y como vemos nuevamente en la gráHica de arriba, el crecimiento será aún 2 HISTORIA MODERNA II PABLO MOLEJÓN FONTÁN 4 gráHica1 vemos cómo el país con mayor densidad de población es, para sorpresa de nadie, Inglaterra, mientras que países como España o Rusia tienen una densidad mucho menor, algo que nos habla de un mayor grado de urbanización en el primer país que en los dos últimos. A nivel general, y siempre teniendo en cuenta las variaciones territoriales, diferenciamos dos periodos urbanizadores en la Baja Edad Moderna. El primero, situado entre 1650 y 1750, caracterizado por un aumento considerable de las ciudades de más de 20.000 habitantes y de aquellas que doblan su población. Este crecimiento es, como decimos, desigual entre territorios, y está condicionado principalmente por la función que tenga la ciudad que estudiemos. En este sentido, las ciudades que más crecen son, por un lado (y como ya se dijo) aquellas en las que se expanden las actividades económicas características de los espacios urbanos, por encima de todas, las portuarias (especialmente a partir de 1700), y más las atlánticas que las mediterráneas, algo que tiene que ver con que la hegemonía comercial en estos momentos la ocupan en un primer momento Francia y Países Bajos y, más tarde, Inglaterra. Por otro lado, la función política de las ciudades juega un papel fundamental, creciendo considerablemente las ciudades en las que se concentran más estructuras burocráticas o estatales, principalmente las capitales2. El segundo periodo urbanizador lo ubicamos entre 1750 y 1800, y está caracterizado por un crecimiento de las ciudades y la población urbana mucho más pronunciado (si bien prácticamente igual de desigual entre territorios) que deriva, además, de una realidad diferente, concretamente de la expansión de la industrialización: la dinámica de externalización de los costes de producción al campo, es decir, la creación de nebulosas protoindustriales en el mundo rural debido a la expansión de fórmulas como el putting out system y de la producción capitalista, fomentó la creación de pequeñas ciudades en la periferia rural que crecerán, con la expansión de la revolución industrial, a partir de 1750. Así, esta ola de urbanización está vinculada al crecimiento de las ciudades pequeñas o de reciente creación: de las 19 ciudades que doblaron su población entre 1750 y 1800, solo una era capital política. Si bien ubicamos el Hinal de esta ola de crecimiento urbano en 1800, estas pequeñas ciudades no dejarán de crecer a lo largo, al menos, de los primeros años del siglo XIX, periodo en el que vuelven a crecer (y seguirán haciéndolo hasta principios del siglo XX) 1 Datos referidos al conjunto del siglo XVIII. 2 Por sintetizar al máximo: las ciudades que más crecen entre 1650 y 1750 son las capitales y las ciudades portuarias (estas últimas más a partir de 1700). 5 HISTORIA MODERNA II PABLO MOLEJÓN FONTÁN 5 las grandes ciudades a raíz de las olas migratorias y del éxodo rural que, si bien están presentes en el siglo XVIII (como veremos), son fundamentales para entender el siglo XIX. El proceso urbanizador que acabamos de ver tuvo, naturalmente, amplias consecuencias sociales. A nivel demográHico, en las ciudades observamos un aumento de la natalidad, pero también de la mortalidad, algo que ya sabíamos para las ciudades bajomedievales. Del mismo modo, una característica particular de las ciudades de este periodo es que son el escenario de una mayor proletarización, especialmente de la población joven3, algo que tiene que ver precisamente con el desarrollo de actividades económicas vinculadas al capitalismo en los núcleos urbanos. Asimismo, las ciudades no se constituyen como espacios aislados, sino que están vinculados entre sí y tejen redes cada vez más amplias de inHluencia y subordinación entre ellas: las ciudades pequeñas suelen ser dependientes económica y, en ocasiones, políticamente de un núcleo urbano más grande en torno al cual se constituyen. Por otra parte, es durante la Baja Edad Moderna, especialmente a partir de 1750, que se van conHigurando las nuevas jerarquías sociales, de manera general diferenciadas de las tradicionales, que van a ser dominantes en el mundo urbano del siglo XIX y del mundo capitalista. Por otro lado, la construcción de la ciudad también tiene una dimensión cultural, en la cual se construye poco a poco el concepto de lo urbano como un modo de vida diferente a lo que existe en el rural, que se va difundiendo, si bien de forma limitada, durante la Época Moderna. Será ya hacia Hinales del siglo XVIII que los conceptos culturales de lo urbano se difundan más masivamente y tengan impacto político en las comunidades. LAS MIGRACIONES Las ciudades, sin embargo, estaban caracterizadas por tener un modelo de crecimiento vegetativo: las altas tasas de natalidad eran contrarrestadas por la elevada mortalidad a causa de la concentración de la población, insalubridad, etcétera. Así, e igual que para la época medieval, el crecimiento de la población urbana se explica gracias al fenómeno migratorio: es la gente que entra en las ciudades desde fuera la que hace que la población crezca. Sin la llegada de migrantes, la tasa de crecimiento de la población urbana sería prácticamente nula. Igual que en todo lo que estamos estudiando, en el fenómeno migratorio existen enormes desequilibrios territoriales y, sobre todo, de género: las mujeres tienden a migrar distancias más cortas que los hombres y la mayoría de ellas tienen como destino preferente otras áreas rurales, y no tanto zonas urbanas, algo que aplica también para los hombres y que ya observábamos en época bajomedieval. Y es que hay que tener en cuenta que, pese a que las migraciones a centros urbanos son de suma importancia y constituyen la razón fundamental del crecimiento de la población urbana, se observa que la mayoría de movimientos migratorios tienen como destino preferente zonas rurales, algo que tiene que ver con muchos factores que pueden estar relacionados, para el caso de la Baja Edad Moderna y especialmente para después de 1750, con la creciente industrialización de ciertas áreas del mundo rural. Del mismo modo que para el crecimiento urbano, observamos dos olas principales que más o menos coinciden cronológicamente con el fenómeno anterior. Desde 1650 y hasta 3 Masculina y, sobre todo, femenina. 6 HISTORIA MODERNA II PABLO MOLEJÓN FONTÁN 6 las primeras décadas del siglo XVIII las corrientes migratorias son mucho más débiles y estacionales, mientras que a partir de 1740/1750 las migraciones son mucho más continuas, sistemáticas y frecuentes a raíz precisamente de la mayor oferta de empleo y oportunidades derivada de la industrialización. Por otro lado, tanto en el siglo XVII como en el XVIII el tipo de migración predominante (si bien pierde fuerza, como dijimos, a partir de 1750) es la estacional, que tiene que ver con el ejercicio de una actividad concreta en un periodo especíHico del año. Los motivos que pueden llevar a una persona a migrar son múltiples y muy diversos, pero, en general, nos encontraremos con motivos sobre todo económicos (búsqueda de mejores oportunidades y condiciones de vida), pero también religiosos o políticos, como las migraciones de hugonotes franceses a Países Bajos, Islas Británicas o América/Asia tras la revocación del Edicto de Nantes; las migraciones colonizadoras rusas a Crimea tras su conquista, o migraciones derivadas de políticas de repoblación gubernamentales para ocupar espacios abandonados por los turcos. Del mismo modo, es fácil que los motivos político-religiosos se mezclen con los económicos, siendo el caso más famoso de esto la colonización escocesa e inglesa de las tierras irlandesas (1650-1800) que tenía como objeto el reparto de tierras católicas entre protestantes. 