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Historiografía 1970/75-1990: La Escuela de Bielefeld, los Sozialhistoriker (de la nueva «historia social» a la nueva «historia de la sociedad», Apuntes de Historia

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Tipo: Apuntes

2019/2020

Subido el 12/09/2020

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¡Descarga Historiografía 1970/75-1990: La Escuela de Bielefeld, los Sozialhistoriker (de la nueva «historia social» a la nueva «historia de la sociedad» y más Apuntes en PDF de Historia solo en Docsity! 12 NOTAS DE CLASE 19.03.2020 3. 1970/75-1990: La Escuela de Bielefeld, los Sozialhistoriker (de la nueva «historia social» a la nueva «historia de la sociedad») «Al comienzo no hubo revolución» H-U. Wehler, Deutsche Gesellschaftsgeschichte, 1987 1 A finales de la década de 1960, irrumpió en la historiografía alemana una nueva generación de historiadores formada, entre otros, por Hans-Ulrich Wehler (1931-2014), Jürgen Kocka (1941), Häns-Jurgen Puhle (1940) o Reinhart Koselleck (1923-2006). Conocidos como la «escuela de Bielefed», este grupo de historiadores iniciaron el acercamiento a un tipo de «historia social» que tenía en cuenta las estructuras y los factores sociales y económicos enmarcados además en una gran preocupación teórica que le hace asumir modelos tomados de Karl Marx o Max Weber y, en ocasiones, de los dos a la vez. Representantes de la moderna «historia social alemana» (Socialhistoriker), dedicarán una gran atención al tema del poder, precisamente, porque sus cultivadores compartían las preocupaciones tradicionales de la historiografía germana por la reconstrucción de su pasado más reciente. La «escuela de Bielefeld» eclosionará tras el enorme impacto que tuvieron los acontecimientos de 1968 en la sociedad, la cultura política y el mundo académico de la República Federal Alemana (Bundesrepublik Deutschland). Uno de sus resultados más visibles fue el fin de las dos décadas de hegemonía conservadora en el gobierno de la Alemania del «milagro económico» y el anticomunismo (1949-1969), al ser elegido canciller el socialdemócrata Willy Brandt.2 1 Hans-Ulrich Wehler, Deutsche Gesellschaftsgeschichte. Vol. 1: 1700-1815, Múnich, Beck, 1987, p. 35. Como acertadamente señala el profesor de la Universidad del País Vasco, Ludger de Mees, el mensaje programático de la cita era claro: «La historia no la hacen los grandes personajes sino los procesos colectivos». 2 Al canciller Adenauer que se mantuvo en el cargo hasta 1963, le había sucedido los presidentes de su mismo partido demócrata cristiano (CDU) Heinrich Lübke (1963-1966) y Kurt Georg Kiesinger (1966-1969). En las elecciones de finales de septiembre 1969, el socialdemócrata (SPD) y antiguo alcalde de Berlín, Willy Brandt, fue nombrado Canciller como 13 En el terreno de la educación universitaria, esta coyuntura de cambio político y crecimiento económico acelerado impulsó la creación de nuevas universidades y la ampliación del mercado de puestos de trabajo de historiadores profesionales (las cifras son claras: en las décadas de 1960 y 1970 se inauguraron 24 nuevas instituciones de enseñanza superior; aumentó un 63% en el número de cátedras y se incrementó el personal docente e investigador en un 126 %).3 Una de las nuevas universidades fue la de Bielefeld, fundada, 1969, por el gobierno socialdemócrata del Estado de Renania del Norte-Westfalia. Junto a todo lo anterior, debemos considerar, por un lado, el clima de rebeldía generacional ante lo establecido difundido entre los jóvenes de los años sesenta que, en el caso de la historiografía alemana, estimuló el deseo de la nueva generación de posguerra de estudiantes y profesores de historia de enfrentarse al pasado de sus padres (que habían vivido la experiencia de la dictadura) y reinterpretar la historia más reciente de Alemania desde una perspectiva crítica.4 Y, por otro, el tenso ambiente académico creado por la agria polémica entre los historiadores derivada del «Fischer- Debatte», iniciado en 1961. En el espacio disciplinar, el nacimiento de la nueva «historia social alemana» está conectada directamente con los procesos de normalización resultado de una coalición con el partido liberal (1969-1974). Desde mayo de 1974 hasta octubre de 1982, le sucedió en el cargo el también socialdemócrata Helmut Schmidt. 