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"La Fundación" de Antonio Buero Vallejo, Resúmenes de Lengua y Literatura

Resumen del libro "La Fundación" de Antonio Buero Vallejo IES GOYA Curso 2018/2019

Tipo: Resúmenes

2017/2018
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Subido el 04/04/2022

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¡Descarga "La Fundación" de Antonio Buero Vallejo y más Resúmenes en PDF de Lengua y Literatura solo en Docsity! LA FUNDACIÓN de ANTONIO BUERO VALLEJO Guía de lectura I. El trasfondo histórico y la intención de la obra. II. Los personajes: caracterización e interrelaciones. III. Los temas morales (traición y supervivencia, muerte y libertad). IV. La realidad y la apariencia. V.El «efecto de inmersión» y la escenografía. 1.EL TRASFONDO HISTÓRICO Y LA INTENCIÓN DE LA OBRA La Fundación de Antonio Buero Vallejo fue estrenada el 15 de enero de 1974 en el Teatro Fígaro de Madrid. Dirigió la representación José Osuna, siguiendo las indicaciones del autor. La obra tuvo un gran éxito de crítica y de público. Dentro de la trayectoria del autor, que ya había logrado por entonces algunas de sus mejores obras, La Fundación significó una continuación en su experimentación dramática sin olvidar los temas morales, sociales y políticos que caracterizan su obra. La Fundación se estrenó en el final del franquismo, poco después del asesinato a manos de ETA del presidente del gobierno Carrero Blanco, el «sucesor de Franco». A pesar de luchar contra el régimen, la oposición al régimen, que trabajaba en la clandestinidad, no compartió el uso de la violencia y, ante este atentado, frente a lo que esperaba ETA, todos se desvincularon. Aquellos años se caracterizaron, como ocurrió durante toda la dictadura, por la corrupción, la represión y la censura. En los años sesenta y setenta se destaparon casos de corrupción que descubrían el entramado corrupto del régimen franquista. Las cárceles del franquismo encerraban a un gran número de presos políticos y la pena capital se aplicó hasta el final de la dictadura. Los medios de comunicación estaban censurados: no se podía publicar o retransmitir nada sin previa supervisión de los censores y menos hacer una crítica en contra del régimen franquista bajo pena de cárcel o de muerte. En este marco político Buero Vallejo optó por una línea posibilista en su teatro: ajustó el mensaje que ofrecía a las imposiciones de la censura y así pudo llegar a estrenar sus obras. El público también estaba acostumbrado a interpretar las claves simbólicas del nuevo teatro y a realizar una doble lectura. En la obra no hay alusiones a ningún país concreto («en un país desconocido» dice la acotación inicial), pero la lección de La Fundación fue muy efectiva como alegato contra la injusticia y la opresión de los poderosos. A todo ello contribuyó una eficaz puesta en escena muy diferente de la de los años cincuenta, ya que las nuevas técnicas y los nuevos efectos escénicos del teatro experimental consiguieron universalizar el conflicto planteado por Buero. Buero Vallejo señaló que con La Fundación pretendió conseguir una dimensión más trascendente del problema planteado, a pesar de que no negó en ningún momento el evidente parentesco de la situación de la obra con su propia vida (estuvo condenado a muerte tras la guerra civil, sufrió las celdas de castigo y protagonizó un intento de fuga). Así lo manifestó en una entrevista a José Monleón: «Por supuesto, en la obra hay abundante material autobiográfico. Yo no lo hubiera escrito sin una experiencia personal y muy directa (…). Mi experiencia se reparte un poco entre todos los personajes, pero ninguno soy yo». El autor siempre señaló el carácter trágico de su teatro y destacó las posibilidades del género de la tragedia para la depuración o purificación por medio de la catarsis y para la crítica inquietante que ayuda a romper el sistema de opiniones que seres humanos y sociedades se fabrican para no comprometerse. La tragedia de Buero Vallejo es una tragedia esperanzada pues el espectador experimenta la catarsis al reconocer los males que los personajes no consiguieron evitar, a la vez que se ve obligado a tomar parte en el conflicto y luchar contra los desastres que lo motivaron. El autor consigue que el espectador viva con el personaje el regreso desde el mundo idílico de la «Fundación» prestigiosa y confortable al mundo de la prisión, y con esta la tortura, la delación, la violencia y la muerte. Este mundo, para el espectador de La Fundación de los años setenta, no resultaba extraño pues era consciente de la situación política del país. Para el lector y el espectador de hoy la obra sigue vigente pues la lección de la tragedia no ha perdido actualidad en un mundo marcado por la violencia y la opresión de muchos regímenes políticos y por las ansias de libertad de muchos ciudadanos de todo el planeta. Igualmente el lector de hoy se plantea, además de esta interpretación política, una lectura simbólica en la que se pregunta acerca de la cuestión de la alienación del ser humano como forma de aceptación de una sociedad consumista y materialista. 