7 HISTORIA MODERNA II PABLO MOLEJÓN FONTÁN 3 para el mercado agrícola. Además, en la grá_ica sobre rendimientos (pág. 2) observamos otro fenómeno importante, que aplica también a prácticamente todo lo que hemos mencionado en este párrafo: el crecimiento es más pronunciado a partir de 1750, algo que tiene que ver con la expansión de la industrialización y la orientación de la producción agrícola al mercado capitalista, como veremos. Asimismo, observamos que las tasas de crecimiento de la producción agrícola son más o menos las mismas en todo el continente, y lo que explica los desequilibrios es mayoritariamente el punto de partida de cada territorio y no tanto cuánto crecen. En un primer momento (concretamente, entre 1700 y 1750 aproximadamente), continuaron las dinámicas productivas que observábamos para el periodo 1650-1700: continuó la expansión de la super_icie de cultivo, a través ahora de secar pantanos, etcétera. Concretamente, en Países Bajos eran comunes los pólders, que no eran otra cosa que terrenos ganados al mar para poder cultivar en ellos. En general, y por la vía que fuese, los gobiernos y las autoridades locales impulsaron la utilización de tierras para actividades agrícolas, algo que, en muchos casos, comportó un aumento de las tensiones locales ya que en ocasiones este aprovechamiento de tierras implicaba atacar derechos comunales tradicionales. Es el caso de los famosos enclosures británicos, que generaron potentes movimientos de oposición a los mismos en muchas comunidades rurales. Y es que a partir de 1750 el parlamento inglés aprobó muchísimos más enclosures que en las décadas y el siglo anteriores, como observamos en la grá_ica1. Los motivos que llevaban a los propietarios a cercar sus propiedades o a comprar propiedades abiertas para luego cercarlas eran mayoritariamente de índole _inanciera: por un terreno cercado podían pedir el doble en arrendamiento de lo que podrían pedir para una tierra abierta, y la inversión necesaria para que esos terrenos cercados produjeran bene_icios amplios generaba un interés de entre el 15 y el 20%, es decir, más altos de los que generan las inversiones en tierras abiertas, lo que signi_ica, en resumen, más bene_icio, porque pueden cobrar alquileres más altos y la inversión requerida es más productiva. 1 Es necesario aclarar que los datos de la grá2ica se re2ieren a enclosures aprobados por el parlamento, y no se tienen en cuenta aquellos realizados mediante “libre acuerdo” (posiblemente con presiones de por medio) entre las partes, que se estima que suponen la mitad o más de los enclosures llevados a cabo entre 1650 y 1820. 10 HISTORIA MODERNA II PABLO MOLEJÓN FONTÁN 4 Pero esta vez el fenómeno de los enclosures no se limitó a Inglaterra: se documentan multitud de intentos en muchos países europeos de eliminar o reducir al máximo los terrenos comunales para cercar la tierra y orientar, en muchos casos, la producción agrícola al mercado. Pero esto implicaba, evidentemente, la destrucción de derechos comunales tradicionales como el de pastoreo o uso comunal del bosque, por lo que en la mayor parte de los territorios europeos estas tentativas se encontraron de frente con la _irme oposición de las comunidades rurales que, en ocasiones, logró frenar el avance privatizador. Hemos visto que la intensi_icación de la producción y el trabajo agrícola que observamos para la primera mitad del siglo XVIII se da bajo las mismas lógicas que operaban entre 1650 y 1700. Sin embargo, a partir de 1750, la intensi_icación de la producción rompió los marcos en los que tradicionalmente se había venido desarrollando: el incremento de la producción y la productividad no se hará ya, al menos en la mayor parte de Europa2, de manera extensiva, sino intensiva, esto es, alterando las propias estructuras productivas de la agricultura. En este sentido, la primera de estas estructuras en ser atacada fue el barbecho, que ya había sido desechado en Inglaterra y Países Bajos durante el siglo pasado. Los países europeos fueron, de manera progresiva y desigual entre ellos, eliminando el barbecho y sustituyéndolo por el cultivo de plantas forrajeras. Sin embargo, este proceso fue di_ícil, no solo por las di_icultades técnicas a las que se enfrentaban algunos países menos desarrollados, sino por la resistencia que mostraban muchas comunidades rurales, en tanto la eliminación del barbecho (con _ines de orientar la producción agrícola al mercado) suponía la eliminación del derecho de pastoreo comunal en tierras de barbecho. Los nuevos métodos agrarios ponían en cuestión las prácticas económicas tradicionales de las comunidades campesinas, y por ello encontraron en ocasiones oposición por su parte. Del mismo modo, el auge de enclosures en Inglaterra y, en menor medida, en Europa, propició la expansión del sistema de rotación de cultivos y la plantación de plantas forrajeras: los enclosures no contribuyeron únicamente a aumentar la super_icie de tierra cultivable, sino también a intensi_icar la producción y aumentar la productividad. Por otra parte, la expansión del sistema de rotación permitió también mejoras en la ganadería: esta dejó de estar subordinada al calendario agrícola, era posible ya criar y mantener al ganado en establos durante todo el año y la cría sistemática comenzó a expandirse. Además, el aumento de cabezas de ganado fue bene_icioso también sobre la agricultura porque implicaba más abono, lo cual se traducía en más producción3. Otra innovación importante en el marco de la producción agrícola es la introducción de nuevos cultivos. Concretamente, el maíz, que tiene un rendimiento 2 o 3 veces mayor que el del trigo (es, por tanto, más rentable) o el arroz, cultivado sobre todo en el Mediterráneo. Ambos productos, sin embargo, se adaptan de manera diferente a según qué tierras, por lo que la introducción de nuevos cultivos también debe ser tenida en cuenta como factor generador de desequilibrios territoriales. Asimismo, el nuevo cultivo por excelencia, obsesión y pasión de todos y cada uno de los modernistas sobre la faz de la tierra, es la patata. No llegan los dedos de las manos y los pies de todos los alumnos de todas las facultades de Historia en España para contar la cantidad de tesis doctorales y trabajos de investigación que tratan el tema del cultivo de la patata en a saber dónde. Y es que el cultivo de la patata, introducido en Irlanda ya en el siglo XVII, supone un verdadero cambio en la 2 Quizá son excepciones el sur mediterráneo y la Europa oriental. 3 “El progreso tiene olor a estiércol” (dicho popular inglés). 11 HISTORIA MODERNA II PABLO MOLEJÓN FONTÁN 5 producción agrícola: es muchísimo más rentable (más que el maíz) que el resto de cultivos, se adapta mejor y a más tipos distintos de terreno, y no tiene que ser transformada (más allá de cocinarla) para ser consumida (y los cereales sí). Por otro lado, otro elemento verdaderamente importante es la introducción de cultivos de carácter industrial, es decir, necesarios para la industria textil. En el siglo XVIII tiene lugar, como veremos en el tema siguiente, una notable expansión de la industria textil bajo fórmulas capitalistas en el mundo rural, a través del trabajo doméstico, el putting out system, etcétera. Esta industria requiere de productos agrícolas especí_icos (lino, algodón…), y su expansión comporta un aumento de la demanda de estos productos que será suplida desde el interior, y ya no (o no tanto) a través de las importaciones. Esto nos habla, de nuevo, de cómo a lo largo del siglo XVIII la producción agrícola va a estar cada vez más orientada al mercado y a las actividades capitalistas, y explica que el crecimiento agrícola sea más pronunciado a partir de 1750, que es cuando más se expande la industria doméstica y textil. Todos estos procesos, especialmente este que acabamos de mencionar (orientación de la producción agrícola al mercado y a actividades capitalistas) tendrán enormes y profundas consecuencias sociales, que intentaremos explicar de manera sistematizada. Allí donde la rentabilidad es mayor, es decir, en los países del noroeste del continente, los grandes propietarios ganarán más peso e importancia, y la brecha entre estos y las capas populares será cada vez más amplia. Esto tiene que ver con que cada vez más la tierra se concentra en manos de estos grandes propietarios: en Inglaterra a _inales del siglo XVIII solo quedaba en poder de los campesinos el 15% de la tierra. Por su parte, la expansión de los enclosures contribuyeron a esto y a la eliminación progresiva de los pequeños arrendatarios. Asimismo, las capas inferiores al campesinado (aquellos que trabajaban en calidad de asalariados realizando pequeñas labores: cottagers, squatters…) vieron empeorada su situación