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La Celestina, lengua, Resúmenes de Lengua y Literatura

La Celestina, lengua y literatura

Tipo: Resúmenes

2022/2023

Subido el 12/06/2023

ana-loaiza-sanchez
ana-loaiza-sanchez 🇪🇸

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¡Descarga La Celestina, lengua y más Resúmenes en PDF de Lengua y Literatura solo en Docsity! Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com La Celestina Fernando de Rojas Introducción Libro al parecer divi- si encubriera más lo huma- CERVANTES. El año 1499 imprimiose en Burgos una obrita dramática en diez y seis autos, intitulada Comedia de Calisto y Melibea, que ha reimpreso Foulché-Delbosc: en 1902 del único ejemplar que, hasta poco ha, tampoco conocía nadie. Su presente dueño, el benemérito hispanista Huntington, acaba de reproducirla con el esmero que suele. Describió minuciosamente este preciosísimo ejemplar el sabio hispanófilo, Director de la Revue Hispanique, en el tomo IX (año 1902, Págs. 185-190), añadiendo unas advertencias críticas de subido valor, las cuales, con otras del tomo VII, ha de leer antes que nada el que quiera enterarse de La Celestina, porque edición y notas vuelcan de todo punto el problema o el [VIII] montón de problemas, que acerca de tan famoso drama se han despertado y todavía no han tenido cumplida solución. Hay que leer después el magnífico trabajo sobre La Celestina escrito por Menéndez y Pelayo, en el tomo III de los Orígenes de la Novela (1910), y el muy discreto y más ceñido del agudo y erudito Adolfo Bonilla, en sus Anales de la Literatura española (1904). Por ahora, la edición de Burgos de 1499 ha de tenerse por primera o princeps, aunque hubo de haber otra anterior, ya que en ella se lee: Con los argumentos nuevamente añadidos. En su primer estado, la obra no tenía otro título que el que sirvió de incipit a la edición de Sevilla de 1501 y se ha conservado en las posteriores: «Síguese la comedia de Calisto y Melibea, compuesta en reprehensión de los locos enamorados, que, vencidos en su desordenado apetito, a sus amigas llaman e dizen ser su dios. Assí mesmo fecha en aviso de los engaños de las alcahuetas e malos e lisongeros sirvientes.» Acaso al fin iba un explicit con la fecha y lugar de la impresión. No se conoce ejemplar alguno de esta edición, y aun hay quien supone no la hubo. Vengamos al segundo estado de la obra, que es el que presenta el ejemplar llamado Heber, [IX] por el nombre de quien antes lo poseyó, y es el reproducido por Foulché-Delbosc y Huntington, esto es, la edición de Burgos de 1499. Su título dice: «Comedia de Calisto y Melibea. Con sus argumentos nuevamente añadidos; la qual contiene demás de su agradable y dulce estilo muchas sentencias filosofales e avisos muy necessarios para mancebos, mostrandoles los engaños que están encerrados en sirvientes y alcahuetas.» En este segundo estado, la obra lleva, además del dicho título, el incipit, que reproduce el título del primer estado, el «argumento» general y un «argumento» delante de cada uno de los 16 autos. En su tercer estado la obra lleva el mismo título que en el segundo; pero, además, una Carta de El autor a un su amigo, unos versos acrósticos, el incipit, el argumento general y argumento de cada auto, y al fin lleva seis octavas del editor Alonso de Proaza. Tenemos un ejemplar completo de una edición que ofrece este tercer estado, hecha en Sevilla en 1501, naturalmente por dicho Alonso de Proaza, y reeditada por Foulché-Delbosc en 1900, el cual cree se hizo esta edición de 1501 sobre la de Burgos del año 1499. Acerca de Proaza véase la Biblioteca de Gallardo, I, núm. 457 y el trabajo citado de Menéndez y Pelayo. Hasta aquí la obra se llamó Comedia y tuvo 16 autos; pero otro cuarto estado nos ofrece la edición de 1502, de Sevilla, con el nuevo título de Tragicomedia de Calisto y Melibea, y que, además de todo lo del tercer estado, contiene hasta 21 actos, un Prólogo nuevo y tres nuevas octavas añadidas a las del final («Concluye el autor»). Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com El quinto estado de la obra lleva el título y todo lo del anterior y 22 actos: el añadido es el de Traso, que no trae la edición de Valencia de 1514. Cito esta última edición por ser hoy la mejor tal como se halla reproducida por Eugenio Krapf, Vigo 1900: «La Celestina por Fernando de Rojas, conforme a la edición de Valencia de 1514, reproducción de la de Salamanca de 1500. Con una Introducción del Doctor D. M. Menéndez y Pelayo.» [X] Nuestra presente edición es reproducción de esta de Vigo de 1900 y de Valencia de 1514; pero como la princeps de 1499, publicada por Foulché-Delbosc dos años después, el 1902, ofrece el estado más autorizado de la obra, quisimos que aquí se reprodujese con toda fidelidad, y así, hemos logrado juntar entrambas ediciones, poniendo en tipo común la edición dicha de Burgos de 1499, corregidas las erratas manifiestas y descorregidas algunas pocas que [XI] no debió corregir el hispanista francés, y en cursiva todo lo demás que se halla en la de Vigo y Valencia, añadido a aquella edición de Burgos de 1499, la más antigua que conocemos. ¿A quién se deben todas esas sucesivas añadiduras, que hemos visto hallarse en los diversos estados de la obra? ¿Son del autor del primitivo estado o son de otros editores y correctores? Lo primero que se ve añadido en el segundo estado son los argumentos que, por consiguiente, no son del autor. En la Carta a un su amigo en el tercer estado, en que aparece por primera vez, no se nombra a Mena ni a Cota, que sólo son nombrados en las ediciones de 21 autos, en las cuales la carta está retocada. En la de Sevilla de 1501 dícese nada más: «Vi que no tenia su firma del auctor, y era la causa que estava por acabar; pero quienquiera que fuesse...» Tampoco se hallan estos nombres en los acrósticos de la edición de Sevilla de 1501, y sí en las de 21 autos. Dícese en aquélla: «Si fin diera en esta su propia escriptura carta: un gran hombre y de mucho valer.» En vez de: Cota e Mena con su gran saber. Dícese en la Carta que él (el que se da por autor [XII] de ella y de los acrósticos y Prólogo) halló en Salamanca el primer auto y que él continuó y acabó la comedia, añadiéndole otros quince, que compuso en quince días de vacaciones. Bonilla, con otros pocos, cree esto al pie de la letra y supone que la primitiva Comedia tuvo dos autores: uno del primer auto, otro de los quince restantes. Por el contrario, Lorenzo Palmireno, Moratín, Blanco White, Gallardo, Germond de Lavigne, Wolf, Ticknor, Menéndez y Pelayo, Carolina Michaelis de Vasconcellos, opinan que esto que allí se dice es un artificio del único autor, el cual lo es de los diez y seis autos. Foulché-Delbosc es de parecer que la Carta no es del auto de la Comedia, sino de algún editor que ha inventado ese artificio, no menos que lo de haber compuesto en quince días los quince autos restantes. Para mí, único es el autor de los diez y seis autos de la primitiva Comedia, y la razón está en la unidad del plan, tan maravillosamente entablado en el primer auto, y en la unidad de caracteres, de estilo y lenguaje, que en los diez y seis son iguales. Ni vale lo que dice Bonilla que, no habiendo razón en contra, debemos dar crédito a lo que el autor dice en la Carta. Porque la Carta no parece ser del autor de la Comedia, por lo menos está amañada, como dice Menéndez y Pelayo. De hecho la Carta y los demás [XIII] preliminares están llenos de contradicciones, muestran particular afición a Juan de Mena, tomándole versos y palabras, lo cual no se halla en la Comedia primitiva, y no están escritos con la gallardía que ella, ni mucho menos con el ingenio que en toda ella campea. Diríase que el autor, que supo escribir obra tan portentosa como la primitiva Celestina y los quince autos en quince días (!), no se supo dar maña para escribir una Carta ni un Prólogo, que está tomado del Petrarca e infantilmente acomodado a su propósito, por no decir de una manera desapropositada y fuera de sazón. No puede, pues, darse crédito a cuanto en estos preliminares se dice ni puede contrarrestar ese dicho al hecho manifiesto de la unidad de plan, caracteres, estilo e ingenio, que se manifiesta en los diez y seis autos. Dice el autor de la Carta que «quiso celar y encobrir su nombre», y con todo eso lo pone luego en los versos acrósticos: «El bachiller Fernando de Rojas acabó la comedia de Calysto y Melybea y fue nascido en la puebla de Montalbán.» Y en la penúltima octava de Proaza, «corrector de la impresión», se declara el enigma de los acrósticos: [XIV] Por ende juntemos de cada renglón de sus onze coplas la letra primera, las quales descubren por sabia manera su nombre, su tierra, su clara nación. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com contrario. El año 1525 tenía la mujer de Rojas treinta y cinco años, y su marido cree Serrano y Sanz tendría unos cincuenta, de modo que hubo de escribir la Comedia a los veinticuatro años. Unos treinta y cinco años antes del 1521 dice el documento que la escribió, esto es, el año 1490, aunque veremos que probablemente fue después de 1492. Foulché-Delbosc concluye: «Tant qu'un témoignage indiscutable ne l'attestera pas, nous nous refuserons à reconnaître Rojas comme l'auteur de la Comedia. Si les vers acrostiches [XXIV] en 1501, et son beau-père en 1525, lui attribuent cette paternité, c'est probablement que lui-même s'en targuait: nous venons d'exposer les raisons pour lesquelles cette prétention nous semble inadmisible. Loin de voir un insigne literato en Fernando de Rojas, nous estimons qu'il se donna comme l'auteur d'un chef- d'oeuvre qu'un autre avait écrit.» (Rev. Hisp., 1902, pág. 185.) En mi opinión, el autor de la Comedia, en su primer estado, si no con certeza, es muy probablemente el Fernando de Rojas que aparece en los acrósticos y en los citados documentos. No hay pruebas hasta ahora para no admitir el testimonio de estos últimos, y aunque sin ellos los acrósticos no merecieran crédito, los documentos se lo prestan a los acrósticos y los acrósticos corroboran el dicho de los documentos. Por declaración del mismo Rojas y por testimonio de su suegro sabemos que era abogado. Naturalizose en Talavera, pues ya aparece como vecino de aquella ciudad en 1517, y a ella se refiere cuanto de él se sabe hasta el 1538. Ejerció aquel año en Talavera, desde el 15 de Febrero al 21 de Marzo, el cargo de Alcalde mayor, sustituyéndole el Dr. Núñez de Durango, según noticias comunicadas al Sr. Serrano por D. Luis Jiménez de la Llave y tomadas del Archivo municipal. [XXV] El autor del León Prodigioso (1636), el Licenciado Cosme Gómez Tejada de los Reyes, dice en la Historia de Talavera, que escribió y se conserva manuscrita en la Biblioteca Nacional (Ms. 2039): «Fernando de Rojas, autor de la Celestina, fábula de Calixto y Melibea, nació en la Puebla de Montalbán, como él lo dize al principio de su libro en unos versos de arte mayor acrósticos; pero hizo asiento en Talavera: aquí vivió y murió y está enterrado en la iglesia del convento de monjas de la Madre de Dios. Fue abogado docto, y aun hizo algunos años en Talavera oficio de Alcalde mayor. Naturalizose en esta villa y dejó hijos en ella. Bien muestra la agudeza de su ingenio en aquella breve obra llena de donaires y graves sentencias, espejo en que se pueden mejor mirar los ciegos amantes, que en los christalinos adonde tantas horas gastan riçando sus femeniles guedejas... y lo que admira es que, siendo el primer auto de otro autor (entiéndese que Juan de Mena o Rodrigo de Cota) no solo parece que formó todos los actos un ingenio, sino que es individuo (indivisible).» Como se ve, a carga cerrada admite este historiador cuanto en el Prólogo y acrósticos se dice; pero las noticias acerca de Rojas no dejan de tener su peso y gravedad, cual la del historiador que nos las comunica. [XXVI] El testamento de su cuñada Constanza Núñez, descubierto por Pérez Pastor en el Archivo de Protocolos de Madrid, nos ha permitido conocer el nombre de la hija de Rojas, que se llamó Catalina Rojas, casada con su primo Luis Hurtado, hijo de Pedro de Montalbán. En el archivo de la Parroquia del Salvador, de Talavera, hállanse las partidas de bautismo de 1544, 1550 y 1552, referentes a varios hijos de Álvaro de Rojas y de Francisco de Rojas, casado el último con Catalina Álvarez, patronímico que llevaba también la mujer de Rojas. De su familia fueron, pues, Álvaro y Francisco, si ya no eran sus propios hijos. En las Relaciones geográficas, que los pueblos de Castilla dieron a Felipe II desde 1574 en adelante, y se hallan en El Escorial, contestando a la pregunta de que se especificasen «las personas señaladas en letras, armas y en otras cosas que haya en el dicho pueblo, o que hayan nacido o salido de él», el bachiller Ramírez Orejón, clérigo, que fue, en compañía de Juan Martínez, ponente, como hoy diríamos, de esta Relación, contesta que «de la dicha villa (de la Puebla de Montalbán) fue natural el bachiller Rojas, que compuso a Celestina». Hablemos ya de la obra, quiero decir de la Comedia de Calisto y Melibea, tal como la leemos [XXVII] en la edición más antigua de Burgos de 1499, pues de lo añadido por el corrector harto se dirá en las notas y ya hemos dado antes el juicio que nos merece. «Los amantes desapoderadamente apasionados, que nos pintan los novelistas, son como los aparecidos de que se atemorizan las viejas: todo el mundo habla de ellos y nadie los ha visto.» Bonita frase de La Rochefoucauld; pero tan falsa como bonita. No pasa mes sin que leamos en los periódicos tragedias amorosas, amantes que se matan a sí mismos o que matan a sus amantes. Al día siguiente sólo se acuerdan de ellas los jueces y abogados que entienden en los tribunales. «Parece cosa de novela», solemos decir al leerlas; «parece cosa de realidad», deberíamos decir al leer tales amores y sus tristes fenecimientos en una buena novela. Porque los tribunales de justicia henchidos están de sus causas judiciales y los manicomios más llenos todavía de sus tristes víctimas. ¿Y hay casa, hay por ventura pecho donde el amor no esté desenvolviendo su eterna tragedia? ¿No trae enlazados en sus doradas redes y distraídos a los mozos, revueltos y alterados a los hombres, desasosegados a los mismos viejos? ¿Quién se librará de sus dulces asechanzas? Como se cobija en la ligera cabeza de la [XXVIII] mozuela, así, y sin otros miramientos, se Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com cuela en la grave sesera del senador, del magistrado, del filósofo. Él mancilla y empaña las almas virginales, encizaña las familias, trueca las condiciones, quebranta las amistades, desvela a los más tranquilos, convierte en homicidas a los mismos amantes, alborota los espíritus, levanta guerras, asuela ciudades, revuelve el mundo. ¿Acaso hay nada en él que no se haga por el amor? No es una niñería, un lujo, un pasatiempo de desocupado; la vida de la humanidad cuelga de él. Demás estarían las ciudades, sobrarían los ejércitos, holgarían las tierras, si hombres no hubiese; pero si hay hombres es porque hay amor. Para tan grave cargo, como le encomendó la naturaleza, hubo de dotarle de poderes no pensados: el amor es fuerte, furioso, loco. Que la vida de los hombres cuesta mucho y es menester el colmo de la locura para escotarla. Sin esa «titillatio, concomitante idea causae externae», como paradisíacamente definió Espinosa el amor, el mundo se acababa, y es harto grave cosa el mundo. Por muchas que sean, las víctimas del amor, por aciagos que sean los acaecimientos que ocasiona, por muertes, desolaciones, ruinas, que amontone sobre la haz de la tierra, más necesita, [XXIX] más se merece, más se le debe, más demanda, con nada de eso se paga: a cambio de desastres, guerras, tragedias sin cuento, da lo que con nada de eso es comparable, la vida de los hombres sobre la tierra. Y no es ello de tan menguado precio, que no haya permitido Dios, según la doctrina católica, hasta que el pecado entrase en el mundo y le señorease, y con él la muerte, y tras la muerte y el pecado, que la misma Divinidad encarnase y fuese blanco de estos dos tiranos del mundo. El amar es luchar, sufrir y morir, no menos, antes mucho más es vivir, de donde nace que vivir es morir, sufrir y luchar. El demonio del amor es el demonio de la muerte, pero eso por ser el demonio de la vida. Esta es la no sé si llamarla tragedia o comedia del mundo y del vivir de los hombres. Sabíalo, por lo menos, muy bien sabido el que compuso la Tragicomedia de Calisto y Melibea, cuando cifró toda esta filosofía del amor, de la vida y del mundo en el último auto, donde exclama el viejo Pleberio, que de viejos es exprimir todo el sustancioso jugo de la vida: «¡O vida de congoxas llena, de miserias acompañada! ¡O mundo, mundo! Muchos de ti dixeron, muchos en tus qualidades metieron la mano. A diversas cosas por oydas te compararon; yo [XXX] por triste esperiencia lo contaré, como a quien las ventas y compras de tu engañosa feria no prósperamente sucedieron... ¡O amor, amor!, que no pensé que tenías fuerça ni poder de matar a tu subjetos!... ¿Quien te dio tanto poder? ¿Quién te puso nombre que no te conviene? Si amor fuesses, amarías a tus sirvientes; si los amases, no les darías pena; si alegres viviesen, no se matarían, como agora mi amada hija... Alegra tu sonido, entristece tu trato. ¡Bienaventurados los que no conociste o de los que no te curaste!» He aquí la conclusión de la Tragicomedia, y he aquí la raíz de la filosofía schopenhaueriana, del pesimismo de la vida y del amor. El cual en La Celestina es lo que el Ananke o fatalidad en la tragedia griega, lo que levanta el drama, o, mejor diré, lo hunde en la sima del espanto y terror con que atrae a los lectores o espectadores, les hiela el corazón y juntamente les encadena halagüeñamente el gusto, les enhechiza y ciega y, quieras que no, los arrastra y despeña consigo en sus honduras lóbregas e inapeables. Y venturoso de aquel, que por este poder del arte trágico, hundido y ensimismado en las lobregueces de sí mismo, llegue a comprender lo que es el amor, el mundo y la vida en sus más soterradas y filosóficas raíces, amargas, sí; pero, [XXXI] por lo mismo, empapadas en el sustancioso jugo de la más alta sabiduría. Ahora vendrán y se nos echarán encima todos los moralistas, pasados y presentes, y también los que aún no son nacidos, y condenarán La Celestina como libro que «es afrenta hasta el nombrarlo, y que debería mandarse por justicia que no se imprimiese ni menos se vendiese, porque su doctrina incita la sensualidad a pecar y relaja el espíritu a bienvivir.» ¡Sapientísimo señor Obispo de Mondoñedo, Fr. Antonio de Guevara, discretísimo maestro Luis Vives y cuantos les hacéis coro y se lo hicisteis desde que La Celestina se leyó! Guardaos esos vuestros discretísimos consejos para quienes no se compuso La Celestina, quiero decir para monjitas y colegialas; que los que quieran conocer el mundo, el hombre, el vivir y su amarga y agridulce raíz, el amor, en que consiste toda la sabiduría, y por cuyo conocimiento fuisteis vosotros mismos sapientísimos varones y maestros de la filosofía española, leerán la Tragicomedia y aprenderán y... no se escandalizarán... Esto cuanto al intento y espíritu de la obra; los medios de ejecución atañen al literato. Pero de ellos, que pueden reducirse a los caracteres, la invención y composición de la fábula y, finalmente, al estilo y lenguaje, se ha dicho tanto y [XXXII] con tanto acierto, que duelo da el escoger, habiendo de dejar lo más, y aun lo mejor escogido no cabría en esta Introducción. Menéndez y Pelayo llenará las medidas del curioso que desee enterarse (Orígenes de la Novela, t. III). Libro en mi entender divi- Si encubriera más lo huma-. dijo Cervantes cuan breve y galanamente pudiera decirse. No volveré a lo del encubrir lo humano, que el propio Cervantes se sabía muy bien no fuera hacedero sin deshacer lo divino, que el libro encierra: que fuera hacer una sortija de oro sin oro. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com «¿Quales personas os parecen que están mejor exprimidas?», pregunta Martio en el Diálogo de las lenguas. Y responde su autor, Juan de Valdés: «La Celestina está, a mi ver, perfetísima en todo quanto pertenece a una fina alcahueta.» Tan es así, que el pueblo español, con certera crítica, hizo de Celestina un nombre apelativo, no a modo de sustantivo, como de otros famosos personajes, por manera que decimos: Fulano es un Quijote, es un Sancho Panza, es un Tenorio; sino que celestina llamamos a toda trotaconventos, tercerona o alcahueta, sin más cortapisas y como adjetivo corriente. Y que no tiene semejante. Porque no es la alcahueta común, [XXXIII] sino la de diabólico poder y satánica grandeza. «Porque Celestina -dice Menéndez y Pelayo- es el genio del mal encarnado en una criatura baja y plebeya, pero inteligentísima y astuta, que muestra en una intriga vulgar tan redomada y sutil filatería, tanto caudal de experiencia moderna, tan perversa y ejecutiva y dominante voluntad, que parece nacida para corromper el mundo y arrastrarle encadenado y sumiso por la senda lúbrica y tortuosa del placer.» «A las duras peñas promoverá e provocará a luxuria, si quiere», dice Sempronio. Hay en Celestina un positivo satanismo, es una hechicera y no una embaucadora. Es el sublime de mala voluntad, que su creador supo pintar como mujer odiosa, sin que llegase a ser nunca repugnante; es un abismo de perversidad, pero algo humano queda en el fondo, y en esto lleva gran ventaja al Yago de Shakespeare, no menos que en otras cosas. Elicia y Areusa son figuras perfectamente dibujadas, discípulas de Celestina, no prostitutas de mancebía o mozas del partido, sino «mujeres enamoradas», como las llamaban, que viven en sus casas, sin el sentimentalismo de las de Terencio ni el ansia y sed de ganancia de las de Plauto, más verisímiles que las primeras y menos abyectas que las segundas. Los criados [XXXIV] de Calisto son todavía menos romanos y más españoles; no esclavos, sino consejeros y confidentes, que le ayudan y acompañan, aunque avariciosos y cobardes. Calisto y Melibea han sido siempre comparados con Romeo y Julieta en lo infantiles, apasionados y candorosos. «Mucho de Romeo y Julieta se halla en esta obra -dice Gervinus (Histor. de la poes. alem.)-, y el espíritu según el cual está concebida y expresada la pasión es el mismo.» Y Menéndez y Pelayo, a quien seguimos: «Nunca antes de la época romántica fueron adivinadas de un modo tan hondo las crisis de la pasión impetuosa y aguda, los súbitos encendimientos y desmayos, la lucha del pudor con el deseo, la misteriosa llama que prende en el pecho de la incauta virgen, el lánguido abandono de las caricias matadoras, la brava arrogancia con que el alma enamorada se pone sola en medio del tumulto de la vida y reduce a su amor el universo y sucumbe gozosa, herida por las flechas del omnipotente Eros. Toda la psicología del más universal de los sentimientos humanos puede extraerse de la tragicomedia. Por mucho que apreciemos el idealismo cortesano y caballeresco de D. Pedro Alarcón, ¡qué fríos y qué artificiosos y amanerados parecen los galanes y damas de sus comedias al lado [XXXV] del sencillo Calisto y de la ingenua Melibea, que tienen el vicio de la pedantería escolar, pero que nunca falsifican el sentimiento!» Cuanto al arte de la composición dramática, la traza es sencillísima, clara y elegante, y más de maravillar por la época en que se compuso, antes de nacer el teatro moderno, puesto que es la primera madre de él La Celestina. Calisto, de noble linaje, entra, siguiendo a un halcón, en la huerta donde halla a Melibea. Enamorado de ella y desdeñado, acude a Celestina, que con sus arterías y hechizos prende el mismo fuego en el pecho de la virginal doncella, y con sus mañas y mujeres se atrae la voluntad de los criados de Calisto. Pero la codicia la hace a ella no querer partir con ellos el collar que le había regalado el galán tan bien servido, y a ellos que maten a la vieja, quedando medio descalabrados al saltar por la ventana, huyendo de la justicia, y ahorcados por ésta en la plaza. Sólo al través de la puerta se habían hablado los amantes, y, según lo concertado, va de noche Calisto a la huerta de Melibea; pero después de lograr tan apetecida dicha, al salir y saltar de la tapia, cae muerto el amante. Ella, al saberlo, como heroína del amor, hace que su padre la oiga al pie de la torre, en cuya azotea ella sola le cuenta su desgracia y luego se deja caer muerta a sus [XXXVI] pies. El triste anciano endecha tan horrible desventura y las miserias del mundo, de la vida y del amor. «El genio gusta de la sencillez, el ingenio gusta de las complicaciones -dice Lessing en su Dramaturgia... -El genio no puede interesarse más que por aventuras, que tienen su fundamento unas en otras, que se encadenan como causas y efectos.» Hasta la muerte de Celestina todo era comedia, la comedia del amor y de la vida; desde aquel punto se convierte la acción en tragedia. Mueren ambos criados. Torna lo agradable con la escena de la huerta. Pero cuanto más agradable, más triste y terrible siéntese la desgracia inesperada de Calisto y la trágica muerte de Melibea. Este cambio repentino es de efecto maravilloso. El despeño de la acción así preparado y ejecutado es lo más admirable de la obra. Del estilo y lenguaje de La Celestina la mayor alabanza que le cabe es haber casado en ella su autor el período y sintaxis, que venía fraguándose por influjo humanista del Renacimiento y en que sobresalieron el Arcipreste de Talavera, Hernando de Pulgar, Fernán Pérez de Guzmán, Diego de San Pedro y Mosén Diego de Valera, con la frase y modismos, [XXXVII] refranes y voces del uso popular, que nadie hasta él había empleado. El autor de La Celestina llevó el habla popular a la prosa, como el Arcipreste de Hita la llevó al verso. De aquí las dos corrientes de estilo y lenguaje, que cualquiera echa de ver en La Celestina. El habla ampulosa del Renacimiento erudito la pone en los personajes aristocráticos, y a veces en los mismos criados, que remedan a su señor; el Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com Prosigue. Donde esta gozar pensaua bolando O yo de screuir cobrar mas honor Del vno y del otro nasció disfauor: Ella es comida e a mí están cortando Reproches, reuistas e tachas. Callando Obstara, e los daños de inuidia e murmuros Insisto remando, e los puertos seguros Atrás quedan todos ya quanto más ando. Prosigue. Si bien quereys ver mi limpio motiuo, A quál se endereça de aquestos estremos, Con quál participa, quién rige sus remos, Apollo, Diana o Cupido altiuo, Buscad bien el fin de aquesto que escriuo, O del principio leed su argumento: Leeldo, vereys que, avnque dulce cuento, Amantes, que os muestra salir de catiuo. [11] Comparación. Como el doliente que píldora amarga O la recela, o no puede tragar, Métela dentro del dulce manjar; Engáñase el gusto, la salud se alarga: Desta manera mi pluma se embarga, Imponiendo dichos lasciuos, rientes, Atrae los oydos de penadas gentes: De grado escarmientan e arrojan su carga. Buelve a su propósito. Estando cercado de dubdas e antojos, Compuse tal fin que el principio desata; Acordé dorar con oro de lata Lo más fino tibar que vi con mis ojos Y encima de rosas sembrar mill abrojos. Suplico, pues, suplan discretos mi falta. Teman grosseros y en obra tan alta O vean e callen o no den enojos. [12] Prosigue dando razones por que se mouio a acabar esta obra. Yo vi en Salamanca la obra presente: Mouime acabarla por estas razones: Es la primera, que estó en vacaciones, La otra imitar la persona prudente; Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com Y es la final, ver la más gente Buelta e mezclada en vicios de amor. Estos amantes les pornán temor A fiar de alcahueta, ni falso siruiente. E assí que esta obra en el proceder Fue tanto breue, quanto muy sotil, Vi que portaua sentencias dos mill En forro de gracias, labor de plazer. No hizo Dédalo cierto a mi ver Alguna más prima entretalladura, Si fin diera en esta su propia escriptura Cota o Mena con su gran saber. [13] Jamás yo no vide en lengua romana, Después que me acuerdo, ni nadie la vido, Obra de estilo tan alto e sobido En tusca, ni griega, ni en castellana. No trae sentencia, de donde no mana Loable a su auctor y eterna memoria, Al qual Jesucristo resciba en su gloria Por su passión santa, que a todos nos sana. Amonesta a los que aman que siruan a Dios y dexen las malas cogitacion(e)s e vicios de amor. Uos, los que amays, tomad este enxemplo, Este fino arnés con que os defendays: Bolued ya las riendas, porque no os perdays; Load siempre a Dios visitando su templo. Andad sobre auiso; no seays d'exemplo De muertos e biuos y propios culpados: Estando en el mundo yazeys sepultados. Muy gran dolor siento quando esto contemplo. Fin. O damas, matronas, mancebos, casados, Notad bien la vida que aquestos hizieron, Tened por espejo su fin qual ouieron: [14] A otro que amores dad vuestros cuydados, Limpiad ya los ojos, los ciegos errados, Virtudes sembrando con casto biuir, A todo correr deueys de huyr, No os lance Cupido sus tiros dorados. [15] Prólogo Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com Todas las cosas ser criadas a manera de contienda o batalla, dize aquel gran sabio Eráclito [16] en este modo: «Omnia secundum litem fiunt.» Sentencia a mi ver digna de perpetua y recordable memoria. E como sea cierto que toda palabra del hombre sciente está preñada, desta se puede dezir que de muy hinchada y llena quiere [17] rebentar, echando de sí tan crescidos ramos y hojas, que del menor pimpollo se sacaría harto fruto entre personas discretas. Pero como mi pobre saber no baste a mas de roer sus secas cortezas de los dichos de aquellos, que por claror de sus ingenios merescieron ser aprouados, con lo poco que de allí alcançare, satisfaré al propósito deste perbreue prólogo. Hallé esta sentencia corroborada por aquel gran orador e poeta laureado, Francisco Petrarcha, diziendo: «Sine lite atque offensione nihil genuit natura parens»: Sin lid e offensión ninguna cosa engendró la natura, madre de todo. Dize más adelante: «Sic est enim, et sic propemodum universa testantur: rapido stellæ obviant firmamento; contraria inuicem elementa confligunt; terræ tremunt; maria fluctuant; aer quatitur; crepant flammæ; bellum immortale venti gerunt; tempora temporibus concertant; secum singula nobiscum omnia». Que quiere dezir: «En verdad assí es, e assí todas las cosas desto dan testimonio: las estrellas se encuentran en el arrebatado firmamento del cielo; los aduersos elementos vnos con otros rompen pelea, tremen las tierras, ondean los mares, el ayre se sacude, suenan las llamas, los vientos entre si traen perpetua guerra, los tiempos con tiempos contienden e litigan entre si, vno a vno e todos contra nosotros.» El [18] verano vemos que nos aquexa con calor demasiado, el inuierno con frío y aspereza: assí que esto nos paresce reuolución temporal, esto con que nos sostenemos, esto con que nos criamos e biuimos, si comiença a ensoberuecerse más de lo acostumbrado, no es sino guerra. E quanto se ha de temer, manifiéstase por los grandes terromotos e toruellinos, por los naufragios y encendios, assí celestiales como terrenales; por la fuerça de los aguaduchos, por aquel bramar de truenos, por aquel temeroso ímpetu de rayos, aquellos cursos e recursos de las nuues, de cuyos abiertos mouimientos, para saber la secreta causa de que proceden, no es menor la dissension de los [19] filósofos en las escuelas, que de las ondas en la mar. Pues entre los animales ningún género carece de guerra: pesces, fieras, aues, serpientes, de lo qual todo, vna especie a otra persigue. El león al lobo, el lobo la cabra, el perro la liebre e, si no paresciesse conseja de tras el fuego, yo llegaría más al cabo esta cuenta. El elefante, animal tan poderoso e fuerte, se espanta e huye de la vista de vn suziuelo ratón, e avn de solo oyrle toma gran temor. Entre las serpientes el basilisco crió la natura tan ponçoñoso e conquistador de todas las otras, que con su siluo las asombra e con su venida las ahuyenta e disparze, con su vista las mata. La bíuora, reptilia o serpiente [20] enconada, al tiempo del concebir, por la boca de la hembra metida la cabeça del macho y ella con el gran dulçor apriétale tanto que le mata e, quedando preñada, el primer hijo rompe las yjares de la madre, por do todos salen y ella muerta queda y él quasi como vengador de la paterna muerte. ¿Que mayor lid, que mayor conquista ni guerra que engendrar en su cuerpo quien coma sus entrañas? Pues no menos dissensiones naturales creemos auer en los pescados; pues es cosa cierta gozar la mar de tantas formas de pesces, quantas la tierra y el ayre cría de aues e animalias e muchas más. Aristótiles e Plinio cuentan marauillas de un pequeño pece llamado Echeneis, quanto sea apta su propriedad para diuersos géneros de lides. Especialmente tiene vna, que si [21] llega a vna nao o carraca, la detiene, que no se puede menear, avnque vaya muy rezio por las aguas; de lo qual haze Lucano mención, diziendo: Non puppim retinens, Euro tendente rudentes, In mediis Echeneis aquis. «No falta allí el pece dicho Echeneis, que detiene las fustas, quando el viento Euro estiende las cuerdas en medio de la mar». ¡O natural contienda, digna de admiración; poder más vn pequeño pece que vn gran nauío con toda su fuerça de los vientos! Pues si discurrimos por las aues e por sus menudas enemistades, bien affirmaremos ser todas las cosas criadas a manera de contienda. Las mas biuen de rapina, como halcones e águilas e gauilanes. Hasta los grosseros milanos insultan dentro en nuestras moradas los domésticos [22] pollos e debaxo las alas de sus madres los vienen a caçar. De vna aue llamada rocho, que nace en el índico mar de Oriente, se dize ser de grandeza jamás oyda e que lleva sobre su pico fasta las nuues, no solo vn hombre o diez, pero vn nauío cargado de todas sus xarcias e gente. E como los míseros navegantes estén assí suspensos en el ayre, con el meneo de su buelo caen e reciben crueles muertes. ¿Pues qué diremos entre los hombres a quien todo lo sobredicho es subjeto? ¿Quién explanará sus guerras, sus enemistades, sus embidias, sus aceleramientos e mouimientos e descontentamientos? ¿Aquel mudar de trajes, aquel derribar e renouar edificios, e otros muchos affectos diuersos e variedades que desta nuestra flaca humanidad nos prouienen? E pues es antigua querella e uisitada de largos [23] tiempos, no quiero marauillarme si esta presente obra ha seydo instrumento de lid o contienda a sus lectores para ponerlos en differencias, dando cada vno sentencia sobre ella a sabor de su voluntad. Unos dezían que era prolixa, otros breue, otros agradable, otros escura; de manera que cortarla a medida de tantas Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com CALISTO.