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La feminización de la pobreza. (resumen), Resúmenes de Trabajo Social

Asignatura: Politicas sociales, Profesor: Fernando De Lucas, Carrera: Trabajo Social, Universidad: UCM

Tipo: Resúmenes

2014/2015

Subido el 15/01/2015

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¡Descarga La feminización de la pobreza. (resumen) y más Resúmenes en PDF de Trabajo Social solo en Docsity! La pobreza, ¿una cuestión femenina?: Pobreza y género en España en los datos de la ECV 2009 1. Introducción los estudios de pobreza de carácter cuantitativo muestran diferencias entre las tasas de pobreza de mujeres y de hombres. Este hecho ha llevado a determinados autores a considerar que asistimos a una feminización de la pobreza. También hay que señalar que no hay un consenso generalizado en la consideración de esta magnitud, es decir, si este diferencial es elevado o no y si es estructural o no. El concepto de feminización de la pobreza trata de una perspectiva que constata que las mujeres son más pobres que los hombres. El objetivo de este artículo es el cuestionamiento del concepto de feminización a la luz de los datos de evolución de la pobreza en España aportados por la Encuesta Condiciones de Vida ya que no parece un hecho tan evidente a escala nacional. También creemos que la pobreza y su relación con el género se tiene que analizar desde el tipo de familia y su estructura. hipótesis: la evolución de la pobreza en España y su caracterización por edad, estado civil, formación, relación con la actividad y tipo de hogar, no permiten concluir la existencia de un proceso de feminización, sino de una socialización de la pobreza, donde el género combina con otras características sociodemográficas. A tal efecto, hemos realizado un análisis cuantitativo de la ECV2009 poniendo en relación hombres y mujeres con diferentes factores que puedan explicar las diferencias observadas entre la pobreza masculina y femenina. Los datos concluyen que solo hay un 2% de diferencia en la pobreza entre mujeres y hombres, unos datos que no parecen del todo significativos. Nos encontramos en una situación en la que existe más pobreza cuanta más edad se tiene, y no hablamos de "envejecimiento de la pobreza". Hay que anotar, que la medición de la pobreza se realiza por hogar lo que puede esconder situaciones de personas con ingresos individuales que si fueran contabilizados con independencia de los ingresos totales del hogar, haría que aquellas personas cayesen bajo la situación estadística de pobreza, tal como lo han puesto de manifiesto para el caso de las mujeres Pastor y Valls. Debemos considerar el efecto que las transferencias sociales (jubilación y de supervivencia) tienen sobre la distribución de la pobreza entre las mujeres y entre los hombres. Todos estos aspectos, matizan la afirmación de la feminización de la pobreza. 2. Condicionantes de la pobreza: edad avanzada, tipo de hogar y posición en el mercado de trabajo Se constata una mayor probabilidad de sufrir pobreza en las mujeres en relación a los hombres. Las diferencias han ido variando, lo que confirma que la mayor incidencia de la pobreza entre las mujeres no es un fenómeno estático sino que se debe vincular a la realidad social y económica de cada período. Los resultados de la década de los 90, revelan menos del 1% de diferencia del riesgo de sufrir pobreza entre mujeres y hombres. (grandes variaciones en las cifras) El cambio de década presenta nueva particularidades, las tasas se estabilizan y la incidencia de la pobreza entre las mujeres toma distancia respecto a la de los hombres (2 y 3%). El aumento del desequilibrio del riesgo de pobreza por razón de género es explicado por una doble característica sociodemográfica: • La incidencia de la pobreza es mayor entre las mujeres a partir de los 65 años (principal causa del aumento de la tasa de pobreza femenina). • Este colectivo (más de 65) es uno de los grupos demográficos más importantes en España fruto de la estructura de la natalidad posterior a la Guerra Civil y al aumento progresivo de la esperanza de vida. (1 de cada 5 mujeres pertenece a este grupo). La vinculación de la pobreza con la inactividad femenina explica que los períodos de cambio de ciclo económico (como el acontecido en los últimos años en España) impliquen una menor variación del riesgo de pobreza entre las mujeres que entre los hombres, cuya vulnerabilidad económica está mucho más ligada a la relación con la actividad