especialmente a raíz de la pérdida de las tierras comunales (ya que perdían su fuente de sustento más estable) y tuvieron que emplearse en las manufacturas rurales por salarios muy miserables. Por otra parte, en el resto de países europeos la estructura señorial parecía imponerse a pesar de todo, como veremos más en detalle después. Pero existía una excepción: Francia, donde las estructuras productivas empezaban a cuestionar el orden señorial. En Francia, se estima que solo un tercio de la tierra estaba en posesión del campesinado en vísperas de la revolución, y era la burguesía (después de la nobleza señorial que ostentaba la propiedad de esas tierras trabajadas por los campesinos) el grupo que más tierras concentraba. La cuestión aquí es que los campesinos franceses eran habitualmente poseedores y arrendatarios a la vez, jurídicamente hablando, en lo que Le Roy Ladurie llamó una “modernización de la señorialización”. Los campesinos rea_irmaban su derecho de explotación de las tierras, pero los señores trataban a su vez de ampliar sus dominios a costa de acabar con los terrenos y derechos comunales, apoyándose en la _igura del “gran arrendatario”, que subarrendaba sus tierras a los campesinos. La cuestión aquí está en que este gran arrendatario no es un señor feudal y orienta la producción de sus tierras al mercado, pero el arrendamiento que “acordaba” con el campesino estaba ligado a prestaciones tradicionalmente feudales: el pago no era en dinero sino en productos, fundamentalmente en especias. Esto no es otra cosa que un método para elevar la tasa de explotación de los campesinos: el pago de la renta en dinero suponía para 12 HISTORIA MODERNA II PABLO MOLEJÓN FONTÁN 2 trabajadores rurales no formaban parte de la estructura gremial: al no hacerlo, podían emplear a todos los miembros de la unidad familiar (hombres, mujeres y niños1) en la realización de labores manufactureras, y de esta forma la fuerza de trabajo era flexible y adaptable a las necesidades de la producción, con lo cual el empresario ahorraba costes. Por último, el cuarto factor es la escasa elasticidad de la oferta en la economía urbana: los gremios establecían un máximo de productos que podían producir, y este número no estaba a la par de la demanda que crecía sobre todo desde los mercados internacionales y el mundo colonial2. La producción de paños estaba liderada por Inglaterra y Países bajos, ambos países que habían adoptado estas nuevas fórmulas productivas sorteando las restricciones gremiales. Sin embargo, la evolución y la coyuntura de ambos países son diferentes. En Holanda, hogar de nacimiento de las new drapperies, no se producía el paño completo: al dominar los mercados, los holandeses compraban el producto semielaborado, solo desempeñaban las partes del proceso productivo más rentables y lo vendían ya acabado. Esta fórmula les proporcionó pingües beneficios a lo largo del siglo XVII, pero hacía que su industria fuese extremadamente dependiente de su dominio de los mercados. Cuando pierden este dominio frente a Francia e Inglaterra en el siglo XVIII, rápidamente dejan de estar a la cabeza de la producción manufacturera. Por su parte, en Inglaterra la evolución de la producción manufacturera tenía más que ver con su crecimiento y desarrollo interno y no con su posición en el comercio mundial, algo que se traducirá en un futuro en que el capital industrial no estará subordinado (o no tanto) al capital mercantil (si bien uno sigue dependiendo del otro en cierto modo), al contrario de lo que sucederá en Holanda o en otros países europeos. El crecimiento de la industria manufacturera en el caso inglés tiene más que ver, pues, con el aumento de la demanda interna. Además, si bien la industria textil continúa siendo la actividad económica más importante después de la agricultura, su importancia en relación a la riqueza y al producto social parece descender a partir de la segunda mitad del siglo XVII: las exportaciones textiles dentro del total de exportaciones inglesas pasan de ser entre un 80 y un 90% a comienzos de siglo, a suponer un 70,9 entre 1671 y 1700. El descenso de la importancia del textil va acompañado, sin embargo, de un aumento de la importancia del carbón, algo que nos habla de los cambios en la estructura económica del país. La producción de carbón aumenta drásticamente a partir de la década de 1680 y su consumo, tanto industrial como doméstico, crece del mismo modo. Asimismo, las empresas manufactureras comenzaron a cambiar la leña por el carbón como fuente de energía, ya que esto les permitía aumentar la rentabilidad y, por tanto, los beneficios. 1 El reparto de las tareas manufactureras no era, obviamente, equitativo entre los miembros de la unidad familiar: en la práctica, eran los niños y, sobre todo, las mujeres, las que realizaban la mayor parte del trabajo textil en las casas campesinas, mientras los hombres solían ocuparse de las tareas agrícolas. Esto es así en el siglo XVII y seguirá siéndolo, al menos en España y, concretamente, en Galicia, hasta bien entrado el siglo XX. No hay que olvidar que la expansión de la industria textil gallega en el tardofranquismo, por poner un ejemplo que evoque a Noa bonitos recuerdos de su ciudad natal, está basada en el trabajo doméstico de las mujeres a través de fórmulas similares a las que nos encontramos en los siglos XVII y XVIII. 2 Este hecho afectaba más duramente a aquellas ciudades que atravesaban dificultades añadidas como los efectos de la guerra de los 30 años. Los empresarios de estos núcleos urbanos tenían, pues, más motivos aún para trasladar su producción al campo. 15 HISTORIA MODERNA II PABLO MOLEJÓN FONTÁN 3 HACIA EL CAPITALISMO INDUSTRIAL: LA INDUSTRIA EN EL SIGLO XVIII A lo largo del siglo XVIII, la industria manufacturera europea sufrirá, si bien con enormes desequilibrios territoriales, un importante proceso de expansión y crecimiento motivado por el aumento de la demanda interna y externa. A medida que crecía la población, crecía la demanda de bienes de consumo masivo. Sin embargo, debemos evitar caer en el error de asociar de manera lineal el crecimiento demográfico con el aumento de la demanda: los precios de los productos alimenticios crecían, por lo que el poder adquisitivo de las masas trabajadoras disminuía, con lo cual era difícil que las familias pudieran comprar más productos de consumo masivo que antes. Así, el aumento de la demanda tiene más que ver con el hecho de que la comercialización de la agricultura y el proceso de protoindustrialización había provocado que más familias fuesen dependientes del mercado. Dicho de forma simple: la demanda no aumentaba tanto porque creciera la población, sino porque esta población solo podía adquirir los productos básicos en el mercado y no mediante el autoabastecimiento. Por otra parte, el principal impulso dado al proceso industrializador y al crecimiento de la producción manufacturera en el siglo XVIII vino de la mano del capital comercial: este había creado en el mundo colonial toda una serie de mercados cuya demanda (demanda externa) aceleraron el proceso de industrialización principalmente en Inglaterra. Fuera como fuere, las manufacturas reaccionaron al aumento de la demanda aumentando la producción. En Francia la manufactura de paños elevó su cantidad en un 126% y su valor en un 256%3. Inglaterra dobló su producción entre 1695 y 1772 y, al mismo tiempo, la producción de telas de lino se expandió más que la de paños, no solo en Inglaterra sino también en Escocia e Irlanda. En el continente, pese a tener menos información, sabemos que también cobró importancia el lino: los principales centros productores eran la costa oeste de Francia, Flandes o Silesia, esta última, zona que multiplicó por más de 10 sus exportaciones entre 1763 y 1790. Pero la producción de lino y paños no fue la única que creció. En Inglaterra, se observa una declinación de estos dos productos a partir de 1775 como consecuencia, presumiblemente, del crecimiento de la industria algodonera, de la que hablaremos al final de todo. En Francia también se alcanzaron cotas de producción algodoneras similares a las inglesas (si bien su punto de partida era inferior) y en otras regiones como Suiza, Sajonia o Catalunya la industria del algodón experimentó un crecimiento también importante (si bien no comparable al inglés). Por otro lado, el carbón, que ya empezaba a cobrar importancia a finales del XVII, junto con la metalurgia, también participaron en el crecimiento industrial. La producción británica de carbón se duplicó entre 1760 y 1780 y en Francia, en época de la revolución, se extraía 7-8 veces más carbón que en la década de 1700. Si bien en cuanto al carbón estaba por debajo, Francia ganaba a Inglaterra en la producción de hierro: desde 1700 hasta 1789 triplicó la producción. Sin embargo, Inglaterra rápidamente tomaría la delantera, superando a Francia ya desde 1760 gracias a ventajas técnicas. También en Alemania, por último, se observa una notable expansión de la metalurgia. Sin embargo, de cara a hacer un análisis completo debemos preguntarnos si este crecimiento se debió simplemente al empleo de más fuerza de trabajo durante más horas4 3 Si bien se registran en este proceso importantes diferencias regionales: el centro de esta producción estaba en el norte del país, que concentraba casi el 50% de la actividad. 