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Orientación Universidad
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Introducción a la literatura españolola, Resúmenes de Literatura Española

Apuntes de la asignatura introducción a la literatura española

Tipo: Resúmenes

2023/2024

Subido el 18/05/2024

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natalia-gamba 🇪🇸

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¡Descarga Introducción a la literatura españolola y más Resúmenes en PDF de Literatura Española solo en Docsity! Introducción a la literatura española tomar forma desde que el latín vulgar de los romanos entró en la Península Ibérica, alrededor del año 197 a.C., cuando España adquirió la calidad de provincia romana. El documento más antiguo escrito en una lengua que podemos considerar como español o castellano data del siglo X de nuestra era. Este documento es una oración incluida en las llamadas Glosas Emilianenses, que son anotaciones al margen de un texto latino de San Agustín. Las Glosas Emilianenses proceden del monasterio riojano de San Millán de la Cogolla. Dentro de las Glosas Emilianenses, encontramos un pasaje del siglo XI o XII que constituye el primer texto de cierta extensión escrito en lengua romance española. Este pasaje, traducido por un monje del sermón de San Agustín, nos ofrece una visión de cómo era el idioma hablado en aquella época, cuando el latín estaba en proceso de transformarse en lo que sería la lengua castellana. Además, durante los siglos XI y XII, se descubrieron las llamadas jarchas, breves composiciones líricas compuestas en mozárabe, una lengua derivada del latín mezclada con palabras árabes. Estas jarchas, que expresaban los sentimientos de las muchachas enamoradas, fueron parte de la cultura poética de Al-Ándalus y reflejan la diversidad lingüística y cultural de la época. LOS GÉNEROS LITERARIOS El autor elige entre verso y prosa según sus necesidades expresivas y las expectativas del destinatario. En el verso, el discurso sigue un ritmo determinado regulado por esquemas de acentuación, cómputo silábico y rima, lo que lo hace más intenso y expresivo. Por otro lado, la prosa ofrece mayor libertad al creador al carecer de esquemas rítmicos predeterminados, aunque también puede tener un ritmo interno marcado, conocido como prosa rítmica o prosa poética. La literatura puede estar inscrita en verso o prosa sin necesariamente pertenecer a un género específico. Los textos líricos suelen estar en verso, pero también hay prosa lírica, mientras que los textos narrativos modernos suelen utilizar la prosa, aunque la narración en verso no es infrecuente. Los géneros literarios se clasifican en tres grandes grupos: lírica, épica y dramática. La lírica se caracteriza por la expresión subjetiva de los sentimientos del autor, la épica narra acciones y peripecias de personajes, y la dramática cede la palabra a los personajes para que desarrollen sus conflictos. Estos géneros pueden manifestarse de diversas formas a lo largo del tiempo o incluso coexistir en un mismo período. Evolucionan con las aportaciones de nuevos autores y obras, adaptándose a los cambios históricos y culturales, aunque pueden caer en desuso si no son utilizados. PERIODIZACIÓN La historia literaria se organiza en torno a épocas históricas o estilos, términos que pueden provenir de diferentes fuentes como movimientos artísticos, jerarquías de autores, corrientes culturales o enfoques específicos hacia la escritura. Los géneros literarios también juegan un papel importante en la elaboración de historias literarias. Los términos utilizados para describir épocas y movimientos literarios pueden variar según los historiadores, pero sirven como herramientas metodológicas útiles para la referencia y la ordenación mental. Algunos de estos términos se centran en periodos históricos específicos o estilos artísticos, mientras que otros se enfocan en corrientes culturales o modos de aproximarse a la escritura. En el contexto de la literatura española, se pueden distinguir varios períodos importantes: o Edad Media. o Siglo XVI: El Renacimiento. o Siglo XVII: El Barroco. o Siglo XVIII: La Ilustración (también conocida como Neoclasicismo). o Siglo XIX: El Romanticismo. o Siglo XIX: El Realismo y el Naturalismo. o Siglo XIX y XX: Modernismo y Fin de Siglo. o Principales movimientos narrativos, poéticos y teatrales del siglo XX y principios del XX LOS ECLESIASTICOS IGLESIA Y LITERATURA ESPAÑOLA: LOS ECLESIÁSTICOS. DE SAN ISIDORO DE SEVILLA A LOS PRIMEROS TEXTOS LITERARIOS ESCRITOS EN ESPAÑOL. EL MESTER DE CLERECÍA Y EL LIBRO DE BUEN AMOR. LOS AUTOS SACRAMENTALES. LITERATURA ASCÉTICA Y MÍSTICA. EL BARROCO ESPAÑOL. LOS ENSAYISTAS ILUSTRADOS (FRAY BENITO FEIJOO) Y LOS «HETERODOXOS>> La literatura española está profundamente ligada al origen de la iglesia católica, a partir de un periodo de transición de lo antiguo a lo medieval en el cual se configura la identidad europea. Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, la cultura escrita se refugia en los monasterios donde los monjes son los encargados de conservar y transmitir los saberes de la antigüedad. Se tienen que divulgar la Biblia por lo que el gremio eclesiástico tuvo que hacer labores editoriales. LOS PRIMEROS TEXTOS SAN ISIDORO DE SEVILLA (560-636) Fue una de las grandes autoridades intelectuales de la Edad Media, arzobispo de la capital hispalense, impulsó la conversión de los visigodos en nuestro territorio, escribió diversos tratados filosóficos, lingüísticos e históricos, destacando las ETIMOLOGÍAS, un conjunto de 20 libros con 448 capítulos que conforman una OBRA ENCICLOPÉDICA donde se recogen y sistematizan todos los ámbitos del saber de la época (Teología, Historia, Literatura, Arte, Derecho, Gramática, Cosmología, Ciencias Naturales…) Gracias a esta obra se hizo la conservación de la cultura romana y si transmisión a la España Visigoda. San Isidoro fue muy leído durante toda la Edad Media y el Renacimiento; y gran influencia que alcanzó entre sus contemporáneos le hizo, digno de representante de aquellos obispos, monjes y clérigos que, al cultivar el latín, facilitarían el que la literatura en esta lengua siguiera siendo entendida y pudiese servir de inspiración a las lenguas y literaturas romances. Se llama convencionalmente Edad Media a un extenso periodo desde el siglo V hasta finales del siglo XV. La Europa Occidental de esta época se organiza socialmente según el modelo económico y político denominado feudalismo. Las relaciones de producción se basan en una economía agrícola de autoabastecimiento, estando el comercio muy poco desarrollado: las ciudades son inicialmente muy pequeñas y las vías y medios de comunicación precarios. La sociedad estaba dividida en tres estamentos muy rígidos: los eclesiásticos, los nobles y los labradores (campesinos). Los dos primeros son los propietarios de la tierra, mientras que estos últimos son quienes la trabajan y entregan parte del fruto a los señores, a cambio de su protección. Los nobles son los encargados de defender militarmente a sus vasallos, en tanto que la Iglesia atiende a la vida espiritual y predica unas ideas que refrendan a esa estructura socioeconómica: el Rey lo es por derecho divino; cada hombre nace en una determinada situación social y su papel consiste en vivir de acuerdo con ella; de este modo salvará su alma y llegará al Reino de los Cielos. No obstante, dentro de cada estamento también existían grados y jerarquías que, con frecuencia, producirían conflictos sociales. AUTOR DE LOS REYES MAGOS Olvidada la tradición grecolatina, la actividad dramática comienza con el teatro religioso medieval, nacido al amparo de los templos y vinculado a las celebraciones litúrgicas (Pascua, Navidad…). Este teatro, compuesto por textos dialogados breves con una escenografía muy simple, se representaba en latín, formando parte del oficio religioso de algunas iglesias; pero pronto se declamaron igualmente en lenguas vernáculas. Además, con el deseo de satisfacer las ganas de diversión de las gentes, fueron introduciéndose elementos no religiosos, pese a la oposición de la Iglesia. Tales mínimas representaciones están en el origen del teatro profano. El mester de clerecía siguió vivo durante todo el convulso siglo XIV. Tres grandes y muy distintos poetas castellanos nos proporcionan sus obras, testimonios reveladores de su época: un clérigo, Juan Ruiz, Arcipreste de Hita con su Libro de buen amor; un aristócrata, Pedro López de Ayala, con su Rimado de palacio, largo poema que revela una trágica, desengañada y cínica concepción de la vida, alternándose la cuaderna vía con otras formas