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Orígenes y desarrollo de la Primera Guerra Mundial: sistema internacional y alianzas - Pro, Apuntes de Historia del Derecho

Este documento analiza el contexto internacional que llevó a la primera guerra mundial, con enfasis en las alianzas y el papel de alemania, francia y rusia. Se abordan los tratados de frankfurt, san estéfano y reaseguro, así como la triple alianza y la triple entente. Se explica cómo las tensiones entre estos países y sus aliados llevaron a la guerra.

Tipo: Apuntes

2013/2014

Subido el 19/03/2014

Luis_Moreno_123
Luis_Moreno_123 🇮🇹

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¡Descarga Orígenes y desarrollo de la Primera Guerra Mundial: sistema internacional y alianzas - Pro y más Apuntes en PDF de Historia del Derecho solo en Docsity! 1 Tema 5.- La política internacional de alianzas en el cambio de siglo. La Primera Guerra Mundial: origen, desarrollo y con- secuencias 1.- La política internacional 1.1.- El sistema bismarkiano El punto de partida para considerar las relaciones internacionales a partir de 1870 se sitúa en la firma del Tratado de Frankfurt (10/03/1871) que pone fin a la guerra franco- prusiana, fijándose como condiciones básicas en la rendición de Francia el pago de una cuan- tiosa indemnización y la entrega a Alemania de los territorios de Alsacia y Lorena. La derrota de Francia proporciona a su vencedor un prestigio que permite a Alemania, apoyada por su creciente potencia industrial, jugar el papel de árbitro del continente europeo, en tanto que Inglaterra se mantiene confinada en su espléndido aislamiento. Temeroso de una revancha francesa, el sistema bismarkiano consistirá en intentar agrupar a su alrededor a todos los países europeos, incluso aunque presentaran intereses antagónicos. La caída de Bismark supondrá el fin de este sistema. La nueva generación alemana de Guillermo II repro- chará al Canciller su visión estrictamente europea y su política de compromisos. La Weltpolitik practicada desde este momento modificará sustancialmente el sistema de relaciones interna- cionales. Para entender el mundo de las relaciones internacionales en este tiempo hay que tener presente la importancia de los sentimientos nacionalistas, alentados por los procesos unifica- dores alemán e italiano que, si por un lado favorecen el nacimiento de nuevas potencias, por otro plantean el grave problema de las minorías sometidas y ansiosas por alcanzar su inde- pendencia. Esta situación resulta especialmente conflictiva en determinadas zonas. En Austria, la existencia de una importante masa de población húngara conduce al establecimiento, en 1867, de la que se denominará Monarquía Dual, que implica un pacto entre la nacionalidad alemana -mayoritaria en Austria- y la magiar, predominante en Hungría. Pero junto a estos dos grupos existen una serie de minorías oprimidas -checos, eslavos, croatas, rumanos, italia- nos...- cuyas reivindicaciones no contribuirán precisamente al equilibrio interno de la monarqu- ía dual. El problema de las minorías sometidas se daba también en la Rusia de Alejandro II, pe- ro el carácter autocrático del régimen zarista impedía por el momento cualquier manifestación de protesta. También deben tenerse muy en cuenta los sentimientos nacionalistas de la derrotada Francia, a la que la pérdida de Alsacia-Lorena había supuesto una humillación de la que Bis- mark siempre estará temeroso de que los franceses intenten recuperarse a través de una nueva guerra. Y la recientemente unificada Italia planteará en el foro internacional sus reivindi- caciones por los territorios irredentos que continuaban sometidos a Austria. Otro factor a considerar es el de la existencia de unas zonas calientes, que fácilmente pueden convertirse en foco de conflictos. Es, por supuesto, el caso de Alsacia-Lorena, pero también el de la Italia irredenta (Trentino, Istria), o el de los Balcanes, donde las reivindicacio- nes nacionalistas de las poblaciones sometidas al Imperio Otomano, son fomentadas por ru- 2 sos y austriacos, que esperan beneficiarse del desmembramiento del hombre enfermo, convir- tiendo a la llamada Cuestión de Oriente en uno de los más importantes factores de desequili- brio en Europa. Hasta los años noventa el mundo de las relaciones internacionales va a estar controla- do por Bismark, el hombre que dirige a la potencia continental hegemónica y cuya política ex- terior va a estar condicionada por el temor a una revancha francesa, que podría producirse a través de una alianza con Rusia, de manera que Alemania quedara sometida a un cerco fran- co-ruso. Para evitar esta posibilidad, el objetivo fundamental de la política internacional bis- markiana será el aislamiento de Francia. Por otra parte, a lo largo de los últimos años del siglo XX, la mayor parte de los países europeos se encuentran abocados a una carrera colonialista que se constituye en fuente de tensiones entre ellos. Sin embargo, la Alemania de Bismark apenas participa en este proceso, con lo cual, no solo evita tensiones con naciones en cuya alianza pueda estar interesado, sino que además, la carencia de intereses coloniales la sitúa en una óptima posición para conver- tirse en el árbitro de las disputas surgidas entre las potencias colonialistas. La diplomacia bismarkiana, que en los años siguientes impondría sus principios en Eu- ropa, atraviesa por tres momentos diferentes, los llamados sistemas de Bismark, que en rea- lidad son tres intentos consecutivos para alcanzar el establecimiento de un sistema. 1.1.1.- Primer intento La aprobación de la ley militar francesa en julio de 1872 provoca la preocupación de Bismark ante una Francia que ha pagado rápidamente las indemnizaciones de guerra y se encuentra en rápido proceso de rearme. Bismark busca la proximidad de Austria y Rusia. En Berlín, en septiembre de 1872, Guillermo I de Alemania, Alejandro II de Rusia y Francisco José de Austria, discuten la conveniencia de suscribir un pacto personal, militar y defensivo que, firmado en el año siguiente, conocemos con el nombre de Entente de los tres Emperado- res. Existían discrepancias entre estos países. Alemania y Austria estaban enfrentadas co- mo consecuencia de la política religiosa de Bismark (la kulturkampf), y la rivalidad en los Bal- canes enfrentaba a Austria y Rusia. Sin embargo, los tres participaban de problemas comu- nes, como era la cuestión de los nacionalismos internos o el temor ante los sucesos de la Co- muna y el movimiento obrero. Este primer intento no tardaría mucho en hacer crisis. La amenaza de una guerra pre- ventiva contra Francia en 1875, provocó una inmediata reacción de Inglaterra así como de Rusia, que no se consideraba comprometida por la Entente si era Alemania la que declaraba la guerra. Pero el motivo principal de la crisis sería el conflicto de los Balcanes planteado en 1878, provocado por la pesada carga de los intereses económicos y financieros de las potencias europeas como consecuencia de los préstamos concedidos al Imperio Otomano. La difícil si- tuación de éste provocó la sublevación de las poblaciones sometidas, primero en Bosnia, lue- go entre los búlgaros, e inmediatamente en Servia y Montenegro. Reunidos los miembros de la Entente se acordó que, en caso de desmembración del Imperio Turco, la Besarabia sería cedida a Rusia, debiendo quedar Bosnia-Herzegovina bajo dominio austriaco. Pese a que el sultán consiguió controlar la situación de sus dominios balcánicos, Rusia emprendió una acción militar que le llevó a las proximidades de Constantinopla, firmando el sultán el Tratado de San Estéfano (03/1878) por el que se hacía efectiva la ocupación de Be- sarabia y nacía la Gran Bulgaria -mero satélite ruso-, al tiempo que Rumania se declaraba in- dependiente. 