4 Lo que, en palabras bonitas, se diría “ampliación cuantitativa del aparato productivo”. 16 HISTORIA MODERNA II PABLO MOLEJÓN FONTÁN 4 o tuvo más que ver con cambios cualitativos y en la organización y las relaciones de producción. Inicialmente, la expansión tuvo lugar en los marcos del siglo XVII: la protoindustria continuó expandiéndose hasta llegar a su punto más alto. Cada vez más regiones que tradicionalmente habían vivido casi exclusivamente de la agricultura se transformaron en aquel momento en zonas en las que se mezclaba la actividad manufacturera con la agraria, estando esta última sometida, en multitud de ocasiones, a lógicas nuevas. En este sentido, disminuyó o permaneció bajo el número de campesinos de reserva o pequeño-propietarios y aumentó el de jornaleros asalariados o el de gente que directamente se dedicaba a otros oficios, como vemos en la gráfica para el caso de una aldea alemana. Así, en la mayoría de países, la mayor parte de la producción manufacturera seguía estando concentrada en las zonas rurales incluso durante el último cuarto del siglo XVIII, como muestra la gráfica de debajo (pág. 5) para el caso del norte de Francia, en el cual un 73% de la producción manufacturera se concentraba en el campo. Asimismo, estas actividades ocupaban a no pocas personas: en el distrito rural de Gleichenstein, Alemania, el 58,4% de la población se dedicaba a alguna actividad manufacturera en 1796, y esta cifra es similar, si no superior, en la mayoría de regiones rurales. Además, la gráfica nos muestra un elemento interesante que nos adelanta información sobre un tema que trataremos más tarde: la producción de algodón, además de ser escasa en comparación con los demás productos, se concentra enteramente en las ciudades, lo cual nos habla del carácter que tiene la producción de algodón, de tipo distinto a la de los productos tradicionales, vinculada a otras lógicas. 17 HISTORIA MODERNA II PABLO MOLEJÓN FONTÁN 7 que ascendería a 900 la década siguiente. Asimismo, la gráfica nos muestra cómo este crecimiento de la producción algodonera estuvo vinculado hasta la década de 1790 a la demanda interna (las importaciones superaban a las exportaciones), y solo a partir de aquí se invirtió la tendencia. Pero no solo es que la producción algodonera creciera, sino que se llevaba a cabo en términos distintos. No respondía a las lógicas de la protoindustria, sino a las de la nueva industria capitalista que se estaba desarrollando. Un ejemplo de ello es que la inversión en capital fijo (maquinaria) se estimaba para la industria del algodón en 2,5 millones de libras, cifra muy superior a la estimada para el resto de manufacturas textiles. Asimismo, la fuente de energía utilizada fue directamente el carbón, algo que aumentó la productividad e impulsó al mismo tiempo el auge de la industria minera. Poco a poco, la industria algodonera fue reemplazando el trabajo, la madera y la energía hidráulica por el capital, el carbón y la energía de vapor. En las hilanderías de algodón se veían ya relaciones de producción nuevas, diferentes a las protoindustriales y de carácter propiamente capitalista, caracterizadas por la división de la sociedad entre aquellos que poseían los medios de producción y quienes únicamente poseían su fuerza de trabajo, una jerarquización que se hará hegemónica a lo largo del siglo XIX. Por otra parte, y, para finalizar, es importante tener en cuenta que la producción de algodón, igual que todas las futuras industrias capitalistas, estaban condicionadas por su situación internacional. En este sentido, la materia prima con la cual trabajaba la industria algodonera pasó a producirse en las plantaciones esclavistas de las colonias americanas y del Caribe5. Del mismo modo, la industria británica del algodón seguirá creciendo a lo largo del siglo XIX en parte porque encontró en los mercados coloniales nuevos nichos de expansión que le permitían seguir aumentando la producción y, por tanto, los beneficios de los empresarios algodoneros y esclavistas. Las lógicas productivas empleadas por la industria algodonera constituyen el primer elemento visible de la revolución industrial. A partir de ahí, este sistema se expandirá e implantará en todas las ramas de las industrias de todos los países europeos (y, 5 En palabras de Hobsbawm: “el sistema de producción más moderno conservó y amplió la forma más primitiva de explotación”. 20 HISTORIA MODERNA II PABLO MOLEJÓN FONTÁN 8 a la fuerza, en sus colonias) a lo largo del siglo XIX. No sin resistencias, por supuesto, pero ese es otro tema. 21 HISTORIA MODERNA II PABLO MOLEJÓN FONTÁN 1 COMERCIO TRIANGULAR, CAPITAL MERCANTIL Y CAPITALISMO MUNDIAL: EL COMERCIO EN LA BAJA EDAD MODERNA LA COYUNTURA COMERCIAL ENTRE 1650 Y 1700: CAMBIOS Y PERMANENCIAS Hemos visto en el tema de la industria que el conjunto de actividades económicas estaba subordinado al capital mercantil y a la actividad comercial. Esto fue así a lo largo de toda la época moderna, pero la coyuntura interna del comercio no va a permanecer estática a lo largo del periodo, sino que va a experimentar importantes variaciones, de entre las cuales nos centraremos concretamente en las sucedidas a partir de 1650. La actividad comercial también se vio, aunque en menor medida y dependiendo del territorio, afectada por la crisis del siglo XVII, no tanto porque haya afectado al volumen general de las exportaciones o a los beneficios percibidos por los comerciantes en general, sino porque va a marcar un punto de inflexión en el equilibrio de fuerzas entre los diferentes países líderes del comercio de ultramar. El comercio holandés con el Báltico, que hasta entonces era su actividad comercial predominante, declinó, y Holanda centró sus miras en el comercio colonial con Asia. Por su parte, el sistema colonial hispánico y portugués se vio fuertemente debilitado por los efectos de la crisis, ya que, pese a que las exportaciones de metales preciosos continuaron aumentando, las colonias ganaron más autonomía respecto a la metrópoli al conseguir producir por sí mismas los productos básicos que antes importaban de Europa y que acentuaban su dependencia económica hacia el viejo continente. Eso se sumaba, además, al hecho de que las potencias del noroeste de Europa, fundamentalmente Países bajos e Inglaterra, trataban de hacerse con los beneficios de los mercados coloniales mediterráneo y americano, al tiempo que construían su propio sistema comercial. Esta es la coyuntura que nos encontramos en las primeras décadas del siglo XVII. A partir de 1650, estas tendencias continuarán avanzando en la misma línea, apoyándose en una serie de elementos que aparecen o se hacen fuertes a partir de la segunda mitad del siglo XVII. Uno de ellos es el que será uno de los episodios más oscuros de la historia colonial y de la humanidad: el comercio de esclavos. En efecto, las plantaciones explotadas por esclavos en Brasil y el Caribe constituye quizás el nuevo elemento más importante de todos cuantos aparecen, tanto por su importancia en el conjunto del capital mercantil (una parte muy importante de este capital mercantil va a venir del comercio de esclavos), como por el hecho de que el capital