- Cierra la ventana e dexa la tiniebla acompañar al triste y al desdichado la ceguedad. Mis pensamientos tristes no son dignos de luz. ¡O bienauenturada muerte aquella, que desseada a los afligidos viene! ¡O si viniéssedes agora, [36]Hipócrates e Galeno, médicos, ¿sentiríades mi mal? ¡O piedad de silencio, inspira en el Plebérico coraçón, porque sin esperança de salud no embíe el espíritu perdido con el desastrado Píramo e de la desdichada Tisbe! [37] SEMPRONIO.- ¿Qué cosa es? CALISTO.- ¡Vete de ay! No me fables; sino, quiçá ante del tiempo de mi rabiosa muerte, mis manos causarán tu arrebatado fin. SEMPRONIO.- Yré, pues solo quieres padecer tu mal. CALISTO.- ¡Ve con el diablo! SEMPRONIO.- No creo, según pienso, yr comigo el que contigo queda. ¡O desuentura! ¡O súbito mal! ¿Quál fue tan contrario acontescimiento, que assí tan presto robó el alegría deste hombre e, lo que peor es, junto con ella el seso? ¿Dexarle he solo o entraré alla? Si le dexo, matarse ha; si entro alla, matarme ha. Quédese; no me curo. Más vale que muera aquel, a quien es enojosa la vida, que no yo, que huelgo con ella. Avnque por al no desseasse viuir, sino por ver mi Elicia, me deuría guardar de peligros. Pero, si se mata sin otro testigo, yo quedo obligado [38] a dar cuenta de su vida. Quiero entrar. Mas, puesto que entre, no quiere consolación ni consejo. Asaz es señal mortal no querer sanar. Con todo, quiérole dexar vn poco desbraue, madure: que oydo he dezir que es peligro abrir o apremiar las postemas duras, porque mas se enconan. Esté vn poco. Dexemos llorar al que dolor tiene. Que las lágrimas e sospiros mucho desenconan el coraçón dolorido. E avn, si delante me tiene, más comigo se encenderá. Que el sol más arde donde puede reuerberar. La vista, a quien objeto no se antepone, cansa. E quando aquel es cerca, agúzase. Por esso quiérome sofrir vn poco. Si entretanto se matare, muera. Quiçá con algo me quedaré que otro no lo sabe, con que mude el pelo malo. Avnque [39] malo es esperar salud en muerte agena. E quiçá me engaña el diablo. E si muere, matarme han e yrán allá la soga e el calderón. Por otra parte dizen los sabios que es grande descanso a los affligidos tener con quien puedan sus cuytas llorar e que la llaga interior más empece. Pues en estos estremos, en que estoy perplexo, lo más sano es entrar e sofrirle e consolarle. Porque, si possible es sanar sin arte ni aparejo, mas ligero es guarescer por arte e por cura. CALISTO.- Sempronio. SEMPRONIO.- Señor. CALISTO.- Dame acá el laúd. SEMPRONIO.- Señor, vesle aquí. CALISTO.- ¿Qual dolor puede ser tal que se yguale con mi mal? SEMPRONIO.- Destemplado está esse laúd. CALISTO.- ¿Cómo templará el destemplado? ¿Cómo sentirá el armonía aquel, que consigo está tan discorde? ¿Aquel en quien la voluntad [40] a la razón no obedece? ¿Quien tiene dentro del pecho aguijones, paz, guerra, tregua, amor, enemistad, injurias, pecados, sospechas, todo a vna causa? Pero tañe e canta la más triste canción, que sepas. SEMPRONIO.- Mira Nero de Tarpeya a Roma cómo se ardía: gritos dan niños e viejos e el de nada se dolía. CALISTO.- Mayor es mi fuego e menor la piedad de quien agora digo. SEMPRONIO.- No me engaño yo, que loco está este mi amo. CALISTO.- ¿Qué estás murmurando, Sempronio? SEMPRONIO.- No digo nada. CALISTO.- Di lo que dizes, no temas. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com SEMPRONIO.- Digo que ¿cómo puede ser mayor el fuego, que atormenta vn viuo, que el que quemó tal cibdad e tanta multitud de gente? CALISTO.- ¿Cómo? Yo te lo diré. Mayor es la llama que dura ochenta años, que la que en vn día passa, y mayor la que mata vn ánima, que la que quema cient mill cuerpos. Como de la aparencia [41] a la existencia, como de lo viuo a lo pintado, como de la sombra a lo real, tanta diferencia ay del fuego, que dizes, al que me quema. Por cierto, si el del purgatorio es tal, mas querría que mi spíritu fuesse con los de los brutos animales, que por medio de aquel yr a la gloria de los sanctos. SEMPRONIO.- ¡Algo es lo que digo! ¡A más ha de yr este hecho! No basta loco, sino ereje. CALISTO.- ¿No te digo que fables alto, quando fablares? ¿Qué dizes? SEMPRONIO.- Digo que nunca Dios quiera tal; que es especie de heregía lo que agora dixiste. CALISTO.- ¿Por qué? SEMPRONIO.- Porque lo que dizes contradize la cristiana religión. CALISTO.- ¿Qué a mí? SEMPRONIO.- ¿Tú no eres cristiano? CALISTO.- ¿Yo? Melibeo so e a Melibea adoro e en Melibea creo e a Melibea amo. SEMPRONIO.- Tú te lo dirás. Como Melibea es grande, no cabe en el coraçón de mi amo, que por la boca le sale a borbollones. No es más [42] menester. Bien sé de qué pie coxqueas. Yo te sanaré. CALISTO.- Increyble cosa prometes. SEMPRONIO.- Antes fácil. Que el comienço de la salud es conoscer hombre la dolencia del enfermo. CALISTO.- ¿Quál consejo puede regir lo que en sí no tiene orden ni consejo? SEMPRONIO.- ¡Ha!, ¡ha!, ¡ha! ¿Esto es el fuego de Calisto? ¿Estas son sus congoxas? ¡Como si solamente el amor contra él asestara sus tiros! ¡O soberano Dios, quán altos son tus misterios! ¡Quánta premia pusiste en el amor, que es necessaria turbación en el amante! Su límite posiste por marauilla. Paresce al amante que atrás queda. Todos passan, todos rompen, pungidos e esgarrochados como ligeros toros. Sin freno saltan por las barreras. Mandaste al hombre por la muger dexar el padre e la madre; [43] agora no solo aquello, mas a ti e a tu ley desamparan, como agora Calisto. Del qual no me marauillo, pues los sabios, los santos, los profetas por él te oluidaron. CALISTO.- Sempronio. SEMPRONIO.- Señor. CALISTO.- No me dexes. SEMPRONIO.- De otro temple está esta gayta. CALISTO.- ¿Qué te paresce de mi mal? SEMPRONIO.- Que amas a Melibea. CALISTO.- ¿E no otra cosa? SEMPRONIO.- Harto mal es tener la voluntad en vn solo lugar catiua. CALISTO.- Poco sabes de firmeza. SEMPRONIO.- La perseuerancia en el mal no es constancia; mas dureza o pertinacia la llaman en mi tierra. Vosotros los filósofos de Cupido llamalda como quisiérdes. CALISTO.- Torpe cosa es mentir el que enseña a otro, pues que tú te precias de loar a tu amiga Elicia. SEMPRONIO.- Haz tú lo que bien digo e no lo que mal hago. [44] CALISTO.- ¿Qué me reprobas? SEMPRONIO.- Que sometes la dignidad del hombre a la imperfección de la flaca muger. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com CALISTO.- ¿Muger? ¡O grossero! ¡Dios, Dios! SEMPRONIO.- ¿E assí lo crees? ¿O burlas? CALISTO.- ¿Que burlo? Por Dios la creo, por Dios la confiesso e no creo que ay otro soberano en el cielo; avnque entre nosotros mora. SEMPRONIO.- ¡Ha!, ¡ah!, ¡ah! ¿Oystes qué blasfemia? ¿Vistes qué ceguedad? CALISTO.- ¿De qué te ríes? SEMPRONIO.- Ríome, que no pensaua que hauía peor inuención de pecado que en Sodoma. CALISTO.- ¿Cómo? SEMPRONIO.- Porque aquellos procuraron abominable vso con los ángeles no conocidos e tú con el que confiessas ser Dios. [45] CALISTO.- ¡Maldito seas!, que fecho me has reyr, lo que no pensé ogaño. SEMPRONIO.- ¿Pues qué?, ¿toda tu vida auías de llorar? CALISTO.- Sí. SEMPRONIO.- ¿Por qué? CALISTO.- Porque amo a aquella, ante quien tan indigno me hallo, que no la espero alcançar. SEMPRONIO.- ¡O pusilánimo! ¡O fideputa! ¡Qué Nembrot, qué magno Alexandre, los quales no solo del señorío del mundo, mas del cielo se juzgaron ser dignos! CALISTO.- No te oy bien esso que dixiste. Torna, dilo, no procedas. SEMPRONIO.- Dixe que tú, que tienes mas coraçón que Nembrot ni Alexandre, desesperas de alcançar vna muger, muchas de las quales en grandes estados constituydas se sometieron a los pechos e resollos de viles azemileros e otras a brutos animales. ¿No has leydo de Pasife con el toro, de Minerua con el can? [46] CALISTO.- No lo creo; hablillas son. SEMPRONIO.- Lo de tu abuela con el ximio, ¿hablilla fue? Testigo es el cuchillo de tu abuelo. CALISTO.- ¡Maldito sea este necio! ¡E qué porradas dize! [47] SEMPRONIO.- ¿Escociote? Lee los ystoriales, estudia los filósofos, mira los poetas. Llenos están los libros de sus viles e malos exemplos e de las caydas que leuaron los que en algo, como tú, las reputaron. Oye a Salomón do dize que las mugeres e el vino hazen a los hombres renegar. Conséjate con Séneca e verás en qué las tiene. Escucha al Aristóteles, mira a Bernardo. Gentiles, judíos, cristianos e moros, todos en esta concordia están. Pero lo dicho e lo que dellas [48] dixere no te contezca error de tomarlo en común. Que muchas houo e ay sanctas e virtuosas e notables, cuya resplandesciente corona quita el general vituperio. Perodestas otras, ¿quién te contaría sus mentiras, sus tráfagos, sus cambios, su liuiandad, sus lagrimillas, sus alteraciones, sus osadías? Que todo lo que piensan, osan sin deliberar. ¿Sus disimulaciones, su [49] lengua, su engaño, su oluido, su desamor, su ingratitud, su inconstancia, su testimoniar, su negar, su reboluer, su presunción, su vanagloria, su abatimiento, su locura, su desdén, su soberuia, su subjeción, su parlería, su golosina, su luxuria e suziedad, su miedo, su atreuemiento, sus hechizerías, sus embaymientos, sus escarnios, su deslenguamiento, su desvergüença, su alcahuetería? Considera, ¡qué sesito está debaxo de aquellas grandes e delgadas tocas! ¡Qué pensamientos so aquellas gorgueras, so aquel fausto, so aquellas largas e autorizantes ropas! ¡Qué imperfición, qué aluañares debaxo de templos pintados! Por ellas es dicho: arma del diablo, [50] cabeça de pecado, destruyción de parayso. ¿No has rezado en la festiuidad de Sant Juan, do dize: Las mugeres e el vino hazen los hombres renegar; do dize: Esta es la muger, antigua malicia que a Adán echó de los deleytes de parayso; esta el linaje humano metió en el infierno; a esta menospreció Helías propheta &c.? CALISTO.- Di pues, esse Adán, esse Salomón, esse Dauid, esse Aristóteles, esse Vergilio, essos que [51] dizes, ¿cómo se sometieron a ellas? ¿Soy mas que ellos? SEMPRONIO.- A los que las vencieron querría que remedasses, que no a los que dellas fueron vencidos. Huye de sus engaños. ¿Sabes que facen? Cosa, que es difícil entenderlas. No tienen modo, no razón, no intención. Por rigor comiençan el ofrescimiento, que de sí quieren hazer. A los que meten por los agujeros denuestan en la calle. Combidan, despiden, llaman, Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com ELICIA.- Crito, retráete ay. Mi primo viene. ¡Perdida soy! CRITO.- Plázeme. No te congoxes. SEMPRONIO.- ¡Madre bendita! ¡Qué desseo traygo! ¡Gracias a Dios, que te me dexó ver! CELESTINA.- ¡Fijo mío!, ¡rey mío!, turbado me has. [61] No te puedo fablar. Torna e dame otro abraço. ¿E tres días podiste estar sin vernos? ¡Elicia! ¡Elicia! ¡Cátale aquí! ELICIA.- ¿A quién, madre? CELESTINA.- A Sempronio. ELICIA.- ¡Ay triste! ¡Qué saltos me da el coraçón! ¿Es qué es dél? CELESTINA.- Vesle aquí, vesle. Yo me le abraçaré; que no tú. ELICIA.- ¡Ay! ¡Maldito seas, traydor! Postema e landre te mate e a manos de tus enemigos mueras e por crímines dignos de cruel muerte en poder de rigurosa justicia te veas. ¡Ay, ay! SEMPRONIO.- ¡Hy!, ¡hy!, ¡hy! ¿Qué has, mi Elicia? ¿De qué te congoxas? ELICIA.- Tres días ha que no me ves. ¡Nunca Dios te vea, nunca Dios te consuele ni visite! ¡Guay de la triste, que en ti tiene su esperança e el fin de todo su bien! SEMPRONIO.- ¡Calla, señora mía! ¿Tú piensas que la distancia del lugar es poderosa de apartar el entrañable amor, el fuego, que está en mi coraçón? Do yo vó, comigo vas, comigo estás. No [62] te aflijas ni me atormentes más de lo que yo he padecido. Mas di, ¿qué passos suenan arriba? ELICIA.- ¿Quién? Vn mi enamorado. SEMPRONIO.- Pues créolo. ELICIA.- ¡Alahé!, verdad es. Sube allá e verle has. SEMPRONIO.- Voy. CELESTINA.- ¡Anda acá! Dexa essa loca, que ella es liuiana e, turbada de tu absencia, sácasla agora de seso. Dirá mill locuras. Ven e fablemos. No dexemos passar el tiempo en balde. SEMPRONIO.- Pues, ¿quién está arriba? CELESTINA.- ¿Quiéreslo saber? SEMPRONIO.- Quiero. CELESTINA.- Vna moça, que me encomendó vn frayle. SEMPRONIO.- ¿Qué frayle? CELESTINA.- No lo procures. SEMPRONIO.- Por mi vida, madre, ¿qué frayle? CELESTINA.- ¿Porfías? El ministro el gordo. SEMPRONIO.- ¡O desaventurada e qué carga espera! CELESTINA.- Todo lo leuamos. Pocas mataduras as tú visto en la barriga. [63] SEMPRONIO.- Mataduras no; mas petreras sí. CELESTINA.- ¡Ay burlador! SEMPRONIO.- Dexa, si soy burlador; muéstramela. ELICIA.- ¡Ha don maluado! ¿Verla quieres? ¡Los ojos se te salten!, que no basta a ti vna ni otra. ¡Anda!, véela e dexa a mí para siempre. SEMPRONIO.- ¡Calla, Dios mío! ¿E enójaste? Que ni la quiero ver a ella ni a muger nascida. A mi madre quiero fablar e quédate adiós. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com ELICIA.- ¡Anda, anda!, ¡vete, desconoscido!, e está otros tres años, que no me bueluas a ver! SEMPRONIO.- Madre mía, bien ternás confiança e creerás que no te burlo. Torna el manto e vamos, que por el camino sabrás lo que, si aquí me tardasse en dezirte, impediría tu prouecho e el mío. [64] CELESTINA.- Vamos. Elicia, quédate adiós, cierra la puerta. ¡Adiós paredes! SEMPRONIO.- ¡O madre mía! Todas cosas dexadas aparte, solamente sey atenta e ymagina en lo que te dixere e no derrames tu pensamiento en muchas partes. Que quien junto en diuersos lugares le pone, en ninguno le tiene; si no por caso determina lo cierto. E quiero que sepas de mí lo que no has oydo e es que jamás pude, después que mi fe contigo puse, desear bien de que no te cupiesse parte. CELESTINA.- Parta Dios, hijo, de lo suyo contigo, que no sin causa lo hará, siquiera porque has piedad desta pecadora de vieja. Pero di, no te detengas. Que la amistad, que entre ti e mí se affirma, no ha menester preámbulos ni correlarios ni aparejos para ganar voluntad. Abreuia [65] e ven al fecho, que vanamente se dize por muchas palabras lo que por pocas se puede entender. SEMPRONIO.- Assí es. Calisto arde en amores de Melibea. De ti e de mí tiene necessidad. Pues juntos nos ha menester, juntos nos aprouechemos. Que conoscer el tiempo e vsar el hombre de la oportunidad hace los hombres prósperos. CELESTINA.- Bien has dicho, al cabo estoy. Basta para mí mescer el ojo. Digo que me alegro destas nuevas, como los cirujanos de los descalabrados. E como aquellos dañan en los principios las llagas e encarecen el prometimiento de la salud, assí entiendo yo facer a Calisto. Alargarle he la certenidad del remedio, porque, [66] como dizen, el esperança luenga aflige el coraçón e, quanto él la perdiere, tanto gela promete. ¡Bien me entiendes! SEMPRONIO.- Callemos, que a la puerta estamos e, como dizen, las paredes han oydos. CELESTINA.- Llama. SEMPRONIO.- Tha, tha, tha. CALISTO.- Pármeno. PÁRMENO.- Señor. CALISTO.- ¿No oyes, maldito sordo? PÁRMENO.- ¿Qué es, señor? CALISTO.- A la puerta llaman; corre. [67] PÁRMENO.- ¿Quién es? SEMPRONIO.- Abre a mí e a esta dueña. PÁRMENO.- Señor, Sempronio e vna puta vieja alcoholada dauan aquellas porradas. CALISTO.- Calla, calla, maluado, que es mi tía. Corre, corre, abre. Siempre lo vi, que por huyr hombre de vn peligro, cae en otro mayor. Por encubrir yo este fecho de Pármeno, a quien amor o fidelidad o temor pusieran freno, cay en indignación desta, que no tiene menor poderío en mi vida que Dios. PÁRMENO.- ¿Por qué, señor, te matas? ¿Por qué, señor, te congoxas? ¿E tú piensas que es vituperio en las orejas desta el nombre que la llamé? No lo creas; que assí se glorifica en le oyr, como tú, quando dizen: ¡diestro cauallero [68] es Calisto! E demás desto, es nombrada e por tal título conocida. Si entre cient mugeres va e alguno dize: ¡puta vieja!, sin ningún empacho luego buelue la cabeça e responde con alegre cara. En los conbites, en las fiestas, en las bodas, en las cofadrías, en los mortuorios, en todos los ayuntamientos de gentes, con ella passan tiempo. Si passa por los perros, aquello suena su ladrido; si está cerca las aues, otra cosa no cantan; si cerca los ganados, balando lo pregonan; si cerca las bestias, rebuznando dizen: ¡puta vieja! Las ranas de los charcos otra cosa no suelen mentar. Si va entre los herreros, aquello dizen sus martillos. Carpinteros e armeros, herradores, caldereros, arcadores, todo oficio de instrumento forma en el ayre su nombre. Cántanla los carpinteros, péynanla los peynadores, texedores. Labradores en las huertas, [69] en las aradas, en las viñas, en las segadas con ella passan el afán cotidiano. Al perder en los tableros, luego suenan sus loores. Todas cosas, que son hazen, a do quiera que ella está, el tal Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com nombre representan. ¡O qué comedor de hueuos asados era su marido! ¿Qué quieres más, sino, si vna piedra toca con otra, luego suena ¡puta vieja!? CALISTO.- E tú ¿cómo lo sabes y la conosces? PÁRMENO.- Saberlo has. Días grandes son passados que mi madre, muger pobre, moraua en su vezindad, la qual rogada por esta Celestina, me dio a ella por siruiente; avnque ella no me conoçe, por lo poco que la seruí e por la mudança, que la edad ha hecho. CALISTO.- ¿De qué la seruías? PÁRMENO.- Señor, yua a la plaça e trayale de comer e acompañáuala; suplía en aquellos menesteres, que mi tierna fuerça bastaua. Pero de [70] aquel poco tiempo que la seruí, recogía la nueua memoria lo que la vejez no ha podido quitar. Tiene esta buena dueña al cabo de la ciudad, allá cerca de las tenerías, en la cuesta del río, vna casa apartada, medio cayda, poco compuesta e menos abastada. Ella tenía seys oficios, conuiene saber: labrandera, perfumera, maestra de fazer afeytes e de fazer virgos, alcahueta e vn poquito hechizera. Era el primer oficio cobertura de los otros, so color del qual muchas moças destas siruientes entrauan en su casa a labrarse e a labrar camisas e gorgueras e otras muchas cosas. Ninguna venía sin torrezno, trigo, harina o jarro de vino e de las otras prouisiones, que podían a sus amas furtar. E avn otros furtillos de más qualidad allí se encubrían. [71] Asaz era amiga de estudiantes e despenseros e moços de abades. A estos vendía ella aquella sangre innocente de las cuytadillas, la qual ligeramente auenturauan en esfuerço de la restitucion, que ella les prometía. Subió su fecho a más: que por medio de aquellas comunicaua con las más encerradas, hasta traer a execución su propósito. E aquestas en tiempo onesto, como estaciones, processiones de noche, missas del gallo, missas del alua e otras secretas deuociones. Muchas encubiertas vi entrar en su casa. Tras ellas hombres descalços, contritos e reboçados, desatacados, que entrauan allí a llorar sus pecados. ¡Qué tráfagos, si piensas, traya! Hazíase física de niños, tomaua estambre de vnas casas, dáualo a filar en otras, por achaque de entrar en todas. Las vnas: ¡madre acá!; las otras: ¡madre acullá!; ¡cata la vieja!; ¡ya viene el ama!: de todos muy conocida. Con todos esos afanes, nunca passaua sin missa ni bísperas ni dexaua monesterios de frayles ni de monjas. Esto porque allí fazía ella sus aleluyas e conciertos. [72] E en su casa fazía perfumes, falsauaestoraques, menjuy, animes, ámbar, algalia, [73] poluillos, almizcles, mosquetes. Tenía vna cámara llena de alambiques, de redomillas, de barrilejos [74] de barro, de vidrio, de arambre, de estaño, hechos de mill faziones. Hazía solimán, [75] afeyte cozido, argentadas, bujelladas, cerillas, llanillas, vnturillas, lustres, luzentores, clarimientes, alualinos e otras aguas de rostro, de rasuras de gamones, de cortezas de spantalobos, de taraguntia, de hieles, de agraz, de mosto, [76] destiladas e açucaradas. Adelgazaua los cueros con çumos de limones, con turuino, con tuétano de corço e de garça, e otras confaciones. Sacaua agua para oler, de rosas, de azahar, de jasmín, de trébol, de madreselua e clauellinas, mosquetas e almizcladas, poluorizadas, con vino. Hazía lexías para enrubiar, de sarmientos, de carrasca, de centeno, de marrubios, con salitre, con alumbre e millifolia e otras diuersas cosas. E los vntos [77] e mantecas, que tenía, es hastío de dezir: de vaca, de osso, de cauallos e de camellos, de culebra e de conejo, de vallena, de garça e de alcarauán e de gamo e de gato montés e de texón, [78] de harda, de herizo, de nutria. Aparejos para baños, esto es vna marauilla, de las yeruas e rayzes, que tenía en el techo de su casa colgadas: mançanilla e romero, maluauiscos, culantrillo, coronillas, flor de sauco e de mostaza, espliego e laurel blanco, tortarosa e gramonilla, flor saluaje e higueruela, pico de oro e hoja tinta. Los [79] azeytes que sacaua para el rostro no es cosa de creer: de estoraque e de jazmín, de limón, de pepitas, de violetas, de menjuy, de alfócigos, de piñones, de granillo, de açofeyfas, de neguilla, de altramuzes, de aruejas e de carillas e de yerua paxarera. E vn poquillo de bálsamo tenía ella en vna redomilla, que guardaua para aquel rascuño, que tiene por las narizes. Esto de los virgos, vnos facía de bexiga e otros curaua de punto. Tenía en vn tabladillo, en vna caxuela pintada, vnas agujas delgadas de pellejeros e hilos de seda encerados e colgadas allí rayzes de hojaplasma e fuste sanguino,cebolla albarrana e cepacauallo. [80] Hazía con esto marauillas: que, quando vino por aquí el embaxador francés, tres vezes vendió por virgen vna criada, que tenía. CALISTO.- ¡Así pudiera ciento! PÁRMENO.- ¡Sí, santo Dios! E remediaua por caridad muchas huérfanas e cerradas, que se encomendauan a ella. E en otro apartado tenía para remediar amores e para se querer bien. Tenía huessos de coraçón de cieruo, [81] lengua de bíuora, cabeças de codornizes, sesos de asno, tela de cauallo, mantillo de niño, haua morisca, guija marina, soga de ahorcado, [82] flor de yedra, espina de erizo, pie de texó, [83] granos de helecho, la piedra del nido del águila [84] e otras mill cosas. Venían a ella muchos hombres [85] e mugeres e a vnos demandaua el pan do mordían; [86] a otros, de su ropa; a otros, de sus cabellos; a otros, pintaua en la palma letras con açafrán; a otros, con bermellón; a otros, daua vnos coraçones de cera, llenos de agujas quebradas e otras cosas en barro e en plomo hechas, muy espantables al ver. Pintaua figuras, dezía palabras en tierra. ¿Quién te podrá dezir lo que esta vieja fazía? E todo era burla e mentira. CALISTO.- Bien está, Pármeno. Déxalo para más oportunidad. Asaz soy de ti auisado. Téngotelo [87] en gracia. No nos detengamos, que la necessidad desecha la tardança. Oye. Aquella viene rogada. Espera más que deue. Vamos, no se indigne. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com PÁRMENO.- ¿Quién? Pármeno, hijo de Alberto tu compadre, que estuue contigo vn mes, que te me dio mi madre, quando morauas a la cuesta del río, cerca de las tenerías. CELESTINA.- ¡Jesú, Jesú, Jesú! ¿E tú eres Pármeno, hijo de la Claudina? PÁRMENO.- ¡Alahé, yo! CELESTINA.- ¡Pues fuego malo te queme, que tan puta vieja era tu madre como yo! ¿Por qué me persigues, Pármeno? ¡Él es, él es, por los sanctos de Dios! Allégate a mí, ven acá, que mill açotes e puñadas te di en este mundo e otros tantos besos. Acuérdaste, quando dormías a mis pies, loquito? [99] PÁRMENO.- Sí, en buena fe. E algunas vezes, avnque era niño, me subías a la cabeçera e me apretauas contigo e, porque olías a vieja, me fuya de ti. CELESTINA.- ¡Mala landre te mate! ¡E cómo lo dize el desuergonçado! Dexadas burlas e pasatiempos, oye agora, mi fijo, e escucha. Que, avnque a vn fin soy llamada, a otro so venida e maguera que contigo me aya fecho de nueuas, tú eres la causa. Hijo, bien sabes cómo tu madre, que Dios aya, te me dio viuiendo tu padre. El qual, como de mí te fueste, con otra ansia no murió, sino con la incertedumbre de tu vida e persona. Por la qual absencia algunos años de su vejez sufrió angustiosa e cuydosa vida. E al tiempo que della passó, embió por mí e en su secreto te me encargó e me dixo sin otro testigo, sino aquel, que es testigo de todas las obras e pensamientos e los coraçones e entrañas escudriña, al qual puso entre él e mí, que te buscasse e allegasse e abrigasse e, quando de complida edad fueses, tal que en tu viuir [100] supieses tener manera e forma, te descubriesse adonde dexó encerrada tal copia de oro e plata, que basta más que la renta de tu amo Calisto. E porque gelo prometí e con mi promessa lleuó descanso e la fe es de guardar, más que a los viuos, a los muertos, que no pueden hazer por sí, en pesquisa e seguimiento tuyo yo he gastado asaz tiempo e quantías, hasta agora, que ha plazido aquel, que todos los cuydados tiene e remedia las justas peticiones e las piadosas obras endereça, que te hallase aquí, donde solos ha tres días que sé que moras. Sin duda dolor he sentido, porque has por tantas partes vagado, e peregrinado, que ni has hauido prouecho ni ganado debdo ni amistad. Que, como Séneca nos dize, los peregrinos tienen muchas posadas e pocas amistades, porque en breue [101] tiempo con ninguno no pueden firmar amistad. E el que está en muchos cabos, está en ninguno. Ni puede aprouechar el manjar a los cuerpos, que en comiendo se lança, ni ay cosa que más la sanidad impida, que la diuersidad e mudança e variación de los manjares. E nunca la llaga viene a cicatrizar, en la qual muchas melezinas se tientan. Ni conualesce la planta, que muchas veces es traspuesta. Ni ay cosa tan prouechosa, que en llegando aproueche. Por tanto, mi hijo, dexa los ímpetus de la juuentud e tórnate con la doctrina de tus mayores a la razón. Reposa en alguna parte. ¿E dónde mejor, que en mi voluntad, en mi ánimo, en mi consejo, a quien tus padres te remetieron? E yo, assí como verdadera madre tuya, te digo, so las malediciones, que tus padres te pusieron, si me fuesses inobediente, que por el presente sufras e siruas a este tu amo, que procuraste, hasta en ello hauer otro consejo mio. Pero no con necia lealtad, proponiendo firmeza sobre lo mouible, como son estos señores deste tiempo. E tú gana amigos, que es cosa durable. Ten con ellos constancia. No viuas en flores. Dexa los vanos prometimientos de los [102] señores, los cuales deshechan la substancia de sus siruientes con huecos e vanos prometimientos. Como la sanguijuela saca la sangre, desagradescen, injurian, oluidan seruicios, niegan galardón. ¡Guay de quien en palacio enuejece! Como se escriue de la probática piscina, que de ciento que entrauan, sanaua vno. Estos señores deste tiempo más aman a sí, que a los suyos. E no yerran. Los suyos ygualmente lo deuen hazer. Perdidas son las mercedes, las magnificencias, los actos nobles. Cada vno destos catiua e mezquinamente procuran su interesse con los suyos. Pues aquellos no deuen menos hazer, como sean en facultades menores, sino viuir a su ley. Dígolo, fijo Pármeno, porque este tu amo, como dizen, me parece rompenecios: de todos se quiere seruir sin merced. Mira bien, créeme. En su casa cobra amigos, que es el mayor [103] precio mundano. Que con él no pienses tener amistad, como por la diferencia de los estados o condiciones pocas vezes contezca. Caso es ofrecido, como sabes, en que todos medremos e tú por el presente te remedies. Que lo al, que te he dicho, guardado te está a su tiempo. E mucho te aprouecharás siendo amigo de Sempronio. PÁRMENO.- Celestina, todo tremo en oyrte. No sé qué haga, perplexo estó. Por vna parte téngote por madre; por otra a Calisto por amo. Riqueza desseo; pero quien torpemente sube a lo alto, más ayna cae que subió. No quería bienes malganados. CELESTINA.- Yo sí. A tuerto o a derecho, nuestra casa hasta el techo. PÁRMENO.- Pues yo con ellos no viuiría contento e tengo por onesta cosa la pobreza alegre. E avn mas te digo, que no los que poco tienen son pobres; mas los que mucho dessean. E por esto, avnque más digas, no te creo en esta parte. Querría passar la vida sin embidia, los yermos [104] e aspereza sin temor, el sueño, sin sobresalto, las injurias con respuesta, las fuerças sin denuesto, las premias con resistencia. CELESTINA.- ¡O hijo!, bien dizen que la prudencia s no puede ser sino en los viejos e tú mucho eres moço. PÁRMENO.- Mucho segura es la mansa pobreza. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com CELESTINA.- Mas di, como mayor, que la fortuna ayuda a los osados. E demás desto, ¿quién es, que tenga bienes en la república, que escoja viuir sin amigos? Pues, loado Dios, bienes tienes. ¿E no sabes que has menester amigos para los conseruar? E no pienses que tu priuança con este señor te haze seguro; que quanto mayor es la fortuna, tanto es menos segura. E [105] por tanto, en los infortunios el remedio es a los amigos. ¿E a donde puedes ganar mejor este debdo, que donde las tres maneras de amistad concurren, conuiene a saber, por bien e prouecho e deleyte? Por bien: mira la voluntad de Sempronio conforme a la tuya e la gran similitud, que tú y él en la virtud teneys. Por prouecho: en la mano está, si soys concordes. Por deleyte: semejable es, como seays en edad dispuestos para todo linaje de plazer, en que más los moços que los viejos se juntan, assí como para jugar, para vestir, para burlar, para comer e beuer, para negociar amores, juntos de compañía. ¡O si quisiesses, Pármeno, qué vida gozaríamos! Sempronio ama a Elicia, prima de Areusa. PÁRMENO.- ¿De Areusa? CELESTINA.- De Areusa. PÁRMENO.- ¿De Areusa, hija de Eliso? CELESTINA.- De Areusa, hija de Eliso. PÁRMENO.- ¿Cierto? CELESTINA.- Cierto. PÁRMENO.- Marauíllosa cosa es. CELESTINA.- ¿Pero bien te paresce? PÁRMENO.- No cosa mejor. [106] CELESTINA.- Pues tu buena dicha quiere, aquí está quién te la dará. PÁRMENO.- Mi fe, madre, no creo a nadie. CELESTINA.- Estremo es creer a todos e yerro no creer a niguno. PÁRMENO.- Digo que te creo; pero no me atreuo: déxame. CELESTINA.- ¡O mezquino! De enfermo coraçón es no poder sufrir el bien. Da Dios hauas a quien no tiene quixadas. ¡O simple! Dirás que a donde ay mayor entendimiento ay menor fortuna e donde más discreción allí es menor la fortuna! Dichos son. PÁRMENO.- ¡O Celestina! Oydo he a mis mayores que vn exemplo de luxuría o auaricia mucho malhaze e que con aquellos deue hombre conuersar, que le fagan mejor e aquellos dexar, a quien él mejores piensa hazer. E Sempronio, en su enxemplo, no me hará mejor ni yo a él sanaré su vicio. E puesto que yo a lo que dizes me incline, solo yo querría saberlo: porque a lo menos por el exemplo fuese oculto el pecado. E, [107] si hombre vencido del deleyte va contra la virtud, no se atreua a la honestad. CELESTINA.