5 1.2.1. El acuerdo franco-ruso Lógicamente, Rusia se dirigió hacia otros países europeos en busca de la ayuda finan- ciera que necesitaba, y la encontró en Francia. Los lazos económicos entre ambos países fue- ron estrechándose. En 1888, cuando acababa de firmarse el acuerdo germano-ruso de Re- aseguro, las inversiones francesas conseguían superar a las alemanas. La aproximación económica derivó hacia el campo sentimental. En París se puso de moda lo ruso. Tolstoi y Dostoievski se encontraban entre los autores preferidos de las clases intelectuales francesas. Los intereses económicos y las simpatías culturales facilitaban el camino hacia el entendi- miento político. Por supuesto, el acercamiento franco-ruso tiene sus razones políticas. La actitud de la Triple Alianza en el Mediterráneo -contraria a los intereses franceses- y en los Balcanes - contraria a los intereses rusos-, predisponía a la aproximación de los dos países para la cual existía el problema de la incompatibilidad del régimen republicanos francés frente al autocráti- co ruso. El fracaso ruso en Bulgaria en 1887 y los empréstitos concedidos por Francia desde 1888 facilitaron el entendimiento. Por añadidura, el nuevo Káiser, Guillermo II, dispuesto a ser él quien definiera la política exterior alemana, decidió no renovar el Tratado de Reaseguro, con lo cual desaparecía uno de los pilares del sistema bismarkiano. Pensaban, Guillermo II y sus consejeros, que Rusia no podría encontrar otros aliados y que, por lo tanto, no resultaba peligroso dejar al zar con la manos libres. Rusia y Gran Bretaña tenían problemas en sus relaciones por cuestiones colo- niales, y un acercamiento a Francia carecía de sentido de cara a la cuestión de los Balcanes. En 1891 se renovaba la Triple Alianza de forma que, entre ésta y el Pacto del medi- terráneo, Rusia se encontraba peligrosamente aislada. Un intento de aproximación a Alema- nia fue rechazado, y en Moscú se supo que el alto mando alemán preparaba su estrategia militar pensando en la eventualidad de una guerra en dos frentes. Como consecuencia, ape- nas tres años después de la retirada de Bismark, se firmaba el acuerdo franco-ruso que su- ponía el fin del aislamiento francés. La consecución de un acuerdo fue difícil, porque para Francia el principal enemigo era Alemania, mientras que para Rusia era Austria. Sin embargo, en agosto de 1892 se llegaba a un entendimiento. El acuerdo militar tenía un carácter defensivo-ofensivo: en el caso de que las tropas de cualquier miembro de la Triple Alianza comenzaran a movilizarse, Francia y Ru- sia movilizarían las suyas al unísono. Si Francia era atacada por Alemania o por Italia ayudada por los germanos, Rusia atacaría a Alemania. De la misma forma respondería Francia si Rusia era atacada por Alemania, o por Austria-Hungría apoyada por Alemania. Algo más de un año después, en diciembre de 1893, el acuerdo militar fue transformado en alianza -con una dura- ción que debería ser la misma que la de la Triple Alianza- y Francia rompía definitivamente su aislamiento. 1.2.2.- La Weltpolitik Alemania podía haber salvado esta situación aproximándose a Gran Bretaña, a la que no podía agradar un acuerdo entre sus dos rivales coloniales más importantes. Pero Guillermo II estaba dispuesto a llevar a la práctica su Weltpolitik y a participar en el reparto del mundo, lo que hizo público en 1896, votándose por el Reichstag un importante presupuesto destinado a realizar un ambicioso programa naval que habría de ser la base de la política mundial, lo que, en definitiva, le llevaría a enfrentarse con Gran Bretaña. En el tránsito de ambos siglos los intereses de las potencias colonialistas provocaron una época de tensiones. Los protagonistas no eran ya únicamente los países europeos. Japón 6 y Estados Unidos se unían al conjunto de las grandes potencias y defendían sus intereses coloniales en sus respectivas áreas de influencia. Es la época del enfrentamiento anglo- francés en Fashoda; del anglo-ruso en Afganistán y Persia; de las disputas entre franceses, ingleses y alemanes en Asia Menor; de la guerra de los boers; del desastre español en Cuba y Filipinas; del italiano en Adua y, finalmente, de la guerra ruso-japonesa en la que, por primera vez, un pueblo no blanco derrotaba a un país europeo. Desde la perspectiva de las relaciones internacionales el conflicto de mayor trascen- dencia fue el de Marruecos. Aquí se enfrentaban alemanes, ingleses y franceses, con la parti- cipación de España y la atención de Estados Unidos. Intereses económicos y estratégicos confluían en este territorio. Al ser, en los inicios del siglo XX, una de las escasas zonas no re- partidas, suponía una de las últimas posibilidades de Alemania por adquirir posesiones colo- niales. En 1904 británicos y franceses llegaron a un acuerdo entre ellos: libertad de acción pa- ra los primeros en Egipto a cambio de libertad de acción para los segundos en Marruecos. Alemania, lógicamente disconforme, amenazó con la guerra. La crisis se solucionó momentá- neamente en 1906 con la Conferencia de Algeciras, que reconocía el predominio francés en la zona, ratificándose esta decisión en 1911, cuando nuevamente la iniciativa alemana planteó el conflicto. 1.2.3.- El sistema Delcassé. El fracaso de las conversaciones entre alemanes e ingleses permitirá a Francia tomar la iniciativa diplomática, tarea que protagonizará el ministro de Asuntos Exteriores Teófilo Del- cassé, cuyo sistema de relaciones internacionales se basaba en tres puntos fundamentales: reforzamiento de la alianza franco-rusa; debilitamiento de la Triple Alianza a través de Italia, que era su punto más débil; aproximación a Inglaterra. La alianza franco-rusa se renovó en 1899 y en 1901 en términos mucho más ofensivos que en la versión original de 1893. Respecto a Italia, ésta se encontraba en un momento de reorientación de su política ex- terior tras el desastre de Adua de 1896. En Europa su única vía de expansión eran los Balca- nes, pero su aliada Austria no se mostraba dispuesta a realizar concesiones en este sentido. En el norte de África, su otra vía de expansión, existían posibilidades de dominio, previo en- tendimiento con Francia, en la zona de la Tripolitania. Las relaciones de franceses e italianos atravesaban un delicado momento como conse- cuencia de la ocupación de Túnez por Francia a comienzos de los años ochenta, y por la gue- rra aduanera declarada entre ambos