laboral y, en consecuencia, es más dependiente del dinamismo del mercado de trabajo. Así, los datos del año 2010 apuntan a una ligera convergencia al alza de las tasas de pobreza. Por lo que hay que superar la crisis para saber si continúa esta convergencia o vuelve el comportamiento observado en la primera década del siglo XXI. Una buena parte del desequilibrio por razón de género se debe a un mayor volumen de mujeres en los tramos de renta inmediatamente inferiores al umbral de pobreza. Es decir, hay más mujeres pobres pero la gravedad de su pobreza es menor que la de los hombres. Este hecho parece estar relacionado, por una parte, por el mayor impacto que las transferencias sociales tienen sobre la reducción de la pobreza severa y extrema en las mujeres y, por otra, con el contexto de la vida de las personas consideradas pobres: las mujeres despliegan una mayor red de apoyo (familiares, entidades o instituciones sociales) que los hombres, captando más recursos que ellos. La combinación de factores como la edad, el tipo de hogar y la relación con la actividad, indican la vigencia de lo que podríamos llamar un modelo tradicional de pobreza en España que se articula en torno a la posición de las mujeres en el trabajo productivo y en el trabajo reproductivo; hay un efecto generacional en la medida en que tasas elevadas de pobreza femenina se concentran en las mujeres de generaciones que no participaron del mercado de trabajo remunerado. Por otro lado ha sido cuestionado por la incorporación de las mujeres a la formación universitaria y al mercado de trabajo; pero, en el caso español, existen dudas sobre si esta incorporación no ha venido a reforzar indirectamente el modelo tradicional. (tiempo parcial, sueldos complementarios al del marido etc). Existen tres períodos vitales con un mayor riesgo de pobreza: la infancia y la adolescencia, las edades en las que las parejas tienen descendientes y la vejez. -La infancia y la adolescencia presentan un elevado riesgo de pobreza (30% de la población de 15 años) que se explica por la vinculación de estos individuos con la formación y la presencia de individuos dependientes dentro del hogar. A medida que estos ingresan en el mercado laboral las tasas se reducen, convirtiendo el período de 25 a 34 años en el de menor vulnerabilidad. -Los otros dos períodos en los que aumenta el riesgo de pobreza (35 a 39 años y a partir de los 60 años) no presentan un gran desequilibrio por razón de Por tanto, la potencia reductora de las transferencias es decreciente a medida que disminuye la edad y a medida que disminuye la gravedad de la pobreza. Así pues, el grupo menos asistido por las transferencias sociales es el de 16 a 29 años, en el caso de los jóvenes las transferencias tienen un doble efecto: 1. la reducción de la pobreza moderada es superior entre los jóvenes que entre las jóvenes. 2.en los casos de pobreza extrema las transferencias sociales protegen claramente a las mujeres, incluso hasta llegar a invertir el riesgo final de pobreza, una vez contabilizadas todas las prestaciones. Conclusiones Hablar de feminización de la pobreza nos situaría en un escenario en el que la brecha entre la tasa de pobreza femenina y la masculina se fuera acrecentando en la serie de años que quiera considerarse y a medida que se avanza en la edad. Si bien es cierto que las mujeres de 65 años y más presentan mayores tasas de pobreza respecto a las otras mujeres de otros grupos de edades, similar evolución ocurre en los hombres. Además el diferencial de pobreza entre mujeres y hombres al final de la vida es muy similar al que puede observarse en el grupo de edades de 30 a 34 años. Esto es, si bien la brecha de pobreza entre mujeres y hombres se hizo un poco mayor entre el 2001 y el 2009 (con la excepción del año 2004, en el que se redujo), los datos provisionales del 2010 vuelven a presentar una variación que hace menor esa brecha. Habrá que observar la evolución del diferencial en los próximos años para concluir que, efectivamente, estamos ante un caso de feminización de la pobreza, en cuanto a los datos longitudinales por género. Admitir la existencia de una mayor presencia femenina entre el total de pobres, no equivale a hablar de feminización de la pobreza, a no ser que con este concepto se quiera señalar exclusivamente eso, el hecho de que hay un porcentaje mayor de mujeres pobres que de hombres pobres. Desde nuestro punto de vista el concepto feminización de la pobreza ha de entenderse como un