3 Frente a los 343 historiadores profesionales del año 1955 (24 historiadoras); en 1980, el número era de 1.573 (147 historiadoras), véase Ilaria Porciani y Lutz Raphael, Atlas of European Historiography. The Making of a Profession, Houndmills, Basingstoke, Palgrave Macmillan-European Science Foundation, 2010, p. 162. 4 Véase Jürgen Kocka, Historia social. Concepto - Desarrollo - Problemas, Barcelona, Editorial Alfa, 1989, pp. 92-93. Por lo demás, en la historiografía alemana existe una corriente historiográfica cuyo objeto de investigación es la historia familiar. Una de sus líneas de investigación es la que se dedica a analizar críticamente los recuerdos de las familias sobre el pasado nazi de sus antepasados. Sirva de ejemplo el libro de Harald Welzer, Sabine Moller y Karoline Tschuggnal (con la colaboración de Jensen, Olaf y Koch, Torsten), Opa war kein Nazi. Nationalsozialismus und Holocaust im Familiengedächtnis, Frankfurt am Main, Fischer, 2002 (version francesa «Grand-Père n'était pas un nazi». National-socialisme et Shoah dans la mémoire familiale, Paris, Gallimard, 2013). En esta línea, se ha desarrollado un género literario, del que, recientmente, se han traducido dos novelas interesantes: la de Géraldine Schwarz, Los amnésicos. Historia de una familia europea, Barcelona, Tusquets, 2019; y la de Natascha Wodin, Mi madre era de Mariúpol, Barcelona, Libros del Asteroide, 2019 (reconstruye la historia olvidada de su madre ucraniana, deportada a los centros de trabajo forzoso por los nazis y la precaria supervivencia de la familia en la Alemania de posguerra). 16 muy atrás y, especialmente, del periodo de la unificación y de la Alemania bismarckiana y guillermina. De esta manera, Hitler no era una casualidad, un factor que alteraba un proceso digno e incuestionable sino la intensificación y culminación de toda una evolución (esta interpretación conectaba con la idea del Sonderweg alemán). A partir de ahí, se dejaba de lado la idea del primado de la aussenpolitik (política exterior) utilizado por la historiografía tradicional neo-rankeana. El concepto ya había sido cuestionado por Eckart Kehr (historiador marxista y, en consecuencia, marginado y relativamente desconocido, que había fallecido en 1933 en la exilio norteamericano con apenas treinta y un años). Kehr en su temprana obra, Der Primat der Innenpolitik, publicada en el exilio, estudiaba la primacía de la política interior. Este libro marcó el camino para una serie de investigaciones que trataban de encontrar los factores que explicaban la trágica evolución de la historia alemana en el siglo XX y el déficit de democracia del Reich en comparación con el resto de países europeos (de manera significativa, este historiador y su obra fue recuperada por Wehler en 1965). 2. Consenso en la busca de herramientas metodológicas y conceptuales. La novedad más importante de esta generación de historiadores bielefeldianos fue la utilización de metodologías que incidían en los elementos estructurales, sociales y económicos, utilizando el análisis y no la narración o la biografía política al uso. Compartían la necesidad de aproximarse a determinadas ciencias sociales (sociología, ciencia política y economía), dejando de lado, en principio, otras como la antropología o la etnografía (tan de moda, por lo demás, en la historiografía francesa o entre ciertos círculos de historiadores norteamericanos del momento) (más tarde, autores como Wehler se acercarían al psicoanálisis). En todo caso, la fluida comunicación que establecieron con los historiadores de Estados Unidos, les llevó al redescubrimiento selectivo de la sociología de Max Weber (a través de las lecturas que del padre de la sociología alemana habían realizado los principales sociólogos estadounidenses).7 Esta influencia weberiana es palpable en la utilización de 7 La estrecha relación establecida desde mediados de los sesenta con los sociólogos del otro lado del Atlántico le llevó a importar y «recepcionar» las principales teorías de la modernización elaboradas por la sociología norteamericana (Talcoltt Parsons, Reinhard Bendix, 17 tipos ideales y en la consiguiente renuncia a las teorías rígidas, algo que llevó al grupo de Bielefeld a reivindicar la específica labor del historiador como investigador del cambio y de la experiencia. En esta línea de lectura selectiva y ecléctica de Weber, también se sitúa la relectura que realizaron del pensamiento histórico de Karl Marx (lógica materialista de la historia como historia de la sociedad, desde sus dinámicas económicas y tensiones sociales). 