países. Sin embargo, en julio de 1902 fue posible llegar a un entendimiento a través de un tratado secreto por el que Italia prometía a Francia su neutra- lidad en caso de un enfrentamiento franco-alemán. El tercer punto del sistema Delcassé era el más difícil. Sin embargo, el rápido creci- miento naval de Alemania hacía a Gran Bretaña más proclive a un entendimiento que la saca- ra de su situación de aislamiento. En abril de 1904, resueltas las diferencias coloniales sobre el norte de África, franceses y británicos firmaban una Entente Cordiale cuya eficacia quedó demostrada en el contencioso marroquí con Alemania. Pronto se planteó un problema a esta nueva alianza. La guerra ruso-japonesa afectaba a Francia, aliada con Rusia, pero también a Inglaterra que, en 1902, había suscrito un tratado de cooperación con el Japón. La solución se buscó en un acercamiento entre británicos y ru- sos, lo que no resultaba posible si se mantenían las diferencias de ambas naciones en Asia. Pero en 1906 la Rusia derrotada no estaba en condiciones de plantear reivindicaciones o mantener un colonialismo activo. La única compensación que le permitiría resarcirse, al menos 7 en parte, del desastre en el Extremo Oriente, estaba en los Balcanes. Pero en esta zona Rusia chocaba con los intereses de Austria-Hungría y de su aliada, Alemania. 1.2.4.- La Triple Entente. Preocupado por el entendimiento franco-ruso, Guillermo II inició una aproximación en dirección a Rusia, entrevistándose con Nicolás II en 1905 para acordar una alianza defensiva a la cual sería invitada Francia. El intento buscaba dejar aislada a Inglaterra, adversario común de los tres países. Pero el acuerdo de Björkö era inviable porque la opinión pública francesa nunca hubiera aceptado una alianza con Alemania. Por el contrario, la difícil situación de Rusia tras su derrota ante Japón propiciaba que en agosto de 1907 se firmara un acuerdo anglo-ruso, y Gran Bretaña, Francia y Rusia queda- ban unidas en una Triple Entente, opuesta a la Triple Alianza, quedando Alemania encerra- da en el cerco que tanto había temido Bismark. A partir de 1907, con la firma del acuerdo anglo-ruso, se puede considerar iniciada una nueva etapa en las relaciones internacionales, caracterizada por un triple rasgo: a) el enfrentamiento de los bloques antagónicos Triple Alianza-Triple Entente. b) la disminución de los conflictos coloniales. c) el recrudecimiento de las tensiones debidas a causas puramente europeas. Estas tensiones tendrían por foco y escenario la zona más delicada de Europa: los Bal- canes. 1.3.- La crisis de los Balcanes. La situación en los Balcanes había vuelto a ser delicada desde el momento en que un golpe de estado había derrocado a la monarquía pro austriaca que años antes se había ins- taurado en Serbia. En lugar de los Sajonia-Coburgo, el trono fue ocupado por Pedro Karage- orgevitch, nacionalista radical partidario de un gran estado eslavo en los Balcanes bajo la di- rección de Serbia. Con la subida al trono de Pedro I, el apoyo serbio a los nacionalistas de Bosnia- Herzegovina, sometida a Austria, fue acrecentándose. Austria intentó tomar represalias económicas, pero hacía tiempo que los principales lazos económicos de Serbia se habían es- tablecido con Francia, por lo que era poco el daño que podían causarle estas sanciones. Después de la derrota ante el Japón, Rusia dedicó mayor atención a los asuntos balcá- nicos, de forma que Serbia pensaba contar con el apoyo del zar en caso de enfrentamiento con Austria. En esta situación, el nuevo canciller austriaco, Aehrenthal, decidió, en septiembre de 1908, la ocupación de Bosnia-Herzegovina y su anexión directa al Imperio Austro-Húngaro. Serbia protestó y buscó el apoyo ruso. Se produjeron movilizaciones de tropas y Rusia recabó la ayuda de Francia apelando al Tratado de 1893 y de Gran Bretaña por el de 1907, pero ambas naciones le recomendaron moderación al zar. Serbia y Rusia hubieron de aban- donar su actitud belicosa, pero no fueron las únicas que se consideraron humilladas. Italia, según los términos de la Triple Alianza, consideraba que debía beneficiarse ante cualquier modificación en el statu quo de los Balcanes. Su resentimiento hacia Austria aumentó al no ver cumplidas sus aspiraciones. Apenas dos años después Italia intentaría el desquite al declarar la guerra a Turquía en 1911, arrebatándole la Tripolitania. La acción italiana sirvió de ejemplo a los estados balcáni- cos. En marzo de 1912 serbios y búlgaros firmaban un tratado secreto contra Turquía. Poco 10 explícitamente en una de las cláusulas del Tratado de Versalles, no puede aceptarse como explicación del conflicto. 2.2.- El estallido de la guerra. El 28 de junio de 1914 el archiduqe heredero de Austria, Francisco Fernando, y su es- posa, son asesinados en Sarajevo. El atentado ha sido organizado por la sociedad Joven Bosnia, y en ella está directamente implicado el gobierno serbio que, si no ha organizado el atentado, ha permitido su preparación. Austria-Hungría tiene, de esta forma, un pretexto para desembarazarse de Serbia, no para absorberla, pero sí para desmembrarla. El 5 de julio Gui- llermo II asegura a Austria su apoyo. El 7, el Consejo de ministros austriaco lanza un ultimá- tum que no es aceptado por Serbia. El 28, tras haber rechazado una mediación inglesa prime- ro y rusa después, Austria declara la guerra a Serbia. El gobierno ruso inicia los preparativos para movilizar sus tropas. El 31 de julio Alema- nia advierte a Rusia que cese en sus preparativos, y otro ultimátum es dirigido a Francia para que defina su postura en caso de romperse las hostilidades. El 1 de agosto es decretada la movilización general en Francia y Alemania, y ésta declara la guerra a Rusia. El 3 se la decla- ra a Francia, acusándola de violación del territorio alemán, avanzando sobre Bélgica, que le ha negado paso por su territorio a los ejércitos germanos. Ese mismo día la Cámara de los Comunes vota los créditos necesarios para la movilización militar. Al día siguiente Gran Breta- ña envía un ultimátum a Alemania para que detenga la invasión de Bélgica, lo que supone la declaración de guerra. En los días siguientes Serbia declaraba la guerra a Alemania y Austria- Hungría hacía lo mismo con Rusia. Italia anunciaba su neutralidad. La guerra que se inicia irá adquiriendo caracteres mundiales. En Europa, solo los países Escandinavos. España, Suiza y Holanda permanecerán neutrales durante toda la contienda. Fuera de Europa, Japón se ve favorecido por la situación al encontrarse con la vía libre para su expansión por Oriente. Rusia y Gran Bretaña eran los países con más territorios y áreas de influencia en Extremo Oriente, y Japón estaba especialmente interesado en ampliar su influencia en China. Pero no podía entrar en guerra con la Entente por temor a la reacción de Estados Unidos. Por otro lado, Alemania poseía la concesión de Kiao-Chou en China del Norte, clave para la penetración en el continente. El 23 de agosto Japón le declaraba la guerra y ocupaba sus concesiones en China. Durante la guerra, los japoneses realizarán una sis- temática política de presión sobre China para conseguir colocarla bajo su órbita de influencia. En cuanto a Estados Unidos, aunque la opinión pública se inclinaba a favor de los alia- dos, apoyó la decisión del presidente Wilson de mantener la neutralidad, realizando una labor de mediación en busca de la paz. Finalmente, agredidos por la guerra submarina alemana en sus intereses comerciales, Entrarían en guerra al lado de los aliados. 