métricas; y un rabino judío, Sem Tob de Carrión, con sus Proverbios morales, serie de observaciones y pensamientos de tipo sentencioso, en los que la codicia y el dinero son para el rabino origen de todo mal, escritos en una estrofa parecida a la cuaderna vía. Los tres autores proporcionan, en definitiva, una compleja visión de la crisis medieval. La descomposición del modelo económico y político denominado feudalismo resultará clara a partir del siglo XIV, una época de crisis general, la más conflictiva quizás de toda la Edad Media: se producen guerras continuas en España y el resto de Europa; una fuerte división dentro del seno de la Iglesia desencadenará el Cisma de Occidente (1378-1418), con la existencia simultánea de varios papas proclamados legítimos, caos que terminaría con el Concilio de Constanza al reconocerse nuevamente a un único Papa, Martín V; una epidemia de peste (se transmitió con rapidez por las ratas de los barcos) asolará asimismo Europa tras iniciarse en Génova, desapareciendo en un año las 2/3 partes de la población; proseguirá el auge de la burguesía y se agudiza la falta de brazos para trabajar las tierras; estallarán violentas sublevaciones campesinas así como luchas despiadadas entre los propios aristócratas; se origina un profundo enfriamiento religioso, el cuerpo comienza a considerarse como una fuente de placer (principio de origen del humanismo). En este contexto de lucha entre una forma nueva y otra antigua de entender el mundo, la burguesía va imponiendo un nuevo ideal de vida basado en la riqueza del individuo, que choca con el tradicional espíritu cristiano colectivo y de pobreza. Este choque se traduce en una general relajación de las costumbres, que afectará -escandalosamente- al clero… Hoy día, lo religioso es vocacional; pero, durante muchos siglos, en los conventos ingresaban los segundos hijos de la nobleza (los “segundones”), destinados a la carrera eclesiástica frente a los primogénitos a quienes, por la ley de mayorazgo -que se mantendría en vigor en España hasta 1820-, pasaba íntegramente la propiedad en herencia, con lo que evitaba los repartos y se mantenía íntegro el poderío económico de la familia. El resto de los hijos varones se consagraban a las armas; y con las mujeres se concertaban matrimonios o igualmente ingresaban en alguna orden religiosa. La carrera eclesiástica, por tanto, constituía un modo de vida prestablecido -aparte de que hubiese vocaciones- para los estamentos privilegiados y también para el estado llano (curas de aldea, frailes menores), para hacer frente a la pobreza. El Auto de los Reyes Magos es la obra teatral en castellano más antigua que se ha conservado, escrita probablemente en el siglo XIII, que se representaba en la Catedral de Toledo el día de Reyes. Se conservan de ella 147 versos de diversas medidas. Escenifica el pasaje evangélico, con elementos inventados de origen francés. Su argumento es simple: los Reyes Magos, siguiendo una misteriosa estrella, se encuentran y discuten qué querrá indicarles aquel signo; concluyen que ha nacido Jesús, rey del mundo y, siguiendo a la estrella, deciden ir a adorarlo. Visitan primero al rey judío Herodes, que se sorprende e indigna con tal revelación. Los Magos se marchan hacia Belén y Herodes pide a sus sabios que le digan si es cierto que ha nacido otro rey; solo uno se atreve a decirle que sí lo es. Así termina el fragmento conservado, encantador en su ingenuidad y elementalidad. JUAN RUIZ, ARCIPESTRE DE HISTA En el siglo XIV comienza la quiebra del concepto de “autoridad” sobre el que se asentaba, en gran parte, el conocimiento y la visión teocéntrica del mundo. A partir de entonces, el saber deja de ser patrimonio exclusivo de monasterios y abadías, ostentando un sello de personalismo y originalidad que contrasta con el tradicionalismo y la tendencia al anonimato monásticos. Aparecerán en esta centuria las primeras grandes individualidades en nuestra literatura: Juan Ruiz, D. Juan Manuel, Sem Tob, el canciller Ayala…el Libro de buen amor será así, en palabras de José Luis Girón Alconchel: “claro exponente de una cultura que no es todavía plenamente humanista, pero que ya ha dejado de ser totalmente teocéntrica. Su vitalismo nos invita a ver en Juan Ruiz un anticipo de la rehabilitación de los sentidos que culminó en el paganismo renacentista…” EL LIBRO DE BUEN AMOR Texto, autor, fecha y título: Sobre Juan Ruiz apenas se conoce nada de su vida, salvo que nació en Alcalá de Henares a finales del siglo XIII, fue arcipreste de Hita y sufrió cárcel por orden del arzobispo de Toledo, D. Gil de Albornoz -si bien su prisión pudo ser los mismo real que alegórica-. Por el Libro de buen amor (estrofas 1.513-1.514) sabemos que debió de escribir muchas coplas para que las cantaran juglares y ciegos, se relacionó con toda clase de gentes y poseyó una cultura poco común en su tiempo. El Libro de buen amor es la única obra que de él se conoce y por ella ha sido enjuiciado muy opuestamente (severo moralista o clérigo libertino), pero es reconocido de forma unánime como un gran poeta, y su obra una cima de la literatura medieval. El poema carecía de título. De acuerdo con algunas frases que figuran (estrofas 906-907), el filólogo y erudito Ramón Menéndez Pidal propuso el título. Se han conservado de él tres manuscritos: dos de ellos son más breves y dan la obra por terminada en 1330; el tercero, llamado de Salamanca (hoy en la BNE) añade la oración inicial, la introducción en prosa y algunos pasajes más; y da el año 1343 como fecha de su terminación. Métrica y extensión: Es un extenso poema que consta de un total de 1728 estrofas (unos siete mil versos). Además de la cuaderna vía -a veces, con versos de 16 sílabas (8+8) más próximos al ritmo popular del romance La disgregación del mundo medieval anunciada en el siglo XIV se acentúa considerablemente en la centuria siguiente. Históricamente, el siglo XV viene marcado por dos hechos fundamentales: la caída a manos de los turcos de Constantinopla (Imperio Romano de Oriente) y, sobre todo, por el descubrimiento de América. frente a los preceptivos alejandrinos- que es la estrofa predominante, la obra exhibe un muestrario de combinaciones métricas con versos en arte menor (abunda el zejél -definición RAE: se empieza con un pareado, después tres versos que son el cuerpo en otra rima distinta pero igual (AA-BBB) y luego un verso que enlaza con el pareado de tipo A-, por ejemplo). El cambio de metro sirve a menudo para subrayar o encuadrar el discurso de un personaje (función narrativa). Ello revela que Juan Ruiz tenía un consumado dominio de la métrica, mayor que el del resto de clérigos del mester de clerecía, del cual rompe el criterio uniforme en cuanto a la métrica postulado en el siglo XIII. Lengua y estilo: En su lengua y estilo abundan tanto los recursos retóricos propios de la tradición culta como los rasgos procedentes del lenguaje popular. De aquella serían muestra el extraordinario repertorio léxico y sintáctico, las múltiples repeticiones o enumeraciones, la antítesis, la acumulación de sinónimos, la anáfora, la interrogación retórica, los juegos de palabras, como la paranomasia (dos palabras con una fonética similar, pero con significado distinto). Serían deudores del lenguaje popular el uso del diminutivo con valor afectivo, el abundante empleo de refranes, los modismos (costumbre lingüística, es diferente de las muletillas), las exclamaciones e interjecciones. La variedad expresiva viene dada además por diálogos frecuentes, que dramatizan el relato. Hay mucha palabra hablada -reproducción del lenguaje oral- en el Libro del buen amor y de ahí la sintaxis desordenada de la oración, típica del lenguaje coloquial, el ritmo cambiante de la entonación, el humor y el empleo del chiste. Y es que el aire festivo y burlón es característico de una obra en la que la ironía, la parodia y la caricatura hiperbólica serían rasgos básicos de un autor que no expresa en ella, sin embargo, una visión complaciente del mundo. Estructura y contenido: Está compuesto de abundantes materiales muy heterogéneos, hilvanados -eso sí- por el hilo narrativo de la primera persona. El esquema general de la estructura del poemario podría ser la siguiente: 1. Preliminares: comprenden una oración al Señor y a la Virgen; una introducción en prosa donde manifiesta sus propósitos, justificando su obra; nueva invocación; los “Gozos de Santa María” y un poema (con una fábula: “De la disputación que los griegos e los romanos en uno ovieron”), insistiendo en que se entienda bien su libro y sus propósitos. Hasta la estrofa 70. 