2.LOS PERSONAJES: CARACTERIZACIÓN E INTERRELACIONES Buero Vallejo presenta en escena a los cinco presos (Tomás, Asel, Lino, Tulio y Max) la mayor parte del tiempo. Sólo la salida de alguno para ir a locutorios o la irrupción de las figuras imaginadas por Tomás o la de los carceleros, que para él serán en principio el Encargado de la Fundación y sus ayudantes, alteran la situación. Todos ellos poseen valores simbólicos y pueden clasificarse, con muchos matices, en contemplativos o activos como es frecuente en el teatro de Buero Vallejo. Tomás es el que soporta, en su personalidad cambiante, todo el peso de la obra. Gracias a él los lectores y espectadores llegan a conocer el significado pleno de la obra. Tomás nunca abandona la escena. Es el protagonista trastornado, que ha transformado la realidad para poder soportarla. Su mente está librando una batalla, ayudada por el auxilio externo que representa la actitud de sus compañeros, en la que la realidad va penetrando entre las grietas que aparecen en la Fundación imaginada. 3. LOS TEMAS MORALES (TRAICIÓN Y SUPERVIVENCIA, MUERTE Y LIBERTAD) En La Fundación sobre la anécdota concreta de los cinco condenados se levanta una reflexión que afecta a la condición humana y se abordan temas morales como ocurre en otras obras de Buero Vallejo. En el espacio de la prisión se plantean cuestiones morales íntimamente ligadas a esa situación: la necesidad de sobrevivir ante la represión, el comportamiento de cada unos de los presos en relación con el grupo o la irrenunciable búsqueda de la libertad y la necesidad de actuar para cambiar el estado de las cosas. En la prisión asistimos a las relaciones entre unos personajes en los que asuntos como la necesidad de sobrevivir en un medio hostil o la noción de culpa están presentes en sus actos y en sus palabras. Por un lado, la amistad, cooperación y solidaridad entre los presos aparecen como muestra de la humanidad que evita que el hombre se transforme en un monstruo en condiciones extremas. Por otro lado, la sospecha de traición está siempre presente. La culpa puede ser justificable o no. La de Max no lo es, traiciona a los suyos para obtener mejoras personales, pagando por ello con su muerte. Asel y Tomás, sin embargo, han sido culpables a causa de la tortura a la que fueron sometidos, situación que les libera de responsabilidad al no ser dueños de sus actos. El preso puede hallar el modo de fugarse y alcanzar la libertad, pero una vez fuera se dará cuenta de que todo es prisión: «Cuando has estado en la cárcel acabas por comprender que, vayas donde vayas, estás en la cárcel». Asel, que es quien lleva el peso de este tema en la obra, reconoce que acaso la libertad y la vida toda sean «una inmensa ilusión», pero el único modo de saberlo consiste en rechazar la inacción: «no lograremos la verdad que esconde dándole la espalda, sino hundiéndonos en ella». La vida humana es prisión; hay una limitación que define y caracteriza al ser humano, cuyos barrotes pueden ser tan invisibles como los de la cárcel en que están encerrados Tomás y sus compañeros, pero que no por ello resultan menos consistentes. La vida sólo puede ser digna si se acepta lúcidamente esa condición. El hombre puede dudar de la condición real o ilusoria de todo lo que le rodea; la necesidad de cuestionarse siempre y no dar nada por irremediablemente perdido ha aparecido en otras obras de Buero: la crítica es una necesidad constante. Aquí se afirma que esta actividad reflexiva debe completarse dialécticamente con la acción: «Duda cuanto quieras, pero no dejes de actuar» . Al salir de una cárcel, de una Fundación, podrá pasarse a otra sólo un poco mayor, pero el cambio puede ser aceptable: «No podemos despreciar las pequeñas libertades engañosas que anhelamos aunque nos conduzcan a otra prisión». Se defiende un futuro, quizás no idílico, pero tampoco desesperado. Es preciso luchar y vencer las sucesivas Fundaciones: « ¡Entonces hay que salir a la otra cárcel! ¡Y cuando estés en ella, salir a otra, y de ésta, a otra! La verdad te espera en todas, no en la inacción» . La libertad absoluta no existe y siempre habrá una prisión, una limitación. La «verdad» está en la búsqueda de ese paisaje soñado, símbolo del futuro definitivamente apacible, que sólo podrá ser conseguido algún día si antes el hombre se sumerge en el túnel. «Preferiré el túnel al paisaje», afirmará Tomás una vez curado, pero lo hace para que éste último pueda ser posible. Soñar plantea una perspectiva ambivalente. Puede ser una actividad positiva, pero también un desahogo estéril y engañoso. Cuando Tomás aún no está definitivamente curado, Tulio atraviesa por un momento de ilusionado optimismo, en el que reivindica el derecho a «soñar»: « ¡Déjanos soñar un poco, Asel!». En el