2.3.- El desarrollo de la guerra Entre 1914 y 1918 la Gran Guerra se desarrolla a lo largo de una serie de fases bien definidas. 1914 es el año de la guerra de movimientos, mientras que desde diciembre de este año hasta febrero de 1916 se desarrolla la guerra de posiciones o guerra de trincheras. A lo largo de 1916 asistimos a la batalla de Verdún y su correspondiente contraofensiva en el Somme, como hechos más destacables. Y en 1917, junto a la intervención de los EE.UU, se produce la retirada de Rusia -paz de Brest-Litovsk- como consecuencia del estallido de la re- volución. Finalmente, en 1918 la guerra llega a su terminación firmándose los tratados que determinarían las condiciones de la paz. Tratado de Versalles, que fija las condiciones de la 11 rendición alemana. Tratado de Saint-Germain, con Austria. Tratado de Trianón, con Hungría. Tratado de Neuly, con Bulgaria. Y Tratado de Sévres, con Turquía. 2.3.1. La guerra de movimientos La intención alemana es derrotar a Francia en dos meses para, inmediatamente, vol- verse contra Rusia. El Jefe del Estado Mayor, Moltke, mantiene el plan estratégico trazado desde varios años antes, que contemplaba la posibilidad de una guerra en dos frentes cuyo primer paso sería la entrada de las divisiones alemanas a través de Bélgica, descendiendo hacia el Jura, para dejar embolsado al ejército francés. El plan francés, bajo la dirección del mariscal Joffré, comporta una ofensiva por la zona de Alsacia, en tanto una fuerza secundaria frenaba el ataque alemán desde el norte. Violada la neutralidad belga, el 15 de agosto las fuerzas alemanas se encuentran en la frontera francesa. La primera batalla del Marne frena a los germanos en su avance hacia la capital francesa. El frente del Oeste queda estabilizado. En el frente oriental, pese a la inferioridad numérica de sus efectivos, Hindenburg derro- ta a los rusos en Tannenberg a finales de agosto y les obliga a evacuar la Prusia oriental. Los austriacos, que han invadido Serbia, son derrotados en Galizia por las fuerzas ruso/serbias en septiembre, siendo obligados a abandonar el territorio invadido. La guerra se extiende a dos nuevos países a lo largo de 1914. Japón, que interviene contra Alemania en virtud de su alianza con Inglaterra, busca sobre todo apoderarse de las posiciones alemanas en Extremo Oriente. Turquía, que inicialmente ha declarado una neutra- lidad favorable a las potencias centrales, abandona su postura tras la batalla del Marne, cierra los Estrechos y ataca a los ruso en octubre. Resulta evidente, tras los primeros meses de contienda, que la guerra no será corta. Cada uno de los países beligerantes se verá obligado a movilizar todos sus hombres y recur- sos. La economía liberal europea no se encuentra preparada para hacer frente a las necesi- dades que plantea una movilización general., que implica una intervención creciente del Esta- do. En Francia, después de un mes de guerra, los stoks civiles y militares se agotan. La in- vasión ha hecho perder al país la mitad de su carbón, el 64% de su producción de acero, el 90% de su industria lanera, el 20% de la producción de cereales. Es necesario importar víve- res e improvisar una industria metalúrgica, con una intervención creciente del Estado. En Inglaterra se acuerda la concesión de poderes especiales al Rey, que realiza un llamamiento a los voluntarios. El papel que debe jugar Inglaterra en la alianza es, sobre todo, financiero y marítimo. Debe asegurar el aprovisionamiento desde ultramar y ejercer un blo- queo sobre Alemania, poco eficaz desde el momento en que el comercio de los neutrales permanece libre. Rusia sufre las consecuencias de un débil equipamiento. Sus ferrocarriles resultan insu- ficientes y no tiene capacidad para aumentar la producción. Necesita contar con la ayuda de los aliados, que no pueden hacérsela llegar desde el momento en que los Estrechos han sido cerrados. Alemania debe asegurar su propio aprovisionamiento y atender al equipamiento de sus aliados. Es donde más rápidamente se pasa de una economía liberal a la autarquía bajo la dirección del Estado, que dirige la requisa de las materias primas, su reparto y el racionamien- to de los alimentos. 12 2.3.2. La guerra de posiciones En el frente del Oeste se ha desembocado en una forma de guerra para la que ninguno de los contendientes se encontraba preparado: la guerra de trincheras. Las sucesivas ofensi- vas y contraofensivas no consiguen variar apenas las líneas establecidas. El interés se centra en el frente Oriental, donde desde febrero de 1915 hasta enero de 1916 se persiste en el empeño de restablecer la comunicación por los Estrechos para poder establecer contacto con Rusia. La actuación de las fuerzas anglo-francesas en la zona de los Balcanes provoca una gran conmoción en estos territorios. En el frente marítimo, la gran flota alemana, con base en Kiel, no interviene. Los ale- manes realizan una guerra marítima a base de barcos piratas ligeros primero, y más tarde a través de la guerra submarina. Un nuevo país entra en guerra. Italia, cuyas negociaciones con Austria acerca de los te- rritorios irredentos han fracasado, entra en la guerra al lado de los aliados que, en abril de 1915, le han prometido las tierras reclamadas a Austria y compensaciones en el Imperio Oto- mano. a) El año de Verdún En el frente Oeste, Falkenhayn -que ha reemplazado a Moltke- decide realizar un ata- que sobre Verdún que debe provocar la destrucción del ejército francés. La ofensiva, iniciada el 21 de febrero de 1916, dura 131 días; pero sus resultados son escasos, en un mes los ale- manes apenas han avanzado un kilómetro. Las fuerzas francesas, dirigidas por el mariscal Petain, resisten. El 1 de julio cesa la ofensiva alemana. La mayor batalla de la guerra ha cos- tado 240.000 hombres a Alemania y 275.000 a Francia. Verdún se ha convertid en un símbolo de la resistencia francesa. Tras la batalla de Verdún los franceses, con el apoyo de fuerzas inglesas, lanzan una ofensiva en la zona del Somme, haciendo retroceder a los alemanes 25 kilómetros. En el frente Oriental Rusia, a petición de Francia, lanza un ataque en dirección a los Cárpatos con objeto de distraer fuerzas a los alemanes durante la ofensiva de Verdún. En el mar, los ingleses buscan la forma de destruir la gran flota alemana, que constituye una amenaza permanente para los convoyes que pretenden aprovisionar al ejército ruso. El 31 de mayo de 1916 se libra la batalla de Jutlandia, pero la flota alemana consigue refugiarse en Kiel, de donde no volverá a salir. Dos nuevos países entran en guerra. Portugal que, siguiendo su tradición en relaciones internacionales, se une a Inglaterra, y Rumania, de