2. Narración de las primeras aventuras amorosas, entre las cuales -a lo largo de toda la obrase introducen reflexiones morales y satíricas, y con frecuencia fábulas o cuentos de origen clásico u oriental, que funcionarán como los prólogos en El Conde Lucanor, pues sirven de ejemplos que confirman lo acertado de la doctrina (estrofas 70-180). 3. Alegoría: pelea con Don Amor, diatriba contra él y respuesta de este en forma de arte de bien amar (181-575). 4. Nueva serie de aventuras amorosas: episodio de don Melón y doña Endrina, aplicación práctica de la preceptiva amorosa anteriormente expuesta (576-949); aventuras de “loco amor” en la Sierra y meditación sobre la muerte de Cristo (950-1.066). 5. Nueva alegoría: batalla de Don Carnal y doña Cuaresma (1.067- 1.314) 6. Nueva serie de aventuras amorosas: episodio de la monja Doña Garoza; triunfo del “buen amor” y trabajo de Trotaconventos. (1.315-1.507) 7. Muerte de Trotaconventos y elegía. Nuevos fracasos amorosos del protagonista. 8. Conclusión: del libro como obra de la santidad y deleite. El libro comienza con una plegaria a Dios y a la Virgen, glosa de un texto litúrgico, Ritual de agonizantes, que es también una fuente de otras obras medievales, como el Poema de Fernán González o el Rimado de Palacio. El Arcipreste invoca a Dios a que lo libre de esa “prisión” que sufre (real o espiritual); e invoca también a que le libre de traidores y enredadores. Sigue a continuación un prólogo en prosa, lleno de erudición bíblica y jurídica, donde puede observarse la ambigua intención del autor: el Arcipreste afirma que le guía un propósito moralizador para combatir el “loco amor”, menos íntimas, redactadas en estilo coloquial. Obra controvertida, de carácter poco “serio” y que suscita interpretaciones opuestas entre los estudiosos, su autor “simula con pasmosa indiferencia un conocimiento humanístico que no posee (…) hace alarde epistolar de su interés por los temas relacionados con las humanidades, aunque con frecuencia improvisa la cultura clásica que expone, o se inventa, como las disquisiciones epigráficas y numismáticas que se reducen a chistosas adivinanzas de iniciales” (Jesús Gómez, El ensayo español). Con fin de divertir, Guevara manipulaba a su antojo los textos de otros autores. Tratadista político y moral que entiende perfectamente los gustos del público cortesano de su época, Guevara escribió también el muy conocido en su época Libro áureo de Marco Aurelio y Menosprecio de corte y alabanza de aldea, en la que se desarrolla el tópico enunciado en su título. JUAN MARIANA BARROCO : TIRSO CALDERÓN ´ En el siglo XVII es para muchos el más importante de nuestra literatura no solo por el número de autores de relieve sino también por la originalidad y trascendencia de las obras que se publican. Durante este siglo se desarrolla un fenómeno cultural en Europa que se denomina Barroco. A pesar de que adopta diversas formas en cada país (culteranismo y conceptismo en España, marinismo en Italia, etc.) conserva un vínculo de unidad: evolución de las formas estéticas del Renacimiento, en la estilización, el dinamismo y excelso decorativo. Con un criterio puramente estilístico, la literatura El espíritu individualista propio de la burguesía corresponderá una religión basada en la moral personal del individuo. Un carácter claramente reformista tendrá la obra del holandés Erasmo de Rotterdam, quien propugnaba una religiosidad íntima y personal desprovista de ceremonias exteriores y libre de todo tipo de supersticiones. Censuraba, en consecuencia, la veneración popular, alentada por la Iglesia, de reliquia s o de santos. El deseo de una renovación religiosa culminará pronto en la fragmentación de la Iglesia cristiana con el auge de la reforma protestante promovida por Martín Lutero, que se extendería rápidamente por la Europa del norte. Ante estas propuestas de renovación religiosa, la Iglesia católica convocó a mediados del siglo el Concilio de Trento (1545-1563). En él se definieron los dogmas católicos esenciales que constituirán la llamada Contrarreforma, de una rígida ortodoxia, en la cual desempeñaría un importante papel la poderosa España de la segunda mitad del siglo XVI y la orden religiosa de los jesuitas, fundada por Ignacio de Loyola. Hacia 1550, España conoce el momento de mayor intensidad religiosa. Surge entonces una abundante literatura de carácter religioso que recibe el nombre de ascética y de mística. Se respeta y acentúa el acatamiento de la fe católica, de modo que se censuran determinadas obras -y se autocensuran los autores- mediante el Índice de libros prohibidos. Así, en el Renacimiento español circulan paralelamente una visión laica recibida del estudio e imitación de la Antigüedad y la firmeza en la expresión de los cristianos, impulsada por el Concilio de Trento y la concepción política de Felipe II, entregado a la defensa de la cristiandad. barroca es la literatura que se caracteriza por el recargamiento ornamental, por la complicación del fondo y la forma. En España, continúan cultivándose los mismos géneros literarios que en el siglo XVI, aun con importantes cambios en la narrativa. La poesía lírica goza de idéntico predicamento y, dentro de la temática religiosa, la ascética lo invade todo. Pero el género que domina por su cantidad y calidad es el teatro, con autores como Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca: los tres vistieron los hábitos religiosos. Frente a la exaltación vital del Renacimiento, en el Barroco se produce una desvalorización de lo terrenal y se vuelve a insistir en ideas medievales como la fugacidad de la vida y la caducidad de lo terrenal, convicción que está en la base de la idea barroca por excelencia: la del desengaño. En contraposición al optimismo renacentista, domina ahora una concepción negativa del mundo, una sensación de frustración y desencanto, consecuencia sin duda de las conflictivas circunstancias históricas: una larga serie de guerras y derrotas despoja a España de su poderío militar y de su hegemonía política en Europa, dejando además al país en la miseria. La Contrarreforma cierra las fronteras a todas las ideas de Europa, mientras que sus ideas arraigan profundamente en España. La noción de pecado original, la ascética desvalorización de todo lo terreno, etc., convierten la doctrina del desengaño en eje central del pensamiento moral del XVII. Al mismo tiempo, y como reacción, se desata un materialismo exacerbado que busca el lujo y el placer. Tanto la literatura como el arte van complicando cada vez más sus formas para hallar una expresión original, lo que conduce a un desarrollo máximo de la riqueza ornamental y a un juego continuo de dificultades, equívocos y enredos. o Formas específicas del barroco español: 1. El culteranismo 2. Esteticismo y preocupación de la forma 3. Su principal fundamental es la riqueza y ordenación de las palabras 4. Sus poetas tienden a lagar los sentidos 5. Recursos expresivos: neologismos, hipérboles, hipérbaton, metáfora, mitología o El conceptismo 1. Complicación conceptual (en el fondo, en las ideas) 2. Busca la concisión, el laconismo de las palabras 3. Sus escritos tienden a la inteligencia 4. Recursos expresivos: asociaciones ingeniosas de ideas o palabras, antit´sis, paralelismos, paradojas El teatro barroco o El culteranismo y el conceptismo influyen en el lenguaje de los personajes principales; los graciosos se burlan de esas exageraciones literarias. o Importanica del elemento filosófico o Los personajes, a menudo meros símbolos de conceptos abstractos o Convencoiones sociales de la época: la defensa del honor y la virtud, la lealtad al Rey o Ideas morales de la época: pesimismo, desengaño y libre albedrío o La escenografía se complica y la músca cobra mayor importancia<. TIRSO DE MOLINA Fray Gabriel Téllez, Tirso de Molina dramaturgo más importante del siglo XVII tras Lope y Calderón. Aunque en su creación literaria se observa una evolución hacia una literatura más moralizante, la máxima clásica de enseñar deleitando es la esencia de sus obras: desde las tempranas, más despreocupadas de presentar un ejemplo, hasta las últimas, en las que es mucho más moralizador, obedeciendo a las reprensiones que se le habían hecho en su orden religiosa mercedaria. Aventajado discípulo de Lope, anticipa a su vez diversos aspectos del drama calderoniano: la artificiosidad de sus comedias, la consciente actitud irónica hacia las situaciones dramáticas convencionales, el uso sistemático de simetrías, paralelismos, imágenes y el desarrollo de un etilo más elaborado. También lo acercan a Calderón sus preocupaciones morales y sociales. EL BURLADOR DE SEVILLA No es un vulgar libertino, sino que encarna la rebeldía contra los poderes