- Sin prudencia hablas, que de ninguna cosa es alegre possessión sin compañía. No te retrayas ni amargues, que la natura huye lo triste e apetece lo delectable. El deleyte es con los amigos en las cosas sensuales e especial en recontar las cosas de amores e comunicarlas: esto hize, esto otro me dixo, tal donayre passamos, de tal manera la tomé, assí la besé, assí me mordió, assí la abracé, assí se allegó. ¡O qué fabla!, ¡o qué gracia!, ¡o qué juegos!, ¡o qué besos! Vamos allá, boluamos acá, ande la música, pintemos los motes, cantemos canciones, inuenciones, justemos, qué cimera sacaremos o qué letra. Ya va a la missa, mañana saldrá, rondemos su calle, mira su carta, vamos de noche, tenme el escala, aguarda a la puerta. ¿Cómo te fue? Cata el cornudo: sola la dexa. Dale otra [108] buelta, tornemos allá. E para esto, Pármeno, ¿ay deleyte sin compañía? Alahé, alahé: la que las sabe las tañe. Este es el deleyte; que lo al, mejor lo fazen los asnos en el prado. PÁRMENO.- No querría, madre, me combidasses a consejo con amonestación de deleyte, como hizieron los que, caresciendo de razonable fundamiento, opinando hizieron sectas embueltas en dulce veneno para captar e tomar las voluntades de los flacos e con poluos de sabroso afeto cegaron los ojos de la razón. CELESTINA.- ¿Qué es razón, loco?, ¿qué es afeto, asnillo? La discreción, que no tienes, lo determina e de la discreción mayor es la prudencia e la prudencia no puede ser sin esperimiento e la esperiencia no puede ser mas que en los viejos e los ancianos somos llamados padres e los buenos padres bien aconsejan a sus hijos e especial yo a ti, cuya vida e honrra más que la mía deseo. ¿E quando me pagarás tú esto? Nunca, [109] pues a los padres e a los maestros no puede ser hecho seruicio ygualmente. PÁRMENO.- Todo me recelo, madre, de recebir dudoso consejo. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com CELESTINA.- ¿No quieres? Pues dezirte he lo que dize el sabio: Al varón, que con dura ceruiz al que le castiga menosprecia, arrebatado quebrantamiento le verná e sanidad ninguna le consiguirá. E assí, Pármeno, me despido de ti e deste negocio. PÁRMENO.- (Aparte). Ensañada está mi madre: duda tengo en su consejo. Yerro es no creer e culpa creerlo todo. Mas humano es confiar, mayormente en ésta que interesse promete, ado prouecho nos puede allende de amor conseguir. Oydo he que deue hombre a sus mayores creer. Esta ¿qué me aconseja? Paz con Sempronio. La paz no se deue negar: que bienauenturados [110] son los pacíficos, que fijos de Dios serán llamados. Amor no se deue rehuyr. Caridad a los hermanos, interesse pocos le apartan. Pues quiérola complazer e oyr. Madre, no se deue ensañar el maestro de la ignorancia del discípulo, sino raras vezes por la sciencia, que es de su natural comunicable e en pocos lugares se podría infundir. Por eso perdóname, háblame, que no solo quiero oyrte e creerte; mas en singular merced recibir tu consejo. E no me lo agradescas, pues el loor e las gracias de la ación, más al dante, que no al recibiente se deuen dar. Por esso, manda, que a tu mandado mi consentimiento se humilia. CELESTINA.- De los hombres es errar e bestial es la porfía. Por ende gózome, Pármeno, que ayas limpiado las turbias telas de tus ojos e respondido al reconoscimiento, discreción e engenio sotil de tu padre, cuya persona, agora representada en mi memoria, enternece los ojos piadosos, por do tan abundantes lágrimas vees derramar. Algunas vezes duros propósitos, como tú, defendía; pero luego tornaua a lo cierto. En Dios e en mi ánima, que en veer agora lo que has porfiado e cómo a la verdad eres reduzido, no paresce sino que viuo le tengo delante. [111] ¡O qué persona! ¡O qué hartura! ¡O qué cara tan venerable! Pero callemos, que se acerca Calisto e tu nueuo amigo Sempronio con quien tu conformidad para mas oportunidad dexo. Que dos en vn coraçón viuiendo son mas poderosos de hazer e de entender. CALISTO.- Dubda traygo, madre, según mis infortunios, de hallarte viua. Pero más es marauilla, según el deseo, de cómo llego viuo. Recibe la dádiua pobre de aquel, que con ella la vida te ofrece. CELESTINA.- Como en el oro muy fino labrado por la mano del sotil artífice la obra sobrepuja a la materia, así se auentaja a tu magnífico dar la gracia e forma de tu dulce liberalidad. E sin duda la presta dádiua su efeto ha doblado, por que la que tarda, el prometimiento muestra negar e arrepentirse del don prometido. PÁRMENO.- ¿Qué le dio, Sempronio? SEMPRONIO.- Cient monedas en oro. PÁRMENO.- ¡Hy!, ¡hy!, ¡hy! SEMPRONIO.- ¿Habló contigo la madre? PÁRMENO.- Calla, que sí. SEMPRONIO.- ¿Pues cómo estamos? [112] PÁRMENO.- Como quisieres; avnque estoy espantado. SEMPRONIO.- Pues calla, que yo te haré espantar dos tanto. PÁRMENO.- ¡O Dios! No ay pestilencia más eficaz, que'l enemigo de casa para empecer. CALISTO.- Ve agora, madre, e consuela tu casa e después ven e consuela la mía, e luego. CELESTINA.- Quede Dios contigo. CALISTO.- Y él te me guarde. [113] El segundo aucto ARGUMENTO DEL SEGUNDO AUTO Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com PÁRMENO.- ¡Más, nunca sea! ¡Allá yrás con el diablo! A estos locos dezildes lo que les cumple; no os podrán ver. Por mi ánima, que si agora le diessen una lançada en el calcañar, que saliessen más sesos que de la cabeça! Pues anda, que a mi cargo ¡que Celestina e Sempronio te espulguen! ¡O desdichado de mí! Por ser leal padezco mal. Otros se ganan por malos; yo me pierdo por bueno. ¡El mundo es tal! Quiero yrme al hilo de la gente, pues a los traydores llaman discretos, a los fieles nescios. Si creyera [126] a Celestina con sus seys dozenas de años acuestas, no me maltratara Calisto. Mas esto me porná escarmiento d' aquí adelante con él. Que si dixiere comamos, yo también; si quisiere derrocar la casa, aprouarlo; si quemar su hazienda, yr por fuego. ¡Destruya, rompa, quiebre, dañe, dé a alcahuetas lo suyo, que mi parte me cabrá, pues dizen: a río buelto ganancia de pescadores. ¡Nunca mas perro a molino! [127] El tercer aucto ARGUMENTO DEL TERCER AUTO Sempronio vase a casa de Celestina, a la qual reprende por la tardança. Pónense a buscar qué manera tomen en el negocio de Calisto con Melibea. En fin sobreuiene Elicia. Vase Celestina a casa de Pleberio. Queda Sempronio y Elicia en casa. SEMPRONIO, CELESTINA, ELICIA. SEMPRONIO.- ¡Qué espacio lleua la barvuda! ¡Menos sosiego trayan sus pies a la venida! A dineros pagados, braços quebrados. ¡Ce!, señora Celestina: poco as aguijado. CELESTINA.- ¿A qué vienes, hijo? SEMPRONIO.- Este nuestro enfermo, no sabe que [128] pedir. De sus manos no se contenta. No se le cueze el pan. Teme tu negligencia. Maldize su auaricia e cortedad, porque te dio tan poco dinero. CELESTINA.- No es cosa mas propia del que ama que la impaciencia. Toda tardança les es tormento. Niguna dilación les agrada. En vn momento querrían poner en efeto sus cogitaciones. Antes las querrían ver concluydas, que empeçadas. Mayormente estos nouicios amantes, que contra cualquiera señuelo buelan sin deliberación, sin pensar el daño, que el ceuo de su desseo trae mezclado en su exercicio e negociación para sus personas e siruientes. SEMPRONIO.- ¿Qué dizes de siruientes? ¿Paresce por tu razón que nos puede venir a nosotros daño deste negocio e quemarnos con las centellas que resultan deste fuego de Calisto? ¡Avn al diablo daría yo sus amores! Al primer desconcierto, [129] que vea en este negocio, no como más su pan. Más vale perder lo seruido, que la vida por cobrallo. El tiempo me dirá que faga. Que primero, que cayga del todo, dará señal, como casa, que se acuesta. Si te pareçe, madre, guardemos nuestras personas de peligro. Fágase lo que se hiziere. Si la ouiere ogaño; si no, a otro; si no, nunca. Que no ay cosa tan dificile de çofrir en sus principios, que el tiempo no la ablande e faga comportable. Ninguna llaga tanto se sintió, que por luengo tiempo no afloxase su tormento ni plazer tan alegre fue, que no le amengüe su antigüedad. El mal e el bien, la prosperidad e aduersidad, la gloria e pena, todo pierde con el tiempo la fuerça de su acelerado principio. Pues los casos de admiración e venidos con gran desseo, tan presto como passados, oluidados. Cada día vemos nouedades e las oymos e las passarnos e dexamos atrás. Diminúyelas el tiempo, házelas contingibles. ¿Qué tanto te marauillarías, si dixesen: la tierra tembló o otra semejante cosa, que no oluidases luego? Assí como: elado está el río, el ciego vee ya, [130] muerto es tu padre, vn rayo cayó, ganada es Granada, el Rey entra oy, el turco es vencido, eclipse ay mañana, la puente es lleuada, aquél [131] es ya obispo, a Pedro robaron, Ynés se ahorcó. ¿Qué me dirás, sino que a tres días passados o a la segunda vista, no ay quien dello se marauille? [132] Todo es assí, todo passa desta manera, todo se oluida, todo queda atrás. Pues assí será este amor de mi amo: quanto más fuere andando, tanto más disminuyendo. Que la costumbre luenga amansa los dolores, afloxa e deshaze los deleytes, desmengua las marauillas. Procuremos prouecho, mientra pendiere la contienda. E si a pie enxuto le pudiéremos remediar, lo mejor, mejor es; e sino, poco a poco le soldaremos el reproche o menosprecio de Melibea contra él. Donde no, más vale que pene el amo, que no que peligre el moço. CELESTINA.- Bien as dicho. Contigo estoy, agradado me has. No podemos errar. Pero todavía, hijo, es necessario que el buen procurador ponga de su casa algún trabajo, algunas fingidas razones, algunos sofísticos actos: yr e venir a juyzio, avnque Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com reciba malas palabras del juez. Siquiera por los presentes, que lo vieren; no digan que se gana holgando el salario. E assí verná cada vno a él con su pleyto e a Celestina con sus amores. [133] SEMPRONIO.- Haz a tu voluntad, que no será éste el primer negocio, que has tomado a cargo. CELESTINA.- ¿El primero, hijo?, Pocas vírgines, a Dios gracias, has tú visto en esta cibdad, que hayan abierto tienda a vender, de quien yo no aya sido corredora de su primer hilado. En nasciendo la mochacha, la hago escriuir en mi registro, e esto para saber quantas se me salen de la red. ¿Qué pensauas, Sempronio? ¿Auíame de mantener del viento? ¿Heredé otra herencia? ¿Tengo otra casa o viña? ¿Conócesme otra hazienda, más deste oficio? ¿De qué como e beuo? ¿De qué visto e calço? En esta cibdad nascida, en ella criada, manteniendo honrra, como todo el mundo sabe ¿conoscida pues, no soy? Quien no supíere mi nombre e mi casa tenle por estranjero. SEMPRONIO.- Dime, madre, ¿qué passaste con mi compañero Pármeno, quando subí con Calisto por el dinero? CELESTINA.- Díxele el sueño e la soltura, e cómo [134] ganaría más con nuestra compañía, que con las lisonjas que dize a su amo; cómo viuiría siempre pobre e baldonado, sino mudaua el consejo; que no se hiziesse sancto a tal perra vieja como yo; acordele quien era su madre, porque no menospreciase mi oficio; porque queriendo de mí dezir mal, tropeçasse primero en ella. SEMPRONIO.- ¿Tantos días ha que le conosces, madre? CELESTINA.- Aquí está Celestina, que le vido nascer e le ayudó a criar. Su madre e yo, vña e carne. Della aprendí todo lo mejor, que sé de mi oficio. Juntas comíamos, juntas dormíamos, juntas auíamos nuestros solazes, nuestros plazeres, nuestros consejos e conciertos. En casa e fuera, como dos hermanas. Nunca blanca gané en que no touiesse su meytad. Pero no viuía yo [135] engañada, si mi fortuna quisiera que ella me durara. ¡O muerte, muerte! ¡A quantos priuas de agradable compañía! ¡A quantos desconsuela tu enojosa visitación! Por vno, que comes con tiempo, cortas mil en agraz. Que siendo ella viua, no fueran estos mis passos desacompañados. ¡Buen siglo aya, que leal amiga e buena compañera me fue! Que jamás me dexó hazer cosa en mi cabo, estando ella presente. Si yo traya el pan, ella la carne. Si yo ponía la mesa, ella los manteles. No loca, no fantástica ni presumptuosa, como las de agora. En mi ánima, descubierta se yua hasta el cabo de la ciudad con su jarro en la mano, que en todo el camino no oya peor de: Señora Claudina. E aosadas que otra conoscía peor el vino e qualquier mercaduría. Quando, pensaua que no era llegada, era de buelta. Allá la combidauan, según el amor todos le tenían. Que jamas boluía sin ocho o diez [136]gostaduras, vn açumbre en el jarro e otro en el cuerpo. Ansí le fiauan dos o tres arrobas en vezes, como sobre vna taça de plata. Su palabra era prenda de oro en quantos bodegones auía. Si yuamos por la calle, donde quiera que ouiessemos sed, entráuamos en la primera tauerna y luego mandaua echar medio açumbre para mojar la boca. Mas a mi cargo que no te quitaron la toca por ello, sino quanto la rayauan en su taja, e andar adelante. Si tal fuesse agora su hijo, a mi cargo que tu amo quedasse sin pluma e nosotros sin quexa. Pero yo lo haré de mi fierro, si viuo; yo le contaré en el número de los míos. SEMPRONIO.- ¿Cómo has pensado hazerlo, que es un traydor? CELESTINA.- A esse tal dos aleuosos. Harele auer a [137] Areusa. Será de los nuestros. Darnos ha lugar a tender las redes sin embaraço, por aquellas doblas de Calisto. SEMPRONIO.- ¿Pues crees que podrás alcançar algo de Melibea? ¿Ay algún buen ramo? CELESTINA.- No ay çurujano, que a la primera cura juzgue la herida. Lo que yo al presente veo te diré. Melibea es hermosa, Calisto loco e franco. Ni a él penará gastar ni a mí andar. ¡Bulla moneda e dure el pleyto lo que durare! Todo lo puede el dinero: las peñas quebranta, los ríos passa en seco. No ay lugar tan alto, que vn asno cargado de oro no le suba. Su desatino e ardor basta para perder a sí e ganar a nosotros. Esto he sentido, esto he calado, esto sé dél e della, esto es lo que nos ha de aprouechar. A casa voy de Pleberio. Quédate adiós. Que, avnque esté braua Melibea, no es ésta, si a Dios ha plazido, la primera a quien yo he hecho perder [138] el cacarear. Coxquillosicas son todas; mas, después que vna vez consienten la silla en el enués del lomo, nunca querrían folgar. Por ellas queda el campo. Muertas sí; cansadas no. Si de noche caminan, nunca querrían que amaneciesse: maldizen los gallos porque anuncian el día e el relox porque da tan apriessa. Requieren las cabrillas e el norte, haziéndose estrelleras. Ya quando veen salir el luzero del alua, quiéreseles salir el alma: su claridad les escuresce el coraçón. Camino es, hijo, que nunca me harté de andar. Nunca me vi cansada. E avn assí, vieja como soy, sabe Dios mi buen desseo. ¡Quanto más estas que hieruen sin fuego! Catiuanse del primer abraço, ruegan a quien rogó, penan por el penado, házense sieruas de quien eran señoras, dexan el mando e son mandadas, rompen paredes, abren ventanas, fingen enfermedades, a los cherriadores quicios de las puertas hazen con azeytes vsar su oficio sin ruydo. No te sabré dezir lo mucho que obra en ellas aquel dulçor, que les queda de los primeros besos de quien [139] aman. Son enemigas del medio; contino están posadas en los estremos. SEMPRONIO.- No te entiendo essos términos, madre. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com CELESTINA.- Digo que la muger o ama mucho aquel de quien es requerida o le tiene grande odio. Assí que, si al querer, despiden, no pueden tener las riendas al desamor. E con esto, que sé cierto, voy más consolada a casa de Melibea, que si en la mano la touiesse. Porque sé que, avnque al presente la ruegue, al fin me ha de rogar; avnque al principio me amenaze, al cabo me ha de halagar. Aquí lleuo vn poco de hilado en esta mi faltriquera, con otros aparejos, que comigo siempre traygo, para tener causa de entrar, donde mucho no soy conocida, la primera vez: assí como gorgueras, garuines, franjas, rodeos, tenazuelas, alcohol, aluayalde e solimán, hasta agujas e alfileres. Que tal ay, que tal quiere. Porque donde me tomare la boz, me halle [140] apercebida para les echar ceuo o requerir de la primera vista. SEMPRONIO.- Madre, mira bien lo que hazes. Porque, cuando el principio se yerra, no puede seguirse buen fin. Piensa en su padre, que es noble e esforçado, su madre celosa e braua, tú la misma sospecha. Melibea es vnica a ellos: faltándoles ella, fáltales todo el bien. En pensallo tiemblo, no vayas por lana e vengas sin pluma. CELESTINA.- ¿Sin pluma, fijo? SEMPRONIO.- O emplumada, madre, que es peor. CELESTINA.- ¡Alahé, en malora a ti he yo menester para compañero! ¡Avn si quisieses auisar a Celestina en su oficio! Pues quando tú naciste ya comía yo pan con corteza. ¡Para adalid eres tú bueno, cargado de agüeros e recelo! [141] SEMPRONIO.- No te marauilles, madre, de mi temor, pues es común condición humana que lo que mucho se dessea jamás se piensa ver concluydo. Mayormente que en este caso temo tu pena e mía. Desseo prouecho: querría que este negocio houiesse buen fin. No porque saliesse mi amo de pena, mas por salir yo de lazería. E assí miro más inconuenientes con mi poca esperiencia, que no tú como maestra vieja. ELICIA.- ¡Santiguarme quiero, Sempronio! ¡Quiero hazer vna raya en el agua! ¿Qué nouedad es esta, venir oy acá dos vezes? CELESTINA.- Calla, boua, déxale, que otro pensamiento traemos en que más nos va. Dime, ¿está [142]desocupada la casa? ¿Fuese la moça, que esperaua al ministro? ELICIA.- E avn después vino otra e se fue. CELESTINA.- Sí, ¿que no embalde? ELICIA.- No, en buena fe, ni Dios lo quiera. Que avnque vino tarde, más vale a quien Dios ayuda, etc. CELESTINA.- Pues sube presto al sobrado alto de la solana e baxa acá el bote del azeyte serpentino, [143] que hallarás colgado del pedaço de la soga, que traxe del campo la otra noche, quando llovía e hazía escuro. E abre el arca de los lizos e házia la mano derecha hallarás vn papel escrito con [144] sangre de morciégalo, debaxo de aquel ala de drago, a que sacamos ayer las vñas. [145] Mira, no derrames el agua de Mayo, que me traxeron a confecionar. ELICIA.- Madre, no está donde dizes; jamás te acuerdas cosa que guardas. [146] CELESTINA.- No me castigues, por Dios, a mi vejez; no me maltrates, Elicia. No infinjas, porque está aquí Sempronio, ni te ensoberuezcas, que más me quiere a mí por consejera, que a ti por amiga, avnque tú le ames mucho. Entra en la cámara de los vngüentos e en la pelleja del gato negro, donde te mandé meter los ojos de la loba, le fallarás. E baxa la sangre del cabrón [147] e vnas poquitas de las baruas, que tú le cortaste. ELICIA.- Toma, madre, veslo aquí; yo me subo e Sempronio arriba. [148] CELESTINA.- Conjúrote, triste Plutón, señor de la profundidad infernal, emperador de la Corte dañada, capitán soberuio de los condenados ángeles, señor de los sulfúreos fuegos, que los [149] heruientes étnicos montes manan, gouernador e veedor de los tormentos e atormentadores de las pecadoras ánimas, regidor de las tres furias, Tesífone, Megera e Aleto, administrador de todas [150] las cosas negras del reyno de Stigie e Dite, con todas sus lagunas e sombras infernales, e litigioso caos, mantenedor de las bolantes harpías, con toda la otra compañía de espantables e pauorosas ydras; yo, Celestina, tu más conocida cliéntula, te conjuro por la virtud e fuerça destas vermejas letras; por la sangre de aquella noturna aue con que están escriptas; por la grauedad de aquestos nombres e signos, que en este [151] papel se contienen; por la áspera ponçoña de las bíuoras, de que este azeyte fue hecho, con el qual vnto este hilado: vengas sin tardança a obedescer mi voluntad e en ello te embueluas e con ello estés sin vn momento te partir, hasta que Melibea con aparejada oportunidad que aya, lo compre e con ello de tal manera quede enredada que, quanto más lo mirare, tanto más su coraçón se ablande a conceder mi petición, e se le abras e lastimes de crudo e fuerte amor de Calisto, tanto que, despedida toda honestidad, se descubra a mí e me galardone mis passos e mensaje. Y esto hecho, pide e demanda de mí a tu voluntad. Si no lo hazes con presto mouimiento, ternásme por capital enemiga; heriré con luz tus cárceles tristes e escuras; acusaré cruelmente tus continuas mentiras; [152] apremiaré con Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com CELESTINA.- Yo te prometo, señora, en yendo de aquí, me vaya por essos monesterios, donde tengo frayles deuotos míos, e les dé el mismo cargo, que tú me das. E demás desto, ante que me desayune, dé quatro bueltas a mis cuentas. ALISA.- Pues, Melibea, contenta a la vezina en todo lo que razón fuere darle por el hilado. E tú, madre, perdóname, que otro día se verná en que más nos veamos. CELESTINA.- Señora, el perdón sobraría donde el yerro falta. De Dios seas perdonada, que buena compañía me queda. Dios la dexe gozar su noble juuentud e florida mocedad, que es el tiempo en que más plazeres e mayores deleytes se alcançarán. Que, a la mi fe, la vejez no es sino mesón de enfermedades, posada de pensamientos, amiga de renzillas, congoxa continua, llaga incurable, manzilla de lo passado, pena de lo presente, cuydado triste de lo por venir, vezina de la muerte, choça sin rama, que [165] se llueue por cada parte, cayado de mimbre, que con poca carga se doblega. MELIBEA.- ¿Por qué dizes, madre, tanto mal de lo que todo el mundo con tanta eficacia gozar e ver dessean? CELESTINA.- Dessean harto mal para sí, dessean harto trabajo. Dessean llegar allá, porque llegando viuen e el viuir es dulce e viuiendo enuejescen. Assí que el niño dessea ser moço e el moço viejo e el viejo, más; avnque con dolor. Todo por viuir. Porque como dizen, biua la gallina con su pepita. Pero ¿quién te podría contar señora, sus daños, sus inconvenientes, sus fatigas, sus cuydados, sus enfermedades, su frío, su calor, su descontentamiento, su renzilla, [166] su pesadumbre, aquel arrugar de cara, aquel mudar de cabellos su primera e fresca color, aquel poco oyr, aquel debilitado ver, puestos los ojos a la sombra, aquel hundimiento de boca, aquel caer de dientes, aquel carecer de fuerça, aquel flaco andar, aquel espacioso comer? Pues ¡ay, ay, señora!, si lo dicho viene acompañado de pobreza, allí verás callar todos los otros trabajos, quando sobra la gana e falta la prouisión; ¡que jamás sentí peor ahíto, que de hambre! MELIBEA.- Bien conozco que dize cada uno de la feria, segund le va en ella: assí que otra canción cantarán los ricos. CELESTINA.- Señora, hija, a cada cabo ay tres leguas de mal quebranto. A los ricos se les va [167] la bienaventurança, la gloria e descanso por otros alvañares de asechanças, que no se parescen, ladrillados por encima con lisonjas. Aquel es rico que está bien con Dios. Más segura [168] cosa es ser menospreciado que temido. Mejor sueño duerme el pobre, que no el que tiene de guardar con solicitud lo que con trabajo ganó e con dolor ha de dexar. Mi amigo no será simulado e el del rico sí. Yo soy querida por mi persona; el rico por su hazienda. Nunca oye verdad, todos le hablan lisonjas a sabor de su paladar, todos le han embidia. Apenas hallarás vn rico, que no confiese que le sería mejor estar en mediano estado o en honesta pobreza. Las riquezas no hazen rico, mas ocupado; no hazen señor, mas mayordomo. Mas son los posseydos de las riquezas que no los que las posseen. A muchos traxo la muerte, a todos quita el plazer e a las buenas costumbres ninguna cosa es más contraria. ¿No oyste dezir: dormieron su sueño los varones de las riquezas e ninguna cosa hallaron en sus manos? Cada rico tiene vna dozena de hijos e nietos, que no rezan otra oración, no otra petición; sino rogar a Dios que le saque d'en medio dellos; no veen la hora que tener a él so la tierra e lo suyo entre sus manos e darle a poca costa su morada para siempre. MELIBEA.- Madre, pues que assí es, gran pena [169] ternás por la edad que perdiste. ¿Querrías boluer a la primera? CELESTINA.- Loco es, señora, el caminante que, enojado del trabajo del día, quisiesse boluer de comienço la jornada para tornar otra vez aquel lugar. Que todas aquellas cosas, cuya possessión no es agradable, más vale poseellas, que esperallas. Porque más cerca está el fin d'ellas, quanto más andado del comienço. No ay cosa más dulce ni graciosa al muy cansado que el mesón. Assí que, avnque la moçedad sea alegre; el verdadero viejo no la dessea. Porque [170] el que de razón e seso carece, quasi otra cosa no ama, sino lo que perdió. MELIBEA.- Siquiera por viuir más, es bueno dessear lo que digo. CELESTINA.- Tan presto, señora, se va el cordero como el carnero. Niguno es tan viejo, que no pueda viuir vn año ni tan moço, que oy no pudiesse morir. Assí que en esto poca avantaja nos leuays. MELIBEA.- Espantada me tienes con lo que has hablado. Indicio me dan tus razones que te aya visto otro tiempo. Dime, madre, ¿eres tú Celestina, la que solía morar a las tenerías, cabe el río? CELESTINA.- Hasta que Dios quiera. MELIBEA.- Vieja te has parado. Bien dizen que los días no se van en balde. Assí goze de mí, no te conociera, sino por essa señaleja de la cara. Figúraseme que eras hermosa. Otra pareces, muy mudada estás. LUCRECIA.- ¡Hy!, ¡hy!, ¡hy! ¡Mudada está el [171] diablo! ¡Hermosa era con aquel su Dios os salue, que trauiessa la media cara! MELIBEA.- ¿Qué hablas, loca? ¿Qué es lo que dizes? ¿De qué te ríes? LUCRECIA.- De cómo no conoscías a la madre en tan poco tiempo en la filosomía de la cara. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com MELIBEA.- No es tan poco tiempo dos años; e más que la tiene arrugada. CELESTINA.- Señora, ten tú el tiempo que no ande; terné yo mi forma, que no se mude. ¿No has leydo que dizen: verná el día que en el espejo no te conozcas? Pero también yo encanecí temprano [172] e parezco de doblada edad. Que assí goze desta alma pecadora e tu desse cuerpo gracioso, que de quatro hijas, que parió mi madre, yo fue la menor. Mira cómo no soy vieja, como me juzgan. MELIBEA.- Celestina, amiga, yo he holgado mucho en verte e conocerte. También hasme dado plazer con tus razones. Toma tu dinero e vete con Dios, que me paresce que no deues hauer comido. CELESTINA.- ¡O angélica ymagen! ¡O perla preciosa, e como te lo dizes! Gozo me toma en verte fablar. ¿E no sabes que por la diuina boca fue dicho contra aquel infernal tentador, que no de solo pan viuiremos? Pues assí es, que no el solo comer mantiene. Mayormente a mí, que me suelo estar vno e dos días negociando encomiendas agenas ayuna, saluo hazer por los buenos, morir por ellos. Esto tuue siempre, querer más trabajar siruiendo a otros, que holgar contentando a mí. Pues, si tú me das licencia, direte la necessitada causa de mi venida, que es otra que la que fasta agora as oydo e tal, que todos perderíamos en me tornar en balde sin que la sepas. MELIBEA.- Di, madre, todas tus necessidades, que, si yo las pudiere remediar, de muy buen [173] grado lo haré por el passado conoscimiento e vezindad, que pone obligación a los buenos. CELESTINA.- ¿Mías, señora? Antes agenas, como tengo dicho; que las mías de mi puerta adentro me las passo, sin que las sienta la tierra, comiendo quando puedo, beuiendo quando lo tengo. Que con mi pobreza jamás me faltó, a Dios gracias, vna blanca para pan e vn quarto para vino, después que embiudé; que antes no tenía yo cuydado de lo buscar, que sobrado estaua vn cuero en mi casa e vno lleno e otro vazío. Jamás me acosté sin comer vna tostada en vino e dos dozenas de soruos, por amor de la madre, tras cada sopa. Agora, como todo cuelga de mí, en vn jarrillo malpegado me lo traen, que [174] no cabe dos açumbres. Seys vezes al día tengo de salir por mi pecado, con mis canas acuestas, a le henchir a la tauerna. Mas no muera yo muerte, hasta que me vea con vn cuero o tinagica de mis puertas adentro. Que en mi ánima no ay otra prouisión, que como dizen: pan e vino anda camino, que no moço garrido. Assí que donde no ay varón, todo bien fallesce: con mal está el huso, quando la barua no anda de suso. Ha venido esto, señora, por lo que dezía de las agenas necessidades e no mías. MELIBEA.- Pide lo que querrás, sea para quien fuere. CELESTINA.- ¡Donzella graciosa e de alto linaje!, tu suaue fabla e alegre gesto, junto con el aparejo de liberalidad, que muestras con esta pobre vieja, me dan osadía a te lo dezir. Yo dexo [175] vn enfermo a la muerte, que con sola una palabra de tu noble boca salida, que le lleue metida en mi seno, tiene por fe que sanará, según la mucha deuoción tiene en tu gentileza. MELIBEA.- Vieja honrrada, no te entiendo, si mas no declaras tu demanda. Por vna parte me alteras e prouocas a enojo; por otra me mueues a compasión. No te sabría boluer respuesta conueniente, según lo poco, que he sentido de tu habla. Que yo soy dichosa, si de mi palabra ay necessidad para salud de algún cristiano. Porque hazer beneficio es semejar a Dios, e el que le da le recibe, quando a persona digna dél le haze. E demás desto, dizen que el que puede sanar al que padece, no lo faziendo, le mata. Assí que no cesses tu petición por empacho ni temor. CELESTINA.- El temor perdí mirando, señora, tu beldad. Que no puedo creer que en balde pintasse Dios vnos gestos más perfetos que otros, más dotados de gracias, más hermosas faciones; sino para fazerlos almazén de virtudes, de misericordia, de compassión, ministros de sus mercedes e dádiuas, como a ti. E pues como todos seamos humanos, nascidos para morir, sea cierto que no se puede dezir nacido el que [176] para sí solo nasció. Porque sería semejante a los brutos animales, en los quales avn ay algunos piadosos, como se dize del vnicornio, que se humilla a qualquiera donzella. El perro con todo su ímpetu e braueza, quando viene a morder, si se echan en el suelo, no haze mal: esto de piedad. ¿Pues las aues? Ninguna cosa el gallo come, que no participe e llame las gallinas a comer dello. El pelicano rompe el pecho por dar a sus hijos a comer de sus entrañas. Las cigüeñas mantienen otro tanto tiempo a [177] sus padres viejos en el nido, quanto ellos les dieron ceuo siendo pollitos. Pues tal conoscimiento dio la natura a los animales e aues, ¿por qué los hombres hauemos de ser mas crueles? ¿Por qué no daremos parte de nuestras gracias e personas a los próximos, mayormente, quando están embueltos en secretas enfermedades e tales que, donde está la melezina, salió la causa de la enfermedad? MELIBEA.- Por Dios, sin más dilatar, me digas quién es esse doliente, que de mal tan perplexo se siente, que su passión e remedio salen de vna misma fuente. CELESTINA.- Bien ternás, señora, noticia en esta cibdad de vn cauallero mancebo, gentilhombre de clara sangre, que llaman Calisto. MELIBEA.- ¡Ya, ya, ya! Buena vieja, no me digas más, no pases adelante. ¿Esse es el doliente por quien has fecho tantas premissas en tu demanda? ¿Por quien has venido a buscar la muerte para ti? ¿Por quien has dado tan dañosos passos, Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com desuergonçada barvuda? ¿Qué siente esse perdido, que con tanta passión vienes? De locura será su mal. ¿Qué te parece? ¡Si me fallaras [178] sin sospecha desse loco, con qué palabras me entrauas! No se dize en vano que el más empezible miembro del mal hombre o muger es la lengua. ¡Quemada seas, alcahueta falsa, hechizera, enemiga de onestad, causadora de secretos yerros! ¡Jesú, Jesú! ¡Quítamela, Lucrecia, de delante, que me fino, que no me ha dexado gota de sangre en el cuerpo! Bien se lo mereçe esto e más, quien a estas tales da oydos. Por cierto, si no mirasse a mi honestidad e por no publicar su osadía desse atreuido, yo te fiziera, maluada, que tu razón e vida acabaran en vn tiempo. CELESTINA. (Aparte).- ¡En hora mala acá vine, si me falta mi conjuro! ¡Ea pues!: bien sé a quien digo. ¡Ce, hermano, que se va todo a perder! MELIBEA.- ¿Avn hablas entre dientes delante mí, para acrecentar mi enojo e doblar tu pena? ¿Querrías condenar mi onestidad por dar vida a vn loco? ¿Dexar a mí triste por alegrar a él e lleuar tú el prouecho de mi perdición, el [179] galardón de mí yerro? ¿Perderé destruyr la casa e la honrra de mi padre por ganar la de vna vieja maldita como tú? ¿Piensas que no tengo sentidas tus pisadas e entendido tu dañado mensaje? Pues yo te certifico que las albricias, que de aquí saques, no sean sino estoruarte de más ofender a Dios, dando fin a tus días. Respóndeme, traydora, ¿cómo osaste tanto fazer? CELESTINA.- Tu temor, señora, tiene ocupada mi desculpa. Mi inocencia me da osadía, tu presencia me turba en verla yrada e lo que más siento e me pena es recibir enojo sin razón ninguna. Por Dios, señora, que me dexes concluyr mi dicho, que ni él quedará culpado ni yo condenada. E verás cómo es todo más seruicio de Dios, que passos deshonestos; más para dar salud al enfermo, que para dañar la fama al médico. Si pensara, señora, que tan de ligero hauías de conjecturar de lo passado nocibles sospechas, no bastara tu licencia para me dar osadía a hablar en cosa, que a Calisto ni a otro hombre tocasse. MELIBEA.