fondo todos se han vuelto de repente un poco locos, se han dejado inclinar hacia la actitud evasiva de Tomás y la dura realidad va a imponer al momento su ley. La entrada de los carceleros que se dirigen precisamente a Tulio con las palabras fatídicas: «Salga con todo lo que tenga», permite que el preso comprenda lo ilusorio de su actitud anterior y por eso las últimas palabras que dirige a Tomás tratan de volverlo definitivamente a la realidad: «Despierta de tus sueños. Es un error soñar». Sobre los presos pende como horizonte la condena a muerte lo que les hace comportarse de distintos modos: el sacrificio de Asel, la traición de Max, la lucha de Tomás,… La obra, en definitiva, es un alegato contra la violencia, la crueldad, la tortura y la represión. Buero condena expresamente el uso de la violencia como recurso del poder frente a la razón y la voluntad. Se debe luchar contra lo establecido que causa la alienación, pero evitando la violencia gratuita. 4.LA REALIDAD Y LA APARIENCIA El conflicto básico que la obra plantea a sus lectores y espectadores es el enfrentamiento entre la realidad y la ficción para obtener la verdad. En La Fundación el espectador va adquiriendo de forma paulatina conciencia de la realidad, al mismo tiempo que va recuperando la lucidez Tomás, el protagonista de la obra. Él va percibiendo de forma paulatina la realidad y con él todos los lectores y espectadores van descubriendo que el inicial mundo idílico de la Fundación es falso. El acceso a la realidad va produciendo, hasta la revelación total de la celda, un proceso muy dramático y torturador. Frente al mundo idílico de la Fundación se sitúa el mundo cerrado de la prisión, que traerá consigo reflexiones sobre la ausencia de libertad, la tortura, la delación, la violencia y la muerte. La obra, calificada por el autor como «fábula», está estructurada en dos partes, compuestas cada una por dos cuadros, que desarrollan un argumento nítido que se sustenta en dos líneas básicas: de la fundación a la cárcel y desde la cárcel a la libertad. En la primera se produce el descubrimiento, coincidente con la recuperación de Tomás, de su condición de delator. En la segunda se prepara el plan de fuga, con un nuevo delator y un final abierto, en el que Tomás se redime al pasar a la acción, en busca de la verdad y la libertad. La obra es una nueva recreación del tema literario del enfrentamiento entre realidad y ficción en busca de la verdad. La metáfora escénica que equipara la prisión a un agradable centro de estudios trasciende la circunstancia concreta de la obra y se amplía a dimensiones que incumben en general a la vida del hombre contemporáneo. De la confortable institución en que el público se ha instalado al principio de la mano de Tomás se camina paso a paso hasta el desvelamiento total de la celda de la que, no obstante, nunca se ha salido. Es un tema habitual en el teatro de Buero: la crisis del concepto de lo real, como ha señalado Luis Iglesias Feijoo. Ya no se puede creer ni en lo que en escena aparece como más tangible y corpóreo, pues acaso no sea todo ello sino una ilusión óptica, un «holograma». Se trata de un caso muy claro de alienación que finaliza con el triunfo de la lucidez, lo que valdría como definición del sentido global de la dramaturgia de Buero Vallejo. La Fundación aclara que la locura podría ser también un refugio, un nuevo modo de escapar, pues eso es lo que significa para Tomás. De aquí se deduce que el loco debe dejar de serlo, porque también la locura es culpable. Esa locura que hace ver lo que no es ha de ser superada, porque el hombre debe encararse con los aspectos más duros de su situación real, por amargos que sean. La Fundación representa, pues, una de las múltiples lecturas de la sociedad actual, donde el ser humano vive tan engañado como Tomás en su Fundación. Vivimos en un mundo engañoso que pretende ocultarnos la cara trágica de la vida: la muerte, el hambre, las injusticias… Nuestra sociedad consumista es una cárcel con apariencia de mundo feliz. El efecto de inmersión apunta, pues, hacia el mundo como algo engañoso, y por medio de esta técnica dramática Buero denuncia lo equívoco de nuestra sociedad y busca la comprensión hacia el delator, al que el público llegará a entender y perdonar. El contraste entre la ficción y la realidad, fundamentado en el simbolismo tanto de los hologramas y los ratones, como de la Fundación o su ventanal, sugiere que la diferencia entre la realidad y ficción es más leve de lo que parece a simple vista. Esta permeabilidad entre la realidad y la ficción se manifiesta igualmente en el delirio de Tomás. Él transforma en su mente una realidad traumática que le resulta insoportable, pero su «fundación» no está blindada, va siendo invadida: se desprende paulatinamente de elementos ficticios hasta que la vida carcelaria aparece ante nuestros ojos, ante los ojos de Tomás en toda su crudeza. Dentro de su locura, en la elaboración ficticia