sobrehumanos. La figura del Don Juan que nos ha dejado el Romanticismo es la de un seductor irresistible que se redime por amor. En El burlador de Sevilla no hay ningún tipo de redención. “Don Juan Tenorio solo cree en el aquí y ahora, porque su vida es ser aquí y ahora. Todo lo que limite el goce pleno del instante es un obstáculo que hay que saltar o una barrera que vencer”. CALDERÓN DE LA BARCA Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), nació en Madrid de familia hidalga. Cursó estudios eclesiásticos en Alcalá y Salamanca, pero los abandonó (1621) para reemprenderlos en edad madura, ordenándose sacerdote en 1651. Durante este lapso de tiempo sirvió a varios nobles, cultivó al teatro -en el que adquirió gran fama- e intervino en algunos hechos de armas, como en la Campaña de Cataluña (1640). Felipe IV, que estimaba en mucho su obra de dramaturgo, le distinguió con el hábito de Santiago (1637). Más adelante había de nombrarle su capellán de honor. A partir de su ordenación sacerdotal, momento en que dudó si seguir dedicándose al teatro, su actividad como dramaturgo se centró en la composición de autos sacramentales (de los que había de escribir dos cada año para la Junta del Corpus madrileño) y de comedias musicales y de tramoya que se representaron, para solaz de la Corte, en el Palacio de la Zarzuela. Calderón se consagró casi exclusivamente al teatro: escribió más de 120 comedias y dramas y unos 80 autos sacramentales. El número de loas y entremeses es también notable, aunque no se conoce con exactitud. Suelen distinguirse dos etapas en su quehacer: en la primera - hasta los 35 o 40 años- siguió de cerca el modelo de la comedia lopesca; entre sus mejores obras de esa época figuran La dama duende y Casa con dos puertas mala es de guardar, modelos de comedia “de enredo”, concebidas para ser representadas en los corrales. En su segunda época, mantiene la fórmula lopesca, pero acentuando su barroquismo en su forma y con una mayor enjundia ideológica, con mayor reflexión y hondura; sus obras alcanzan mayor perfección técnica pero pierden, por el contrario, espontaneidad y vitalismo, adoleciendo de cierta rigidez académica. Las dos obras maestras de esta época cumbres del teatro mundial son La vida es sueño (drama filosófico) y El alcalde de Zalamea (drama trágico). Calderón fue el verdadero impulsor de los autos sacramentales, por la compenetración de teología y poesía, el dominio de los símbolos y la amplitud de los recursos escenográficos que utiliza. Desde la Edad Media, en la procesión del Corpus Christi se representaban obras con temas religiosos muy diversos. Poco a poco se fue imponiendo, como tema más adecuado a la fiesta del día, la exaltación de la Eucaristía. Las obras que lo desarrollan se llamaron autos sacramentales, piezas en un acto y en verso, con personajes alegóricos (la Iglesia, el Pecado, etc.), que desarrollaban, también Con una fe religiosa profunda, empleando la razón, Feijoo difunde cuanto el saber europeo va averiguando. Un importante número de ensayos combaten las supersticiones y falsas creencias populares, desmontando la confusión entre lo natural y lo sobrenatural que se había producido en época barroca y bajomedieval. Feijoo divide la “esfera del entendimiento” en dos hemisferios, el de la Gracia y el de la Naturaleza, dotados de sus respectivos puntos fijos, la revelación y la demostración. Determinado el “hemisferio” a que pertenecía un problema o fenómeno, Feijoo lo someterá al criterio aplicable, revelación o demostración; y sólo a él. su obra fue enciclopédica, pero no enciclopedista, en el sentido en el que lo eran los abundantes seguidores de L’Encyclopédie francesa: nunca dejó Feijoo de observar una rigurosa ortodoxia cristiana. La Inquisición seguía ejerciendo un poder represor muy grande en la Ilustración: basta comprobar la pervivencia de ciertos autos de fe, celebrados aún durante el siglo XVIII. El arma más poderosa de la Inquisición era la censura: el Índice de Libros Prohibidos. Entre 1741 y 1807 se prohíben hasta quinientos títulos en francés: Montesquieu, Voltaire, Rousseau, todos los autores germen de la Revolución Francesa. Además, tras la expulsión de los jesuitas en 1767, ordenada por Carlos III, la Inquisición recuperó mucha influencia. El proceso inquisitorial abierto al jurista sevillano Pablo de Olavide, acusado de haber sostenido más de un centenar de proposiciones heréticas (de herejía), fue muy sonado: en 1776 entró en la cárcel y dos años después fue condenado por hereje. Debía cumplir ocho años de reclusión en un convento, pero logró escapar a Francia. Las consecuencias de la Revolución Francesa se dejarán sentir durante la primera mitad del XIX. El que pudieran cambiarse las viejas estructuras sociales y políticas por las que Europa se había regido durante siglos despertó grandes esperanzas en otros países; pero este hecho puso sobre aviso a los estamentos privilegiados que, atemorizados de lo sucedido, adoptaron una actitud defensiva ante cualquier ataque a su posición dominante. Así, la resolución de Floridablanca (valido de Carlos IV) de febrero de 1791 de prohibir todos los periódicos excepto los oficiales, para impedir la difusión en España de las ideas de la Revolución Francesa, refleja con fidelidad la encrucijada histórica de la ilustración española, tradicional y modernizadora, consciente de la necesidad de reformar la sociedad y, a la vez, temerosa de las consecuencias de ese cambio… Esta situación marca los avatares de las primeras décadas de la nueva centuria decimonónica, en las que se suceden los enfrentamientos entre los partidarios del Antiguo Régimen, que se resiste a desaparecer, y los defensores de un liberalismo que aspira a crear una nueva sociedad, pero que pronto se verá sobrepasado por los incipientes movimientos obreros. Esta situación política internacional marca decisivamente los primeros años del siglo XIX, e inicia un periodo de constantes turbulencias cuya fecha inaugural puede considerarse el año 1808, con la invasión francesa y la consiguiente insurrección popular, que da comienzo a la Guerra de Independencia y divide a los españoles: ilustrados como Moratín o Meléndez Valdés apoyan el nuevo régimen, con la esperanza de que traerá el progreso de España; son los llamados afrancesados, frente a los cuales se alzan otros muchos españoles, que con la ayuda de Inglaterra, acabarán derrotando al bando francés. Pero también la composición social e ideológica de quienes se oponen al régimen napoleónico es muy heterogénea: hay ilustrados moderados y liberales de ideas avanzadas, pero también sectores eclesiásticos y nobiliarios muy reaccionarios que ven peligrar sus privilegios y tienen presente aún con pavor la Revolución Francesa. Esta situación se manifestará con total claridad al final de la guerra. Las Cortes de Cádiz habían JOSÉ MARÍA BLANCO WHITE José María Blanco White (1775-1841) es una de las personalidades más originales y controvertidas de una época convulsa. Espíritu crítico y atormentado, a quien el clima de opresión e intolerancia intelectual, y la hipocresía a que le forzaba una condición eclesiástica equivocadamente elegida en su juventud, se le hicieron insoportables. Fue uno de los mejores escritores de su tiempo, pese a lo cual ha sido olvidado, silenciado o injustamente tratado durante muchos años, en base - sobre todo- a ciertas inexactitudes con que lo presentaría Menéndez Pelayo en su Historia de los heterodoxos españoles (1880). Vicente Llorens, Juan Goytisolo y Antonio Garnica se han ocupado de su reivindicación. Nacido en Sevilla bajo el nombre real de José María Blanco y Crespo, su familia paterna era de origen irlandés. Su abuelo había castellanizado su apellido (White) en España, dedicándose al comercio. Hijo primogénito, a los ocho años comenzó ya a trabajar como contable en el negocio familiar, pero su vocación artística (fue un gran violinista) y literaria (poeta y ensayista) le conducirían al sacerdocio como una manera de poder dedicarse enteramente a los estudios y a la práctica de las letras. “Como la cultura y la Iglesia eran entonces para mí dos ideas inseparables no vacilé en confesarle a mi madre que no quería ser otra cosa que sacerdote” (Carta III). No faltó un componente de fe en esta decisión, pues Blanco fue siempre un hombre sinceramente creyente, a pesar de sus crisis; la sinceridad de su religiosidad sería la causa de su enfrentamiento interior con la Iglesia, que él veía muy dominada por la superstición y el fanatismo. Feijoo fue una gran influencia para Blanco White. En 1791 ingresa en la Universidad de Sevilla, como estudiante de Teología. Aunque “aprendió