- ¡Jesú! No oyga yo mentar más esse loco, saltaparedes, fantasma de noche, luengo [180] como cigüeña, figura de paramento malpintado; si no, aquí me caeré muerta. ¡Este es el que el otro día me vido, e començó a desuariar comigo en razones, haziendo mucho del galán! Dirasle, buena vieja, que, si pensó que ya era todo suyo e quedaua por él el campo, porque holgué más de consentir sus necedades, que castigar su yerro, quise más dexarle por loco, que publicar su grande atreuimiento. Pues auísale que se aparte deste propósito e serle ha sano; sino, podrá ser que no aya comprado tan cara, habla en su vida. Pues sabe que no es vencido, sino el que se cree serlo, e yo quedé bien segura e él vfano. De los locos es estimar a todos los otros de su calidad. E tú tórnate con su mesma razón; que respuesta de mí otra no haurás ni la esperes. Que por demás es ruego a quien no puede hauer misericordia. E da gracias a Dios, pues tan libre vas desta feria. Bien me hauían dicho quien tu eras e auisado de tus propriedades, avnque agora no te conocía. [181] CELESTINA. (Aparte).- ¡Más fuerte estaua Troya e avn otras más brauas he yo amansado! Ninguna tempestad mucho dura. MELIBEA.- ¿Qué dizes, enemiga? Fabla, que te pueda oyr. ¿Tienes desculpa alguna para satisfazer mi enojo e escusar tu yerro e osadía? CELESTINA.- Mientras viuiere tu yra, más dañará mi descargo. Que estás muy rigurosa e no me marauillo: que la sangre nueua poca calor ha menester para heruir. MELIBEA.- ¿Poca calor? ¿Poco lo puedes llamar, pues quedaste tú viua e yo quexosa sobre tan gran atreuimiento? ¿Qué palabra podías tú querer para esse tal hombre, que a mí bien me estuuiesse? Responde, pues dizes que no has concluydo: ¡quiça pagarás lo passado! CELESTINA.- Vna oración, señora, que le dixeron que sabías de sancta Polonia para el dolor de las muelas. Assí mismo tu cordón, que es fama que ha tocado todas las reliquias, que ay en Roma e Jerusalem. Aquel cauallero, que dixe, pena e muere dellas. Esta fue mi venida. Pero, pues en mi dicha estaua tu ayrada respuesta, padézcase él su dolor, en pago de buscar tan desdichada mensajera. Que, pues en tu mucha [182] virtud me faltó piedad, también me faltará agua, si a la mar me embiara. Pero ya sabes que el deleyte de la vengança dura vn momento y el de la misericordia para siempre. MELIBEA.- Si esso querías, ¿por qué luego no me lo espresaste? ¿Por qué me lo dixiste en tan pocas palabras? CELESTINA.- Señora, porque mi limpio motiuo me hizo creer que, avnque en menos lo propusiera, no se hauía de sospechar mal. Que, si faltó el deuido preámbulo, fue porque la verdad no es necessario abundar de muchas colores. Compassión de su dolor, confiança de tu magnificencia ahogaron en mi boca al principio la espresión de la causa. E pues conosces, señora, que el dolor turba, la turbación desmanda e altera la lengua, la qual hauía de estar siempre atada con el seso, ¡por Dios!, que no me culpes. E si el otro yerro ha fecho, no redunde en mi daño, pues no tengo otra culpa, sino ser mensajera [183] del culpado. No quiebre la soga por lo más delgado. No seas la telaraña, que no muestra su fuerça sino contra los flacos animales. No paguen justos por peccadores. Imita la diuina justicia, que dixo: El ánima que pecare, aquella misma muera; a la humana, que jamás condena al padre por el delicto del hijo ni al hijo por el del padre. Ni es, señora, razón que su atreuimiento acarree mi perdición. Avnque, según su merecimiento, no ternía en mucho que fuese él el delinquente e yo la condemnada. Que no es otro mi oficio, Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com Despedida Celestina de Melibea, va por la calle hablando consigo misma entre dientes. Llegada a su casa, halló a Sempronio, que la aguardaua. Ambos van hablando hasta llegar a su casa de Calisto e, vistos por Pármeno, cuéntalo a Calisto su amo, el qual le mandó abrir la puerta. CALISTO, PÁRMENO, SEMPRONIO, CELESTINA. CELESTINA.- ¡O rigurosos trances! ¡O cruda osadía! ¡O gran sofrimiento! ¡E qué tan cercana estuue de la muerte, si mi mucha astucia no rigera con el tiempo las velas de la petición! ¡O amenazas de donzella braua! ¡O ayrada donzella! ¡O diablo a quien yo conjuré! ¿Cómo compliste tu palabra en todo lo que te pedí? En cargo te soy. Assí amansaste la cruel hembra con tu poder e diste tan oportuno lugar a mi habla quanto quise, con la absencia de su madre. ¡O vieja Celestina! ¿Vas alegre? Sábete [194] que la meytad está hecha, quando tienen buen principio las cosas. ¡O serpentino azeyte! ¡O blanco filado! ¡Cómo os aparejastes todos en mi fauor! ¡O!, ¡yo rompiera todos mis atamientos hechos e por fazer ni creyera en yeruas ni piedras ni en palabras! Pues alégrate, vieja, que más sacarás deste pleyto, que de quinze virgos, que renouaras, ¡O malditas haldas, prolixas e largas, cómo me estoruays de llegar adonde han de reposar mis nueuas! ¡O buena fortuna, cómo ayudas a los osados, e a los tímidos eres contraria! Nunca huyendo huye la muerte al couarde. ¡O quantas erraran en lo que yo he acertado! ¿Qué fizieran en tan fuerte estrecho estas nueuas maestras de mi oficio, sino responder algo a Melibea, por donde se perdiera quanto yo con buen callar he ganado? Por esto dizen quien las sabe las tañe e que es más cierto [195] médico el esperimentado que el letrado e la esperiencia e escarmiento haze los hombres arteros e la vieja, como yo, que alce sus haldas al passar del vado, como maestra. ¡Ay cordón, cordón! Yo te faré traer por fuerça, si viuo, a la que no quiso darme su buena habla de grado. SEMPRONIO.- O yo no veo bien o aquella es Celestina. ¡Válala el diablo, haldear que trae! Parlando viene entre dientes. CELESTINA.- ¿De qué te santiguas, Sempronio? Creo que en verme. SEMPRONIO.- Yo te lo diré. La raleza de las cosas es madre de la admiración; la admiración concebida en los ojos deciende al ánimo por ellos; el ánimo es forjado descubrillo por estas esteriores señales. ¿Quién jamás te vido por la calle, abaxada la cabeça, puestos los ojos en el suelo, e no mirar a ninguno como agora? ¿Quién te vido hablar entre dientes por las calles e venir aguijando, como quien va a ganar beneficio? [196] Cata que todo esto nouedad es para se marauillar quien te conoce. Pero esto dexado, dime, por Dios, con qué vienes. Dime si tenemos hijo o hija. Que desde que dio la vna te espero aquí e no he sentido mejor señal que tu tardança. CELESTINA.- Hijo, essa regla de bouos no es siempre cierta, que otra hora me pudiera más tardar e dexar allá las narizes; e otras dos narizes e lengua: e assí que, mientra más tardasse, más caro me costasse. SEMPRONIO.- Por amor mío, madre, no passes de aquí sin me lo contar. CELESTINA.- Sempronio amigo, ni yo me podría parar ni el lugar es aparejado. Vente comigo. Delante Calisto oyrás marauillas. Que será desflorar mi embaxada comunicándola con muchos. De mi boca quiero que sepa lo que se ha hecho. Que, avnque ayas de hauer alguna partizilla del prouecho, quiero yo todas las gracias del trabajo. SEMPRONIO.- ¿Partezilla, Celestina? Mal me parece eso que dizes. [197] CELESTINA.- Calla, loquillo, que parte o partezilla, quanto tú quisieres te daré. Todo lo mío es tuyo. Gozémonos e aprouechémonos, que sobre el partir nunca reñiremos. E también sabes tú quanta más necessidad tienen los viejos que los moços, mayormente tú que vas a mesa puesta. SEMPRONIO.- Otras cosas he menester más de comer. CELESTINA.- ¿Qué, hijo? ¡Una dozena de agujetas e vn torce para el bonete e vn arco para andarte de casa en casa tirando a páxaros e aojando páxaras a las ventanas! Mochachas digo, bouo, de las que no saben bolar, que bien me entiendes. Que no ay mejor alcahuete para ellas que vn arco, que se puede entrar cada vno hecho moxtrenco, como dizen: en achaque de trama [198] etc. ¡Mas ay, Sempronio, de quien tiene de mantener honrra e se va haziendo vieja como yo! SEMPRONIO. (Aparte).- ¡O lisonjera vieja! ¡O vieja llena de mal! ¡O cobdiciosa e auarienta garganta! También quiere a mí engañar como a mi amo, por ser rica. ¡Pues mala medra tiene! ¡No le arriendo la ganancia! Que quien con modo torpe sube en lo alto, más presto cae, que sube. ¡O que mala cosa es de conocer el hombre! Bien dizen que ninguna mercaduría ni animal es tan difícil! ¡Mala vieja, falsa, es ésta! ¡El diablo me metió con ella! Más seguro me fuera huyr desta venenosa bíuora, que tomalla. Mía fue la culpa. Pero gane harto, que por bien o mal no negará la promessa. CELESTINA.- ¿Qué dizes, Sempronio? ¿Con quien hablas? ¿Viénesme royendo las haldas? ¿Por qué no aguijas? Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com SEMPRONIO.- Lo que vengo diziendo, madre mía, es que no me marauillo que seas mudable, que [199] sigues el camino de las muchas. Dicho me auías que diferirías este negocio. Agora vas sin seso por dezir a Calisto quanto passa. ¿No sabes que aquello es en algo tenido, que es por tiempo desseado, e que cada día que él penasse era doblarnos el prouecho? CELESTINA.- El propósito muda el sabio; el nescio perseuera. A nueuo negocio, nueuo consejo se requiere. No pensé yo, hijo Sempronio, que assí me respondiera mi buena fortuna. De los discretos mensajeros es hazer lo que el tiempo quiere. Assí que la qualidad de lo fecho no puede encubrir tiempo dissimulado. E más que yo sé que tu amo, según lo que dél sentí, es liberal e algo antojadizo. Más dará en vn día de buenas nueuas, que en ciento, que ande penado e yo yendo e viniendo. Que los acelerados e súpitos plazeres crían alteración, la mucha alteración estorua el deliberar. Pues ¿en qué podrá parar el bien, sino en bien e el alto mensaje, sino en luengas albricias? Calla, bouo, dexa fazer a tu vieja. [200] SEMPRONIO.- Pues dime lo que passó con aquella gentil donzella. Dime alguna palabra de su boca. Que, por Dios, assí peno por sabella, como mi amo penaría. CELESTINA.- ¡Calla, loco! Altérasete la complesión. Ya lo veo en ti, que querrías más estar al sabor, que al olor deste negocio. Andemos presto, que estará loco tu amo con mi mucha tardança. SEMPRONIO.- E avn sin ella se lo está. PÁRMENO.- ¡Señor, señor! CALISTO.- ¿Qué quieres, loco? PÁRMENO.- A Sempronio e a Celestina veo venir cerca de casa, haziendo paradillas de rato en rato e, quando están quedos, hazen rayas en el suelo con el espada. No sé que sea. CALISTO.- ¡O desuariado, negligente! Veslos venir: ¿no puedes decir corriendo a abrir la puerta? ¡O alto Dios! ¡O soberana deydad! ¿Con qué vienen? ¿Qué nueuas traen? Qué tan grande ha sido su tardança, que ya más esperaua su venida, que el fin de mi remedio. ¡O mis tristes oydos! Aparejaos a lo que os viniere, que en su boca de Celestina está agora aposentado [201] el aliuio o pena de mi coraçón. ¡O!, ¡si en sueño se pasasse este poco tiempo, hasta ver el principio e fin de su habla! Agora tengo por cierto que es más penoso al delinquente esperar la cruda e capital sentencia, que el acto de la ya sabida muerte. ¡O espacioso Pármeno, manos de muerto! Quita ya essa enojosa aldaua: entrará essa honrrada dueña, en cuya lengua está mi vida. CELESTINA.- ¿Oyes, Sempronio? De otro temple anda nuestro amo. Bien difieren estas razones a las que oymos a Pármeno e a él la primera venida. De mal en bien me parece que va. No ay palabra de las que dize, que no vale a la vieja Celestina más que vna saya. SEMPRONIO.- Pues mira que entrando hagas que no ves a Calisto e hables algo bueno. CELESTINA.- Calla, Sempronio, que avnque aya auenturado mi vida, más merece Calisto e su ruego e tuyo e más mercedes espero yo dél. [203] El aucto sesto ARGUMENTO DEL SESTO AUTO Entrada Celestina en casa de Calisto, con grande afición e desseo Calisto le pregunta de lo que le ha acontescido con Melibea. Mientra ellos están hablando, Pármeno, oyendo fablar a Celestina, de su parte contra Sempronio a cada razón le pone vn mote, reprehendiéndolo Sempronio. En fin, la vieja Celestina le descubre todo lo negociado e vn cordón de Melibea. E, despedida de Calisto, vase para su casa e con ella Pármeno. CALISTO, CELESTINA, PÁRMENO, SEMPRONIO. CALISTO.- ¿Qué dizes, señora e madre mía? Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com CELESTINA.- ¡O mi señor Calisto! ¿E aquí estás? ¡O mi nueuo amador de la muy hermosa Melibea e con mucha razón! ¿Con qué pagarás a la vieja, que oy ha puesto su vida al tablero por tu seruicio? ¿Qual muger jamás se vido en tan estrecha afrenta como yo, que en tornallo a pensar se me menguan e vazían todas las venas de mi cuerpo, de sangre? Mi vida diera [204] por menor precio, que agora daría este manto raydo e viejo. PÁRMENO.- Tú dirás lo tuyo: entre col e col lechuga. Sobido has vn escalón; más adelante te espero a la saya. Todo para ti e no nada de que puedas dar parte. Pelechar quiere la vieja. Tú me sacarás a mí verdadero e a mi amo loco. No le pierdas palabra, Sempronio, e verás cómo no quiere pedir dinero, porque es diuisible. SEMPRONIO.- Calla, hombre desesperado, que te matará Calisto si te oye. CALISTO.- Madre mía, abreuia tu razón o toma esta espada e mátame. PÁRMENO.- Temblando está el diablo como azogado: no se puede tener en sus pies, su lengua le querría prestar para que fablasse presto, no es mucha su vida, luto hauremos de medrar destos amores. CELESTINA.- ¿Espada, señor, o qué? ¡Espada mala mate a tus enemigos e a quien mal te quiere!, que yo la vida te quiero dar con buena esperança, que traygo de aquella, que tú mas amas. [205] CALISTO.- ¿Buena esperança, señora? CELESTINA.- Buena se puede dezir, pues queda abierta puerta para mi tornada e antes me recibirá a mí con esta saya rota, que a otro con seda e brocado. PÁRMENO.- Sempronio, cóseme esta boca, que no lo puedo sofrir. ¡Encaxado ha la saya! SEMPRONIO.- ¿Callarás, por Dios, o te echaré dende con el diablo? Que si anda rodeando su vestido, haze bien, pues tiene dello necessidad. Que el abad de dó canta de allí viste. PÁRMENO.- E avn viste como canta. E esta puta vieja querría en vn día por tres pasos desechar todo el pelo malo, quanto en cincuenta años no ha podido medrar. SEMPRONIO.- ¿Todo esso es lo que te castigó e el conoscimiento que os teníades e lo que te crió? [206] PÁRMENO.- Bien sofriré mas que pida e pele; pero no todo para su prouecho. SEMPRONIO.- No tiene otra tacha sino ser cobdiciosa; pero déxala, varde sus paredes, que después vardará las nuestras o en mal punto nos conoció. CALISTO.- Dime, por Dios, señora, ¿qué fazía? ¿Cómo entraste? ¿Qué tenía vestido? ¿A qué parte de casa estaua? ¿Qué cara te mostró al principio? CELESTINA.- Aquella cara, señor, que suelen los brauos toros mostrar contra los que lançan las agudas frechas en el coso, la que los monteses puercos contra los sabuesos, que mucho los aquexan. CALISTO.- ¿E a essas llamas señales de salud? Pues ¿quáles serán mortales? No por cierto la misma muerte: que aquella aliuio sería en tal caso deste mi tormento, que es mayor e duele más. SEMPRONIO.- ¿Estos son los fuegos pasados de mi [207] amo? ¿Qué es esto? ¿No ternía este hombre sofrimiento para oyr lo que siempre ha deseado? PÁRMENO.- ¡E que calle yo, Sempronio! Pues, si nuestro amo te oye, tan bien te castigará a ti como a mí. SEMPRONIO.- ¡O mal fuego te abrase! Que tú fablas en daño de todos e yo a ninguno ofendo. ¡O! ¡Intolerable pestilencia e mortal te consuma, rixoso, embidioso, maldito! ¿Toda esta es la amistad, que con Celestina e comigo hauías concertado? ¡Vete de aquí a la mala ventura! CALISTO.- Si no quieres, reyna e señora mía, que desespere e vaya mi ánima condenada a perpetua pena, oyendo essas cosas, certifícame breuemente si houo buen fin tu demanda gloriosa e la cruda e rigurosa muestra de aquel gesto angélico e matador; pues todo esso más es señal de odio, que de amor. CELESTINA.- La mayor gloria, que al secreto oficio de la abeja se da, a la qual los discretos deuen imitar, es que todas las cosas por ella tocadas conuierte en mejor de lo que son. Desta manera me he hauido con las çahareñas razones e esquiuas de Melibea. Todo su rigor traygo conuertido en miel, su yra en mansedumbre, su aceleramiento [208] en sosiego. ¿Pues, a qué piensas que yua allá la vieja Celestina, a quien tú, demás de su merecimiento, magníficamente galardonaste, sino ablandar su saña, sofrir su acidente, a ser escudo de tu absencia, a recebir en mi manto los golpes, los desuíos, los menosprecios, desdenes, Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com CELESTINA.- Manto he menester e éste terné yo en harto. No te alargues más. No pongas sospechosa [218] duda en mi pedir. Que dizen que ofrescer mucho al que poco pide es especie de negar. CALISTO.-¡Corre! Pármeno, llama a mi sastre e corte luego vn manto e vna saya de aquel contray, que se sacó para frisado. PÁRMENO.- ¡Assí, assí! A la vieja todo, porque venga cargada de mentiras como abeja e a mí que me arrastren. Tras esto anda ella oy todo el día con sus rodeos. CALISTO.- ¡De qué gana va el diablo! No ay cierto tan malseruido hombre como yo, manteniendo moços adeuinos, reçongadores, enemigos de mi bien. ¿Qué vas, vellaco, rezando? Embidioso, ¿qué dizes, que no te entiendo? Ve donde te mando presto e no me enojes, que harto basta mi pena para acabar: que también haurá para ti sayo en aquella pieça. PÁRMENO.- No digo, señor, otra cosa, sino que es tarde para que venga el sastre. CALISTO.- ¿No digo yo que adeuinas? Pues quédese para mañana. E tu, señora, por amor mío te sufras, que no se pierde lo que se dilata. E [219] mándame mostrar aquel sancto cordón, que tales miembros fue digno de ceñir. ¡Gozarán mis ojos con todos los otros sentidos, pues juntos han sido apassionados! ¡Gozará mi lastimado coraçón, aquel que nunca recibió momento de plazer, después que aquella señora conoció! Todos los sentidos le llegaron, todos acorrieron a él con sus esportillas de trabajo. Cada vno le lastimó quanto más pudo: los ojos en vella, los oydos en oylla, las manos en tocalla. CELESTINA.- ¿Que la has tocado dizes? Mucho me espantas. CALISTO.- Entre sueños, digo. CELESTINA.- ¿En sueños? CALISTO.- En sueños la veo tantas noches, que temo me acontezca como a Alcibíades o a Sócrates, [220] que el uno soñó que se veya embuelto en el manto de su amiga e otro día matáronle, e no houo quien le alçasse de la calle ni cubriesse, sino ella con su manto; el otro via que le llamavan por nombre e murió dende a tres días; pero en vida o en muerte, alegre me sería vestir su vestidura. CELESTINA.- Asaz tienes pena, pues, quando los otros reposan en sus camas, preparas tú el trabajo para sofrir otro día. Esfuerçate, señor, que no hizo Dios a quien desamparasse. Da espacio a tu desseo. Toma este cordón, que, si yo no me muero, yo te daré a su ama. CALISTO.- ¡O nueuo huésped! ¡O bienauenturado cordón, que tanto poder e merescimiento touiste de ceñir aquel cuerpo, que yo no soy digno de seruir! ¡O ñudos de mi pasión, vosotros enlazastes mis desseos! ¡Dezime si os hallastes presentes en la desconsolada respuesta de aquella a quien vosotros seruís e yo adoro e, por más que trabajo noches e días, no me vale ni aprouecha! CELESTINA.- Refrán viejo es: quien menos procura, [221] alcança más bien. Pero yo te haré procurando conseguir lo que siendo negligente no haurías. Consuélate, señor, que en vna hora no se ganó Çamora; pero no por esso desconfiaron los combatientes. CALISTO.- ¡O desdichado! Que las cibdades están con piedras cercadas e a piedras, piedras las vencen; pero esta mi señora tiene el coraçón de azero. No ay metal, que con él pueda; no ay tiro, que le melle. Pues poned escalas en su muro: vnos ojos tiene con que echa saetas, vna lengua de reproches e desuíos, el asiento tiene en parte, que media legua no le pueden poner cerco. CELESTINA.- ¡Callá, señor!, que el buen atreuimiento de vn solo hombre ganó a Troya. No desconfíes, que vna muger puede ganar otra. Poco has tratado mi casa: no sabes bien lo que yo puedo. [222] CALISTO.- Quanto, dixeres, señora, te quiero creer, pues tal joya como esta me truxiste. ¡O mi gloria e ceñidero de aquella angélica cintura! Yo te veo e no lo creo. ¡O cordón, cordón! ¿Fuisteme tú enemigo? Dilo cierto. Si lo fuiste, yo te perdono, que de los buenos es propio las culpas perdonar. No lo creo: que, si fueras contrario, no vinieras tan presto a mi poder, saluo si vienes a desculparte. Conjúrote me respondas, por la virtud del gran poder, que aquella señora sobre mí tiene. CELESTINA.- Cessa ya, señor, esse deuanear, que a mí tienes cansada de escucharte e al cordón, roto de tratarlo. CALISTO.- ¡O mezquino de mí! Que asaz bien me fuera del cielo otorgado, que de mis braços fueras fecho e texido, no de seda como eres, porque ellos gozaran cada día de rodear e ceñir con deuida reuerencia aquellos miembros, que tú, sin sentir ni gozar de la gloria, siempre tienes abraçados. ¡O qué secretos haurás visto de aquella excelente ymagen! CELESTINA.- Más verás tú e con más sentido, si no lo pierdes fablando lo que fablas. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com CALISTO.- Calla y señora, que él e yo nos entendemos. ¡O mis ojos! Acordaos cómo fuistes causa e puerta, por donde fue mi coraçón llagado, e que aquel es visto fazer daño, que da la causa. Acordaos que soys debdores de la [223] salud. Remirá la medezina, que os viene hasta casa. SEMPRONIO.- Señor, por holgar con el cordón, no querrás gozar de Melibea. CALISTO.- ¡Qué loco, desuariado, atajasolazes! ¿Cómo es esso? SEMPRONIO.- Que mucho fablando matas a ti e a los que te oyen. E assí que perderás la vida o el seso. Qualquiera que falte, basta para quedarte ascuras. Abreuia tus razones: darás lugar a las de Celestina. CALISTO.- ¿Enójote, madre, con mi luenga razón o está borracho este moço? CELESTINA.- Avnque no lo esté, deues, señor, cessar tu razón, dar fin a tus luengas querellas, tratar al cordón como cordón, porque sepas fazer diferencia de fabla, quando con Melibea te veas: no haga tu lengua yguales la persona e el vestido. CALISTO.- ¡O mi señora, mi madre, mi consoladora! Déjame gozar con este mensajero de mi gloria. ¡O lengua mía!, ¿por qué te impides en otras razones, dexando de adorar presente la excellencia de quien por ventura jamás verás en tu poder? ¡O mis manos!, con qué atreuimiento, con quán poco acatamiento teneys y [224] tratays la triaca de mi llaga! Ya no podrán empecer las yeruas, que aquel crudo caxquillo traya embueltas en su aguda punta. Seguro soy, pues quien dio la herida la cura. ¡O tú, señora, alegría de las viejas mugeres, gozo de las moças, descanso de los fatigados como yo! No me fagas más penado con tu temor, que faze mi vergüença. Suelta la rienda a mi contemplación, déxame salir por las calles con esta joya, porque los que me vieren, sepan que no ay más bienandante hombre que yo. SEMPRONIO.- No afistoles tu llaga cargándola de más desseo. No es, señor, el solo cordón del que pende tu remedio. CALISTO.- Bien lo conozco; pero no tengo sofrimiento para me abstener de adorar tan alta empresa. [225] CELESTINA.- ¿Empresa? Aquella es empresa, que de grado es dada; pero ya sabes que lo hizo por amor de Dios, para guarecer tus muelas, no por el tuyo, para cerrar tus llagas. Pero si yo viuo, ella boluerá la hoja. CALISTO.- ¿E la oración? CELESTINA.- No se me dio por agora. CALISTO.- ¿Qué fue la causa? CELESTINA.- La breuedad del tiempo; pero quedó, que si tu pena no afloxase, que tornasse mañana por ella. CALISTO.- ¿Afloxar? Entonce afloxará mi pena, quando su crueldad. CELESTINA.- Asaz, señor, basta lo dicho e fecho. Obligada queda, segund lo que mostró, a todo lo que para esta enfermedad yo quisiere pedir, según su poder. Mirá, señor, si esto basta para la primera vista. Yo me voy. Cumple, señor, que si salieres mañana, lleues reboçado vn paño, porque si della fueres visto, no acuse de falsa mi petición. [226] CALISTO.- E avn cuatro por tu seruicio. Pero dime, pardios, ¿passó más? Que muero por oyr palabras de aquella dulce boca. ¿Cómo fueste tan osada, que, sin la conocer, te mostraste tan familiar en tu entrada e demanda? CELESTINA.- ¿Sin la conoscer? Quatro años fueron mis vezinas. Tractaua con ellas, hablaua e reya de día e de noche. Mejor me conosce su madre, que a sus mismas manos; avnque Melibea se ha fecho grande, muger discreta, gentil. PÁRMENO.- Ea, mira, Sempronio, que te digo al oydo. SEMPRONIO.- Dime, ¿qué dizes? PÁRMENO.- Aquel atento escuchar de Celestina da materia de alargar en su razón a nuestro amo. Llégate a ella, dale del pie, hagámosle de señas que no espere más; sino que se vaya. Que no hay tan loco hombre nacido, que solo mucho hable. CALISTO.- ¿Gentil dizes, señora, que es Melibea? Paresce que lo dizes burlando. ¿Ay nascida su par en el mundo? ¿Crió Dios otro mejor cuerpo? ¿Puédense pintar tales faciones, dechado de hermosura? Si oy fuera viua Elena, por [227] quien tanta muerte houo de griegos e troyanos, o la hermosa Pulicena, todas obedescerían a esta señora por quien yo peno. Si ella se hallara presente en aquel debate de la mançana con las tres diosas, nunca sobrenombre de discordia le pusieran. Porque sin contrariar ninguna, todas concedieran e vivieran conformes en que la lleuara Melibea. Assí que se llamara mançana de concordia. Pues quantas oy son nascidas, que della tengan noticia, se maldizen, querellan a Dios, porque no se acordó dellas, quando a esta mi señora hizo. Consumen sus vidas, comen sus carnes con embidia, danles siempre crudos martirios, pensando con artificio ygualar con la perfición, que sin trabajo dotó a ella natura. Dellas, pelan sus cejas con tenazicas e pegones e a cordelejos; dellas, Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com buscan las doradas yeruas, rayzes, ramas e flores para hazer lexías, con que sus cabellos semejassen a los della, las caras martillando, enuistiéndolas en diuersos matizes con vngüentos e vnturas, aguas fuertes, posturas blancas e coloradas, que por evitar prolixidad no las cuento. Pues la [228] que todo esto falló fecho, mirá si merece de vn triste hombre como yo ser seruida. CELESTINA.- Bien te entiendo, Sempronio. Déxale, que él caerá de su asno. Ya acaba. CALISTO.- En la que toda la natura se remiró por la fazer perfeta. Que las gracias, que en todas repartió, las juntó en ella. Allí hizieron alarde quanto más acabadas pudieron allegarse, porque conociessen los que la viessen, quanta era la grandeza de su pintor. Solo vn poco de agua clara con vn ebúrneo peyne basta para exceder a las nacidas en gentileza. Estas son sus armas. Con estas mata e vence, con estas me catiuó, con estas me tiene ligado e puesto en dura cadena. CELESTINA.- Calla e no te fatigues. Que más aguda es la lima, que yo tengo, que fuerte essa cadena, que te atormenta. Yo la cortaré con ella, porque tú quedes suelto. Por ende, dáme licencia, que es muy tarde, e déxame lleuar el cordón, porque tengo del necessidad. CALISTO.- ¡O desconsolado de mí! La fortuna aduersa me sigue junta. Que contigo o con el cordón o con entramos quisiera yo estar acompañado esta noche luenga e escura. Pero, pues [229] no ay bien complido en esta penosa vida, venga entera la soledad. ¡Moços!, ¡moços! PÁRMENO.- Señor. CALISTO.- Acompaña a esta señora hasta su casa e vaya con ella tanto plazer e alegría, quanta comigo queda tristeza e soledad. CELESTINA.- Quede, señor, Dios contigo. Mañana será mi buelta, donde mi manto e la respuesta vernán a vn punto; pues oy no huvo tiempo. E súfrete, señor, e piensa en otras cosas. CALISTO.- Esso no, que es eregía oluidar aquella por quien la vida me aplaze. [231] El sétimo aucto ARGUMENTO DEL SÉTIMO AUTO Celestina habla con Pármeno, induziéndole a concordia e amistad de Sempronio. Tráele Pármeno a memoria la promessa, que le hiziera, de le fazer auer a Areusa, qu' él mucho amaua. Vanse a casa de Areusa. Queda ay la noche Pármeno. Celestina va para su casa. Llama a la puerta. Elicia le viene a abrir, increpándole su tardança. PÁRMENO, CELESTINA, AREUSA, ELICIA. CELESTINA.- Pármeno hijo, después de las passadas razones, no he hauido oportuno tiempo para te dezir e mostrar el mucho amor, que te tengo e asimismo cómo de mi hoca todo el mundo ha oydo hasta agora en absencia bien de ti. La razón no es menester repetirla, porque yo te tenía por hijo, a lo menos quasi adotiuo, e assí que imitavas a natural; e tú dasme el pago en mi presencia, paresciéndote mal quanto digo, susurrando e murmurando contra mí en presencia de Calisto. Bien pensaua yo que, después [232] que concediste en mi buen consejo, que no hauías de tornarte atrás. Todavía me parece que te quedan reliquias vanas, hablando por antojo, más que por razón. Desechas el prouecho por contentar la lengua. Óyeme, si no me has oydo, e mira que soy vieja e el buen consejo mora en los viejos e de los mancebos es propio el deleyte. Bien creo que de tu yerro sola la edad tiene culpa. Espero en Dios que serás mejor para mí de aquí adelante, e mudarás el ruyn propósito con la tierna edad. Que, como disen, múdanse costumbres con la mudança del cabello e variación; digo, hijo, cresciendo e viendo cosas nueuas cada día. Porque la mocedad en solo lo presente se impide e ocupa a mirar; mas la madura edad no dexa presente ni passado ni por venir. Si tú touieras memoria, hijo Pármeno, del pasado amor, que te tuue, la primera posada, que tomaste venido nueuamente en esta cibdad, auía de ser la mía. Pero los moços curays poco de los viejos. Regísvos a sabor de paladar. Nunca pensays que teneys ni haueys de tener necessidad dellos. Nunca pensays en enfermedades. Nunca pensays que os puede faltar esta florezilla de juuentud. Pues mira, amigo, que para tales necessidades, como [233] estas, buen acorro es vna vieja Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com PÁRMENO.- Agora dexemos los muertos e las herencias; que si poco me dexaron, poco hallaré; hablemos en los presentes negocios, que nos va más que en traer los passados a la memoria. Bien se te acordará, no ha mucho que me prometiste que me harías hauer a Areusa [246] quando en mi casa te dixe cómo moría por sus amores. CELESTINA.- Si te lo prometí, no lo he oluidado ni creas que he perdido con los años la memoria. Que más de tres xaques he rescebido de mí sobre ello en tu absencia. Ya creo que estará bien madura. Vamos de camino por casa, que no se podrá escapar de mate. Que esto es lo menos, que yo por ti tengo de hazer. PÁRMENO.- Yo ya desconfiaua de la poder alcançar, porque jamás podía acabar con ella que me esperasse a poderle dezir vna palabra. E como dizen, mala señal es de amor huyr e boluer la cara. Sentía en mí gran desfuzia desto. CELESTINA.- No tengo en mucho tu desconfiança, no me conosciendo ni sabiendo, como agora, que tienes tan de tu mano la maestra destas labores. Pues agora verás quánto por mi causa vales, quánto con las tales puedo, quánto sé en casos de amor. Anda passo. ¿Ves aquí su puerta? Entremos quedo, no nos sientan sus [247] vezinas. Atiende e espera debaxo desta escalera. Sobiré yo a uer qué se podrá fazer sobre lo hablado e por ventura haremos más que tú ni yo traemos pensado. AREUSA.- ¿Quién anda ay? ¿Quién sube a tal hora en mi cámara? CELESTINA.- Quien no te quiere mal, cierto; quien nunca da passo, que no piense en tu prouecho; quien tiene más memoria de ti, que de sí mesma: vna enamorada tuya, avnque vieja. AREUSA.- ¡Válala el diablo a esta vieja, con qué viene como huestantigua a tal hora! Tía, señora, ¿qué buena venida es esta tan tarde? Ya me desnudaua para acostar. CELESTINA.- ¿Con las gallinas, hija? Así se hará la hazienda. ¡Andar!, ¡passe! Otro es el que ha [248] de llorar las necessidades, que no tú. Yerua pasce quien lo cumple. Tal vida quienquiera se la quería. AREUSA.- ¡Jesú! Quiérome tornar a vestir, que he frío. CELESTINA.- No harás, por mi vida; si no éntrate en la cama, que desde allí hablaremos. AREUSA.- Assí goze de mí, pues que lo he bien menester, que me siento mala oy todo el día. Assí que necessidad, más que vicio, me fizo tomar con tiempo las sáuanas por faldetas. CELESTINA.- Pues no estés asentada; acuéstate e métete debaxo de la ropa, que paresces serena. AREUSA.- Bien me dizes, señora tía. CELESTINA.- ¡Ay como huele toda la ropa en bulléndote! ¡A osadas, que está todo a punto! Siempre me pagué de tus cosas e hechos, de tu limpieza e atauío. ¡Fresca que estás! ¡Bendígate [249] Dios! ¡Qué sáuanas e colcha! ¡Qué almohadas! ¡E qué blancura! Tal sea mi vejez, quál todo me parece perla de oro. Verás si te quiere bien quien te visita a tales horas. Déxame mirarte toda, a mi voluntad, que me huelgo. AREUSA.- ¡Passo, madre, no llegues a mí, que me fazes coxquillas e prouócasme a reyr e la risa acreciéntame el dolor. CELESTINA.- ¿Qué dolor, mis amores? ¿Búrlaste, por mi vida, comigo? AREUSA.- Mal gozo vea de mí, si burlo; sino que ha quatro horas, que muero de la madre, que la tengo sobida en los pechos, que me quiere sacar deste mundo. Que no soy tan vieja como piensas. CELESTINA.- Pues dame lugar, tentaré. Que avn algo sé yo deste mal por mi pecado, que cada vna se tiene o ha tenido su madre e sus çoçobras della. AREUSA.- Más arriba la siento, sobre el estómago. CELESTINA.