esclavista vaya a ser empleado para financiar la industrialización en Europa, como porque el comercio con esclavos africanos va a determinar el mapa y las rutas comerciales de ultramar desde finales del siglo XVII y a lo largo de todo el siglo XVIII. El comercio de esclavos y la táctica de llevar a africanos a América para trabajar en las plantaciones azucareras (que están indisolublemente ligadas al trabajo esclavo, al contrario que el tabaco, por ejemplo, que empezó a cultivarse con trabajo libre si bien después fue dominado por el esclavismo igual) no eran, de todas formas, prácticas nuevas. Desde los inicios de la colonización americana se traían esclavos desde África: los asientos, es decir, la concesión de monopolios en comercio esclavista por parte del estado, comienzan 22 HISTORIA MODERNA II PABLO MOLEJÓN FONTÁN 4 papel verdaderamente en los intercambios comerciales al terminar de separar el comercio de mercancías y el sistema de pagos de la celebración de ferias, proceso que ya había iniciado Amberes el siglo pasado. Sin embargo, si Ámsterdam era el centro financiero de Europa no era tanto por su Bolsa sino por su banco de Cambios, fundado en 1609. El número de cuentas en este banco pasó de 708 en 1611 a 2.698 en 1701, y su particularidad no reside en ser un banco de depósito3 sino en ser, como su nombre indica, un banco dedicado a cambiar una moneda por otra, principalmente metales preciosos por otro tipo de formas de pago, lo cual lo posicionaba en una posición en que todas las transacciones comerciales acababan pasando por él. Esta posición dominante en el mundo financiero fue lo que permitió a Países Bajos exportar grandes cantidades de capital para hacer inversiones en el extranjero, creando así vastos mercados coloniales. Sin embargo, su papel en el mundo del comercio atrajo la competencia de otros países europeos, principalmente Inglaterra. A partir de 1650, ingleses trataron de arrebatar a Holanda su posición hegemónica en el comercio de ultramar, bien a través de leyes como las Actas de Navegación de 1651 y 1660 (que restringían el uso de barcos holandeses en el comercio de productos ingleses) o las leyes de 1662, 1669, 16673 o 1696, o bien a través de guerras comerciales (1652-1654, 1665-1667, 1672-1674). Y es que el sistema comercial colonial que los ingleses pretendían instaurar no contemplaba la participación de otros estados. Ya no se buscaba el monopolio de ciertas compañías comerciales sino el monopolio nacional. Y ciertamente, estas tácticas surtieron cierto efecto: las guerras comerciales anglo-holandesas allanaron el camino de Inglaterra hacia convertirse en primera potencia, su flota se triplicó entre 1629 y 1686, y los capitales que en el siglo anterior se invertían en propiedades rurales se invertía ahora en el comercio de ultramar. Sin embargo, Inglaterra no iba a arrebatar la hegemonía a Holanda todavía, porque los holandeses contaban con la ventaja de que tenían un sistema financiero fuerte y desarrollado, algo que Inglaterra no poseía. La competencia entre Inglaterra y Holanda nos lleva inevitablemente a hablar sobre el papel del estado en la expansión del comercio de ultramar, que a partir de 1650 gana especial importancia. Como es natural, la expansión comercial necesita un marco jurídico en el que desarrollarse, y solo podía concederlo el estado. La protección militar de las redes comerciales, la formación de colonias, la concesión de monopolios a las compañías comerciales, todos ellos eran elementos fundamentales en el proceso de expansión comercial, sin los cuales este difícilmente hubiera tenido lugar, al menos de la forma en que lo tuvo, que dependían del estado. En este sentido, se observa una alianza clara entre los estados modernos y ciertos sectores de la burguesía comercial, lo cual no sorprende si tenemos en cuenta que, en muchas ocasiones, quienes controlaban en el poder político tenían también participación en la actividad comercial: a principios del siglo XVIII, más de un tercio de los miembros de la Cámara de los Comunes tenía acciones en la Compañía de las Indias Orientales. 3 Solo concedía créditos a la VOC y a la ciudad de Ámsterdam. 25 HISTORIA MODERNA II PABLO MOLEJÓN FONTÁN 5 LA EXPANSIÓN DEL SISTEMA CAPITALISTA MUNDIAL: EL COMERCIO DE ULTRAMAR EN EL SIGLO XVIII A lo largo del siglo XVIII se consolidan las dinámicas que se empezaban a entrever a finales del siglo XVII. Se consolidará un sistema capitalista mundial basado en el sometimiento de las colonias a las necesidades económicas y de reproducción del centro europeo. La región económica atlántica, vertebrada por el comercio triangular, se convertirá en el eje económico del mundo durante el siglo XVIII. A lo largo de la centuria observamos elementos de cambio y de continuidad diversos. De estos últimos, quizás el más relevante sea el comercio de esclavos, que a lo largo del siglo XVIII se expande sin precedentes y llega a su punto culmen, siendo, según afirman tanto la tradición historiográfica como los revisionistas, el núcleo, el nervio de todo el sistema económico del siglo XVIII. El comercio de esclavos en el siglo XVIII era la rueda que hacía que el resto de actividades se desarrollasen. Y es que el comercio de esclavos no solo crece en número, sino que se vuelve vital en el proceso de la revolución industrial inglesa, en tanto el algodón del que se nutría su naciente industria decimonónica era cultivado por esclavos en las colonias americanas. Será en la década de 1780 que el comercio de esclavos alcance su cima: entre 1780 y 1790 se exportan anualmente 88.600 esclavos aproximadamente, y entre 1700 y 1810 el cómputo global aproximado de esclavos exportados es de 6,4 millones, de los cuales, si asumimos la misma tasa de mortalidad durante el transporte que antes (20%), habrían muerto 1,28 millones solo en el trayecto de ida desde África a América4. Por otra parte, como decimos el comercio de esclavos no solo crece en número, sino que experimenta un cambio en quién lo domina: como vemos en la gráfica, Inglaterra logra ya a principios del último tercio del siglo XVIII5 superar con distancia a Portugal, que era quien ostentaba prácticamente el monopolio antes. Por otra parte, en el siglo XVIII asistimos a la aparición de factores coyunturales que explican en cierta medida el crecimiento de la actividad comercial. Para empezar, las flotas comerciales aumentan su tamaño, especialmente la inglesa, que para 1787 era ya la más grande, suponiendo un 26% del total, seguida de Francia (21%) y Holanda (12%). Por otro lado, la mentalidad ilustrada y el deseo de conocimiento científico pero, sobre todo, el deseo de aumentar beneficios comerciales, impulsarán las expediciones a partir de 1730 y se 4 Si lo dividimos, nos da una media aproximada de 11.636 muertos al año, insistimos, tan solo en el viaje de ida. 5 Los datos a los que se refiere la gráfica son de 1761. 26 HISTORIA MODERNA II PABLO MOLEJÓN FONTÁN 6 harán extremadamente habituales a partir de 1760. Estas expediciones en múltiples ocasiones por los gobiernos, y su objetivo era fundamentalmente encontrar nuevas rutas comerciales y zonas en las que establecer enclaves coloniales. Asimismo, los notables avances en la construcción naval van a permitir construir barcos mejores, con mayor capacidad de transporte y más rápidos, lo cual acelerará los ritmos de la actividad comercial y permitirá una mayor obtención de beneficio. A todo esto se suma también el perfeccionamiento de los sistemas de navegación o la mejora de las comunicaciones terrestres, y constituyen cambios que, si bien coyunturales, resultaron esenciales para que la actividad comercial se desarrollase del modo en que lo hizo. Luego están, claro está los factores estructurales (crecimiento demográfico, crecimiento industrial y por tanto mayor demanda de productos del exterior) que ya hemos explicado en el tema anterior. A lo largo del siglo XVIII asistiremos también a discontinuidades respecto a la configuración de las rutas comerciales. Los focos coloniales del comercio ultramarino, exceptuando África por el comercio de esclavos, serán dos: América y Asia. La producción americana de plata y brasileña de oro creció a lo largo del siglo XVIII, lo cual provocó que el comercio español y portugués con sus colonias