muy poco en las aulas universitarias” (A. Garnica), allí encontró a sus mejores amigos literarios, entre ellos Manuel María de Arjona y Alberto Lista, quienes fundarán una Academia Particular de Letras Humanas (la Escuela Sevillana prerromántica) en la cual se dedicarán al cultivo de la poesía. A los 18 años, en el verano de 1793, se enamoró por primera vez, de una joven de Sanlúcar de Barrameda; lo que causaría sus primeras dudas sobre la vocación sacerdotal. La consternación de su madre se impuso en su ánimo para continuar su carrera eclesiástica. En 1797 ingresa en el Seminario de Santa María de Jesús y de su ordenación como sacerdote, el 21 de diciembre de 1799, dejará escrita una impresionante página en la Carta III. En 1801 Blanco gana por oposición el puesto de capellán magistral de la Real Capilla de San Fernando, en la Catedral de Sevilla, coincidiendo con su primera gran crisis religiosa, que se prolonga durante los años siguientes. En 1806 se traslada a Madrid para disfrutar de la libertad de que carecía en su ciudad natal. Allí se une a una tertulia política y literaria de Manuel José Quintana (es el inaugurador de la Universidad Central), con quien entabla una estrecha amistad. La ocupación francesa de la capital, con los sucesos trágicos del Dos de Mayo, le hacen volver a Sevilla, no sin antes haber dejado embarazada a una mujer, Magdalena Esquaya, que dará a luz a un hijo suyo, Fernando, el 7 de enero de 1809, de quien no tendrá noticias hasta tres años después. Ya en la capital hispalense, Quintana le encargará de la dirección política del Semanario Patriótico, órgano portavoz de la Junta Central del Gobierno de la resistencia española. A la Junta Central no le gustaron los artículos de Blanco en los que abogaba por un nuevo régimen de libertades políticas aprovechando la excepcional situación de España. Ante semejante oposición, pondrá fin al periódico, y a l ocupar Sevilla las tropas francesas, parte de España a Inglaterra a finales de enero de 1810 y no regresará nunca más. Inmediatamente funda una nueva cabecera, El español (1810- 1814), de periodicidad mensual, defendiendo la causa de España y su alianza con Inglaterra frente a Napoleón, a la vez que crítica la política de los gobiernos de resistencia española y la labor legislativa de las Cortes, lo que nuevamente le concitará la general animadversión, incluidos muchos de sus antiguos amigos. sevillano abandona entonces el anglicismo y se adscribió al unitarismo (corriente cristiana protestante que niega la existencia de la Trinidad y no reconoce en Dios más que una sola persona). Sus primeros años allí fueron muy activos, a pesar de su ya deteriorada salud: escribe en revistas como la unitaria The Christian Teacher y, sobre todo, volvió a escribir poesía en español, además de algunas novelas con seudónimo. Y en Liverpool morirá, en casa de su amigo William Rathbone, el 20 de mayo de 1841. TEMA 2. LOS NOBLES LOS NOBLES Y LA REALEZA Durante la edad media, los nobles eran seres privilegiados que representaban la riqueza y el poder, si bien su vida en los castillos, convertidos en fortalezas de piedra rodeada de murallas y flanqueadas de Torres, no resultaba muy confortable. La misión del señor era inspeccionar el trabajo de sus campesinos, administrar justicia y, sobre todo, defender sus dominios de los invasores y estar dispuesto a partir a la guerra si se lo pedía su rey. Para ello se preparaba desde niño a los 7 años era enviado a servir como paje en las casas de parientes, de amigos o de un señor de rango superior; allí iba aprendiendo el manejo de las armas y a montar a caballo. Raras veces se enseñaba a leer, porque eso no se consideraba importante para su vida futura. La señora vigilaba el trabajo de la servidumbre y supervisaba la huerta, los quehaceres de la casa y la cocina... Teje y borda va, y en ausencia de su marido como administraba la haciendo. La distracción de los nobles eran la caza y los torneos en los que seguían entrenando con las armas. A veces un juglar amenizaba las largas tardes con sus poemas y cantares… LOS CANTARES DE GESTA El mundo aristocrático ha acostumbrado desde la antigüedad a ofrecer abundantes temas a la creación literaria con sus empresas bélicas y su vida cortesana. La poesía épica, la lírica trovadoresca del amor cortés, y las novelas de caballería son algunos de los géneros literarios que han nacido al socaire de reyes y nobles. La épica es la narración de las hazañas de un héroe, generalmente de época anterior al pueblo que las canta. La ascensión del protagonista a la categoría de héroe exige una notable hiperbolización, más fácil de creer si los hechos narrados se sitúan en el pasado, convenientemente literaturizados. Estos poemas se denominan cantares de gesta porque se recitaban o cantaban acompañados de una melodía y porque relataban gestas o hazañas de grandes héroes, que encarnaban los valores propios de la aristocracia feudal. Así, el francés Cantar de Roldán (o Chanson de Roland) del siglo XI, el español Cantar del mío Cid del siglo XII o el alemán Cantar de los Nibelungos, ya en el siglo XVI. El Cantar de Roldán, atribuido a un monje normando, Turoldo, ensalza las hazañas de este caballero del emperador francés Carlomagno, inspirado en hechos ocurridos tres siglos antes en España: en el en el año 778, Carlomagno condujo una expedición militar por España; en el camino de vuelta sufrió un ataque en la retaguardia y perdió muchos de sus hombres. Uno de estos, Roldán, se convertiría con el paso de los años en un héroe legendario francés. El anónimo Cantar de los Nibelungos es la epopeya más importante de la literatura medieval alemana. A diferencia del Cantar del Roldán o del Cantar del mío Cid, que tienen una base histórica, el Cantar de los Nibelungos es un relato fantástico que narra los hechos de unos personajes legendarios, el intrépido caballero Sigfrido y la hermosa doncella Krimilda. EL CANTAR DEL MIO CID El Cantar del mío Cid, por su parte, exalta las hazañas del máximo héroe castellano, Rodrigo Díaz de Vivar, caballero guerrero que vivió en el siglo XI. Se desconoce su autor o autores, porque pudieron ser dos o aún más. El texto conservado consta de 3730 versos, pero faltan una o dos hojas al principio. Estos versos, de medida irregular, aunque la mayoría alejandrinos, divididos en dos hemistiquios, se agrupan en tiradas asonantes. El conjunto de cantares se divide en tres partes: la predicada por los cuentos orientales es esencialmente práctica, aconsejando el uso de la prudencia y de la astucia como valores más extendidos. Así, el hecho de propugnar una ética fácilmente acomodable a otras culturas favoreció su gran difusión. Dentro de esta tradición del cuento o exemplo medieval se inserta la obra ya en el siglo XIV, de D. Juan Manuel, sobre todo la más conocida: El conde Lucanor. DON JUAN MANUEL Sobrino de Alfonso X el Sabio, la vida y obras de D. Juan Manuel (1282- 1348) ilustra a la perfección los problemas y contradicciones que caracterizan la sociedad feudal del siglo XIV. Como noble de su tiempo, participó muy activamente en las intrigas políticas y los conflictos entre los nobles y el poder real. Como creador literario, la mayor parte de sus escritos tiene una intención prioritaria: adoctrinar a la nobleza de su tiempo con modelos de comportamiento adecuados a su estamento y útiles para mantener su posición social y económica, aunque pretende darles validez universal y que sirvan a los hombres en general. En última instancia, lo que hace D. Juan Manuel es defender la organización tradicional de la sociedad feudal y justificar su propia actuación política. Don Juan Manuel es el gran representante de la prosa castellana del XIV. Su obra es, ante todo, la de un educador deseoso de que sus escritos sirvan para que los hombres salven sus almas y también para que aumenten sus honras, haciendas y estados. Preocupado por su fama, él mismo justificaba su vocación escritora, poco habitual entre la nobleza: «Yo sé que algunos murmuran de mí porque escribo libros, pero no por eso dejaré de hacerlo. Pienso que es mejor pasar el tiempo escribiendo libros que jugando a los dados o haciendo otras cosas viles». Su producción literaria es amplia, aunque algunas de sus obras se han perdido. Entre las conservadas, casi todas de carácter didáctico o moral, destacan el Libro del caballero y del escudero, en el cual el primero aconseja al segundo acerca de la caballería y lo instruye en teología, astronomía, etc.; el Libro de los Estados, diálogo sobre la educación mundana, la religión y la salvación del alma dentro de cualquier estado; y El conde Lucanor. Don Juan Manuel prolonga la obra de