- ¡Bendígate Dios e señor Sant Miguel, ángel! ¡E qué gorda e fresca que estás! ¡Qué [250] pechos e qué gentileza! Por hermosa te tenía hasta agora, viendo lo que todos podían ver; pero agora te digo que no ay en la cibdad tres cuerpos tales como el tuyo, en quanto yo conozco. No paresce que hayas quinze años. ¡O quién fuera hombre e tanta parte alcançara de ti para gozar tal vista! Por Dios, pecado ganas en no dar parte destas gracias a todos los que bien te quieren. Que no te las dio Dios para que pasasen en balde por la frescor de tu juuentud debaxo de seys dobles de paño e lienço. Cata que no seas auarienta de lo que poco te costó. No atesores tu gentileza. Pues es de su natura tan comunicable como el dinero. No seas el perro del ortolano. E pues tú no puedes de ti propia gozar, goze quien puede. Que no creas que en balde fueste criada. Que, cuando nasce [251] ella, nasce él e, quando él, ella. Ninguna cosa ay criada al mundo superflua ni que con acordada razón no proueyesse della natura. Mira que es pecado fatigar e dar pena a los hombres, podiéndolos remediar. AREUSA.- Alábame agora, madre, e no me quiere ninguno. Dame algún remedio para mi mal e no estés burlando de mí. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com CELESTINA.- Deste tan común dolor todas somos, ¡mal pecado!, maestras. Lo que he visto a muchas fazer e lo que a mí siempre aprouecha, te diré. Porque como las calidades de las personas son diuersas, assí las melezinas hazen diuersas sus operaciones e diferentes. Todo olor fuerte es bueno, assí como poleo, ruda, axiensos, humo de plumas de perdiz, de romero, de moxquete, de encienso. Recebido con mucha diligencia, aprouecha e afloxa el dolor e buelue poco a poco la madre a su lugar. Pero otra cosa hallaua yo siempre mejor que todas e ésta no te quiero dezir, pues tan santa te me hazes. [252] AREUSA.- ¿Qué, por mi vida, madre? Vesme penada ¿e encúbresme la salud? CELESTINA.- ¡Anda, que bien me entiendes, no te hagas boua! AREUSA.- ¡Ya!, ¡ya! Mala landre me mate, si te entendía. ¿Pero qué quieres que haga? Sabes que se partió ayer aquel mi amigo con su capitán a la guerra. ¿Hauía de fazerle ruyndad? CELESTINA.- ¡Verás e qué daño e qué gran ruyndad! AREUSA.- Por cierto, sí sería. Que me da todo lo que he menester, tiéneme honrrada, fauoréceme e trátame como si fuesse su señora. CELESTINA.- Pero avnque todo esso sea, mientra no parieres, nunca te faltará este mal e dolor que agora, de lo qual él deue ser causa. E si no crees en dolor, cree en color, e verás lo que viene de su sola compañía. AREUSA.- No es sino mi mala dicha. Maldición mala, que mis padres me echaron. ¿Qué, no está ya por prouar todo esso? Pero dexemos esso, que es tarde e dime a qué fue tu buena venida. CELESTINA.- Ya sabes lo que de Pármeno te oue dicho. [253] Quéxasseme que avn verle no le quieres. No sé porqué, sino porque sabes que le quiero yo bien e le tengo por hijo. Pues por cierto, de otra manera miro yo tus cosas, que hasta tus vezinas me parescen bien e se me alegra el coraçón cada vez que las veo, porque se que hablan contigo. AREUSA.- ¿No viues, tía señora, engañada? CELESTINA.- No lo sé. A las obras creo; que las palabras, de balde las venden dondequiera. Pero el amor nunca se paga sino con puro amor e a las obras con obras. Ya sabes el debdo, que ay entre ti e Elicia, la qual tiene Sempronio en mi casa. Pármeno e él son compañeros, siruen a este señor, que tú conoces e por quien tanto fauor podrás tener. No niegues lo que tan poco fazer te cuesta. Vosotras, parientas; ellos, compañeros: mira cómo viene mejor medido, que lo queremos. Aquí viene comigo. Verás si quieres que suba. AREUSA.- ¡Amarga de mí, si nos ha oydo! CELESTINA.- No, que abaxo queda. Quiérole hazer subir. Resciba tanta gracia, que le conozcas e hables e muestres buena cara. E si tal te paresciere, goze él de ti e tú dél. Que, avnque él gane mucho, tú no pierdes nada. AREUSA.- Bien tengo, señora, conoscimiento cómo todas tus razones, estas e las passadas, se endereçan en mi prouecho; pero, ¿cómo quieres [254] que haga tal cosa, que tengo a quien dar cuenta, como has oydo e, si soy sentida, matarme ha? Tengo vezinas embidiosas. Luego lo dirán. Assí que, avnque no aya más mal de perderle, será más que ganaré en agradar al que me mandas. CELESTINA.- Esso, que temes, yo lo provey primero, que muy passo entramos. AREUSA.- No lo digo por esta noche, sino por otras muchas. CELESTINA.- ¿Cómo? ¿E dessas eres? ¿Dessa manera te tratas? Nunca tú harás casa con sobrado. Absente le has miedo; ¿qué harías, si estouiesse en la cibdad? En dicha me cabe, que jamás cesso de dar consejo a bouos e todavía ay quien yerre; pero no me marauillo, que es grande el mundo e pocos los esperimentados. ¡Ay!, ¡ay!, hija, si viesses el saber de tu prima e qué tanto le ha aprouechado mi criança e consejos e qué gran maestra está. E avn ¡que no se halla ella mal con mis castigos! Que vno en la cama e otro en la puerta e otro, que sospira por ella en su casa, se precia de tener. E con todos cumple e a todos muestra buena cara e todos piensan [255] que son muy queridos e cada vno piensa que no ay otro e que él solo es priuado e él solo es el que le da lo que ha menester. ¿E tú piensas que con dos, que tengas, que las tablas de la cama lo han de descobrir? ¿De vna sola gotera te mantienes? ¡No te sobrarán muchos manjares! ¡No quiero arrendar tus excamochos! Nunca vno me agradó, nunca en vno puse toda mi afición. Más pueden dos e más quatro e más dan e más tienen e más ay en qué escoger. No ay cosa más perdida, hija, que el mur, que no sabe sino vn horado. Si aquel le tapan, no haurá donde se esconda del gato. Quien no tiene sino vn ojo, ¡mira a quanto peligro anda! Vna alma sola ni canta ni llora; vn [256] solo acto no haze hábito; vn frayle solo pocas vezes lo encontrarás por la calle; vna perdiz sola por marauilla buela mayormente en verano; vn manjar solo continuo presto pone hastío; vna golondrina no haze verano; vn testigo solo no es entera fe; quien sola vna ropa tiene, presto la enuegece. ¿Qué quieres, hija, deste número de vno? Más inconuenientes te diré dél, que años tengo acuestas. Ten siquiera Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com dos, que es compañía loable e tal qual es éste: como tienes dos orejas, dos pies e dos manos, dos sáuanas en la cama; como dos camisas para remudar. E si más quisieres, mejor te yrá, que mientra más moros, más ganancia; que honrra sin prouecho, no es sino como anillo en el dedo. E pues entrambos no caben en vn saco, acoge la ganancia.- Sube, hijo Pármeno. [257] AREUSA.- ¡No suba! ¡Landre me mate!, que me fino de empacho, que no le conozco. Siempre houe vergüença dél. CELESTINA.- Aquí estoy yo que te la quitaré e cobriré e hablaré por entramos: que otro tan empachado es él. PÁRMENO.- Señora, Dios salue tu graciosa presencia. AREUSA.- Gentilhombre, buena sea tu venida. CELESTINA.- Llégate acá, asno. ¿Adónde te vas allá assentar al rincón? No seas empachado, que al hombre vergonçoso el diablo le traxo a palacio. Oydme entrambos lo que digo. Ya sabes tú, Pármeno amigo, lo que te prometí, e tú, hija mía, lo que te tengo rogado. Dexada aparte la dificultad con que me lo has concedido, pocas razones son necessarias, porque el tiempo no lo padece. Él ha siempre viuido penado por ti. Pues. viendo su pena, sé que no le querrás matar e avn conozco que él te paresce tal, que no será malo para quedarse acá esta noche en casa. AREUSA.- Por mi vida, madre, que tal no se haga; ¡Jesú!, no me lo mandes. PÁRMENO.- Madre mía, por amor de Dios, que no salga yo de aquí sin buen concierto. Que me ha muerto de amores su vista. Ofréscele [258] quanto mi padre te dexó para mí. Dile que le daré quanto tengo. ¡Ea!, díselo, que me parece que no me quiere mirar. AREUSA.- ¿Qué te dize esse señor a la oreja? ¿Piensa que tengo de fazer nada de lo que pides? CELESTINA.- No dize, hija, sino que se huelga mucho con tu amistad, porque eres persona tan honrrada e en quien qualquier beneficio cabrá bien. E assimismo que, pues que esto por mi intercessión se hace, que el me promete d'aquí adelante ser muy amigo de Sempronio e venir en todo lo que quisiere contra su amo en un negocio, que traemos entre manos. ¿Es verdad, Pármeno? ¿Prometeslo assí como digo? PÁRMENO.- Sí prometo, sin dubda. CELESTINA.- ¡Ha, don ruyn!, palabra te tengo, a buen tiempo te así. Llégate acá, negligente, vergonçoso, que quiero ver para quánto eres, ante que me vaya. Retóçala en esta cama. AREUSA.- No será él tan descortés, que entre en lo vedado sin licencia. CELESTINA.- ¿En cortesías e licencias estás? No espero más aquí yo, fiadora que tú amanezcas sin dolor e él sin color. Mas como es vn putillo, gallillo, barbiponiente, entiendo que en tres noches [259] no se le demude la cresta. Destos me mandauan a mí comer en mi tiempo los médicos de mi tierra, quando tenía mejores dientes. AREUSA.- Ay, señor mío, no me trates de tal manera; ten mesura por cortesía; mira las canas de aquella vieja honrrada, que están presentes; quítate allá, que no soy de aquellas que piensas; no soy de las que públicamente están a vender sus cuerpos por dinero. Assí goze de mí, de casa me salga, si fasta que Celestina mi tía sea yda a mi ropa tocas. CELESTINA.- ¿Qué es eso, Areusa? ¿Qué son estas estrañezas y esquiuedad, estas nouedades e retraymiento? Paresce, hija, que no sé yo qué cosa es esto, que nunca vi estar mi hombre con vna muger juntos e que jamás passé por ello ni gozé de lo que gozas e que no sé lo que passan e lo que dizen e hazen. ¡Guay de quien tal oye como yo! Pues auísote, de tanto, que fuy errada como tú e tuue amigos; pero nunca el viejo ni la vieja echaua de mi lado ni su consejo en público ni en mis secretos. Para la muerte que a Dios deuo, más quisiera vna gran bofetada en mitad de mi cara. Paresce que ayer nascí, según tu encubrimiento. Por hazerte a ti honesta, me hazes a mí necia e vergonçosa e de poco secreto [260] e sin esperiencia o me amenguas en mi officio por alçar a ti en el tuyo. Pues de cossario a cossario no se pierden sino los barriles. Más te alabo yo detrás, que tú te estimas delante. AREUSA.- Madre, si erré aya perdón e llégate mas acá y él haga lo que quisiere. Que más quiero tener a ti contenta, que no a mí; antes me quebraré vn ojo que enojarte. CELESTINA.- No tengo ya enojo; pero dígotelo para adelante. Quedaos adiós, que voyme solo porque me hazés dentera con vuestro besar e retojar. Que avn el sabor en las enzías me quedó: no le perdí con las muelas. AREUSA.- Dios vaya contigo. PÁRMENO.- Madre,¿mandas que te acompañe? Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com PÁRMENO.- No es, Sempronio, verdadera fuerça ni poderío dañar e empecer; mas aprouechar e guarecer e muy mayor, quererlo hazer. Yo siempre te tuue por hermano. No se cumpla, por Dios, en ti lo que se dize, que pequeña causa desparte conformes amigos. Muy mal me tratas. No sé donde nazca este rencor. No me indignes, Sempronio, con tan lastimeras razones. Cata que es muy rara la paciencia, que agudo baldón no penetre e traspasse. SEMPRONIO.- No digo mal en esto; si no que se eche otra sardina para el moço de cauallos, pues tú tienes amiga. PÁRMENO.- Estás enojado. Quiérote sofrir, avnque [12] más mal me trates, pues dizen que ninguna humana passión es perpetua ni durable. SEMPRONIO.- Más maltratas tu a Calisto, aconsejando a él lo que para ti huyes, diziendo que se aparte de amar a Melibea, hecho tablilla de mesón, que para sí no tiene abrigo e dale a todos. ¡O Pármeno! Agora podrás ver quán facile cosa es reprehender vida agena e quán duro guardar cada qual la suya. No digas más, pues tú eres testigo. E d'aquí adelante veremos cómo te has, pues ya tienes tu escudilla como cada qual. Si tú mi amigo fueras, en la necessidad, que de ti tuue, me hauías de fauorecer e ayudar a Celestina en mi prouecho; que no fincar vn clauo de malicia a cada palabra. Sabe que, como la hez de la tauerna despide a los borrachos, [13] así la aduersidad o necessidad al fingido amigo: luego se descubre el falso metal, dorado por encima. PÁRMENO.- Oydo lo hauía dezir e por esperiencia lo veo, nunca venir plazer sin contraria çoçobra en esta triste vida. A los alegres, serenos e claros soles, nublados escuros e pluuias vemos suceder; a los solazes e plazeres, dolores e muertes los ocupan; a las risas e deleytes, llantos e lloros e passiones mortales los siguen; finalmente, a mucho descanso e sosiego, mucho pesar e tristeza. ¿Quién pudiera tan alegre venir, como yo agora? ¿Quién tan triste recebimiento padescer? ¿Quién verse, como yo me vi, con tanta gloria, alcançada con mi querida Areusa? ¿Quién caer della, siendo tan maltratado [14] tan presto, como yo de ti? Que no me has dado lugar a poderte dezir quánto soy tuyo, quánto te he de fauorecer en todo, quánto soy arepiso de lo passado, quántos consejos e castigos buenos he recebido de Celestina en tu fauor e prouecho e de todos. Como, pues, este juego de nuestro amo e Melibea está entre las manos, podemos agora medrar o nunca. SEMPRONIO.- Bien me agradan tus palabras, si tales touiesses las obras, a las quales espero para auerte de creer. Pero, por Dios, me digas qué es esso, que dixiste de Areusa. ¡Paresce que conozcas tú a Areusa, su prima de Elicia! PÁRMENO.- ¿Pues qué es todo el plazer que traygo, sino hauerla alcançado? SEMPRONIO.- ¡Cómo se lo dice el bouo! ¡De risa no puede hablar! ¿A qué llamas hauerla alcançado? ¿Estaua a alguna ventana o qué es esso? PÁRMENO.- A ponerla en duda si queda preñada o no. SEMPRONIO.- Espantado me tienes. Mucho puede el continuo trabajo: vna continua gotera horaca vna piedra. PÁRMENO.- Verás qué tan continuo, que ayer lo pensé: ya la tengo por mía. SEMPRONIO.- ¡La vieja anda por ay! [15] PÁRMENO.- ¿En qué lo vees? SEMPRONIO.- Que ella me hauía dicho que te quería mucho e que te la haría hauer. Dichoso fuiste: no hiziste sino llegar e recabdar. Por esto dizen: más vale a quien Dios ayuda, que quien mucho madruga. Pero tal padrino touiste. PÁRMENO.- Di madrina, que es más cierto. Así que, quien a buen árbol se arrima... Tarde fuy; pero temprano recabdé. ¡O hermano!, ¿qué te contaría de sus gracias de aquella muger, de su habla e hermosura de cuerpo? Pero quede para más oportunidad. SEMPRONIO.- ¿Puede ser sino prima de Elicia? No me dirás tanto, quanto estotra no tenga más. Todo te creo. Pero ¿qué te cuesta? ¿Hasle dado algo? PÁRMENO.- No, cierto. Mas, avnque houiera, era bienempleado: de todo bien es capaz. En tanto son las tales tenidas, quanto caras son compradas; tanto valen, quanto cuestan. Nunca [16] mucho costó poco, sino a mí esta señora. A comer la combidé para casa de Celestina e, si te plaze, vamos todos allá. SEMPRONIO.- ¿Quién, hermano? PÁRMENO.- Tú e ella e allá está la vieja e Elicia. Aueremos plazer. SEMPRONIO.- ¡O Dios!, e cómo me has alegrado. Franco eres, nunca te faltaré. Como te tengo por hombre, como creo que Dios te ha de hazer bien, todo el enojo, que de tus passadas fablas tenía, se me ha tornado en amor. No dudo ya tu Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com confederación con nosotros ser la que deue. Abraçarte quiero. Seamos como hermanos, ¡vaya el diablo para ruyn! Sea lo passado questión de Sant Juan e assí paz para todo el año. Que las yras de los amigos siempre suelen ser reintegración del amor. Comamos e holguemos, que nuestro amo ayunará por todos. PÁRMENO.- ¿E qué haze el desesperado? [17] SEMPRONIO.- Allí está tendido en el estrado cabo la cama, donde le dexaste anoche. Que ni ha dormido ni está despierto. Si allá entro, ronca; si me salgo, canta o deuanea. No le tomo tiento, si con aquello pena o descansa. PÁRMENO.- ¿Qué dizes? ¿E nunca me ha llamado ni ha tenido memoria de mí? SEMPRONIO.- No se acuerda de sí, ¿acordarse ha de ti? PÁRMENO.- Avn hasta en esto me ha corrido buen tiempo. Pues assí es, mientra recuerda, quiero embiar la comida, que la adrecen. SEMPRONIO.- ¿Qué has pensado embiar, para que aquellas loquillas te tengan por hombre complido, biencriado e franco? PÁRMENO.- En casa llena presto se adereça cena. De lo que ay en la despensa basta para no caer en falta. Pan blanco, vino de Monuiedro, vn pernil de toçino. E más seys pares de pollos, que traxeron estotro día los renteros de nuestro amo. Que si los pidiere, harele creer [18] que los ha comido. E las tórtolas, que mandó para oy guardar, diré que hedían. Tú serás testigo. Ternemos manera cómo a él no haga mal lo que dellas comiere e nuestra mesa esté como es razón. E allá hablaremos largamente en su daño e nuestro prouecho con la vieja cerca destos amores. SEMPRONIO.- ¡Más, dolores! Que por fe tengo que de muerto o loco no escapa desta vez. Pues que assí es, despacha, subamos a ver qué faze. CALISTO.- En gran peligro me veo: En mi muerte no ay tardança, Pues que me pide el deseo Lo que me niega esperança. PÁRMENO.- Escucha, escucha, Sempronio. Trobando está nuestro amo. SEMPRONIO.- ¡O hideputa, el trobador! El gran Antipater Sidonio, el gran poeta Ouidio, los [19] quales de improuiso se les venían las razones metrificadas a la boca. ¡Sí, sí, desos es! ¡Trobará el diablo! Está deuaneando entre sueños. CALISTO.- Coraçón, bien se te emplea Que penes e viuas triste, Pues tan presto te venciste Del amor de Melibea. PÁRMENO.- ¿No digo yo que troba? CALISTO.- ¿Quién fabla en la sala? ¡Moços! PÁRMENO.- Señor. CALISTO.- ¿Es muy noche? ¿Es hora de acostar? PÁRMENO.- ¡Mas ya es, señor, tarde para leuantar! CALISTO.- ¿Qué dizes loco? ¿Toda la noche es passada? PÁRMENO.- E avn harta parte del día. CALISTO.- Di, Sempronio, ¿miente este desuariado, que me haze creer que es de día? SEMPRONIO.- Oluida, señor, vn poco a Melibea e verás la claridad. Que con la mucha, que en su gesto contemplas, no puedes ver de encandelado, como perdiz con la calderuela. CALISTO.- Agora lo creo, que tañen a missa. Daca mis ropas, yré a la Madalena. Rogaré a [20] Dios aderece e Celestina e ponga en coraçón a Melibea mi remedio o dé fin en breue a mis tristes días. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com SEMPRONIO.- No te fatigues tanto, no lo quieras todo en vna hora. Que no es de discretos desear con grande eficacia lo que se puede tristemente acabar. Si tú pides que se concluya en vn día lo que en vn año sería harto, no es mucha tu vida. CALISTO.- ¿Quieres dezir que soy como el moço del escudero gallego? SEMPRONIO.- No mande Dios que tal cosa yo diga, que eres mi señor. E demás desto, sé que, como me galardonas el buen consejo, me castigarías lo malhablado. Verdad es que nunca es ygual la alabança del seruicio o buena habla, que la reprehensión e pena de lo malhecho o hablado. CALISTO.- No sé quién te abezó tanta filosofía, Sempronio. SEMPRONIO.- Señor, no es todo blanco aquello, que de negro no tiene semejança ni es todo oro [21] quanto amarillo reluze. Tus acelerados deseos, no medidos por razón, hazen parecer claros mis consejos. Quisieras tú ayer que te traxeran a la primera habla amanojada e embuelta en su cordón a Melibea, como si houieras embiado por otra qualquiera mercaduría a la plaça, en que no houiera más trabajo de llegar e pagalla. Da, señor, aliuio al coraçón, que en poco espacio de tiempo no cabe gran bienauenturança. Vn solo golpe no derriba vn roble. Apercíbete con sofrimiento, porque la providencia es cosa loable e el apercibimiento resiste el fuerte combate. CALISTO.- Bien has dicho, si la qualidad de mi mal lo consintiesse. SEMPRONIO.- ¿Para qué, señor, es el seso, si la voluntad priua a la razón? CALISTO.- ¡O loco, loco! Dize el sano al doliente: Dios te dé salud. No quiero consejo ni esperarte más razones, que más aviuas e enciendes las flamas, que me consumen. Yo me voy solo a missa e no tornaré a casa fasta que me llameys, pidiéndome las albricias de mi gozo con la buena venida de Celestina. Ni comeré hasta [22]entonce; avnque primero sean los cauallos de Febo apacentados en aquellos verdes prados, que suelen, quando han dado fin a su jornada. SEMPRONIO.- Dexa, señor, essos rodeos, dexa essas poesías, que no es habla conueniente la que a todos no es común, la que todos no participan, la que pocos entienden. Di: avnque se ponga el sol, e sabrán todos lo que dizes. E come alguna conserua, con que tanto espacio de tiempo te sostengas. CALISTO.- Sempronio, mi fiel criado, mi buen consejero, mi leal seruidor, sea como a ti te paresce. Porque cierto tengo, según tu limpieça de seruicio, quieres tanto mi vida como la tuya. SEMPRONIO.- ¿Créeslo tú, Pármeno? Bien sé que no lo jurarías. Acuérdate, si fueres por conserua, apañes vn bote para aquella gentezilla, [23] que nos va más e a buen entendedor... En la bragueta cabrá. CALISTO.- ¿Qué dizes, Sempronio? SEMPRONIO.- Dixe, señor, a Pármeno que fuesse por vna tajada de diacitrón. PÁRMENO.- Héla aquí, señor. CALISTO.- Daca. SEMPRONIO.- Verás qué engullir haze el diablo. Entero lo quería tragar por más apriesa hazer. CALISTO.- El alma me ha tornado. Quedaos con Dios, hijos. Esperad la vieja e yd por buenas albricias. PÁRMENO.- ¡Allá yrás con el diablo, tú e malos años!, ¡e en tal hora comiesses el diacitrón, como Apuleyo el veneno, que le conuertió en asno! [25] El aucto noueno ARGUMENTO DEL NOUENO AUTO Sempronio e Pármeno van a casa de Celestina, entre sí hablando. Llegados allá, hallan a Elicia e Areusa. Pónense a comer. Entre comer riñe Elicia con Sempronio. Leuántase de la mesa. Tórnanla apaciguar. Estando ellos todos entre sí razonando, viene Lucrecia, criada de Melibea, llaman a Celestina, que vaya a estar con Melibea. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com CELESTINA.- No le respondas, hijo; si no, nunca acabaremos. Entendamos en lo que faze a nuestro caso. Dezidme, ¿cómo quedó Calisto? ¿Como lo dexastes? ¿Cómo os pudistes entramos descabullir dél? PÁRMENO.- Allá fue a la maldición, echando fuego, desesperado, perdido, medio loco, a missa a la Magdalena, a rogar a Dios que te dé gracia, que puedas bien roer los huessos destos pollos e protestando no boluer a casa hasta oyr que eres venida con Melibea en tu arremango. Tu saya e manto e avn mi sayo, cierto está: lo otro vaya e venga. El quándo lo dará no lo sé. CELESTINA.- Sea quando fuere. Buenas son mangas passada la pasqua. Todo aquello alegra, que con poco trabajo se gana, mayormente viniendo [38] de parte donde tan poca mella haze, de hombre tan rico, que con los saluados de su casa podría yo salir de lazería, según lo mucho le sobra. No les duele a los tales lo que gastan e según la causa por que lo dan; no sienten con el embeuecimiento del amor, no les pena, no veen, no oyen. Lo qual yo juzgo por otros, que he conocido menos apassionados e metidos en este fuego de amor, que a Calisto veo. Que ni comen ni beuen, ni ríen ni lloran, ni duermen ni velan, ni hablan ni callan, ni penan ni descansan, ni están contentos ni se quexan, según la perplexidad de aquella dulce e fiera llaga de sus coraçones. E si alguna cosa destas la natural necessidad les fuerça a hazer, están en el acto tan oluidados, que comiendo se oluida la mano de lleuar la vianda a la boca. Pues si con ellos hablan, jamás conueniente respuesta bueluen. Allí tienen [39] los cuerpos; con sus amigas los coraçones e sentidos. Mucha fuerça tiene el amor: no solo la tierra, más avn las mares traspassa, según su poder. Ygual mando tiene en todo género de hombres. Todas las dificultades quiebra. Ansiosa cosa es, temerosa e solícita. Todas las cosas mira en derredor. Assí que, si vosotros buenos enamorados haués sido, juzgarés yo dezir verdad. SEMPRONIO.- Señora, en todo concedo con tu razón, que aquí está quien me causó algún tiempo andar fecho otro Calisto, perdido el sentido, cansado el cuerpo, la cabeça vana, los días mal dormiendo, las noches todas velando, dando alboradas, haziendo momos, saltando paredes, poniendo cada día la vida al tablero, esperando toros, corriendo cauallos, tirando barra, echando [40] lança, cansando amigos, quebrando espadas, haziendo escalas, vistiendo armas e otros mill actos de enamorado, haziendo coplas, pintando motes, sacando inuenciones. Pero todo lo doy por bienempleado, pues tal joya gané. ELICIA.- ¡Mucho piensas que me tienes ganada! Pues hágote cierto que no has tu buelto la cabeça, quando está en casa otro que más quiero, más gracioso que tú e avn que no anda buscando cómo me dar enojo. A cabo de vn año, que me vienes a uer, tarde e con mal. CELESTINA.- Hijo, déxala dezir, que deuanea. Mientra más desso la oyeres, más se confirma en su amor. Todo es porque haués aquí alabado a Melibea. No sabe en otra cosa, que os lo pagar, sino en dezir esso e creo que no vee la hora de hauer comido para lo que yo me sé. Pues esotra su prima yo me la conozco. Gozá vuestras frescas mocedades, que quien tiempo tiene [41] e mejor le espera, tiempo viene, que se arrepiente. Como yo hago agora por algunas horas, que dexé perder, quando moça, quando me preciauan, quando me querían. Que ya, ¡mal pecado!, caducado he, nadie no me quiere. ¡Que sabe Dios mi buen desseo! Besaos e abraçaos, que a mí no me queda otra cosa sino gozarme de vello. Mientra a la mesa estays, de la cinta arriba todo se perdona. Quando seays aparte, no quiero poner tassa, pues que el rey no la pone. Que yo sé por las mochachas, que nunca de importunos os acusen e la vieja Celestina mascará de dentera con sus botas enzías las migajas de los manteles. Bendígaos Dios, ¡cómo lo reys e holgays, putillos, loquillos, trauiessos! ¡En esto auía de parar el nublado de las questioncillas, que aués tenido! ¡Mirá no derribés la mesa! ELICIA.- Madre, a la puerta llaman. ¡El solaz es derramado! CELESTINA.- Mira, hija, quién es: por ventura será quien lo acreciente e allegue. [42] ELICIA.- O la boz me engaña o es mi prima Lucrecia. CELESTINA.- Ábrela e entre ella e buenos años. Que avn a ella algo se le entiende desto que aquí hablamos; avnque su mucho encerramiento le impide el gozo de su mocedad. AREUSA.- Assí goze de mí, que es verdad, que estas, que siruen a señoras, ni gozan deleyte ni conocen los dulces premios de amor. Nunca tratan con parientes, con yguales a quien pueden hablar tú por tú, con quien digan: ¿qué cenaste?, ¿estás preñada?, ¿quántas gallinas crías?, llévame a merendar a tu casa; muéstrame tu enamorado; ¿quánto ha que no te vido?, ¿cómo te va con él?, ¿quién son tus vezinas?, e otras cosas de ygualdad semejantes. ¡O tía, y qué duro nombre e qué graue e soberuio es señora contino en la boca! Por esto me viuo sobre mí, [43] desde que me sé conocer. Que jamás me precié de llamarme de otrie; sino mía. Mayormente destas señoras, que agora se vsan. Gástase con ellas lo mejor del tiempo e con vna saya rota de las que ellas desechan pagan seruicio de diez años. Denostadas, maltratadas las traen, contino sojuzgadas, que hablar delante dellas no osan. E quando veen cerca el tiempo de la obligación de casallas, leuántanles vn caramillo, que se echan con el moço o con el hijo o pídenles celos del marido o que meten hombres en casa o que hurtó la taça o perdió el anillo; danles vn ciento de açotes e échanlas la puerta fuera, las haldas en la cabeça, diziendo: allá yrás, ladrona, puta, no destruyrás mi casa e honrra. Assí que esperan galardón, sacan baldón; esperan salir casadas, salen amenguadas, esperan vestidos e joyas de boda, salen desnudas e denostadas. Estos son sus premios, estos son sus beneficios e pagos. Oblíganseles a dar marido, Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com quítanles el vestido. La mejor honrra, que en sus casas tienen, es andar hechas callejeras, de dueña en dueña, con sus mensajes acuestas. Nunca oyen su nombre propio de la boca dellas; sino puta acá, puta acullá. ¿A dó vas tiñosa? [44] ¿Qué heziste, vellaca? ¿Por qué comiste esto, golosa? ¿Cómo fregaste la sartén, puerca? ¿Por qué no limpiaste el manto, suzia? ¿Cómo dixiste esto, necia? ¿Quién perdió el plato, desaliñada? ¿Cómo faltó el paño de manos, ladrona? A tu rufián lo aurás dado. Ven acá, mala muger, la gallina hauada no paresce: pues búscala presto; si no, en la primera blanca de tu soldada la contaré. E tras esto mill chapinazos e pellizcos, palos e açotes. No ay quien las sepa contentar, no quien pueda sofrillas. Su plazer es dar bozes, su gloria es reñir. De lo mejor fecho menos contentamiento muestran. Por esto, madre, he quesido más viuir en mi pequeña casa, esenta e señora, que no en sus ricos palacios sojuzgada e catiua. CELESTINA.- En tu seso has estado, bien sabes lo que hazes. Que los sabios dizen: que vale más [45] vna migaja de pan con paz, que toda la casa llena de viandas con renzilla. Mas agora cesse esta razón, que entra Lucrecia. LUCRECIA.- Buena pro os haga, tía e la compañía. Dios bendiga tanta gente e tan honrrada. CELESTINA.- ¿Tanta, hija? ¿Por mucha has esta? Bien parece que no me conosciste en mi prosperidad, oy ha veynte años. ¡Ay, quien me vido e quien me vee agora, no sé cómo no quiebra su coraçón de dolor! Yo vi, mi amor a esta mesa, donde agora están tus primas assentadas, nueue moças de tus días, que la mayor no passaua de deziocho años e ninguna hauía menor de quatorze. Mundo es, passe, ande su rueda, rodee sus alcaduzes, vnos llenos, otros vazíos. La ley es de fortuna que ninguna cosa en vn ser mucho tiempo permanesce: su orden es mudanças. No puedo dezir sin lágrimas la mucha honrra, que entonces tenía; avnque por mis pecados e mala dicha poco a poco ha venido en [46] diminución. Como declinauan mis días, assí se diminuya e menguaua mi prouecho. Prouerbio es antiguo, que quanto al mundo es o crece o descrece. Todo tiene sus límites, todo tiene sus grados. Mi honrra llegó a la cumbre, según quien yo era: de necessidad es que desmengüe e abaxe. Cerca ando de mi fin. En esto veo que me queda poca vida. Pero bien sé que sobí para decender, florescí para secarme, gozé para entristecerme, nascí para biuir, biuí para crecer, crecí para enuejecer, enuejecí para morirme. E pues esto antes de agora me consta, sofriré con menos pena mi mal; avnque del todo no pueda despedir el sentimiento, como sea de carne sentible formada. LUCRECIA.- Trabajo tenías, madre, con tantas moças, que es ganado muy trabajoso de guardar. CELESTINA.- ¿Trabajo, mi amor? Antes descanso e aliuio. Todas me obesdecían, todas me honrrauan, de todas era acatada, ninguna salía de mi querer, lo que yo dezía era lo bueno, a cada qual daua su cobro. No escogían más de lo que yo les mandaua: coxo o tuerto o manco, aquel hauían por sano, que más dinero me daua. Mío era el prouecho, suyo el afán. Pues seruidores, [47] ¿no tenía por su causa dellas? Caualleros viejos e moços, abades de todas dignidades, desde obispos hasta sacristanes. En entrando por la yglesia, vía derrocar bonetes en mi honor, como si yo fuera vna duquesa. El que menos auía que negociar comigo, por más ruyn se tenía De media legua que me viessen, dexauan las Horas. Vno a vno, dos a dos, venían a donde yo estaua, a uer si mandaua algo, a preguntarme cada vno por la suya. Que hombre havía, que estando diziendo missa, en viéndome entrar, se turbaua, que no fazía ni dezía cosa a derechas. Vnos me llamauan señora, otros tía, otros enamorada, otros vieja honrrada. Allí se concertauan sus venidas a mi casa, allí las ydas a la suya, allí se me ofrecían dineros, allí promesas, allí otras dádiuas, besando el cabo de mi manto e avn algunos en la cara, por me tener más contenta. Agora hame traydo la fortuna a tal estado, que me digas: buena pro hagan las çapatas. SEMPRONIO.- Espantados nos tienes con tales cosas como nos cuentas de essa religiosa gente e benditas coronas. ¡Sí, que no serían todos! [48] CELESTINA.- No, hijo, ni Dios lo mande que yo tal cosa leuante. Que muchos viejos deuotos hauía con quien yo poco medraua e avn que no me podían ver; pero creo que de embidia de los otros que me hablauan. Como la clerezía era grande, hauía de todos: vnos muy castos, otros que tenían cargo de mantener a las de mi oficio. E avn todavía creo que no faltan. E embiauan sus escuderos e moços a que me acompañassen e, apenas era llegada a mi casa, quando entrauan por mi puerta muchos pollos e gallinas, ansarones, anadones, perdizes, tórtolas, perniles de tocino, tortas de trigo, lechones. Cada qual, como lo recebía de aquellos diezmos de Dios, assí lo venían luego a registrar, para que comiese yo e aquellas sus deuotas. ¿Pues, vino? ¿No me sobraua de lo mejor que se beuía en la ciudad, venido de diuersas partes, de Monuiedro, de Luque, de Toro, de Madrigal, de Sant Martín e de otros muchos lugares, e tantos que, avnque tengo la diferencia de los gustos e sabor en la boca, no tengo la diuersidad de sus tierras en la memoria. Que harto es que vna vieja, como yo, en oliendo qualquiera vino, diga de donde es. Pues otros curas sin renta, no era [49] ofrecido el bodigo, quando, en besando el filigrés la estola, era del primero boleo en mi casa. Espessos, como piedras a tablado, entrauan mochachos cargados de prouisiones por mi puerta. No sé cómo puedo viuir, cayendo de tal estado. AREUSA.- Por Dios, pues somos venidas a hauer plazer, no llores, madre, ni te fatigues: que Dios lo remediará todo. [50] Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com CELESTINA.- Harto tengo, hija, que llorar, acordándome de tan alegre tiempo e tal vida como yo tenía, e quan seruida era de todo el mundo. Que jamás houo fruta nueua, de que yo primero no gozasse, que otros supiessen si era nascida. En mi casa se hauía de hallar, si para alguna preñada se buscasse. SEMPRONIO.