la que los aliados obtienen la intervención prometiéndole la Transilvania y la Bukovina. Pero los rumanos son derrotados rápidamente por los Alemania que, de esta forma, puede disponer del trigo y del petróleo de los que tan necesitada estaba. Las dificultades internas comienzan a crecer en los países beligerantes. Los sindicatos franceses, reorganizados, inician las primeras huelgas en protesta por la guerra. En Alemania, la oposición a la guerra es más importante. El 27 de enero de 1916 es difundida la primera de las Letras Políticas firmada por Espartaco. Liebknecht y Rosa Luxemburgo reclaman la des- aparición de la II Internacional y la creación de una nueva organización. Los socialistas consi- deran al capitalismo culpable de la guerra. La actuación de los socialistas tiene graves reper- cusiones entre los beligerantes. En Alemania, pese a la actuación del gobierno, tienen lugar duras manifestaciones el 1 de mayo. En Rusia se producen importantes manifestaciones calle- jeras. En Austria es asesinado el Presidente del Consejo. En Francia, en el XIII Congreso del Partido Socialista la participación en el gobierno es aprobada por una débil mayoría. 15 1919) son nombrados representantes, además de los dirigentes bolcheviques, numerosos mili- tantes extranjeros exilados en Rusia después de 1917 y solamente algunos representantes de los partidos socialistas centroeuropeos y de Europa occidental. Es este un hecho que condi- cionará gravemente el porvenir de la III Internacional. La situación parece propicia al desarrollo de la ofensiva revolucionaria. Económicamen- te, Europa ha salido de la guerra arruinada, en proceso de inflación. La producción ha entrado en una fase de penuria y los productos de consumo básicos se han encarecido. Socialmente, el conflicto ha agravado ciertas desigualdades y ha incrementado otras. Sicológicamente, la guerra ha suscitado una viva hostilidad hacia las fuerzas conservadoras (dinastías, alta bur- guesía, élites tradicionales, fuerzas armadas), a las que se juzga responsables de la masacre. 3.2. La revolución en Alemania La guerra, y el bloqueo efectuado sobre Alemania durante ella, causa graves problemas al país. En Berlín y en muchas otras ciudades amenaza el hambre, acompañada en ocasiones de epidemias (tifus). A finales de 1918 la ración alimenticia cotidiana no sobrepasa las 1.300 calorías y en algunas regiones los adultos deben contentarse con un poco de pan y un kilo de patatas por semana. Hasta este momento, la esperanza de una victoria ha ayudado a soportar estas dificultades, aunque se han producido algunas huelgas importantes. Pero la brusca re- velación, en octubre, de la gravedad de la situación militar, hace cundir la desesperación. El movimiento revolucionario explotará esta situación y procurará dotar de un contenido político a la agitación espontánea de las masas. Tras el fracaso de la guerra submarina en ultramar y la dimisión del canciller Bethmann- Hollweg en julio de 1917, son los jefes militares, Hindenburg y Ludendorff, quienes se hacen cargo del poder. El Emperador ve su papel reducido al de un simple agente ejecutor de las decisiones del Estado Mayor y designa cancilleres a quienes gozan de la confianza del ejérci- to. Pero, a partir de agosto de 1918, los primeros reveses militares dejan entrever la posibili- dad de una paz sin victoria que hipotecará el porvenir de la nación alemana. Wilson se había negado a negociar con la clase militarista prusiana, produciéndose la eliminación de los dirigentes del Reich con la bendición del Estado Mayor. De esta forma, a partir del 4 de octubre el gabinete, con la presencia de los socialistas, pasa a ser dirigido por el príncipe Max de Bade, un miembro de la familia imperial con ideas liberales. Tres semanas más tarde. Tres semanas más tarde Ludendorff dimite y es sustituido por el general Groener que, con el acuerdo de Hindenburg, declara que el ejército se atendrá a las negociaciones del armisticio. Todo parecía encaminarse hacia un proceso de liberalización sin caída del régimen cuando, bruscamente, la marinería de la flota da la señal de una grave crisis revolucionaria.. El movimiento comienza, efectivamente, en Kiel los días 28 y 29 de octubre. El 4 de no- viembre la marinería controla la ciudad. El 5 la insurrección se extiende a Lübeck y Hamburgo, el 6 al conjunto de la flota. Soldados y obreros se unen a los marineros para constituir conse- jos según el modelo ruso. En breve plazo toda Alemania se encuentra convulsionada por ma- nifestaciones y huelgas. El 7 de noviembre se declara la República bávara en Munich. El 9 la agitación afecta a Berlín. Mientras Guillermo II presenta su renuncia al trono, el Canciller Max de Bade transmite sus poderes al socialdemócrata Erbert, en tanto que el ministro reformista Scheidmann proclama la República. En Berlín se establece una dualidad de poderes entre el Comité ejecutivo de los conse- jos de obreros y soldados y el Consejo de los comisarios del pueblo, dirigido por Erbert y do- minado por los reformistas, siendo este último quien consigue imponer su autoridad, aunque no logra asegurarla en todo el país. Evitando medidas auténticamente revolucionarias, se con- 16 tenta con establecer el sufragio universal y hacer aceptar a los patronos la plena libertad sindi- cal, el establecimiento de convenios colectivos y la jornada de 8 horas. Los socialistas en el poder se encuentran profundamente divididos: Los social-demócratas del S.P.D. son mayoritarios. Cuentan con 1 millón de afiliados y 11'5 millones de electores en 1919. Controlan numerosos municipios y dirigen los sindicatos (2'5 millones de afiliados en 1918). Habían aceptado la guerra en 1914 y no se habían opues- to a la aprobación de los créditos militares. Aunque continúan afirmando su adhesión a la doc- trina marxista, son más bien reformistas hostiles a la dictadura del proletariado y partidarios de un régimen parlamentario. Sus jefes -Erbert, Scheidmann, Noske...- quieren cerrar rápidamen- te el camino al bolchevismo. En función de ello, el 10 de noviembre es firmado un acuerdo secreto entre el nuevo canciller y el alto mando para combatir los movimientos revolucionarios. Para impedir una revolución de tipo bolchevique no dudan en hacer un llamamiento a la frac- ción más reaccionaria de la antigua clase dirigente. Esta alianza contra natura, rápidamente denunciada por la derecha, hipoteca gravemente el porvenir de la República. El partido social-demócrata independiente o U.S.P.D., escindido en 1917 de S.P.D., había rechazado -en ala izquierda- la aprobación de los créditos de guerra. Su heterogeneidad es grande pues, después de 1918, agrupa a la extrema izquierda revolucionaria y a los mode- rados como Kautsky y Bernstein. Después del 9 de noviembre tiene una cierta influencia en el Consejo de los comisarios del pueblo, pero se retira a finales de diciembre para no colaborar con la política contrarrevolucionaria de Erbert. Partidarios de profundas reformas estructurales son, en su mayoría, hostiles a la violencia. Los Espartaquistas, que hasta diciembre de 1918 forman el ala izquierda