recibiese un nuevo impulso que, sin embargo, habría de ser momentáneo: quienes más se beneficiaron de este auge en la producción de metales preciosos fueron los capitales comerciales occidentales, especialmente los ingleses y los franceses. Inglaterra llevaba intentando afirmar su dominio del comercio con las colonias españolas desde el Tratado de Utrech y a través de la concesión del asiento de negros, y Portugal estaba prácticamente subordinado a los capitales británicos. Por su parte, exceptuando las concesiones hechas a Inglaterra ya mencionadas, España estaba bajo el dominio de Francia. Por otro lado, a partir de la década de 1780, la producción brasileña de oro disminuyó, con lo cual también lo hicieron las importaciones inglesas, algo que los portugueses (y otros países dependientes de dichas importaciones) aprovecharon para estimular el surgimiento de manufacturas propias que se beneficiarían del nuevo auge del comercio americano: cuando este vuelve a impulsarse, los productos importados ya no eran tanto ingleses como de fabricación nacional. En general, el comercio americano va a beneficiarse de la nueva configuración de las rutas comerciales a partir del modelo de comercio triangular, que se inicia, como vimos, a finales del siglo XVII pero se expande y se consolida durante el siglo XVIII y hasta, mínimo, la década de 1770, cuando Inglaterra empieza a poner el foco en el comercio directo con Norteamérica, una dinámica que, por otro lado y al contrario de lo que cabría pensar, no se va a ver prácticamente afectada por la independencia de las 13 colonias. Por su parte, el segundo foco de comercio colonial es Asia, que, si bien era el predominante en el siglo XVII, deja de serlo en el siglo XVIII, al menos durante la primera mitad, para pasar a serlo Inglaterra. A lo que asistiremos en Asia en el siglo XVIII serán 2 hechos. El primero, Asia pasará de ser una región externa del sistema comercial a integrarse de lleno en el sistema capitalista mundial como una parte más de él, a través, claro, de la colonización. La Compañía de las Indias Orientales se encargó de colonizar los territorios de Indonesia y demás zonas del sur de Asia para así poder controlar los procesos de producción de mercancías, no tener que negociar con las elites locales tratados comerciales y, especialmente hacia finales del siglo XVIII, crear mercados en aquellos dominios en los que se comerciase con productos manufacturados de Europa, algo que guarda relación con lo que comentábamos en el tema de la industria, del crecimiento ligado al aumento de la demanda en los mercados coloniales. 27 HISTORIA MODERNA II PABLO MOLEJÓN FONTÁN 1 LA ESTRUCTURA SOCIAL EN EL SIGLO XVIII: DE LOS ESTAMENTOS A LAS CLASES A lo largo del siglo XVIII vamos a observar una serie de cambios sociales que se enmarcan en el proceso de transición del feudalismo al capitalismo. Las estructuras y dinámicas feudales/estamentales van a irse desintegrando paulatinamente para dar paso a elementos propios de la sociedad de clase, nacidos del modo de producción capitalista que se estaba gestando en Europa desde finales del siglo XVII. DEL AUGE AL DECLIVE: LA NOBLEZA EN EL SIGLO XVIII En el siglo XVIII la clase social dominante continuará siendo la nobleza. Si bien llevamos asistiendo desde el siglo XVI a un ascenso paulatino y acelerado de la burguesía, que será más extraordinario en el siglo XVIII, el predominio político y, seguramente, cultural, lo seguirá teniendo la nobleza al menos hasta la década de 1790, y en la mayoría de países europeos hasta el ciclo revolucionario liberal. Los miembros del estamento nobiliar eran, en general, pocos: en Francia eran el 1,6% de la población, en España suponían un 4,5% y en Inglaterra un 5%. El país con más nobles en el siglo XVIII es Polonia, con un 10%. En todos los casos, es una proporción mayor que la que encontramos en los siglos anteriores. Aun así, el hecho de que sean pocos en número significa poco en vista de la influencia social que seguían ejerciendo. La nobleza seguirá creciendo en el siglo XVIII, pero con un matiz. Si bien las características de la nobleza como grupo apenas variaron, sí lo hicieron las personas que lo componían. Tras la crisis del siglo XVII, multitud de personas venidas de otros grupos sociales, fundamentalmente la burguesía, pasaron a formar masivamente parte de la nobleza. Así, la mayoría de nobles a mediados del siglo XVIII tenían un origen nobiliar muy reciente, de apenas una generación. Muchos de los nuevos eran antes hidalgos1 o, en un número bastante elevado, burgueses, la mayoría de alto estándar, que llegaban a adquirir el título a través de realizar servicios a la corona, ya fueran de tipo económico, político o administrativo. Y es que lo que hacía que la “barrera” estamental fuese especialmente frágil en este periodo, era en parte que el rey necesitaba tener a grupos de nobles fieles para defender la permanencia de la estructura social vigente, que se estaba viendo amenazada ante la expansión de nuevos grupos sociales nacidos de las transformaciones económicas que ya hemos estudiado. Efectivamente, la sociedad del siglo XVIII era mucho más compleja de lo que contemplaba el modelo estamental, y los nuevos grupos sociales ganaban cada vez más protagonismo. Por tanto, sí, la nobleza crecía, pero lo hacía con nobles de nuevo tipo, y más crecían las clases populares y subalternas, por lo que cada vez más la nobleza dejaba de ser el referente social que siempre había sido. Por otra parte, la nueva composición del estamento nobiliario tuvo repercusiones evidentes en su manera de pensar y actuar. Al ser muchos de estos nobles de origen burgués, la defensa de sus privilegios como nobles no les parecía, al menos al principio, del todo incompatible con la apuesta por otras formas de organizar la economía, en parte porque era natural para aquellos que venían de la burguesía y, también, porque sabían que en el contexto económico en el que estaban no les quedaba otra opción. Las familias nobles que 1 Nobles sin título. 30 HISTORIA MODERNA II PABLO MOLEJÓN FONTÁN 2 más éxitos cosechaban (nunca mejor dicho) eran aquellas que modernizaban sus propiedades agrarias y orientaban la producción al mercado, es decir, aquellos que se adaptaban a la coyuntura de ascenso del capitalismo. Esto era relativamente sencillo de aceptar para la nueva nobleza, pero también la vieja, que acabó aceptando la convivencia y la competencia2 con los nuevos nobles, participaba de esta modernización. Del mismo modo, a la nobleza de origen burgués no le temblaba el pulso a la hora de adoptar ciertas prácticas tradicionales que reforzaban su carácter de noble: igual que la vieja nobleza empezaba a invertir ahora en actividades comerciales, la nueva compraba ingentes cantidades de propiedad agraria. Sí que es cierto, sin embargo, que la nobleza irá perdiendo peso en lo que se refiere a la influencia política. Por un lado, la burguesía ejercerá una presión bastante notable para conseguir influencia económica y cargos administrativos desde los que defender sus intereses. Por otro lado, los reyes absolutistas van a tratar cada vez más de recortar personal perteneciente a las estructuras de poder tradicionales de cara a aumentar la eficiencia del aparato del estado y reforzar su autoridad como monarca. Los nuevos consejeros reales ganaban poder e influencia frente a las viejas noblezas tradicionales, que en el siglo XVIII perderán el monopolio de los cargos de gobierno y administración que antes prácticamente ostentaban. Los nuevos ministros y cargos de la administración tenían en su mayoría una mentalidad más burguesa y muchas veces obraban contra los privilegios de los grupos tradicionales. Esto provocó, evidentemente, descontento entre las clases nobles; un descontento que, en algunas regiones como Francia, se materializará en lo que se conoce como “revuelta de los privilegiados”, en un intento de oponerse a los cambios que se estaban produciendo. Pero eso es ya, amigos, temario de Historia Contemporánea I. EL ESTAMENTO ECLESIÁSTICO TRAS EL CONCILIO DE TRENTO. CLERO CATÓLICO Y CLERO PROTESTANTE El Concilio de Trento (1645-1653) marca un punto de inflexión para el clero europeo. Se promoverá, por ejemplo, la figura de un papa menos mundano, rompiendo con la tradición de papa “austero” presente sobre todo en el siglo XVI, con el objetivo principalmente de mostrar poder y fuerza ante las disidencias protestantes. El Concilio lleva a cabo, también, cambios que tienen que ver no solo con la organización interna, sino también en cuanto a la formación de los eclesiásticos, a fin de que estén preparados para defender la doctrina católica frente al protestantismo. Así, si antes de 1645 la formación del clero católico era, en general, mínima y precaria, tras 1653 se crearán seminarios específicos para la formación de los eclesiásticos, que se expandirán y triunfarán a lo largo del siglo XVIII3, siendo los franceses los más exitosos. El estamento eclesiástico suponía en Europa un 5% de la población aproximadamente. En general, el perfil sociológico del clero era bastante variado y depende del medio en el que nos encontramos. En el mundo rural, donde la presencia eclesiástica en 2 Hay que señalar, además, que esta competencia entre vieja y nueva nobleza tenía lugar con bastante menos frecuencia de lo que podríamos pensar: en multitud de ocasiones ambas estaban unidas por lazos matrimoniales concertados con el fin de satisfacer necesidades mutuas. 