- Madre, ningund prouecho trae la memoria del buen tiempo, si cobrar no se puede; antes tristeza. Como a ti agora, que nos has sacado el plazer d'entre las manos. Álcese la mesa. Yrnos hemos a holgar e tú darás respuesta a essa donzella, que aquí es venida. CELESTINA.- Hija Lucrecia, dexadas estas razones, querría que me dixiesses a qué fue agora tu buena venida. LUCRECIA.- Por cierto, ya se me hauía oluidado mi principal demanda e mensaje con la memoria de esse tan alegre tiempo como has contado e assí me estuuiera vn año sin comer, escuchándote e pensando en aquella vida buena, que aquellas moças gozarían, que me parece e semeja que estó yo agora en ella. Mi venida, señora, es lo que tú sabrás: pedirte el ceñidero e, demás desto, te ruega mi señora sea de ti visitada e muy presto, porque se siente muy fatigada de desmayos e de dolor del coraçón. [51] CELESTINA.- Hija, destos dolorcillos tales, más es el ruydo que las nuezes. Marauillada estoy sentirse del coraçón muger tan moça. LUCRECIA.- ¡Assí te arrastren, traydora! ¿Tú no sabes qué es? Haze la vieja falsa sus hechizos e vasse; después házese de nueuas. CELESTINA.- ¿Qué dizes, hija? LUCRECIA.- Madre, que vamos presto e me des el cordón. CELESTINA.- Vamos, que yo le lleuo. [53] El décimo aucto ARGUMENTO DEL DÉCIMO AUTO Mientra andan Celestina e Lucrecia por el camino, está hablando Melibea consigo misma, Llegan a la puerta. Entra Lucrecia primero. Haze entrar a Celestina. Melibea, después de muchas razones, descubre a Celestina arder en amor de Calisto. Veen venir a Alisa, madre de Melibea. Despídense d' en vno. Pregunta Alisa a Melibea de los negocios de Celestina, defendiéndole su mucha conuersación. MELIBEA, CELESTINA, LUCRECIA, ALISA. MELIBEA.- ¡O lastimada de mí! ¡O malproueyda donzella! ¿E no me fuera mejor conceder su petición e demanda ayer a Celestina, quando de parte de aquel señor, cuya vista me catiuó, me fue rogado, e contentarle a él e sanar a mí, que no venir por fuerça a descobrir mi llaga, quando no me sea agradecido, quando ya, desconfiando de mi buena respuesta, aya puesto sus ojos en amor de otra? ¡Quanta más ventaja touiera mi prometimiento rogado, que mi [54] ofrecimiento forçoso! ¡O mi fiel criada Lucrecia! ¿Qué dirás de mí?, ¿qué pensarás de mi seso, quando me veas publicar lo que a ti jamás he quesido descobrir? ¡Cómo te espantarás del rompimiento de mi honestidad e vergüença, que siempre como encerrada donzella acostumbré tener! No sé si aurás barruntado de dónde proceda mi dolor. ¡O, si ya veniesses con aquella medianera de mi salud! ¡O soberano Dios! A ti, que todos los atribulados llaman, los apassionados piden remedio, los llagados medicina; a ti que los cielos, mar e tierra con los infernales centros obedecen; a ti, el qual todas las cosas a los hombres sojuzgaste, humilmente suplico des a mi herido coraçón sofrimiento e paciencia, con que mi terrible passión pueda dissimular. No se desdore aquella hoja de castidad, que tengo assentada sobre este amoroso desseo, publicando ser otro mi dolor, que no el que me atormenta. Pero, ¿cómo lo podré hazer, lastimándome tan cruelmente el ponçoñoso bocado, que la vista de su presencia de aquel cauallero me dio? ¡O género femíneo, encogido e frágile! ¿Por qué no fue también a las hembras concedido poder descobrir su congoxoso e ardiente amor, como a los varones? Que ni Calisto biuiera quexoso ni yo penada. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com MELIBEA.- ¿Cómo se llama? CELESTINA.- No te lo oso dezir. MELIBEA.- Di, no temas. CELESTINA.- ¡Calisto! ¡O por Dios, señora Melibea!, ¿qué poco esfuerço es este? ¿Qué descaescimiento? ¡O mezquina yo! ¡Alça la cabeça! ¡O malauenturada vieja! ¡En esto han de parar mis passos! Si muere, matarme han; avnque biua, seré sentida, que ya no podrá sofrirse de no publicar su mal e mi cura. Señora mía Melibea, ángel mío, ¿qué has sentido? ¿Qué es de tu habla graciosa? ¿Qué es de tu color alegre? Abre tus claros ojos. ¡Lucrecia! ¡Lucrecia!, ¡entra presto acá!, verás amortescida a tu señora [64] entre mis manos. Baxa presto por vn jarro de agua. MELIBEA.- Passo, passo, que yo me esforçaré. No escandalizes la casa. CELESTINA.- ¡O cuytada de mí! No te descaezcas, señora, háblame como sueles. MELIBEA.- E muy mejor. Calla, no me fatigues. CELESTINA.- ¿Pues qué me mandas que faga, perla graciosa? ¿Qué ha sido este tu sentimiento? Creo que se van quebrando mis puntos. MELIBEA.- Quebróse mi honestidad, quebróse mi empacho, afloxó mi mucha vergüença, e como muy naturales, como muy domésticos, no pudieron tan liuianamente despedirse de mi cara, que no lleuassen consigo su color por algún poco de espacio, mi fuerça, mi lengua e gran parte de mi sentido. ¡O!, pues ya, mi buena maestra, mi fiel secretaria, lo que tú tan abiertamente conoces, en vano trabajo por te lo encubrir. Muchos e muchos días son passados que esse noble cauallero me habló en amor. Tanto me fue entonces su habla enojosa, quanto, después que tú me le tornaste a nombrar, alegre. Cerrado han tus puntos mi llaga, venida soy en tu querer. En mi cordón le lleuaste embuelta la posesión de mi libertad. Su dolor de muelas era mi mayor tormento, su pena era la mayor mía. Alabo e loo tu buen sofrimiento, tu [65] cuerda osadía, tu liberal trabajo, tus solícitos e fieles passos, tu agradable habla, tu buen saber, tu demasiada solicitud, tu prouechosa importunidad. Mucho te deue esse señor e más yo, que jamás pudieron mis reproches aflacar tu esfuerço e perseverar, confiando en tu mucha astucia. Antes, como fiel seruidora, quando más denostada, más diligente; quando más disfauor, más esfuerço; quando peor respuesta, mejor cara; quando yo más ayrada, tú más humilde. Pospuesto todo temor, has sacado de mi pecho lo que jamás a ti ni a otro pensé descobrir. CELESTINA.- Amiga e señora mía, no te marauilles, porque estos fines con efecto me dan osadía a sofrir los ásperos e escrupulosos desuíos de las encerradas donzellas como tú. Verdad es que ante que me determinasse, assí por el camino, como en tu casa, estuue en grandes dubdas, si te descobriría mi petición. Visto el gran poder de tu padre, temía; mirando la gentileza de Calisto, osaua; vista tu discreción, me recelaua; mirando tu virtud e humanidad, me esforçaua. En lo vno fablaua el miedo e en lo otro la seguridad. E pues assí, señora, has quesido descubrir la gran merced, que nos has hecho, declara tu voluntad, echa tus secretos en [66] mi regaço, pon en mis manos el concierto deste concierto. Yo daré forma cómo tu desseo e el de Calisto sean en breue complidos. MELIBEA.- ¡O mi Calisto e mi señor! ¡Mi dulce e suaue alegría! Si tu coraçón siente lo que agora el mío, marauillada estoy cómo la absencia te consiente viuir. ¡O mi madre e mi señora!, haz de manera cómo luego le pueda ver, si mi vida quieres. CELESTINA.- Ver e hablar. MELIBEA.- ¿Hablar? Es impossible. CELESTINA.- Ninguna cosa a los hombres, que quieren hazerla, es impossible. MELIBEA.- Dime cómo. CELESTINA.- Yo lo tengo pensado, yo te lo diré: por entre las puertas de tu casa. MELIBEA.- ¿Quándo? CELESTINA.- Esta noche. MELIBEA.- Gloriosa me serás, si lo ordenas. Di a qué hora. CELESTINA.- A las doze. MELIBEA.- Pues ve, mi señora, mi leal amiga, e fabla con aquel señor e que venga muy paso e d'allí se dará concierto, según su voluntad, a la hora que has ordenado. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com CELESTINA.- Adiós, que viene hazia acá tu madre. MELIBEA.- Amiga Lucrecia e mi leal criada e [67] fiel secretaria, ya has visto cómo no ha sido más en mi mano. Catiuóme el amor de aquel cauallero. Ruégote, por Dios, se cubra con secreto sello, porque yo goze de tan suaue amor. Tú serás de mi tenida en aquel lugar, que merece tu fiel seruicio. LUCRECIA.- Señora, mucho antes de agora tengo sentida tu llaga e calado tu desseo. Hame fuertemente dolido tu perdición. Quanto más tú me querías encobrir y celar el fuego, que te quemaua, tanto más sus llamas se manifestauan en la color de tu cara, en el poco sossiego del coraçón, en el meneo de tus miembros, en comer sin gana, en el no dormir. Assí que contino te se cayan, como de entre las manos, señales muy claras de pena. Pero como en los tiempos que la voluntad reyna en los señores o desmedido apetito, cumple a los seruidores obedecer con diligencia corporal e no con artificiales consejos de lengua, sufría con pena, callaua con temor, encobría con fieldad; de manera que fuera mejor el áspero consejo, que la blanda lisonja. Pero, pues ya no tiene tu merced otro medio, sino morir o amar, mucha razón es que se escoja por mejor aquello que en sí lo es. [68] ALISA.- ¿En qué andas acá, vezina, cada día? CELESTINA.- Señora, faltó ayer vn poco de hilado al peso e vínelo a cumplir, porque di mi palabra e, traydo, voyme. Quede Dios contigo. ALISA.- E contigo vaya. ALISA.- Hija Melibea, ¿qué quería la vieja? MELIBEA.- Venderme vn poquito de solimán. ALISA.- Esso creo yo más, que lo que la vieja ruyn dixo. Pensó que recibiría yo pena dello e mintiome. Guarte, hija, della, que es gran traydora. Que el sotil ladrón siempre rodea las ricas moradas. Sabe esta con sus trayciones, con sus falsas mercadurías, mudar los propósitos castos. Daña la fama. A tres vezes, que entra en vna casa, engendra sospecha. LUCRECIA. (Aparte).- Tarde acuerda nuestra ama. ALISA.- Por amor mío, hija, que si acá tornare sin verla yo, que no ayas por bien su venida ni la recibas con plazer. Halle en ti onestidad en tu respuesta e jamás boluerá. Que la verdadera virtud más se teme, que espada. MELIBEA.- ¿Dessas es? ¡Nunca más! Bien huelgo, señora, de ser auisada, por saber de quien me tengo de guardar. [69] El aucto onzeno ARGUMENTO DEL ONZENO AUTO Despedida Celestina de Melibea, va por la calle sola hablando. Vee a Sempronio e a Pármeno que van a la Magdalena por su señor. Sempronio habla con Calisto, Sobreuiene Celestina. Van a casa de Calisto. Declárale Celestina su mensaje e negocio recaudado con Melibea. Mientra ellos en estas razones están, Pármeno e Sempronio entre sí hablan. Despídese Celestina de Calisto, va para su casa, llama a la puerta. Elicia le viene a abrir. Cenan e vanse a dormir. CALISTO, CELESTINA, PÁRMENO, SEMPRONIO, ELICIA. CELESTINA.- ¡Ay Dios, si llegasse a mi casa con mi mucha alegría acuestas! A Pármeno e a Sempronio veo yr a la Magdalena. Tras ellos me voy e, si ay no estouiere Calisto, passaremos a su casa a pedirle las albricias de su gran gozo. SEMPRONIO.- Señor, mira que tu estada es dar a todo el mundo que dezir. Por Dios, que huygas de ser traydo en lenguas, que al muy deuoto llaman ypócrita. ¿Qué dirán sino que andas royendo [70] los sanctos? Si passión tienes, súfrela en tu casa; no te sienta la tierra. No descubras tu pena a los estraños, pues está en manos el pandero que lo sabrá bien tañer. CALISTO.- ¿En qué manos? Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com SEMPRONIO.- De Celestina. CELESTINA.- ¿Qué nombrays a Celestina? ¿Qué dezís desta esclaua de Calisto? Toda la calle del Arcidiano vengo a más andar tras vosotros por alcançaros e jamás he podido con mis luengas haldas. CALISTO.- ¡O joya del mundo, acorro de mis passiones, espejo de mi vista! El coraçón se me alegra en ver essa honrrada presencia, essa noble senetud. Dime, ¿con qué vienes? ¿Qué nueuas traes, que te veo alegre e no sé en qué está mi vida? CELESTINA.- En mi lengua. CALISTO.- ¿Qué dizes, gloria e descanso mío? Declárame más lo dicho. CELESTINA.- Salgamos, señor, de la yglesia e de aquí a casa te contaré algo con que te alegres de verdad. PÁRMENO.- Buena viene la vieja, hermano: recabdado deue hauer. SEMPRONIO.- Escúchala. [71] CELESTINA.- Todo este día, señor, he trabajado en tu negocio e he dexado perder otros en que harto me yua. Muchos tengo quexosos por tenerte a ti contento. Más he dexado de ganar que piensas. Pero todo vaya en buena hora, pues tan buen recabdo traygo, que te traygo muchas buenas palabras de Melibea e la dexo a tu servicio. CALISTO.- ¿Qué es esto que oygo? CELESTINA.- Que es más tuya, que de sí misma; más está a tu mandato e querer, que de su padre Pleberio. CALISTO.- Habla cortés, madre, no digas tal cosa, que dirán estos moços que estás loca. Melibea es mi señora, Melibea es mi Dios, Melibea es mi vida; yo su catiuo, yo su sieruo. SEMPRONIO.- Con tu desconfiança, señor, con tu poco preciarte, con tenerte en poco, hablas essas cosas con que atajas su razón. A todo el mundo turbas diziendo desconciertos. ¿De qué te santiguas? Dale algo por su trabajo: harás mejor, que esso esperan essas palabras. CALISTO.- Bien has dicho. Madre mía, yo sé cierto que jamás ygualará tu trabajo e mi liuiano gualardón. En lugar de manto e saya, porque [72] no se dé parte a oficiales, toma esta cadenilla, ponla al cuello e procede en tu razón e mi alegría. PÁRMENO.- ¿Cadenilla la llama? ¿No lo oyes, Sempronio? No estima el gasto. Pues yo te certifico no diesse mi parte por medio marco de oro, por mal que la vieja lo reparta. SEMPRONIO.- Oyrte ha nuestro amo, ternemos en él que amansar y en ti que sanar, según está inchado de tu mucho murmurar. Por mi amor, hermano, que oygas e calles, que por esso te dio Dios dos oydos e vna lengua sola. PÁRMENO.- ¡Oyrá el diablo! Está colgado de la boca de la vieja, sordo e mudo e ciego, hecho personaje sin son, que, avnque le diésemos higas, diría que alçauamos las manos a Dios, rogando por buen fin de sus amores. [73] SEMPRONIO.- Calla, oye, escucha bien a Celestina. En mi alma, todo lo merece e más que le diese. Mucho dize. CELESTINA.- Señor Calisto, para tan flaca vieja como yo, de mucha franqueza vsaste. Pero, como todo don o dádiua se juzgue grande o chica respecto del que lo da, no quiero traer a consequencia mi poca merecer; ante quien sobra en qualidad e en quantidad. Mas medirse ha con tu magnificencia, ante quien no es nada. En pago de la qual te restituyo tu salud, que yua perdida; tu coraçón, que te faltaua; tu seso, que se alteraua. Melibea pena por ti más que tú por ella, Melibea te ama e dessea ver, Melibea piensa más horas en tu persona que en la suya, Melibea se llama tuya e esto tiene por título de libertad e con esto amansa el fuego, que más que a ti la quema. CALISTO.- ¿Moços, estó yo aquí? ¿Moços, oygo yo esto? Moços, mirá si estoy despierto. ¿Es de día o de noche? ¡O señor Dios, padre celestial! ¡Ruégote que esto no sea sueño! ¡Despierto, pues, estoy! Si burlas, señora, de mí por me pagar en palabras, no temas, di verdad, que para lo que tú de mí has recebido, más merecen tus passos. [74] CELESTINA.- Nunca el coraçón lastimado de deseo toma la buena nueua por cierta ni la mala por dudosa; pero, si burlo o si no, verlo has yendo esta noche, según el concierto dexo con ella, a su casa, en dando el relox doze, a la hablar por entre las puertas. De cuya boca sabrás más por entero mi solicitud e su desseo e el amor que te tiene e quién lo ha causado. CALISTO.- Ya, ya, ¿tal cosa espero? ¿Tal cosa es possible hauer de passar por mí? Muerto soy de aquí allá, no soy capaz de tanta gloria, no merecedor de tan gran merced, no digno de fablar con tal señora de su voluntad e grado. CELESTINA.- Siempre lo oy dezir, que es más difícile de sofrir la próspera fortuna, que la aduersa: que la vna no tiene sosiego e la otra tiene consuelo. ¿Cómo, señor Calisto, e no mirarías quién tú eres? ¿No mirarías el tiempo, que has gastado en Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com CALISTO.- ¡O qué bien has dicho! La vida me has dado con tu sotil auiso, pues no era más menester para me lleuar muerto a casa, que boluerse ella por mi mala prouidencia. Yo me llego allá; quedaos vosotros en esse lugar. PÁRMENO.- ¿Qué te paresce, Sempronio, cómo el necio de nuestro amo pensaua tomarme por broquel, para el encuentro del primer peligro? ¿Qué sé yo quién está tras las puertas cerradas? ¿Qué sé yo si ay alguna trayción? ¿Qué sé yo si Melibea anda porque le pague nuestro amo su mucho atreuimiento desta manera? E más, avn no somos muy ciertos dezir verdad la vieja. No sepas fablar, Pármeno: ¡sacarte han el alma, sin saber quién! No seas lisonjero, como tu amo quiere e jamás llorarás duelos agenos. No tomes en lo que te cumple el consejo de Celestina e hallarte as ascuras. Andate ay con tus consejos e amonestaciones fieles: ¡darte han de palos! No bueluas la hoja e quedarte has a [85] buenas noches. Quiero hazer cuenta que hoy me nascí, pues de tal peligro me escapé. SEMPRONIO.- Passo, passo, Pármeno. No saltes ni hagas esse bollicio de plazer, que darás causa que seas sentido. PÁRMENO.- Calla, hermano, que no me hallo de alegría. ¡Cómo le hize creer que por lo que a él cumplía dexaua de yr e era por mi seguridad! ¿Quién supiera assí rodear su prouecho, como yo? Muchas cosas me verás hazer, si estás d' aquí adelante atento, que no las sientan todas personas, assí con Calisto como con quantos en este negocio suyo se entremetieren. Porque soy cierto que esta donzella ha de ser para él ceuo de anzuelo o carne de buytrera, que suelen pagar bien el escote los que a comerla vienen. SEMPRONIO.- Anda, no te penen a ti essas sospechas, avnque salgan verdaderas. Apercíbete: a la primera boz que oyeres, tomar calças de Villadiego. [86] PÁRMENO.- Leydo has donde yo: en vn coraçón estamos. Calças traygo e avn borzeguíes de essos ligeros que tú dizes, para mejor huyr que otro. Plázeme que me has, hermano, auisado de lo que yo no hiziera de vergüença de ti. Que nuestro amo, si es sentido, no temo que se escapará de manos desta gente de Pleberio, para podernos después demandar cómo lo hezimos e incusarnos el huyr. [87] SEMPRONIO.- ¡O Pármeno amigo! ¡Quán alegre e prouechosa es la conformidad en los compañeros! Avnque por otra cosa no nos fuera buena Celestina, era harta la vtilidad, que por su causa nos ha venido. PÁRMENO.- Ninguno podrá negar lo que por sí se muestra. Manifiesto es que con vergüença el vno del otro, por no ser odiosamente acusado de couarde, esperáramos aquí la muerte con nuestro amo, no siendo más de él merecedor della. SEMPRONIO.- Salido deue auer Melibea. Escucha, que hablan quedito. PÁRMENO.- ¡O cómo temo que no sea ella, sino alguno que finja su voz! SEMPRONIO.- Dios nos libre de traydores, no nos ayan tomado la calle por do tenemos de huyr; que de otra cosa no tengo temor. CALISTO.- Este bullicio más de vna persona lo haze. Quiero hablar, sea quien fuere. ¡Ce, señora mía! LUCRECIA.- La voz de Calisto es ésta. Quiero llegar. ¿Quién habla? ¿Quién está fuera? CALISTO.- Aquel que viene a cumplir tu mandado. [88] LUCRECIA.- ¿Por qué no llegas, señora? Llega sin temor acá, que aquel cauallero está aquí. MELIBEA.- ¡Loca, habla passo! Mira bien si es él. LUCRECIA.- Allégate, señora, que sí es, que yo le conozco en la voz. CALISTO.- Cierto soy burlado: no era Melibea la que me habló. ¡Bullicio oygo, perdido soy! Pues viua o muera, que no he de yr de aquí. MELIBEA.- Vete, Lucrecia, acostar vn poco. ¡Ce, señor! ¿Cómo es tu nombre? ¿Quién es el que te mandó ay venir? CALISTO.- Es la que tiene merecimiento de mandar a todo el mundo, la que dignamente seruir yo no merezco. No tema tu merced de se descobrir a este catiuo de tu gentileza: que el dulce sonido de tu habla, que jamás de mis oydos se cae, me certifica ser tú mi señora Melibea. Yo soy tu sieruo Calisto. MELIBEA.- La sobrada osadía de tus mensajes me ha forçado a hauerte de hablar, señor Calisto. Que hauiendo hauido de mí la passada respuesta a tus razones, no sé qué piensas más sacar de mi amor, de lo que entonces te mostré. Desuía estos vanos e locos pensamientos de ti, porque mi honrra e persona estén sin detrimento de mala sospecha seguras. A esto fue aquí mi venida, a dar concierto en tu despedida [89] e mi reposo. No quieras poner mi fama en la balança de las lenguas maldezientes. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com CALISTO.- A los coraçones aparejados con apercibimiento rezio contra las aduersidades ninguna puede venir, que passe de claro en claro la fuerça de su muro. Pero el triste que, desarmado e sin proueer los engaños e celadas, se vino a meter por las puertas de tu seguridad, qualquiera cosa, que en contrario vea, es razón que me atormente e passe rompiendo todos los almazenes en que la dulze nueua estaua aposentada. ¡O malauenturado Calisto! ¡O quan burlado has sido de tus siruientes! ¡O engañosa muger Celestina! ¡Dejárasme acabar de morir e no tornaras a viuificar mi esperança, para que tuuiese más que gastar el fuego que ya me aquexa! ¿Por qué falsaste la palabra desta mi señora? ¿Por qué has assí dado con tu lengua causa a mi desesperación? ¿A qué me mandaste aquí venir, para que me fuese mostrado el disfauor, el entredicho, la desconfiança, el odio, por la mesma boca desta que tiene las llaues de mi perdición e gloria? ¡O enemiga! ¿E tú [90] no me dixiste que esta mi señora me era fauorable? ¿No me dixiste que de su grado mandaua venir este su catiuo al presente lugar, no para me desterrar nueuamente de su presencia, pero para alçar el destierro, ya por otro su mandamiento puesto ante de agora? ¿En quién fallaré yo fe? ¿Adónde ay verdad? ¿Quién carece de engaño? ¿Adónde no moran falsarios? ¿Quién es claro enemigo? ¿Quién es verdadero amigo? ¿Dónde no se fabrican trayciones? ¿Quién osó darme tan cruda esperança de perdición? MELIBEA.- Cesen, señor mío, tus verdaderas querellas: que ni mi coraçón basta para lo sofrir ni mis ojos para lo dissimular. Tú lloras de tristeza, juzgándome cruel; yo lloro de plazer, viéndote tan fiel. ¡O mi señor e mi bien todo! ¡Quánto más alegre me fuera poder ver tu haz, que oyr tu voz! Pero, pues no se puede al presente más fazer, toma la firma e sello de las razones, que te embié escritas en la lengua de aquella solícita mensajera. Todo lo que te dixo confirmo, todo lo he por bueno. Limpia, señor, tus ojos, ordena de mí a tu voluntad. CALISTO.- ¡O señora mía, esperança de mi gloria, descanso e aliuio de mi pena, alegría de mi coraçón! ¿Qué lengua será bastante para te dar yguales gracias a la sobrada e incomparable [91] merced, que en este punto, de tanta congoxa para mí, me has quesido hazer en querer que vn tan flaco e indigno hombre pueda gozar de tu suauíssimo amor? Del qual, avnque muy desseoso, siempre me juzgaua indigno, mirando tu grandeza, considerando tu estado, remirando tu perfeción, contemplando tu gentileza, acatando mi poco merescer e tu alto merescimiento, tus estremadas gracias, tus loadas e manifiestas virtudes. Pues, ¡o alto Dios!, ¿cómo te podré ser ingrato, que tan milagrosamente has obrado comigo tus singulares marauillas? ¡O quántos días antes de agora passados me fue venido este pensamiento a mi coraçón e por impossible le rechaçaua de mi memoria, hasta que ya los rayos ylustrantes de tu muy claro gesto dieron luz en mis ojos, encendieron mi coraçón, despertaron mi lengua, estendieron mi merecer, acortaron mi couardía, destorcieron mi encogimiento, doblaron mis fuerças, desadormescieron mis pies e manos, finalmente, me dieron tal osadía, que me han traydo con su mucho poder a este sublimado estado en que agora me veo, oyendo de grado tu suaue voz. La qual, si ante de agora no conociese e no sintiesse tus saludables olores, no podría creer que careciessen de engaño tus palabras. Pero, como soy cierto de tu limpieza de sangre e fechos, [92] me estoy remirando si soy yo Calisto, a quien tanto bien se le haze. MELIBEA.- Señor Calisto, tu mucho merecer, tus estremadas gracias, tu alto nascimiento han obrado que, después que de ti houe entera noticia, ningún momento de mi coraçón te partiesses. E avnque muchos días he pugnado por lo dissimular, no he podido tanto, que, en tornándome aquella muger tu dulce nombre a la memoria, no descubriesse mi desseo e viniesse a este lugar e tiempo, donde te suplico ordenes e dispongas de mi persona segund querrás. Las puertas impiden nuestro gozo, las quales yo maldigo e sus fuertes cerrojos e mis flacas fuerças, que ni tú estarías quexoso ni yo descontenta. CALISTO.- ¿Cómo, señora mía, e mandas que consienta a vn palo impedir nuestro gozo? Nunca yo pensé que demás de tu voluntad lo pudiera cosa estoruar. ¡O molestas e enojosas puertas! Ruego a Dios que tal huego os abrase, como a mí da guerra: que con la tercia parte seríades en vn punto quemadas. Pues, por Dios, señora mía, permite que llame a mis criados para que las quiebren. PÁRMENO.- ¿No oyes, no oyes, Sempronio? A [93] buscarnos quiere venir para que nos den mal año. No me agrada cosa esta venida. ¡En mal punto creo que se empeçaron estos amores! Yo no espero más aquí. SEMPRONIO.- Calla, calla, escucha, que ella no consiente que vamos allá. MELIBEA.- ¿Quieres, amor mío, perderme a mí e dañar mi fama? No sueltes las riendas a la voluntad. La esperança es cierta, el tiempo breue, quanto tú ordenares. E pues tú sientes tu pena senzilla e yo la de entramos, tu solo dolor, yo el tuyo e el mío, conténtate con venir mañana a esta hora por las paredes de mi huerto. Que si agora quebrasses las crueles puertas, avnque al presente no fuessemos sentidos, amanescería en casa de mi padre terrible sospecha de mi yerro. E pues sabes que tanto mayor es el yerro, quanto mayor es el que yerra, en vn punto será por la cibdad publicado. SEMPRONIO.- ¡Enoramala acá esta noche venimos! Aquí nos ha de amanescer, según el espacio, que nuestro amo lo toma. Que, avnque más la dicha nos ayude, nos han en tanto tiempo de sentir de su casa o vezinos. [94] PÁRMENO.- Ya ha dos horas, que te requiero que nos vamos, que no faltará vn achaque. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com CALISTO.- ¡O mi señora e mi bien todo! ¿Por qué llamas yerro aquello, que por los sanctos de Dios me fue concedido? Rezando oy ante el altar de la Madalena, me vino con tu mensaje alegre aquella solícita muger. PÁRMENO.- ¡Desuariar, Calisto, desuariar! Por fe tengo, hermano, que no es cristiano. Lo que la vieja traydora con sus pestíferos hechizos ha rodeado e fecho dize que los sanctos de Dios se lo han concedido e impetrado. E con esta confiança quiere quebrar las puertas. E no haurá dado el primer golpe, quando sea sentido e tomada por los criados de su padre, que duermen cerca. SEMPRONIO.- Ya no temas, Pármeno, que harto desuiados estamos. En sintiendo bullicio, el buen huyr nos ha de valer. Déxale hazer, que si mal hiziere, él lo pagará. PÁRMENO.- Bien hablas, en mi coraçón estás. Assí se haga. Huygamos la muerte, que somos moços. Que no querer morir ni matar no es couardía, sino buen natural. Estos escuderos de Pleberio son locos: no desean tanto comer ni dormir, como questiones e ruydos. Pues más locura sería esperar pelea con enemigo, que no ama tanto la vitoria e vencimiento, como la continua [95] guerra e contienda. ¡O si me viesses, hermano, como estó, plazer haurías! A medio lado, abiertas las piernas, el pie ysquierdo adelante puesto en huyda, las faldas en la cinta, la adarga arrollada e so el sobaco, porque no me empache. ¡Que, por Dios, que creo corriesse como vn gamo, según el temor tengo d' estar aquí. SEMPRONIO.- Mejor estó yo, que tengo liado el broquel e el espada con las correas, porque no se me caygan al correr, e el caxquete en la capilla. PÁRMENO.- ¿E las piedras, que trayas en ella? SEMPRONIO.- Todas las vertí por yr más liuiano. Que harto tengo que lleuar en estas coraças, que me hiziste vestir por importunidad; que bien las rehusaua de traer, porque me parescían para huyr muy pesadas. ¡Escucha, escucha! ¿Oyes, Pármeno? ¡A malas andan! ¡Muertos somos! Bota presto, echa hazia casa de Celestina, no nos atajen por nuestra casa. PÁRMENO.- Huye, huye, que corres poco. ¡O pecador de mí!, si nos han de alcançar, dexa broquel e todo. [96] SEMPRONIO.- ¿Si han muerto ya a nuestro amo? PÁRMENO.- No sé, no me digas nada; corre e calla, que el menor cuydado mio es esse. SEMPRONIO.- ¡Ce!, ¡ce! ¡Pármeno! Torna, torna callando, que no es sino la gente del aguazil, que passaua haziendo estruendo por la otra calle. PÁRMENO.- Míralo bien. No te fíes en los ojos, que se antoja muchas veces vno por otro. No me auían dexado gota de sangre. Tragada tenía ya la muerte, que me parescía que me yuan dando en estas espaldas golpes. En mi vida me acuerdo hauer tan gran temor ni verme en tal afrenta, avnque he andado por casas agenas harto tiempo e en lugares de harto trabajo. Que nueue años seruí a los frayles de Guadalupe, que mill vezes nos apuñeauamos yo e otros. Pero nunca como esta vez houe miedo de morir. SEMPRONIO.- ¿E yo no seruí al cura de Sant Miguel e al mesonero de la plaça e a Mollejar, el ortelano? E también yo tenía mis questiones con los que tirauan piedras a los páxaros, que assentauan en vn álamo grande que tenía, porque dañauan la ortaliza. Pero guárdete Dios de verte con armas, que aquel es el verdadero temor. No en balde dizen: cargado de hierro e cargado [97] de miedo. Buelue, buelue, que el aguazil es, cierto. MELIBEA.- Señor Calisto, ¿qué es esso que en la calle suena? Parescen vozes de gente, que van en huyda. Por Dios, mírate, que estás a peligro. CALISTO.- Señora, no temas, que a buen seguro vengo. Los míos deuen de ser, que son unos locos e desarman a quantos passan e huyríales alguno. MELIBEA.- ¿Son muchos los que traes? CALISTO.- No, sino dos; pero, avnque sean seys sus contrarios, no recebirán mucha pena para les quitar las armas e hazerlos huyr, según su esfuerço. Escogidos son, señora, que no vengo a lumbre de pajas. Si no fuesse por lo que a tu honrra toca, pedaços harían estas puertas. E si sentidos fuessemos, a ti e a mí librarían de toda la gente de tu padre. MELIBEA.- ¡O por Dios, no se cometa tal cosa! Pero mucho plazer tengo que de tan fiel gente andas acompañado. Bienempleado es el pan, que tan esforçados siruientes comen. Por mi amor, señor, pues tal gracia la natura les quiso dar, sean de ti bientratados e galardonados, porque en todo te guarden secreto. E quando sus osadías e atreuimientos les corregieres, a bueltas del castigo mezcla fauor. Porque los [98] ánimos esforçados no sean con encogimiento diminutos e yrritados en el osar a sus tiempos. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com aués de pensar, hijos, que todo me cuesta dinero e avn mi saber, que no lo he alcançado holgando. De lo qual fuera buen testigo su madre de Pármeno. Dios aya su alma. Esto trabajé yo; a vosotros se os deue essotro. Esto tengo yo por oficio e trabajo; vosotros por recreación e deleyte. Pues assí, no aués vosotros de auer ygual galardón de holgar, que yo de penar. Pero avn con todo lo que he dicho, no os despidays, si mi cadena parece, de sendos pares de calças de grana, que es el ábito que mejor en los mancebos paresce. E si no, recebid la voluntad, que yo me callaré con mi pérdida. E todo esto, de buen amor, porque holgastes que houiesse yo antes el prouecho destos passos, que no otra. E si no os contentardes, de vuestro daño farés. SEMPRONIO.- No es esta la primera vez que yo he dicho quánto en los viejos reyna este vicio de cobdicia. Quando pobre, franca; quando rica, auarienta. Assí que aquiriendo cresce la cobdicia e la pobreza cobdiciando e ninguna cosa haze pobre al auariento, sino la riqueza. ¡O Dios, e cómo cresce la necessidad con la abundancia! [107] ¡Quién la oyó esta vieja dezir que me lleuasse yo todo el prouecho, si quisiesse, deste negocio, pensando que sería poco! Agora, que lo vee crescido, no quiere dar nada, por complir el refrán de los niños, que dizen: de lo poco, poco; de lo mucho, nada. PÁRMENO.- Déte lo que prometió o tomémosselo todo. Harto te dezía yo quién era esta vieja, si tú me creyeras. CELESTINA.- Si mucho enojo traés con vosotros o con vuestro amo o armas, no lo quebreys en mí. Que bien sé donde nasce esto, bien sé e barrunto de qué pie coxqueays. No cierto de la necessidad, que teneys de lo que pedís, ni avn por la mucha cobdicia, que lo teneys; sino pensando que os he de tener toda vuestra vida atados e catiuos con Elicia e Areusa, sin quereros buscar otras, moueysme estas amenazas de dinero, poneysme estos temores de la partición. Pues callá, que quien estas os supo acarrear, os dará otras diez agora, que ay más conoscimiento e más razón e más merecido de vuestra parte. E si sé complir lo que prometo en este caso, dígalo Pármeno. Dilo, dilo, no ayas empacho de contar cómo nos passó, quando a la otra dolía la madre. [108] SEMPRONIO.- Yo dígole que se vaya y abáxasse las bragas: no ando por lo que piensas. No entremetas burlas a nuestra demanda, que con esse galgo no tomarás, si yo puedo, más liebres. Déxate comigo de razones. A perro viejo no cuz cuz. Danos las dos partes por cuenta de quanto de Calisto has recebido, no quieras que se descubra quién tú eres. A los otros, a los otros, con essos halagos, vieja. CELESTINA.