del U.S.P.D., se separan en esta fecha para formar el partido comunista alemán, el K.P.D., cuyo nombre proviene de la serie de cartas publicadas a partir de 1916 como publicaciones clandestinas y bajo la firma Espartaco. Dichas cartas emanan de un pequeño grupo de dirigentes entre los que se encuentran Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, que se declaran hostiles a la guerra imperialista y a la política de unión sagrada practicada por el S.P.D. Hasta el fin de la guerra sus acciones se ejercen sobre todo en un sentido pacifista e internacionalista. Sin embargo, los espartaquistas no repudian la violencia, ni la dictadura del proletariado, y pretenden seguir el modelo de la revolución rusa. Ello no quiere decir que estén totalmente de acuerdo con los dirigentes bolcheviques, ni que pretendan imitar pura y simplemente el modelo leninista, como se pone de manifiesto en la polémica que desde 1904 enfrenta a Rosa Luxemburgo y a Lenin sobre el tema del centra- lismo y de la espontaneidad revolucionaria. Mucho menos estructurados y centralizados que el partido bolchevique, el movimiento espartaquista tiene en su diario, Bandera roja, su medio de propagación política. S.P.D. y K.P.D. se enfrentan en la lucha por el poder. Para los primeros, éste debe ser elegido por el poder legalmente investido, mientras que los segundos son partidarios de apli- car la fórmula leninista todo el poder para los soviets. Es conveniente tener en cuenta que, salvo excepciones, los consejos de obreros y soldados no tienen mucha similitud con sus homólogos rusos y que, en general, se encuentran manejados por las mayorías. Cuando se reúne en Berlín, a partir del 16 de diciembre, el Consejo Nacional de los Consejos, una mayor- ía amplia -375 delegados de 485-, se pronuncia por la convocatoria de una Asamblea Consti- tuyente elegida por sufragio universal, que deberá decidir el futuro de Alemania. Los consejos rehúsan de esta forma convertirse en los instrumentos de una revolución de tipo bolchevique y se sitúan en la línea legalista de los dirigentes del S.P.D. Los espartaquistas apelan a la lucha armada. Del 29 de diciembre de 1918 al 2 de ene- ro de 1919 celebran un Congreso en el que fundan el partido comunista alemán. Comunis- 17 tas e independientes de izquierda lanzan la orden de una huelga general y declaran la insu- rrección armada. 3.3. La revolución en Hungría Los sucesos revolucionarios afectan también a Hungría, país eminentemente rural, con una masa de campesinos miserables que trabajan las tierras de los grandes propietarios. La propaganda realizada por los numerosos prisioneros devueltos por Rusia tras la paz de Brest- Litovsk provocará violentas agitaciones, a las que se une la inquietud por las presiones ejerci- das en sus fronteras por checos, serbios y rumanos. El 16 de noviembre de 1918 es proclamada la república en Budapest tras las jornadas revolucionarias de la última semana de octubre. El poder es asumido por un gobierno com- puesto por miembros de la antigua oposición parlamentaria, representantes del partido radical burgués y de los socialdemócratas. Su jefe es Michel Karolyi, gran señor de formación occi- dental, partidario de grandes reformas sociales, no solamente del sufragio universal y del re- parto de tierras, sino también de la socialización de los bancos y de las grandes industrias. En el mismo mes de noviembre de 1918, los elementos más revolucionarios del partido socialista fundan el Partido comunista de Hungría, que dirige Bela Kun, antiguo periodista so- cialdemócrata, convertido a las ideas bolcheviques durante su cautividad en Rusia. Su activi- dad revolucionaria, intentando sublevar a la guarnición de Budapest contra el gobierno bur- gués, le lleva a prisión. Pero el 21 de marzo, ante la agravación de la situación interior y de las amenazas en las fronteras, una insurrección popular libera a los jefes comunistas y obliga a su integración en el gobierno. Bela Kun, encargado de Asuntos Exteriores, se convierte en el ver- dadero jefe. El mismo día, la Asamblea de los consejos obreros proclama la dictadura del pro- letariado. Sin embargo, la situación interior es compleja y los opositores al nuevo régimen son numerosos. Los comunistas adoptan métodos expeditivos y las ejecuciones en la capital son numerosas. También otros países son presa en mayor o menor medida de las convulsiones revolu- cionarias. En Austria se constituyen, en el curso de las últimas semanas de la guerra, numero- sos consejos de obreros y soldados. El 3 de noviembre se funda el partido comunista austria- co, pero su influencia sobre las masas obreras no es suficiente para desplazar a los social- demócratas, liderados por Adler. Incluso los países vencedores se ven afectados por la oleada de agitación: hay huelgas en Inglaterra, Francia y, sobre todo, Italia, donde rápidamente ad- quieren un carácter insurreccional. 3.4. La reacción En Alemania los aliados, preocupados por la amenaza bolchevique, deciden no des- mantelar completamente el ejército. La división de los socialistas y la actitud de los social- demócratas son determinantes, lo mismo que la ausencia de una verdadera conciencia revo- lucionaria en las masas alemanas. A finales de diciembre el canciller Erbert y el general Groe- ner toman la decisión de utilizar las armas contra los insurgentes. Noske -socialdemócrata del S.P.D.-, designado comisario del pueblo, acepta organizar la represión. Se organizan cuerpos francos, unidades de voluntarios bien equipados y pagados que constituirán el instrumento utilizado para restablecer el orden. En Berlín, donde los espartaquistas se han adueñado de las calles desde el 6 de enero, los cuerpos francos actúan duramente a partir del 11. Es la Semana Sangrienta, entre cuyas víctimas se cuentan Rosa Luxemburgo y Liebknecht. Los enfrentamientos se prolongarán has- ta mayo. 20 16 prevé sanciones económicas y financieras, pero la necesidad de unanimidad y la ausencia de una fuerza internacional convierten en inoperantes estas disposiciones La Asamblea General está formada por los delegados de todos los Estados miembros y celebra una sesión anual. El Consejo está formado por cinco delegados permanentes - Francia, Reino Unido, Italia, Estados Unidos y Japón- y miembros temporales elegidos por tres años. Se reúne tres veces al año. Una Secretaría permanente le asiste, con un jefe elegido por el Consejo. 