3. Preocupación por la reflexión teórica sobre la historia y el conocimiento del pasado (la práctica histórica). Totalmente relacionado con el punto anterior, en las obras de los historiadores de la «escuela de Bielefeld» se refleja una constante preocupación por plantear una discusión teórica sobre los presupuestos de su trabajo y el reconocimiento del estatus especial del conocimiento histórico (historisch Sozialwissenschaft, es el concepto que recoge esa peculiaridad). Este nivel de reflexión les hizo apostar por un modelo de exposición menos narrativa y más argumentativa, instando a «poner las cartas sobre la mesa» (los valores, la teoría, los razonamientos), de acuerdo, también con la posición de Max Weber. En este sentido, está fuera de duda la fecundidad innovadora del grupo y su capacidad de creación de conceptos como «capitalismo organizado», «primado de la política interior» o «vieja y nueva clase media», creados por estos historiadores. Aspectos conceptuales y temáticos, por lo demás, que tocaban de lleno algunos de los problemas más candentes de la ciencia social de la época como la «modernización», el «papel del Estado» o el «consenso social».8 Y que, de una manera lógica, tuvieron reflejo en la amplitud de sus programas de investigación y en la variedad de temas sociales (trabajadores, empleados, protoindustrialización, estructura agraria, proceso industrializador, etc.) que interesaron a los Sozialhistoriker.9 Una amplitud temática relacionada, en Hans Gerth o C. Wright Mills). Convencidos de las bondades de la modernidad, los primeros historiadores sociales de Bielefeld elaboraron la teoría del Sonderweg, véase Paul Nolte, Hans- Ulrich Wehler. Historiker und Zeitgenosse, München, Verlag C.H. Beck, 2015, pp. 54-59. 8 Véase J. Kocka, Historia social. Concepto - Desarrollo - Problemas, op.cit., pp. 65-160; y la presentación de Jesús Millán, «El contexto de la historia social crítica en la Alemania contemporánea», a J. Kocka, Historia social y conciencia histórica, Madrid, Marcial Pons, 2002, pp. 11-40 (incluye el artículo «El concepto de la historia estructural de Werner Conze», pp. 66- 73). 9 Junto a los trabajos de Wehler citados en el texto, a título de ejemplo véanse las primeras obras de Hans-Jürgen Puhle, Von der Agrarkrise zum Prafaschismus (1972), y Agrarische Interessenpolitik un preußischer Konservatismus im wilhelminischen Reich 1893-1914 (1975). En estas obras se interesa por estudiar el peso de los campesinos agrarios en el seno de las fuerzas 18 definitiva, con las diferentes y cambiantes situaciones políticas, siempre desde una perspectiva crítica, progresista y democrática. A partir de estas premisas teóricas e ideológicas nació la interpretación histórica der deutsche Sonderweg (el camino alemán hacia la modernidad), que desde principios de los años setenta revolucionó la historiografía alemana e internacional durante años (sus interpretaciones se han mantenido, prácticamente, hasta la primera década del siglo XXI). Fueron los libros de H.U. Wehler, Bismarck und der imperialismus (1969) y Das Deutsche Kaiserreich, 1871-1918 (1973), los que abrieron la discusión fueron los de La tesis del camino alemán señalaba cómo, frente a lo sucedido en otros países europeos y occidentales (Reino Unido, Estados Unidos o Francia), la modernización económica no fue acompañado por la modernización de las estructuras políticas y sociales. El camino alemán fue diferente y particular al ser Alemania una sociedad muy desarrollada económicamente con un sistema político (heredero del Antiguo Régimen) y una sociedad gobernada por unas élites premodernas (aristócratas y militares) que supuso un déficit de tradición burguesa. La conclusión de esta interpretación era evidente: la incapacidad de resolver los problemas y conflictos generados en la moderna sociedad capitalista por un sistema político predemocrático y unas élites de poder no dispuestas a renunciar a su hegemonía se encontraría así en el origen del fascismo alemán.10 Desde principios de los años ochenta la tesis del Sonderwerg recibió sus primeras críticas, abriendo una importante polémica dentro de la historia social contemporánea. En la actualidad está siendo