de la realidad, el aspirante a novelista aparece como un auténtico artista. Aún más, cuando en el desenlace, la reaparición de "la fundación" cree esa estructura circular tan característica del drama, lo que el autor está sugiriendo es que no hay certezas absolutas en nuestras creencias y que es imposible averiguar si nuestro conocimiento de la realidad es consecuencia de nuestra percepción de la misma o una creación externa hábilmente implantada en nuestro cerebro. Por lo tanto, no hay ninguna seguridad en conceptos como verdad, engaño, locura o cordura. En el tratamiento de este tema son evidentes las relaciones de La Fundación con otros grandes clásicos de nuestra literatura, como Don Quijote de la Mancha o La vida es sueño. Al igual que en la obra cervantina, Tomás, un enajenado, crea su propia realidad. Como en la obra de Calderón de la Barca los límites entre lo vivido y lo soñado son difusos. La escena, aunque varíe en su configuración por su transformación paulatina de fundación en cárcel, en realidad es siempre la misma y existe unidad de lugar. Interesa por su valor de espacio simbólico. Representa un «país desconocido», cualquiera en que se dan o se han dado circunstancias similares a las que se describen. Desde el inicio, Buero Vallejo quiere que la acción transcurra en un lugar indeterminado, que puede ser cualquier lugar y en cualquier época, donde se haya sufrido en el pasado (o se sufra en el presente) persecución política, represión policial y cárcel por motivos ideológicos. El espectador se siente conmovido por la situación al comprenderla como posible siempre entre los seres humanos, por encima de regímenes o civilizaciones. Buero no concreta el lugar porque quiere universalizar su obra. Desde otro punto de vista, hay que tener en cuenta cómo se configura el espacio escénico soñado, partiendo de la idílica Fundación inicial, para llegar a la prisión en la que la obra se desarrolla. Es muy importante, respecto a esto, el ventanal a través del cual se divisa un paisaje agradable, relacionado con la pintura de Turner. Del «locus amoenus», en que la obra se inicia, al espacio carcelario, se suceden espacios intermedios, que van revelando el anuncio de la realidad real. Buero Vallejo hace uso de la iluminación para transformar el espacio. Pasamos de una luz clara al inicio de la obra, como correspondería a una Fundación, y poco a poco, al tiempo que va cambiando el espacio, la luz se va oscureciendo hasta dejarnos ante la oscuridad tenebrosa de una cárcel. La lámpara que solo Tomás ve en la celda de la cárcel toma valor simbólico, pues en un momento determinado de la obra no se enciende (esto se puede entender como un pequeño paso hacia la recuperación de su cordura). También es simbólico el hecho de que uno de los últimos días en los que se desarrolla la obra las luces de la cárcel no se apagasen. Después de eso serían «trasladados» poco a poco todos los protagonistas de la obra: primero Tulio, después Asel y por último Lino y Tomás. Curiosamente, al referirse a las obras pictóricas, Tomás no focaliza la atención sobre la figura del artista autorretratado, sino sobre un objeto más estrafalario: las lámparas. Y aunque la elección es caprichosa, no es casual, pues una gran lámpara y llamativos cambios en la iluminación son descritos con detalle en las acotaciones. De un escenario presidido por una «irisada claridad, un tanto irreal» pasamos a un espacio iluminado por una claridad gris y triste, por una luz cada vez más «cruda y agria» cuya transición se marca con fuertes fogonazos que señalan el progreso en el reconocimiento de la realidad. La luz representa la iluminación de la verdad, el conocimiento de la realidad, pero ese no es el único significado ya que al sufrir el paso del tiempo es una metáfora de la vida, de la existencia humana, como en este fragmento: LINO.- ¿Le quitarán también la luz a Tulio? ASEL.- Al amanecer. LINO.- No me has entendido. ASEL.- Tú no me has entendido Así mismo son importantes como elemento escénico las recurrencias artísticas: las referencias a los cuadros El taller del pintor de Vermeer y El matrimonio Arnolfini de Van Eyck, entre cuyas obras compara las lámparas; las alusiones a pintores como El Greco, Rembrandt, Velázquez, Goya; la referencia continua al paisaje de Turner que se divisa desde el ventanal o la mención a un cuadro de unos ratones enjaulados del pintor Tom Murray, incrementan la sensación de alucinación de Tomás. Mediante estas recurrencias Buero reafirma la simbiosis entre arte- imitación de la naturaleza, arte-paisaje-alucinación. De igual manera la música de Rossini que abre y cierra la obra adquiere gran carga simbólica, al ser una música grata y suave que crea el ambiente necesario para la ensoñación. Incluso este final cíclico invita a los espectadores a la reflexión de si hemos salido realmente de la Fundación o si todo ha sido un sueño.
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