4.3. Los tratados El Tratado de Versalles decide la suerte de Alemania y es firmado el 28 de junio de 1919 en la galería de los espejos de Versalles, con la intención de resarcirse de la humillación de 1871. Por lo que se refiere a las cláusulas territoriales, Alemania restituye a Francia la Alsa- cia-Lorena, y compensa a Bélgica. Tras un plebiscito, Schleswig del Norte se incorpora a Di- namarca. El Sarre queda durante 15 años bajo tutela de la Sociedad de Naciones, que fijará su suerte por plebiscito al término de este período. Mientras, sus yacimientos hulleros son ce- didos al Estado francés en compensación por las pérdidas causadas por los alemanes en las minas del Norte. La Posnania y una parte de la Prusia occidental pasan a Polonia, ahora re- construida, que tiene garantizado el acceso al mar por un corredor que aísla a la Prusia orien- tal del resto de Alemania, a través del puerto de Dantzig, ciudad alemana colocada bajo el control de la Sociedad de Naciones, igual que Memel, que será anexionada por Lituania en 1925. La suerte de la Alta Silesia debía decidirse por un plebiscito que tiene lugar en marzo de 1921 y da la victoria a los partidarios de la incorporación a Alemania. Polonia no aceptará el resultado y ocupará militarmente el territorio que, finalmente, será repartido por la Sociedad de Naciones entre ambos países, solución que no contentará a ninguna de las dos partes. Alemania, que pierde una séptima parte de su territorio y la décima parte de su pobla- ción, no reconocerá jamás sus nuevas fronteras orientales. En Ultramar pierde la totalidad de sus colonias, confiadas por la Sociedad de Naciones a los vencedores en forma de mandatos. En lo tocante a las cláusulas económicas y financieras, Alemania deberá pagar las re- paraciones con un montante que será fijado antes del 1 de mayo de 1921. Deberá conceder ventajas comerciales a los vencedores, reconocer la internacionalización de sus vías fluviales y abrir el canal de Kiel a la navegación. Las cláusulas militares reducen considerablemente las fuerzas alemanas. El ejército queda reducido a 100.000 hombres, de ellos 5.000 oficiales. El servicio militar es abolido. Alemania no podrá disponer de tanques, artillería pesada o aviación militar, debiendo entregar su flota a los vencedores. Finalmente, como garantías del cumplimiento del Tratado, es ocupada militarmente la orilla izquierda del Rhin, que será evacuada por sectores de 5 en 5 años. Queda desmilitariza- da una zona en la orilla derecha. EE.UU. y Gran Bretaña acuerdan un tratado de garantías que implica la intervención inmediata en caso de que Alemania viole las fronteras de Francia. Pero ese tratado no llegará a ratificarse. Los tratados de Saint-Germain (10/09/1919) y Trianón (4/06/1920), firmados con Aus- tria y Hungría respectivamente, consagran el desmembramiento de la Monarquía Dual en pro- vecho de Polonia, Rumania e Italia, y de dos nuevos estados: Checoslovaquia y Yugoslavia. Por el tratado de Saint-Germain Austria queda reducida a un pequeño territorio de 83.000 kms2, con 6'5 millones de habitantes, mayoritariamente alemanes. Los austriacos tu- vieron que reconocer la independencia de Checoslovaquia y ceder Galizia al nuevo estado 21 Polaco. Aunque su población pidió anexionarse a Alemania, los aliados se opusieron en esta ocasión a la aplicación del principio de la libre autodeterminación de los pueblos, con el fin de no ver engrandecida a la nación alemana. Italia se vio beneficiada por la cesión de territorios austriacos, pero éstos no alcanzaron la amplitud de los pactado con Londres en 1915, y el pueblo italiano se sintió traicionado por sus aliados. Italia recibió la frontera del Brennero en el Tirol meridional, además de Trieste y una parte de Istria. Pero sus reclamaciones sobre la costa dálmata fueron desviadas por el resto de los aliados en favor de la nueva Yugoslavia. La negativa a concederle la ciudad de Fiume propició una acción del nacionalista Gabriel D'Anunzio, que la conquistó en septiembre de 1919. Finalmente Italia concluyó con Yugoslavia el Tratado de Rapallo en 1920, en el que se estipuló que Fiume permanecería bajo un estatuto especial como ciudad libre. El Tratado de Trianón reduce Hungría a un tercio de su antigua superficie, quedando configurada como una República independiente. Cede Transilvania a Rumania, aunque allí habitan también grandes núcleos de población magiar. Yugoslavia se anexiona Croacia y Es- lovenia (además de Bosnia-Herzegovina y, más tarde, Montenegro). Rutenia fue otorgada a Checoslovaquia, que englobó también Eslovaquia. Solo dos tercios de los magiares permane- cieron bajo la nueva Hungría. El Tratado de Neuilly (27/11/1919) regula la suerte de Bulgaria, que debe ceder una parte de la Macedonia a Serbia -como parte del nuevo estado yugoslavo-, otra parte de Tracia a Grecia, y de Doboudjia del Sur a Rumania. Además es desarmada y obligada a pagar repa- raciones. El Tratado de Sévres (11/08/1920) arrebata al Imperio Turco sus territorios árabes, confiados a Inglaterra y Francia. Limita sus posesiones europeas a la región de Constantino- pla y neutraliza los estrechos. Este Tratado, firmado por los delegados del sultán, nunca llegó a ser ratificado por el Parlamento turco. La revolución de los jóvenes oficiales de Mustafá Ke- mal cuestionará su contenido. Kemal iniciará una guerra contra los griegos -a quienes se hab- ían cedido las islas del Egeo- y conseguirá firmar nuevas condiciones de paz en 1924, una vez establecido el nuevo gobierno de la República de Turquía. Los Tratados de 1919-20, que en su conjunto se conocen como Paz de París, rehacen el mapa de Europa, crean un profundo resentimiento entre los vencidos sin llegar a satisfacer a las potencias vencedoras, especialmente a Italia. Por otra parte, numerosas minorías nacio- nales aceptan mal ser integradas en estados extranjeros. Es el caso de los alemanes del Su- detes, en Checoslovaquia, o de los croatas hostiles a la dominación Serbia en Yugoslavia. Estos descontentos promocionarán un revisionismo que adoptará un tono agresivo y condicionará la evolución de las relaciones internacionales. 5.- Balance de la Gran Guerra Europa sale de la guerra arruinada. Las pérdidas en vidas humanas, la destrucción de una parte de su infraestructura económica, el desequilibrio de sus finanzas y de su comercio exterior, han acentuado en proporciones considerables un declive ya anunciado en los inicios del siglo. Se trata de un problema cuya solución es tanto más difícil cuanto que la guerra ha agravado las divisiones y los problemas políticos del continente. 22 5.1- El balance material Al abordar el capítulo de las pérdidas humanas hay que hablar por una parte de las pérdidas militares y por otra de las pérdidas civiles. Por lo que se refiere a las primeras, son considerables. Más de 8 millones de muertos o desaparecidos en total. 1.300.000 en Francia, a los que hay que sumar más de tres millones de heridos y un saldo de 1.100.000 inválidos. Más de 1.800.000 muertos en Alemania y 5 millones de heridos o mutilados. En Austria- Hungría 1.400.000 muertos. 1.700.000 en Rusia hasta 1917. 