Alfonso X, en su empeño por crear la prosa literaria castellana, pero lo hace de modo enteramente original: o Escribe personalmente sus obras (las compuestas en la corte alfonsí era, en gran parte, colectivas). Poseen, por tanto, mayor unidad lingüística y estilística. o Se inspira en obras anteriores de tradición latina u oriental, pero no traduce (la mayor parte de la producción alfonsí consiste en traducciones). Elabora lo que lee, y lo expresa a su modo. Y, muy frecuentemente, piensa por su cuenta y aduce sus propias experiencias. o Si la corte de Alfonso X tradujo y compuso preferentemente libros sobre el mundo físico, la historia y el Derecho, D. Juan Manuel se siente atraído por problemas morales, y quiere formar caracteres recios. Es, ante todo, un educador. De estos tres rasgos, el segundo es fundamental: sus textos son los primeros textos pensados y elaborados por una mente castellana, sin la guía de un modelo que se traduce o se refunde. Se conocen las fuentes, las colecciones de cuentos en las que se inspira, pero no se puede saber con seguridad qué versión entre las distintas versiones que tiene un cuento es aquella en la que se basa en concreto; D. Juan Manuel los ha pensado de un modo personal y, sobre todo, los ha escrito con la clara intención de que, además de enseñar, gusten al lector por su forma literaria. Así, es el primer escritor castellano con clara conciencia de que la prosa puede constituir un arte. Y, por tanto, de que todos sus textos debían conservarse tal como él los escribió. Don Juan Manuel tuvo exacta conciencia de la magnitud de su esfuerzo, y no ocultaba lo satisfecho que se sentía de su prosa. Quiso que los textos por él escritos no sufrieran alteración alguna por parte de los copistas y, a tal fin, depositó sus originales en el monasterio de Peñafiel (Valladolid), donde, en caso de duda, pudieran ser consultados; pero se perdieron a causa de un incendio EL CONDE LUCANOR El conde Lucanor o Libro de Patronio es la obra más conocida de D. Juan Manuel, cumbre de la literatura castellana. Conforma una colección de apólogos concluida en 1335, trece años antes de que la peste de Florencia inspirase a Boccacio su célebre Decamerón, fascinante colección de cien cuentos en lengua toscana que abarca tanto parábolas morales como historias de la vida cotidiana; relatos de amor trágico u obsceno o sobre el poder de la voluntad; o de los ardides usados por las mujeres con los hombres. A diferencia de ella, El conde Lucanor es una obra fundamentalmente didáctica, para salvar “faciendas, honras y estados” y después “salvar las almas”: una moral práctica, en definitiva. Para el concepto cristiano de moralidad, este pragmatismo no es muy plausible: no se puede “servir a dos señores…”. En su versión íntegra, El conde Lucanor está dividida en cinco partes: la 1ª –y fundamental– consta de 51 exemplos o apólogos didácticos que D. Juan Manuel toma de diversas fuentes y que inserta dentro de un «marco» argumental puer/senex que se repite en cada cuento y conforma su estructura: el joven conde Lucanor expone un problema práctico a su ayo y consejero Patronio, quien, para aconsejarle, le narra un cuento, que termina siempre en un pareado final que es la moraleja o consejo; las partes 2ª, 3ª y 4ª están formadas por un conjunto de proverbios que oscurecen progresivamente su significado; la 5ª es un tratado doctrinal de tema religioso. La unidad de la obra viene dada por la constante intención didáctica y por los temas tratados, relativos siempre a los problemas prácticos que atañen –sobre todo– a los nobles. La obra va encabezada por dos prólogos: en el primero, da cuenta de su propósito moralizador; en el segundo, ofrece una relación de sus obras –según la cual, se han perdido varias de ellas– y justifica por qué eligió el método de enseñanza mediante exemplos Características (Guía de lectura): o En Don Juan Manuel hay un trasfondo de ideología política. o Destaca sobre todo la moral práctica. o Los detalles en las imágenes son un avance en la prosa castellana introducido por Don Juan Manuel (por ejemplo: “se sentó en una sala muy hermosa desde donde se veía el mar y la costa”, cuento IV). Técnica de la caja china: un cuento dentro de otro cuento. o Figuras de las beguinas. o Las consecuencias de las obras son más importantes que las obras mismas. LA POESÍA CORTESANA: LOS CANCIONEROS A la vez que se extingue el mester de clerecía, y los juglares ofrecen otro tipo de poesía (los romances) que el público prefiere a los largos cantares de gesta, durante el siglo XV se desarrolla la poesía cortesana, cultivada en la Corte y en los palacios, con dos manifestaciones importantes: o Arte real: se expresa en versos octosílabos, introduciendo a veces otros más cortos. o Arte mayor: utiliza versos más largos, de dimensión variable, constituidos por dos hemistiquios. Como las obras de uno y otro arte se han conservado en cancioneros manuscritos, códices donde, a modo de antología, se recogen poemas de diversos autores, suele llamarse también a este tipo de poesía (Arte real y Arte mayor) poesía de Cancionero. Innumerables son los cancioneros de época que contienen, casi siempre sin un criterio fijo determinado, las composiciones de los poetas cortesanos del siglo XV. Los más importantes son: el Cancionero de Baena, que recoge la poesía lírica de la corte literaria de Castilla y León, especialmente del rey Juan II (así, el marqués de Santillana, Juan de Mena, Jorge Manrique, etc.); el Cancionero de Stúñiga, que recoge la poesía lírica de la corte literaria del reinado de Alfonso V de Aragón y Cataluña; y el Cancionero General del Hernando del Castillo, ya en la segunda mitad del XV. ARTE REAL Y ARTE MAYOR En la poesía del Arte real, la temática central es el amor, con una excepción fundamental, las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique, en donde, junto a los principios predominantes de la filosofía cristiana, se van impregnando de las ideas humanistas. Dentro de esta temática amorosa, se practica la doctrina del amor cortés, originaria de la Provenza francesa, por la cual el poeta (o el trovador) se consagra a amar a una dama, generalmente de clase superior -y a veces casada- por lo que rara vez es correspondido, e incluso es maltratado (tópico de la amada/enemiga); el poeta padece un dolor insufrible, pero, a la vez, no puede dejar de amar y exalta su sufrimiento por no poder ver a su dama o por tener que ausentarse. Normalmente, el sentimiento amoroso que expresan los poetas del Cancionero es superficial, apenas un pretexto para el ingenio; era una poesía para ser cantada o declamada en salones cortesanos, y al poeta le importaba ser admirado por su ingeniosidad para fraguar conceptos y por su habilidad para manifestarlos con un lenguaje lleno de artificios. El Arte mayor, por su parte, estaba reservado a materias nobles y elevadas; alegorías a la manera del gran poeta italiano Dante Alighieri, asuntos históricos, vidas de santos…Los poetas que cultivan este arte hacen alarde de sus conocimientos históricos, de mitología, geografía, etc.; utilizan numerosos latinismos, muchas veces extravagantes; y complicados hipérbatos o aliteraciones del orden sintáctico, intentando imitar el latín. En ocasiones, aquellos poetas del siglo XV cultivaban, a la vez, el Arte real y el Arte mayor; tal es el caso de uno de los más importantes poetas nobles, Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana. En el Arte mayor, son notables sus poemas Infierno de los enamorados y la Comedia de Ponza, en los cuales imita a Dante; y en el Arte menor, sus Serranillas, escritas en verso corto y ritmo ligero, que describen cómo un caballero se encuentra con una serrana. EL MARQUÉS DE SANTILLANA Hombre ingenioso y culto, poseedor de una de las mayores bibliotecas particulares de la Edad Media (hoy conservadas en la BNE), el mar qués de Santillana conoció también la métrica italiana de Petrarca; y a imitación suya, quiso escribir sonetos en versos endecasílabos, en lo que constituye el primer intento de adaptar a nuestra lengua este verso típicamente italiano: son sus Sonetos fechos al itálico modo. No acertó en el propósito: su oído castellano, hecho al octosílabo y el verso de Arte mayor, no percibía bien los delicados matices del verso italiano de once sílabas. Tal empresa estaba reservada, ya en pleno Renacimiento del siglo XVI, a Juan Boscán y a Garcilaso de la Vega. Serranillas FÉLIX MARÍA DE SAMARIEGO Félix María Samaniego, señor de las cinco villas del Valle de Arraya, de espíritu burlón y escéptico, compuso sus fábulas a instancias del conde de Peñaflorida (su tío abuelo) para instrucción de los alumnos