refutada, en gran parte, por investigaciones transnacionales sobre los procesos de democratización, las culturas políticas del siglo XIX en Europa y las diferentes trayectorias hacia la políticas y la influencia de determinadas decisiones en la organización de partidos, en la política agraria y en la administración alemana. También, el libro de J. Kocka, White Collar Workers in America, 1890-1940: A Social-political History in International Perspective (1981, con una primera edición en alemán 1977). Y, en tercer lugar, las obras de Heinrich-August Winkler sobre el modelo de «capitalismo organizado» (las clases medias y los trabajadores en Weimar) fuertemente influido por la metodología weberiana, combinada aquí con aspectos marxistas, pero siempre con gran atención a la historia política, ya que la utilización de variables económicas, sociales y culturales no quieren sino explicar mejor los problemas ligados al poder. 10 Véase el artículo ya citado de L. Mees, «La “catástrofe alemana” y sus historiadores. El fin del régimen nacionalsocialista 50 años después», Historia Contemporánea, 13-14 (1996), pp. 465-484. 21 respuestas de Kocka y Wehler. Esta nueva corriente historiográfica la lideraba Hans Medick (1939), profesor con amplia trayectoria en los campus norteameriamericanos y ordinario de Antropología histórica en la Universidad de Erfurt, y su compañero en esta universidad Alf Lüdtke (1943-2019). 4. Todas estas críticas se enmarcaban, además, en la nueva coyuntura de las modas intelectuales y académicas representada por la recepción en Europa de los «prejuicios posmodernos» y el auge que en la década de los ochenta estaba experimentando «la doctrina del culturalismo, según la cual la cultura es decisiva en todos los asuntos humanos» (su principal representante sería el filósofo norteamericano Richard Rorty).12 Pero no sólo eso. Como explicó Matthew G. Specter en la biografía intelectual del filósofo Jürgen Habermas, a principios de la década de los 80, un recalentamiento de la Guerra Fría entre las superpotencias tuvo consecuencias de largo alcance para la política alemana. El debate de cuatro años en torno a la decisión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) de desplegar misiles nucleares en suelo de la Alemania Occidental, conocido como el debate de los Euromisiles, rompió en 1982 la coalición Social-Liberal, que había gobernado desde hacía trece años (con los cancilleres socialdemócratas Willy Brandt y Helmut Schmitt).13 El conservador Helmut Kohl se convirtió en Canciller en 1982, manteniéndose en el puesto hasta 1998. Esta nueva fase de la Guerra Fría produjo die Wende (el giro) de la política alemana. Como veremos más adelante, los años entorno a este giro conservador introdujeron a Habermas en dos importantes debates públicos: el de los Euromisiles y el de la Historikerstreit.14 12 Véase Terry Eagleton, Cultura, Madrid, Taurus, 2017, p.51 13 En las elecciones de finales de septiembre 1969, el socialdemócrata (SPD) y antiguo alcalde de Berlín, Willy Brandt, fue nombrado Canciller como resultado de una coalición con el partido liberal (1969-1974). Desde mayo de 1974 hasta octubre de 1982, le sucedió en el cargo el también socialdemócrata Helmut Schmidt. Como nota de erudición histórica: recuerden el apoyo del SPD alemán a la construcción de la democracia en España durante la Transición y, especialmente, al PSOE de Felipe González, véase Antonio Muñoz Sánchez, El amigo alemán. El SPD y el PSOE de la dictadura a la democracia, Barcelona, RBA, 2012. 14 Matthew G. Specter, Habermas: Una biografía intelectual, Madrid, Avarigany Editores, 2913, p. 221. 22 LA HISTORIA DE LOS CONCEPTOS: REINHARD KOSELLECK (1923-2006). Como se ha dicho, en la historiografía alemana de los años cincuenta y sesenta hubo una generación intermedia de «maestros historiadores» como Otto Brunner (1898-1982), Theodor Schieder (1908-1984), Werner Conze (1910- 1986) a los que se les unió el más joven Reinhart Koselleck (los dos últimos, profesores en Heidelberg), que abrieron el camino de las generaciones posteriores planteando por primera vez un desafío a la hegemonía de los neo- rankeanos y la primacía de la historia política y narrativa, especialmente a través del círculo de historia social creado en Heidelberg.15 En 1973, Reinhart Koselleck pasó desde Heidelberg al campus de Bielefeld, donde se habían reunido los