750.000 en Italia o en Gran Bre- taña... Las pérdidas civiles, provocadas por las operaciones militares, el hambre, las epide- mias... resultan más difícilmente cuantificables pero, por ejemplo, se aproximarían a los 600.000 en Francia y a los 750.000 en Alemania. La epidemia de gripe -llamada española- de 1918, ha provocado con la ayuda de las circunstancias casi 200.000 muertes en Alemania, algo más de 100.000 en Inglaterra, en torno a esta cifra en Francia, más de 270.000 en Italia... Por otra parte, hay que tener en cuenta las consecuencias a largo plazo de estas pérdi- das. A los años de guerra corresponde un importante descenso de la natalidad, fácilmente apreciable en las pirámides de población. Es un factor que repercutirá en el envejecimiento de la población y acrecentará las cargas de la población activa. El fin de la guerra supone, de otro lado, importantes movimientos migratorios. Más de un millón de alemanes salen de Polonia, de los Países Bálticos y de Alsacia-Lorena, para re- fugiarse en el territorio de la República de Weimar. Un fenómeno similar ocurre en Hungría, que acoge 400.000 emigrantes; o en Bulgaria, 200.000. El conflicto greco turco provoca el éxodo de más de un millón de griegos del Asia Menor. Aparte de los problemas de adaptación lógicos, estos movimientos de población constituyen para los vencidos un sólido punto de apoyo para la propaganda revisionista. En lo referente al declive económico de Europa, se caracteriza en primer lugar por la amplitud de las destrucciones materiales, que afectan sobre todo a las regiones invadidas: Francia del Norte y del Este, Bélgica, Italia del Norte, Rusia europea. En Francia se contabili- zan más de 300.000 viviendas destruidas; 3 millones de hectáreas de tierras cultivables sufren las consecuencias de los bombardeos de la artillería, que han dejado la roca al descubierto. La infraestructura ferroviaria, las carreteras, los puentes y los canales resultan destruidos en gran parte, igual que numerosas instalaciones industriales. Antes de retirarse, los alemanes han inundado las minas del Norte y del Este, reduciendo la producción inmediatamente poste- rior al conflicto en cerca de un 60% en lo tocante al hierro, y casi un 100% la de carbón. No afectada directamente en su suelo, Gran Bretaña ha perdido, sin embargo, gran parte de su flota mercante. En segundo lugar, se produce un claro decaimiento de la producción. La producción de trigo francesa disminuye en más de un 30% entre 1914 y 1919; la de patata en un 53%. El ganado bovino pierde casi un millón y medio de cabezas, y el lanar 7 millones. La caída global de la producción industrial se sitúa en torno a un 35% en el transcurso de esos años. Alema- nia, que ha sufrido escasas destrucciones en su territorio, pierde ricas regiones -Lorena, Alta Silesia-, descendiendo su producción de carbón en un 43% y la de trigo y patatas en un 50%. En Rusia el descenso de la producción es de un 71% en el carbón, el 66% en el petróleo, el 97% en la fundición. En conjunto, el potencial agrícola europeo se ve reducido en un 30% y el industrial en un 40%. En tercer lugar, la guerra supone un cambio en las corrientes comerciales. Una parte importante del comercio intra-europeo ha quedado destruida, orientándose hacia el nuevo mundo (EE.UU., Canadá, Argentina) en lo referente a los productos agropecuarios. Al mismo tiempo, los países suministradores de productos manufacturados (Alemania, Gran Bretaña, 25 partir de 1917 sobre todo, un relativo debilitamiento de los parlamentos en provecho de los gobiernos. Retornada la paz, esta tendencia no desaparece y el ejecutivo se esfuerza por conservar sus nuevas prerrogativas, especialmente en materia de dirección y control de la vi- da económica. En Inglaterra, esta evolución da lugar a la llamada dictadura de gabinete; en Francia se traduce por la práctica de los decretos leyes. Ello comporta una resistencia del le- gislativo que no hará sino acentuar la tendencia a la inestabilidad ministerial. Una última consecuencia política de la guerra consiste en el declive de la influencia eu- ropea en el mundo y en el ascenso de los jóvenes nacionalismos indígenas. Desde luego los vencidos han perdido sus colonias, transformadas en mandatos confiados a los vencedores por un tiempo limitado. Sobre todo, el debilitamiento sufrido por los aliados ha contribuido a disminuir el prestigio del hombre blanco, que ha necesitado recurrir a la colaboración de las tropas coloniales, recurso especialmente sensible por parte inglesa. Al fin de la guerra los mo- vimientos de independencia se desarrollan en las colonias francesas y británicas. 5.3. El balance moral e intelectual La guerra ha marcado profundamente a la generación de los combatientes obsesiona- da por su memoria. La guerra se convierte en el tema principal de un importante número de novelas, testimonios, en los que predomina el sentimiento del horror. Otras obras denotan una cierta nostalgia hacia la figura del héroe, o denuncian el carácter absurdo y monstruoso de la guerra. Estas actividades se prolongan en los años de la posguerra. Unas veces dan lugar al espíritu del antiguo combatiente, una de las características esenciales de la vida política entre guerras. Otras, alimentan una poderosa corriente pacifista que tendrá también su manifesta- ción política. Pero la guerra supone, sobre todo, una puesta en cuestión del sistema de valores sobre el que descansa la civilización occidental. Los valores morales han sufrido un duro quebranto. El desprecio de la vida humana, la oposición entre los padecimientos de los combatientes y la indiferencia de la retaguardia, el espectáculo de las inmensas fortunas adquiridas frecuentemente a expensas de los soldados, todo ello ha dejado profunda huella en la mentalidad colectiva. El sentimiento de haber sido, en nombre de los grandes principios, juguete de intereses sórdidos, suscita una revuelta co- ntra las morales tradicionales basadas en el deber y una búsqueda del placer sin freno. La evolución hacia un individualismo escéptico queda reflejada en la obra de Huxley, Pirandello, Joyce... Pero esta reacción no es solamente literaria. Se traduce en la vida cotidiana y, tras los años de sufrimiento de la guerra, sus manifestaciones son múltiples: modas extravagantes, entusiasmo por el jazz, que hace su aparición en Europa en 1917 con la llegada de las tropas norteamericanas, danzas americanas (charleston) que reemplazan a la polka y al vals de las cortes de Europa central... Los valores intelectuales no se ven menos afectados. La reacción contra el racionalis- mo se acentúa tras la guerra y triunfa con Bergson, Unamuno y el filósofo alemán Heidegger que reivindica la noción del absurdo en nuestro universo. Esta crisis del racionalismo puede conducir a una renovación del sentimiento religioso. Puede también derivar en una evasión hacia lo irracional, rechazando el mundo presente. Este rechazo se manifiesta desde 1919 en el Manifiesto dadá, protesta de los artistas (Picabia, Marcel Duchamp, Tristan Tzara) contra lo absurdo de nuestro universo. En la misma línea se manifiesta, un poco más tarde, el movi- miento surrealista que agrupa en torno a André Breton a los poetas Paul Eluard, Luis Aragón, Robert Desnos, a los pintores Max Ernst, Picasso, Salvador Dalí, y proclama su voluntad de romper con los modos de pensar y sentir del humanismo tradicional. Estos movimientos apa- 26 recen como una reacción contra la guerra, contra las élites que la han desencadenado y se han aprovechado de ella, contra la ciencia que le ha proporcionado sus medios de destrucción masiva. Lejos de ser puramente destructivo, este replanteamiento conducirá a una renovación de la vida intelectual y artística de occidente.
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