del Real Seminario Patriótico Vascongado, a los cuales se les ofrece en un romance que sirve de dedicatoria. Tales fábulas son un conjunto de 160 apólogos donde se defiende, entre historietas de personas y animales, los modelos de conducta de aquel siglo, y se censuran el orgullo, la pereza, la ambición… Las fuentes de Samaniego son los autores de fábulas Esopo (griego), Fedro (latino) y, sobre todo, el francés La Fontaine: tal vez, como apunta Antonio Barnés, “desconocía que desde la Edad Media las fábulas estaban presentes en la literatura”. (Páginas 109-110). La división de la sociedad en tres estamentos -nobleza, clero y estado llano- arrancaba de la Edad Media. Las consecuencias de la Revolución Industrial y -sobre todo- de la Revolución Francesa, el que pudiera cambiarse las viejas estructuras sociales y políticas por las que Europa se había regido durante siglos, harán que, durante el transcurso del siglo XIX, quede abolido el orden feudal y la sociedad estamental, constituyéndose un nuevo orden burgués, cuyas características son unos límites más difusos entre la clases sociales, ya que están basadas en lo económico y no en categorías nobiliario-hereditarias o religiosas; la posibilidad de cambio de clase, bien por enriquecimiento o por empobrecimiento; y la posesión por parte de la burguesía de los medios de producción, que pertenecen a la burguesía. A lo largo de los siglos XIX y XX, seguirá habiendo escritores poseedores de títulos nobiliarios (el duque de Rivas, el conde de Foxá…) pero cuya dedicación a la escritura no viene impulsada preponderantemente por su estatus aristocrático, sino por su vocación personal. TEMA 4. LOS HUMANISTAS En los años finales del siglo XV se desarrolla en España el humanismo. Llamamos así a un movimiento cultural, de origen italiano, que se difunde por toda Europa y cuyo máximo impulsor había sido, en la centuria anterior, Francesco Petrarca. Lejos ya de la visión teocéntrica propia de la Edad Media, los humanistas tienen al hombre por centro de sus preocupaciones. Se revaloriza el culto de las letras (los llamados studia humanitatis) y las bellas artes. También se inspiran en la Antigüedad clásica grecolatina y se escribe tanto en latín como en las diversas lenguas vernáculas. En su apogeo, el movimiento humanístico se vio enormemente favorecido por el desarrollo de la imprenta, extendiéndose en los siglos XVI y XVII. El movimiento humanista nace, según Francisco Rico (El sueño del humanismo. De Petrarca a Erasmo, Barcelona, crítica, 2014) “alrededor de 1300 en los comuni italianos, en cuya vida urbana valían tan poco los silogismos -argumento que consta de tres preposiciones, la última de las cuales se deduce necesariamente de las otras dos- de la escolástica cuanto interesaba un saber abierto a más amplias experiencias personales y colectivas”. El humanismo instaura una actitud que, sin cuestionar -en general- lo religioso, impone el reconocimiento de los derechos terrenales de los humanos. Los humanistas hablan de la dignidad del hombre, independizan la filosofía de la teología y desean que la razón actúe en zonas antes reservadas a la fe revelada. Creen los humanistas que ese ideal antropocéntrico lo había vivido la Antigüedad grecorromana, y que el cristianismo medieval lo había sustituido por un teocentrismo absoluto. Emprenden por ello la restauración de los ideales clásicos, mediante la recuperación y estudio de los textos griegos y romanos olvidados y a su difusión en libros impresos. Sucesivamente serán también muy estimados y apreciados los propios grandes humanistas -a la cabeza, Petrarca- y escritores italianos en lengua romance, en quienes se ve una encarnación de los genios de la antigua Roma. “Es un llamativo número de casos -asegura Francisco Rico-, la sucesión directa de maestros y discípulos puede seguirse durante cerca de dos siglos desde la edad de Petrarca (…). De suerte que ni siquiera sería exagerado afirmar que el humanismo fue en muchos puntos el proceso de transmisión, desarrollo o revisión de las grandes lecciones de Petrarca”. FRANCISCO DE PETRARCA Francisco Petrarca (1304-1374) fue impulsor y difusor de los ideales humanistas. Quiso restituir a Italia -fragmentada políticamente- su antiguo esplendor, proponiéndole el modelo de la Roma clásica. Escribió en latín y en italiano. Sus obras latinas, sobre todo las de filo sofía moral, fueron leidísimas en el siglo XV e influyeron mucho -por ejemplo- en Fernando de Rojas, el autor de La Celestina. Pero, en el siglo XVI, fue mayor la repercusión de su obra italiana, sobre todo del Canzionere (Cancionero), impresionante conjunto de poemas de amor inspirados por la vida y la muerte de su amada Laura. La influencia de Petrarca y de sus seguidores, tanto en temas como en métrica, que reciben los poetas españoles (Garcilaso de la Vega), franceses, ingleses y portugueses, dará lugar a toda una corriente literaria (el petrarquismo) y marca la aparición del Renacimiento de estos países. EL RENACIMIENTO: NEBRIJA Y Del humanismo surgirá el Renacimiento, movimiento que, a lo largo del XVI, aplicará los ideales difundidos por los humanistas a todas las actividades culturales, e incluso políticas. En todas ellas, se adoptan modelos clásicos (la cultura clásica renace), adaptándolos a los nuevos tiempos. Y el ejemplo de los grandes modelos impulsa también una fuerte creatividad original. El método literario adoptado por los escritores europeos del Renacimiento, recomendado por Petrarca y los se suicida arrojándose desde lo alto de una torre. La obra acaba con un largo parlamento paterno en forma de llanto. Personajes: por primera vez en la literatura mundial, Fernando de Rojas hace que personajes de muy distinta condición convivan en una misma obra. Por un lado, están Celestina y sus criados: pragmáticos, materialistas, codiciosos, movidos por intereses rufianescos; y por otro, el mundo de Calisto y Melibea, más refinado o idealista, pero también con sus propias flaquezas: hipocresía, egoísmo, ostentación…Los dos mundos retratados solo se diferencian en las formas; su diferencia es más de calidad social que humana. La lujuria y la falta de conciencia moral es común a ambos, todos están sujetos a grandes pasiones que buscan calmar a cualquier precio, hasta provocar la tragedia. Si Celestina es hipócrita e interesada, si Elicia, Areúsa y los criados velan, sobre todo, por su provecho y por satisfacer sus apetitos, los protagonistas nobles no son ejemplos de virtud ni de altura moral: así, el egoísmo de Calisto o las artimañas de la propia Melibea. Los padres de esta, mientras tanto, están sujetos en buena parte a los convencionalismos de clase y de época. Lenguaje y estilo: coinciden en la obra la lengua culta y erudita y la lengua popular, planos lingüísticos que se corresponden con los dos grupos de personajes que integran la obra: los de elevada clase social y los de las clases bajas. Rojas introduce la importante novedad de que, en general, los personajes hablan de una forma u otra con arreglo a su condición social (en la literatura anterior, los personajes, con pocas excepciones, hablaban todos con un mismo estilo, el que el adoptaba su autor), aunque algunos de ellos, como la vieja Celestina, pueden cambiar de registro según el interlocutor o la situación en la que se encuentren. La lengua culta abunda en latinismos, frases largas, verbos al final de la oración, utilización de sentencias cultas o citas de la Antigüedad clásica. La lengua popular, por el contrario, viva y rápida, con numerosos refranes (convención literaria para caracterizar a los personajes incultos, que utilizó el Arcipreste de Hita y que prologará Cervantes a través de Sancho Panza), frases cortas, expresiones coloquiales, chistes, insultos… Ambas lenguas quedan a veces enfrentadas explícitamente cuando los criados se burlan del lenguaje retórico y vacuo de los señores. Temas e ideología: amor, muerte, codicia, egoísmo, lucha de clases son temas centrales de La Celestina: amor, que es ciega pasión o puro interés, entre los protagonistas nobles y también en las personas de baja condición social (lo cual es muy novedoso en la literatura culta); muerte, en gran parte de los personajes; codicia, en los criados y la vieja alcahueta, pero también en figuras como Pleberio, que ha dedicado su vida a atesorar bienes y cuyo amor paternal aparece cosificado igualmente por los nuevos valores burgueses: Melibea es ante todo la heredera perdida; egoísmo, en Calisto y Melibea y en todos en general; lucha de clases, en fin, desde la primera página de la obra hasta la última. La Celestina cerraría, de modo brillante y revelador, la literatura