historiadores más brillantes de la nueva historiografía social alemana (Wehler, Kocka o Puhle). Especializado en teoría de la historia y en historia moderna, Koselleck planteará en sus escritos la necesidad de la teoría para escribir historia, recordando que todos los conceptos utilizados para designar los hechos se desarrollan en el tiempo y son, en su origen, conceptos de referencia espacial.16 Según Koselleck, el tiempo no es intuitivo, el no puede se conceptualizado de ninguna otra manera que por intermedio de las representaciones espaciales. Esta dificultad de fondo de la percepción del tiempo histórico hace difícil el establecimiento de cronologías, de periodificaciones en la historia. Siendo necesario convertir toda periodificación en una teoría.17 Junto a un equipo de colaboradores, Koselleck impulsará el proyecto de la Begriffsgeschichte (la historia de los conceptos). Una corriente historiográfica, surgida del campo de la filosofía que fue, al principio, una especie de Begriffphilosophie (filosofía conceptual) y de ningún modo una historia especial 15 Como se ha dicho, W. Conze catedrático en Heildelberg desde 1957 hasta 1979, participó como codirector, junto a Otto Brunner y Reinhart Koselleck, en el diccionario enciclopédico de conceptos históricos básicos, Geschichtliche Grundbegriffe:historisches Lexicon zur politisch-sozialen Sprache in Deutschland, Klett-Coota, 1971-1992, 8 vols. 16 Hans Erich Böedeker, «Historia de los conceptos como historia de la teoría. Historia de la teoría como historia de los conceptos. Una aproximación tentativa», en Javier Fernández Sebastián y Gonzalo Capellán de Miguel (eds.), Conceptos políticos, tiempo e historia. Nuevos enfoques de historia conceptual, Santander, Ediciones de la Universidad de Cantabria-McGraw- Hill Interamericana, 2013, pp. 3-30. 17 R. Koselleck, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona, Paidós (1a. en alemán 1979), pp. 333-358. 23 en el sentido del nuevo paradigma dominante (el «giro lingüístico» que, a finales de los años sesenta, anunciaba el posmodernismo, el culturalismo y el narrativismo).18 De hecho, los primeros exponentes de la historia de los conceptos buscaron principalmente reconciliar enfoques propios de la teoría de los conceptos y de la historia social. A partir de los años sesenta, un equipo dirigido por Reihhard Koselleck, flanqueado por los «maestros» Werner Conze y Otto Brunner, empezaron a definir y establecer la Begriffsgeschichte como «una parte metodológicamente autónoma de la investigación sociohistórica. Un ingente diccionario, Geschchttliche Grundbefriffe (conceptos históricos básicos), registra los primeros resultados de estos esfuerzos». De manera sintética, podemos decir que: 1. La historia de los conceptos surgió de manera unívoca en oposición a la tradición de una historia política de los hechos y una historia del pensamiento y de las ideas. 2. La Begriffsgeschichte es una historia de las ideas instituida y transformada por cuestiones y métodos sociohistóricos, y que se concentra en el estudio de la evolución de palabras particularmente «significativas» en un largo período de tiempo. La reconstrucción de los cambios de significado de los conceptos se lleva a cabo principalmente desde una perspectiva diacrónica, pero también se toman en consideración las interconexiones sincrónicas en el sentido de la «simultaneidad de lo no simultáneo». Se concentra sobre ciertos «conceptos clave» (conceptos históricos fundamentales, vgr. Estado, Imperio, libertad, progreso, etc.). Estos conceptos clave son: «Los que nos llegan del pasado de Europa y los que registran la transformación en la Edad Moderna, la abrazan o se adaptan en su acepción a sus condiciones cambiantes y, en la medida en que lo hacen así, cambian su propio significado». 3. La investigación en el campo de la Begriffsgeschichte no es un fin por sí misma. Por el contrario, su pretensión es redescubrir, todo lo que sea posible, la riqueza de la historia social a través de los conceptos, jugando 18 Recordar que la expresión «giro lingüístico» fue acuñada por el filósofo austríaco naturalizado norteamericano Gustav Bergmann. Un término difuso que sería dado a conocer por el profesor de filosofía de Princeton, Richard Rorty (The linguistic Turn, 1967; El giro lingüístico, Barcelona, Paidós, 1990)
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