proceso, y en este sentido es necesario analizar los datos a nuestra disposición para observar dicho proceso. Creemos que la sola permanencia del diferencial de pobreza entre mujeres y hombres, no es suficiente para concluir que la pobreza se feminiza, entre otras cosas porque no hay un acuerdo entre los investigadores en considerar si la diferencia porcentual entre las tasas de pobreza de mujeres y hombres son concluyentes para afirmar dicho proceso. Los datos muestran que la pobreza entre las mujeres está muy centrada en el perfil de mujeres mayores de 65 años y viudas que dependen de pensiones de jubilación, mujeres que disfrutan de esas pensiones y que no han trabajado de forma remunerada en el mercado de trabajo. De hecho, las transferencias sociales impactan positivamente en la reducción de la pobreza extrema y severa entre las mujeres mayores de 65 años, más que en los hombres aunque también salen beneficiados de dichas transferencias. Hay más mujeres pobres pero la gravedad de su pobreza (medida por la distancia que las separa del umbral) es menor que la de los hombres. Esto puede explicarse por el impacto de las transferencias pero también por el uso que las mujeres hacen de los servicios sociales y de las redes familiares y de apoyo para paliar las situaciones de necesidad. También sabemos que la acumulación de credenciales educativas más allá de la educación primaria rebaja progresivamente el riesgo de pobreza en mujeres y en hombres. La educación sigue siendo un buen remedio para sortear las situaciones de pobreza, aunque no explique claramente las diferencias que se observan entre mujeres y hombres pobres con el mismo nivel de estudios. Es decir, para ambos sexos, la formación se convierte en una disminución del riesgo de pobreza vinculado este, de forma más clara, con los bajos niveles de estudios. Ahora bien, los datos diferenciales de tasas de pobreza entre hombres y mujeres muestran que la formación es menos eficiente para las mujeres que para los hombres, y este hecho es observable también en las edades juveniles. En edades adultas, el efecto homogeneizador de la familia homogámica equilibra los riesgos de pobreza en las edades adultas, mientras que en la vejez la concentración de mujeres en los tramos de menor formación (vinculada, por tanto, a una menor integración al mercado de trabajo y a una menor cotización) junto con la mayor probabilidad de ser viudas y pensionistas es lo que explica la mayor presencia de mujeres pobres respecto a los hombres de sus mismas edades. La posición de mujeres y hombres en el mercado de trabajo, el tipo de ocupación (segmentación) y los ingresos que perciben por su actividad, se presentan como factores que, combinados con el tipo de hogar en el que viven los individuos, nos permiten mejor concretar dónde se producen las diferencias en las tasas de pobreza en hombres y en mujeres. Así, las mujeres que trabajan a tiempo completo y viven solas, presentan mayores tasas de pobreza que los hombres que trabajan a tiempo completo y viven solos, mientras que las mujeres que trabajan a tiempo completo y viven en hogares de dos adultos (con o sin niños), presentan tasas de pobreza claramente menores que las que presentan los hombres con las mismas características. También se puede observar este efecto en el caso de las mujeres que trabajan a tiempo parcial. Más generalmente, esto se debe al efecto de protección que tiene para las mujeres la formación de un hogar nuclear, debido a que aún hoy día, una buena parte de este tipo de hogares descansa en el modelo de male breadwinner, aunque con un esquema ligeramente modificado: ahora los ingresos de muchas mujeres son considerados complementarios a los ingresos de los hombres con quienes conviven. De esta manera, en el caso de ruptura de la pareja, los hogares monoparentales resultantes en los que el adulto es una mujer, presentan mayores tasas de pobreza: para las mujeres que trabajan a tiempo completo, la categoría que suma mayor porcentaje de mujeres pobres es la del hogar monoparental. Por último, señalar que las transferencias sociales tienen mayor impacto reductor de las tasas de pobreza a medida que avanza la edad, tanto para hombres como para mujeres. Ahora bien, las transferencias actúan de desigual forma en mujeres y hombres cuando se trata de la reducción de las tasas de pobreza severa y extrema: aquí, juegan un papel de mayor reducción en las mujeres que en los hombres.
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