3 El proceso de expansión de los seminarios tuvo, sin embargo, enormes dificultades para avanzar debido a cuestiones económicas: la financiación no venía de Roma, sino de las propias diócesis, lo cual implicaba que las más pobres serían incapaces de poner en marcha el proyecto. 31 HISTORIA MODERNA II PABLO MOLEJÓN FONTÁN 3 el siglo XVIII es más débil, forman parte de este estamento personas provenientes de élites rurales, así como de rentistas o altos-medios sectores del artesanado rural. En el mundo urbano, donde en el siglo XVIII se concentra más su presencia, el clero estará formado por capas medias de la población que colocan a sus hijos en puestos eclesiásticos. Y es que el ingreso en el clero era, ciertamente, apetecible: otorgaba consideración social, privilegios económicos, por lo que era normal encontrarse con estrategias familiares para ingresar a un miembro en el clero a fin de alcanzar alguno de los objetivos mencionados, para lo cual, además, la vocación no era tan necesaria. La Iglesia tiene desde época medieval un enorme poder económico. Si nos olvidamos de las propiedades que poseen, ya solo el cobro del diezmo implicaba, en teoría, sustraer a los campesinos un 10% de su cosecha, cifra que, sin embargo, se elevaba en la práctica. Aun así, no todos los miembros del estamento eclesiástico percibían por igual ese poder económico. Y es que dentro del clero diferenciamos distintos sectores. En la cúspide de la pirámide nos encontramos al alto clero, que, además de a sus funciones religiosas, se dedica en ocasiones al alquiler de propiedades o al pequeño préstamo. Este sector del clero acumula ingentes beneficios, percibe buenas rentas, vive generalmente en un domicilio independiente y apenas nota el impacto de las crisis. En el medio de la pirámide nos encontramos al clero medio, concentrado en las ciudades y que disfrutaba, en general, de un nivel de vida cómodo. En la capa inferior, está el bajo clero, a menudo disperso entre el mundo rural, y dentro del cual muchos son pobres y otros aún tenían alguna propiedad o pequeño ingreso que les llegaba para subsistir. Por otra parte, en el siglo XVIII se hace necesario distinguir entre clero católico y clero protestante, para lo cual vamos a tomar los ejemplos de Francia para el primero e Inglaterra para el segundo. En el caso francés, el clero será más homogéneo organizativa, cultural y sociológicamente. El estamento eclesiástico en Francia supone el 2% de la población, pero posee el 10% de la tierra, lo cual nos habla de la enorme influencia que todavía tiene en el siglo XVIII. Sin embargo, a partir de 1730 y a lo largo de la centuria, el número de eclesiásticos, especialmente de los pertenecientes al bajo clero, irá disminuyendo, y el poder de la Iglesia se irá viendo erosionado por dos fuerzas que tratan de reducirlo. La primera fuerza será la de la nobleza y, particularmente, el Estado. El poder absolutista pretende continuar con la dinámica de subordinar lo máximo posible a la Iglesia. Además, el estado buscará que la Iglesia no suponga un lastre a nivel económico para la administración, con lo que se intentará que los conventos se mantengan económicamente por sí mismos y, aquellos que no puedan hacerlo, cerrarán. Asimismo, la nueva nobleza tenderá a intentar acaparar puestos en la Iglesia con el fin o de controlar ciertos procesos, o simplemente de obtener los privilegios ya mencionados antes que se obtienen por pertenecer al clero. La segunda fuerza es la de la mentalidad ilustrada, profundamente anticatólica, que cuestiona el poder y la riqueza de la Iglesia. Por otra parte, el impacto del Concilio de Trento y, concretamente, de las medidas que buscan una limpieza de imagen y la depuración de malas prácticas, tiene su reflejo en la creación de la Comisión de Regulares en 1766, que no solo impide la creación de nuevas órdenes religiosas, sino que, además, busca castigar los vicios y las desviaciones del dogma católico. En el otro lado nos encontramos, como decimos, al clero protestante, del cual hablaremos a través del caso de Inglaterra. La organización interna era similar a la católica, con un alto clero encabezado por el Arzobispo de Canterbury. En Inglaterra, la condición de noble solo la heredaba el primer hijo, mientras que los demás quedaban relegados a la 32 HISTORIA MODERNA II PABLO MOLEJÓN FONTÁN 6 comercio que, al establecer fábricas nuevas aprovechándose de los avances tecnológicos y la legislación flexible, se convierten en burgueses industriales. Por último, se ha asociado tradicionalmente a la burguesía el ejercicio de las llamadas profesiones liberales, como médicos, abogados, funcionarios del estado o de los transportes, profesores o lo que en el siglo XVIII se conoce como intelectuales, que experimentarán un gran auge en este periodo. Sin embargo, el desarrollo capitalista sobre todo en el siglo XIX provocará la proletarización de muchas de estas profesiones, y la coyuntura económica, política y social que queda tras las revoluciones burguesas, que asegura la participación política de burguesía industrial, comercial y terrateniente, y excluye de esta participación a todos los demás, hace que el término “burguesía” se acote sobre todo a los tres mencionados, y que cada vez se identifique cada vez más a las profesiones liberales como una especie de “clase media” antes que como burguesía. Para finalizar este apartado, hablaremos de lo que yo considero, a título personal, lo más importante. La burguesía tiene hasta el siglo XVIII una actitud respecto a la nobleza de imitación de su modo de vida. El ideal de prestigio social es claramente la nobleza y la burguesía, en aras de compensar el poder económico que está adquiriendo, pretende llegar a los mismos estándares vitales que la nobleza. Esta búsqueda del ennoblecimiento es lo que Fernand Braudel llamó la “traición de la burguesía”, considerando que esta estaba traicionando al tercer estado, su propio estamento, al querer imitar a la nobleza. Sin embargo, la historiografía marxista ha señalado algo vital sobre el análisis de Braudel que será de suma importancia para entender el cambio de mentalidad respecto a la nobleza que se produce en el seno de la burguesía en el siglo XVIII. La burguesía antes de las últimas décadas de la centuria no tenía conciencia de sí misma como clase independiente con un lugar concreto en la sociedad y en la historia y, por tanto, no actuaba como tal4. Sin embargo, a lo largo del siglo XVIII la coyuntura en este sentido comienza a cambiar. Los burgueses empiezan a darse cuenta de que existen diferencias de clase, que son en cierto modo irreconciliables, entre ellos y la nobleza. En este sentido, el ennoblecimiento burgués empieza a ser visto no solo como un mecanismo de ascenso social, sino también como un símbolo de afirmación burguesa, de demostrar su capacidad de llegar a lo más alto y convertirse en noble. Hacia finales del siglo XVIII, la situación se radicaliza todavía más: la burguesía se da cuenta, en buena medida gracias a la influencia de la Ilustración, de que la defensa de los privilegios nobiliares es incompatible con la defensa de sus intereses económicos como burgueses. Esto se suma al hecho de que hacia las últimas décadas de la centuria cada vez menos burgueses pueden ennoblecerse debido a las trabas que impone la nobleza, consciente de lo que está ocurriendo. Esto provoca el nacimiento de una suerte de conciencia de clase burguesa: la burguesía se percibe como fuerza social independiente y con capacidad revolucionaria. Ya no se pretende imitar a la nobleza, sino derrocarla. A partir de este punto, lo que ocurrió es de sobra conocido. 