castellana medieval, mostrando abiertamente el conflicto entre los viejos valores y los nuevos de una sociedad competitiva y groseramente materialista. Hemos visto en temas anteriores cómo es característica del mundo medieval la mezcla confusa de lo natural con lo sobrenatural (así, Berceo, el Arcipreste de Hita, las Cantigas de Alfonso X…). El Renacimiento, ya a las puertas, impuso un trazado neto entre ambos orbes. La Celestina es obra de transición: por un lado, sus peripecias se desarrollan, y bien descarnadamente, en un plano estrictamente humano; pero, por otro, todos los personajes pagan al final su demencia o su maldad, como si la mano de Dios anduviera haciendo justicia en los asuntos mundanos. Y así, aunque la obra hunde sus raíces en la Edad Media, aparece instalada ya en las fronteras del Renacimiento JUAN LUIS VIVES Según Menéndez Pelayo, Juan Luis Vives fue “el genio más universal y sintético que produjo el siglo XVI en España”. . Judío converso (se sabe que su padre fue condenado en un auto de fe y quemado vivo en 1524), Vives salió de España a los veinte años de edad y nunca regresó a su país. Profesor en la Uni versidad de Lovaina, su obra, escrita íntegramente en latín, abarca diversas disciplinas pero especialmente la pedagogía y la psicología, siendo considerado por De anima et vitae (1538) como precursor de esta última: “No hay conocimiento de cosa alguna más importante que el del alma (…) y que tenga mayor utilidad para las materias más altas”. Vives fue autor también del primer diálogo español de filiación lucianesca, De Europae dissidiis et bello túrcico, donde refiere la historia reciente de Europa junto a reflexiones sobre la corrupción moral y religiosa de la cristiandad. Vives conoció a Erasmo en persona y el erasmismo tuvo gran influencia en su obra. LA NOVELA PICARESCA Junto al diálogo, será la novela la que alcance en España un gran desarrollo durante el Renacimiento, que culminará con la aparición de las obras de Cervantes. Durante la primera mitad del XVI, el género novelesco predominante fue el de los libros de caballerías, surgiendo con posterioridad otros subgéneros que se disputan el gusto de los lectores, como la novela pastoril (deudora de la bucólica clásica de Virgilio y de los autores italianos renacentistas que la recrean -La Diana, de Jorge de Montemayor-), la novela morisca (donde se presenta la figura idealizada del moro, en ocasiones en convivencia con los cristianos -El Abencerraje y la hermosa Jarifa, anónima- ) y la novela bizantina (surgida a imitación del relato griego Las etiópicas de Heliodoro, donde se describen las fantásticas aventuras de dos amantes por lugares y tiempos imaginarios hasta que logran reunirse). Pero será la novela picaresca el más importante de los géneros narrativos del Renacimiento. Lo crea una novela anónima genial, cuya impregnación del espíritu humanista y erasmista resulta evidente: el Lazarillo de Tormes. EL LAZARILLO DE TORMES El Lazarillo de Tormes fue publicado por primera vez en 1554, en tres lugares diferentes: Burgos, Alcalá y Amberes. En ninguna de las tres ediciones figura el nombre del autor, atribuyéndole la crítica su autoría a diversos escritores de la época (el toledano Sebastián de Orozco, el fraile jerónimo Juan de Ortega, los hermanos Valdés…). Se ha intentado, asimismo, buscar explicación al hecho de que la obra sea anónima; se aduce, por ejemplo, que el autor escondió su nombre por temor a problemas derivados de la crítica anticlerical y erasmista que aparece en sus páginas. La obra fue prohibida por la Inquisición cinco años después de su publicación y no volvió a publicarse íntegra en España hasta 1834 (empieza la regencia de María Cristina y supone el fin de la Inquisición con la restitución de la Constitución), aunque siguió circulando en ediciones clandestinas. Esta expansión del humanismo propiciará que las obras en prosa redactas en lengua vernácula sean cada vez más frecuentes, aunque siguen siendo muy numerosas las escritas en latín. Durante el siglo XVI se cultiva un tipo de prosa didáctica que resucita géneros de origen grecorromano como el diálogo, en el que destacarán los erasmistas conquenses Juan y Alfonso Valdés. Aquel escribió el famoso Diálogo de la lengua, donde expone el ideal renacentista de la lengua sencilla pero cuidada. Su hermano Alfonso es autor de dos importantes obras: Diálogo de las cosas ocurridas en Roma y Diálogo de Mercurio y Carón. La primera es una apasionada defensa de la política imperial de Carlos I y un violento ataque contra las actitudes del Papado, al tiempo que una sátira demoledora de las costumbres eclesiásticas; en la segunda obra expone el ideal erasmista de un Estado universal fuerte y pacífico, y sus deseos de reformas religiosas. El Lazarillo es la gran obra narrativa del XVI; se trata de una historia realista que marca tempranamente el camino que transitará después la novela moderna. En ella se narra la vida de Lázaro en siete tratados, desde su nacimiento en el Tormes hasta su matrimonio en Toledo. En el prólogo anuncia que relatará “su caso”, para que se tenga noticia de su persona. Con Lázaro, el protagonista narrativo es ya un antihéroe; lejos de los personajes idealizados que protagonizaban las novelas pastoriles, bizantinas o de caballerías, se trata de un hombre vulgar, cuyo origen es muy humilde, aunque parodiando el de los caballeros legendarios tuviera también su comienzo en un río (“Mi nacimiento fue dentro del río Tormes”). Muchos de los elementos del Lazarillo proceden de la tradición folclórica; cuentecillos y anécdotas, como la de la longaniza, son habituales en el folclore popular, o la pareja del ciego y el lazarillo. Los hechos, sin embargo, se cuentan “como si” en verdad hubieran ocurrido; las fronteras entre realidad y ficción se diluyen y, con ello, el autor del Lazarillo da un importantísimo paso hacia la creación de la novela moderna, al proponer que la obra sea leída “como si” fuera realidad. El Lazarillo sería así el punto de partida de la novela realista europea: la acción transcurre en tiempo y lugares concretos, y los personajes van evolucionando al par de las circunstancias de su vida, no son seres inmutables. Ambos rasgos, propios de la novela moderna, se encuentran también en el Lazarillo, cuyo protagonista va cambiando desde el principio al fin de la obra. Lázaro es un muchacho sin experiencia pero de buen fondo, corrompido por el ambiente en que vive, sirviendo a muchos amos para sobrevivir; más que un pícaro, es un desventurado, aunque a medida que la adversidad endurece su carácter se va volviendo más cínico: el Lázaro adulto es distinto al Lázaro niño. El libro presenta forma autobiográfica y epistolar: el narrador, cuya figura da unidad al relato, escribe a cierta persona para darle cuenta de un “caso” (los rumores sobre la infidelidad de su mujer, amancebada con el arcipreste) que solo se conoce al final de la obra. Lázaro, sin embargo, no se limita al “caso” sino que, para justificarlo, se extiende intencionadamente y narra su vida y sus penalidades. Debido a ello, la novela se estructura desde el final, porque los episodios que en ella se incluyen son seleccionados para explicar el “caso”, lo que permite descubrir una serie de correspondencias o paralelismos entre el primer y el último tratado, entre un comienzo deshonroso y un fin también con deshonra. Por ejemplo: o Su padre fue perseguido por la justicia; él, por su cargo de pregonero, acompañará a “los que padecen persecución por la justicia” y tendrá que “declarar a voces sus delitos”. o Su madre determina “arrimarse a los buenos”; también él se “arrima” al arcipreste, de quien recibe “todo favor y ayuda”, aunque a costa de suscitar en la gente fundadas sospechas sobre su honra. Los otros seis tratados pueden dividirse en dos partes: los tres primeros, más extensos, muestran el aprendizaje de Lazarillo en la adversidad; en los otros tres, Lázaro empieza a mejorar -hasta cierto punto- su nivel de vida. Ha aprendido lo suficiente para sobrevivir, lo cual explica que consienta las relaciones adúlteras de su mujer con el arcipreste, pues este le ha proporcionado un modesto empleo. Si en los relatos “no realistas” (caballerescos, pastoriles, moriscos, etc.), se escriben con el estilo elevado y refinado propio de su naturaleza idealizada, y todos los personajes utilizan el mismo tono, El Lazarillo, que trata realidades sórdidas, está escrito con un lenguaje llano, sin artificios, y los personajes se expresan de acuerdo con su condición social. Esta polifonía lingüística también será característica de la novela moderna.
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