- ¿Quién só yo, Sempronio? ¿Quitásteme de la putería? Calla tu lengua, no amengües mis canas, que soy vna vieja qual Dios me hizo, no peor que todas. Viuo de mi oficio, como cada qual oficial del suyo, muy limpiamente. A quien no me quiere no le busco. De mi casa me vienen a sacar, en mi casa me ruegan. Si bien o mal viuo, Dios es el testigo de mi coraçón. E no pienses con tu yra maltratarme, que justicia ay para todos: a todos es ygual. Tan bien seré oyda, avnque muger, como vosotros, muy peynados. Déxame en mi casa con mi fortuna. [109] E tú, Pármeno, no pienses que soy tu catiua por saber mis secretos e mi passada vida e los casos, que nos acaescieron a mí e a la desdichada de tu madre. E avn assí me trataua ella, quando Dios quería. PÁRMENO.- No me hinches las narizes con essas memorias; si no, embiart'e con nueuas a ella, donde mejor te puedas quexar. CELESTINA.- ¡Elicia! ¡Elicia! Leuántate dessa cama, daca mi manto presto, que por los sanctos de Dios para aquella justicia me vaya bramando como vna loca. ¿Qué es esto? ¿Qué quieren dezir tales amenazas en mi casa? ¿Con una oueja mansa tenés vosotros manos e braueza? ¿Con vna gallina atada? ¿Con una vieja de sesenta años? ¡Allá, allá, con los hombres como vosotros, contra los que ciñen espada, mostrá vuestras yras; no contra mi flaca rueca! Señal es de gran couardía acometer a los menores e a los que poco pueden. Las suzias moxcas nunca pican sino los bueyes magros e flacos, los guzques ladradores a los pobres peregrinos aquexan con [110] mayor ímpetu. Si aquella, que allí está en aquella cama, me ouiesse a mi creydo, jamás quedaría esta casa de noche sin varón ni dormiríemos a lumbre de pajas; pero por aguardarte, por serte fiel, padescemos esta soledad. E como nos veys mugeres, hablays e pedís demasías. Lo qual, si hombre sintiessedes en la posada, no haríades. Que como dizen: el duro aduersario entibia las yras e sañas. SEMPRONIO.- ¡O vieja auarienta, garganta muerta de sed por dinero!, ¿no serás contenta con la tercia parte de lo ganado? CELESTINA.- ¿Qué tercia parte? Vete con Dios de mi casa tú. E essotro no dé vozes, no allegue la vezindad. No me hagays salir de seso. No querays que salgan a plaza las cosas de Calisto e vuestras. SEMPRONIO.- Da bozes o gritos, que tú complirás lo que prometiste o complirán oy tus días. ELICIA.- Mete, por Dios, el espada. Tenle, Pármeno, tenle, no la mate esse desuariado. CELESTINA.- ¡Justicia!, ¡justicia!, ¡señores vezinos! ¡Justicia!, ¡que me matan en mi casa estos rufianes! SEMPRONIO.- ¿Rufianes o qué? Esperá, doña, hechizera, [111] que yo te haré yr al infierno con cartas. CELESTINA.- ¡Ay, que me ha muerto! ¡Ay, ay! ¡Confessión, confessión! Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com PÁRMENO.- Dále, dále, acábala, pues començaste. ¡Que nos sentirán! ¡Muera!, ¡muera! De los enemigos los menos. CELESTINA.- ¡Confessión! ELICIA.- ¡O crueles enemigos! ¡En mal poder os veays! ¡E para quién touistes manos! Muerta es mi madre e mi bien todo. SEMPRONIO.- ¡Huye!, ¡huye! Pármeno, que carga mucha gente. ¡Guarte!, ¡guarte!, que viene el alguazil. PÁRMENO.- ¡O pecador de mí!, que no ay por dó nos vamos, que está tomada la puerta. SEMPRONIO.- Saltemos destas ventanas. No muramos en poder de justicia. PÁRMENO.- Salta, que tras ti voy. [113] Aucto trezeno ARGUMENTO DEL TREZENO AUTO Despertando Calisto de dormir está hablando consigo mismo. Dende vn poco está llamando a Tristán e a otros sus criados. Torna a dormir Calisto. Pónese Tristán a la puerta. Viene Sosia llorando. Preguntado de Tristán, Sosia cuéntale la muerte de Sempronio e Pármeno. Van a dezir las nueuas a Calisto, el qual sabiendo la verdad faze grande lamentación. CALISTO, TRISTÁN, SOSIA. CALISTO.- ¡O cómo he dormido tan a mi plazer, después de aquel açucarado rato, después de aquel angélico razonamiento! Gran reposo he tenido. El sossiego e descanso ¿proceden de mi alegría o causó el trabajo corporal mi mucho dormir o la gloria e plazer del ánimo? E no me marauillo que lo vno e lo otro se juntassen a cerrar los candados de mis ojos, pues trabajé con el cuerpo e persona e holgué con el espíritu [114] e sentido la passada noche. Muy cierto es que la tristeza acarrea pensamiento e el mucho pensar impide el sueño, como a mí estos días es acaescido con la desconfiança, que tenía, de la mayor gloria, que ya poseo. ¡O señora e amor mío, Melibea! ¿Qué piensas agora? ¿Si duermes o estás despierta? ¿Si piensas en mí o en otro? ¿Si estás leuantada o acostada? ¡O dichoso e bienandante Calisto, si verdad es que no ha sido sueño lo pasado! ¿Soñelo o no? ¿Fue fantaseado o passó en verdad? Pues no estuue solo; mis criados me acompañaron. Dos eran. Si ellos dizen que passó en verdad, creerlo he segund derecho. Quiero mandarlos llamar para más firmar mi gozo. ¡Tristanico!, ¡moços!, ¡Tristanico! Leuantate de ay. TRISTÁN.- Señor, leuantado estoy. CALISTO.- Corre, llámame a Sempronio e a Pármeno. TRISTÁN.- Ya voy, señor. CALISTO.- Duerme e descansa, penado, desde agora: pues te ama tu señora de tu grado. [115] Vençe plazer al cuydado e no le vea, pueste ha fecho su priuado Melibea. TRISTÁN.- Señor, no ay ningún moço en casa. CALISTO.- Pues abre essas ventanas, verás qué hora es. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com TRISTÁN.- Señor, bien de día. CALISTO.- Pues tórnalas a cerrar e déxame dormir hasta que sea hora de comer. TRISTÁN.- Quiero baxarme a la puerta, porque duerma mi amo sin que ninguno le inpida e a quantos le buscaren se le negaré. ¡O qué grita suena en el mercado! ¿Qué es esto? Alguna justicia se haze o madrugaron a correr toros. No sé qué me diga de tan grandes vozes como se dan. De allá viene Sosia, el moço d' espuelas. Él me dirá qué es esto. Desgreñado viene el vellaco. En alguna tauerna se deue hauer rebolcado. E si mi amo le cae en el rastro, mandarle ha dar dos mil palos. Que, aynque es algo loco, la pena le hará cuerdo. Parece que viene llorando. ¿Qué es esto, Sosia? ¿Por qué lloras? ¿De dó vienes? SOSIA.- ¡O malauenturado yo e qué pérdida [116] tan grande! ¡O desonrra de la casa de mi amo! ¡O qué mal día amanesció éste! ¡O desdichados mancebos! TRISTÁN.- ¿Qué es? ¿Qué has? ¿Por qué te matas? ¿Qué mal es éste? SOSIA.- Sempronio e Pármeno... TRISTÁN.- ¿Qué dizes, Sempronio e Pármeno? ¿Qué es esto, loco? Aclárate más, que me turbas. SOSIA.- Nuestros compañeros, nuestros hermanos... TRISTÁN.- O tú estás borracho o has perdido el seso o traes alguna mala nueua. ¿No me dirás qué es esto, que dizes, destos moços? SOSIA.- Que quedan degollados en la plaça. TRISTÁN.- ¡O mala fortuna la nuestra, si es verdad! ¿Vístelos cierto o habláronte? SOSIA.- Ya sin sentido yuan; pero el uno con harta difficultad, como me sintió que con lloro le miraua, hincó los ojos en mí, alçando las manos al cielo, quasi dando gracias a Dios e como preguntándome qué sentía de su morir. Y en señal de triste despedida abaxó su cabeça con lágrimas en los ojos, dando bien a entender que no me auía de ver más hasta el día del gran juyzio. TRISTÁN.- No sentiste bien; que sería preguntarte si estaua presente Calisto. E pues tan claras [117] señas traes deste cruel dolor, vamos presto con las tristes nueuas a nuestro amo. SOSIA.- ¡Señor!, ¡señor! CALISTO.- ¿Qué es esso, locos? ¿No os mandé que no me recordásedes? SOSIA.- Recuerda e leuanta, que si tú no buelues por los tuyos, de cayda vamos. Sempronio e Pármeno quedan descabeçados en la plaça, como públicos malhechores, con pregones que manifestauan su delito. CALISTO.- ¡O válasme Dios! ¿E qué es esto que me dizes? No sé si te crea tan acelerada e triste nueua. ¿Vístelos tú? SOSIA.- Yo los vi. CALISTO.- Cata, mira qué dizes, que esta noche han estado comigo. SOSIA.- Pues madrugaron a morir. CALISTO.- ¡O mis leales criados! ¡O mis grandes seruidores! ¡O mis fieles secretarios e consejeros! ¿Puede ser tal cosa verdad? ¡O amenguado Calisto! Desonrrado quedas para toda tu vida. ¿Qué será de ti, muertos tal par de criados? Dime, por Dios, Sosia, ¿qué fue la [118] causa? ¿Qué dezía el pregón? ¿Donde los tomaron? ¿Qué justicia lo hizo? SOSIA.- Señor, la causa de su muerte publicaua el cruel verdugo a vozes, diziendo: Manda la justicia que mueran los violentos matadores. CALISTO.- ¿A quién mataron tan presto? ¿Qué puede ser esto? No ha quatro horas que de mí se despidieron. ¿Cómo se llamaua el muerto? SOSIA.- Señor, vna muger, que se llamaua Celestina. CALISTO.- ¿Qué me dizes? SOSIA.- Esto que oyes. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com fama e dado causa e lugar a quebrantar tu casa! ¡O traydora de mí, cómo no miré [129] primero el gran yerro que seguía de tu entrada, el gran peligro que esperaua! SOSIA.- ¡Ante quisiera yo oyrte esos miraglos! Todas sabes essa oración, después que no puede dexar de ser hecho. ¡E el bouo de Calisto, que se lo escucha! CALISTO.- Ya quiere amanecer. ¿Qué es esto? No me paresce que ha vna hora, que estamos aquí, e da el relox las tres. MELIBEA.- Señor, por Dios, pues ya todo queda por ti, pues ya soy tu dueña, pues ya no puedes negar mi amor, no me niegues tu vista de día, passando por mi puerta; de noche donde tú ordenares. Sea tu venida por este secreto lugar a la mesma ora, porque siempre te espere apercebida del gozo con que quedo, esperando las venideras noches. E por el presente te ve con Dios, que no serás visto, que haze muy [130] escuro, ni yo en casa sentida, que avn no amanesce. CALISTO.- Moços, poné el escala. SOSIA.- Señor, vesla aquí. Baxa. MELIBEA.- Lucrecia, vente acá, que estoy sola. Aquel señor mío es ydo. Comigo dexa su coraçón, consigo lleua el mío. ¿Asnos oydo? LUCRECIA.- No, señora, dormiendo he estado. [131] SOSIA.- Tristán, deuemos yr muy callando, porque suelen leuantarse a esta hora los ricos, los cobdiciosos de temporales bienes, los deuotos de templos, monesterios e yglesias, los enamorados como nuestro amo, los trabajadores de los campos e labranças, e los pastores que en este tiempo traen las ouejas a estos apriscos a ordeñar, e podría ser que cogiessen de pasada alguna razón, por do toda su honrra e la de Melibea se turbasse. TRISTÁN.- ¡O simple rascacauallos! ¡Dizes que callemos e nombras su nombre della! Bueno eres para adalid o para regir gente en tierra de moros de noche. Assí que, prohibiendo, permites; encubriendo, descubres; assegurando, offendes; callando, bozeas e pregonas; preguntando, respondes. Pues tan sotil e discreto eres, ¿no me dirás en qué mes cae Santa María de Agosto, Porque sepamos si ay harta paja en casa que comas ogaño? CALISTO.- Mis cuydados e los de vosotros no son todos vnos. Entrad callando, no nos sientan en casa. Cerrad essa puerta e vamos a reposar, que yo me quiero sobir solo a mi camara. Yo me desarmaré. Id vosotros a vuestras camas. [132] CALISTO.- ¡O mezquino yo!, quanto me es agradable de mi natural la solicitud e silencio e escuridad. No sé si lo causa que me vino a la memoria la trayción, que fize en me despartir de aquella señora, que tanto amo, hasta que más fuera de día, o el dolor de mi deshonrra. ¡Ay, ay!, que esto es. Esta herida es la que siento agora, que se ha resfriado. Agora que está elada la sangre, que ayer heruía; agora que veo la mengua de mi casa, la falta de mi seruicio, la perdición de mi patrimonio, la infamia que tiene mi persona de la muerte, que de mis criados se ha seguido. ¿Qué hize? ¿En qué me detuue? ¿Cómo me puedo soffrir, que no me mostré luego presente, como hombre injuriado, vengador, [133] soberuio e acelerado de la manifiesta injusticia que me fue hecha? ¡O mísera suauidad desta breuíssima vida! ¿Quién es de ti tan cobdicioso que no quiera más morir luego, que gozar vn año de vida denostado e prorogarle con deshonrra, corrompiendo la buena fama de los passados? Mayormente que no ay hora cierta ni limitada ni avn vn solo momento. Deudores somos sin tiempo, contino estamos obligados a pagar luego. ¿Por qué no salí a inquirir siquiera la verdad de la secreta causa de mi manifiesta perdición? ¡O breue deleyte mundano! ¡Cómo duran poco e cuestan mucho tus dulçores! No se compra tan caro el arrepentir. ¡O triste yo! ¿Quando se restaurará tan grande pérdida? ¿Qué haré? ¿Qué consejo tomaré? ¿A quién descobriré mi mengua? ¿Por qué lo celo a los otros mis seruidores e parientes? Tresquílanme en concejo e no lo saben en mi casa. Salir quiero; pero, si salgo para dezir que he estado presente, es tarde; si absente, es temprano. E para proueer amigos e criados antiguos, parientes e allegados, es menester tiempo e para buscar armas e otros aparejos de vengança. ¡O cruel juez!, ¡e qué mal pago me has dado del pan, que [134] de mi padre comiste! Yo pensaua que pudiera con tu fauor matar mill hombres sin temor de castigo, iniquo falsario, perseguidor de verdad, hombre de baxo suelo. Bien dirán de ti que te hizo alcalde mengua de hombres buenos. Mirarás que tú e los que mataste, en seruir a mis passados e a mí, érades compañeros; mas, quando el vil está rico, no tiene pariente ni amigo. ¿Quién pensara que tú me auías de destruyr? No ay, cierto, cosa más empecible, qu' el incogitado enemigo. ¿Por qué quesiste que dixessen: del monte sale con que se arde e que crié cueruo que me sacasse el ojo? Tú eres público delinquente e mataste a los que son priuados. E pues sabe que menor delito es el priuado que el público, menor su vtilidad, según las leyes de Atenas [135] disponen. Las quales no son escritas con sangre; antes muestran que es menor yerro no condenar los malhechores, que punir los innocentes. ¡O quan peligroso es seguir justa causa delante injusto juez! Quánto más este excesso de mis criados, que no carescía de culpa. Pues mira, si mal has hecho, que ay sindicado en el cielo y en la tierra: assí que a Dios e al rey serás reo e a mí capital enemigo. ¿Qué peccó el vno por lo que hizo el otro, que por solo ser su compañero los mataste a entrambos? ¿Pero Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com qué digo? ¿Con quién hablo? ¿Estoy en mi seso? ¿Qué es esto, Calisto? ¿Soñauas, duermes o velas? ¿Estás en pie o acostado? Cata que estás en tu cámara. ¿No vees que el offendedor no está presente? ¿Con quién lo has? Torna en ti. Mira que nunca los absentes se hallaron justos. Oye entrambas partes para sentenciar. ¿No vees que por executar la justicia no auía de mirar amistad ni deudo ni criança? ¿No miras que la ley tiene de ser ygual a todos? Mira que Rómulo, el primer cimentador de Roma, mató a su propio hermano, porque la ordenada ley traspassó. [136] Mira a Torcato romano, cómo mató a su hijo, porque excedió la tribunicia constitución. Otros muchos hizieron lo mesmo. Considera que, si aquí presente él estouiese, respondería que hazientes e consintientes merecen ygual pena; avnque a entrambos matasse por lo que el vno pecó. E que, si aceleró en su muerte, que era crimen notorio e no eran necessarias muchas prueuas e que fueron tomados en el acto del matar: que ya estaua el vno muerto de la cayda que dio. E también se deue creer que aquella lloradera moça, que Celestina tenía en su casa, le dio rezia priessa con su triste llanto e él, por no hazer bullicio, por no me disfamar, por no esperar a que la gente se leuantasse e oyessen el pregón, del qual gran infamia se me siguía, los mandó justiciar tan de mañana, pues era forçoso el verdugo y bozeador para la execución e su descargo. Lo qual todo, assí como creo es hecho, antes le quedo deudor e obligado para quanto biua, no como a criado de mi padre, pero como a verdadero hermano. E puesto caso que assí no fuesse, puesto caso que no [137] echasse lo passado a la mejor parte, acuérdate, Calisto, del gran gozo passado. Acuérdate de tu señora e tu bien todo. E pues tu vida no tienes en nada por su seruicio, no has de tener las muertes de otros, pues ningún dolor ygualará con el rescebido plazer. ¡O mi señora e mi vida! Que jamás pensé en absencia offenderte. Que paresce que tengo en poca estima la merced, que me has hecho. No quiero pensar en enojo, no quiero tener ya con la tristeza amistad. ¡O bien sin comparación! ¡O insaciable contentamiento! ¿E quándo pidiera yo más a Dios por premio de mis méritos, si algunos son en esta vida, de lo que alcançado tengo? ¿Por qué no estoy contento? Pues no es razón ser ingrato a quien tanto bien me ha dado. ¡Quiérolo conocer, no quiero con enojo perder mi seso, porque perdido no cayga de tan alta possessión! No quiero otra honrra; ni otra gloria, no otras riquezas, no otro padre ni madre, no otros deudos no parientes. De día estaré en mi cámara, de noche en aquel parayso dulce, en aquel alegre vergel, entre aquellas suaues plantas [138] e fresca verdura. ¡O noche de mi descanso, si fuesses ya tornada! ¡O luziente Febo, date priessa a tu acostumbrado camino! ¡O deleytosas estrellas, apareceos ante de la continua orden! ¡O espacioso relox, avn te vea yo arder en biuo fuego de amor! Que si tú esperasses lo que yo, quando des doze, jamás estarías arrendado a la voluntad del maestro, que te compuso. Pues ¡vosotros, inuernales meses, que agora estays escondidos!: ¡viniessedes con vuestras muy complidas noches a trocarlas por estos prolixos días! Ya me paresce hauer vn año, que no he visto aquel suaue descanso, aquel deleytoso refrigerio de mis trabajos. ¿Pero qué es lo que demando? ¿Qué pido, loco, sin sufrimiento? Lo que jamás fue ni puede ser. No aprenden los cursos naturales a rodearse sin orden, que a todos es vn ygual curso, a todos vn mesmo espacio para muerte y vida, un limitado término a los secretos mouimientos del alto firmamento celestial de los planetas y norte, de los crescimientos e mengua de la menstrua luna. Todo se rige con vn freno ygual, todo se mueue con igual espuela: cielo, tierra, mar, fuego, viento, calor, frío ¿Qué me aprouecha a mí que dé doze [139]horas el relox de hierro, si no las ha dado el del cielo? Pues, por mucho que madrugue, no amanesce más ayna. Pero tú, dulce ymaginacion, tú que puedes, me acorre. Trae a mi fantasía la presencia angélica de aquella ymagen luziente, buelue a mis oydos el suaue son de sus palabras, aquellos desuíos sin gana, aquel apártate allá, señor, no llegues a mí, aquel no seas descortés, que con sus rubicundos labrios vía sonar, aquel no quieras mi perdición, que de rato en rato proponía, aquellos amorosos abraços entre palabra e palabra, aquel soltarme e prenderme, aquel huyr e llegarse, aquellos açucarados besos, aquella final salutación con que se me despidió. ¡Con quanta pena salió por su boca! ¡Con quantos desperezos! ¡Con quantas lágrimas, que parescían granos de aljofar, que sin sentir se le cayan de aquellos claros e resplandecientes ojos! SOSIA.- Tristán, ¿qué te paresce de Calisto, qué dormir ha hecho? Que son ya las quatro de la tarde e no nos ha llamado ni ha comido. TRISTÁN.- Calla, que el dormir no quiere priessa. [140] Demás desto, aquéxale por vna parte la tristeza de aquellos moços, por otra le alegra el muy gran plazer de lo que con su Melibea ha alcançado. Assí que, dos tan rezios contrarios verás qué tal pararán vn flaco subjecto, donde estuuieren aposentados. SOSIA.- ¿Piénsaste tú que le penan a él mucho los muertos? Si no le penasse más a aquella, que desde esta ventana veo yo yr por la calle, no lleuaría las tocas de tal color. TRISTÁN.- ¿Quién es, hermano? SOSIA.- Llégate acá e verla has antes que trasponga. Mira aquella lutosa, que se limpia agora las lágrimas de los ojos. Aquella es Elicia, criada de Celestina e amiga de Sempronio. Vna muy bonita moça; avnque queda agora perdida la pecadora, porque tenía a Celestina por madre e a Sempronio por el principal de sus amigos. E aquella casa, donde entra, allí mora vna hermosa muger, muy graciosa e fresca, enamorada, medio ramera; pero no se tiene por poco dichoso quien la alcança tener Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com por amiga sin grande escote e llámase Areusa. Por la cual sé yo que ouo el triste de Pármeno más de tres noches malas e avn que no le plaze a ella con su muerte. [141] Aucto dézimoquinto ARGUMENTO DEL DÉCIMOQUINTO AUCTO Areusa dize palabras injuriosas a vn rufián, llamado Centurio, el qual se despide della por la venida de Elicia, la qual cuenta a Areusa las muertes que sobre los amores de Calisto e Melibea se auían ordenado, e conciertan Areusa y Elicia que Centurio aya de vengar las muertes de los tres en los dos enamorados. En fin, despídese Elicia de Areusa, no consintiendo en lo que le ruega, por no perder el buen tiempo que se daua, estando en su asueta casa. AREUSA, CENTURIO, ELICIA. ELICIA.- ¿Qué bozear es este de mi prima? Si ha sabido las tristes nueuas que yo le traygo, no auré yo las albricias de dolor, que por tal mensaje se ganan. Llore, llore, vierta lágrimas, pues no se hallan tales hombres a cada rincón. Plázeme que assí lo siente. Messe aquellos cabellos como yo triste he fecho, sepa que es perder buena vida más trabajo que la misma muerte. ¡O [142] quanto más la quiero que hasta aquí, por el gran sentimiento que muestra! AREUSA.- Vete de mi casa, rufián, vellaco, mentiroso, burlador, que me traes engañada, boua, con tus offertas vanas. Con tus ronces e halagos hasme robado quanto tengo. Yo te di, vellaco, sayo e capa, espada e broquel, camisas de dos en dos a las mill marauillas labradas, yo te di armas e cauallo, púsete con señor que no le merescías descalçar; agora vna cosa que te pido que por mí fagas pónesme mill achaques. CENTURIO.- Hermana mía, mándame tú matar [143] con diez hombres por tu seruicio e no que ande vna legua de camino a pie. AREUSA.- ¿Por qué jugaste tú el cauallo, tahúr vellaco? Que si por mí no ouiesse sido, estarías tú ya ahorcado. Tres vezes te he librado de la justicia, quatro vezes desempeñado en los tableros. ¿Por qué lo hago? ¿Por qué soy loca? ¿Por qué tengo fe con este couarde? ¿Por qué creo sus mentiras? ¿Por qué le consiento entrar por mis puertas? ¿Qué tiene bueno? Los cabellos crespos, la cara acuchillada, dos vezes açotado, [144] manco de la mano del espada, treynta mugeres en la putería. Salte luego de ay. No te vea yo más, no me hables ni digas que me conoces; si no, por los huesos del padre que me hizo e de la madre que me parió, yo te haga dar mill palos en essas espaldas de molinero. Que ya sabes que tengo quien lo sepa hazer y, hecho, salirse con ello. CENTURIO.- ¡Loquear, bouilla! Pues si yo me ensaño, alguna llorará. Mas quiero yrme e çofrirte, que no sé quien entra, no nos oyan. ELICIA.- Quiero entrar, que no es son de buen llanto donde ay amenazas e denuestos. AREUSA.- ¡Ay triste yo! ¿Eres tú, mi Elicia? ¡Jesú, Jesú!, no lo puedo creer. ¿Qué es esto? ¿Quién te me cubrió de dolor? ¿Qué manto de tristeza es este? Cata, que me espantas, hermana mía. Dime presto qué cosa es, que estoy sin tiento, ninguna gota de sangre has dexado en mi cuerpo. ELICIA.- ¡Gran dolor, gran pérdida! Poco es lo que muestro con lo que siento y encubro; más [145] negro traygo el coraçón que el manto, las entrañas, que las tocas. ¡Ay hermana, hermana, que no puedo fablar! No puedo de ronca sacar la boz del pecho. AREUSA.- ¡Ay triste! ¿Qué me tienes suspensa? Dímelo, no te messes, no te rascuñes ni maltrates. ¿Es común de entrambas este mal? ¿Tócame a mí? ELICIA.- ¡Ay prima mía e mi amor! Sempronio e Pármeno ya no biuen, ya no son en el mundo. Sus ánimas ya están purgando su yerro. Ya son libres desta triste vida. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com e maldizientes. No ay cosa con que mejor se conserue la limpia fama en las vírgines, que con temprano casamiento. ¿Quién rehuyría nuestro parentesco en toda la ciudad? ¿Quién no se hallará gozoso de tomar tal joya en su compañía? ¿En quien caben las quatro principales cosas que en los casamientos se demandan, conuiene a saber: lo primero discrición, honestidad e virginidad: segundo, hermosura; lo terçero el alto origen e parientes; lo final, riqueza? De todo esto la dotó natura. Qualquiera cosa que nos pidan hallarán bien complida. ALISA.- Dios la conserue, mi señor Pleberio, porque nuestros desseos veamos complidos en nuestra vida. Que antes pienso que faltará ygual a nuestra hija, según tu virtut e tu noble sangre, que no sobrarán muchos que la merezcan. Pero como esto sea officio de los padres e muy ageno a las mugeres, como tú lo ordenares, seré yo alegre, e nuestra hija obedecerá, según su casto biuir e honesta, vida y humildad. LUCRECIA.- ¡Avn si bien lo supiesses, rebentarías! ¡Ya!, ¡ya! ¡Perdido es lo mejor! ¡Mal año [158] se os apareja a la vejez! Lo mejor Calisto lo lleua. No ay quien ponga virgos, que ya es muerta Celestina. Tarde acordays y más auíades de madrugar. ¡Escucha!, ¡escucha! señora Melibea. MELIBEA.- ¿Qué hazes ay escondida, loca? LUCRECIA.- Llégate aquí, señora, oyrás a tus padres la priessa que traen por te casar. MELIBEA.- Calla, por Dios, que te oyrán. Déxalos parlar, déxalos deuaneen. Vn mes há que otra cosa no hazen ni en otra cosa entienden. No parece sino que les dize el coraçón el gran amor que a Calisto tengo e todo lo que con él vn mes há he passado. No sé si me han sentido, no sé qué se seaaquexarles más agora este cuydado que nunca. Pues mándoles yo trabajar en vano. Por demás es la cítola en el molino. ¿Quién es el que me ha de quitar mi gloria? ¿Quién apartarme mis plazeres? Calisto es mi [159] ánima, mi vida, mi señor, en quien yo tengo toda mi sperança. Conozco dél que no biuo engañada. Pues él me ama, ¿con qué otra cosa le puedo pagar? Todas las debdas del mundo resciben compensación en diuerso género; el amor no admite sino solo amor por paga. En pensar en él me alegro, en verlo me gozo, en oyrlo me glorifico. Haga e ordene de mí a su voluntad. Si passar quisiere la mar, con él yré; si rodear el mundo, lléueme consigo; si venderme en tierra de enemigos, no rehuyré su querer. Déxenme mis padres gozar d'él, si ellos quieren gozar de mí. No piensen en estas vanidades ni en estos casamientos: que más vale ser buena amiga que mala casada. Déxenme gozar mi mocedad alegre, si quieren gozar su vejez cansada; si no, presto podrán aparejar mi perdición e su sepultura. No tengo otra lástima, sino por el tiempo que perdí de no gozarlo, de no conoscerlo, después que a mí me sé conoscer. No quiero marido, no quiero ensuziar los ñudos [160] del matrimonio ni las maritales pisadas de ageno hombre repisar, como muchas hallo en los antiguos libros que ley o que hizieron más discretas que yo, más subidas en estado e linaje. Las quales algunas eran de la gentilidad tenidas por diosas, assí como Venus, madre de Eneas e de Cupido, el dios del amor, que siendo casada corrompió la prometida fe marital. E avn otras, de mayores fuegos encendidas, cometieron [161] nefarios e incestuosos yerros, como Mirra con su padre, Semíramis con su hijo, Canasce con su hermano e avn aquella forjada Thamar, hija del rey Dauid. Otras avn más cruelmente traspassaron las leyes de natura, como Pasiphe, muger del rey Minos, con el toro. Pues reynas eran e grandes señoras, debaxo de cuyas culpas la razonable mía podrá passar sin denuesto. Mi amor fue con justa causa. Requerida e rogada, catiuada de su merescimiento, aquexada por tan astuta maestra como Celestina, seruida de muy peligrosas visitaciones, antes que concediesse por entero en su amor. Y después vn mes há, como has visto, que jamás noche ha faltado sin ser nuestro huerto escalado como fortaleza e muchas auer venido [162] em balde e por esso no me mostrar más pena ni trabajo. Muertos por mí sus seruidores, perdiéndose su hazienda, fingiendo absencia con todos los de la ciudad, todos los días encerrado en casa con esperança de verme a la noche. ¡Afuera, afuera la ingratitud, afuera las lisonjas e el engaño con tan verdadero amador, que ni quiero marido ni quiero padre ni parientes! Faltándome Calisto, me falte la vida, la qual, porque él de mí goze, me aplaze. LUCRECIA.- Calla, señora, escucha, que todavía perseueran. PLEBERIO.- Pues, ¿qué te parece, señora muger? ¿Deuemos hablarlo a nuestra hija, deuemos darle parte de tantos como me la piden, para que de su voluntad venga, para que diga quál le agrada? Pues en esto las leyes dan libertad a los hombres e mugeres, avnque estén so el paterno poder, para elegir. ALISA.- ¿Qué dizes? ¿En qué gastas tiempo? ¿Quién ha de yrle con tan grande nouedad a nuestra Melibea, que no la espante? ¡Cómo! [163] ¿E piensas que sabe ella qué cosa sean hombres? ¿Si se casan o qué es casar? ¿O que del ayuntamiento de marido e muger se procreen los hijos? ¿Piensas que su virginidad simple le acarrea torpe desseo de lo que no conosce ni ha entendido jamás? ¿Piensas que sabe errar avn con el pensamiento? No lo creas, señor Pleberio, que si alto o baxo de sangre o feo o gentil de gesto le mandaremos tomar, aquello será su plazer, aquello aurá por bueno. Que yo sé bien lo que tengo criado en mi guardada hija. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com MELIBEA.- Lucrecia, Lucrecia, corre presto, entra por el postigo en la sala y estóruales su hablar, interrúmpeles sus alabanças con algún fingido mensaje, si no quieres que vaya yo dando bozes como loca, según estoy enojada del concepto engañoso, que tienen de mi ignorancia. LUCRECIA.- Ya voy, señora. [165] Aucto décimo séptimo ARGUMENTO DEL DÉCIMO SÉPTIMO AUCTO Elicia, caresciendo de la castimonia de Penélope, determina de despedir el pesar e luto que por causa de los muertos trae, alabando el consejo de Areusa en este propósito; la qual va a casa de Areusa, adonde viene Sosia, al qual Areusa con palabras fictas saca todo el secreto que está entre Calisto e Melibea. ELICIA, AREUSA, SOSIA. ELICIA.- Mal me va con este luto. Poco se visita mi casa, poco se passea mi calle. Ya no veo las músicas de la aluorada, ya no las canciones de mis amigos, ya no las cuchilladas ni ruydos de noche por mi causa e, lo que peor siento, que ni blanca ni presente veo entrar por mi puerta. [166] De todo esto me tengo yo la culpa, que si tomara el consejo de aquella que bien me quiere, de aquella verdadera hermana, quando el otro día le lleué las nueuas deste triste negocio, que esta mi mengua ha acarreado, no me viera agora entre dos paredes sola, que de asco ya no ay quien me vea. El diablo me da tener dolor por quien no sé si, yo muerta, lo tuuiera. A osadas, que me dixo ella a mí lo cierto: nunca, hermana, traygas ni muestres más pena por el mal ni muerte de otro, que él hiziera por ti. Sempronio holgara, yo muerta; pues ¿por qué, loca, me peno yo por él degollado? ¿E qué sé si me matara a mí, conio era acelerado e loco, como hizo a aquella vieja, que tenía yo por madre? Quiero en todo seguir su consejo de Areusa, que sabe más del mundo que yo e verla muchas vezes e traer materia cómo biua. ¡O qué participación tan suaue, qué conuersación tan gozosa e dulce! No en balde se dize: que vale más vn día del [167] hombre discreto, que toda la vida del nescio e simple. Quiero pues deponer el luto, dexar tristeza, despedir las lágrimas, que tan aparejadas han estado a salir. Pero como sea el primer officio, que en nasciendo hazemos, llorar, no me marauilla ser más ligero de començar e de dexar más duro. Mas para esto es el buen seso, viendo la pérdida al ojo, viendo que los atauíos hazen la muger hermosa, avnque no lo sea, tornan de vieja moça e a la moça más. No es otra cosa la color e aluayalde, sino pegajosa liga en que se trauan los hombres. Ande pues mi espejo e alcohol, que tengo dañados estos ojos; anden mis tocas blancas, mis gorgueras labradas, mis ropas de plazer. Quiero adereçar lexía para estos cabellos, que perdían ya la ruuia color y, esto hecho, contaré mis gallinas, haré mi cama, porque la limpieza alegra el coraçón, barreré mi puerta e regaré la calle, porque los que passaren vean que es ya desterrado el dolor. Mas primero quiero yr a visitar mi prima, por preguntarle si ha ydo allá Sosia e lo que con él ha passado, que no lo he visto después que le dixe cómo le querría hablar Areusa. Quiera Dios que la halle sola, que jamás está desacompañada de galanes, como buena tauerna de borrachos. [168] ELICIA.- Cerrada está la puerta. No deue estar allá hombre. Quiero llamar. Tha, tha. AREUSA.- ¿Quién es? ELICIA.- Abre, amiga; Elicia soy. AREUSA.- Entra, hermana mía. Véate Dios, que tanto plazer me hazes en venir como vienes, mudado el hábito de tristeza. Agora nos gozaremos juntas, agora te visitaré, vernos hemos en mi casa y en la tuya. Quiçá por bien fue para entrambas la muerte de Celestina, que yo ya siento la mejoría más que antes. Por esto se dize que los muertos abren los ojos de los que biuen, a vnos con haziendas, a otros con libertad, como a ti. ELICIA.- A tu puerta llaman. Poco espacio nos dan para hablar, que te querría preguntar si auía venido acá Sosia. AREUSA.- No ha venido; después hablaremos. ¡Qué porradas que dan! Quiero yr abrir, que o es loco o priuado. [169] ¿Quién llama? Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com SOSIA.- Abreme, señora. Sosia soy, criado de Calisto. AREUSA.