4 Por eso los historiadores marxistas consideran que no se puede hablar de “traición”, porque no existe conciencia de clase en ninguno de los estamentos que no sea el nobiliar. 35 HISTORIA MODERNA II PABLO MOLEJÓN FONTÁN 7 DE TERCER ESTADO A PROLETARIADO: CLASES POPULARES, CONCIENCIA Y PROTESTA PREPOLÍTICA EN EL SIGLO XVIII De todos los grupos o sectores sociales que estudiamos para la época moderna, el que más va a crecer en número y más cambios va a experimentar en el siglo XVIII va a ser el de las clases populares y los llamados grupos subalternos, que en Francia, por ejemplo, constituyen el 97% de la población. Asimismo, lo que denominamos “clases subalternas” hace referencia a un conjunto extremadamente heterogéneo de grupos sociales, desde artesanos acomodados hasta prostitutas y vagabundos en constante riesgo de muerte. Es por ello que es necesario establecer una serie de delimitaciones entre ellos que iremos perfilando a lo largo de todo el apartado. El grupo más números de todos cuanto hablaremos aún es, hasta mínimo finales de la centuria, el campesinado. Los campesinos experimentan enormes cambios en su modo de vida en el siglo XVIII, que, por otra parte, ya vienen de antes. La especialización agrícola que se inicia en algunas regiones durante el siglo XVII y se generaliza en Europa a lo largo del siglo XVIII supone en buena medida la erosión o el completo borrado de los derechos comunales tradicionales que garantizaban al campesinado un medio de subsistencia. A lo largo del siglo la tendencia hacia la pérdida cada vez mayor del acceso a la tierra seguirá su curso, lo cual e parte motiva el éxodo rural y acentúa la polarización social en el mundo rural a favor de los grandes propietarios. Así, se expande una masa de campesinos asalariados sin tierras, que en 1778 suponían el 18,3% de la población rural, y en países como Francia la proletarización de las aldeas y zonas rurales avanzaba a pasos agigantados en el siglo XVIII. Además, una de las cuestiones más importantes es que estos campesinos no solo se dedicarán a actividades agrarias sino que, cada vez más, obtendrán sus ingresos de las manufacturas textiles rurales, del trabajo manufacturero doméstico típico de la protoindustrialización. De este modo, estaban aún unidos en cierta medida al mundo campesino, pero sus formas de vida, su cotidianidad y sus necesidades van más allá de él. En Inglaterra, ya entre finales del siglo XVII y principios del XVIII había por cada cuatro campesinos siete trabajadores rurales, número que aumentaría con la expansión de los enclosures a partir de la década de 1750. Y es que su situación, como es evidente, empeoraba a medida que se les restringía el acceso a la tierra, en tanto quedaban privados de su fuente de ingresos tradicional y dependían enteramente de las manufacturas. Así, en la Inglaterra de 1803, más de un tercio de la población pertenecía a los sectores más pobres de entre los pobres. El nacimiento y la expansión de este grupo de trabajadores manufactureros rurales va a suponer un evidente problema para el gremio de los artesanos, que va a experimentar importantes cambios a lo largo de la centuria. En un principio, los gremios van a tratar de seguir existiendo acorde a sus lógicas tradicionales, y ciertamente lo conseguirán, en parte porque los trabajadores urbanos van a preferir en la mayoría de los casos el trabajo gremial, más seguro, estable y mejor pagado, que las nuevas fórmulas laborales, más lesivas, inestables y pobres. Dentro de este marco, aun así, irán buscando formas de adaptarse a la nueva coyuntura, como la especialización productiva o la subcontratación a ciertos niveles, para no quedarse atrás. Sin embargo, la situación va a ser más complicada para los artesanos, especialmente a partir de la década de 1750, con el nacimiento y la posterior expansión de las protofábricas ya en zonas urbanas, donde suponían una clara competencia para los gremios. Así, aquellos 36 HISTORIA MODERNA II PABLO MOLEJÓN FONTÁN 8 maestros que no se convirtieron en burgueses industriales, se proletarizaron junto con sus oficiales, y se unieron a los trabajadores rurales que emigraban a la ciudad a trabajar a tiempo completo en las manufacturas en una misma clase a la que podríamos llamar preproletariado urbano. De la masa de productores agrarios sin tierras y de los oficiales y maestros proletarizados surgieron los obreros de las primeras fábricas. Esto implicó para ellos, naturalmente, la separación de los espacios de producción y reproducción, antes unidos en el hogar familiar, y la destrucción de los modelos de vida, comportamiento y trabajo tradicionales y su sustitución por otros completamente nuevos: en un excelente estudio, Thompson muestra el impacto que la introducción de relojes en las fábricas tuvo sobre los trabajadores, y es que solo bajo el capitalismo industrial el trabajo pasó a medirse en unidades de tiempo, por poner un ejemplo de tantos cuantos hay. Las condiciones de vida y trabajo de este preproletariado eran extremas en el sentido negativo de la palabra: las jornadas laborales excedían por mucho los límites de lo físicamente soportable, era común el trabajo de mujeres y niños sobre todo en la industria textil (en las fábricas de Arkwright, de las más influyentes, solo el 14% de los trabajadores eran hombres adultos en 1789). En cuanto a los salarios, estos trabajadores eran remunerados casi a la par de sus costes de reproducción5, y cada vez la vida en la miseria era más común, especialmente a medida que el avance del capitalismo va desmontando los mecanismos de seguridad de que disponía la sociedad anteriormente para paliar las consecuencias de la pobreza. La generalización de la miseria y la pobreza es un elemento importante a tener en cuenta, puesto que no pasa desapercibida. Al aumento de la pobreza le sigue un cambio en las actitudes frente a la misma por parte del Estado y las instituciones eclesiásticas. Para el Estado, la pobreza ya no debía ser un objeto de beneficencia, sino un elemento al que perseguir y castigar a través de los mecanismos punitivos estatales. Por su parte, la Iglesia y la sociedad distinguían entre pobres estructurales y coyunturales, es decir, entre aquellos que eran pobres porque su situación les impedía salir adelante (ancianos, discapacitados…) y sí merecían beneficencia, y aquellos que, a ojos de la sociedad, eran pobres por haber tomado malas decisiones y por tanto no eran merecedores de asistencia social. En general, estos últimos supondrían el 20% de la población, mientras los primeros serían tan solo el 4%. A raíz de estos cambios en la mentalidad acerca del tratamiento de la pobreza, surgen asilos de pobres, orfanatos, instituciones de trabajo y prisiones en las cuales se integraba a los internos en el proceso productivo: la mayoría de estas instituciones trabajaban para empresas manufactureras, y con el trabajo de los presos y los “deshechos sociales” se aseguraban mano de obra gratis con la cual, además de ahorrarse costes, podían presionar a la baja las condiciones laborales de los trabajadores remunerados. La expansión del sistema capitalista encontró un potente aliado en la criminalización de la pobreza. La economía de mercado arruinaba a las clases pobres y las obligaba a entrar en los procesos productivos capitalistas, a través de medidas concretas como la liberación del comercio de cereales, que perjudicaba al campesinado, y la eliminación de la regulación del precio del pan, que perjudicaba al conjunto de las clases bajas. 5 Ya hemos explicado en el tema del comercio qué significa esta expresión, así que toca hacer memoria ;). 37
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