- Por los santos de Dios, el lobo es en la conseja. Escóndete, hermana, tras esse paramento e verás quál te lo paro lleno de viento de lisonjas, que piense, quando se parta de mí, que es él e otro no. E sacarle he lo suyo e lo ageno del buche con halagos, como él saca el poluo con la almohaça a los cauallos. AREUSA.- ¿Es mi Sosia, mi secreto amigo? ¿El que yo me quiero bien sin que él lo sepa? ¿El que desseo conoscer por su buena fama? ¿El fiel a su amo? ¿El buen amigo de sus compañeros? Abraçarte quiero, amor, que agora, que te veo, creo que ay más virtudes en ti, que todos me dezían. Andacá, entremos a assentarnos, que me gozo en mirarte, que me representas la figura del desdichado de Pármeno. Con [170] esto haze oy tan claro día que auías tú de venir a uerme. Dime, señor, ¿conoscíasme antes de agora? SOSIA.- Señora, la fama de tu gentileza, de tus gracias e saber buela tan alto por esta ciudad, que no deues tener en mucho ser de más conoscida que conosciente, porque ninguno habla en loor de hermosas, que primero no se acuerde de ti, que de quantas son. ELICIA.- (Aparte. Escondida.) ¡O hideputa el pelón e cómo se desasna! ¡Quién le ve yr al agua con sus cauallos en cerro e sus piernas de fuera, en sayo, e agora en verse medrado con calças e capa, sálenle alas e lengua! AREUSA.- Ya me correría con tu razón, si alguno estuuiesse delante, en oyrte tanta burla como de mí hazes; pero, como todos los hombres traygays proueydas essas razones, essas engañosas alabanças, tan comunes para todas, hechas de molde, no me quiero de ti espantar. Pero hágote cierto, Sosia, que no tienes dellas necessidad; sin que me alabes te amo y sin que [171] me ganes de nueuo me tienes ganada. Para lo que te embié a rogar que me vieses, son dos cosas, las quales, si más lisonja o engaño en ti conozco, te dexaré de dezir, avnque sean de tu prouecho. SOSIA.- Señora mía, no quiera Dios que yo te haga cautela. Muy seguro venía de la gran merced, que me piensas hazer e hazes. No me sentía digno para descalçarte. Guía tú mi lengua, responde por mí a tus razones, que todo lo avré por rato e firme. AREUSA.- Amor mío, ya sabes quánto quise a Pármeno, e como dizen: quien bien quiere a Beltrán a todas sus cosas ama. Todos sus amigos me agradauan, el buen seruicio de su amo, como a él mismo, me plazía. Donde vía su daño de Calisto, le apartaua. Pues como esto assí sea, acordé dezirte, lo vno, que conozcas el amor que te tengo e quánto contigo e con tu visitación siempre me alegrarás e que en esto no perderás nada, si yo pudiere, antes te verná prouecho. Lo otro e segundo, que pues yo pongo mis ojos en ti, e mi amor e querer, auisarte que te guardes de peligros e más de descobrir tu secreto a ninguno, pues ves quanto daño vino a Pármeno e a Sempronio de lo que supo Celestina, [172] porque no querría verte morir mallogrado como a tu compañero. Harto me basta auer llorado al vno. Porque has de saber que vino a mí vna persona e me dixo que le auías tú descubierto los amores de Calisto e Melibea e cómo la auía alcançado e cómo yuas cada noche a le acompañar e otras muchas cosas, que no sabría relatar. Cata, amigo, que no guardar secreto es propio de las mugeres. No de todas; sino de las baxas e de los niños. Cata que te puede venir gran daño. Que para esto te dio Dios dos oydos e dos ojos e no más de vna lengua, porque sea doblado lo que vieres e oyeres, que no el hablar. Cata no confíes que tu amigo te ha de tener secreto de lo que le dixeres, pues tú no le sabes a ti mismo tener. Quando ouieres de yr con tu amo Calisto a casa de aquella señora, no hagas bullicio, no te sienta la tierra, que otros me dixeron que yuas cada noche dando bozes como loco de plazer. SOSIA.- ¡O cómo son sin tiento e personas desacordadas las que tales nueuas, señora, te acarrean! Quien te dixo que de mi boca lo hauía oydo, no dize verdad. Los otros de verme yr con la luna de noche a dar agua a mis cauallos, holgando e auiendo plazer, diziendo cantares [173] por oluidar el trabajo e desechar enojo y esto antes de las diez, sospechan mal y de la sospecha hazen certidumbre, affirman lo que barruntan. Sí, que no estaua Calisto loco, que a tal hora auía de yr a negocio de tanta affrenta, sin esperar que repose la gente, que descansen todos en el dulçor del primer sueño. Ni menos auía de yr cada noche, que aquel officio no çufre cotidiana visitación. Y si más clara quieres, señora, ver su falsedad, como dizen, que toman antes al mentiroso que al que coxquea, en vn mes no auemos ydo ocho vezes y dizen los falsarios reboluedores que cada noche. AREUSA.- Pues por mi vida, amor mío, porque yo los acuse y tome en el lazo del falso testimonio me dexes en la memoria los días que aueys concertado de salir e, si yerran, estaré segura de tu secreto y cierta de su leuantar. Porque no siendo su mensaje verdadero, será tu persona segura de peligro e yo sin sobresalto de tu vida. Pues tengo esperança de gozarme contigo largo tiempo. SOSIA.- Señora, no alarguemos los testigos. Para esta noche en dando el relox las doze está hecho el concierto de su visitación por el huerto. Mañana preguntarás lo que han sabido, de lo [174] qual, si alguno te diere señas, que me tresquilen a mí a cruzes. AREUSA.- ¿E por qué parte, alma mía, porque mejor los pueda contradezir, si anduuieren errados vacilando? Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com ELICIA.- No passe, por Dios, adelante; déle palos, porque quede castigado e no muerto. CENTURIO.- Juro por el cuerpo santo de la letanía, no es más en mi braço derecho dar palos sin matar, que en el sol dexar de dar bueltas al cielo. AREUSA.- Hermana, no seamos nosotras lastimeras; haga lo que quisiere, mátele como se le antojare. Llore Melibea como tú has hecho. Dexémosle. Centurio, da buena cuenta de lo [184] encomendado. De qualquier muerte holgarémos. Mira que no se escape sin alguna paga de su yerro. CENTURIO.- Perdónele Dios, si por pies no se me va. Muy alegre quedo, señora mía, que se ha ofrecido caso, avnque pequeño, en que conozcas lo que yo sé hazer por tu amor. AREUSA.- Pues Dios te dé buena manderecha e a él te encomiendo, que nos vamos. CENTURIO.- Él te guíe e te dé más paciencia con los tuyos. CENTURIO.- Allá yrán estas putas atestadas de razones. Agora quiero pensar cómo me escusaré de lo prometido, de manera que piensen que puse diligencia con ánimo de executar lo dicho e no negligencia, por no me poner en peligro. Quiérome hazer doliente; pero, ¿qué aprouecha? Que no se apartarán de la demanda, quando sane. Pues si digo que fui allá e que les hize huyr, pedirme han señas de quién eran e quántos yuan y en qué lugar los tomé e qué vestidos lleuauan; yo no las sabré dar. ¡Helo todo perdido! Pues ¿qué consejo tomaré, que cumpla con mi seguridad e su demanda? Quiero embiar [185] a llamar a Traso, el coxo, e a sus dos compañeros e dezirles que, porque yo estoy occupado esta noche en otro negocio, vaya a dar vn repiquete de broquel a manera de leuada, para oxear [186] vnos garçones, que me fue encomendado, que todo esto es passos seguros e donde no consiguirán ningún daño, más de fazerlos huyr e boluerse a dormir. [187] Aucto décimonono ARGUMENTO DEL DÉCIMONONO AUCTO Yendo Calisto con Sosia e Tristán al huerto de Pleberio a visitar a Melibea, que lo estaua esperando e con ella Lucrecia, cuenta Sosia lo que le aconteció con Areusa. Estando Calisto dentro del huerto con Melibea, viene Traso e otros por mandado de Centurio a complir lo que auía prometido a Areusa e a Elicia, a los quales sale Sosia; e oyendo Calisto desde el huerto, onde estaua con Melibea, el ruydo que trayan, quiso salir fuera, la qual salida fue causa que sus días peresciessen, porque los tales este don resciben por galardón e por esto han de saber desamar los amadores. SOSIA, TRISTÁN, CALISTO, MELIBEA, LUCRECIA. SOSIA.- Muy quedo, para que no seamos sentidos. Desde aquí al huerto de Pleberio te contaré, hermano Tristán, lo que con Areusa me ha passado oy, que estoy el más alegre hombre del mundo. Sabrás que ella por las buenas nueuas, que de mí auía oydo, estaua presa de mi amor y embiome a Elicia, rogándome que la visitasse. E dexando aparte otras razones de [188] buen consejo que passamos, mostró al presente ser tanto mía, quanto algún tiempo fue de Pármeno. Rogome que la visitasse siempre, que ella pensaua gozar de mi amor por tiempo. Pero yo te juro por el peligroso camino en que vamos, hermano, e assí goze de mí, que estuue dos o tres vezes por me arremeter a ella, sino que me empachaua la vergüença de verla tan hermosa e arreada e a mí con vna capa vieja ratonada. Echaua de sí en bulliendo vn olor de almizque; yo hedía al estiercol, que lleuaua dentro de los çapatos. Tenía vnas manos como la nieue, que, quando las sacaua de rato en rato de un guante, parecía que se derramaua azahar por casa. Assí por esto, como porque tenía vn poco ella quehacer, se quedó mi atreuer para otro día. E avn porque a la primera vista todas las cosas no son bien tratables e quanto más se comunican mejor se entienden en su participación. TRISTÁN.- Sosia amigo, otro seso más maduro y esperimentado, que no el mío, era necessario para darte consejo en este negocio; pero lo que con mi tierna edad e mediano natural alcanço al presente te diré. Esta muger es marcada ramera, según Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com tú me dixiste: quanto con ella te passó has de creer que no caresce de engaño. [189] Sus offrecimientos fueron falsos e no sé yo a qué fin. Porque amarte por gentilhombre ¿quántos más terná ella desechados? Si por rico, bien sabe que no tienes más del poluo, que se te pega del almohaça. Si por hombre de linaje, ya sabrá que te llaman Sosia e a tu padre llamaron Sosia, nascido e criado en vna aldea, quebrando terrones con vn arado, para lo qual eres tú más dispuesto, que para enamorado. Mira, Sosia, e acuérdate bien si te quería sacar algún punto del secreto deste camino, que agora vamos, para con que lo supiesse reboluer a Calisto e Pleberio, de embidia del plazer de Melibea. Cata que la embidia es vna incurable enfermedad donde assienta, huésped que fatiga la posada: en lugar de galardón, siempre goza del mal ageno. Pues si esto es assí, ¡o cómo te quiere aquella maluada hembra engañar con su alto nombre, del qual todas se arrean! Con su vicio ponçoñoso quería condenar el ánima por complir su apetito, reboluer tales casas para contentar su dañada voluntad. ¡O arufianada muger, e con qué blanco pan te daua çaraças: Quería vender su cuerpo a trueco de contienda. Óyeme e, si assí presumes que sea, ármale trato [190] doble, qual yo te diré: que quién engaña al engañador... ya me entiendes. E si sabe mucho la raposa, más el que la toma. Contramínale sus malos pensamientos, escala sus ruyndades, quando más segura la tengas, e cantarás después en tu establo: vno piensa el vayo e otro el que lo ensilla. SOSIA.- ¡O Tristán, discreto mancebo! Mucho más me has dicho, que tu edad demanda. Astuta sospecha has remontado e creo que verdadera. Pero, porque ya llegamos al huerto e nuestro amo se nos acerca, dexemos este cuento, que es muy largo, para otro día. CALISTO.- Poned, moços, la escala e callad, que me paresce que está hablando mi señora de dentro. [191] Sobiré encima de la pared y en ella estaré escuchando, por ver si oyré alguna buena señal de mi amor en absencia. MELIBEA.- Canta más, por mi vida, Lucrecia, que me huelgo en oyrte, mientra viene aquel señor, e muy passo entre estas verduricas, que no nos oyrán los que passaren. LUCRECIA.- ¡O quién fuesse la ortelana de aquestas viciosas flores, por prender cada mañana al partir a tus amores! Vístanse nueuas collores los lirios y el açucena; derramen frescos olores, quando entre por estrena. [192] MELIBEA.- ¡O quan dulce me es oyrte! De gozo me deshago. No cesses, por mi amor. LUCRECIA.- Alegre es la fuente clara a quien con gran sed la vea; mas muy más dulce es la cara de Calisto a Melibea. Pues, avnque más noche sea, con su vista gozará. ¡O quando saltar le vea, qué de abraços te dará! Saltos de gozo infinitos da el lobo viendo ganado; con las tetas los cabritos, Melibea con su amado. Nunca fue más desseado amado de su amiga, Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com ni huerto más visitado, ni noche más sin fatiga. MELIBEA.- Quanto dizes, amiga Lucrecia, se me representa delante, todo me parece que lo veo con mis ojos. Procede, que a muy buen son lo dizes e ayudarte he yo. [193] LUCRECIA, MELIBEA. Dulces árboles sombrosos, humilláos quando veays aquellos ojos graciosos del que tanto desseays. Estrellas que relumbrays, norte e luzero del día, ¿por qué no le despertays, si duerme mi alegría? MELIBEA.- Óyeme, tú, por mi vida, que yo quiero cantar sola. Papagayos, ruyseñores, que cantays al aluorada, lleuad nueua a mis amores, como espero aquí asentada. La media noche es passada, e no viene. sabedme si ay otra amada que lo detiene. CALISTO.- Vencido me tiene el dulçor de tu suaue canto; no puedo más suffrir tu penado esperar. ¡O mi señora e mi bien todo! ¿Quál muger podía [194] auer nascida, que despriuasse tu gran merecimiento? ¡O salteada melodía! ¡O gozoso rato! ¡O coraçón mío! ¿E cómo no podiste más tiempo sufrir sin interrumper tu gozo e complir el desseo de entrambos? MELIBEA.- ¡O sabrosa trayción! ¡O dulce sobresalto! ¿Es mi señor de mi alma? ¿Es él? No lo puedo creer. ¿Dónde estauas, luziente sol? ¿Donde me tenías tu claridad escondida? ¿Auía rato que escuchauas? ¿Por qué me dexauas echar palabras sin seso al ayre, con mi ronca boz de cisne? Todo se goza este huerto con tu venida. Mira la luna quán clara se nos muestra, mira las nuues cómo huyen. Oye la corriente agua desta fontezica., ¡quánto más suaue murmurio su río lleua por entre las frescas yeruas! Escucha los altos cipreses, ¡cómo se dan paz unos ramos con otros por intercessión de vn templadico viento que los menea! Mira sus quietas sombras, ¡quán escuras están e aparejadas para encobrir nuestro deleyte! Lucrecia, ¿qué sientes, amiga? ¿Tórnaste loca de plazer? Déxale, [195] no me le despedaces, no le trabajes sus miembros con tus pesados abraços. Déxame gozar lo que es mío, no me ocupes mi plazer. CALISTO.- Pues, señora e gloria mía, si mi vida quieres, no cesse tu suaue canto. No sea de peor condición mi presencia, con que te alegras, que mi absencia, que te fatiga. MELIBEA.- ¿Qué quieres que cante, amor mío? ¿Cómo cantaré, que tu desseo era el que regía mi son e hazía sonar mi canto? Pues conseguida tu venida, desapareciose el desseo, destemplose el tono de mi boz. Y pues tú, señor, eres el dechado de cortesía e buena criança, ¿cómo mandas a mi lengua hablar e no a tus manos que estén quedas? ¿Por qué no oluidas estas mañas? Mándalas estar sossegadas e dexar su enojoso vso e conuersación incomportable. Cata, ángel mío, que assí como me es agradable tu vista sossegada, me es enojoso tu riguroso trato; tus honestas burlas me dan plazer, tus deshonestas manos me fatigan, quando passan de la razón. Dexa estar mis ropas en su [196] lugar e, si quieres ver si es el hábito de encima de seda o de paño, ¿para qué me tocas en la camisa? Pues cierto es de lienço. Holguemos e burlemos de otros mill modos, que yo te mostraré, no me destroces ni maltrates como sueles. ¿Qué prouecho te trae dañar mis vestiduras? CALISTO.- Señora, el que quiere comer el aue, quita primero las plumas. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com MELIBEA.- Vamos donde mandares. Subamos, [206] señor, al açotea alta, porque desde allí goze de la deleytosa vista de los nauíos: por ventura afloxará algo mi congoxa. PLEBERIO.- Subamos e Lucrecia con nosotros. MELIBEA.- Mas, si a ti plazerá, padre mío, mandar traer algún instrumento de cuerdas con que se sufra mi dolor o tañiendo o cantando, de manera que, avnque aquexe por vna parte la fuerça de su acidente, mitigarlo han por otra los dulces sones e alegre armonía. PLEBERIO.- Esso, hija mía, luego es hecho. Yo lo voy a mandar aparejar. MELIBEA.- Lucrecia, amiga mía, muy alto es esto. Ya me pesa por dexar la compañía de mi padre. Baxa a él e dile que se pare al pie desta torre, que le quiero dezir vna palabra, que se me oluidó que fablasse a mi madre. LUCRECIA.- Ya voy, señora. [207] MELIBEA.- De todos soy dexada. Bien se ha adereçado la manera de mi morir. Algún aliuio siento en ver que tan presto seremos juntos yo e aquel mi querido amado Calisto. Quiero cerrar la puerta, porque ninguno suba a me estoruar mi muerte. No me impidan la partida, no me atajen el camino, por el qual en breue tiempo podré visitar en este día al que me visitó la passada noche. Todo se ha hecho a mi voluntad. Buen tiempo terné para contar a Pleberio mi señor la causa de mi ya acordado fin. Gran sinrazón hago a sus canas, gran ofensa a su vegez. Gran fatiga le acarreo con mi falta. En gran soledad le dexo. Y caso que por mi morir a mis [208] queridos padres sus días se diminuyessen, ¿quién dubda que no aya auido otros más crueles contra sus padres? Bursia, rey de Bitinia, sin ninguna razón, no aquexándole pena como a mí, mató su propio padre. Tolomeo, rey de Egypto, a su padre e madre e hermanos e muger, [209] por gozar de vna manceba. Orestes a su madre Clistenestra. El cruel emperador Nero a su madre Agripina por solo su plazer hizo matar. Estos son dignos de culpa, estos son verdaderos parricidas, que no yo; que con mi pena, con mi muerte purgo la culpa, que de su dolor se me puede poner. Otros muchos crueles ouo, que mataron hijos e hermanos, debaxo de cuyos yerros el mío no parescerá grande. Philipo, rey de Macedonia; Herodes, rey de Judea; Constantino, emperador de Roma; Laodice, reyna de Capadocia, e Medea, la nigromantesa. Todos estos mataron hijos queridos e amados, sin ninguna razón, quedando sus personas a saluo. Finalmente, me ocurre aquella gran crueldad de Phrates, rey de los Parthos, que, porque no quedasse sucessor después dél, mató a Orode, su viejo padre e a su vnico hijo e treynta hermanos suyos. Estos fueron delictos dignos de culpable culpa, que, guardando sus personas de peligro, matauan sus mayores e descendientes e hermanos. Verdad es que, avnque todo esto assí sea, no auía de remedarlos en lo que malhizieron; pero no es más en mi mano. Tú, Señor, que de mi habla eres testigo, ves mi poco poder, ves quán catiua tengo mi libertad, quán presos mis sentidos de tan poderoso amor del muerto [210] cauallero, que priua al que tengo con los viuos padres. PLEBERIO.- Hija mía Melibea, ¿qué hazes sola? ¿Qué es tu voluntad dezirme? ¿Quieres que suba allá? MELIBEA.- Padre mío, no pugnes ni trabajes por venir adonde yo estó, que estoruaras la presente habla, que te quiero fazer. Lastimado, serás breuemente con la muerte de tu vnica fija. Mi fin es llegado, llegado es mi descanso e tu passión, llegado es mi aliuio e tu pena, llegada es mi acompañada hora e tu tiempo de soledad. No haurás, honrrado padre, menester instrumentos para aplacar mi dolor, sino campanas para sepultar mi cuerpo. Si me escuchas sin lágrimas, oyrás la causa desesperada de mi forçada e alegre partida. No la interrumpas con lloro ni palabras; si no, quedarás más quexoso en no saber por qué me mato, que doloroso por verme muerta. Ninguna cosa me preguntes ni respondas, más de lo que de mi grado dezirte quisiere. Porque, quando el coraçón está embargado de passión, están cerrados los oydos al consejo e en tal tiempo las frutuosas palabras, en lugar de amansar, acrecientan la saña. Oye, padre mío, mis vltimas palabras e, si como yo espero las recibes, no culparás mi yerro. Bien [211] vees e oyes este triste e doloroso sentimiento, que toda la ciudad haze. Bien vees este clamor de campanas, este alarido de gentes, este aullido de canes, este grande estrépito de armas. De todo esto fuy yo la causa. Yo cobrí de luto e xergas en este día quasi la mayor parte de la cibdadana cauallería, yo dexé, oy muchos siruientes descubiertos de señor, yo quité muchas raciones e limosnas a pobres e enuergonçantes, yo fuy ocasión que los muertos touiessen compañía del más acabado hombre, que en gracia nasció, yo quité a los viuos el dechado de gentileza, de inuenciones galanas, de atauíos e brodaduras, de habla, de andar, de cortesía, de virtud, yo fuy causa que la tierra goze sin tiempo el más noble cuerpo e más fresca juuentud, que al mundo era en nuestra edad criada. E porque estarás espantado con el son de mis no acostumbrados delitos, te quiero más aclarar el hecho. Muchos días son passados, padre mío, que penaua por amor vn cauallero, que se llamaua Calisto, el qual tú bien conosciste. Conosciste assimismo [212] sus padres e claro linaje: sus virtudes e bondad a todos eran manifiestas. Era tanta su pena de amor e tan poco el lugar para hablarme, que descubrió su passión a vna astuta e sagaz muger, que llamauan Celestina. La qual, de su parte venida a mí, sacó mi secreto amor de mi pecho. Descubría a ella lo que a mi querida madre encobría. Touo manera cómo ganó mi querer, ordenó cómo su desseo e el mío houiessen efeto. Si él mucho me amaua, no viuía engañado. Concertó el triste concierto de la dulce e desdichada execución de su voluntad. Vencida de su amor, dile entrada en tu casa. Quebrantó con escalas las paredes de tu huerto, quebrantó mi propósito. Perdí mi virginidad. Del qual deleytoso yerro Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com de amor gozamos quasi vn mes. E como esta passada noche viniesse, según era acostumbrado, a la buelta de su venida, como de la fortuna mudable estouiesse dispuesto e ordenado, según su desordenada costumbre, como las paredes eran altas, la noche escura, la escala delgada, los siruientes que traya no diestros en aquel género de seruicio e él baxaua pressuroso a uer vn ruydo, que con sus criados sonaua en la calle, con el gran ímpetu que leuaua, no vido bien los passos, puso el pie en vazío e cayó. De la triste cayda sus más escondidos sesos quedaron [213] repartidos por las piedras e paredes. Cortaron las hadas sus hilos, cortáronle sin confessión su vida, cortaron mi esperança, cortaron mi gloria, cortaron mi compañía. Pues ¿qué crueldad sería, padre mío, muriendo él despeñado, que viuiese yo penada? Su muerte combida a la mía, combídame e fuerça que sea presto, sin dilación, muéstrame que ha de ser despeñada por seguille en todo. No digan por mí: a muertos e a ydos... E assí contentarle he en la muerte, pues no tuue tiempo en la vida. ¡O mi amor e señor Calisto! Espérame, ya voy; detente, si me esperas; no me incuses la tardança que hago, dando esta vltima cuenta a mi viejo padre, pues le deuo mucho más.» ¡O padre mío muy amado! Ruégote, si amor en esta passada e penosa vida me has tenido, que sean juntas nuestras sepulturas: juntas nos hagan nuestras obsequias. Algunas consolatorias palabras te diría antes de mi agradable fin, coligidas e sacadas de aquellos antigos libros, que tú por más aclarar mi ingenio me mandauas leer; sino que ya la dañada memoria con la grand turbación me las ha perdido e avn porque veo tus lágrimas malsofridas [214]decir por tu arrugada haz. Salúdame a mi cara e amada madre: sepa de ti largamente la triste razón porque muero. ¡Gran plazer lleuo de no la ver presente! Toma, padre viejo, los dones de tu vegez. Que en largos días largas se sufren tristezas. Rescibe las arras de tu senectud antigua, rescibe allá tu amada hija. Gran dolor lleuo de mí, mayor de ti, muy mayor de mi vieja madre. Dios quede contigo e con ella. A él ofrezco mi ánima. Pon tú en cobro este cuerpo, que allá baxa. [215] Veynte e vn aucto ARGUMENTO DEL VEYNTE E VN AUTO Pleberio, tornado a su cámara con grandíssimo llanto, preguntale Alisa su muger la causa de tan súpito mal. Cuéntale la muerte de su hija Melibea, mostrándole el cuerpo della todo hecho pedaços e haziendo su planto concluye. PLEBERIO, ALISA. ALISA.- ¿Qué es esto, señor Pleberio? ¿Por qué son tus fuertes alaridos? Sin seso estaua adormida del pesar que oue, quando oy dezir que sentía dolor nuestra hija; agora oyendo tus gemidos, tus vozes tan altas, tus quexas no acostumbradas, tu llanto e congoxa de tanto sentimiento, en tal manera penetraron mis entrañas, en tal manera traspasaron mi coraçón, assí abiuaron mis turbados sentidos, que el ya rescibido pesar alançé de mí. Vn dolor sacó otro, vn sentimiento [216] otro. Dime la causa de tus quexas. ¿Por qué maldizes tu honrrada vegez? ¿Por qué pides la muerte? ¿Por qué arrancas tus blancos cabellos? ¿Por qué hieres tu honrrada cara? ¿Es algún mal de Melibea? Por Dios, que me lo digas, porque si ella pena, no quiero yo viuir. PLEBERIO.- ¡Ay, ay, noble muger! Nuestro gozo en el pozo. Nuestro bien todo es perdido. ¡No queramos más biuir! E porque el incogitado dolor te dé más pena, todo junto sin pensarle, porque más presto vayas al sepulcro, porque no llore yo solo la pérdida dolorida de entramos, ves allí a la que tú pariste e yo engendré, hecha pedaços. La causa supe della; más la he sabido por estenso desta su triste siruienta. Ayúdame a llorar nuestra llagada postremería. ¡O gentes, que venís a mi dolor! ¡O amigos e señores, ayudáme a sentir mi pena! ¡O mi hija e mi bien todo! Crueldad sería que viua yo sobre ti. Más dignos eran mis sesenta años, de la sepultura, [217] que tus veynte. Turbose la orden del morir con la tristeza, que te aquexaua. ¡O mis canas, salidas para auer pesar! Mejor gozara de vosotras la tierra, que de aquellos ruuios cabellos, que presentes veo. Fuertes días me sobran para viuir; ¿quexarme he de la muerte? ¿Incusarle he su dilación? Quanto tiempo me dexare solo después de ti, fálteme la vida, pues me faltó tu agradable compañía. ¡O muger mía! Leuántate de sobre ella e, si alguna vida te queda, gástala comigo en tristes gemidos, en quebrantamiento e sospirar. E si por caso tu espíritu reposa con el suyo, si ya has dexado esta vida de dolor, ¿por qué quesiste que lo passe yo todo? En esto tenés ventaja las hembras a los varones, que puede vn gran dolor sacaros del mundo sin lo sentir o a lo menos perdeys el sentido, que es parte de descanso. ¡O duro coraçón de padre! ¿Cómo no te quiebras de dolor, que ya quedas sin tu amada heredera? ¿Para quien edifiqué torres? [218] ¿Para quien adquirí honrras? ¿Para quien planté árboles? ¿Para quien fabriqué nauíos? ¡O tierra dura!, ¿cómo me sostienes? ¿Adonde hallará abrigo mi desconsolada vegez? ¡O fortuna variable, ministra e mayordoma de los temporales bienes!, ¿por qué no executaste tu cruel yra, tus mudables Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com ondas, en aquello que a ti es subjeto? ¿Por qué no destruyste mi patrimonio? ¿Por qué no quemaste mi morada? ¿Por qué no asolaste mis grandes heredamientos? Dexárasme aquella florida planta, en quien tú poder no tenías; diérasme, fortuna flutuosa, triste la mocedad con vegez alegre, no peruertieras la orden. Mejor sufriera persecuciones de tus engaños en la rezia e robusta edad, que no en la flaca postremería. ¡O vida de congoxas llena, de miserias acompañada! ¡O mundo, mundo! Muchos mucho de ti dixeron, muchos en tus qualidades metieron la mano, a diuersas cosas por oydas te compararon; yo por triste esperiencia lo contaré, como a quien las ventas e compras de tu engañosa feria no prósperamente sucedieron, como aquel, que mucho ha fasta agora callado tus falsas propiedades, por no encender con odio tu yra, porque no me secasses sin tiempo esta flor, que este [219] día echaste de tu poder. Pues agora sin temor, como quien no tiene qué perder, como aquel a quien tu compañía es ya enojosa, como caminante pobre, que sin temor de los crueles salteadores va cantando en alta boz. Yo pensaua en mi más tierna edad que eras y eran tus hechos regidos por alguna orden; agora visto el pro e la contra de tus bienandanças, me pareces vn laberinto de errores, vn desierto espantable, vna morada de fieras, juego de hombres que andan en corro, laguna llena de cieno, región llena de espinas, monte alto, campo pedregoso, prado [220] lleno de serpientes, huerto florido e sin fruto, fuente de cuydados, río de lágrimas, mar de miserias, trabajo sin prouecho, dulce ponçoña, vana esperança, falsa alegría, verdadero dolor. Céuasnos, mundo falso, con el manjar de tus deleytes; al mejor sabor nos descubres el anzuelo: no lo podemos huyr, que nos tiene ya caçadas las voluntades. Prometes mucho, nada no cumples; échasnos de ti, porque no te podamos pedir que mantengas tus vanos prometimientos. Corremos por los prados de tus viciosos vicios, muy descuydados, a rienda suelta; descúbresnos la celada, quando ya no ay lugar de boluer. Muchos te dexaron con temor de tu arrebatado dexar: bienauenturados se llamarán, quando vean el galardón, que a este triste viejo as dado en pago de tan largo seruicio. Quiébrasnos el ojo e vntasnos [221] con consuelos el caxco. Hazes mal a todos, porque ningún triste se halle solo en ninguna aduersidad, diziendo que es aliuio a los míseros, como yo, tener compañeros en la pena. Pues desconsolado viejo, ¡qué solo estoy! Yo fui lastimado sin hauer ygual compañero de semejante dolor; avnque más en mi fatigada memoria rebueluo presentes e passados. Que si aquella seueridad e paciencia de Paulo Emilio [222] me viniere a consolar con pérdida de dos hijos muertos en siete días, diziendo que su animosidad obró que consolasse él al pueblo romano e no el pueblo a él, no me satisfaze, que otros dos le quedauan dados en adobción. ¿Qué compañía me ternán en mi dolor aquel Pericles, capitán ateniense, ni el fuerte Xenofón, pues sus pérdidas fueron de hijos absentes de sus tierras? Ni fue mucho no mudar su frente e tenerla serena e el otro responder al mensajero, que las tristes albricias de la muerte de su hijo le venía a pedir, que no recibiesse él pena, que él no sentía pesar. Que todo esto bien diferente es a mi mal. Pues menos podrás dezir, mundo lleno de males, que fuimos semejantes en pérdida aquel Anaxágoras e yo, que seamos yguales en sentir e que responda yo, muerta mi amada hija, lo que el su vnico hijo, que dijo: como yo fuesse mortal, sabía que hauía de morir el que yo engendraua. Porque mi Melibea mató a sí misma [223] de su voluntad a mis ojos con la gran fatiga de amor, que la aquexaba; el otro matáronle en muy lícita batalla. ¡O incomparable pérdida! ¡O lastimado viejo! Que quanto más busco consuelos, menos razón fallo para me consolar. Que, si el profeta e rey Dauid al hijo, que enfermo lloraua, muerto no quiso llorar, diziendo que era quasi locura llorar lo irrecuperable, quedáuanle otros muchos con que soldase su llaga; e yo no lloro triste a ella muerta, pero la causa desastrada de su morir. Agora perderé contigo, mi desdichada hija, los miedos e temores, que cada día me espauorecían: sola tu muerte es la que a mí me haze seguro de sospecha. ¿Qué haré, quando entre en tu cámara e retraymiento e la halle sola? ¿Qué haré de que no me respondas, si te llamo? ¿Quién me podrá cobrir la gran falta, que tú me hazes? Ninguno perdió lo que yo el día de oy, avnque algo conforme parescía la fuerte animosidad de Lambas [224] de Auria, duque de los ginoveses, que a su hijo herido con sus braços desde la nao echó en la mar. Porque todas estas son muertes que, si roban la vida, es forçado de complir con la fama. Pero ¿quién forjó a mi hija a morir, sino la fuerte fuerça de amor? Pues, mundo, halaguero, ¿qué remedio das a mi fatigada vegez? ¿Cómo me mandas quedar en ti, conosciendo tus falacias, tus lazos, tus cadenas e redes, con que pescas nuestras flacas voluntades? ¿A dó me pones mi hija? ¿Quién acompañará mi desacompañada morada? ¿Quién terná en regalos mis años, que caducan? ¡O amor, amor! ¡Que no pensé que tenías [225] fuerça ni poder de matar a tus subjectos! Herida fue de ti mi juuentud, por medio de tus brasas passé: ¿cómo me soltaste, para me dar la paga de la huyda en mi vegez? Bien pensé que de tus lazos me auía librado, quando los quarenta años toqué, quando fui contento con mi conjugal compañera, quando me vi con el fruto, que me cortaste el día de oy. No pensé que tomauas en los hijos la vengança de los padres. Ni sé si hieres con hierro ni si quemas con fuego. Sana dexas la ropa; lastimas el coraçón. Hazes que feo amen e hermoso les parezca. ¿Quién te dio tanto poder? ¿Quién te puso nombre, que no te conuiene? Si amor fuesses, amarías a tus siruientes. Si los amasses, no les darías pena. Si alegres viuiessen, no se matarían, como agora mi amada hija. ¿En [226] qué pararon tus siruientes e sus ministros? La falsa alcahueta Celestina murió a manos de los más fieles compañeros, que ella para su seruicio enponçoñado, jamás halló. Ellos murieron degollados. Calisto, despeñado. Mi triste hija quiso tomar la misma muerte por seguirle. Esto todo causas. Dulce nombre te dieron; amargos hechos hazes. No das yguales galardones. Iniqua es la ley, que a todos ygual no es. Alegra tu sonido; entristece tu trato. Bienauenturados los que no conociste o de los que no te curaste. Dios te llamaron otros, no sé con qué error de su sentido
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